Revista Encuentros Nueva Epoca Nº 3 - 1er semestre 2009
1. ENCUENTROS
NUEVA ÉPOCA Nº 3
REVISTA DEL GRUPO LITERARIO ENCUENTROS PRIMER SEMESTRE 2009
CASA DE LA CULTURA TRES CANTOS
2. Eventos
Como eventos importantes de los últimos meses
en los que tuvo participación el grupo Literario
Encuentros, cabe mencionar la presentación
pública, en la Casa de la cultura de Tres Cantos,
del libro “La opción positiva”, de la escritora
Dolores Vendrell. La autora es hija de nuestro
añorado compañero recientemente fallecido, el
pintor Juan Van Drell (como gustaba firmar).
Es este libro un compendio de espiritualidad de
raíz cristiana; una manera particular de difundir el
mensaje evangélico en lo que tiene de profundidad
y riqueza mística, y a la vez de propuesta moral en
su sentido más amplio: La verdadera comunión
entre los hombres, la fraternidad universal, la
abnegación y el servicio en el amor, la
comprensión de las diferentes formas de explicar
el misterio de la existencia, y la fe como pura
intuición de un escenario trascendente más allá de la cotidianidad.
Libro ameno y vital, optimista, en el que la autora nos presenta su visión amplia y abierta, nada dogmática, siempre
dialogante, de lo que puede constituir una teoría religiosa tanto como una simple reflexión filosófica. La vida está
ahí, abierta como una flor, y es pasión nuestra interpretarla, o simplemente vivirla, comprometernos con ella. El
paraíso está en el cáliz, y de él beberemos si somos dignos.
No fue este acto el único evento reseñable de estos meses. También, por qué no, la comida de camaradería
navideña del Grupo. Celebrada como viene siendo costumbre en el ya mítico bar / restaurante Las Cuevas, de
nuestros amigos Cristina y Gerardo, fue una magnífica ocasión para degustar los buenos aperitivos ibéricos y
marineros, las deliciosas, variadas e imaginativas ensaladas, y las carnes al estilo hispano / argentino que tan bien
cocinan en este sitio, amén de los dulcísimos postres. Todo, mojado caudalosamente por el tinto de la Ribera, y
amenizado por las canciones de nuestro incansable juglar XL (y no es una medida), acompañado por el coro grupal
de los más o menos afinados cantores báquicos. Todo, en una jornada nivosa y fría que invitaba a la reclusión en
torno al hogar, aquí más que nunca hogar grupal. Buen augurio para el año que comienza.
Germán Ojeda Méndez-Casariego
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3. PRESIDENTE
Editorial
Germán Ojeda Méndez-Casariego
Se nos fue Félix. Así, sencilla y ásperamente, se abre esta revista.
VICEPRESIDENTA Pensábamos iniciarla con las consabidas frases de “aquí estamos
Carmen Martín Palacios otra vez, estimados lectores”, o “en este duro invierno mantiene su
SECRETARIO
flor la poesía”, o “nuestro propósito de periodicidad etc.”, pero es
Juan Amezcua Lanzas inútil: Se antepone, sin quererlo, la certeza de la ausencia inevitable.
Félix Alonso era algo más que un miembro del Grupo: Era un ser
TESORERO de una calidad humana excepcional, amigo de todos, que jamás
José Aceituno Medina reclamó nada para sí: Ningún reconocimiento, ningún lugar
El Grupo Encuentros se reúne
preeminente, ninguna atención especial. Sólo tuvo siempre palabras
los jueves de 19,00 a 20,30 h. de afecto y reconocimiento para los demás, elogios para la obra de
en la Sala Juan Bartolomé de la Casa de la otros compañeros, silencio atento y respetuoso para escuchar, alegría
Cultura de Tres Cantos. y serenidad cuando el cauce de la vida se le hizo abrupto y doloroso
La asistencia es libre y gratuita. en el final.
Algunas ilustraciones interiores obtenidas
en Internet.
Era, parafraseando a su admirado Antonio Machado, “en el buen
------------------------------ sentido de la palabra, bueno”.
EQUIPO A su memoria dedicamos este número.
COORDINACIÓN Con todo, no es, no debe ser, no quisiera él que fuese, el único
Andrés Acosta González tema que nos preocupa y nos mueve a escribir. Hay en esta revista
PORTADA que has abierto, amigo lector, distintos trabajos de los miembros del
Carlos Pérez Pestana
DISEÑO Y MAQUETACIÓN
grupo: Experiencias de viaje, historias más o menos imaginadas,
Lorenzo Martín Cantera cuentos y poemas de variada expresión. Con ellos queremos
IMPRIME transmitirte un poco de lo que somos, de lo que entre todos, en la
VA-IMPRESORES aventura compartida de los jueves o en la elaboración solitaria y
DEPÓSITO LEGAL Nº nocturna frente a la pantalla del ordenador, o con el lápiz incansable
M-8726-2008 de la infancia, vamos construyendo en mutua riqueza. Aquí está, una
EDITA
Grupo Encuentros
vez más, el fruto: Degústalo, asimílalo si te ha hecho pensar,
www.grupoencuentros.es disfrútalo si te queda el sabor de su pequeña hermosura.
Hay, como siempre, más cosas de las que hablar. Por ejemplo,
COLABORAN EN ESTE NÚMERO: ahora que se va acercando la primavera, de la Feria del Libro de Tres
Aceituno Medina, José Cantos. ¿Se celebrará este año, en medio de la crisis que tanto parece
Acosta González, Andrés
Álvarez Quintana, José Luis
asustarnos, enflaqueciendo bolsillos y menguando gastos? No lo
Barrio Alonso, Marina sabemos aún. Lo que sí podemos afirmar es que si se celebra sin
Caballero Álvarez, Quiterio revisar el esquema organizativo, si se persiste en la dura
Collantes Núñez, Alberto comercialidad sin objetivos culturales, con empresas mediadoras que
Espiña Cillán, Elena descuidan los detalles de la relación entre el público y los autores,
García-Quismondo Hurtado, Rodrigo
González Alonso, José Miguel
será otro rotundo fracaso que añadir al del año pasado, en la cuenta
Hernández Esteban, Pilar de esta gris Concejalía de Cultura.
Martín Cantera, Lorenzo Es verdad que una revista literaria, y menos aún la página
Martín Palacios, Carmen editorial que refleja el sentir común, no es lugar idóneo para la
Mayorga Noval, Marcos política partidista, y no queremos que estas palabras lo parezcan.
Ojeda Méndez-Casariego, Germán
Pérez Moronta, Elena
Pero hay cosas que no pueden dejar de comentarse. Como el
Picquot Martín, Nicole vertiginoso aumento del paro, por ejemplo, en esta crisis desbocada
Portillo Cuevas, Juan del capitalismo que nos lleva a quién sabe qué gozne de la historia.
Vega Cabello, Juan Bautista O como otras situaciones aún más lacerantes, más universales, ante
Vesperinas Lucas, Mercedes las que no se puede permanecer indiferente, equidistante entre la
Vicioso Ruiz, Ana María
injusticia y el dolor. Nos referimos, por supuesto, a los recientes
acontecimientos de Palestina, donde la humanidad parece poner
SUMARIO a prueba toda sensibilidad.
Desde aquí, formulamos nuestro voto por la paz, por el alivio
Eventos …………………… pág. 2 de las penas sociales, por la justicia para los pueblos oprimidos. Sólo
Editorial ............................... pág. 3 en un mundo así tendrá cabal sentido la cultura.
Poesía, narrativa y
ensayo ........................... págs. 4-15
Félix Alonso
en el recuerdo ….…… págs. 18-24
4. Lo prometo Mimos del mar niño
Libertaré con mis propias manos Sabes..., si el mar no hiciera sus ruiditos
las palomas que anidan Ni moviera sus olitas
en tu cuerpo; Como bracitos de un niño pequeño,
esculpiré mis dedos ¡no le haríamos caso!.
en el dulce pétalo
de tu pecho; Diríamos ¡Cuánta agua!,
enjaularé mi boca Me va a mojar,
en la tenaz rosa Y nos iríamos corriendo.
que anuncia tu beso;
galoparé todos los corceles Pero así, él se hace el pequeño
desbocados de tu vientre; Y nos atrae constantemente
transgrediré las lindes Con sus llantos y sus risitas,
de todos los contornos; Y le miramos... y le miramos,
y andaré proscrito Y no nos cansamos nunca.
y sin ley por tu carne;
asaltaré y ocuparé Mar amigo, querido amigo,
los torreones de tus senos, Cuántos ratos hemos pasado juntos,
... mujer, Contándote mis cuitas
lo prometo, Y tú escuchándome pacientemente.
invadiré tu cuerpo, Eres,
tu cuerpo lejano y solo, junto a mi paseo de árboles confidentes de Tres Cantos,
tu cuerpo: ser de lejanías. mi más fiel amigo
y te añoro enormemente.
