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1. Formas narrativas renacentistas
 
      El  interés  por  la  cultura  manifestado 
por  los  nobles  y  los  burgueses  en  el 
Renacimiento  y  su  forma  de  ocupar  el 
tiempo de ocio determinaron el auge de la
narrativa de ficción,  destinada  al 
entretenimiento. 
      La  prosa narrativa del siglo XVI 
presenta un panorama muy variado en el 
que       conviven        diversos      géneros
novelísticos. 
      Algunos         géneros         narrativos 
renacentistas  gozaron  del  favor  del 
público: la novela de caballerías, iniciada 
en  la  Edad  Media;  la  novela bizantina y 
la  pastoril, que  imitaron  los  modelos 
narrativos  de  la  Antigüedad  clásica.  Y 
surgieron  también  géneros  nuevos,  como 
la novela morisca. 
1. Novela de caballerías
     Narra  las  aventuras  de  un 
caballero andante  que  recorre  el 
mundo  enfrentándose  a  seres 
fantásticos en defensa de la justicia y 
la lealtad, y para demostrar el amor a 
su dama.
     La  novela  más  famosa,  Amadís
de Gaula, se  conocía  desde  el  siglo 
XIV, pero en el XVI se difundió una 
refundición  de  la  obra,  realizada  en 
1508  por  Garci Rodríguez de
Montalvo, que  revitalizó  un  género 
de gran éxito en toda la centuria.
     A  fines  del  siglo  XV  se  publicó 
Tirant lo Blanc, otra célebre  novela 
de caballerías escrita en catalán.
2. Novela bizantina
     Una  pareja de jóvenes enamorados se  ve  obligada  a  separarse  y  ambos 
emprenden  un  largo  viaje por  todo  el  mundo  para  reencontrarse.  En  el  camino 
viven  peligrosas  aventuras  con  piratas,  tormentas,  naufragios,  cautiverios...  Al 
final, logran reunirse y celebrar su matrimonio.
     El género se inicia con Los amores de Clareo y Florisea (1522), de Alonso 
Núñez de Reinoso. 
3. Novela pastoril
     Los protagonistas de este género son unos pastores cultos e idealizados que 
cuentan sus desventuras amorosas en una naturaleza idílica e irreal.
     La Diana (1559),  de  Jorge  de  Montemayor,  Diana enamorada (1564),  de 
Gaspar Gil Polo, y La Galatea (1585), de Miguel de Cervantes, son las obras más 
representativas.
4. Novela morisca

      Narra  hechos  ocurridos  entre 
 moros       cristianos     durante       la 
 Reconquista.  Los  escenarios  de  la 
 acción  están  idealizados,  al  igual  que 
 los     personajes,     que       aparecen 
 caracterizados con rasgos caballerescos.

      La  obra  más  famosa,  Historia de
 Abencerraje y la hermosa Jarifa
 (1561) de autor desconocido, propone la 
 coexistencia  posible  entre  musulmanes 
 y cristianos.


    Sin  embargo,  los  mayores  logros  de  la  narrativa  renacentista  se  deben 
Lazarillo de Tormes, que  inicia  la  novela picaresca, y  Don Quijote de la
Mancha. Con esta obra, publicada a principios del siglo XVII, su autor, Miguel 
de Cervantes, sentó las bases de la novela moderna.
2. Lazarillo de Tormes

          Las            primeras 
ediciones  que  se  conservan  del 
Lazarillo (Burgos,  Amberes  y 
Alcalá de Henares) son de 1554. 
Esta obra, de autor desconocido, 
obtuvo  evito  en  su  tiempo  e 
instauró  un  nuevo  género:  la 
novela picaresca.
          El  protagonista  de  la 
novela,  Lázaro de Tormes, es 
un pícaro que narra en primera
persona episodios  de  su  vida 
pasada. El relato se estructura en 
forma de una carta dirigida a un 
tal «Vuestra Merced».
El autor
          El Lazarillo de Tormes es una obra anónima, es decir, se desconoce su 
autor.
         Actualmente,  algunos  estudiosos  del  tema  relacionan  al  Lazarillo  con 
Alfonso de Valdés.
         Posiblemente su autor prefirió mantenerse en el anonimato para no tener 
problemas con la Inquisición por sus críticas al clero.
Argumento de la obra

