1. finalmente, a la Santísima Trinidad, dónde María tiene su propia morada,
el origen y la meta de su ser, tipo y ejemplo para todo cristiano.
Lo dicho se pone muy bien de relieve en las dos sublimes y densas
oraciones marianas que se conservan de nuestro Santo en el Saludo a la
Bienaventurada Virgen María y en la antífona del oficio de la Pasión del
Señor.
En la primera, ella es la elegida por el Padre Santísimo y amado
Hijo, y con el Espíritu Santo Paráclito, en ella estuvo y está toda la pleni-
tud de toda gracia y todo bien: “¡Salve Señora, santa Reina, santa Madre
de Dios, María, virgen hecha iglesia, elegida por el santísimo Padre del
cielo, consagrada por él con su santísimo Hijo amado y el Espíritu Santo
Defensor, en ti estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien!”.
En la Antífona del oficio de la Pasión, María es contemplada co-
mo “Hija y esclava del altísimo y sumo Rey, el Padre del cielo, Madre de
nuestro Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo…”
Acojamos este amor y esta devoción del seráfico padre como una
preciosa herencia y hagamos nuestra aquella oración puesta por Tomás de
Celano en boca de San Francisco:¡Ea, abogada de los pobres, cumple con
nosotros tu misión de tutora hasta el día señalado por el Padre!”.
No olvidemos en este mes de mayo tener cada día singulares
muestras de amor hacia nuestra Madre.
Hermana Milagros
Nota: Todos los sábados del mes de mayo, días 8, 15, 22 y 29,
nos unimos en oración para rezar el santo rosario juntos, cada uno desde
su casa, a las cinco de la tarde.
El mes de mayo comienza con el ma-
ratón de oración del santo Rosario a la Virgen
deseado por el Papa Francisco, que une los
templos marianos del mundo en la petición de
liberar a la humanidad del drama de la pande-
mia.
Oración del Papa Francisco:
Bajo tu protección buscamos refugio, Santa
Madre de Dios. En la presente situación
dramática, cargada de sufrimientos y de angustias, que abarca a todo
el mundo, recurrimos a Ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y busca-
mos refugio bajo tu protección….
PAZ Y BIEN HERMANOS:
MAYO; MES DE MARIA., mes de las flores, por eso se le dedicamos a
María, nuestra madre y la más bella flor. Es el mes que recordamos con
cariño a nuestras madres y las felicitamos. El mes de mayo siempre se ha
celebrado con alegría. ¿Quién no recuerda, cuando de niños se adornaban
las calles de altares y cruces llenas de flores? .Todo eso pasó, pero lo más
importante es, que hoy seguimos celebrando el mes de María, nuestra ma-
dre y protectora. Al dedicarle el rezo del rosario, es una forma de decir
que la queremos y la tenemos como madre; pero la mejor forma de hon-
rarla es imitándola y decir como ella, “hágase en mi según tu voluntad”.
El Papa Francisco aconseja rezar el rosario todo el mes de mayo por el
fin de la pandemia. Desde la Basílica de San Pedro, el 1 de mayo se rezó
con esta intención, y en distintos lugares, cada día del mes se rezará para
que termine el sufrimiento que ha traído esta pandemia. Demos gracias
por disfrutar de la naturaleza que se nos ofrece con todo su esplendor, el
perfume de las flores se eleva hasta el cielo y nosotros debemos bendecir
al Creador de tanta hermosura.
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Saludo a la Virgen María. nuestra Madre
Alumbras mi alborada,
Virgen clemente, Reina y madre mía,
con tu abrazo amparada
vivo en tu cercanía
Y canta mi interior: ¡AVE MARIA!
Feliz mes de mayo:
Hna. Valentina Flores o. f. s.
2. FIESTA DE PENTECOSTÉS
LAS FORMAS DEL ESPIRITU SANTO EN LA BIBLIA. LOS SÍMBOLOS
En la Biblia, se nos habla del Espíritu de Dios usando símbolos: viento
y aliento, fuego, paloma, aceite.
