proyecto de mayo inicial 5 añitos aprender es bueno para tu niño
Cuentos
1. Autor:
Lewis Carroll
Edades:
A partir de 8 años
Valores:
ingenio
Una tarde calurosa de verano estaba Alicia en el
río junto a su hermana. Trataba de matar el
aburrimiento como podía cuando de repente
pasó por allí un conejo que llevaba puesto un
chaleco.
- ¡Voy a llegar tarde! - decía el animal mirando
su reloj
Alicia lo siguió hasta una madriguera, entró tras
él y cayó por un largo pozo hasta que de repente
apareció en una sala que tenía muchas puertas, y en el centro mesita de
vidrio que contenía una llave dorada. Probó a abrir con ella todas las
puertas hasta que encontró la que abría. Al otro lado había un jardín
precioso pero la puerta era demasiado pequeña para ella. Miró hacia la
mesa y vio una botellita con una etiqueta que decía: “bébeme”.
Bebió un poco que se hizo tan pequeña que pudo pasar por la puerta hasta
el jardín. Pero entonces se dio cuenta de que se había dejado la llave
encima de la mesa y ahora no llegaba hasta ella. Hasta que descubrió que
debajo de la mesa había una cajita con un pastel en el la que ponía
“Cómeme”. Alicia hizo caso y empezó a crecer y crecer hasta que llegó
casi a los tres metros de altura y se golpeó con el techo de la habitación
en la cabeza. Pero claro, ahora no podía volver al jardín y eso hizo que se
pusiera a llorar.
Al cabo de un rato apareció por allí el conejo blanco con un par de guantes
blancos en una mano y un gran abanico en la otra.
- ¡La duquesa se enfadará si la hago esperar! - decía
- ¡Señor conejo! Espere un momento por favor - gritó Alicia
Pero el conejo salió corriendo a toda velocidad. Tanto, que se le cayeron
los guantes blancos y el abanico. Como hacía mucho calor en aquel lugar,
Alicia cogió el abanico del conejo y comenzó a abanicarse con él. Como se
dio cuenta de que volvía a hacerse pequeña otra vez, lo soltó rápidamente
antes de que fuese demasiado tarde.
Intentó de nuevo coger la llave de la mesa, resbaló y de repente apareció
metida en agua salada hasta la barbilla. Pero no era agua salada. ¡Era el
estanque de lágrimas que había producido antes al echarse a llorar!
2. Pronto el estanque se llenó de toda clase de animales: un dodo, un ratón,
pájaros, un pato… todos empezaron a nadar juntos y lograron llegar hasta
la orilla del estanque. Como todos estaban muy mojados y querían
secarse, el dodo propuso un divertido juego: todos correrían en círculo a
su antojo y se detendrían en el momento en que quisieran. Alicia pensó
que era un juego un poco extraño, pero como todos ganaron le pareció
divertido.
Entonces pasó por allí de nuevo el conejo. Estaba muy nervioso y miraba
a todos lados buscando algo.
- ¡Tengo que encontrarlos! Tengo que encontrarlos como sea o sino la
duquesa…
Alicia, que oyó al conejo, supo enseguida que lo que andaba buscando
eran sus guantes blancos y su abanico.
- ¡Mary Ann ve a casa ahora mismo y tráeme un par de guantes y un
abanico!
Alicia pensó que le estaba confundiendo con su doncella, pero como quería
ayudarle le obedeció.
En la casa encontró una mesa sobre la que había un abanico y dos o tres
pares de diminutos guantes blancos. Al lado una botellita de cristal sin
etiqueta alguna. Decidió probarla y de repente, creció tanto que quedó
encajada dentro de la casa y ya no pudo salir.
El conejo y otros animales trataron de sacarla y hasta pensaron en quemar
la casa y finalmente sucedió que cayó una granizada de piedrecillas. Por
supuesto, no eran piedras comunes y Alicia se dio cuenta de que se
convertían en pastas de té cuando caían al suelo. Comió una y…. ¿qué
creéis que pasó? Que Alicia volvió a hacerse pequeña y salió corriendo de
la casa.
Se adentró por el bosque y decidió que primero debía hacer era recuperar
su tamaño, y lo segundo, regresar al precioso jardín.
Al cabo de un rato se encontró con una oruga que desde lo alto de una
seta, fumaba en un narguile.
- ¿Quién eres? - preguntó la oruga
- Creo que ya no lo sé. He cambiado tantas veces de tamaño que me
siento un poco confundida - dijo Alicia
¿De qué tamaño quieres ser?
- Me gustaría ser un poco más grande...
