4. INTRODUCCIÓN
Historia de una maestra es una novela escrita por Josefina R. Aldecoa, y
publicada en 1990.
Esta novela pertenece a una trilogía de contenido autobiográfico. Historia
de una maestra inicia esta trilogía, a la que le siguen los siguientes títulos:
Mujeres de negro (1994) y La fuerza del destino (1997).
Historia de una maestra es la narración, hecha desde la memoria, de la
vida de Gabriela durante los años veinte y hasta el comienzo de la guerra
civil.
Con el trasfondo de la República, la revolución de Octubre y la guerra,
esta novela rememora aquella época de pobreza, ignorancia y opresión, y
muestra el importante papel de la enseñanza y de aquellos que lucharon
por educar un país.
Contada desde la verdad del recuerdo, con sentimientos que apenas nos
atrevemos a reconocer y desde una progresiva toma de conciencia,
Josefina Aldecoa nos abre un camino a la esperanza y al idealismo.
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5. ENTREVISTA A GABRIELA, LA PROTAGONISTA DE HISTORIA DE
UNA MAESTRA
1.- ¿Cómo comenzó ese sueño de ser maestra?
Recuerdo el día en que terminé la carrera. Tenía 19 años y vivía en Oviedo
(aunque procedo de un pueblo leonés). Estudié allí durante tres cursos y
ese día llegaba a una meta. Aquella mañana me reuní con mis compañeras
y recogimos nuestros libros y certificados. Ese fue el fin de una etapa y el
comienzo de un sueño.
2.- ¿Cómo fueron sus primeras experiencias como maestra?
¿Qué recuerdos tiene sobre los primeros colegios en los que
estuvo?
Recuerdo mis tres primeros colegios como interina. El primero apenas lo
recuerdo y creo que se debe a que fracasé en él. Era tierra de campos.
Estuve enseñando a los niños a leer pero en el momento en el que ellos
empezaban a progresar tuve que marcharme. En el segundo sólo estuve
dos meses. Era un pueblo de vino y debido a que empecé a dar clase en
septiembre (época de vendimia) tuve pocos alumnos. Para cuando
empezaron a venir a clase, tuve que marcharme también.
Y por último, el tercer colegio estaba en un pueblo perdido en la montaña.
Era una clase de 30 niños, de entre 6 y 14 años. Recuerdo cuando llegué a
ese pueblo por primera vez. El guía me llevó a la plaza donde estaban el
alcalde y gente del pueblo. Estaban discutiendo sobre quién iba a
acogerme en su casa. Finalmente me quedé en casa de María, una mujer
viuda del pueblo.
Según pasaba el tiempo, me encontraba un poco amargada allí, tan
aislada… nadie era capaz de mantener una conversación, ni siquiera
María, que era bastante distante conmigo. Pero me sentía muy contenta
porque mi vida giraba en torno a la escuela y me enorgullecía ver cómo los
niños progresaban cada día en la escuela. Las dos personas que más
recuerdo con cariño de mi estancia en aquel pueblo son Genaro y Don
Wenceslao. Genaro era uno de mis alumnos, y realmente fue un
muchacho que me sorprendió muchísimo: hablaba con fluidez, tenía
vocabulario, aprendía con rapidez… Don Wenceslao era un hombre
inteligente y culto con el que charlaba a menudo y era el primero que me
ayudaba cuando necesitaba algo. Con el alcalde del pueblo no tuve muy
4
6. buena relación, no le gustaban mis métodos ni mi forma de llevar la
escuela, él tenía un pensamiento más tradicional acerca de la educación.
3.- ¿Qué pasó al final con ese colegio? ¿Tuvo que marcharse?
Sí, pero no fue una decisión premeditada. Me enfermé de una pulmonía y
cuando mi padre vino a verme, tomó la decisión de que dejara el pueblo al
verme en un fuerte estado de agotamiento. No pude despedirme de
Genaro ni de Wenceslao al ser todo tan repentino. Estuve convaleciente
durante mucho tiempo, recuperándome en mi casa, con mis padres.
