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Al amor de mi vida, Miluska. A pesar de que tengo muchos defectos,
con todos y cada uno de ellos, y aunándose mis virtudes y todo mi ser,
te amo con locura.

1
Tengo una personalidad algo masoquista, ilusa, infantil y, sumada a lo que muchos
podrían denominar como normal, esto termina involucrando algo de sádico de una
manera inconsciente, mas no inocente.
No soy adicto a sustancia alguna, llámese alcohol, cocaína, marihuana, o el largo
etcétera que le sigue, mas creo que mi problema, aparte de haberme pegado algún
tiempo en la pornografía y el gusto extremo de tener sexo – cosas que causaron ciertos
estragos en algunas de mis relaciones amorosas de alguna manera – es el dejarme
llevar por mis impulsos, muchas veces sin pensar en las consecuencias, a pesar de que
en muchas otras oportunidades logre medirme. Soy racional y serio en mis
responsabilidades, pero un desastre, un primate que quedó a media evolución, en
algunos aspectos de mi vida privada.
Me aman, amo, pero a las finales la termino jodiendo. Creo que nací para quedarme
solo. Sí, solo, con mi música, mis libros, mis películas, alguna que otra play boy que
aun guardo debajo del colchón de mi cama - como si alguien fuese a rebuscar ese tipo
de cosas a mi edad - , y mis esporádicos ataques de escritor frustrado y falto de
constancia. Me encanta el arte en sus diversas expresiones, pero en lo que más me
involucré fue en la música. Tuve una banda, e intenté dármela de editor de revistas
musicales; algo que me dio muchas alegrías, debo admitirlo.
La música y la luna fueron, para mí, mis eternas compañeras de juergas, salidas,
caminatas, amores, desencantos, tristezas, alegrías, revolcones, ilusiones, añoranzas,
y demás. Lo sé, suena un tanto idiota, pero es la verdad, siempre las sentí mis cómplices
de todo cuanto hacía y, tal vez, de mucho cuanto hago.
Por cierto, me llamo Julián. Nací hace treinta y un años en el seno de una familia
“normal”. Soy el mayor de cuatro hermanos, y el adorado primer nieto de dos familias
bastante agradables, pero muy diferentes a la vez.
Aun cuando siempre fui bastante suspicaz, también tuve mucho de pavo, mongo – o
como dirían dos amigas mías que viven en el extranjero, capullo o fome – durante parte
de mi infancia, aunque dentro de ello aprendí a observar y sacar conclusiones de ciertas
situaciones muy hábilmente, pero a veces uno es muy ciego cuando se trata del círculo
que lo rodea.
Recuerdo que cuando era un niño aún, mi madre siempre se dedicaba a nosotros, y la
sobreprotección era una de sus herramientas para ello. En más de una oportunidad ella
solía decir:

2
-

Bien dicen que los ochomesinos son bien inteligentes. Tú eres ochomesino,
hijito.

A lo que yo con un tono algo pendejo le contestaba:
-

Mamá. Pero si tú y mi papá se casaron en marzo, y yo nací en octubre, entonces
soy sietemesino, ¿no?

Y ella sólo contestaba cambiando de tema, arma que domina a la perfección, y que
parece ha ido mejorando con el pasar del tiempo, sobre todo cuando se trata de una
situación incómoda. Sin embargo, nadie contaba con la astucia de mi tía Cuculi, quien
años más tarde constató lo que me imaginaba con un muy “alturado”:
-

¡Ya que se deje de cojudeces tu mamá, oye! Qué tanto se alarma porque la hija
de la vecina salió embarazada, si ella se casó porque ya te estaba esperando.

Palabras con las que me sacó una gran sonrisa cachacienta y un ligero movimiento de
cabeza.
En la actualidad no tengo mucho contacto con mi familia. Me independicé hace ocho
años, y aunque frente a mí siempre mostraban una sonrisa, a las espaldas la historia
todavía es muy distinta.
Al inicio pensé que las cosas podrían ir mejor con ellos al salir de casa, pero me
equivoqué.
Hubo muchos motivos por los cuales salir de allí. Para empezar, mi padre siempre
estuvo fuera por razones de trabajo, y según mi vieja1, yo tenía que hacer sus veces:
acompañarla a hacer la retafila de cosas que tenía planeadas, hacer las compras de la
casa – y es que mi hermana es mujer y le podían hacer algo, y mis hermanos menores
eran muy pequeños para salir a comprar o hacer algún mandado, y eso que los menores
ya tenían trece y doce años – cuidar la casa si es que el resto salía, etc. La cosa es que
hubo un momento en el que me terminó llegando altamente el que tenga que “dar el
ejemplo” y demás. Carajo, no tenía mujer y ya tenía que fungir de padre...
¿¿¿JUAAAAAAAAAAATTTTSSSS??? O sea, ¡¡¡¡No jodan!!!! Por otro lado, estaban
muchos de mis amigos del barrio, los que eran mayores que yo por algunos años y con
los que paraba de manera más que esporádica, quienes tenían cierta historia parecida
a la mía. Si los menciono es porque veía que no lograban salir de allí y ser ellos para y

1

Vieja: mamá.

3
por ellos mismos. Vivían siendo los “Goyitos”. Al darme cuenta de eso me entró un terror
único.
Acepto que no soy un santo, que hice muchas cojudeces, y que cometí muchos errores,
pero ni de a palos quería pasar toda la vida en la casa de mi familia, haciendo la de
papá y demás. Total, la vida es una, o la vivía, o la vivía. Esa era la consigna.
Salí de allí con unas cuantas cosas – mis discos fueron lo primero que saqué, de
cabeza2, junto con algo de ropa y algunas otras cosas como mi PC, el mueble para ésta,
el televisor, mi colchón entre otros –, todo gracias a un trabajo que me daba lo suficiente
como para mantenerme. Empecé una nueva aventura, y vaya si lo fue.
Hoy es un día extraño. Buscando música en internet encontré un disco de Collective
Soul – o coléctiv sul como solía llamarle mi amigo Coco – y se me han venido a la mente
muchos recuerdos de la adolescencia. Tiempos aquellos en los que las preocupaciones
que se tenía eran triviales.
Coco recién había terminado el colegio, y se preparaba para estudiar derecho en una
de las pocas universidades privadas que existía por aquella época en esta ciudad. Yo,
recuerdo, estaba en segundo de secundaria. Parábamos de arriba para abajo. En
aquellos tiempos lo acompañaba a esperar a la chica que él afanaba3. Nos íbamos
escuchando el primer disco de Collective Soul en el walkman mientras caminábamos
hacia el colegio donde ella estudiaba. Nos sentábamos en una banca cerca a la puerta
del colegio tarareando la melodía de Shine, y a medida que pasaban las canciones, y
se gastaba la pila que mordíamos para que aguante más y poder seguir escuchando el
casete, siempre se salía de parte de alguno de los dos un:
-¡Puta mare! Que paja4 esta banda, huevón.
Todavía recuerdo tiempos aquellos, en los que el hermano menor de Gianella, la chica
a la que esperábamos afuera del colegio, le pedía cinco soles a Coco para que puedan
besarse, aunque había días en los que tenía que darle más porque estaba preocupado
por su hermana. Y es que en el colegio le habían hablado sobre el SIDA, y el mocoso
pensaba que podían contagiar a su hermana mediante un chape, por lo que cobraba
más. Vaya lógica la de este niño.

2

De cabeza: sin pensarlo dos veces
Afanar: cortejar.
4
Paja: chévere, más que agradable.
3

4
Por aquellos años recuerdo me metí la primera borrachera en uno de mis cumpleaños.
Bastaron ocho cervezas entre cinco adolescentes para andar diciendo a mis amigos que
los quería como a unos hermanos, los hermanos mayores que nunca tuve.
Con Coco, Kike – su hermano – y Nando compartimos un montón de experiencias.
Recuerdo que les prestaba los videos porno que le encontraba a mi viejo en su ropero,
los que obviamente primero pasaban por mi veredicto. Anal Spitfire, Taboo, Tarzan X,
entre otros títulos eran los que tenía mi viejo camuflados entre los videos que grababa
en VHS sobre los partidos de un Mundial de Fútbol de aquella época. También les
prestaba las High Society, Pent House o Playboy que compraba en una especie de feria
de libros que había en el centro de la ciudad. Éramos una sarta de mocosos arrechos y
pajeros.
Los años pasaron, y con ellos el distanciamiento. Algunos tomaron decisiones que,
aunque erradas, fueron para ellos las mejores, y yo tomé decisiones que me llevaron a
vivir otras experiencias, alegres y tristes, lejos de mis muy recordados y buenos amigos
del barrio.
Los tiempos cambian, dicen muchas veces, y nosotros con ellos. Mas creo que no es el
tiempo el que nos hace cambiar de cierta forma, sino las necesidades, pues estas
conllevan a más responsabilidades.
“No quiero crecer5”, leo como título de un libro en la vitrina de una famosa librería en
uno de los malls que aparecieron hace unos años por aquí. “Suena interesante el título”,
me digo a mí mismo. Ésta es una problemática que se ve cada vez más acentuada en
las nuevas generaciones. Y es que quién va a querer crecer si lo único que hacemos la
gente adulta es quejarnos de lo que tenemos o no tenemos, de lo que queremos y todo
lo que tenemos que esforzarnos para conseguirlo; y más aún si ven cuan amargados
nos volvemos gracias a todo eso y que muchas veces le recriminamos a los hijos o a
los demás sobre todo lo que uno debe sufrir o pasar para poder ser y/u obtener algo en
este mundo cada vez más competitivo. Ese es nuestro error. Muchas personas de mi
generación sólo viven para quejarse y no disfrutan lo que tienen. Se olvidan que la vida
es una sola. Está bien, no podemos pasar el día a día pensando en que todo caerá del
cielo, pero tampoco podemos pasarnos la vida pensando en lo que no tenemos, o en
todo lo que nos costó conseguir algunas cosas, pues a las finales, jamás lograremos
disfrutar de nuestro día a día. Ya Horacio lo dijo hace muchísimo tiempo atrás: carpe
diem - toma el día. Lamentablemente, éste es el mensaje que le dejamos a la juventud,

5

No quiero crecer es un libro editado por la Psicóloga chilena Pilar Sordo.

5
motivo por el cual muy difícilmente ellos quieren llegar a ser adultos, en otras palabras,
nosotros.
Yo, personalmente, prefiero tomarme las cosas con una dosis de todo un poco. Hay que
ser responsable con el trabajo, pues sin éste no se come o no se tiene para las diversas
necesidades que cada quien tiene, pero también hay que sonreírle a la vida. Total,
amargándote no harás que las cosas cambien. Sumándose a esto, una dosis de niño
nunca viene mal, al menos para mí. Aún disfruto de caminar sobre el sardinel de los
jardines de regreso a casa después de un día de trabajo. Lo hago mientras escucho
música – ya no en walkman obviamente, sino en mi mp4 – y voy ya sea tarareando la
melodía de la canción que esté sonando en ese momento, o cantando el coro de la
misma. Veo cómo la gente que pasa, ya sea en sus carros o a pie, me mira como un
bicho raro, lo cual en verdad me importa un bledo, pues en esas miradas detecto en si
cierta envidia de querer ellos también hacer lo mismo, pero que por el simple hecho de
actuar a la altura de la edad no lo hacen. En otras palabras me gusta ser yo. ¿Inmaduro?
Tal vez. ¿Loco? Quién sabe. Pero a las finales, de una u otra manera no le hago daño
a nadie, sino me hago un bien a mí mismo, vivo feliz, vivo siendo YO mismo.
Hablando de felicidad, acabo de escuchar el inicio de Til I hear it from you de Gin
Blossoms, y vaya recuerdos que se me vienen a la mente. Tenía quince años, y andaba
de coqueteos con Charo, una vecina de dieciocho, quien obviamente era mucho más
experimentada que yo en diversas cosas. Ya antes habíamos agarrado6 mientras
paseábamos en bicicleta con otros amigos, y por ratos nos desaparecíamos. Pero esta
vez la cosa sería distinta.
Era sábado, lo recuerdo bien. Yo vestía un polo negro con la portada del Transcend the
Rubicon de Benediction, un jean con parches de diversas bandas de Metal y mis
zapatillas blancas. A eso de las cinco de la tarde de aquel sábado, Charo se apareció
por la que entonces era mi casa y me pidió que por favor la acompañase a la suya y le
explicase un tema de matemáticas que ella no entendía muy bien en la pre y que yo
sabía – cabe resaltar que era bueno para los números– a lo que muy inocentemente
accedí. Estaba más que linda. Charo era alta y delgada. Tenía el cabello lacio y largo,
color castaño. Sus ojos eran grandes y tenía unas pestañas inmensas. Su boca era
carnosa y toda ella siempre olía bien. Aquel día Charo llevaba puesto un jean que le
quedaba algo ajustado, un top blanco que le perfilaba esos pequeños, pero redondos
senos, y usaba unas zapatillas le coq sportif negras. Estaba recién bañada, su cabello

6

Agarrar: besarse con cierta pasión.

6
aún lucía húmedo. Cuando accedí a su petición de acompañarla, aún recuerdo, dibujó
una sonrisa pícara con esa boca angelical.
Charo vivía no muy lejos de mi casa, por lo que llegamos rápido. Una vez dentro, me
invitó a pasar a su cuarto y nos sentamos en su cama. Empezó a besarme, a lo que yo
correspondí sin chistar, y mientras empezaba a acariciar mi pierna en dirección a mi
miembro, Charo se acercó a mi oído, y con una voz sutil me dijo: - Estamos solos, mis
papás no regresarán sino hasta las nueve. Ese sábado por la tarde, tuve mi primera
experiencia sexual.
Desde entonces mi gusto por el sexo se fue a la estratósfera, pues como dicen “a nadie
le gusta hasta que lo prueba”. Aunque no se podía hacer todo el tiempo, de vez en
cuando la situación se repetía, y a medida que los años pasaban, la frecuencia era
mayor, aunque la acompañante de los diversos encuentros iba cambiando.
A medida que crecía tuve diferentes enamoradas – algunas más tranquilas que otras, –
así como “amigas” con las que experimenté diversas cosas. Como dije antes, santo no
he sido, más sí responsable, y a la vez creativo y juguetón.
He tenido experiencias en lugares públicos, y en sitios convencionales; de formas
normales, así como también con juegos y amarres, mas hay una experiencia que me
causó algo de incomodidad.
Tenía veintitrés años, había conocido a la prima de la enamorada de un amigo, y en
algunas de las reuniones por allí había ciertos coqueteos.
Un fin de semana hubo un concierto en la concha acústica de la ciudad, y recuerdo que
Arturo, el enamorado de la prima de esta chica, me dijo:
-

Oe, tío. Shirley está buscándote.

-

¿Y eso? ¿Dónde está?

-

Está por los columpios, detrás de las graderías. Dijo que quería preguntarte algo
importante, la verdad no sé de qué se trate.

-

¡Ok, tío! Gracias por el dato.

En ese momento estaba tocando la banda de unos conocidos míos, pero la verdad no
me llamó la atención su presentación de ese día, por lo que decidí ir a ver qué es lo que
Shirley quería.
-

¡Hola! Me dijo Arturo que querías decirme algo.

-

¿Y mi beso?

-

Jajajaja. Está bien. Dime, ¿Qué fue?
7
-

Hombre. Jajajaja.

-

No seas sapa. En serio, dime.

-

¿Has venido solo?

-

No, en mancha, con la gente. Jajaja.

-

Zonzo. Me refiero a si alguien te ha seguido por acá.

-

No. ¿Por qué? ¿Quieres algo caleta7 conmigo? Jajaja.

-

La verdad sí.

Y se acercó a besarme. Agarramos un buen rato. Recuerdo que Shirley tenía buenos
senos, algo que me encanta. Metí mi mano debajo de su polo y brasier, y empecé a
acariciar uno de sus pechos, lo que la excitó sobremanera; bueno, seamos sinceros,
nos excitó en demasía. Shirley me sacó la mano abruptamente después de un rato, lo
que me dejó desconcertado, y añadió:
-

Eres un arrecho de mierda. Pero no sabes con quien estás.

Se agachó, abrió el cierre de mi jean para luego desabotonarlo. Me lo bajó un poco junto
con el bóxer y empezó a hacerme sexo oral mientras me miraba a la cara, luego cerraba
los ojos, para después volver a mirarme, como buscando ver qué tanto disfrutaba con
lo que ella hacía.
Pasada la felatio, la banda que estaba en el escenario terminó su presentación. Ella se
paró y me dijo:
-

Vámonos, seguro nos estarán buscando.

Cuando llegué por donde estaba la gente con la que yo había ido, me percaté que
Shirley ya no estaba conmigo, sino que se había ido con los de la banda que estuvo
tocando mientras todo lo mencionado ocurrió. Se acercó a uno de los guitarristas, y le
dio un beso en la boca. Al ver eso, me puse rojo como un tomate, pues aun cuando el
tipo este no era mi amigo, era un conocido mío. Jamás olvidaré esa escena.
Es increíble cómo una canción, un afiche, una calle, o tal vez una frase puede
transportarte a situaciones en el pasado. Salidas con los amigos, con la gente del
trabajo, las perdidas que se daban por allí en alguna discoteca, o que se iniciaron en
una y terminaron en algún otro lugar, y demás. Y justo pasando por una avenida
conocida de la ciudad se me vino a la mente una escena bastante única en mi vida.
De alguna manera he tenido la suerte, si queremos llamarlo así, de conocer a personas
de maneras un tanto extrañas para la época, con quienes he logrado compartir
7

Caleta: a escondidas.

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momentos gratos de mi vida. Personas a las que estimo mucho, incluso cuando ya no
sepa de ellas por cierto tiempo. Repito, las responsabilidades nos cambian, o al menos
nos alejan de ciertas personas y/o cosas con las que disfrutábamos distintas
situaciones. Una de esas personas es Paula. ¡Qué será de esa loquita!
Allá por los inicios de este nuevo milenio solía tener una revista en línea basada en
entrevistas a bandas y reseñas de CDs, motivo por el cual pasaba mucho tiempo en
internet. Mejor dicho, en cabinas de internet.
Era un martes de diciembre, cerca de las once de la mañana para ser más exacto. Me
encontraba en un cybercafé ubicado frente a la universidad en la que estudiaba. La
cabina quedaba en el segundo piso de una especie de sandwichería bastante concurrida
por los estudiantes universitarios. Yo había alquilado una computadora para revisar mi
correo y actualizar la página web mientras chateaba en el entonces conocido IRCap.
Estaba en el canal que llevaba el nombre de la ciudad, Trujillo, y se me dio por enviarle
un mensaje privado a una de las chicas que estaba en el canal.
-

Hola, ¿Qué tal tu día?

-

Hola. Bien, gracias. ¿Qué tal el tuyo?

-

Tranquilo. Aquí haciendo un par de cosas. Antes que nada permíteme
presentarme. Me llamo Julián.

-

Mucho gusto, Julián. Yo soy Paula.

-

Bonito nombre. Y dime, ¿Qué haciendo a esta hora en internet?

-

Nada interesante. Esperando para pagar la cuota de la universidad y haciendo
hora para ir mis clases de inglés. De paso que le doy una ojeada a un libro que
estoy leyendo.

-

¿Te gusta leer? Que chévere. Ya somos dos entonces. ¿Qué libro estás
leyendo?

-

Es uno de Milan Kundera.

-

¿La insoportable levedad del ser?

-

Exacto. No me digas que lo has leído.

-

¡Claro! Es genial.

-

¡Miércoles! Que chévere que hayas leído el libro. A mí también me parece genial.
Esa historia entre Teresa y Tomas es lo máximo.

-

Es muss sein.

-

Muss es sein.