1. Prólogo 
     Lázaro  se  dirige  a  ese  «Vuestra
Merced», que al parecer le ha pedido que 
le  explique  el  «caso», es  decir,  la 
situación  de  ignominia  (afrenta  pública) 
en  la  que  vive  en  ese  momento  el 
protagonista. Para ello, Lázaro se propone 
contar  los  episodios de su vida pasada,
que justifican su circunstancia actual:

     Y pues Vuestra Merced escribe se le
escriba y relate el caso muy por extenso,
pareciome no tomarlo por el medio, sino
del principio, porque se tenga entera
noticia de mi persona; y también porque
consideren los que heredaron nobles
estados cuán poco se les debe; pues
Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto
más hicieron los que, siéndoles contraria,
con fuerza y maña remando salieron a
buen puerto.
2. Origen de Lázaro y servicio a varios amos
                     El  protagonista  comienza  por  sus  orígenes
               miserables: es  hijo  de  la  viuda  de  un  molinero, 
               condenado por robo, que lo obliga, siendo niño, a entrar 
               al  servicio  de  un  ciego astuto  y  cruel.  Con  él,  Lázaro 
               aprende a valerse por sí mismo para comer y ascender en 
               la escala social.
                     Lázaro  pasa  su  infancia,  adolescencia  y  juventud 
               como  mozo de  distintos amos: un  clérigo  avaro,  un 
               escudero  pobre  más  preocupado  por  conservar  su  honra 
               que  por  comer;  un  fraile  de  la  Merced;  un  buldero 
               (persona que vende bulas, documentos en los que el papa
               permite dejar de cumplir el precepto del ayuno y de la
Lázaro y el    abstinencia) «desenvuelto y desvergonzado», un capellán 
 clérigo
               y un alguacil. 
                     Las  estancias  con  estos  personajes  van 
               configurando su personalidad.
                          Dios es testigo de que hoy día, cuando topo
                     con alguno de su hábito con aquel paso y pompa, le
                     he lástima con pensar si padece lo que aquel le vi
                     sufrir. Al cual, con toda su pobreza, holgaría (me 
 Lázaro y el         alegría) de servir más que a los otros por lo que he
  buldero            dicho.
3. Situación actual y «caso»

      Lázaro,  ya  adulto, alcanza  cierta
estabilidad: es pregonero de vinos de Toledo y 
está  casado  con  la  criada  del  arcipreste  de  San 
Salvador.  Aunque  dice  haber  llegado  «a  buen 
puerto», se le acusa de consentir que su mujer le 
sea  infiel  con  el  sacerdote;  ese  es  el  «caso»  del 
que le han pedido explicación:

          Malas lenguas no nos dejan vivir,
     diciendo no sé qué y sí sé qué, de que venía
     mi mujer a hacer la cama y guisalle de
     comer.

     Las experiencias vividas empujan a Lázaro 
a  no  hacer  caso  de  las  murmuraciones  y  a
considerar solo su provecho.
Estructura interna del Lazarillo
                              Prólogo

Apertura                   − Orígenes
                           – Dificultades familiares
                           – Emigración del hogar

                           – Ciego
                           – Clérigo          A medida que asciende de clase
                           – Escudero            social, pasa más hambre

                           – Mercedario
                           – Buldero
                           – Maestro pintor

                           – Aguador
                           – Porquerón de alguacil
                           – Pregonero

                           – Matrimonio
                           – Dificultades familiares
Cierre                     – Superación y estado de fortuna
Originalidad del Lazarillo

