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Una versión desconocida
de la Leyenda de
Aparición de la Virgen del
Rocío (siglo XVIII)
E
N el mapa mariano de España
abundan las leyendas que aspi-
ran a argumentar los principios
devocionales mediante la fabulación
del descubrimiento milagroso de sus
respectivas imágenes e incluso, en al-
gunos casos, hasta describiendo apa-
riciones físicas de la mismísima Vir-
gen, como ser sobrenatural. Aquí en
Andalucía, el origen de la Virgen del
Rocío representa un ejemplo apare-
jado a una leyenda que recrea el ha-
llazgo de la talla. De generación en ge-
neración, hubo de ir propagándose
entre los almonteños, siglo a siglo, el
legendario descubrimiento aconteci-
do en un paraje de las Roçinas hasta
que, a mediados del siglo XVIII, que-
daron ya fijados para siempre los de-
talles más esenciales del admirable
suceso, gracias a la iniciativa de la pro-
pia hermandad Matriz de Almonte
que decidió incorporar los pormeno-
res del encuentro a sus Reglas, apro-
badas por el ordinario eclesiástico e
impresas en el año 1758. En cualquier
caso, aquel primer testimonio no ma-
nifiesta con minucia la patria del des-
cubridor.
No obstante, se encontraba inédi-
ta otra versión del relato que se escri-
bió unos veinte años después de la pri-
mera, con algún matiz significativo
respecto a la anterior. El documento
que analizamos es el informe de la sa-
grada Visita Pastoral girada a la villa
de Almonte, en 1779, por el visitador
eclesiástico don Miguel María de León,
a la sazón cura de la parroquia de San-
ta María, de Arcos de la Frontera, cuyo
manuscrito hemos tenido la fortuna
de localizar en el Archivo del Arzobis-
pado de Sevilla. El sacerdote ilustra-
do, en clara referencia al descubridor
de la imagen, tras detallar sus proba-
bles dedicaciones profesionales, se-
ñala con exactitud su nacencia, cuan-
do narra: «A un antiguo cazador o ga-
nadero natural de este pueblo, en
enredado y confundido, en la espera
y oscura breña de su término que lla-
man la Roçina se debió, en el siglo XV,
el prodigioso Descubrimiento de la
Santa y Peregrina Imagen de María
Ssma.».
En aquellos días, la romería del Ro-
cío recibía una concurrencia de pere-
grinos del occidente andaluz bastan-
te estimable, más aún después de ha-
ber sido prohibida la de Consolación
de Utrera en 1771. Vivía unos momen-
tos dulces de emergente apogeo gra-
cias, entre otras iniciativas, a la revi-
talización de la feria o mercado que
se celebraba en los alrededores del
santuario en torno a la pascua del Es-
píritu Santo. En 1772 volvió a obtener-
se privilegio real para su restableci-
miento, merced a la intermediación
prestada por el duque de Medina Si-
donia, don Fernando de Guzmán, se-
ñor de la villa de Almonte, quien te-
nía puesto sus ojos en establecer una
nueva población en terrenos cerca-
nos a la ermita de la Virgen, proyecto
que llevaba barruntando desde el año
1768.
De ahí que la mención expresa a la
ascendencia almonteña del héroe deje
entrever un cierto clamor reivindica-
tivo del pueblo de Almonte sobre el
pleno dominio de la imagen (ritual y
simbólico) que le compete histórica-
mente. Y no porque sintiera la ame-
naza de tenerlo que compartir con de-
votos de algunos otros pueblos colin-
dantes que acudían ya con sus
hermandades filiales por Pentecos-
tés, sino por la incertidumbre que para
los almonteños hubo de revestir pre-
cisamente ese proyecto de coloniza-
ción en el que llegó a escribirse que:
«…la ermita del Rocío, sirva por aho-
ra de parroquia a los nuevos feligre-
ses». Desde que en febrero de 1789 se
asentaron los primeros colonos, pro-
venientes de localidades serranas
como La Puebla de Guzmán, se susci-
taron numerosos enfrentamientos
con los almonteños. Diversos docu-
mentos del archivo sanluqueño de Me-
dina Sidonia recogen las continuas
quejas de los pobladores por el daño
que ocasionaba el ganado de gente de
Almonte en sus plantaciones y otras
tantas disidencias conflictivas. Entre
las reclamaciones colonizadoras se
registra la carencia que padecían de
asistencia religiosa, por lo que pudo
haberse suscitado el temor de que el
templo rociero tuviese que atender-
la. Con respecto al afán de control y
posesión de la imagen, como princi-
pal símbolo local, resulta especial-
mente sintomático que se consuma-
sen varios traslados de la Virgen del
Rocío al pueblo de Almonte, en la dé-
cada final del siglo XVIII, como el que
documentábamos que se efectuó en
1793. Y no digamos ya todos los años
continuados que la milagrosa Inter-
cesora se llevó resguardada en la igle-
sia parroquial de la Asunción en la
guerra contra los franceses (1809-1813).
