Deforestación amazónica agrava crisis energética en Brasil
1. Deforestación amazónica agrava crisis energética en Brasil
Aldea de los indígenas araras en la llamada Vuelta Grande del río
Xingú, que no será inundada pero verá su flujo muy reducido al
desviarse gran parte del agua por un canal que servirá a la central
hidroeléctrica de Belo Monte, enclavada en la Amazonia brasileña y
que será la tercera mayor del mundo. Crédito: Mario Osava/IPS
06/04/2015 Eco Portal.net. Por Mario Osava
En Brasil agua y electricidad van unidos, así que dos años de
lluvias escasas dejaron a decenas de millones de personas al
borde del racionamiento hídrico y energético, fortaleciendo los
argumentos contra la deforestación de la Amazonia.
Dos tercios de la energía eléctrica brasileña provienen de ríos
represados, cuyos flujos bajaron a niveles alarmantes.
La crisis reactivó preocupaciones sobre el cambio climático, la
necesidad de reforestar las riberas fluviales y nuevas tesis sobre el
sistema eléctrico.
“Hay que diversificar las fuentes y reducir la dependencia de
centrales hidroeléctricas y termoeléctricas movidas por combustibles
fósiles, para enfrentar eventos extremos del clima cada día más
frecuentes”, sostuvo a Tierramérica el vicepresidente del no
gubernamental Instituto Vitae Civilis, Delcio Rodrigues.
2. La fuente hidráulica aportaba casi 90 por ciento de la generación
eléctrica hasta el “apagón” de 2001, que forzó un racionamiento
durante ocho meses.
Desde entonces avanzó la termoelectricidad, más cara y
contaminante, para compensar inestabilidades hídricas.
Actualmente, las centrales térmicas, operadas mayoritariamente
con petróleo, alcanzan 28 por ciento de la capacidad nacional de
generación, contra 66,3 por ciento de las hidroeléctricas.
Las demás fuentes siguen marginales. Partidarios de
la energía hidráulica abogan por un retorno a los grandes embalses,
con capacidad para resistir sequías prolongadas.
La inseguridad de suministro se debe, argumentan, a las centrales de
pasada, con breve capacidad de retención de agua, impuestas por
razones ambientales.
Pero “el mayor reservorio de agua es el bosque”, contrapone
Rodrigues, para explicar que sin la deforestación, que afecta a todas
las cuencas, habría más agua retenida en el suelo sosteniendo la
corriente fluvial.
“Los bosques constituyen fuente, medio y fin del flujo, porque
producen la humedad atmosférica continental, la infiltración de las
lluvias en el suelo acumulando agua y la protección de los embalses”,
amplió Antonio Donato Nobre, investigador de temas climáticos. “La
Amazonia ya tiene 47 por ciento de su bosque impactado, sumando la
tala total que alcanza casi 20 por ciento y la degradación”, destacó
Nobre, del Instituto de Investigación de la Amazonia y de su similar
de Estudios Espaciales.
Eso favorece los incendios. “Antes no penetraban en áreas húmedas
de bosques aún verdes, ahora sí lo hacen, avanzan bosque adentro,
quemando inmensas extensiones”, ejemplificó en diálogo con
Tierramérica. “Los árboles amazónicos no tienen tolerancia al fuego,
a diferencia de los (de la ecorregión) del Cerrado, adaptados a
incendios periódicos. Los bosques amazónicos tardan siglos en
recomponerse”, acotó.
3. Mapa de la cuenca del río Xingú, en la Amazonia brasileña. El verde
de las tierras indígenas y áreas oficiales protegidas está cercado por
zonas deforestadas y la presenta puntos rojos. La cuenca tiene
511.149 kilómetros cuadrados, más que España, y su parte
deforestada, de 109.166 kilómetros, iguala a Cuba. Crédito: Cortesía
del Instituto Socioambiental
El científico teme que la deforestación esté afectando el clima
sudamericano, incluso restando lluvias al sudeste brasileño, la región
más poblada y que más hidroelectricidad genera en el país.
“Faltan estudios para cuantificar la humedad transportada a distintas
cuencas”, para precisar la relación climática entre Amazonia y otras
regiones, reconoció.
Pero en la región amazónica oriental, donde se concentran la
destrucción y la degradación forestal, ya son visibles las alteraciones
climáticas, como la disminución de las lluvias y la ampliación del
período de estiaje, recalcó.
4. En la cuenca del río Xingú este podría ser el año con menor
precipitación en 14 años de medición en Canarana, un municipio de
su cabecera, según el Instituto Socioambiental (ISA), que desarrolla
un programa de sostenibilidad para pueblos indígenas y ribereños de
la cuenca.
