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FRASES VARIOS AUTORES
ORWEL
KAFKA
JOSE ECHEGARAY
FRANCISCO UMBRAL
GALDOS
SHEAKSPEAR
EINSTEIS
JACK LONDON
Orwel, 1984
• Era uno de esos ensueños que, a pesar de
utilizar toda la escenografía onírica habitual,
son una continuación de nuestra vida
intelectual y en los que nos damos cuenta de
hechos e ideas que siguen teniendo un valor
después del despertar.
KAFKA
• En la obra de Kafka se afirma la
• existencia de un puente entre el mundo del sueño y el
de la vigilia, el
• mismo Kafka creía que historias o sucesos que
comienzan en el mundo
• real experimentan una continuación en el mundo de
los sueños y viceversa.
• El sueño, desde esta perspectiva, tiene su propia lógica
y su propio
• lenguaje, el «lenguaje del inconsciente», vinculado con
la realidad.
• También podemos encontrar esta noción del sueño en
los textos cabalísticos-
• El hombre que pretende
• acceder a la Ley aspira a conocer el sentido de la vida, pues la Ley
es
• el vínculo entre el hombre y Dios, también entre Dios y el mundo. Si
• se incumple la Ley al hacer uso del libre albedrío, el ser humano
comete
• conscientemente un pecado que genera un sentimiento de culpa.
• Pero si se rompe el vínculo por olvido o ignorancia es porque el
hombre
• ha perdido su contacto con la dimensión divina y desconoce el
sentido
• de la vida. Su existencia se torna absurda, su sentimiento de culpa
• no encuentra una explicación. El hombre que desea acceder a la Ley
• desconoce que hay un camino individual que conduce hasta ella,
por
• eso muere sin haber atravesado la puerta guardada por el centinela
• Esta individualización de la Ley no es más que el intento de
reconciliar
• lo general con la excepción, un problema del que ya se ocupó
Kirkegaard
• en La repetición y que también obsesionó a Kafka. La imposibilidad
• de esta reconciliación es un signo del mundo moderno y es la causa
• del fracaso del hombre que pretende acceder a la Ley. Aquí hay que
• matizar, sin embargo, que Kafka no se atreve a interpretar este
fenómeno
• como la muerte o la desaparición de la Ley y, por extensión, de
• Dios, como hizo Nietzsche, sino que prefiere describir su olvido o su
• retiro, por consiguiente, su inaccesibilidad. Resulta extraña, sin
• embargo, esta obsesión de Kafka por la Ley en un mundo que
ignora a
• Dios y en el que se declara que la Verdad es inalcanzable
A fuerza de arrastrarse
José Echegaray
• MARQUÉS.-Bueno, se puede ser superior y
tomar muy a pecho cosas inferiores.
• Este gesto había sido muy de Marta: generoso, íntimo,
cálido, estimulante, vivo. Con cosas así había producido
durante los quince años de matrimonio ese «caldo de
cultivo» especial para que él no se sintiera reducido a un
ente que les pavimentaba la boca a las viejas ricas y les
pasaba cuentas exorbitantes, sino que pudiera erguirse
como un ser humano grande y complejo. Esto que Marta
supo proporcionarle con tanta sabiduría suplantó con
creces su maternidad imposible, porque su ternura tan
femenina y completa no era para nada la ternura de la
mujer objeto o la de la tradicional mujer doblegada, ni, por
otro lado, le daba el amor agresivamente sexual de las
mujeres adscritas al Women 's Lib, movimiento por el que
mostraba un interés tan equilibrado como todos sus
intereses, siempre temperados por la ironía.
• —¿...un filisteo abyecto que se quiere contar el cuento a sí
mismo de que no es filisteo abyecto, sino que él también
puede elevarse hasta las regiones más enrarecidas
habitadas por los espíritus selectos de los verdaderos
artistas, como Anselmo?
• . Las mujeres no se iban después de una
escena, tirando a la basura quince años de
matrimonio: simplemente salían,
aprovechando para comprar mantequilla o
jamón, y después volvían con la cara larga
como si hubieran estado caminando bajo la
lluvia como en las películas de Antonioni.
Hasta que uno las consolaba: el abrazo, el
beso, las gastadas palabras de otra
reconciliación, respirar más rápido y más
hondo, las manos acariciando, el dormitorio,
la cama que lo borraba todo, y la paz, y el
sueño que borraba más aun.
• así, cuando Roberto se levantara dentro de un par de
días ya no quedarían ni rastros de ÁTOMO VERDE
NÚMERO CINCO y todos los desagrados que produjo:
evidentemente, se explicó Marta a sí misma, se trataba
de un error, alguien que se equivocó de piso, de casa,
de cuadro, y bueno, lo mejor era olvidar todo el
asunto, porque para tener otro inútil enfrentamiento
con Roberto de la misma clase del que tuvieron, ya no
tenían edad, francamente, y esas escenas no llevaban a
ninguna parte. Las cosas que era imposible cambiar,
mejor dejarlas, sí, eso le había dicho a Paolo ese
domingo que pasó en su piso totalmente Bauhaus, con
muchos cojines en el suelo, tomando té Orange Pekoe,
viendo llover y contándose sus vidas y sus penas, como
alguna vez lo habían hecho antes y como —así lo
esperaba Marta— lo harían muchas veces después.
Las ninfas francisco umbral
• Un adolescente es un proyecto de adulto que fracasa todos
los días para volver a empezar, y mientras que el
• romanticismo de mi primo le permitía simultanear el laúd,
los versos, el amor, el bigote, el sentimiento y la vida,
• mi cartesianismo naciente, mi intelectualismo incipiente y
mi cobardía congénita me llevaban por el camino del
• orden: así que yo era la posibilidad de un bigote, la
posibilidad de un laúd, la posibilidad de un soneto, la
posibilidad
• de un amor. Yo era pura posibilidad. Más que un bigote, yo
era la ausencia de mi bigote. Más que nada
• yo era -parafraseando a los modernistas españoles que por
entonces empezaba a leer- mi melena rubia y el bigote
• que me faltaba. Yo no era nada.
