Primera Jornada Ejercicios Espirituales - P. Juan Carlos Di Camillo, C.R.

2012

EJERCICIOS ESPIRITUALES
P. Juan Carlos Di Camillo, C.R.
TEXTOS DE LA PRIMERA JORNADA

Materiales correspondientes a la predicación de los
Ejercicios Espirituales dirigidos al Consejo General
Pleno del los Clérigos Regulares (Teatinos)
Santuario de Nuestra Señora del Castañar.
Agosto de 2012

© P. JUAN CARLOS DI CAMILLO, C.R. -Prepósito Provincial-
Pcia. Argentina Ntra. Sra. de Luján y San Cayetano
2012

EJERCICIOS ESPIRITUALES: “Nacer de lo Alto para renacer”
CLÉRIGOS REGULARES -TEATINOS- CONSEJO GENERAL PLENO
SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL CASTAÑAR, AGOSTO DE 2012
P. Juan Carlos Di Camillo, C.R. Q.P.R.D

Primera jornada
Tú eres maestro en Israel
y… ¿no sabes estas cosas? (Jn 3,10)

Pág.

PRIMER ENCUENTRO
0.- A modo de introducción 2
1.- Consideraciones previas 3
2.- Nacer de lo Alto 6
 2.1.- Cuestiones para orar y compartir 10

SEGUNDO ENCUENTRO
3.- Haciendo memoria. Experiencia “fundante y fondante” 11
4.- Resonancias, resistencias, intuiciones 16

I JORNADA Página 2 de 22


A modo de introducción…

A
nte todo quiero agradecer la confianza brindada por el P. General hacia mi
persona, aunque debo confesar mi temor a no cubrir las expectativas de ustedes.
Que el buen Dios nos asista con su Espíritu y la Santísima Virgen María nos
acompañe.

El espíritu de las pláticas será el compartir nuestra experiencia de Dios guiados por la
lectura de la Palabra. Entiendo compartir como “partir con” el otro lo que tengo y lo que soy, de
hermano a hermano.

A modo de ejemplo les cuento lo que me pasó en la Navidad pasada: a menudo,
tengo la costumbre de prepararme para las fiestas litúrgicas con algún gesto que me
ayude a vivirlas con mayor profundidad evangélica. Esta vez, me dediqué a ir todos los
sábados por la mañana a la estación del ferrocarril cercana a la parroquia donde vivo y allí,
sin prisas, me sentaba a dialogar con los llamados “linyeras” (personas pobres, mendigos
que viven en la calle y dependen para su sustento de aquello que la buena gente pueda
darles como limosna). Mi sorpresa fue que al estar sentado en el andén con Rosita, una de
las linyeras más antiguas, me di cuenta que ella pedía una limosna, pero no solo para ella,
sino también “para el padre” ¡o sea para mí! Se imaginan que yo, muerto de vergüenza,
trataba de impedírselo pero ella, con esa sabiduría que da la pobreza, me contesta: “los
padres también necesitan ayuda”. Sobra decir que, por supuesto, a mí no me dieron nada
(no tengo pinta de indigente); sin embargo, al retirarme, ella saca de sus vestidos
zaparrastrosos el dinero que había recaudado para compartirlo conmigo y me quiere dar
la mitad. Como es obvio no se lo acepté, pero ese encuentro me dio mucho que pensar…
No perdamos de vista en estos ejercicios que…¨Los padres (Generales, Consultores,
Provinciales) también necesitamos ayuda…”

Con este ejemplo les digo, estoy ante ustedes para compartir lo que el Señor ha
querido darme en mis veintitrés años de sacerdocio y, especialmente, en estos últimos
ocho años en el servicio de Provincial. Espero quieran aceptarlo con el mismo espíritu
fraterno que se lo ofrezco.