Si eso se consolida como tendencia, afectará la central hidroeléctrica
de Belo Monte, en construcción a 1.200 kilómetros río abajo, que
tendrá una capacidad de generación de 11.233 megavatios, lo que la
convertirá en la tercera mayor del mundo, cuando esté plenamente
operativa, a partir de 2019.
Pero su generación efectiva podrá caer 38 por ciento hacia 2050, con
relación a lo previsto, si la deforestación prosigue al ritmo actual,
según un estudio de ocho investigadores brasileños y
estadounidenses, publicado en 2013 por la revista de la Academia
Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Ese año, la deforestación de la cuenca del Xingú ya alcanzaba 21,3
por ciento de su territorio, estimó el ISA. En la Amazonia se edifican
otras grandes hidroeléctricas que también podrán sufrir pérdidas.
En el río Madeira, flujos torrenciales de sus afluentes de Bolivia y
Perú sumergieron en 2014 la zona donde están las centrales de Jirau
y Santo Antônio, afectando sus operaciones recién iniciadas.
La tendencia en la parte sur de la cuenca amazónica es de “eventos
más intensos, con estiajes y crecidas más fuertes”, como las
fuertes sequías de 2005 y 2010 y crecidas anormales en 2009 y
2012, señaló Naziano Filizola, hidrólogo de la Universidad Federal de
Amazonas.
“Además de alterar el flujo, la deforestación se vincula a la ocupación
agrícola que vierte pesticidas al río, como ocurre en el alto Xingú.
El agua pierde calidad, según notan los indígenas”, observó a
Tierramérica. El mismo proyecto energético realimenta ese proceso,
al atraer trabajadores migrantes, aumentando la población local sin
ofrecerles condiciones adecuadas, acotó De todos modos, el impacto
energético más intenso por lluvias insuficientes ocurre, por ahora, en
la región del Planalto Central, donde predomina el Cerrado, un bioma
de sabana y el segundo más extenso de Brasil, detrás del amazónico.
Allí nacen las principales cuencas con aprovechamientos
hidroeléctricos. Artículos relacionados
5. La central hidroeléctrica de Santo Antônio, durante su construcción
en 2010. Cuando estaba prácticamente concluida, en 2014 la obra
fue afectada por una crecida excepcional del río Madeira, en la cuenca
amazónica brasileña, en un fenómeno adjudicado al menos en parte a
la deforestación. Crédito: Mario Osava/IPS
• Brasil pasa de las sequías del Nordeste a la sed de São Paulo
• Cuidar el agua es un deber energético en Brasil
• El río Xingú, entre la electricidad y la diversidad
• Una maldición acecha a hidroeléctricas amazónicas La del río
Paraná, que escurre hacia el sur y concentra la mayor capacidad
generadora del país, recibe del Cerrado la mitad de sus aguas, lo que
se eleva a 60 por ciento en la cuenca del río Tocantins, que fluye
hacia el norte amazónico, apuntó Jorge Werneck, investigador de la
Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa).
Esos dos ríos impulsan las dos mayores hidroeléctricas brasileñas
actuales: Itaipú, compartida con Paraguay, y Tucuruí.
Ambas están entre las cinco más grandes de mundo.
Otro ejemplo es el río São Francisco, principal fuente eléctrica de la
región del Nordeste, con 94 por ciento de su flujo hídrico proveniente
del Cerrado.
En su campo de observación, los alrededores de Brasilia, donde
nacen varios ríos, Werneck, especialista en hidrología de Embrapa
Cerrados, percibió una tendencia general a la prolongación del
estiaje. “Pero faltan datos y estudios para comprobar la relación entre
deforestación amazónica y cambios en el régimen de lluvias de las
6. regiones del Centro-Oeste y Sureste de Brasil”, matizó. En 2014,
hubo sequía en esas regiones, que comprenden la mayor parte del
Cerrado, pero “no faltó humedad en la Amazonia y de hecho llovió
mucho en los estados de Rondônia y Acre”, fronterizos con Bolivia y
Perú y víctimas de fuertes inundaciones, arguyó.
Los bosques prestan variados servicios ecológicos, pero aún no se
puede afirmar que producen y conservan agua en gran escala. Sus
copas “impiden que 25 por ciento de la lluvia llegue al suelo” y su
evapotranspiración le quita al suelo el agua que deja de alimentar los
ríos “donde la necesitamos”, acotó. “Evaluar la hidrología de los
bosques sigue siendo un desafío”, concluyó.
Nobre, por el contrario, defiende los grandes bosques como “bombas
bióticas”, que atraen y producen lluvias. En su opinión no basta con
evitar la deforestación de la Amazonia, sino que es urgente
reforestarla, para recuperar sus servicios climáticos.
Un ejemplo a seguir es el de Itaipú, que reforestó su área de
influencia directa en la cuenca paranaense, revitalizando afluentes,
mediante su programa “Cultivando agua buena”.
Ecoportal.net
IPS Noticias
http://www.ipsnoticias.net