• El niño, que no tiene crisis de identidad, porque es natural,
salvaje y continuo, sale del paso diciendo que va
• a ser bombero, pero el adolescente encuentra que un
bombero no puede ser sublime sin interrupción. Realmente
• le repugna la idea de ser bombero. El adolescente lo que
quiere es ser sublime de una vez por todas y para siempre,
• y en vano me buscaba yo, por los enormes y expresivos
espejos de la habitación azul, un perfil de sublimidad
• que no tenía, porque unas veces veía en el espejo a un
pardillo orlado de negro y oro, y otras veces veía un
• golfo, un mal estudiante, un pequeño empleado o un tísico
lúbrico, pero nunca veía en el espejo a don Alfonso
• de Lamartine, don Alfredo de Musset, don Pierre Loti ni
ninguno de aquellos románticos y posrománticos que
• leíamos mi primo y yo.
• Era la edad de leer a los poetas orientales, cuanto más orientales mejor. Yo leía por entonces a Omar Khayam,
• y Omar Khayam decía: «En ti mismo están cielo e infierno». En mí mismo estaban cielo e infierno, o, cuando
• menos, dentro de mi misma casa.
• Porque todo tiende -la ciudad, el hogar, el hombre- a reproducir esa estructura dual y antagónica que en los
• libros chinos de mi primo se llamaba el ying y el yang, de modo que al otro extremo de la casa, y como
contraposición
• a la habitación azul, estaba el retrete, el cuarto horrible de las defecaciones y las masturbaciones. Entre
• el retrete y la habitación azul, entre la sublimidad y la necesidad, todo el resto de la casa, habitaciones grandes
• con muy pocos muebles, habitaciones pequeñas reventonas de muebles, pasillos largos y sin gente, pasillos cortos
• y superpoblados, toda la acumulación de viejas, viejos, parientes, padres, madres, tías, niños, visitas, recaderos
• y monjas que es un hogar. De modo que yo era la sombra errante y solitaria que oscilaba entre la habitación azul
• y el retrete, entre el cuarto exento y sublime de las lecturas y las músicas, y el cuarto vertical y oloriento de la
• masturbación y el desnudo.
• El bien y el mal, el ying y el yang, el cielo y el infierno. Dentro del retrete, coronado por la luz de un alto ventano
• -luz de patios vivos y recortes de cielo- yo me enfrentaba, sentado en la taza, con aquellas paredes que tenían
• una lepra amarilla, una enfermedad húmeda, un mal secreto y eterno. Y bastaba la aldabilla de la puerta para
• sentirse aislado de todo, caído en el infierno del Dante (yo leía el Infierno del Dante por entonces, yo lo leía todo
• por entonces). El retrete, con su miseria cobriza, sus orinales llagados, sus periódicos viejos y su olor de patio y
• cloaca, era el mal, la evidencia de que el infierno existe, está en alguna parte. El retrete sólo podía ser el reflejo
• de un ámbito mucho más grande y más atroz. Una sala del infierno perdida entre las salas de nuestra casa.
• El retrete era el cuarto de pecar. A temporadas me parecía mi infierno personal, exclusivo y secreto, mi
condenación
• y mi cárcel, el sitio adonde venían a frustrarse todos mis sueños de sublimidad. Pero en ratos de mayor
• lucidez, de mejor reflexión, yo comprendía que el retrete era de todos, lo usaban todos, de modo que, más que
• un infierno, era como un purgatorio en el que iban entrando y saliendo las ánimas de una en una y en cueros. El
• ánima gorda y cantarina de las tías, el ánima melancólica y silenciosa del primo, el ánima ruda y meona de los
• clérigos, el ánima pequeña y egoísta de los viejos.
• El purgatorio, mejor que en el cuadro con llamas que había a la cabecera de mi cama, estaba allí, en aquel
• cuarto, sólo que no era un purgatorio colectivo -lo cual ya le habría dado cierta amenidad-, sino que era un
purgatorio
• unipersonal, y en esto estaba su maldad, su perversidad y su castigo. Porque el retrete no tenía espejos,
• no tenía espejo, lo cual ya era absolutamente diabólico, pues sólo el espejo puede ayudarle a uno a encontrarse a
• sí mismo en ciertos momentos, cuando la propia cara es una salvación. Pero en una habitación cerrada y sin
espejos,
• semidesnudo, uno en seguida se siente entre diablo y minotauro, entre centauro y ánima del purgatorio.
FRANCISCO UMBRAL NINFAS
• Uno puede elegir, lleno de sentido sadomasoquista, y
como animal adorador
• que es el hombre, los más sublimes modelos humanos
de la historia, de la literatura o de su barrio, pero es
• difícil que uno pueda aprender, tomar o asimilar nada
de un hermano, un padre o un pariente glorioso,
porque
• lo tiene demasiado cerca para respetarlo y demasiado
lejos (dentro de las familias hay distancias inmensas y
secretas)
• para imitarlo.
• La religión era eso: un quitarle el peligro a la vida pretendiendo quitarle el pecado. Un quitar la
vida, en realidad.