Tras haber iniciado dicha conversación de una manera poco común, así como poco
común fue el haber congeniado de manera tan rápida, Paula se excusó diciendo que
9
debía ir a la universidad a pagar la cuota, pero prometió regresar tan pronto lo hiciera.
Recuerdo muy bien esas líneas:
-

Julián. Tengo que irme a pagar. No quiero estar caminando con el dinero en el
bolsillo. Te prometo que me conecto tan pronto lo haga. Sólo espero poder
encontrarte en línea todavía y seguir conversando.

-

No te preocupes. Te espero. Besos, aunque sea virtuales. Jajaja.

Dicho esto, Paula se desconectó y yo empecé a concentrarme nuevamente en lo que
estaba haciendo.
No pasaron ni veinte minutos cuando ella se volvió a conectar, y continuamos la
conversa. Lo gracioso es que en ese momento en la televisión que tenían las cabinas,
pasaron una escena de un programa que me hizo reir.
-

Jajaja. ¡Qué buena!

-

¿Qué pasó? ¿Por qué te ríes? ¡Cuéntame!

-

Nada, solo que en las cabinas en las que estoy están viendo Dragon Ball y me
causó gracia una parte que pasaron.

-

No me digas que estas en las cabinas en el segundo piso de Don Chego – el
lugar de comidas frente a la universidad.

-

Sí. ¿Por qué?

-

Porque estoy en las mismas cabinas.

Me quedé frío. No respondí nada en ese momento hasta que Paula me dijo:
-

¿En qué máquina estás?

-

En la que está al costado de la puerta. Entrando a la mano izquierda.

-

Ya, bacán. Que termine mi tiempo en unos minutos y te voy a ver.

Lo cual hizo.
Paula era casi de mi estatura. Cabello oscuro y ondulado, con ojos no muy grandes y
algo achinados. Guapa, extrovertida. INTERESANTE.
Luego que se acercó a verme decidí dejar la computadora de lado. Empezamos a
conversar y no paramos de hacerlo. Hablamos de libros, de música, entre otras cosas.
La acompañé hasta el instituto de inglés en el que ella estudiaba y nos sentamos en un
parque cerca a éste, donde seguimos conversando. Me contó que era la mayor de tres
hermanas, que estudiaba arquitectura, y me hablaba sobre su familia, sobretodo de su
hermanita menor. Conversábamos de tal manera que parecía que nos conocíamos de
años. Reímos a más no poder, nos pusimos algo sentimentales en algún momento en
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el que me contaba algunas de sus cosas, y a las finales, tras dos horas de conversación,
tuvimos que despedirnos. Intercambiamos correos y quedamos en seguir en contacto.
Tuvimos una historia algo rara, interesante, bonita. Terminé siendo su primer
enamorado. Sí, el primero. Y eso que ella ya tenía veinte años. Sus papás la
sobreprotegían demasiado, pero de alguna manera nos las ingeniábamos para pasar el
rato juntos. Lo nuestro no duró más que tres meses. Es decir, nuestra relación amorosa,
mas luego de algún tiempo de distanciamiento retomamos la amistad, y fue una amistad
reloaded. Nos contábamos todo. Sí, todo, incluyendo intimidades. Tal era nuestra
confianza. Hasta que por algún malentendido nos distanciamos. Sólo sé que se casó.
Espero le esté yendo bien.
Los días pasan, el clima cambia y está tan loco que uno ya no sabe qué ponerse. E
incluso parece que esto afecta el estado de ánimo de las personas. Caminando por la
calle ves a hombres y mujeres con expresiones más frías que el clima mismo. Pareciera
que se han puesto botox en demasía que les impide mostrar algún otro tipo de expresión
facial.
Estoy camino al trabajo, se me dio por ir caminando mientras escucho algo de música.
Puse en el mp4 discos de Collective Soul, Toad the wet sprocket, Tom Pertty y Gin
Blossoms, así como infaltable el gran Charlie García. Es sábado, y con un cielo algo
nublado sólo se me da por escuchar algo que me mantenga relajado mientras voy
camino al trabajo así como leo el enésimo libro del año. Qué genial se siente el rozar
del viento por tu rostro, sobretodo en un día en el que, a pesar de estar nublado, no se
siente mucho frío.
Me gusta leer, y mucho, ¿Lo había comentado antes? Pero lo más extraño es que no
me gusta leer estando sentado y en tranquilidad, prefiero hacerlo en el micro camino a
casa, o caminando. Es una costumbre que tiene ya años.
Cuando vivía con mis padres solía agarrar ya sea el walkman o el discman, dependiendo
de la época, tomaba el libro que estuviese leyendo en aquel momento, y salía a caminar
escuchando música y leyendo por las calles de la ciudad, a donde el viento me llevase.
A veces me sentaba en una cafetería en el centro de la ciudad a tomar un café pasado
y fumar un cigarrillo mientras leía, o simplemente me iba caminando hasta donde se me
diese por dar la media vuelta y emprender el regreso. Y no, nunca me pasó nada
haciéndolo.
Hoy no es una excepción. Salí más temprano de casa, así en lugar de tomar el colectivo
que me llevase al trabajo podía salir a caminar hacia éste, previo “que no llueva, por
11
favor, diosito”, ya que a pesar de que me gusta la lluvia - y caminar bajo esta -, si
empezase a llover se malograrían mis planes de poder disfrutar de ese viaje, esa
abstracción, que la lectura provoca.
Recuerdo bien cuándo me empezó el gusto por la lectura, mas no recuerdo cuándo ni
cómo es que empecé a escribir. Como dije antes, tengo ataques esporádicos en los que
cumplo una especie de catarsis y vomito todo lo que siento o pienso en forma de escritos
que alguna vez se me dio por querer publicar, e hice en forma de PDF, documento que
ahora no recuerdo bien dónde está. Tal vez se perdió, así como muchas de las cosas
que escribí en diversos momentos. Y es que tengo mis ataques por momentos,
sobretodo en esto de escribir. No sé por qué a diferencia de algunas personas que lo
hacen es porque se deciden a hacerlo, se inspiran, entran en trance, buscan un tema y,
simplemente, fluye, conmigo eso no funciona. Tal vez sí soy un marciano, como una ex
enamorada solía llamarme pues decía que yo no era de este planeta – lo que me hacía
más interesante, asumo. – Tal vez tenga razón, y es que en mi caso la cosa debe salir
de improviso. No pienso. No le doy vueltas. No elijo temas, simplemente se me da por
agarrar un papel y un lapicero, o abrir un documento de Word, y dejar que mis manos
se encarguen del resto. ¿Si alguna vez intenté escribir sobre algo específico? No. Y si
lo hice, nunca salió un resultado que me gustase del todo, motivo por el que o lo
guardaba hasta el día en que lo volviese a encontrar y se me dé por arreglarlo, o
simplemente lo desaparecía.
Personalmente creo que la belleza de las cosas se da en su simpleza, en lo natural. Eso
incluye el momento de involucrarme sentimentalmente con alguien.
A pesar de que la joda por X, Y o Z motivos muchas veces, siempre he sido algo jodido
para estar con alguien. He tenido muchas amigas, así como también “amigas”, que no
pasaron de ser eso. Y es que no me gusta buscar con quien estar. Prefiero estar solo el
tiempo que deba estarlo, y disfrutar de ese tiempo, disfrutar de mí mismo, que andar
buscando con quien compartir una relación. Las cosas se dan solas. Las personas
llegan, no se las busca. Así la cosa es más interesante.
Y es esa naturalidad la que busco en una mujer. Detesto las conversaciones – y demás
– forzadas. Si he de estar con alguien, debe ser alguien que me excite el cerebro – más
que la vista. – Alguien con quien pueda conversar de diversas cosas. Alguien con quien
el tiempo vuele y no te des cuenta. Alguien que probablemente sea diferente a ti, pero
que dicha diferencia genere ese misterio para poder conocerla más, y que complemente
algunas cosas que no son propias de tu personalidad. ¿Difícil, no? Sí, ya me lo había
dicho antes, pero prefiero eso a pasármela soportando a alguien con quien no hay
12
química simplemente porque tiene una cara o un cuerpo bonito. En otras palabras, me
gusta que exista el flow.
Lo bueno de ser así, de ser algo jodido en cuanto a elegir con quien estar, es que de
alguna manera u otra, cuando esa historia compartida termina, sólo se guardan los
buenos recuerdos, lo demás se desecha. Y es que a las finales siempre se aprende algo
en todas esas experiencias, a veces más, a veces menos, y es eso lo que se valora.
A veces se aprende entre el goce y el dolor. Y se saca una moraleja de todo ello. ¡No
confundir la pendejada con el amor! En otras palabras, ¡No enchucharse!
Esa regla me la sabía de memoria. Es más, siempre puse las cartas sobre la mesa
cuando algo pasaba con alguien para evitar malos entendidos y crear falsas ilusiones,
pues ya me había pasado antes.
Era un día cálido de verano cuando fui a la oficina de informes de universidad en la que
estudiaba. Quería saber acerca de algunos cursos a dictarse en aquellos meses. Todo
iba normal. No sucedía nada fuera de lo común. De pronto, un rostro conocido se
aparece en la oficina y se sienta junto a mí. Ambos empezamos a mirarnos de reojo. Ni
ella ni yo atinábamos a decir una palabra. Pasados unos minutos le dije:
-

Disculpa. ¿Tú no eres Carolina Irribarren?

-

Sí. ¿Julián?

-

Así es. Ya decía yo, ese rostro me parece conocido.

Carolina Irribarren fue mi compañera de clases durante segundo y tercero de
secundaria, al igual que su hermano, Cristian.
Ella era alta, delgada, recontra blanca, de cabello castaño claro, ojos marrones, labios
carnosos y tan rojos que no necesitaba usar lápiz labial. Era delgada y tenía unos senos
prominentes y redondos que saltaban a la vista y hacían que ella, aparte de lo guapa
que era, no pasase desapercibida.
-

¿Qué ha sido de tu vida? ¿Cómo está Cristian?

-

Bien. Él está bien. Yo soy obstetra, y he venido a ver qué necesito para una
segunda profesionalización. Quiero seguir medicina.

-

¡Genial! ¿Sabes? Es mi turno. ¡Te parece si luego vamos a tomar un jugo y
comer algo, así de paso nos ponemos al corriente de todo lo que nos ha ocurrido
desde que dejamos de estudiar juntos en el colegio?

-

¡Ya! Me parece perfecto.

13
Una vez que nos atendieron en la oficina de informes de la universidad fuimos a Don
Chego – la sadwichería de la que ya había contado antes – y mientras comíamos un
sándwich y tomábamos un jugo nos pusimos al tanto de lo que había sido de nuestras
vidas. Reímos a carcajadas recordando las tonterías que hacíamos con nuestros
compañeros de colegio durante el tiempo que estudiamos juntos. Intercambiamos
números de celular, correos electrónicos, direcciones y dijimos que estaríamos en
contacto. Lo que hicimos.
Un día quedamos en ir al cine. Fuimos a ver “White chicks”, o “Y dónde están las rubias”
como se le puso de título en español.
Mientras esperábamos que sea la hora de la película seguimos conversando. Esta vez
cosas un tanto más personales.
-

¿Estás con alguien, Julián?

-

No. Estoy solo. Y la verdad quiero seguir así al menos un tiempo. Disfruto del
momento y lo que éste me ofrezca. ¿Y tú?

-

Yo también. Y la vedad, te entiendo. Me siento tranquila así. Aunque por
momentos extraño que alguien me bese, abrace o me haga sentir menos sola, y
a la vez más mujer.

-

Si quieres yo hago todo eso como un buen “amigo”, jajajaja.

-

Jajajaja. ¡Zonzo! Aunque no suena mal la idea, jajajaja.

Y así, entre broma y broma, entramos al cine. Nos sentamos al fondo, y de rato en rato
Carolina ponía su cabeza sobre mi hombro. Yo volteaba a verla y le acariciaba el rostro.
Ese día, al despedirnos, lo hicimos con un pico.
Pasaron dos o tres días sin comunicarnos. Cuando de repente recibí una llamada suya.
-

Julián. Estoy en campaña y me encuentro cerca de la dirección que me diste de
tu casa. ¿Estás allí?

Y sí, justo ese día estaba en casa. Y estaba solo.
-

¡Hey! ¡Qué sorpresa! Sí, acá estoy. Ven si gustas para conversar un rato.

-

Espérame, entonces. Llego en unos minutos.

Habrán pasado quince minutos cuando escuché el timbre. Salí a ver y era ella. Carolina
estaba con su uniforme de obstetra, uno muy parecido al que usan en el hospital –
chaqueta de un color algo guinda y un pantalón de tela suelto-. Llevaba el cabello
recogido, y la verdad no le quedaba mal.

14
-

¡Hola! En verdad es una sorpresa verte acá.

-

¿Cómo has estado?

-

Bien, gracias. Adelante, estás en tu casa.

Subimos al segundo piso y fuimos al escritorio donde estaba la computadora. Nos
sentamos en el mueble y empezamos a conversar. Carolina me contó sobre la campaña
en la que estaban y cómo es que se había escapado para ir a verme.
Mientras conversábamos se le ocurrió la grandiosa idea de bajar un poco el cierre de su
chaqueta de uniforme aduciendo que hacía calor. Vaya sorpresa la mía al darme cuenta
que no tenía un polo debajo, o al menos eso parecía. Ese acto me movió el piso, y ella
se dio cuenta.
-

¿Qué miras, oye? Jajajaja.

-

Sorry. Es que…tú entiendes. Tienes unos ojos muy bonitos y provoca mirarlos,
jajajaja.

-

Jajaja. Y tus labios son tan ricos que provoca volver a besarlos.

-

¿A, sí?

-

La verdad, sí.

Una vez dicho eso, Carolina se sonrojó.
Yo me acerqué a ella. Total, estábamos solos, ya nos habíamos dado un pico, yo había
sido claro días atrás con ella acerca de que si pasaba algo con alguien no iba a ser nada
en serio. En otras palabras ¿Qué podía perder?
Empecé a besarla, y ella me correspondió. La besé en la boca, jugué con sus labios.
Luego fui por su mejilla y le mordí despacio una de las orejas para luego empezar a
bajar despacio besándole el cuello. Mientras lo hacía, iba bajando el cierre de su
chaqueta y me percaté que tenía razón, no llevaba puesto polo alguno debajo de dicha
prenda de su uniforme. Sólo un brasier cubría sus grandes y redondos senos. Cuando
seguí bajando por su cuello, besando sus hombros ella me dijo:
-

Vamos a tu cuarto.

Tras el coito ambos nos quedamos en la cama conversando un rato mientras
mirábamos el techo. Ella me pidió un cigarrillo. Fumamos mientras hablábamos con una
sonrisa en el rostro.
Luego de una media hora nos cambiamos, pues ella debía ir de regreso al trabajo, por
lo que la acompañé a tomar un taxi.

15
Tras unos días me la encontré en el Messenger y la noté algo molesta. Al preguntarle el
porqué de esa actitud ella me dijo que estuvo esperando que la fuera a ver con unas
rosas al trabajo y empezáramos una relación. Planes muy distintos a los que habíamos
conversado antes que todo pasara.
Esta experiencia me enseñó que si sólo buscaba pasarla bien, debía dejarlo todo claro
para evitar malos momentos y, sobretodo, que la otra persona se sienta mal.
Como ya dije, todo lo tenía claro – al menos para mí -. Así se fueron dando otras salidas
y experiencias.
Yo aún quería estar solo, a parte ya he comentado que no fuerzo las cosas, y menos si
se trata de estar con alguien; mas siempre ocurre un lapsus en el que no hacemos lo
que predicamos. Caí en lo que siempre dije que no debía hacerse.
Por aquél entonces había retomado mi actividad musical. Regresé a cantar y frecuentar
ciertos lugares, y uno de ellos era la tienda de Martín - que era una tienda de discos.
En una de las visitas a Martín en su local me topé con un grupo de gente con los que él
estaba tomando. Martín me invitó a sentarme y departir con ellos. Lo cual hice.
Conversamos y reímos un buen rato. Conocí a muchas personas, hombres y mujeres,
en esa oportunidad.
Pasados unos meses, estando en el Messenger mientras hacía un trabajo, un amigo
me agregó a una conversación en grupo, dentro de la cual estaban algunas de las
personas con las que habíamos compartido aquella noche en la tienda de Martín.
Luego de un rato una chica que llevaba como nickname el nombre de una banda de
black metal me pasó la voz,
-

¿Julián?

-

Sí.

-

Hola, soy Pilar.

-

¿Pilar?¿Pilar qué? Sorry, es que conozco a varias chicas con ese nombre.

-

Nos conocimos en la tienda de Martín hace unos meses.

-

¡Hey! ¿Cómo estás? Ya te recuerdo.

-

Bien. Todo bien, felizmente.

-

¿Te parece si te agrego a mis contactos y conversamos a parte?

-

¡Claro! Me parece estupendo.

Pilar era una de las chicas que estuvo aquel día. Es más, era la enamorada de uno de
los muchachos que se encontraba con nosotros.
16
A partir de ese momento empezamos a chatear todas las noches hasta tarde. Me la
encontraba en línea todas las veces que me conectaba mientras hacía mis trabajos –
usualmente hasta las dos o tres de la mañana -.
Ya me había dicho que ya no estaba con Pedro – el muchacho con el que estaba de
enamorada en aquella oportunidad que nos conocimos, – y que andaba en coqueteos
con otro chico, aunque éste de alguna manera la aburría. Y como eso, me había contado
otras cosas más
No pasó mucho para que empecemos a flirtear8, a hablar en doble sentido y demás.
Todo esto hacía que el tiempo pase volando entre risas y demás cada vez que
chateábamos. La pendejada había empezado como tal.
-

¿Cómo te va con tu afanador9?

-

Ahí, maso. La vez pasada agarramos.

-

Wiuuuuuu… ¿Sólo agarraron?

-

Jajajaja. ¡Idiota! Sí, solo eso. Él quería que pase algo más, pero se quemó10.

-

¿Cómo así?

-

Estuvimos tomando en su casa cuando agarramos. No había nadie y él quería
tirar11, pero me paré y me fui.

-

¡Te pasas! Si hubieras estado conmigo no te habrías ido.

-

¿Eso crees? Jajaja.

-

A las pruebas me remito. Jajajaja.

-

¿Y qué me harías?

Conversaciones así se vinieron dando durante algún tiempo. Obviamente, entre otro tipo
de charlas, aunque por allí de alguna manera u otra, ya sea ella o yo, sacábamos el
tema y conversábamos de algunas de las cosas que nos gustaba hacer, y que nos
hagan.
Unos jueves después, por la noche, recibí la llamada de unos amigos,
-

Oe, Julián. ¿Qué tienes que hacer mañana por la noche?

-

Salgo de clases a las 9, pero de allí estoy libre. ¿Por?

-

Nos reuniremos en el Living. ¿Qué dices? ¿Te apuntas?

-

Listo. Cuenta conmigo. Nos vemos mañana en la noche.

8

Flirtear: coquetear.
Afanador: Persona que afana, que corteja a alguien.
10
Se quemó: las cosas no se dieron como él quería.
11
Tirar: Tener relaciones coitales.
9

17
Living era el nombre que Alex – quien me dijo de la reunión chupística12 – le había puesto
a un parque no muy lejos de su casa haciendo referencia al Living after midnight de
Judas Priest, banda de la que él es fan.
Cerca de una hora después de recibir la llamada me conecté al messenger y me
encontré con Pilar. Tras conversar un rato ella me dijo,
-

Tú eres amigo de Alex, ¿no?

-

Sí.

-

¿Sabías que mañana se reunirán en el parque que queda por el óvalo papal?

-

Sí, justo hable con él hace un rato y me dijo para ir.

-

A mí también me invitó. ¿Vas a ir?

-

Sí. ¿Y tú?

-

Creo que también iré.

-

¿Qué te parece si nos vamos juntos?

