El documento resume la vida de Don Juan Gualberto en la corte española en el siglo XIX. Ocupó cargos importantes como Oidor de la Audiencia de Guatemala y Fiscal del Consejo de India. Vivió en Madrid cerca de la Escuela de la Encarnación donde estudió uno de sus sobrinos. Fue nombrado Secretario de Estado y Despacho de Gracia y Justicia y más tarde Senador vitalicio. Participó en eventos importantes como la jura de Isabel II como reina y reuniones en el Palacio Real.
1. LA VIDA EN LA CORTE
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D on Juan Gualberto Llegó a Madrid, procedente de Guatemala, donde había
ejercido como Oidor de su Audiencia, a finales de 1814. Cuando ocupó este cargo
de Oidor de la Audiencia de Guatemala debió de sentir un gran orgullo, una gran satisfacción,
pues este había sido un cargo que con anterioridad había ocupado su tío D. Jose Pablo
Valiente. Ahora llegaba a la capital del Reino para hacerse cargo de la Fiscalía del Consejo de
India. Otra satisfacción a añadir a su carrera, pues su tío también había sido Ministro de este
Consejo. Dos vidas que seguían destinos paralelos, aunque el final de la de D. Juan Gualberto
superaría a la de su tío, si bien parece que podamos intuir que en los primeros momentos de su
carrera no debió de faltarle el apoyo de una persona tan influyente como era D. José Pablo,
sobre el que hablaremos más adelante.
Por su parte, D. Juan Gualberto no debió de escatimar esfuerzos en servir de apoyo a sus
sobrinos. Desconocemos los antecedentes de su sobrino Ambrosio como estudiante, aunque sí
podemos afirmar que el contacto con su tío tuvo que ser importante. Así lo justifica el mero
hecho de que residiera en Madrid y el que fuera a él a quien encomendó la administración de
su legado.
En cambio, sí sabemos que Francisco de Paula, el mayor de los siete sobrinos, estudió
en Madrid, en la Escuela de la Encarnación, que se encontraba próxima a la residencia de D.
Juan Gualberto. Allí, en Madrid, estuvo bajo la atenta mirada de su tío, con el que mantuvo
una fluida relación durante toda su vida, pues alguna correspondencia entre ellos ha llegado a
nuestro poder, con lo que se confirma esta relación.
La casa que ocupaba nuestro personaje era la número 15 de la antigua calle de
Jacometrezo. Esta calle existe en la actualidad, pero lo que ahora vemos no es más que una
pequeña parte de la misma. En aquellas fechas la calle de Jacometrezo era la actual Gran Vía.
Por esto, el número 15 se encontraba en la esquina oeste que forman la ya citada Gran Vía y
la calle de la Salud. Cuando se abrió la Gran Vía se llevó a cabo un ensanche de la calle que
afectó a parte de esta vivienda, esto hace que ahora esta casa sea algo menor que en las fechas
que nos ocupan, pues esta ampliación de la calle se llevó por delante la fachada principal de la
casa
Entonces, en Madrid existían fuentes públicas a las que se dirigían las mujeres a recoger
el agua necesaria para las viviendas. No faltan descripciones de los corrillos que las chicas del
servicio formaban alrededor de estas fuentes a las que acudían los jóvenes para poder
establecer relaciones amorosas. Las buenas viviendas contaban con fuente en su interior y no
dudamos de que la casa de D. Juan Gualberto debía de ser una de ellas, con lo que el servicio
se veía liberado de este acarreo de agua, aunque, en contrapartida, tampoco podían participar
de aquellos animados corrillos de jóvenes casaderas.
2. Indudablemente, la casa contaría con servidumbre, pero en ella ocupaban un lugar
privilegiado dos personas de total confianza de D. Juan Gualberto. Una de ellas era su ahijada,
Engracia Osorio y Castilla, que vivió junto a Don Juan Gualberto durante toda su vida. La
otra fue doña Severa Ruiz y Vargas. Ambas son mencionadas en su testamento y a las dos
legó importantes bienes.
En algunos textos podemos leer que D. Juan Gualberto tomó juramento a la Reina
Isabel II, así como que fue él quien firmó el Acta correspondiente a esta jura.
La primera afirmación creo que es fruto de una deformación que padecemos como
consecuencia de aquella escena en la que el Cid Campeador, en Santa Gadea, exigió al rey
Alfonso VI que mediante juramento negase su participación en el asesinato de su hermano
Sancho II. Además, en nuestros días, en las monarquías constitucionales, el Rey jura cumplir
y hacer cumplir la Constitución. Estos hechos nos llevan a pensar que D. Juan Gualberto
“tomó juramento a Isabel II”. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que en 1833 España
estaba regida por una monarquía absolutista, razón suficiente para que la Jura de Isabel II no
se atuviera a las reglas descritas.
La Jura tuvo lugar en la iglesia de los Jerónimos, que se encuentra en las inmediaciones
del Museo del Prado, el día 20 de junio de 1833, cuando aún no contaba la Infanta tres años
de edad. El ceremonial consistió en que las fuerzas vivas de España (la nobleza, el alto clero y
los Procuradores en Corte) juraron, reconocieron mediante juramento, a Dª María Isabel Luisa
como princesa heredera de la Corona. No fue ella quien juró, sino que fueron los “otros”
quienes juraron reconocerla como heredera del Trono.
