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La polémica entre la prestancia y la apostura
Tengo el gusto de considerar al clasismo como una de las tendencias salvajes en
democracia más discriminatorias y poco hostigadas de la historia del pensamiento humano.
Puesto que la habilidad de corromperse está más evolucionada y avanzada que la habilidad de
analizar y comentar textos con aires de filosofía y brisas de historias, cuentos e ideas. Admito
un movimiento violento en mi estómago, tempestuoso de sus flujos, al tratar con la actitud de
un redomado clasista: defensor de la diferencia por una atribución impostada, a menuda
impuestaporadiestramiento,consecuelade impostor.
Para todos aquellos entusiasmados al zoquetear en estas materias, coquetería con la
necedad y embargo por la mentecatería, ser clasista no posee correlación alguna con las
distintas ideologías políticas y económicas. Ni siquiera de acuerdo a valores patrimoniales. Este
ha sido el engaño artificioso a sus planteamientos de algunos recientes destacados, con coleta
y sin mechón, con traje y sin paje, y la justificación de índoles, condiciones y jerarquías de su
destacamento.
Cuando la política, que no el pensamiento político, fue vulgarizada por organizaciones
de poder para tratar a los ciudadanos como inmaduros borregos, es decir, electores, cuando
no sectarios correligionarios, también a algunos se les ocurrió situar al clasismo más en los
diestros que en los siniestros. Una milonga para la riña y la discusión, para la jota y la copla,
para el baile y el cante. Siempre la derecha es la parte opuesta al corazón, y la izquierda la que
afirma que no es el músculo lo que se encuentra en su parte, sino el buen sentimiento sin
parangón.
Efectivamente, entendiste bien, y a pesar del rodeo de palabras cual mercado para
hacer trato con el ganado mayor. Un clasista puede ser un categorizado de derechas en
posturas políticas y partidarias, categoría vulgar en cualquier caso. Es impertinente aunque sea
buena gente. Difícil de soportar por no decir insufrible. Cuando se daña a la paciencia, el nivel
de tolerancia baja como la voz de un retraído entre precursores de jolgorios y jaranas. Ni la
afirmación carece de ser contundente cuando además las rentas han sido vanas producto de
plusvalíassofisticadas. Cualesquierase colocanporaspiraciónsi loconviertenenpartidismo.
Un clasista igualmente puede ser un categorizado de izquierdas, categoría vulgar en
cualquier caso. Difícil de entender. Sospechoso por los principios, sobre todo por los finales. La
aspiración acaba siendo la misma. La inspiración acaba siendo semejante. La praxis es legislar
la moral. Sus ideas son de valor absoluto sustituyendo fes, dioses y ases. Es paradójico aunque
sea buena gente. En cuanto a rentas y plusvalías maniobran con los mismos instructivos, se
hacen su hábito con la misma práctica. El Estado noes de nadie, porque es eterno, supremo. El
Padre hacedor de la correspondencia y la proporción para filtrar a los demás cuál es el
concepto de vida digna: interviniendo la plena libertad de definir uno mismo esta empresa o
misión.
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La semántica del lenguaje esen ocasiones caprichosa, maniática en sus significados y la
combinación que hacemos con ellos. A primera vista, la «prestancia» sería un término de todo
nuestro léxico atractivo para uno y los que son como yo. Los de mi altura, cuya latitud es la
extensión de nuestras mejores cualidades por lo que digan que sea. La diferencia se excava
con los demás, y entre los míos lucho por los aspectos de distinción: la prerrogativa, la
excepción, el honor privativo, el exclusivo emplazamiento. Y si no se escarba. Así partía
Schopenhauer de su premisa fundamental: el ser humano necesita una dialéctica que haga
posible quedar por encima de un contrincante, siendo indiferente su veracidad o falsedad. Es
decir,llevarrazón,aunque seainjusto.
La «apostura» es la hermana mayor de la gentileza. Sustituyendo la distinción por la
disposición genuina. A primera leída, sugiere fingimiento, pero no es así: es aseo y soltura
legítima por no considerarse excelso entre los de su estamento excelente. El lenguaje es
antojadizocomoloson losprejuiciosde clase social.
La polémica surge como foro de controversias cuando el arte de persuadir se impone
al arte de conmover. La prestancia se aloja en aquellos que entienden que el resto de recientes
deberían dedicarle mayores ovaciones y menos poesías profanas. La apostura se aloja como
una añadidura, un complemento, en quienes noentienden que el atiborramiento de dietas y la
acumulación falaz de acervos y caudales queden de forma sistemática en el interior prieto y
oscuro de la caja del intercambiodel favor.
La libertad individual no puede ser defendida por un clasista, de este o de aquel lado
del corazón. Acaba con la sangre del sentimiento, el ánimo y el valor, porque solo con su
condición se puede ser hasta él. En definitiva, hay a quienes ya no nos convencen con esa
sensibilidad malograda, pretensión de seguidores sin minutos de balbuceo. Imaginarse hasta
pensarpor unomismo.
Domingo,5 de noviembre de 2017
Félix Sánchez
Un ciudadano más.