1.- Consideraciones previas:

V amos a iniciar unos días de progresivo acercamiento a la persona de Cristo, de la
mano de Nicodemo. A la luz de su experiencia creyente iremos construyendo
nuestro personal itinerario de fe; pero antes de desarrollar cualquier contenido, es
preciso detenernos en estas consideraciones:

Todos somos “hombres de gobierno” – a mí, personalmente, me gusta más la idea de
“servidores”- que hemos llegado por una convocatoria común a este lugar y momento
concretos. Sin embargo, no venimos “solos”, traemos en nuestra mochila personal los
cargos, los encargos, las cargas… tantas preocupaciones propias de nuestro estado de
vida y de las personas “a cargo“ nuestro, por las que debemos responder ante el
Señor. Es posible que al pronunciar estas palabras, muchos de ustedes piensen en sus
hermanos de comunidad, o se les pase por la cabeza y el corazón los rostros concretos
de los padres y formandos que se les ha encomendado como prepósitos provinciales o
como responsables de sus respectivas casas…

Esta es la hora de abrir nuestro corazón a la acción del Espíritu para dejar a los pies del
Maestro todo ese bagaje de responsabilidades, ocupaciones y preocupaciones que, a
menudo, incluye nuestro servicio fraterno.

La pregunta es… ¿estamos dispuestos a dejarnos guiar por el Espíritu o se trata de
unos días “obligatorios” en los que vamos a repetir en el fuero interno ese “más de lo
mismo” que nos garantiza un anclaje en la mediocridad y la rutina? ¿Verdaderamente
estamos disponibles a la acción de Dios en nosotros? ¿Su Palabra tiene algo que
decirnos en nuestro aquí y ahora? ¿Qué “sabemos” realmente de las cosas de Dios?

Tú eres maestro de la Ley, ¿y no sabes de estas cosas?” (Jn.3,9) La cita evangélica nos
sitúa ante nuestra propia carencia y ante el modo en que nosotros llegamos a estos
días. ¿Lo hacemos desde la dinámica de la fe, como un nuevo intento de entrar en
sintonía con el Espíritu de Dios o desde la dinámica del cumplimiento de la Ley?

Al hilo de la pregunta anterior y de la anécdota de la mendiga Rosita, que compartía
con ustedes en la introducción, cabe retomar el tema de nuestras necesidades y



carencias más profundas. “Los padres también necesitan ayuda”, decía Rosita. Si en
nuestro aquí y ahora el Señor nos preguntara “ ¿cuál es tu mayor necesidad ?, ¿ cuál
es tu mayor carencia?, ¿ qué necesitas de mí? ¿Seríamos capaces de responderle a la
primera?

Es posible que por nuestras responsabilidades y preocupaciones, muchos de nosotros
necesitemos renovar el espíritu providencialista, tan propio de nuestra amada Orden.
O quizás, estas cuestiones nos sumerjan en la parte más vulnerable y menos visible de
nuestra persona. Ese territorio de miserias personales que sólo Dios conoce. A cada
uno le resonará de una manera diferente eso de “necesidades y carencias”. Habrá
quien lo sitúe en el ámbito espiritual o quien se quede en la superficie de lo
meramente psicológico. Lo patético sería pasar de largo por la experiencia creyente
que nos propone este tiempo de gracia que son los ejercicios espirituales. Eso
significaría volver a nuestras comunidades sin haber dejado actuar al Espíritu, siendo
impermeables a su acción transformadora; enquistando en el corazón una
autopercepción parecida a la del Rico Epulón:

La parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31)
16:19 Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos
banquetes. 16:20 A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, 16:21 que ansiaba
saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. 16:22 El pobre
murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. 16:23 En la
morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro
junto a él.
16:24 Entonces exclamó: "Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de
su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan".
16:25 "Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio,
recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento.
16:26 Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de
aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí". 16:27 El rico contestó:
"Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, 16:28 porque tengo cinco
hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento".
16:29 Abraham respondió: "Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen".
16:30 "No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán".
16:31 Abraham respondió: "Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los
muertos, tampoco se convencerán"".


¿Es posible que al llegar a este encuentro nos sintamos tan satisfechos con
nuestros propios logros y con el reconocimiento real o ficticio que con ellos
obtenemos, que hemos prescindido hasta de la necesidad de Dios?, ¿ o es nuestra
actitud la del pobre Lázaro?... La resignación.

