proyecto de mayo inicial 5 añitos aprender es bueno para tu niño
acoso
1. UN POCO DE MI,
UN POCO DE TIC.
#NoSeasAnimal
Aprende un poco más sobre el acoso callejero, como detectarlo y combatirlo.
2. ÍNDICE:
➢¿Qué es el acoso sexual callejero (ASC)?/ ¿Por qué el ASC es violencia?.... 3
➢¿Qué prácticas son consideradas ASC?................................................................ 4
➢¿Por qué no es culpa de las victimas?.................................................................. 5
➢Machismo a la vuelta de cada esquina…………………………………………………..…………… 6-9
➢Una ley contra el ASC………………………………………………………………………….……………... 10-12
3. ¿Qué es el acoso sexual callejero (ASC)?
Son prácticas de connotación sexual
ejercidas por una persona desconocida, en
espacios públicos como la calle, el
transporte o espacios semi públicos (mall,
universidad, plazas, etc.); que suelen
generar malestar en la víctima. Estas
acciones son unidireccionales, es decir, no
son consentidas por la víctima y quien acosa
no tiene interés en entablar una
comunicación real con la persona agredida.
Las prácticas de acoso sexual callejero son sufridas de manera sistemática, en especial por
las mujeres, ocurriendo varias veces al día desde aproximadamente los 12 años, lo que
genera trauma no sólo por hechos de acoso especialmente graves, sino por su recurrencia.
¿Por qué el ASC es violencia?
Porque es una práctica no
deseada, que genera un
impacto psicológico
negativo y que las personas,
especialmente mujeres,
pueden vivir varias veces al
día desde los 12 años, en
promedio.
Los efectos del acoso se
demuestran en acciones
cotidianas de la víctima
como:
• Cambiar los recorridos habituales por temor a reencontrarse con el o los agresores.
• Modificar los horarios en que transita por el espacio público.
• Preferir caminar en compañía de otra persona.
• Modificar su modo de vestir buscando desincentivar el acoso.
4. ¿Qué prácticas son consideradas ASC?
• Miradas lascivas
• “Piropos”
• Silbidos, besos, bocinazos, jadeos y otros ruidos
• Gestos obscenos
• Comentarios sexuales, directos o indirectos al cuerpo
• Fotografías y grabaciones del cuerpo, no consentidas y con connotación sexual
• Tocamientos (“agarrones”, “manoseos”, “punteos”)
• Persecución y arrinconamiento.
• Masturbación con o sin eyaculación y exhibicionismo
5. ¿Por qué no es culpa de las víctimas?
Todas las personas
tienen derecho a
transitar libremente
y con la confianza
de no ser
violentados,
independiente del
contexto, la edad, la
hora del día o el
vestuario que ocupa
la persona agredida,
los derechos
humanos no
dependen ni se
suspenden por
detalles del
entorno. No hay
excusas ni
justificaciones para
el acoso sexual callejero.
Es violencia de género, pues refleja en el espacio público la desigualdad de poder entre
hombres y mujeres, a través del abuso sexual. En la actualidad, la violencia sexual es penada
y no tolerada en otras situaciones y contextos (acoso laboral, estupro, violación), pero está
pendiente sancionarla cuando ocurre en los espacios públicos.
Algunas manifestaciones de acoso sexual callejero son aceptadas como “folclóricas” o
“tradicionales”, lo que tampoco debe ser argumento para tolerar esta vulneración. La
violencia no puede ser patrocinada con orgullo por ningún pueblo o nación.
A la vez, el acoso callejero se vincula a la “coquetería” y sexualidad. Cada cual tiene derecho
a experimentar su sexualidad como estime conveniente, siempre que no atropelle las
libertades del resto. Quienes manifiestan su incomodidad y rechazo tienen derecho a
mostrar su incomodidad. Asimismo, quienes acostumbran a acosar, deben comprender que
han confundido la coquetería y galantería con violencia sexual.
Por todo lo anterior, las víctimas no deben
sentir culpa o vergüenza por sufrir acoso
sexual callejero, puesto que NUNCA ES SU
CULPA. Lo importante es reflexionar de
manera crítica y consciente, teniendo en
cuenta que esta problemática afecta a
personas particulares, pero responde a un
fenómeno social complejo.
6. Machismo a la vuelta de cada esquina
Las mujeres sufren acoso callejero y se mueven con miedo
entre piropos, miradas, persecuciones y agresiones.
Bajarse la falda para enseñar menos las piernas, ir en grupo o tener marcado un número de
teléfono en el móvil por si hay un extraño en el portal son prácticas habituales para muchas
mujeres. Temen el acoso callejero, una práctica que incluye episodios de microviolencia
como miradas intimidatorias o piropos, y puede desembocar en fotografías no consentidas,
persecuciones o agresiones sexuales.
Elena G., publicista de 26 años, lo sufrió hace un año y lo revive a menudo. “Estaba
esperando en el andén y vi que un hombre, de unos 40 años, me miraba fijamente.
Cuando llegó el tren, se sentó muy cerca de mí. Me bajé para hacer transbordo y salió detrás
de mí. Yo iba mirando para atrás, aligeré el paso, pero entró en el mismo tren que yo.
Llegamos a mi parada, y bajé corriendo. Dos segundos después, salió detrás de mí de nuevo.
