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CAPÍTULO PRIMERO
SIGNIFICADO, HISTORIA DEL
TÉRMINO LAICO, Y LA SITUACIÓN
ACTUAL DEL LAICO EN LA IGLESIA
2

1.1 SIGNIFICADO DE LA PALABRA “LAICO”
El Diccionario de Teología de L. Bouyer, define el término: “es propiamente laico
todo lo que pertenece al pueblo de Dios (del griego láos que es pueblo), laicado
designa, o la condición, es decir de los miembros de la Iglesia en general tomados
por oposición a los que tienen un ministerio particular, o a su conjunto”1. Laicos en
la Iglesia, son plenamente miembros del cuerpo que ésta constituye y por los
sacramentos de iniciación cristiana han recibido una consagración indeleble, que se
mantiene y desarrolla con los demás sacramentos, en especial la eucaristía.
El Pequeño Diccionario de Teología2 afirma que, “laico es la categoría
complementaria a la del clérigo o ministro sagrado, de forma que se dice laico al fiel
o bautizado que no es clérigo” (no hay otra posibilidad). Y se trata por tanto, del que
participa de la misión sacerdotal profética y real de Cristo exclusivamente a través del
bautismo, o mejor dicho de los sacramentos de iniciación cristiana. A esta definición
(negativa) se añade una descripción (positiva) entendiendo por laico al fiel bautizado
dedicado peculiar y propiamente al cuidado de las realidades terrenas. En función de
esta definición está la que se da ocasionalmente del laico: fiel bautizado que no es ni
clérigo ni religioso.
Según el Diccionario Abreviado de Pastoral3, etimológicamente, el concepto
laico designa al que pertenece al pueblo (laos). Desde una perspectiva descriptiva o
fenomenológica, se utiliza el concepto para definir a los cristianos que viven en el
mundo y que no pertenecen a la vida religiosa y al clero.

1

BOUYER L., Diccionario de Teología, Ed. Herder, Barcelona, 1995, pp. 393-395.
CANOBBIO, GIACOMO, Pequeño Diccionario de Teología, Ed. Sígueme, Salamanca, 1992, p.
174.
3
FLORISTÁN, CASIANO, Diccionario Abreviado de Pastoral, Ed. Verbo Divino, Navarra, 1992,
pp. 251-252.
2
3

Tomando en cuenta estas definiciones podemos decir que la referencia
etimológica y cultural

del término laico la podremos clasificar en una triple

4

connotación :
1. Etimológicamente está relacionado con el término griego “laos”, “Pueblo, el
miembro de un pueblo. Expresa la pertenencia a un pueblo determinado.
Usualmente significa pueblo, en otra nación5.
2. En la cultura judía, significa “lo profano”, lo “no consagrado a Dios”, lo que
está fuera del ámbito propio de los sacerdotes y levitas, y no pertenece a ese
ámbito. El empleo del concepto “laicos” en el judaísmo fue el puente por el
que posteriormente entró la palabra laico en la terminología y modo de pensar
de los cristianos. En la cultura romana, expresa la pertenencia a una categoría
social en cuanto contrapuesta a las clases de los dirigentes. Cabe mencionar
que el término “” no se encuentra en la Biblia griega. No ha sido
creado en ambiente cristiano, sino tomada del lenguaje civil6.
3. De manera general podemos decir que todo bautizado es corresponsal y
partícipe de la vida de la Iglesia, en cuanto que es incorporado por el bautismo
ejerce el oficio sacerdotal, profético y real.7 De ahí que, el bautismo es la
base sacramental para definir teológicamente al laico8.
Preguntarse sobre el laico hace referencia inmediata a la identidad cristiana.9
El laico es el cristiano que se ocupa con seriedad de las estructuras seculares,
contribuyendo mediante su esfuerzo a la construcción del Reino de Dios.

4

Cfr. MARÍA, ANTONIO CALERA, El laico en la Iglesia: vocación y misión, Ed. CSS, p. 39.
Cfr. Ibídem.
6
PEREA, JOAQUÍN, El laicado: un género de vida eclesial sin nombre, Ed. DDB, Bilbao, 2009,
pp. 23.
7
Cfr. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Christifideles Laici (Sobre vocación y misión de los laicos
en la Iglesia y en el mundo), diciembre 30 de 1988, Ed. Basilio Núñez, México, D.F., n. 9.
8
Cfr. CALERO, ANTONIO, El laico en… op.cit., pp. 80-87.
9
Ibíd. p. 7.
5
4

1.2 USO DEL TÉRMINO “LAICO” EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA
A) En la iglesia primitiva
El término “pueblo” no aparece nunca en el NT. Así como los bautizados,
todos sin distinción forman el Nuevo Pueblo de Dios; un Pueblo convocado por el
Espíritu, –para la evangelización del mundo– en el seguimiento fiel de Cristo: la
condición común de todos los bautizados, es la de formar, todos por igual, el Nuevo
Pueblo de Dios.
Esta igualdad de base, fundamental y decisiva, no excluye, sin embargo, una
articulación, rica y variada, realizada por el mismo Espíritu en el ámbito de ese
pueblo, que es, al mismo tiempo, el Cuerpo de Cristo10.
En esta época de la vida de la Iglesia, la única contraposición que se deja ver
de manera clara entre los seguidores de Jesús de Nazaret, en cuanto Nuevo Pueblo de
Dios, es la que existe en relación con el mudo circundante. Así se pone de relieve en
la descripción que encontramos de la comunidad cristiana en la Epístola a Diogneto11
él nos va a decir que los cristianos:
“Siguen las costumbres locales en su modo de vestir, alimentarse y comportarse,
manifestando al mismo tiempo las leyes extraordinarias y verdaderamente
paradójicas de su república espiritual, se asegura que aman a todos, y todos les
persiguen. Se les ignora y se les condena; se les mata pero son vivificados. Son
mendigos y enriquecen a muchos; carecen de todo y todos le sobra. Se les deshonra y
se sienten glorificados en medio de las deshonras; se les calumnia y son justificados.
Se les insulta y bendicen: les hacen ultrajes y responden honrando a los demás.
10

Cfr. 1 Cor 12,4-31; 14,1-6.26-30; Rom 12,6-8: 1 Tes 5,19-22.
La Epístola a Diogneto es una apología del cristianismo compuesta en forma de carta dirigida a
Diogneto, eminente personalidad pagana. No se sabe nada del autor, así como la fecha de composición
está sujeta a conjeturas, algunos la fechan en el siglo III. La Epístola fue escrita a requerimiento de
Diogneto, que pedía a su amigo cristiano le informara acerca de su religión. Las preguntas de Diogneto
pueden deducirse de la introducción de la carta: “pues veo, excelentísimo Diogneto, tu extraordinario
interés por conocer la religión de los cristianos y que muy puntual y cuidadosamente has preguntado
sobre ella: primero, qué Dios es ese en que confían y qué género de culto le tributan para que así
desdeñen todos ellos el mundo y desprecian la muerte, sin que, por una parte, crean en los dioses que
los griegos tienen por tales y, por otra, no observen tampoco la superstición de los judíos; y luego, qué
amor es ese que se tienen unos a otros; y por qué, finalmente, apareció justamente ahora y no antes en
el mundo esta raza, o nuevo género de vida. (QUASTEN, JOHANNES, Patrología, I, Ed. BAC.
Madrid, 1991, pp. 246-247).
11
5

Hacen bien y los castigan como a criminales; y mientras padecen el castigo, se
alegran como si nacieran a la vida”12.

Se puede afirmar que en esta época se presenta al nuevo Pueblo de Dios como
Pueblo consagrado por la unción del Espíritu Santo que, incorporando a cada creyente
a Cristo por el bautismo y la eucaristía, edifica el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
En el ámbito de este pueblo consagrado, sacerdotal, el Espíritu suscita una variedad
de ministerios y de carismas: “todo cristiano es un carismático, esto es, recibe una
consagración con vistas a una verdadera y variada misión en la Iglesia y el mundo.
Entre estos dones una unidad profunda, un orden en el amor suscitado por el único
Espíritu, en la regulación apostólico-ministerial, en el servicio de la Iglesia. Lo que se
pone especialmente de relieve no es tanto la distinción concreta entre estos carismas y
ministerios como la tensión entre pueblo todo consagrado, ungido por el Espíritu, y
el mundo”13.
B) En la época pre-Constantiniana
En los primeros siglos (hasta el siglo IV), se sigue observando una
contraposición dialéctica frente al mundo, situación que hacía acentuar la estrecha
unidad de todos los bautizados en el interior de la comunidad cristiana, por encima de
la distinción carismática o ministerial que pudiera existir entre ellos. La tensión
eclesial es entre la comunidad cristiana y el mundo circundante: no en el interior de la
misma.
La comunidad cristiana se presenta como alternativa a la civilización
grecorromana; se preocupa más de subrayar la novedad del mensaje cristiano, que de
hacer distinciones o contraposición entre sus miembros. Se acentúa el polo
comunitario, participativo, tanto en la liturgia y el culto, como en la elección de los
ministros de cualquier rango que fueran; tanto en la resolución de los problemas

12
13

QUASTEN, JOHANNES, Patrología... op. cit. pp. 246-247.
MARÍA, ANTONIO CALERA, El laico en… op.cit., p. 40.
6

(como puede ser la readmisión de apostatas, o los problemas de disciplina o de
cisma), como muy particularmente, en la administración de los bienes de la Iglesia14.
Es, de todas formas, una comunidad articulada. En esta época existe una
variedad de miembros, dones y carismas, que se entiende siempre, dentro de la más
profunda y radical unidad de la comunidad. Sigue siendo válido y operativo, el
modelo bíblico de la unidad en la diversidad.
Testigo cualificado de esta articulación es Ignacio de Antioquia en sus
famosas Cartas a distintas Comunidades cristianas del Asia Menor15.
Laicos importantes de esta época: Justino (+163/7), Tertuliano (+222/3)16,
Clemente Alejandrino (+211/15), Orígenes (+254/5) y Lactancio (+305/10).
C) En la Cristiandad
Al transformarse la comunidad de “Seguidores de Jesús” en la “Societas
Christiana” a partir del año 313, se convierte rápidamente en una Iglesia fuertemente
sacral y verticalmente ordenada. Se mimetiza claramente con la sociedad civil
romana.
Se acentúa, radicaliza y afianza una doble división:
1. Clero/laicos: dos clases de miembros dentro de una Iglesia-Sociedad, desde
el punto de vista institucional, con una marcada prevalencia de la Jerarquía,
hasta la práctica anulación de la acción de los laicos en la vida de la Iglesia.
2. Religiosos/laicos: dos clases de miembros claramente contrapuestos, desde
el punto de vista de la relación Iglesia-Mundo.

14

Cfr. ESTRADA, JA., La identidad de los laicos, Madrid, 1990, pp. 122-141.
Ibídem.
16
Existen dudas acerca de la condición laical o presbiteral de Tertuliano. “Por san Jerónimo (De
vir.ill. 53) –dice Quasten: “Sabemos que fue ordenado sacerdote. Él no hace mención nunca de su
estado clerical, pero su posición única y su preponderante papel de maestro, difícilmente se podrían
explicar si hubiera, permanecido siempre laico” (QUASTEN J, Patrología...op.cit., p. 530).
15
7

Así, la Iglesia medieval, que aparece como un organismo compacto y
fuertemente jerarquizado hace que los laicos sean, cada vez más, una clase totalmente
pasiva en el seno de la Iglesia.
En consecuencia se opera una progresiva e imparable:
a) Identificación entre la Iglesia y Clero: identificación no superada hasta el día
de hoy.
b) Distanciamiento entre clero-monjes por una parte, y laicos por la otra.
c) Disminución y pasividad de la corresponsabilidad de los laicos en la vida de
la Iglesia.
En ese mismo contexto aparece ya la idea (que perdura hasta nuestros días),
de que las realidades mundanas, carnales, eternas, pertenecen específicamente y hasta
exclusivamente, a los laicos, mientras que las realidades sobrenaturales, sagradas y
espirituales, pertenecen en exclusividad a los religiosos y sacerdotes; pero a pesar de
todo esto, se da una reacción de los laicos frente a la situación interna de la Iglesia,
con la aparición de las 2ª y 3ª Órdenes de Dominicos, Cistercienses, Carmelitas y
Franciscanos.
Este largo periodo de tiempo que media entre la conversión de Constantino
(313) y el comienzo de la edad moderna, puede resumirse diciendo que “el proceso de
progresiva asimilación entre clérigos y monjes, y de creciente separación entre ellos y
los laicos, está atestiguada en la distinción de los duo genera chiristianorum (dos
géneros de cristianos), que acepta Graciano (1140) en un canon cuya paternidad
atribuye él a san Jerónimo:
“Hay dos géneros de cristianos. Uno ligado al servicio divino y entregado a la
contemplación y a la oración, se abstiene de toda bulla de realidades temporales y
está constituido por los clérigos. El otro, es el género de los cristianos al que
pertenecen los laicos. En efecto, laós significa pueblo. A estos se les permite tener
bienes temporales, pero sólo para sus necesidades. En, efecto, no hay nada tan
miserable como despreciar a Dios por el dinero, a éstos se les permite casarse,
cultivar la tierra, hacer de árbitros en los juicios, defender su propias causas,
depositar ofrendas en los altares, pagar diezmos: así podrán salvar con tal que
eviten los vicios y obren bien” (C. 7.C. XII, q: 1).
8

Se puede notar en este texto que la condición laica, se presenta como una
concesión y queda excluida de toda participación activa en el orden de las cosas
sagradas.

Así pues, a esta prevalencia del polo jerárquico corresponde un

empobrecimiento de la realidad positiva del laicado: los carismas y ministerios que se
vienen a manifestar en los laicos de la Iglesia y de los mártires, quedan ahora
adsorbidos e institucionalizados por el monarquismo que había nacido como
fenómeno laical; si es verdad que al emperador y a los nobles se les reconoce cierto
carisma de intervención en los asuntos eclesiásticos, éste se contempla en una
perspectiva clericalizante que desconoce la autonomía y el valor de las realidades
terrenas.“En su conjunto, la Iglesia medieval ofrece de sí misma la imagen de un
organismo compacto y jerarquizado, puesto frente al imperio, exigiendo su
subordinación a la autoridad eclesial; en esta eclesiología, el papel del laicado a pesar
de los fermentos señalados, sigue siendo totalmente pasivo”17.
D) En la Edad Moderna y Contemporánea
En estos momentos se producen una serie de fenómenos y circunstancias que
cambian profundamente la situación eclesial:
Se produce, ante todo y como marco general que condiciona y explica el resto,
una fuerte reacción cultural contra el Medioevo y todo lo que conlleva ese periodo
histórico, tanto en el plano social como en el cultural y, especialmente en el religioso.
Se producen, además, tres hechos que conducen cada uno a su modo y los tres de
forma conjunta, a un imparable proceso de secularización. Éstos son: 1) Los grandes
descubrimientos (en orden geográfico, antropológico y etnológico, de otras grandes
culturas y religiones, de la investigación, etc.); 2) El Humanismo y 3) La Reforma
protestante.
La conjunción de estos tres hechos conducirá a la emancipación de todo
influjo de carácter religioso en general y cristiano en particular en el ámbito de la
17

Cfr. ESTRADA, JA., La identidad…op.cit., pp. 122-141.
9

política, de la cultura, de la ciencia, del dominio técnico de la naturaleza, de la
organización de la sociedad humana e incluso del ámbito de la caridad y la
beneficencia. Se podría decir, que es el momento en que el hombre secular toma en
sus manos las riendas de su propio destino, construye una propia jerarquía de valores,
y comienza a resolver con criterios propios e independientes los problemas que tiene
que afrontar. “De esta forma la Iglesia se encuentra por primera vez en toda su
historia, ante un mundo que es un mundo en el sentido pleno de la palabra, un mundo
“consciente de sí mismo e ilimitado, donde los cristianos vuelven a ser la pequeña
grey”.18
En este contexto, se produce el proceso a Galileo, que es un verdadero
detonante, un significativo punto de partida del moderno proceso de secularización,
es decir, de la progresiva e imparable independización de las esferas –mundanas–
(social, cultural, económica, familiar, etc.), respecto a las instancias religiosas que
habían sido, en muchos casos, su –cuna– y su –tutela–, no faltando, por otra parte,
casos de verdadera instrumentalización y manipulación. Comienza así, un imparable
proceso de emancipación de las realidades temporales y la toma de conciencia de su
propio valor y autonomía respecto de los criterios, valoraciones y determinaciones de
toda instancia –religiosa–.
Las realidades temporales se hacen autónomas hasta independizarse de toda
pretensión de dominio o decisión normativa por parte de la jerarquía de la Iglesia. Se
produce, por otra parte la reforma protestante, con su seria y profunda revolución no
sólo de los esquemas doctrinales, particularmente en relación con la existencia y el
valor de los Sacramentos y Ministerios, sino también de la vida y de la acción
pastoral de la Iglesia.
Hay en este contexto, un –peculiar– despertar de los laicos, con un
florecimiento sorprendente de organizaciones (Cofradías, Asociaciones piadosas,
Congregaciones femeninas dedicadas a la caridad, Asociaciones caritativas,
18

CONGAR Y. M., Jalones para una Teología del laicado, Ed. Estela, 6ª Edición, 1980, p. 67.
10

apostólicas o incluso políticas) siempre con la marca de –católicas– en una clave
confesional19.
Este movimiento de laicos, iniciado en el siglo XVII, y mantenido en el siglo
XVIII, se acentúa notablemente en el siglo XIX. Es, con todo, un movimiento que
tiene como trasfondo la innegable añoranza de la antigua cristiandad. Es, por eso
mismo, un movimiento fundamental apologético y beligerante, por cuanto la relación
de la Iglesia con el –mundo– no era precisamente de diálogo y esfuerzo de
entendimiento, sino de autodefensa y de tenaz resistencia ante los tiempos nuevos,
con la consiguiente actitud de descalificación, de negación, y hasta de condena20.
En el último tramo del siglo XIX encontramos el pontificado de León XIII
que inicia un nuevo tiempo en la Iglesia, a la que sensibiliza notablemente ante los
graves problemas sociales surgidos en el occidente en la segunda mitad del siglo,
superando el talante cerrado de una Iglesia que aparecía más como una auténtica
cátedra de excomuniones que como un sacramento de salvación de los hombres.
Como consecuencia da un impulso, hasta ahora desconocido al Movimiento Obrero
dentro del catolicismo, haciendo conscientes a los creyentes de la necesidad de actuar
en ese campo desde las propias convicciones cristianas.21.
El laicado en los siglos XIX y XX vive un despertar inaudito, que proseguirá
a lo largo de nuestro siglo. La Iglesia está siendo asediada por la sociedad laica, que
quiere fundar la nueva sociedad sobre valores distintos de los cristianos. La tarea
principal de los laicos va a ser la defensa de los valores cristianos a través de la
cultura, la educación, la ciencia y la política. Este movimiento laical no logrará
romper la imagen clerical de la Iglesia. Los laicos son simplemente los instrumentos
ejecutores de los planes elaborados por la jerarquía. La participación en el apostolado

19

Cfr. CONGAR, Y. M., Seglares…..op. cit., p. 70.
Esto se puede constatar el estilo duro y casi desafiante de algunos Documentos de Gregorio XVI
(1813-1846) y de Pío IX (1846): Gregorio XVI, DS 2730-2732; Pío IX, DS 2775-2786, 2890-2896,
2901-2980.
21
Cfr. LEÓN XIII, Carta Encíclica Rerum Novarum, 15 de mayo de 1891, Ed. San Pablo, D.F.,
México, nn. 38-40.
20
11

se entiende como una generosa concesión de los pastores a sus fieles. Durante el siglo
XIX hay que colocar a Antonio Claret. En sus trabajos apostólicos ve la necesidad de
integrar a los laicos, no tanto en asociaciones piadosas o devocionales, cuanto en
grupos de marcada acción apostólica en todos los campos: catequesis, cultura,
promoción social, alejados22.
En el siglo XX, Acción Católica es quien tiene el papel de protagonista en la
revitalización de la conciencia laical. Desde la experiencia de su labor apostólica,
cambian las relaciones clérigo-laico. Este último ya no es un "intruso", sino un
"colaborador"23. La misma experiencia de Acción Católica suscitará reflexiones muy
ricas y profundas en los teólogos acerca del puesto de los laicos en la Iglesia. Estas
reflexiones contribuirán decisivamente a "reequilibrar" la imagen de Iglesia y
Vaticano II.
1.2.1. En Latinoamérica, según Ecclesia in America24
Para tener un panorama de lo que es el laicado actual en Latinoamérica quise
tomar el escrito Postsinodal del papa Juan Pablo II Eccesia in America, que es el
documento que más se apega a lo que actualmente está viviendo el laicado.
La exhortación Apostólica Postsinodal: Ecclesia in America del papa Juan
Pablo II, vio la luz en el año de 1999 y como tema principal fue: “Encuentro con
Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en
América”. Y el cual quiere expresar claramente la centralidad de la persona de
22

Claret descubrió que el pueblo no era evangelizado, y la Palabra no producía las maravillas de
conversión de la sociedad como lo había hecho en otros tiempos porque faltaban evangelizadores. San
Antonio M. Claret fomentaba el apostolado asociado no sólo por la eficacia y las ventajas de la
asociación, sino por el testimonio y fuerza de la caridad fraterna vivida en comunión de vida. Así
suscitará asociaciones laicales para la evangelización como la Hermandad de la Doctrina Cristiana, y
otras con carácter más moderno, como la Hermandad Espiritual de Libros Buenos, y, sobre todo, la
Academia de San Miguel. Tenía por fin responsabilizar a los seglares en el apostolado especializado
(J.M. VIÑAS, La Misión de S. Antonio M. Claret. Roma, (sin fecha) pp.14-15).
23
Para conducir de nuevo a Cristo en su integridad a esas diversas clases de hombres que han
renegado de él, hay que seleccionar y formar ante todo en su mismo seno a los auxiliares del
apostolado de la Iglesia. Los primeros apóstoles, los apóstoles inmediatos de los obreros tienen que ser
los mismos obreros". (Pío XI, Quadragesimo Anno. (1931) n. 141).
24
Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Post Sinodal: Ecclesia in América, enero 22 de
1999, Ed. Librería Editrice Vaticana, Roma, Italia, n. 44.
12

Jesucristo resucitado, presente en la vida de la Iglesia, que invita a la conversión, a la
comunión y a la solidaridad.
El tema referente a los laicos va a ser tratado en el Capítulo IV, “Camino para
la Comunión”, en el número: 44 denominado: Los fieles laicos y la renovación de la
Iglesia.
Fiel a la doctrina del

Concilio Vaticano II, el Papa retoma a la Lumen

Gentium para señalar la misión de todo bautizado: la doctrina del concilio Vaticano II
sobre la unidad de la Iglesia, como pueblo de Dios congregado en la unidad del Padre
y del Hijo, y del Espíritu Santo, subraya que son comunes a la dignidad de todos los
bautizados la imitación y el seguimiento de Cristo, la comunión mutua y el mandato
misional. Es necesario, por tanto, que los fieles laicos sean conscientes de su dignidad
de bautizados, debido a que en muchos católicos ha quedado fuera de su vida. Por
otra parte, los Pastores han de estimar profundamente el testimonio y la acción
evangelizadora de los laicos que son integrados en el pueblo de Dios con
espiritualidad de comunión con Jesucristo vivo. La renovación de la Iglesia en
América no será posible sin la presencia activa de los laicos. Por eso, en gran parte,
recae en ellos la responsabilidad del futuro de la Iglesia.
Los laicos viven directamente allí donde se organiza secularmente a la vida
social: en los ámbitos de la economía, de la política, del trabajo, de la comunicación
social, del derecho, de la organización de las instituciones, en la que las decisiones y
la opciones se vuelven estructuras sociales que coincidan la vida civil: con su
actuación orientan el curso de los eventos del mundo.
Gracias a los fieles laicos, la presencia y la misión de la Iglesia en el mundo se
va realizando, de modo especial, en la diversidad de carismas y ministerios que posee
el laicado. La secularidad es la nota característica y propia del laico y de su
espiritualidad que lo lleva a actuar en la vida familiar, social, laboral, cultural y
política, a cuya evangelización es llamado. En un continente en el que aparecen la
emulación y propensión, a agredir, la inmoderación en el consumo y la corrupción,
13

los laicos están llamados a ser esperanza, a

encarnar valores profundamente

evangélicos como la misericordia, el perdón, la honradez, la transparencia de corazón
y la paciencia en las condiciones difíciles. Se espera de los laicos una gran fuerza
creativa en gestos y obras que expresan una vida coherente con el evangelio.
América necesita laicos cristianos que puedan asumir responsabilidades
directivas en la sociedad. Es urgente formar hombres y mujeres capaces de actuar,
según su propia vocación, en la vida pública, orientándola al bien común. Muchos
laicos en América van sintiendo el legitimismo deseo de aportar sus talentos y
carismas a la construcción de la comunidad eclesial y lo hacen en diversos campos:
como delegados de la Palabra, catequistas, visitadores de enfermos o de encarcelados,
animadores de grupos, etcétera.
Se

fomenta la provechosa cooperación de fieles laicos bien preparados,

hombres y mujeres, en diversas actividades dentro de la Iglesia, evitando una posible
confusión con los ministerios ordenados y con las actividades propias del sacramento
del Orden, a fin de distinguir bien el sacerdocio común de los fieles del sacerdocio
ministerial.
1.2.2. En México
Hablar de la situación del laico en la actualidad, supone, en gran medida,
hablar de México y los mexicanos. Somos un pueblo con diferentes estilos de ser, de
trabajar y de analizar la realidad. Con diferentes ejes de desarrollo cultural y con un
centralismo secular que nos caracteriza como nación. Todo esto se ve reflejado de
muchas formas en nuestra Iglesia, en donde se identifica nuestra idiosincrasia. Un
error común es pensar que el laico está más comprometido en tanto está más al
servicio del presbítero. Se trata de situaciones distintas: una es la promoción de
ministerios laicales, donde nunca hay que exagerar porque caemos nuevamente en
clericalismo; y otra, es formar al laico y hacerlo consciente de su tarea real y concreta
de evangelizar el mundo de la cultura, la política y la economía con su propia
actividad.
14

A) En la carta pastoral: Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad
con todos25
En este documento se menciona el papel del laico dentro del ámbito de la
sociedad y de la Iglesia, en él dice que: los fieles laicos poseen una peculiar
responsabilidad debido a que en ellos está encomendada la renovación del orden temporal,
cumpliendo su vocación cristiana principalmente en las tareas seculares. Su colaboración en
el ámbito intra-eclesial, si bien es relevante, no debe suprimir aquello que constituye su
misión propia y específica dentro de la sociedad y de la Iglesia”26.

