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Labriegos o breviario de un tiempo cercano (VI)

 Felipe Martínez Álvarez

  “Ientes y vinientes”

  Hubo quienes, desde siglos atrás y por fijación al terruño labrado del viejo
solar heredado de los mayores, formaban parte de aquesta madre naturaleza .
Otros, en el decurso de los tiempos, procedentes de El Real, Oulego, y
morando el justo tiempo en la Villa, llegarían como segadores allende la
Maragatería , y de Fonsagrada y Cervantes, también en el Reino de Galicia,
como segadores, vendimiadores y criados en tierras bercianas. También de la
Sanabria y la Cepeda; de Santa Cristina de Somoza, Molinaferrera y Pobladura
de la Sierra, en la Maragatería . De Odollo, Santalavilla, Llamas..., lugares
cercanos a las sebes del otrora Santo Alejandro, en la Cabrera . De las tierras de
Ancares y Fornela, conocedores y expertos de las varias actividades
mercantiles. Y, ya más cercanos, de Labor de Rey, Bouzas, Montes, Peñalba y
Ozuela.
  En ese ir y venir hubieron de sortear campos a través, caminos de cabras y de
arrieros, carrunas y cañadas, vadear arroyos y ríos, los senderos y atajos de
Monte Irago, Foncebadón, Malpaso, La Yegua, el Morredero, Campo de las
Danzas, Peña Ladrona, la Cruz del Teso...
  Por los parajes del naciente y mediodía, cual si poseyera el don de la ubicuidad,
no era insólito toparse con la erguida figura del abad de todos los abadengos que
hubieron estos antiguos pagos : D. Emilio -cura heterodoxo en la práctica del Derecho
Canónico Matrimonial- Capellán de las Carralas en Los Barrios. Siempre a caballo,
con bota de cañada y media de vino, pan y queso del duro, cual obligados
servidores por si era menester su atención y cuidado, hombre amigo de alegre y
desenfadada conversación que, como buen samaritano con los obligados
transeúntes, ofrecíase aquel cura de poderosa mandíbula y fuerte brazo.
  Era menester bajar desde Molinaferrera y Pobladura de la Sierra a reponer
existencias de aquel precioso y poderoso elixir en la Bodega del Cabildo de Astorga
en Salas, de Las Carralas en Villar, en cuyas cubas jamás habría de faltar el
vino de lágrima, pues los ramos de laurel del Domingo de Ramos espetados en
los majuelos eran la garantía de regeneración frente a heladas, plagas y
pedriscos y, si se prefiere el de dos o tres orejas, entonces en la bodega de los
Gateras en Villar de los Barrios .
  Ya bien llenos los tres temblones pellejos con los seis cántaros del vino clarete, y
el garrafón del divino orujo de los alambiques de Chanolo o Prim , con poder
para espantar nublados y ronqueras, bota de vino del garrotín –éste siempre a
mayores-, porque una arrancadera para una luenga jornada habrá de ser con el
vino que no ate los pies ni las manos, ni suelte la lengua en demasía porque
entonces embota la mente y nunca es bueno dejarse tomar del vino.
   El vino es valiente y suficiente si permite capear el cierzo, andar y cantar :
“Trajineros son mis padres, trajineros mis hermanos, y trajinero ha de ser, el que a mi
me dé la mano”. ”Madre cuando voy a leña, se me olvidan los ramales, no se me olvida
una nena, que habita en los abranales”, porque el trabajo satisfactorio del deber
cumplido y su canción no sólo reponen fuerzas y alegran la vida, destierran
fatigas y penalidades, sino que el pan mojado en vino y el cantar animan al
hermano macho, de pinturero trasquilo y arreos, a sobrellevar como liviana tan
preciada carga en la amiga compañía, pues al amigo y al macho no apretallo que,
en estos parajes, no hay posadas en el camino .
  Pero la estancia en aquellos pueblos señoriales de nobles casonas, enormes
bodegas y lagares, no había de terminar en la necesaria, que no exclusiva,
reposición de existencias. Había que consolidar las siempre valiosas amistades,
en particular las de los viejos y entrañables amigos Carujín, el Quilo, Pepe
Menora y su hija Benjamina, porque en saliendo del terruño son menester
muchas puertas y ventanas, dar y recibir encargos, trocar perniles por untos,
hojas de tocino y convenidas cachuchas, obsequiar al amigo con media docena
de perdices pardillas, pues el hombre que buen grado da –cosa nada fácil- disfruta
con su regalo, que contar con un buen amigo es contar con un tesoro y, en
cualquier caso, quien regala bien vende, si el que recibe lo entiende. Por contra, la
persona ruin o candonga buscará amigo en cada escudilla de vino. De igual
modo, es conveniente evitar el supuesto amigo siempre triste, huraño, enojado,
mísero y pitañoso que, con sus penalidades, pretende abandonar la vida antes
de tiempo.
   Habrá que ser puntual en los compromisos de la próxima visita, amén de
cumplidor con el encargo de las tres arrobas de patatas riojanas porque es cerca
la sementera seruenda.
  Quienes iniciaron el camino en Montes y Peñalba habrán de olvidar por un
tiempo el agua con sonido del Oza, rendir gustoso homenaje y tributo de perra-
gorda al Santo y guapo Obispín de la Granja de Santullano, santiguarse, bisbisear la
oración de la salud y de las compañías que son menester en el camino .
  El obligado receso en las ruinas de Nuestra Señora de Fonlibar, que así lo
aconsejaba la antigua jurisdicción de los monjes benitos de Montes, porque los
recuerdos no sólo son nostalgia sino que el presente exige ir más allá de sí
mismo. Acceder luego al Camino Maragato, desde donde ya se divisan los
verdes sotos de castaño bravo de San Félix y el Sapo, así como el sorprendente
mundo de la Villa y su alfoz.
  Sería blasfemo y pernicioso que gentes de Santalavilla, Odollo, y cualesquiera
otros lugares linderos al antiguo, ya abandonado Santo Alejandro, no
dispusieran del tiempo requerido, según los sagrados rituales, en el Campo de las
Danzas, milagroso paraje, porque en él se atesora la suerte y misterio de la
cíclica fertilidad humana . Las doncellas, del ya concertado compromiso de las
capitulaciones matrimoniales, desean conocer su suerte, y las casadas,
primerizas en cinta, esperan sin agobios el definitivo cumplimiento que, en las
noches de luna llena, habrá de confirmarse en el mismísimo Molino de Agadán,
porque nunca se sabe...,que no hay mujer más entallada que la de tres meses preñada.
   Pero en saliendo de Agadán, habrá que cuidar en no equivocar el sendero
evitando los siniestros Matón y Vallenón. Una antigua leyenda afirma que las
Infantas de Castilla llegaron con sus Dueñas al Campo de las Danzas , a fin de que
los ritos de la fertilidad, que allí habían lugar, les fueran propicios con ansiados
herederos .Ya de vuelta, a la altura de Peña Ladrona, la maldita invernía y una
niebla meona las perdió, arrojándolas primero a los parajes del Rebollo y los
Conejos, luego el malhadado destino las condujo al temible Vallenón . Jamás se
supo de Infantas y Dueñas ; sin duda aquel valle encantado embrujó a tan
significados personajes, quedando Cerro de las Infantas como nombre-recuerdo
de tan desdichado acontecimiento .
  Por estos y otros motivos, no sin razón, José el Oso juraba y perjuraba que en
aquel lugar debía existir alguna de las bocas de los infernales calderones o bien,
según Pepe el Orejas, ser el maldito andurrial donde el Cristo llegó a dar las tres
últimas voces.
  Alertaba Quico, ojo virojo, que las mancaduras y torceduras de su dolorido
cuerpo eran consecuencia de la enconada disputa que sostuvieron el psicopompo
del Vallenón -santo protector de los viajeros moribundos- contra el oficial de los
diantres y, confundidos ambos, creyeron era llegada la hora y trance final hacia el
más allá de aquel infeliz Quico, ojo virojo, cuando aquel hombre, de ojo virojo y
esmirriado cuerpo, que desde niño hubo de sobrellevar las pesadas bromas por causa del
jodío arangallo, lo único que pretendía era llevar la vaca, que el día antes se había
acaballado, al toro, sólo que a la vaca Rubia se le ocurrió entrar en celo aquel
preciso día de increíble ventisca. El caso es que su madre, Emilia la Sola, hubo de
bizmar con estopa, aguardiente, incienso y mirra, tan maltrecho cuerpo. De la
vaca Rubia, escabildada en el trance y con la que emparejaba Quico, jamás se
supo .Durante largo tiempo, tamaños apariciones y temores dejaron a Quico
bastante tarolo, llegando a padecer aquellas siniestras apariciones en las que
los malditos diantres, disfrazados de hermosos carneros negros, asomábanse por
entre las carqueixas y mofaban con apestoso decir de su cuerpo, alma y parentela.
   Cañizo, hombre audaz y burlón de tanta aparición, se puso en camino en
compañía de Félix el Estornino para en llegando a las Fiestas del Salvador en
Toral echar unos bailes, tratar luego de probar suerte en las chapas apostando a
cruces las 50 pesetas, fruto de los cinco días jornal que hubo en la maja del
centeno. Con estos dineros de la suerte podrían darse un buen atracón de
aquellos insuperables peiches macerados durante tres días en escabeche y hoja de
laurel, finalizando el tan ansiado banquete con un buen trozo de roscón mojado en vino
que hacía un año el increíble sabor, ya casi borrado de sus memorias, les estaba
esperando. Pero hete aquí que cruzando el Vallenón, aconteció que se dieron de
bruces con los espectros de la Santa Campaña .Tratando de evitar males
mayores, pues ni en broma se les ocurrió utilizar el revólver que tenían a
medias, y solían guardar en un buraco del pajar de Cañizo, sino, más bien,
guarecerse durante la interminable y agónica noche al abrigo de una mata de
jardones, temiendo, poco después, ser delatados por el pestilente hedor de sus
miserias intestinales al haber de ciscarse piernas abajo por causa de tamaña
angustia.