-

Ya, listo. Pero salgo de clases a las 8:30 y de allí iré a recoger unas cosas por la
UPAO13.

-

Yo salgo a las 9 de clases. ¿Te parece si nos encontramos fuera de la UPAO?

-

Ya, bacán. Así nos vamos juntos como conversar.

-

Sí, de paso que aprovechamos que es de noche y te arrincono en un hueco
oscuro, jajajaja.

-

Jajajajaja. Zonzo.

Y así fue. Nos encontramos al frente de la universidad a las 9. Nos saludamos con un
beso en la mejilla y empezamos a caminar por la avenida en dirección al living, ya que
no quedaba muy lejos.
Al llegar al lugar, nos encontramos con Alex y otros cuatro amigos quienes ya estaban
tomando. Empezamos a conversar acerca de diversas cosas: las bandas de la ciudad,
los estilos que nos gustaban más, las canciones que nos traían ciertos recuerdos, etc.
De pronto, uno de ellos sacó un sobre con coca, e inhaló frente a todos – como ya dije,
no consumo drogas, así que de alguna manera me incomoda que lo hagan frente a mí
-, y antes que lo guarde Pilar le pidió el sobre, a lo que le dije que no lo hiciese.
Obviamente no me hizo caso. Ella abrió el sobre, sacó un poco con el dedo meñique de
su mano derecha y se lo puso en la punta de la lengua.
12
13

No pasa nada. No se siente nada. – Me dijo ella. –

Reunión chupística: reunión cuyo único fin es el libar alcohol y departir con los amigos
UPAO: Universidad Privada Antenor Orrego.

18
-

Espera, nomás. – Respondió Marcos, el dueño de la coca. –

Y tenía razón. Fue cuestión de minutos para que,
-

Pilar: Puta madre, se me adormeció el labio.

-

Marcos: Ya ves. Te lo dije.

-

Yo: ¿Es en serio?

-

Pilar: Sí. El labio inferior.

-

Yo: A ver…

Me acerqué a Pilar, acerqué mi rostro y empecé a besarla. Lo más gracioso fue que a
pesar de que no sentía parte de su labio – o al menos eso era lo que Pilar decía – ella
también me besó.
Todo empezó allí. Un agarre frente a Alex, Marcos y los demás, quienes me miraban
con cara de asombro, idiotizados por el haberme lanzado14 a besarla sin dudarlo, como
algo natural.
Pasaron ciertos minutos cuando le pregunté a Pilar si ya podía sentir su labio, pregunta
que contestó con un sí. Tras lo cual me acerqué de nuevo y empezamos a besarnos
otra vez. No podía dejarla allí nomás. Algo que los demás empezaron a usar de excusa
para empezar a hacer bulla y molestar.
-

O’e, ya pues!!

-

‘ta mare, estos dos. Salud, mejor.

Pasado un buen rato de seguir conversando mientras escuchábamos música y
tomábamos, se acabaron los cigarrillos. Qué mejor oportunidad.
-

Pilar. ¿Vamos a comprar cigarros?

-

¡Vamos!

-

Ya regresamos, angelitos. No se muevan.

Nos alejamos un poco del grupo en dirección a la esquina para poder voltear y buscar
una tienda. Eran cerca de las once y media de la noche, y aun cuando el lugar estaba
iluminado, había una parte que no tenía mucha luz. Yo caminaba para la parte de afuera,
mientras que Pilar iba al lado que lindaba con los edificios. Algo que aproveché. Caminé
diagonalmente, cosa que tras unos cuantos pasos estábamos más cerca de la pared de
uno de los edificios en la zona que estaba algo oscura. Volteé de manera abrupta y
arrinconé a Pilar contra la pared. La tomé por la nuca y empecé a besarla. La besaba

14

Lanzarse: atreverse.

19
con desenfreno. Besos normales, incluyendo algo de lengua, pero con una pasión
animal; para luego empezar a succionar su labio inferior y jugar con éste, mordiéndolo
despacio. Mientras hacía esto, sentía cómo ella se excitaba, la escuchaba jadear
mientras mi mano acariciaba su rostro y bajaba por sus pechos. Ambos estábamos
como abstraídos, cuando de repente escuchamos:
-

¡Ya dejen de agarrar, par de arrechos, y vayan a comprar los cigarros!

Lo que nos robó una sonrisa, y fuimos a comprar los cigarrillos. Pero esas ganas de
seguir en el juego, el preámbulo de lo que luego podría pasar, aún estaban presentes.
Luego de comprar los cigarros, pasamos de nuevo por aquél lugar. Ella se me acercó al
oído y me dijo: ¡Besas muy bien! Lo que yo tomé como una invitación

a seguir

haciéndolo. Y lo hice.
Mientras nos besábamos mis manos recorrían su cuerpo. Le empecé a besar el cuello,
la oreja y le susurraba al oído: ¿Te parece si después vamos a otro lugar?, mientras que
ella sin poder articular palabra alguna solo atinaba a hacer un: ujum… y tras un rato nos
fuimos a un hotel.
Si bien es cierto siempre hubo algo de kinky15 en mí, lo que se daba en ciertos
encuentros amatorios, esa noche se combinó con lo bestia. Fue eso, sexo sin pudor y a
lo bestia. Los instintos fueron liberados. No hubo expresiones cariñosas, ni caricias
dulces. Fue todo lo contrario, desde el sexo oral hasta el momento de la eyaculación.
Pilar, una vez que terminamos nuestro primer encuentro, y minutos antes de empezar
el segundo, sólo atinó a decir: “¡Eres una bestia! Tenías razón, no te hubiera dejado
solo.”
Allí empezó todo. Tras esa noche los encuentros sexuales con Pilar empezaron a ser
más seguidos. Ella dejó de lado al tipo que la afanaba16 y empezamos a encontrarnos
en diversos lugares. Salíamos a conversar, caminábamos y demás, mas lo común era
terminar en un hostal tirando. Sí, tirando. Aunque a veces ocurría en otros lugares, en
algunas oportunidades lugares públicos.
Pero a medida que aumentaba la cantidad de encuentros, lo bestia iba aminorando, y
la ternura iba ganando terreno. Hasta que una noche pasó. Después del coito nos
quedamos abrazados viendo televisión sobre la cama, mirándonos… La torta se volteó.
Lo que empezó como un juego, un juego cuyas reglas conocía muy bien, terminó

15
16

Kinky: pervertido.
Afanar: cortejar.

20
convirtiéndose en otra cosa…ilusión. Aunque si juzgamos las cosas por los hechos
debería decir que me enchuché.
Nos acostumbramos a estar todo el tiempo juntos, compartiendo distintas cosas. Y es
que teníamos algunas cosas afines como el gusto por las películas de terror y la música
extrema. Pero lo que más compartíamos era el gusto por el sexo.
No había día que no tirásemos, o al menos que no me hiciese una felatio estemos donde
estemos: en su casa, en la mía, en el parque, o en un hostal. Siempre había algún tipo
de actividad sexual en nuestro día a día.
Fue con Pilar con quien el morbo y la perversión se acrecentaron en la cama.
Ambos nos pegamos. Creímos estar enamorados, ilusionados. Algo que duró poco más
de un año.
Durante los doce primeros meses tirábamos todos los días, de distintas maneras y en
distintos lugares. Pero luego del año y unos meses, las cosas empezaron a cambiar.
Mientras yo seguía pegado en todo, ella empezó a aburrirse, asumo. Cosa que hizo más
notoria el día que empezó a trabajar.
Sí, sé sobremanera que no todo se basa en el sexo. Pero fue así como empezamos, y
como mantuvimos la “relación” que tuvimos. Sin embargo lo que teníamos también
involucraba otro tipo de actividades que compartíamos, pero igual, en algún momento
del día, la cama nos esperaba, y no necesariamente para dormir en ella.
Pasados un par de meses que Pilar entró a trabajar en uno de los supermercados que
hay en la ciudad, ciertas cosas empezaron a cambiar. Acepto que de alguna manera u
otra algunas de mis actividades hicieron que nos alejemos un poco, sin embargo no me
esperaba lo que iba a suceder.
El principio del fin – como dice el nombre de una canción de Ángeles del Infierno – se
avizoró cuando ella empezó a salir con los amigos del trabajo, sola – y recuerdo también
que no le gustó mucho la idea que yo haga lo mismo al mismo tiempo. – Digo que todo
empezó allí pues al cabo de un par de semanas, a la hora del almuerzo, y mientras yo
estaba en el cuarto que alquilaba, – pues ya me había independizado – me envió unos
mensajes que decían lo siguiente:
-

¡Eres una mierda! Debí habérmelo esperado sabiendo cómo eras. Que ilusa que
fui. No me llames, no me escribas, no me busques. Deja que asimile todo lo que
ocurrió.

No entendía una sola de las palabras que leí en esos mensajes. Era como si los hubiese
escrito en chino.
21
La llamé, era lo mejor que podía hacer, pues no sabía qué era lo que pasaba
-

¿Pilar?¿Qué pasó? ¿Por qué esos mensajes?

-

¿No entiendes qué significa que no me llames?

-

Al menos me merezco una explicación. Y esos mensajes no me la dan.

-

¿Explicación de qué? Tú sabes muy bien de qué se trata todo esto.

-

Si te estoy llamando es porque no lo sé. ¿No crees?

-

Ya me enteré que mientras yo me parto el lomo trabajando tú te andas
revolcando con otra. ¿Sabes qué? Tengo que trabajar. – y colgó. –

Esperen un minuto. ¿“Me ando partiendo el lomo”? ¿Es que acaso ella trabajaba
para mantenerme? NO WAY!!!! La cosa no era así. Es más, yo no había hecho nada,
absolutamente nada.
La busqué al salir de su trabajo para aclarar las cosas. Me mostró unos mensajes
que le habían enviado de internet – algo que incluso ella misma pudo haber hecho
– y se entercó en que no podía seguir con eso. Sólo atiné a preguntarle: - ¿Crees
en mí si te digo que no lo hice?, a lo que respondió con un rotundo “No”. Me paré
de donde estaba sentado y me fui.
Días después de eso me escribió.
“Julián. Estoy muy confundida y demasiado dolida con todo esto. Por favor,
tomémonos un tiempo para que las cosas se calmen y podamos retomar todo. Lo
que sí te pido es que no desaparezcas y me hagas sentir que todavía estás allí para
mí.
Te quiere,
Pilar.”
Ilusamente le hice caso. Estuve pendiente de ella y de que tal vez podamos retomar
todo, aun cuando sabía que las cosas no funcionaban de esa manera. Y es que
tenía todo frente a mis ojos para darme cuenta que era solamente una coartada,
pero no lo veía. Al menos no en ese momento.
Luego de unas semanas que ocurrió lo de los mensajes, me encontré con un amigo
en el messenger y éste me vino con una noticia que me dejó frío y marcando mil.
-

O’e, tío. ¿Cómo estás?

-

Bien, hermano. ¿Tú qué tal?

22
-

Bien, bien. Julián. No sabía que habías terminado con Pilar. La vez pasada metí
la pata.

-

¿Quién te dijo eso?

-

Hace unos días me crucé con ella y la empecé a molestar contigo, y ella me
contó que ya no estaban. ¿Qué pasó, ah?

-

Nada, viejo… No pasó nada.

-

Ella me dijo algo así como que le sacaste la vuelta.

-

La verdad, es que de saber que las cosas iban a terminar así, lo hubiera hecho.

Pilar se había encargado de decirle a la gente que nos conocía que yo le había sido
infiel, y que debido a eso ella había terminado conmigo. Algo que yo no estaba enterado.
Al menos no del todo, si recordamos el email que ella me había enviado.
Entré en depresión. Y con ella me tiré al abandono de cierta forma. El desgano empezó
a ganar partida en mi día a día. Empecé a tomar seguido e iba a trabajar, pero no con
el gusto con el que usualmente lo hacía. Era otro. Era mi propia antítesis. Lo único a lo
que me aferré en ese entonces fue a leer, leer y escribir en los momentos en los que
estaba solo. Algo que me mantenía en un limbo, ni siendo yo mismo ni mi antítesis.
Recuerdo en esos días escribí la expresión “Que las letras llenen el vacío que dejaste”
– haciendo referencia a cómo extrañaba ser yo mismo. –
Pero todo tiene un final. Lo bueno, lo malo, lo que debió suceder y lo que nunca debió
pasar. Es la ley de la vida. Y así como me deprimí por lo ocurrido, me levanté de ello. Y
me levanté con más fuerzas. A las finales yo no había hecho nada que en realidad
mereciera ese aislamiento en la isla de la desolación, la pena y la autocompasión. “Yo
valgo más que eso,” me dije y me levanté. Bien dicen que cuando se da un paso atrás,
debe ser para dar tres hacia adelante. Y yo di diez.
Tuve la suerte de contar con buenos amigos en su momento. Pero lo más paradójico es
que quienes demostraron una verdadera amistad fueron personas que jamás pesé que
lo harían. Básicamente fueron dos amigas las que siempre estuvieron allí. Una que
conocí en medio de ese episodio de mi vida, y la otra que conocía desde algún tiempo
atrás, pero con quien nunca tuve mucha cercanía, sino hasta ese momento.
A Marcela la conocí un día que fui al estudio de tatuajes de Wilmer, un amigo al que
visitaba esporádicamente para pasar el rato.
23
Esa tarde llegué fumando un cigarrillo, intentando mantenerme con una sonrisa en el
rostro, cosa que no podía hacer por mucho tiempo. Al entrar al estudio, lo vi acompañado
por una chica delgada, trigueña, de estatura media, cabello lacio castaño largo, con un
mechón algo rubio en la parte de la nuca. Cuando volteó al momento en el que saludé
a Wilmer, pude verla mejor. Me pareció bastante guapa, aunque tenía cierta
peculiaridad, no vestía como las chicas de la edad que ella parecía tener – cerca de
veintitrés años – por más relajadas que éstas fuesen. Llevaba puesto un jean bastante
flojo, un polo color verde petróleo y una casaca a cuadros.
Wilmer nos presentó. Inmediatamente congeniamos y conversamos durante un buen
rato. Fue tanto así que a la hora que el estudio de tatuajes cerró, ambos nos fuimos
caminando juntos como conversar, ya que prácticamente íbamos en la misma dirección.
-

Y dime, Marcela. ¿A qué te dedicas?

-

Soy diseñadora gráfica publicitaria. Toma mi tarjeta en caso necesites que te
haga algún trabajo.

-

Chévere. El diseño gráfico me parece genial.

-

Lo es. Me la paso súper cuando diseño. Es arte, y me encanta el arte. Si no no
trabajaría en esto, ni tendría todos los tatuajes que tengo.

-

¿Qué, cuántos tatuajes tienes?

-

Algo de treinta.

-

¡Mierda! Treinta. Yo con las justas tengo dos. Jajajaja.

-

Jajajaja. Disculpa, me llama mi novia.

Con esa última línea causó dos efectos en mí: me dejó frío y me hizo comprender el por
qué de la manera de vestir que tenía. Sí, Marcela era lesbiana.
Al principio lo poco de conservador que tenía se puso en jaque. Pero al ver que
congeniamos con tanta facilidad, y el hecho que me causaba cierta confianza,
empezamos a frecuentarnos más. La agregué al messenger, y por ese medio nos

24
comunicábamos de manera continua al principio. Agarramos tanta confianza que ya no
nos llamábamos por nuestros nombres, sino que ella me decía papaxito, y yo a ella
mamaxita. Al fin y al cabo, muy a pesar de su opción sexual, ella era una mujer.
Nos jodíamos, y bastante, pero dentro de todo sabíamos que era solo eso, una joda.
Ella era mi brother Marcelo.
Debe haber sido gracioso vernos caminar por el centro de la ciudad o alguno de los
centros comerciales – o malls – matándonos de la risa, y volteando al mismo tiempo a
ver a la misma flaca que pasaba cerca de nosotros. Y es que vaya sorpresa, teníamos
casi los mismos gustos en mujeres.
-

O’e papaxito. ¿Qué actriz te gusta? No importa si es antigua. Ya, empecemos
por las actrices viejas y de allí vamos por las nuevas.

-

Meg Ryan. Esa tía cuando era joven era un amor. Siempre me movió el piso.

-

¡¡¡Sí!!! Tienes toda la razón del mundo. ¿Y de las actuales?

-

Hmmmm… Milla Jovovich y Natalie Portman, básicamente ellas.

-

No seas copión, o’e. Te pasas.

Y es así que nuestra amistad se fue acrecentando. Era como andar con una chica guapa
que pensaba como hombre. Era todo un caso. Caso que generó cierta situación que
hizo que me muera de la risa.
Un día estando por la sección de embutidos de un supermercado de la ciudad, mientras
buscábamos qué comprar para preparar una pizza y comer mientras veíamos una
película, nos topamos con la esposa del primo de Pilar. Las presenté, y al minuto ella
se fue. No pasaron ni dos días cuando recibí un email de Pilar.
“Ya me enteré que conseguiste a alguien. No sabes qué alegría me da por ti. Te lo
mereces. Aunque ¿No crees que fue muy rápido?”

25
No pude aguantar tirarme una carcajada. Pilar reclamándome por salir con alguien, que
encima era mi brother – aunque ella no lo sabía –, y sobre todo cuando ella ya salía con
otro tipo. Fue todo un loco, como Marcela solía llamarle a alguna situación que era una
locura o fuera de lo común. No podía dejar de reírme.
El caso con Sheyla era distinto. A ella ya la conocía cerca de cinco años, aunque solo
éramos de “hola, ¿cómo estás?”, o conversaciones poco frecuentes en algún concierto
o en algún local en el que la gente se reunía por aquellos tiempos. Muy a pesar de eso,
tenía a Sheyla entre mis contactos, aun cuando eran muy contadas las veces que
chateáramos. Sin embargo Sheyla me demostró algo que no me esperaba. Una amistad
que no pedía nada a cambio, una compañía invalorable. Algo por lo que siempre le
estaré agradecido.
¿Cómo así pasó de ser solo una conocida a una persona que siempre estuvo allí? Pues
bien, a veces parece que las cosas se dan solo porque sí, porque están destinadas a
darse, aunque esto suene muy iluso y no tan maduro.
En uno de esos momentos en los que me encontraba solo en el cuarto en el que vivía,
escuchando música, y escribiendo algo en la computadora, me conecté al messenger y
empecé a conversar con diversos amigos, preguntándoles por algún concierto que se
avecinase o simplemente hablando pavadas17. Allí estaba Sheyla conectada con un
subnick que daba entender que no pasaba por un momento muy grato. Al leerlo creí que
tal vez necesitaría hablar con alguien, por lo que le pasé la voz.
-

¡Hey! ¿Qué tal?

-

Ahí, maso. ¿Estás bien?

-

17

Hola, Sheyla. A los siglos.

Maso, también. Algunos problemas con mi viejo.

Pavadas: tonterías.

26
-

Entiendo. Pero tranqui. Verás que todo se solucionará. A las finales, sea lo que
haya sido, tu viejo debe tener algún argumento que para él sea válido. Conversa
con él. Verás cómo todo se solucionará.

-

Sí, lo haré. Gracias por el consejo. Y no te preocupes, que estaré bien. Mas bien
a ti te vi no hace mucho, y la verdad es que no parecías el mismo que siempre
veía cada que nos cruzábamos.

-

Bueno. Algunas cosas que pasan. Ya te contaré en algún momento que nos
veamos.

-

Pero, ¿estás bien en este momento?

-

Tranquilo, al menos en este momento estoy tranquilo. Aunque me siento algo
solo. Ya pasará, no te preocupes.

-

¿Dónde estás?

-

En el cuarto que alquilo.

-

¿Por dónde queda? Yo estoy cerca de la UCV18

-

Una cuadra antes de la UCV. En la misma avenida Larco.

