1. CÁDIZ
10 Jueves18 de Julio de 2013 | DIARIO DE CÁDIZ
E
l general Queipo de Lla-
no, inspector general de
Carabineros, encabezó
el 18 de julio de 1936 la
sublevación militar en Andalu-
cía contra el Gobierno de la Re-
pública. Detuvo en Sevilla al ge-
neral Villa–Abrille y se hizo car-
go del mando de la Segunda Di-
visión.
Cuenta en sus memorias, pu-
blicadas por Jorge Fernán-
dez–Coppel, que la primera
guarnición a la que telefoneó pa-
ra que se sumara a la rebelión
fue la de Cádiz, a cuyo frente es-
taba el general López Pinto.
Liberado el general Varela que
se encontraba detenido en el
castillo de Santa Catalina y saca-
das a la calle las tropas de Infan-
tería y Artillería que guarnecían
la capital, se procedió a sitiar ba-
jo su mando el centro neurálgi-
co de la resistencia guberna-
mental: la Casa de la Aduana,
donde se ubicaban el Gobierno
Civil y la Diputación Provincial.
Queipo volvió a llamar a Ló-
pez Pinto para saber cómo iban
las cosas y éste le informó de lo
que estaba sucediendo. Al saber
que no se estaba utilizando la ar-
tillería, su reacción fue inmedia-
ta: “le encargué ordenase a Va-
rela que se dejase de tonterías e
hiciese fuego de cañón sobre
aquel edificio”.
Él lo acababa de hacer con éxi-
to en Sevilla: “Le ordené que di-
jese al capitán de la Batería que
abriese fuego contra el Hotel In-
glaterra, hasta abrir brecha que
permitiera batir directamente el
edificio del Gobierno Civil”.
Previamente había rendido a
cañonazos la Telefónica de Sevi-
lla, resultando muertos una de-
cena de resistentes. El hotel co-
rrió igual suerte, provocando la
rendición del Gobierno Civil.
Sus defensores, en su mayoría
de la Guardia de Asalto, fueron
detenidos y sus mandos fusila-
dos.
Sin embargo Varela, a pesar
del profundo malestar de Quei-
po, en cuyas memorias rebosa
desprecio, odio y rencor hacia el
bilaureado militar gaditano, no
hizo fuego de cañón.
¿Por qué? Pues por muy diver-
sas razones y desde luego muy
alejadas de las descalificaciones
que Queipo vertió contra Varela.
La más desconocida fue que
Varela tuvo desde el primer mo-
mento información privilegiada
gracias a un guardia civil que
acababa de escapar del Gobier-
no Civil.
Este testimonio inédito afloró
durante la elaboración de la te-
sis doctoral sobre la Comandan-
cia de la Guardia Civil de Cádiz
durante la Guerra Civil.
Josefa López y Ángeles López
facilitaron al autor una copia de
la declaración jurada formulada
por el entonces guardia 2º Fran-
cisco López Márquez–Lajarín,
hermano y padre suyos respecti-
vamente.
Conforme se detalla en la mis-
ma, Francisco estaba el 18 de ju-
lio de 1936 destinado en el pues-
to de la capital gaditana.
Sobre las tres de la tarde de
aquella calurosa jornada, cuan-
do se encontraba descansando
por haber estado toda la noche
de servicio, fue despertado por
su hermano José, que también
era guardia civil, para que acom-
pañara a su padre. Éste era el je-
fe de su unidad.
Resultó que el teniente José
Antonio López Lajarín había si-
do reclamado telefónicamente
desde el Gobierno Civil de parte
de su jefe de Comandancia, el te-
niente coronel Vicente González
García, al objeto de que se pre-
sentara allí lo antes posible.
Ello no era cierto. Dicho man-
do no se encontraba allí sino en
el Gobierno Militar, ante los ge-
nerales Varela y López Pinto, di-
lucidando si se sumaba o no a la
sublevación. Pero eso no lo sabía
prácticamente nadie y mucho
menos el teniente López Lajarín
y sus hijos.
Según hizo constar el guardia
2º Francisco, cuando llegaron al
Gobierno Civil, comprobaron la
ausencia del teniente coronel.
En cambio, observaron la pre-
sencia de numerosos guardias
de asalto y militantes destaca-
dos de izquierdas, que pedían
armas a grandes voces, reinan-
do gran confusión y trasiego de
personas en el interior del edifi-
cio.