  Ya el Sr. Matéila, por hacer caso omiso a las advertencias de su mujer cuando
repetidamente le amonestaba: vade, vade Matéila;¡ vade al Vallenón!, hubo de
renunciar a la caza de perdices y conejos en aquel maldito paraje, porque hasta
sus tres perros conejeros habían desaparecido como por encantamiento, por eso
decía, no sin razón: ”matar perdices , en aqueste lugar, matéilas, pero nin yo nin
perro jamás cobréilas”. Era claro que aquel Vallenón tenía que ver con los jodíos
diantres.




                         Un buen amigo es siempre un tesoro.

  Pero aquellos “increíbles palurdos”-que no sansirolés- plenos de la ingenuidad e
inocencia necesarias para dotar a la vida de ilusión, porque la vida es siempre
igual, siguiendo la inveterada costumbre de ancestros, familiares y convecinos,
lograban, finalmente, encontrar amo -algunos hasta nuevo estado con soltera o
viuda y nueva familia- y trabajo en labores de la cava y escarba en majuelos,
vendimias y lagares en Cacabelos, Ponferrada y su alfoz; últimamente, y ya
casi por la festividad de Los Santos, en Los Barrios; lugares, todos ellos, en los
que el amo ofrece, como ramo de la tarea, una increíble pitanza de abundante
arroz con pollo o hasta la divina caldereta de carnero.
  Aquellas gentes ligeras de equipaje, traje de pana bien comida la color por el sol ,
calzados los más en abarcas, zocos y galochas, envueltas con vendas las
pantorrillas, renegridos por el cierzo, el inclemente sol y la canícula,
encallecidos y encorvados por el inmisericorde trabajo, con los justos cortezos
de pan, unto, tocino entreverado y algo de cachucha en el morral, la compañera
bota o calabaza que hacen más llevadero el camino, cuando todavía eran la base
de la alimentación, tomaban, como romeros que son de la vida y del trabajo, los
caminos que inevitablemente habrían de conducir al aliviadero del finis terrarum .
  Los hay que rematadas labores y estancias en las aldeas del mediodía del
alfoz de la Villa, y entretanto llegan las labores de vendimia y lagar, se dirigen
a los aledaños de la dehesa del fabero buscando jornales en la siega y maja de la
mies. Vadean el Boeza por Puente Escaril y Sarria, por ser menester adquirir
un nuevo hocín y docena y media de sardinas saladas en Casa Narciso, y lograr de
esta guisa, despistar a los sabuesos Agentes del Consumo en el Fielato, obligados de
los compinches y covachuelas de los arbitrios municipales, -en la otrora
desamortizada, bien que propicia Ermita de las Eras dedicada al Santo Roque que,
romero como ellos, es amigo, abogado y consolador de tanto apestado y desvalido
de la vida-, porque los Agentes del Consumo te decomisarían el tocino y el precioso
unto de las sopas de ajo, y no hay mejor comida que la del tocino o la cachucha
con los bien colorados cachelos, porque para la naturaleza y la vida lo mínimo es
bastante. Otros proseguirán por Cansavacas hasta la trinchera de Toral,
propiedad de hermosos lagartos vestidos en verde y oro, para luego acceder a
los jornales de siega y maja.
  Es claro y buen consejo no dejarse caer por la Villa, a no ser que la necesidad
imponga tener que comprar sardinas secas- saladas, hocín o lata de escabeche,
porque aquellos, al parecer arrogantes, Guardianes del Orden y Seguridad Pública,
desconfiando de todo y de todos y siempre del forastero, te obliguen a echarles
el aliento y registándote las cicatrices del cogote, te acusen de ser uno de los mozos de
Quilós que, en sin par batalla, según la maledicencia, dieron muerte a Dios.
  Ancareses de Villasumil, Sorbeda y Suertes, ya sobrepasada la Cruz del Teso,
antes de llegar a Villar de Otero, descabalgan y refrescan, siempre con mesura,
el secaño de los gaznates con aquel poderoso y exótico líquido del vino con
gaseosa que a Chucha ofrece na sua barraca, porque el sólo vino es mucho vino y
el no saberlo sudar ata piernas y manos en dejando suelta la lengua: porque del
vino siempre como si fueras rey y del agua como si fueras buey .Es verdad que hay
excesos, bien que una vez al año, no hacen daño, pues al decir de labriegos de
Médulas: “O vincedós de Janeiro, San Vicente en Borrés, vide juventud das Médulas
de viño os fartarés ”.
  En la barraca de a Chucha se habla de casi todo, excepción hecha de asuntos
mercantiles que, a lo más, pueden husmiarse, no sea que el vino desgobierne las
palabras y ponga en dificultades el acuerdo que sobre restos y raspaduras de
cera de velones, blandones y hachas del Oficio de Difuntos y velas del Monumento
del Santísimo que D .Feliciano, Cura de Cueto, guarda con llave en el enorme
cajón de la sacristía . Por cierto, no es siempre fácil negociar con D. Feliciano,
porque la talla de su efigie expuesta bien en el oscuro zaguán o en lo alto de la
escalera, que de sí mismo tallara el Cura, obliga a aquellas gentes a escupir ante
terceros sus ofertas y, es claro que, según la palabra que digas, tal oirás .
   Los Fornelos, escarmentados en tanto trato y chalaneo, son bien sabidos que
el mayor tesoro habrá de ser una lengua parca y, a poder ser, ininteligible para
los más :”Nesta bayuca tinbunchis qu, argallar burón,pa qui nun intervin qu,il mañón
trovasi fuelli ”(En esta posada tienes que hablar burón para que no entiendan,
que el paisano es malo).
   En Vega y El Espino sería deseable husmiar la información privilegiada de
aquellos siempre extraños y herméticos primos y parientes de ancareses,
malqueridos Fornelos de Trascastro, Guímara y Peranzanes que, con su diabólica
jerga y muecas, más propias de hurones que de burones, desorientan y hasta
malogran los malsanos husmiares .
Quien no sabe de abuelo y abuela, no sabe de cosa buena.

  A cuantos son “ientes y vinientes” no pasan desapercibidas las flores de
carqueixas , las madreselvas de los caminos, las amapolas en los labrantíos, las
verduras de los prados, la color de tantas flores, las violetas y el “pan con queso”
de los abeseos junto a las musgosas piedras y lirios silvestres que ofrecen olor
sovejo; los silbos del cierzo, las comestibles acedas de los prados ; los álamos,
castaños y negrillos del camino que, como santos protectores en la canícula,
refrescan y hacen perder los sudores.
   Los siempre vigilantes y silbantes tordos y estorninos que, en los negrillos y
choperas de Cubillos, disputan a porfía en interminables algarabías y
chácharas del otoño, o las sabias y bienvenidas advertencias del cuco en Rosales
y el Castro de que ya es llegando la primavera, los alocados gritos del pájaro
carpintero y la casta y tímida vigilancia de las tórtolas en los castañales.
   En más de una ocasión hubieron de sestear y dormir a pierna suelta al sereno,
en pajares y pesebres, despertando en la compañía y expectante curiosidad del
mochuelo, la temible denuncilla, la intrigante raposa y la desconfiada e
inconformista garduña .
  A buen seguro que aquel divino fraile carmelita inspiró sus poemas en los
antepasados de aquestas gentes y lugares, pues :” Buscando mis amores iré por
estos montes y riberas, ni cogeré las flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y
fronteras...Los valles solitarios nemorosos, los ríos sonorosos, el silbo de los aires
amorosos...La noche sosegada...la música callada, la soledad sonora...Al monte y al
collado, do mana el agua pura...El aspirar del aire, el canto de la dulce filomela, el soto y
su donaire en la noche serena...Quedéme y olvidéme, cesó todo y dexéme, dexando mi
cuidado en las azucenas olvidado”.
La espera y la esperanza no parecen tener alternativa.

  La adversidad suele instruir a los hombres haciéndoles reconocer lo frágil que
resulta vivir, de la siempre necesaria frugalidad y fortaleza en sobreponerse a
sí mismos para intentar emanciparse de la miseria. De la escarcha de enero, de
los traicioneros cierzos del tornadizo “marzo marzán cara de can, y de los vientos
fríos que azotan los chopos del camino. Gozar con las esperadas lluvias de abril,
con la floresta de mayo, del olor de la tierra mojada y ralbada en los tiempos de
San Roque y San Bartolo, del rocío septembrino en la mencía y las siempre
deseadas patatas seruendas, aunque mañana, mañana es otro día, que eso es verdad
y siempre verdad.
  Somos viejos desde siempre, humildes ganapanes que esperamos la fortuna
de poder comer. ”Somos gentes honradas. Hasta vamos a misa. Trabajamos.
Dormimos. Y así vamos tirando. Además, ya es sabido, Dios dispone las cosas”, A.
Figuera.