Por eso, fraternalmente te pregunto y me pregunto:

¿Qué necesitas hoy del Señor?

Por último, cabe señalar la metáfora de “la noche“ como lugar de encuentro con
el misterio de Cristo (Jn.3, 1). Nicodemo fue a ver a Jesús en la noche de sus dudas
y temores… Quizás, para cada uno de nosotros la noche tenga una connotación
diferente. Me gustaría enmarcar estos ejercicios utilizando la “noche” con la
resonancia de los ciclos vitales: en la niñez, la noche podía ser el escenario de los
temores y terrores nocturnos, el ámbito del desamparo y la necesidad de
protección ante lo desconocido y temido; en la adolescencia significó el momento
privilegiado para compartir secretos y confidencias y para soñar en un proyecto de
vida intuido pero lejano… y en la adultez y casi diría, ancianidad, tal vez represente
la vulnerabilidad, el sueño, no como proyecto, sino como cansancio, agotamiento,
rutina… la noche es el momento en que, de puertas hacia adentro, nos
encontramos con el Señor en la oscuridad de nuestro propio corazón, en la
ceguera personal de una fe que parece tambalearse, pero que, con todo y a pesar
de todo, continúa despierta y convocante…



2.- Nacer de lo Alto
¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?
¿Puede acaso entrar otra vez en el vientre de su madre y volver a nacer?” (Jn 3, 4 )

P
ensé que como título motivador podríamos poner a estos ejercicios el “Nacer de
lo alto para renacer” inspirados en el evangelio de San Juan, capítulo 3: el
encuentro de Jesús con Nicodemo. Antes de hacer cualquier consideración,
leamos el texto:

Del Evangelio según San Juan 3, 1-36

“1.Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío.2.Fue éste
donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro,
porque nadie puede realizar las señales que tú realizas si Dios no está con él.»3. Jesús le
respondió: «En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de lo alto no puede ver el Reino
de Dios.»4. Dícele Nicodemo: « ¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso
entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?»5. Respondió Jesús: «En verdad, en verdad
te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. 6. Lo
nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. 7. No te asombres de que te
haya dicho: Tenéis que nacer de lo alto. 8. El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero
no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu.» 9. Respondió
Nicodemo: « ¿Cómo puede ser eso?» 10. Jesús le respondió: «Tú eres maestro en Israel y
¿no sabes estas cosas? 11. «En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que
sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro
testimonio. 12. Si al deciros cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas
del cielo? 13. Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. 14. Y
como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del
hombre, 15.para que todo el que crea tenga por él vida eterna. 16. Porque tanto amó Dios
al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que
tenga vida eterna. 17. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él. 18.El que cree en él, no es juzgado; pero el



que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. 19.
Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la
luz, porque sus obras eran malas. 20. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a
la luz, para que no sean censuradas sus obras. 21. Pero el que obra la verdad, va a la luz,
para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.»

N
icodemo, hombre fariseo y notable entre los judíos, va al encuentro de Jesús
reconociendo su autoridad: “nadie puede hacer lo signos que tú haces si Dios no
está con él” (Jn 3,2); sin embargo, va de noche, la noche cerrada por la falta de fe,
el temor, la incertidumbre, la duda. Es por ello Jesús le exige “nacer de lo Alto para ver el
Reino de Dios” (Jn 3,3). Nacer de lo Alto no es otra cosa que tener una nueva mirada, la
mirada que da la fe. Esa fe que nos ha sido regalada en el bautismo “el que no nace del
agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”.

Notemos dos elementos que nos pueden ayudar a comprender mejor el texto: en
el versículo 3 Jesús asegura la necesidad de nacer de lo Alto para ver el reino Dios, pero
en el versículo 5, Jesús va aun más allá, si no se nace del agua y del Espíritu no se puede
entrar en el Reino. Este movimiento es obra del Espíritu, imprevisible como el viento, que
“sopla adonde quiere“(Jn 3,8),-incluso sobre lo más inesperado- y no del mero esfuerzo
perfeccionista del hombre.

