1. Río Cuarto / Río Tercero / San Francisco / Villa María Miércoles 06 de marzo de 2019 - Año 19 N° 845
pág. 4
pág. 2
El Corredor Mediterráneo
humorsolini
Heraldo Mussolini
pág. 8
Conversación
con Iris María
Ella es —se dice — maestra de alma. Educadora inicial y maestra de artes plás-
ticas, formada en la Escuela de Bellas Artes de la mano de Adriana Guezuraga.
Es directora en el Jardín de Infantes “Eduardo Racedo” y docente en el
Departamento de Educación Inicial de la UNRC.
La memoria y la lengua del
destierro en la literatura
Contundentes conceptos, una evidente catarsis, frases
que golpean conciencias, conforman la estructura de esta
nota casi íntima de Antonio Tello. Desde su propia expe-
riencia se explaya sobre lo que suponen las implicancias
dolorosas del exilio forzado para un escritor. Lo resume
diciendo “para explicar mejor los efectos de este comple-
jo proceso de pérdida y la lucha por construir una escri-
tura –y en consonancia una lengua- que armonice con el
paisaje que habita y salve al escritor de su muerte litera-
ria, quizás deba limitar el relato a mi propia experiencia
sin pretensión generalizadora”. Antonio Tello
La CoLUMna
Heroínas Incómodas
Isabelle Eberhardt
La nómada
vocacional
PoR FRanCIsCo
MaRtínEz Hoyos
Pág. 8
Fotos: Soraya Clop
Foto: Lucas Ortíz
El crimen del que
todos hablan
Manuela Centeno
pág .6
Descubren nuevos
manuscritos sobre
el Rey Arturo
Redacción ECM
pág. 6
El peso de la @
Redacción ECM
pág. 7
2. Reconocida por el Consejo Federal de
Educación como Maestra Ilustre, en
representación de la Provincia de
Córdoba en 2014, trajo a la ciudad una
revolución de palabras, narradores con-
tando historias bajo los árboles, en las
plazas, en el teatro, en las escuelas.
Multiplicadora de sensibilidad, talento y
compromiso, hablar con ella es ingresar
a un diálogo de privilegio. Así se cuenta,
quien tantas veces se define “horno de
barro”.
* ¿Cómo se presenta?
Soy Iris Maria. En realidad mi padre , hijo
de árabe , le puso a cada uno de sus ocho
hijos, tres nombres y un apellido que
suena como tal y que supuestamente mi
abuelo sustrajo de los decires de la adua-
na de aquel puerto, cuando venía huyen-
do de la guerra. Entonces, mi nombre es
Iris Alicia Guillermina María, y me encan-
ta decir que nací con letras pegadas en
todo el cuerpo y que un buen día se me
fueron para adentro y se hicieron cuen-
to… Hace 31 años me casé con
Fernando, el amor de mi vida…con él flo-
recieron dos camelias…dos hijas que
completaron nuestros sueños: Ana Sofía
y Josefina. Los cuatro nos sostenemos
con un lema que supo regalarme una
querida docente “Amanece…¡no es
poco!”
* ¿Esto de narrar es un oficio? ¿se nace?
¿se construye?
Un narrador nace y se hace … Si quere-
mos transitar ese pasaje entre el narra-
dor natural y cotidiano al narrador comu-
nitario, narrador docente, narrador escé-
nico, narrador hospitalario, tenemos que
embarcarnos en un trayecto de forma-
ción , porque exige entrenamiento, cons-
trucción colectiva del conocimiento, con-
ciencia de su cosmovisión para saber qué
cuento, para qué cuento, a quiénes cuen-
to , por qué cuento…
En mi caso, desde muy chiquita conté
cuentos para adentro; los llamaba “cuen-
tos de semáforo” .Cada vez que mi papá
nos llevaba al centro cruzando la
Avenida Marcelo T. de Alvear, esperaba
el único semáforo del “empalme”; si se
ponía rojo, ¡para mis adentros contaba
un cuento cuyo final lo indicaría el verde!
Pero era tan tímida que sufría por no
poder sacar este universo y compartirlo.
Hasta que a mis doce años mi hermana
Alejandra nos contó el cuento “Los tres
pelos del diablo” ¡Achalay! !Revolución
de mariposas!. Y allí supe lo que significa-
ba contar cuentos “para afuera”, lo que
producía en el otro hacerlo …¡Me engua-
liché! A partir de ese momento empecé a
“contar para afuera” y no pude parar, no
pude parar…
La Escuela de Bellas Artes me dio las alas
que necesitaba y en el 2000 descubrí a
Alejandra Oliver y Rubén López junto a
César Vargas y Eduardo Cháves: maes-
tros de maestros que me abrieron las
puertas de un trayecto de formación
como narradora y gestora cultural.
* ¿y la formación continúa?
Hoy trabajo junto a Alejandra Oliver; me
sigo formando en la Escuela
Latinoamericana de Cuentería “NARRA-
CUENTOS” y para compartir esa forma-
ción con más narradores, trajimos a Río
Cuarto un brazo de esa escuela que tiene
sede central en Córdoba. También llega-
mos a Alcira Gigena de la mano de
Ramiro Álvarez y su equipo de Cultura.