-

Dame unos minutos. Termino algo acá en la computadora y voy a verte.
Espérame en la esquina de la universidad en unos diez minutos.

-

No te preocupes.

-

Naaa… Cerraré esto para terminar rápido e ir a verte. Ya sabes. En diez minutos
en la esquina de la universidad.

-

Ok. Gracias.

Y así fue. Salí a los diez minutos y a cierta distancia divisé a Sheyla.
Ni bien nos encontramos ella me dio un chocolate diciéndome: “Esto es para ti. Para
que te alegre la tarde,” lo que me hizo sonreír y considerar su gesto como el más
acertado que había encontrado en muchísimo tiempo.

18

UCV: Universidad César Vallejo.

27
Sheyla me convenció para ir a caminar por el Real Plaza19como conversar. Al principio,
al encontrarme algo renuente a hablar acerca de lo que me ocurría, ella me comentaba
acerca de sus planes, de lo que había ocurrido con su papá y, muy hábilmente, sobre
lo que había ocurrido con su último enamorado y el cómo ya no se hablaban. Digo muy
hábilmente pues algún tiempo después ella me confesó que lo hizo porque ya sabía lo
que ocurría conmigo, pero quería que sea yo quien le toque el tema y no ella
preguntarme al respecto, muy buena estrategia.
Esa tarde fuimos al cine, tomamos un café, fumamos unos cigarrillos, y tras haber
conversado de todo lo que nos aquejaba emocionalmente terminamos riéndonos de
todo y simplemente decidimos disfrutar de los minutos que nos restasen juntos.
Tras ese día, Sheyla me llamaba casi a menudo para saber cómo estaba y si tenía
tiempo libre en el trabajo para poder vernos. Me iba a buscar al departamento en el que
alquilaba un cuarto llevando DVDs, y allí pasábamos el rato, a veces los dos solos, a
veces con Marcela, que también iba a visitarme, pasándola bien los tres juntos.
Nuestra amistad acrecentó. Pasamos buenos momentos juntos – felizmente el horario
de trabajo que yo tenía en ese momento me permitía el poder vernos y salir por las
tardes, usualmente, y alguna que otra mañana – en los cuales veíamos películas,
jugábamos alguna cosa, escuchábamos música y demás. – Todo esto usualmente en
mi cubil, que ya no era necesariamente unipersonal, sino que se convirtió en nuestro
cuartel general.
Todo iba bien. Los dos nos habíamos convertido en compinches que compartían casi
todo. Pero siempre, o casi siempre, ocurre o hacemos algo que nos trae de regreso a la
tierra, y debí verlo venir. Debí percatarme de eso aquella noche que estábamos tirados
en la cama viendo una película, y que al voltear para conversar por momentos, ella se
ponía algo nerviosa pues estábamos un tanto cerca el uno del otro, por lo que al

19

El Real Plaza es uno de los mall que hay en Trujillo – Perú.

28
terminar la película, un tanto apresurada ella me dijo: “Julián. Es algo tarde y me tengo
que ir. Nos vemos en estos días, ¿sí? Cuídate.” Y se fue.
No nos vimos por cerca de tres días. Yo sólo pensaba que Sheyla probablemente tenía
trabajos que hacer, y no le presté mayor atención a lo sucedido.
Luego de esos tres días la llamé y le pregunté cómo estaba ya que no sabía nada de
ella. Me dijo que todo estaba bien, y preguntó si estaba en mi cuarto, pues estaba
aburrida y quería saber si podía ir a verme. La respuesta fue más que obvia: “Eso no
tienes ni por qué preguntarlo. Ven todas las veces que desees.”
Ni bien llegó nos pusimos a escuchar música en la computadora mientras
conversábamos en la cama. Me dijo que tenía algo de frío, y sí, hacía frío aquella
mañana. Le dije que se tapara y me pidió que me tapase con ella, así se sentiría más
cómoda. Seguimos conversando y riendo. La música de la compu se apagó. Ella sacó
su mp3 y empezamos a escuchar música allí, acostados en la cama, tapados. De un
momento a otro ambos nos tapamos hasta la cabeza. Empezó a sonar Maybe tomorrow
de Stereophonics, canción que empezamos a cantar y reír mientras lo hacíamos. De
pronto ella me dijo:
-

¿Sabes quién es Patrick Swayze?

-

¿El actor?

-

Claro. Pero, ¿Sabías que él también era cantante?

-

No. No lo sabía.

Tras lo cual buscó la canción She’s like the wind y me la hizo escuchar mientras ella
cantaba el coro. Yo estaba pegado en la canción al tiempo que ella me miraba y cantaba.
En ese momento estábamos cerca, bastante cerca el uno del otro. Nos quedamos
mirando, y a medida que pasaba el tema empezamos a besarnos, y con los besos
vinieron las caricias, y tras las caricias, nuestras prendas empezaron a desaparecer, los
besos se tornaron más íntimos, al igual que la respiración empezaba a acelerarse y de
29
sus labios empezaban a salir ciertos gemidos. Tras ello saqué un preservativo del cajón
del mueble de la computadora y terminamos teniendo relaciones.
Al término del acto ambos nos quedamos callados. Ella volteó, se acercó a mí, y me dio
un beso. Volteé, la quedé mirando sin atinar a decir nada. Ella me abrazó, me dio otro
beso y me dijo:
-

¿Sabes? Me gustas desde hace mucho, pero no estás en el mejor momento
como para poder decir que hay alguna esperanza de que ocurra algo entre
nosotros. Esto es lo que temía aquella noche. Me moría de ganas por besarte, y
de hacerlo contigo, pero no era lo correcto. No te preocupes, esto pasó porque
yo también quería que pase. Y por cierto, gracias por hacer posible que
terminemos al mismo tiempo.

Esa última parte nos hizo reír. Y tras la risa ambos nos abrazamos.
Ese día fue el último que pasamos juntos.
Guillermo es un amigo que tocaba el bajo en uno de los grupos en los que canté. Me
llamó hace unos minutos diciéndome que necesitaba que vaya a verlo a donde vive. Al
igual que yo hace algunos años, él está alquilando un cuarto en un departamento. Dicho
departamento no queda muy lejos del mío, así que iré a ver en qué lo puedo ayudar.
-

Hola, Julián. ¿Cómo estás?

-

Bien, tío. A los tiempos. ¿Qué tal todo?

-

Bien, bien. Pasa. Necesito pedirte un favor. Espero puedas hacérmelo.

-

Dime, ¿de qué se trata?

-

Mira. Voy a viajar con mi faca20 y la verdad no quiero dejar mi cuarto solo. Por
más que conozco a los que viven aquí, igual soy un poco desconfiado y quisiera
saber si tú puedes quedarte acá.

20

Flaca: enamorada, novia.

30
-

Por mi normal. Pero dime, ¿cuántos días estarás fuera?

-

Estaremos de viaje por cerca de cinco días. Entonces, ¿cuento contigo?

-

Ya, normal. ¿Cuándo viajas?

-

Esta noche.

-

¿Ya hablaste con el dueño del departamento? No quiero que haya roches21con
él.

-

Sí. Le dije que viajaré y que un amigo se quedaría en el cuarto para cuidarlo.
Aún no le he dicho quien, pero él te conoce, así que no hay problema.

-

Ya, chévere. Entonces, cómo hacemos para que me des las llaves.

-

Mi bus sale a las diez de la noche. ¿Puedes venir a las ocho y media, de paso
que traes tus cosas?

-

Claro, no hay problema. Yo vengo a esa hora.

-

Gracias, cholo. En verdad te debo una muy grande.

-

No te preocupes, hermano. Para eso estamos los amigos.

Es difícil decirle que no a un verdadero amigo. Sobre todo cuando él también te ha hecho
favores en más de una oportunidad.
Son las ocho y cuarto, y yo aún estoy metiendo algunas cosas en la mochila para poder
quedarme en el cuarto de Guillermo. Felizmente mañana entro a trabajar a las diez de
la mañana, lo que me da tiempo para venir al departamento a bañarme y tomar
desayuno, así como sacar alguna otra cosa que necesite para pasar el día o la noche
allá. Un libro, el mp4, el pijama y ropa interior limpia son lo primero que meto en la
mochila. Ya es hora de irme.
-

¡Aló, Guillermo! ya estoy a una cuadra y media. Baja para que me abras la
puerta.

-

21

Listo, Julián. Ahorita bajo.

Roche: problema.

31
Mientras camino, voy mirando al cielo. Hay luna llena. El firmamento está como casi
nunca se ve en esta ciudad, estrellado y despejado al mismo tiempo. En pocas palabras,
es una noche genial. A la distancia veo a Guillermo esperándome en la puerta del
edificio.
-

¿Ya listo para el viaje?

-

Sí, viejo. Gracias por venir. En serio.

-

Gracias hacen los monos. Jajajaja.

-

Jajajaja. ¡Maldito! Vamos, sube.

-

Y dime, ¿Ya saben que habrá un infiltrado en el departamento?

-

Sí, normal. No te pendejees con las flacas nomás.

-

Jajajaja. Mongol. Nada, no te preocupes.

-

Toma, Julián. Estas son las llaves. La redonda es la llave del cuarto. Esta
cuadrada es la llave del departamento, y la que tiene forma de rombo es la de la
puerta del edificio.

-

Entendido.

-

Normal puedes usar la cocina para prepararte algo. Es una cocina común, así
que no hay problema.

-

Ya, chévere entonces.

-

Está de más decirte que le pongas llave a la puerta del cuarto cuando salgas.

-

Ya, o’e, estate tranquilo. No va a pasar nada.

-

Lo sé. Pero nunca está de más decirlo. Mas bien, si traes a alguna flaca, no me
vayas a dejar la cama sucia. Jajajaja.

-

Jajajajaja. Shhhh!!!! Que nadie se entere. Jajaja.

-

Puta, viejo. Acá son más chismosos. Andan parando la oreja. Felizmente me
llevo bien con ellos, si no imagínate.

-

Mejor que me lo hayas dicho, entonces. No vaya a ser que ande calato y
Mariana, que está al costado, se esté ganando por la ventana, jajaja.

32
-

Jajajaja. Este huevón, no cambia. Bueno. Ya me tengo que ir. Gracias de nuevo.

-

No te preocupes. Anda nomás. Suerte en el viaje. Ve con cuidado.

-

Gracias, tío. Nos vemos en cinco días.

Me encuentro haciendo zapping sin encontrar algún programa que me llame la
atención del todo. Es increíble cómo a pesar de tener televisión por cable a veces
no se encuentre algo lo suficientemente interesante como para pasar el rato. Y es
que a pesar de que son las más de las once de la noche, no tengo sueño. Creo que
sacaré el DVD de ISI DISI que traje para reírme un rato. Esos Santiago Segura y
Florentino Fernández son todo un cague de risa.
Son las siete de la mañana. Acabo de despertar y la verdad me sentí algo extraño al
abrir los ojos y encontrarme en un cuarto que no es el mío – a pesar de que es algo
amplio y bastante cómodo. –
Estoy a punto de salir del cuarto para dirigirme a mi departamento y poder darme un
baño, así como desayunar algo rápido antes de ir a trabajar. Sólo espero no cruzarme
con nadie al momento de salir de aquí.
Me miro en el espejo que Guillermo tiene en la pared frente a su cama. Y es que él es
de los más vanidosos que conozco – suele mirarse en cuanta superficie muestre su
reflejo para ver si está bien peinado, o si simplemente se ve bien ante sus propios ojos.
– Abro la puerta despacio mientras me coloco uno de los audífonos del mp4 en la oreja
izquierda, cuando de pronto escucho la voz de una mujer hablándome
-

¡Hola! ¿Tú también vives aquí?

Al voltear a ver a quién pertenece esa voz me topo con una chica bastante simpática.
Es de estatura baja, blanca, de cabello castaño y ojos marrones claros. Lleva un par de
trenzas como las de la Chilindrina y tiene puesto un overol color celeste y un polo azul.
En su rostro se refleja una sonrisa de oreja a oreja mientras me sigue hablando.

33
-

Lo que pasa es que soy nueva en el departamento y quería saber si cualquiera
podía usar la cocina.

-

Hola. Disculpa. Lo que pasa es que no vivo aquí. Sólo estoy cuidando el cuarto
de un amigo que está de viaje, pero según me dijo todos la pueden usar. Genial.
Muchas gracias. En verdad me salvaste. Por cierto, me llamo Fiorella.

-

Julián. Mucho gusto. Y nada, no te preocupes. Estaré por acá por unos cuantos
días más. Si puedo ayudarte con algo, pásame la voz.

-

Gracias, Julián. Eres muy amable.

-

No tienes por qué. Disculpa que no siga conversando, pero debo irme en este
momento.

-

No te preocupes. Yo también. Debo preparar mi desayuno antes de ir a trabajar.
No vayas a creer que esta es mi ropa usual, jajaja.

-

Jajajaja. No te preocupes. Bueno. Un gusto nuevamente. Ya nos veremos por
acá en cualquier momento.

Fiorella se dirige a su cuarto mientras yo voy saliendo para ir a mi departamento a
bañarme y tomar desayuno antes de trabajar. “Hay algo en ella que me llama la atención.
Me gustaría conocerla un poco más” – me digo mientras abro la puerta del edificio. –
El día ha transcurrido sin muchas incidencias fuera de lo normal. Aunque el trabajo en
sí me ha abierto el apetito, por lo cual he decidido, ya estando instalado en el cuarto de
Guillermo, pedir una pizza. Tengo unas ganas locas de comer una Hawaiiana. La piña,
el queso hecho chicle, la salsa de tomate, con orégano y páprica espolvoreados
encima… Mejor no sigo pensando que ya se me hace agua la boca. La teleoperadora
me dijo que llegaría más o menos a esta hora, así que estoy mirando el reloj cada ciertos
segundos. ¡Ya no aguanto más!
El comunicador de la habitación acaba de sonar. Sí, felizmente es el delivery, así que
voy en busca de ella.

34
No sé por qué mientras saboreo la Hawaiiana que me acaban de traer, al mismo tiempo
de ver un programa de cable que se ha vuelto bastante famoso en los últimos meses,
estoy pensando en Fiorella. ¿Se encontrará en su cuarto en este momento? ¿Le
incomodaría si la llamo para comer pizza juntos y conversar? A las finales, sólo nos
hemos visto una vez, y con las justas hemos cruzado palabras.
Entre dudando y armándome de valor salgo en dirección de su cuarto. Me detengo justo
en la puerta a pensármelo dos veces, cuando de pronto:
-

¡Julián! Qué milagro tenerte por acá. ¿Qué ha sido de tu vida?

Es Mariana, la vecina de Guillermo. Una chica agradable con la que ya habíamos
intercambiado pareceres debido a que en algunas oportunidades nos encontrábamos
en algún lugar junto con Guillermo.
Me acerco a saludarla. Ella me habla sin que yo la escuche del todo. Sólo distingo su
timbre de voz y veo sus labios moverse formando palabras, sin embargo mi mente está
en otras. “¡Puta madre! Falta que se haya ganado22 que iba a ver a Fiorella.” Mientras
pienso eso, se abre la puerta del cuarto de Fiorella, asomándose ella para salir de allí,
y mientras camina en nuestra dirección – que es la dirección que da ya sea a la cocina,
el baño compartido por la mayoría de habitaciones, y la salida, – ella muy amenamente
dice,
-

¡¡Mari!! Oye, amiga. Justo estaba que quería verte.

-

¿Se conocen?

-

Claro, Julián. Estudiamos juntas. Yo le pasé la voz a Fiorella que había un cuarto
disponible acá, así que se mudó. ¿Y ustedes, de dónde se conocen?

-

Conversamos temprano. No sabía si podía usar la cocina, y felizmente me topé
con Julián.

22

Ganarse: darse cuenta de algo.

35
Empezaron a conversar entre ellas, y yo solamente atiné a quedarme un rato
escuchando. Pero Mariana no es tonta. Mientras estábamos allí, ella me miraba como
diciendo: “Pendejo. Ya me di cuenta que te gusta Fiorella,” y la verdad de cierta forma
tiene razón.
Fiorella se va a la cocina y Mariana se despide de mí. Según dice ha tenido un día largo
y quiere descansar. Voy hacia la cocina con la excusa de poner agua a hervir. Es el
momento propicio para preguntarle a Fiorella si desea comer conmigo.
-

¿Qué tal tu día?

-

Todo bien, felizmente. Gracias. ¿Qué tal el tuyo?

-

Bastante bien. Nada fuera de lo normal dentro de todo. No sabía que eras amiga
de Mariana.

-

Ni yo que tú también lo eras.

-

Bueno. Salimos un par de veces con Guillermo, mi amigo a quien le estoy
cuidando el cuarto, y allí agarramos algo de confianza. Es agradable la flaca.

-

Sí, lo es. ¿Vas a tomar algo?

-

Sí. Por cierto, ¿te gusta la pizza?

-

Sí. ¿Por qué?

-

Lo que pasa es que me apeteció una y llegó no hace mucho. ¿Deseas
compartirla conmigo?

-

Gracias por la invitación.

-

Normal. Mira, en el cuarto de Guillermo hay una mesa. Podemos sentarnos allí
y conversar, de paso que tomamos un tecito o un café para acompañarla como
que baja un poco la grasa.

-

Ya. Entonces te veo en un minuto. Voy a apagar el televisor de mi cuarto.

La verdad no me la creía. Pensé que era solo un “está bien” por compromiso, pero era
mucho mejor que un no. Tras esas últimas palabras ambos nos dirigimos a los cuartos
que habitábamos, aunque aquél en el que yo estaba no era mío.
36
Ya han pasado cerca de cinco minutos y Fiorella no viene. Mi teoría de que sólo fue un
sí forzado por la situación va tomando más cuerpo, pero aun así no me atrevo a comer
una tajada más de pizza, a parte de la que comí cuando ésta llegó. “Esperemos cinco
minutos más,” me digo viendo la televisión para poder engañar a la ansiedad. De pronto
la puerta suena: ¡TOC TOC TOC! tres veces con una contundencia que hace muestra
de educación y seguridad al mismo tiempo. Abro la puerta y sí, es Fiorella. Lleva esa
sonrisita en el rostro. Me está matando con eso y ella, la verdad, no sé si lo sabe. Sí,
soy un iluso…recién nos conocemos y ya me está empezando a gustar. Pero es que
hay algo en ella que me atrae y quiero conocerla mejor. Como dije antes, las cosas no
se fuerzan, simplemente pasan.
La invito a pasar al cuarto y a tomar asiento en la silla que está junto a la mesa redonda
que tiene Guillermo ahí. Yo me siento en un banco de plástico y empiezo a llenar unas
tasas con agua caliente mientras le ofrezco té y café para que ella se sirva lo que
apetezca. Empezamos a conversar, a hablar de nuestras vidas, de lo que nos gusta y
de lo que hacemos. ¡Ella es genial!
Me cuenta que es del sur del país, que su papá es de esta ciudad y su mamá de la
capital. Que vino al principio como a probar si le gustaba quedarse acá y empezó
viviendo en casa de unas tías. Yo le cuento algo de mi vida también, pero la verdad
prefiero callar un poco y escucharla. La charla se torna cada minuto más amena. Ella
es de por sí amena, interesante y suelta de huesos.
Vemos la hora y nos damos cuenta que más de dos horas conversando han pasado en
un santiamén. Ambos tenemos que ir a dormir. Tanto Fiorella como yo debemos trabajar
mañana temprano, aunque la verdad no me arrepentiría de pasar la noche dialogando
con ella. Sí, dialogando. Quiero saber más de su vida.
El tiempo pasa volando. Casi sin sentirlo han transcurrido ya cinco días que estoy
quedándome en este lugar, y la verdad no pensé pasármela tan bien. Cada día he ido

37
conociendo a Fiorella más y más, y siendo sincero me apena tener que regresar a mi
departamento, a mi realidad. He encontrado una muy buena razón para no ser tan
ingrato y visitar a Guillermo más seguido.
Ya son cerca de las siete de la mañana y Guillermo debe estar por llegar. Me apuro para
tener listas mis cosas y poder dejar el cuarto limpio. El cielo – a través de la ventana –
se ve despejado, incluso siendo tan temprano. Bajo por las escaleras, ya más despierto
que hace unos minutos pero todavía con algo de desidia. Al llegar a la puerta veo
detenerse una station wagon con dos pasajeros. Son Guillermo y Susan, su novia,
quienes aún lucen soñolientos por efectos del viaje de retorno.
Guillermo me agradece por el favor de haber cuidado su cuarto, y hablando a una
lentitud propia del estado en el que se encuentra – parece recién despertado, y a la
fuerza. – Le digo que no se preocupe, que para eso estamos los amigos y decido
emprender el camino de regreso a casa, escuchando algo de Calamaro en el mp4,
mientras en mi cabeza no dejo de escuchar la letra de Cuando no estás, y a la par
empiezo a extrañar desde ya el no poder compartir tiempo con Fiorella con la misma
frecuencia con que lo hice en los últimos cinco días.