Anda mi boca sitiada
Pilar Hernández Esteban
Prisionera en la cárcel de tu boca,
enjaulada en las lindes de tu beso,
crucificada en el madero de tu risa,
presa en la maraña de tu voz, Madrigal apasionado
ceñida al laberinto de tu verbo,
peregrina en la ruta de tus labios;
siempre ella, esperando que Por el balcón entreabierto
me conjugues el verbo “amar”; que da sobre la azotea,
ay, amor, alcazaba rendida es mi boca, balcón de la estancia mía,
ay de mi boca, donde escribo mis poemas,
rendida y derrotada; pasó esta misma mañana
ay de tu beso amor, ay, una mariposa bella,
prisión pendiente, con sus aires pizpiretos
prisión temida y necesaria; y perfume de deseo.
ay, amor, en tu beso De flor en flor fue libando
bebo yo alondras desbocadas; todo el jardín del sendero
ay boca sin riendas, sobre las rosas lozanas
resumen de mis ansias; y entre los lirios en celo.
pan mío de cada día, Con sensitiva presencia
esclavo en tu boca carcelaria, siguió alegre su cortejo,
río de mis desembocaduras, y sus alas de ternura
mar vital para mi barca, las vi alejarse en silencio.
ay amor, ay de mi boca, Mas sentí no tener unas
boca de poeta derrotado, para volar a su reino.
ay de tu beso y de tu fragua,
ay de mi boca,
fortaleza ya rendida,
fortaleza sitiada.
Ibn – Zaydūn Marina Barrio Alonso
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5. Fiesta de negros
Los negros salieron de sus cubiles. Bajaron del quinto piso por la escalera de incendios, con grandes zancadas
premiosas, haciendo sonar las latas oxidadas de los escalones. Otros se tiraron abrazados a la columna de hierro, como los
bomberos ante un incendio urgente y a la vez fecundo. En la calle abierta, algunos ensayaron pasos de hip hop, otros se
tiraron por la cuesta tripulando patinetes, esquivando tranvías, con la gorra hacia atrás y la camisa amplia ondeando
desabrochada. Corrieron, saltaron, cantaron, hicieron muecas a los transeúntes, miraron por encima del hombro.
Sonrieron guiñando un ojo enorme de pupilas acuosas enrojecidas. Algún negro de sombrero y puro entre los dedos,
envuelto en un traje de seda verde apretado y lustroso, mostraba sus dientes esquivos echando la cabeza hacia atrás, la
boca abierta al aire de la madrugada. Otros más hoscos guardaron la navaja en las zapatillas, mientras en sus ojeras se
aclaraba la noche.
En Nueva Orleáns, acaso, el barro empezó a vibrar con el nuevo sonido, limpio y dulzón, que parecía renacer de
viejos instrumentos excitados. Las aguas se retiraron y los negros pudieron sentarse en los porches de madera húmeda. La
jazz band ensayó un concierto, al principio inaudible, de a poco ferozmente alegre, exultante, repleto de ritmo y cadencia,
de furor elaborado en misticismo pagano. Las campanas sonaron en la pequeña iglesia desvencijada, haciendo crujir las
paredes, echando al viento correntadas de alegría y desatando el revuelo en los ánimos encendidos.
Algún negro memorioso se acordó de Kunta Kinte, el héroe de novela que a su manera venía a contar el origen
genético de media nación. Se acordó, como si fuera la memoria propia, de los barcos negreros portugueses o españoles, de
las cadenas, del trato inhumano, de la degradación, el hambre y el tormento. Cuánta deuda, que ya nadie pagará, prescrita
por el interesado olvido de Occidente. Soldados en el ejército, peones en el campo, obreros en las fábricas, presos en las
mazmorras, pandilleros en los callejones oscuros, sirvientas incansables ellas, piernas abiertas para el disfrute del patrón,
y luego humillados, perseguidos, segregados, apaleados, asesinados, por los sacerdotes de la supremacía racial. Sin lugar,
sin destino, sin futuro, más allá del boxeo, el baloncesto o el blues. Oscurecidos, más que negros.
I have a dream. Alguien recordó al viejo soñador, el negro irredento que en la década prodigiosa, cuando las flores
y los abalorios y el humo embriagador, creyó que estaba cerca el fin de la injusticia, y entonces le cerraron los ojos y le
clausuraron el sueño con un tiro brutal. Fin de la historia.
Y he aquí que no. Trabajosamente, los negros fueron haciéndose generales, abogados, pensadores, millonarios,
políticos de éxito, de sonrisa abierta y prometedora.
Y esta mañana los negros lo vieron. Y salieron a festejar. Conmovidos, salieron de sus casuchas, de sus barrios
azotados por el paro y la inseguridad social, por la neomarginación, y se sumaron a la ola de optimismo que por esta vez,
y que dure, recorre la nación, y por extensión el mundo. Sonrieron, cantaron, saltaron por los jardines, se abrazaron en las
aceras. Bebieron de las últimas estrellas.
Y así, al amanecer, el mundo fue un poco mejor.
Germán Ojeda Méndez-Casariego
22 de enero de 2009
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6. El hidalgo que no existió
A Dios daba hoy las gracias por dejarle alcanzar la cresta, el punto de la vida donde tan sólo anidan águilas y
los buitres vuelas por debajo de las cimas, libre de arbitrariedades y del perecer de muchos, la mar de veces con
criterios linajudos procedentes de ciertas escuelas, creadas por ellos mismos, en guetos sutiles, de lazos
invisibles y bien trazados que los unen con las genuinas patentes de corso.
A esa atalaya, desde donde al otear el lejano y casi olvidado horizonte, se encuentra la claridad, de la que
generacionalmente sólo unos pocos disfrutan, para poder revivir el comienzo de la andadura por este proceloso
mundo montado en cabalgadura medieval, olvidada, con lanza por espada en pos de arreglar el mundo. ¡Ay!,
¡Desilusiones e ingratos sinsabores! Derramados van ahora, deslizándose lentamente por las laderas que al
otero circunda, y se van perdiendo en el fondo del valle.
El daño irreparable, del que muchos hacen gala, es del caso y más por los que cabalgan juntos, pobre del que
llega el último pretendiendo ser excepción; muchos fueron desengañados, otros se percataron e imitaron
aspectos camaleónicos para seguir en el juego de una vida que para ellos fue vetada, tratando de seguir caminos
privilegiados con los que otros llegaron a su atalaya y la bolsa de sus rémoras aliviada.
El ser caballero andante, de los primeros de lista sin patente tan deseada, rehuyendo el abandono y tratando de
conducir el carro, prosiguiendo sueños inalcanzables poniendo por bandera la propia desventura y sufrimiento
continuamente, dejando el yelmo y la coraza en el porche de la casa, el seguir montado en rocín sin armadura,
con la camisa desabrochada, pecho fuera y el corazón por escudo, no es heroico, es locura.
Cuando en Navidades atrás, por las transitadas calles, repletas de tenderetes, vendiendo figuritas de barro,
aceitunas a granel, verduras de todas clases, entre tómbolas y feriantes de escopetas de balines y tiro al blanco,
invitaban a derribar aquellos muñecos de trapo, iba nuestro caballero andante mezclado entre las gentes con sus
pantalones cortos, ya en su cabeza rondaba la leyenda de sus héroes de Ivanhoe o aquel de la Coraza Negra.
¡Ah! Como es el mundo, conciudadanos diferenciados de hombres y mujeres, ésta nunca fue política acertada,
fueron pocos los buenos que ordenaran y sí muchos los buenos ordenados y por ser lo justo utopía soñada, el caballero
que alcanzaba ufano aquella atalaya, el lastre soltaba, expulsaba y se desembarazaba de ella y lanzándola al abismo
exclamaba: ¡Dios! También decías, Cid, que buen vasallo hubiese sido yo, si hubiese habido buen Señor.