Por tanto, estos ejercicios pueden ser enfocados desde una perspectiva
meramente ritual, según los parámetros de la ley y las tradiciones, de los preceptos
aprendidos – a imagen de Nicodemo, un buen hombre observante de la Ley, pero
habitante de la noche y de la duda- o bien como una oportunidad única e irrepetible de
“nacer de nuevo“, de salir de las tinieblas a la luz, en un auténtico itinerario creyente…

En el diálogo nocturno de Jesús con Nicodemo, la referencia implícita a la fe es el
gran anclaje de todo el texto; es por ello que, tener fe no sólo es creer en Dios, sino creer
en “el Dios que nos presenta Jesucristo“ (“El Dios de Jesucristo” titularía Kasper a su
cristología) nadie va al Padre si no va por mi” “ el que me ve a mi ve al Padre” “yo soy el
camino, la Verdad y la Vida” . Por tanto, creer en Jesús no es un ejercicio intelectual o
piadoso, sino un adherirse radicalmente a su persona y creerle a Él y fiarnos de su
Palabra.



Cabe adherirnos a la reflexión del gran filósofo español, Don Miguel de Unamuno:

Miguel de Unamuno escribió Nicodemo el fariseo, obra en la que hace una
reflexión sobre la virtud teologal de la fe: “¡Fe! ¡Qué poco se medita con el corazón
y no con la cabeza tan sólo, en lo que la fe sea e importe! No una mera adhesión
del intelecto a un principio abstracto, a una fórmula sin contenido ya acaso; no la
afirmación de principios metafísicos o teológicos; no, sino un acto de abandono y
de entrega cordial de la voluntad, una serena confianza en que concurren a un fin
mismo la naturaleza y el espíritu, en que naturalizando al espíritu lo sobre
espiritualizamos y espiritualizando a la naturaleza la sobrenaturalizamos, una
confianza firme en que habita la verdad dentro de nosotros, en que somos vaso de
verdad y en que la verdad es consuelo; una confianza firme en que al obrar con
pureza y sencillez de intención servimos a un designio supremo, sea el que fuere.”

Esta fe, es decir, nuestra experiencia como creyentes y el modo en que la vivimos
y la transmitimos, es la base de todo nuestro pensar, obrar y sentir. Nuestra experiencia
de Cristo se convierte en fundamento y en fuente de toda nuestra existencia.

La invitación a nacer de lo Alto es una llamada constante e ininterrumpida que nos
hace el Maestro en todas las etapas de nuestro seguimiento. Si no nacemos de lo Alto y no
tenemos esta experiencia de Cristo que es “fundante y fondante”, el soporte de nuestra
vida estará en la fragilidad de lo pasajero; y ya sabemos que “lo que nace de la carne es
carne” (Jn 3, 9).

Por tanto, sin esta constante referencia a “nacer de lo Alto“, a lo Trascendente y
Absoluto, nuestra vocación, nuestros vínculos, nuestras relaciones y nuestro modo de
concebir y asumir la vida teatina, no serán sino “fruto de la carne”. Esto significa que
podemos caer en la increencia, no como una opción consciente, sino como resultado de
una existencia anodina, al margen de la Luz, anclada en la limitación propia de nuestra
condición humana. Y nos quedaríamos petrificados en la pregunta ¿Cómo un hombre
puede volver a nacer siendo ya viejo? ¿Cómo la orden puede volver a nacer siendo tan
vieja?


Las palabras del Santo Padre sirven de colofón a esta idea de nuevo nacimiento, de
transformación radical de la propia vida:

“En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada
conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y

resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la
conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el
apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo
fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de
entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una
vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia
humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad
libre, los pensamientos y los afectos…

la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman
lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida.
La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de
pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2;Col 3, 9-
10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17)” (Cf. Porta Fidei nº 6)

Cabe preguntarnos, entonces, sobre nuestra experiencia creyente en nuestro aquí
y ahora. Sobre las situaciones de nuestra vida que aun están sin iluminar por Cristo. ¿Es
esto concebible? No hay que perder de vista que hay autores que hasta se han atrevido a
hablar de “increencia y ateísmo” dentro de la misma vida religiosa1. Al contrario, si
nacemos de lo Alto no sólo podremos ver y entrar en el Reino de Dios sino que además
tendremos la gran dicha de ser guiados por el Espíritu (v. 9).