• La religión presentaba siempre el peligro como pecado y el pecado como peligro, en un pobrísimo
juego
• dialéctico, de manera que predicaba una moral de la seguridad y el resguardo, con respaldo final en
el cielo (como
• el respaldo de terciopelo azul de los sillones de algunos de aquellos frailes). Pero aquellos frailes de
los sillones
• no podían eliminar el encanto de la vida, su llamada, su perfume, y entonces hacían dentro de la
congregación,
• en los patios y en los salones, una lamentable imitación de la vida, y llegaban a decirnos: «Todo lo
que puedas
• encontrar por ahí, lo encontrarás también aquí». Pero yo no encontraba allí una acequia para
bañarme desnudo,
• ni una novia improvisada y deparada por Miguel San Julián, ni unos poetas eróticos y sentimentales
como los
• que compraba a la puerta del mercado o encontraba en la habitación azul. El afán de rodear la vida
de seguridades,
• de vallas, para que nadie se pierda ni se ausente, lleva al zócalo final del cielo, que es también como
una
• red azul para salvarse de la caída en la muerte.
• yo mismo me hubiera revelado contra
• ella, porque el grado último de la sumisión (o
penúltimo, para ser más exactos) es entender
ya la propia liberación
• como un escándalo.
GALDOS AITA
• Entre las cosas santas y buenas que nos recomendó
Jesucristo al fundar nuestra doctrina, yo no he podido
encontrar nada que sea recomendación de las modas.
Dijo: «amaos los unos a los otros»; pero no dijo: «sed
veletas en el pensar y en el vestir, en el comer y en el
edificar». Y aunque nada dijo de estas veleidades de los
hombres, entiendo que las condenó en el Desierto
cuando el Demonio quiso tentarle. Sabéis que le llevó a
un alto, y mostrándole toda la tierra, se la ofreció en
dominio si le adoraba. Para mí que le dijo: «Ahí tienes
el mundo de las modas: adórame y será tuyo». El
Señor, a mi parecer, contestó: «Vete al infierno tú y tus
modas, y no tientes al Señor tu Dios».
• -Pues en el Siglo nuestro, Perico, y sin necesidad de dar un brinco hasta el Cuarenta y tres, yo sostengo que la guerra es un
juego estúpido, contrario a la ley de Dios y a la misma Naturaleza. Yo te aseguro que al ver en estos días el sinnúmero de
muertos destrozados por las balas, no he sentido más lástima de los españoles que de los moros. Mi piedad borra las
nacionalidades y el abolengo, que no son más que artificios. Igual lástima he sentido de los españoles que de los africanos, y
si pudiera devolverles la vida, lo haría sin distinguir de castas ni de nombres... Y más te digo... Creo que has sentido tú lo
mismo que yo: creo que en el moro muerto has visto el prójimo, [106] el hermano. Sin quererlo, tu piedad ingénita ha
reconocido el gran principio humanitario y la ley soberana que dice: «no matar».
• -Cierto, Juan, que llevamos dentro el principio; y que este principio asoma la cabeza cuando menos lo pensamos, no lo
puedo negar; pero luego salen los hechos, la historia, el concepto de patria y de nación, y aquel principio vuelve a meterse
para dentro y se agazapa en el fondo del alma, donde vivirá, esperando que pasen los veinticuatro siglos... Te confieso
ingenuamente que ante los cadáveres moros veo la Humanidad; pero ante los moros vivos, que brincando y aullando vienen
contra nosotros, veo las naciones, veo las razas, el Cristianismo y Mahoma frente a frente... Celebro, pues, con toda el alma
que nuestros soldados les maten, único medio de impedir que ellos nos maten a nosotros... Ahora tomemos café, Juan, y
luego te voy a dar un cigarro habano, que ha de saberte a gloria...
• -Eres aquí el poeta de la guerra. España trae artilleros para los cañones, y poetas que conviertan en estrofas sonoras los
hechos militares, para fascinar al pueblo... Porque en el fondo de todo esto no hay más que un plan político: dar sonoridad,
empaque y fuerza al partido de O'Donnell. Yo respeto esa idea; pero digo y repito que no amo la guerra, que me es odiosa, y
me planto en el principio de no matar. Ya sé que voy contra el pensar y el sentir de mi país... ya sé que [107] me gano el
desprecio o el desvío de cuantos me conocen. Perderé mis amistades; seré un solitario, un extravagante, un loco... Mi
destino lo quiere así. De dentro de mi alma ha salido este movimiento, que al modo de terremoto ha trabucado mis ideas,
poniendo arriba las que estaban debajo. Me siento hombre distinto del hombre que yo era. ¿Debo entristecerme o
alegrarme?
• -Ahora fumemos... Pues te diré, querido Juan. No sé si tu cataclismo debe alegrarte o entristecerte. Eso el tiempo te lo
dirá. En ti veo una cosa, y es que, a mi parecer, en este quiebro repentino que das ahora, vas para San Francisco de Asís.
Tienes mucho talento, Juan, y un alma que quiere elevarse a las alturas. Antes de ahora te he dicho: «Juan, en ti hay algo
extraordinario que no sé lo que es. Ya veremos por dónde sales». Como tu maestro Castelar, tienes dentro un pedazo muy
grande de la divinidad. En Castelar esa divinidad es la elocuencia, un poder de palabra que sube por encima de toda realidad
y se mece en los serenos espacios ideales... Pues ahora veo que tú también te remontas, y tengo que decirte lo mismo que
al otro amigo del alma. «Emilio -le he dicho, no una vez, sino cien-; Emilio, tú debes hacerte cura. Serías un apóstol, un
conquistador de pueblos y el catequizador más grande que ha visto el mundo. Tu palabra, ineficaz para la política por
demasiado grandilocuente, sería el rayo del Evangelio...». Pues lo mismo [108] te digo a ti: «Juan, hazte sacerdote... serás el
apóstol de la paz y de los más bellos ideales humanos...».