               Las  novelas  de  caballerías, 
    pastoriles, bizantinas y moriscas presentaban la 
    realidad  de  forma  idealizada,  y  sus 
    protagonistas  eran  «héroes»  que  llevaban  a 
    cabo  fantásticas  aventuras.  La  novedad  del 
    Lazarillo reside  en  una  serie  de  rasgos  que  lo 
    alejan de esas formas narrativas:
–   Realismo. La  novela  ofrece  una  visión realista y  no  idealizada  de  la  sociedad
    española del siglo XVI con todas sus miserias.
–   Protagonista. El pícaro es hijo de padres sin honra; objeto de burlas y engaños, 
    nada tiene que ver con la figura del héroe.
–   Evolución del personaje. Frente a los  protagonistas de  las otras narraciones, que 
    permanecen  inmutables  a  lo  largo  de  todo  el  relato,  Lázaro  tiene  que  luchar  en 
    condiciones  adversas  para  poder  sobrevivir,  y  es  la  propia  vida la  que  va
    moldeando su carácter.
    Formalmente, la originalidad del Lazarillo radica en la técnica narrativa: un relato
    autobiográfico en forma de carta, en el que solo existe un punto de vista: el del 
    narrador protagonista. Este selecciona los episodios de su vida que le sirven para 
    explicar su situación final.
La sociedad del siglo XVI

           El Lazarillo presenta un retrato crítico de la sociedad de su época a través 
de Lázaro de Tormes, antihéroe que aprende de la falsedad.
           El  poderío  imperial  de  la  España  del  siglo  XVI  se  sostuvo  gracias  a  la 
financiación de la nobleza y de los préstamos extranjeros.
           A  lo  largo  de  la  centuria  se  sucedieron  diversas  crisis económicas, y  los 
campesinos tuvieron  que  emigrar a la ciudad, donde  subsistían  en  condiciones 
precarias.  Los  numerosos  decretos  sobre  mendicidad  y  gastos  en  caridad  revelan  la
situación de penuria en la que vivía buena parte de la población.
La primera «lección» de Lázaro

    Salimos de Salamanca, y llegando a la
puente, está a la entrada de ella un animal de
piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego
mandome que llegase cerca del animal, y, allí
puesto, me dijo:
    –Lázaro, llega el oído a este toro y oirás
gran ruido dentro de él.
    Yo, simplemente, llegué creyendo ser así.
    Y como sintió que tenía la cabeza par de
la piedra (junto a la piedra), afirmó recio la
mano y diome una gran calaba­zada en el
diablo del toro, que más de tres días me duró
el dolor de la cornada, y díjome:
    –Necio, aprende que el mozo del ciego un
punto ha de saber más que el diablo.
Y rió mucho la burla.
Pareciome que en aquel instante
desperté de la simpleza en que, como
niño dormido, estaba.
      Dije entre mí: «Verdad dice este,
que me cumple (me conviene) avivar el
ojo y avisar, pues solo soy, y pensar
cómo me sepa valer».
      Comenzamos nuestro camino, y
en muy pocos días me mostró jerigonza
(jerga de los ciegos). Y como me viese
de buen ingenio, holgábase mucho y
decía:
      –Yo oro ni plata no te lo puedo
dar; mas avisos (consejos) para vivir
muchos te mostraré.
      Y fue así: que, después de Dios,
este me dio la vida, y siendo ciego me
alumbró y adiestró en la carrera de
vivir.
El Lazarillo aprende la lección…