* ¿Cómo se multiplica esa vocación y ese
conocimiento en Río Cuarto?
Desde el 2010, cada agosto tiene un sello
en Río Cuarto y Región: el Festival
Internacional de Contadores de Historias
Narrapalabra, dirigido por Alejandra (con
el apoyo de la Sub Secretaría de Cultura
de la Municipalidad y la Universidad
Nacional de Río Cuarto) y desde hace
cinco años funciona un espacio popular
democrático y horizontal llamado La
Rueda Cuentera: un semillero de inquie-
tos contadores y escuchadores, un espa-
cio de encuentro donde la palabra circula
porque sí…
* ¿tiene un público preferido?
Mi alma, mi corazón, mi todo, está pues-
to en el público más exigente del univer-
so: el público infantil, sumando ahora el
fascinante universo de la
“Matroliteratura “, que es literatura para
madres en tiempos de gestación y bebés
. Pero puedo adecuarme y narrar frente a
cualquier edad confiando en un reperto-
rio que ha ido leudando y se ha ido
nutriendo para seguir siendo contado.
* Las madres y abuelas narradoras
hacen una selección natural de cuentos,
¿son asertivas por intuición?
Allí cuentan con la ventaja de la empatía
natural del vínculo, con ese puente sim-
bólico, mágico que nada ni nadie podría
igualar…abrazo de mirada, arrullo, pala-
bra viva hecha historia, poema, nana…
imposible no ser asertivo. Incluyo en este
ritual a abuelos, padres, tíos ya que la
heterogeneidad de género es un abanico
más amplio del que imaginamos.
El Corredor Mediterráneo / Página 2
Conversación con Iris María
Por Bachi salas
Iris María
Fotos: Soraya Clop
3. El Corredor Mediterráneo / Página 3
* ¿Qué piensa de los cuentos inventados
por las madres para que “los chicos se
porten bien”?
Creo que responden a un modelo de
infancia obsoleto en el que el niño fue
subestimado y tomado desde un concep-
to de incompletitud, de adulto imperfec-
to, de sujeto susceptible de ser modela-
do. No creo en la pseudoliteratura mora-
lina ni panfletaria, no creo en las instruc-
ciones para ser más buenos y mejores
personas La co- construcción de la subje-
tividad de las personas pasa por otros
lados, los banquetes literarios con los
niños desde que están en el vientre
materno, deben estar sustentados por la
estética de la palabra: un cuento, una
copla, un poema, se degustan porque
sí…
* ¿Es necesario que los narradores
conozcan de literatura y sepan de crite-
rios de selección?
* Detrás de un narrador, sin dudas debe
haber un inquieto lector y sus criterios de
selección serán tanto más ricos y acerta-
dos cuanto más se eleve esa plataforma
cultural y más se amplíe y consolide su
cosmovisión.
Considero que nuestro rol de mediadores
entre el niño, la niña y la literatura es un
lugar de poder y de inmensa responsabi-
lidad… nosotros somos los que toma-
mos o dejamos para contar o dejar de
hacerlo, echamos a rodar tal o cual autor
o lo mantenemos en el anonimato, el
seleccionar es un acto político y social en
el sentido más profundo de la palabra.
* ¿Hay menúes de cuentos a la carta de
acuerdo a la audiencia? Digamos que no
es lo mismo una escuela rural, un hospi-
tal, una escuela privada…
* Un narrador debe ser muy criterioso
para elegir lo que cuenta según el espa-
cio y el destinatario. Nos manejamos
desde la plataforma de valores universa-
les, pero puede haber cuentos que pose-
an ciertas temáticas que sean más sensi-
bles para determinados ámbitos y con-
tarlos constituiría una provocación inne-
cesaria. Yo le doy mucha importancia al
criterio de selección y a partir de la orali-
zación responsable, decido.
* ¿Qué necesita un narrador para movili-
zar, conmover, alcanzar el alma de sus
oyentes?
* Necesita ser honesto, correrse de acti-
tudes de vedetismo y disfrutar para
hacer disfrutar. Necesita saber que este
oficio ancestral es un arte circular que se
completa con el otro y que sólo con la
escucha generosa del otro es posible su
propia existencia. Necesita ser un gran
escuchador. Necesita trabajar desde
adentro preservando su estilo y poten-
ciando su aptitud sin robar el molde a
nadie convencido de que cada uno
somos un milagro irrepetible del univer-
so.
* Recuerdo a Dora Pastoriza de
Ectchevarne cuando recomendaba
narrar sentado, utilizando el recurso de
la voz, el gesto y el además…Hoy, vemos
infinitas combinaciones de estilos en los
narradores…
* Yo me inicié con esta línea que posee
algunos rasgos de la escuela escandinava
dentro del Club de Narradores “Marta
Salotti”; apenas si tenía 18 años y si bien
agradezco sus herramientas, luego nece-
sité encontrarme con mi esencia y soltar-
me un poco más. Estos métodos en su
momento tendían a priorizar el lugar del
cuento y de la palabra por lo que el narra-
dor pasaba a un segundo plano. Respeto
este paradigma, pero creo que en estos
nuevos escenarios revolucionarios y
emancipadores de cultura, se requiere de
una nueva mirada, donde cada narrador
dice la vida desde el alma con una marca
registrada en su matriz primigenia.