Después de esto, estuve un curso entero preparando la oposición y
finalmente obtuve plaza definitiva, había llegado el momento de elegir el
colegio en el que quería trabajar.
4.- ¿Cómo fue su experiencia en Guinea? ¿Por qué decidió
elegir ese destino tras aprobar las oposiciones?
Me fui a Guinea Ecuatorial con el propósito de enseñar y al mismo tiempo
a aprender, a buscar paisajes nuevos, nuevas experiencias… Desoí los
consejos y los llantos familiares, y un día de septiembre bajé hasta Cádiz
para embarcar. Cuando llegué a Guinea y fui por primera vez al colegio y
vi a los niños sonriendo, me hizo sentir que no me había equivocado al
elegir ese destino. Recuerdo que el colegio era una choza hecha de calabó,
hojas y bambú. También recuerdo el calor asfixiante de Guinea, me
consumía… mi criado Manuel intentaba ayudarme a soportarlo.
Empezábamos temprano las clases en el colegio. Los niños no sabían
prácticamente nada de español, por lo que era complicado enseñarles
conceptos. Y se asombraban por todo lo que veían. Pero aprendían. Les
enseñé también canciones para que aprendieran el paso de las estaciones,
y ellos también a veces me contaban algo de su cultura.
Charlaba a menudo con el médico que conocí en el barco, durante el viaje.
Se llamaba Emile. Se convirtió en mi amigo, mi guía y mi interlocutor en
aquella isla fascinante y angustiosa.
A menudo me enviaba correspondencia con mi padre. Él me contaba
cosas sobre el pueblo y sobre cómo iba todo. Y yo le contaba acerca de la
isla, el paisaje, las clases con los niños, y a veces le pedía libros para que
me los enviara.
Un día mi padre me contó por carta que en Guinea también se encontraba
un hombre de nuestro pueblo, Cipriano. Éste vino a verme una vez al
5
7. rancho para decirme que si necesitaba su ayuda que se la pidiera. Y en
esos momentos, Cipriano me recordó a Don Wenceslao y me entró por un
instante la melancolía al pensar en él, en Genaro y mi vida en aquel
pueblo perdido en las montañas.
Un día caí enferma, estuve durante 10 días delirando en el hospital y
cuando me desperté una inmensa tristeza se apoderó de mí, o más bien
era mi estado físico, tan deteriorado, el que producía la tristeza. No me
atrevía a mirarme en el espejo, sólo podía tocarme los huesos del cuerpo.
Finalmente, me marché de nuevo a España. Emile lo arregló todo y me
ayudó en el barco de vuelta. Mientras viajaba no pude evitar pensar que
mi sueño era un sueño maldito.
5.- ¿Qué significó o qué supuso para usted su boda con
Ezequiel? ¿Fue una decisión premeditada?
Después de mi etapa en Guinea, empecé a trabajar en el colegio de un
pueblo llamado Castrillo de Abajo. Ezequiel trabajaba en el colegio de
Castrillo de Arriba, por lo que un día vino a verme a la escuela para
presentarse y así fue como nos conocimos. Charlábamos muy a menudo, y
poco a poco empezamos un tiempo de confesiones, en el que cada uno
hablaba de su vida. Una vez, finalizada esta etapa, pensamos en el futuro y
hablamos seriamente de matrimonio. El día que me pidió que nos
casáramos me dijo: “No tengo a nadie, no tengo a nadie más que a ti”.
Siempre he llegado a la conclusión de que aquella soledad de Ezequiel,
aquel abandono en que vivía, habían sido decisivos para que yo le
aceptara y le quisiera. Aunque tengo que confesar que amor, amor, lo que
se dice amor, no había entre nosotros. Al menos por mi parte. Pero sin
embargo nunca tuve la sensación de haberme equivocado.
Cuando terminó la boda, con las maletas cargadas en una carretilla,
enfilamos hacia la Estación, mis padres nos acompañaban para
despedirnos. Mi padre estaba triste. Yo sé que le costaba separarse de mí.
