2. AFRODITA Y HARES
Afrodita, diosa del amor, estaba casada con Hefesto, el guerrero. Afrodita nunca fue fiel.
¿Qué se puede esperar de la diosa del amor sino una sucesión de amantes sin fin?
Para su mala suerte, Helios, el chismoso dios del sol, fue con Hefesto a decirle que su
mujer le ponía el cuerno con Ares (por cierto, Ares, es el dios de la guerra. Imaginen el
cuerpazo que debía tener).
El celoso de Hefesto hizo una red de metal tan fina que era casi invisible y la colocó en los
postes de la cama. Cuando Afrodita y Ares se disponían a ir a la cama para entregarse a
sus adúlteras pasiones, ¡quedaron atrapados en la red y no pudieron escapar!
Hefesto llamó a todos los dioses del Olimpo para que vieran a los amantes y se burlaran de
ellos. Le exigió a Zeus que le devolviera la dote que había entregado por desposarse con
Afrodita. Ares tuvo que pagar una compensación y Poseidón se ofreció a ser fiador de la
deuda (¿acaso quería algo con Afrodita o con Ares?)
Al final los amantes fueron liberados, pero ya no les interesó seguir juntos.
MITO EGIPCIO DE LA CREACIÓN
En el principio sólo existía un vasto océano llamado Nuc. De este mar inmenso surgió una
colina, en la colina apareció el primer dios, Amón, quien sería identificado siglos más tarde
con Ra. El primer acto de Amón-Ra fue el de crear a los otros dioses. Al no tener pareja
logró crear a estos seres por medio de la masturbación para fertilizarse a sí mismo.
Escupió entonces a Shu, el dios del aire y luego a Tefnut, diosa con cabeza de leona y
personificación de la humedad. Estos gemelos fueron criados por Nu, el océano y al crecer
se unieron y concibieron a Gueb, dios de la tierra y a Nut, diosa del cielo.
Había un gran amor entre Gueb y Nut y de su unión surgió la fertilidad de la tierra, pero
como estaban abrazados no había lugar entre ellos para que pudieran nacer las criaturas.
Entonces, por orden de Amón-Ra, el padre de los dos, Shu levantó el cuerpo de Nut, para
que el aire estuviera entre la tierra y el suelo.
De Nut y Gueb nacieron entonces los dioses Isis, Osiris, Neftis y Set.
MITO MAYA DE LA CREACIÓN
Había dos personas, Tepeu y Gucumatz. Se sentaban a pensar sobre cosas y luego esas
cosas existían. Se imaginaban montañas, la tierra, los océanos, el cielo y los animales y
una vez que los imaginaban, aparecían. Usaron barro para crear personas de las cuales se
deshacían cuando se mojaban, así que hicieron personas de madera. Estas personas
fueron destruídas por un Diluvio pues causaban muchos problemas.
3. MITO AUSTRALIANO DE LA CREACIÓN
En un principio la Tierra era plana y estaba vacía en el principio. No había luz, vida o
muerte. El sol, la luna, las estrellas y los ancestros dormían bajo la tierra. Cuando los
ancestros se levantaban, caminaban por la tierra en forma humana, forma animal, forma de
plantas o una combinación de formas.
Había dos personas que se formaron de la nada y en sus caminatas por la superficie de la
Tierra encontraban plantas, animale y humanos a medio terminar. Entonces les formaban
cabezas, cuerpos y extremidades usando arbustos. Así fue como se formaron las personas
sobre la superficie de la Tierra. Después del trabajo de la creación de los humanos los
ancestros volvieron a dormir. Algunos volvieron debajo de la Tierra y otros se quedaron en
forma de plantas o animales. Dejaron caminos sagrados, los cuales se pueden ver en los
ríos y manantiales.
MITO MEXICANO DEL DILUVIO
Muchos años antes de la llegada de los españoles había llovido mucho y continuaba
lloviendo desde la mañana hasta la noche, sin que un rayo de sol ni de luna que iluminara
los campos. Las lindas estrellas se habían ocultado, quizá para siempre, y los pájaros
escondidos en sus nidos piaban tristemente, cubriendo con sus alitas empapadas a los
bebés pajaritos; así las madres cuidan de sus hijos temblorosos de frío. Lloraban las
madres y se aterrorizaban los niños porque veían caer el cielo torrentes de agua en forma
de grandes culebras que azotaban los campos, destruína los sembrados, anegaban las
ciudades, como enormes gigantes heridos. El hogar tolteca corría peligro. Así estaban los
antepasados en el día del diluvio.