Asturquín
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7. Música rusa: Peter Tschaikowsky
Nació el 7 de mayo de 1840 en Wotkins, cerca de los Urales. Este compositor no fue un niño prodigio. Su
predilección por la música era considerada como algo que no llegaría nunca a nada importante. De niño tocaba mal el
piano, y sus composiciones de entonces ningún maestro las tomó nunca en cuenta.
Pero fueron pasando los años y el músico se iba sintiendo más atraído, e ingresó en el Conservatorio de San
Petersburgo, donde aprobó con gran dificultad.
Su primera sinfonía sólo obtuvo críticas. Su primera ópera tuvo un inesperado éxito entre el público, pero
desapareció enseguida del programa.
Tschaikowsky como persona fue un ser desgraciado e insociable. Además tenía la fatalidad de pertenecer el
género de los homosexuales, lo cual se pueden imaginar lo que representaba. En aquellos tiempos quizás esto le impedía
imponerse en el mundo de la música. Compuso una
obra tras otra pero no llegaba a alcanzar el éxito que
esperaba, y sin embargo él iba creyendo más en sí
mismo. Y tenía razón, pues algunos poemas sinfónicos
lograron triunfar. Y su ópera Eugenio Oneguin fue un
éxito.
El compositor tuvo una relación con una
admiradora de su música, la baronesa Nadesha von
Mech, la cual duró años. Ella fue su benefactora, su
ayuda fue siempre importantísima, pero nunca llegaron
a verse.
Tschaikowsky quiso solucionar el problema de
su homosexualidad casándose con una atractiva mujer:
Antonina Miliukova. De todo esto se habla muy poco
en sus biografías. Ella se enamoró del músico
perdidamente, y esto dio lugar a que él le tomase
aversión e incluso en algunos momentos la tratara mal.
El resultado es que ella enfermó de la mente y tuvo que
ser recluida en una casa de salud antes llamada
manicomio.
Tschaikowsky llegó a tener éxito tras éxito. Se
trasladó a Estados Unidos donde triunfó plenamente y
fue muy bien acogido. Las sinfonías 4, 5 y 6 aparecen
constantemente en los programas de conciertos y
representan el verdadero reflejo del alma del
compositor ruso y europeo, jocoso y amargado al
mismo tiempo, y solitario. La Patética, cuyo estreno
dirigió él mismo con mucho éxito pocos días antes de
morir de cólera (otros dicen que de escarlatina, y otros
de ninguna de las dos cosas) representa una
emocionante confusión musical.
Tschaikowsky también compuso música de
ballet, de la cual destacaremos El lago de los cisnes, inspirada en la leyenda de La Bella Durmiente, y Cascanueces, los
cuales se siguen representando en todo el mundo. Fueron sus ballet predilectos, música bellísima que siempre encanta al
que la escucha y más si va a su representación.
Cada compositor tiene que resolver problemas en sus obras. La sinfónica es muy difícil, y nuestro músico
pertenece ya a los románticos y la principal dificultad es que la exaltación romántica y el nacionalismo musical
difícilmente se avienen. Después de la 4 y la 5 más 6 llamada Patética, la fuerza dramática es tal que estremece y te llega
al alma sin poder evitarlo.
Tschaikowsky murió ocho días después de haber dirigido el estreno de su obra en San Petersburgo. Esto le da un
tono sentimental al contenido trágico de su sinfonía. Ricamente en ella se expresan el sufrimiento y la desesperación,
estado de ánimo en que se encontraba el autor.
La sinfonía Patética es una de las más bellas que se han compuesto. No puedes encontrarte indiferente ante su
música, la que expresa todo lo que el autor lleva dentro de su alma y te lo transmite. Tenemos que citar además dos
maravillosos conciertos: El Nº 1 para piando y orquesta y el Nº 1 para violín y orquesta.
Total, que de una persona de la que nadie daba nada por sus composiciones nos ha quedado uno de los
más extraordinarios legados musicales.
Mercedes Vesperinas Lucas
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8. 1. Primavera 3. Otoño
Llegaste, Luminoso septiembre,
como cada año, que pasas los días matizando tus colores
limpia, libre, revoltosa y celebrando la riqueza de tus hojas,
alegrando los días y acortando las noches que fueron abandonando el verde
Ayudando a despertar a la tierra, para convertirse en oro.
las flores y los brotes, Te desprendes, poco a poco, de ellas
sacándoles de su letargo. formando una mullida alfombra,
Te haces cómplice de los pájaros, crujiente y nutritiva para la tierra,
en sus cortejos amorosos y sus trinos. a la vez que vas desnudando tus ramas
Juegas y chapoteas feliz en el agua de los ríos, negando, irremediablemente, a los pájaros
reventando sus orillas de un colorido radiante. el cobijo que reclaman.
Enciendes la llama de los mejores sentimientos Las puestas de Sol,
y nos provocas para el acercamiento los vientos suaves y
y el roce de cálidos besos. las lluvias enriquecedoras,
Embriagas con la luz del Sol, anuncian el final de tu entrega
y los reflejos de la Luna y caminas, lenta e inexorablemente,
se hacen cada vez mas bellos y sutiles hasta tu letargo.
en las cálidas noches. Tienes tu tiempo contado y dormirás
Sé que tu tiempo es efímero, relajado hasta tu próxima transformación,
aunque tremendamente dichoso, mientras la vida se apacigua y te añora,
y pronto te agotarás, querido otoño
pero volverás radiante el próximo marzo.
Por todo ello,
te felicito, te canto y te doy la bienvenida,
2. Verano 4. Invierno
¡¡OH Sol!! Dime, frío diciembre,
que acudes puntual a tu cita y ¿Dónde guardas esos vientos gélidos
aprovechas tu alianza con Junio que nos entregas durante tu etapa anual
para envolvernos con tu luz y tu calor. para después, en días aislados,
Ese calor que nos estimula y nos empuja regalarnos un cielo azul más
a disfrutar de la Naturaleza limpio que en primavera?
caminando por los bosques, ¿Están en la capa que cubre los montes
viendo toda la belleza y deja, en sus picos más altos,
que ha sido capaz de revivir en primavera un manto que embellece el paisaje
volviendo a llenar los campos de musgo con la pureza y la serenidad del blanco?
y flores multicolores, Quizás ..
a contemplar la fusión entre cielo y mar ¿Están en los hielos azulados
en esa línea perfecta del horizonte. que mantienes protegidos,
Nos das vida, para nuestro bien,
y en tus noches de silencioso y agradable calor, en los casquetes polares?
con el suave olor a mezcla de sudor y perfume, No contestes, diciembre,
que nos aturde y confunde, porque tú, solo tú,
llegamos a sentir tienes la respuesta y el compromiso de mantener,
toda la humanidad que somos capaces de compartir. en el espacio de tiempo que te corresponde,
El corto tiempo que te permite tu espacio el agua que la humanidad ansia, por eso,
serás el responsable absoluto y estarás INVIERNO, siempre serás el menos deseado
disfrutando de nuestras sensaciones y el más necesario.
Menchu M.
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9. Maello
I
Al frenar el autobús en el arcén, nos levantábamos del asiento y el conductor se bajaba para facilitarnos las maletas que
iban sobre el techo en el exterior. Subía por una escalera de mano que se desplegaba de la parte de atrás, y preguntaba qué
maletas eran.
Era una maleta de madera, lisa, con un asidero en uno de los lados mas largos, parecía de piel de lo limpia y bien cuidada
que estaba. El resto de los bultos del equipaje eran bolsas o talegos de tela, o alguna caja de cartón.
Dejaban todo el equipaje junto al cruce de la carretera que bajaba al pueblo. A veces tocaba esperar a que llegase el
abuelo, unas veces con el carro, otras veces con la mula equipada de unas alforjas donde se ponían los bultos o algún
chiquillo cansado o dormido por el viaje.
En aquella época el viaje se hacía largo, no por la distancia desde Madrid, sólo había 100 Kilometros, sino por los medios
del momento. La carretera, que aun siendo una carretera nacional, estrecha y con un carril en cada sentido, que además
ascendía un pequeño puerto, y el autobús, con asientos de madera, con tres asientos a cada lado del pasillo, y con poca
fuerza en el motor. A veces en invierno resultaba aún más largo y penoso el viaje. Al iniciar la subida del puerto, aparecía
la nieve y los camiones, parados en el arcén, habían sacado alguna caja de madera y junto a alguna rama que encontraban
preparaban hogueras para calentarse. A todo esto, había que sumar el tiempo de las personas que se bajaban o subían en el
recorrido, de forma que recorrer esta distancia al pueblo no llevaba menos de 4 horas.