* ¿y usted por qué? ¿Por qué elegir este
soplo, esta casi inmaterialidad que se
parece al efecto de la música en el alma
de quien lo recibe? Un libro queda en las
manos, una pintura, una escultura queda
en una pared, se perpetúa de una mane-
ra más visible. En cambio la narración…
* Yo narro cuentos , abrazo la palabra y la
echo a rodar porque necesito que este
arte ancestral no sea fagocitado por la
cultura del descartable de lo efímero y de
lo fugaz… narro para sobrevivirnos,
narro para engualichar a otros y que esos
otros sean también portadores de cuen-
tos y poemas para ser pronunciados,
narro para prestarle voz a los que son
silenciados, narro por puro placer bus-
cando generar sed de más… narro para
poder seguir en esta vida que da y quita
sabiendo que podremos dejar huellas
mientras estemos vivos…Amanece…¡No
es poco!
La escritora Bachi Salas mantiene para ECM una interesante conversación
con Iris María, maestra y narradora oral de gran predicamento, que tiene en
la palabra su principal recurso transformador de la sociedad.
Iris María
4. El Corredor Mediterráneo / Página 4
En estos tiempos en que desde algunos
sectores se trata de frivolizar y minimizar
la gran tragedia vivida por Argentina
durante la Dictadura, es importante que
sepamos cómo el terrorismo de Estado
también afectó la escritura de aquellos
escritores –narradores y poetas- que
debieron exiliarse para salvar sus vidas.
Desde que el individuo se convierte en
desterrado su vida queda marcada por la
pérdida. La pérdida de su hogar, de su
paisaje y de su cultura, los cuales se redu-
cen a un topos de la memoria que se miti-
fica a medida que la distancia se concreta
y el tiempo cicatriza el desgarro. Es decir
que no se trata de una pérdida que se
acepte pasivamente y nace en el corazón
un culto religioso a lo propio que sostie-
ne la identidad, cuya textura empieza a
luirse con el roce de otras gentes.
Pero, junto a este desesperado intento
de anclarse en la vida anterior, el deste-
rrado empieza a vivir un proceso irrever-
sible de aculturación que lo conducirá al
vacío en la medida que no pueda resolver
satisfactoriamente su extrañeza. Es
decir, hasta que no halle la forma de
armonizar su vida con la del medio, lo
cual supone tanto un esfuerzo de acepta-
ción de éste como de sí para adaptarse a
las nuevas condiciones.
La inserción del exiliado en un nuevo
hábitat constituye un impacto traumáti-
co que se plantea tanto en el plano indi-
vidual como en el social, cuyo alcance
está íntimamente relacionado por un
lado con su sensibilidad personal, prepa-
ración espiritual y profesional, el peso y
el carácter de la cultura y la tradición, y
su capacidad y voluntad de adaptación, y
por otro por el tipo de percepción y la
disponibilidad estructural que la socie-
dad de acogida tenga del colectivo al que
pertenece.
En esos momentos, el desterrado es un
ser vulnerable que depende tanto de su
entereza psíquica y de la solidez de sus
principios éticos como de la solidaridad y
tolerancia de quienes lo rodean para
sobrevivir. La lucha es dura, porque todo
parece desintegrarse indefectiblemente
a su alrededor, y desigual, porque las
fuerzas con las que se enfrenta son casi
irresistibles.
En este contexto vivencial, el desterrado
se aferra a su memoria y hace de la evo-
cación de la tierra natal una obsesión. Es
entonces cuando la nostalgia opera
como una fuerza negativa que obstaculi-
za cualquier modo de inserción en la
nueva sociedad y, consecuentemente, lo
empuja hacia la infelicidad. Aquel que
enferma de nostalgia interpreta la impo-
sibilidad del regreso como un fracaso
personal en la creencia de que depende
de él y del lugar que dejó la recuperación
de la identidad cuyos contornos ve diluirse.
Obsesionado por el pasado, el nostálgico
no vive el presente o lo vive en estado
permanente de transitoriedad; no hace
de su vivienda un hogar, ni se abre al
exterior dejándose polinizar por la vida
que discurre fuera de él; no alcanza a
comprender que, desde el instante en
que fue extrañado su historia personal se
desgajó del tronco natal y que su conti-
nuidad, aunque vuelva a él, tendrá la evi-
dencia de la herida.
La nostalgia no es mera congoja. La nos-
talgia es un desgarramiento afectivo que
involucra un paisaje geográfico y, sobre
todo, un paisaje humano, en el cual se
sitúa una parte de los seres queridos; es
soledad, desclasamiento, dificultades
económicas. La nostalgia es incertidum-
bre, es andar perdido por un laberinto
siguiendo el recuerdo de la patria, como
Teseo el hilo de Ariadna para no perder-
se. El regreso representa la salida del
laberinto, del malestar que supone no
reconocerse en el entorno. Pero tal sali-
da es engañosa porque no se piensa en
términos de presente sino de pasado. De
aquí el desencanto de aquel que consi-
gue volver y constata que sobre los pla-
nos de la memoria ha surgido otro pue-
blo y que su territorio está ocupado por
un nuevo paisaje humano en el que nota
las ausencias o la vejez de los conocidos
y oye el crujir de engranajes biográficos
que no concuerdan con los suyos.