Se

hace énfasis en la cuestión de la presencia del laico efectiva en el

ambiente, calificando de omisión grave el abstenerse en esta labor. Por lo tanto, el
laico no puede eludir el compromiso de afirmar en todo momento con coherencia y
responsabilidad los valores que se desprenden de la fe; “es moralmente inaceptable
que un laico traicione tácita o explícitamente los valores del evangelio en la vida
social, y más si posee una responsabilidad pública de cualquier índole”27. Y
continúan diciendo que las dificultades e incomprensiones que los fieles laicos
experimentan al momento de dar testimonio público de la fe, son parte del camino de
santificación que Jesucristo les propone al momento de invitarlos a su seguimiento.
La Santidad es una vocación a la que están llamados. Jesucristo y María Santísima
nunca desampara a quienes le responden a la gracia con valor y decisión, sobre todo
cuando los talentos recibidos de parte de Dios son requeridos para el bien del prójimo
y de la sociedad en su conjunto28.
En conclusión, ésta carta pastoral hace un llamado a no desligarse de las
tareas que le corresponden, propiamente como seglar, pero con una espiritualidad
bien encarnada en la persona de Jesucristo, es decir, no se puede vivir en el mundo
25

Este documento emanado de la Conferencia del Episcopado Mexicano el 25 de marzo del 2000
tiene como objetivo: “que, revisando nuestra historia, la vida eclesial y la situación del país en sus
principales desafíos, podamos ofrecer nuestra aportación para encontrar caminos nuevos y crecer en
un clima de reconciliación, de justicia y de paz”.
26
Cfr. n. 270.
27
Cfr. n. 271.
28
Cfr. n. 272.
15

estando fuera de él, y no se puede ser una persona verdaderamente comprometida con
la sociedad olvidándose de Dios.
B) En él: Ordenamiento Nacional del Apostolado de los Laicos29
Los laicos, como miembros de la Iglesia, trabajan para que todos sus
hermanos de México y del mundo conozcan y vivan el evangelio, aprovechando los
dones y carismas que el Espíritu Santo les comunica, principalmente por los
sacramentos, sobre todo por la Sagrada Eucaristía que alimenta en ellos la caridad,
alma de todo apostolado. Realizan un apostolado en unión íntima con todos sus
hermanos y bajo la autoridad de la Jerarquía, a la cual compete juzgar la autenticidad
de los carismas y ordenar el apostolado, de tal manera que todo encamine a la gloria
de Dios por el advenimiento de su Reino, en la fe, en la esperanza y en la caridad, que
el Espíritu Santo difunde en todos los miembros de la Iglesia30.
Este documento recalca que los laicos son ante todo colaboradores de la
verdad. Sobre todo en este campo, el apostolado de los laicos y el ministerio pastoral
se complementan mutuamente, puesto que aún cuando el ministerio de la Palabra y de
los sacramentos han sido de manera especial confiados al clero, cuyo sacerdocio
ministerial difiere esencialmente y no sólo de grado del sacerdocio común de los
fieles, sin embargo, el laico ha de aportar el trabajo que le es propio para comunicar
los principios cristianos, para defenderlos y para aplicarlos con rectitud y acierto a los
problemas actuales31. Esta misión menciona el documento que se llevará a cabo
trabajando íntimamente con los sacerdotes, así como deben de aportar su saber y
experiencia en la solución de los problemas del mundo y de la salvación de los

29

MAGISTERIO DE LA IGLESIA MEXICANA, Selección de textos de los documentos del
Episcopado Mexicano, a partir del 8 de diciembre de 1965 hasta el lo de diciembre de 1975, Ed.
CEM, México, D.F., nn.1-20. El documento al que hacemos referencia emana de la reunión de obispos
en Roma, el 8 de diciembre de 1965, y aunque ya tiene varios años que vio la luz, sigue estando muy
vigente en nuestra Iglesia Mexicana.
30
Cfr. n. 3.
31
Cfr. n. 5.
16

hombres, y cooperen en la realización de los programas apostólicos misioneros, ante
todo en su propia parroquia que es la célula de la Diócesis32.
En conclusión, el laico, para que haga eficaz la acción católica debe de reunir,
de acuerdo con el dictamen de la Jerarquía, las cuatro características siguientes33,
entendidas en conjunto y simultáneamente:
1.- El fin inmediato de su trabajo es el mismo fin de la Iglesia, es decir que
tienda a la santificación y evangelización de los hombres y a formar una
conciencia cristiana, de tal manera que puedan llevar el Espíritu del Evangelio
a las diversas comunidades y ambientes.
2.-

Los laicos cooperando en su medida con la jerarquía, aportan su

experiencia, asumen su responsabilidad en el gobierno de los grupos que se
formen o a los que pertenecen, valorando las circunstancias en las que se deba
ejercer la acción pastoral de la Iglesia, elaborando y realizando programas de
actividades.
3.- Los laicos, actúan unidos como en un cuerpo orgánico para significar
mejor la comunidad de la Iglesia y para realizar un apostolado más.
4.- Los laicos, ya sea que se ofrezcan por su propia iniciativa o que respondan
a la invitación para actuar y colaborar directamente con el apostolado
jerárquico, actúan bajo la alta dirección de la misma Jerarquía, la cual
sanciona esta cooperación en mandato.
C) En la: Corresponsabilidad de los sacerdotes y de los laicos en la
acción apostólica de la Iglesia34

32

Cfr. n. 7.
Cfr. n. 13.
34
MAGISTERIO DE LA IGLESIA MEXICANA, Selección de textos de los documentos, op. cit.,
nn.190-204. Documento de la Comisión Episcopal para el Apostolado de los laicos, 19 de septiembre
de 1973.
33
17

En este documento se va a hablar de un laicado adulto el cual debe ser
promovido y aprovechado por el presbítero y obispos animados con los mismos
sentimientos de Cristo. Y subraya: “al observar los campos de acción que
corresponden a los seglares por vocación humana y cristiana, se descubren, no sólo la
nobleza de su apostolado, la amplitud de sus actividades y los serios problemas que
deben de afrontar, sino también la calidad de seglares que, por su competencia
humana evangélica, sean capaces de edificar el Reino de Dios en sus ambientes. Una
vez más se hace necesario y urgente insistir en la responsabilidad trascendente que a
todos impone la fe cristiana. Para que la acción laical se identifique con la misma
actividad de la Iglesia y venga a ser ella misma bajo su aspecto secular, es necesario:
1.- Que los laicos hagan propia la misión de la Iglesia y la hagan operativa, al
grado que la fe cristiana realmente se siembre en sus ambientes y se
preocupen de su crecimiento y progresiva madurez.
2.- Que los laicos pues se sientan responsables en su propio campo de acción
y así promuevan la fe con responsabilidad inmediata35.
El apostolado de los laicos (individual o bien organizado) “es particularmente
apremiante y necesario en aquellas regiones en que se ve gravemente impedida la
libertad de la Iglesia. En éstos lugares como son de deficiente la acción pastoral del
sacerdote, los laicos suplen en parte la presencia del sacerdote y asumen
extraordinarias responsabilidades en la evangelización36.

35
36

Cfr. n. 194.
Cfr. n. 201.
18

CONCLUSIÓN
Ya dentro de la historia en la Iglesia primitiva, lo que se pone de relieve no es
tanto la distinción concreta entre los carismas y ministerios, como la tensión entre
pueblo consagrado, ungido por el Espíritu, y el mundo. En la época preconstantiniana más que hacer distinciones entre clérigos y pueblo se atiende a la
novedad del mensaje cristiano por ser una comunidad articulada.
El término laico no aparece en el Nuevo Testamento, ni en las primeras
comunidades como tal, sino más bien el término es de origen griego y denotaba a las
cosas del pueblo. Cuando el cristianismo lo adquiere, es para especificar la distinción
entre clérigos y no clérigos. En cambio unos años después en la época de la
cristiandad ya se empieza a dar una cierta diferencia entre clero y laicos, es decir dos
clases dentro de una Iglesia que fue tomando tintes de sociedad con una marcada
jerarquía.
Un poco después aparece la idea hasta nuestros tiempos actuales, más de uno
piensa: que las realidades mundanas, carnales, eternas, pertenecen específicamente y
hasta exclusivamente a los laicos y las realidades, digámoslo así, sobrenaturales,
sagradas, espirituales, pertenecen en exclusividad a los religiosos y sacerdotes.
Otro tinte se da en la época Moderna y Contemporánea, debido a los grandes
cambios en el pensamiento del hombre, a los inventos, a los descubrimientos de
nuevas tierras, ¡que la tierra resulta que no es plana! Sumando a todo esto la
Reforma Protestante; se rompe con muchos esquemas doctrinales. Ante todo esto
surge la voz de los mismos laicos en diversos grupos apostólicos; me refiero a los
movimientos, asociaciones y cofradías. Los cuales ya desde el siglo XX hacen su
aparición; uno de ellos es la Acción Católica la cual le fue dando fuerza y valor, tanto
a los clérigos, como a los laicos ante los momentos difíciles que vivían.
La situación actual del laicado sobre todo en Latinoamérica, según el
documento post-sinodal Ecclesia in America del Papa Juan Pablo II. El laico en
19

América es de mucha ayuda para la renovación de la Iglesia porque en gran medida
recae en ellos la responsabilidad del futuro en la Iglesia; así como gracias a ellos la
misión y presencia de la Iglesia en el mundo se va realizando, de modo especial en la
diversidad de carismas y ministerios que posee el laicado.
En México según algunos documentos del Episcopado Mexicano, nos
mencionan que el laico dentro del ámbito de la sociedad y la iglesia es de mucho
valor debido a que poseen una peculiar responsabilidad a que están encomendados de
manera especial a las cosas del orden temporal. Los Obispos ante las situaciones
actuales que vive la sociedad, llama al laico a no desligarse de la tareas que le
corresponden, propiamente como seglar. Y por último, los Obispos afirman que el
laico es cooperador, el que lleva al espíritu del evangelio a las diversas comunidades
y ambientes.
CAPÍTULO SEGUNDO
EL LAICO EN EL MAGISTERIO
DE LA IGLESIA (ss. XX-XXI)
21

2.1. EN EL CONCILIO VATICANO II
A) Cap. IV de la Lumen Gentium
Es preciso comenzar diciendo que el Concilio no pretendió dar una definición
propiamente “teológica” de laico, sino que se propuso dar una definición
“tipológica” del mismo: es decir, dio una descripción de lo que ordinariamente,
entendemos por “laico”:
“Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de
los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso
reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a
Cristo mediante el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su
manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen, por su parte,
la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo37”.

Es de observarse, que en las dos primeras redacciones, los temas como Pueblo
de Dios y laicos, van siempre unidos, formando un sólo capítulo: el Capítulo III. Es a
partir de la tercera redacción y por evidente influjo de la discusión general sobre el
Esquema de la Iglesia, cuando estos temas aparecen ya debidamente diferenciados y
separados, formando los capítulos segundos (el Pueblo de Dios) y IV (los Laicos).
El laico participa activamente en la misión de todo el pueblo cristiano en la
Iglesia y en el mundo; tiene una función, tanto en la Iglesia como en el mundo; está
inserto en el mundo; desde su condición de bautizado: o sea, tiene una relación
cristiana con el mundo secular. Su inserción en el mundo, de todas formas, no es suya
de una forma absolutamente exclusiva, sino primordial: “los laicos en razón misma
de su estado en la vida, están llamados especialmente, aunque no exclusivamente, a
tratar y ordenar los asuntos temporales según Dios”38.

37

CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática Lumen Gentium, (sobre la iglesia), en:
Concilio Vaticano II: Documentos completos, Ed. DABAR, D.F., México, 2008, n. 31.
38
Ibídem.
22

Todos estos elementos conforman de tal manera la vocación del laico, que, en
virtud de ellos, puede afirmarse que el concepto de laicado constituye un –estado– en
la Iglesia.
Cuatro son los elementos que van apareciendo a lo largo de distintas
redacciones, como rasgos que caracterizan la figura del laico39:
 Su pertenencia a la Iglesia, como miembro vivo y activo del Pueblo de Dios.
 El no estar Ordenado, ni pertenecer a ninguna Orden o Congregación
religiosa. No desempeñar, por consiguiente, una función oficial, para la que
se requiera el Ministerio Ordenado.
 El ocuparse de los asuntos de este mundo cristianamente: es decir, el tener
una relación cristiana con las realidades temporales: buscan el Reino de Dios,
ocupándose prevalentemente, aunque no exclusivamente, de las realidades
temporales y ordenándolas según Dios.
 El ser, en virtud de su propia condición bautismal, corresponsable con la
Jerarquía, de la Misión confiada por Cristo a toda la comunidad eclesial.
Como consecuencia de la profunda reflexión realizada en el Concilio sobre la
vocación y misión del Laico en la Iglesia y en el mundo, se han ido evidenciando
varios elementos realmente determinantes en la configuración de la nueva Teología
del Laicado, y que conforman de manera particular la relación entre clérigos y
laicos40:
 La teología del bautismo, es potenciada por el contexto misional de las viejas
cristiandades e Iglesias del Primer Mundo; la valoración de la consagración
bautismal como la radical y fundamental (como la base para la consagración
del Orden o la Profesión de vida religiosa).
 La renovación del sacramento de la Confirmación como el del cristiano
adulto, el desarrollo de nuevos ministerios laicales (tanto los que tienen
39
40

Cfr. LG n. 31.
Cfr. Ibid., nn. 32-33.
23

arraigo en la tradición como los que se generen por nuevas necesidades
eclesiales o sociales).
 La importancia de una educación para un discernimiento, que sustituya la
dependencia infantilizante respecto del clero.
 La desclericalización de los sacramentos dándoles una mayor configuración
comunitaria, y el replanteamiento de los ministerios ordenados en la línea de
pastores enmarcados en comunidades que desplazan la vieja imagen de
funcionarios eclesiásticos.
El largo camino recorrido por la teología del laicado a través de las diferentes
redacciones de la Lumen Gentium, llegó a su culminación el día 21 de noviembre de
1964 cuando quedó definitivamente aprobada y promulgada dicha Constitución.
Los contenidos doctrinales del capítulo IV de la Lumen Gentium son los
siguientes:
 n. 30: Peculiaridad del tema.
 n. 31: Definición (tipológica) del laico.
 n. 32: Unidad de la diversidad de vocaciones.
 n. 33: Fundamento del apostolado de los laicos.
 n. 34: Consagración del mundo.
 n. 35: Participación en la función profética de Cristo.
 n. 36: Participación en la función regia de Cristo.
 n. 37: Relaciones con la Jerarquía.
 n. 38: Una perspectiva vivificante en el mundo.
B) El Decreto Apostolicam Actuositatem41
Tomada la decisión por el Papa Juan XXIII, el Concilio Vaticano II se dedicó
a tratar el tema del Apostolado de los laicos, se constituyó una Comisión preparatoria
41

CONCILIO VATICANO II, Decreto Apostolicam Actuositatem, (sobre el apostolado de los laicos),
en: Concilio Vaticano II: Documentos completos, Ed. DABAR, D.F., México, 2008, n. 31.
24

el 4 de junio de 1960 en orden a redactar el correspondiente proyecto, como
desarrollo y aplicación del capítulo IV de la Lumen Gentium.
El apostolado de los laicos no es un honor de invitado, ni un privilegio que se
le concede, ni una exigencia del momento, dado el estado actual del mundo, ni
mucho menos una moda demagógica. Se trata de una obligación que procede del
mismo hecho de la misma vida cristiana, de su espontaneidad vital. “Es un derecho y
una necesidad propios suyos. Por el bautismo todos los creyentes son consagrados
para el ministerio de esta misión. La Iglesia realiza su apostolado a través de todos
sus miembros”42.
Resalta la profunda relación y sintonía, lógica por otra parte, existente entre
las enseñanzas de la Lumen Gentium y el Decreto Apostolicam Actuositatem acerca
de los laicos. En los dos documentos, el laico es descrito en una doble referencia: de
una parte, a su carácter de miembro del Pueblo de Dios, a su participación –en virtud
del Bautismo y de la Confirmación–, en la función profética, real y sacerdotal de
Cristo; de otra, a su condición de cristiano corriente, que comparte con el común de
los hombres la dedicación a las tareas temporales o seculares, en las cuales y a través
de las cuales, debe identificarse con Cristo y manifestarlo a los hombres”43.
Así como definen que el “apostolado del laico no está basado en una realidad
de orden jurídico, sino en la ontología sobrenatural que hace a una persona cristiana.
Es decir, la base del derecho y del deber de apostolado del laico es la existencia
cristiana en sí misma. Por pertenecer a un cuerpo cuya cabeza y principio interior de
la vida es Cristo por el Espíritu, el laico participa de su misión. No necesita para ello
misión jerárquica, ni la jerarquía puede eximirle de esta obligación, ni pude coartarle
en su legítima libertad al cumplirla”44.
El decreto Apostolicam Actuositatem, a causa precisamente de su naturaleza
de Decreto y no de Constitución, “aunque remita a la Lumen Gentium y la
42
43
44

Cfr. AA. n. 2.
Cfr. AA. n. 3.
Cfr. LG n. 33; AA nn. 3,25,30.
25

presuponga, no posee la amplitud de horizonte y la hondura teológica que
caracterizan a la Constitución sobre la Iglesia y que, en algún punto, se queda por
debajo de las grandes afirmaciones eclesiológicas y espirituales presentes en ese y en
otros documentos conciliares”45.
El decreto, en su redacción definitiva, se estructura de la siguiente forma:
 n. 1: Proemio.
 n.n. 2-4: Vocación de los seglares al apostolado.
 n.n: 5-8: Fines que hay que lograr.
 n.n. 9-14: Los diversos campos del apostolado laical.
 n.n. 15-22: Las diferentes formas del apostolado.
 n.n. 23-27: Orden que hay que observar.
 n.n. 28-32: Formación para el apostolado.
 n. 33. Exhortación final.

2.2. EN EL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO DE 198346
Son numerosos los cánones en los que, en perfecta fidelidad a la doctrina conciliar, se
va presentando la figura, la vocación y la misión del laico dentro de la Iglesia, no
dejando de llamar la atención el orden en que, el Libro II del Código, aparecen los
distintos grupos de creyentes que forman el Pueblo de Dios:
 Parte 1ª: De los fieles cristianos: cnn. 204-231.298-329.
 Parte 2ª: De la constitución jerárquica de la Iglesia: cnn. 232-297.330-572.
 Parte 3ª: De los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de vida
apostólica: cnn. 573-746.

45

Cfr. SCHILLEBEECKX, E., Documentos del Vaticano II, Ed. Madrid 1993, p. 726.
La doctrina conciliar sobre la vocación y misión del laico en la Iglesia y en el mundo ha quedado
recogida y codificada en el Código de Derecho Canónico publicado oficialmente por el Papa Juan
Pablo II el 25 de enero de 1983. Además de recordar los principios litúrgicos y los servicios y
ministerios ya establecidos, mitiga levemente la cuestión de los sujetos, y amplía las posibilidades
ministeriales.
46
26

En este sentido de la doctrina canónica cabe hacer, ante todo, un par de
observaciones47:
1ª. En primer lugar hay que guardarse del peligro, nada irreal, de leer e
interpretar la doctrina del Código acerca de los laicos (particularmente la
referencia a los ministerios y cargo eclesiásticos que el mismo Código
establece y confía a los laicos), desde una clave reduccionista, la cuál sería el
considerar la vocación laical en la

Iglesia primordialmente, sino

exclusivamente, desde un acercamiento al ministerio ordenado y como una
participación (disminuida ciertamente) de la condición ministerial propia de
los ministros “ordenados”. En este caso se seguirá teniendo una visión
completamente “clericalizada” de la Iglesia, en contra de lo que pretendió el
Concilio Vaticano II.
2ª. En segundo lugar, la doctrina específica sobre los laicos encuentra ya sus
puntos fundamentales en lo que el Código de Derecho Canónico enseña y
establece en los cánones

que se refieren a todos los Christifideles sin

distinción (cnn. 208-223): la igualdad de base de todos los miembros dentro
de la Comunidad eclesial, con los consiguientes derechos y deberes que
atañen por igual a todos los bautizados por el sólo hecho de serlo. “Esos
mismos derechos y obligaciones, así como su fundamento y forma de
ejercerlos en la Iglesia y en mundo, se encuentran ya presentes en los distintos
documentos conciliares en que se exponen la doctrina sobre los laicos”.
Además de éstos derechos y obligaciones comunes a todos los bautizados, el
Código reconoce y establece otros que atañen de forma específica a los laicos (can.
24). Entre éstos cabe destacar los que establece el can. 225 Parágrafos 1 y 2, acerca
de la participación de los laicos en la Misión única de la Iglesia48, así como la función
propia y peculiar, aunque no exclusiva, de los laicos de animar el orden temporal en
47

Cfr. PEREA, JOAQUÍN, El laicado: un género…op.cit., pp. 197-210.
En esta clave de participación es preciso interpretar numerosos cánones a lo largo de todo el
Código; vgr. Cnn. 337, &3; 337, &3; 443, &4-5; 460; 462, &2; 483, &2; 492; 512; 519; 529, &2; 536;
537; 1064; 1287, &1.
48
27

el mundo, y de formar muy en particular el ámbito de la familia (can. 226) y la
libertad de acción de que deben gozar los laicos en su condición de miembros de la
sociedad (can. 227).
Los derechos y deberes de los laicos aparecen igualmente en todos aquellos
cánones en los que se establecen las normas relativas a las asociaciones, tanto
públicas como privadas, que pueden crear los bautizados (cnn. 298-329).
Por lo demás, la participación de los laicos en la vida de la Iglesia se extiende
incluso al ejercicio propio del ministerio ordenado en su oficio de enseñar (en sus
diversas formas y expresiones: cnn. 229, &3; 766; 767; 784; 785), en su oficio de
santificar (can. 230) y en el mismo oficio del gobierno pastoral (cnn. 1421; 1435).
En plena fidelidad a la Constitución dogmática Lumen Gentium, el Código de
Derecho Canónico presenta y legisla sobre lo que es común a todos los creyentes
desde su condición de bautizados, antes de bajar a lo que un bautizado puede después
ser y vivir en la Comunidad eclesial, según se ha llamado, con una vocación peculiar,
al Ministerio ordenado, a la Vida Consagrada o a la Vocación laical.