  Todos, “ientes y vinientes” y lugareños del terruño, hubieron sin tregua menester
: arar, cavar, escarbar, segar, majar ,vendimiar, mercar, andar, amar, afirmar, negar,
dudar, creer y... cantar , andar y cantar, porque cantar hace mejores a las personas,
posibilita la espera y la esperanza, lleva consigo la diversión y el contento, uno se agrada
a sí mismo con la ingenuidad e inocencia que dotan de ilusiones a la vida, porque no es
lo mismo el trabajo penoso que aquel que lleva satisfacción por el deber cumplido,
aunque sea en los campos sin arados, en los lugares en que no hay majuelos ni
podadores, porque :”Molinero es mi amante, tiene un molino bajo los pinos verdes, cerca
del río”.”Cuando salí de mi tierra por vez primera, me enamoré de los ojos de una
pueblerina ..., pueblerina de mi vida , pueblerina de mi amor...,no ves que tus ojos
negros me han robado el corazón”.”Un pastor de merinas me dio piñones , yo le di
calabazas que son mejores”.”Aquí me pongo a cantar, en este campo de flores, a vista de
quien me escuche y al frente de mis amores”.
  Pero la búsqueda de seguridad y esperanza llegaron a tornarse más que
adversas y difíciles,”porque ya no era posible mantenerse de sus trabajos, hambres, y
sudores”, G. Celaya . Alimentos y reproducción, alimentos del ganado, aperos,
vestido y habitación, ya no eran posibles en aquellos rústicos y frágiles
patrimonios llegando a ser la vergüenza sombra de la miseria, al igual que la
arrogancia lo es del bienestar. Todo ya parece indicar que el agua estancada se
puede tornar peligrosa para la salud y sin cambios no hay eso que denominan
progreso, pues ”... cuanto más pobre es una comunidad, mayor ha de ser el gasto
dedicado a la provisión del alimento, que siempre habrá de estar ceñido a la diaria y
corta capacidad del estómago y digestión .Por contra, el deseo de vestidos, calzados,
equipajes y otras comodidades..., ni tiene término ni conoce límites. Lujo será, en
definitiva, cuanto vaya más allá de lo necesario. Bien es cierto que allí donde los salarios
de trabajo o las otras actividades son más crecidas, los operarios habrán de ser más
activos y diligentes, A. Smith.




              Porque al viejo si le mudas el aire, darte ha el pellejo.
Quienes alcanzaron el otro tiempo

   “Hay una suprema realidad y es : que todos los hombres mueren y ...no son felices .A
pesar de ello, hay en el hombre más cosas dignas de admiración que de desprecio, A.
Camus.
  No hay, ni parece que pueda haber, una historia de la felicidad, sí puede
haber, por el contrario, una Oda a la Alegría y Cantos de Vida y Esperanza. La
espera y la esperanza dan consistencia a los siempre sobrados espacios y
tiempos de tribulación en los que la incertidumbre acosa día y noche.
  Ya sin arrestos para continuar en tanto trajín, fatigados y agotados en tanta
tribulación y laboriosas jornadas de los inhóspitos caminos y tíovivos de la vida,
en la obligada obediencia a tanto impostor, trapacero y avaricioso, que Dios
confunda por sus desatinos, porque así enloquecidos y ofuscados consiguen
desvariar la conciencia de las gentes y oprimir sus existencias y, claro está, no
tendrán perdón de Dios. Es necio, por otra parte, tratar siquiera de hacerles
frente, pues son más fuertes y, además de vencerte, te harán sufrir vejaciones
mil, como cuentan ocurrió a aquella infeliz avecilla en las garras del halcón .
   Presintiendo que el finis terrarum, como último paraje, habría de ser ya
próximo, optaron por acostarse sobre una mata de la retama y desearon morir, pues el
tiempo ya se hacía terminal ...,” y porque el viajero de la vida, tarde o temprano, ha de
detener su andar”.
  Pero el ángel les tocó el hombro diciendo : levantáos y comer porque todavía resta
camino.
  ¿Cómo es posible continuar la vida cuando ya se desea acabarla ?.¿Por qué esperar a
comprender la vida, cuando la muerte, en cualquier caso, es ya inevitable ?,inquirieron
los caminantes. Respondióles el ángel :el tiempo no siempre es tirano, pues la infancia
y la vejez son como las dos caras de la pámpana de la vid y difícilmente se puede llegar
a comprender el comienzo de la vida si no es por su final , por lo que la enfermedad y
la limitación son necesarias, aunque no debas pretender ser viejo antes de tiempo ni por
mucho tiempo .Debes saber que es necesario no desconocerse, porque sin ello no es
posible el último paso de la vida. También es menester que la edad desvalida sea
asistida por la dorada edad de la infancia,”porque un paraíso perdido es, siempre
que se quiere, un paraíso reconquistado”, Mª de Maeztu .Y al igual que ” vivir es ver
pasar, también :vivir es volver”, Azorín . Es claro que los tiempos primordiales están
siempre prestos para mejor sobrellevar el ya irreparable tiempo.
  A pesar de que por el tiempo no pasan los años, pues siempre vuelve a volver,
pretender mantenerse siempre joven es gran necedad, y ya de poco pueden
servir las moras o los arándanos en aguardiente, las excusas y lamentaciones. No
obstante, quien quiera ser mucho tiempo viejo -peor para él-, comience presto .
  La deseada y temida vejez no era la edad dorada, sino un irreversible proceso
de achaques no habiendo día en el que algo no se agrave o falle algo
diferente. El cuerpo es doliente y desvalido, pesa y mucho, los orificios
corporales entran en desgobierno, huélese a viejo y orines, se hacen
imprescindibles el cayado, confidente y amigo de desvalidos, y la faja que, a
duras penas, pretende mantener enhiestos los cuadriles. Se reiteran las cosas, el
olvido hace estropicios y las manías terminan por imponerse. Todo se hace
más torpe y lento a pesar de que el tiempo corre más de prisa. Llegado es el
tiempo de reconocer y asumir el imperio de las leyes de la madre o madrastra
naturaleza que no entienden de obligaciones ni lamentos, que arrugan la piel y
hacen temblar el otrora firme pulso, que doblegan y acortan la espalda y piden al
mortal que deje de fatigarse ya.
   Desvalida edad en la que no es fácil improvisar lugar y acomodo para tanta
calamidad y huéspedes gorrones del cuerpo y del alma, fatigas, desasosiegos y
miedos. Ya no son posibles preferencias y posposiciones, y casi nada coge por
sorpresa al inquilino de la vejez que cuenta, no obstante, con la ya larga y
secular historia y aprendizaje de abuelos, padres, convecinos, así como el
cíclico e inexorable proceder de la siempre madre naturaleza.
  Es llegado el tiempo de tener que soportarse a sí mismo, porque una cosa son
las cosas y, otra distinta, el uno mismo . Procede retirarse al anonimato y
albergarse bajo el techo de la soledad, porque el alma sola ya es capaz de
hacerse compañía –bastante se ha vivido para los demás- preparando la retirada
al interior, disponer el equipaje y despedirse con tiempo de cuantas cosas nos
rodean y son ajenas al definitivo propósito. Nada hay que aparentar sino
asumir que no somos imprescindibles, que vivir es algo gratuito y casi todo
está entretejido de nada, que muy pocas cosas importan de verdad y todo tiene
su límite y da muy poco de sí.
  Al haber de asumir esta inexacta pero concluyente sabiduría, comenzaban a
iluminarse las más de las cosas, porque ”De la misma manera que las aficiones de
las edades anteriores desaparecen, así también desaparecen las de la vejez .Cuando esto
ocurre, la saciedad de la vida acerca el tiempo maduro de la muerte”, Cicerón :De
Senectute.
  Pero el anciano, aunque tarde, no tiene hipotecado todo su tiempo y libertad,
no había aprendido otro oficio que el de la honradez y trabajo y, por ende, no
sería honrosa una holgazanería buscada, porque al viejo , si le mudas el aire, darte
ha el pellejo. El trabajo moderado y cierto ejercicio, pese al pertinaz agotamiento,
son llevaderos, y hasta parecen ser beneficiosos contra la inevitable decrepitud .
La holgazanería, al contrario que la vida, es reposo y muerte, gran deshonra
que termina dando alas al fácil camino de la maldad que, como las chinches,
siempre se oculta en los dobladillos y zurcidos de los humanos.
  La familia extensa campesina fue una célula socioeconómica necesitada de
continuo de estrategias activas de supervivencia y superación, de la siempre
necesaria pluriactividad de todos sus integrantes, de la mujer en especial,
posibilitando así la salvaguardia del medio natural, cultural y patrimonial del,
constitutivamente exiguo, patrimonio agrario .
  Cierto es que “viejo es Pedro para cabrero” pero esta condición no imposibilita
la ayuda al mantenimiento del ganado de tiro y carga, a los tan importantes
moradores del corral y pocilga, la recogida de los preciosos bertones, desgranar los
divinos guisantes -¡loado sea Dios!-, partir los fréjoles y las carracholas, bincar el
hocico de de los hozadores inquilinos de la pocilga, echar calzas a las galochas y
la gallina al güero, cuidar del niño berrón, la ayuda en los tiempos de las eras en
las que nadie es sobrante y reponer la barrila con el agua fresca y así calmar
los sedientos gaznates, balear la mies, echar la imprescindible agua en la
pradera, cuidar las flores y plantas medicinales, preparar el caldo de berzas o las
sopas de ajo necesarias en la siempre venerable pitanza, tejer escarpines, refajos y
tapabocas para los duros y sosegados tiempos invernales, escachar y escoger la
almendra, advertir de los daños que se ciernen sobre los frutos y congratularse,
como no podía ser de otra forma, de la fertilidad de ganados y labrantíos .
