1. ITALIA, MI NUEVO HOGAR
Lola, era una niña de 11 años que vivía en un barrio de Sevilla, en España,
llamado Montequinto.
Lola era alta y delgada, tenía el pelo largo y moreno, con unos preciosos ojos
verdes.
Su comida preferida era la paella, además le gustaba mucho el chocolate.
Era muy tímida, por lo que le costaba mucho relacionarse con los demás niños
y niñas y solo tenía una amiga, con la que jugaba siempre en la calle al
escondite, y al Monopoly cuando estaba lloviendo. Su amiga se llamaba
Francisca.
Entre sus aficiones, también estaban bailar flamenco y tocar la guitarra
española.
Un día, sus padres le anunciaron que debían mudarse a Italia por motivos de
trabajo.
Lola se despidió con mucha tristeza de su amiga Francisca.
Esa noche, durmieron juntas porque no querían separarse. Y al día siguiente,
esta la acompañó con sus padres al aeropuerto. Francisca volvió a despedirse y
le regaló una pulsera a Lola para que nunca la olvidará.
Después de unas horas de vuelo llegaron al Sur de Italia, a la ciudad de
Altamura.
Era bastante tarde y aunque estaba oscuro, en el viaje en taxi hasta su nueva
casa, le impresionaron mucho lo bonitas que eran las calles de aquel lugar, así
como muchas de sus casas.
Al los pocos días, empezó a asistir a un colegio llamado San Francesco d'Assisi.
Durante los primeros días, como Lola era muy tímida no hablaba con nadie y
entonces cada vez que miraba su pulsera se acordaba de su amiga Francisca y le
entraba nostalgia.
Una semana después, una niña de colegio la vio sola sentada en un banco y le
pregunto si quería jugar con ella, pero como Lola no la entendió porque no
sabía hablar nada de italiano, no la entendió y se quedó sentada.
A partir de ese momento Lola supo que era importantísimo que aprendiera
italiano, por esto le dijo a su madre lo que le pasaba y esta la ayudó cada tarde a
estudiar y aprender el nuevo idioma. Además en el colegio también se apuntó a
un cursillo.
2. Poco tiempo después, un día, cuando Lola estaba de nuevo sentada en el mismo
banco, la misma niña volvió a preguntarle si quería jugar con ella.
Entonces, Lola la entendió perfectamente y se puso muy contenta. Más tarde,
cuando se presentaron y dijeron sus nombres Lola saltó de la emoción al
escuchar el nombre de su nueva amiga. ¡Se llamaba Francesca! ¡Igual que su
mejor amiga española!.
Ese mismo día, Lola escribió un email a su amiga Francisca para contarle la
gran coincidencia y lo feliz que estaba porque había conseguido tener una
amiga nueva con la que podría jugar, hablar y hacer todas aquellas cosas que
tanto echaba de menos.
FIN