38
…

39
… Unos años más tarde…

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Una carta de amor y reflexión sobre la vida

  • 1.
  • 2. Al amor de mi vida, Miluska. A pesar de que tengo muchos defectos, con todos y cada uno de ellos, y aunándose mis virtudes y todo mi ser, te amo con locura. 1
  • 3. Tengo una personalidad algo masoquista, ilusa, infantil y, sumada a lo que muchos podrían denominar como normal, esto termina involucrando algo de sádico de una manera inconsciente, mas no inocente. No soy adicto a sustancia alguna, llámese alcohol, cocaína, marihuana, o el largo etcétera que le sigue, mas creo que mi problema, aparte de haberme pegado algún tiempo en la pornografía y el gusto extremo de tener sexo – cosas que causaron ciertos estragos en algunas de mis relaciones amorosas de alguna manera – es el dejarme llevar por mis impulsos, muchas veces sin pensar en las consecuencias, a pesar de que en muchas otras oportunidades logre medirme. Soy racional y serio en mis responsabilidades, pero un desastre, un primate que quedó a media evolución, en algunos aspectos de mi vida privada. Me aman, amo, pero a las finales la termino jodiendo. Creo que nací para quedarme solo. Sí, solo, con mi música, mis libros, mis películas, alguna que otra play boy que aun guardo debajo del colchón de mi cama - como si alguien fuese a rebuscar ese tipo de cosas a mi edad - , y mis esporádicos ataques de escritor frustrado y falto de constancia. Me encanta el arte en sus diversas expresiones, pero en lo que más me involucré fue en la música. Tuve una banda, e intenté dármela de editor de revistas musicales; algo que me dio muchas alegrías, debo admitirlo. La música y la luna fueron, para mí, mis eternas compañeras de juergas, salidas, caminatas, amores, desencantos, tristezas, alegrías, revolcones, ilusiones, añoranzas, y demás. Lo sé, suena un tanto idiota, pero es la verdad, siempre las sentí mis cómplices de todo cuanto hacía y, tal vez, de mucho cuanto hago. Por cierto, me llamo Julián. Nací hace treinta y un años en el seno de una familia “normal”. Soy el mayor de cuatro hermanos, y el adorado primer nieto de dos familias bastante agradables, pero muy diferentes a la vez. Aun cuando siempre fui bastante suspicaz, también tuve mucho de pavo, mongo – o como dirían dos amigas mías que viven en el extranjero, capullo o fome – durante parte de mi infancia, aunque dentro de ello aprendí a observar y sacar conclusiones de ciertas situaciones muy hábilmente, pero a veces uno es muy ciego cuando se trata del círculo que lo rodea. Recuerdo que cuando era un niño aún, mi madre siempre se dedicaba a nosotros, y la sobreprotección era una de sus herramientas para ello. En más de una oportunidad ella solía decir: 2
  • 4. - Bien dicen que los ochomesinos son bien inteligentes. Tú eres ochomesino, hijito. A lo que yo con un tono algo pendejo le contestaba: - Mamá. Pero si tú y mi papá se casaron en marzo, y yo nací en octubre, entonces soy sietemesino, ¿no? Y ella sólo contestaba cambiando de tema, arma que domina a la perfección, y que parece ha ido mejorando con el pasar del tiempo, sobre todo cuando se trata de una situación incómoda. Sin embargo, nadie contaba con la astucia de mi tía Cuculi, quien años más tarde constató lo que me imaginaba con un muy “alturado”: - ¡Ya que se deje de cojudeces tu mamá, oye! Qué tanto se alarma porque la hija de la vecina salió embarazada, si ella se casó porque ya te estaba esperando. Palabras con las que me sacó una gran sonrisa cachacienta y un ligero movimiento de cabeza. En la actualidad no tengo mucho contacto con mi familia. Me independicé hace ocho años, y aunque frente a mí siempre mostraban una sonrisa, a las espaldas la historia todavía es muy distinta. Al inicio pensé que las cosas podrían ir mejor con ellos al salir de casa, pero me equivoqué. Hubo muchos motivos por los cuales salir de allí. Para empezar, mi padre siempre estuvo fuera por razones de trabajo, y según mi vieja1, yo tenía que hacer sus veces: acompañarla a hacer la retafila de cosas que tenía planeadas, hacer las compras de la casa – y es que mi hermana es mujer y le podían hacer algo, y mis hermanos menores eran muy pequeños para salir a comprar o hacer algún mandado, y eso que los menores ya tenían trece y doce años – cuidar la casa si es que el resto salía, etc. La cosa es que hubo un momento en el que me terminó llegando altamente el que tenga que “dar el ejemplo” y demás. Carajo, no tenía mujer y ya tenía que fungir de padre... ¿¿¿JUAAAAAAAAAAATTTTSSSS??? O sea, ¡¡¡¡No jodan!!!! Por otro lado, estaban muchos de mis amigos del barrio, los que eran mayores que yo por algunos años y con los que paraba de manera más que esporádica, quienes tenían cierta historia parecida a la mía. Si los menciono es porque veía que no lograban salir de allí y ser ellos para y 1 Vieja: mamá. 3
  • 5. por ellos mismos. Vivían siendo los “Goyitos”. Al darme cuenta de eso me entró un terror único. Acepto que no soy un santo, que hice muchas cojudeces, y que cometí muchos errores, pero ni de a palos quería pasar toda la vida en la casa de mi familia, haciendo la de papá y demás. Total, la vida es una, o la vivía, o la vivía. Esa era la consigna. Salí de allí con unas cuantas cosas – mis discos fueron lo primero que saqué, de cabeza2, junto con algo de ropa y algunas otras cosas como mi PC, el mueble para ésta, el televisor, mi colchón entre otros –, todo gracias a un trabajo que me daba lo suficiente como para mantenerme. Empecé una nueva aventura, y vaya si lo fue. Hoy es un día extraño. Buscando música en internet encontré un disco de Collective Soul – o coléctiv sul como solía llamarle mi amigo Coco – y se me han venido a la mente muchos recuerdos de la adolescencia. Tiempos aquellos en los que las preocupaciones que se tenía eran triviales. Coco recién había terminado el colegio, y se preparaba para estudiar derecho en una de las pocas universidades privadas que existía por aquella época en esta ciudad. Yo, recuerdo, estaba en segundo de secundaria. Parábamos de arriba para abajo. En aquellos tiempos lo acompañaba a esperar a la chica que él afanaba3. Nos íbamos escuchando el primer disco de Collective Soul en el walkman mientras caminábamos hacia el colegio donde ella estudiaba. Nos sentábamos en una banca cerca a la puerta del colegio tarareando la melodía de Shine, y a medida que pasaban las canciones, y se gastaba la pila que mordíamos para que aguante más y poder seguir escuchando el casete, siempre se salía de parte de alguno de los dos un: -¡Puta mare! Que paja4 esta banda, huevón. Todavía recuerdo tiempos aquellos, en los que el hermano menor de Gianella, la chica a la que esperábamos afuera del colegio, le pedía cinco soles a Coco para que puedan besarse, aunque había días en los que tenía que darle más porque estaba preocupado por su hermana. Y es que en el colegio le habían hablado sobre el SIDA, y el mocoso pensaba que podían contagiar a su hermana mediante un chape, por lo que cobraba más. Vaya lógica la de este niño. 2 De cabeza: sin pensarlo dos veces Afanar: cortejar. 4 Paja: chévere, más que agradable. 3 4
  • 6. Por aquellos años recuerdo me metí la primera borrachera en uno de mis cumpleaños. Bastaron ocho cervezas entre cinco adolescentes para andar diciendo a mis amigos que los quería como a unos hermanos, los hermanos mayores que nunca tuve. Con Coco, Kike – su hermano – y Nando compartimos un montón de experiencias. Recuerdo que les prestaba los videos porno que le encontraba a mi viejo en su ropero, los que obviamente primero pasaban por mi veredicto. Anal Spitfire, Taboo, Tarzan X, entre otros títulos eran los que tenía mi viejo camuflados entre los videos que grababa en VHS sobre los partidos de un Mundial de Fútbol de aquella época. También les prestaba las High Society, Pent House o Playboy que compraba en una especie de feria de libros que había en el centro de la ciudad. Éramos una sarta de mocosos arrechos y pajeros. Los años pasaron, y con ellos el distanciamiento. Algunos tomaron decisiones que, aunque erradas, fueron para ellos las mejores, y yo tomé decisiones que me llevaron a vivir otras experiencias, alegres y tristes, lejos de mis muy recordados y buenos amigos del barrio. Los tiempos cambian, dicen muchas veces, y nosotros con ellos. Mas creo que no es el tiempo el que nos hace cambiar de cierta forma, sino las necesidades, pues estas conllevan a más responsabilidades. “No quiero crecer5”, leo como título de un libro en la vitrina de una famosa librería en uno de los malls que aparecieron hace unos años por aquí. “Suena interesante el título”, me digo a mí mismo. Ésta es una problemática que se ve cada vez más acentuada en las nuevas generaciones. Y es que quién va a querer crecer si lo único que hacemos la gente adulta es quejarnos de lo que tenemos o no tenemos, de lo que queremos y todo lo que tenemos que esforzarnos para conseguirlo; y más aún si ven cuan amargados nos volvemos gracias a todo eso y que muchas veces le recriminamos a los hijos o a los demás sobre todo lo que uno debe sufrir o pasar para poder ser y/u obtener algo en este mundo cada vez más competitivo. Ese es nuestro error. Muchas personas de mi generación sólo viven para quejarse y no disfrutan lo que tienen. Se olvidan que la vida es una sola. Está bien, no podemos pasar el día a día pensando en que todo caerá del cielo, pero tampoco podemos pasarnos la vida pensando en lo que no tenemos, o en todo lo que nos costó conseguir algunas cosas, pues a las finales, jamás lograremos disfrutar de nuestro día a día. Ya Horacio lo dijo hace muchísimo tiempo atrás: carpe diem - toma el día. Lamentablemente, éste es el mensaje que le dejamos a la juventud, 5 No quiero crecer es un libro editado por la Psicóloga chilena Pilar Sordo. 5
  • 7. motivo por el cual muy difícilmente ellos quieren llegar a ser adultos, en otras palabras, nosotros. Yo, personalmente, prefiero tomarme las cosas con una dosis de todo un poco. Hay que ser responsable con el trabajo, pues sin éste no se come o no se tiene para las diversas necesidades que cada quien tiene, pero también hay que sonreírle a la vida. Total, amargándote no harás que las cosas cambien. Sumándose a esto, una dosis de niño nunca viene mal, al menos para mí. Aún disfruto de caminar sobre el sardinel de los jardines de regreso a casa después de un día de trabajo. Lo hago mientras escucho música – ya no en walkman obviamente, sino en mi mp4 – y voy ya sea tarareando la melodía de la canción que esté sonando en ese momento, o cantando el coro de la misma. Veo cómo la gente que pasa, ya sea en sus carros o a pie, me mira como un bicho raro, lo cual en verdad me importa un bledo, pues en esas miradas detecto en si cierta envidia de querer ellos también hacer lo mismo, pero que por el simple hecho de actuar a la altura de la edad no lo hacen. En otras palabras me gusta ser yo. ¿Inmaduro? Tal vez. ¿Loco? Quién sabe. Pero a las finales, de una u otra manera no le hago daño a nadie, sino me hago un bien a mí mismo, vivo feliz, vivo siendo YO mismo. Hablando de felicidad, acabo de escuchar el inicio de Til I hear it from you de Gin Blossoms, y vaya recuerdos que se me vienen a la mente. Tenía quince años, y andaba de coqueteos con Charo, una vecina de dieciocho, quien obviamente era mucho más experimentada que yo en diversas cosas. Ya antes habíamos agarrado6 mientras paseábamos en bicicleta con otros amigos, y por ratos nos desaparecíamos. Pero esta vez la cosa sería distinta. Era sábado, lo recuerdo bien. Yo vestía un polo negro con la portada del Transcend the Rubicon de Benediction, un jean con parches de diversas bandas de Metal y mis zapatillas blancas. A eso de las cinco de la tarde de aquel sábado, Charo se apareció por la que entonces era mi casa y me pidió que por favor la acompañase a la suya y le explicase un tema de matemáticas que ella no entendía muy bien en la pre y que yo sabía – cabe resaltar que era bueno para los números– a lo que muy inocentemente accedí. Estaba más que linda. Charo era alta y delgada. Tenía el cabello lacio y largo, color castaño. Sus ojos eran grandes y tenía unas pestañas inmensas. Su boca era carnosa y toda ella siempre olía bien. Aquel día Charo llevaba puesto un jean que le quedaba algo ajustado, un top blanco que le perfilaba esos pequeños, pero redondos senos, y usaba unas zapatillas le coq sportif negras. Estaba recién bañada, su cabello 6 Agarrar: besarse con cierta pasión. 6
  • 8. aún lucía húmedo. Cuando accedí a su petición de acompañarla, aún recuerdo, dibujó una sonrisa pícara con esa boca angelical. Charo vivía no muy lejos de mi casa, por lo que llegamos rápido. Una vez dentro, me invitó a pasar a su cuarto y nos sentamos en su cama. Empezó a besarme, a lo que yo correspondí sin chistar, y mientras empezaba a acariciar mi pierna en dirección a mi miembro, Charo se acercó a mi oído, y con una voz sutil me dijo: - Estamos solos, mis papás no regresarán sino hasta las nueve. Ese sábado por la tarde, tuve mi primera experiencia sexual. Desde entonces mi gusto por el sexo se fue a la estratósfera, pues como dicen “a nadie le gusta hasta que lo prueba”. Aunque no se podía hacer todo el tiempo, de vez en cuando la situación se repetía, y a medida que los años pasaban, la frecuencia era mayor, aunque la acompañante de los diversos encuentros iba cambiando. A medida que crecía tuve diferentes enamoradas – algunas más tranquilas que otras, – así como “amigas” con las que experimenté diversas cosas. Como dije antes, santo no he sido, más sí responsable, y a la vez creativo y juguetón. He tenido experiencias en lugares públicos, y en sitios convencionales; de formas normales, así como también con juegos y amarres, mas hay una experiencia que me causó algo de incomodidad. Tenía veintitrés años, había conocido a la prima de la enamorada de un amigo, y en algunas de las reuniones por allí había ciertos coqueteos. Un fin de semana hubo un concierto en la concha acústica de la ciudad, y recuerdo que Arturo, el enamorado de la prima de esta chica, me dijo: - Oe, tío. Shirley está buscándote. - ¿Y eso? ¿Dónde está? - Está por los columpios, detrás de las graderías. Dijo que quería preguntarte algo importante, la verdad no sé de qué se trate. - ¡Ok, tío! Gracias por el dato. En ese momento estaba tocando la banda de unos conocidos míos, pero la verdad no me llamó la atención su presentación de ese día, por lo que decidí ir a ver qué es lo que Shirley quería. - ¡Hola! Me dijo Arturo que querías decirme algo. - ¿Y mi beso? - Jajajaja. Está bien. Dime, ¿Qué fue? 7
  • 9. - Hombre. Jajajaja. - No seas sapa. En serio, dime. - ¿Has venido solo? - No, en mancha, con la gente. Jajaja. - Zonzo. Me refiero a si alguien te ha seguido por acá. - No. ¿Por qué? ¿Quieres algo caleta7 conmigo? Jajaja. - La verdad sí. Y se acercó a besarme. Agarramos un buen rato. Recuerdo que Shirley tenía buenos senos, algo que me encanta. Metí mi mano debajo de su polo y brasier, y empecé a acariciar uno de sus pechos, lo que la excitó sobremanera; bueno, seamos sinceros, nos excitó en demasía. Shirley me sacó la mano abruptamente después de un rato, lo que me dejó desconcertado, y añadió: - Eres un arrecho de mierda. Pero no sabes con quien estás. Se agachó, abrió el cierre de mi jean para luego desabotonarlo. Me lo bajó un poco junto con el bóxer y empezó a hacerme sexo oral mientras me miraba a la cara, luego cerraba los ojos, para después volver a mirarme, como buscando ver qué tanto disfrutaba con lo que ella hacía. Pasada la felatio, la banda que estaba en el escenario terminó su presentación. Ella se paró y me dijo: - Vámonos, seguro nos estarán buscando. Cuando llegué por donde estaba la gente con la que yo había ido, me percaté que Shirley ya no estaba conmigo, sino que se había ido con los de la banda que estuvo tocando mientras todo lo mencionado ocurrió. Se acercó a uno de los guitarristas, y le dio un beso en la boca. Al ver eso, me puse rojo como un tomate, pues aun cuando el tipo este no era mi amigo, era un conocido mío. Jamás olvidaré esa escena. Es increíble cómo una canción, un afiche, una calle, o tal vez una frase puede transportarte a situaciones en el pasado. Salidas con los amigos, con la gente del trabajo, las perdidas que se daban por allí en alguna discoteca, o que se iniciaron en una y terminaron en algún otro lugar, y demás. Y justo pasando por una avenida conocida de la ciudad se me vino a la mente una escena bastante única en mi vida. De alguna manera he tenido la suerte, si queremos llamarlo así, de conocer a personas de maneras un tanto extrañas para la época, con quienes he logrado compartir 7 Caleta: a escondidas. 8
  • 10. momentos gratos de mi vida. Personas a las que estimo mucho, incluso cuando ya no sepa de ellas por cierto tiempo. Repito, las responsabilidades nos cambian, o al menos nos alejan de ciertas personas y/o cosas con las que disfrutábamos distintas situaciones. Una de esas personas es Paula. ¡Qué será de esa loquita! Allá por los inicios de este nuevo milenio solía tener una revista en línea basada en entrevistas a bandas y reseñas de CDs, motivo por el cual pasaba mucho tiempo en internet. Mejor dicho, en cabinas de internet. Era un martes de diciembre, cerca de las once de la mañana para ser más exacto. Me encontraba en un cybercafé ubicado frente a la universidad en la que estudiaba. La cabina quedaba en el segundo piso de una especie de sandwichería bastante concurrida por los estudiantes universitarios. Yo había alquilado una computadora para revisar mi correo y actualizar la página web mientras chateaba en el entonces conocido IRCap. Estaba en el canal que llevaba el nombre de la ciudad, Trujillo, y se me dio por enviarle un mensaje privado a una de las chicas que estaba en el canal. - Hola, ¿Qué tal tu día? - Hola. Bien, gracias. ¿Qué tal el tuyo? - Tranquilo. Aquí haciendo un par de cosas. Antes que nada permíteme presentarme. Me llamo Julián. - Mucho gusto, Julián. Yo soy Paula. - Bonito nombre. Y dime, ¿Qué haciendo a esta hora en internet? - Nada interesante. Esperando para pagar la cuota de la universidad y haciendo hora para ir mis clases de inglés. De paso que le doy una ojeada a un libro que estoy leyendo. - ¿Te gusta leer? Que chévere. Ya somos dos entonces. ¿Qué libro estás leyendo? - Es uno de Milan Kundera. - ¿La insoportable levedad del ser? - Exacto. No me digas que lo has leído. - ¡Claro! Es genial. - ¡Miércoles! Que chévere que hayas leído el libro. A mí también me parece genial. Esa historia entre Teresa y Tomas es lo máximo. - Es muss sein. - Muss es sein. Tras haber iniciado dicha conversación de una manera poco común, así como poco común fue el haber congeniado de manera tan rápida, Paula se excusó diciendo que 9