Todavía tendríamos suerte, si el abuelo iba con el carro, eso significaba poder bajar hasta el pueblo subido en él. La
distancia no era muy larga, aproximadamente 3 Km. Pero en cualquier época el camino era de arena y el polvo en verano,
o el barro en invierno eran inevitables.
El paisaje lo formaban algunas encinas y matorral bajo, y en la lejanía campos de trigo, amarillos o verdes, montañas
bajas y sol, mucho sol. Después de la segunda o tercera vuelta del camino, empezaba a aparecer el pueblo, en un trazado
de algunas calles verticales y otras tantas horizontales, con la iglesia al final del camino que llevábamos, después de
cruzar un pequeño puente, que cruzaba un río normalmente seco, que producía una laguna a la izquierda del puente,
donde a veces se llevaban las caballerías a beber. En una explanada muy cerca de la iglesia se situaba el pozo en el que
siempre había alguien cogiendo agua, un pozo sin garrucha, del que se sacaba agua echando un cubo atado de una cuerda,
y tirando hasta subirlo para llenar el cántaro.
Lorenzo Martín Cantera
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10. Elegía a Javier Collantes
Se me antoja que aún vives tras las horas intensas
que has pasado librando tan desigual batalla,
se me antoja que viene la muerte y no te halla
y su aliento maldito con tu boca condensas.
Se me antoja que tienes un arco y que lo tensas
enviando tus flechas con furor de metralla,
que le gritas al cielo que esta voz no se calla
ni se apagan tus ojos, que existes porque aún piensas.
Se me antoja que vuelve tu rostro sonrojado,
que escribes otro libro, que tienes otro hijo,
que plantas otro árbol y que haces otro amigo.
Se me antoja que marchas sonriente y relajado
dejando tu recuerdo a modo de cobijo,
sabiendo que algo nuestro se ha marchado contigo.
Mayo 2002
Alberto L. Collantes
Pensamiento sugerible
Concédeme Señor, poder vivir con los pies en la tierra,
y ser una persona capaz de ofrecer una azucena
al ser más querido “como en tiempos de Homero”.
Haced que mis ojos puedan deslumbrar
y aprendan a ver claro esa armonía de vuestra palabra
“Parábola de Cristo”.
Mirad cuán pura me siento,
mientras las aves suben a lamer el cielo,
mientras el inmenso mar no cesa de palpitar.
Momento de gloria para amaros,
amor hacia la soberanía de vuestra luz.
Sólo tengo un pensamiento, Señor,
para todos los gobernantes de los cinco continentes
que dirigen la raíz y fuente del universo:
Señor, pon tu mano y sálvanos de guerras inútiles.
¿Señor, no somos hermanos?
¿Matarnos unos a otros, a quién beneficia?
Señor, sálvales las oquedades del alma, y sálvanos tú, sembrador del
Universo.
He aquí la ansiedad de mi petición.
¡Dios! ¡Haz lo que estamos esperando!
Por Dios, que cada día que pasa ya no vuelve
y aún estamos a tiempo de amarnos en este hermoso mundo.
“Transforma esa hiel en miel de Hiblea”.
No puedo más. Lo que siento es un dolor en el corazón
que me sube a los ojos y me lloran … Y NO TE VEO.
Elena Pérez Moronta
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11. Del cambio climático en el globo terrestre, “El átomo”
Las Espadas están sobre la Tierra El mundo se nos marcha de las manos
que la estamos llenando de veneno, y qué hacemos con tanta polución,
el SER sabe que el “átomo” no es bueno dónde están, como inertes, nuestras manos,
por qué participar en tanta guerra. reprobemos la enorme corrupción.
(CO2) Dióxido de carbono … y el metano Aquellas nubes de algodón en rama,
son gases que aniquilan el Planeta, que fueron metáfora y poesía,
¿dónde una voz, nosotros y el Poeta, se han tornado negras, lluvias ácidas
que persuada y convenza al ciudadano? haciéndote imposible aquí la vida.
Gritemos a favor de mejor clima, El calentamiento global avanza
pues pronto no podremos respirar: y oscurece el Planeta, que ya es serio,
deshielo, el equilibrio sin tardar, ¿no vemos aún del clima la matanza
la hecatombe, el cataclismo, la ruina. y por la puerta entrar del cementerio?
Esas espadas nos están clavando; Qué sitio a nuestros hijos en futuro
nos están sangrando hasta el corazón, Dejamos en la Tierra tan querida;
el alma nos están atravesando, ¡luchad! por lo mejor de nuestra vida,
¡despertad! para darle solución. que podremos lograrlo, estoy seguro.
Las causas del efecto invernadero ¿Y los pájaros y las mariposas;
nos dejarán sin tierras de cultivo, demás fauna, los valles y la flora,
y cómo va a existir algún ser vivo; su cantar, y el color de nuestras rosas,
¿y la capa de ozono, el agujero? quién las verá tan vivas como ahora?
Si no nos esforzamos hoy los seres, Señores de la Tierra: trabajemos,
del globo tan hermoso en que habitamos, que somos muchos seres y entre todos,
mañana será tarde, ciudadanos: apretando con fuerza nuestros codos,
ancianos, niños, hombres y mujeres. los efectos del clima cambiaremos.
Juan Bautista Vega Cabello
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12. Encuentro
Está lloviendo. A lo lejos la sierra está inquieta, oscura, fría. Es tiempo de Navidad. Una mezcla de alegría y de
tristeza, ¡un año más!
Las gotas de agua me acompañan, cayendo como un murmullo sobre mi paraguas; respiro hondo y adelante. Esta
noche las guirnaldas darán algo de magia a este paseo. Vienen las fiestas, es un momento de esfuerzo para romper
lo cotidiano… Para reuniones familiares que se van haciendo más escasas para muchos, en este torbellino de vida
cada vez más acelerada, donde el factor tiempo es vital y tan difícil de dominar.
Entro por casualidad en la sala de exposiciones del centro cultural. Un mundo especial e insospechado que me
fascina y me transporta. En las paredes están colgados cuadros, un desfile continuo de estaciones donde mis ojos
pasan de la primavera al verano, al otoño, como si fuera un túnel continuo. Me encuentro como si fuera un insecto
de alas livianas, de ojos escrutadores. Estoy devorando un sendero húmero, la tapia cubierta de hiedra de una huerta,
unas matas de ortigas, la hierba verde con olor a verde, unos almendros en flor, tiernos, patéticos como enamorados
en la nube gris de febrero.
Me recreo en una fuente, encrucijada en el pueblo blanco. Agua cantarina, ligera, que amamanta a todos, que da la
vida, que purifica la cal recién estrenada de las casitas bajas con rejas de clavelinas. Me ilumina el calor del sol
mientras el borriquillo se ha parado a la espera de la preciosa carga entre las risas de las muchachas.
Es posible esta complicidad… Es como si me encontrara allí, la sonrisa en la cara, en una burbuja de felicidad, con
alpargatas, ligera de cuerpo y de alma. Otro paisaje… una charca en medio del arroyo, espejo verde profundo donde
flotan las hojas amarillas del chopo de la ribera. Me dejo llevar en un lecho de musgo empapado con el olor amargo
de la corteza de pino.
El paraguas doblado me pesa.
Estoy inmersa en un vértigo cuando en una esquina me percato de alguien, amable, risueño, sereno, de mirada
brillante, atenta.
Es el pintor… Vuelvo a la realidad… Le saludo… hablamos… entre escrúpulos y agradecimiento por haberle
robado, sólo por un momento, su genio y su latido.
Nicoletta
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13. Tan libre como las aguas del Danubio
Nunca olvidaré aquel gélido mediodía de otoño en el mirador del Bastión de los Pescadores de Budapest,
mientras contemplaba un Danubio más azul que el del famoso vals allá abajo, brillante por el sol y libre, tan libre
como yo me sentía en aquel momento.
Era yo quien estaba allí gozando de aquel momento, de aquel lugar, sintiéndome tan afortunada por haber
podido viajar a Budapest y escaparme durante unos días de la rutina y el agobio de mi vida profesional. Con los
brazos apoyados en la barandilla del mirador, fijaba la mirada en el hermosísimo edificio del Parlamento húngaro,
al otro lado del Danubio, en Pest, la parte baja de la capital.