Él sentía que esta separación era diferente porque en mi vida había
entrado otro hombre, que me influiría como él o más que él, que incluso
trataría de arrebatarle el papel preferente que él tenía en mi vida. Yo
trataba de animarle diciéndole que volveríamos a vernos pronto, en
verano…
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8. 6.- ¿Cómo fue su embarazo? ¿Cómo le cambió la vida después
del nacimiento de su hija?
El embarazo y la preparación para el nacimiento se me vinieron encima.
Entre todo el trabajo que tenía en la escuela, más todo lo demás
relacionado con el embarazo, me agotaba. Respecto al embarazo no me
sentía ni triste ni contenta, era un estado de indiferencia. Rara vez
pensaba en el niño, con todo lo que tenía que hacer.
Cuando me puse de parto, al mismo tiempo llegó al pueblo la noticia de
que se había instaurado la república en el país.
Yo, tras unos dolores interminables, finalmente di a luz a una niña
preciosa.
Tras pocos días de anunciarse la república, Ezequiel estaba entusiasmado
porque creía que todo iba a cambiar a mejor.
Un día el cura del pueblo me preguntó cuándo pensábamos bautizar a la
niña. Cuando se lo conté a Ezequiel, éste me dijo que la niña no se
bautizaba, y yo estaba de acuerdo, pero me preocupaba que empezara una
guerra entre el Cura y las gentes que le apoyaban y nosotros, con los pocos
vecinos que habían gritado, aquel día de abril, viva la República.
Al final la niña se llamó Juana y no fue bautizada. Y tal y como nosotros
habíamos pensado, la gente del pueblo terminó dividiéndose en dos
grupos: El cura, Don Cosme (el rico del pueblo) y gente del pueblo que
estaba en contra del nuevo gobierno, y por otra parte, el resto.
Incluso también afectó este ambiente a los niños, ya que en el colegio
reproducían las ideas de sus padres, y entre Ezequiel y yo intentábamos
poner paz a las disputas.
El verano le pasamos en casa de mis padres. Yo me desvivía por mi hija,
sólo tenía ojos para ella, en cuidarla y atenderla. Como si fuéramos solo
una.
7.- ¿Qué cambios se sucedieron tras la instauración de la
República?
Tras un tiempo de espera, llegó la primera medida: se acababa la religión
en las escuelas, éstas debían de ser laicas. Tras esto, Ezequiel me dijo que
también nosotros tendríamos que llevarlo a cabo en nuestras escuelas y
que organizaríamos una reunión para informar a los vecinos.
Cuando les comunicamos la noticia, algunos no se lo tomaron muy bien.
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9. Cuando quité el crucifijo de la escuela, ese mismo día, el sacristán vino a
verme durante las clases para pedirme el crucifijo por orden del cura, ya
que decía que yo lo daba mal trato. Por supuesto, me negué. Pero significó
el comienzo de una guerra ya declarada.
Parecía que la República iba a hacer de la enseñanza el corazón de su
reforma. Llegan medidas como la subida del sueldo de los maestros, que
era un poco miserable. Pero lo que más deseábamos era una buena
consideración social de la profesión, ya que sabíamos de compañeros que
eran tratados injustamente. Y estas nuevas esperanzas nos llevaron a
trabajar con afán. Pero la gente del pueblo que no estaba de acuerdo con
los nuevos cambios, seguían llevando a cabo una guerra particular.
Tiempo después, el pueblo de Ezequiel fue elegido para celebrar una
misión pedagógica, en el que un grupo de profesores y estudiantes de
Madrid y otras ciudades, viajaban cargados de libros, películas,
gramófonos y se instalaban por uno o varios días en los pueblos que más
lo necesitaban para compartir con la gente una fiesta de cultura.
Conocer la noticia de esta visita, nos emocionó.
Llegó el día de la Misión y la gente los estuvo esperando desde muy
temprano, pero ellos se retrasaban… tanto que empezamos a creer que no
vendrían. Al final cuando llegaron, se dirigieron al punto en el que daría
comienzo la “fiesta”. Se trataban de 6 personas: un profesor, un
agrónomo, el inspector y tres estudiantes. La gente, confusa de la razón de
su visita, les contaba sus problemas como si ellos pudieran hacer algo.