La evidencia es cruel: el paisaje que año-
raba ya no existe. La herida se reabre y el
desterrado comprueba que el ansiado
regreso es imposible, del mismo modo
que es imposible regresar a la infancia, a
la adolescencia o a cualquier otra edad
temprana. Al pasado.
Cuando esto sucede y el exiliado com-
prueba por sí mismo que las vestiduras
del existir humano están hechas de tiem-
po que fluye, una imperiosa necesidad de
volver al lugar donde ahora vive se apo-
dera de él aun a sabiendas de que si bien
nunca pertenecerá enteramente a él, al
menos le es familiar. Es su presente.
Así, en la confrontación de las dos reali-
dades de las que es partícipe, el extraña-
do constata que la definición de su iden-
tidad tiene sus raíces tanto en el territo-
rio geográfico de origen como en la
estructura de pensamiento que formula
y cohesiona las normas de convivencia
en dicho territorio, y que en consecuen-
cia todo desterramiento produce en la
persona una fractura dolorosa e irrepara-
ble en su modo de pensar y convivir que
lo expone sin que pueda evitarlo a nue-
vas y transformadoras influencias, confir-
mando aquello que escribió el filósofo
español Carlos Gurméndez: “nadie es
para siempre, pues renace como origina-
lidad diferente”.
Toda lengua es un código de comunica-
ción que identifica a una comunidad, un
rasgo diferenciador sobre el que se
soporta una etnia, una cultura, una reli-
gión o una nación más allá de los límites
convencionales de los Estados. Así, es
posible determinar cadencias, modos y
construcciones sintácticas del hablante
según sea la región o provincia, el barrio,
la extracción o la situación social, incluso
profesión o bandería a la que pertenece.
Pero cuando el hablante es desterrado
del medio que le es propio, la convulsión
que sufre su vida también alcanza a la
lengua. La alteración del deje, los giros y
ritmos son apenas los síntomas más
externos de una pérdida irrecuperable
que afecta a su identidad convirtiéndolo
en otro distinto del que fue.
En el escritor, esta conmoción puede
aparecer más o menos solapada mien-
tras su producción literaria merodee alre-
dedor de la crónica o de historias con-
vencionales sometidas al brete argumen-
tal y sus síntomas más o menos eviden-
tes en el léxico o en las construcciones
sintácticas según la actitud, carácter,
sensibilidad o cosmovisión de cada uno,
como lo ejemplifican los casos extremos
de Julio Cortázar, cuya escritura en las
novelas, no así en los cuentos, resulta
arqueológica, recreación de una lengua
muerta, la lengua que recuerda pero que
ya no (se) habla, y Héctor Banciotti, que
acabó finalmente escribiendo en francés
e ingresando en la Academia Francesa.
Entre ambos, en España, figuran los
nombres de Osvaldo Lamborghini,
Daniel Moyano, Juan Martini, Marcelo
Cohen, Alberto Szpunberg, José Viñals,
Mario Satz, Dante Bertini, Raúl Argemí,
Marcelo Luján, Neus Aguado, Ricardo
Pochtar, Carlos Vitale, etc. etc.
Por esto, para explicar mejor los efectos
de este complejo proceso de pérdida y la
Por antonio tello
La memoria y la lengua
del destierro en la literatura
5. El Corredor Mediterráneo / Página 5
lucha por construir una escritura –y en
consonancia una lengua- que armonice
con el paisaje que habita y salve al escri-
tor de su muerte literaria, quizás, deba
limitar el relato a mi propia experiencia
sin pretensión generalizadora.
“De cómo llegó la nieve”I, la novela que
inicia la trilogía “Balada del desterrado”,
si bien se desarrolla en la lengua original
argentina y no muestra los efectos del
exilio en la escritura, su protagonista no
puede evitar expresar el hondo malestar
del autor, aun antes de que éste haya
tomado conciencia de la pérdida, cuando
dice “estoy roto. Me he trizado como un
espejo contra el piso, veo mi rostro parti-
do en mil trozos y pienso. Pienso en cada
fragmento que me devuelve imágenes
que son mías y ajenas. Sé que no me per-
tenezco, que me desconozco, porque
cada uno que soy o que he sido engendra
memorias diferentes y diversas con el
estigma de la angustia.”
Hacia el final de la novela, al sospechar
que la lengua está vinculada a su identi-
dad y que aquélla se agosta al mismo
tiempo que ésta se desdibuja, el narrador
se resiste a que suceda lo que ya está
sucediendo y se dice: “Debo seguir bus-
cando mi casa, la misma por la que no
supe morir, y habitarla y defenderla…”,
intención que persiste y se consumará
más de treinta años después en “Más allá
de los días”II
El proceso de aculturación y pérdida de
identidad no se detiene y la siguiente
novela –“Los días de la eternidad”III -
constituye el fracaso de una escritura
anclada en la nostalgia tal como intuye su
protagonista [ “La única certeza que
tiene –escribe el narrador sobre el prota-
gonista- es que allí es distinto. Otro. Es
Otro el que se aparta de sí para manifes-
tar su vida en un lugar y en un tiempo
diferentes, aunque no demasiado remo-
tos”], motivo por el cual fue totalmente
reescrita antes de ser publicada.