  La conveniente concurrencia al Concejo Público posibilita recordar y trasmitir
tradiciones, costumbres, derechos y hasta la jurisprudencia de senderos, pasos,
montes, aguas y pastos, porque el saber sí ocupa lugar, pues cuando las cosas
de la vida cambian con rapidez, quienes más saben son los jóvenes, cuando
apenas cambian, los que más saben son, obviamente, los antiguos.
  La taberna, que en tiempos domingueros y festivos reúne a casi todas las
edades, es parte del hogar y hasta del Concejo . La partida de brisca de seis, y
la consumición del jarro de vino con gaseosa, despiertan la mente y alivian el
cuerpo.
   La bien señalada fiesta patronal tendrá sabor único, por eso exige el traje de
comer fideos y las siempre botas de encargo de las solemnidades, el abundante cocido
con la mejor sopa de pan en el caldo del cocido, y... tener familiares y amigos a la
mesa es el mejor indicio de amistad y consideración, porque “bocao comido no
gana amigo, y no ha de ocurrir, ay abuelo, que sembremos alazor y nos nazca anapelo”.
No participar de la fiesta, trabajar en cuanto ni es urgente ni indispensable, es
una traición y deslealtad a uno mismo y al pasado .
  Los soles del mediodía en invierno y las refrescantes sombras del verano, las
gratas compañías, los venerables saludos de ientes y vinientes, de niños y
adultos, la compañía del escéptico gato llegado que hubo al acabóse de la
curiosidad que lo mataba, las inevitables escaramuzas de perros y gatos, la astuta
osadía de pegas y gorriones..., la sin par alegría y belleza de los escolines cantando
los cristos en la escuela, de sus cantos, carreras y saltos en el recreo, hacen que
todo sea teñido de la color de la vida.
  Siempre será menester acudir a la Villa en los tiempos de Ferias y Mercados,
nada es tan gozoso como charlar con las antiguas amistades y conocidos,
porque hay oficios que son compañeros de por vida, y luego compartir un jarro
de vino en Casa Pita, Bodegas de Valentín el zapatero, el cura Morico y el Tambor, La
Rifeña, La Cabañesa, Celestino el Calderero, La Petisa o echar una partida de tute, con
café y orujo, en la siempre concurrida, familiar y divertida Obrera, que de eso se
encargan los sones que, al piano, interpreta el Maestro Secundino Prieto.
Es menester que la edad desvalida sea asistida por la edad dorada de la infancia.


 El último futuro

   Porque el tiempo también es tirano, y nada de cuanto ocurre al anciano es
ajeno a su propio pasado, obliga al hombre a realizarse sucesivamente y nada
ha de impedir la necesaria y singular reflexión en torno a la vida misma porque
una verdad son las cosas siempre a mano y, otra distinta, el sí mismo del vivir,
inestable siempre pero exigente en recomponer esa difícil marcha hacia el
escurridizo interior del uno mismo y, en esta guisa, intentar escapar a tanto
desconcierto, cuando tan pocas cosas son ya necesarias.
Cierto es que el lenguaje de la razón tiene la vana pretensión de amueblar la
vida y las más entrañables parcelas para las que, posiblemente, no está dotado.
El último y vital lenguaje de los ancianos labriegos es ajeno al de los eruditos, y
si bien inexacto y siempre configurado en experiencias seculares, no pretende
dominar la naturaleza ni hacer más felices a los humanos sino ocuparse del
propio yo sin la ya presión de tanta cosa y tiempo, habiendo de asumir la
macanuda cuestión de la vida sin los diarios afanes en esa ya maduración vital,
invitando y exigiendo que no todo haya de agotarse en los hechos que ordena y
muestra tanto la madre naturaleza como las apetencias humanas: porque..., ¿nada
engendrado es duradero?
  La presencia del anciano en procesiones, rogativas, misas, rosarios,
acompañamientos del Viático, funerales, cabos de año, vísperas y completas, entierros
y demás actos de culto, despiertan en el hondón de la vida que todo es un ciclo
de nacimiento-muerte-nacimiento ; pero que no todo haya de morir.
Aquellas benditas mujeres de pañuelo, chambra, larga falda y chal, arrodilladas,
sentadas sobre el suelo enlosado o en humilde cojín, en reclinatorio las menos,
en la acogedora penumbra de las humildes hachas, testigos de los que vienen y se
han ido, bisbiseando ponen de manifiesto cuanto son y creen: que la palabra rescata,
pone forma y figura, a quienes el necesario olvido recluye en las ya inabordables
estancias.
  Aquellas benditas mujeres no sólo asumieron la necesaria fertilidad en sus
entrañas sino que dieron cobijo en su materna alma a toda una ya larga
tradición de gratitud: el cariñoso culto a los espíritus de los siempre presentes
antepasados. Porque si es verdad que la familia pretende morar entre los
mortales, habrá de ser en piedad, reverencia, servicio, honra y mores de los mayores,
porque padre y madre serás, y mal hiciste, tal habrás .Y si el nieto no sabe de abuelo y
abuela, no llegará a saber de cosa buena .
  Son los abuelos ,por lo general, objeto de la mayor consideración y respeto de
niños, jóvenes y adultos. A ellos se recurre en demanda de consejo, cuidado de
las formas tradicionales, del saber sabio, claridad, seriedad y sentido de la
responsabilidad, porque siendo necesarias tan pocas cosas, no deberán trocarse
aquellas que son espera y esperanza, sin ellas la brutalidad está cercana .
  Por evidentes motivos, los ancianos habrán de hacer, sin prisas, y en
conformidad de sus hijos, las partijas o lotes del que fuera patrimonio y explotación
familiar.
  Los abuelos no disponen sino de menguados ahorros, logrados en los insólitos
tiempos de bonanza, reservados para aquellos días en que el médico y el boticario
dictaminen que ya no cabe nada que hacer , y el cura diga las preces del entierro,
funerales, responsos y cabo de año con sus vísperas y completas.
  Asistidos en su casa y último tiempo por alguno de sus hijos/as , bien que el
resto de los hijos habrá de abonar una cuota anual a sus padres, en especie
generalmente porque poco más hay, pero los malditos los celos y envidias de la
humana condición, y de los hijos, vienen, a veces, a perturbar y hostigar el más
que merecido sosiego.
   Aquel venerable anciano, que después de los vicios del trabajo, desinterés y amor,
entretiene los tiempos de soledad y convivencia consigo mismo, a la vez que
extiende la picadura sobre el rey de espadas, liando así un tosco cigarrillo,
encendido en el ritual del mechero de ennudada mecha, en un tiempo que se escapa
de los humanos menesteres.
  Pero aquel anciano de hermoso y noble ánimo hubo la osadía de pedir al cercano
familiar unos céntimos para el cuarterón que habría de estirar a lo largo de la semana
.El anciano acató la blasfema respuesta en silencio y entereza. Su tiempo le había
enseñado que los vivos son más frágiles que los muertos y que la piedad y el amor son
breves de por fuerza .
  Tampoco pretende el anciano reajustar los flecos de una                       deficiente
contabilidad moral, ni teme al último tiempo que ya no atenaza . Siente, desde
una secular experiencia, que el futuro ya no es el de la próxima estación o
cosecha, que mañana no será otro día, sino aquel otro tiempo en que el hombre
termina por saber, ya para siempre, quién es .
  El interrogante sereno, cual si fuera una de las tantas cosas de la vida como
mirar o soñar, ciérnese presente sin pausa ni agobio: ”¿para qué tanto trabajo ,
fatiga y dispendio, si todo no es sino una mala noche en una mala posada?”,”Vanidad
de vanidades. ..¿ todo vanidad ?”
  Siente que el tiempo es su mismo yo, por lo que perder el tiempo es perderse, siendo así
que el último tiempo es una posible puerta que sólo se abre para quien la vive como tal
.La secular vivencia de haber perdido el tiempo y la vida en trabajos y fatigas mil, bien a
pesar de haber hecho cuanto se podía.
  Percibe el anciano que sus tiempos llegan a ser insolventes y de escaso capital para
poderse trasladar a ultramar, a una duración que ya no ha de consistir en pasar .Que
ese último futuro gravita en cada presente y que, si ese último futuro es nada , nada es
entonces todo presente, y nada es todo pasado. Consecuentemente, el futuro final no es
un final sino el tiempo que ha de presidir todos los tiempos. Quizá ese último futuro
posibilite comprender que cuando somos niños, somos niños y algo más; cuando pobres,
pobres y algo más; cuando somos jóvenes, somos jóvenes y algo más; cuando viejos,
viejos y algo más; y ese algo más es más importante que los tiempos y condición de
niñez, pobreza, juventud y vejez.
  Sentado en el acostumbrado pedrusco de la vereda, en los ya días cortos del
otoño, cuando el sol comienza a declinar tras los añejos castañales, cuando los
bueyes, después de larga tarea, vuelven con el arado cabalgando sobre el yugo,
oculto el sol y sin ya poder distinguir las verduras de las praderías de los
domésticos y azules humos que ennoblecen la aldea: ”sólo deseó ver el humo de su
hogar y morir luego”, Odisea .
  Las estrellas advirtieron que ya era llegada la hora del sueño, del arribo y retorno,
de aligerar el equipaje porque es menester desprenderse de todo, y todo ya es nada, que
todos los hombres del pasado -grandes y pequeños- forman la lista de los muertos, que
los vivos son más frágiles que los muertos y que las cosas parecen más grandes cuando
están lejos..., dio su espíritu : ”lo enterraron de prisa, nadie le dio importancia”, V.