Estuvieron durante dos días y fueron dos días maravillosos. Hubieron
muchas actividades: documentales de otros países, cine de humor,
dibujos animados, música, poesía, romances, guiñol… y finalmente la
Misión se ganó a la gente que al principio estaba un poco recelosa.
Después de la Misión, la gente de los pueblos siguió hablando de ello
durante mucho tiempo, emocionados. La República había conseguido
despertar en muchas inteligencias el deseo de aprender, y en los maestros,
el deseo de enseñar con más pasión que nunca.
8.- Finalmente os marchasteis del pueblo… ¿Porqué tomasteis
esa decisión? ¿Cuál fue vuestro siguiente destino?
Sí, durante un tiempo estuvimos pensando seriamente en marcharnos del
pueblo y pedir un traslado para trabajar en un mismo pueblo los dos. Dos
colegios en un mismo pueblo. Estábamos cansados de que Ezequiel
tuviera que irse al pueblo de arriba todos los días.
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10. Finalmente, dejamos el pueblo y nos trasladamos a otro. Volví a sentir
nostalgia por dejar otra vez todo atrás, por los momentos vividos.
Nuestro nuevo destino de vivienda y trabajo fue el pueblo de los Valles
(tierra de minas). Allí estaban las Escuelas Nacionales, en las que íbamos
a trabajar. Nos instalamos en una de las viviendas que tienen las escuelas
en la parte de arriba. En la parte de abajo se encontraban las aulas.
Una vez instalados, empezamos a trabajar en los colegios. Yo trabajaba en
la escuela para niñas y Ezequiel en la de niños. No estábamos de acuerdo
en la separación de sexos, era una tradición absurda. Por lo que cuando
un buen día el inspector vino a los colegios, Ezequiel y yo aprovechamos
para proponerle que las escuelas fueran mixtas y que los alumnos fueran
divididos mejor por edades. El inspector aceptó y el alcalde también, pero
entre los padres hubo divisiones. El cura del pueblo se opuso totalmente.
8.- ¿Cómo se desarrolló vuestra vida en Los Valles?
Intentamos llevar nuestra vida como siempre. Ezequiel enseguida empezó
a preparar las clases para adultos. Le presentó el programa al alcalde, Don
Germán, y a éste le pareció bien. Empezaron a entablar amistad entre los
dos.
Yo también empecé a entablar amistad con nuestra vecina Marcelina, que
era la persona que me mantenía al corriente de todo lo que pasaba en el
pueblo. También empecé a dar clases particulares a uno de los hijos de
Marcelina, Mateo, y a Emilia, la muchacha que cuidaba a mi hija (Mila, de
forma cariñosa, que es como la llamaba Juana). A través de Mila conocí
más cosas acerca de la mina.
Un día cuando Ezequiel llegó a casa, me enseñó el periódico. En él
aparecían los resultados de las primeras elecciones de la República: la
victoria de la derecha, frente a una izquierda fragmentada. Ezequiel se
derrumbó diciéndome que La República había perdido una batalla
importante. Yo intenté consolarle.
Pero desde que se produjeron las elecciones, Ezequiel había cambiado:
estaba siempre más triste, pensativo, no hablaba…
Este cambio no fue de un día para otro, sino que fue un proceso lento que
se produjo a raíz de su profunda decepción por la República. Los grandes
cambios que prometieron no se cumplieron, y al final Ezequiel decidió
afiliarse al partido socialista, ya que se sentía más de acuerdo con la
postura de éstos. Finalmente, va dejando más de lado la enseñanza para
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11. meterse en la lucha política. Josefina respetaba su opinión pero no la
compartía.
Cuando llegó el verano, un nerviosismo alegre sustituyó la pasividad que
antes sumía a Ezequiel en prolongadas pesadumbres. Se mostraba jovial
con la niña y conmigo, como si estuviera a punto de emprender un largo
viaje desbordante de promesas. Pronto sabría a qué se debía ese cambio…
Meses después, un día de octubre, se produjeron dos explosiones en el
pueblo por la noche. Me asusté muchísimo, temblaron hasta las paredes
de la casa. Ezequiel no apareció hasta la mañana siguiente. Me contó que
era la revolución, que habían volado el puente y que tenían retenidos a los
guardias. Me dijo que volvería a casa cuando pudiera.