  • 11. debía ir a la universidad a pagar la cuota, pero prometió regresar tan pronto lo hiciera. Recuerdo muy bien esas líneas: - Julián. Tengo que irme a pagar. No quiero estar caminando con el dinero en el bolsillo. Te prometo que me conecto tan pronto lo haga. Sólo espero poder encontrarte en línea todavía y seguir conversando. - No te preocupes. Te espero. Besos, aunque sea virtuales. Jajaja. Dicho esto, Paula se desconectó y yo empecé a concentrarme nuevamente en lo que estaba haciendo. No pasaron ni veinte minutos cuando ella se volvió a conectar, y continuamos la conversa. Lo gracioso es que en ese momento en la televisión que tenían las cabinas, pasaron una escena de un programa que me hizo reir. - Jajaja. ¡Qué buena! - ¿Qué pasó? ¿Por qué te ríes? ¡Cuéntame! - Nada, solo que en las cabinas en las que estoy están viendo Dragon Ball y me causó gracia una parte que pasaron. - No me digas que estas en las cabinas en el segundo piso de Don Chego – el lugar de comidas frente a la universidad. - Sí. ¿Por qué? - Porque estoy en las mismas cabinas. Me quedé frío. No respondí nada en ese momento hasta que Paula me dijo: - ¿En qué máquina estás? - En la que está al costado de la puerta. Entrando a la mano izquierda. - Ya, bacán. Que termine mi tiempo en unos minutos y te voy a ver. Lo cual hizo. Paula era casi de mi estatura. Cabello oscuro y ondulado, con ojos no muy grandes y algo achinados. Guapa, extrovertida. INTERESANTE. Luego que se acercó a verme decidí dejar la computadora de lado. Empezamos a conversar y no paramos de hacerlo. Hablamos de libros, de música, entre otras cosas. La acompañé hasta el instituto de inglés en el que ella estudiaba y nos sentamos en un parque cerca a éste, donde seguimos conversando. Me contó que era la mayor de tres hermanas, que estudiaba arquitectura, y me hablaba sobre su familia, sobretodo de su hermanita menor. Conversábamos de tal manera que parecía que nos conocíamos de años. Reímos a más no poder, nos pusimos algo sentimentales en algún momento en 10
  • 12. el que me contaba algunas de sus cosas, y a las finales, tras dos horas de conversación, tuvimos que despedirnos. Intercambiamos correos y quedamos en seguir en contacto. Tuvimos una historia algo rara, interesante, bonita. Terminé siendo su primer enamorado. Sí, el primero. Y eso que ella ya tenía veinte años. Sus papás la sobreprotegían demasiado, pero de alguna manera nos las ingeniábamos para pasar el rato juntos. Lo nuestro no duró más que tres meses. Es decir, nuestra relación amorosa, mas luego de algún tiempo de distanciamiento retomamos la amistad, y fue una amistad reloaded. Nos contábamos todo. Sí, todo, incluyendo intimidades. Tal era nuestra confianza. Hasta que por algún malentendido nos distanciamos. Sólo sé que se casó. Espero le esté yendo bien. Los días pasan, el clima cambia y está tan loco que uno ya no sabe qué ponerse. E incluso parece que esto afecta el estado de ánimo de las personas. Caminando por la calle ves a hombres y mujeres con expresiones más frías que el clima mismo. Pareciera que se han puesto botox en demasía que les impide mostrar algún otro tipo de expresión facial. Estoy camino al trabajo, se me dio por ir caminando mientras escucho algo de música. Puse en el mp4 discos de Collective Soul, Toad the wet sprocket, Tom Pertty y Gin Blossoms, así como infaltable el gran Charlie García. Es sábado, y con un cielo algo nublado sólo se me da por escuchar algo que me mantenga relajado mientras voy camino al trabajo así como leo el enésimo libro del año. Qué genial se siente el rozar del viento por tu rostro, sobretodo en un día en el que, a pesar de estar nublado, no se siente mucho frío. Me gusta leer, y mucho, ¿Lo había comentado antes? Pero lo más extraño es que no me gusta leer estando sentado y en tranquilidad, prefiero hacerlo en el micro camino a casa, o caminando. Es una costumbre que tiene ya años. Cuando vivía con mis padres solía agarrar ya sea el walkman o el discman, dependiendo de la época, tomaba el libro que estuviese leyendo en aquel momento, y salía a caminar escuchando música y leyendo por las calles de la ciudad, a donde el viento me llevase. A veces me sentaba en una cafetería en el centro de la ciudad a tomar un café pasado y fumar un cigarrillo mientras leía, o simplemente me iba caminando hasta donde se me diese por dar la media vuelta y emprender el regreso. Y no, nunca me pasó nada haciéndolo. Hoy no es una excepción. Salí más temprano de casa, así en lugar de tomar el colectivo que me llevase al trabajo podía salir a caminar hacia éste, previo “que no llueva, por 11
  • 13. favor, diosito”, ya que a pesar de que me gusta la lluvia - y caminar bajo esta -, si empezase a llover se malograrían mis planes de poder disfrutar de ese viaje, esa abstracción, que la lectura provoca. Recuerdo bien cuándo me empezó el gusto por la lectura, mas no recuerdo cuándo ni cómo es que empecé a escribir. Como dije antes, tengo ataques esporádicos en los que cumplo una especie de catarsis y vomito todo lo que siento o pienso en forma de escritos que alguna vez se me dio por querer publicar, e hice en forma de PDF, documento que ahora no recuerdo bien dónde está. Tal vez se perdió, así como muchas de las cosas que escribí en diversos momentos. Y es que tengo mis ataques por momentos, sobretodo en esto de escribir. No sé por qué a diferencia de algunas personas que lo hacen es porque se deciden a hacerlo, se inspiran, entran en trance, buscan un tema y, simplemente, fluye, conmigo eso no funciona. Tal vez sí soy un marciano, como una ex enamorada solía llamarme pues decía que yo no era de este planeta – lo que me hacía más interesante, asumo. – Tal vez tenga razón, y es que en mi caso la cosa debe salir de improviso. No pienso. No le doy vueltas. No elijo temas, simplemente se me da por agarrar un papel y un lapicero, o abrir un documento de Word, y dejar que mis manos se encarguen del resto. ¿Si alguna vez intenté escribir sobre algo específico? No. Y si lo hice, nunca salió un resultado que me gustase del todo, motivo por el que o lo guardaba hasta el día en que lo volviese a encontrar y se me dé por arreglarlo, o simplemente lo desaparecía. Personalmente creo que la belleza de las cosas se da en su simpleza, en lo natural. Eso incluye el momento de involucrarme sentimentalmente con alguien. A pesar de que la joda por X, Y o Z motivos muchas veces, siempre he sido algo jodido para estar con alguien. He tenido muchas amigas, así como también “amigas”, que no pasaron de ser eso. Y es que no me gusta buscar con quien estar. Prefiero estar solo el tiempo que deba estarlo, y disfrutar de ese tiempo, disfrutar de mí mismo, que andar buscando con quien compartir una relación. Las cosas se dan solas. Las personas llegan, no se las busca. Así la cosa es más interesante. Y es esa naturalidad la que busco en una mujer. Detesto las conversaciones – y demás – forzadas. Si he de estar con alguien, debe ser alguien que me excite el cerebro – más que la vista. – Alguien con quien pueda conversar de diversas cosas. Alguien con quien el tiempo vuele y no te des cuenta. Alguien que probablemente sea diferente a ti, pero que dicha diferencia genere ese misterio para poder conocerla más, y que complemente algunas cosas que no son propias de tu personalidad. ¿Difícil, no? Sí, ya me lo había dicho antes, pero prefiero eso a pasármela soportando a alguien con quien no hay 12
  • 14. química simplemente porque tiene una cara o un cuerpo bonito. En otras palabras, me gusta que exista el flow. Lo bueno de ser así, de ser algo jodido en cuanto a elegir con quien estar, es que de alguna manera u otra, cuando esa historia compartida termina, sólo se guardan los buenos recuerdos, lo demás se desecha. Y es que a las finales siempre se aprende algo en todas esas experiencias, a veces más, a veces menos, y es eso lo que se valora. A veces se aprende entre el goce y el dolor. Y se saca una moraleja de todo ello. ¡No confundir la pendejada con el amor! En otras palabras, ¡No enchucharse! Esa regla me la sabía de memoria. Es más, siempre puse las cartas sobre la mesa cuando algo pasaba con alguien para evitar malos entendidos y crear falsas ilusiones, pues ya me había pasado antes. Era un día cálido de verano cuando fui a la oficina de informes de universidad en la que estudiaba. Quería saber acerca de algunos cursos a dictarse en aquellos meses. Todo iba normal. No sucedía nada fuera de lo común. De pronto, un rostro conocido se aparece en la oficina y se sienta junto a mí. Ambos empezamos a mirarnos de reojo. Ni ella ni yo atinábamos a decir una palabra. Pasados unos minutos le dije: - Disculpa. ¿Tú no eres Carolina Irribarren? - Sí. ¿Julián? - Así es. Ya decía yo, ese rostro me parece conocido. Carolina Irribarren fue mi compañera de clases durante segundo y tercero de secundaria, al igual que su hermano, Cristian. Ella era alta, delgada, recontra blanca, de cabello castaño claro, ojos marrones, labios carnosos y tan rojos que no necesitaba usar lápiz labial. Era delgada y tenía unos senos prominentes y redondos que saltaban a la vista y hacían que ella, aparte de lo guapa que era, no pasase desapercibida. - ¿Qué ha sido de tu vida? ¿Cómo está Cristian? - Bien. Él está bien. Yo soy obstetra, y he venido a ver qué necesito para una segunda profesionalización. Quiero seguir medicina. - ¡Genial! ¿Sabes? Es mi turno. ¡Te parece si luego vamos a tomar un jugo y comer algo, así de paso nos ponemos al corriente de todo lo que nos ha ocurrido desde que dejamos de estudiar juntos en el colegio? - ¡Ya! Me parece perfecto. 13
  • 15. Una vez que nos atendieron en la oficina de informes de la universidad fuimos a Don Chego – la sadwichería de la que ya había contado antes – y mientras comíamos un sándwich y tomábamos un jugo nos pusimos al tanto de lo que había sido de nuestras vidas. Reímos a carcajadas recordando las tonterías que hacíamos con nuestros compañeros de colegio durante el tiempo que estudiamos juntos. Intercambiamos números de celular, correos electrónicos, direcciones y dijimos que estaríamos en contacto. Lo que hicimos. Un día quedamos en ir al cine. Fuimos a ver “White chicks”, o “Y dónde están las rubias” como se le puso de título en español. Mientras esperábamos que sea la hora de la película seguimos conversando. Esta vez cosas un tanto más personales. - ¿Estás con alguien, Julián? - No. Estoy solo. Y la verdad quiero seguir así al menos un tiempo. Disfruto del momento y lo que éste me ofrezca. ¿Y tú? - Yo también. Y la vedad, te entiendo. Me siento tranquila así. Aunque por momentos extraño que alguien me bese, abrace o me haga sentir menos sola, y a la vez más mujer. - Si quieres yo hago todo eso como un buen “amigo”, jajajaja. - Jajajaja. ¡Zonzo! Aunque no suena mal la idea, jajajaja. Y así, entre broma y broma, entramos al cine. Nos sentamos al fondo, y de rato en rato Carolina ponía su cabeza sobre mi hombro. Yo volteaba a verla y le acariciaba el rostro. Ese día, al despedirnos, lo hicimos con un pico. Pasaron dos o tres días sin comunicarnos. Cuando de repente recibí una llamada suya. - Julián. Estoy en campaña y me encuentro cerca de la dirección que me diste de tu casa. ¿Estás allí? Y sí, justo ese día estaba en casa. Y estaba solo. - ¡Hey! ¡Qué sorpresa! Sí, acá estoy. Ven si gustas para conversar un rato. - Espérame, entonces. Llego en unos minutos. Habrán pasado quince minutos cuando escuché el timbre. Salí a ver y era ella. Carolina estaba con su uniforme de obstetra, uno muy parecido al que usan en el hospital – chaqueta de un color algo guinda y un pantalón de tela suelto-. Llevaba el cabello recogido, y la verdad no le quedaba mal. 14
  • 16. - ¡Hola! En verdad es una sorpresa verte acá. - ¿Cómo has estado? - Bien, gracias. Adelante, estás en tu casa. Subimos al segundo piso y fuimos al escritorio donde estaba la computadora. Nos sentamos en el mueble y empezamos a conversar. Carolina me contó sobre la campaña en la que estaban y cómo es que se había escapado para ir a verme. Mientras conversábamos se le ocurrió la grandiosa idea de bajar un poco el cierre de su chaqueta de uniforme aduciendo que hacía calor. Vaya sorpresa la mía al darme cuenta que no tenía un polo debajo, o al menos eso parecía. Ese acto me movió el piso, y ella se dio cuenta. - ¿Qué miras, oye? Jajajaja. - Sorry. Es que…tú entiendes. Tienes unos ojos muy bonitos y provoca mirarlos, jajajaja. - Jajaja. Y tus labios son tan ricos que provoca volver a besarlos. - ¿A, sí? - La verdad, sí. Una vez dicho eso, Carolina se sonrojó. Yo me acerqué a ella. Total, estábamos solos, ya nos habíamos dado un pico, yo había sido claro días atrás con ella acerca de que si pasaba algo con alguien no iba a ser nada en serio. En otras palabras ¿Qué podía perder? Empecé a besarla, y ella me correspondió. La besé en la boca, jugué con sus labios. Luego fui por su mejilla y le mordí despacio una de las orejas para luego empezar a bajar despacio besándole el cuello. Mientras lo hacía, iba bajando el cierre de su chaqueta y me percaté que tenía razón, no llevaba puesto polo alguno debajo de dicha prenda de su uniforme. Sólo un brasier cubría sus grandes y redondos senos. Cuando seguí bajando por su cuello, besando sus hombros ella me dijo: - Vamos a tu cuarto. Tras el coito ambos nos quedamos en la cama conversando un rato mientras mirábamos el techo. Ella me pidió un cigarrillo. Fumamos mientras hablábamos con una sonrisa en el rostro. Luego de una media hora nos cambiamos, pues ella debía ir de regreso al trabajo, por lo que la acompañé a tomar un taxi. 15
  • 17. Tras unos días me la encontré en el Messenger y la noté algo molesta. Al preguntarle el porqué de esa actitud ella me dijo que estuvo esperando que la fuera a ver con unas rosas al trabajo y empezáramos una relación. Planes muy distintos a los que habíamos conversado antes que todo pasara. Esta experiencia me enseñó que si sólo buscaba pasarla bien, debía dejarlo todo claro para evitar malos momentos y, sobretodo, que la otra persona se sienta mal. Como ya dije, todo lo tenía claro – al menos para mí -. Así se fueron dando otras salidas y experiencias. Yo aún quería estar solo, a parte ya he comentado que no fuerzo las cosas, y menos si se trata de estar con alguien; mas siempre ocurre un lapsus en el que no hacemos lo que predicamos. Caí en lo que siempre dije que no debía hacerse. Por aquél entonces había retomado mi actividad musical. Regresé a cantar y frecuentar ciertos lugares, y uno de ellos era la tienda de Martín - que era una tienda de discos. En una de las visitas a Martín en su local me topé con un grupo de gente con los que él estaba tomando. Martín me invitó a sentarme y departir con ellos. Lo cual hice. Conversamos y reímos un buen rato. Conocí a muchas personas, hombres y mujeres, en esa oportunidad. Pasados unos meses, estando en el Messenger mientras hacía un trabajo, un amigo me agregó a una conversación en grupo, dentro de la cual estaban algunas de las personas con las que habíamos compartido aquella noche en la tienda de Martín. Luego de un rato una chica que llevaba como nickname el nombre de una banda de black metal me pasó la voz, - ¿Julián? - Sí. - Hola, soy Pilar. - ¿Pilar?¿Pilar qué? Sorry, es que conozco a varias chicas con ese nombre. - Nos conocimos en la tienda de Martín hace unos meses. - ¡Hey! ¿Cómo estás? Ya te recuerdo. - Bien. Todo bien, felizmente. - ¿Te parece si te agrego a mis contactos y conversamos a parte? - ¡Claro! Me parece estupendo. Pilar era una de las chicas que estuvo aquel día. Es más, era la enamorada de uno de los muchachos que se encontraba con nosotros. 16
  • 18. A partir de ese momento empezamos a chatear todas las noches hasta tarde. Me la encontraba en línea todas las veces que me conectaba mientras hacía mis trabajos – usualmente hasta las dos o tres de la mañana -. Ya me había dicho que ya no estaba con Pedro – el muchacho con el que estaba de enamorada en aquella oportunidad que nos conocimos, – y que andaba en coqueteos con otro chico, aunque éste de alguna manera la aburría. Y como eso, me había contado otras cosas más No pasó mucho para que empecemos a flirtear8, a hablar en doble sentido y demás. Todo esto hacía que el tiempo pase volando entre risas y demás cada vez que chateábamos. La pendejada había empezado como tal. - ¿Cómo te va con tu afanador9? - Ahí, maso. La vez pasada agarramos. - Wiuuuuuu… ¿Sólo agarraron? - Jajajaja. ¡Idiota! Sí, solo eso. Él quería que pase algo más, pero se quemó10. - ¿Cómo así? - Estuvimos tomando en su casa cuando agarramos. No había nadie y él quería tirar11, pero me paré y me fui. - ¡Te pasas! Si hubieras estado conmigo no te habrías ido. - ¿Eso crees? Jajaja. - A las pruebas me remito. Jajajaja. - ¿Y qué me harías? Conversaciones así se vinieron dando durante algún tiempo. Obviamente, entre otro tipo de charlas, aunque por allí de alguna manera u otra, ya sea ella o yo, sacábamos el tema y conversábamos de algunas de las cosas que nos gustaba hacer, y que nos hagan. Unos jueves después, por la noche, recibí la llamada de unos amigos, - Oe, Julián. ¿Qué tienes que hacer mañana por la noche? - Salgo de clases a las 9, pero de allí estoy libre. ¿Por? - Nos reuniremos en el Living. ¿Qué dices? ¿Te apuntas? - Listo. Cuenta conmigo. Nos vemos mañana en la noche. 8 Flirtear: coquetear. Afanador: Persona que afana, que corteja a alguien. 10 Se quemó: las cosas no se dieron como él quería. 11 Tirar: Tener relaciones coitales. 9 17