En aquellos momentos todo era perfecto. Mi alma alcanzaba la serenidad, la paz, el equilibrio. No temía a
nada ni a nadie. Volaba la ansiedad; se evaporaban por arte de magia de la ciudad partida en dos por la línea de agua
la incertidumbre, la desesperación, el desasosiego. Los visitantes que pululaban por el Bastión y calles adyacentes
de Buda, la parte alta de Budapest, eran el telón de fondo de mi sueño de liberación hecho realidad. Me sentía una
húngara más sintiendo el latido del histórico río y recreándome en el flujo de sus aguas quietas y frías allí, en el
corazón de Europa.
¡Qué placer sentarme en el café Mozart,
degustar un café y unos riquísimos dulces! ¡Cómo
me extasiaba atravesando el puente de las Cadenas,
imaginándome a los personajes y la vida cotidiana
del antiguo Imperio Austro-Húngaro! Desafiaba al
frío y al viento, no me importaban, no me
molestaban porque sólo era presa de la embriaguez
que me producía la belleza de la ciudad.
La iglesia de Matías también me aguardaba.
Sabía que iban a sorprenderme sus pinturas
omnipresentes, una increíble filigrana que cubre
hasta el último centímetro cuadrado de su interior,
recreación gótica bellísima, deslumbrante. Pero
aquel templo aún me deparaba más emociones: una
noche para conmoverme con el Réquiem de
Mozart, partiéndome el corazón con su vibrante
Introitus, la exquisita Lacrimosa y el golpe
demoledor del Dies Irae. El violonchelo sonaba y, a
la vez, tensaba las cuerdas de mi alma deshecha,
desafinada. El coro me llamaba y animaba para que
mi estado de ánimo cambiara de una vez, como si
me dijera: “Conviértete, sé distinta, sal de tu dolor a
pesar de que esta música sea la tristeza hecha
pentagrama. Para ti debería ser la catarsis, tu
purificación final.”
La soprano, el tenor y el barítono intentaban
con sus voces puras arrancar, haciendo jirones, la
melancolía que lastraba mi vida. Entonces, con las
últimas notas y el atronador y larguísimo aplauso
que anunciaban el final del concierto, una sensación
extraña y a la vez placentera se abrió camino entre
los pliegues de mi mente. Era una especie de
aparición o revelación del futuro: una promesa de
libertad más duradera, un premio a tanto
sufrimiento, a tanto dolor y desesperación aparecía
ante mí. Y, al abandonar la iglesia, el aire tan frío de
la noche otoñal terminó de hacer aún más claro y
cierto ese tiempo que alguien me iba a ofrecer.
Ahora sí, en los altos de Buda, yo sabía que la libertad era una realidad con señas de identidad que me
aguardaba a la vuelta de la esquina. ¿Qué más podía pedirle a la vida en aquel momento?
Ana de Gadir
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14. Gredos
Con cariño para quien puso un estuche con lápiz y papel en mi mochila.
Imagina, mientras mantienes tus ojos cerrados, que desde tu butaca en un auditorio ahora vacío observas el inmenso
escenario que te rodea. De la gigantesca cúpula que se ensancha sobre tu cabeza pende una fantástica lámpara de
cristal desde la que se irradian miles de destellos. Abajo desde el escenario una orquesta interpreta la sinfonía que
siempre te hizo vibrar. Pero tan sólo vosotros, los músicos y tú, como únicos testigos de este soberbio espectáculo,
solos tú y ellos para sentir esta honda emoción.
Ahora abre lentamente los ojos. La intensa luz del sol te cegará al principio, pero luego, cuando tu pupila se estreche
y las imágenes comiencen a llegar a tu cerebro descubrirás que la realidad que te rodea es capaz de sobrecogerte aún
más que tu imaginación y de colmar todos tus deseos.
Sobre una plataforma algo elevada sobre el fondo del valle glaciar y recostada en la roca desnuda observas la laguna
que ocupa la cabecera del mismo. Las rocas grises se hunden en sus aguas. En algunos rincones de sus orillas la
pradera con suaves tonalidades ocres y verdes se abre paso entre las moles de granito. Las aguas inquietas por el
viento despiden nerviosos destellos en el continuo subir y bajar de sus crestas. Si alzas tu vista verás elevarse a las
gigantescas masas de roca granítica por encima de los dos mil metros y desde los cuchillares de sus crestas, desde
las plataformas colgantes, por toboganes y canchales, desparramarse la nieve que suaviza las duras aristas talladas
por el hielo.
Y más arriba el cielo increíblemente azul, nítido y despejado bajo el sol de comienzo de primavera.
El valle no se cierra en sí mismo. Además de este descomunal túnel abierto por los hielos de antiguos glaciares, y
por el que desagua la laguna entre regatos y cascadas, otras gargantas laterales se abren a pequeños valles más altos
desde los que los neveros no dejan de aportar más y más agua. Basta fijar la vista en cualquier punto de la lejanía
para descubrir allí, perdida entre la sombra de una grieta, cómo se desploman las aguas turbulentas del deshielo.
Es esta una realidad que no se puede abarcar con la vista. Es preferible cerrar los ojos y recorrer con la imaginación
los miles de rincones que se esconden más allá. Sentir la suavidad de la hierba de los altos cervunales que se
empapan lentamente con el derretir de los neveros. Escuchar el ruido ensordecedor de la cascada que desde decenas
de metros se precipita al vacío para reventar sobre la roca. Adormecerse con el suave murmullo del agua tranquila
que recobra el aliento antes de desplomarse de nuevo. Soñar con volar sobre estas cumbres inalcanzables. Y
lentamente adormecerse con la tranquilidad del viento que acompaña siempre, que te habla, que te arrulla, que te
acaricia sensualmente.
Y engolosinarte con el sol que te calienta los párpados, del que nunca te sacias. Como se engolosinan las cabras que
me rodean con las almendras tostadas, pistachos y todo lo que pueda encontrar en mi mochila con algo de sal. Con
cautela se acercan hasta ocupar un lugar privilegiado desde el que poder alcanzar los suculentos bocados que les
ofrezco, dudando siempre entre su natural desconfianza y el premio a conseguir; a veces las más fuertes la
emprenden a topetones, entrechocando los cuernos con las más jóvenes que pretenden disputarles su manjar.
Y poco a poco, mientras el tiempo parece detenerse ante este sol del mediodía, acabarás por quedarte
profundamente dormida.
José Aceituno Medina
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15. Torquemada
Me acuerdo perfectamente: era un día frío, muy frío. En Tres Cantos nunca había visto yo que un
termómetro marcara esa temperatura: - 12 ºC. Recuerdo que le dije al dueño de la tahona, frotándome las manos:
-¡hoy hace fresquito! Ya se puede uno suponer cuál fue la respuesta: -¡coño!, ¿cómo es el frío en su pueblo? Salí a
la calle de nuevo y no vi un alma. Al pasar por el Sector Descubridores -ya digo: no había un alma-, camino del
banco, de pronto me encuentro de frente con tres personajes que no parecían reales. Me dije: ‘¿qué ocurre, estamos
en carnavales?’ Pues no. ‘¿Quizás Halloween?’ Tampoco. Los tres extraños personajes venían hacia mí. El del
centro me era familiar. Claro, yo había leído mucho sobre sus, digamos, cuitas, por no utilizar en este relato
palabras gruesas. Sí, sin duda era Torquemada. Su hábito característico, su amplia tonsura. Y los personajes que le
acompañaban, Lutero a su izquierda y Calvino a su derecha.
-¿Cómo es posible?, pero si Lutero y Calvino no fueron contemporáneos suyos ...
-Eso no importa. El tiempo divino nada
tiene que ver con el humano.
No había nadie en cien metros a la redonda.
Sin duda, me dije, éstos se han escapado de
algún psiquiátrico y pronto aparecerán los
loqueros. Pero el parecido era tan fuerte, que
la tesis del psiquiátrico no se sostenía
mucho.
-Oiga, oiga, no sólo no fueron contemporá-
neos suyos, sino que además se opusieron a
los desmanes de la Iglesia.
-Mire, en el fondo es lo mismo. Supieron
también castigar con contundencia a los
disidentes, como debe ser.
Pensé que quizás alguna televisión estuviese
organizando una broma tan al uso. ‘Pillamos
algún peatón incauto y luego nos reímos un
rato’. Ahora bien, ‘¿con semejante frío,
quién podía tener ganas de estas bromas?’
-De todos modos, no me negará que las
diferencias doctrinales fueron tremendas. Tanto, que aún hoy no parece haber un entendimiento.