2.3. EN CHRISTIFIDELES LAICI49
Los fieles laicos nos van a decir esta exhortación que son:
“…los fieles cristianos a excepción de los miembros del orden sagrado y los
del estado religioso sancionado por la Iglesia; es decir, los fieles que, en
cuanto incorporados a Cristo por el Bautismo, integrados al Pueblo de Dios y
hechos partícipes a su modo del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo,
ejercen en la Iglesia y en el mundo. La misión de todo el pueblo cristiano en
la parte que a ellos les corresponde”50.
49

Como complementos y confirmación autorizada de toda la doctrina conciliar sobre la Vocación
laical, y particularmente de los trabajos realizados en el Sínodo, apareció la Exhortación apostólica
Chistifideles Laici del Papa Juan Pablo II, del 30 de diciembre de 1988, en la que recoge y presenta en
forma orgánica y sistemática los trabajos del Sínodo de 1987 sobre Los laicos en la Iglesia.
50
Cfr. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Cristifideles Laici, (sobre la figura y la misión de los
laicos en la Iglesia y en el mundo), 30 de diciembre, Ed. De la Librería Parroquial de Clavería, D.F.,
México, n. 9.
28

La Exhortación se estructura alrededor de la parábola narrada por el
evangelista Mateo, según la cual el Reino de los cielos es semejante a un propietario
que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña… (Mt 20,12). “Esa parábola conduce de forma natural a extender la mirada, por una parte, a la
multitud de personas, hombres y mujeres, que son llamados por Él y enviadas para
que tengan trabajo en la viña. Con ella, desea el Papa dar todo su valor a la entera
riqueza de los trabajos sinodales; desde la relación introductoria hasta las
intervenciones de cada uno de los obispos y de los laicos, y la relación de síntesis al
final de las sesiones en el aula; desde los trabajos y relaciones de los –círculos
menores– hasta las –posiciones– finales y el Mensaje final”51.
Esquema general de la Exhortación:
 Introducción.
 I. La dignidad de los fieles laicos en la Iglesia-Misterio.
 II. La participación de los fieles laicos en la vida de la Iglesia-Comunión.
 III. La correspondencia de los fieles laicos en la Iglesia-Misión.
 IV. Buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.
 V. La formación de los fieles laicos.
Estos son, a grandes rasgos, los temas a tratar que, a partir del Vaticano II, han
ido indicando la reflexión que han hecho la Iglesia sobre la Vocación y Misión del
Laico en la Iglesia y en el Mundo.
En cuanto a la parroquia, se llama a los laicos a que participen en la
comunidad básica de que es la parroquia y trabajen por la renovación y adaptación de
sus estructuras. Así se favorecerán las responsabilidades pastorales de los laicos y las
pequeñas comunidades eclesiales, de base serán lugares de auténtica vitalización e

51

Cfr. ChL., n. 2.
29

irradiación de fe. No obstante, reconoce también el Papa la necesidad de otras
estructuras, ámbitos y funciones de evangelización no parroquiales52.
Así como se hace una llamada insistente para que se constituyan y funcionen
de manera decidida los consejos pastorales parroquiales y donde los laicos puedan
participar y llegar a la toma de decisiones53.
La Exhortación dedica varios números a las formas de participación del
laicado en la vida de la Iglesia54. Además de las formas personales de participación,
que es la realización primaria de todo apostolado. Así como considera ampliamente
las formas agregativas o asociadas de participación55. El fenómeno asociativo ha
tenido en los últimos tiempos un desarrollo y variedad particulares; nos encontramos
en una nueva época asociativa de los fieles laicos.

2.4. EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA56
Por fieles laicos se entiende aquí:
“Todos los cristianos, excepto los miembros del orden sagrado y del estado religioso
reconocidos en la Iglesia. Son, los cristianos que están incorporados a Cristo por el
bautismo, que forman el Pueblo de Dios y que participan a su manera de las
funciones del Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Ellos realizan, según su condición, la
misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo.57

La vocación de los laicos, tiene como objetivo buscar el Reino de Dios
ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios. “A ellos, de
manera especial, corresponde iluminar y ordenar toda las realidades temporales, a las
52

Cfr. n. 26.
Cfr. n. 27.
54
Cfr. nn. 28-31.
55
Cfr. n. 29.
56
Cfr. El papel de los laicos en el Catecismo es tratado en la capítulo tercero Creo en el Espíritu
Santo, Párrafo 4: los fieles de Cristo: Jerarquía, laicos, vida consagrada y concretamente de los
números 897 al 913. El Catecismo retoma lo ya dicho por el Concilio Vaticano II en la Constitución
Lumen Gentium, la Exhortación Apostólica, Christifideles Laici de Juan Pablo II, el Decreto
Apostolicam Actuositatem, así como retoma al Código de Derecho Canónico.
57
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Coeditores Católicos de México, D.F., 2003, n. 897.
53
30

que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se
desarrollen y sean para alabanza del Creador y redentor”58.
La iniciativa de los cristianos laicos es particularmente necesaria cuando se
trata de descubrir o de idear los medios para que las exigencias de la doctrina y de la
vida cristiana impregnen las realidades sociales, políticas y económicas. Esta
iniciativa es un elemento normal de la Iglesia según lo va a decir la exhortación
Chistifideles Laici en el número nueve59.
Todos los fieles, los laicos están encargados por Dios del apostolado en virtud
del Bautismo y la Confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del derecho,
individualmente o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el mensaje divino
de salvación será conocido y recibido por todos los hombres y en toda la tierra; esta
obligación es tanto más apremiante cuando sólo por medio de ellos los demás
hombres pueden oír el Evangelio conocer a Cristo. En las comunidades eclesiales, su
acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores no puede obtener en
la mayoría de las veces su plena eficacia60.
La participación de los laicos en la misión sacerdotal de Cristo:
“Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos para producir siempre los frutos más
abundantes del Espíritu, en efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la
vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se
realizan en el Espíritu, incluso las milesias de la vida, si se llevan con paciencia,
todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo,
que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía
uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos,
como adoradores que en todas partes llevan una conducta santa, consagran el
mundo mismo a Dios”61.

Los laicos, si tienen las cualidades requeridas, pueden ser admitidos de
manera estable a los ministerios de lector y acólito, todo “donde lo aconseje, la
58
59
60
61

Cfr. n. 898.
Cfr. n. 899.
Cfr. n. 900
Cfr. n. 901.
31

necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos, aunque no
sean lectores, ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el
ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el Bautismo y
dar la sagrada Comunión, según las prescripciones del derecho”62.
Su participación en la misión profética de Cristo. “Cristo realiza su función
profética no sólo a través de la jerarquía, sino también por medio de los laicos. Él los
hace sus testigos y les da el sentido de la fe y la gracia de la palabra”.63
Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando con el
“anuncio del Cristo comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra. En los
laicos, esta evangelización, adquiere una nota específica y una eficacia particular por
el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo”64.
Su participación en la misión regia de Cristo. Por una obediencia hasta la
muerte, Cristo ha comunicado a sus discípulos el don de la libertad regia, “para que
vencieran en sí mismo, con la propia renuncia y una vida santa, al reino del
pecado”65.
Los laicos, además, juntando también sus fuerzas, han de sanear las estructura
y las condiciones del mundo, de tal forma que, si algunas de sus costumbres incitan al
pecado, todas ellas sean conformes con las normas de la justicia y favorezcan en vez
de impedir la práctica de las virtudes, obrando así, impregnaran de valores morales a
toda la cultura y las realizaciones humanas66.
En la Iglesia, “los fieles laicos pueden cooperar a tenor del derecho en el
ejercicio de la potestad de gobierno. Así, con su presencia en los Concilios
particulares, los sínodos diocesanos, los consejos pastorales; la colaboración en los

62
63
64
65
66

Cfr. n. 903.
Cfr. n. 904.
Cfr. n. 905.
Cfr. n. 908.
Cfr. n. 909.
32

consejos de los asuntos económicos; la participación en los tribunales eclesiásticos,
etc.”67
Los fieles han de aprender a distinguir cuidadosamente entre los derechos y
deberes que tienen como miembros de la Iglesia y los que corresponden como
miembros de la sociedad humana.
Así como deben esforzarse en integrarlos en buena armonía, recordando que
en cualquier cuestión temporal han de guiarse por la conciencia cristiana. En efecto,
ninguna actividad humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede sustraerse a
la soberanía de Dios”68. “Así, todo laico, por los mismos dones que ha recibido, es a
la vez testigo e instrumento vivo de misión de la Iglesia misma según la medida de
Cristo69.

2.5. EN LAS CONFERENCIAS DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y
DEL CARIBE70
Veamos una perspectiva general que han tenido los laicos en las conferencias:
A) Río de Janeiro
Esta Conferencia trata sobre la cuestión de los laicos en los números que van
del 42 al 45. Menciona al principio que:

67

Cfr. n. 911.
Cfr. n. 912.
69
Cfr. n. 913
70
El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) agrupa a los obispos de la Iglesia católica de
Latinoamérica y el Caribe. Su origen está en la conferencia general del episcopado latinoamericano en
Río de Janeiro realizada entre el 25 de julio al 4 de agosto de 1955. Tras la cual se hace el pedido al
papa Pío XII en 1955 para la constitución del CELAM, siendo aceptado dicha sugerencia. Asimismo
ha realizado las siguientes conferencias generales de obispos: la primera en RÍO DE JANEIRO, en
1955, sobre cómo robustecer nuestras Iglesias locales y su servicio en América Latina. La segunda en
MEDELLÍN, en 1968, sobre el cómo aplicar las orientaciones del Concilio Vaticano II en América
Latina. La tercera fue en Puebla, en 1979, sobre el presente y futuro de la evangelización en
Latinoamérica. La cuarta fue en SANTO DOMINGO, en 1992, sobre la nueva evangelización, la
promoción humana y cultura cristiana. La quinta, fue en APARECIDA, Brasil, en mayo del 2007,
sobre discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él nuestros pueblos tengan vida.
68
33

“El papel del laico es muy importante en la obra salvífica encomendada por
Jesucristo a la Iglesia: colaboración apostólica que se hace sentir con mayor
urgencia en la regiones de América Latina, por la escasez de sacerdotes, el elevado
número de fieles a ellos encomendados, la gran extensión de las demarcaciones
parroquiales, y, por último, la dificultad de penetrar en ciertos ambientes”71.

Y añade que para el mayor progreso de las colaboraciones del laicado católico
en la acción apostólica en América Latina, es de suma importancia difundir cada vez
más entre los fieles el exacto conocimiento de la posición de los seglares dentro del
Cuerpo Místico de Cristo, formando la conciencia de los fieles, de modo que se
persuadan prácticamente que el apostolado aún siendo propia del sacerdote, no es
exclusiva de él, sino que también les compete a ellos, por su mismo carácter de
cristianos, siempre bajo la obediencia a los Obispos y de los Párrocos y dentro de las
formas

y oficios que no son privativo del ministerio sacerdotal. Por tanto es

necesario que tales principios sean oportunamente enseñados e inculcados desde el
Seminario a los futuros sacerdotes, para que sepan aprovecharse, como conviene, de
la preciosa ayuda que les puede venir de la colaboración de los laicos72.
Algo muy importante de este documento (y en el cual se nota ya cierto aire
que traerá el Concilio Vaticano II), es que el apostolado de los laicos no debe
reducirse únicamente a colaborar con el sacerdote en el campo limitado de los actos
de piedad, sino que, además de un esfuerzo continuo por conservar y defender
íntegramente la fe católica, debe ser un apostolado misionero de conquista para la
dilatación del reino de Cristo en todos los sectores ambientes, y particularmente allí
donde no puede llegar a la acción del sacerdote73.

71

I CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, sobre cómo
robustecer nuestras Iglesias locales y su servicio en América Latina, Ed. Conferencia Episcopal
Mexicana, México, D.F., n. 42.
72
Cfr. n. 43
73
Cfr. n. 44
34

B) Medellín
En este documento se habla de un laico más comprometido con las nuevas
condiciones de vida, y que éste acepte el desafío de un compromiso de presencia,
adaptación permanente y creatividad74.
Ya que los movimientos de laicos han tenido una crisis muy fuerte que
cumplieron una labor de vital importancia en el pasado. Pero, por circunstancias
posteriores, o se encerraron en sí mismo, o se aferraron indebidamente a estructuras
demasiado rígidas, o no supieron ubicar debidamente su apostolado en el contexto de
un compromiso histórico liberador75.
Pero también los obispos en Medellín reconocen los valiosos servicios que los
movimientos de laicos han prestado y continúan prestando con renovado vigor la
promoción cristiana del hombre latinoamericano. Su presencia en muchos ambientes,
pese a los obstáculos y la dolorosa crisis de crecimiento, es cada vez más efectiva y
notoria. Por otra parte no puede dejarse de ver el trabajo y la reflexión de muchas
generaciones de militantes76.
Los laicos como todos los miembros de la Iglesia, participan de la triple
función profética, sacerdotal y real de Cristo, en vistas al cumplimiento de su misión
eclesial. Y aquí viene lo importante que quiere recalcar este documento:
“específicamente realizan su misión en al ámbito de lo temporal, en orden a la
construcción de la historia, gestionando asuntos temporales y ordenándolos según
Dios.

74

Cfr. II CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Cómo aplicar
las orientaciones del Concilio Vaticano II en América Latina, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana,
México, D.F., n. 3.
75
Cfr. n. 4.
76
Cfr. n. 15.
35

Y añade: “lo típicamente laical está constituido, en efecto, por el compromiso
en el mundo, entendiendo, este como marco de solidaridades humanas, como trama
de acontecimientos y hechos significativos, en una palabra, como historia”77.
Viviendo –en las ocupaciones del mundo y en las condiciones ordinarias de la
vida familiar y social, con las que su existencia esta como entretejida–, los laicos
están llamados por Dios –para que, desempeñando su propia profesión, guiados por el
Espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a
modo de fermento, por lo tanto a ellos el corresponde iluminar y ordenar las
realidades temporales a las cuales están estrechamente vinculados–78.
Así como el apostolado de los laicos “tiene mayor transparencia de signo y
mayor densidad eclesial cuando se apoya en el testimonio de equipos o de
comunidades de fe, a las que Cristo ha prometido especialmente su presencia
aglutinante”79. De este modo los laicos cumplirán más cabalmente son su misión de
hacer que la Iglesia acontezca en el mundo, en la tarea humana y en la historia.
C) Puebla
En esta conferencia se da un paso más en cuanto a la participación del laico
dentro de la Iglesia, reconociendo en el seno de la Iglesia Latinoamericana una toma
de conciencia creciente de la necesidad de la presencia de los laicos en la misión
evangelizadora, estimulando a tantos laicos, que mediante su testimonio de entrega
cristiana, contribuyen al cumplimiento de la tarea evangelizadora y a presentar el
rostro de una Iglesia comprometida en la promoción de la justicia en los pueblos.
Y haciendo eco a lo ya tratado en el Concilio Vaticano II en algunos de sus
documentos sobre la misión del laico, el cual encuentra su raíz y significación
sobre todo en:“que el Bautismo y la Confirmación lo incorporan a Cristo y lo hacen
miembro de la Iglesia; así como participa, a su modo, de la función sacerdotal,
77
78
79

Cfr. n. 8.
Cfr. n. 11.
Cfr. Mt, 18, 20.
36

profética y real de Cristo y la ejerce en su condición propia; la fidelidad y la
coherencia con las riquezas y exigencias de su ser le dan su identidad de hombre del
mundo en el corazón de la Iglesia”80.
Por lo tanto, el laico se va a ubicar por su vocación, en la Iglesia y en el
mundo. Miembro de la Iglesia, fiel a Cristo, está comprometido en la construcción del
Reino en su dimensión temporal81.
Se menciona también en esta conferencia la cuestión de la espiritualidad del
laico, la cual debe ser adecuada a su condición de laico, sobre todo para que no huya
de las realidades temporales para buscar a Dios, sino persevere, presente y activo, en
medio de ellas y allí encuentre a su Señor; así como dé a tal presencia y actividad una
inspiración de fe y un sentido de caridad cristiana; es decir “que por la luz de la fe,
descubra en esa realidad la presencia del señor; en medio de su misión, a menudo
conflictiva y llena de tensiones para su fe, busque renovar su identidad cristiana en el
entorno con la palabra de Dios, en la intimidad con el Señor por la Eucaristía, en los
sacramentos y en la oración”82.
Por último, se habla de los ministerios diversificados, para el cumplimiento de
la misión del laico. “Los ministerios que se le pueden conferirse a laicos son aquellos
servicios referentes a aspectos realmente importantes de la vida eclesial, ejercidos por
los laicos con estabilidad y que han sido reconocidos públicamente y confiados por
quien tiene la responsabilidad en la Iglesia”83. Los obispos pues, concluyen haciendo
un llamado urgente a los laicos a comprometerse en la misión evangelizadora de la
Iglesia, en la que la promoción de la justicia es parte integrante e indispensable y la
que más directamente corresponde al quehacer laical, siempre en comunión con los
pastores.

80

LG. Cp. IV.
Cfr. III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, El presente y
futuro de la evangelización en Latinoamérica, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F., nn.
777-787.
82
Cfr. n. 798.
83
Cfr. n. 805.
81
37

D) Santo Domingo
En esta conferencia se afirma que:
“Los fieles cristianos en su mayoría son llamados por Cristo como Iglesia, agentes y
destinatarios de la Buena Noticia de Salvación, a ejercer en el mundo. Y como
consecuencia del bautismo los fieles son insertados en Cristo y son llamados a vivir
el triple oficio sacerdotal, profético y real. Esta vocación debe ser fomentada
constantemente por los pastores en la Iglesias particulares”84.

Los obispos exhortan a los laicos a ser protagonistas de la Nueva
Evangelización, la Promoción Humana y la Cultura Cristiana. Es necesaria la
constante promoción del laicado, libre de todo clericalismo y sin reducción a lo intraeclesial. Que todos los bautizados no evangelizados sean los principales destinatarios
de la Nueva evangelización. Ésta sólo se llevará a cabo efectivamente si los laicos
conscientes de su Bautismo responden al llamado de Cristo a convertirse en
protagonistas de la Nueva evangelización. “La Iglesia espera mucho de todos
aquellos laicos que, con entusiasmo y eficacia evangélica, operan a través de los
nuevos movimientos apostólicos, que han de estar coordinados en la pastoral de
conjunto y que correspondan a la necesidad de una mayor presencia de la fe en la
vida social”85.
En conclusión, podemos decir que la importancia de la presencia de los laicos
en la tarea de la Nueva Evangelización, que conduce a la promoción humana y llega a
informar todo el ámbito de la cultura con la fuerza del Resucitado, y una línea de
pastoral fundamental fruto de esta IV Conferencia, ha de ser la de una Iglesia en la
que los fieles cristianos laicos sean protagonistas. Un laicado, bien estructurado con
una formación permanente, maduro y comprometido, es el signo de las Iglesias

84

IV CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, la nueva
evangelización, la promoción humana y cultura cristiana, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana,
México, D.F., n. 94.
85
Cfr. n. 102.
38

particulares que han tomado muy en serio el compromiso de la Nueva
Evangelización86.
D) Aparecida
En la quinta Conferencia, de entrada se dijo expresamente que los laicos son
discípulos y misioneros, igual que los Obispos, los sacerdotes, diáconos y los
religiosos, pero con acento especial:
“Deben ser luz del mundo allí donde viven, trabajan, oran y se divierten, llámese
escuela, hogar, parroquia, taller, fábrica, oficina, etc. Así como la misión propia y
específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad,
contribuyan a la transformación de las realidades y de la creación de estructuras
justas según los criterios del evangelio. Tanto en la política, cuestiones de economía,
cultura, de las ciencias y artes, así como de la familia, la educación, el trabajo
profesional, etc., y sobre todo el laico, tiene el deber de hacer creíble la fe que
profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta87.

Aparecida va a reconocer el trabajo de los catequistas, a los cuales los nombra
delegados de la palabra y animadores de comunidades, que cumplen de manera
extraordinaria su labor dentro de la Iglesia, nacida a partir de su Bautizo y
Confirmación88.
Haciendo eco –Puebla– a las palabras del Papa Juan Pablo II, declara:
“La evangelización del continente no puede realizarse hoy sin la colaboración de los
fieles laicos (Cfr. EAm 44.). Por tanto, ellos deben de ser parte activa y creativa en
la elaboración y ejecución de proyectos pastorales a favor de la comunidad. Esto, va
a exigir, de parte de los obispos, una mayor apertura de mentalidad para que
entiendan y acojan el ser y el hacer del laico en la Iglesia, quien, por su Bautismo y
su Confirmación, es discípulo y misionero de Jesucristo89.

86

Cfr. n. 103.
V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Discípulos y
misioneros de Jesucristo, para que en Él nuestros pueblos tengan vida, Ed., Conferencia Episcopal
Mexicana, México, D.F., n. 210.
88
Cfr. n. 211.
89
Cfr. n. 213.
87
39

Por último, reconoce el valor y la eficacia de los Consejos Parroquiales,
Consejos diocesanos y nacionales de fieles laicos, porque incentivan la comunión y
la participación en la Iglesia y su presencia activa en el mundo. La construcción de
ciudadanía, en el sentido más amplio, y la construcción de la eclesialidad en los
laicos, son uno sólo y único movimiento90.
CONCLUSIÓN
Los documentos eclesiales antes mencionados coinciden en los siguientes
puntos:
 Los laicos se van a distinguir de los clérigos y de los religiosos, en el modo
de obrar, en su misión y su consagración.
 Los laicos son miembros del Pueblo de Dios, por medio del Bautismo.
 Los laicos están llamados a santificar los aspectos, “seculares” de la vida.
 El Bautismo los hace cristianos, forman parte del pueblo de Dios, y por medio
del Bautismo se les confiere participar de la triple función de Cristo, es decir:
profética, regia y sacerdotal.
 Por esta triple función, el laico tiene un deber misionero basado en su misma
existencia.
 Esta misión se lleva a cabo de forma muy particular en el orden temporal, es
decir en el mundo.
 De una manera especial pero, sin alejarse de lo antes dicho las Conferencias
de Episcopado Latinoamericano, resalta la figura del laico como
evangelizadores que se comprometen con las nuevas condiciones que le
rodean, para poder transformarlas y así pueda apoyar en la construcción del
Reino de Dios en su dimensión temporal, basados siempre en una
espiritualidad y una preparación que sean acordes a esta situación en la que
viven.