Crémer.
  El recuerdo de la vanidad y desmesura de aquel legendario epitafio: ”Hic
yacet Arthurus, rex quondam, rex que futurus”(Aquí yace Arturo, rey que fue
otrora, y rey que será en el futuro), despertó dolorido sentir en el poeta: ”Yo
pasaré de entre los hombres como pasa la luz de cada día, no quedará mi nombre entre
sus nombres, no habrá quien piense en la memoria mía ”, E. Gil y Carrasco.

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Labriegos 6

  • 1. Labriegos o breviario de un tiempo cercano (VI) Felipe Martínez Álvarez “Ientes y vinientes” Hubo quienes, desde siglos atrás y por fijación al terruño labrado del viejo solar heredado de los mayores, formaban parte de aquesta madre naturaleza . Otros, en el decurso de los tiempos, procedentes de El Real, Oulego, y morando el justo tiempo en la Villa, llegarían como segadores allende la Maragatería , y de Fonsagrada y Cervantes, también en el Reino de Galicia, como segadores, vendimiadores y criados en tierras bercianas. También de la Sanabria y la Cepeda; de Santa Cristina de Somoza, Molinaferrera y Pobladura de la Sierra, en la Maragatería . De Odollo, Santalavilla, Llamas..., lugares cercanos a las sebes del otrora Santo Alejandro, en la Cabrera . De las tierras de Ancares y Fornela, conocedores y expertos de las varias actividades mercantiles. Y, ya más cercanos, de Labor de Rey, Bouzas, Montes, Peñalba y Ozuela. En ese ir y venir hubieron de sortear campos a través, caminos de cabras y de arrieros, carrunas y cañadas, vadear arroyos y ríos, los senderos y atajos de Monte Irago, Foncebadón, Malpaso, La Yegua, el Morredero, Campo de las Danzas, Peña Ladrona, la Cruz del Teso... Por los parajes del naciente y mediodía, cual si poseyera el don de la ubicuidad, no era insólito toparse con la erguida figura del abad de todos los abadengos que hubieron estos antiguos pagos : D. Emilio -cura heterodoxo en la práctica del Derecho Canónico Matrimonial- Capellán de las Carralas en Los Barrios. Siempre a caballo, con bota de cañada y media de vino, pan y queso del duro, cual obligados servidores por si era menester su atención y cuidado, hombre amigo de alegre y desenfadada conversación que, como buen samaritano con los obligados transeúntes, ofrecíase aquel cura de poderosa mandíbula y fuerte brazo. Era menester bajar desde Molinaferrera y Pobladura de la Sierra a reponer existencias de aquel precioso y poderoso elixir en la Bodega del Cabildo de Astorga en Salas, de Las Carralas en Villar, en cuyas cubas jamás habría de faltar el vino de lágrima, pues los ramos de laurel del Domingo de Ramos espetados en los majuelos eran la garantía de regeneración frente a heladas, plagas y pedriscos y, si se prefiere el de dos o tres orejas, entonces en la bodega de los Gateras en Villar de los Barrios . Ya bien llenos los tres temblones pellejos con los seis cántaros del vino clarete, y el garrafón del divino orujo de los alambiques de Chanolo o Prim , con poder para espantar nublados y ronqueras, bota de vino del garrotín –éste siempre a mayores-, porque una arrancadera para una luenga jornada habrá de ser con el vino que no ate los pies ni las manos, ni suelte la lengua en demasía porque entonces embota la mente y nunca es bueno dejarse tomar del vino. El vino es valiente y suficiente si permite capear el cierzo, andar y cantar : “Trajineros son mis padres, trajineros mis hermanos, y trajinero ha de ser, el que a mi me dé la mano”. ”Madre cuando voy a leña, se me olvidan los ramales, no se me olvida
  • 2. una nena, que habita en los abranales”, porque el trabajo satisfactorio del deber cumplido y su canción no sólo reponen fuerzas y alegran la vida, destierran fatigas y penalidades, sino que el pan mojado en vino y el cantar animan al hermano macho, de pinturero trasquilo y arreos, a sobrellevar como liviana tan preciada carga en la amiga compañía, pues al amigo y al macho no apretallo que, en estos parajes, no hay posadas en el camino . Pero la estancia en aquellos pueblos señoriales de nobles casonas, enormes bodegas y lagares, no había de terminar en la necesaria, que no exclusiva, reposición de existencias. Había que consolidar las siempre valiosas amistades, en particular las de los viejos y entrañables amigos Carujín, el Quilo, Pepe Menora y su hija Benjamina, porque en saliendo del terruño son menester muchas puertas y ventanas, dar y recibir encargos, trocar perniles por untos, hojas de tocino y convenidas cachuchas, obsequiar al amigo con media docena de perdices pardillas, pues el hombre que buen grado da –cosa nada fácil- disfruta con su regalo, que contar con un buen amigo es contar con un tesoro y, en cualquier caso, quien regala bien vende, si el que recibe lo entiende. Por contra, la persona ruin o candonga buscará amigo en cada escudilla de vino. De igual modo, es conveniente evitar el supuesto amigo siempre triste, huraño, enojado, mísero y pitañoso que, con sus penalidades, pretende abandonar la vida antes de tiempo. Habrá que ser puntual en los compromisos de la próxima visita, amén de cumplidor con el encargo de las tres arrobas de patatas riojanas porque es cerca la sementera seruenda. Quienes iniciaron el camino en Montes y Peñalba habrán de olvidar por un tiempo el agua con sonido del Oza, rendir gustoso homenaje y tributo de perra- gorda al Santo y guapo Obispín de la Granja de Santullano, santiguarse, bisbisear la oración de la salud y de las compañías que son menester en el camino . El obligado receso en las ruinas de Nuestra Señora de Fonlibar, que así lo aconsejaba la antigua jurisdicción de los monjes benitos de Montes, porque los recuerdos no sólo son nostalgia sino que el presente exige ir más allá de sí mismo. Acceder luego al Camino Maragato, desde donde ya se divisan los verdes sotos de castaño bravo de San Félix y el Sapo, así como el sorprendente mundo de la Villa y su alfoz. Sería blasfemo y pernicioso que gentes de Santalavilla, Odollo, y cualesquiera otros lugares linderos al antiguo, ya abandonado Santo Alejandro, no dispusieran del tiempo requerido, según los sagrados rituales, en el Campo de las Danzas, milagroso paraje, porque en él se atesora la suerte y misterio de la cíclica fertilidad humana . Las doncellas, del ya concertado compromiso de las capitulaciones matrimoniales, desean conocer su suerte, y las casadas, primerizas en cinta, esperan sin agobios el definitivo cumplimiento que, en las noches de luna llena, habrá de confirmarse en el mismísimo Molino de Agadán, porque nunca se sabe...,que no hay mujer más entallada que la de tres meses preñada. Pero en saliendo de Agadán, habrá que cuidar en no equivocar el sendero evitando los siniestros Matón y Vallenón. Una antigua leyenda afirma que las Infantas de Castilla llegaron con sus Dueñas al Campo de las Danzas , a fin de que los ritos de la fertilidad, que allí habían lugar, les fueran propicios con ansiados
  • 3. herederos .Ya de vuelta, a la altura de Peña Ladrona, la maldita invernía y una niebla meona las perdió, arrojándolas primero a los parajes del Rebollo y los Conejos, luego el malhadado destino las condujo al temible Vallenón . Jamás se supo de Infantas y Dueñas ; sin duda aquel valle encantado embrujó a tan significados personajes, quedando Cerro de las Infantas como nombre-recuerdo de tan desdichado acontecimiento . Por estos y otros motivos, no sin razón, José el Oso juraba y perjuraba que en aquel lugar debía existir alguna de las bocas de los infernales calderones o bien, según Pepe el Orejas, ser el maldito andurrial donde el Cristo llegó a dar las tres últimas voces. Alertaba Quico, ojo virojo, que las mancaduras y torceduras de su dolorido cuerpo eran consecuencia de la enconada disputa que sostuvieron el psicopompo del Vallenón -santo protector de los viajeros moribundos- contra el oficial de los diantres y, confundidos ambos, creyeron era llegada la hora y trance final hacia el más allá de aquel infeliz Quico, ojo virojo, cuando aquel hombre, de ojo virojo y esmirriado cuerpo, que desde niño hubo de sobrellevar las pesadas bromas por causa del jodío arangallo, lo único que pretendía era llevar la vaca, que el día antes se había acaballado, al toro, sólo que a la vaca Rubia se le ocurrió entrar en celo aquel preciso día de increíble ventisca. El caso es que su madre, Emilia la Sola, hubo de bizmar con estopa, aguardiente, incienso y mirra, tan maltrecho cuerpo. De la vaca Rubia, escabildada en el trance y con la que emparejaba Quico, jamás se supo .Durante largo tiempo, tamaños apariciones y temores dejaron a Quico bastante tarolo, llegando a padecer aquellas siniestras apariciones en las que los malditos diantres, disfrazados de hermosos