«Un nuevo siglo y un nuevo milenio se abren a la luz de Cristo. Pero no todos ven esta
luz. Nosotros tenemos el maravilloso y exigente cometido de ser su reflejo... Ésta es
una tarea que nos hace temblar si nos fijamos en la debilidad que tan a menudo nos
vuelve opacos y llenos de sombras. Pero es una tarea posible si, expuestos a la luz de

Cfr. TELLO, Nicolás, Ateísmo, agnosticismo, indiferentismo,
1

¿enfermedad en la vida consagrada?: Vida Religiosa 60 (1 enero
1986) 7-17.



Cristo, sabemos abrirnos a su gracia que nos hace hombres nuevos»2. Ésta es la
esperanza proclamada en la Iglesia por los consagrados y las consagradas, mientras
con los hermanos y hermanas, a través de los siglos, van al encuentro de Cristo
Resucitado…” (Cfr. Caminar desde Cristo, nº 46)

En definitiva, en esto se juega nuestra vida: en creer en Jesús o no, en aceptar que
Él sea la Luz que nos guíe o seguir en la oscuridad de nuestra limitación y comodidad. Y de
acuerdo a la decisión que tomemos seremos hijos de la verdad, nos acercaremos a la luz y
pondremos de manifiesto que las obras fueron hechas en Dios. (cf.vs. 17al 23).

2
Novo millennio ineunte.



2.2.-CUESTIONES PARA ORAR Y COMPARTIR

¿PUEDE UN HOMBRE VIEJO VOLVER A NACER? La pregunta de Nicodemo no es
banal, expresa nuestros escepticismos más profundos… ¿acaso se puede cambiar a
mi edad?, ¿tiene sentido hablar de conversión cuando todo me empuja a un “más
de lo mismo”? ¿Acaso alguno de mis hermanos puede enseñarme algo
verdaderamente “nuevo” a mí, que soy “maestro” en Israel? ¿Qué aspectos de mi
vida religiosa han “envejecido” o se han opacado y necesitan nacer de nuevo, es
decir, ser iluminados por la Palabra?

NACER DE NUEVO: Tal vez, nosotros, como Nicodemo, podremos preguntarnos
¿cómo es posible todo esto? (v.9) Y Jesús al igual que a Nicodemo nos puede
contestar “¿Tu, que eres <maestro> (es decir, General Consultor, Provincial,
hombre de gobierno) no sabes estas cosas?” (v10). Quizás, más que nunca,
debemos volver la mirada a María de Nazaret, la Madre de Jesús, quien supo
fiarse de la Palabra y engendró por la fuerza vivificadora del Espíritu.

ENCUENTRO CON CRISTO EN LA NOCHE: Cabe hacer memoria de la experiencia
primera de encuentro en profundidad con la persona de Cristo. Ha llovido mucho
desde entonces, pero seguramente hay un deseo inicial y unas opciones que
permanecen intactas… Al hacer memoria de ese encuentro, sería interesante
considerar quiénes fueron nuestros “mayeutas“, es decir, quiénes acompañaron e
impulsaron en nosotros el nacimiento del hombre nuevo, del teatino que hoy
somos -o anhelamos ser-. Hacer memoria agradecida de lo que el Espíritu ha ido
obrando en nuestra limitación. ¿Qué cambió desde entonces en nuestro itinerario
creyente? ¿Qué necesitamos en el aquí y ahora de nuestra realidad para
acercarnos a la Luz?



3.- Haciendo memoria.
EXPERIENCIA FUNDANTE Y FONDANTE.

Anteriormente decíamos como al pasar que nuestra experiencia de fe en Jesucristo
en fundante y “fondante” . Atención a este término, que no es más que una palabra
inventada, o un neologismo al uso; es decir, no existe en el diccionario de la real academia
española.