Y viene el silencio. La imperiosa necesi-
dad de fundar una nueva escritura que
concilie al autor con una nueva identidad
que en la realidad se presenta borrosa e
inestable. Se trataba de crear una lengua
capaz de armonizar la escritura con la
identidad del desterrado. El resultado
será una lengua híbrida, extraña, exótica.
Asimismo, antes de que esta lengua cris-
talizara en la conciencia del autor, es
notable comprobar, pasado el tiempo,
cómo las pulsiones más hondas del acto
creador dejaban entrever en la escritura
ficcional el conflicto interior. Cuentos
como “La catinga” o “El interior de la
noche”IV, que trata del sueño esperanza-
dor de una palabra que “vence las fuer-
zas compresoras del silencio”, uno y la
pesadilla de un hombre encerrado en sus
propios límites, el otro, prefiguran el pro-
ceso de despojamiento que sufre el autor
hasta que cree entrever el rumbo que
puede sacarlo del “laberinto de voces
que brillan y mudan de sentido”V.
“El hijo del arquitecto”VI resulta así una
exploración a ciegas de la lengua y al
mismo tiempo una metáfora del esfuerzo
creador del artista, de su aspiración irre-
nunciable por fundar el mundo y enunciar
su belleza. La carta de navegación de este
viaje trae consigo la inocencia y la desnu-
dez, la limpieza de los oídos, como la vivió
Tiresias, para percibir los nuevos sonidos
y cadencias, y reconocer los significados
esenciales, lo sustantivo que soporta la
lengua y de este modo aceptar esa otra
voz propia del ya por siempre extranjero;
una voz que supere la crónica, lo contin-
gente y circunstancial, y salve al escritor,
al poeta, de convertirse en un error de su
propia escritura; una voz que devenga
escritura poética y con ésta penetrar en la
realidad que las sombras ocultan.
I “De cómo llegó la nieve”, Tusquets,
Barcelona, 1987 – UniRío, Río Cuarto,
2018
II “Más allá de los días”, UniRío, Río
Cuarto, 2016
III “Los días de la eternidad”, Muchnik
Editores Barcelona, 1997, - UniRío, Río
Cuarto, 2017
IV Cuentos incluidos en “El interior de la
noche”, Tusquets Barcelona 1999 – “El
mal de Q.”, Candaya, Canet de Mar, 2009.
V “Sílabas de arena”, Candaya, Canet de
Mar, 2009.
VI “El hijo del arquitecto”, Anaya & Mario
Muchnik, Madrid, 1993.
Para todo escritor, el exilio supone una experiencia traumática de la que no
podrá recuperarse nunca, pues abre en su espíritu una herida que afecta a
su identidad y, consecuentemente, a su escritura.
Antonio Tello
6. El Corredor Mediterráneo / Página 6
Descubrennuevosmanuscritos
sobreelReyArturo
El crimen
del que
todos
hablan
Manuela Centeno
Raíz de Dos, Córdoba, 2018
Los jugadores de canasta saben que hay
dos modos de jugar una partida: con las
cartas del juego vistas u ocultas. Un libro
del género negro no escapa a esta premisa
y el autor puede optar por sostener la rela-
to desde sucesos que se ignoran y que él
desvela calculadamente o bien por gene-
rar la tensión narrativa a partir del cómo
sucedieron los hechos más o menos cono-
cidos. Manuela Centeno no oculta ni dosifi-
ca la información de los sucesos que cen-
tran su novela y desde el mismo título pro-
pone la narración de un “crimen del que
todos hablan”.
Pero el hecho de que todos hablen de
dicho crimen –y aquí está la inteligencia de
Centeno- no significa de que “todos”
sepan lo que realmente sucedió ni tampo-
co que conozcan en profundidad a los per-
sonajes protagonistas de los hechos. Esto
significa que hay tanto ruido social y
mediático, tanta distorsión de la realidad,
que al final la verdad queda oculta bajo un
cúmulo de palabrería vacua e interesada.
De aquí que la aproximación a la historia
del crimen se produce casi por azar, en la
que una muchacha de conflictuada vida
afectiva deviene periodista de investiga-
ción. Siguiendo los pasos de un amante
maltratador y de aquello que oculta su
familia y la apartó de ella, Pilar Rosso vuel-
ve a su pequeña ciudad natal al morir su
padre y casi sin darse cuenta se encuentra
en medio del barullo mediático provocado
por el asesinato de una bella y rica mujer.
Ese crimen del que todos hablan. Hablan
los vecinos, los amantes, las amigas, la ciu-
dad y el país entero haciendo del crimen
un soberbio espectáculo en el que todos
quieren tener un papel aunque sea muy
secundario sin que se den cuenta que favo-
recen la ocultación.
Con un estilo de gran precisión que en
otros tiempos hubiésemos atribuido al
periodismo escrito, Manuela Centeno ini-
cia su novela sembrando en el inconscien-
te del lector una duda sobre el pasado de
la protagonista narradora: “Lo único
bueno que hicieron mis padres en toda su
vida fue enviarme a un internado de mon-
jas en Buenos Aires apenas cumplí quince
años”. ¿Qué relación hay entre esta adoles-
cente que cuestiona a sus padres por
haberla apartado de ellos y al mismo tiem-
po considera ese hecho positivo para ella,
y la víctima de un escabroso crimen? Un cri-
men del que todos hablan, incluyendo en
el todo tanto a los individuos del marco fic-
cional como a los lectores.
