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  1. 1. MARTES 7 DE MAYO DEL 2013 FERNANDO VIVAS La patanería no tiene género El „impasse‟ con Ecuador no da para más. No habrá que convocar a Unasur. Correa no tendrá que comerse sus palabras altisonantes y el Perú no tendrá que aceptar el retorno de un embajador incómodo cuyo retiro solicitó públicamente. Creo que ambas cancillerías han llegado ya a una solución creativa: Riofrío no volverá a Lima, el embajador Javier León no volverá a Quito y, pronto, ambos gobiernos nombrarán nuevos representantes. Amén. Sin embargo, este lío nos deja, para consumo local, con la necesidad de debatir un problema moderno: la patanería femenina de doble estándar, la que se manifiesta violentamente y luego reclama protección ante la “condición de mujer”. Ejemplo: Cynthia Núñez, la hija de Cristina Castro, apareció en “Día D” admitiendo que dio el primer golpe a Riofrío, que no se arrepiente de nada y que lo volvería a hacer si alguien se mete con su madre. Dos aclaraciones: 1. Soy feminista. Defiendo la igualdad de género a tal punto que no repito esas huachaferías de “a la mujer ni con el pétalo de una rosa”. Nadie debe pegar a nadie y punto. Y si es un caso de legítima defensa, no me importa si el golpe cae a hombre o a mujer. Las variables que deben importar al analizar la desproporción en una pelea son talla, peso, destreza física, edad y discapacidad. El género ni importa. Por ejemplo, si una joven se bronquea con un anciano, la abusiva es ella. Por todo esto, celebro que mis amigas feministas no apoyen ni a Cynthia ni a Cristina. La ONG Alternativa Verde, que insiste con el tema, carece de consistencia. 2. Condeno la violencia y por eso deploro la actitud de Núñez, me compadezco de su madre que sufre el dilema de protegerla o reprenderla y, claro, pienso que Riofrío no debió replicar, ni siquiera con revistazos, una agresión que quizá –las versiones son encontradas– aceitó con sarcasmos o impertinencias discriminadoras. Como embajador, debió agotar la vía diplomática antes de dar curso a su ira. Ellas no estaban armadas, de modo que lo más sabio era deponer la legítima defensa, huir y, por precaución, reportar el incidente a ambas cancillerías. Rechazo, pues, la violencia física con la misma convicción con la que abrazo la no discriminación de género. Por ejemplo, me indigno todos los días cuando veo en los noticieros la expresión de un nuevo y serio problema policial: los efectivos hacen
  2. 2. operaciones para detener a delincuentes en sus guaridas pero sufren el zarandeo de las mujeres que les impiden hacer su trabajo. Si uno de ellos les mete palo, le arman tremendo show de mujer mancillada. La lucha contra la corrupción y la inseguridad tampoco admite discriminación de género. Estoy de acuerdo con la tipificación del feminicidio y de la violencia contra la mujer pues muchos hombres atacan por perversión machista. Mientras no alcancemos la equidad plena, hay que diseñar políticas públicas pro igualdad. Y defiendo sus derechos reproductivos, incluyendo la despenalización del aborto. Pero estoy contra la patanería de hombre o de mujer. Salvo los remanentes de discriminación que tenemos que desterrar, estamos en un país de mujeres fuertes, que candidatean a altos cargos, que sobreviven en los accidentes (¡miren a Rosario Ponce y las chicas del globo!), que compiten y ganan, el país de Nadine, Susana, Kina o Natalia. A ellas no hay que protegerlas especialmente, hay que respetarlas.

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