Cuando Nuestra Señora regresó a la
ermita, los colonos de la nueva pobla-
ción ya habían abandonado sus mo-
radas rurales y el propósito agrario
había fracasado.
Son escasísimos los descubrimien-
tos de imágenes bajomedievales que
dejaron huella escrita coetánea al mo-
mento en el que se produjeron. Casi
todos redactaron sus respectivas le-
yendas de invención una vez que sus
titulares adquirieron alguna celebri-
dad (siglos XVI, XVII o XVIII). Estas
narraciones han favorecido el aumen-
to de la piedad popular, al oficializar
de algún modo el origen de cada ad-
vocación. La mitificación de unos co-
mienzos misteriosos y remotos es,
cuando su difusión alcanza resonan-
cia, uno de los instrumentos propa-
gandísticos que, con mayor inciden-
cia, contribuyen a engrandecer el pre-
dicamento de una imagen. Y en el caso
concreto que nos ocupa, el manuscri-
to que analizamos –gozo exultante
haberlo rescatado– es tremendamen-
te útil para verificar la versión oral
que hubo de circular de rociero en ro-
ciero hace unos siglos, en los que la
aparición de la efigie quedó directa-
mente identificada con el pueblo del
que es Patrona. Refuerza esta idea el
hecho de que un siglo después, dos
acreditados intelectuales publicasen
sendas referencias sobre el vínculo
almonteño de quien dio con la Madre.
Por un lado, Antoine de Latour, secre-
tario de los duques de Montpensier,
refiere en su trabajo sobre la Bahía de
Cádiz (1858) que fue un almonteño
quien la localizó. Y de otro, el presbí-
tero y bibliotecario del Arzobispado
don José Alonso Morgado constata
igualmente, en un artículo suyo apa-
recido en la revista religiosa «Sevilla
Mariana» (1882), que «un vecino de la
referida villa de Almonte» fue quien
llegó al mítico emplazamiento. En de-
finitiva, a la luz de esta nueva aporta-
ción documental, se redescubre otro
valor nuevo de un fenómeno multitu-
dinariamente piadoso que reclama
con urgencia la revisión histórica de
los orígenes de la devoción a la San-
tísima Virgen del Rocío.
JULIO MAYO
FUE… NATURAL DE ALMONTE
JULIO MAYO ES HISTORIADOR Y AUTOR DE
VARIOS TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN
SOBRE EL ROCÍO
ABC
√Reglas de 1758
Se encontraba inédita otra
versión del relato que se
escribió unos veinte años
después de la primera
Tribuna abierta
abcdesevilla.es
SÁBADO, 7 DE JUNIO DE 2014 ABC
36 ROCÍO

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Fue... natural de almonte, por julio mayo

  • 1. Una versión desconocida de la Leyenda de Aparición de la Virgen del Rocío (siglo XVIII) E N el mapa mariano de España abundan las leyendas que aspi- ran a argumentar los principios devocionales mediante la fabulación del descubrimiento milagroso de sus respectivas imágenes e incluso, en al- gunos casos, hasta describiendo apa- riciones físicas de la mismísima Vir- gen, como ser sobrenatural. Aquí en Andalucía, el origen de la Virgen del Rocío representa un ejemplo apare- jado a una leyenda que recrea el ha- llazgo de la talla. De generación en ge- neración, hubo de ir propagándose entre los almonteños, siglo a siglo, el legendario descubrimiento aconteci- do en un paraje de las Roçinas hasta que, a mediados del siglo XVIII, que- daron ya fijados para siempre los de- talles más esenciales del admirable suceso, gracias a la iniciativa de la pro- pia hermandad Matriz de Almonte que decidió incorporar los pormeno- res del encuentro a sus Reglas, apro- badas por el ordinario eclesiástico e impresas en el año 1758. En cualquier caso, aquel primer testimonio no ma- nifiesta con minucia la patria del des- cubridor. No obstante, se encontraba inédi- ta otra versión del relato que se escri- bió unos veinte años después de la pri- mera, con algún matiz significativo respecto a la anterior. El documento que analizamos es el informe de la sa- grada Visita Pastoral girada a la villa de Almonte, en 1779, por el visitador eclesiástico don Miguel María de León, a la sazón cura de la parroquia de San- ta María, de Arcos de la Frontera, cuyo manuscrito hemos tenido la fortuna de localizar en el Archivo del Arzobis- pado de Sevilla. El sacerdote ilustra- do, en clara referencia al descubridor de la imagen, tras detallar sus proba- bles dedicaciones profesionales, se- ñala con exactitud su nacencia, cuan- do narra: «A un antiguo cazador o ga- nadero natural de este pueblo, en enredado y confundido, en la espera y oscura breña de su término que lla- man la Roçina se debió, en el siglo XV, el prodigioso Descubrimiento de la Santa y Peregrina Imagen de María Ssma.». En aquellos días, la romería del Ro- cío recibía una concurrencia de pere- grinos del occidente andaluz bastan- te estimable, más aún después de ha- ber