El documento resume la pintura barroca española del siglo XVII, mencionando a los principales pintores Ribera, Zurbarán, Murillo y Velázquez. Describe las escuelas valenciana, andaluza y madrileña, y las características de la pintura barroca como el mecenazgo eclesiástico, el naturalismo, la ausencia de sensualidad y la influencia del tenebrismo italiano. También resume brevemente las etapas y obras más destacadas de cada pintor.
1. LA PINTURA BARROCA
ESPAÑOLA, siglo XVII
RIBERA
ZURBARÁN
MURILLO
VELÁZQUEZ
ESCUELAS:
VALENCIANA
ANDALUZA
MADRILEÑA
T.15
IES BEATRIZ OSSORIO
2. La pintura barroca española
Podemos señalar las siguientes características definidoras:
• El mecenazgo de la Corte y la Iglesia.
• Ausencia de lo heroico y los tamaños superiores al natural. Se
prefiere un equilibrado naturalismo, se opta por la composición
sencilla y nada teatral o escenográfica.
• Temas:
– Predominio de la temática religiosa, especialmente en su expresión
ascética o mística, tratada con sencillez y credibilidad.
– De género: bodegón - sobre todo en Zurbarán y Sanchéz Cotán-; temas
costumbristas)
– Más raramente, mitológico
– Otros temas son: el retrato; Velázquez incorpora el paisaje, la fábula
pagana y el género histórico.
• Ausencia de sensualidad.
• Influencia del realismo y del tenebrismo de origen italiano.
3. La pintura barroca española
• Elementos formales:
• Pincelada suelta y espontánea
• Fuertemente expresiva
• Mancha de color
• Composiciones movidas
• Tres son los focos artísticos: Valencia (Ribera y Ribalta), Sevilla
(Zurbarán, Murillo y Valdés Leal) y Madrid (Velázquez, Sánchez
Cotán, Sánchez Coello).
4. La corriente naturalista:
Ribalta, Ribera y Zurbarán
Durante el reinado de Felipe
III subsistían todavía las
últimas influencias del
manierismo italiano. Los
pintores se reunían en torno
al monasterio de el Escorial,
pero poco a poco se fue
dejando sentir la influencia
de Caravaggio, en lo que ha
venido a llamarse la escuela
tenebrista española.
San Onofre (1637)
Óleo sobre lienzo. El Hermitage,
San Petersburgo
5. El mejor exponente de la
corriente tenebrista española
fue José de Ribera, nacido en
Xàtiva (Valencia).
Establecido en Italia desde1611, donde
recibió el apodo de Il Spagnoletto,
nunca más volvería a España,
instalándose definitivamente en
Nápoles en 1616. Quizá pudo haber
trabajado en el taller valenciano de
Ribalta, pero su obra se desarrolla
plenamente en Italia.
6. • Centra su pintura en personajes
ancianos, mendigos o santos.
• Siempre pintados con gran
dignidad sin caer en el sentido
cruel o morboso.
• Y con gran dominio de lo
anatómico.
• Resalta su afán constante por
representar la ruina del cutis
humano:
– Frente arrugada.
– Dedos ásperos.
– Extremidades delgadas que
permiten la visión de los
huesos.
• Muestra escaso interés por el
espacio en sus composiciones.
JOSÉ DE RIBERA (1591-
1662)
7. • Se pueden distinguir tres
etapas:
– Hasta 1635 se caracteriza
por un tenebrismo muy
acusado y naturalismo.
Haciendo destacar con
crudeza sobre un fondo
oscuro las figuras
semidesnudas de apóstoles,
santos, mártires o filósofos.
– Colorismo veneciano
– Tenebrismo final
La mujer barbuda
1631
Óleo sobre lienzo
Hospital de Tavera, Toledo
8. Arquímedes o Demócrito
1630
óleo sobre lienzo
125 x 81 cm
Museo del Prado, Madrid
El naturalismo temático de Ribera se
centra en la pintura de personajes
ancianos, mendigos, santos, pero
siempre pintados con una gran
dignidad, sin exacerbar el sentido cruel
o morboso, demostrando un perfecto
dominio de lo anatómico.
Diferentes planos de profundidad
Fondo neutro
Serie de filósofos
9. San Andrés
1630-32
óleo sobre lienzo
123 x 95 cm
Museo del Prado, Madrid
Algunos estudiosos han
notado en Ribera un afán
constante de representar
la ruina del cutis
humano. Aparecería
como el pintor de las
frentes arrugadas, los
dedos ásperos, los
muslos delgados que
permiten la visión de los
huesos, como ocurre en
el San Andrés.