      Otro día salimos por la villa a pedir limosna, y había
llovido mucho la noche antes. Y porque el día también llovía,
y andaba rezando debajo de unos portales que en aquel
pueblo había, donde no nos mojarnos, mas como la noche se
venía y el llover no cesaba, díjome el ciego:
       –Lázaro, esta agua es muy porfiada, y cuanto la noche
más cierra, más recia. Acojámonos a la posada con tiempo.
      Para ir allá habíamos de pasar un arroyo, que con la
mucha agua iba grande. Yo le dije:
       –Tío, el arroyo va muy ancho; mas si queréis, yo veo
por donde travesemos más aína, sin nos mojar, porque se
estrecha allí mucho y, saltando, pasaremos a pie enjuto.
Paresciole buen consejo y dijo:
          –Discreto eres, por esto te quiero bien.
Llévame a ese lugar donde el arroyo se ensangosta
(‘estrechaba’), que agora es invierno y sabe mal el agua,
y más llevar los pies mojados.
        Yo, que vi el aparejo a mi deseo, saquele debajo
de los portales y llevelo derecho de un pilar o poste
de piedra que en la plaza estaba, sobre el cual y sobre
otros cargaban saledizos de aquellas casas, y dígole:
         –Tío, éste es el paso más angosto que en el
arroyo hay.
        Como llovía recio y el triste se mojaba, y con la
priesa que llevábamos de salir del agua, que encima
nos caía, y lo más principal, porque Dios le cegó
aquella hora el entendimiento (fue por darme de él
venganza), creyose de mí, y dijo:
        –Ponme bien derecho y salta tú el arroyo.
Yo le puse bien derecho enfrente del pilar, y doy un salto y póngome detrás del poste,
como quien espera tope de toro, y díjele:
      –¡Sus, saltá todo lo que podáis, porque deis deste cabo del agua!
       Aun apenas lo había acabado de decir, cuando se abalanza el pobre ciego como cabrón
y, de toda su fuerza, arremete, tomando un paso atrás de la corrida para hacer mayor salto, y
da con la cabeza en el poste, que sonó tan recio como si diera con una gran calabaza, y cayó
luego para atrás medio muerto y hendida la cabeza.
      –¿Cómo, y olistes la longaniza y no el poste ? ¡Olé ! ¡Olé ! –le dije yo.
       Y déjole en poder de mucha gente que lo había ido a socorrer, y tomo la puerta de la
villa en los pies de un trote, y, antes de que la noche viniese, di comigo en Torrijos. No supe
más lo que Dios dél hizo ni curé de lo saber.
Algunas novelas pertenecientes al género picaresco:




              El Guzmán de Alfarache
                 de Mateo Alemán
                   (1599 y 1604)

                                                         La pícara Justina
                                                      de Francisco López de
                                                             Úbeda
                                                              (1605)
               Historia de la vida del
                      Buscón
              de Francisco de Quevedo
                     (h. 1604)
                                                       Vida del escudero
                                                      Marcos de Obregón
                                                      de Vicente Espinel
                                                           (1618)…
El Lazarillo en cómic
Lectura de
El Lazarillo de Tormes
Lázaro y el ciego

            También quiero que sepa vuestra merced que,
con todo lo que adquiría, jamás tan avariento ni
mezquino hombre no vi, tanto que me mataba a mí de
hambre, y así no me demediaba (‘no lograba la mitad de lo
necesario’) de lo necesario. Digo verdad: si con mi sutileza
y buenas mañas no me supiera remediar, muchas veces me
muriera de hambre; mas con todo su saber y aviso le
contaminaba (‘engañaba’) de tal suerte, que siempre, o las
más veces, me cabía lo más y mejor. Para esto le hacía
burlas endiabladas, de las cuales contaré algunas, aunque
no todas a mi salvo (‘sin daño para mí’). […]
Acostumbraba poner cabe (‘cerca de’) sí un jarrillo de vino cuando comíamos, y yo muy
de presto le asía y daba un par de besos callados y tornábalo a su lugar. Mas durome poco,
que en los tragos conocía la falta, y por reservar su vino a salvo nunca después desamparaba
el jarro, antes lo tenía por el asa asido. Mas no había piedra imán que así trajese a sí como yo
[atraía al vino] con una paja larga de centeno, que para aquel menester tenía hecha, la cual
metiéndola en la boca del jarro, chupando el vino lo dejaba a buenas noches. Mas, como fuese
el traidor tan astuto, pienso que me sintió, y de allí en adelante mudó propósito, y asentaba
su jarro entre las piernas, y atábalo con la mano, y así bebía seguro.
Yo, como estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel
remedio de la paja no me aprovechaba ni valía, acorde en el suelo del
jarro hacerle una fuentecilla y agujero sutil, y delicadamente con una
muy delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de comer, fingiendo
haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en
la pobrecilla lumbre que teníamos, y al calor della, luego derretida la
cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destilarme en la
boca, la cual yo de tal manera ponía que maldita la gota se perdía.
Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada.
     Espantábase, maldecía, daba al diablo el jarro y el vino, no
sabiendo qué podía ser.
     – No diréis, tío, que os lo bebo yo –decía–, pues no le quitáis de la
mano.
     Tantas vueltas y tiento dio al jarro, que halló la fuente y cayó en
la burla; mas así lo disimuló como si no lo hubiera sentido.
Y luego otro día, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando en el daño
que me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, senteme como solía, estando
recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos por
mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que ahora tenía tiempo de tomar de
mi venganza y con toda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, le dejó
caer sobre mi boca, ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre
Lázaro, que de nada desto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso,
verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima.