sido prohibida la de Consolación de Utrera en 1771. Vivía unos momen- tos dulces de emergente apogeo gra- cias, entre otras iniciativas, a la revi- talización de la feria o mercado que se celebraba en los alrededores del santuario en torno a la pascua del Es- píritu Santo. En 1772 volvió a obtener- se privilegio real para su restableci- miento, merced a la intermediación prestada por el duque de Medina Si- donia, don Fernando de Guzmán, se- ñor de la villa de Almonte, quien te- nía puesto sus ojos en establecer una nueva población en terrenos cerca- nos a la ermita de la Virgen, proyecto que llevaba barruntando desde el año 1768. De ahí que la mención expresa a la ascendencia almonteña del héroe deje entrever un cierto clamor reivindica- tivo del pueblo de Almonte sobre el pleno dominio de la imagen (ritual y simbólico) que le compete histórica- mente. Y no porque sintiera la ame- naza de tenerlo que compartir con de- votos de algunos otros pueblos colin- dantes que acudían ya con sus hermandades filiales por Pentecos- tés, sino por la incertidumbre que para los almonteños hubo de revestir pre- cisamente ese proyecto de coloniza- ción en el que llegó a escribirse que: «…la ermita del Rocío, sirva por aho- ra de parroquia a los nuevos feligre- ses». Desde que en febrero de 1789 se asentaron los primeros colonos, pro- venientes de localidades serranas como La Puebla de Guzmán, se susci- taron numerosos enfrentamientos con los almonteños. Diversos docu- mentos del archivo sanluqueño de Me- dina Sidonia recogen las continuas quejas de los pobladores por el daño que ocasionaba el ganado de gente de Almonte en sus plantaciones y otras tantas disidencias conflictivas. Entre las reclamaciones colonizadoras se registra la carencia que padecían de asistencia religiosa, por lo que pudo haberse suscitado el temor de que el templo rociero tuviese que atender- la. Con respecto al afán de control y posesión de la imagen, como princi- pal símbolo local, resulta especial- mente sintomático que se consuma- sen varios traslados de la Virgen del Rocío al pueblo de Almonte, en la dé- cada final del siglo XVIII, como el que documentábamos que se efectuó en 1793. Y no digamos ya todos los años continuados que la milagrosa Inter- cesora se llevó resguardada en la igle- sia parroquial de la Asunción en la guerra contra los franceses (1809-1813). Cuando Nuestra Señora regresó a la ermita, los colonos de la nueva pobla- ción ya habían abandonado sus mo- radas rurales y el propósito agrario había fracasado. Son escasísimos los descubrimien- tos de imágenes bajomedievales que dejaron huella escrita coetánea al mo- mento en el que se produjeron. Casi todos redactaron sus respectivas le- yendas de invención una vez que sus titulares adquirieron alguna celebri- dad (siglos XVI, XVII o XVIII). Estas narraciones han favorecido el aumen- to de la piedad popular, al oficializar de algún modo el origen de cada ad- vocación. La mitificación de unos co- mienzos misteriosos y remotos es, cuando su difusión alcanza resonan- cia, uno de los instrumentos propa- gandísticos que, con mayor inciden- cia, contribuyen a engrandecer el pre- dicamento de una imagen. Y en el caso concreto que nos ocupa, el manuscri- to que analizamos –gozo exultante haberlo rescatado– es tremendamen- te útil para verificar la versión oral que hubo de circular de rociero en ro- ciero hace unos siglos, en los que la aparición de la efigie quedó directa- mente identificada con el pueblo del que es Patrona. Refuerza esta idea el hecho de que un siglo después, dos acreditados intelectuales publicasen sendas referencias sobre el vínculo almonteño de quien dio con la Madre. Por un lado, Antoine de Latour, secre- tario de los duques de Montpensier, refiere en su trabajo sobre la Bahía de Cádiz (1858) que fue un almonteño quien la localizó. Y de otro, el presbí- tero y bibliotecario del Arzobispado don José Alonso Morgado constata igualmente, en un artículo suyo apa- recido en la revista religiosa «Sevilla Mariana» (1882), que «un vecino de la referida villa de Almonte» fue quien llegó al mítico emplazamiento. En de- finitiva, a la luz de esta nueva aporta- ción documental, se redescubre otro valor nuevo de un fenómeno multitu- dinariamente piadoso que reclama con urgencia la revisión histórica de los orígenes de la devoción a la San- tísima Virgen del Rocío. JULIO MAYO FUE… NATURAL DE ALMONTE JULIO MAYO ES HISTORIADOR Y AUTOR DE VARIOS TRABAJOS DE INVESTIGACIÓN SOBRE EL ROCÍO ABC √Reglas de 1758 Se encontraba inédita otra versión del relato que se escribió unos veinte años después de la primera Tribuna abierta abcdesevilla.es SÁBADO, 7 DE JUNIO DE 2014 ABC 36 ROCÍO