Si me permiten me gustaría ampliar un poco estos conceptos:

MEMORIA SOBRE LA EXPERIENCIA DE DIOS FUNDANTE Y FONDANTE

La experiencia de Dios implica experiencia de Cristo, donde lo reconocemos
como Señor de la Historia, Hijo de Dios y Salvador de los hombres.

Esta experiencia es fundante: se convierte en fundamento de todo mi proyecto
de vida. (Cfr. Mt.7,21-29: La casa edificada sobre la roca )

Esta experiencia es fondante: no sólo es fundamento, sino que es fuente de
vida de la cual me alimento continuamente. ( Cfr. Jn. 4: El pozo de Jacob )

Esta experiencia fundante y fondante descubre a Cristo como centro de la
creación como “imagen” del Padre Creador, aquel por quien y para quien
fueron hechas todas las cosas. Por tanto, asociándome a Cristo, participo de él
y del Padre, en imagen y semejanza.

Por ello, puedo afirmar que así como Dios es «increado creador», el hombre, a
su manera, es «creado creador», es decir, es capaz de recibir vida y dar vida,
porque lo fundamental de la creación de Dios es la vida. Entonces, mi
experiencia de Dios en Cristo es experiencia de vida.



Memoria de la experiencia FUNDANTE

La “roca“ sobre la que se construye mi “casa“ ( es decir, mi opción fundamental,
proyecto de vida, vertebración de mi existencia) no es una realidad abstracta sino
una persona. “Alguien” que ha polarizado todo mi corazón, mi mente, mis
fuerzas… la persona de Cristo y su Evangelio.

“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el
encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a
la vida y, con ello, una orientación decisiva.” (SS. Benedicto XVI, “Deus caritas
est”)

“...la vida consagrada es en sí misma «una progresiva asimilación de los
sentimientos de Cristo»... la formación... representa un modo teológico de pensar
la misma vida consagrada, que es en sí formación nunca terminada,
«participación en la acción del Padre que, mediante el Espíritu, infunde en el
corazón los sentimientos del Hijo». ( Cfr. Vita Consecrata, núm. 65 y 66 ; Caminar
desde Cristo, núm. 15)

La experiencia La experiencia
FUNDANTE
da estabilidadExperiencia fondante
FONDANTE
es la que alimenta, sostiene,
a todo nuestro ser acrecienta y mantiene
y quehacer, viva y luminosa
nos arraiga esa “llama/ llamada” inicial,
en la persona de Cristo. ese amor primero
Él y su Evangelio que el Espíritu continúa
constituyen la “roca“ suscitando en nosotros.
sobre la que se construye Es vida en nosotros
un proyecto vital
y en los que nos rodean.
que no admite
medias verdades .



Haciendo memoria…
Por todo lo expuesto, hacer memoria es fundamental en nuestro camino de fe. Ahora bien
que entendemos por memoria, nuevamente cabe hacer algunas aclaraciones:

La conocida teóloga Georgina Zubiría suele hablar de la aproximación a la MEMORIA DEL
CORAZÓN desde tres actitudes existenciales3

Apertura agradecida

Reverencia

Esperanza amorosa

Apertura agradecida para acoger a Dios que se da como amor y como deseo de
amar desde el propio corazón humano.

Dios nos alcanza en nuestra realidad y llega a lo más íntimo de nuestra intimidad a través de
su palabra expresada en las Escrituras, en la Tradición, en los signos de los tiempos y en Jesús,
Palabra encarnada e identificada con los más insignificantes de todos los tiempos y lugares: las
mayorías empobrecidas, los emigrantes y extranjeros, los presos y enfermos, los prescindibles
de nuestra sociedad.

Reverencia, porque Dios es mayor, inaprehensible e inmanipulable. La sola luz de la
razón y la relatividad de la palabra no pueden comprenderlo sin capturarlo en los límites de
nuestras posibilidades finitas.

Porque se hace presente como locura para unos y escándalo para otros. Porque es novedad
siempre insospechada. Porque es sabiduría que se gusta y saborea pero no se atrapa.