90

Cfr. n. 215.
CAPÍTULO TERCERO
PROPUESTA PARA LA
FORMACIÓN DE
LAICOS EN LA PARROQUIA
41

Después de haber analizado en el capítulo primero la situación actual del laicado
tanto en Latinoamérica, como en México, resalta a la vista la urgente necesidad de
formar laicos verdaderamente conscientes de su participación en la propagación de la
Buena Nueva de Jesucristo. Y un lugar en donde el laico puede realizar parte de esa
misión es, la parroquia (comunidad de comunidades).
No se puede negar que la realidad de nuestras parroquias está llena de desafíos
que no pueden ser vencidos sólo por los párrocos, sino más bien tendrá que ser un
trabajo en conjunto con los laicos, sobre todo para poder llevar la Buena Nueva a los
demás, en la parroquia. De ahí la necesidad de que el laico se prepare adecuadamente
para ser colaborador.
En este tercer capítulo hago algunas aportaciones para la formación de los
laicos; formación que tiene un proceso, el cual tiene su comienzo y desarrollo desde
una espiritualidad laical que tenga en cuenta el encuentro con Dios, así como la
realidad temporal de nuestras parroquias; es decir, una espiritualidad encarnada.
Después presento algunos medios, formas y métodos para esta formación.

3.1. ESPIRITUALIDAD LAICAL
El término espiritualidad designa en el ámbito cristiano, las relaciones personales del
hombre concreto e histórico con Dios, incluyendo actitudes y formas de expresión,
sobre todo consideradas desde un punto de vista subjetivo. Específicamente en la
espiritualidad laical se puede decir que, espiritualidad es la forma concreta,
existencial, de vivir de la criatura humana el Misterio del trascendente, el misterio de
Dios, manifestado en Cristo, gracias a la acción del Espíritu en la vida del creyente.
Así como se puede decir que la espiritualidad es una forma de vivir inspirados en el
Espíritu y motivada y enraizada en la de Jesús91.

91

Cfr. ESTRADA, J.A., La espiritualidad de los laicos, Ed. Paulinas, Madrid, 1992, p. 251.
42

Es llevar una vida según el Espíritu, dado por el Resucitado. Es la forma de
vida que se deja guiar, en la vida real y corriente de cada día, por el Espíritu de
Cristo. Hablar de espiritualidad no es hablar sólo de una parte de la vida, sino de toda
la vida; es referirse a una cualidad que el Espíritu imprime en los seres a los que se
comunica, más que a un añadido; es tratar fundamentalmente de la acción bajo el
impulso del Espíritu Santo, una acción que compromete la conciencia y la libertad del
hombre. Espiritualidad por tanto, en la vida del bautizado, es todo aquello que se
halla iluminado, marcado o conducido por el Espíritu de Jesús92.
3.1.1 Objetivos de una espiritualidad laical
La meta última de la Espiritualidad laical, como de toda vida espiritual dentro
del cristianismo, no puede ser otra que la de una progresiva identificación con Cristo,
identificación que formuló el apóstol Pablo cuando afirmó con la mayor sencillez y
naturalidad: “Vivo yo, pero no soy yo ya quien vive, sino que es Cristo el que vive en
mi”93.
Con todo, se pueden señalar como metas u objetivos cercanos y concretos, que
sean realizables y poder alcanzarlos. Algunos de estos objetivos serían94:
 La consideración atenta de lo cotidiano, estando permanentemente atentos a
descubrir a Dios en el tráfago de la vida diaria, y en una lectura cristiana de
los signos de los tiempos.
 La animación cristiana del quehacer temporal dentro de la familia, de la
sociedad concreta en que se desenvuelve el cristiano laico, del ámbito laboral,
cultural y político95.
 Una creciente y decidida implicación en el actual contexto social, según las
situaciones concretas en que se vive.

92

RAMBLA, J.M., Espiritualidad cristiana en la lucha por la justicia, Ed. V.D. Santander 1982. p.
181.
93
Ga 2,20.
94
Cfr. ESTRADA, J.A., La espiritualidad... op.cit., pp. 280-285.
95
Cfr. LG n. 31; AA n. 7.
43

 El cultivo diligente de la propia profesionalidad, efectivamente, los laicos
“cuando actúan, individual o colectivamente, como ciudadanos del mundo, no
solamente deben cumplir las leyes propias de cada disciplina, sino que deben
esforzarse por adquirir verdaderamente competencia en todos los campos”96.
Solamente a esta condición, podrán “impregnar y perfeccionar todo orden
temporal con el Espíritu evangélico”97.
3.2. URGENCIA Y PRIORIDAD DE LA FORMACIÓN DE LOS LAICOS
La formación de los Laicos es una prioridad de máxima urgencia para las parroquias.
Y no sólo un interés único de ellas mismas. Además la actualidad de la formación
pone de relieve sus nuevas connotaciones según el concepto de formación
permanente o continua, que a su vez juzga la formación y educación inicial. Esto
quiere decir que la formación implica un dinamismo, una actividad, una metodología
y una preocupación que abarcan toda la vida y que estimulan la autoformación basada
en la responsabilidad personal.
De hecho la importancia de tal formación ha sido puesta de relieve por la
Cristifideles Laici en su capítulo final, aunque es obvio que la actividad formativa de
los fieles laicos debe tener como objetivos las tres claves eclesiologías que marcan
toda la Exhortación: la Iglesia como misterio, comunión y misión:
“En efecto, a la luz del misterio, la formación de los laicos se considera no sólo, ni
en primer lugar, una acción humana. Ciertamente, esta existe y es ineludible, pero
posee una originalidad y novedad formativa cuyo protagonista principal es Dios
Padre, Jesucristo y su Espíritu que anima la Iglesia, maestra y madre”98.

La perspectiva de la Iglesia como comunión es decisiva para comprender un
aspecto esencial de la obra de formación: esta se dirige al individuo, pero siempre y
solo en el contexto de la comunidad, es decir, en la Iglesia, por medio de la Iglesia y
para la Iglesia, la perspectiva de la Iglesia como misión ayuda a comprender como la
96
97
98

Cfr. GS n. 43; Cfr. LG 36; GS n. 72.
Cfr. AA n. 5; Cfr. AA n. 2.7.
Cfr. ChL, n. 61.
44

formación no es un fin en sí misma, sino que siempre se realiza para que el hombre
llegue a ser cristiano y éste alcance su plenitud en Cristo, lo que se verifica en la
misión: es, al mismo tiempo, condición y medida de la vitalidad misma de la obra
apostólica y misionera99.

3.2.1. Retos que se tienen que afrontar en la formación del laico en la
parroquia
A) Despertar la conciencia de la necesidad de la formación en todos
los miembros de nuestras comunidades
Es preciso sensibilizar a todos los cristianos sacerdotes, religiosos y laicos,
sobre la importancia de la formación para reconocer más plenamente y asumir más
conscientemente sus responsabilidades como laicos militantes en la vida y misión de
la Iglesia; sobre la urgencia, especialmente grave en nuestro tiempo, de superar la
ruptura entre fe y vida, entre Evangelio y cultura100, y, en fin, sobre la necesidad de
animar a todos a emprender –si no lo están haciendo ya– un proceso de formación
integral, espiritual, doctrinal y apostólica101, a fin de ser y vivir lo que confiesan y
celebran, y anunciar lo que viven y esperan102 .
B) Profundizar el sentido de la formación que hoy necesitan los laicos
Todos los cristianos, conscientes de la importancia, urgencia y necesidad de la
formación deben conocer y profundizar su sentido: crecer, madurar permanentemente
en la fe y dar más frutos103; celebrar y alimentar la fe en los sacramentos y en la
oración personal y comunitaria; configurarse con Cristo, y, como él, conocer y

99

Cfr. MARÍA, ANTONIO CALERO, El laico en la Iglesia: vocación y misión, Ed. CCS.,
Madrid, 1998, pp. 208-209.
100
Cfr. Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, (Acerca de la Evangelización del
mundo contemporáneo), 8 de diciembre, de 1975, Ed. De la Librería Parroquial de Clavería, D.F.,
México, EN, n. 76.
101
Cfr. AA, nn. 28ss; ChL, nn. 59-60.
102
Cfr. EN, n. 76; ChL, n. 59.
103
Cfr. ChL. n. 57.
45

cumplir la voluntad del Padre, guiados por el Espíritu Santo. En la formación de los
laicos el cultivo de la espiritualidad ha de ocupar un lugar preeminente104.
La formación de los laicos ha de contribuir a vivir en la unidad dimensiones
que, siendo distintas, tienden con frecuencia a escindirse: vocación a la santidad y
misión de santificar el mundo105; ser miembro de la comunidad eclesial y ciudadano
de la sociedad civil106; condición eclesial e índole secular en la unidad de la novedad
cristiana107; solidario con los hombres y testigo del Dios vivo; servidor y libre;
comprometido en la liberación de los hombres y contemplativo108; empeñado en la
renovación de la humanidad y en la propia conversión personal109; vivir en el mundo,
sin ser del mundo (Jn 17,11.14-19), como el alma en el cuerpo, así los cristianos en el
mundo110. El cristiano laico se forma especialmente en la acción. Un método eficaz
en su formación es la revisión de vida, avalado por la experiencia y recomendado por
el magisterio de la Iglesia.
En los planes de formación se integrara, en lo posible, los valores y aspectos
significativos de la cultura local, con su historia, tradiciones y manifestaciones de
religiosidad popular, que posibiliten la adecuada síntesis entre la fe y la vida de cada
cristiano laico, encarnado en su tiempo y en su espacio concreto.
C) Fomentar la formación de la dimensión socio-política de la fe en
el marco de la formación integral
Hay que promover la participación de los laicos en la vida pública. Más aún:
los cristianos laicos tienen el deber y el correspondiente derecho de contribuir a la
actualización y desarrollo, así como a la difusión y aplicación de la doctrina social de

104
105
106
107
108
109
110

Cfr. ChL. n. 59.
Ídem. n. 58.
Ídem. n. 59.
Ídem n. 15.
Cfr. EN, n. 76.
Ídem, n. 76.
Cfr. Carta a Diogneto.
46

la Iglesia, aportando su experiencia y conocimientos111; y a proponer y participar en
los procesos de discernimiento e implicarse en los juicios concretos y acciones
públicas de la Iglesia local112.
D) Promover la elaboración de planes y materiales de formación
Las comunidades eclesiales animarán a todos, y facilitarán al mayor número
posible de laicos, procesos y cauces de formación específica sistemática y
permanente que les anime a conocer y vivir más plenamente su vocación y misión en
la Iglesia y en la sociedad. Elaborando planes de formación sistemática y permanente
adaptados a edades y circunstancias como complemento y continuación lógica de los
procesos catequéticos y evitar de que no se descuiden dimensiones esenciales en la
formación de los laicos en los planes de formación de las asociaciones de apostolado
seglar e instituciones eclesiales.
E) Promover escuelas e instituciones de formación de laicos
Promover o impulsar escuelas e instituciones, reconociendo que las
instituciones y escuelas de formación de laicos existentes son tan necesarias como
insuficientes, animar o promover la creación de instituciones para la formación y
acompañamiento especializado de los laicos comprometidos en los distintos ámbitos
de la vida pública. Los laicos necesitan, especialmente hoy, en el marco de la
formación integral, desarrollar la dimensión sociopolítica de la fe. Las comunidades
eclesiales deben ofrecer oportunidades de formación básica y especializada.
F) Animar a los sacerdotes, religiosos y seminaristas a formarse
adecuadamente para acompañar a los laicos
Los sacerdotes, religiosos, y candidatos al sacerdocio, además de la adecuada
formación para convocar y reunir la comunidad con la proclamación de la palabra, la
111

La Doctrina Social de la Iglesia, “sistema abierto” de “principios de reflexión, criterios de juicio y
directrices de acción”, y “doctrina de la acción”, –“enseñanza orientada esencialmente a la acción”–
requiere de la contribución de todos los carismas del pueblo de Dios para su desarrollo y aplicación
concreta.
112
GS, n. 63.
47

celebración de los sacramentos y el servicio a la unidad, han de formarse
específicamente para reconocer y promover los carismas y responsabilidades de los
laicos e impulsar la acción misionera de la comunidad y la presencia de los laicos en
la vida pública.
Es por ello necesario que conozcan la realidad del apostolado seglar,
actualicen su formación sobre la teología y espiritualidad del laicado y se capaciten
para acompañar a los laicos con el estilo de fraternidad y colaboración que les
permita respetar y promover el protagonismo y libertad que les corresponde por
derecho113.
Participación de los laicos en la formación de los seminaristas y de los
sacerdotes; los obispos promoverán la presencia y participación de los laicos en la
formación de los candidatos al sacerdocio y en la formación permanente del clero, en
la forma que estimen más oportuna y en la medida en que pueden y deben ayudarles a
vivir su propia identidad y misión114.

3.3 MEDIOS Y MÉTODOS DE FORMACIÓN
A fin de no quedarnos en la mera presentación de los principios teóricos, parece
oportuno que la final de este trabajo, añadir algunas sugerencias acerca de los medios
y métodos que la parroquia puede usar, para asegurar la formación de sus miembros.
A) Medios115:
 La reflexión personal sistemática sobre la propia vida. Resulta absolutamente
imposible pensar en un compromiso formativo serio, si la persona está
habitualmente como fuera de sí, ausentes por completo de su propia
113

Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, (sobre el ministerio y vida de
los presbíteros), en: Concilio Vaticano II: Documentos completos, Ed. Dabar, D.F., México, 2008, PO,
n. 9.
114
ChL n. 61; Instrumentum laboris, Sínodo 1990, n. 61.
115
Cfr. MARÍA, ANTONIO CALERO, El laico en la Iglesia: vocación y misión, Ed. CCS.,
Madrid, 1998, pp. 208-209.
48

existencia. La actitud reflexiva es absolutamente indispensable para llevar
adelante como éxito un proceso formativo.
 La oración personal, como momento de encuentro profundo consigo mismo,
en el encuentro sincero y desnudo delante de Dios. Verse a sí mismo como se
es en la presencia de Dios, abrirse con atención y en una actitud de docilidad
al Proyecto sobre la propia vida, es un camino inequívoco de crecimiento y
maduración en la propia opción cristiana.
 La lectura sapiencial de la Biblia, sobre la base de un conocimiento adecuado
el Mensaje central de la Escritura, de las líneas generales de la historia de
salvación y de géneros literarios en que ha sido escrita la Palabra de Dios, a
fin de evitar cualquier tentación o peligro de lectura e interpretación
fundamentalista de esa Palabra116.
 La lectura programada y sistemática en los diversos campos y dimensiones
del propio ser: área de la cultura, de la propia profesión, de la teología, de la
sociología, de la vida espiritual, uno sapiente de los medios de comunicación
social, etc.
 La asistencia a Cursos sistemáticos de formación teológica en lo que pueda
profundizar, de forma orgánica y estructurada, los contenidos de la propia fe
hacia un conocimientos adulto y actualizado de esos contenidos.
B) Entre los métodos posibles se sugieren117:
 El ejercicio sistemático del discernimiento personal, en virtud del cual el
laico pueda ir descubriendo en cada situación de la vida lo que Dios vaya
queriendo de él. La actitud del pequeño Samuel ante Dios, “Habla, Señor,
que tu siervo escucha”118, o la de la joven María de Nazaret, “Cómo va a ser

116
117
118

AA 11.
Cfr. MARÍA, ANTONIO CALERO, El laico en… op.cit., pp. 208-209.
1 Sam 3, 10.
49

eso…”119, son paradigmas para todos los creyentes en el proceso del propio
crecimiento y maduración.
 El recurso, como praxis normalizada, a la evaluación personal y grupal o
comunitaria de las propias actuaciones según el programa de formación y
acción trazado oportunamente. El triple momento: programación, realización,
evaluación, asumido en los ámbitos seculares de empresas, centros
educativos, negocios, etc., tiene perfecta validez aplicado también en el
proceso de formación integral (teórico-doctrinal y práctico) en que está
empeñado el laico.
 La revisión de vida siguiendo la pauta ya clásica del ver, juzgar y actuar: es
preciso hacer el examen completo del verdadero estado de la cuestión, la
valoración exacta de esta situación a la luz de los principios y valores del
evangelio, para llegar, siempre en esa perspectiva evangélica, a la
determinación de lo posible o de la obligatorio para aplicar coherentemente
los principios de acuerdo con las circunstancias de tiempo y lugar120.
Es preciso enumerar, dentro de los posibles métodos formativos, el ejercicio
concreto de la corresponsabilidad eclesial, debidamente programada y evaluada. La
formación integral se hace siempre desde la vida y para la vida, un método
privilegiado de formación es la vida misma en su realización concreta. La
corresponsabilidad en la parroquia, es decir, la participación de todos los miembros
de la Iglesia en la misión única y común, no puede ser fruto de una simple coyuntura
o de la suma utilidad o conveniencia de un momento histórico, como pueda ser la
simple escasez de ministros121. El Concilio Vaticano II al establecer una eclesiología
de comunión y participación, ha puesto las bases y hasta ha formulado la exigencia
de que todos los miembros de la Iglesia se vayan formando en el ejercicio mismo de
la corresponsabilidad. Por eso no es aceptable, conciliarmente hablando, el principio
de que primero es necesario formarse completamente, para, después, poder actuar
119
120
121

Lc 1, 34.
Cfr. Juan XXXIII, Enc. Mater et Magistra ( 15 de mayo de 1961), n. 236.
Cfr. AA n. 1.
50

corresponsablemente. El ejercicio de la corresponsabilidad eclesial programada y
evaluada es ya, en sí, un camino perfecto de formación.
CONCLUSIÓN
Dentro del ámbito eclesial es necesario para una planeación de cualquier proyecto,
unas bases sólidas, como dirían algunos, el qué, por qué, cómo, quienes, etc., es decir,
saber en dónde estamos y hacia dónde queremos ir; no podemos caminar en el aire o
dar pasos seguros si antes no tenemos una formación.
Por lo tanto si se trata de formar laicos comprometidos con su parroquia, debemos de
partir de una espiritualidad enraizada en Dios y encarnada en el pueblo, de ahí
partimos para conocer y profundizar en nuestra fe. Después dentro de la planeación
pastoral de la parroquia que se incluya una formación solida y constante del laico,
que lo lleve a un dinamismo, a una actividad, a una metodología y una preocupación
en la auto-formación.
Los retos siempre van a existir, y como vimos en este último capítulo, es necesario
que estos retos que tiene afrontar la parroquia

para poder formar laicos

comprometidos, sean analizados y tratados de la mejor manera posible. Así como
para su solución, se dé una reflexión personal, en un ambiente de oración, que tenga
su fundamento en la sagrada Escritura y en la tradición.
Y por último, quisiera recordar para que se pueda trabajar juntos sacerdote y laicos,
es necesario, además de lo que ya hemos mencionado, una corresponsabilidad
eclesial, debidamente programada y evaluada.
CONCLUSIONES FINALES

Es necesario considerar más de cerca la comunión y la participación de los laicos en
la vida de la parroquia, debido a que en algunas parroquias se nota que muchos de los
laicos han olvidado su labor esencial como bautizados. Pero paralelamente hay
bautizados que tomando conciencia de su misión en la Iglesia, han decidido seguir a
Jesús más de cerca prestando algún ministerio o servicio en la parroquia. A estos
laicos que han decidido tomar en serio su papel como miembros de la parroquia, se
les debe motivar a que no abandonen esta misión a la cual están llamados.
Un mejor trabajo en conjunto se logra siendo distintos y complementarios, es decir en
los ministerios y los carismas que son tan necesarios para el crecimiento de la
Parroquia, cada uno según su propia modalidad. Los laicos deben estar cada vez más
convencidos del particular significado que asume el compromiso apostólico en su
parroquia.
Estamos ante una realidad que cambia día con día, con nuevas exigencias, con nuevos
modos de ser y de actuar en todos los ámbitos de la sociedad; y la Iglesia no tiene que
ser ajena a esta realidad en la cual vive insertada y en la cual tiene que dar la
salvación de los cristianos. El hombre de hoy busca respuestas a las preguntas sobre
Dios y las

respuestas las puede encontrar en la parroquia; cuando ésta con la

participación viva de los fieles laicos, permanece fiel a su originalidad vocación y
misión de ser en el mundo el lugar de la comunión de los creyentes y, a la vez signo
de instrumento de la común vocación a la comunión; en una palabra a ser casa abierta
a todos y a el servicio de todos, y en donde el mismo laico sea parte de la esperanza
del Reino que ya está entre nosotros.
La tarea de la salvación no es una tarea individual, sino más bien es una tarea
comunitaria es decir dentro de la Iglesia, por lo tanto no tiene que haber más
diferencia que en el servicio a los demás. Tanto los laicos como los presbíteros
52

tienen que trabajar juntos siendo compresivos unos con otros, sintiéndose como
complementarios en todos los deberes que como cristianos nos competen, una frase
que resulta muy iluminadora para lo que he querido manifestar con este trabajo es:
“Todo con el párroco, nada sin él”, ahora también yo diría: “Todo con el laico, nada
sin él”.
BIBLIOGRAFÍA
1. BIBLIA DE JERUSALÉN, Ed. DDE. España, Bilbao, 1996.
2. CONCILIO VATICANO II, Documentos

completos, Ed. DABAR, D.F.,

México, 2008. pp.887.
3. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Coeditores Católicos de
México, D.F., 2003. pp. 782.
4. LEÓN XIII, Carta Encíclica Rerum Novarum, 15 de mayo de 1891, Ed. San
Pablo, D.F., México. pp. 289.
5. PABLO VI, Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, (Acerca de la
Evangelización del mundo contemporáneo), 8 de diciembre, de 1975, Ed. De
la Librería Parroquial de Clavería, D.F., México. pp.100.
6. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Cristifideles Laici, (sobre la figura
y la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo), 30 de diciembre de 1988
Ed. De la Librería Parroquial de Clavería, D.F., México. pp. 201.
7. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Post Sinodal: Ecclesia in America,
enero 22 de 1999, Ed. Librería Editrice Vaticana, Roma, Italia. pp. 143.
8. I CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO,
sobre cómo robustecer nuestras Iglesias locales y su servicio en América
Latina, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F.
9. II

CONFERENCIA

GENERAL

DEL

EPISCOPADO

LATINOAMERICANO, Cómo aplicar las orientaciones del Concilio
Vaticano II en América Latina, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México,
D.F. pp. 296.
10. III

CONFERENCIA

GENERAL

DEL

EPISCOPADO

LATINOAMERICANO, El presente y futuro de la evangelización en
Latinoamérica, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F. pp. 274.
54

11. IV

CONFERENCIA

GENERAL

DEL

EPISCOPADO

LATINOAMERICANO, la nueva evangelización, la promoción humana y
cultura cristiana, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F. pp. 191.
12. V

CONFERENCIA

GENERAL

DEL

EPISCOPADO

LATINOAMERICANO, discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en el
nuestros pueblos tengan vida, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México,
D.F. pp. 269.
13. MAGISTERIO DE LA IGLESIA MEXICANA, Selección de textos de los
documentos del Episcopado Mexicano, a partir del 8 de diciembre de 1965
hasta el o de diciembre de 1975, Ed. CEM, México, D.F. pp. 101.
14. BOUYER L., Diccionario de Teología, Ed. Herder, Barcelona, 1995. pp. 653.
15. CANOBBIO, GIACOMO, Pequeño Diccionario de Teología, Ed. Sígueme,
Salamanca, 1992. pp. 314.
16. CONGAR Y-M., Jalones para una Teología del laicado, Ed. Estela, 6ª
Edición, 1980. pp. 596.
17. ESTRADA, J.A., La espiritualidad de los laicos, Ed. Paulinas, Madrid,
1992.pp. 501.
18. ESTRADA, JA., La identidad de los laicos, Ed. Paulinas, Madrid, 1990. Pp.
768.
19. FLORISTÁN, CASIANO, Diccionario Abreviado de Pastoral, Ed. Verbo
Divino, Navarra, 1992. pp. 507.
20. J.M. VIÑAS, La Misión de S. Antonio M. Claret. Roma, Ed. CCS (sin fecha),
pp. 456.
21. MARÍA, ANTONIO CALERA, El laico en la Iglesia: vocación y misión, Ed.
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22. PEREA, JOAQUÍN, El laicado: un género de vida eclesial sin nombre, Ed.
DDB, Bilbao, 2009. pp. 449.
23. QUASTEN, JOHANNES, Patrología I, Ed. BAC. Madrid, 1991. pp. 775.
55

24. RAMBLA, J.M., Espiritualidad cristiana en la lucha por la justicia, Ed. V.D.
Santander, 1982. pp. 345.
25. SCHILLEBEECKX, E., Documentos del Vaticano II, Ed. Madrid, 1993. pp.
567.