- Un lado de te hará más grande y el otro más pequeña - contestó la oruga
mientras se bajaba de la seta y se alejaba entre la hierba
Alicia permaneció unos instantes tratando de entender lo que había dicho
3. la oruga hasta que por fin lo consiguió. Arrancó un pedazo del lado
derecho de la seta y lo mordió. Se hizo tan pequeña que su barbilla se
golpeaba con los pies, así que mordió un trozo del lado izquierdo de la
seta. Pero su cuello empezó a crecer tanto que sus manos no le llegaban
a la cabeza y un pájaro la confundió con una serpiente. Volvió a comer de
uno y otro lado hasta consiguió recuperar su tamaño habitual.
Llegó a un claro en el bosque en el que había una casa de un metro de
altura. Comió otro pedazo de la seta para hacerse más pequeña y entró
dentro. En la cocina de la casa había una cocinera que estaba preparando
una sopa que olía muchísimo a pimienta, junto a ella había un gato que
no paraba de sonreír y en el centro estaba la duquesa sentada en un
taburete arrullando a un bebé. Sin duda, era un lugar muy curioso.
- Disculpe, ¿podría decirme por qué el gato sonríe de oreja a oreja? -
preguntó Alicia
- Porque es un gato de Cheshire - dijo la duquesa - Por cierto, tengo que
irme a jugar al croquet con la reina. Toma, puedes arrullarlo tú si quieres
- dijo la duquesa lanzándole el bebé a Alicia.
Alicia se adentró de nuevo en el bosque con el bebé, que por otro lado,
no se parecía en nada a un niño. Cuando lo apoyó en el suelo éste se
convirtió en cerdo y se marchó trotando felizmente.
Alicia empezaba a estar realmente perdida cuando se encontró con el gato
de Cheshire.
- Gatito de Cheshire, ¿podrías decirme qué dirección debo tomar?
- Depende de dónde quieras ir… Si continúas por allí te encontrarás con el
Sombrerero y si lo haces por allí con la Liebre de marzo. Pero no importa,
porque los dos están igual de locos.
Alicia decidió visitar a la Liebre de marzo, ya que ya había conocido antes
a otros sombrereros.
En el jardín de la casa de la Liebre estaban ella y el Sombrerero tomando
el té. Alicia decidió sentarse junto a ellos, aunque parece que eso no les
gustó demasiado.
- ¿En qué se parece un cuervo a un escritorio? - preguntó el Sombrerero
a Alicia abriendo mucho los ojos
Tras unos instantes pensando, Alicia acabó contestando:
- Me rindo, no lo sé
- Yo tampoco. No tengo la más remota idea - dijo el Sombrerero - Por
cierto, son las seis. Aquí son siempre las seis. Así que es la hora del té.
Alicia no entendía muy bien las cosas de las que hablaban la Liebre y el
Sombrerero así que decidió marcharse.
4. Volvió a adentrarse en el bosque cuando se encontró con un árbol con una
puerta. Entró y volvió a lla sala con la mesa de cristal. Pero esta vez Alicia
lo consiguió: cogió la llave dorada y abrió la puerta que daba al jardín,
mordió un trozo de seta hasta que midió unos 30 centímetros de altura y
se adentró por el pasillo hasta llegar al hermoso jardín.
En ese momento, sonó un gran ruido y comenzaron a llegar soldados,
cortesanos e infantes, todos ellos vestidos como la baraja de cartas. Al
final de todo este séquito apareció el conejo blanco y el Rey y la Reina de
corazones.
- ¿Quién es esta? - preguntó la Reina señalando a Alicia
- Soy Alicia, su majestad.
- ¿Sabéis jugar al croquet?
- Sí - contestó Alicia
- ¡Entonces, ven!
L a pequeña no había visto
nunca jugar al croquet de esa manera. El campo estaba lleno de agujeros;
las bolas eran erizos; los mazos, flamencos; y los soldados permanecían
doblados formando los aros. Además todos jugaban a la vez discutiendo
todo el rato y cada vez que la Reina se enfadaba gritaba “¡Que le corten
la cabeza!”
Cuando ya no quedaron jugadores, porque todos habían sido condenados
a muerte por la reina, se acabó la partida de croquet.
Alicia continuó sus aventuras en el País de las Maravillas, conoció a la
Falsa Tortuga y también al Grifo, un animal fantástico mitad águila, mitad
león.
Hasta que un día el país entero se paralizó porque empezó el juicio.
5. El conejo blanco hizo sonar tres veces la trompeta y expuso en voz alta:
- La Reina de Corazones preparó unas tartaletas en un día de verano y la
Jota de Corazones le robó las tartaletas y se las llevó a otro lado.
Se armó un gran revuelo en la sala y empezaron a declarar los testigos.
