Tabla de Contenido
Leyenda del diluvio...............................................................................................3
Leyenda de los Temblores.....................................................................................5
Las orejas del conejo.............................................................................................8
La Llorona ...........................................................................................................12
La quemada .........................................................................................................18
Leyenda del Popo y el Izta ..................................................................................20
La niña de las iglesias..........................................................................................22
¿Por qué los Conejos Tienen las Orejas Tan Largas?.........................................25
La Leyenda de los Mackoceses...........................................................................28
La Casa del Trueno..............................................................................................29
El robo del fuego.................................................................................................32
La Mujer del Candil ............................................................................................36
La Isla de las Muñecas ........................................................................................38
La Leyenda de La Estrella de México.................................................................42
Aparición en la Basílica ......................................................................................45
El charro ..............................................................................................................46
La calle de la mujer herrada ................................................................................49
El charro y la partera ...........................................................................................52
Las campanas de la Basílica................................................................................54
Apariciones y una mujer de negro en el Panteón de Santa Paula .......................56
Leyendas de las Peñas.........................................................................................57
La leyenda del charro negro................................................................................59
Temasclatepec, una leyenda de plata ..................................................................60
El Perro Prieto .....................................................................................................61
La Señora de Negro.............................................................................................64
La Cochina ..........................................................................................................66
El Sambomono ....................................................................................................67
La Mulata de Córdoba.........................................................................................69
El cerro del Tololoche.........................................................................................73
La cueva teresa....................................................................................................76
Las Momias del Instituto.....................................................................................78
La Virgen de Tecaxic ..........................................................................................80
Leyenda del diluvio
Mito mexicano que cuenta como los dioses ordenaron lluvia en castigo al
mal comportamiento del hombre. Estos para conciliarse con los dioses
debieron hacer algo...
Se dice que muchos, muchos años antes de la llegada de los españoles a
nuestra tierra, sucedió lo que les voy a contar: Había llovido mucho en
aquel año y continuaba lloviendo desde la mañana hasta la noche, sin
que un rayo de sol ni de luna que iluminará los campos.
Las lindas estrellas se habían ocultado quizá para siempre, y los pájaros
escondidos en sus nidos piaban tristemente, cubriendo con sus alitas
empapadas a los bebés pajaritos; así, las madres cuidan de sus hijos
temblorosos de frío.
Lloraban las madres y se aterrorizaban los niños porque veían caer el
cielo torrentes de agua en forma de grandes culebras que azotaban los
campos, destruían los sembrados, anegaban las ciudades, como enormes
gigantes heridos, y el hogar tolteca corría peligro. Así estaba aquel país
de antepasados en los días del diluvio.
¿Por qué el cielo se mostraba tan severo con los hombres?
¡Ah! Porque habían faltado a su deber, no eran trabajadores, ni adoraban
a sus dioses, ni eran respetuosos con los otros hombres, sus hermanos.
Entonces los hombres pensaron hacer algo para salvar a la familia.
Construyeron una gran pirámide como montaña de ladrillo y cemento
especial, que llamaron Tolan Cholatan, alta, hasta el cielo, para escapar
de la inundación.
Ahí elevaron un altar a Tlaloc, el dios de las lluvias, y a Quetzalcóatl, el
dios del viento; y subieron a sus familias por las grandes escalinatas de
piedra hasta llegar a la cumbre... el dios de las aguas, compadecido de
los hombres al ver su actividad y unión en el trabajo, hizo cesar el diluvió,
y la aflicción del pueblo terminó.
FIN
Leyenda de los Temblores
Por estas tierras se cuenta que, un largo tiempo atrás, hubo una
serpiente de colores, brillante y muy larga.
Era de cascabel y para avanzar arrastraba su cuerpo como una víbora
cualquiera. Pero tenía algo que la hacía distinta a las demás: una cola
de manantial, una cola de agua transparente.
Sssh sssh... la serpiente avanzaba. Sssh sssh... la serpiente de colores
recorría la tierra arrastrándose. Sssh sssh... la serpiente parecía un arco
iris juguetón, cuando sonaba su cola de maraca. Sssh sssh...
Dicen los abuelos que donde quiera que pasara dejaba algún bien,
alguna alegría sobre la tierra.
Sssh sssh... ahí iba por montes y llanos, mojando todo lo que hallaba a su
paso. Sssh sssh... ahí iba por montes y llanos, dándoles de beber a los
plantíos, a los árboles y a las flores silvestres. Sssh sssh... ahí iba por el
mundo, mojando todo, regando todo, dándole de beber a todo lo que
encontraba a su paso.
Hubo un día en el que los hombres pelearon por primera vez. Y la
serpiente desapareció. Entonces hubo sequía en la tierra.
Hubo otro día en el que los hombres dejaron de pelear. Y la serpiente
volvió a aparecer. Se acabó la sequía, volvió a florecer todo. Del corazón
de la tierra salieron frutos y del corazón de los hombres brotaron cantos.
Pero todavía hubo otro día en el que los hombres armaron una discusión
grande, discutieron por mucho tiempo y terminó en pelea. Esa pelea
duró años y años. Fue entonces cuando la serpiente desapareció para
siempre sin dejar rastro.
Cuenta la leyenda que no desapareció, sino que se fue a vivir al fondo de
la tierra y que ahí sigue. Pero, de vez en cuando, sale y se asoma. Al
mover su cuerpo sacude la tierra, abre grietas y asoma la cabeza. Como
ve que los hombres siguen en su pelea, sssh... ella se va. Sssh sssh... ella
regresa al fondo de la tierra. Sssh sssh... ella hace temblar... ella
desaparece.
Las orejas del conejo
Los cuentos del conejo son populares no sólo en Estados Unidos sino
también en otras partes del Nuevo Mundo. Este animalito es un
personaje astuto, travieso y alegre. Le gusta burlarse de los otros
animales, grandes y pequeños, especialmente del coyote de México.
Aunque es un pícaro, el conejo es generalmente el héroe de todos los
cuentos. Esta leyenda es de origen maya.
Una vez, hace miles de años, el conejo tenía las orejas muy pequeñas, tan
pequeñas como las orejas de un gatito. El conejo estaba contento con
sus orejas, pero no con el tamaño de su cuerpo. Él quería ser grande, tan
grande como el lobo o el coyote o el león. Un día cuando iba saltando
por los campos, el conejo vio al león, rey de los animales, cerca del
bosque.
-¡Qué grande y hermoso es!- dijo el conejo. -y yo soy tan pequeño y feo.