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Los laicos como esperanza del Reino d Dios en la Parroquia

  • 1. CAPÍTULO PRIMERO SIGNIFICADO, HISTORIA DEL TÉRMINO LAICO, Y LA SITUACIÓN ACTUAL DEL LAICO EN LA IGLESIA
  • 2. 2 1.1 SIGNIFICADO DE LA PALABRA “LAICO” El Diccionario de Teología de L. Bouyer, define el término: “es propiamente laico todo lo que pertenece al pueblo de Dios (del griego láos que es pueblo), laicado designa, o la condición, es decir de los miembros de la Iglesia en general tomados por oposición a los que tienen un ministerio particular, o a su conjunto”1. Laicos en la Iglesia, son plenamente miembros del cuerpo que ésta constituye y por los sacramentos de iniciación cristiana han recibido una consagración indeleble, que se mantiene y desarrolla con los demás sacramentos, en especial la eucaristía. El Pequeño Diccionario de Teología2 afirma que, “laico es la categoría complementaria a la del clérigo o ministro sagrado, de forma que se dice laico al fiel o bautizado que no es clérigo” (no hay otra posibilidad). Y se trata por tanto, del que participa de la misión sacerdotal profética y real de Cristo exclusivamente a través del bautismo, o mejor dicho de los sacramentos de iniciación cristiana. A esta definición (negativa) se añade una descripción (positiva) entendiendo por laico al fiel bautizado dedicado peculiar y propiamente al cuidado de las realidades terrenas. En función de esta definición está la que se da ocasionalmente del laico: fiel bautizado que no es ni clérigo ni religioso. Según el Diccionario Abreviado de Pastoral3, etimológicamente, el concepto laico designa al que pertenece al pueblo (laos). Desde una perspectiva descriptiva o fenomenológica, se utiliza el concepto para definir a los cristianos que viven en el mundo y que no pertenecen a la vida religiosa y al clero. 1 BOUYER L., Diccionario de Teología, Ed. Herder, Barcelona, 1995, pp. 393-395. CANOBBIO, GIACOMO, Pequeño Diccionario de Teología, Ed. Sígueme, Salamanca, 1992, p. 174. 3 FLORISTÁN, CASIANO, Diccionario Abreviado de Pastoral, Ed. Verbo Divino, Navarra, 1992, pp. 251-252. 2
  • 3. 3 Tomando en cuenta estas definiciones podemos decir que la referencia etimológica y cultural del término laico la podremos clasificar en una triple 4 connotación : 1. Etimológicamente está relacionado con el término griego “laos”, “Pueblo, el miembro de un pueblo. Expresa la pertenencia a un pueblo determinado. Usualmente significa pueblo, en otra nación5. 2. En la cultura judía, significa “lo profano”, lo “no consagrado a Dios”, lo que está fuera del ámbito propio de los sacerdotes y levitas, y no pertenece a ese ámbito. El empleo del concepto “laicos” en el judaísmo fue el puente por el que posteriormente entró la palabra laico en la terminología y modo de pensar de los cristianos. En la cultura romana, expresa la pertenencia a una categoría social en cuanto contrapuesta a las clases de los dirigentes. Cabe mencionar que el término “” no se encuentra en la Biblia griega. No ha sido creado en ambiente cristiano, sino tomada del lenguaje civil6. 3. De manera general podemos decir que todo bautizado es corresponsal y partícipe de la vida de la Iglesia, en cuanto que es incorporado por el bautismo ejerce el oficio sacerdotal, profético y real.7 De ahí que, el bautismo es la base sacramental para definir teológicamente al laico8. Preguntarse sobre el laico hace referencia inmediata a la identidad cristiana.9 El laico es el cristiano que se ocupa con seriedad de las estructuras seculares, contribuyendo mediante su esfuerzo a la construcción del Reino de Dios. 4 Cfr. MARÍA, ANTONIO CALERA, El laico en la Iglesia: vocación y misión, Ed. CSS, p. 39. Cfr. Ibídem. 6 PEREA, JOAQUÍN, El laicado: un género de vida eclesial sin nombre, Ed. DDB, Bilbao, 2009, pp. 23. 7 Cfr. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Christifideles Laici (Sobre vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo), diciembre 30 de 1988, Ed. Basilio Núñez, México, D.F., n. 9. 8 Cfr. CALERO, ANTONIO, El laico en… op.cit., pp. 80-87. 9 Ibíd. p. 7. 5
  • 4. 4 1.2 USO DEL TÉRMINO “LAICO” EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA A) En la iglesia primitiva El término “pueblo” no aparece nunca en el NT. Así como los bautizados, todos sin distinción forman el Nuevo Pueblo de Dios; un Pueblo convocado por el Espíritu, –para la evangelización del mundo– en el seguimiento fiel de Cristo: la condición común de todos los bautizados, es la de formar, todos por igual, el Nuevo Pueblo de Dios. Esta igualdad de base, fundamental y decisiva, no excluye, sin embargo, una articulación, rica y variada, realizada por el mismo Espíritu en el ámbito de ese pueblo, que es, al mismo tiempo, el Cuerpo de Cristo10. En esta época de la vida de la Iglesia, la única contraposición que se deja ver de manera clara entre los seguidores de Jesús de Nazaret, en cuanto Nuevo Pueblo de Dios, es la que existe en relación con el mudo circundante. Así se pone de relieve en la descripción que encontramos de la comunidad cristiana en la Epístola a Diogneto11 él nos va a decir que los cristianos: “Siguen las costumbres locales en su modo de vestir, alimentarse y comportarse, manifestando al mismo tiempo las leyes extraordinarias y verdaderamente paradójicas de su república espiritual, se asegura que aman a todos, y todos les persiguen. Se les ignora y se les condena; se les mata pero son vivificados. Son mendigos y enriquecen a muchos; carecen de todo y todos le sobra. Se les deshonra y se sienten glorificados en medio de las deshonras; se les calumnia y son justificados. Se les insulta y bendicen: les hacen ultrajes y responden honrando a los demás. 10 Cfr. 1 Cor 12,4-31; 14,1-6.26-30; Rom 12,6-8: 1 Tes 5,19-22. La Epístola a Diogneto es una apología del cristianismo compuesta en forma de carta dirigida a Diogneto, eminente personalidad pagana. No se sabe nada del autor, así como la fecha de composición está sujeta a conjeturas, algunos la fechan en el siglo III. La Epístola fue escrita a requerimiento de Diogneto, que pedía a su amigo cristiano le informara acerca de su religión. Las preguntas de Diogneto pueden deducirse de la introducción de la carta: “pues veo, excelentísimo Diogneto, tu extraordinario interés por conocer la religión de los cristianos y que muy puntual y cuidadosamente has preguntado sobre ella: primero, qué Dios es ese en que confían y qué género de culto le tributan para que así desdeñen todos ellos el mundo y desprecian la muerte, sin que, por una parte, crean en los dioses que los griegos tienen por tales y, por otra, no observen tampoco la superstición de los judíos; y luego, qué amor es ese que se tienen unos a otros; y por qué, finalmente, apareció justamente ahora y no antes en el mundo esta raza, o nuevo género de vida. (QUASTEN, JOHANNES, Patrología, I, Ed. BAC. Madrid, 1991, pp. 246-247). 11
  • 5. 5 Hacen bien y los castigan como a criminales; y mientras padecen el castigo, se alegran como si nacieran a la vida”12. Se puede afirmar que en esta época se presenta al nuevo Pueblo de Dios como Pueblo consagrado por la unción del Espíritu Santo que, incorporando a cada creyente a Cristo por el bautismo y la eucaristía, edifica el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. En el ámbito de este pueblo consagrado, sacerdotal, el Espíritu suscita una variedad de ministerios y de carismas: “todo cristiano es un carismático, esto es, recibe una consagración con vistas a una verdadera y variada misión en la Iglesia y el mundo. Entre estos dones una unidad profunda, un orden en el amor suscitado por el único Espíritu, en la regulación apostólico-ministerial, en el servicio de la Iglesia. Lo que se pone especialmente de relieve no es tanto la distinción concreta entre estos carismas y ministerios como la tensión entre pueblo todo consagrado, ungido por el Espíritu, y el mundo”13. B) En la época pre-Constantiniana En los primeros siglos (hasta el siglo IV), se sigue observando una contraposición dialéctica frente al mundo, situación que hacía acentuar la estrecha unidad de todos los bautizados en el interior de la comunidad cristiana, por encima de la distinción carismática o ministerial que pudiera existir entre ellos. La tensión eclesial es entre la comunidad cristiana y el mundo circundante: no en el interior de la misma. La comunidad cristiana se presenta como alternativa a la civilización grecorromana; se preocupa más de subrayar la novedad del mensaje cristiano, que de hacer distinciones o contraposición entre sus miembros. Se acentúa el polo comunitario, participativo, tanto en la liturgia y el culto, como en la elección de los ministros de cualquier rango que fueran; tanto en la resolución de los problemas 12 13 QUASTEN, JOHANNES, Patrología... op. cit. pp. 246-247. MARÍA, ANTONIO CALERA, El laico en… op.cit., p. 40.
  • 6. 6 (como puede ser la readmisión de apostatas, o los problemas de disciplina o de cisma), como muy particularmente, en la administración de los bienes de la Iglesia14. Es, de todas formas, una comunidad articulada. En esta época existe una variedad de miembros, dones y carismas, que se entiende siempre, dentro de la más profunda y radical unidad de la comunidad. Sigue siendo válido y operativo, el modelo bíblico de la unidad en la diversidad. Testigo cualificado de esta articulación es Ignacio de Antioquia en sus famosas Cartas a distintas Comunidades cristianas del Asia Menor15. Laicos importantes de esta época: Justino (+163/7), Tertuliano (+222/3)16, Clemente Alejandrino (+211/15), Orígenes (+254/5) y Lactancio (+305/10). C) En la Cristiandad Al transformarse la comunidad de “Seguidores de Jesús” en la “Societas Christiana” a partir del año 313, se convierte rápidamente en una Iglesia fuertemente sacral y verticalmente ordenada. Se mimetiza claramente con la sociedad civil romana. Se acentúa, radicaliza y afianza una doble división: 1. Clero/laicos: dos clases de miembros dentro de una Iglesia-Sociedad, desde el punto de vista institucional, con una marcada prevalencia de la Jerarquía, hasta la práctica anulación de la acción de los laicos en la vida de la Iglesia. 2. Religiosos/laicos: dos clases de miembros claramente contrapuestos, desde el punto de vista de la relación Iglesia-Mundo. 14 Cfr. ESTRADA, JA., La identidad de los laicos, Madrid, 1990, pp. 122-141. Ibídem. 16 Existen dudas acerca de la condición laical o presbiteral de Tertuliano. “Por san Jerónimo (De vir.ill. 53) –dice Quasten: “Sabemos que fue ordenado sacerdote. Él no hace mención nunca de su estado clerical, pero su posición única y su preponderante papel de maestro, difícilmente se podrían explicar si hubiera, permanecido siempre laico” (QUASTEN J, Patrología...op.cit., p. 530). 15
  • 7. 7 Así, la Iglesia medieval, que aparece como un organismo compacto y fuertemente jerarquizado hace que los laicos sean, cada vez más, una clase totalmente pasiva en el seno de la Iglesia. En consecuencia se opera una progresiva e imparable: a) Identificación entre la Iglesia y Clero: identificación no superada hasta el día de hoy. b) Distanciamiento entre clero-monjes por una parte, y laicos por la otra. c) Disminución y pasividad de la corresponsabilidad de los laicos en la vida de la Iglesia. En ese mismo contexto aparece ya la idea (que perdura hasta nuestros días), de que las realidades mundanas, carnales, eternas, pertenecen específicamente y hasta exclusivamente, a los laicos, mientras que las realidades sobrenaturales, sagradas y espirituales, pertenecen en exclusividad a los religiosos y sacerdotes; pero a pesar de todo esto, se da una reacción de los laicos frente a la situación interna de la Iglesia, con la aparición de las 2ª y 3ª Órdenes de Dominicos, Cistercienses, Carmelitas y Franciscanos. Este largo periodo de tiempo que media entre la conversión de Constantino (313) y el comienzo de la edad moderna, puede resumirse diciendo que “el proceso de progresiva asimilación entre clérigos y monjes, y de creciente separación entre ellos y los laicos, está atestiguada en la distinción de los duo genera chiristianorum (dos géneros de cristianos), que acepta Graciano (1140) en un canon cuya paternidad atribuye él a san Jerónimo: “Hay dos géneros de cristianos. Uno ligado al servicio divino y entregado a la contemplación y a la oración, se abstiene de toda bulla de realidades temporales y está constituido por los clérigos. El otro, es el género de los cristianos al que pertenecen los laicos. En efecto, laós significa pueblo. A estos se les permite tener bienes temporales, pero sólo para sus necesidades. En, efecto, no hay nada tan miserable como despreciar a Dios por el dinero, a éstos se les permite casarse, cultivar la tierra, hacer de árbitros en los juicios, defender su propias causas, depositar ofrendas en los altares, pagar diezmos: así podrán salvar con tal que eviten los vicios y obren bien” (C. 7.C. XII, q: 1).
  • 8. 8 Se puede notar en este texto que la condición laica, se presenta como una concesión y queda excluida de toda participación activa en el orden de las cosas sagradas. Así pues, a esta prevalencia del polo jerárquico corresponde un empobrecimiento de la realidad positiva del laicado: los carismas y ministerios que se vienen a manifestar en los laicos de la Iglesia y de los mártires, quedan ahora adsorbidos e institucionalizados por el monarquismo que había nacido como fenómeno laical; si es verdad que al emperador y a los nobles se les reconoce cierto carisma de intervención en los asuntos eclesiásticos, éste se contempla en una perspectiva clericalizante que desconoce la autonomía y el valor de las realidades terrenas.“En su conjunto, la Iglesia medieval ofrece de sí misma la imagen de un organismo compacto y jerarquizado, puesto frente al imperio, exigiendo su subordinación a la autoridad eclesial; en esta eclesiología, el papel del laicado a pesar de los fermentos señalados, sigue siendo totalmente pasivo”17. D) En la Edad Moderna y Contemporánea En estos momentos se producen una serie de fenómenos y circunstancias que cambian profundamente la situación eclesial: Se produce, ante todo y como marco general que condiciona y explica el resto, una fuerte reacción cultural contra el Medioevo y todo lo que conlleva ese periodo histórico, tanto en el plano social como en el cultural y, especialmente en el religioso. Se producen, además, tres hechos que conducen cada uno a su modo y los tres de forma conjunta, a un imparable proceso de secularización. Éstos son: 1) Los grandes descubrimientos (en orden geográfico, antropológico y etnológico, de otras grandes culturas y religiones, de la investigación, etc.); 2) El Humanismo y 3) La Reforma protestante. La conjunción de estos tres hechos conducirá a la emancipación de todo influjo de carácter religioso en general y cristiano en particular en el ámbito de la 17 Cfr. ESTRADA, JA., La identidad…op.cit., pp. 122-141.
  • 9. 9 política, de la cultura, de la ciencia, del dominio técnico de la naturaleza, de la organización de la sociedad humana e incluso del ámbito de la caridad y la beneficencia. Se podría decir, que es el momento en que el hombre secular toma en sus manos las riendas de su propio destino, construye una propia jerarquía de valores, y comienza a resolver con criterios propios e independientes los problemas que tiene que afrontar. “De esta forma la Iglesia se encuentra por primera vez en toda su historia, ante un mundo que es un mundo en el sentido pleno de la palabra, un mundo “consciente de sí mismo e ilimitado, donde los cristianos vuelven a ser la pequeña grey”.18 En este contexto, se produce el proceso a Galileo, que es un verdadero detonante, un significativo punto de partida del moderno proceso de secularización, es decir, de la progresiva e imparable independización de las esferas –mundanas– (social, cultural, económica, familiar, etc.), respecto a las instancias religiosas que habían sido, en muchos casos, su –cuna– y su –tutela–, no faltando, por otra parte, casos de verdadera instrumentalización y manipulación. Comienza así, un imparable proceso de emancipación de las realidades temporales y la toma de conciencia de su propio valor y autonomía respecto de los criterios, valoraciones y determinaciones de toda instancia –religiosa–. Las realidades temporales se hacen autónomas hasta independizarse de toda pretensión de dominio o decisión normativa por parte de la jerarquía de la Iglesia. Se produce, por otra parte la reforma protestante, con su seria y profunda revolución no sólo de los esquemas doctrinales, particularmente en relación con la existencia y el valor de los Sacramentos y Ministerios, sino también de la vida y de la acción pastoral de la Iglesia. Hay en este contexto, un –peculiar– despertar de los laicos, con un florecimiento sorprendente de organizaciones (Cofradías, Asociaciones piadosas, Congregaciones femeninas dedicadas a la caridad, Asociaciones caritativas, 18 CONGAR Y. M., Jalones para una Teología del laicado, Ed. Estela, 6ª Edición, 1980, p. 67.
  • 10. 10 apostólicas o incluso políticas) siempre con la marca de –católicas– en una clave confesional19. Este movimiento de laicos, iniciado en el siglo XVII, y mantenido en el siglo XVIII, se acentúa notablemente en el siglo XIX. Es, con todo, un movimiento que tiene como trasfondo la innegable añoranza de la antigua cristiandad. Es, por eso mismo, un movimiento fundamental apologético y beligerante, por cuanto la relación de la Iglesia con el –mundo– no era precisamente de diálogo y esfuerzo de entendimiento, sino de autodefensa y de tenaz resistencia ante los tiempos nuevos, con la consiguiente actitud de descalificación, de negación, y hasta de condena20. En el último tramo del siglo XIX encontramos el pontificado de León XIII que inicia un nuevo tiempo en la Iglesia, a la que sensibiliza notablemente ante los graves problemas sociales surgidos en el occidente en la segunda mitad del siglo, superando el talante cerrado de una Iglesia que aparecía más como una auténtica cátedra de excomuniones que como un sacramento de salvación de los hombres. Como consecuencia da un impulso, hasta ahora desconocido al Movimiento Obrero dentro del catolicismo, haciendo conscientes a los creyentes de la necesidad de actuar en ese campo desde las propias convicciones cristianas.21. El laicado en los siglos XIX y XX vive un despertar inaudito, que proseguirá a lo largo de nuestro siglo. La Iglesia está siendo asediada por la sociedad laica, que quiere fundar la nueva sociedad sobre valores distintos de los cristianos. La tarea principal de los laicos va a ser la defensa de los valores cristianos a través de la cultura, la educación, la ciencia y la política. Este movimiento laical no logrará romper la imagen clerical de la Iglesia. Los laicos son simplemente los instrumentos ejecutores de los planes elaborados por la jerarquía. La participación en el apostolado 19 Cfr. CONGAR, Y. M., Seglares…..op. cit., p. 70. Esto se puede constatar el estilo duro y casi desafiante de algunos Documentos de Gregorio XVI (1813-1846) y de Pío IX (1846): Gregorio XVI, DS 2730-2732; Pío IX, DS 2775-2786, 2890-2896, 2901-2980. 21 Cfr. LEÓN XIII, Carta Encíclica Rerum Novarum, 15 de mayo de 1891, Ed. San Pablo, D.F., México, nn. 38-40. 20
  • 11. 11 se entiende como una generosa concesión de los pastores a sus fieles. Durante el siglo XIX hay que colocar a Antonio Claret. En sus trabajos apostólicos ve la necesidad de integrar a los laicos, no tanto en asociaciones piadosas o devocionales, cuanto en grupos de marcada acción apostólica en todos los campos: catequesis, cultura, promoción social, alejados22. En el siglo XX, Acción Católica es quien tiene el papel de protagonista en la revitalización de la conciencia laical. Desde la experiencia de su labor apostólica, cambian las relaciones clérigo-laico. Este último ya no es un "intruso", sino un "colaborador"23. La misma experiencia de Acción Católica suscitará reflexiones muy ricas y profundas en los teólogos acerca del puesto de los laicos en la Iglesia. Estas reflexiones contribuirán decisivamente a "reequilibrar" la imagen de Iglesia y Vaticano II. 1.2.1. En Latinoamérica, según Ecclesia in America24 Para tener un panorama de lo que es el laicado actual en Latinoamérica quise tomar el escrito Postsinodal del papa Juan Pablo II Eccesia in America, que es el documento que más se apega a lo que actualmente está viviendo el laicado. La exhortación Apostólica Postsinodal: Ecclesia in America del papa Juan Pablo II, vio la luz en el año de 1999 y como tema principal fue: “Encuentro con Jesucristo vivo, camino para la conversión, la comunión y la solidaridad en América”. Y el cual quiere expresar claramente la centralidad de la persona de 22 Claret descubrió que el pueblo no era evangelizado, y la Palabra no producía las maravillas de conversión de la sociedad como lo había hecho en otros tiempos porque faltaban evangelizadores. San Antonio M. Claret fomentaba el apostolado asociado no sólo por la eficacia y las ventajas de la asociación, sino por el testimonio y fuerza de la caridad fraterna vivida en comunión de vida. Así suscitará asociaciones laicales para la evangelización como la Hermandad de la Doctrina Cristiana, y otras con carácter más moderno, como la Hermandad Espiritual de Libros Buenos, y, sobre todo, la Academia de San Miguel. Tenía por fin responsabilizar a los seglares en el apostolado especializado (J.M. VIÑAS, La Misión de S. Antonio M. Claret. Roma, (sin fecha) pp.14-15). 23 Para conducir de nuevo a Cristo en su integridad a esas diversas clases de hombres que han renegado de él, hay que seleccionar y formar ante todo en su mismo seno a los auxiliares del apostolado de la Iglesia. Los primeros apóstoles, los apóstoles inmediatos de los obreros tienen que ser los mismos obreros". (Pío XI, Quadragesimo Anno. (1931) n. 141). 24 Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Post Sinodal: Ecclesia in América, enero 22 de 1999, Ed. Librería Editrice Vaticana, Roma, Italia, n. 44.
  • 12. 12 Jesucristo resucitado, presente en la vida de la Iglesia, que invita a la conversión, a la comunión y a la solidaridad. El tema referente a los laicos va a ser tratado en el Capítulo IV, “Camino para la Comunión”, en el número: 44 denominado: Los fieles laicos y la renovación de la Iglesia. Fiel a la doctrina del Concilio Vaticano II, el Papa retoma a la Lumen Gentium para señalar la misión de todo bautizado: la doctrina del concilio Vaticano II sobre la unidad de la Iglesia, como pueblo de Dios congregado en la unidad del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo, subraya que son comunes a la dignidad de todos los bautizados la imitación y el seguimiento de Cristo, la comunión mutua y el mandato misional. Es necesario, por tanto, que los fieles laicos sean conscientes de su dignidad de bautizados, debido a que en muchos católicos ha quedado fuera de su vida. Por otra parte, los Pastores han de estimar profundamente el testimonio y la acción evangelizadora de los laicos que son integrados en el pueblo de Dios con espiritualidad de comunión con Jesucristo vivo. La renovación de la Iglesia en América no será posible sin la presencia activa de los laicos. Por eso, en gran parte, recae en ellos la responsabilidad del futuro de la Iglesia. Los laicos viven directamente allí donde se organiza secularmente a la vida social: en los ámbitos de la economía, de la política, del trabajo, de la comunicación social, del derecho, de la organización de las instituciones, en la que las decisiones y la opciones se vuelven estructuras sociales que coincidan la vida civil: con su actuación orientan el curso de los eventos del mundo. Gracias a los fieles laicos, la presencia y la misión de la Iglesia en el mundo se va realizando, de modo especial, en la diversidad de carismas y ministerios que posee el laicado. La secularidad es la nota característica y propia del laico y de su espiritualidad que lo lleva a actuar en la vida familiar, social, laboral, cultural y política, a cuya evangelización es llamado. En un continente en el que aparecen la emulación y propensión, a agredir, la inmoderación en el consumo y la corrupción,