Manuela Centeno afronta el desafío de
contar una historia ya contada (y conoci-
da) y lo hace valiéndose de su habilidad
para conjugar naturalmente los pasos de la
protagonista y los de la víctima y con ellos
urdir una trama de conductas e intereses,
individuales y sociales, que, al mismo tiem-
po, envuelve y compromete a un modo de
ser y de pensar de gran parte de la socie-
dad argentina que dio lugar a la trágica
experiencia de la dictadura militar, cuyas
consecuencias no se han superado aún. El
resultado es altamente positivo y de ahí
que la campaña promocional redundando
en el crimen real que inspiró la novela
puede contribuir a una mayor venta, pero
no le hace justicia a sus valores literarios.
a.t.
reseña
7. El Corredor Mediterráneo / Página 7
Redacción ECM
Un profesor de la Universidad de Bristol
(Reino Unido) descubre por casualidad perga-
minos del siglo XIV que pueden dar un giro a
la mítica historia del Rey Arturo y de sus caba-
lleros de la mesa redonda.
Michael Richardson, profesor de la Biblioteca
de Colecciones Especiales de la Universidad
de Bristol, mientras buscaba material de estu-
dio para sus estudiantes, descubrió en el
archivo de la Biblioteca Central de la misma
ciudad siete fragmentos de un pergamino
escritos a mano en el interior de una edición
de cuatro volúmenes de las obras del teólogo
y filósofo francés Jean Gerson, quien vivió
entre 1363 y 1429.
Los libros del erudito galo habían sido impre-
sos en Estrasburgo entre 1494 y 1502, y envia-
dos a Inglaterra sin encuadernar. Era habitual
por aquellos tiempos que, debido a que el
pergamino era un artículo muy costoso, se
utilizaran para la encuadernación hojas ya uti-
lizadas, como al parecer sucedió en este caso.
El daño que presenta el pergamino se debe,
según los expertos, a que habría sido pegado
a las tablas delantera y trasera de los libros,
que conectan las páginas con la encuaderna-
ción.
Richardson, al reconocer asombrado algunos
de los nombres familiares del ciclo artúrico, se
puso en contacto con la rama británica de la
“International Arthurian Society”, cuya presi-
denta, la doctora Leah Tehter, dispuso inme-
diatamente un equipo de estudio con investi-
gadores de las universidades de Bristol y
Durham. La primera impresión de éstos es
que los fragmentos proceden del Ciclo
Vulgata o Ciclo de Lancelote-Grial, escritos en
francés antiguo en el siglo XIII. Explica la doc-
tora Tehter que “el suroeste de Inglaterra y el
País de Gales están estrechamente vinculados
con los muchos lugares que se hicieron famo-
sos por la leyenda de Arturo, por lo que es
aún más especial encontrar un fragmento
temprano, anterior a cualquier versión escrita
en inglés, en Bristol, que está situada a pocos
kilómetros de Cardiff, al otro lado del canal”.
Cabe recordar que fue Sir Thomas Malory
quien, en el siglo XV, compiló “La muerte del
rey Arturo” a partir de textos del Ciclo de la
Vulgata, publicada por William Caxton recién
en 1485, quince años más tarde de la muerte
de Malory.
La cuestión que plantean los siete fragmen-
tos de pergamino ahora hallados en Bristol es
si su contenido, aún en proceso de análisis,
podrá cambiar la leyenda del Rey Arturo. Esta
presunción es motivada por las ligeras aun-
que significativas diferencias que presenta
con la Vulgata. El punto crucial es la descrip-
ción de la legendaria de Trèbes, durante la
cual se enfrentaron los ejércitos de Arturo y
Claudas.
Junto a Arturo se encuentran Merlín Gawain,
el rey Ban de Benwick o Ban de Benioc, padre
de Lanzarote del Lago y Héctor de Maris, y
hermano del rey de Galia, Bors de Gaunes. La
batalla comienza y es narrada minuciosamen-
te. Al promediar, las tropas de Arturo han
cedido posiciones, pero Merlín, encargado de
la estrategia del combate, logra alentar a las
tropas y, enarbolando el estandarte del dra-
gón de Sir Kay, que respira fuego real, enca-
bezó el contraataque dando la victoria a
Arturo.
El manuscrito hallado cuenta que el rey
Arturo, antes de volver a su reino, pasó un
mes en Benwick, mientras los reyes Ban y
Bors continuaron batallando para derrotar
definitivamente a Claudas. No fue así y, cuan-
do Arturo regresó, logró reamarse y prosiguió
la lucha.
También se cuenta que la noche en que
Arturo y sus aliados vencieron a Claudas y
ocuparon el castillo de Trèbes, Ban y la reina
Elaine concibieron un hijo. También que la
reina soñó con un león y un leopardo, y su
esposo con una voz que lo despertó y lleno de
temor acudió a la iglesia a rezar.