El conejo estaba tan triste que se sentó debajo de un árbol y comenzó a
llorar amargamente.
-¿Qué tienes, conejito? ¿Por qué lloras?- preguntó la lechuza que vivía en
el árbol.
-Lloro porque quiero ser grande, muy grande- dijo el conejito.
La lechuza era un ave sabia. Cerró los ojos por dos o tres minutos para
pensar en el problema y luego dijo:
-Conejito, debes visitar al dios de los animales. Creo que él puede
hacerte más grande.
-Mil gracias, lechuza sabia. Voy a visitarlo ahora respondió el conejo. Y
fue saltando hacia la colina donde
vivía el dios.
-Buenos días. ¿Cómo estás?- dijo el dios de los animales cuando vio al
conejito.
-Buenos días, señor. Estoy triste porque soy tan pequeño.
Su majestad, ¿podría hacerme grande, muy grande?
-¿Por qué quieres ser grande?- preguntó el dios con una sonrisa.
-Si soy grande, algún día yo, en vez del león, puedo ser rey de los
animales.
-Muy bien, pero primero tienes que hacer tres cosas difíciles. Entonces
voy a decidir si debo hacerte más grande o no.
- ¿Qué tengo que hacer?
-Mañana tienes que traerme la piel de un cocodrilo, de un mono y de
una culebra.
-Muy bien, señor. Hasta mañana.
El conejo estaba alegre. Fue saltando, saltando hacia el río. Aquí vio a su
amigo, el pequeño cocodrilo.
-Amigo cocodrilo, ¿podrías prestarme tu piel elegante hasta mañana? La
necesito para ...
-Para una fiesta, ¿no?- dijo el cocodrilo antes de que el conejo pudiera
decir la verdad.
-Sí, Sí- respondió rápidamente el conejo.
-¡Ay, qué gran honor para mí! Aquí la tienes.
Con la piel del cocodrilo, el conejo visitó al mono y a la culebra. Cada
amigo le dio al conejo su piel para la fiesta.
Muy temprano a la mañana siguiente, el conejo fue despacio, muy
despacio, con las pieles pesadas ante el dios de los animales.
-Aquí estoy con las pieles- gritó felizmente el pequeño conejo.
El dios estaba sorprendido. Pensó: «¡Qué astuto es este conejito!» Pero
en voz alta dijo:
-Si te hago más grande, puede ser que hagas daño a los otros animales
sin quererlo. Por eso voy a hacer grandes solamente tus orejas. Así
puedes oír mejor y eso es muy útil cuando tus enemigos estén cerca.
El dios tocó las pequeñas orejas del conejo y, como por arte de magia, se
le hicieron más grandes. El conejo no tuvo tiempo de decir nada, ni una
palabra.
-Mil gracias, buen dios. Usted es sabio y amable. Ahora estoy muy feliz-
dijo el conejo. Y fue saltando, saltando por los campos con las pieles que
devolvió a sus amigos con gratitud.
Al día siguiente vio al león que estaba visitando a la lechuza.
La lechuza le dijo al conejo:
-Buenos días, amigo mío. Eres muy hermoso. Y para ti es mejor tener las
orejas grandes que el cuerpo grande.
Con mucha dignidad, el león dijo:
-La lechuza tiene razón.
Y desde aquel día el conejo vivió muy contento con su cuerpo pequeño y
sus orejas grandes.
FIN
La Llorona
Leyenda prehispanica
Los cuatros sacerdotes aguardaban espectrantes.
Sus ojillos vivaces iban del cielo estrellado en donde señoreaba la gran
luna blanca, al espejo argentino del lago de Texcoco, en donde las
bandadas de patos silenciosos bajaban en busca de los gordos ajolotes.
Después confrontaban el movimiento de las constelaciones estelares
para determinar la hora, con sus profundos conocimientos de la
astronomía.
De pronto estalló el grito....
Era un alarido lastimoso, hiriente, sobrecogedor. Un sonido agudo como
escapado de la garganta de una mujer en agonía. El grito se fue
extendiendo sobre el agua, rebotando contra los montes y enroscándose
en las alfardas y en los taludes de los templos, rebotó en el Gran Teocali
dedicado al Dios Huitzilopochtli, que comenzara a construir Tizoc en
1481 para terminarlo Ahuizotl en 1502 si las crónicas antiguas han sido
bien interpretadas y parecio quedar flotando en el maravilloso palacio
del entonces Emperador Moctezuma Xocoyótzin.
-- Es Cihuacoatl! -- exclamó el más viejo de los cuatro sacerdotes que
aguardaban el portento.
-- La Diosa ha salido de las aguas y bajado de la montaña para
prevenirnos nuevamente --, agregó el otro interrogador de las estrellas y
la noche.
Subieron al lugar más alto del templo y pudieron ver hacia el oriente una
figura blanca, con el pelo peinado de tal modo que parecía llevar en la
frente dos pequeños cornezuelos, arrastrando o flotando una cauda de
tela tan vaporosa que jugueteaba con el fresco de la noche plenilunar.
Cuando se hubo opacado el grito y sus ecos se perdieron a lo lejos, por
el rumbo del señorío de Texcocan todo quedó en silencio, sombras
ominosas huyeron hacias las aguas hasta que el pavor fue roto por algo
que los sacerdotes primero y después Fray Bernandino de Sahagún
interpretaron de este modo:
"...Hijos míos... amados hijos del Anáhuac, vuestra destrucción está
próxima...."
Venía otra sarta de lamentos igualmente dolorosos y conmovedores,
para decir, cuando ya se alejaba hacia la colina que cubría las faldas de
los montes:
"...A dónde iréis.... a dónde os podré llevar para que escapéis a tan
funesto destino.... hijos míos, estáis a punto de perderos..."
Al oír estas palabras que más tarde comprobaron los augures, los cuatro
sacerdotes estuvieron de acuerdo en que aquella fantasmal aparición
que llenaba de terror a las gentes de la gran Tenochtitlán, era la misma
Diosa Cihuacoatl, la deidad protectora de la raza, aquella buena madre
que había heredado a los dioses para finalmentente depositar su poder y
sabiduría en Tilpotoncátzin en ese tiempo poseedor de su dignidad
sacerdotal.
El emperador Moctezuma Xocoyótzin se atuzó el bigote ralo que parecía
escurrirle por la comisura de sus labios, se alisó con una mano la barba
de pelos escasos y entrecanos y clavó sus ojillos vivaces aunque tímidos,
en el viejo códice dibujado sobre la atezada superficie de amatl y que se
guardaba en los archivos del imperio tal vez desde los tiempos de
Itzcoatl y Tlacaelel.