Arqueologia de un retorno, langer
• Marilú tenía fama de complicada. Los hombres eran fácilmente atraídos por su belleza exótica, por su pelo
ondulado, atado siempre con finas cintas de colores. Sus ojos azules, la ropa que vestía siempre ceñida al cuerpo,
más una especial alegría y gracia femenina los deslumbraba. En verdad eran encantados, pero luego de conocerla
mejor cambiaban de opinión, a causa del modo tan extraño que tenía a veces de comportarse . Joven, linda e
inteligente, ya había hecho varios intentos por encontrar su camino en los estudios: bachillerato, fotografía,
periodismo y cursos de un cuanto hay que no habían logrado hacerla llegar a buen puerto. Corriendo el tiempo se
había vuelto un picaflor de los estudios. En todo caso lo que le interesaba ahora era la poesía. Le gustaba escribir y
se atrevía a hacerlo, combinando esta nueva afición con largas sesiones de lectura que la habían convertido en
una verdadera devoradora de libros. Debido a esto mismo se había ido apartando aún más de la gente y su ya
conocida insatisfacción por las cosas iba creciendo, incubando en su espíritu un carácter todavía más difícil y
complicado que el habitual.
• 10
• Arqueología de un retorno
• Me importa un bledo se decía lo que otros piensen de mi. Cada uno debe buscar su propio camino, por difícil que
parezca. Yo no voy a ser igual a esas que sueñan con encontrar un buen partido, casarse y formar una familia, para
después darse cuenta que son esclavas de sus responsabilidades y que no han hecho nada de lo que hubieran
querido. Yo quiero salir y conocer el mundo, ir a Europa, vivir en una buhardilla en un viejo edificio de París donde
hagan nata los artistas, y escribir, y escribir, y escribir hasta que me dé puntada. En ese pensamiento estaba
cuando entró a la pieza su madre, a contarle que había hablado con Cristina. ¿Y que no era medio raro ese tipo? La
Chelita no respondió. Claro que era raro, pensó después la Chelita, si nunca se supo porqué de la noche a la
mañana se fue del país. Algunos decían que estaba metido en política con esos comunistas que ponían bombas
durante el gobierno militar, y que se comían las guaguas. Aunque a ella eso no le constaba en lo más mínimo y sus
padres lo negaron desde un principio. En todo caso había quedado siempre una sombra de duda en torno suyo.
Un misterio que tal vez ahora sería el momento de aclarar.
• 11
Romeo julieta
• El amor es humo, soplo de suspiros: se
esfuma, y es fuego en ojos que
aman;refrénalo, y crece como un mar de
lágrimas.
einstein
• "Creo, con Schopenhauer, que uno de los
motivos más fuertes que lleva a los hombres
al arte y la ciencia es escapar de la vida diaria,
con su dolorosa crudeza y su melancolía
irremediable, huir de lo que nos impide
realizar nuestros
• Leavitt fue una de varias mujeres, incluyendo
a Williamina Fleming y Annie Jump Cannon,
que trabajaron en el Observatorio del Harvard
College durante los primeros años del siglo XX
• sistema físico al que le faltan algunas partes
del original. Se requiere de gran juicio y
habilidad para decidir qué partes no deben
incluirse. Si se han omitido características
esenciales, el modelo no tiene ninguna
validez. Por otra parte, si nada se excluye,
significa que no ha habido simplificación y el
análisis resultaresulta a menudo demasiado
complicado
Lightman alan, luz antigua
• modelo científico comienza con un objeto o
sistema físico verdadero, sustituye el objeto
original por uno más simple y luego
representa el objeto simplificado con
ecuaciones que describen su
comportamiento. Al igual que un barco de
juguete, un modelo científico es una versión a
escala de un sistema
• estático. El big bang ocurrió en todas partes.
No había espacio circundante alguno hacia
donde pudiera desplazarse el universo, ya que
cualquier espacio formaría parte del universo
Jack London, el vagabundo de las
estrellas
• Y ahora, al final de mis días, meditando
sobre todo lo que he visto en mi vida, me veo
obligado a concluir que las mentes fuertes
nunca son dóciles. Los hombres estúpidos,
los cobardes, los que desconocen la pasión, el
coraje y la fe en la justicia, esos hombres son
los presos modelo. Doy gracias a todos los
dioses por hacer que Jake Oppenheimer, Ed
Morrell y yo nunca fuéramos presos modelo.
• El secreto está en morir en la camisa, en tratar tú mismo de morir. Sé que aún no me entiendes,
pero espera. Ya has visto cómo te entumeces en la camisa, cómo tu brazo o tu pierna se quedan
dormidos. Eso no lo puedes evitar, pero puedes llegar a controlarlo. No esperes á que se te
duerma una pierna. Ponte boca arriba, tan cómodo como puedas, y comienza a usar tu voluntad.
• -Siempre debes pensar en esta idea y debes creer en ella ciegamente. Si no crees, no hay nada
que hacer. Lo que debes pensar y creer es que tu cuerpo es una cosa y tu espíritu otra. Tú eres tú,
y tu cuerpo es algo que no tiene importancia. Tu cuerpo no cuenta. Tú eres quien manda y no
necesitas de tu cuerpo. Y una vez pienses y creas todo esto, has de ponerlo a prueba con toda tu
voluntad. Has de conseguir que tu cuerpo muera. Comienzas con los dedos de los pies, uno a uno.
Tratas de que tus dedos mueran. Deseas que mueran. Y si tienes fe y voluntad los dedos de tus
pies morirán. Eso es lo más difícil, comenzar a morir. Una vez que el primer dedo está muerto, el
resto es más fácil, porque ya no tienes que seguir esforzándote por creerlo. Lo sabes. Y entonces
concentras toda tu voluntad en hacer morir al resto de tu cuerpo. Te lo digo, Darrell, lo sé. Lo he
hecho tres veces. Una vez que empiezas a morir, ya es todo más fácil. Y lo más gracioso es que tú
siempre estás ahí. Que los dedos de tus pies estén muertos no significa que tú estés muerto en
absoluto. Al cabo de un rato tus piernas están muertas hasta las rodillas, luego hasta los muslos, y
tú sigues siendo el mismo de siempre. Es tu cuerpo el que se está quedando fuera poco a poco. Y
tú sigues siendo el mismo que eras antes de empezar.