  • 13. 13 los laicos están llamados a ser esperanza, a encarnar valores profundamente evangélicos como la misericordia, el perdón, la honradez, la transparencia de corazón y la paciencia en las condiciones difíciles. Se espera de los laicos una gran fuerza creativa en gestos y obras que expresan una vida coherente con el evangelio. América necesita laicos cristianos que puedan asumir responsabilidades directivas en la sociedad. Es urgente formar hombres y mujeres capaces de actuar, según su propia vocación, en la vida pública, orientándola al bien común. Muchos laicos en América van sintiendo el legitimismo deseo de aportar sus talentos y carismas a la construcción de la comunidad eclesial y lo hacen en diversos campos: como delegados de la Palabra, catequistas, visitadores de enfermos o de encarcelados, animadores de grupos, etcétera. Se fomenta la provechosa cooperación de fieles laicos bien preparados, hombres y mujeres, en diversas actividades dentro de la Iglesia, evitando una posible confusión con los ministerios ordenados y con las actividades propias del sacramento del Orden, a fin de distinguir bien el sacerdocio común de los fieles del sacerdocio ministerial. 1.2.2. En México Hablar de la situación del laico en la actualidad, supone, en gran medida, hablar de México y los mexicanos. Somos un pueblo con diferentes estilos de ser, de trabajar y de analizar la realidad. Con diferentes ejes de desarrollo cultural y con un centralismo secular que nos caracteriza como nación. Todo esto se ve reflejado de muchas formas en nuestra Iglesia, en donde se identifica nuestra idiosincrasia. Un error común es pensar que el laico está más comprometido en tanto está más al servicio del presbítero. Se trata de situaciones distintas: una es la promoción de ministerios laicales, donde nunca hay que exagerar porque caemos nuevamente en clericalismo; y otra, es formar al laico y hacerlo consciente de su tarea real y concreta de evangelizar el mundo de la cultura, la política y la economía con su propia actividad.
  • 14. 14 A) En la carta pastoral: Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos25 En este documento se menciona el papel del laico dentro del ámbito de la sociedad y de la Iglesia, en él dice que: los fieles laicos poseen una peculiar responsabilidad debido a que en ellos está encomendada la renovación del orden temporal, cumpliendo su vocación cristiana principalmente en las tareas seculares. Su colaboración en el ámbito intra-eclesial, si bien es relevante, no debe suprimir aquello que constituye su misión propia y específica dentro de la sociedad y de la Iglesia”26. Se hace énfasis en la cuestión de la presencia del laico efectiva en el ambiente, calificando de omisión grave el abstenerse en esta labor. Por lo tanto, el laico no puede eludir el compromiso de afirmar en todo momento con coherencia y responsabilidad los valores que se desprenden de la fe; “es moralmente inaceptable que un laico traicione tácita o explícitamente los valores del evangelio en la vida social, y más si posee una responsabilidad pública de cualquier índole”27. Y continúan diciendo que las dificultades e incomprensiones que los fieles laicos experimentan al momento de dar testimonio público de la fe, son parte del camino de santificación que Jesucristo les propone al momento de invitarlos a su seguimiento. La Santidad es una vocación a la que están llamados. Jesucristo y María Santísima nunca desampara a quienes le responden a la gracia con valor y decisión, sobre todo cuando los talentos recibidos de parte de Dios son requeridos para el bien del prójimo y de la sociedad en su conjunto28. En conclusión, ésta carta pastoral hace un llamado a no desligarse de las tareas que le corresponden, propiamente como seglar, pero con una espiritualidad bien encarnada en la persona de Jesucristo, es decir, no se puede vivir en el mundo 25 Este documento emanado de la Conferencia del Episcopado Mexicano el 25 de marzo del 2000 tiene como objetivo: “que, revisando nuestra historia, la vida eclesial y la situación del país en sus principales desafíos, podamos ofrecer nuestra aportación para encontrar caminos nuevos y crecer en un clima de reconciliación, de justicia y de paz”. 26 Cfr. n. 270. 27 Cfr. n. 271. 28 Cfr. n. 272.
  • 15. 15 estando fuera de él, y no se puede ser una persona verdaderamente comprometida con la sociedad olvidándose de Dios. B) En él: Ordenamiento Nacional del Apostolado de los Laicos29 Los laicos, como miembros de la Iglesia, trabajan para que todos sus hermanos de México y del mundo conozcan y vivan el evangelio, aprovechando los dones y carismas que el Espíritu Santo les comunica, principalmente por los sacramentos, sobre todo por la Sagrada Eucaristía que alimenta en ellos la caridad, alma de todo apostolado. Realizan un apostolado en unión íntima con todos sus hermanos y bajo la autoridad de la Jerarquía, a la cual compete juzgar la autenticidad de los carismas y ordenar el apostolado, de tal manera que todo encamine a la gloria de Dios por el advenimiento de su Reino, en la fe, en la esperanza y en la caridad, que el Espíritu Santo difunde en todos los miembros de la Iglesia30. Este documento recalca que los laicos son ante todo colaboradores de la verdad. Sobre todo en este campo, el apostolado de los laicos y el ministerio pastoral se complementan mutuamente, puesto que aún cuando el ministerio de la Palabra y de los sacramentos han sido de manera especial confiados al clero, cuyo sacerdocio ministerial difiere esencialmente y no sólo de grado del sacerdocio común de los fieles, sin embargo, el laico ha de aportar el trabajo que le es propio para comunicar los principios cristianos, para defenderlos y para aplicarlos con rectitud y acierto a los problemas actuales31. Esta misión menciona el documento que se llevará a cabo trabajando íntimamente con los sacerdotes, así como deben de aportar su saber y experiencia en la solución de los problemas del mundo y de la salvación de los 29 MAGISTERIO DE LA IGLESIA MEXICANA, Selección de textos de los documentos del Episcopado Mexicano, a partir del 8 de diciembre de 1965 hasta el lo de diciembre de 1975, Ed. CEM, México, D.F., nn.1-20. El documento al que hacemos referencia emana de la reunión de obispos en Roma, el 8 de diciembre de 1965, y aunque ya tiene varios años que vio la luz, sigue estando muy vigente en nuestra Iglesia Mexicana. 30 Cfr. n. 3. 31 Cfr. n. 5.
  • 16. 16 hombres, y cooperen en la realización de los programas apostólicos misioneros, ante todo en su propia parroquia que es la célula de la Diócesis32. En conclusión, el laico, para que haga eficaz la acción católica debe de reunir, de acuerdo con el dictamen de la Jerarquía, las cuatro características siguientes33, entendidas en conjunto y simultáneamente: 1.- El fin inmediato de su trabajo es el mismo fin de la Iglesia, es decir que tienda a la santificación y evangelización de los hombres y a formar una conciencia cristiana, de tal manera que puedan llevar el Espíritu del Evangelio a las diversas comunidades y ambientes. 2.- Los laicos cooperando en su medida con la jerarquía, aportan su experiencia, asumen su responsabilidad en el gobierno de los grupos que se formen o a los que pertenecen, valorando las circunstancias en las que se deba ejercer la acción pastoral de la Iglesia, elaborando y realizando programas de actividades. 3.- Los laicos, actúan unidos como en un cuerpo orgánico para significar mejor la comunidad de la Iglesia y para realizar un apostolado más. 4.- Los laicos, ya sea que se ofrezcan por su propia iniciativa o que respondan a la invitación para actuar y colaborar directamente con el apostolado jerárquico, actúan bajo la alta dirección de la misma Jerarquía, la cual sanciona esta cooperación en mandato. C) En la: Corresponsabilidad de los sacerdotes y de los laicos en la acción apostólica de la Iglesia34 32 Cfr. n. 7. Cfr. n. 13. 34 MAGISTERIO DE LA IGLESIA MEXICANA, Selección de textos de los documentos, op. cit., nn.190-204. Documento de la Comisión Episcopal para el Apostolado de los laicos, 19 de septiembre de 1973. 33
  • 17. 17 En este documento se va a hablar de un laicado adulto el cual debe ser promovido y aprovechado por el presbítero y obispos animados con los mismos sentimientos de Cristo. Y subraya: “al observar los campos de acción que corresponden a los seglares por vocación humana y cristiana, se descubren, no sólo la nobleza de su apostolado, la amplitud de sus actividades y los serios problemas que deben de afrontar, sino también la calidad de seglares que, por su competencia humana evangélica, sean capaces de edificar el Reino de Dios en sus ambientes. Una vez más se hace necesario y urgente insistir en la responsabilidad trascendente que a todos impone la fe cristiana. Para que la acción laical se identifique con la misma actividad de la Iglesia y venga a ser ella misma bajo su aspecto secular, es necesario: 1.- Que los laicos hagan propia la misión de la Iglesia y la hagan operativa, al grado que la fe cristiana realmente se siembre en sus ambientes y se preocupen de su crecimiento y progresiva madurez. 2.- Que los laicos pues se sientan responsables en su propio campo de acción y así promuevan la fe con responsabilidad inmediata35. El apostolado de los laicos (individual o bien organizado) “es particularmente apremiante y necesario en aquellas regiones en que se ve gravemente impedida la libertad de la Iglesia. En éstos lugares como son de deficiente la acción pastoral del sacerdote, los laicos suplen en parte la presencia del sacerdote y asumen extraordinarias responsabilidades en la evangelización36. 35 36 Cfr. n. 194. Cfr. n. 201.
  • 18. 18 CONCLUSIÓN Ya dentro de la historia en la Iglesia primitiva, lo que se pone de relieve no es tanto la distinción concreta entre los carismas y ministerios, como la tensión entre pueblo consagrado, ungido por el Espíritu, y el mundo. En la época preconstantiniana más que hacer distinciones entre clérigos y pueblo se atiende a la novedad del mensaje cristiano por ser una comunidad articulada. El término laico no aparece en el Nuevo Testamento, ni en las primeras comunidades como tal, sino más bien el término es de origen griego y denotaba a las cosas del pueblo. Cuando el cristianismo lo adquiere, es para especificar la distinción entre clérigos y no clérigos. En cambio unos años después en la época de la cristiandad ya se empieza a dar una cierta diferencia entre clero y laicos, es decir dos clases dentro de una Iglesia que fue tomando tintes de sociedad con una marcada jerarquía. Un poco después aparece la idea hasta nuestros tiempos actuales, más de uno piensa: que las realidades mundanas, carnales, eternas, pertenecen específicamente y hasta exclusivamente a los laicos y las realidades, digámoslo así, sobrenaturales, sagradas, espirituales, pertenecen en exclusividad a los religiosos y sacerdotes. Otro tinte se da en la época Moderna y Contemporánea, debido a los grandes cambios en el pensamiento del hombre, a los inventos, a los descubrimientos de nuevas tierras, ¡que la tierra resulta que no es plana! Sumando a todo esto la Reforma Protestante; se rompe con muchos esquemas doctrinales. Ante todo esto surge la voz de los mismos laicos en diversos grupos apostólicos; me refiero a los movimientos, asociaciones y cofradías. Los cuales ya desde el siglo XX hacen su aparición; uno de ellos es la Acción Católica la cual le fue dando fuerza y valor, tanto a los clérigos, como a los laicos ante los momentos difíciles que vivían. La situación actual del laicado sobre todo en Latinoamérica, según el documento post-sinodal Ecclesia in America del Papa Juan Pablo II. El laico en
  • 19. 19 América es de mucha ayuda para la renovación de la Iglesia porque en gran medida recae en ellos la responsabilidad del futuro en la Iglesia; así como gracias a ellos la misión y presencia de la Iglesia en el mundo se va realizando, de modo especial en la diversidad de carismas y ministerios que posee el laicado. En México según algunos documentos del Episcopado Mexicano, nos mencionan que el laico dentro del ámbito de la sociedad y la iglesia es de mucho valor debido a que poseen una peculiar responsabilidad a que están encomendados de manera especial a las cosas del orden temporal. Los Obispos ante las situaciones actuales que vive la sociedad, llama al laico a no desligarse de la tareas que le corresponden, propiamente como seglar. Y por último, los Obispos afirman que el laico es cooperador, el que lleva al espíritu del evangelio a las diversas comunidades y ambientes.
  • 20. CAPÍTULO SEGUNDO EL LAICO EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA (ss. XX-XXI)
  • 21. 21 2.1. EN EL CONCILIO VATICANO II A) Cap. IV de la Lumen Gentium Es preciso comenzar diciendo que el Concilio no pretendió dar una definición propiamente “teológica” de laico, sino que se propuso dar una definición “tipológica” del mismo: es decir, dio una descripción de lo que ordinariamente, entendemos por “laico”: “Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo37”. Es de observarse, que en las dos primeras redacciones, los temas como Pueblo de Dios y laicos, van siempre unidos, formando un sólo capítulo: el Capítulo III. Es a partir de la tercera redacción y por evidente influjo de la discusión general sobre el Esquema de la Iglesia, cuando estos temas aparecen ya debidamente diferenciados y separados, formando los capítulos segundos (el Pueblo de Dios) y IV (los Laicos). El laico participa activamente en la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo; tiene una función, tanto en la Iglesia como en el mundo; está inserto en el mundo; desde su condición de bautizado: o sea, tiene una relación cristiana con el mundo secular. Su inserción en el mundo, de todas formas, no es suya de una forma absolutamente exclusiva, sino primordial: “los laicos en razón misma de su estado en la vida, están llamados especialmente, aunque no exclusivamente, a tratar y ordenar los asuntos temporales según Dios”38. 37 CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática Lumen Gentium, (sobre la iglesia), en: Concilio Vaticano II: Documentos completos, Ed. DABAR, D.F., México, 2008, n. 31. 38 Ibídem.
  • 22. 22 Todos estos elementos conforman de tal manera la vocación del laico, que, en virtud de ellos, puede afirmarse que el concepto de laicado constituye un –estado– en la Iglesia. Cuatro son los elementos que van apareciendo a lo largo de distintas redacciones, como rasgos que caracterizan la figura del laico39:  Su pertenencia a la Iglesia, como miembro vivo y activo del Pueblo de Dios.  El no estar Ordenado, ni pertenecer a ninguna Orden o Congregación religiosa. No desempeñar, por consiguiente, una función oficial, para la que se requiera el Ministerio Ordenado.  El ocuparse de los asuntos de este mundo cristianamente: es decir, el tener una relación cristiana con las realidades temporales: buscan el Reino de Dios, ocupándose prevalentemente, aunque no exclusivamente, de las realidades temporales y ordenándolas según Dios.  El ser, en virtud de su propia condición bautismal, corresponsable con la Jerarquía, de la Misión confiada por Cristo a toda la comunidad eclesial. Como consecuencia de la profunda reflexión realizada en el Concilio sobre la vocación y misión del Laico en la Iglesia y en el mundo, se han ido evidenciando varios elementos realmente determinantes en la configuración de la nueva Teología del Laicado, y que conforman de manera particular la relación entre clérigos y laicos40:  La teología del bautismo, es potenciada por el contexto misional de las viejas cristiandades e Iglesias del Primer Mundo; la valoración de la consagración bautismal como la radical y fundamental (como la base para la consagración del Orden o la Profesión de vida religiosa).  La renovación del sacramento de la Confirmación como el del cristiano adulto, el desarrollo de nuevos ministerios laicales (tanto los que tienen 39 40 Cfr. LG n. 31. Cfr. Ibid., nn. 32-33.
  • 23. 23 arraigo en la tradición como los que se generen por nuevas necesidades eclesiales o sociales).  La importancia de una educación para un discernimiento, que sustituya la dependencia infantilizante respecto del clero.  La desclericalización de los sacramentos dándoles una mayor configuración comunitaria, y el replanteamiento de los ministerios ordenados en la línea de pastores enmarcados en comunidades que desplazan la vieja imagen de funcionarios eclesiásticos. El largo camino recorrido por la teología del laicado a través de las diferentes redacciones de la Lumen Gentium, llegó a su culminación el día 21 de noviembre de 1964 cuando quedó definitivamente aprobada y promulgada dicha Constitución. Los contenidos doctrinales del capítulo IV de la Lumen Gentium son los siguientes:  n. 30: Peculiaridad del tema.  n. 31: Definición (tipológica) del laico.  n. 32: Unidad de la diversidad de vocaciones.  n. 33: Fundamento del apostolado de los laicos.  n. 34: Consagración del mundo.  n. 35: Participación en la función profética de Cristo.  n. 36: Participación en la función regia de Cristo.  n. 37: Relaciones con la Jerarquía.  n. 38: Una perspectiva vivificante en el mundo. B) El Decreto Apostolicam Actuositatem41 Tomada la decisión por el Papa Juan XXIII, el Concilio Vaticano II se dedicó a tratar el tema del Apostolado de los laicos, se constituyó una Comisión preparatoria 41 CONCILIO VATICANO II, Decreto Apostolicam Actuositatem, (sobre el apostolado de los laicos), en: Concilio Vaticano II: Documentos completos, Ed. DABAR, D.F., México, 2008, n. 31.
  • 24. 24 el 4 de junio de 1960 en orden a redactar el correspondiente proyecto, como desarrollo y aplicación del capítulo IV de la Lumen Gentium. El apostolado de los laicos no es un honor de invitado, ni un privilegio que se le concede, ni una exigencia del momento, dado el estado actual del mundo, ni mucho menos una moda demagógica. Se trata de una obligación que procede del mismo hecho de la misma vida cristiana, de su espontaneidad vital. “Es un derecho y una necesidad propios suyos. Por el bautismo todos los creyentes son consagrados para el ministerio de esta misión. La Iglesia realiza su apostolado a través de todos sus miembros”42. Resalta la profunda relación y sintonía, lógica por otra parte, existente entre las enseñanzas de la Lumen Gentium y el Decreto Apostolicam Actuositatem acerca de los laicos. En los dos documentos, el laico es descrito en una doble referencia: de una parte, a su carácter de miembro del Pueblo de Dios, a su participación –en virtud del Bautismo y de la Confirmación–, en la función profética, real y sacerdotal de Cristo; de otra, a su condición de cristiano corriente, que comparte con el común de los hombres la dedicación a las tareas temporales o seculares, en las cuales y a través de las cuales, debe identificarse con Cristo y manifestarlo a los hombres”43. Así como definen que el “apostolado del laico no está basado en una realidad de orden jurídico, sino en la ontología sobrenatural que hace a una persona cristiana. Es decir, la base del derecho y del deber de apostolado del laico es la existencia cristiana en sí misma. Por pertenecer a un cuerpo cuya cabeza y principio interior de la vida es Cristo por el Espíritu, el laico participa de su misión. No necesita para ello misión jerárquica, ni la jerarquía puede eximirle de esta obligación, ni pude coartarle en su legítima libertad al cumplirla”44. El decreto Apostolicam Actuositatem, a causa precisamente de su naturaleza de Decreto y no de Constitución, “aunque remita a la Lumen Gentium y la 42 43 44 Cfr. AA. n. 2. Cfr. AA. n. 3. Cfr. LG n. 33; AA nn. 3,25,30.
  • 25. 25 presuponga, no posee la amplitud de horizonte y la hondura teológica que caracterizan a la Constitución sobre la Iglesia y que, en algún punto, se queda por debajo de las grandes afirmaciones eclesiológicas y espirituales presentes en ese y en otros documentos conciliares”45. El decreto, en su redacción definitiva, se estructura de la siguiente forma:  n. 1: Proemio.  n.n. 2-4: Vocación de los seglares al apostolado.  n.n: 5-8: Fines que hay que lograr.  n.n. 9-14: Los diversos campos del apostolado laical.  n.n. 15-22: Las diferentes formas del apostolado.  n.n. 23-27: Orden que hay que observar.  n.n. 28-32: Formación para el apostolado.  n. 33. Exhortación final. 2.2. EN EL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO DE 198346 Son numerosos los cánones en los que, en perfecta fidelidad a la doctrina conciliar, se va presentando la figura, la vocación y la misión del laico dentro de la Iglesia, no dejando de llamar la atención el orden en que, el Libro II del Código, aparecen los distintos grupos de creyentes que forman el Pueblo de Dios:  Parte 1ª: De los fieles cristianos: cnn. 204-231.298-329.  Parte 2ª: De la constitución jerárquica de la Iglesia: cnn. 232-297.330-572.  Parte 3ª: De los Institutos de Vida Consagrada y de las Sociedades de vida apostólica: cnn. 573-746. 45 Cfr. SCHILLEBEECKX, E., Documentos del Vaticano II, Ed. Madrid 1993, p. 726. La doctrina conciliar sobre la vocación y misión del laico en la Iglesia y en el mundo ha quedado recogida y codificada en el Código de Derecho Canónico publicado oficialmente por el Papa Juan Pablo II el 25 de enero de 1983. Además de recordar los principios litúrgicos y los servicios y ministerios ya establecidos, mitiga levemente la cuestión de los sujetos, y amplía las posibilidades ministeriales. 46
  • 26. 26 En este sentido de la doctrina canónica cabe hacer, ante todo, un par de observaciones47: 1ª. En primer lugar hay que guardarse del peligro, nada irreal, de leer e interpretar la doctrina del Código acerca de los laicos (particularmente la referencia a los ministerios y cargo eclesiásticos que el mismo Código establece y confía a los laicos), desde una clave reduccionista, la cuál sería el considerar la vocación laical en la Iglesia primordialmente, sino exclusivamente, desde un acercamiento al ministerio ordenado y como una participación (disminuida ciertamente) de la condición ministerial propia de los ministros “ordenados”. En este caso se seguirá teniendo una visión completamente “clericalizada” de la Iglesia, en contra de lo que pretendió el Concilio Vaticano II. 2ª. En segundo lugar, la doctrina específica sobre los laicos encuentra ya sus puntos fundamentales en lo que el Código de Derecho Canónico enseña y establece en los cánones que se refieren a todos los Christifideles sin distinción (cnn. 208-223): la igualdad de base de todos los miembros dentro de la Comunidad eclesial, con los consiguientes derechos y deberes que atañen por igual a todos los bautizados por el sólo hecho de serlo. “Esos mismos derechos y obligaciones, así como su fundamento y forma de ejercerlos en la Iglesia y en mundo, se encuentran ya presentes en los distintos documentos conciliares en que se exponen la doctrina sobre los laicos”. Además de éstos derechos y obligaciones comunes a todos los bautizados, el Código reconoce y establece otros que atañen de forma específica a los laicos (can. 24). Entre éstos cabe destacar los que establece el can. 225 Parágrafos 1 y 2, acerca de la participación de los laicos en la Misión única de la Iglesia48, así como la función propia y peculiar, aunque no exclusiva, de los laicos de animar el orden temporal en 47 Cfr. PEREA, JOAQUÍN, El laicado: un género…op.cit., pp. 197-210. En esta clave de participación es preciso interpretar numerosos cánones a lo largo de todo el Código; vgr. Cnn. 337, &3; 337, &3; 443, &4-5; 460; 462, &2; 483, &2; 492; 512; 519; 529, &2; 536; 537; 1064; 1287, &1. 48