El emperador Moctezuma, como todos los que no están iniciados en el
conocimiento de la hierática escritura, sólo miraba con asombro los
códices multicolores, hasta que los sacerdotes, después de hacer una
reverencia, le interpretaron lo allí escrito.
---Señor, -- le dijeron --, estos viejos anuales nos hablan de que la Diosa
Cihuacoatl aparecerá según el sexto pronóstico de los agoreros, para
anunciarnos la destrucción de vuestro imperio.
Dicen aquí los sabios más sabios y más antiguos que nosotros, que
hombres extraños vendrán por el Oriente y sojuzgarán a tu pueblo y a ti
mismo y tú y los tuyos serán de muchos lloros y grandes penas y que tu
raza desaparecerá devorada y nuestros dioses humillados por otros
dioses más poderosos.
--- Dioses más poderosos que nuestro Dios Huitzilopochtli, y que el Gran
Destructor Tezcatlipoca y que nuestros formidables dioses de la guerra y
de la sangre? -- preguntó Moctezuma bajando la cabeza con temor y
humildad.
--- Así lo dicen los sabios y los sacerdotes más sabios y más viejos que
nosotros, señor. Por eso la Diosa Cihuacoatl vaga por el anáhuac
lanzando lloros y arrastrando penas, gritando para que oigan quienes
sepan oír, las desdichas que han de llegar muy pronto a vuestro Imperio.
Moctezuma guardó silencio y se quedó pensativo, hundido en su gran
trono de alabastro y esmeraldas; entonces los cuatro sacerdotes
volvieron a doblar los pasmosos códices y se retiraron también en
silencio, para ir a depositar de nuevo en los archivos imperiales, aquello
que dejaron escrito los más sabios y más viejos.
Por eso desde los tiempos de Chimalpopoca, Itzcoatl, Moctezuma,
Ilhuicamina, Axayácatl, Tizoc y Ahuizotl, el fantasmal augur vagaba por
entre los lagos y templos del Anáhuac, pregonando lo que iba a ocurrir a
la entonces raza poderosa y avasalladora.
Al llegar los españoles e iniciada la conquista, según cuentan los
cronistas de la época, una mujer igualmente vestida de blanco y con las
negras crines de su pelo tremolando al viento de la noche, aparecía por
el Sudoeste de la Capital de la Nueva España y tomando rumbo hacia el
Oriente, cruzaba calles y plazuelas como al impulso del viento,
deteniéndose ante las cruces, templos y cementerios y las imágenes
iluminadas por lámparas votivas en pétreas ornacinas, para lanzar ese
grito lastimero que hería el alma.
-----Aaaaaaaay mis hijos.......Aaaaaaay aaaaaaay!---- El lamento se repetía
tantas veces como horas tenía la noche la madrugada en que la dama de
vestiduras vaporosas jugueteando al viento, se detenía en la Plaza Mayor
y mirando hacia la Catedral musitaba una larga y doliente oración,
para volver a levantarse, lanzar de nuevo su lamento y desaparecer sobre
el lago, que entonces llegaba hasta las goteras de la Ciudad y cerca de la
traza.
Jamás hubo valiente que osara interrogarla. Todos convinieron en que se
trataba de un fantasma errabundo que penaba por un desdichado amor,
bifurcando en mil historias los motivos de esta aparición que se
transplantó a la época colonial.
Los románticos dijeron que era una pobre mujer engañada, otros que
una amante abandonada con hijos, hubo que bordaron la consabida
trama de un noble que engaña y que abandona a una hermosa mujer sin
linaje.
Lo cierto es que desde entonces se le bautizó como "La llorona", debido
al desgarrador lamento que lanzaba por las calles de la Capital de Nueva
España y que por muchos lustros constituyó el más grande temor
callejero, pues toda la gente evitaba salir de su casa y menos recorrer las
penumbrosas callejas coloniales cuando ya se había dado el toque de
queda.
Muchos timoratos se quedaron locos y jamás olvidaron la horrible visión
de "La llorona" hombres y mujeres "se iban de las aguas" y cientos y
cientos enfermaron de espanto.
Poco a poco y al paso de los años, la leyende de La Llorona, rebautizada
con otros nombres, según la región en donde se aseguraba que era vista,
fue tomando otras nacionalidades y su presencia se detectó en el Sur de
nuestra insólita América en donde se asegura que todavía aparece
fantasmal, enfundada en su traje vaporoso, lanzando al aire su terrífico
alarido, vadeando ríos, cruzando arroyos, subiendo colinas y vagando
por cimas y montañas.
FIN
La Calle del Niño Perdido
Época Colonial
Enrique de Verona logró gran prestigio y fortuna como escultor por las
obras de arte realizadas en la catedral de Toledo, en España. Como era
mucha su fama fue contratado por el virrey Don Francisco Hernández de
la Cueva para realizar el altar de reyes en la catedral de México.
También en la nueva España ganó honra y dinero; Verona que en su
tierra había dejado esperando a una guapa gaditana, quien todos los
días iba a ver que barcos llegaban.
Se disponía a volver a España para enlazar su vida con la mujer que
amaba, cuando he aquí que a la víspera de su viaje, a dar vuelta a una
esquina tropezó con una dama a quien se le cayó el pañuelo.
El joven Verona por su natural, cortesía se acercó a levantarlo y se lo
entregó a la doncella, la cual se puso encendida como una amapola, fijó
sus ojos castaños en los de Verona y con una voz que a éste le sonó
como música le dijo con tono suave:
Gracias caballero.
Fueron solo dos palabras, pero esas dos palabras, aquella mirada y la
belleza de la dama, produjeron en Verona más efecto del que pudo de
pronto comprender.
Se quedó parado en la esquina viendo alejarse a la doncella y aquel
‘gracias caballero’ se lo repetía él mismo una y otra vez.
Hasta entonces se acordó el olvidadizo artista de todas las cosas que le
faltaban arreglar para su viaje del día siguiente. De pronto le pareció una
falta imperdonable no despedirse de un amigo al que nunca le había
hecho el menor caso; el no dejar recomendado a un gatito que tenía,
para que no le hiciera falta comida.
Lo que Verona quería era disculparse y con mil pretextos, el cambio que
acabara de experimentar en su corazón; quería a toda costa demorarse y
dejar esperando a la gaditana.