VIENTO Y ALIENTO
No vemos el viento, pero vemos lo que hace: sacude las ramas de los
árboles, arremolina las hojas, sopla empujando las velas del barco…
Del mismo modo, no vemos al Espíritu, pero vemos lo que hace en el co-
razón de los hombres: “El viento sopla donde quiere y, aunque oyes su soni-
do, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son todos los que nacen del
Espíritu” (Jn 3,8). En hebreo, el aliento y el espíritu son la misma palabra. Por
lo tanto, el viento y el aliento no son símbolos, sino nombres dados al Espíritu
Santo. El aliento divino se refiere a la fuerza vital y creativa que proviene de
Dios.
En Pentecostés, el Espíritu mismo desciende sobre los discípulos, acom-
pañado de un sonido como una ráfaga de viento: “De pronto, un gran ruido
que venía del cielo, como un viento fuerte, resonó en toda la casa donde esta-
ban” (Hech 2,2). El simbolismo del viento subraya la acción impetuosa e im-
predecible del Espíritu, pero también la presencia de Dios mismo.
EL FUEGO
El simbolismo del fuego está
presente en toda la Biblia. La ex-
periencia de Moisés cerca de la
zarza donde el ángel del Señor
aparece “en una llamarada” (Ex
3,2), entre relámpagos y fuego, en
la montaña del Sinaí (Ex 19, 16-
19), muestra la obra del fuego en el
corazón del hombre para acompa-
ñarlo en su misión.
En el Nuevo Testamento, el
fuego que calienta, reanima y pro-
duce novedad indica la fuerza comunicada por el Espíritu Santo: “¿No es cier-
to que el corazón nos ardía en el pecho mientras nos venía hablando por el
camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24,32).
Después de la resurrección, esta fuerza prometida por Jesús se da plena -
mente a los Apóstoles en Pentecostés en forma de lenguas de fuego (Hech
2,3-4), que simbolizan la acción del Espíritu Santo.
LA PALOMA
En el bautismo de Jesús en el agua del Jordán, el Espíritu Santo des-
ciende sobre él en forma de paloma (Mt 3,16)
Desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo Testamento, el elegido
de Dios es “ungido” con aceite. Recibir la unción del aceite significa estar
impregnado del Espíritu de Dios. Al igual que el aceite para el cuerpo, que
sana, se incrusta y fortalece, el Espíritu penetra profundamente, da fuerza y
marca de manera permanente.
En la Antigua Alianza, la unción del aceite se daba a los profetas, los
sacerdotes y los reyes (1 Sam 16,13). En la Nueva Alianza, Jesús es el
“Cristo”, es decir, es el “ungido” de Dios, lleno de su Espíritu.
Hoy en día, la unción se realiza en los sacramentos del bautismo, la
confirmación y el orden sacerdotal. El aceite que penetra es el símbolo del
Espíritu Santo que nos impregna indeleblemente
Hno. Vicente Felipe
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SAN FRANCISCO DE ASÍS Y LA VIRGEN MARÍA
Mayo mes de María: alabemos y
ensalcemos a nuestra Madre a imitación
de nuestro padre San Francisco.
San Francisco se definió siempre el
iletrado, pequeñuelo siervo, heraldo del
gran Rey. No lo dijo, pero podía haber
dicho que, fue también el heraldo prego-
nero de la Virgen, su caballero andante,
de la que predicó mucho y escribió poco;
pero, quizás, de ese poco, dijo todo lo que
se podía decir de la Virgen María. Fran-
cisco nunca llama a María “patrona” de la
Orden. El patrono principal es el mismo
Señor, para él María es la “abogada”.
El amor de San Francisco a la Vir-
gen se hace con el compromiso de vida
evangélica, pasa a través de Cristo y llega,