9.- ¿De qué forma os afectó la revolución de octubre?
Durante la revolución de octubre, Ezequiel apenas estuvo en casa.
Marcelina es la que me ayudó y la que me traía noticias de todo lo que
ocurría. En el pueblo todo estaba cerrado, las tiendas, los colegios… las
familias preferían mantenerse a salvo en sus casas. Marcelina me contaba
que los mineros estaban armados, aunque no había lucha. Mantenían
retenidos al administrador de la mina y a los ingenieros. Las noticias de la
radio también hablaban sobre ello, e informaban de que la verdadera
resistencia se encontraba en Asturias.
De todas partes me llegaban rumores sobre los sucesos que ocurrían, era
una constante intranquilidad. Con Ezequiel mantenía una actitud
distante. Por una parte me resentía del abandono en que me tenía en
favor de la insurrección. Por otra, no le perdonaba que me hubiera
mantenido al margen de ella desde el primer momento.
Quince días después, sonó la sirena avisando de que llegaban las tropas
del ejército para poner fin a la revuelta. Todo el mundo se escondió en sus
casas. Sonaron disparos. Marcelina y yo nos preocupamos por lo que
pudiera pasarle a Ezequiel.
Ezequiel llegó por la noche. Me contó que ellos estaban reunidos en el
Ayuntamiento pero que el Ejército fue derecho a la mina. Hubo algunos
disparos aunque se había decidido no ofrecer resistencia para evitar
mayores desgracias. Al final no llegó la sangre al río pero detuvieron a
Ezequiel que estaba entre todos los mineros. A las veinticuatro horas de la
ocupación del pueblo por el Ejército, los servicios fueron restablecidos
lentamente. Se abrieron las escuelas, y un sustituto ocupó el puesto de
Ezequiel.
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12. 10.- ¿Qué fue de vuestra vida a partir de entonces? ¿Qué pasó
con Ezequiel?
De vez en cuando me llegaban noticias de Ezequiel. Don Germán era el
centro de toda información; era mi brújula y el apoyo más firme. Pero
necesitaba ver a Ezequiel, comprobar por mí misma cómo estaba. Así que
me marché a León con Juana. Cuando llegamos a la cárcel, allí, entre
rejas, estaba Ezequiel. En seguida envió besos a Juana y nos gritaba
palabras cariñosas. Me preguntaba cuánto tiempo retendrían a Ezequiel
en la cárcel, cuál sería el siguiente paso, qué debía hacer yo.
Llegó el año 1935, un año de tristeza y de miedo. La tristeza me dominaba
a todas horas. Sólo durante el tiempo dedicado a la escuela, salía del
marasmo en que me debatía. El trabajo era mi medicina, mi estímulo, lo
único que me conservaba firmemente asentada en la realidad.
Al terminar 1935, los hechos se sucedieron con rapidez. el Frente Popular
ganó las elecciones en febrero. La amnistía fue su primer objetivo. Sin
previo aviso, una tarde Ezequiel volvió a casa. En ese momento, pensé que
todo iba a ser como antes. En el programa del Frente Popular se hacía
alusión a la enseñanza.
Sin embargo, Ezequiel no renunciaba a sus sueños, dedicaba su día a los
asuntos de la Casa del Pueblo. Cuando hablé con Don Germán, me dijo
que cada uno elige la responsabilidad de su destino, y que debía respetar
la elección de Ezequiel. Y yo respeté su elección. Respeté hasta el último
de sus compromisos. Respeté su renuncia a la vida familiar, cada día más
exigua. Respeté su deseo de continuar en Los Valles.