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Frases escritores

  • 1. FRASES VARIOS AUTORES ORWEL KAFKA JOSE ECHEGARAY FRANCISCO UMBRAL GALDOS SHEAKSPEAR EINSTEIS JACK LONDON
  • 2. Orwel, 1984 • Era uno de esos ensueños que, a pesar de utilizar toda la escenografía onírica habitual, son una continuación de nuestra vida intelectual y en los que nos damos cuenta de hechos e ideas que siguen teniendo un valor después del despertar.
  • 3. KAFKA • En la obra de Kafka se afirma la • existencia de un puente entre el mundo del sueño y el de la vigilia, el • mismo Kafka creía que historias o sucesos que comienzan en el mundo • real experimentan una continuación en el mundo de los sueños y viceversa. • El sueño, desde esta perspectiva, tiene su propia lógica y su propio • lenguaje, el «lenguaje del inconsciente», vinculado con la realidad. • También podemos encontrar esta noción del sueño en los textos cabalísticos-
  • 4. • El hombre que pretende • acceder a la Ley aspira a conocer el sentido de la vida, pues la Ley es • el vínculo entre el hombre y Dios, también entre Dios y el mundo. Si • se incumple la Ley al hacer uso del libre albedrío, el ser humano comete • conscientemente un pecado que genera un sentimiento de culpa. • Pero si se rompe el vínculo por olvido o ignorancia es porque el hombre • ha perdido su contacto con la dimensión divina y desconoce el sentido • de la vida. Su existencia se torna absurda, su sentimiento de culpa • no encuentra una explicación. El hombre que desea acceder a la Ley • desconoce que hay un camino individual que conduce hasta ella, por • eso muere sin haber atravesado la puerta guardada por el centinela
  • 5. • Esta individualización de la Ley no es más que el intento de reconciliar • lo general con la excepción, un problema del que ya se ocupó Kirkegaard • en La repetición y que también obsesionó a Kafka. La imposibilidad • de esta reconciliación es un signo del mundo moderno y es la causa • del fracaso del hombre que pretende acceder a la Ley. Aquí hay que • matizar, sin embargo, que Kafka no se atreve a interpretar este fenómeno • como la muerte o la desaparición de la Ley y, por extensión, de • Dios, como hizo Nietzsche, sino que prefiere describir su olvido o su • retiro, por consiguiente, su inaccesibilidad. Resulta extraña, sin • embargo, esta obsesión de Kafka por la Ley en un mundo que ignora a • Dios y en el que se declara que la Verdad es inalcanzable
  • 6. A fuerza de arrastrarse José Echegaray • MARQUÉS.-Bueno, se puede ser superior y tomar muy a pecho cosas inferiores.
  • 7. • Este gesto había sido muy de Marta: generoso, íntimo, cálido, estimulante, vivo. Con cosas así había producido durante los quince años de matrimonio ese «caldo de cultivo» especial para que él no se sintiera reducido a un ente que les pavimentaba la boca a las viejas ricas y les pasaba cuentas exorbitantes, sino que pudiera erguirse como un ser humano grande y complejo. Esto que Marta supo proporcionarle con tanta sabiduría suplantó con creces su maternidad imposible, porque su ternura tan femenina y completa no era para nada la ternura de la mujer objeto o la de la tradicional mujer doblegada, ni, por otro lado, le daba el amor agresivamente sexual de las mujeres adscritas al Women 's Lib, movimiento por el que mostraba un interés tan equilibrado como todos sus intereses, siempre temperados por la ironía. • —¿...un filisteo abyecto que se quiere contar el cuento a sí mismo de que no es filisteo abyecto, sino que él también puede elevarse hasta las regiones más enrarecidas habitadas por los espíritus selectos de los verdaderos artistas, como Anselmo?
  • 8. • . Las mujeres no se iban después de una escena, tirando a la basura quince años de matrimonio: simplemente salían, aprovechando para comprar mantequilla o jamón, y después volvían con la cara larga como si hubieran estado caminando bajo la lluvia como en las películas de Antonioni. Hasta que uno las consolaba: el abrazo, el beso, las gastadas palabras de otra reconciliación, respirar más rápido y más hondo, las manos acariciando, el dormitorio, la cama que lo borraba todo, y la paz, y el sueño que borraba más aun.
  • 9. • así, cuando Roberto se levantara dentro de un par de días ya no quedarían ni rastros de ÁTOMO VERDE NÚMERO CINCO y todos los desagrados que produjo: evidentemente, se explicó Marta a sí misma, se trataba de un error, alguien que se equivocó de piso, de casa, de cuadro, y bueno, lo mejor era olvidar todo el asunto, porque para tener otro inútil enfrentamiento con Roberto de la misma clase del que tuvieron, ya no tenían edad, francamente, y esas escenas no llevaban a ninguna parte. Las cosas que era imposible cambiar, mejor dejarlas, sí, eso le había dicho a Paolo ese domingo que pasó en su piso totalmente Bauhaus, con muchos cojines en el suelo, tomando té Orange Pekoe, viendo llover y contándose sus vidas y sus penas, como alguna vez lo habían hecho antes y como —así lo esperaba Marta— lo harían muchas veces después.
  • 10. Las ninfas francisco umbral • Un adolescente es un proyecto de adulto que fracasa todos los días para volver a empezar, y mientras que el • romanticismo de mi primo le permitía simultanear el laúd, los versos, el amor, el bigote, el sentimiento y la vida, • mi cartesianismo naciente, mi intelectualismo incipiente y mi cobardía congénita me llevaban por el camino del • orden: así que yo era la posibilidad de un bigote, la posibilidad de un laúd, la posibilidad de un soneto, la posibilidad • de un amor. Yo era pura posibilidad. Más que un bigote, yo era la ausencia de mi bigote. Más que nada • yo era -parafraseando a los modernistas españoles que por entonces empezaba a leer- mi melena rubia y el bigote • que me faltaba. Yo no era nada.