Pronto se conocieron Verona y Estela Fuensalida, que tal era el nombre
de la doncella que también tuvo que dejar plantado a su prometido, un
viejo platero llamado Don Tristán de Valladeres.
La gaditana se quedó espera y espera, pero Valladeres, lleno de rabia, de
celos y de despecho, juró vengarse en la primera oportunidad.
Pasó un año, Estela tenía un hermoso niño y todo parecía estar en paz,
hasta que una noche fría del mes de Diciembre de 1665 llegó Tristán de
Valladeres sigilosamente a la casa de Estela y entró por la barda de atrás
y prendió fuego a un pajar.
Al momento se lanzaron llamaradas y cuando Estela y su esposo
despertados aturdidos, se encontraron en medio de humo y llamas.
Todo fue confusión en la casa, los criados corrían de un lado a otro,
despavoridos tratando de salvar sus vidas.
Estela cayó desmayada en la habitación y los vecinos que habían
acudido, apagaban todos el fuego y salvaron a Estela. Cuando esta se
repuso y ya en la calle libre de las llamas, reflexionó que se hallaba sin su
esposo y sin su hijo, los dos seres más amados de su corazón, una
angustia indescriptible se apoderó de ella y arrodillada en el suelo
gritaba llamando a su marido.
Al momento llegó el esposo, pero sin el pequeño, entonces el dolor de
ambos no tuvo límite, Estela se arrojó entre las llamas para entrar por su
hijo a la casa y Verona se lo iba a impedir cuando se escuchó el llanto de
un niño y vieron a un hombre que trataba de esconderlo, entonces
Verona y otros se precipitaron sobre él quitándole el niño que llevaba en
brazos.
El niño era el hijo de Estela y el hombre vengativo Tristán.
La gente que había visto llorar a Estela por su hijo desde entonces se
llamó la calle El Niño Perdido.
FIN
La quemada
En el siglo XVI, vivía en México un español llamado Gonzalo Espinosa de
Guevara, llegado a estas tierras con fortuna y con una hija de cerca de 20
años de nombre Beatriz.
Enorme fortuna, belleza y virtud le agenciaron a la muchacha
innumerables suplicantes, que nunca lograron su amor.
Hasta que llegó don Martín de Seópolli, noble italiano que se enamoró
locamente de ella al punto de no permitir el paso de ningún
caballero por la calle donde vivía Beatriz. Lo que evidentemente no les
pareció justo a los demás pretendientes. Muchas veces se discutió al
ritmo de las espadas, saliendo vencedor siempre el italiano. Todas las
mañanas se encontraba el cuerpo herido o sin vida del osado que
pretendió acercarse a la casa y ella, aunque amaba a Martín, sufría
porque se derramaba tanta sangre por su culpa y también por los celos
de su amado.
Una noche en ausencia de su padre e inspirada por el martirio de Santa
Lucía -que entregó lo más preciado de su rostro, sus ojos, al
pretendiente que con su insistencia trataba de alejarla de la virtud-, llevó
a su recámara un brasero encendido, y mientras lloraba y pedía fuerza a
la Santa, hundió su rostro en el fuego, pensando que no podía permitir
que don Martín siguiera matando a más inocentes, hasta que cayó sin
conocimiento.
Un fraile al escuchar su grito de dolor entró a la casa, la auxilió
con remedios caseros mientras le preguntaba qué había pasado. Beatriz
le explicó y dijo que esperaba que cuando don Martín viera su rostro
dejaría de celarla, amarla y de matar a tantos caballeros. La reacción de
don Martín al retirar el velo con el que se había cubierto la cara y mirar el
hermoso rostro desfigurado fue arrodillarse y declarar su amor. Pidió su
mano a Don Gonzalo y días más tarde se casó. Ella entró a la iglesia con
la cara cubierta por un tupido velo blanco y después, las pocas veces que
salía, siempre lo hizo con el rostro tapado. Nadie volvió a ver el hermoso
rostro de Beatriz, que Don Martín, calmado en su amor propio, guardó
en el pensamiento.
FIN
Leyenda del Popo y el Izta
Para nuestros ancestros, los antiguos mexicanos que habitaron en la
cuenca lacustre del altiplano central, el culto a los poderes de la
naturaleza, expresados en el aire, la lluvia y por supuesto, el fuego,
gozaba de capital importancia.
Sin duda, una de las mayores preocupaciones que tuvieron los mexicas,
fue el mantener en constante satisfacción a su dios principal
Huitzilopochtli, capturando decenas de guerreros enemigos para
después sacrificarlos en lo alto del llamado Templo Mayor de
Tenochtlitlan, ofrendando así su sangre o, de ser necesario, entregando
su vida misma en el campo de batalla para con ello, poder acompañar al
astro rey durante su trayecto del oriente al cenit, justo en el punto donde
se desarrolla la máxima expresión solar del día.
Según las antiguas tradiciones indígenas que fueron rescatadas en los
textos de los frailes y religiosos del siglo XVI, podemos advertir una
hermosa leyenda de amor entre dos jóvenes mexicas, personificados
como el Popo y el Izta, quienes fueron inmortalizados en la imagen de
los enormes volcanes.
En algún tiempo, un joven guerrero mexica se enamoró de una doncella
a la cual juró su amor por la eternidad. Como todo buen hombre de su
época, el valiente guerrero Popocatépetl tuvo que partir al campo de
batalla; a su regreso, al intentar reencontrarse con su amada, se encontró
con que ésta, había muerto trágicamente; al enterarse, prefirió entregarse
a su sufrimiento y obedeciendo a su juramento, decidió acompañarla por
el resto de la vida.
Con el paso de los años, pero sobre todo, con el paso continuo del
tiempo, ambos jóvenes fueron cubiertos por las formaciones y los
caprichos que la madre tierra crea sobre la faz de la tierra. Fue de esta
manera que la joven pareja quedo formalmente unida bajo la tutela de
los dioses. Y ahora ellos, uno cerca del otro, como eternos enamorados,
La niña de las iglesias
Siendo una noche como todas, pero en especial, ésta era una noche un
poco más fría, más obscura, cerca de la 1 de la madrugada, un taxista
regresaba a su casa después de todo un día de arduo trabajo, en la calle
ya no había ni alma de gente, pero al pasar frente al cementerio general
de la ciudad se percató que una chica le hacía la parada, éste se siguió
pensando que ya estaba muy cansado y que era muy tarde para hacer
otra dejada.
