Jesús es el mejor maestro que ha existido. Revela la gloria de Dios al Padre, nos dio un ejemplo de humildad y servicio, y pagó por nuestros pecados reconciliándonos con Dios. Debemos seguir su ejemplo y adorarle como nuestro Salvador.
3. La gloria del Padre.
El ejemplo a seguir.
El reconciliador.
El que merece nuestra adoración.
Jesús es el mejor maestro que jamás ha existido. Pero ¿quién es Jesús?
El que nos enseña cómo es Dios [“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan
14:9)];
el que nos dio un ejemplo de cómo quiere que vivamos [“Porque ejemplo os he
dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15)];
el que pagó por nuestros pecados, reconciliándonos así con Dios [“Dios estaba en
Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres
sus pecados” (2ª de Corintios 5:19)].
Sin lugar a duda, Jesús es el Gran Maestro al
que debemos toda nuestra adoración.
4. Hebreos 1:1-3 nos describe cómo, después del pecado, Dios ya
no podía hablar cara a cara con el hombre. Por eso, se reveló a
través de los profetas (v. 1).
Pero esta revelación era imperfecta. Solo Jesús puede revelar
perfectamente a Dios (v. 2), porque Él es (v. 3):
El resplandor de su gloria.
La imagen misma de su sustancia.
El que sustenta todas las cosas.
El que ha efectuado la purificación de nuestros pecados.
El que se ha sentado a la diestra de Dios.
Jesús vino para mostrarnos la verdad acerca de Dios, y mostrarnos
“la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2ª de Corintios 4:6).
5. “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no
me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al
Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (Juan 14:9)
Jesús revelaba la gloria y el carácter del Padre de
manera que las personas podían ver en él a Dios.
De la misma forma que Jesús es la imagen de Dios
(Hebreos 1:3), nosotros somos transformados a la
imagen de Jesús (Romanos 8:29) para revelar al
mundo la gloria y el carácter del Padre.
Al igual que Jesús es luz del mundo
(Juan 8:12), nosotros somos hechos luces
(Mateo 5:14) para iluminar al mundo con
el conocimiento de su carácter.
Cuanto más tiempo pasemos con Jesús
más podremos reflejar su gloria, ya que
“mirando a cara descubierta como en un
espejo la gloria del Señor, somos
transformados de gloria en gloria en la
misma imagen” (2ª de Corintios 3:18).
6. “Habiéndose humanado, Cristo vino al
mundo para ser uno con la humanidad, y
al mismo tiempo revelar a nuestro Padre
celestial a los hombres pecadores. Aquel
que había estado en la presencia del Padre
desde el principio, Aquel que era la imagen
expresa del Dios invisible, era el único
capaz de revelar a la humanidad el
carácter de la Deidad… Tierno, compasivo,
lleno de simpatía, considerado para con los
demás, Cristo representó el carácter de
Dios y se consagró siempre al servicio de
Dios y del hombre”
E.G.W. (El ministerio de curación, pg. 329)
7. “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os
he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15)
Para seguir el ejemplo de Jesús, debemos conocer cómo
era Él y cómo se comportó cuando caminó entre nosotros.
En Filipenses 2:3-11, Pablo describe magistralmente cuál es
el carácter y la actitud de Jesús, y cómo debemos imitarle.
Humilde (ver Mateo
11:29; Isaías 66:2).
Obediente (ver Lucas
22:42; Mateo 7:21).
Servicial (ver Marcos
10:56; 3ª de Juan 1:5).
La gran obra de educación y salvación de Dios no se
logra mediante la autoexaltación, sino humillándonos
ante Dios, obedeciéndole, y sirviendo a los demás.
8. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no
tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó
a nosotros la palabra de la reconciliación” (2ª de Corintios 5:19)
El pecado ha creado una brecha de separación entre
Dios y la humanidad.
Para nosotros es imposible salvar esa brecha. Es
más, como pecadores ni siquiera deseamos salvarla.
Es Dios quien toma la iniciativa. En la ofrenda de
su Hijo ofrece el medio para reconciliarnos con
Él, y pone en nosotros el deseo de arrepentirnos
(Romanos 2:4).
Jesús, el Creador y Sustentador
de la vida, nos redimió en la cruz.
Perdonándonos nuestros
pecados, nos reconcilia con Dios y
nos hace partícipes de la obra de
reconciliación en nuestra propia
esfera (Colosenses 1:15-20).
9. “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la
sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5:12)
Desde el momento de su encarnación, los hombres fueron
llamados a adorar a Jesús. Un grupo de ángeles –como
brillante estrella– vino a anunciar la llegada del Salvador, el
Mesías, el Rey de reyes.
Este anuncio fue escuchado en las colinas de Belén y visto
desde la lejana Mesopotamia.
Al recibir la noticia, los pastores
corrieron al pesebre y reconocieron al
Salvador en el niño recién nacido,
adoraron, y salieron a compartir con
todos su hallazgo (Lucas 2:8-20).
Por su parte, los magos de oriente reconocieron en la estrella
angelical el cumplimiento de las profecías que anunciaban al
Salvador y se dispusieron a partir a su encuentro. Al hallarlo, lo
adoraron y le ofrecieron presentes (Mateo 2:1-12).
Al igual que ellos, nosotros somos llamados a adorar a Cristo
(Apocalipsis 5:13).
10. “La obra del amado Hijo de Dios al
emprender en su propia persona la unión de
lo creado con lo no creado, lo finito con lo
Infinito, es un tema que bien podría ocupar
nuestros pensamientos durante toda la vida.
Esta obra de Cristo debía confirmar en su
inocencia y lealtad a los seres de otros
mundos, así como salvar a los perdidos y
moribundos de este mundo. Esto abrió un
camino para que los desobedientes volvieran
a su lealtad a Dios, mientras que por el
mismo acto colocó una salvaguardia
alrededor de los que ya eran puros para que
no se contaminaran”
E.G.W. (Mensajes para los jóvenes, pg. 179)
11. Te invitamos a bajar y
estudiar cada una de las 13
lecciones de esta serie:
La educación
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