Cuando terminó el curso, corrí a cuidar a mi padre enfermo. Una grave
enfermedad de pulmón lo tenía agotado. Finalmente, una tarde de julio,
mi padre murió. Apenas acabábamos de enterrarle cuando ya estaban
llegando las primeras noticias de una sublevación militar, allá en
Canarias. En quince días la sublevación se había extendido por la
provincia de León y había triunfado en la ciudad. Un día, me llegó una
carta de la hija del alcalde en la que me decía que habían fusilado a su
padre… y a Ezequiel. Los fusilaron al amanecer con otros muchos, a la
entrada de la mina.
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14. INTRODUCCIÓN
Josefa Rodríguez Álvarez, conocida como Josefina Aldecoa (La Robla,
León, 8 de marzo de 1926 – Mazcuerras, Cantabria, 16 de marzo de 2011),
fue una escritora y pedagoga española, directora del Colegio Estilo.
Estuvo casada con el escritor Ignacio Aldecoa, de quien adoptó tras su
muerte su apellido para su carrera literaria.
De familia de maestros (su madre y su abuela eran maestras que
participaban de la ideología de la Institución Libre de Enseñanza,
institución que nació a finales del siglo XIX con idea de renovar la
educación en España), vivió en León, donde formó parte de un grupo
literario que produjo la revista de poesía Espadaña. Se traslada
a Madrid en 1944, donde estudió Filosofía y Letras y se doctoró
en Pedagogía por la Universidad de Madrid.
Durante sus años de estudio en la facultad entró en contacto con parte de
un grupo de escritores que luego iban a formar parte de la Generación del
50: Carmen Martín Gaite, Rafael Sánchez Ferlosio, Alfonso Sastre, Jesús
Fernández Santos e Ignacio Aldecoa, con quien se casó en 1952 y del que
tomó su apellido — pero sólo después de su enviudamiento en 1969,
dejando la R. de Rodríguez (Josefina R. Aldecoa) — y con el que ha tenido
una hija.
En 1959 fundó en Madrid el Colegio Estilo, la que fue para ella su gran
obra, inspirándose en las ideas vertidas en su tesis de pedagogía, en los
colegios que había visto en Inglaterra y Estados Unidos y en las ideas
educativas del Krausismo, base ideológica de la Institución Libre de
Enseñanza.
En 1969 murió su marido y permaneció 10 años en los que abandonó la
escritura dedicándose a la docencia, hasta que en 1981 publicó una
edición crítica de una selección de cuentos de Ignacio Aldecoa.
Falleció el 16 de marzo de 2011 en Mazcuerras, Cantabria, a causa de una
insuficiencia respiratoria.
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15. ENTREVISTA A JOSEFINA ALDECOA
1.- Fundadora de un colegio y escritora. ¿Cuál es el oficio y cuál
la pasión?
Mis cuadernos me acompañan todo el año: los de enseñar y los de
escribir. Tengo 80 años y todos los días me levanto para ir al colegio. No
puedo renunciar a la enseñanza, me da vitalidad. Me liga a la sociedad y a
la sabia nueva. Me estimula el día a día. Me gusta tener la obligación de
acudir a las aulas. Tener la oportunidad de relacionarme con los padres y
las madres, con el profesorado y con los alumnos. La literatura en cambio
es un trabajo solitario. Escojo el verano, que lo tengo de maestra y por lo
tanto es largo, y lo dedico a ordenar todas esas notas que he ido
apuntando durante el curso y que pueden terminar siendo una novela o
un cuento. O nada.
2.- ¿Qué te empujó a escribir una novela como “Historia de una
maestra”? Una novela con tintes biográficos…
La memoria es la explicación. Nada de lo vivido permanece encerrado por
mucho tiempo en la censura del subconsciente. Precisamente el hecho de
escribir tiene mucho que ver con la liberación del subconsciente. También
es cierto que todo escritor en un momento u otro de su vida vuelve a la
infancia, que en mi caso transcurrió en parte antes de la guerra civil y en
parte durante ella.