-Visto con la distancia de siglos, no es para tanto. Todo se arreglará algún día.
Lutero y Calvino asentían y cantaban gregoriano. Lo hacían bien y sonaba solemne en el silencio de una mañana
fría y oscura en Tres Cantos.
Se me ocurrió que podía ser una maniobra de estas sectas que tratan de engatusarte para que te decidas de una vez
por todas a salvar tu alma pecadora reservándole una parcelita en el paraíso. Torquemada se decidió a hablar con
mayor rotundidad:
-Le quedan a Vd. pocos minutos para salvar su alma o condenarse. La Iglesia le da la oportunidad de decidir incluso
en el último segundo de su vida. A pesar incluso de haber apostatado y de haber inducido a otros a la apostasía.
-¿Cómo sabe Vd. eso? ¿Quién se lo ha contado?
-¿Aún sigue Vd. pensando que no somos quienes somos?
Miré a mi derecha y vi un tablado, sobre el que unos personajes extraños iban apilando leña y más leña. El terror se
apoderó de mí y quise huir, pero Lutero y Calvino me agarraron con fuerza, cada uno de un brazo. Me dije: ‘claro,
ya sé, están montando el espectáculo de la feria y mercado medieval que todos los años hacen en Tres Cantos’.
Sin embargo, no había más gente, seguía sonando la salmodia gregoriana y el fuego iba tomando cuerpo. ‘No es
posible, no es posible, todo esto no es más que un sueño, creo estar despierto, pero sin duda estoy dormido’
Al volver a casa, después de haber sacado dinero del cajero automático, de haber comprado el pan y el
periódico, encontré tres sobres en el buzón: en una de las cartas el arzobispado me instaba a no apostatar
para poder salvar mi alma, en otra la iglesia luterana me invitaba a una lectura atenta de la biblia,
preocupados como estaban por mi relativismo y mi escepticismo peligroso y en la tercera, la más original
sin duda, la iglesia presbiteriana me decía que yo ya estaba predestinado, que no me preocupara, que
disfrutara ahora, porque me iba al infierno de cabeza con toda seguridad. Respiré tranquilo. Me calcé las
pantuflas y seguí con las edificantes lecturas de Fernando Vallejo, uno de mis escritores favoritos.
Andrés Acosta González
Tres Cantos, diciembre 2008
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16. El ultimo cigarrillo
No, no importan nuestros nombres; nacimos en aquel pueblo con nombre de santo a medio camino entre el mar y la
gran ciudad, y con una patrona de corto nombre, cuya ermita estaba situada junto al molino, lugar milagrero y punto
de encuentro de agricultores que, tras la cosecha de cereales, esperaban su turno para moler el trigo. También fue
lugar de encuentro de mujeres, con la idea de lavar la ropa en el pequeño río y tenderla al sol mientras comadreaban
acerca de la vida del maestro, el médico o el boticario, o si la fulanita tenía más vientre del que le correspondía a
una moza soltera.
En primavera, cuando verdeaban los trigos y las cebadas, era punto de algarabía y fiesta, pues se hacía el traslado de
la virgen, a la carrera, desde su ermita hasta el pueblo.
Yo tenía cuatro años, y al inicio del otoño, mientras todos esperaban la sazón de las uvas y miraban al cielo,
rogando, para que no viniera un pedrisco que estropeara la cosecha antes de la vendimia, yo jugaba en la calle con
la arena. Junto a mí también jugueteaba el perro de mi padre, un galgo blanco más listo que el hambre. Entonces, y
a poca distancia, observé un cierto revuelo de mujeres que entraban y salían de una casa cercana que, además, era
una pequeña tienda donde se podía encontrar de casi todo.
Algunos hombres esperaban en la calle
con los pitillos encendidos y, de pronto,
escuché unos sollozos como angustiados.
Asustado, me refugié en las faldas de mi
madre, pero ella me tranquilizó,
indicándome que aquella vecina había
sido madre otra vez, y que pronto
podríamos ver a una bonita niña paseando
por las calles del pueblo.
El tiempo pasó sin más sobresaltos. La
niña fue creciendo y, con el tiempo, se
unió a los juegos de mi hermana pequeña,
y hasta a los de los que teníamos más
edad. Bajábamos al río, cazábamos
pájaros, nos bañábamos en las albercas,
saltábamos la tapia del cementerio y
hacíamos todas esas cosas que, a nuestra
edad, se podían hacer en los pueblos.
Poco a poco tuve que romper con los
juegos. Yo no era un buen estudiante, y
mis padres necesitaban de mi ayuda en la
pensión que regentaban desde hacía varias
generaciones en la plaza del pueblo y cuyo
nombre era “el cronómetro”, el cual tardé
mucho tiempo en saber su significado.
Fuera de los juegos de adolescencia, y dedicado a las labores hoteleras, fui creciendo y fumando cigarrillos. Primero
a escondidas, y más tarde a la vista de mi familia, que tuvo que claudicar sin dejar de hacerme reproches y
asustarme con “eso acabará contigo”.
Un verano, con los trigos recolectados y los fardos de paja amontonados en las eras, la pensión rebosaba de clientes.
Eran las fiestas locales; todos los vecinos estaban en la feria y, gracias a haber contratado a una persona para
ayudar en la pensión, y como quiera que mi padre andaba muy alegre por haber ganado en las apuestas de carreras
de galgos, aproveché para acercarme a la plaza y ver el concurso de la Reina de Honor de las fiestas.
Para mi sorpresa, ella estaba allí, con un vestido precioso confeccionado por su propia madre. Estaba radiante, con
esa sonrisa burlona que tanto me gustaba; con esa gracia al moverse y al bailar y con esas formas tan delicadas y
bonitas que empezaban a despuntar a través de su vestido. Pasó cerca de mí, me miró y me dedicó una sonrisa que
se me quedó grabada para siempre. Corrí tras ella y sus amigas, y junto a la Torre Vieja, le robé un beso en la
16
17. mejilla. Ella quedó perpleja, y entonces era yo quien corría… No paré hasta llegar a mi casa a trompicones, al
mismo ritmo que latía mi corazón.
Desde aquel día soñaba con ella, me hacía el encontradizo, intentaba ayudarla si llevaba alguna carga, y ella siempre
respondía con aquella sonrisa, y que yo nunca supe qué mensaje tenía, pero que a mí me encandilaba. No daba pie
con bola. Todo me salía mal y siempre estaba al acecho para tener la oportunidad de verla, aunque fuese en la
distancia.
Una mañana, el cartero me entregó una notificación para que me presentara en el cuartel de la capital para
incorporarme al servicio militar. Cruzaba en ese momento la plaza, ensimismado en mis pensamientos; alcé la vista
y allí estaba, con toda su familia y cargada de maletas. Me vio, dejó las maletas sobre el suelo y corrió hacia mí;
sonrió y me devolvió el beso furtivo que yo le diera tiempo atrás junto a la Torre Vieja.
No lo podía creer... Se iba, y se iba para siempre. Mientras se alejaba el vehículo que los transportaba me quedé
inmóvil. La carta cayó de mis manos y brotaron lágrimas de mis ojos… Entonces supe que estaba enamorado, y que
el amor se me escapaba de las manos sin tan siquiera haberlo acariciado nunca.
Ya nada fue igual. Me aislé en mi trabajo. No hacía las rondas con mis amigos y mi afición al tabaco fue creciendo
y creciendo. Al regresar de la “mili” conocí a una chica; era bonita y una buena persona que cubría mis soledades, a
quien llegué a amar como se ama a una madre o a un hijo.
Han pasado los años, tengo tres hijos adolescentes, y una esposa que me cuida y me quiere. Mis padres ya no están
y yo me hice cargo de la pensión. Ya no hay movimiento de viajeros como antes. La gente prefiere los hoteles más
modernos y a mí me ha faltado el suficiente entusiasmo para poner al día algo ya trasnochado.
…De nuevo han tenido que llamar al médico, pues la bronquitis crónica me corroe los pulmones. Me ha dicho por
enésima vez que deje el tabaco, pero yo he hecho de él mi confidente, mi amigo.
Cada noche, en invierno, cuando las heladas te cortan la piel y toda la familia y el pueblo entero duermen
plácidamente, yo me asomo a la puerta, enciendo un cigarrillo y expulso el humo lentamente para que me envuelva
la cara y se mezcle con la niebla. Y es entonces cuando adivino su silueta, de espaldas, perdiéndose al fondo de la
plaza y sin volver el rostro. Y sigo allí durante largo tiempo, cigarro tras cigarro, esperando su regreso. Después
caigo extenuado en la cama hasta que la pertinaz tos me devuelve a la realidad.