  • 27. 27 el mundo, y de formar muy en particular el ámbito de la familia (can. 226) y la libertad de acción de que deben gozar los laicos en su condición de miembros de la sociedad (can. 227). Los derechos y deberes de los laicos aparecen igualmente en todos aquellos cánones en los que se establecen las normas relativas a las asociaciones, tanto públicas como privadas, que pueden crear los bautizados (cnn. 298-329). Por lo demás, la participación de los laicos en la vida de la Iglesia se extiende incluso al ejercicio propio del ministerio ordenado en su oficio de enseñar (en sus diversas formas y expresiones: cnn. 229, &3; 766; 767; 784; 785), en su oficio de santificar (can. 230) y en el mismo oficio del gobierno pastoral (cnn. 1421; 1435). En plena fidelidad a la Constitución dogmática Lumen Gentium, el Código de Derecho Canónico presenta y legisla sobre lo que es común a todos los creyentes desde su condición de bautizados, antes de bajar a lo que un bautizado puede después ser y vivir en la Comunidad eclesial, según se ha llamado, con una vocación peculiar, al Ministerio ordenado, a la Vida Consagrada o a la Vocación laical. 2.3. EN CHRISTIFIDELES LAICI49 Los fieles laicos nos van a decir esta exhortación que son: “…los fieles cristianos a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso sancionado por la Iglesia; es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el Bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes a su modo del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo. La misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos les corresponde”50. 49 Como complementos y confirmación autorizada de toda la doctrina conciliar sobre la Vocación laical, y particularmente de los trabajos realizados en el Sínodo, apareció la Exhortación apostólica Chistifideles Laici del Papa Juan Pablo II, del 30 de diciembre de 1988, en la que recoge y presenta en forma orgánica y sistemática los trabajos del Sínodo de 1987 sobre Los laicos en la Iglesia. 50 Cfr. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Cristifideles Laici, (sobre la figura y la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo), 30 de diciembre, Ed. De la Librería Parroquial de Clavería, D.F., México, n. 9.
  • 28. 28 La Exhortación se estructura alrededor de la parábola narrada por el evangelista Mateo, según la cual el Reino de los cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña… (Mt 20,12). “Esa parábola conduce de forma natural a extender la mirada, por una parte, a la multitud de personas, hombres y mujeres, que son llamados por Él y enviadas para que tengan trabajo en la viña. Con ella, desea el Papa dar todo su valor a la entera riqueza de los trabajos sinodales; desde la relación introductoria hasta las intervenciones de cada uno de los obispos y de los laicos, y la relación de síntesis al final de las sesiones en el aula; desde los trabajos y relaciones de los –círculos menores– hasta las –posiciones– finales y el Mensaje final”51. Esquema general de la Exhortación:  Introducción.  I. La dignidad de los fieles laicos en la Iglesia-Misterio.  II. La participación de los fieles laicos en la vida de la Iglesia-Comunión.  III. La correspondencia de los fieles laicos en la Iglesia-Misión.  IV. Buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.  V. La formación de los fieles laicos. Estos son, a grandes rasgos, los temas a tratar que, a partir del Vaticano II, han ido indicando la reflexión que han hecho la Iglesia sobre la Vocación y Misión del Laico en la Iglesia y en el Mundo. En cuanto a la parroquia, se llama a los laicos a que participen en la comunidad básica de que es la parroquia y trabajen por la renovación y adaptación de sus estructuras. Así se favorecerán las responsabilidades pastorales de los laicos y las pequeñas comunidades eclesiales, de base serán lugares de auténtica vitalización e 51 Cfr. ChL., n. 2.
  • 29. 29 irradiación de fe. No obstante, reconoce también el Papa la necesidad de otras estructuras, ámbitos y funciones de evangelización no parroquiales52. Así como se hace una llamada insistente para que se constituyan y funcionen de manera decidida los consejos pastorales parroquiales y donde los laicos puedan participar y llegar a la toma de decisiones53. La Exhortación dedica varios números a las formas de participación del laicado en la vida de la Iglesia54. Además de las formas personales de participación, que es la realización primaria de todo apostolado. Así como considera ampliamente las formas agregativas o asociadas de participación55. El fenómeno asociativo ha tenido en los últimos tiempos un desarrollo y variedad particulares; nos encontramos en una nueva época asociativa de los fieles laicos. 2.4. EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA56 Por fieles laicos se entiende aquí: “Todos los cristianos, excepto los miembros del orden sagrado y del estado religioso reconocidos en la Iglesia. Son, los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el Pueblo de Dios y que participan a su manera de las funciones del Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo.57 La vocación de los laicos, tiene como objetivo buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios. “A ellos, de manera especial, corresponde iluminar y ordenar toda las realidades temporales, a las 52 Cfr. n. 26. Cfr. n. 27. 54 Cfr. nn. 28-31. 55 Cfr. n. 29. 56 Cfr. El papel de los laicos en el Catecismo es tratado en la capítulo tercero Creo en el Espíritu Santo, Párrafo 4: los fieles de Cristo: Jerarquía, laicos, vida consagrada y concretamente de los números 897 al 913. El Catecismo retoma lo ya dicho por el Concilio Vaticano II en la Constitución Lumen Gentium, la Exhortación Apostólica, Christifideles Laici de Juan Pablo II, el Decreto Apostolicam Actuositatem, así como retoma al Código de Derecho Canónico. 57 CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Coeditores Católicos de México, D.F., 2003, n. 897. 53
  • 30. 30 que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y redentor”58. La iniciativa de los cristianos laicos es particularmente necesaria cuando se trata de descubrir o de idear los medios para que las exigencias de la doctrina y de la vida cristiana impregnen las realidades sociales, políticas y económicas. Esta iniciativa es un elemento normal de la Iglesia según lo va a decir la exhortación Chistifideles Laici en el número nueve59. Todos los fieles, los laicos están encargados por Dios del apostolado en virtud del Bautismo y la Confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del derecho, individualmente o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el mensaje divino de salvación será conocido y recibido por todos los hombres y en toda la tierra; esta obligación es tanto más apremiante cuando sólo por medio de ellos los demás hombres pueden oír el Evangelio conocer a Cristo. En las comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia60. La participación de los laicos en la misión sacerdotal de Cristo: “Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu, en efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las milesias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la celebración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta santa, consagran el mundo mismo a Dios”61. Los laicos, si tienen las cualidades requeridas, pueden ser admitidos de manera estable a los ministerios de lector y acólito, todo “donde lo aconseje, la 58 59 60 61 Cfr. n. 898. Cfr. n. 899. Cfr. n. 900 Cfr. n. 901.
  • 31. 31 necesidad de la Iglesia y no haya ministros, pueden también los laicos, aunque no sean lectores, ni acólitos, suplirles en algunas de sus funciones, es decir, ejercitar el ministerio de la palabra, presidir las oraciones litúrgicas, administrar el Bautismo y dar la sagrada Comunión, según las prescripciones del derecho”62. Su participación en la misión profética de Cristo. “Cristo realiza su función profética no sólo a través de la jerarquía, sino también por medio de los laicos. Él los hace sus testigos y les da el sentido de la fe y la gracia de la palabra”.63 Los laicos cumplen también su misión profética evangelizando con el “anuncio del Cristo comunicado con el testimonio de la vida y de la palabra. En los laicos, esta evangelización, adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo”64. Su participación en la misión regia de Cristo. Por una obediencia hasta la muerte, Cristo ha comunicado a sus discípulos el don de la libertad regia, “para que vencieran en sí mismo, con la propia renuncia y una vida santa, al reino del pecado”65. Los laicos, además, juntando también sus fuerzas, han de sanear las estructura y las condiciones del mundo, de tal forma que, si algunas de sus costumbres incitan al pecado, todas ellas sean conformes con las normas de la justicia y favorezcan en vez de impedir la práctica de las virtudes, obrando así, impregnaran de valores morales a toda la cultura y las realizaciones humanas66. En la Iglesia, “los fieles laicos pueden cooperar a tenor del derecho en el ejercicio de la potestad de gobierno. Así, con su presencia en los Concilios particulares, los sínodos diocesanos, los consejos pastorales; la colaboración en los 62 63 64 65 66 Cfr. n. 903. Cfr. n. 904. Cfr. n. 905. Cfr. n. 908. Cfr. n. 909.
  • 32. 32 consejos de los asuntos económicos; la participación en los tribunales eclesiásticos, etc.”67 Los fieles han de aprender a distinguir cuidadosamente entre los derechos y deberes que tienen como miembros de la Iglesia y los que corresponden como miembros de la sociedad humana. Así como deben esforzarse en integrarlos en buena armonía, recordando que en cualquier cuestión temporal han de guiarse por la conciencia cristiana. En efecto, ninguna actividad humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede sustraerse a la soberanía de Dios”68. “Así, todo laico, por los mismos dones que ha recibido, es a la vez testigo e instrumento vivo de misión de la Iglesia misma según la medida de Cristo69. 2.5. EN LAS CONFERENCIAS DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE70 Veamos una perspectiva general que han tenido los laicos en las conferencias: A) Río de Janeiro Esta Conferencia trata sobre la cuestión de los laicos en los números que van del 42 al 45. Menciona al principio que: 67 Cfr. n. 911. Cfr. n. 912. 69 Cfr. n. 913 70 El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) agrupa a los obispos de la Iglesia católica de Latinoamérica y el Caribe. Su origen está en la conferencia general del episcopado latinoamericano en Río de Janeiro realizada entre el 25 de julio al 4 de agosto de 1955. Tras la cual se hace el pedido al papa Pío XII en 1955 para la constitución del CELAM, siendo aceptado dicha sugerencia. Asimismo ha realizado las siguientes conferencias generales de obispos: la primera en RÍO DE JANEIRO, en 1955, sobre cómo robustecer nuestras Iglesias locales y su servicio en América Latina. La segunda en MEDELLÍN, en 1968, sobre el cómo aplicar las orientaciones del Concilio Vaticano II en América Latina. La tercera fue en Puebla, en 1979, sobre el presente y futuro de la evangelización en Latinoamérica. La cuarta fue en SANTO DOMINGO, en 1992, sobre la nueva evangelización, la promoción humana y cultura cristiana. La quinta, fue en APARECIDA, Brasil, en mayo del 2007, sobre discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él nuestros pueblos tengan vida. 68
  • 33. 33 “El papel del laico es muy importante en la obra salvífica encomendada por Jesucristo a la Iglesia: colaboración apostólica que se hace sentir con mayor urgencia en la regiones de América Latina, por la escasez de sacerdotes, el elevado número de fieles a ellos encomendados, la gran extensión de las demarcaciones parroquiales, y, por último, la dificultad de penetrar en ciertos ambientes”71. Y añade que para el mayor progreso de las colaboraciones del laicado católico en la acción apostólica en América Latina, es de suma importancia difundir cada vez más entre los fieles el exacto conocimiento de la posición de los seglares dentro del Cuerpo Místico de Cristo, formando la conciencia de los fieles, de modo que se persuadan prácticamente que el apostolado aún siendo propia del sacerdote, no es exclusiva de él, sino que también les compete a ellos, por su mismo carácter de cristianos, siempre bajo la obediencia a los Obispos y de los Párrocos y dentro de las formas y oficios que no son privativo del ministerio sacerdotal. Por tanto es necesario que tales principios sean oportunamente enseñados e inculcados desde el Seminario a los futuros sacerdotes, para que sepan aprovecharse, como conviene, de la preciosa ayuda que les puede venir de la colaboración de los laicos72. Algo muy importante de este documento (y en el cual se nota ya cierto aire que traerá el Concilio Vaticano II), es que el apostolado de los laicos no debe reducirse únicamente a colaborar con el sacerdote en el campo limitado de los actos de piedad, sino que, además de un esfuerzo continuo por conservar y defender íntegramente la fe católica, debe ser un apostolado misionero de conquista para la dilatación del reino de Cristo en todos los sectores ambientes, y particularmente allí donde no puede llegar a la acción del sacerdote73. 71 I CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, sobre cómo robustecer nuestras Iglesias locales y su servicio en América Latina, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F., n. 42. 72 Cfr. n. 43 73 Cfr. n. 44
  • 34. 34 B) Medellín En este documento se habla de un laico más comprometido con las nuevas condiciones de vida, y que éste acepte el desafío de un compromiso de presencia, adaptación permanente y creatividad74. Ya que los movimientos de laicos han tenido una crisis muy fuerte que cumplieron una labor de vital importancia en el pasado. Pero, por circunstancias posteriores, o se encerraron en sí mismo, o se aferraron indebidamente a estructuras demasiado rígidas, o no supieron ubicar debidamente su apostolado en el contexto de un compromiso histórico liberador75. Pero también los obispos en Medellín reconocen los valiosos servicios que los movimientos de laicos han prestado y continúan prestando con renovado vigor la promoción cristiana del hombre latinoamericano. Su presencia en muchos ambientes, pese a los obstáculos y la dolorosa crisis de crecimiento, es cada vez más efectiva y notoria. Por otra parte no puede dejarse de ver el trabajo y la reflexión de muchas generaciones de militantes76. Los laicos como todos los miembros de la Iglesia, participan de la triple función profética, sacerdotal y real de Cristo, en vistas al cumplimiento de su misión eclesial. Y aquí viene lo importante que quiere recalcar este documento: “específicamente realizan su misión en al ámbito de lo temporal, en orden a la construcción de la historia, gestionando asuntos temporales y ordenándolos según Dios. 74 Cfr. II CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Cómo aplicar las orientaciones del Concilio Vaticano II en América Latina, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F., n. 3. 75 Cfr. n. 4. 76 Cfr. n. 15.
  • 35. 35 Y añade: “lo típicamente laical está constituido, en efecto, por el compromiso en el mundo, entendiendo, este como marco de solidaridades humanas, como trama de acontecimientos y hechos significativos, en una palabra, como historia”77. Viviendo –en las ocupaciones del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia esta como entretejida–, los laicos están llamados por Dios –para que, desempeñando su propia profesión, guiados por el Espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento, por lo tanto a ellos el corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales a las cuales están estrechamente vinculados–78. Así como el apostolado de los laicos “tiene mayor transparencia de signo y mayor densidad eclesial cuando se apoya en el testimonio de equipos o de comunidades de fe, a las que Cristo ha prometido especialmente su presencia aglutinante”79. De este modo los laicos cumplirán más cabalmente son su misión de hacer que la Iglesia acontezca en el mundo, en la tarea humana y en la historia. C) Puebla En esta conferencia se da un paso más en cuanto a la participación del laico dentro de la Iglesia, reconociendo en el seno de la Iglesia Latinoamericana una toma de conciencia creciente de la necesidad de la presencia de los laicos en la misión evangelizadora, estimulando a tantos laicos, que mediante su testimonio de entrega cristiana, contribuyen al cumplimiento de la tarea evangelizadora y a presentar el rostro de una Iglesia comprometida en la promoción de la justicia en los pueblos. Y haciendo eco a lo ya tratado en el Concilio Vaticano II en algunos de sus documentos sobre la misión del laico, el cual encuentra su raíz y significación sobre todo en:“que el Bautismo y la Confirmación lo incorporan a Cristo y lo hacen miembro de la Iglesia; así como participa, a su modo, de la función sacerdotal, 77 78 79 Cfr. n. 8. Cfr. n. 11. Cfr. Mt, 18, 20.
  • 36. 36 profética y real de Cristo y la ejerce en su condición propia; la fidelidad y la coherencia con las riquezas y exigencias de su ser le dan su identidad de hombre del mundo en el corazón de la Iglesia”80. Por lo tanto, el laico se va a ubicar por su vocación, en la Iglesia y en el mundo. Miembro de la Iglesia, fiel a Cristo, está comprometido en la construcción del Reino en su dimensión temporal81. Se menciona también en esta conferencia la cuestión de la espiritualidad del laico, la cual debe ser adecuada a su condición de laico, sobre todo para que no huya de las realidades temporales para buscar a Dios, sino persevere, presente y activo, en medio de ellas y allí encuentre a su Señor; así como dé a tal presencia y actividad una inspiración de fe y un sentido de caridad cristiana; es decir “que por la luz de la fe, descubra en esa realidad la presencia del señor; en medio de su misión, a menudo conflictiva y llena de tensiones para su fe, busque renovar su identidad cristiana en el entorno con la palabra de Dios, en la intimidad con el Señor por la Eucaristía, en los sacramentos y en la oración”82. Por último, se habla de los ministerios diversificados, para el cumplimiento de la misión del laico. “Los ministerios que se le pueden conferirse a laicos son aquellos servicios referentes a aspectos realmente importantes de la vida eclesial, ejercidos por los laicos con estabilidad y que han sido reconocidos públicamente y confiados por quien tiene la responsabilidad en la Iglesia”83. Los obispos pues, concluyen haciendo un llamado urgente a los laicos a comprometerse en la misión evangelizadora de la Iglesia, en la que la promoción de la justicia es parte integrante e indispensable y la que más directamente corresponde al quehacer laical, siempre en comunión con los pastores. 80 LG. Cp. IV. Cfr. III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, El presente y futuro de la evangelización en Latinoamérica, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F., nn. 777-787. 82 Cfr. n. 798. 83 Cfr. n. 805. 81
  • 37. 37 D) Santo Domingo En esta conferencia se afirma que: “Los fieles cristianos en su mayoría son llamados por Cristo como Iglesia, agentes y destinatarios de la Buena Noticia de Salvación, a ejercer en el mundo. Y como consecuencia del bautismo los fieles son insertados en Cristo y son llamados a vivir el triple oficio sacerdotal, profético y real. Esta vocación debe ser fomentada constantemente por los pastores en la Iglesias particulares”84. Los obispos exhortan a los laicos a ser protagonistas de la Nueva Evangelización, la Promoción Humana y la Cultura Cristiana. Es necesaria la constante promoción del laicado, libre de todo clericalismo y sin reducción a lo intraeclesial. Que todos los bautizados no evangelizados sean los principales destinatarios de la Nueva evangelización. Ésta sólo se llevará a cabo efectivamente si los laicos conscientes de su Bautismo responden al llamado de Cristo a convertirse en protagonistas de la Nueva evangelización. “La Iglesia espera mucho de todos aquellos laicos que, con entusiasmo y eficacia evangélica, operan a través de los nuevos movimientos apostólicos, que han de estar coordinados en la pastoral de conjunto y que correspondan a la necesidad de una mayor presencia de la fe en la vida social”85. En conclusión, podemos decir que la importancia de la presencia de los laicos en la tarea de la Nueva Evangelización, que conduce a la promoción humana y llega a informar todo el ámbito de la cultura con la fuerza del Resucitado, y una línea de pastoral fundamental fruto de esta IV Conferencia, ha de ser la de una Iglesia en la que los fieles cristianos laicos sean protagonistas. Un laicado, bien estructurado con una formación permanente, maduro y comprometido, es el signo de las Iglesias 84 IV CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, la nueva evangelización, la promoción humana y cultura cristiana, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F., n. 94. 85 Cfr. n. 102.
  • 38. 38 particulares que han tomado muy en serio el compromiso de la Nueva Evangelización86. D) Aparecida En la quinta Conferencia, de entrada se dijo expresamente que los laicos son discípulos y misioneros, igual que los Obispos, los sacerdotes, diáconos y los religiosos, pero con acento especial: “Deben ser luz del mundo allí donde viven, trabajan, oran y se divierten, llámese escuela, hogar, parroquia, taller, fábrica, oficina, etc. Así como la misión propia y específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su actividad, contribuyan a la transformación de las realidades y de la creación de estructuras justas según los criterios del evangelio. Tanto en la política, cuestiones de economía, cultura, de las ciencias y artes, así como de la familia, la educación, el trabajo profesional, etc., y sobre todo el laico, tiene el deber de hacer creíble la fe que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta87. Aparecida va a reconocer el trabajo de los catequistas, a los cuales los nombra delegados de la palabra y animadores de comunidades, que cumplen de manera extraordinaria su labor dentro de la Iglesia, nacida a partir de su Bautizo y Confirmación88. Haciendo eco –Puebla– a las palabras del Papa Juan Pablo II, declara: “La evangelización del continente no puede realizarse hoy sin la colaboración de los fieles laicos (Cfr. EAm 44.). Por tanto, ellos deben de ser parte activa y creativa en la elaboración y ejecución de proyectos pastorales a favor de la comunidad. Esto, va a exigir, de parte de los obispos, una mayor apertura de mentalidad para que entiendan y acojan el ser y el hacer del laico en la Iglesia, quien, por su Bautismo y su Confirmación, es discípulo y misionero de Jesucristo89. 86 Cfr. n. 103. V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él nuestros pueblos tengan vida, Ed., Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F., n. 210. 88 Cfr. n. 211. 89 Cfr. n. 213. 87
  • 39. 39 Por último, reconoce el valor y la eficacia de los Consejos Parroquiales, Consejos diocesanos y nacionales de fieles laicos, porque incentivan la comunión y la participación en la Iglesia y su presencia activa en el mundo. La construcción de ciudadanía, en el sentido más amplio, y la construcción de la eclesialidad en los laicos, son uno sólo y único movimiento90. CONCLUSIÓN Los documentos eclesiales antes mencionados coinciden en los siguientes puntos:  Los laicos se van a distinguir de los clérigos y de los religiosos, en el modo de obrar, en su misión y su consagración.  Los laicos son miembros del Pueblo de Dios, por medio del Bautismo.  Los laicos están llamados a santificar los aspectos, “seculares” de la vida.  El Bautismo los hace cristianos, forman parte del pueblo de Dios, y por medio del Bautismo se les confiere participar de la triple función de Cristo, es decir: profética, regia y sacerdotal.  Por esta triple función, el laico tiene un deber misionero basado en su misma existencia.  Esta misión se lleva a cabo de forma muy particular en el orden temporal, es decir en el mundo.  De una manera especial pero, sin alejarse de lo antes dicho las Conferencias de Episcopado Latinoamericano, resalta la figura del laico como evangelizadores que se comprometen con las nuevas condiciones que le rodean, para poder transformarlas y así pueda apoyar en la construcción del Reino de Dios en su dimensión temporal, basados siempre en una espiritualidad y una preparación que sean acordes a esta situación en la que viven. 90 Cfr. n. 215.
  • 40. CAPÍTULO TERCERO PROPUESTA PARA LA FORMACIÓN DE LAICOS EN LA PARROQUIA