No dudé, sabía que si me alcanzaba pasaría algo malo. De las cuatro salidas que hay, eligió
7. justo la mía. Me asusté mucho. No había gente, iba con la maleta, sudando e intentando
correr. Menos mal que mi portal estaba al lado de la boca del metro. Llevaba las llaves
preparadas, abrí rápido y, ya con la puerta cerrada, me giré para comprobar que seguía
mirándome. Me entró un miedo horrible. Cuando este hombre vio que no le daba tiempo a
hacerme nada, bajó al metro de nuevo. Tuve claro que yo no era una loca y que este hombre
quería hacerme algo”, recuerda. No se lo dijo a sus padres para no preocuparles, pero sí a
sus amigos. Ni Pablo ni Guillermo ni Manu ni Antonio ni Mikel han pasado por algo parecido.
Sí lo han compartido Luz Bianco (23), quien se tapa “al máximo” cuando lleva un vestido
para que los hombres no le griten; Rosa López (23), que lleva marcado el número de su novio
cuando vuelve sola a casa; Mireia Bonilla (27), convencida de que hay hombres con
“comportamientos repugnantes”, y Elena Pérez (26), quien recientemente tuvo miedo al ver
a un extraño en su portal y pidió a un amigo que entrara con ella.
Hay asociaciones, como Levanta la Voz Madrid, que tratan de combatir este miedo. Blanca
Fernández, una azafata de 22 años, se unió a ella tras más de 10 años sufriendo acoso
callejero. “Muchas mujeres intentamos ir de incógnito por la calle. Nos tapamos, nos hacen
estar en una burbuja”, denuncia. Lo grave es que ese acoso “es tan frecuente que llega a
normalizarse” y se asume que ser mujer implica convivir con ello. El problema comienza en
la adolescencia. “El 71% de las mujeres empieza a sufrir acoso callejero entre los 11 y los 17
años, es decir, siendo menores de edad”, explica Fernández.
8. La directora general de Prevención y Atención a la Violencia de Género del Ayuntamiento de
Madrid, María Naredo, detalla que “lo que pretenden todas estas violencias y
microviolencias es poner a las mujeres en un lugar de menor libertad”.
Por eso, las instituciones públicas deben intervenir. El Pacto de Estado contra la Violencia de
Género establece que la macroencuesta que debe realizarse sobre el tema incluirá, por
primera vez, la percepción de las mujeres sobre el acoso callejero, y llama a difundir
información para que “la sociedad reaccione y abandone el silencio cómplice”.
9. Además de aplicar un enfoque de género en todas las áreas —Madrid se ha adherido al
programa Ciudades Seguras de ONU Mujeres—, Naredo afirma que “a los chicos hay que
educarles a relacionarse con sus iguales, que son las chicas, y a las chicas hay que enseñarles
que no se trata de buscar protectores, sino relaciones de igual a igual”.
10. Una ley contra el Acoso Sexual Callejero.
La Legislatura porteña sancionó una ley
contra el acoso callejero que prevé penas de
hasta $1000 o 10 días de trabajo social
contra las personas que “hostiguen,
maltraten o intimiden” y que “afecten en
general la dignidad, la libertad, el libre
tránsito y el derecho a la integridad física o
moral de las personas basados en su
condición de género, identidad y/o
orientación sexual”. Los “piropos” entran
dentro de las acciones prohibidas en la
nueva normativa. Todas las mujeres
escuchamos alguna vez un comentario sobre
nosotras en la calle. Sea dirigido
explícitamente, hecho por lo bajo, o entre
hombres. Alguna vez nos dijeron que
éramos lindas, nos dijeron groserías o nos
hicieron sentir mal por nuestra ropa, forma
de ser o simplemente por nuestra identidad sexual.
En los últimos años creció la visibilización de los mal llamados “piropos” como una forma
más de violencia y se escuchó, por primera vez, la voz de quienes no nos sentimos
halagadas si no, más bien, incómodas. Tiempo atrás, los medios recogieron estos debates y
hasta el ahora presidente Mauricio Macri entró a la discusión y dijo estar a favor de los
“piropos” porque “a todas las mujeres les gustan que les digan un piropo. Por más que esté
acompañado de una grosería, que te digan qué lindo culo que tienes, está todo bien”.
En la Ciudad de Buenos Aires trascendieron este
año casos de masturbaciones en el subte. Los casos
de este tipo son numerosos y llegan a menudo
hasta las fiscalías porteñas, donde en el primer
semestre del año se recibieron 72 denuncias. Si
bien muchos pensarán que éstas son situaciones
extremas, son más comunes de lo que parecen y
están también vinculadas con las exhibiciones
obscenas en las calles que completan la imagen
general para entender de qué manera somos
tratadas las mujeres en la ciudad y en nuestra vida
diaria.
Las campañas llevadas adelante por organizaciones
de mujeres evidenciaron que este tipo de prácticas
son comunes a todas (incluidas las niñas) y
permitió romper el silencio poniendo el debate
sobre la mesa. La ley que sanciona el acoso sexual
callejero es un avance para continuar cambiando la
cultura machista y promover el respeto y la no discriminación de la mujer en todos los
ámbitos de la sociedad.
11. El informe "Paremos el acoso callejero" fue
presentado ayer en el Congreso por su
coordinadora Raquel Vivanco, quien, desde el
movimiento Mujeres de la Matria
Latinoamericana (MuMalá) se propuso investigar
el cumplimiento de las leyes que amparan los
derechos humanos de las mujeres.
Así, tras monitorear y medir el nivel de
aplicación de la Ley 26.485 de Sanción,
Prevención y Erradicación de la Violencia
Contra las Mujeres en diez provincias, vieron la
necesidad de "seguir relevando información
que permita poner en discusión la realidad de
las mujeres".