3.-
“Georgina Zubiría: “Huellas de la Trinidad en la historia. Hacia una vida religiosa mística y profética”



Esperanza amorosa y sin defensas, porque sólo así es posible el
encuentro de lo divino con lo humano.

Dios nos sorprende en el modo y en el lugar en que sale a nuestro encuentro. Así nos
enamora. Así nos hace gustar sus mismos gustos. Así nos apasiona con sus pasiones.

Así nos incorpora en la comunión trinitaria y, desde ella, en su proyecto de plenitud de
vida en comunión para la humanidad y para la creación toda.

Desde estas tres actitudes apertura agradecida, reverencia, esperanza amorosa
podemos hacer un alto en el camino y preguntarnos sencillamente por nuestra
memoria afectiva y efectiva en relación a lo sagrado. Y al hacer memoria,
cuestionarnos:

cuál ha sido nuestra experiencia de Dios, cuáles los cambios más significativos que
reconocemos en las imágenes de Dios y en los conceptos que utilizamos para hablar
de su realidad y cuáles nuestros modos personales de relacionarnos con la
trascendencia.

También conviene detenernos a mirar nuestra experiencia de la historia a lo largo de
la vida, la manera de mirarla y de relacionarnos con ella y los cambios en nuestras
opciones y compromisos históricos.

Si con estos elementos establecemos una incipiente conexión entre la memoria de la
experiencia de Dios y la experiencia de la historia, encontraremos que la mayor parte
de las veces estas relaciones se fecundan recíprocamente y se expresan en
transformaciones tendientes a una madurez humana y a una realización personal en
mayor unidad y armonía.

Es verdad, sin embargo, que hay quienes no experimentan transformación alguna.
Sus experiencias de Dios y su visión de la historia son tan estáticas y rígidas que el
proceso de individuación se paraliza y el cambio se concibe como amenaza.

Cabe preguntarnos en este momento, con la mayor honestidad posible cuál es mi
postura ante los cambios y transformaciones que el Espíritu suscita a nivel personal
y/o comunitario.

¿Poseemos individual y comunitariamente una “memoria/balance” semejante a un
libro de cuentas donde lo que pesa es el debe (sobre todo lo que me deben los demás)



y el haber ( mi saber, mi criterio, mi juicio, mi percepción, mi seguridad, mi buen
hacer, … mi …?)

¿O es sólo una “memoria/diario” plagada de acontecimientos inconexos,
yuxtapuestos, sin sentido… en los que la rutina y la inercia parecieran dar el color de
fondo a los días consumidos/entregados “por Él, con Él y en Él “?

O se trata de una “memoria enamorada” ( símil al “álbum familiar” en el que, cada
tanto, la familia dedica un tiempo – unida y con afecto- para mirar-”se” en las
fotografías de sus antepasados, las de los momentos significativos, las de los primeros
amores, las de la fecundidad hecha vida en el rostro de los hijos y nietos, etc. … y así
recuperar y saborear su identidad y significado ?

¿Cuál es nuestra memoria?

Memoria
enamorada

Memoria
diario
La acción del Espíritu en
Memoria
mi historia personal balance
y comunitaria

Mis cosas

Mis méritos



4.- Resonancias, resistencias, intuiciones
A modo de síntesis de cada jornada, les propongo cerrar el día con estos tres conceptos
que desarrollaré para facilitar la reflexión: resonancias, resistencias e intuiciones. Quien
quiera compartir voluntariamente, en un clima de oración y enriquecimiento fraterno, por
supuesto que puede hacerlo.

