2. En aquellos días, María
se puso en camino y fue aprisa
a la montaña a un pueblo de
Judá; entró en casa de Zacarías
y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo
de María, saltó la criatura
en su vientre.
Se llenó Isabel del Espíritu Santo
y dijo a voz en grito:
3. !Bendita tú entre las mujeres
y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me
visite la madre de mi Señor?
María dijo:
Proclama mi alma la grandeza
del Señor, se alegra mi espíritu
en Dios, mi Salvador,
porque ha mirado
la humillación de su esclava.
Lc 2, 39-48
4. La imagen de la mujer, liberada del dragón,
recuerdo de la primera Eva
y anuncio de la nueva Eva
ha sido aplicada por la tradición cristiana
a María.
En ella vemos también anticipado
el triunfo de la humanidad
entera,
de la comunidad cristiana
y de cada uno de nosotros.
5. La exaltación de los humildes,
Nuestro triunfo sobre la muerte
Y la esperanza de una victoria final sobre el mal.
He ahí el triple mensaje de la liturgia de
esta fiesta de la Asunción de María,
Madre de Dios y Madre nuestra.
6. En el evangelio de esta fiesta encontramos
la primera bienaventuranza evangélica.
Es pronunciada por Isabel, la
madre de Juan Bautista, y
dedicada a María,
la Madre de Jesús.
Las dos han llegado a ser madres
de forma extraordinaria.
Su encuentro es una celebración de la vida que ambas
están gestando y del Dios que la ha hecho posible.
7. “Dichosa tú que has creído,
porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”.
• María es feliz por haber creído en Dios,
• por haber escuchado su palabra
• y haber aceptado que se cumpliera en ella.
Por ese don primero
y por su respuesta perseverante y lúcida,
María es proclamada como “ la creyente”.
8. Reconocer que solo Dios es Dios.
Los que se nos ofrecen como dioses salvadores
portadores de felicidad no son más que ídolos que
tienen ojos y no ven,
manos y no acarician,
y no hay voz en su garganta.
9. Creer, refleja claramente ese acto de la fe que consiste
en la confianza recíproca y en la donación que se nos hace.
10. En un mundo que ha perdido la vivencia
de la providencia de Dios,
es fácil confiar la propia suerte a artilugios
económicos o mágicos,
que parecen asegurarnos el futuro.
11. La primera bienaventuranza, la dirigida a María,
interpela, pues, a todo creyente,
a la Iglesia y a la humanidad entera.
No podemos tenerle miedo a Dios.
Creer en Dios no nos hace menos
personas, como a veces se piensa.
Nos hace más sinceros para con Dios
y más generosos para con sus hijos,
nuestros hermanos.
12. La fe da sentido a nuestras vidas
y nuevos ojos
para contemplar e interpretar la existencia.
La fe nos hace mejores cristianos y mejores ciudadanos.
13. Señor Dios, en la asunción de María a los cielos,
nos has ofrecido un icono de tu presencia en la historia humana.
Tú has cambiado nuestros modelos de evaluación.
Elevas a los humildes y abajas a los soberbios.
¡Bendito seas por siempre, Señor! Amén.
14. Texto: José Román Flecha Andrés
PALABRA DEL SEÑOR –Salamanca -
Presentación: Antonia Castro Panero
Música: Ave María