Vista la situación intentaron
marcharse pero el propio gober-
nador civil, Mariano Zapico, que
estaba acompañado de varios
individuos, les comunicó que
quedaban detenidos y que pasa-
ran a su despacho. Allí ya se en-
contraban otras personas, entre
ellos algunos oficiales del Ejér-
cito, que habían corrido igual
suerte. Aprovechando el caos
que imperaba, el teniente orde-
nó a su hijo que intentara salir
de allí como pudiera y se llegara
hasta su acuartelamiento de la
calle Conde O’Reilly, al objeto de
que previniera que bajo ningún
concepto se enviaran allí más
guardias civiles, aunque los lla-
mara él mismo.
Una vez cumplida dicha orden
permaneció en el cuartel hasta
que poco después las fuerzas del
Regimiento de Artillería de Cos-
ta nº 1 salieron a la calle para de-
clarar el estado de guerra y diri-
girse a la plaza de las Cortes,
desplegándose frente al Gobier-
no Civil.
Viendo que al mando se en-
contraba el general Varela, el
guardia 2º Francisco se presentó
inmediatamente y le relató todo
lo que había visto en el interior
del edificio, incluida la existen-
cia de rehenes, entre los que es-
taba su propio padre.
Gracias a tan privilegiada in-
formación Varela fue consciente
de que la resistencia no podía
ser muy tenaz ni disponían de
más armas que las de los propios
guardias de asalto. También se
enteró de la existencia de los de-
tenidos así como de varias muje-
res y niños, ya que había algunas
viviendas en su interior.
Por el testimonio de su herma-
na Josefa, se sabe además que el
guardia 2º Francisco al ver que
se emplazaba una pieza de arti-
llería apuntando hacia el Go-
bierno Civil, se volvió angustia-
do hacia el general Varela, re-
cordándole que su padre se en-
contraba en el interior, éste le
tranquilizó, contestándole que
no tenía intención alguna de dis-
pararlo y que sólo se usaría para
intimidar.
Y Varela cumplió su palabra.
El asedio continuó toda la tarde
y la noche con intercambio de
disparos de armas ligeras entre
sublevados y gubernamentales.
La única baja mortal fue el joven
corneta Rafael Soto Guerrero,
asistente del propio bilaureado.
Se produjeron algunos altos el
fuego para que salieran las mu-
jeres y los niños así como todos
aquellos que quisieron abando-
nar el edificio, decisión personal
de Varela que también fue dura-
mente criticada por Queipo en
sus memorias.
Al amanecer del día siguiente
el avistamiento del destructor
Churruca, que se aproximaba al
muelle de Cádiz con refuerzos
rebeldes procedentes de Ceuta,
motivó la rendición del Gobier-
no Civil.
La orden de Queipo no se
cumplió y no se cañoneó el edi-
ficio, si bien su venganza no tar-
dó en producirse. El 5 de agosto,
un día después de que Varela
abandonara Cádiz para comba-
tir en el frente, Queipo ordenó
celebrar el primer consejo de
guerra contra los responsables
de la resistencia del Gobierno
Civil.
Se dictó sentencia y a la tarde
siguiente fueron fusilados el go-
bernador Mariano Zapico, el te-
niente coronel de Carabineros
Leoncio Jaso, el capitán de Asal-
to Antonio Yáñez–Barnuevo y el
oficial de telégrafos Luis Parri-
lla. Días después lo fueron tam-
bién el presidente de Diputación
Francisco Cossi, el capitán de
fragata Tomás de Azcárate y An-
tonio Macalio, secretario del go-
bernador. La justicia de Queipo
había llegado a Cádiz.
JESÚS NÚÑEZ
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¿PorquénosecañoneóelGobiernoCivil?
● Varela fue reprochado por Queipo de Llano ● Testimonio inédito de un guardia civil en 1936
LXXVII ANIVERSARIO GUERRA CIVIL EN CÁDIZ (1936-2013)
Historiador
Al ver la artillería
apuntando, Francisco
recordó a Varela que
allí estaba su padre
El general sabía que la
resistencia no podía ser
muy tenaz y que
disponía de pocas armas
A la izquierda, el Teniente López Lajarín y a la derecha, su hijo Francisco López Márquez.