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  • 1.
  • 2. 1. Formas narrativas renacentistas   El  interés  por  la  cultura  manifestado  por  los  nobles  y  los  burgueses  en  el  Renacimiento  y  su  forma  de  ocupar  el  tiempo de ocio determinaron el auge de la narrativa de ficción,  destinada  al  entretenimiento.  La  prosa narrativa del siglo XVI  presenta un panorama muy variado en el  que  conviven  diversos géneros novelísticos.  Algunos  géneros  narrativos  renacentistas  gozaron  del  favor  del  público: la novela de caballerías, iniciada  en  la  Edad  Media;  la  novela bizantina y  la  pastoril, que  imitaron  los  modelos  narrativos  de  la  Antigüedad  clásica.  Y  surgieron  también  géneros  nuevos,  como  la novela morisca. 
  • 3. 1. Novela de caballerías Narra  las  aventuras  de  un  caballero andante  que  recorre  el  mundo  enfrentándose  a  seres  fantásticos en defensa de la justicia y  la lealtad, y para demostrar el amor a  su dama. La  novela  más  famosa,  Amadís de Gaula, se  conocía  desde  el  siglo  XIV, pero en el XVI se difundió una  refundición  de  la  obra,  realizada  en  1508  por  Garci Rodríguez de Montalvo, que  revitalizó  un  género  de gran éxito en toda la centuria. A  fines  del  siglo  XV  se  publicó  Tirant lo Blanc, otra célebre  novela  de caballerías escrita en catalán.
  • 4. 2. Novela bizantina Una  pareja de jóvenes enamorados se  ve  obligada  a  separarse  y  ambos  emprenden  un  largo  viaje por  todo  el  mundo  para  reencontrarse.  En  el  camino  viven  peligrosas  aventuras  con  piratas,  tormentas,  naufragios,  cautiverios...  Al  final, logran reunirse y celebrar su matrimonio. El género se inicia con Los amores de Clareo y Florisea (1522), de Alonso  Núñez de Reinoso. 
  • 5. 3. Novela pastoril Los protagonistas de este género son unos pastores cultos e idealizados que  cuentan sus desventuras amorosas en una naturaleza idílica e irreal. La Diana (1559),  de  Jorge  de  Montemayor,  Diana enamorada (1564),  de  Gaspar Gil Polo, y La Galatea (1585), de Miguel de Cervantes, son las obras más  representativas.
  • 6. 4. Novela morisca Narra  hechos  ocurridos  entre  moros  cristianos  durante  la  Reconquista.  Los  escenarios  de  la  acción  están  idealizados,  al  igual  que  los  personajes,  que  aparecen  caracterizados con rasgos caballerescos. La  obra  más  famosa,  Historia de Abencerraje y la hermosa Jarifa (1561) de autor desconocido, propone la  coexistencia  posible  entre  musulmanes  y cristianos. Sin  embargo,  los  mayores  logros  de  la  narrativa  renacentista  se  deben  Lazarillo de Tormes, que  inicia  la  novela picaresca, y  Don Quijote de la Mancha. Con esta obra, publicada a principios del siglo XVII, su autor, Miguel  de Cervantes, sentó las bases de la novela moderna.
  • 7. 2. Lazarillo de Tormes Las  primeras  ediciones  que  se  conservan  del  Lazarillo (Burgos,  Amberes  y  Alcalá de Henares) son de 1554.  Esta obra, de autor desconocido,  obtuvo  evito  en  su  tiempo  e  instauró  un  nuevo  género:  la  novela picaresca. El  protagonista  de  la  novela,  Lázaro de Tormes, es  un pícaro que narra en primera persona episodios  de  su  vida  pasada. El relato se estructura en  forma de una carta dirigida a un  tal «Vuestra Merced».
  • 8. El autor El Lazarillo de Tormes es una obra anónima, es decir, se desconoce su  autor. Actualmente,  algunos  estudiosos  del  tema  relacionan  al  Lazarillo  con  Alfonso de Valdés. Posiblemente su autor prefirió mantenerse en el anonimato para no tener  problemas con la Inquisición por sus críticas al clero.