Sin embargo reflexionó y pensando en su sobrina de 17 años que fue
violada y asesinada 3 años atrás, dijo, "pobre chica, no la puedo dejar ahí
expuesta a no se qué miserable".
Retrocedió su taxi y llegó hasta ella, tenía aproximadamente entre 18 -
19 años. Al contemplar su rostro, el taxista sintió un frío intenso y cierto
sobresalto, al que no le dio importancia, pues la niña era dueña de un
rostro angelical, inspiraba pureza, de piel blanca, muy blanca, cabello
sumamente largo, era delgada, facciones finas, con unos ojos grandes,
azules, pero infinitamente tristes, tenía un vestido blanco, de encaje, y en
su cuello colgaba un relicario bellísimo de oro, que se veía de época.
El taxista acongojado le preguntó adónde la dejaba, y le dijo que
quería que la llevara a visitar 7 iglesias de la ciudad, las que él quisiera, su
voz era suave, muy triste, pero dejaba notar un timbre muy extraño, que
le dejó una sensación de miedo y misterio.
Para no hacerla larga, el taxista la llevó a cada una de las siete iglesias sin
replicar, en cada una pasaba cerca de 3 minutos y salía con una
expresión de serenidad, de tranquilidad, pero sin abandonar de sus ojos
esa mirada de infinita tristeza.
Al final del paseo, ella le pidió un favor. "Discúlpeme si he abusado
mucho de su bondad, mi nombre es Alicia, no tengo dinero para pagarle
ahora, sin embargo le dejaré éste relicario, y ¿podría hacerme un último
favor? Vaya a la colonia Jazmines # 245, ahí vive mi padre, entréguele mi
relicario y pídale que le pague su servicio, ah, y dígale que lo quiero y
que no se olvide de mí. Déjeme donde me recogió por favor."
El taxista se sintió como en un trance, en donde actuaba
automáticamente a la petición de la chica, y la dejó ahí, frente al
cementerio. El hombre se fue a su casa, se sentía mareado, le dolía
intensamente la cabeza, y su cuerpo le ardía por la fiebre que empezaba
a tener, su esposa lo atendió de ese repentino mal, duró así casi 3 días.
Cuando al fin pudo reaccionar y se sintió mejor, recordó su última noche
en el taxi, recordó a la niña angelical de las iglesias, y recordó su última
petición, que le hizo sentir un escalofrío intenso que hizo que se
cimbrara de pies a cabeza, aunque él no comprendía nada, pensó "que
raro fue todo, seguro se fue de su casa, o tiene problemas, pero, ¿por
qué en el cementerio? ¿quién era?, ¡¡El relicario!!", sí ahí estaba, sobre su
mesita de cama, el relicario de Alicia, que ahora tenía restos de tierra.
Se paró como un resorte, tomó su taxi y fue a la dirección que le diera la
chica, pero no con la intención de cobrar, sino de descubrir, conocer,
aclarar la verdad detrás de ese misterio que le inquietaba, que le
estremecía, que no quería ni pensar.
Tocó, era una casa grande, estilo colonial, vieja, entonces abrió un
hombre, de edad avanzada, alto, de aspecto extranjero, con unos ojos, si
los ojos de Alicia, así de tristes. El taxista le dijo "Disculpe señor, vengo de
parte de su hija Alicia, ella solicitó mis servicios, me pidió que la llevara
a visitar siete iglesias, así lo hice y me dejó su relicario como penda para
que usted me pagara". El hombre al ver la joya rompió en llanto
incontrolable, hizo pasar al taxista y le mostró un retrato, el de Alicia,
idéntica a la de hace 3 noches.
¿Es ella mi Alicia?, le dijo el hombre, "Sí ella, con ese mismo vestido".
"No puede ser, hace tres noches cumplió 7 años de muerta, murió en un
accidente automovilístico, y este relicario que le dio fue enterrado con
ella, y ese mismo vestido, su favorito... hija, perdón, debí hacerte una
misa, debí haberme acordado de ti, debí...."
El hombre lloró como un niño, lloró y lloró, el taxista estaba pálido,
pasmado de la impresión,"había convivido con una muerta" eso lo
explicaba todo.
Volviendo de su estupor, le dijo al padre de Alicia, "señor, yo la vi, yo
hablé y conviví con ella, me dijo que lo amaba, que lo amaba mucho, y
que no se volviera a olvidar de ella, creo que eso le dolió mucho".
Se dice que el padre de Alicia recompensó al taxista, le regaló toda una
flotilla de taxis para que iniciara un negocio, todo en agradecimiento por
haber ayudado a su niña adorada a visitar las iglesias en su aniversario
fúnebre.
FIN
¿Por qué los Conejos Tienen
las Orejas Tan Largas?
Voy a contarles alo que sucedió hace ya mucho, mucho tiempo, cuando
las orejas de los conejos no eran tan largas como las que ahora tienen.
Una tarde, un conejo comía granos en un campo de trigo. Iba distraído,
sin ocuparse de otra cosa que no fuera masticar y masticar lo más
rápidamente posible, cuando oyó que dos ratas platicaban en voz baja.
Una decía:
− ¡Qué buena suerte tengo! He encontrado una cueva llena de trigo, de
un trigo grande, dorado, como si lo hubieran escogido para que yo lo
encontrara.
− Pues sí que es buena suerte, porque los conejos escogen lo mejor del
trigo para comérselo y para llevarlo a sus bodegas.− comentaba la otra
rata.
El conejo oyó parte de la conversación, y especialmente lo que decían de
los conejos, y como era muy curioso y quería enterarse de todo, fue
acercándose al lugar donde estaban las ratas y se escondió detrás de una
cerca.
− Lo que no quiero es que los conejos sepan que he encontrado esa
cueva tan bien abastecida, porque en un momento cargan con el trigo y
me dejan sin qué comer en el invierno.
− No es por curiosidad, comadrita, pero ¿dónde está la cueva? No tenga
desconfianza; si se lo pregunto es sólo para ayudarle a cuidar el tesoro.
La otra rata empezaba ya a decirle a la comadre dónde estaba la cueva,
cuando el conejo, para oír mejor, estiró la cabeza por encima de la cerca
y las orejas empezaron a crecerle tan rápidamente, que por más que se
las detenía, iban crece y crece para arriba; le crecieron tanto que las ratas,
cuando se dieron cuenta de aquellas orejas tan grandes, se echaron a
correr, asustadísimas, dejando la platica para otra ocasión.
Y desde entonces los conejos tienen las orejas tan largas, tan largas
como las de aquel conejo curioso.