Pero ese despertar de la memoria no se produjo por causalidad. En las
cercanías de 7990 mi madre vivía sus últimos años, y regresaba con
frecuencia a las historias de su juventud, a su estancia en los pueblos de la
montaña leonesa, a la llegada de la república, a la revolución de octubre, a
la guerra... Parte de esos recuerdos que ella reavivaba en mí estaban
archivados en mi memoria, ya parecían de repente como flashes
repentinos al hilo de su evocación. Impulsada por esto decidí escribir
Historia de una maestra. Cuando la terminé en 1990, mi editor mostró
gran interés por ella, pero con una sombra de duda: ¿va a interesar en
este momento? ¿Va a ser aceptada una novela que trata de los temas
tachados por la transición? El editor asumió el riesgo, pues le gustaba, y
tuvo un éxito inesperado. Lectores, críticos y amigos me pedían que
continuara con la historia inicial, llevando a los personajes adelante en el
14
16. tiempo, y me decidí a continuar, completando con los tres libros una
trilogía que trata de la historia de una mujer a lo largo de todo el siglo XX
3.- ¿A qué atribuye el interés que despertó esa novela incluso
entre los jóvenes?
A finales de los 80 en el ambiente se larvaba la percepción de que la
circunstancia histórica había vuelto a cambiar. Los años 90 se estrenan
con un alarmante descenso del optimismo anterior: en el 93 los socialistas
sufren un revés que se confirma en el 96, se suceden los ataques entre los
partidos políticos y el enconamiento entre las posiciones mutuas, las
campañas de descréditos, las situación delicada de los nacionalismos...,
hacen dudar a los españoles de esa transición pacífica e idílica. Y con un
sobresalto, una pregunta se introduce en la mente de muchos: ¿dónde
hemos dejado la memoria? ¿Dónde está el análisis reposado y sereno,
pero ineludible, de lo que fue la guerra, la postguerra y los cuarenta años
de dictadura? Los pueblos no pueden olvidar su historia, dice Santayana
que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Los 90
marcan el final de la euforia de la transición, yeso explica el éxito de mi
libro.
4.- Hace casi 100 años desde que Gabriela, la protagonista de
Historia de una maestra, contó su historia. Sin embargo, en
sus páginas se reconocen problemas actuales, de la mujer y del
mundo de la educación. ¿Tan poco ha cambiado nuestro país?
Los procesos históricos son largos. La intención de cambio es todavía muy
reciente, más si cabe si tenemos en cuenta el parón evolutivo que sufrimos
durante la dictadura. Las semillas tienen que crecer y para hacerse fuertes
necesitan tiempo. Los cambios que afectan a la esencia social transcurren
de manera apacible. Para lograr otro sistema educativo se necesitan tres
generaciones íntegras. Los albores los conocerá la madre, los encontrará
la hija y los disfrutará la nieta.
5.- ¿Y en qué se fundamentan esos cambios?
Antes de nada distingamos educación y enseñanza. La educación la dan
los padres. Las normas de conducta, las creencias, los principios y la ética:
ahí está todo. Y se educa desde el primer año de la vida del niño. La
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17. infancia entera es decisiva, pero no podemos olvidar que ésta empieza
desde el nacimiento. La enseñanza por su parte es un apoyo a la
educación. Es la transmisión de conocimientos. Pero no puede sustituir,
ni aunque quisiera podría hacerlo, la acción de la familia. Ambas se
conjugan en procurar felicidad, y entiendo por felicidad la satisfacción de
aprender a hacer algo que merezca la pena. Me da igual que sea escalar
una montaña o hacer un transplante de corazón.
6.- En Historia de una maestra refleja una universidad
itinerante, que recorre pueblos instruyendo a la gente inculta.
¿No cree que la universidad actual está distanciada del pueblo,
aislada?
Sí, pero no olvidemos que las "misiones pedagógicas” de los años 30 de
las que hablo en mi novela no pueden aislarse del momento histórico en
que sucedieron. Respondieron a una labor de profesores, estudiantes y
profesionales que de modo altruísta se implicaron en culturizar a los
habitantes de pueblos muy atrasados. Yo misma me propuse, con Ignacio
y Alfonso Sastre y otros amigos, resucitar el espíritu de aquellas misiones
a comienzos de los 5O. Pero son cosas del pasado, hoy en día no tendría
sentido hacer algo parecido.