El primero en hacerlo fue el Sombrerero, tras él lo hizo la cocinera de la
Duquesa y cuál fue la sorpresa de la pequeña Alicia cuando escuchó su
nombre como próximo testigo que debía declarar. Al levantarse había
crecido tanto que volcó un banco de la sala, y con él, todos los animales
que estaban en él sentados.
La muchacha dijo no saber nada del asunto de las tartaletas. El juicio
continuó y cuando el acusado de robar las tartaletas, la Jota, estaba a
punto de ser condenado Alicia intervino en su ayuda.
- ¡¡Que le corten la cabeza!! - gritó la Reina con todas sus fuerzas
señalando a Alicia
Entonces toda la baraja se elevó por el aire y cayó sobre Alicia
asustándola.
- ¡Alicia, despierta! Llevas durmiendo un buen rato - dijo su hermana
- ¿Eh? Ah sí… Si supieras todas las cosas que he soñado…
Y la pequeña comenzó a contar a su hermana tal y como las recordaba
todas aquellas extrañas historias que había vivido en el País de las
maravillas.
Al cabo de un rato Alicia se levantó y salió corriendo y su hermana se
quedó dormida pensando en la pequeña Alicia y en sus aventuras hasta
que ella también empezó a soñar. En su sueño vio al Conejo Blanco, al
Ratón cruzando el estanque, a la Liebre de marzo tomando el té, y la Reina
de Corazones condenando a muerte a sus invitados...
Tras esto pensó en su hermana. En cómo en un tiempo se haría mayor
pero pese a eso seguro que contaría historias maravillosas a otros niños
recordando con ellas sus felices días de infancia.
6. Autor:
Anónimo
Edades:
A partir de 6 años
Valores:
ingenio, esfuerzo, trabajo, inteligencia
Había una vez tres hermanos cerditos que
vivían en el bosque. Como el malvado lobo
siempre los estaba persiguiendo para
comérselos dijo un día el mayor:
- Tenemos que hacer una casa para protegernos
de lobo. Así podremos escondernos dentro de
ella cada vez que el lobo aparezca por aquí.
A los otros dos les pareció muy buena idea, pero
no se ponían de acuerdo respecto a qué material utilizar. Al final, y para
no discutir, decidieron que cada uno la hiciera de lo que quisiese.
El más pequeño optó por utilizar paja, para no tardar mucho y poder irse
a jugar después.
El mediano prefirió construirla de madera, que era más resistente que la
paja y tampoco le llevaría mucho tiempo hacerla. Pero el mayor pensó
que aunque tardara más que sus hermanos, lo mejor era hacer una casa
resistente y fuerte con ladrillos.
- Además así podré hacer una chimenea con la que calentarme en
invierno, pensó el cerdito.
Cuando los tres acabaron sus casas se metieron cada uno en la suya y
entonces apareció por ahí el malvado lobo. Se dirigió a la de paja y llamó
a la puerta:
- Anda cerdito se bueno y déjame entrar...
- ¡No! ¡Eso ni pensarlo!
- ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré!
Y el lobo empezó a soplar y a estornudar, la débil casa acabó viniéndose
abajo. Pero el cerdito echó a correr y se refugió en la casa de su hermano
mediano, que estaba hecha de madera.
- Anda cerditos sed buenos y dejarme entrar...
- ¡No! ¡Eso ni pensarlo!, dijeron los dos
7. - ¡Pues soplaré y soplaré y la casita derribaré!
El lobo empezó a soplar y a estornudar y aunque esta vez tuvo que hacer
más esfuerzos para derribar la casa, al final la madera acabó cediendo y
los cerditos salieron corriendo en dirección hacia la casa de su hermano
mayor.
El lobo estaba cada vez más hambriento así que sopló y sopló con todas
sus fuerzas, pero esta vez no tenía nada que hacer porque la casa no se
movía ni siquiera un poco. Dentro los cerditos celebraban la resistencia de
la casa de su hermano y cantaban alegres por haberse librado del lobo:
- ¿Quien teme al lobo feroz?
¡No, no, no!
Fuera el lobo continuaba soplando en vano, cada vez más enfadado. Hasta
que decidió parar para descansar y entonces reparó en que la casa tenía
una chimenea.
- ¡Ja! ¡Pensaban que de mí iban a librarse! ¡Subiré por la chimenea y me
los comeré a los tres!
Pero los cerditos le oyeron, y para darle su merecido llenaron la chimenea
de leña y pusieron al fuego un gran caldero con agua.
Así cuando el lobo cayó por la chimenea el agua estaba hirviendo y se
pegó tal quemazo que salió gritando de la casa y no volvió a comer
cerditos en una larga temporada.