FIN
Leyenda de la Venus Mexicana, Tlazolteotl
Un hombre llamado Jappán quería llegar a ser el favorito de los dioses;
abandono a su familia y todos sus bienes, y comenzó su vida de
ermitaño en el desierto. Una vez allí, permaneció día y noche entregado a
la devoción.
Los dioses quisieron poner a prueba su virtud y ordenaron al demonio
Yaotl –el enemigo- que lo tentara y lo castigara si se rendía. Yaotl le
ofreció las criaturas mas hermosas para hacerlo bajar de la alta roca
donde se había instalado, pero todo fue en vano. La diosa Tlazolteaotl,
interesada en aquel juego, se presento ante Jappán, que al ver su
hermosura quedo turbado, y le dijo:
-Hermano Jappán, maravillada de tu virtud y conmovida por tus
sufrimientos, quiero reconfortarte. ¿Como puedo llegar hasta ti para
hablarte mas cómodamente?
El ermitaño, sin darse cuenta de la trampa que le tendía, bajo de su roca
y ayudo a la diosa a subir a ella. Al hacerlo, la virtud de Jappán cayó y
enseguida llego Yaotl –y a pesar de todas sus suplicas- le corto la cabeza.
Los dioses lo transformaron en escorpión y avergonzado se escondió
bajo la piedra. Luego Yaotl fue a buscar a la mujer de Jappán, Tlahuizin –
la inflamada- y la llevo junto a la piedra donde estaba escondido su
marido, le contó lo que había pasado y también le corto la cabeza.
Uniéndose a su marido bajo la roca, dieron nacimiento a escorpiones de
diferentes colores. Los dioses consideraron que Yaotl se había excedido
en su misión y lo transformaron en saltamontes.
FIN
La Leyenda de los Mackoceses
Los masckoseces fueron unos seres mitad caballo, mitad tortuga, mitad pez. Los masckoseces han vivido
su propia leyenda:
Hace mucho tiempo, en el año 1265, una noche de Navidad en el océano
pacifico se ahogo un caballo. Salvado por la tortuga e asesinado por el
pez. ¿Quien sabe como un pez ha asesinado a un caballo? Nadie lo
sabe... Se dice que desde ese día nació el masckoses.
Como el espíritu furioso del caballo logro entrar al océano para vengarse
del pez. ¿Que tiene que ver con la tortuga? Que el alma valerosa de la
tortuga se junto con el caballo. ¿Y el pez? El pez se ha dicho era el
Leviatán. Despierto y furioso por los chillidos del Potro, decidió matarlo
antes de ser dormido. Así nació el masckoses. El primero fue llamado: La
Venganza.
El masckoses fue creado por la venganza de modo que NUNCA confíes
en un masckoses.
La Casa del Trueno
Cuentan los viejos que entre Totomoxtle y Coatzintlali existía una caverna
en cuyo interior los antiguos sacerdotes habían levantado un templo
dedicado al Dios del Trueno, de la lluvia y de las aguas de los ríos.
Eran tiempos en los que aún no llegaban los hispanos ni las portentosas
razas, conocidas hoy como totonacas, que poblaron el lugar de Veracruz
que después llamaron Totonacan. Y siete sacerdotes se reunían cada
tiempo en que era menester cultivar la tierra y sembrar las semillas y
cosechar los frutos, siete veces invocaban a las deidades de esos tiempos
y gritaban entonaban cánticos a los cuatro vientos o sea hacia los cuatro
puntos cardinales, porque según las cuentas esotéricas de esos
sacerdotes, cuatro por siete eran 28 y ventiocho días componen el ciclo
lunar.
Siguen diciendo las viejas crónicas que se han convertido en asombrosas
leyendas, que esos viejos sacerdotes hacían sonar el gran tambor del
trueno y arrastraban cueros secos de los animales por todo el ámbito de
la caverna y lanzaban flechas encendidas al cielo. Y poco después
atronaban el espacio furiosos truenos y los relámpagos cegaban a los
animales de la selva y a las especies acuáticas que moraban en los ríos.
Llovía a torrentes y la tempestad rugía sobre la cueva durante muchos
días y muchas noches y había veces en que los ríos Huitizilac y el de
las mariposas, Papaloapan, se desbordaban cubriendo de agua y limo las
riberas y causando inmensos desastres. Y cuanto mas arrastraban los
cueros mayor era el ruido que producían los torrentes y cuanto más se
golpeaba el gran tambor ceremonial, mayor era el ruido de los truenos
cuanto más relámpagos significaba mayor número de flechas
incendiarias.
Pasaron los siglos...
Y un día arribaron al lugar grupos de gentes ataviadas de un modo
singular, trayendo consigo otras costumbres, y otras leyes y otras
religiones. Se decían venidos de otras tierras allende el gran mar de
turquesas (Golfo de México) y tanto hombres, como mujeres y niños,
tenían la característica de estar siempre sonriendo como si fueran los
seres más felices de la tierra y tal vez esa alegría se debía a que después
de haber sufrido mil penurias en las aguas borrascosas de un mar en
convulsión habían por fin llegado a las costas tropicales, donde había de
todo, así frutos como animales de caza, agua y clima hermoso.
Se asentaron en ese lugar al que dieron por nombre, en su lengua
Totonacan y ellos mismos se dijeron totonacas.
Pero los sacerdotes, los siete sacerdotes de la caverna del trueno no
estuvieron conformes con aquella invasión de los extranjeros que traían
consigo una gran cultura y se fueron a la cueva a producir truenos,
relámpagos, rayos y lluvias y torrenciales aguaceros con el fin de
amendrentarlos.
En los antiguos registros que los milenios han borrado, se dice que llovió
mucho y durante varios días y sus noches, hasta que alguien se dio
cuenta de que esas tempestades las provocaban los siete hechiceros, los
siete sacerdotes de la caverna de los truenos.
No siendo amigos de la violencia, los totonacas los embarcaron en un
pequeño bajel y dotándoles de provisiones y agua los lanzaron al mar de
las turquesas en donde se perdieron para siempre.
Pero ahora era preciso dominar a esos dioses del trueno y de las lluvias
para evitar el desastre del pueblo totonaca recién asentado y para el
efecto se reunieron los sabios y los sacerdotes y gentes principales y
decidieron que nada podría hacerse contra esas fuerzas que hoy
llamamos sencillamente naturales y que sería mejor rendirles culto y
pleitesía, adorar a esos dioses y rogarles fueran magnánimos con ese
pueblo que acababa de escapar de un monstruoso desastre.