Hoy noto que las fuerzas me abandonan. Empieza a despuntar la primavera e intento escribir las últimas notas de
esta historia... Salgo a la calle, busco la cajetilla de tabaco en el bolsillo: sólo queda uno. No importa, sé que es el
último. Lo enciendo mirando al suelo; empieza a amanecer, levanto la cabeza y vuelvo a ver su silueta en el fondo
de la plaza, pero en esta ocasión la alegría me embarga: todo resplandece, viene hacia mí, luminosa, con su vestido
radiante de reina de honor; me mira, me sonríe y … TODO SE desvanece.
Rodrigo García-Quismondo Hurtado
18 de mayo de 2007
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18. Félix Alonso Lezcano
Amadís nuevo
de misterioso encanto,
coraza de papel cosida
por un verso.
Íntimo de Machado,
de otro tren igual viajero
por el camino inacabado
del tiempo.
De Tschaikowsky y Mozart amigo
fiel, aventurero
conmovido del ensueño,
enamorado
del amor y la vida,
de la bondad milagro
niño bueno
“siempre buscando
a Dios entre la niebla”
al alma de Pilar prendido
sin remedio, por un beso.
Elena Espiña Cillán
18
19. Un e-mail prodigioso
Esta mañana al conectar mi ordenador, he visto un insistente aviso de correo nuevo. Se trataba de un e-mail plano,
es decir, sólo de lectura, sin opción de responder, reenviar, o de modificar. Con gran interés y curiosidad me apresté
a abrirlo y me puse a leer. No me lo podía creer: era de Félix; sí, de nuestro amigo Félix que hace poco nos ha
dejado. ¡Qué gran emoción sentí! Las manos me temblaban y alguna gota de sudor resbalaba por mi frente y se
mezclaba con mis lágrimas.
No era verdad, no me podía estar pasando esto, seguramente sería una mala pasada que me jugaba mi mente por el
hecho de no haberme acostumbrado todavía a su definitiva ausencia. Tener noticias suyas así, de esta manera,
cuando no lo esperaba de ninguna forma fue para mí un enorme impacto emocional. Con los ojos húmedos y con
gran dificultad continué leyendo: Querido amigo Juan, decía, sé que me echas de menos y que tienes un profundo
pesar, tú y todos los compañeros, porque no puedo estar los jueves en la Tertulia de Encuentros. No os aflijáis ni
sufráis por mí, estoy bien ¡muy bien! y no he dejado de estar con vosotros, aunque no podáis verme ahora, pero los
que como tú me recuerdan, siempre sabrán de mí.
¡¡Era impresionante!! Tenía tantas cosa que contarle, que preguntarle... ¡pero no podía! Él, no obstante, seguía
hablándome y adelantándose a mis preguntas, parecía que me leyera la mente, quizás lo hacía, ¡seguro que lo hacía!
Mira, Juan, aquí se está muy bien y tranquilo, sobre todo tranquilo. Ya no me duelen las rodillas. ¿Te acuerdas los
últimos meses la guerra que me dieron? pues las tengo como cuando tenía 25 años, ¿te lo puedes creer? Ya verás,
ya verás cuando estés aquí, adiós catarros y todas las enfermedades que te martirizan constantemente en ese mundo
cruel, ese valle de lágrimas. Te sientes liberado, es como si te hubieran hecho todos los trasplantes que necesitas de
una sola vez y sin miedo a ningún rechazo. Se esfuman todos los problemas de golpe, así con un chasquido de
dedos, no te lo puedes ni imaginar, Juan. Vivimos en unas estancias llamadas radojas: son brillantes y muy
luminosas, totalmente transparentes, elegidas por cada uno según las necesidades y aptitudes de cada momento. No
necesitas nada y cuando lo necesitas, lo tienes con solo pensarlo. Hay siete soles, por lo que siempre es de día y
vemos todo con enorme claridad. En nuestras estancias no hay puertas ni ventanas, todo el mundo puede salir y
entrar de ellas con sólo pedir permiso. No existen necesidades fisiológicas, por eso somos siempre y en todo
momento visibles desde cualquier ángulo. Los árboles, las plantas, y los animales son del color y el tamaño que tú
te los imagines. ¡Es una maravilla, Juan! Lo único que quizás eche un poco de menos, es el sabor de la manzana y el
riesgo de poder equivocarme, por lo demás, esto es maravilloso ¡esto es la gloria! Un abrazo, Juan.
¡Ha sido increíblemente maravilloso!
Como no le podía contestar, sólo con el pensamiento y con todo mi afecto le envié el recuerdo de una canción
popular que dice: Algo se muere en el alma cuando un amigo se va. A ver si le llega.
Un abrazo querido amigo
Juan de Madrid
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20. Elegía en prosa.
En recuerdo de Félix Alonso Lezcano.
Me parece que al salir de casa te voy a ver aparecer, con ese bamboleo tuyo tan característico
después de ponerte rodillas nuevas, con esa sonrisa abierta y redonda, con esa mano tendida de maño
sincero sobre raíles.
¡Qué serenidad la tuya ante lo inevitable! Nos has dejado el listón muy alto, tan arriba, tan arriba,
que sólo tu recuerdo es lo que nos hará fuertes. Muchas han sido las lecciones aprendidas a tu lado: altura
de miras, generosidad, paciencia ... y sobre todo bonhomía, algo que ni es ni ha sido nunca muy
abundante.
La tristeza lo invade todo cuando se van personas como tú. Nos has dejado chafados. Utilizo esta
expresión, porque tú la empleabas con frecuencia. Sí, sí, bien chafados nos hemos quedado, con la boca
abierta de rabia contenida. Y por qué no decirlo, jodidos, y bien jodidos ahora sin poder tenerte los jueves
en nuestras charlas y tertulias.
Al salir de casa voy a estar huérfano de tu presencia, de tus conversaciones estimulantes y de tu
contagioso amor a la vida. También de tus proyectos y tus esperanzas en nuestro Grupo Literario
Encuentros, donde siempre nos animabas a todos, donde escuchabas atento y decías humildemente que
aprendías cuando en realidad lo sabías todo. Quedaremos huérfanos también de tu amor a la buena poesía
y a la buena música. Sabías hermanarlas y dárnoslas a sorbos llenos de sabor infinito al néctar más hondo.
Compañero, sólo me queda atrapar en el aire las esencias que has dejado volando. Querido amigo
Félix, nos hemos quedado vacíos y mudos. Pero despertaremos, porque ese era tu deseo.
Andrés Acosta González
Tres Cantos, diciembre 2008
Oficios 16 5º derecha
(A Félix por su regreso)
A tu ventana la vida Para tejer las calles
se asoma y disfruta, de respuestas clandestinas,
como los niños nuevos donde los hombres sueñan
de azúcar recién llegados. que buscan la belleza.
Te ve salir a contratiempo, Te vas haciendo en silencios
con el paso largo y Mozart con espacios en blanco como lienzo,
detrás de cada esquina. Cyan , Añil,
Te vas haciendo en silencios la mar turquesa,
y corcheas abiertas a la sombra, Azul sin luz,
un Sol bemol , y un NO de sol Mediterráneo;
un Re mayor, quizás, tal vez mañana
un Si que es NO al Réquiem si es que hay tiempo.
y que vuelva mañana, Y la vida regresa
si es que hay tiempo. porque hay mucho pendiente;
Y la vida regresa queda todo el camino
porque hay mucho pendiente; de tu sueño reciente.
hay palabras marchitas En la orilla de besos
dormitando en tu frente, crece la Malva loca,
unos versos se suben con mariposas de humo
al tren cuando no toca, que tu paso provoca.
León Felipe se quiebra
y florece en tu boca.
A tu ventana la vida
se asoma y despierta,
para seguir haciendo XL Ferreiro
de preguntas el día. 19.08.08
20
21. Por Félix Alonso Lezcano y para él el mejor de los recuerdos, por su gran amistad y
buen compañero del Grupo Literario Encuentros.
Yo, ya sé que no está aquí, Félix, callado, pensativo,
que se marchó silencioso, con sus papeles por delante,
porque él lo quería así, dispuesto en cualquier instante
callado: Félix Alonso. a leer, decir algo positivo.
