Preguntas sobre el espacio público que hemos construido, ¿es el espacio social que queremos? sobre el espacio público y su valor social en Montbau, Aldo van Eyck, Barcelona y su área metropolitana
120226 preguntas sobre el espacio público que hemos construido
1. Preguntas sobre el espacio público que hemos construido, ¿es el espacio
social que queremos?
Últimamente hablamos mucho del espacio público, unas veces como lugar físico y otras como
un ideal en el que situar discursos entorno a las libertades personales y a las nuevas
conciencias colectivas. En estas notas se provoca una reflexión sobre el aspecto físico del
espacio público. Es la dimensión física la que sin duda incide sobre la inteligencia colectiva que
se desarrolla en él y sobre la que giran las ideas del llamado urbanismo P2P, urban social, … del
que hablan Juan Freire o Doménico di Siena entre otros.
Las preguntas planteadas se suscitan tras un paseo por Montbau, barrio racionalista del norte
de Barcelona de los años 60. Fue una visita entre vecinos, arquitectos y otros profesionales del
territorio comentando las posibilidades del contacto entre la ciudad y el parc de Collserola a
consecuencia de la convocatoria del ayuntamiento de Barcelona para el concurso de las 16
puertas de Collserola. La primera duda surge respecto del tratamiento arquitectónico del
espacio público del llamado modelo Barcelona de los últimos veinte años: ¿dicho modelo ha
hecho realmente más público el espacio que hemos construido y ocupado en este periodo? Sin
duda la respuesta inmediata es que sí, pero aquí se hacen algunas preguntas trampa por si
acaso.
Comparemos el tipo de espacios públicos del propio barrio de Montbau (años 60) o de los
planteados por Aldo van Eyck en Ámsterdam (años 50‐70) frente a los elogiados parques
metropolitanos del área de Barcelona o de la propia ciudad durante final de los 80, años 90 y
parte de la década siguiente. Respecto de los últimos parques Jordi Bellmunt dice: “Barcelona
y su entorno ha sido un verdadero taller de proyectos sobre el espacio público”. Se trataba de la
recuperación urbana desde la reurbanización del espacio público. En los espacios proyectados
por Aldo van Eyck lo más fácil era encontrar niños jugando en cualquier rincón o vecinos
relacionándose con cualquier excusa que ofrecía el espacio público.
2. En Montbau aún hoy los vecinos somos provocados por el espacio libre para su uso social. Sin
embargo, y por contraste, en ciertos lugares del ámbito metropolitano de Barcelona y en la
propia ciudad tenemos otros espacios ocupados con excesos de intenciones pero que no
generan una identificación con el lugar y no invitan a mejorar la cohesión social. ¿Hemos
orientado bien los esfuerzos?, ¿hemos dedicado demasiado tiempo a adornos en lugar de
profundizar en la comprensión del lugar como punto de partida de la propuesta del entorno
físico que determina el uso social?
Hoy hablamos de creación colectiva, de participación ciudadana en el proceso de diseño de la
ciudad, de empoderamiento a través de las redes sociales y de urbanismo social, y es también
hoy cuando más se debería dudar de la caligrafía con la que se han escrito muchos de los
costosos espacios públicos ofreciendo usos para todo lo imaginable. Se ha supuesto que todo
lo que se proyectaba era necesario y debía quedar explícito y con marca indeleble (muretes,
geometrías en pavimentos, muestrario de materiales, vegetación domesticada, abuso del
llamado mobiliario urbano,..). El no acertar o el simple paso del tiempo, o el no haber
formulado bien el enunciado, o el estar aprendiendo a la vez que lo hacíamos, son motivo de
análisis para formular ahora algunas preguntas más: ¿tenemos que insistir en la construcción
del espacio público?, ¿hay que gastar menos y preguntar más a los usuarios que ya conocen y
utilizan lo que se les ha ofrecido?, ¿lo necesitan todo?, ¿lo podemos pagar y mantener?, ¿hay
que deshacer algún paso y volver a vaciar de intenciones al espacio público?, ¿quitamos
dibujos, muretes y, sobretodo, mobiliario urbano?.
