1. Para que tú me oigas, mis palabras se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas. C ollar, cascabel ebrio para tus manos suaves como las uvas. Y las miro lejanas mis palabras. Más que mías son tuyas. Van trepando en mi viejo dolor como las yedras. Ellas trepan así por las paredes húmedas. Eres tú la culpable de este juego sangriento. Ellas están huyendo de mi guarida oscura. Todo lo llenas tú, todo lo llenas. Antes que tú poblaron la soledad que ocupas, y están acostumbradas más que tú a mi tristeza. Ahora quiero que digan lo que quiero decirte para que tú me oigas como, quiero que me oigas. El viento de la angustia aún las suele arrastrar. Huracanes de sueños aún a veces las tumban. Escuchas otras voces en mi voz dolorida. Llanto de viejas bocas, sangre de viejos súplicas. Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme. Sígueme, compañera, en esa ola de angustia. Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras. Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas. Voy haciendo de todas un collar infinito para tus blancas manos, suaves como las uvas.
2. Dame la mano Dame la mano y danzaremos; dame la mano y me amarás. Como una sola flor seremos, Como una flor, y nada más... El mismo verso cantaremos, al mismo paso bailarás. Como una espiga ondularemos, como una espiga y nada más. Te llamas Rosa y yo Esperanza; pero tu nombre olvidarás, porque seremos una danza en la colina y nada más.. Gabriela Mistral
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4. Tu mirada me encariña, al verte en fotografía, y me nace esta poesía, que le dedico a mi niña. Sigue el fruto de mi viña, Dando buena producción, y yo lleno de ilusión, hoy me siento más poeta, escribiéndole a mi nieta, nieta de mi corazón. De una rosa catalana, y un clavel andaluz, tú viniste a la luz, alumbrada tan lozana. Para cantarte una nana , bendito ángel del cielo, de todos serás desvelo, y te cantará tu madre, y te mecerá t u padre, y te soñará tu abuelo. Quiera Dios que yo te vea, como el brillo de la brasa , haciendo cosas en casa, y aliviando la tarea. Quiero que mi niña sea, la más guapa y más gentil, con un aire juvenil, y el día que sea mayor, Irene Martín Brull que tenga entre su alrededor, entre admiradores “mil”. José Martín Martín A mi nieta
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7. Las palomas responden al poeta Dedicado a Federico García Lorca E N la gris tarde de un ocaso, mientras finge su voz la lluvia. En la rabia quieta del mar, y en su furia verde de espuma. Allí, en el viento cuando calla, escondido en su cueva oscura. En el aire cuando se encrespa y de sus ramas se desnuda. Por las flores de las adelfas, con su rosa-blanca amargura. Hacia la noche, huido el sol, y en la sorpresa de la luna. Y en el corazón de los hombres, hechos de pan y levadura. Y en la pena de tierra y agua para regar tu sepultura. Elena Martín Vivaldi (1907-1998)
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10. La ciudad María Victoria Atencia De nuevo, balbuciente, regreso a mi ciudad, Florencia, París, Granada, Amsterdam, por las que soy quien soy, ciudad amada, calles y aceras, vidrios y balcones, orillas- si las tiene-y murallas y el bosque de su entorno. Pongo especial cuidado interior al vestirme otra vez de su recuerdo que las salva -y me salva, aunque eso nada importa, Y erijo estas palabras, Aguas y mirlos a su debido instante…
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12. SOLO EN CASA Ya solo soy fragmentos, piezas sueltas de mi pero no soy la mano que me une. En la pantalla del mundo me grita cuarteado felíz, amargamente, críticamente luminoso con su necia alegría de refresco. Solo soy mis fisuras. También el mundo es solo sus fisuras. Aurora Luque
13. ADOLESCENTES Sobre la eterna piedra del mundo tan compacto la traza débil, fresca, de tu desnudo cuerpo. Todo es muy duro y agrio, se rebela enemigo, y te alzas tan joven y segura, tan tierna... No es verdad que las flores luchen siempre calladas. Ellas gritan su olor y se mueren temprano, cuando tú, que eres más, sufres doble que ellas y además mueres tarde, porque ya te marchitas.