Algunas de las diferencias con los otros tex-
tos están en las más extensas y detalladas de
algunos personajes, en la elección que Merlín
hace de los cuatro jefes del ejército de Arturo
o, entre otras, la mera mención de la herida
que recibe Claudas durante la batalla sin espe-
cificar dónde la recibió, mientras que en la
versión de la Vulgata se dice que fue en los
muslos, fórmula metafórica que en la Edad
Media aludía a la castración o a la impotencia
sexual.
Según la doctora Leah Tehter “hay muchas
más diferencias, pero debido al daño sufrido
por los fragmentos, llevará tiempo descifrar
correctamente su contenido tal vez requirien-
do el uso de tecnología de infrarrojos.
Estamos todos muy entusiasmados por des-
cubrir más y saber qué información nueva
pueden tener.[…] Estos fragmentos de la his-
toria de Merlín son un descubrimiento mara-
villoso, emocionante, que puede tener impli-
caciones para el estudio no sólo de este
texto, sino también de otros que han dado
forma a nuestra comprensión moderna de la
leyenda artúrica”.
El peso de la @
Redacción ECM
El signo de arroba [@] puesto de moda a partir de la década de
los setenta del siglo pasado por su utilización en los correos elec-
trónicos se ha vuelto controvertido por el discutido uso caligráfi-
co que hacen algunos grupos defensores de la igualdad de sexo.
No se sabe a ciencia cierta cómo ni donde se creó. Según algunos
investigadores habría surgido por casualidad en Bulgaria hacia
mediados del siglo XIV, cuando un escriba bizantino acabó un
escrito con el consabido “amén” o “amín”, envolviendo la “a”
con una especie de lazo, que no parece ser nada más que una flo-
ritura caligráfica.
Más sentido tienen las teorías que relacionan el uso del símbolo
con la unidad de medida homónima, que equivale a la cuarta
parte de un quintal, cuya representación en kilos era de 12,5 kg,
según consta en 1445 en la Taula de Ariza, un documento aduane-
ro del Reino de Aragón, que da fe del temprano uso de la @. En
el siglo XVI la arroba como unidad de peso ya era frecuente entre
los comerciantes de los reinos de Italia, España y Francia dado
que con ese nombre se designaba a una vasija equivalente a una
“ánfora”, una antigua medida de capacidad utilizada en el ámbito
mediterráneo para el transporte de granos, vino, aceite, etc.
Cabe consignar que la palabra castellana “arroba” procede de la
voz árabe hispano“arrúb” y ésta del árabe clásico “rub”, que sig-
nifica “una cuarta parte”.
Tras un largo período que el símbolo pasó al olvido, hacia fines del
siglo XVIII y principios del XIX, la @ apareció en el mundo anglo-
sajón como equivalente de “at”, especialmente en el lenguaje
contable como equivalente de la expresión “a razón de” (at the
rate of). Ya en el siglo XX entró en el campo de las matemáticas y
la ingeniería siempre relacionada con fórmulas que indicaban
medidas o capacidad.
El uso de la @ en informática está datado a partir de 1971, cuando
Ray Tomlinson decidió valerse de ella para direccionar el primer
sistema de correo electrónico. Como el mismo Tomlinson ha
declarado en muchas ocasiones, su propósito era utilizar el sím-
bolo que apareciese en los teclados de las computadoras para su
empleo técnico-científico pero no en el lenguaje habitual y mucho
menos en nombres de personas o empresas. La arroba también
adquirió gran prestigio en informática y numerosos lenguajes de
programación la introdujeron como equivalente de diferentes
funciones.
La popularidad de la @ y su especial tipografía cautivaron a los
promotores del lenguaje de “género” para visibilizar en equidad
de condiciones al hombre y la mujer. Sin embargo,
tales promotores al parecer ignoraban e ignoran que la @ era un
símbolo de cantidad y lo que es más llamativo, que el lazo que
envuelve a la “a” no es una “o”. Pero aun aceptando que son “a”
y “o”, deberían tener en cuenta que, obviando que todas las
vocales son de género femenino, en el signo de la @ la “o” –sím-
bolo de lo masculino según ellos- estaría rodeando a la “a” –sím-
bolo de los femenino- con lo cual estarían contradiciendo lo que
defienden pues este sentido del símbolo consagraría la opresión
del macho sobre la hembra.
8. El Corredor Mediterráneo / Página 8
MUnICIPaLIDaD
DE La CIUDaD
DE Río CUaRto
Subsecretaría de Cultura.