Llevadlo al alto Guadarrama, Derramaba la vista, con respeto,
como al Maestro recordado. como saludo serio y cariñoso
D. Francisco Giner de los Ríos, desde su sitio, cabizbajo y quieto,
como dijera Machado; era su norma, mirando silencioso.
allí, donde el viento brama,
donde duerme el frío, Tu forma, talante y tu figura
donde canta el agua; quedará como el perfil que se hizo a otros;
al socaire de la sierra tu encanto lo fue todo en la cultura,
y bajo arboleda casta, tu retrato ya queda entre nosotros.
su cuerpo sobre la tierra,
descanse eterna su alma. A Félix le gustaba mi poesía
y sé que la guardaba con cuidado,
No se fue, está en “Encuentros” aunque no fuera buena, era la mía,
leyendo lo que él quería, en un lugar conocido, reservado.
escritos que bien elegía:
literatura, poemas, cuentos. Los regalos que tú me has dejado
se deterioran, se rompen o se pierden;
Sus poetas preferidos pero me dejaste el mejor legado,
fueron y serán: Machado, las profundas huellas de amistad, que son perennes.
León Felipe y Miguel Hernández,
Alberti y García Lorca, Y si acaso, por ventura,
Siempre los más recordados. ves a esos poetas preferidos tuyos y míos,
diles, que vengan contigo cargados de literatura
Se vino conmigo a “Encuentros” a nuestra tertulia, que hay sitiales vacíos.
y se quedó permanente;
disfrutaba los momentos
y aprendía de nuestra gente. Espérame, con un fuerte abrazo,
Juan Bautista Vega Cabello
Tres Cantos, enero 2009
Para Félix
El día es muy triste, nadie dirá nada,
pero todos pensarán que Félix
Alonso, tierno y cariñoso, ha
empezado el viaje más hermoso.
¿Y qué es morir?
Dejamos las pasiones. Luego, el
vivir es una larga muerte. Luego, el
morir es una dulce vida.
La muerte hay que recordarla.
A todos nos llega.
Elena Pérez Moronta
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22. Nacer contigo
(Para Félix Alonso, in memoriam)
Félix, hermano, de tu estar entre nosotros;
quiero un día nacer contigo Félix, hermano,
en la casa de luz que ya habitas; hoy presiento el vocablo de tu voz,
dame tu mano la palabra serena de tu boca,
desde la caverna térrea la cadencia sublime de tu paso,
que hoy oculta tu rostro, y yo, poeta maldito y abortivo
desde el silencio ermitaño desde mi boca de sombras
en que anidas, me empeño en eternizarte
desde la avariciosa tiniebla en la morada de mis versos,
que te ha encadenado; aunque hoy tirito de fríos
Félix, hermano, por tu ausencia;
vuelve a la palabra y la tertulia, Félix, hermano,
a los jueves preñados de poesía, un día, tú y yo,
a las encrucijadas de los verbos, naceremos juntos en el planeta
al surco del arado de las letras, de luz que hoy ocupas.
a la luz y al recuerdo
Quiterio.
Palabras para Félix
Desde que tú te has ido. Han querido sumarse tus poetas
Se ha puesto triste el Grupo Encuentros. al merecido homenaje
a un ferviente amante de la poesía.
Desde que tú te has ido,
se ha puesto triste el universo entero, Desde confines distintos han venido Ángela,
que deambula sonámbulo Pepe Hierro, Federico, Miguel, César.
por el océano del tiempo. Y, por supuesto, tu admirado don Antonio.
Han decidido componerte un hondo poema
Desde que tú te has ido. conciso, pero con mucha intensidad:
los caracoles van deprisa “La tempestad se pasa, tu calma nunca morirá.”
y hasta los libros huyen de las estanterías.
Feliz tú, que habiendo dado tanto amor,
Pero la música, tu amada música y habiendo sido tan hospitalario,
se ha apresurado a rescatarnos. recoges ahora la cosecha que has sembrado.
Por ti se ha dado una conspiración extraordinaria:
un gorrión, una alondra, un petirrojo, En la casa de mi corazón,
se han juntado con Schubert, Verdi y Mozart tú ocupas un lugar muy íntimo y cercano,
y entre los seis han firmado una asombrosa miniatura, donde podemos hablar tranquilamente
que interpretan al piano, al violín y al violonchelo, o apreciar la belleza del silencio.
apasionadamente, tus tres nietos,
para delicia inagotable del abuelo.
José Miguel González Alonso
31/12/2008
22
23. El último regalo
El día 23 de diciembre, dos antes de su adiós, Félix Alonso me regaló en “Los Camilos” unos papeles que
conservo como “oro en paño”. Se encontraba ya bastante mal, aunque ese día tenía ganas de hablar, expresar sus ideas,
manifestar sus sentimientos. Hablaba con mucha dificultad.
Son 6 páginas las que me dio. Contienen reflexiones y poemas de dos poetas que le habían sorprendido, agradado,
aunque también inquietado. Los había sacado de los libros Toda la belleza del mundo, de Jaroslav Seifert, poeta checo
Premio Nóbel, y El mendigo de la belleza, de Attila József, poeta húngaro considerado en su país una cumbre de la
literatura nacional.
Andrés Acosta González
De Jaroslav Seifert, Toda la belleza del mundo:
• Los santos tallados en madera consiguieron en el mundo más que los vivos.
• Las nubes pasan flotando sin que se las oiga.
• Pero volvamos a los recuerdos a los que uno está condenado. Porque la vida sin ellos estaría vacía y desolada.
• Poesías que conmueven como un beso soñado e inesperado. Que abrasen como la picadura de una abeja. Que
permanezcan en la mente causando embeleso, tristeza, asombro o alegría. Un poeta debe proponerse que el lector no
pueda liberarse de sus versos. Que no pueda olvidarlos, que le acompañen por lo menos una parte de su vida.
• Una vez, en uno de los policlínicos me prescribieron la ionoforesis. Estuve esperando con otros enfermos a que me
llamaran. Cuando llegó mi turno y oí mi nombre, la enfermera me puso la compresa de calcio. Luego me miró con fijeza
y me preguntó de sopetón:
“¿Le gustan las poesías?”
“Sí”, respondí sorprendido, “¿por qué me lo pregunta?”
“Pues porque se llama usted igual que Jaroslav Seifert …”
De Attila József, El mendigo de la belleza:
• Corazón puro.-
No tengo ni padre ni madre,
no tengo ni patria ni Dios,
no tengo ni cuna ni sudario,
no tengo ni sombra de amor.
• Dios es largo.-
Dios es largo, Dios es largo
pero muy corto el tocino.
• Mi madre.-
Tomó en sus manos el tazón
un domingo al atardecer,
sonrió en silencio
y se sentó un rato en la penumbra.
En una olla pequeña trajo a casa
la ración que le dieron los señores.
• Epitafio de un labriego español.-
Franco, el general, me enroló, feroz soldado, en sus filas.
Temí ser fusilado. No era posible huir.
Temí: luché con él contra la libertad, contra el derecho
Tras los muros de Irún. Y así también me halló la muerte.
• Grito.-
… Entre mis ideas, como un mono
entre las rejas,
salto y hago muecas
porque ya no creo en nada …
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24. El día que me muera
El día que me muera,
no quiero el llanto al uso,
ni las flores cortadas al efecto
ni los cirios de lento gotear en los sufragios.
No quiero el luto inútil de las ropas,
ni las miradas tristes, ni el silencio,
ni el ramo de laurel correspondiente.
No quiero que la vida se detenga
cual si algo extraño hubiera sucedido
y el mundo ya no fuera como antes.
El día que me muera,
quiero que todo viva y continúe,
que broten flores en los mismos sitios,
que corra el agua por la misma acequia,
que los amantes trencen sus abrazos,
que nazca un niño en el portal de enfrente,
que mi vecino vaya a la oficina,
que los obreros entren en la fábrica,
que salgan a la mar los pescadores,
que las mujeres vuelvan de la compra
con un ramo de acelgas en los brazos,
que el labrador entierre la semilla
cuando amanezca el sol
y el estudiante cierre los libros
cuando el sol se ponga,
que se oigan las sirenas de los buques,
los golpes del martillo, los motores,
las voces de los niños en el patio,
los ruidos de la calle, los jilgueros,
y quiero que, a la hora de costumbre,
los míos se reúnan en la mesa,
partan el pan y cambien la sonrisa,
que mis amigos beban unos chatos
y escriban un poema por la noche.
Ángela Figuera Aymerich
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