Los dioses se mostraron severos con los hombres que habían faltado a su deber. No eran
trabajadores, ni adoraban a sus dioses, ni eran respetuosos con los otros hombres.
Entonces los hombres pensaron en hacer algo para salvar a la familia. Construyeron una
gran pirámide como montaña de ladrillo y cemento especial, que llamaron Tolan Cholatan,
alta, hasta el cielo, para escapar de la inundación. Ahí elevaron un altar a Tlaloc, el dios de
las lluvias y a Quetzalcóatl, el dios del viento; y subieron a sus familias por las grandes
escalinatas de piedra hasta llegar a la cumbre... el dios de las aguas, compadecido de los
hombres al ver su acrividad y unión en el trabajo, hizo cesar el diluvio y la aflicción del
pueblo terminó.
MITO EGIPCIO DEL DILUVIO
Al buen gobernante Ra, descendiente de Nun, ante quien se inclinaban las Dos Tierras, le
llegó una noticia perturbadora: los hombres estaban planeando una conspiración contra su
soberanía divina. Ra inmediatamaente convocó a las divinidades principales de las
Enéadas para inquirir en su sabiduría. Para ello se hizo presente el Ojo, Shu, Tefnut, Nut y
Gueb.
El consejo decidió llamar a la diosa Sejmet “la leona poderosa”, aquella que se deleita con
la sangre de sus víctimas, para destruir a los hombres. Sin embargo, el buen Ra se
compadece de la humanidad y le pide a Hathor que tome una mandrágora y con ella forme
4. licor en muchísimas cantidades, a saber 7,000 jarras de vino para inundar los campos.
Mediante el ardid de verter el licor sobre la tierra detuvo aquella conspiración contra la
clase divina y real e hizo creer a la sanguinaria Sejmet que era la sangre de los hombres,
salvando de esta manera a la raza humana.
MITO MESOPOTÁMICO SOBRE EL DILUVIO UNIVERSAL
Utnapishtim vivía en Shuruppak, a orillas del río Éufrates cuando los dioses decidieron
enviar una gran diluvio a la Tierra. El dios Ea era amigo de los humanos y decidió prevenir
a Utnapishtim sobre el desastre que se cernía sobre la humanidad. Le dijo que construyera
un barco en forma de cubo de 120 codos de lado y que lo dividiera en siete alturas y cada
altura en nueve habitáculos. Debía de embarcar en la nave oro, plata, ganado y animales
salvajes. Utnapishtim subió al barco junto con su familia y sus artesanos. Durante seis días
y siete noches se ennegrecieron los cielos y surgió la tormenta. El barco se detuvo en el
monte Nisir. Utnapishtim desembarcó de la nave y ofreció un sacrificio a los dioses. Por
haber salvado a la humanidad, los dioses premiaron a Utnapishtim y su esposa con la vida
eterna.
LEYENDAS
Volver a Morir
En 1833 la familia Hurtado, de Guadalajara Jalisco, tuvo una hija. La niña, llamada
Victoriana, no tuvo hermanos y vivió rodeada de lujos pues sus padres eran ricos. Pasó el
tiempo y la casaron muy joven con un conocido de la familia. De este matrimonio nacieron
tres hijos. Cuando murieron los padres de Victoriana ella heredó toda la fortuna de la
familia. Esto provocó que el esposo de Victoriana dejara de trabajar y se dedicó a
despilfarrar el dinero de su esposa, él falleció a los dos años por borracho. Pero los hijos
de Victoriana ya tenían las malas mañas del padre así que se dedicaron a jugar y gastar el
dinero materno.
Victoriana tenía una rara enfermedad: parecía muerta, pero volvía en sí después de varias
horas. Los hijos de Victoriana planearon asesinarla y en la primera ocasión en que se
madre tuvo un ataque de catalepsia la enterraron en el panteón de Belén, rápidamente
para evitar que despertara a mitad del velorio.