12. • Hacia 1635 su
pintura entra en una
fase colorista o
luminista:
–Abandona los fondos
negros y los fuertes
contrastes de luz y
sombra.
–Para introducir
colores claros y
fondos de paisaje o
cielos azules con
blancas nubes.
La Inmaculada. 1635.
13. Se trata de una
de las obras
maestras de
Ribera. Una
compleja
composición, de
extremado
realismo. El
horror del martirio
aparece reflejado
en la carne
trémula del santo.
El martirio de San
San Felipe, 1630
Óleo sobre lienzo
234 x 234 cm
Museo del Prado,
Madrid
14. El patizambo
1642
Óleo sobre lienzo
164 x 92 cm
Musée du Louvre, Paris
La imagen del pícaro responde
al arquetipo de la época, plasmado
también en las novelas picarescas.
Los ropajes raídos, la mellada dentadura,
el defecto físico, no son mostrados de
manera indigna, sino con cierta ternura.
La imperfección con Ribera alcanza
la majestad que sólo la pintura puede dar.
Paisaje y colores que se
aclaran
17. Francisco de ZURBARÁN
(1598 - 1664)
Nacido en Fuente de Cantos, se traslada a
Sevilla, en 1614, formándose en el taller de
Pedro Díaz de Villanueva, un pintor de
imágenes.
Su obra es muy abundante, y se puede
distinguir un primer periodo en que hay una
presencia del tenebrismo y del
espiritualismo ascético, pasando en un
segundo periodo, a partir de la mitad de
siglo, a las formas suaves y delicadas
propias de la escuela sevillana de ese
periodo; esta etapa coincide con una crisis en
la carrera artística de Zurbarán, que vio
disminuir su clientela habitual y buscó en los
conventos hispanoamericanos nuevos
encargos (convento de San Francisco de
Lima y convento de la Buena Muerte de
Lima).
La crisis de Zurbarán coincide con el apogeo
de Murillo.
18. • Se le ha considerado un
pintor esencialmente
religioso.
• Siendo lo mejor de su obra
los cuadros de santos,
monjes y frailes:
– Tratados con gran
respeto y dignidad.
– Sumidos en una
profunda introspección
mística.
– Que los presenta
aislados y ajenos al
mundo.
– Con rostros y miradas
de gran fervor místico,
acordes a los clientes
conventuales para
quienes trabaja.
– Son figuras austeras y
solemnes.
• Sus composiciones son
Meditación de San
Francisco
19. • Las obras más conocidas de
Zurbarán son los santos de
las órdenes religiosas. Dota
a sus figuras de un gran
naturalismo y de un
profundo espíritu religioso,
subrayado por su evidente
tenebrismo.
• Entre las obras
conventuales, se puede
destacar tres conjuntos:
1. La serie del Convento de la
Merced (desde 1628), en el
que sobresale la Visión de
San Pedro Nolasco (1629),
en la que puede apreciarse
ese tratamiento
individualizado y el tan
característico modelado de
los tejidos.
2. La serie de la Cartuja de
Jerez (desde 1637).
3. La serie del monasterio de
Guadalupe (1638-1645).
La visión de San Pedro Nolasco
20. Meditación de San Francisco
1632
Óleo sobre lienzo, 114 x 78 cm
Shaw Collection, Buenos Aires
(Argentina)
Los santos son tratados con gran
respeto y dignidad, sumidos en
una profunda introspección
mística que los presenta aislados y
ajenos al mundo, habitando
dentro de una atmósfera mística.
Sus composiciones son reposadas
y tranquilas, sin excesos
dramáticos.
La luz parece emanar de las
figuras, tratadas de forma muy
naturalista.
21. • Parece olvidar el escenario en el que se mueven las
figuras:
– Las perspectivas arquitectónicas son muy pobres.
– Adolecen de sentido compositivo.
– Las figuras aparecen yuxtapuestas sobre ellas, y
no inmersas en las mismas.
• Dota a sus figuras de un carácter escultórico al
destacarse sobre los fondos oscuros iluminados por
una luz un tanto artificial, con un claroscurismo de
influencia tenebrista.
24. Naturaleza muerta (1636). Óleo sobre lienzo, 46 x 84 cm
Museo del Prado, Madrid
La exposición de objetos inanimados sirve para que el pintor demuestre su
destreza en la representación de calidades, texturas, brillos y juegos de luces.