3. Algunos hemos tenido la oportunidad de proyectar y construir parques y todo tipo de espacios
urbanos y por ello sabemos que el éxito de esos espacios públicos no está tanto en el proyecto
como en el valor intrínseco del lugar previo a la intervención, en la gestión del mantenimiento
que en él se haga y, fundamentalmente, en la necesidad real de su uso por parte de los vecinos
que le dan vida. Algún diseñador de mobiliario urbano dice que el mejor diseño de aparcabicis
para la calle se hizo con la ayuda de un ladrón de bicicletas.
Se aprende haciendo y ahora técnicos, políticos y ciudadanos nos hemos educado y
acostumbrado al bonito parque junto a casa pero también estamos descubriendo el valor de
su gestión. Reconocemos una buena o mala gestión de usos, con grupos sociales diversos, o
una buena o mala gestión de mantenimiento que exige unos recursos económicos que hoy nos
cuesta encontrar. Y es por lo anterior que surgen nuevas dudas: ¿hay que eliminar cosas de los
parques que ya tenemos?, ¿quitamos cantidades innecesarias de bancos, o de fuentes, o de
luces, o de juegos infantiles que estando en mal estado en lugar de servir tienden más a hacer
daño?, ¿no vale la pena pensar la vegetación más con criterios de gestión que de diseño para
la fotografía? Lo más probable es que no nos quede otro remedio y ese deshacer puede ser el
siguiente paso en el proceso pendular que significa intervenir en la ciudad sobre el espacio
público. Basculamos por décadas entre el exceso y el defecto.
4. Intervenir en el espacio público en lugar de ser un acto económico tendría que aspirar a ser un
acto social que enfatice lo que realmente le significa y define: el espacio de todos, en lugar del
espacio de nadie, o peor, el del ladrillador a veces estrella. El incremento de diseño, mobiliario
o inversión en el espacio público no consigue que dicho espacio sea más social. Pensar bien
una intervención no significa poner más cosas o más dinero en ella, y es ahí donde se
entienden los planteamientos colaborativos como los propuestos por Ecosisistema Urbano en
Hammar, o ideas de zuloark, (VIC) vivero de iniciativas ciudadanas,… en los que se reclama la
participación activa del ciudadano no en el final de un proceso sino al inicio y durante el
proyecto de las intervenciones en el espacio público de nuestros días. Hemos de ayudar a
conseguir un espacio público no sólo para la gente sino con la gente. Técnicos y políticos
acostumbrados a operar de un modo tenemos que ver las ventajas y superar los
inconvenientes de lo desconocido. Hemos creído educar al vecino y hemos creído mimarle,
ahora hay que tener el valor de escucharle para evaluar si el espacio público ofrecido es
realmente un espacio social. Probablemente en el esfuerzo propio esté el valor añadido. Es un
reto necesario y las circunstancias socioeconómicas obligan a ver en el espacio público el lugar
híbrido en el que se encuentra lo físico y lo digital, como explica Doménico di Siena, y en el que
identidades físicas y digitales se encuentran y todos aprendemos haciendo.
Para permitir todo esto probablemente tenemos que deshacer algo de lo construido y dejar
nuevos caminos y formas urbanas en un espacio que siempre ha sido cambiante y que permita
relaciones humanas de hoy y de ayer, fugaces o reposadas. ¿Alguien nos puede explicar qué
hará Barcelona con el Parc del Centre del Poble Nou?, ¿no es normal que los vecinos de los
barrios del norte de Barcelona desconfíen de los proyectos de las 16 portes de Collserola
incluso sin entender de lo que se trata?, ¿no es ésta una buena ocasión para seguir
educándonos todos en una forma de crear colectivamente?
Para encontrar respuesta a algunas preguntas como éstas es por lo que me interesa
comprometerme como vecino/profesional bisagra, entre la administración que propone un
concurso como el de las puertas de Collserola y los vecinos de mi barrio que desde hace 50
años disfrutan de un espacio público austero y sin caligrafías sobrantes, dejando que crezca la
vegetación y consiguiendo que los vecinos se sientan orgullosos de él y de la vida social que
éste provoca.
Proponer intervenciones en el espacio público más austeras es volver a proyectar el uso social
incorporando la libertad de imaginar del ciudadano, el arquitecto bisagra debe ofrecerse para
mediar.
Fidel Vázquez,
con Katrien Devrese
Febrero 2012