1. Una Marcha light por la paz
Estimado amigo: Favor de difundirlo para descorrer el velo de la conciencia.
Es un ensayo originado por una persona pensante.
México hoy
Por Lorena Cervantes Reyes
Pasante de la lic. en Ciencias Políticas de la UNAM
Quieren paz. Se desgañitan pidiendo un alto a la violencia. Izan banderas
blancas. Hablan quot;por Méxicoquot;. Como en campo seco ha cundido esta histeria
colectiva. Son los ciudadanos.
Los nuevos medios informativos con más raiting: los programas de chismes
estelares de televisa y televisión azteca hicieron reiterados llamados a la
quot;conciencia ciudadanaquot; para exigir a las autoridades seguridad.
Conmovedores testimonios de miembros de la farándula aderezaron esta
efectiva convocatoria.
El sábado 31 se hicieron ciudadanos de a pie aquellos que nunca pisan las
calles de la ciudad de México, acaso sólo el hule de sus neumáticos las toca
cuando se transportan de una fortaleza a otra: de sus casas a sus trabajos y
acaso al shopping mall. Estos son ciudadanos de interiores. Viven temerosos
en sus guetos para ricos. Todo naco es sospechoso, un posible enemigo que
amenaza su propiedad. Pero el sábado salieron, no sin temor, llevando a flor
de piel su miedo al contacto, al roce. Otros más los acompañaron, esos sí
verdaderos ciudadanos de a pie. No sabían que era una fiesta privada en la
que fueron tolerados porque sirven, como siempre lo hacen, a la quot;gente
bienquot;. A lo mejor no podían ir de blanco impoluto, como los otros que
seguramente días antes se hicieron de su suit de marcha, pero fueron a
acompañarlos, a sentirse ciudadanos. Se mezclaron con aquellos que
2. después de un viva México continuaban sus diálogos con una mezcla de
español e inglés, aquellos con los que difícilmente coincidirían en algún lugar,
y que salvo en las catarsis patrioteras, desprecian profundamente su país.
Dos realidades diferentes, castas y clases diversas confluyeron.
Piden que se termine la violencia. Pero olvidan —o prefieren olvidar— qué la
origina. Olvidan la impunidad, los fraudes, el enriquecimiento ilícito, el
despojo, la violencia institucional, la pauperización de la población, las
alianzas del gobierno federal con el narcotráfico. Así, la oligarquía origina la
violencia y luego exige acabar con ella. Tienen razón en llamar al suyo un
movimiento ciudadano: nos recuerdan que en verdad sólo es ciudadano el
propietario (el burgués, el oligarca). Por eso nadie cuestionó que cerraran las
calles, que obstruyeran el libre tránsito, que ocuparan el zócalo. Esos mismos
que rabiosamente se quejan de marchas y mítines aplaudieron esta
concentración. Hay de ciudadanos a ciudadanos: todos somos iguales, pero
unos son más iguales que otros.
Y hasta la indignación es selectiva: lacera a la sociedad el asesinato del hijo
de un empresario, pero a nadie interesa las mujeres asesinadas en Ciudad
Juárez o el Estado de México, que son miles. Ni qué decir de las personas
vejadas, violadas y asesinadas por la PFP en Atenco; o la constante violación
de los derechos más elementales de las poblaciones indígenas, para quienes
la muerte es cotidiana, de la que es sólo una muestra la masacre en Acteal.
Para la oligarquía los civiles vejados y asesinados por el ejército tras los
operativos para quot;salvaguardar la seguridadquot; instrumentados por Calderón, no
existen, ni los miles de centroamericanos y mexicanos que son vejados,
robados, violados, mutilados y asesinados en su intento por cruzar a Estados
Unidos.
Estos crímenes, entre muchos otros no cuentan, no indignan, no mueven. Las
posturas se endurecen. Sin tapujos la oligarquía se muestra y prescribe
valores, juzga y condena. ¿Y cómo no enseñorearse si las dos principales
televisoras hicieron posible el fraude electoral? Ahora esa oligarquía
poseedora de los medios exige a su presidente tomar cartas en el asunto. Son
3. ellos quienes ponen en la mesa los asuntos de interés nacional. Y mientras
tanto, entretienen con dos nuevas series domingueras a la población que
tienen cautiva ignorándose y mirándolos. La de Azcárraga, haciendo
espectáculo de miserias ajenas que buscan ser paliadas una vez cumplido el
quot;sueñoquot; de exhibirse al lado de quot;artistasquot; de la farándula. La de Salinas,
vendiendo a una juventud cada vez más desolada la idea de que podrán ser
quot;famososquot;. ¡Qué espectáculo más triste! ¡Qué claramente muestran lo que
vale para ellos la dignidad de la persona! Degradan al máximo a esos jóvenes
aspirantes a estrellas televisivas para que el que muestre más resistencia
gane un contrato de por vida, una esclavitud consentida sin fecha de término
para ser usados de la manera que mejor convenga a la empresa. ¡Y qué final
más apoteósico! El quot;directorquot; de la supuesta empresa formativa (quot;la
academiaquot;) gritando histéricamente, berreando a cuadro para exigir paz,
teniendo como fondo una meliflua melodía. Con guantes blancos como el
célebre batallón Olimpia exigían paz. Rostros consternados, gritos, llantos de
hombres y mujeres de diversas edades, todos unidos pidiendo el fin de la
violencia. Penas más duras a los delincuentes.
Y será como ha sido: mientras sale el Chapo Guzmán y muchos más quedan
impunes (Fox, Zedillo, Salinas, de la Madrid, Echeverría, Sahagún, los
Bribiesca, Gordillo, Fernández de Cevallos, Bours, Slim, Roberto Hernández, y
una lista interminable de ilustres políticos y empresarios), a otros, a los no
ciudadanos, les serán impartidas penas que una vida no les alcanzará para
purgar, como ha venido sucediendo con los luchadores sociales. La oligarquía
crea la violencia y después esparce la histeria colectiva para garantizar su
impunidad. La gente está deseosa de delegar su libertad a cambio de una
supuesta seguridad. Huele a totalitarismo.