Y en ese mismo lugar en donde había el templo y la caverna y se ejercía
el culto al Dios del trueno, los totonacas u hombres sonrientes
levantaron el asombroso templo del Tajín, que en su propia lengua
quiere decir lugar de las tempestades. Y no sólo se rindió culto al Dios
del Trueno sino que se le imploró durante 365 días, como número de
nichos tiene este pasmoso monumento invocando el buen tiempo en
cierta época del año y la lluvia, cuando es menester fertilizar las
sementeras.
Hoy se levanta este maravilloso templo conocido en todo el mundo
como pirámide o templó de El tajín en donde curiosamente parecen
generarse las tempestades y los truenos y las lluvias torrenciales.
Así nació la pirámide de El Tajín, levantada con veneración y respeto al
Dios del Trueno, adorado por aquellas gentes que vivieron mucho antes
de la llegada de los extranjeros, mucho antes de la llegada de los
totonacas, cuando el mundo parecía comenzar a existir.
FIN
El robo del fuego
Leyenda Azteca sobre la aparicion del uso del fuego.
Tlacuache: Mamífero arborícola.
Pinole: Bebida alcohólica a base de maíz.
Hace mucho tiempo, no se conocía el fuego, y los hombres debían comer
sus alimentos crudos.
Los Tabaosimoa, los Ancianos, se reunieron y discutieron sobre la manera
de obtener alguna cosa que les procuraría el calor y les permitiría cocer
sus alimentos.
Ayunaron y discutieron... y vieron pasar por encima de sus cabezas una
bola de fuego que se sumergió en el mar pero que ellos no pudieron
alcanzar.
Entonces, fatigados, los Ancianos reunieron personas y animales para
preguntarles si alguno de ellos podía aportarles el fuego.
Un hombre propuso traer un rayo de sol a condición de que sean cinco
para ir al lugar donde salía el sol.
Los Tabaosimoa aprobaron la proposición y pidieron que los cinco
hombres se dirigieran hacia el oriente mientras que ellos, llenos de
esperanza, continuarían suplicando y ayunando.
Los cinco partieron y llegaron a la montaña donde nacía el fuego.
Esperaron la llegada del día y se dieron cuenta que el fuego nacía sobre
otra montaña, más alejada. Retomaron entonces su camino.
Llegados a la montaña, en un nuevo amanecer, vieron el fuego nacer
sobre una tercera montaña, aún más alejada. Prosiguieron así hasta la
cuarta, después la quinta montaña donde, desalentados, decidieron
regresar, tristes y fatigados.
Contaron esto a los Ancianos quienes pensaron que jamás podrían
alcanzar el Sol. Los Tabaosimoa les agradecieron y se volvieron a poner a
reflexionar sobre lo que podrían hacer.
Es entonces que apareció Yaushu, un Tlacuache sabio, y él les relató un
viaje que había hecho hacia el oriente. Había percibido una luz lejana y
quiso verificar lo que era. Se puso a marchar durante noches y días,
durmiendo y comiendo apenas.
La noche del quinto día pudo ver que en la entrada de una gruta ardía un
fuego de madera de donde se elevaban grandes llamas y un torbellino
de chispas.
Sentado sobre un banco un hombre viejo miraba el fuego. Era grande y
llevaba un taparrabo de piel, los cabellos blancos y los ojos
horriblemente brillantes. De tanto en tanto alimentaba esta "rueda" de
luz con leños.
El Tlacuache contó cómo él permaneció escondido detrás de un árbol y
que, espantado, él hizo marcha atrás con precaución. Se dio cuenta que
se trataba de alguna cosa caliente y peligrosa.
Cuando él hubo acabado su relato, los Tabaosimoa pidieron a Yaushu si
él podía volver y traerles un poquito. El Tlacuache aceptó, pero los
Ancianos y su gente debían ayunar y orar a los dioses haciendo ofrendas.
Ellos consintieron pero le amenazaron de muerte si éste los engañaba.
Yaushu sonrió sin decir una palabra.
Los Tabaosimoa ayunaron durante cinco días y llenaron cinco sacos de
pinole que dieron al Tlacuache. Yaushu les anunció que estaría de
regreso en otros cinco días; debían esperarlo despiertos hasta
medianoche y si él moría, les recomendó de no lamentarse por él.
Portando su pinole, él llegó al lugar donde el viejo hombre contemplaba
el fuego.
Yaushu lo saludó y fue solamente a la segunda vez que él obtuvo una
respuesta. El viejo le preguntó lo que hacía tan tarde en ese lugar.
Yaushu respondió que era el emisario de Tabaosimoa y que buscaba
agua sagrada para ellos. Estaba muy fatigado y preguntó si podía dormir
antes de retomar su camino la mañana siguiente.
Debió suplicarle mucho pero al fin el viejo le permitió quedarse a
condición de que no toque nada. Yaushu se sentó cerca del fuego e
invitó al viejo a compartir su pinole.
Este vertió un poco sobre el leño, tiró algunas gotas por encima de su
hombro, después bebió el resto. El viejo le agradeció y se durmió.
Mientras que Yaushu lo escuchaba roncar, pensaba la manera de robar el
fuego.
Se levantó rápidamente, tomó una brasa con su cola y se alejó. Había
hecho un buen pedazo del camino cuando sintió que una borrasca venía
sobre él y vio, frente a él, al viejo encolerizado.
Él lo reprendió por tocar y robar una cosa que no le pertenecía; lo
mataría.
Inmediatamente él tomó a Yaushu para quitarle el tizón pero aunque
éste lo quemaba no lo soltaba. El viejo lo pisoteaba, le trituraba los
huesos, lo sacudía y lo balanceaba.
Seguro de haberlo matado, se vuelve a vigilar el fuego. Yaushu rodó,
rodó y rodó... envuelto en sangre y fuego; llegó así delante de los
Tabaosimoa que estaban orando.
Moribundo les dio el tizón. Los Ancianos encendieron los leños.
El Tlacuache fue nombrado "héroe Yaushu".
Lo vemos aún hoy marchar penosamente por los caminos con su cola
pelada.
FIN
La Mujer del Candil
Leyenda del estado de Guerrero.
Cuenta la leyenda que todo esto ocurrio en la Costa Grande de Guerrero.
