Un buen profesor transmite valores y actitudes que ayudan a los estudiantes a enfrentar la vida, ampliar sus horizontes y apreciar la cultura, más que solo transferir información. Un buen profesor tiene compromiso por su trabajo y causa un cambio positivo en quienes enseña, más que solo expresar conceptos de manera eficiente. La buena enseñanza implica trabajo emocional como placer, pasión y alegría, no solo competencias y técnicas.