carneros negros, asomábanse por entre las carqueixas y mofaban con apestoso decir de su cuerpo, alma y parentela. Cañizo, hombre audaz y burlón de tanta aparición, se puso en camino en compañía de Félix el Estornino para en llegando a las Fiestas del Salvador en Toral echar unos bailes, tratar luego de probar suerte en las chapas apostando a cruces las 50 pesetas, fruto de los cinco días jornal que hubo en la maja del centeno. Con estos dineros de la suerte podrían darse un buen atracón de aquellos insuperables peiches macerados durante tres días en escabeche y hoja de laurel, finalizando el tan ansiado banquete con un buen trozo de roscón mojado en vino que hacía un año el increíble sabor, ya casi borrado de sus memorias, les estaba esperando. Pero hete aquí que cruzando el Vallenón, aconteció que se dieron de bruces con los espectros de la Santa Campaña .Tratando de evitar males mayores, pues ni en broma se les ocurrió utilizar el revólver que tenían a medias, y solían guardar en un buraco del pajar de Cañizo, sino, más bien, guarecerse durante la interminable y agónica noche al abrigo de una mata de jardones, temiendo, poco después, ser delatados por el pestilente hedor de sus miserias intestinales al haber de ciscarse piernas abajo por causa de tamaña angustia. Ya el Sr. Matéila, por hacer caso omiso a las advertencias de su mujer cuando repetidamente le amonestaba: vade, vade Matéila;¡ vade al Vallenón!, hubo de renunciar a la caza de perdices y conejos en aquel maldito paraje, porque hasta sus tres perros conejeros habían desaparecido como por encantamiento, por eso decía, no sin razón: ”matar perdices , en aqueste lugar, matéilas, pero nin yo nin
  • 4. perro jamás cobréilas”. Era claro que aquel Vallenón tenía que ver con los jodíos diantres. Un buen amigo es siempre un tesoro. Pero aquellos “increíbles palurdos”-que no sansirolés- plenos de la ingenuidad e inocencia necesarias para dotar a la vida de ilusión, porque la vida es siempre igual, siguiendo la inveterada costumbre de ancestros, familiares y convecinos, lograban, finalmente, encontrar amo -algunos hasta nuevo estado con soltera o viuda y nueva familia- y trabajo en labores de la cava y escarba en majuelos, vendimias y lagares en Cacabelos, Ponferrada y su alfoz; últimamente, y ya casi por la festividad de Los Santos, en Los Barrios; lugares, todos ellos, en los que el amo ofrece, como ramo de la tarea, una increíble pitanza de abundante arroz con pollo o hasta la divina caldereta de carnero. Aquellas gentes ligeras de equipaje, traje de pana bien comida la color por el sol , calzados los más en abarcas, zocos y galochas, envueltas con vendas las pantorrillas, renegridos por el cierzo, el inclemente sol y la canícula, encallecidos y encorvados por el inmisericorde trabajo, con los justos cortezos de pan, unto, tocino entreverado y algo de cachucha en el morral, la compañera bota o calabaza que hacen más llevadero el camino, cuando todavía eran la base de la alimentación, tomaban, como romeros que son de la vida y del trabajo, los caminos que inevitablemente habrían de conducir al aliviadero del finis terrarum . Los hay que rematadas labores y estancias en las aldeas del mediodía del alfoz de la Villa, y entretanto llegan las labores de vendimia y lagar, se dirigen a los aledaños de la dehesa del fabero buscando jornales en la siega y maja de la mies. Vadean el Boeza por Puente Escaril y Sarria, por ser menester adquirir un nuevo hocín y docena y media de sardinas saladas en Casa Narciso, y lograr de esta guisa, despistar a los sabuesos Agentes del Consumo en el Fielato, obligados de
  • 5. los compinches y covachuelas de los arbitrios municipales, -en la otrora desamortizada, bien que propicia Ermita de las Eras dedicada al Santo Roque que, romero como ellos, es amigo, abogado y consolador de tanto apestado y desvalido de la vida-, porque los Agentes del Consumo te decomisarían el tocino y el precioso unto de las sopas de ajo, y no hay mejor comida que la del tocino o la cachucha con los bien colorados cachelos, porque para la naturaleza y la vida lo mínimo es bastante. Otros proseguirán por Cansavacas hasta la trinchera de Toral, propiedad de hermosos lagartos vestidos en verde y oro, para luego acceder a los jornales de siega y maja. Es claro y buen consejo no dejarse caer por la Villa, a no ser que la necesidad imponga tener que comprar sardinas secas- saladas, hocín o lata de escabeche, porque aquellos, al parecer arrogantes, Guardianes del Orden y Seguridad Pública, desconfiando de todo y de todos y siempre del forastero, te obliguen a echarles el aliento y registándote las cicatrices del cogote, te acusen de ser uno de los mozos de Quilós que, en sin par batalla, según la maledicencia, dieron muerte a Dios. Ancareses de Villasumil, Sorbeda y Suertes, ya sobrepasada la Cruz del Teso, antes de llegar a Villar de Otero, descabalgan y refrescan, siempre con mesura, el secaño de los gaznates con aquel poderoso y exótico líquido del vino con gaseosa que a Chucha ofrece na sua barraca, porque el sólo vino es mucho vino y el no saberlo sudar ata piernas y manos en dejando suelta la lengua: porque del vino siempre como si fueras rey y del agua como si fueras buey .Es verdad que hay excesos, bien que una vez al año, no hacen daño, pues al decir de labriegos de Médulas: “O vincedós de Janeiro, San Vicente en Borrés, vide juventud das Médulas de viño os fartarés ”. En la barraca de a Chucha se habla de casi todo, excepción hecha de asuntos mercantiles que, a lo más, pueden husmiarse, no sea que el vino desgobierne las palabras y ponga en dificultades el acuerdo que sobre restos y raspaduras de cera de velones, blandones y hachas del Oficio de Difuntos y velas del Monumento del Santísimo que D .Feliciano, Cura de Cueto, guarda con llave en el enorme cajón de la sacristía . Por cierto, no es siempre fácil negociar con D. Feliciano, porque la talla de su efigie expuesta bien en el oscuro zaguán o en lo alto de la escalera, que de sí mismo tallara el Cura, obliga a aquellas gentes a escupir ante terceros sus ofertas y, es claro que, según la palabra que digas, tal oirás . Los Fornelos, escarmentados en tanto trato y chalaneo, son bien sabidos que el mayor tesoro habrá de ser una lengua parca y, a poder ser, ininteligible para los más :”Nesta bayuca tinbunchis qu, argallar burón,pa qui nun intervin qu,il mañón trovasi fuelli ”(En esta posada tienes que hablar burón para que no entiendan, que el paisano es malo). En Vega y El Espino sería deseable husmiar la información privilegiada de aquellos siempre extraños y herméticos primos y parientes de ancareses, malqueridos Fornelos de Trascastro, Guímara y Peranzanes que, con su diabólica jerga y muecas, más propias de hurones que de burones, desorientan y hasta malogran los malsanos husmiares .
  • 6. Quien no sabe de abuelo y abuela, no sabe de cosa buena. A cuantos son “ientes y vinientes” no pasan desapercibidas las flores de carqueixas , las madreselvas de los caminos, las amapolas en los labrantíos, las verduras de los prados, la color de tantas flores, las violetas y el “pan con queso” de los abeseos junto a las musgosas piedras y lirios silvestres que ofrecen olor sovejo; los silbos del cierzo, las comestibles acedas de los prados ; los álamos, castaños y negrillos del camino que, como santos protectores en la canícula, refrescan y hacen perder los sudores. Los siempre vigilantes y silbantes tordos y estorninos que, en los negrillos y choperas de Cubillos, disputan a porfía en interminables algarabías y chácharas del otoño, o las sabias y bienvenidas advertencias del cuco en Rosales y el Castro de que ya es llegando la primavera, los alocados gritos del pájaro carpintero y la casta y tímida vigilancia de las tórtolas en los castañales. En más de una ocasión hubieron de sestear y dormir a pierna suelta al sereno, en pajares y pesebres, despertando en la compañía y expectante curiosidad del mochuelo, la temible denuncilla, la intrigante raposa y la desconfiada e inconformista garduña . A buen seguro que aquel divino fraile carmelita inspiró sus poemas en los antepasados de aquestas gentes y lugares, pues :” Buscando mis amores iré por estos montes y riberas, ni cogeré las flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras...Los valles solitarios nemorosos, los ríos sonorosos, el silbo de los aires amorosos...La noche sosegada...la música callada, la soledad sonora...Al monte y al collado, do mana el agua pura...El aspirar del aire, el canto de la dulce filomela, el soto y su donaire en la noche serena...Quedéme y olvidéme, cesó todo y dexéme, dexando mi cuidado en las azucenas olvidado”.