  • 19. Living era el nombre que Alex – quien me dijo de la reunión chupística12 – le había puesto a un parque no muy lejos de su casa haciendo referencia al Living after midnight de Judas Priest, banda de la que él es fan. Cerca de una hora después de recibir la llamada me conecté al messenger y me encontré con Pilar. Tras conversar un rato ella me dijo, - Tú eres amigo de Alex, ¿no? - Sí. - ¿Sabías que mañana se reunirán en el parque que queda por el óvalo papal? - Sí, justo hable con él hace un rato y me dijo para ir. - A mí también me invitó. ¿Vas a ir? - Sí. ¿Y tú? - Creo que también iré. - ¿Qué te parece si nos vamos juntos? - Ya, listo. Pero salgo de clases a las 8:30 y de allí iré a recoger unas cosas por la UPAO13. - Yo salgo a las 9 de clases. ¿Te parece si nos encontramos fuera de la UPAO? - Ya, bacán. Así nos vamos juntos como conversar. - Sí, de paso que aprovechamos que es de noche y te arrincono en un hueco oscuro, jajajaja. - Jajajajaja. Zonzo. Y así fue. Nos encontramos al frente de la universidad a las 9. Nos saludamos con un beso en la mejilla y empezamos a caminar por la avenida en dirección al living, ya que no quedaba muy lejos. Al llegar al lugar, nos encontramos con Alex y otros cuatro amigos quienes ya estaban tomando. Empezamos a conversar acerca de diversas cosas: las bandas de la ciudad, los estilos que nos gustaban más, las canciones que nos traían ciertos recuerdos, etc. De pronto, uno de ellos sacó un sobre con coca, e inhaló frente a todos – como ya dije, no consumo drogas, así que de alguna manera me incomoda que lo hagan frente a mí -, y antes que lo guarde Pilar le pidió el sobre, a lo que le dije que no lo hiciese. Obviamente no me hizo caso. Ella abrió el sobre, sacó un poco con el dedo meñique de su mano derecha y se lo puso en la punta de la lengua. 12 13 No pasa nada. No se siente nada. – Me dijo ella. – Reunión chupística: reunión cuyo único fin es el libar alcohol y departir con los amigos UPAO: Universidad Privada Antenor Orrego. 18
  • 20. - Espera, nomás. – Respondió Marcos, el dueño de la coca. – Y tenía razón. Fue cuestión de minutos para que, - Pilar: Puta madre, se me adormeció el labio. - Marcos: Ya ves. Te lo dije. - Yo: ¿Es en serio? - Pilar: Sí. El labio inferior. - Yo: A ver… Me acerqué a Pilar, acerqué mi rostro y empecé a besarla. Lo más gracioso fue que a pesar de que no sentía parte de su labio – o al menos eso era lo que Pilar decía – ella también me besó. Todo empezó allí. Un agarre frente a Alex, Marcos y los demás, quienes me miraban con cara de asombro, idiotizados por el haberme lanzado14 a besarla sin dudarlo, como algo natural. Pasaron ciertos minutos cuando le pregunté a Pilar si ya podía sentir su labio, pregunta que contestó con un sí. Tras lo cual me acerqué de nuevo y empezamos a besarnos otra vez. No podía dejarla allí nomás. Algo que los demás empezaron a usar de excusa para empezar a hacer bulla y molestar. - O’e, ya pues!! - ‘ta mare, estos dos. Salud, mejor. Pasado un buen rato de seguir conversando mientras escuchábamos música y tomábamos, se acabaron los cigarrillos. Qué mejor oportunidad. - Pilar. ¿Vamos a comprar cigarros? - ¡Vamos! - Ya regresamos, angelitos. No se muevan. Nos alejamos un poco del grupo en dirección a la esquina para poder voltear y buscar una tienda. Eran cerca de las once y media de la noche, y aun cuando el lugar estaba iluminado, había una parte que no tenía mucha luz. Yo caminaba para la parte de afuera, mientras que Pilar iba al lado que lindaba con los edificios. Algo que aproveché. Caminé diagonalmente, cosa que tras unos cuantos pasos estábamos más cerca de la pared de uno de los edificios en la zona que estaba algo oscura. Volteé de manera abrupta y arrinconé a Pilar contra la pared. La tomé por la nuca y empecé a besarla. La besaba 14 Lanzarse: atreverse. 19
  • 21. con desenfreno. Besos normales, incluyendo algo de lengua, pero con una pasión animal; para luego empezar a succionar su labio inferior y jugar con éste, mordiéndolo despacio. Mientras hacía esto, sentía cómo ella se excitaba, la escuchaba jadear mientras mi mano acariciaba su rostro y bajaba por sus pechos. Ambos estábamos como abstraídos, cuando de repente escuchamos: - ¡Ya dejen de agarrar, par de arrechos, y vayan a comprar los cigarros! Lo que nos robó una sonrisa, y fuimos a comprar los cigarrillos. Pero esas ganas de seguir en el juego, el preámbulo de lo que luego podría pasar, aún estaban presentes. Luego de comprar los cigarros, pasamos de nuevo por aquél lugar. Ella se me acercó al oído y me dijo: ¡Besas muy bien! Lo que yo tomé como una invitación a seguir haciéndolo. Y lo hice. Mientras nos besábamos mis manos recorrían su cuerpo. Le empecé a besar el cuello, la oreja y le susurraba al oído: ¿Te parece si después vamos a otro lugar?, mientras que ella sin poder articular palabra alguna solo atinaba a hacer un: ujum… y tras un rato nos fuimos a un hotel. Si bien es cierto siempre hubo algo de kinky15 en mí, lo que se daba en ciertos encuentros amatorios, esa noche se combinó con lo bestia. Fue eso, sexo sin pudor y a lo bestia. Los instintos fueron liberados. No hubo expresiones cariñosas, ni caricias dulces. Fue todo lo contrario, desde el sexo oral hasta el momento de la eyaculación. Pilar, una vez que terminamos nuestro primer encuentro, y minutos antes de empezar el segundo, sólo atinó a decir: “¡Eres una bestia! Tenías razón, no te hubiera dejado solo.” Allí empezó todo. Tras esa noche los encuentros sexuales con Pilar empezaron a ser más seguidos. Ella dejó de lado al tipo que la afanaba16 y empezamos a encontrarnos en diversos lugares. Salíamos a conversar, caminábamos y demás, mas lo común era terminar en un hostal tirando. Sí, tirando. Aunque a veces ocurría en otros lugares, en algunas oportunidades lugares públicos. Pero a medida que aumentaba la cantidad de encuentros, lo bestia iba aminorando, y la ternura iba ganando terreno. Hasta que una noche pasó. Después del coito nos quedamos abrazados viendo televisión sobre la cama, mirándonos… La torta se volteó. Lo que empezó como un juego, un juego cuyas reglas conocía muy bien, terminó 15 16 Kinky: pervertido. Afanar: cortejar. 20
  • 22. convirtiéndose en otra cosa…ilusión. Aunque si juzgamos las cosas por los hechos debería decir que me enchuché. Nos acostumbramos a estar todo el tiempo juntos, compartiendo distintas cosas. Y es que teníamos algunas cosas afines como el gusto por las películas de terror y la música extrema. Pero lo que más compartíamos era el gusto por el sexo. No había día que no tirásemos, o al menos que no me hiciese una felatio estemos donde estemos: en su casa, en la mía, en el parque, o en un hostal. Siempre había algún tipo de actividad sexual en nuestro día a día. Fue con Pilar con quien el morbo y la perversión se acrecentaron en la cama. Ambos nos pegamos. Creímos estar enamorados, ilusionados. Algo que duró poco más de un año. Durante los doce primeros meses tirábamos todos los días, de distintas maneras y en distintos lugares. Pero luego del año y unos meses, las cosas empezaron a cambiar. Mientras yo seguía pegado en todo, ella empezó a aburrirse, asumo. Cosa que hizo más notoria el día que empezó a trabajar. Sí, sé sobremanera que no todo se basa en el sexo. Pero fue así como empezamos, y como mantuvimos la “relación” que tuvimos. Sin embargo lo que teníamos también involucraba otro tipo de actividades que compartíamos, pero igual, en algún momento del día, la cama nos esperaba, y no necesariamente para dormir en ella. Pasados un par de meses que Pilar entró a trabajar en uno de los supermercados que hay en la ciudad, ciertas cosas empezaron a cambiar. Acepto que de alguna manera u otra algunas de mis actividades hicieron que nos alejemos un poco, sin embargo no me esperaba lo que iba a suceder. El principio del fin – como dice el nombre de una canción de Ángeles del Infierno – se avizoró cuando ella empezó a salir con los amigos del trabajo, sola – y recuerdo también que no le gustó mucho la idea que yo haga lo mismo al mismo tiempo. – Digo que todo empezó allí pues al cabo de un par de semanas, a la hora del almuerzo, y mientras yo estaba en el cuarto que alquilaba, – pues ya me había independizado – me envió unos mensajes que decían lo siguiente: - ¡Eres una mierda! Debí habérmelo esperado sabiendo cómo eras. Que ilusa que fui. No me llames, no me escribas, no me busques. Deja que asimile todo lo que ocurrió. No entendía una sola de las palabras que leí en esos mensajes. Era como si los hubiese escrito en chino. 21
  • 23. La llamé, era lo mejor que podía hacer, pues no sabía qué era lo que pasaba - ¿Pilar?¿Qué pasó? ¿Por qué esos mensajes? - ¿No entiendes qué significa que no me llames? - Al menos me merezco una explicación. Y esos mensajes no me la dan. - ¿Explicación de qué? Tú sabes muy bien de qué se trata todo esto. - Si te estoy llamando es porque no lo sé. ¿No crees? - Ya me enteré que mientras yo me parto el lomo trabajando tú te andas revolcando con otra. ¿Sabes qué? Tengo que trabajar. – y colgó. – Esperen un minuto. ¿“Me ando partiendo el lomo”? ¿Es que acaso ella trabajaba para mantenerme? NO WAY!!!! La cosa no era así. Es más, yo no había hecho nada, absolutamente nada. La busqué al salir de su trabajo para aclarar las cosas. Me mostró unos mensajes que le habían enviado de internet – algo que incluso ella misma pudo haber hecho – y se entercó en que no podía seguir con eso. Sólo atiné a preguntarle: - ¿Crees en mí si te digo que no lo hice?, a lo que respondió con un rotundo “No”. Me paré de donde estaba sentado y me fui. Días después de eso me escribió. “Julián. Estoy muy confundida y demasiado dolida con todo esto. Por favor, tomémonos un tiempo para que las cosas se calmen y podamos retomar todo. Lo que sí te pido es que no desaparezcas y me hagas sentir que todavía estás allí para mí. Te quiere, Pilar.” Ilusamente le hice caso. Estuve pendiente de ella y de que tal vez podamos retomar todo, aun cuando sabía que las cosas no funcionaban de esa manera. Y es que tenía todo frente a mis ojos para darme cuenta que era solamente una coartada, pero no lo veía. Al menos no en ese momento. Luego de unas semanas que ocurrió lo de los mensajes, me encontré con un amigo en el messenger y éste me vino con una noticia que me dejó frío y marcando mil. - O’e, tío. ¿Cómo estás? - Bien, hermano. ¿Tú qué tal? 22
  • 24. - Bien, bien. Julián. No sabía que habías terminado con Pilar. La vez pasada metí la pata. - ¿Quién te dijo eso? - Hace unos días me crucé con ella y la empecé a molestar contigo, y ella me contó que ya no estaban. ¿Qué pasó, ah? - Nada, viejo… No pasó nada. - Ella me dijo algo así como que le sacaste la vuelta. - La verdad, es que de saber que las cosas iban a terminar así, lo hubiera hecho. Pilar se había encargado de decirle a la gente que nos conocía que yo le había sido infiel, y que debido a eso ella había terminado conmigo. Algo que yo no estaba enterado. Al menos no del todo, si recordamos el email que ella me había enviado. Entré en depresión. Y con ella me tiré al abandono de cierta forma. El desgano empezó a ganar partida en mi día a día. Empecé a tomar seguido e iba a trabajar, pero no con el gusto con el que usualmente lo hacía. Era otro. Era mi propia antítesis. Lo único a lo que me aferré en ese entonces fue a leer, leer y escribir en los momentos en los que estaba solo. Algo que me mantenía en un limbo, ni siendo yo mismo ni mi antítesis. Recuerdo en esos días escribí la expresión “Que las letras llenen el vacío que dejaste” – haciendo referencia a cómo extrañaba ser yo mismo. – Pero todo tiene un final. Lo bueno, lo malo, lo que debió suceder y lo que nunca debió pasar. Es la ley de la vida. Y así como me deprimí por lo ocurrido, me levanté de ello. Y me levanté con más fuerzas. A las finales yo no había hecho nada que en realidad mereciera ese aislamiento en la isla de la desolación, la pena y la autocompasión. “Yo valgo más que eso,” me dije y me levanté. Bien dicen que cuando se da un paso atrás, debe ser para dar tres hacia adelante. Y yo di diez. Tuve la suerte de contar con buenos amigos en su momento. Pero lo más paradójico es que quienes demostraron una verdadera amistad fueron personas que jamás pesé que lo harían. Básicamente fueron dos amigas las que siempre estuvieron allí. Una que conocí en medio de ese episodio de mi vida, y la otra que conocía desde algún tiempo atrás, pero con quien nunca tuve mucha cercanía, sino hasta ese momento. A Marcela la conocí un día que fui al estudio de tatuajes de Wilmer, un amigo al que visitaba esporádicamente para pasar el rato. 23
  • 25. Esa tarde llegué fumando un cigarrillo, intentando mantenerme con una sonrisa en el rostro, cosa que no podía hacer por mucho tiempo. Al entrar al estudio, lo vi acompañado por una chica delgada, trigueña, de estatura media, cabello lacio castaño largo, con un mechón algo rubio en la parte de la nuca. Cuando volteó al momento en el que saludé a Wilmer, pude verla mejor. Me pareció bastante guapa, aunque tenía cierta peculiaridad, no vestía como las chicas de la edad que ella parecía tener – cerca de veintitrés años – por más relajadas que éstas fuesen. Llevaba puesto un jean bastante flojo, un polo color verde petróleo y una casaca a cuadros. Wilmer nos presentó. Inmediatamente congeniamos y conversamos durante un buen rato. Fue tanto así que a la hora que el estudio de tatuajes cerró, ambos nos fuimos caminando juntos como conversar, ya que prácticamente íbamos en la misma dirección. - Y dime, Marcela. ¿A qué te dedicas? - Soy diseñadora gráfica publicitaria. Toma mi tarjeta en caso necesites que te haga algún trabajo. - Chévere. El diseño gráfico me parece genial. - Lo es. Me la paso súper cuando diseño. Es arte, y me encanta el arte. Si no no trabajaría en esto, ni tendría todos los tatuajes que tengo. - ¿Qué, cuántos tatuajes tienes? - Algo de treinta. - ¡Mierda! Treinta. Yo con las justas tengo dos. Jajajaja. - Jajajaja. Disculpa, me llama mi novia. Con esa última línea causó dos efectos en mí: me dejó frío y me hizo comprender el por qué de la manera de vestir que tenía. Sí, Marcela era lesbiana. Al principio lo poco de conservador que tenía se puso en jaque. Pero al ver que congeniamos con tanta facilidad, y el hecho que me causaba cierta confianza, empezamos a frecuentarnos más. La agregué al messenger, y por ese medio nos 24
  • 26. comunicábamos de manera continua al principio. Agarramos tanta confianza que ya no nos llamábamos por nuestros nombres, sino que ella me decía papaxito, y yo a ella mamaxita. Al fin y al cabo, muy a pesar de su opción sexual, ella era una mujer. Nos jodíamos, y bastante, pero dentro de todo sabíamos que era solo eso, una joda. Ella era mi brother Marcelo. Debe haber sido gracioso vernos caminar por el centro de la ciudad o alguno de los centros comerciales – o malls – matándonos de la risa, y volteando al mismo tiempo a ver a la misma flaca que pasaba cerca de nosotros. Y es que vaya sorpresa, teníamos casi los mismos gustos en mujeres. - O’e papaxito. ¿Qué actriz te gusta? No importa si es antigua. Ya, empecemos por las actrices viejas y de allí vamos por las nuevas. - Meg Ryan. Esa tía cuando era joven era un amor. Siempre me movió el piso. - ¡¡¡Sí!!! Tienes toda la razón del mundo. ¿Y de las actuales? - Hmmmm… Milla Jovovich y Natalie Portman, básicamente ellas. - No seas copión, o’e. Te pasas. Y es así que nuestra amistad se fue acrecentando. Era como andar con una chica guapa que pensaba como hombre. Era todo un caso. Caso que generó cierta situación que hizo que me muera de la risa. Un día estando por la sección de embutidos de un supermercado de la ciudad, mientras buscábamos qué comprar para preparar una pizza y comer mientras veíamos una película, nos topamos con la esposa del primo de Pilar. Las presenté, y al minuto ella se fue. No pasaron ni dos días cuando recibí un email de Pilar. “Ya me enteré que conseguiste a alguien. No sabes qué alegría me da por ti. Te lo mereces. Aunque ¿No crees que fue muy rápido?” 25
  • 27. No pude aguantar tirarme una carcajada. Pilar reclamándome por salir con alguien, que encima era mi brother – aunque ella no lo sabía –, y sobre todo cuando ella ya salía con otro tipo. Fue todo un loco, como Marcela solía llamarle a alguna situación que era una locura o fuera de lo común. No podía dejar de reírme. El caso con Sheyla era distinto. A ella ya la conocía cerca de cinco años, aunque solo éramos de “hola, ¿cómo estás?”, o conversaciones poco frecuentes en algún concierto o en algún local en el que la gente se reunía por aquellos tiempos. Muy a pesar de eso, tenía a Sheyla entre mis contactos, aun cuando eran muy contadas las veces que chateáramos. Sin embargo Sheyla me demostró algo que no me esperaba. Una amistad que no pedía nada a cambio, una compañía invalorable. Algo por lo que siempre le estaré agradecido. ¿Cómo así pasó de ser solo una conocida a una persona que siempre estuvo allí? Pues bien, a veces parece que las cosas se dan solo porque sí, porque están destinadas a darse, aunque esto suene muy iluso y no tan maduro. En uno de esos momentos en los que me encontraba solo en el cuarto en el que vivía, escuchando música, y escribiendo algo en la computadora, me conecté al messenger y empecé a conversar con diversos amigos, preguntándoles por algún concierto que se avecinase o simplemente hablando pavadas17. Allí estaba Sheyla conectada con un subnick que daba entender que no pasaba por un momento muy grato. Al leerlo creí que tal vez necesitaría hablar con alguien, por lo que le pasé la voz. - ¡Hey! ¿Qué tal? - Ahí, maso. ¿Estás bien? - 17 Hola, Sheyla. A los siglos. Maso, también. Algunos problemas con mi viejo. Pavadas: tonterías. 26
  • 28. - Entiendo. Pero tranqui. Verás que todo se solucionará. A las finales, sea lo que haya sido, tu viejo debe tener algún argumento que para él sea válido. Conversa con él. Verás cómo todo se solucionará. - Sí, lo haré. Gracias por el consejo. Y no te preocupes, que estaré bien. Mas bien a ti te vi no hace mucho, y la verdad es que no parecías el mismo que siempre veía cada que nos cruzábamos. - Bueno. Algunas cosas que pasan. Ya te contaré en algún momento que nos veamos. - Pero, ¿estás bien en este momento? - Tranquilo, al menos en este momento estoy tranquilo. Aunque me siento algo solo. Ya pasará, no te preocupes. - ¿Dónde estás? - En el cuarto que alquilo. - ¿Por dónde queda? Yo estoy cerca de la UCV18 - Una cuadra antes de la UCV. En la misma avenida Larco. - Dame unos minutos. Termino algo acá en la computadora y voy a verte. Espérame en la esquina de la universidad en unos diez minutos. - No te preocupes. - Naaa… Cerraré esto para terminar rápido e ir a verte. Ya sabes. En diez minutos en la esquina de la universidad. - Ok. Gracias. Y así fue. Salí a los diez minutos y a cierta distancia divisé a Sheyla. Ni bien nos encontramos ella me dio un chocolate diciéndome: “Esto es para ti. Para que te alegre la tarde,” lo que me hizo sonreír y considerar su gesto como el más acertado que había encontrado en muchísimo tiempo. 18 UCV: Universidad César Vallejo. 27
