Presentación realiazada por el Dr. Eduardo Ortiz como inauguración de las XXV Jornadas de Formación del Profesorado de la Universidad Católica de Valencia.
2. 1. Ontología de la fe.
• En la fe están implicadas las personas divina y humana: el Dios de
Jesucristo (“A Dios nadie la ha visto jamás: el Hijo único que está en
el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1, 18)) y el hombre. En
común, la gramática del amor: “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8); el ser
humano es alguien que busca ser amado y amar (ens amans).
• Dada la indigencia ontológica del ser humano (creatura), Dios
Creador no es una persona más que puede o no formar parte del
entramado de una u otra de nuestras vidas. Sencillamente, sin
Creador no hay creatura.
• A nivel ontológico, el pluralismo de alternativas
(agnosticismo, ateísmo, teísmo) entendido como relativismo, es
una impostura o una derrota, ya que “en la modernidad occidental
los obstáculos para creer son primariamente morales y
espirituales, más que epistémicos” (C.Taylor, 1999, p.25)
3. 1.2. Libre albedrío y pecado.
• Nuestro libre albedrío explica, en parte, la posibilidad de la
desatención o de la incredulidad respecto al Creador y
descubre la dramaticidad de la existencia humana. El pecado
original (“tomó de su fruto y comió”, Gn 3, 6) sigue siendo un
potente foco de luz sobre la naturaleza humana.
• ¿La creatura convertida en Creador? …del bien y el mal
(autonomía moral absoluta). Experimento funesto y
conocimiento en primera persona del miedo, la vergüenza, la
culpa, el egoísmo, la tristeza, el sinsentido, el tedio, la
desesperación. El pecado original es heredado (unidad de la
especie humana) y asumidos por cada uno de nosotros tanto
el pecado como su psicología moral (“todos pecaron y están
privados de la gloria de Dios”, Rom 3, 23)
4. 1.3. Redención y conversión.
• “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia”, Rom 5, 20. La
Redención que Jesucristo trae consigo para el hombre, abre de
nuevo las puertas del Cielo a la criatura humana: ser adoptados
por Dios Padre como hijos en el Hijo. Semejante relación filial o
unión es el fin mayéutico (D.Schmidtz, 1994) de nuestras vidas, la
felicidad o beatitud perfecta.
• Junto con la ya aludida Creación debida a Dios Padre la Redención
y la santificación a través del Espíritu Santo completan la
economía de la salvación (De Lubac, 1970, c.3).
• Semejante relación, pide de parte de la criatura conversión
(renunciar a los ídolos para consagrarse en Cristo al Dios no
engendrado, S. Justino, Prim. Apol, c.49, 5) y penitencia (“la otra
cara de la fe”, W.Kasper, 1976, p.106). La alternativa es pues entre
politeísmo y teísmo (Abraham).
5. 1.4. Fe y autonomía.
• Y, por tanto, FE (pistis, fides). En el lenguaje ordinario suele evocar la fidelidad
legal (M.Blondel, 1906, p.3) y el don recíproco de los esposos. En el lenguaje
heráldico,
• Los que tienen fe renuncian a la “avidez de controlar la propia vida, hasta el
punto de no abrirse a la gracia” (R.Adams, 1987, p.20) y asumen la autonomía
que corresponde a la creatura humana, una autonomía relativa.
6. 1.5. El paradigma personalista
y la ética de la fe.
• La fe es un don de Dios al hombre recibido en un encuentro
interpersonal entre ambos. Quien tiene fe, ha sido “alcanzado por
Cristo” (Flp 3, 12). No es un asunto del yo, sino cosa de dos (“la fe de
las dos partes”, S.Juan de La Cruz, Llama de amor viva). La fe crea un vínculo de
reciprocidad.
• El lugar de la fe es la Iglesia (el “nosotros” de la fe), que crea las
condiciones para que Dios la done (“la fe viene de la
predicación”, Rom 10, 17) y la educa.
• Dadas las personas implicadas, el tema requiere un acercamiento
respetuoso, delicado (quasi admirans), pues “el que escudriña la
majestad, será oprimido por la gloria” (Prov 25, 27). Cualquier
intento de “poner /la fe/ sobre el tapete, de querer probarla en el
sentido de saber factible, fracasará” (J.Ratzinger, 19794, p.49).
7. 1.6. La virtud de la fe y el amor.
• Estamos ante una virtud teologal o inclinación estable
buena infundida por Dios. Es una disposición de recorrido
múltiple (R.Hursthouse, 2012), dirigida a la unión con Dios
en Cristo a través del Espíritu Santo.
• Porque, dado que la entrega de la fe está animada por el
amor y éste es una fuerza unitiva, el encuentro une a Dios y
al hombre, y consigue su asimilación mutua. Humanización
de Dios, divinización del hombre (S.Ireneo). Nace un nuevo
amor, o mejor, renace el más antiguo y profundo amor. La
jerarquía de amores del amado se ve trastocada. De
hecho, “la fe actúa por la caridad” (Gál 5, 6) o amistad con
Dios.
• En la unión y en la asimilación hay grados, como en la fe. Y
la fe ha de ser defendida: la perseverancia en la fe.
8. 2. La antropología de la fe.