Cuentan que en la noche despertó Victoriana y que un ruido extraño interrumpió la quietud
del Panteón, el gemido lastimero y desesperado de la mujer se escuchó. Al día siguiente
las personas vieron, con horror, que sólo una mano sobresalía de la tierra que cubría la
reciente tumba: una mano petrificada, como el corazón de sus hijos, anunciaba que
Victoriana había sido enterrada viva.
Hasta la fecha se puede apreciar la tumba de Victoriana Hurtado en el panteón de Belén.
5. EL ÁRBOL DEL VAMPIRO
Animales muertos comenzaron a aparecer en la ciudad de Guadalajara, todo indicaba que
habían sido asesinados de una manera sobrenatural pues los cadáveres aparecían sin una
gota de sangre. En la ciudad se sospechó de la presencia de un vampiro.
El rumor extendido por algunos cuantos tipos de mente imaginativa, parecía convertirse en
verdad: cadáveres de niños fueron encontrados en la ciudad. Guadalajara se paralizó bajo
la amenaza de un vampiro en sus calles, las fiestas se terminaron, nadie salía por la
noche, pero el horror crecía y los muertos también.
Después de unas noches, un grupo de valientes dio con el asesino y lo llevaron al panteón
de Santa Paula, ahí le atravesaron el corazón con una larga estaca. Al día siguiente le
pusieron una gran loza de cemento para asegurarse de que no pudiera salir de su tumba.
Para asombro de todos, la estaca comenzó a crecer y se convirtió en un gran árbol, dicen
que si pinchas o cortas el árbol comienza a sangrar y cuentan que cuando el árbol triture el
cemento de la tumba el vampiro surgirá de nuevo para atacar a los tapatíos.
UNA APUESTA TRÁGICA
Un estudiante de medicina apostó con sus compañeros que él entraría al Panteón de Belén
a las ocho de la noche, al toque de las ánimas; cuando dizque salen los muertos de sus
sepulcros, y que no sólo entraría hasta el fondo del corredor, sino que fijaría un clavo,
como señal de que había realizado su hazaña. En efecto, al primer clamor de las ocho de
la noche dado por la campana del templo de Belén, entró y con pasos firmes se dirigió al
fondo del corredor con un martillo y un clavo. Al llegar lo hundió, pero al querer retirarse
sintió que alguien lo detenía.
Entonces la imaginación comenzó a trastornarlo, sintiendo que una mano helada lo
sujetaba por los hombros; quiso gritar, pero no pudo y se desmayó. Viendo que transcurría
la hora y no salía, sus compañeros fueron a ver lo que sucedía y lo encontraron tirado en el
suelo... su capa estaba sujeta por el clavo a la pared.
¡Volvió el estudiante en sí, pero estaba loco!
De aquí una leyenda típicamente colonial, en que la fantasía popular ha convertido en firme
creencia, un suceso producto de la imaginación calenturienta de los crédulos…aunque se
afirma, que el hecho es cierto…
-Las doce y serenooooo!
Han sonado la última campanada de la media noche. La calle está desierta y sólo se
percibe el monótono taconeo del sereno que retumba por la acera, bajando a la Plaza
Mayor.
Apenas ha torcido la esquina, cuando la puerta de una casa lateral al Baratillo, se abre de
par en par, como si manos invisibles la manejaran, chirriando sus goznes enmohecidos:
sale de improviso y en forma espectacular, un extraño carruaje, tirado por dos briosos
caballos negros, de aspecto diabólico, que arrojan fuego por los ojos y espuma por las
6. fauces; espíritus alados de aspecto repugnantísimo ayudan a impulsar las dos últimas
ruedas del vehículo estrafalario.
Un atronador ruido precedente la estampida del carro, que baja precipitado,
chisporroteando los cascos de los caballos, en las piedras de la calle de Sopeña. Al poco
rato, una nube de olor a azufre, envuelve al carruaje, el cual se pierde, dejando una estela
de humo a su paso. Y lo más extraño, no es precisamente la aparición del Carruaje, sino
la carga que lleva: un alma en pena corporizada en un esqueleto, al que cubre un sudario
blanco, y que son un látigo en la diestra fustiga desesperadamente a los caballos, que
producen un ruido ensordecedor.