  • 7. La espera y la esperanza no parecen tener alternativa. La adversidad suele instruir a los hombres haciéndoles reconocer lo frágil que resulta vivir, de la siempre necesaria frugalidad y fortaleza en sobreponerse a sí mismos para intentar emanciparse de la miseria. De la escarcha de enero, de los traicioneros cierzos del tornadizo “marzo marzán cara de can, y de los vientos fríos que azotan los chopos del camino. Gozar con las esperadas lluvias de abril, con la floresta de mayo, del olor de la tierra mojada y ralbada en los tiempos de San Roque y San Bartolo, del rocío septembrino en la mencía y las siempre deseadas patatas seruendas, aunque mañana, mañana es otro día, que eso es verdad y siempre verdad. Somos viejos desde siempre, humildes ganapanes que esperamos la fortuna de poder comer. ”Somos gentes honradas. Hasta vamos a misa. Trabajamos. Dormimos. Y así vamos tirando. Además, ya es sabido, Dios dispone las cosas”, A. Figuera. Todos, “ientes y vinientes” y lugareños del terruño, hubieron sin tregua menester : arar, cavar, escarbar, segar, majar ,vendimiar, mercar, andar, amar, afirmar, negar, dudar, creer y... cantar , andar y cantar, porque cantar hace mejores a las personas, posibilita la espera y la esperanza, lleva consigo la diversión y el contento, uno se agrada a sí mismo con la ingenuidad e inocencia que dotan de ilusiones a la vida, porque no es lo mismo el trabajo penoso que aquel que lleva satisfacción por el deber cumplido, aunque sea en los campos sin arados, en los lugares en que no hay majuelos ni podadores, porque :”Molinero es mi amante, tiene un molino bajo los pinos verdes, cerca del río”.”Cuando salí de mi tierra por vez primera, me enamoré de los ojos de una
  • 8. pueblerina ..., pueblerina de mi vida , pueblerina de mi amor...,no ves que tus ojos negros me han robado el corazón”.”Un pastor de merinas me dio piñones , yo le di calabazas que son mejores”.”Aquí me pongo a cantar, en este campo de flores, a vista de quien me escuche y al frente de mis amores”. Pero la búsqueda de seguridad y esperanza llegaron a tornarse más que adversas y difíciles,”porque ya no era posible mantenerse de sus trabajos, hambres, y sudores”, G. Celaya . Alimentos y reproducción, alimentos del ganado, aperos, vestido y habitación, ya no eran posibles en aquellos rústicos y frágiles patrimonios llegando a ser la vergüenza sombra de la miseria, al igual que la arrogancia lo es del bienestar. Todo ya parece indicar que el agua estancada se puede tornar peligrosa para la salud y sin cambios no hay eso que denominan progreso, pues ”... cuanto más pobre es una comunidad, mayor ha de ser el gasto dedicado a la provisión del alimento, que siempre habrá de estar ceñido a la diaria y corta capacidad del estómago y digestión .Por contra, el deseo de vestidos, calzados, equipajes y otras comodidades..., ni tiene término ni conoce límites. Lujo será, en definitiva, cuanto vaya más allá de lo necesario. Bien es cierto que allí donde los salarios de trabajo o las otras actividades son más crecidas, los operarios habrán de ser más activos y diligentes, A. Smith. Porque al viejo si le mudas el aire, darte ha el pellejo.
  • 9. Quienes alcanzaron el otro tiempo “Hay una suprema realidad y es : que todos los hombres mueren y ...no son felices .A pesar de ello, hay en el hombre más cosas dignas de admiración que de desprecio, A. Camus. No hay, ni parece que pueda haber, una historia de la felicidad, sí puede haber, por el contrario, una Oda a la Alegría y Cantos de Vida y Esperanza. La espera y la esperanza dan consistencia a los siempre sobrados espacios y tiempos de tribulación en los que la incertidumbre acosa día y noche. Ya sin arrestos para continuar en tanto trajín, fatigados y agotados en tanta tribulación y laboriosas jornadas de los inhóspitos caminos y tíovivos de la vida, en la obligada obediencia a tanto impostor, trapacero y avaricioso, que Dios confunda por sus desatinos, porque así enloquecidos y ofuscados consiguen desvariar la conciencia de las gentes y oprimir sus existencias y, claro está, no tendrán perdón de Dios. Es necio, por otra parte, tratar siquiera de hacerles frente, pues son más fuertes y, además de vencerte, te harán sufrir vejaciones mil, como cuentan ocurrió a aquella infeliz avecilla en las garras del halcón . Presintiendo que el finis terrarum, como último paraje, habría de ser ya próximo, optaron por acostarse sobre una mata de la retama y desearon morir, pues el tiempo ya se hacía terminal ...,” y porque el viajero de la vida, tarde o temprano, ha de detener su andar”. Pero el ángel les tocó el hombro diciendo : levantáos y comer porque todavía resta camino. ¿Cómo es posible continuar la vida cuando ya se desea acabarla ?.¿Por qué esperar a comprender la vida, cuando la muerte, en cualquier caso, es ya inevitable ?,inquirieron los caminantes. Respondióles el ángel :el tiempo no siempre es tirano, pues la infancia y la vejez son como las dos caras de la pámpana de la vid y difícilmente se puede llegar a comprender el comienzo de la vida si no es por su final , por lo que la enfermedad y la limitación son necesarias, aunque no debas pretender ser viejo antes de tiempo ni por mucho tiempo .Debes saber que es necesario no desconocerse, porque sin ello no es posible el último paso de la vida. También es menester que la edad desvalida sea asistida por la dorada edad de la infancia,”porque un paraíso perdido es, siempre que se quiere, un paraíso reconquistado”, Mª de Maeztu .Y al igual que ” vivir es ver pasar, también :vivir es volver”, Azorín . Es claro que los tiempos primordiales están siempre prestos para mejor sobrellevar el ya irreparable tiempo. A pesar de que por el tiempo no pasan los años, pues siempre vuelve a volver, pretender mantenerse siempre joven es gran necedad, y ya de poco pueden servir las moras o los arándanos en aguardiente, las excusas y lamentaciones. No obstante, quien quiera ser mucho tiempo viejo -peor para él-, comience presto . La deseada y temida vejez no era la edad dorada, sino un irreversible proceso de achaques no habiendo día en el que algo no se agrave o falle algo diferente. El cuerpo es doliente y desvalido, pesa y mucho, los orificios corporales entran en desgobierno, huélese a viejo y orines, se hacen imprescindibles el cayado, confidente y amigo de desvalidos, y la faja que, a duras penas, pretende mantener enhiestos los cuadriles. Se reiteran las cosas, el olvido hace estropicios y las manías terminan por imponerse. Todo se hace más torpe y lento a pesar de que el tiempo corre más de prisa. Llegado es el
  • 10. tiempo de reconocer y asumir el imperio de las leyes de la madre o madrastra naturaleza que no entienden de obligaciones ni lamentos, que arrugan la piel y hacen temblar el otrora firme pulso, que doblegan y acortan la espalda y piden al mortal que deje de fatigarse ya. Desvalida edad en la que no es fácil improvisar lugar y acomodo para tanta calamidad y huéspedes gorrones del cuerpo y del alma, fatigas, desasosiegos y miedos. Ya no son posibles preferencias y posposiciones, y casi nada coge por sorpresa al inquilino de la vejez que cuenta, no obstante, con la ya larga y secular historia y aprendizaje de abuelos, padres, convecinos, así como el cíclico e inexorable proceder de la siempre madre naturaleza. Es llegado el tiempo de tener que soportarse a sí mismo, porque una cosa son las cosas y, otra distinta, el uno mismo . Procede retirarse al anonimato y albergarse bajo el techo de la soledad, porque el alma sola ya es capaz de hacerse compañía –bastante se ha vivido para los demás- preparando la retirada al interior, disponer el equipaje y despedirse con tiempo de cuantas cosas nos rodean y son ajenas al definitivo propósito. Nada hay que aparentar sino asumir que no somos imprescindibles, que vivir es algo gratuito y casi todo está entretejido de nada, que muy pocas cosas importan de verdad y todo tiene su límite y da muy poco de sí. Al haber de asumir esta inexacta pero concluyente sabiduría, comenzaban a iluminarse las más de las cosas, porque ”De la misma manera que las aficiones de las edades anteriores desaparecen, así también desaparecen las de la vejez .Cuando esto ocurre, la saciedad de la vida acerca el tiempo maduro de la muerte”, Cicerón :De Senectute. Pero el anciano, aunque tarde, no tiene hipotecado todo su tiempo y libertad, no había aprendido otro oficio que el de la honradez y trabajo y, por ende, no sería honrosa una holgazanería buscada, porque al viejo , si le mudas el aire, darte ha el pellejo. El trabajo moderado y cierto ejercicio, pese al pertinaz agotamiento, son llevaderos, y hasta parecen ser beneficiosos contra la inevitable decrepitud . La holgazanería, al contrario que la vida, es reposo y muerte, gran deshonra que termina dando alas al fácil camino de la maldad que, como las chinches, siempre se oculta en los dobladillos y zurcidos de los humanos. La familia extensa campesina fue una célula socioeconómica necesitada de continuo de estrategias activas de supervivencia y superación, de la siempre necesaria pluriactividad de todos sus integrantes, de la mujer en especial, posibilitando así la salvaguardia del medio natural, cultural y patrimonial del, constitutivamente exiguo, patrimonio agrario . Cierto es que “viejo es Pedro para cabrero” pero esta condición no imposibilita la ayuda al mantenimiento del ganado de tiro y carga, a los tan importantes moradores del corral y pocilga, la recogida de los preciosos bertones, desgranar los divinos guisantes -¡loado sea Dios!-, partir los fréjoles y las carracholas, bincar el hocico de de los hozadores inquilinos de la pocilga, echar calzas a las galochas y la gallina al güero, cuidar del niño berrón, la ayuda en los tiempos de las eras en las que nadie es sobrante y reponer la barrila con el agua fresca y así calmar los sedientos gaznates, balear la mies, echar la imprescindible agua en la pradera, cuidar las flores y plantas medicinales, preparar el caldo de berzas o las
  • 11. sopas de ajo necesarias en la siempre venerable pitanza, tejer escarpines, refajos y tapabocas para los duros y sosegados tiempos invernales, escachar y escoger la almendra, advertir de los daños que se ciernen sobre los frutos y congratularse, como no podía ser de otra forma, de la fertilidad de ganados y labrantíos . La conveniente concurrencia al Concejo Público posibilita recordar y trasmitir tradiciones, costumbres, derechos y hasta la jurisprudencia de senderos, pasos, montes, aguas y pastos, porque el saber sí ocupa lugar, pues cuando las cosas de la vida cambian con rapidez, quienes más saben son los jóvenes, cuando apenas cambian, los que más saben son, obviamente, los antiguos. La taberna, que en tiempos domingueros y festivos reúne a casi todas las edades, es parte del hogar y hasta del Concejo . La partida de brisca de seis, y la consumición del jarro de vino con gaseosa, despiertan la mente y alivian el cuerpo. La bien señalada fiesta patronal tendrá sabor único, por eso exige el traje de comer fideos y las siempre botas de encargo de las solemnidades, el abundante cocido con la mejor sopa de pan en el caldo del cocido, y... tener familiares y amigos a la mesa es el mejor indicio de amistad y consideración, porque “bocao comido no gana amigo, y no ha de ocurrir, ay abuelo, que sembremos alazor y nos nazca anapelo”. No participar de la fiesta, trabajar en cuanto ni es urgente ni indispensable, es una traición y deslealtad a uno mismo y al pasado . Los soles del mediodía en invierno y las refrescantes sombras del verano, las gratas compañías, los venerables saludos de ientes y vinientes, de niños y adultos, la compañía del escéptico gato llegado que hubo al acabóse de la curiosidad que lo mataba, las inevitables escaramuzas de perros y gatos, la astuta osadía de pegas y gorriones..., la sin par alegría y belleza de los escolines cantando los cristos en la escuela, de sus cantos, carreras y saltos en el recreo, hacen que todo sea teñido de la color de la vida. Siempre será menester acudir a la Villa en los tiempos de Ferias y Mercados, nada es tan gozoso como charlar con las antiguas amistades y conocidos, porque hay oficios que son compañeros de por vida, y luego compartir un jarro de vino en Casa Pita, Bodegas de Valentín el zapatero, el cura Morico y el Tambor, La Rifeña, La Cabañesa, Celestino el Calderero, La Petisa o echar una partida de tute, con café y orujo, en la siempre concurrida, familiar y divertida Obrera, que de eso se encargan los sones que, al piano, interpreta el Maestro Secundino Prieto.