8. Autor:
Charles Perrault
Edades:
A partir de 4 años
Valores:
ingenio, constancia, valentía, generosidad
Había una vez un molinero pobre que cuando
murió sólo pudo dejar a sus hijos por herencia
el molino, un asno y un gato. En el reparto el
molino fue para el mayor, el asno para el
segundo y el gato para el más pequeño. Éste
último se lamentó de su suerte en cuanto supo
cuál era su parte.
- ¿Y ahora qué haré? Mis hermanos trabajarán
juntos y harán fortuna, pero yo sólo tengo un
pobre gato.
El gato, que no andaba muy lejos, le contestó:
- No os preocupéis mi señor, estoy seguro de que os seré más valioso de
lo que pensáis.
- ¿Ah sí? ¿Cómo?, dijo el amo incrédulo
- Dadme un par de botas y un saco y os lo demostraré.
El amo no acababa de creer del todo en sus palabras, pero como sabía
que era un gato astuto le dio lo que pedía.
El gato fue al monte, llenó el saco de salvado y de trampas y se hizo el
muerto junto a él. Inmediatamente cayó un conejo en el saco y el gato
puso rumbo hacia el palacio del Rey.
- Buenos días majestad, os traigo en nombre de mi amo el marqués de
Carabás - pues éste fue el nombre que primero se le ocurrió - este conejo.
- Muchas gracias gato, dadle las gracias también al señor Marqués de mi
parte.
Al día siguiente el gato cazó dos perdices y de nuevo fue a ofrecérselas al
Rey, quien le dio una propina en agradecimiento.
Los días fueron pasando y el gato continuó durante meses llevando lo que
cazaba al Rey de parte del Marqués de Carabás.
Un día se enteró de que el monarca iba a salir al río junto con su hija la
9. princesa y le dijo a su amo:
- Haced lo que os digo amo. Acudid al río y bañaos en el lugar que os diga.
Yo me encargaré del resto.
El amo le hizo caso y cuando pasó junto al río la carroza del Rey, el gato
comenzó a gritar diciendo que el marqués se ahogaba. Al verlo, el Rey
ordenó a sus guardias que lo salvaran y el gato aprovechó para contarle
al Rey que unos forajidos habían robado la ropa del marqués mientras se
bañaba. El Rey, en agradecimiento por los regalos que había recibido de
su parte mandó rápidamente que le llevaran su traje más hermoso. Con
él puesto, el marqués resultaba especialmente hermoso y la princesa no
tardó en darse cuenta de ello. De modo que el Rey lo invitó a subir a su
carroza para dar un paseo.
El gato se colocó por delante de ellos y en cuanto vio a un par de
campesinos segando corrió hacia ellos.
- Buenas gentes que segáis, si no decís al Rey que el prado que estáis
segando pertenece al señor Marqués de Carabás, os harán picadillo como
carne de pastel.
Los campesinos hicieron caso y cuando el Rey pasó junto a ellos y les
preguntó de quién era aquél prado, contestaron que del Marqués de
Carabás.
Siguieron camino adelante y se cruzaron con otro par de campesinos a los
que se acercó el gato.
- Buenas gentes que segáis, si no decís al Rey que todos estos trigales
pertenecen al señor Marqués de Carabás, os harán picadillo como carne
de pastel.
Y en cuanto el Rey preguntó a los segadores, respondieron sin dudar que
aquellos campos también eran del marqués.
10. C ontinuaron su paseo y se
encontraron con un majestuoso castillo. El gato sabía que su dueño era
un ogro así que fue a hablar con el.
- He oído que tenéis el don de convertiros en cualquier animal que deseéis.
¿Es eso cierto?
- Pues claro. Veréis cómo me convierto en león
Y el ogro lo hizo. El pobre gato se asustó mucho, pero siguió adelante con
su hábil plan.
- Ya veo que están en lo cierto. Pero seguro que no sóis capaces de
convertiros en un animal muy pequeño como un ratón.
- ¿Ah no? ¡Mirad esto!
El ogro cumplió su palabra y se convirtió en un ratón, pero entonces el
gato fue más rápido, lo cazó de un zarpazo y se lo comió.
Así, cuando el Rey y el Marqués llegaron hasta el castillo no había ni rastro
del ogro y el gato pudo decir que se encontraban en el estupendo castillo
del Marqués de Carabás.
El Rey quedó fascinado ante tanto esplendor y acabó pensando que se
trataba del candidato perfecto para casarse con su hija.
El Marqués y la princesa se casaron felizmente y el gato sólo volvió a cazar
ratones para entretenerse.