  • 11. • El niño, que no tiene crisis de identidad, porque es natural, salvaje y continuo, sale del paso diciendo que va • a ser bombero, pero el adolescente encuentra que un bombero no puede ser sublime sin interrupción. Realmente • le repugna la idea de ser bombero. El adolescente lo que quiere es ser sublime de una vez por todas y para siempre, • y en vano me buscaba yo, por los enormes y expresivos espejos de la habitación azul, un perfil de sublimidad • que no tenía, porque unas veces veía en el espejo a un pardillo orlado de negro y oro, y otras veces veía un • golfo, un mal estudiante, un pequeño empleado o un tísico lúbrico, pero nunca veía en el espejo a don Alfonso • de Lamartine, don Alfredo de Musset, don Pierre Loti ni ninguno de aquellos románticos y posrománticos que • leíamos mi primo y yo.
  • 12. • Era la edad de leer a los poetas orientales, cuanto más orientales mejor. Yo leía por entonces a Omar Khayam, • y Omar Khayam decía: «En ti mismo están cielo e infierno». En mí mismo estaban cielo e infierno, o, cuando • menos, dentro de mi misma casa. • Porque todo tiende -la ciudad, el hogar, el hombre- a reproducir esa estructura dual y antagónica que en los • libros chinos de mi primo se llamaba el ying y el yang, de modo que al otro extremo de la casa, y como contraposición • a la habitación azul, estaba el retrete, el cuarto horrible de las defecaciones y las masturbaciones. Entre • el retrete y la habitación azul, entre la sublimidad y la necesidad, todo el resto de la casa, habitaciones grandes • con muy pocos muebles, habitaciones pequeñas reventonas de muebles, pasillos largos y sin gente, pasillos cortos • y superpoblados, toda la acumulación de viejas, viejos, parientes, padres, madres, tías, niños, visitas, recaderos • y monjas que es un hogar. De modo que yo era la sombra errante y solitaria que oscilaba entre la habitación azul • y el retrete, entre el cuarto exento y sublime de las lecturas y las músicas, y el cuarto vertical y oloriento de la • masturbación y el desnudo.
  • 13. • El bien y el mal, el ying y el yang, el cielo y el infierno. Dentro del retrete, coronado por la luz de un alto ventano • -luz de patios vivos y recortes de cielo- yo me enfrentaba, sentado en la taza, con aquellas paredes que tenían • una lepra amarilla, una enfermedad húmeda, un mal secreto y eterno. Y bastaba la aldabilla de la puerta para • sentirse aislado de todo, caído en el infierno del Dante (yo leía el Infierno del Dante por entonces, yo lo leía todo • por entonces). El retrete, con su miseria cobriza, sus orinales llagados, sus periódicos viejos y su olor de patio y • cloaca, era el mal, la evidencia de que el infierno existe, está en alguna parte. El retrete sólo podía ser el reflejo • de un ámbito mucho más grande y más atroz. Una sala del infierno perdida entre las salas de nuestra casa. • El retrete era el cuarto de pecar. A temporadas me parecía mi infierno personal, exclusivo y secreto, mi condenación • y mi cárcel, el sitio adonde venían a frustrarse todos mis sueños de sublimidad. Pero en ratos de mayor • lucidez, de mejor reflexión, yo comprendía que el retrete era de todos, lo usaban todos, de modo que, más que • un infierno, era como un purgatorio en el que iban entrando y saliendo las ánimas de una en una y en cueros. El • ánima gorda y cantarina de las tías, el ánima melancólica y silenciosa del primo, el ánima ruda y meona de los • clérigos, el ánima pequeña y egoísta de los viejos. • El purgatorio, mejor que en el cuadro con llamas que había a la cabecera de mi cama, estaba allí, en aquel • cuarto, sólo que no era un purgatorio colectivo -lo cual ya le habría dado cierta amenidad-, sino que era un purgatorio • unipersonal, y en esto estaba su maldad, su perversidad y su castigo. Porque el retrete no tenía espejos, • no tenía espejo, lo cual ya era absolutamente diabólico, pues sólo el espejo puede ayudarle a uno a encontrarse a • sí mismo en ciertos momentos, cuando la propia cara es una salvación. Pero en una habitación cerrada y sin espejos, • semidesnudo, uno en seguida se siente entre diablo y minotauro, entre centauro y ánima del purgatorio.
  • 14. FRANCISCO UMBRAL NINFAS • Uno puede elegir, lleno de sentido sadomasoquista, y como animal adorador • que es el hombre, los más sublimes modelos humanos de la historia, de la literatura o de su barrio, pero es • difícil que uno pueda aprender, tomar o asimilar nada de un hermano, un padre o un pariente glorioso, porque • lo tiene demasiado cerca para respetarlo y demasiado lejos (dentro de las familias hay distancias inmensas y secretas) • para imitarlo.
  • 15. • La religión era eso: un quitarle el peligro a la vida pretendiendo quitarle el pecado. Un quitar la vida, en realidad. • La religión presentaba siempre el peligro como pecado y el pecado como peligro, en un pobrísimo juego • dialéctico, de manera que predicaba una moral de la seguridad y el resguardo, con respaldo final en el cielo (como • el respaldo de terciopelo azul de los sillones de algunos de aquellos frailes). Pero aquellos frailes de los sillones • no podían eliminar el encanto de la vida, su llamada, su perfume, y entonces hacían dentro de la congregación, • en los patios y en los salones, una lamentable imitación de la vida, y llegaban a decirnos: «Todo lo que puedas • encontrar por ahí, lo encontrarás también aquí». Pero yo no encontraba allí una acequia para bañarme desnudo, • ni una novia improvisada y deparada por Miguel San Julián, ni unos poetas eróticos y sentimentales como los • que compraba a la puerta del mercado o encontraba en la habitación azul. El afán de rodear la vida de seguridades, • de vallas, para que nadie se pierda ni se ausente, lleva al zócalo final del cielo, que es también como una • red azul para salvarse de la caída en la muerte.