  • 9. Argumento de la obra 1. Prólogo  Lázaro  se  dirige  a  ese  «Vuestra Merced», que al parecer le ha pedido que  le  explique  el  «caso», es  decir,  la  situación  de  ignominia  (afrenta  pública)  en  la  que  vive  en  ese  momento  el  protagonista. Para ello, Lázaro se propone  contar  los  episodios de su vida pasada, que justifican su circunstancia actual: Y pues Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, pareciome no tomarlo por el medio, sino del principio, porque se tenga entera noticia de mi persona; y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe; pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando salieron a buen puerto.
  • 10. 2. Origen de Lázaro y servicio a varios amos El  protagonista  comienza  por  sus  orígenes miserables: es  hijo  de  la  viuda  de  un  molinero,  condenado por robo, que lo obliga, siendo niño, a entrar  al  servicio  de  un  ciego astuto  y  cruel.  Con  él,  Lázaro  aprende a valerse por sí mismo para comer y ascender en  la escala social. Lázaro  pasa  su  infancia,  adolescencia  y  juventud  como  mozo de  distintos amos: un  clérigo  avaro,  un  escudero  pobre  más  preocupado  por  conservar  su  honra  que  por  comer;  un  fraile  de  la  Merced;  un  buldero  (persona que vende bulas, documentos en los que el papa permite dejar de cumplir el precepto del ayuno y de la Lázaro y el abstinencia) «desenvuelto y desvergonzado», un capellán  clérigo y un alguacil.  Las  estancias  con  estos  personajes  van  configurando su personalidad. Dios es testigo de que hoy día, cuando topo con alguno de su hábito con aquel paso y pompa, le he lástima con pensar si padece lo que aquel le vi sufrir. Al cual, con toda su pobreza, holgaría (me  Lázaro y el alegría) de servir más que a los otros por lo que he buldero dicho.
  • 11. 3. Situación actual y «caso» Lázaro,  ya  adulto, alcanza  cierta estabilidad: es pregonero de vinos de Toledo y  está  casado  con  la  criada  del  arcipreste  de  San  Salvador.  Aunque  dice  haber  llegado  «a  buen  puerto», se le acusa de consentir que su mujer le  sea  infiel  con  el  sacerdote;  ese  es  el  «caso»  del  que le han pedido explicación: Malas lenguas no nos dejan vivir, diciendo no sé qué y sí sé qué, de que venía mi mujer a hacer la cama y guisalle de comer. Las experiencias vividas empujan a Lázaro  a  no  hacer  caso  de  las  murmuraciones  y  a considerar solo su provecho.
  • 12. Estructura interna del Lazarillo Prólogo Apertura − Orígenes – Dificultades familiares – Emigración del hogar – Ciego – Clérigo A medida que asciende de clase – Escudero social, pasa más hambre – Mercedario – Buldero – Maestro pintor – Aguador – Porquerón de alguacil – Pregonero – Matrimonio – Dificultades familiares Cierre – Superación y estado de fortuna
  • 13. Originalidad del Lazarillo Las  novelas  de  caballerías,  pastoriles, bizantinas y moriscas presentaban la  realidad  de  forma  idealizada,  y  sus  protagonistas  eran  «héroes»  que  llevaban  a  cabo  fantásticas  aventuras.  La  novedad  del  Lazarillo reside  en  una  serie  de  rasgos  que  lo  alejan de esas formas narrativas: – Realismo. La  novela  ofrece  una  visión realista y  no  idealizada  de  la  sociedad española del siglo XVI con todas sus miserias. – Protagonista. El pícaro es hijo de padres sin honra; objeto de burlas y engaños,  nada tiene que ver con la figura del héroe. – Evolución del personaje. Frente a los  protagonistas de  las otras narraciones, que  permanecen  inmutables  a  lo  largo  de  todo  el  relato,  Lázaro  tiene  que  luchar  en  condiciones  adversas  para  poder  sobrevivir,  y  es  la  propia  vida la  que  va moldeando su carácter. Formalmente, la originalidad del Lazarillo radica en la técnica narrativa: un relato autobiográfico en forma de carta, en el que solo existe un punto de vista: el del  narrador protagonista. Este selecciona los episodios de su vida que le sirven para  explicar su situación final.