  • 29. Sheyla me convenció para ir a caminar por el Real Plaza19como conversar. Al principio, al encontrarme algo renuente a hablar acerca de lo que me ocurría, ella me comentaba acerca de sus planes, de lo que había ocurrido con su papá y, muy hábilmente, sobre lo que había ocurrido con su último enamorado y el cómo ya no se hablaban. Digo muy hábilmente pues algún tiempo después ella me confesó que lo hizo porque ya sabía lo que ocurría conmigo, pero quería que sea yo quien le toque el tema y no ella preguntarme al respecto, muy buena estrategia. Esa tarde fuimos al cine, tomamos un café, fumamos unos cigarrillos, y tras haber conversado de todo lo que nos aquejaba emocionalmente terminamos riéndonos de todo y simplemente decidimos disfrutar de los minutos que nos restasen juntos. Tras ese día, Sheyla me llamaba casi a menudo para saber cómo estaba y si tenía tiempo libre en el trabajo para poder vernos. Me iba a buscar al departamento en el que alquilaba un cuarto llevando DVDs, y allí pasábamos el rato, a veces los dos solos, a veces con Marcela, que también iba a visitarme, pasándola bien los tres juntos. Nuestra amistad acrecentó. Pasamos buenos momentos juntos – felizmente el horario de trabajo que yo tenía en ese momento me permitía el poder vernos y salir por las tardes, usualmente, y alguna que otra mañana – en los cuales veíamos películas, jugábamos alguna cosa, escuchábamos música y demás. – Todo esto usualmente en mi cubil, que ya no era necesariamente unipersonal, sino que se convirtió en nuestro cuartel general. Todo iba bien. Los dos nos habíamos convertido en compinches que compartían casi todo. Pero siempre, o casi siempre, ocurre o hacemos algo que nos trae de regreso a la tierra, y debí verlo venir. Debí percatarme de eso aquella noche que estábamos tirados en la cama viendo una película, y que al voltear para conversar por momentos, ella se ponía algo nerviosa pues estábamos un tanto cerca el uno del otro, por lo que al 19 El Real Plaza es uno de los mall que hay en Trujillo – Perú. 28
  • 30. terminar la película, un tanto apresurada ella me dijo: “Julián. Es algo tarde y me tengo que ir. Nos vemos en estos días, ¿sí? Cuídate.” Y se fue. No nos vimos por cerca de tres días. Yo sólo pensaba que Sheyla probablemente tenía trabajos que hacer, y no le presté mayor atención a lo sucedido. Luego de esos tres días la llamé y le pregunté cómo estaba ya que no sabía nada de ella. Me dijo que todo estaba bien, y preguntó si estaba en mi cuarto, pues estaba aburrida y quería saber si podía ir a verme. La respuesta fue más que obvia: “Eso no tienes ni por qué preguntarlo. Ven todas las veces que desees.” Ni bien llegó nos pusimos a escuchar música en la computadora mientras conversábamos en la cama. Me dijo que tenía algo de frío, y sí, hacía frío aquella mañana. Le dije que se tapara y me pidió que me tapase con ella, así se sentiría más cómoda. Seguimos conversando y riendo. La música de la compu se apagó. Ella sacó su mp3 y empezamos a escuchar música allí, acostados en la cama, tapados. De un momento a otro ambos nos tapamos hasta la cabeza. Empezó a sonar Maybe tomorrow de Stereophonics, canción que empezamos a cantar y reír mientras lo hacíamos. De pronto ella me dijo: - ¿Sabes quién es Patrick Swayze? - ¿El actor? - Claro. Pero, ¿Sabías que él también era cantante? - No. No lo sabía. Tras lo cual buscó la canción She’s like the wind y me la hizo escuchar mientras ella cantaba el coro. Yo estaba pegado en la canción al tiempo que ella me miraba y cantaba. En ese momento estábamos cerca, bastante cerca el uno del otro. Nos quedamos mirando, y a medida que pasaba el tema empezamos a besarnos, y con los besos vinieron las caricias, y tras las caricias, nuestras prendas empezaron a desaparecer, los besos se tornaron más íntimos, al igual que la respiración empezaba a acelerarse y de 29
  • 31. sus labios empezaban a salir ciertos gemidos. Tras ello saqué un preservativo del cajón del mueble de la computadora y terminamos teniendo relaciones. Al término del acto ambos nos quedamos callados. Ella volteó, se acercó a mí, y me dio un beso. Volteé, la quedé mirando sin atinar a decir nada. Ella me abrazó, me dio otro beso y me dijo: - ¿Sabes? Me gustas desde hace mucho, pero no estás en el mejor momento como para poder decir que hay alguna esperanza de que ocurra algo entre nosotros. Esto es lo que temía aquella noche. Me moría de ganas por besarte, y de hacerlo contigo, pero no era lo correcto. No te preocupes, esto pasó porque yo también quería que pase. Y por cierto, gracias por hacer posible que terminemos al mismo tiempo. Esa última parte nos hizo reír. Y tras la risa ambos nos abrazamos. Ese día fue el último que pasamos juntos. Guillermo es un amigo que tocaba el bajo en uno de los grupos en los que canté. Me llamó hace unos minutos diciéndome que necesitaba que vaya a verlo a donde vive. Al igual que yo hace algunos años, él está alquilando un cuarto en un departamento. Dicho departamento no queda muy lejos del mío, así que iré a ver en qué lo puedo ayudar. - Hola, Julián. ¿Cómo estás? - Bien, tío. A los tiempos. ¿Qué tal todo? - Bien, bien. Pasa. Necesito pedirte un favor. Espero puedas hacérmelo. - Dime, ¿de qué se trata? - Mira. Voy a viajar con mi faca20 y la verdad no quiero dejar mi cuarto solo. Por más que conozco a los que viven aquí, igual soy un poco desconfiado y quisiera saber si tú puedes quedarte acá. 20 Flaca: enamorada, novia. 30
  • 32. - Por mi normal. Pero dime, ¿cuántos días estarás fuera? - Estaremos de viaje por cerca de cinco días. Entonces, ¿cuento contigo? - Ya, normal. ¿Cuándo viajas? - Esta noche. - ¿Ya hablaste con el dueño del departamento? No quiero que haya roches21con él. - Sí. Le dije que viajaré y que un amigo se quedaría en el cuarto para cuidarlo. Aún no le he dicho quien, pero él te conoce, así que no hay problema. - Ya, chévere. Entonces, cómo hacemos para que me des las llaves. - Mi bus sale a las diez de la noche. ¿Puedes venir a las ocho y media, de paso que traes tus cosas? - Claro, no hay problema. Yo vengo a esa hora. - Gracias, cholo. En verdad te debo una muy grande. - No te preocupes, hermano. Para eso estamos los amigos. Es difícil decirle que no a un verdadero amigo. Sobre todo cuando él también te ha hecho favores en más de una oportunidad. Son las ocho y cuarto, y yo aún estoy metiendo algunas cosas en la mochila para poder quedarme en el cuarto de Guillermo. Felizmente mañana entro a trabajar a las diez de la mañana, lo que me da tiempo para venir al departamento a bañarme y tomar desayuno, así como sacar alguna otra cosa que necesite para pasar el día o la noche allá. Un libro, el mp4, el pijama y ropa interior limpia son lo primero que meto en la mochila. Ya es hora de irme. - ¡Aló, Guillermo! ya estoy a una cuadra y media. Baja para que me abras la puerta. - 21 Listo, Julián. Ahorita bajo. Roche: problema. 31
  • 33. Mientras camino, voy mirando al cielo. Hay luna llena. El firmamento está como casi nunca se ve en esta ciudad, estrellado y despejado al mismo tiempo. En pocas palabras, es una noche genial. A la distancia veo a Guillermo esperándome en la puerta del edificio. - ¿Ya listo para el viaje? - Sí, viejo. Gracias por venir. En serio. - Gracias hacen los monos. Jajajaja. - Jajajaja. ¡Maldito! Vamos, sube. - Y dime, ¿Ya saben que habrá un infiltrado en el departamento? - Sí, normal. No te pendejees con las flacas nomás. - Jajajaja. Mongol. Nada, no te preocupes. - Toma, Julián. Estas son las llaves. La redonda es la llave del cuarto. Esta cuadrada es la llave del departamento, y la que tiene forma de rombo es la de la puerta del edificio. - Entendido. - Normal puedes usar la cocina para prepararte algo. Es una cocina común, así que no hay problema. - Ya, chévere entonces. - Está de más decirte que le pongas llave a la puerta del cuarto cuando salgas. - Ya, o’e, estate tranquilo. No va a pasar nada. - Lo sé. Pero nunca está de más decirlo. Mas bien, si traes a alguna flaca, no me vayas a dejar la cama sucia. Jajajaja. - Jajajajaja. Shhhh!!!! Que nadie se entere. Jajaja. - Puta, viejo. Acá son más chismosos. Andan parando la oreja. Felizmente me llevo bien con ellos, si no imagínate. - Mejor que me lo hayas dicho, entonces. No vaya a ser que ande calato y Mariana, que está al costado, se esté ganando por la ventana, jajaja. 32
  • 34. - Jajajaja. Este huevón, no cambia. Bueno. Ya me tengo que ir. Gracias de nuevo. - No te preocupes. Anda nomás. Suerte en el viaje. Ve con cuidado. - Gracias, tío. Nos vemos en cinco días. Me encuentro haciendo zapping sin encontrar algún programa que me llame la atención del todo. Es increíble cómo a pesar de tener televisión por cable a veces no se encuentre algo lo suficientemente interesante como para pasar el rato. Y es que a pesar de que son las más de las once de la noche, no tengo sueño. Creo que sacaré el DVD de ISI DISI que traje para reírme un rato. Esos Santiago Segura y Florentino Fernández son todo un cague de risa. Son las siete de la mañana. Acabo de despertar y la verdad me sentí algo extraño al abrir los ojos y encontrarme en un cuarto que no es el mío – a pesar de que es algo amplio y bastante cómodo. – Estoy a punto de salir del cuarto para dirigirme a mi departamento y poder darme un baño, así como desayunar algo rápido antes de ir a trabajar. Sólo espero no cruzarme con nadie al momento de salir de aquí. Me miro en el espejo que Guillermo tiene en la pared frente a su cama. Y es que él es de los más vanidosos que conozco – suele mirarse en cuanta superficie muestre su reflejo para ver si está bien peinado, o si simplemente se ve bien ante sus propios ojos. – Abro la puerta despacio mientras me coloco uno de los audífonos del mp4 en la oreja izquierda, cuando de pronto escucho la voz de una mujer hablándome - ¡Hola! ¿Tú también vives aquí? Al voltear a ver a quién pertenece esa voz me topo con una chica bastante simpática. Es de estatura baja, blanca, de cabello castaño y ojos marrones claros. Lleva un par de trenzas como las de la Chilindrina y tiene puesto un overol color celeste y un polo azul. En su rostro se refleja una sonrisa de oreja a oreja mientras me sigue hablando. 33
  • 35. - Lo que pasa es que soy nueva en el departamento y quería saber si cualquiera podía usar la cocina. - Hola. Disculpa. Lo que pasa es que no vivo aquí. Sólo estoy cuidando el cuarto de un amigo que está de viaje, pero según me dijo todos la pueden usar. Genial. Muchas gracias. En verdad me salvaste. Por cierto, me llamo Fiorella. - Julián. Mucho gusto. Y nada, no te preocupes. Estaré por acá por unos cuantos días más. Si puedo ayudarte con algo, pásame la voz. - Gracias, Julián. Eres muy amable. - No tienes por qué. Disculpa que no siga conversando, pero debo irme en este momento. - No te preocupes. Yo también. Debo preparar mi desayuno antes de ir a trabajar. No vayas a creer que esta es mi ropa usual, jajaja. - Jajajaja. No te preocupes. Bueno. Un gusto nuevamente. Ya nos veremos por acá en cualquier momento. Fiorella se dirige a su cuarto mientras yo voy saliendo para ir a mi departamento a bañarme y tomar desayuno antes de trabajar. “Hay algo en ella que me llama la atención. Me gustaría conocerla un poco más” – me digo mientras abro la puerta del edificio. – El día ha transcurrido sin muchas incidencias fuera de lo normal. Aunque el trabajo en sí me ha abierto el apetito, por lo cual he decidido, ya estando instalado en el cuarto de Guillermo, pedir una pizza. Tengo unas ganas locas de comer una Hawaiiana. La piña, el queso hecho chicle, la salsa de tomate, con orégano y páprica espolvoreados encima… Mejor no sigo pensando que ya se me hace agua la boca. La teleoperadora me dijo que llegaría más o menos a esta hora, así que estoy mirando el reloj cada ciertos segundos. ¡Ya no aguanto más! El comunicador de la habitación acaba de sonar. Sí, felizmente es el delivery, así que voy en busca de ella. 34
  • 36. No sé por qué mientras saboreo la Hawaiiana que me acaban de traer, al mismo tiempo de ver un programa de cable que se ha vuelto bastante famoso en los últimos meses, estoy pensando en Fiorella. ¿Se encontrará en su cuarto en este momento? ¿Le incomodaría si la llamo para comer pizza juntos y conversar? A las finales, sólo nos hemos visto una vez, y con las justas hemos cruzado palabras. Entre dudando y armándome de valor salgo en dirección de su cuarto. Me detengo justo en la puerta a pensármelo dos veces, cuando de pronto: - ¡Julián! Qué milagro tenerte por acá. ¿Qué ha sido de tu vida? Es Mariana, la vecina de Guillermo. Una chica agradable con la que ya habíamos intercambiado pareceres debido a que en algunas oportunidades nos encontrábamos en algún lugar junto con Guillermo. Me acerco a saludarla. Ella me habla sin que yo la escuche del todo. Sólo distingo su timbre de voz y veo sus labios moverse formando palabras, sin embargo mi mente está en otras. “¡Puta madre! Falta que se haya ganado22 que iba a ver a Fiorella.” Mientras pienso eso, se abre la puerta del cuarto de Fiorella, asomándose ella para salir de allí, y mientras camina en nuestra dirección – que es la dirección que da ya sea a la cocina, el baño compartido por la mayoría de habitaciones, y la salida, – ella muy amenamente dice, - ¡¡Mari!! Oye, amiga. Justo estaba que quería verte. - ¿Se conocen? - Claro, Julián. Estudiamos juntas. Yo le pasé la voz a Fiorella que había un cuarto disponible acá, así que se mudó. ¿Y ustedes, de dónde se conocen? - Conversamos temprano. No sabía si podía usar la cocina, y felizmente me topé con Julián. 22 Ganarse: darse cuenta de algo. 35
  • 37. Empezaron a conversar entre ellas, y yo solamente atiné a quedarme un rato escuchando. Pero Mariana no es tonta. Mientras estábamos allí, ella me miraba como diciendo: “Pendejo. Ya me di cuenta que te gusta Fiorella,” y la verdad de cierta forma tiene razón. Fiorella se va a la cocina y Mariana se despide de mí. Según dice ha tenido un día largo y quiere descansar. Voy hacia la cocina con la excusa de poner agua a hervir. Es el momento propicio para preguntarle a Fiorella si desea comer conmigo. - ¿Qué tal tu día? - Todo bien, felizmente. Gracias. ¿Qué tal el tuyo? - Bastante bien. Nada fuera de lo normal dentro de todo. No sabía que eras amiga de Mariana. - Ni yo que tú también lo eras. - Bueno. Salimos un par de veces con Guillermo, mi amigo a quien le estoy cuidando el cuarto, y allí agarramos algo de confianza. Es agradable la flaca. - Sí, lo es. ¿Vas a tomar algo? - Sí. Por cierto, ¿te gusta la pizza? - Sí. ¿Por qué? - Lo que pasa es que me apeteció una y llegó no hace mucho. ¿Deseas compartirla conmigo? - Gracias por la invitación. - Normal. Mira, en el cuarto de Guillermo hay una mesa. Podemos sentarnos allí y conversar, de paso que tomamos un tecito o un café para acompañarla como que baja un poco la grasa. - Ya. Entonces te veo en un minuto. Voy a apagar el televisor de mi cuarto. La verdad no me la creía. Pensé que era solo un “está bien” por compromiso, pero era mucho mejor que un no. Tras esas últimas palabras ambos nos dirigimos a los cuartos que habitábamos, aunque aquél en el que yo estaba no era mío. 36
  • 38. Ya han pasado cerca de cinco minutos y Fiorella no viene. Mi teoría de que sólo fue un sí forzado por la situación va tomando más cuerpo, pero aun así no me atrevo a comer una tajada más de pizza, a parte de la que comí cuando ésta llegó. “Esperemos cinco minutos más,” me digo viendo la televisión para poder engañar a la ansiedad. De pronto la puerta suena: ¡TOC TOC TOC! tres veces con una contundencia que hace muestra de educación y seguridad al mismo tiempo. Abro la puerta y sí, es Fiorella. Lleva esa sonrisita en el rostro. Me está matando con eso y ella, la verdad, no sé si lo sabe. Sí, soy un iluso…recién nos conocemos y ya me está empezando a gustar. Pero es que hay algo en ella que me atrae y quiero conocerla mejor. Como dije antes, las cosas no se fuerzan, simplemente pasan. La invito a pasar al cuarto y a tomar asiento en la silla que está junto a la mesa redonda que tiene Guillermo ahí. Yo me siento en un banco de plástico y empiezo a llenar unas tasas con agua caliente mientras le ofrezco té y café para que ella se sirva lo que apetezca. Empezamos a conversar, a hablar de nuestras vidas, de lo que nos gusta y de lo que hacemos. ¡Ella es genial! Me cuenta que es del sur del país, que su papá es de esta ciudad y su mamá de la capital. Que vino al principio como a probar si le gustaba quedarse acá y empezó viviendo en casa de unas tías. Yo le cuento algo de mi vida también, pero la verdad prefiero callar un poco y escucharla. La charla se torna cada minuto más amena. Ella es de por sí amena, interesante y suelta de huesos. Vemos la hora y nos damos cuenta que más de dos horas conversando han pasado en un santiamén. Ambos tenemos que ir a dormir. Tanto Fiorella como yo debemos trabajar mañana temprano, aunque la verdad no me arrepentiría de pasar la noche dialogando con ella. Sí, dialogando. Quiero saber más de su vida. El tiempo pasa volando. Casi sin sentirlo han transcurrido ya cinco días que estoy quedándome en este lugar, y la verdad no pensé pasármela tan bien. Cada día he ido 37
  • 39. conociendo a Fiorella más y más, y siendo sincero me apena tener que regresar a mi departamento, a mi realidad. He encontrado una muy buena razón para no ser tan ingrato y visitar a Guillermo más seguido. Ya son cerca de las siete de la mañana y Guillermo debe estar por llegar. Me apuro para tener listas mis cosas y poder dejar el cuarto limpio. El cielo – a través de la ventana – se ve despejado, incluso siendo tan temprano. Bajo por las escaleras, ya más despierto que hace unos minutos pero todavía con algo de desidia. Al llegar a la puerta veo detenerse una station wagon con dos pasajeros. Son Guillermo y Susan, su novia, quienes aún lucen soñolientos por efectos del viaje de retorno. Guillermo me agradece por el favor de haber cuidado su cuarto, y hablando a una lentitud propia del estado en el que se encuentra – parece recién despertado, y a la fuerza. – Le digo que no se preocupe, que para eso estamos los amigos y decido emprender el camino de regreso a casa, escuchando algo de Calamaro en el mp4, mientras en mi cabeza no dejo de escuchar la letra de Cuando no estás, y a la par empiezo a extrañar desde ya el no poder compartir tiempo con Fiorella con la misma frecuencia con que lo hice en los últimos cinco días. 38
  • 41. … Unos años más tarde… 40
  • 42. 41