Los objetos se destacan sobre un fondo negro para así dar mayor realce a sus
volúmenes.
26. Bartolomé Esteban MURILLO (1618 - 1682)
Nació en Sevilla, donde vivió la mayor parte
de su vida. Inicio su formación a los diez años
con Juan del Castillo, aunque sin duda
conoció las obras de Zurbarán y de Ribera, ya
que la influencia de estos maestros es
evidente en las obras de su juventud, además
de las influencias de la pintura flamenca y
veneciana. Su éxito fue enorme.
Es uno de los pintores que más popularidad
han alcanzado dentro y fuera de España,
debido, quizás, a que su pintura delicada y
suave satisface el gusto imperante en toda
Europa en el S. XVIII. Murillo no pintará santos
ascetas y viriles: su pintura se acerca más a lo
familiar, a lo íntimo.
33. • Velázquez, el más grande.
• Calidades hiperrealistas.
• Pintura alla prima
• Pincelada suelta y vibrante
• Color espléndido
• Óleo de Empastes generosos
• Expresionismo espontáneo y
vivo
• Vaporosidad que capta el aire
(la atmósfera)
DIEGO RODRÍGUEZ DE SILVA Y VELÁZQUEZ
(1599-1660)
Técnica y valoración
34. ETAPAS Y EVOLUCIÓN ESTILÍSTICA:
• Etapa de formación (1617-1622)
• Etapa de madurez (1623-1660)
«Más aún que Caravaggio o Ribera,
Velázquez se lanzó a la conquista de
la realidad, su materialidad y su
carnalidad. Introdujo a manos llenas
en la pintura la materia, lo
accidental y lo circunstante».
Fernando Marías, Univ. Aut. de Madrid
DIEGO RODRÍGUEZ DE SILVA Y VELÁZQUEZ
(1599-1660)
35. Etapa de formación (1617-1622)
A los 18 años consiguió licencia
para pintar. De sus maestros tomó
los principios manieristas y
academicistas, además del
tenebrismo.
En este periodo, caracterizado por
el tratamiento naturalista, los
temas preferidos son:
• Bodegones con figuras: El
aguador de Sevilla (1620), Vieja
friendo huevos (1618)
• Retratos: Retrato de Sor
Francisca Jerónima de la Fuente
(1620)
• Escenas religiosas: Cristo en casa
de Marta y María, la Adoración de
los Magos (1619)
VELÁZQUEZ
SE FORMA
EN SEVILLA,
EN EL ESTILO
TENEBRISTA
Y NATURALISTA
En 1611, con doce años, tras un corto
periodo como aprendiz en el taller de
Francisco Herrera el Viejo, ingresa en
el taller de Francisco Pacheco, con
cuya hija contraerá matrimonio.
ETAPA DE FORMACIÓN (1617-1622)
36. Vieja friendo huevos (1618)
Óleo sobre lienzo, 99 x 128 cm. National Gallery of Scotland, Edimburgo
37. El retrato se une al bodegón.
Naturalismo.
Captación de las calidades
de los objetos (texturas,
brillos).
Técnica tenebrista. especie
de inventario de utensilios de
cocina, retratando en cada
uno de ellos hasta el más
mínimo detalle.
38. Cristo en casa de Marta y María
Óleo sobre lienzo. 1620 60 x 103,5 cm
National Gallery, London
39. La adoración de los Magos
(1619)
Óleo sobre lienzo,
203 x 125 cm
Museo del Prado, Madrid
40. Este periodo puede
subdividirse, a su vez,
en tres, coincidiendo los
hitos con sus viajes a
Italia.
Pintor del Rey
ETAPA DE MADUREZ (1623-1660)
1623-1631:
Velázquez en la Corte
Primera etapa madrileña
y primer viaje a Italia
Velázquez viaja a la Corte,
logrando su propósito de
establecerse en ella; hay
un abandono de la
temática religiosa y de los
bodegones, para
concentrase en el género
retratista.
41. Estos retratos tienen
como características:
• La sencillez en la
composición
• El realismo
• La escasa
preocupación por los
fondos
• La elegancia que emana
de los personajes
• El estatismo: son
retratos de cuerpo entero,
en busto o de tres
cuartos.
Sobresalen diversos
retratos del monarca y
del Infante D. Carlos
(1625-28), y los primeros
retratos de bufones,
como el de Calabacillas.