  • 16. • yo mismo me hubiera revelado contra • ella, porque el grado último de la sumisión (o penúltimo, para ser más exactos) es entender ya la propia liberación • como un escándalo.
  • 17. GALDOS AITA • Entre las cosas santas y buenas que nos recomendó Jesucristo al fundar nuestra doctrina, yo no he podido encontrar nada que sea recomendación de las modas. Dijo: «amaos los unos a los otros»; pero no dijo: «sed veletas en el pensar y en el vestir, en el comer y en el edificar». Y aunque nada dijo de estas veleidades de los hombres, entiendo que las condenó en el Desierto cuando el Demonio quiso tentarle. Sabéis que le llevó a un alto, y mostrándole toda la tierra, se la ofreció en dominio si le adoraba. Para mí que le dijo: «Ahí tienes el mundo de las modas: adórame y será tuyo». El Señor, a mi parecer, contestó: «Vete al infierno tú y tus modas, y no tientes al Señor tu Dios».
  • 18. • -Pues en el Siglo nuestro, Perico, y sin necesidad de dar un brinco hasta el Cuarenta y tres, yo sostengo que la guerra es un juego estúpido, contrario a la ley de Dios y a la misma Naturaleza. Yo te aseguro que al ver en estos días el sinnúmero de muertos destrozados por las balas, no he sentido más lástima de los españoles que de los moros. Mi piedad borra las nacionalidades y el abolengo, que no son más que artificios. Igual lástima he sentido de los españoles que de los africanos, y si pudiera devolverles la vida, lo haría sin distinguir de castas ni de nombres... Y más te digo... Creo que has sentido tú lo mismo que yo: creo que en el moro muerto has visto el prójimo, [106] el hermano. Sin quererlo, tu piedad ingénita ha reconocido el gran principio humanitario y la ley soberana que dice: «no matar». • -Cierto, Juan, que llevamos dentro el principio; y que este principio asoma la cabeza cuando menos lo pensamos, no lo puedo negar; pero luego salen los hechos, la historia, el concepto de patria y de nación, y aquel principio vuelve a meterse para dentro y se agazapa en el fondo del alma, donde vivirá, esperando que pasen los veinticuatro siglos... Te confieso ingenuamente que ante los cadáveres moros veo la Humanidad; pero ante los moros vivos, que brincando y aullando vienen contra nosotros, veo las naciones, veo las razas, el Cristianismo y Mahoma frente a frente... Celebro, pues, con toda el alma que nuestros soldados les maten, único medio de impedir que ellos nos maten a nosotros... Ahora tomemos café, Juan, y luego te voy a dar un cigarro habano, que ha de saberte a gloria... • -Eres aquí el poeta de la guerra. España trae artilleros para los cañones, y poetas que conviertan en estrofas sonoras los hechos militares, para fascinar al pueblo... Porque en el fondo de todo esto no hay más que un plan político: dar sonoridad, empaque y fuerza al partido de O'Donnell. Yo respeto esa idea; pero digo y repito que no amo la guerra, que me es odiosa, y me planto en el principio de no matar. Ya sé que voy contra el pensar y el sentir de mi país... ya sé que [107] me gano el desprecio o el desvío de cuantos me conocen. Perderé mis amistades; seré un solitario, un extravagante, un loco... Mi destino lo quiere así. De dentro de mi alma ha salido este movimiento, que al modo de terremoto ha trabucado mis ideas, poniendo arriba las que estaban debajo. Me siento hombre distinto del hombre que yo era. ¿Debo entristecerme o alegrarme? • -Ahora fumemos... Pues te diré, querido Juan. No sé si tu cataclismo debe alegrarte o entristecerte. Eso el tiempo te lo dirá. En ti veo una cosa, y es que, a mi parecer, en este quiebro repentino que das ahora, vas para San Francisco de Asís. Tienes mucho talento, Juan, y un alma que quiere elevarse a las alturas. Antes de ahora te he dicho: «Juan, en ti hay algo extraordinario que no sé lo que es. Ya veremos por dónde sales». Como tu maestro Castelar, tienes dentro un pedazo muy grande de la divinidad. En Castelar esa divinidad es la elocuencia, un poder de palabra que sube por encima de toda realidad y se mece en los serenos espacios ideales... Pues ahora veo que tú también te remontas, y tengo que decirte lo mismo que al otro amigo del alma. «Emilio -le he dicho, no una vez, sino cien-; Emilio, tú debes hacerte cura. Serías un apóstol, un conquistador de pueblos y el catequizador más grande que ha visto el mundo. Tu palabra, ineficaz para la política por demasiado grandilocuente, sería el rayo del Evangelio...». Pues lo mismo [108] te digo a ti: «Juan, hazte sacerdote... serás el apóstol de la paz y de los más bellos ideales humanos...».
