Este documento discute los peligros de las conversaciones ociosas y críticas. Advierte que las palabras tienen poder y que cada palabra dicha se rendirá cuentas en el juicio final. Las conversaciones pueden contaminar y atraer maldiciones a la vida de una persona. Se insta a los creyentes a ser cuidadosos con lo que dicen y a no hablar mal de otros. Si alguien se ha contaminado a través de sus propias palabras, debe arrepentirse, declarar la libertad de Jesús y restablecer su relación pura con Dios.
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1. Conversaciones que traen ataduras y maldición
1.- Versículo para Memorizar:
"Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del
juicio." (Mateo 12:36)
2.- Enseñanza Bíblica
A doña Matilde todos le conocían como la persona más lenguaraz del caserío. Era un noticiero ambulante. Sabía
la vida de todos y por supuesto, mantenía informado a su extenso círculo de amistades, sobre lo que ocurría con
el vendedor de pescado, como con el boticario, el conductor del autobús intermunicipal y el herrero. No se le
escapaba nadie. Alababa y a la vez criticaba.
Pero vivía en una miseria absoluta. Ella misma no se explicaba la razón. Pero por supuesto, cuando un cristiano
evangélico le hizo notar que quizá todo se debía a su forma de expresarse, ella no se arredró para decirle que
"estaba loco".
Todavía sigue igual, aunque la diferencia es que a la miseria de su hogar, se suma un progresivo deterioro en el
estado de salud.
Aunque haya quienes pretendan desconocerlo, las conversaciones acarrean ataduras y maldiciones, sobre todo
cuando se convierten en nido de críticas, señalamientos y calumnias.
2.1.- Las conversaciones, fuente de contaminación
Es importante que tengamos sumo cuidado con nuestras conversaciones. Son una fuente de intercambio de
información. Y quienes la suministran o la reciben, necesariamente la procesan y guardan en su mente y su
corazón el contenido.
El apóstol Pablo, consciente de lo que implica todo cuanto decimos, exhortó a los creyentes a través de Tito, a
guardar sus palabras para no decir nada malo de nadie, dañando su buena honra. Él escribió: "Que a nadie
difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los
hombres." (Tito 3.2)
Hablar contra alguien no es algo que esté bien en un cristiano. Es un comportamiento característico del mundo,
no de aquellos que han sido redimidos por Jesucristo y que están en un abierto proceso de crecimiento personal y
espiritual.
Ahora, el apóstol Santiago fue contundente al advertir que las palabras contaminan y como es natural,
desencadenan unas consecuencias en la persona: "Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua
está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella
misma es inflamada por el infierno." (Santiago 3:6).
En términos precisos señala asimismo que el creyente en Jesús el Señor no tiene por qué estar inmerso en
murmuraciones: "Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su
hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino
juez." (Santiago 4:11)
Es de suma importancia que recordemos algo: usted y yo debemos responder ante Dios por cada palabra que
pronunciemos: "Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en
el día del juicio." (Mateo 12:36).
¿Se da cuenta de la necesidad de ser sumamente meticulosos con todo cuanto decimos? No hacerlo constituye
una actitud necia que nos contamina y de paso, genera ataduras porque hay poder en las palabras que
pronunciamos, bien sea de bendición o de maldición.
2.2.- ¿Te has contaminado?
Es muy probable que por no medir las consecuencias de sus conversaciones, dichos o formas de expresarse en
diferentes circunstancias de la vida, se haya desatado en su contra la contaminación e incluso, pesen sobre su
vida maldiciones auto impuestas.
Es hora de que recuerde que la única forma de romper esas ligaduras es reconociendo delante de Dios el error,
declarando sin poder tales afirmaciones y pedir el poder de Jesucristo en su existencia para que se rompa
cualquier cadena.
Tenga presente que las personas que están en los caminos de Dios, pueden contar con Su protección en la
batalla que libra contra Satanás. No así quienes viven disipadamente porque pierden su cobertura.
2. Ahora, es importante que reconozcamos en alguien que está contaminado espiritualmente, actitudes que riñen
con los principios dinámicos de crecimiento personal y espiritual contenidos en la Biblia. Estas personas, tal como
leemos en la Biblia, se encuentran influenciadas por el adversario: "Pero si tenéis celos amargos y contención
en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que
desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica." (Santiago 3:14, 15)
Ahora observe algo sumamente interesante Quien protege nuestro ser de toda contaminación es Dios, y por tal
motivo debemos movernos unidos a Él.
La Palabra dice: "Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y
cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo." (1 Tesalonicenses 5:23)
Observe que la protección de nuestro Padre celestial se produce en nuestro espíritu (a través del cual nos
comunicamos con Él), la mente (que gobierna nuestros pensamientos y por supuesto, las actitudes) y sobre
nuestro cuerpo (que es la parte física). Los tres componentes esenciales de un ser humano.
Si estamos contaminados, fruto de la necedad de nuestras palabras y conversaciones, existe una ruptura en la
comunicación de Dios con nuestro espíritu, y si hay tal divergencia, por supuesto nuestra relación espiritual con
el Señor no podrá afectar positivamente nuestra mente, produciendo renovación y crecimiento.
Es esencial que restablezcamos ese canal, con pureza. El autor sagrado advierte que: "Pero el que se une al
Señor, un espíritu es con él." (1 Corintios 6:17) Sobre esa base, es importante que reconozca en dónde ha
fallado, se arrepienta y, tomado de la mano del Señor Jesús, reclame esa libertad.
De persistir en su comportamiento distante de Dios, sin duda estará alejado de la relación con el Señor y no
podrá experimentar renovación y crecimiento personal y espiritual: "Pero el hombre natural no percibe las
cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de
discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie." (1
Corintios 2:14, 15)
Hoy es el día de volverse a Dios. Tome nota que usted fue concebido por Él para experimentar cambio. Y esa
transformación comienza con nuestra forma de hablar, la cual debemos cuidar, expresándonos con sabiduría y no
con necedad.
3.- Lecturas Devocionales
Lunes: Éxodo 8:16-19; Martes: Éxodo 8:20-32; Miércoles: Éxodo 9:1-7; Jueves: Éxodo 9:8-12;
Viernes: Éxodo 9:13-35; Sábado: Éxodo 10:1-20; Domingo: Éxodo 10:21-29.