  • 12. Es menester que la edad desvalida sea asistida por la edad dorada de la infancia. El último futuro Porque el tiempo también es tirano, y nada de cuanto ocurre al anciano es ajeno a su propio pasado, obliga al hombre a realizarse sucesivamente y nada ha de impedir la necesaria y singular reflexión en torno a la vida misma porque una verdad son las cosas siempre a mano y, otra distinta, el sí mismo del vivir, inestable siempre pero exigente en recomponer esa difícil marcha hacia el escurridizo interior del uno mismo y, en esta guisa, intentar escapar a tanto desconcierto, cuando tan pocas cosas son ya necesarias.
  • 13. Cierto es que el lenguaje de la razón tiene la vana pretensión de amueblar la vida y las más entrañables parcelas para las que, posiblemente, no está dotado. El último y vital lenguaje de los ancianos labriegos es ajeno al de los eruditos, y si bien inexacto y siempre configurado en experiencias seculares, no pretende dominar la naturaleza ni hacer más felices a los humanos sino ocuparse del propio yo sin la ya presión de tanta cosa y tiempo, habiendo de asumir la macanuda cuestión de la vida sin los diarios afanes en esa ya maduración vital, invitando y exigiendo que no todo haya de agotarse en los hechos que ordena y muestra tanto la madre naturaleza como las apetencias humanas: porque..., ¿nada engendrado es duradero? La presencia del anciano en procesiones, rogativas, misas, rosarios, acompañamientos del Viático, funerales, cabos de año, vísperas y completas, entierros y demás actos de culto, despiertan en el hondón de la vida que todo es un ciclo de nacimiento-muerte-nacimiento ; pero que no todo haya de morir. Aquellas benditas mujeres de pañuelo, chambra, larga falda y chal, arrodilladas, sentadas sobre el suelo enlosado o en humilde cojín, en reclinatorio las menos, en la acogedora penumbra de las humildes hachas, testigos de los que vienen y se han ido, bisbiseando ponen de manifiesto cuanto son y creen: que la palabra rescata, pone forma y figura, a quienes el necesario olvido recluye en las ya inabordables estancias. Aquellas benditas mujeres no sólo asumieron la necesaria fertilidad en sus entrañas sino que dieron cobijo en su materna alma a toda una ya larga tradición de gratitud: el cariñoso culto a los espíritus de los siempre presentes antepasados. Porque si es verdad que la familia pretende morar entre los mortales, habrá de ser en piedad, reverencia, servicio, honra y mores de los mayores, porque padre y madre serás, y mal hiciste, tal habrás .Y si el nieto no sabe de abuelo y abuela, no llegará a saber de cosa buena . Son los abuelos ,por lo general, objeto de la mayor consideración y respeto de niños, jóvenes y adultos. A ellos se recurre en demanda de consejo, cuidado de las formas tradicionales, del saber sabio, claridad, seriedad y sentido de la responsabilidad, porque siendo necesarias tan pocas cosas, no deberán trocarse aquellas que son espera y esperanza, sin ellas la brutalidad está cercana . Por evidentes motivos, los ancianos habrán de hacer, sin prisas, y en conformidad de sus hijos, las partijas o lotes del que fuera patrimonio y explotación familiar. Los abuelos no disponen sino de menguados ahorros, logrados en los insólitos tiempos de bonanza, reservados para aquellos días en que el médico y el boticario dictaminen que ya no cabe nada que hacer , y el cura diga las preces del entierro, funerales, responsos y cabo de año con sus vísperas y completas. Asistidos en su casa y último tiempo por alguno de sus hijos/as , bien que el resto de los hijos habrá de abonar una cuota anual a sus padres, en especie generalmente porque poco más hay, pero los malditos los celos y envidias de la humana condición, y de los hijos, vienen, a veces, a perturbar y hostigar el más que merecido sosiego. Aquel venerable anciano, que después de los vicios del trabajo, desinterés y amor, entretiene los tiempos de soledad y convivencia consigo mismo, a la vez que extiende la picadura sobre el rey de espadas, liando así un tosco cigarrillo,
  • 14. encendido en el ritual del mechero de ennudada mecha, en un tiempo que se escapa de los humanos menesteres. Pero aquel anciano de hermoso y noble ánimo hubo la osadía de pedir al cercano familiar unos céntimos para el cuarterón que habría de estirar a lo largo de la semana .El anciano acató la blasfema respuesta en silencio y entereza. Su tiempo le había enseñado que los vivos son más frágiles que los muertos y que la piedad y el amor son breves de por fuerza . Tampoco pretende el anciano reajustar los flecos de una deficiente contabilidad moral, ni teme al último tiempo que ya no atenaza . Siente, desde una secular experiencia, que el futuro ya no es el de la próxima estación o cosecha, que mañana no será otro día, sino aquel otro tiempo en que el hombre termina por saber, ya para siempre, quién es . El interrogante sereno, cual si fuera una de las tantas cosas de la vida como mirar o soñar, ciérnese presente sin pausa ni agobio: ”¿para qué tanto trabajo , fatiga y dispendio, si todo no es sino una mala noche en una mala posada?”,”Vanidad de vanidades. ..¿ todo vanidad ?” Siente que el tiempo es su mismo yo, por lo que perder el tiempo es perderse, siendo así que el último tiempo es una posible puerta que sólo se abre para quien la vive como tal .La secular vivencia de haber perdido el tiempo y la vida en trabajos y fatigas mil, bien a pesar de haber hecho cuanto se podía. Percibe el anciano que sus tiempos llegan a ser insolventes y de escaso capital para poderse trasladar a ultramar, a una duración que ya no ha de consistir en pasar .Que ese último futuro gravita en cada presente y que, si ese último futuro es nada , nada es entonces todo presente, y nada es todo pasado. Consecuentemente, el futuro final no es un final sino el tiempo que ha de presidir todos los tiempos. Quizá ese último futuro posibilite comprender que cuando somos niños, somos niños y algo más; cuando pobres, pobres y algo más; cuando somos jóvenes, somos jóvenes y algo más; cuando viejos, viejos y algo más; y ese algo más es más importante que los tiempos y condición de niñez, pobreza, juventud y vejez. Sentado en el acostumbrado pedrusco de la vereda, en los ya días cortos del otoño, cuando el sol comienza a declinar tras los añejos castañales, cuando los bueyes, después de larga tarea, vuelven con el arado cabalgando sobre el yugo, oculto el sol y sin ya poder distinguir las verduras de las praderías de los domésticos y azules humos que ennoblecen la aldea: ”sólo deseó ver el humo de su hogar y morir luego”, Odisea . Las estrellas advirtieron que ya era llegada la hora del sueño, del arribo y retorno, de aligerar el equipaje porque es menester desprenderse de todo, y todo ya es nada, que todos los hombres del pasado -grandes y pequeños- forman la lista de los muertos, que los vivos son más frágiles que los muertos y que las cosas parecen más grandes cuando están lejos..., dio su espíritu : ”lo enterraron de prisa, nadie le dio importancia”, V. Crémer. El recuerdo de la vanidad y desmesura de aquel legendario epitafio: ”Hic yacet Arthurus, rex quondam, rex que futurus”(Aquí yace Arturo, rey que fue otrora, y rey que será en el futuro), despertó dolorido sentir en el poeta: ”Yo pasaré de entre los hombres como pasa la luz de cada día, no quedará mi nombre entre sus nombres, no habrá quien piense en la memoria mía ”, E. Gil y Carrasco.