CC DEL ANDINO
Tel. 0358 - 4671995
MUnICIPaLIDaD
DE La CIUDaD
DE VILLa MaRía
Bv. Sarmiento y San Martín
Tel. 0353 4527092
Director:
Antonio Tello
Redacción:
Diego Formía
Myrna Medeot
Colaboradores:
Oscar Aimar
Claudio Asaad
Silvia Barei
Abelardo Barra Ruatta
Leandro Calle
Eva Cháves
Sergio G. Colautti
Pablo Dema
Verónica Dema
José Di Marco
Marcelo Fagiano
Jorge Felippa
Hernán Genero
Alberto Hernández
Francisco Martínez Hoyos
Hugo Morales Solá
Heraldo Mussolini
Gonzalo Otero Pizarro
Daila Prado
Isabel Rezmo
Jorge Rodríguez Hidalgo
Bachi Salas
Mario Trecek
Ingrid Waisman
Miguel Zupán
Fotografía:
Soraya Clop
Jorge Tello
Ilustración:
José Aranguez
Paco Rodríguez Ortega
Jorge Sarraute
Rocío Toledo
Diseño:
Ana Alonso
DIRECCIón MUnICIPaL
DE CULtURa
DE La CIUDaD
DE san FRanCIsCo
Bv. 9 de Julio 1190
(2400) San Francisco
Tel. 03564-439157
La Columna
SUPLEMENTO CULTURAL DEL CENTRO
DECLARADO DE INTERÉS CULTURAL POR EL
CONCEJO DELIBERANTE DE RíO CUARTO
Heroínas Incómodas
Isabelle Eberhardt
La nómada
vocacional
Por Francisco Martínez Hoyos
África, siglo XIX. Hay quien va a ese continente a llevar la “civi-
lización”, pero también quien procura dejarla atrás. Este es el
caso de la viajera Isabelle Eberhardt (1877-1904), un personaje
profundamente anticonvencional que se apartó de la norma
desde su nacimiento. Su madre, la alemana Nathalie
d’Eberhardt, era la esposa de un general ruso, pero dejó a su
marido para marcharse con sus hijos junto a su amante,
Alexandre Trophimowsky. Filósofo y botánico, este antiguo
sacerdote ortodoxo se movía en los círculos revolucionarios y
era de Mijaíl Bakunin, el mítico líder anarquista.
Con un padre así, Isabelle no podía menos que tener una edu-
cación exigente. Hablaba ruso, alemán, francés, árabe. Poseía
conocimientos científicos, antropológicos, literarios. Y, en polí-
tica, compartía el odio a la opresión de los zares y a las injusti-
cias en general. No en vano, a su casa acudían los más variados
conspiradores, exiliados a los que su familia trataba de ayudar.
El paraíso de su infancia, como todos los paraísos, acabó por
desintegrarse. Acompañó a su madre a Argelia, donde ella no
tardo en morir. Poco después su hermanastro Vladimir se sui-
cidó. No fue la última desgracia: Trophimovsky falleció des-
pués de que Isabelle aumentara la dosis de la droga que toma-
ra como paliativo para sus dolores. Tomó esa fatídica decisión
junto a otro de sus hermanastros, Augustin, con el que estaba
muy unida. Por eso, la ruptura entre ambos resultó particular-
mente dolorosa. Ella seguía fiel a sus sueños de aventura. Él se
sumergió en una vida sin horizontes.
En el norte de África, Isabelle llevó una existencia aventurera.
Se convirtió al Islam con la misma pasión que ponía en todo.
Porque la suya, según sus propias palabras, era una “sangre
ardiente”. Trabajó como espía para la administración francesa,
pero se adhirió a la causa árabe. La revista que dirigió, Akhbar,
da cuenta de su proximidad a las posiciones nacionalistas.
Deploraba profundamente que el universo en el que se hallaba
se viera corrompido por la influencia extranjera, una moderni-
dad mezquina.
El mundo del desierto la fascinaba. Allí había encontrado la
libertad de no rendir cuentas a nadie, sola, apurando con inten-
sidad cada momento. Su radical individualismo la empujaba a
no establecerse en ningún sitio, incapaz por naturaleza de
adaptarse a cualquier grupo.
Una mujer que iba sola donde quería, vestida de hombre en
ocasiones y con seudónimo masculino, suscitaba sentimientos
contradictorios. Isabelle se mezclaba con los indígenas y reci-
bió propuestas para contraer matrimonio con hijos de familias
prominentes. El reverso de esta fascinación era el rechazo del
sector más conservador de la sociedad árabe, que se tradujo
en el atentado que casi acaba con su vida.
Consiguió la estabilidad emocional de la mano del suboficial
Slimène Ehnni, al que convirtió en su esposo en 1901. Sus diarios
(La Línea del Horizonte, 2018) testimonian el romanticismo des-
bordante con el que le amaba, pese a su diferente forma de
entender el mundo. Slimène poseía ideas tradicionales acerca de
las mujeres y el matrimonio, por lo que Isabelle llega temer que
pueda sustituirla por otra, más dócil.
Juntos pasaron por la angustia de la falta de dinero, siempre
insuficiente. Isabelle descubrió así que la épica de una vida erran-
te tenía la amarga contrapartida de la inseguridad económica,
aunque no por eso se echó atrás. Por suerte, su educación espar-
tana acudió entonces en su ayuda. Una cosa sí podía hacer, redu-
cir sus necesidades. Desafiaba las reglas del sistema capitalista,
en el que se negaba a insertarse. Lamentó, eso sí, que las ocupa-
ciones de la simple supervivencia le restaran tiempo para dedi-
carse a las tareas elevadas del espíritu.
Sus proyectos para el futuro pasaban por ganar un nombre como
periodista y escritora. Sus relatos y novelas breves, como ha des-
tacado la crítica, están marcados por su originalidad. Justo en
ese momento, un destino estúpido truncó sus sueños. Murió
sepultada en escombros al derrumbarse su casa por el empuje de
una inundación.
humorsolini
Por Heraldo Mussolini