Felipe IV
c. 1624-1627
Óleo sobre lienzo
210 x 102 cm
Museo del Prado,
Madrid
43. El Triunfo de Baco
El encuentro con el pintor
flamenco Rubens
El encuentro con Rubens, que
visita Madrid en 1628, le orientó
hacia el humanismo y la
mitología, además de animarlo a
continuar su formación en Italia.
Antes de partir pintó Los
Borrachos [El Triunfo de Baco]
(1629). En él, muestra al Baco
mitológico entre campesinos
andaluces, señalando la principal
característica de su pintura
mitológica: la concepción
burlesca e irónica de la misma.
44.
45. Primer viaje a Italia
(1629-1631)
Entre 1629 y 1631 realiza el primer
viaje a Italia, donde conocerá la
obra de los pintores renacentistas
romanos y venecianos (Tiziano),
visitando además Ferrara y
Nápoles, donde contactó con el
pintor español Ribera.
Durante este viaje realizó La
Fragua de Vulcano, de género
mitológico, y La Túnica de José.
En ellas se advierte la influencia de
los pintores italianos.
47. A la vuelta de Italia, el estilo de Velázquez
se hace más suave y colorista
Segunda etapa madrileña
(1631-1648)
En este período se produce el apogeo
del maestro. La influencia italiana
hace que su dibujo se haga más
suelto, sus figuras pierden rigidez, el
espacio se llena de aire, presagiando
la perspectiva aérea, y se colorea de
grises, ocres y verdes suaves y
armónicos. La producción pictórica en
esta etapa es muy abundante.
De este período son los cuadros
religiosos: Cristo crucificado del
Prado (1632), la Coronación de la
Virgen y los Eremitas, Cristo atado a
la columna (1632).
48. Entre sus retratos:
Los del Conde-
Duque de Olivares
(1638), Felipe IV y el
Príncipe Baltasar
Carlos (retratos
ecuestres, 1635);
Felipe IV y D.
Fernando de Austria
con traje de caza.
Y los retratos de los
bufones Pablillos de
Valladolid, el Niño
de Vallecas y el
Primo.
Además, tenemos los
retratos imaginarios
de los filósofos
Esopo y Menipo.
49. Dentro del género
histórico, pinta la
Rendición de Breda o
Las Lanzas (1634-35).
La rendición de Breda (Las Lanzas)
1635
307 x 367 cm
Museo del Prado, Madrid
55. Esopo
1640
179 x 94 cm
Museo del
Prado, Madrid
Menipo
1636-40
179 x 94 cm
Museo del Prado,
Madrid
56. Marte, Dios de la
guerra
1640
179 x 95 cm
Museo del Prado,
Madrid
57. Velázquez vuelve a Italia
Segundo viaje a Italia y tercera etapa
madrileña
(1648-1660)
Velázquez realizó un segundo viaje a Italia
entre 1649 y 1651, con el encargo real de
adquirir cuadros y antigüedades para las
galerías reales hispanas.
En este viaje realiza el retrato de Inocencio
X, el de su criado Juan Pareja y los dos
cuadros del Jardín de Villa Médicis,
considerados un claro precedente de la
pintura de Corot y el impresionismo.
También realizó en el viaje la Venus del
Espejo, uno de los pocos desnudos de la
historia de la pintura española.
En este período, Velázquez perfecciona su
técnica, consiguiendo plasmar la perspectiva
aérea. Su pincelada suelta emplea cada vez
menos cantidad de pasta pictórica. Cuida la
ambientación y los detalles.
58. Retrato de
Inocencio X
c. 1650
141 x 119 cm
Galleria Doria-
Pamphili, Roma
«(...) (Por) el modo en
que el pincel
reproduce los brillos
de las telas y la
seguridad de toque
con que capta la
expresión del Papa,
no dudamos ni por un
momento de que nos
hallamos ante el
hombre mismo.»
E. Gombrich
60. El pabellón
Ariadna en el jardín
Médici en Roma
1650-51
44 x 38 cm
Museo del Prado,
Madrid
61. «La Venus del espejo, que nos da la
espalda y nos mira borrosa desde el
espejo, es quizás la pintura más
genuinamente barroca de Velázquez
(...) ya que en ella se vislumbra una
variante de la metáfora barroca
española que equipara el sexo con la
cara. Según Quevedo, el sexo y el
rostro son dos caras de la misma
moneda, como también lo son para él
el oro y la mierda, la luz y la sombra.