RESONANCIAS RESISTENCIAS

• Tiene que ver con
• Tiene que
ver con la las negaciones,
concordanci el atrincheramiento
a entre mis
en el propio saber,
necesidades
la incapacidad sostenida
más
profundas
INTUICIONES para acoger el don y la
de cambio y novedad del Espíritu,
Tiene que ver con la acción del Espíritu
la acción del en uno mismo
Espíritu. barruntada en un corazón liberado
y en los demás.
de los propios intereses.
Está íntimamente relacionada
con la creatividad y el riesgo evangélicos …



Resonancia

En acústica, la resonancia es el reforzamiento de ciertas frecuencias sonoras como
resultado de la coincidencia de ondas similares en frecuencias.
En música, la resonancia musical se refiere a los sonidos elementales que
acompañan al principal en una nota musical y comunican timbre particular a cada
voz o instrumento musical.
En mecánica, la resonancia mecánica de una estructura o cuerpo es el aumento en
la amplitud del movimiento de un sistema debido a la aplicación de fuerza
pequeña en fase con el movimiento.
En electrónica, la resonancia eléctrica es el fenómeno que se produce al coincidir la
frecuencia propia de un circuito con la frecuencia de un circuito externo.

Más allá de lo técnico, basta con un poco de creatividad para ver que todo
lo anterior es aplicable a la COMUNIDAD. Repasando, veíamos que
resonancia equivale a

Reforzamiento como resultado de coincidir con Alguien …

Coincidencia en ondas similares que generan mayor potencia …

Aumento de la amplitud de movimiento como resultado del esfuerzo
común, por pequeño que sea …

Reencuentro con el propio timbre de voz (y con el del hermano)

Evangélicamente hablando tiene que ver con aquella experiencia
maravillosa que experimentaron los de Emaús: “ ¿ No ardía acaso nuestro
corazón cuando Él nos hablaba de camino … ?” (Lc 24,32)



Resistencia

En psicología clínica resistencia, es todo acto o actitud opuesto al encuadre
terapéutico, o bien, desde el enfoque psicoanalítico, opuesto a la labor
conscientizadora.
Desde un punto de vista general, un comportamiento de resistencia es una
conducta de oposición de un individuo frente a otro (o a un grupo) que puede
tener un valor positivo o negativo.
Es negativo cuando funciona como una oposición al bienestar propio y colectivo. Es
positivo cuando permite conservar hábitos valiosos a pesar de la oposición del
ambiente.
El silencio puede o no ser una forma de resistencia, y por tanto puede o no ser
interpretable, dependiendo de la particular estructura de la comunicación.
En la vida comunitaria, al igual que en cualquier proceso de psicoterapia, pueden
darse resistencias al Evangelio, por ejemplo manifestadas en ciertos silencios
(físicos o experienciales)
Silencio depresivo: Del que siente que ya no tiene nada que aportar. Nada que
decir. Nada que compartir. No es un silencio a interpretar sino acompañar. (Cierta
clase de demonios sólo se curan con ...” en Mc 9,18 )
Silencio paranoide: No habla porque cree que todo lo que diga será usado en su
contra. Se siente juzgado, herido. Está permanentemente a la defensiva. Es un
silencio estéril que pudre el ambiente de duda, suspicacia y sospecha. ( “la
levadura de los fariseos “en Mt 16,10)
Silencio resistencial: Éste es interpretable. Suele formar parte de procesos
dolorosos, de desajustes con la realidad personal, comunitaria, religiosa. Requiere
cuidado y sanación desde el respeto (“Curación de un mudo” en Mc 9,18 )



Intuiciones

La intuición tiene que ver con la palabra latina “intueri” que significa “mirar
dentro”. Curiosamente, la palabra inteligencia tiene una semántica similar ( Intus-
legere: leer en lo profundo, bucear en el interior de los significados )

Ha sido definida como “la energía o la facilidad de lograr conocimiento directo sin
pensamiento racional evidente.” En Japón, la intuición se conoce como “arte del
estómago” (es visceral, no racional)

Gran parte de la intuición es un remanente de un mecanismo antiguo de
supervivencia, pues permite que detectemos una realidad o un peligro sin tardar
demasiado analizando una situación.

Intuición, evangélica y teatinamente hablando, guarda relación con los “ signos de
los tiempos “ ( Mt 24, 32-35 ), con “el vino nuevo en odres nuevos“ (Mc 2, 18-22) y
hasta puede conectarse con la conocida frase del P. Antonio Oliver, C.R. : “Lo más
nuestro que intuimos es el Dios a quien buscamos …”



Notas:
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