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15. AL FINAL DE LA TARDE Al final de la tarde dime tú ¿qué nos queda? El zumo del recuerdo y la sonrisa nueva de algo que no fue y hoy se nos entrega. Al final de la tarde las rosas siguen lentas abriéndose y cerrándose sin caer aún en tierra. Al final de la tarde no vale lo que queda sino el impulso mágico de la verdad completa. Ernestina de Champourcin
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19. Por tu silencio azul Tú, luna, si me hablaras, si debajo de tu corazón frío tuvieras, libre, un alma. Si dentro de tu silencio azul palpitaran palabras encendidas, a mi vencida sangre despertando. Si tus pasos dejaran una senda y un marcado camino para escapar al mundo de lo incierto. Ay, luna, si llegaras, luz de errante desvelo, hasta mi casa. Si abrieras los balcones de la noche, y entre escalas de aromas tus manos me tendieras. Si olvidando tu ciega indiferencia, llenaras a mis ojos de esos verdes paisajes, donde tienes escondido el secreto de tu llama. Ay, luna, siempre luna, por tu ventura inmóvil, inútilmente luna de mi llanto. ¡Si tú me oyeras, luna! Elena Martín Vivaldi.
20. Poema de la Despedida Te digo adiós, y acaso te quiero todavía. Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós. No sé si me quisiste... No sé si te quería... O tal vez nos quisimos demasiado los dos. Este cariño triste, y apasionado, y loco, me lo sembré en el alma para quererte a ti. No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco; pero sí sé que nunca volveré a amar así. Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo, y el corazón me dice que no te olvidaré; pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo, tal vez empiezo a amarte como jamás te amé. Te digo adiós, y acaso, con esta despedida, mi más hermoso sueño muere dentro de mí... Pero te digo adiós, para toda la vida, aunque toda la vida siga pensando en ti.
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24. Poema: y 14 Tan lejos va el recuerdo, tan lejana la imagen –esta noche- del pasado, tan parece mentira lo soñado como la realidad de fiel mañana. Esfumándose va, materia vana, aquello que en mi mente está grabado, y no sé si es real o imaginado todo aquel mundo donde anduve ufana. Instantes son de angustia, cuando veo cómo se me deshace lo que un día fuera luz y verdad resplandeciente. Yo quisiera creer, y ya no creo. Allí me miro. Y era. Allí vivía. Hoy sólo sombras luchan en mi mente. Elena Martín Vivaldi
25. El mar El mar. La mar. El mar. ¡Sólo la mar! ¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad? ¿Por qué me desenterraste del mar? En sueños la marejada me tira del corazón; se lo quisiera llevar. Padre, ¿por qué me trajiste acá? Gimiendo por ver el mar, un marinerito en tierra iza al aire este lamento: ¡Ay mi blusa marinera; siempre me la inflaba el viento al divisar la escollera! Rafael Alberti
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27. Federico García Lorca (1898 - 1936) La Carmen está bailando por las calles de Sevilla. Tiene blancos los cabellos y brillantes las pupilas. ¡Niñas, corred las cortinas! En su cabeza se enrosca una serpiente amarilla, y va soñando en el baile con galanes de otros días. ¡Niñas, corred las cortinas! Las calles están desiertas y en los fondos se adivinan, corazones andaluces buscando viejas espinas. ¡Niñas, corred las cortinas!
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29. Te digo adiós, y acaso te quiero todavía. Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós. No sé si me quisiste... No sé si te quería... O tal vez nos quisimos demasiado los dos. Este cariño triste, y apasionado, y loco, me lo sembré en el alma para quererte a ti. No sé si te amé mucho... no sé si te amé poco; pero sí sé que nunca volveré a amar así. Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo, y el corazón me dice que no te olvidaré; pero, al quedarme solo, sabiendo que te pierdo, tal vez empiezo a amarte como jamás te amé. Te digo adiós, y acaso, con esta despedida, mi más hermoso sueño muere dentro de mí... Pero te digo adiós, para toda la vida, aunque toda la vida siga pensando en ti. José Ángel Buesa Miriam Rebollo Pérez 1º A
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31. Agosto – astros, Agosto – ristras de uvas y serbales. ¡Aherrumbrado – agosto! Robusto, bondadoso, Con tu imperial manzana, Cual niño, agosto, juegas. Rozas, como una mano el corazón Con tu nombre imperial: ¡Agosto! – ¡Corazón! ¡Mes de besos tardíos, De rosas y relámpagos tardíos! ¡De aguaceros de estrellas! ¡Agosto! – ¡El mes! ¡De aguaceros de estrellas! Marina Tsvietáieva.