  • 41. 41 Después de haber analizado en el capítulo primero la situación actual del laicado tanto en Latinoamérica, como en México, resalta a la vista la urgente necesidad de formar laicos verdaderamente conscientes de su participación en la propagación de la Buena Nueva de Jesucristo. Y un lugar en donde el laico puede realizar parte de esa misión es, la parroquia (comunidad de comunidades). No se puede negar que la realidad de nuestras parroquias está llena de desafíos que no pueden ser vencidos sólo por los párrocos, sino más bien tendrá que ser un trabajo en conjunto con los laicos, sobre todo para poder llevar la Buena Nueva a los demás, en la parroquia. De ahí la necesidad de que el laico se prepare adecuadamente para ser colaborador. En este tercer capítulo hago algunas aportaciones para la formación de los laicos; formación que tiene un proceso, el cual tiene su comienzo y desarrollo desde una espiritualidad laical que tenga en cuenta el encuentro con Dios, así como la realidad temporal de nuestras parroquias; es decir, una espiritualidad encarnada. Después presento algunos medios, formas y métodos para esta formación. 3.1. ESPIRITUALIDAD LAICAL El término espiritualidad designa en el ámbito cristiano, las relaciones personales del hombre concreto e histórico con Dios, incluyendo actitudes y formas de expresión, sobre todo consideradas desde un punto de vista subjetivo. Específicamente en la espiritualidad laical se puede decir que, espiritualidad es la forma concreta, existencial, de vivir de la criatura humana el Misterio del trascendente, el misterio de Dios, manifestado en Cristo, gracias a la acción del Espíritu en la vida del creyente. Así como se puede decir que la espiritualidad es una forma de vivir inspirados en el Espíritu y motivada y enraizada en la de Jesús91. 91 Cfr. ESTRADA, J.A., La espiritualidad de los laicos, Ed. Paulinas, Madrid, 1992, p. 251.
  • 42. 42 Es llevar una vida según el Espíritu, dado por el Resucitado. Es la forma de vida que se deja guiar, en la vida real y corriente de cada día, por el Espíritu de Cristo. Hablar de espiritualidad no es hablar sólo de una parte de la vida, sino de toda la vida; es referirse a una cualidad que el Espíritu imprime en los seres a los que se comunica, más que a un añadido; es tratar fundamentalmente de la acción bajo el impulso del Espíritu Santo, una acción que compromete la conciencia y la libertad del hombre. Espiritualidad por tanto, en la vida del bautizado, es todo aquello que se halla iluminado, marcado o conducido por el Espíritu de Jesús92. 3.1.1 Objetivos de una espiritualidad laical La meta última de la Espiritualidad laical, como de toda vida espiritual dentro del cristianismo, no puede ser otra que la de una progresiva identificación con Cristo, identificación que formuló el apóstol Pablo cuando afirmó con la mayor sencillez y naturalidad: “Vivo yo, pero no soy yo ya quien vive, sino que es Cristo el que vive en mi”93. Con todo, se pueden señalar como metas u objetivos cercanos y concretos, que sean realizables y poder alcanzarlos. Algunos de estos objetivos serían94:  La consideración atenta de lo cotidiano, estando permanentemente atentos a descubrir a Dios en el tráfago de la vida diaria, y en una lectura cristiana de los signos de los tiempos.  La animación cristiana del quehacer temporal dentro de la familia, de la sociedad concreta en que se desenvuelve el cristiano laico, del ámbito laboral, cultural y político95.  Una creciente y decidida implicación en el actual contexto social, según las situaciones concretas en que se vive. 92 RAMBLA, J.M., Espiritualidad cristiana en la lucha por la justicia, Ed. V.D. Santander 1982. p. 181. 93 Ga 2,20. 94 Cfr. ESTRADA, J.A., La espiritualidad... op.cit., pp. 280-285. 95 Cfr. LG n. 31; AA n. 7.
  • 43. 43  El cultivo diligente de la propia profesionalidad, efectivamente, los laicos “cuando actúan, individual o colectivamente, como ciudadanos del mundo, no solamente deben cumplir las leyes propias de cada disciplina, sino que deben esforzarse por adquirir verdaderamente competencia en todos los campos”96. Solamente a esta condición, podrán “impregnar y perfeccionar todo orden temporal con el Espíritu evangélico”97. 3.2. URGENCIA Y PRIORIDAD DE LA FORMACIÓN DE LOS LAICOS La formación de los Laicos es una prioridad de máxima urgencia para las parroquias. Y no sólo un interés único de ellas mismas. Además la actualidad de la formación pone de relieve sus nuevas connotaciones según el concepto de formación permanente o continua, que a su vez juzga la formación y educación inicial. Esto quiere decir que la formación implica un dinamismo, una actividad, una metodología y una preocupación que abarcan toda la vida y que estimulan la autoformación basada en la responsabilidad personal. De hecho la importancia de tal formación ha sido puesta de relieve por la Cristifideles Laici en su capítulo final, aunque es obvio que la actividad formativa de los fieles laicos debe tener como objetivos las tres claves eclesiologías que marcan toda la Exhortación: la Iglesia como misterio, comunión y misión: “En efecto, a la luz del misterio, la formación de los laicos se considera no sólo, ni en primer lugar, una acción humana. Ciertamente, esta existe y es ineludible, pero posee una originalidad y novedad formativa cuyo protagonista principal es Dios Padre, Jesucristo y su Espíritu que anima la Iglesia, maestra y madre”98. La perspectiva de la Iglesia como comunión es decisiva para comprender un aspecto esencial de la obra de formación: esta se dirige al individuo, pero siempre y solo en el contexto de la comunidad, es decir, en la Iglesia, por medio de la Iglesia y para la Iglesia, la perspectiva de la Iglesia como misión ayuda a comprender como la 96 97 98 Cfr. GS n. 43; Cfr. LG 36; GS n. 72. Cfr. AA n. 5; Cfr. AA n. 2.7. Cfr. ChL, n. 61.
  • 44. 44 formación no es un fin en sí misma, sino que siempre se realiza para que el hombre llegue a ser cristiano y éste alcance su plenitud en Cristo, lo que se verifica en la misión: es, al mismo tiempo, condición y medida de la vitalidad misma de la obra apostólica y misionera99. 3.2.1. Retos que se tienen que afrontar en la formación del laico en la parroquia A) Despertar la conciencia de la necesidad de la formación en todos los miembros de nuestras comunidades Es preciso sensibilizar a todos los cristianos sacerdotes, religiosos y laicos, sobre la importancia de la formación para reconocer más plenamente y asumir más conscientemente sus responsabilidades como laicos militantes en la vida y misión de la Iglesia; sobre la urgencia, especialmente grave en nuestro tiempo, de superar la ruptura entre fe y vida, entre Evangelio y cultura100, y, en fin, sobre la necesidad de animar a todos a emprender –si no lo están haciendo ya– un proceso de formación integral, espiritual, doctrinal y apostólica101, a fin de ser y vivir lo que confiesan y celebran, y anunciar lo que viven y esperan102 . B) Profundizar el sentido de la formación que hoy necesitan los laicos Todos los cristianos, conscientes de la importancia, urgencia y necesidad de la formación deben conocer y profundizar su sentido: crecer, madurar permanentemente en la fe y dar más frutos103; celebrar y alimentar la fe en los sacramentos y en la oración personal y comunitaria; configurarse con Cristo, y, como él, conocer y 99 Cfr. MARÍA, ANTONIO CALERO, El laico en la Iglesia: vocación y misión, Ed. CCS., Madrid, 1998, pp. 208-209. 100 Cfr. Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, (Acerca de la Evangelización del mundo contemporáneo), 8 de diciembre, de 1975, Ed. De la Librería Parroquial de Clavería, D.F., México, EN, n. 76. 101 Cfr. AA, nn. 28ss; ChL, nn. 59-60. 102 Cfr. EN, n. 76; ChL, n. 59. 103 Cfr. ChL. n. 57.
  • 45. 45 cumplir la voluntad del Padre, guiados por el Espíritu Santo. En la formación de los laicos el cultivo de la espiritualidad ha de ocupar un lugar preeminente104. La formación de los laicos ha de contribuir a vivir en la unidad dimensiones que, siendo distintas, tienden con frecuencia a escindirse: vocación a la santidad y misión de santificar el mundo105; ser miembro de la comunidad eclesial y ciudadano de la sociedad civil106; condición eclesial e índole secular en la unidad de la novedad cristiana107; solidario con los hombres y testigo del Dios vivo; servidor y libre; comprometido en la liberación de los hombres y contemplativo108; empeñado en la renovación de la humanidad y en la propia conversión personal109; vivir en el mundo, sin ser del mundo (Jn 17,11.14-19), como el alma en el cuerpo, así los cristianos en el mundo110. El cristiano laico se forma especialmente en la acción. Un método eficaz en su formación es la revisión de vida, avalado por la experiencia y recomendado por el magisterio de la Iglesia. En los planes de formación se integrara, en lo posible, los valores y aspectos significativos de la cultura local, con su historia, tradiciones y manifestaciones de religiosidad popular, que posibiliten la adecuada síntesis entre la fe y la vida de cada cristiano laico, encarnado en su tiempo y en su espacio concreto. C) Fomentar la formación de la dimensión socio-política de la fe en el marco de la formación integral Hay que promover la participación de los laicos en la vida pública. Más aún: los cristianos laicos tienen el deber y el correspondiente derecho de contribuir a la actualización y desarrollo, así como a la difusión y aplicación de la doctrina social de 104 105 106 107 108 109 110 Cfr. ChL. n. 59. Ídem. n. 58. Ídem. n. 59. Ídem n. 15. Cfr. EN, n. 76. Ídem, n. 76. Cfr. Carta a Diogneto.
  • 46. 46 la Iglesia, aportando su experiencia y conocimientos111; y a proponer y participar en los procesos de discernimiento e implicarse en los juicios concretos y acciones públicas de la Iglesia local112. D) Promover la elaboración de planes y materiales de formación Las comunidades eclesiales animarán a todos, y facilitarán al mayor número posible de laicos, procesos y cauces de formación específica sistemática y permanente que les anime a conocer y vivir más plenamente su vocación y misión en la Iglesia y en la sociedad. Elaborando planes de formación sistemática y permanente adaptados a edades y circunstancias como complemento y continuación lógica de los procesos catequéticos y evitar de que no se descuiden dimensiones esenciales en la formación de los laicos en los planes de formación de las asociaciones de apostolado seglar e instituciones eclesiales. E) Promover escuelas e instituciones de formación de laicos Promover o impulsar escuelas e instituciones, reconociendo que las instituciones y escuelas de formación de laicos existentes son tan necesarias como insuficientes, animar o promover la creación de instituciones para la formación y acompañamiento especializado de los laicos comprometidos en los distintos ámbitos de la vida pública. Los laicos necesitan, especialmente hoy, en el marco de la formación integral, desarrollar la dimensión sociopolítica de la fe. Las comunidades eclesiales deben ofrecer oportunidades de formación básica y especializada. F) Animar a los sacerdotes, religiosos y seminaristas a formarse adecuadamente para acompañar a los laicos Los sacerdotes, religiosos, y candidatos al sacerdocio, además de la adecuada formación para convocar y reunir la comunidad con la proclamación de la palabra, la 111 La Doctrina Social de la Iglesia, “sistema abierto” de “principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción”, y “doctrina de la acción”, –“enseñanza orientada esencialmente a la acción”– requiere de la contribución de todos los carismas del pueblo de Dios para su desarrollo y aplicación concreta. 112 GS, n. 63.
  • 47. 47 celebración de los sacramentos y el servicio a la unidad, han de formarse específicamente para reconocer y promover los carismas y responsabilidades de los laicos e impulsar la acción misionera de la comunidad y la presencia de los laicos en la vida pública. Es por ello necesario que conozcan la realidad del apostolado seglar, actualicen su formación sobre la teología y espiritualidad del laicado y se capaciten para acompañar a los laicos con el estilo de fraternidad y colaboración que les permita respetar y promover el protagonismo y libertad que les corresponde por derecho113. Participación de los laicos en la formación de los seminaristas y de los sacerdotes; los obispos promoverán la presencia y participación de los laicos en la formación de los candidatos al sacerdocio y en la formación permanente del clero, en la forma que estimen más oportuna y en la medida en que pueden y deben ayudarles a vivir su propia identidad y misión114. 3.3 MEDIOS Y MÉTODOS DE FORMACIÓN A fin de no quedarnos en la mera presentación de los principios teóricos, parece oportuno que la final de este trabajo, añadir algunas sugerencias acerca de los medios y métodos que la parroquia puede usar, para asegurar la formación de sus miembros. A) Medios115:  La reflexión personal sistemática sobre la propia vida. Resulta absolutamente imposible pensar en un compromiso formativo serio, si la persona está habitualmente como fuera de sí, ausentes por completo de su propia 113 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Decreto Presbyterorum Ordinis, (sobre el ministerio y vida de los presbíteros), en: Concilio Vaticano II: Documentos completos, Ed. Dabar, D.F., México, 2008, PO, n. 9. 114 ChL n. 61; Instrumentum laboris, Sínodo 1990, n. 61. 115 Cfr. MARÍA, ANTONIO CALERO, El laico en la Iglesia: vocación y misión, Ed. CCS., Madrid, 1998, pp. 208-209.
  • 48. 48 existencia. La actitud reflexiva es absolutamente indispensable para llevar adelante como éxito un proceso formativo.  La oración personal, como momento de encuentro profundo consigo mismo, en el encuentro sincero y desnudo delante de Dios. Verse a sí mismo como se es en la presencia de Dios, abrirse con atención y en una actitud de docilidad al Proyecto sobre la propia vida, es un camino inequívoco de crecimiento y maduración en la propia opción cristiana.  La lectura sapiencial de la Biblia, sobre la base de un conocimiento adecuado el Mensaje central de la Escritura, de las líneas generales de la historia de salvación y de géneros literarios en que ha sido escrita la Palabra de Dios, a fin de evitar cualquier tentación o peligro de lectura e interpretación fundamentalista de esa Palabra116.  La lectura programada y sistemática en los diversos campos y dimensiones del propio ser: área de la cultura, de la propia profesión, de la teología, de la sociología, de la vida espiritual, uno sapiente de los medios de comunicación social, etc.  La asistencia a Cursos sistemáticos de formación teológica en lo que pueda profundizar, de forma orgánica y estructurada, los contenidos de la propia fe hacia un conocimientos adulto y actualizado de esos contenidos. B) Entre los métodos posibles se sugieren117:  El ejercicio sistemático del discernimiento personal, en virtud del cual el laico pueda ir descubriendo en cada situación de la vida lo que Dios vaya queriendo de él. La actitud del pequeño Samuel ante Dios, “Habla, Señor, que tu siervo escucha”118, o la de la joven María de Nazaret, “Cómo va a ser 116 117 118 AA 11. Cfr. MARÍA, ANTONIO CALERO, El laico en… op.cit., pp. 208-209. 1 Sam 3, 10.
  • 49. 49 eso…”119, son paradigmas para todos los creyentes en el proceso del propio crecimiento y maduración.  El recurso, como praxis normalizada, a la evaluación personal y grupal o comunitaria de las propias actuaciones según el programa de formación y acción trazado oportunamente. El triple momento: programación, realización, evaluación, asumido en los ámbitos seculares de empresas, centros educativos, negocios, etc., tiene perfecta validez aplicado también en el proceso de formación integral (teórico-doctrinal y práctico) en que está empeñado el laico.  La revisión de vida siguiendo la pauta ya clásica del ver, juzgar y actuar: es preciso hacer el examen completo del verdadero estado de la cuestión, la valoración exacta de esta situación a la luz de los principios y valores del evangelio, para llegar, siempre en esa perspectiva evangélica, a la determinación de lo posible o de la obligatorio para aplicar coherentemente los principios de acuerdo con las circunstancias de tiempo y lugar120. Es preciso enumerar, dentro de los posibles métodos formativos, el ejercicio concreto de la corresponsabilidad eclesial, debidamente programada y evaluada. La formación integral se hace siempre desde la vida y para la vida, un método privilegiado de formación es la vida misma en su realización concreta. La corresponsabilidad en la parroquia, es decir, la participación de todos los miembros de la Iglesia en la misión única y común, no puede ser fruto de una simple coyuntura o de la suma utilidad o conveniencia de un momento histórico, como pueda ser la simple escasez de ministros121. El Concilio Vaticano II al establecer una eclesiología de comunión y participación, ha puesto las bases y hasta ha formulado la exigencia de que todos los miembros de la Iglesia se vayan formando en el ejercicio mismo de la corresponsabilidad. Por eso no es aceptable, conciliarmente hablando, el principio de que primero es necesario formarse completamente, para, después, poder actuar 119 120 121 Lc 1, 34. Cfr. Juan XXXIII, Enc. Mater et Magistra ( 15 de mayo de 1961), n. 236. Cfr. AA n. 1.
  • 50. 50 corresponsablemente. El ejercicio de la corresponsabilidad eclesial programada y evaluada es ya, en sí, un camino perfecto de formación. CONCLUSIÓN Dentro del ámbito eclesial es necesario para una planeación de cualquier proyecto, unas bases sólidas, como dirían algunos, el qué, por qué, cómo, quienes, etc., es decir, saber en dónde estamos y hacia dónde queremos ir; no podemos caminar en el aire o dar pasos seguros si antes no tenemos una formación. Por lo tanto si se trata de formar laicos comprometidos con su parroquia, debemos de partir de una espiritualidad enraizada en Dios y encarnada en el pueblo, de ahí partimos para conocer y profundizar en nuestra fe. Después dentro de la planeación pastoral de la parroquia que se incluya una formación solida y constante del laico, que lo lleve a un dinamismo, a una actividad, a una metodología y una preocupación en la auto-formación. Los retos siempre van a existir, y como vimos en este último capítulo, es necesario que estos retos que tiene afrontar la parroquia para poder formar laicos comprometidos, sean analizados y tratados de la mejor manera posible. Así como para su solución, se dé una reflexión personal, en un ambiente de oración, que tenga su fundamento en la sagrada Escritura y en la tradición. Y por último, quisiera recordar para que se pueda trabajar juntos sacerdote y laicos, es necesario, además de lo que ya hemos mencionado, una corresponsabilidad eclesial, debidamente programada y evaluada.
  • 51. CONCLUSIONES FINALES Es necesario considerar más de cerca la comunión y la participación de los laicos en la vida de la parroquia, debido a que en algunas parroquias se nota que muchos de los laicos han olvidado su labor esencial como bautizados. Pero paralelamente hay bautizados que tomando conciencia de su misión en la Iglesia, han decidido seguir a Jesús más de cerca prestando algún ministerio o servicio en la parroquia. A estos laicos que han decidido tomar en serio su papel como miembros de la parroquia, se les debe motivar a que no abandonen esta misión a la cual están llamados. Un mejor trabajo en conjunto se logra siendo distintos y complementarios, es decir en los ministerios y los carismas que son tan necesarios para el crecimiento de la Parroquia, cada uno según su propia modalidad. Los laicos deben estar cada vez más convencidos del particular significado que asume el compromiso apostólico en su parroquia. Estamos ante una realidad que cambia día con día, con nuevas exigencias, con nuevos modos de ser y de actuar en todos los ámbitos de la sociedad; y la Iglesia no tiene que ser ajena a esta realidad en la cual vive insertada y en la cual tiene que dar la salvación de los cristianos. El hombre de hoy busca respuestas a las preguntas sobre Dios y las respuestas las puede encontrar en la parroquia; cuando ésta con la participación viva de los fieles laicos, permanece fiel a su originalidad vocación y misión de ser en el mundo el lugar de la comunión de los creyentes y, a la vez signo de instrumento de la común vocación a la comunión; en una palabra a ser casa abierta a todos y a el servicio de todos, y en donde el mismo laico sea parte de la esperanza del Reino que ya está entre nosotros. La tarea de la salvación no es una tarea individual, sino más bien es una tarea comunitaria es decir dentro de la Iglesia, por lo tanto no tiene que haber más diferencia que en el servicio a los demás. Tanto los laicos como los presbíteros
  • 52. 52 tienen que trabajar juntos siendo compresivos unos con otros, sintiéndose como complementarios en todos los deberes que como cristianos nos competen, una frase que resulta muy iluminadora para lo que he querido manifestar con este trabajo es: “Todo con el párroco, nada sin él”, ahora también yo diría: “Todo con el laico, nada sin él”.
  • 53. BIBLIOGRAFÍA 1. BIBLIA DE JERUSALÉN, Ed. DDE. España, Bilbao, 1996. 2. CONCILIO VATICANO II, Documentos completos, Ed. DABAR, D.F., México, 2008. pp.887. 3. CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA, Coeditores Católicos de México, D.F., 2003. pp. 782. 4. LEÓN XIII, Carta Encíclica Rerum Novarum, 15 de mayo de 1891, Ed. San Pablo, D.F., México. pp. 289. 5. PABLO VI, Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, (Acerca de la Evangelización del mundo contemporáneo), 8 de diciembre, de 1975, Ed. De la Librería Parroquial de Clavería, D.F., México. pp.100. 6. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Cristifideles Laici, (sobre la figura y la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo), 30 de diciembre de 1988 Ed. De la Librería Parroquial de Clavería, D.F., México. pp. 201. 7. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Post Sinodal: Ecclesia in America, enero 22 de 1999, Ed. Librería Editrice Vaticana, Roma, Italia. pp. 143. 8. I CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, sobre cómo robustecer nuestras Iglesias locales y su servicio en América Latina, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F. 9. II CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Cómo aplicar las orientaciones del Concilio Vaticano II en América Latina, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F. pp. 296. 10. III CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, El presente y futuro de la evangelización en Latinoamérica, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F. pp. 274.
  • 54. 54 11. IV CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, la nueva evangelización, la promoción humana y cultura cristiana, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F. pp. 191. 12. V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en el nuestros pueblos tengan vida, Ed. Conferencia Episcopal Mexicana, México, D.F. pp. 269. 13. MAGISTERIO DE LA IGLESIA MEXICANA, Selección de textos de los documentos del Episcopado Mexicano, a partir del 8 de diciembre de 1965 hasta el o de diciembre de 1975, Ed. CEM, México, D.F. pp. 101. 14. BOUYER L., Diccionario de Teología, Ed. Herder, Barcelona, 1995. pp. 653. 15. CANOBBIO, GIACOMO, Pequeño Diccionario de Teología, Ed. Sígueme, Salamanca, 1992. pp. 314. 16. CONGAR Y-M., Jalones para una Teología del laicado, Ed. Estela, 6ª Edición, 1980. pp. 596. 17. ESTRADA, J.A., La espiritualidad de los laicos, Ed. Paulinas, Madrid, 1992.pp. 501. 18. ESTRADA, JA., La identidad de los laicos, Ed. Paulinas, Madrid, 1990. Pp. 768. 19. FLORISTÁN, CASIANO, Diccionario Abreviado de Pastoral, Ed. Verbo Divino, Navarra, 1992. pp. 507. 20. J.M. VIÑAS, La Misión de S. Antonio M. Claret. Roma, Ed. CCS (sin fecha), pp. 456. 21. MARÍA, ANTONIO CALERA, El laico en la Iglesia: vocación y misión, Ed. CSS. pp. 228. 22. PEREA, JOAQUÍN, El laicado: un género de vida eclesial sin nombre, Ed. DDB, Bilbao, 2009. pp. 449. 23. QUASTEN, JOHANNES, Patrología I, Ed. BAC. Madrid, 1991. pp. 775.
  • 55. 55 24. RAMBLA, J.M., Espiritualidad cristiana en la lucha por la justicia, Ed. V.D. Santander, 1982. pp. 345. 25. SCHILLEBEECKX, E., Documentos del Vaticano II, Ed. Madrid, 1993. pp. 567.