Si el sexo anda oculto bajo la ropa, el
rostro va al descubierto. Esta
separación dolorosa que la
civilización nos ha impuesto, es la
que nos ha hecho seres humanos, la
que nos ha condenado al trabajo y a
la Historia. Pero esta separación es
también lo que nos condena a
inventar metáforas y suprimirla, a
hacer arte para deshacer tal
condena.»
Antonio Llena, pintor, en El País,
16 de octubre de 2006
«El espejo refleja el rostro de
una imagen, reflejo de un reflejo.
Prodigiosa cristalización de un
momento que, en realidad, ya se
ha desvanecido.»
Octavio paz
62. La última etapa madrileña:
la culminación de Velázquez
(1651-1660)
Velázquez vuelve a la Corte y a
Madrid en 1651, después de una
estancia de casi tres años en Italia.
Esta última etapa madrileña supone
la culminación estilística del
maestro sevillano.
Son de este período los retratos de
la Infanta Margarita y el de la Reina
Mariana de Austria.
En dos obras se puede resumir la
aportación de Velázquez a la
historia de la pintura: Las Meninas
(1656), y Las Hilanderas o la
Fábula de Aracné (1657).
68. En Las Hilanderas sitúa el mito de Aracné, la
habilidosa tejedora perseguida por Atenea, en
el taller de tapices de Santa Bárbara.
El mito va tejiéndose en las formas de un tapiz
al fondo, mientras en un primer plano las
obreras trabajan: lo real y lo mítico se funden
en tonos amortiguados y templados que
tienen toda su delicadeza en el tapiz, donde se
desarrolla la escena principal, con los
protagonistas rodeados de una intensa luz.
La rueca, en constante movimiento, se
convierte en el elemento que mejor ejemplifica
la “instantaneidad” del momento; esa rueca,
al girar, genera un vacío que lo absorbe todo,
la realidad y el mito.
La estancia, iluminada por la vaporosa luz que
penetra, se llena de aire. Velázquez logra
pintar la atmósfera, el aire que envuelve a las
figuras.
La pincelada suelta, de apariencia inacabada;
las manchas de color, que sugieren detalles o
formas, todo en esta obra se aproxima a un
lenguaje nuevo que todavía está por nacer: el
impresionismo.
Las hilanderas (1657)
La fábula de Aracné [Las hilanderas]
LAS MENINAS, VELÁZQUEZ (1656) Museo del Prado, Madrid
La fábula de Aracne, Las hilanderas (1657) / Prado Una de las obras más interesantes y enigmáticas del pintor sevillano,sobre todo en cuanto al tema. Fue pintado casi con total seguridad en 1657 para D. Pedro de Arce, Montero del Rey, aunque en el siglo XVIII ya figura en las colecciones reales.En primer plano vemos cinco mujeres que preparan las lanas para la fabricación de tapices. Al fondo, detrás de ellas, aparecen otras cinco mujeres ricamente vestidas, sobre un fondo de tapices. Esta última escena sería la que da título al cuadro ya que recoge la fábula en la que la joven Aracne, al presumir de tejer como las diosas, es retada por Atenea a la confección de un tapiz. El jurado dictaminó un empate pero Atenea castigó a Aracne convirtiéndola en araña para que tejiera durante toda su vida. Con esta fábula, Velázquez quiere indicarnos que la pintura es un arte liberal, igual que el tejido de tapices, no una artesanía como la labor que realizan las mujeres en primer término. El poner el mensaje en un segundo plano es un juego típico del Barroco.También hay quien piensa que se trata de una escena del obrador de la Fábrica de Tapices de Santa Isabel que el pintor solía frecuentar a menudo.Pero ésto no nos vale para explicar la escena de segundo plano.Trate sobre lo que trate, estamos ante una de las mejores pinturas, en la que Velázquez ha sabido dar sensación de movimiento como se aprecia en la rueca de la izquierda, cuyos radios no vemos, y en la figura de la derecha que devana la lana con tanta rapidez que parece que tiene seis dedos. También hay que destacar el efecto atmosférico, es decir, la sensación de que entre las figuras hay aire que distorsiona los contornos y hace que las figuras estén borrosas.La pincelada no puede ser más suelta, utilizando manchas como en el caso del gato o el rostro de la mujer del centro que está sin acabar al estar a contraluz. La luz viene de la derecha, siendo admirable que con tan limitado colorido se obtenga una excelente luminosidad. El artista consigue anticiparse al impresionismo en doscientos cincuenta años.Los añadidos posteriores en los cuatro lados hacen la obra más grande pero no menos interesante. Genios de la Pintura (c) 1999 Ediciones Dolmen S.L.