  • 14. La sociedad del siglo XVI El Lazarillo presenta un retrato crítico de la sociedad de su época a través  de Lázaro de Tormes, antihéroe que aprende de la falsedad. El  poderío  imperial  de  la  España  del  siglo  XVI  se  sostuvo  gracias  a  la  financiación de la nobleza y de los préstamos extranjeros. A  lo  largo  de  la  centuria  se  sucedieron  diversas  crisis económicas, y  los  campesinos tuvieron  que  emigrar a la ciudad, donde  subsistían  en  condiciones  precarias.  Los  numerosos  decretos  sobre  mendicidad  y  gastos  en  caridad  revelan  la situación de penuria en la que vivía buena parte de la población.
  • 15. La primera «lección» de Lázaro Salimos de Salamanca, y llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandome que llegase cerca del animal, y, allí puesto, me dijo: –Lázaro, llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él. Yo, simplemente, llegué creyendo ser así. Y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra (junto a la piedra), afirmó recio la mano y diome una gran calaba­zada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome: –Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo. Y rió mucho la burla.
  • 16. Pareciome que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño dormido, estaba. Dije entre mí: «Verdad dice este, que me cumple (me conviene) avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer». Comenzamos nuestro camino, y en muy pocos días me mostró jerigonza (jerga de los ciegos). Y como me viese de buen ingenio, holgábase mucho y decía: –Yo oro ni plata no te lo puedo dar; mas avisos (consejos) para vivir muchos te mostraré. Y fue así: que, después de Dios, este me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y adiestró en la carrera de vivir.
  • 17. El Lazarillo aprende la lección… Otro día salimos por la villa a pedir limosna, y había llovido mucho la noche antes. Y porque el día también llovía, y andaba rezando debajo de unos portales que en aquel pueblo había, donde no nos mojarnos, mas como la noche se venía y el llover no cesaba, díjome el ciego: –Lázaro, esta agua es muy porfiada, y cuanto la noche más cierra, más recia. Acojámonos a la posada con tiempo. Para ir allá habíamos de pasar un arroyo, que con la mucha agua iba grande. Yo le dije: –Tío, el arroyo va muy ancho; mas si queréis, yo veo por donde travesemos más aína, sin nos mojar, porque se estrecha allí mucho y, saltando, pasaremos a pie enjuto.
  • 18. Paresciole buen consejo y dijo: –Discreto eres, por esto te quiero bien. Llévame a ese lugar donde el arroyo se ensangosta (‘estrechaba’), que agora es invierno y sabe mal el agua, y más llevar los pies mojados. Yo, que vi el aparejo a mi deseo, saquele debajo de los portales y llevelo derecho de un pilar o poste de piedra que en la plaza estaba, sobre el cual y sobre otros cargaban saledizos de aquellas casas, y dígole: –Tío, éste es el paso más angosto que en el arroyo hay. Como llovía recio y el triste se mojaba, y con la priesa que llevábamos de salir del agua, que encima nos caía, y lo más principal, porque Dios le cegó aquella hora el entendimiento (fue por darme de él venganza), creyose de mí, y dijo: –Ponme bien derecho y salta tú el arroyo.