Pasada aquella momentánea aparición, ávidos, los vecinos se arriesgan a correr los visillos
de sus ventanas y balcones: unos, los más osados, se atreven a salir a la calle e indagar
las causas del suceso, que noche a noche se repite, pero sólo alcanzan a percibir el
insoportable hedor que ha dejado la maldita aparición.
LA CARROZA DE DON MELCHOR CAMPUZANO
Procedente de la Madre Patria, vino a establecerse a Guanajuato un aventurero de nombre
Melchor Campuzano, honrado, activo trabajador a carta cabal.
Habiendo amasado ya una regular fortuna, pensó en asociarse con otros dos españoles,
ricos a su vez, a fin de emprender negocios de pingües utilidades, y antes de regresar a
España, uno de tales socios, don Manuel de Cabrera, falleció de una manera repentina,
dejando una enorme fortuna, la cual dispuso en su testamento que se distribuyera
pródigamente entre la gente humilde, designando para el caso, en calidad de albacea
ejecutor de su ultima voluntad, a su socio, don Melchor Campuzano, en atención a su
acrisolada honradez.
Llevó éste a cabo la repartición encomendada, con tanto tino, que la fortuna de don Manuel
de Cabrera enjugó muchas lágrimas de hambre, ayudó a innumerables menesterosos,
enfermos y hogares, que bien pronto las bendiciones de al gente cían profusas sobre la
mano bondadosa da do Melchor Campuzano, que no sólo agotó las arcas de don Manuel,
sino que de su propio peculio, prorrogaba la tarea que se la había encargado.
Pero las malas lenguas, que nunca duermen, propalaron la versión de que don Melchor
repartía avariciosamente la fortuna de don Manuel, de la cual separaba gran parte para sí,
acrecentando sus riquezas, robándose lo que le correspondía a los pobres, y privando así
a los necesitados, de lo que el magnánimo don Manuel les había legado.
Sabedor don Melchor de aquella miserable calumnia, montó en cólera y decidió vengar la
afrenta cesando la repartición de dinero que se había echado a cuestas, no obstante que
sus caudales eran inmensos, y dio orden de que su solariega residencia permaneciera
siempre muda, silenciosa, sorda a cuento ruego implorante se escuchara, y aún más, con
inaudito alarde de egoísmo, dispuso que las obras de sus opíparas comidas, que
acostumbradamente se repartían entre los pedigüeños, se tiraran a los animales, en sus
pesebres.
Unos cuantos años después, moría don Melchor Campuzano, siendo su sepelio muy
concurrido, merced a que disfrutaba a al aristocracia de su época, de un lugar entre los
7. señores acaudalados nobles.
Sus exequias fueron solemnes y muy concurridas aun por los pobres a quienes había
negado al pan que de él imploraban.
Y es aquí donde cuenta la leyenda, que cuando el Ministro del Señor rogaba por el eterno
descanso del alma de don Melchor, se dejó escuchar una voz suplicante y plañidera que
decía:
No roguéis por mí, os lo suplico; no pidáis por la paz de mi espíritu, que si bien fui en vida
un hombre honrado, antes de morir me torné en cruel. Más yo mismo compurgaré mis
penas, suplicando la clemencia de quienes ofendí. Y vagare por las calles sin descanso
alguno, hasta que se me conceda el perdón de la voluntad divina.
Los dolientes acogieron aquellas tremendas palabras con miedo y respeto: se santiguaron
en silencio y procedieron a dar sepultura a los mortales despojos del otrora potentado don
Melchor Campuzano, y, también en silencio, con terror, divulgaron el suceso, cuya noticia
se esparció por toda la población como un reguero de pólvora.
Han transcurrido los años. La aconseja ha amenguado; pero hay gente que nunca fue
supersticiosa, pero que asegura haber visto, en las noche de luna llena un carruaje
manejado por un esqueleto, a velocidad inaudita, que ensordece con el arrastrar de
cadenas y rechinar de herrajes, que se pierde en lontananza, no dando tiempo a que
ningún mortal le pueda dirigir un Ave María, para que cese la penitencia de don Melchor.
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