• La fe es un don para la persona completa:
compromete su afectividad (“afectarse a la vera doctrina
de Cristo”, Ignacio de Loyola, EE, 164), su imaginación y
memoria (“haz memoria de Jesucristo”, 2 Tim 2,8), su
voluntad (“se nos manda que toda nuestra intención vaya orientada
hacia Dios, y esto lo expresan las palabras con todo el corazón”, Tomás de
Aquino, ST, II-II, q.44, a.), su inteligencia (tener “la mente de
Cristo”, 1 Cor 2, 16).
• Así, la fe es “un acto del entendimiento que
asiente a la verdad divina bajo el imperio de la
voluntad movida por Dios mediante la gracia”
(Tomás de Aquino, ST, II-II, c.2, a.9).
9. 3. La epistemología de la fe.
• La experiencia de la fe es sui generis. La fe es luz y
conocimiento sobrenatural: más que percibida, la fe hace
percibir. Es una “fuerza de captación. Da un corazón y unos
ojos nuevos, hace entrever, buscar, adherirse”
(J.Mouroux, 1964, p.117) a lo que Dios ha dicho y revelado y
a lo que la Iglesia propone. Eso es fruto del asentimiento
(cum assensione, una parte del creer, según Agustín y
Tomás).
• En la fe el entendimiento inquisitivo (cogitatio, la otra parte
del creer) del creyente no apresa a Dios. La fe no se tiene
tras sí, sino siempre ante sí. Es “foco de santa inquietud”
(W.Kasper, 1976, p.85). La dimensión de misterio está
presente. La fe es razonable, pero transracional
(A.Léonard, 1990). Espacio de la teología apofática.
10. 3.1. El saber de la fe y
la base de su certeza.
• Es, con todo, el saber más firme y seguro: “garantía de lo
que se espera; prueba de las realidades que no se ven” (Heb
11, 1). Sin saber, no hay fe: “si todo ha de ser fe, entonces no
hay fe alguna”, (J.Pieper, 1962, p.329). La fe genera el tipo
de síntesis que guía la vida (M.Nédoncelle).
• La certeza de la fe se funda en la autoridad y verdad del
testigo, Dios. “Dado que el que cree, asiente a las palabras de
otro, parece que lo principal y el fin de cualquier acto de
creer, es aquél en cuya aserción se cree; son, en
cambio, secundarias las verdades a las que se asiente
creyendo en él” (Tomás de Aquino, ST, II-II, q.11, a.1)
11. 3.2. La fe y la duda.
• La presión del evidencialismo inclina a
confundirla con la duda (pero,“contemplar la
duda futura es dudar ya en el
presente”, J.H.Newman, 1996, p.222) o con
una arriesgada aventura doxástica. Ahora
bien, ¿qué estatuto tiene el evidencialismo?
• Va más allá de los motivos de credibilidad
(los milagros, las profecías, la Iglesia)
12. 3.3. El lenguaje de la fe.
• El credo como fórmula de la fe, un bien que
la Tradición de la Iglesia transmite de
generación en generación (De
Lubac, 1970/2012).
• La confesión de la fe.
• La narración de la vida del cristiano, ya que la
identidad diacrónica de una persona se
muestra en su biografía
(A.MacIntyre, 1987, P.Ricoeur, 1990).
13. 4. La necesidad de la fe.
• Aunque la religión es una parte de ¡la virtud de la
justicia!, el Dios de Jesucristo quiere de la criatura
humana algo más que ‘creer que es verdad lo que
Dios dice (Deo credere)’ y que ‘creer que Él es Dios
(Deum credere)’. Quiere fe (in Deum credere), sin la
que es “imposible agradar a Dios” (Heb
11, 6), i.e., ser abrazado o amado. También Él tiene
fe, porque realiza lo que promete.
• Sin fe, pues, no hay cultivo adecuado de la
naturaleza humana, ni vida lograda (eudaimonia).
14. 5. La cultura de la fe y su fidelidad.
• El cultivo (cultura) de la naturaleza humana que realizan los
“alcanzados por Cristo” (Flp 3, 12), se llama misión, en una
doble fidelidad: a las últimas instrucciones de Jesucristo
(“id, pues, y haced discípulos a todas gentes, bautizándolas
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, Mt
28, 19; “id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a
toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará”, Mc
16, 15-16) y al ser humano, en quien está inscrita la
“disposición natural” (Kant) al Trascendente.
• Alienta las condiciones necesarias para que ocurra el
acontecimiento de la fe, inspirando la educación y la
subjetividad de la sociedad (familia, escuela, Universidad) .
15. 5.1. La cultura de la fe y sus efectos.
• El admirable tenor de vida (Carta a Diogneto) de
quienes tienen fe y la capacidad de penetración
de su palabra (“una elocuencia y sabiduría a la
que no podrán resistir ni contradecir vuestros
adversarios”, Lc 21, 15) no pueden dejar de tener
efecto, sea éste inmediato o mediato.
• Es el germen que hace crecer lo bueno de
cualquier cultura, la medicina que cura la
“ceguera” del humanismo secular
contemporáneo y el tedio del nihilismo banal
postmoderno.
16. 6. Conclusión.
“Como Dios lleva al hombre a fin sobrenatural, que
es a verle claramente en el cielo, así no se contentó
con que el hombre creyese como hombre, a fuerza
de motivos, ni milagros, ni razones, más
levantándolo sobre sí mismo, dándole fuerzas
sobrenaturales con que creyese, no con miedo ni
escrúpulo como hombre, sino con certidumbre y
seguridad, como conviene a las cosas de Dios”
(San Juan de Ávila, Audi, Filia (1574), c.43)