  • 19. Yo le puse bien derecho enfrente del pilar, y doy un salto y póngome detrás del poste, como quien espera tope de toro, y díjele: –¡Sus, saltá todo lo que podáis, porque deis deste cabo del agua! Aun apenas lo había acabado de decir, cuando se abalanza el pobre ciego como cabrón y, de toda su fuerza, arremete, tomando un paso atrás de la corrida para hacer mayor salto, y da con la cabeza en el poste, que sonó tan recio como si diera con una gran calabaza, y cayó luego para atrás medio muerto y hendida la cabeza. –¿Cómo, y olistes la longaniza y no el poste ? ¡Olé ! ¡Olé ! –le dije yo. Y déjole en poder de mucha gente que lo había ido a socorrer, y tomo la puerta de la villa en los pies de un trote, y, antes de que la noche viniese, di comigo en Torrijos. No supe más lo que Dios dél hizo ni curé de lo saber.
  • 20. Algunas novelas pertenecientes al género picaresco: El Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (1599 y 1604) La pícara Justina de Francisco López de Úbeda (1605) Historia de la vida del Buscón de Francisco de Quevedo (h. 1604) Vida del escudero Marcos de Obregón de Vicente Espinel (1618)…
  • 21. El Lazarillo en cómic
  • 23. Lázaro y el ciego También quiero que sepa vuestra merced que, con todo lo que adquiría, jamás tan avariento ni mezquino hombre no vi, tanto que me mataba a mí de hambre, y así no me demediaba (‘no lograba la mitad de lo necesario’) de lo necesario. Digo verdad: si con mi sutileza y buenas mañas no me supiera remediar, muchas veces me muriera de hambre; mas con todo su saber y aviso le contaminaba (‘engañaba’) de tal suerte, que siempre, o las más veces, me cabía lo más y mejor. Para esto le hacía burlas endiabladas, de las cuales contaré algunas, aunque no todas a mi salvo (‘sin daño para mí’). […]
  • 24. Acostumbraba poner cabe (‘cerca de’) sí un jarrillo de vino cuando comíamos, y yo muy de presto le asía y daba un par de besos callados y tornábalo a su lugar. Mas durome poco, que en los tragos conocía la falta, y por reservar su vino a salvo nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa asido. Mas no había piedra imán que así trajese a sí como yo [atraía al vino] con una paja larga de centeno, que para aquel menester tenía hecha, la cual metiéndola en la boca del jarro, chupando el vino lo dejaba a buenas noches. Mas, como fuese el traidor tan astuto, pienso que me sintió, y de allí en adelante mudó propósito, y asentaba su jarro entre las piernas, y atábalo con la mano, y así bebía seguro.
  • 25. Yo, como estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valía, acorde en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sutil, y delicadamente con una muy delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y al calor della, luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destilarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía que maldita la gota se perdía. Cuando el pobreto iba a beber, no hallaba nada. Espantábase, maldecía, daba al diablo el jarro y el vino, no sabiendo qué podía ser. – No diréis, tío, que os lo bebo yo –decía–, pues no le quitáis de la mano. Tantas vueltas y tiento dio al jarro, que halló la fuente y cayó en la burla; mas así lo disimuló como si no lo hubiera sentido.
  • 26. Y luego otro día, teniendo yo rezumando mi jarro como solía, no pensando en el daño que me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, senteme como solía, estando recibiendo aquellos dulces tragos, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos por mejor gustar el sabroso licor, sintió el desesperado ciego que ahora tenía tiempo de tomar de mi venganza y con toda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, le dejó caer sobre mi boca, ayudándose, como digo, con todo su poder, de manera que el pobre Lázaro, que de nada desto se guardaba, antes, como otras veces, estaba descuidado y gozoso, verdaderamente me pareció que el cielo, con todo lo que en él hay, me había caído encima.