La pequeña heredera se encontraba presente, pero su participación en el acto fue
insustancial. Queda pues aclarado que el marocho no tomó ningún tipo de juramento, es más,
en el ceremonial que sobre el acto de esta Jura recoge la Gaceta de Madrid, del 18 de junio de
1833, no se le menciona para nada, pues la Escritura de juramento fue leída por el Camarista
de Castilla más antiguo.
En cuanto a la segunda afirmación, la de la firma del Acta, no podemos hacer ningún
tipo de comentario, pues si bien no hemos hallado el referido documento, no es improbable
que, como Notario Mayor del Reino, diese fe de las personas que habían jurado su fidelidad a
la Reina. Sin embargo, este documento, el acta, ha sido buscado en varios Archivos, entre
ellos el del Palacio Real, y no ha podido ser localizado.
Es evidente que dos son los acontecimientos que jalonaron el paso de D. Juan Gualberto
por la Secretaría de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia. Uno, la Jura de Isabel II y el
otro, la muerte de Fernando VII. No cabe duda de que debieron de ser muchas las horas que
nuestro biografiado debió de permanecer de pie frente a la mesa en la que Fernando VII se
sentaba a despachar con los Ministros una vez a la semana. Junto a esa mesa había un taburete
en el que el que el Soberano autorizaba a tomar asiento al Ministro en los despachos de larga
duración. Dado que el Rey había determinado que la Reina asistiese a los despachos “para la
más completa instrucción de los negocios”, hemos de suponer que D. Juan Gualberto se
3. situaría frente a las dos mesas, una ocupada por Fernando VII y otra por María Cristina.
Cuando en 1834 cayó el Gabinete de Cea Bermúdez, del que Don Juan Gualberto formaba
parte en calidad de Secretario de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia, fue elegido
Diputado a Cortes por la recién creada provincia de Huelva, y, el 8 de diciembre de 1845,
S.M. la Reina le nombró Senador del Reino, cargo que ocupó con carácter vitalicio.
A través del Diario de Sesiones del Senado podemos seguir la actividad que desarrolló
como senador. Por dicho Diario sabemos que fue miembro de las Comisiones del Código
Penal y del proyecto de ley para conceder una pensión a una viuda cuyo esposo había muerto
de un tiro de cañón del vapor de guerra Vulcano, así como que mantuvo su actividad hasta
fechas muy próximas a su fallecimiento, pues, en julio de 1857, pasó a formar parte de la
Sección 6ª.
Como Senador participaba de los actos que se desarrollaban en Palacio. Así, tenemos
que considerar que tuvo que encontrarse presente en aquellas representaciones de altas
personalidades que con antelación a los partos reales se reunían en Palacio y a las que, en
primicia, se les presentaban los príncipes e infantes sobre una bandeja de plata a los pocos
minutos de su nacimiento. Además, sabemos que Doña Luisa Barutell Jandiola, esposa de su
sobrino-nieto el General de División D. Ramón González Vallarino, fue camarera de Isabel II,
lo que, en cierta medida, también es un importante vínculo entre los González-Bravo y la
Casa Real.
No queremos dejar de tratar un tema que a veces ha surgido en torno a nuestro
personaje. Se trata de quienes atribuyen a D. Juan Gualberto la creación de la Guardia Civil.
Hubo un personaje, nacido en Cádiz y llamado Luís González Bravo, que en diciembre
de 1843 fue nombrado Presidente del Consejo de Ministros. El 13 de mayo del siguiente año,
bajo la Presidencia de D. Luís González Bravo, se creó la Guardia Civil.
La coincidencia de apellidos entre nuestro biografiado y este político, así como el hecho
de ser coetáneos, han hecho que más de uno haya creído que se trata de la misma persona y,
por este motivo, no han faltado plumas que han atribuido a D. Juan Gualberto la creación de
la Benemérita.
Orgullosa de Don Juan Gualberto debía de sentirse la Universidad de Sevilla,
precisamente en un siglo, el XIX, en el que tantos ilustres personajes salidos de sus aulas
llenaron de gloria los campos de la literatura, la magistratura, el clero y la política. Bástenos
dirigir nuestro recuerdo a personajes tan destacados como Arjona, Lista, Reinoso o Blanco
White.
Decimos que la Universidad de Sevilla debió de sentirse orgullosa de D. Juan Gualberto
toda vez que su retrato se encuentra expuesto entre los de treinta y tres destacados personajes
vinculados, como alumnos o docentes, a la citada Universidad.
Esos retratos forman parte del Patrimonio Artístico de la Universidad y se encuentran
expuestos en el rectorado de la misma. El correspondiente a Don Juan Gualberto es un óleo de
4. autor desconocido, de 98 x 74 cm, en que el aparece nuestro personaje vestido según la moda
afrancesada de principios del XIX. El nombre del retratado aparece en latín en el anverso y en
castellano en el reverso.