Pero sí me preocupan otros temas relacionados con la educación: la
masificación de la universidad, la falta de preparación previa en primaria
y secundaria, la carencia de ilusión. Por mis alumnos y nietos veo que la
universidad produce gran desencanto, cuando debería ser una inyección
de ilusión, de esperanza, de cosas que no fueran estrictamente
universitarias. Quizá no el tipo de misiones de las que hablo, pero sí otras
misiones adaptadas a los tiempos. A los jóvenes les falta este estímulo,
considerando el entusiasmo que despiertan entre ellos las ONG, el medio
ambiente, etc. Siempre estoy a favor de los jóvenes, creo que el
responsable de los defectos que les achacamos es la sociedad adulta.
Habría que aplicar la imaginación a la educación.
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18. CONCLUSIÓN
Como opinión personal, considero que Historia de una maestra es una
novela sencilla de leer, que desde el primer momento te engancha
fácilmente a la trama.
Es una historia marcada sobre todo por los acontecimientos políticos, por
la situación de la educación en esa época y la lucha por conseguir unas
mejores condiciones y mayor libertad en la enseñanza.
A través del personaje de Gabriela vemos la continua esperanza por la
llegada de esos cambios, por ejemplo, cuando se instaura la República, la
llegada de las misiones pedagógicas… Pero también vemos la decepción
cuando esos cambios no terminan de llegar, cuándo se producen unos
resultados no muy favorables en las elecciones y a partir de entonces se
produce un estancamiento en la llegada de esos cambios.
Es necesario destacar el papel de Gabriela como maestra, siempre
involucrada con los niños, incluso con las familias a través de las clases
para adultos, siempre intentando mejorar las condiciones de enseñanza a
pesar del recelo que ocasionaban en las gentes de pueblos pequeños.
Destacar su arrojo y valentía en uno de los momentos más relevantes de la
novela: su marcha a Guinea, donde se enfrenta a un reto mayor, enseñar a
niños que no hablan su idioma, así como mejorar su educación y sus
condiciones de vida.
En definitiva, es una novela que consigue involucrarte en la historia,
llevarte a los años 20 y 30 y recorrer los hechos históricos y políticos que
acontecieron durante esa época, y el papel que los maestros tuvieron en
ese contexto. La historia te involucra tanto que realmente impacta el final
del libro, con la muerte de Ezequiel y el comienzo de la dictadura.
Por último, termino con una reflexión de Josefina Aldecoa realizada en
una entrevista, y relacionada con Historia de una maestra, en la que
expresa el sentimiento general de la historia:
“Lo que me parece maravilloso es que el primer gobierno de la República
pusiera tanto énfasis en la educación. Cuando pienso en que a los
maestros se les dice que ellos van a salvar el país educándolo, se me
sigue poniendo la carne de gallina. Porque lo he vivido… Nunca jamás se
ha vuelto a hacer un intento semejante. Con los pocos medios que había
entonces. Pero, ¿qué había? Lo que yo siempre echo hoy de menos en la
educación: entusiasmo. Y creer en la educación, que no cree nadie.”
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19. WEBGRAFÍA
Para la entrevista a Josefina Aldecoa he recopilado diferentes
preguntas relacionadas con la novela a partir de las entrevistas que he
encontrado en las siguientes páginas web:
http://www.revistafabula.com/6-7/documents/06-
7josefinaAldecoa.pdf
http://www.cuadernosdepedagogia.com/ver_pdf.asp?idArt=14575
http://www.slideshare.net/nuriamendieta/entrevista-a-josefina-
aldecoa-extracto-historia-de-uana-maestra
http://revista.consumer.es/web/es/20060901/entrevista/70675.php
Para la entrevista a Gabriela no he utilizado ni he consultado ninguna
página web o cualquier otro recurso. Simplemente, es un resumen
hecho por mí.
Para la realización de las introducciones, me he servido de las
siguientes páginas:
http://es.wikipedia.org/wiki/Josefina_Aldecoa
http://www.alfaguara.com/es/libro/historia-de-una-maestra/
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