  • 19. Arqueologia de un retorno, langer • Marilú tenía fama de complicada. Los hombres eran fácilmente atraídos por su belleza exótica, por su pelo ondulado, atado siempre con finas cintas de colores. Sus ojos azules, la ropa que vestía siempre ceñida al cuerpo, más una especial alegría y gracia femenina los deslumbraba. En verdad eran encantados, pero luego de conocerla mejor cambiaban de opinión, a causa del modo tan extraño que tenía a veces de comportarse . Joven, linda e inteligente, ya había hecho varios intentos por encontrar su camino en los estudios: bachillerato, fotografía, periodismo y cursos de un cuanto hay que no habían logrado hacerla llegar a buen puerto. Corriendo el tiempo se había vuelto un picaflor de los estudios. En todo caso lo que le interesaba ahora era la poesía. Le gustaba escribir y se atrevía a hacerlo, combinando esta nueva afición con largas sesiones de lectura que la habían convertido en una verdadera devoradora de libros. Debido a esto mismo se había ido apartando aún más de la gente y su ya conocida insatisfacción por las cosas iba creciendo, incubando en su espíritu un carácter todavía más difícil y complicado que el habitual. • 10 • Arqueología de un retorno • Me importa un bledo se decía lo que otros piensen de mi. Cada uno debe buscar su propio camino, por difícil que parezca. Yo no voy a ser igual a esas que sueñan con encontrar un buen partido, casarse y formar una familia, para después darse cuenta que son esclavas de sus responsabilidades y que no han hecho nada de lo que hubieran querido. Yo quiero salir y conocer el mundo, ir a Europa, vivir en una buhardilla en un viejo edificio de París donde hagan nata los artistas, y escribir, y escribir, y escribir hasta que me dé puntada. En ese pensamiento estaba cuando entró a la pieza su madre, a contarle que había hablado con Cristina. ¿Y que no era medio raro ese tipo? La Chelita no respondió. Claro que era raro, pensó después la Chelita, si nunca se supo porqué de la noche a la mañana se fue del país. Algunos decían que estaba metido en política con esos comunistas que ponían bombas durante el gobierno militar, y que se comían las guaguas. Aunque a ella eso no le constaba en lo más mínimo y sus padres lo negaron desde un principio. En todo caso había quedado siempre una sombra de duda en torno suyo. Un misterio que tal vez ahora sería el momento de aclarar. • 11
  • 20. Romeo julieta • El amor es humo, soplo de suspiros: se esfuma, y es fuego en ojos que aman;refrénalo, y crece como un mar de lágrimas.
  • 21. einstein • "Creo, con Schopenhauer, que uno de los motivos más fuertes que lleva a los hombres al arte y la ciencia es escapar de la vida diaria, con su dolorosa crudeza y su melancolía irremediable, huir de lo que nos impide realizar nuestros
  • 22. • Leavitt fue una de varias mujeres, incluyendo a Williamina Fleming y Annie Jump Cannon, que trabajaron en el Observatorio del Harvard College durante los primeros años del siglo XX
  • 23. • sistema físico al que le faltan algunas partes del original. Se requiere de gran juicio y habilidad para decidir qué partes no deben incluirse. Si se han omitido características esenciales, el modelo no tiene ninguna validez. Por otra parte, si nada se excluye, significa que no ha habido simplificación y el análisis resultaresulta a menudo demasiado complicado
  • 24. Lightman alan, luz antigua • modelo científico comienza con un objeto o sistema físico verdadero, sustituye el objeto original por uno más simple y luego representa el objeto simplificado con ecuaciones que describen su comportamiento. Al igual que un barco de juguete, un modelo científico es una versión a escala de un sistema
  • 25. • estático. El big bang ocurrió en todas partes. No había espacio circundante alguno hacia donde pudiera desplazarse el universo, ya que cualquier espacio formaría parte del universo
  • 26. Jack London, el vagabundo de las estrellas • Y ahora, al final de mis días, meditando sobre todo lo que he visto en mi vida, me veo obligado a concluir que las mentes fuertes nunca son dóciles. Los hombres estúpidos, los cobardes, los que desconocen la pasión, el coraje y la fe en la justicia, esos hombres son los presos modelo. Doy gracias a todos los dioses por hacer que Jake Oppenheimer, Ed Morrell y yo nunca fuéramos presos modelo.
  • 27. • El secreto está en morir en la camisa, en tratar tú mismo de morir. Sé que aún no me entiendes, pero espera. Ya has visto cómo te entumeces en la camisa, cómo tu brazo o tu pierna se quedan dormidos. Eso no lo puedes evitar, pero puedes llegar a controlarlo. No esperes á que se te duerma una pierna. Ponte boca arriba, tan cómodo como puedas, y comienza a usar tu voluntad. • -Siempre debes pensar en esta idea y debes creer en ella ciegamente. Si no crees, no hay nada que hacer. Lo que debes pensar y creer es que tu cuerpo es una cosa y tu espíritu otra. Tú eres tú, y tu cuerpo es algo que no tiene importancia. Tu cuerpo no cuenta. Tú eres quien manda y no necesitas de tu cuerpo. Y una vez pienses y creas todo esto, has de ponerlo a prueba con toda tu voluntad. Has de conseguir que tu cuerpo muera. Comienzas con los dedos de los pies, uno a uno. Tratas de que tus dedos mueran. Deseas que mueran. Y si tienes fe y voluntad los dedos de tus pies morirán. Eso es lo más difícil, comenzar a morir. Una vez que el primer dedo está muerto, el resto es más fácil, porque ya no tienes que seguir esforzándote por creerlo. Lo sabes. Y entonces concentras toda tu voluntad en hacer morir al resto de tu cuerpo. Te lo digo, Darrell, lo sé. Lo he hecho tres veces. Una vez que empiezas a morir, ya es todo más fácil. Y lo más gracioso es que tú siempre estás ahí. Que los dedos de tus pies estén muertos no significa que tú estés muerto en absoluto. Al cabo de un rato tus piernas están muertas hasta las rodillas, luego hasta los muslos, y tú sigues siendo el mismo de siempre. Es tu cuerpo el que se está quedando fuera poco a poco. Y tú sigues siendo el mismo que eras antes de empezar.