1. Queridos bisabuelos:
No os he conocido, pero he intentado conoceros a través de vuestros hijos
María y Fernando, mi abuelo. Preguntándoles, intentando extraer anécdotas
de vuestras vidas, rasgos de vuestros caracteres, también de vuestros
rostros, he conseguido hacerme un esbozo de lo que erais. ¡Qué diferentes
vuestras vidas y la mía! ¡Qué de cosas que afortunadamente yo no he
sufrido! La pobreza de las humildes familias en las que nacisteis, la pérdida
prematura de un padre o una hija, una guerra, vuestros hijos en el campo de
concentración y en el exilio… ¿Habéis sido felices, a pesar de todo?
Pregunta que siempre quedará sin respuesta.
Una de las alegrías de preparar esta reunión fue descubrir vuestra foto de
bodas, después de creer durante años que la única ventana a vuestros
rostros serían unas pequeñas fotos perdidas en los cajones de casa de mis
abuelos, donde estabais ya ancianos, cansados de todo, encorvados del peso
de la vida, con vuestro nieto Fernando, de Mariana, y vuestro primer
bisnieto bebé, Paco. Siempre recordaré la alegría de encontraros de nuevo
jóvenes en aquella foto, tan antigua y tan recién nacida en nuestras manos,
buscando en vuestros rasgos alguna cosa familiar.
Querida “tita” Mariana:
Mis primeros recuerdos de ti están en la Calle Montiel, en la residencia de
ancianos. Fuimos mis padres, mi hermana y yo a visitaros, al tito Guillermo y
a ti. Tú nos enseñabas toda orgullosa sus comodidades, incluso insistiendo en
probar el ascensor, donde nos quedamos todos encerrados.
Después, cuando empecé el árbol genealógico, vivías en Madrid con tus hijos.
Te escribí una carta preguntándote por tu larga descendencia. Le hiciste
incluso a tu nieta Celia pasarme tu contestación a ordenador para que la
comprendiera mejor. Era la primera carta de todas las que aún conservo en
una caja de zapatos.
Nuestro último encuentro fue en tus funerales. En aquella ocasión
comenzamos a tramar una reunión familiar. Eras una de las cuatro titas que
perdimos en 2008. Pero no todo era triste. Tus nietos Paco y Celia estaban
allí, contactos tan necesarios para encontrarnos reunidos todos hoy.
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2. Querida Pepa:
Eres la más desconocida de todos. Tus hermanos Juan, Fernando y Alfonso
no han podido conocerte y tu hermana María era demasiado pequeña para
acordarse de ti. Siempre me he preguntado acerca de las personas que
mueren en su infancia. ¿En qué se habrían convertido? ¿Habrían sido bellas?
¿Quién las habría querido? Tu recuerdo se ha desvanecido para nosotros en
el presente, como tu rostro (ninguna foto), como el mechón de cabello que
tu madre guardó durante su vida. Pero has existido y es por eso que yo te
rindo el homenaje de estas pequeñas palabras. Siempre permanecerás en
nuestro corazón como la niña que nunca pudo crecer.
Querido “tito” José:
Eras un héroe de novela, has vivido la guerra y el exilio, la separación de tus
seres queridos, la adaptación a un nuevo país y a una nueva lengua. Tampoco
te he conocido, pero has debido ser alguien especial a juzgar por el amor
que te profesaba tita Paula, a quien pude escribir y afortunadamente
conocer el año antes de su muerte. La canción que os presenta a ambos no
fue escogida al azar. Tita Paula contaba dolorosamente los años, los meses y
los días que vivía sin ti. Y como la mujer de la que Cabrel se enamora “ha
debido de hacer todas las guerras […] de la vida y del amor” y finalmente
“ha construido puentes entre vosotros y el cielo” y ella los ha atravesado
para estar juntos los dos de nuevo.
Querida “tita” María:
Eres quizá la más dulce de los Sánchez Cortés. Tienes la vista débil pero la
memoria fuerte. He pasado muy buenos momentos a tu lado, buscando viejas
historias familiares. Me he sentido un poco tu nieta también, hablando de
todas esas cosas y situaciones de otro tiempo. Cuando sea anciana quiero
ser tan sabia como tú, saber todo aquello que me habrá ocurrido y lo que le
ocurrió a quienes me precedieron. Ése será tu legado. No he podido escoger
mejor maestra.
Querido “tito” Juan:
Eres uno de los hermanos más próximos a mi abuelo. Por edad, eres su
hermano inmediatamente mayor. Has debido jugar con él y con Alfonso de
2
3. niños, después te convertiste en su compañero de trabajo e incluso fuiste su
padrino de bodas, llevando a mi abuela hasta el altar de la iglesia. La guerra
y sus consecuencias te afectaron también. Espero que la vida te haya
compensado después por todo eso. Hoy puedes ver a tus tres hijas, tus
nietos y tu bisnieto, el primero de tu rama, todos reunidos en torno a ti.
Queridos abuelitos:
Querría escribiros hoy las palabras más bellas, porque las merecéis. Y la
primera cosa que quiero deciros es “gracias”. Gracias por estar aún con
nosotros, es todavía tan pronto en mi corazón… Es cierto, no sois ya lo que
erais, es verdad que no veis ni oís tan bien, es verdad que camináis más
despacio. Pero creo que aún hay algo de esos hermosos muchachos que nos
miran jóvenes desde sus fotos en el mueble del pasillo. Es verdad que os
queréis aún, a pesar de vuestras pequeñas disputas, buscando con la mirada
el apoyo de vuestro visitante. Pero yo sé que todo eso es “de mentirijilla”,
casi una broma. Si no, ¿cómo explicar esos besos, esas lágrimas cuando os
reencontrasteis después de 24 horas de separación? Es que os habéis
convertido ya en una sola alma y un solo espíritu, pero dividido en dos
cuerpos. Abuelito, abuelita, os queremos. Y somos demasiado tímidos para
decirlo así, en voz baja, en vuestro oído, o tal vez es que vosotros os
merecéis que lo digamos alto y claro delante del mundo. Considerad lo que
hemos hecho un pequeño regalo de todo lo que significáis para nosotros, que
siempre estaréis con nosotros, que guardaré tus palabras, habladas y
escritas, abuelito querido.
Querido “tito” Alfonso:
De nuevo otro tito al que jamás pude hablar. Pero sé que eras importante,
muy importante para mi abuelo, quizá su compañero de juegos preferido (al
fin y al cabo no tenéis más que tres años de diferencia). Sé que estabais
unidos. Hay muchas cosas que lo prueban: las fotos juntos con tita Dora y mi
abuela y los veranos que pasó mi padre en vuestra casa de Madrid, sobrino
del que fuisteis sus padrinos de bautismo.
El año pasado, un día como hoy, la tita Dora, tu mujer, nos dejó. Quiero
deciros hoy que nos acordamos de ella, que pertenece también a esta familia
3
4. y que son precisamente las titas Mariana, Dora, Pepita y Paula quienes nos
han convocado a esta reunión familiar.
Os agradezco a todos vuestra presencia, a veces difícil por el trabajo, las
obligaciones, la distancia, la lengua, los recuerdos emotivos, y os saludo
también de parte de Nona y Agustín, que querrían haber venido y que, de
alguna manera, lo han hecho.
Úbeda, 15 de Agosto de 2009.
Margarita Sánchez Latorre
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