Aprincipios de siglo, una mujer que había juntado sus monedas de oro,
para ir a visitar al papa, al vaticano, decidio que ya era momento de
emprender el viaje, como en el lugar donde ella vivía no había ningun
tipo de transporte, así que tenían que caminar por toda la orilla de la
playa para llegar a Acapulco, era día y medio de camino.
Ella le platico a todo el pueblo que ya había llegago el día para irse, y
salio a las 4:00 a.m., era una noche sin luna, así que solo se guíaba con la
espuma del mar y ún candil de petroleo, no bién llevaba 1 hora de
camino, cuando unos hombres la atacaron, la asesinaron y le robaron sus
monedas.
Así que ahora en las noches que no hay luna se ve la luz de un candil por
la orilla de la playa de la Costa Grande de Guerrero. (Entre Carrizal y
Mitla).
Así que cuando anden por esa zona, procuren no caminar por la playa en
una noche sin luna.
La Isla de las Muñecas
Murió el señor Julián Santana Barrera, nativo del Barrio de la Asunción
falleció a la edad de 80 años, fue un personaje muy pintoresco.
En los años 50 me tocó conocerlo y convivir con él, pues en esa época el
señor asistía a la pulquería Los Cuates ubicada en la Plazuela de La
Asunción.
Yo era el hijo del jicarero y el señor Julián comenzó a hablarme porque
yo lo atendía, entre la gente del barrio era conocido con el mote de La
Coquita (pajarito abado que existe en la zona chinampera), debido a que
ese pájaro era muy pequeñito.
Él pasaba con su carretilla llena de verduras y hortalizas que él cultivaba,
las llevaba a vender al tianguis de Xochimilco y siempre iba con su calzón
blanco amarrado hacia las rodillas y con un jorongo.
Al término de sus ventas se iba a Los Cuates a tomar su pulque, pero a
nadie de los presentes en la pulquería les hablaba, ya que era muy
retraído, aunque después le dio por andar en los Barrios pregonando la
palabra de Jesús y en cada esquina se ponía a rezar y a hablar de Dios.
En esa época hablar de Dios sin ser sacerdote significaba blasfemar, ya
que se aplicaba a toda persona que no tenía autoridad sacerdotal para lo
mismo y era mal visto en Xochimilco, por lo que más de tres veces fue
agredido por el pueblo. Después le dio por recoger en todos los barrios
las muñecas que estaba tiradas en la basura, más tarde se perdió, pues
nadie preguntaba por él, por lo que no se sabía si aún vivía.
Pero cuando se realizó el rescate ecológico de Xochimilco en los años
noventa y el lago estaba totalmente cubierto de Lirio Acuático, llamó la
atención que su chinampa estaba rodeada de muñecas y en esa zona
nadie vivía.
Era una choza hecha de chinami, carrizo, ramas de ahuejote y zacatón, y
él a nadie recibía, vivía como un ermitaño.
Con el tiempo comenzaron a llegar periodistas que lo querían entrevistar
y yo fui la persona afortunada a quien aceptó con los mismos, porque él
se acordaba de mi persona cuando lo atendía en la pulquería Los Cuates.
Él no quería hablar sobre las muñecas que tenía en su chinampa, pero
después él aceptó darnos su versión sobre las mismas.
El decía que estaba allí para ahuyentar a los malos espíritus y para que se
dieran mejor sus cosechas. Platicaba que las muñecas aparecían de
repente y que ellas lo acompañaban por las noches.
Tenía una muñeca preferida que era La Moneca, de todas las chozas que
tenía, siempre la trasladaba de una a otra. Una de las chozas estaba llena
de mulitas que él hacía con hojas de maíz y las tenía colgando, también
tenía cruces que hacía con pedazos de madera de ahuejote, recortes
y fotografías de personajes de la política, delegados de Xochimilco,
artistas, estudiantes y gente que lo iba a visitar.
Su cocina estaba al aire libre y tenía un tlecuil hecho con lodo, un comal
de fierro, tenía en su cocina alrededor, colgados carpas secas que
pescaba frente a su chinampa, también tenía recortes de periódicos que
los periodistas le regalaban de los reportajes que le hacían
Las personas que se encargaban de cuidarlo estaba su hermana y su
sobrino El Chope, quien era el encargado de llevarle diariamente
su comida y su desayuno, también era el que bajaba a Xochimilco a
vender sus cultivos de su tío Don Julián.
Platicando con su sobrino, se le preguntó que cómo había sido el
accidente y comentó que para él y su tío era un día común y corriente:
Temprano habían sacado agualodo (lodo del fondo de l canal para hacer
el chapin (composta de lirio acuático en donde encima se coloca el lodo,
se deja reposar tres días y con un cuchillo hacen cuadros y en cada uno
se depositan la semilla) para hacer sus siembras).
Después fue a realizar otras cosas a la parte de atrás y se puso a pescar
con anzuelo como siempre lo hacía y le comentó a su sobrino y le
comentó que un pez se le había escapado dos veces.
Después le llamó Don Julián a su sobrino mostrándole el pescado que
agarró, grande de por lo menos 4 ó 5 kilos y dijo:
-" ya lo tengo, él que se me había escapado"
El sobrino le contestó que estaba bien.
Don Julián entonces, le comentó que la sirena le había estado llamando
por que se lo quería llevar y entonces le dijo que le iba a cantar para que
no se lo llevara, porque al parecer anteriormente ya le había comentado
su tío que cantándole a la sirena no se lo llevaba y le dijo su sobrino que
tuviera cuidado.
-Yo voy a ordeñar las vacas y ahorita regreso. Entonces cuando el
sobrino regresó con la leche, buscó a su tío, y descubrió que se había
ahogado, lo que sucedió muy rápido.
Sus familiares, están muy dolidos de haber perdido a Don Julián, pero
dentro de su tristeza ellos están conformes pues su tío murió donde él
quería, junto con sus muñecas y la sirena del que tanto hablaba se lo
había llevado.
El señor Julián era el clásico nativo de Xochimilco, delgado, lampiño, de
barbita y bigote ralo, su cuerpo está siendo velado en la casa de su
hermana en el Barrio de Xaltocan, en la calle prolongación 16 de
septiembre con el número 136.
Su misa de cuerpo presente será a las 11:00 horas en la iglesia de Barrio
de La Asunción y será sepultado en el Panteón municipal de Xochimilco
Xilotepec.
La Leyenda de La Estrella de
México
Leyenda mexicana sobre una mujer muy bella, apodada La Estrella de Mexico, y una historia de amor
trágica. Ciudad de Mexico.
Sin tener una fecha exacta del suceso se comenta, que una noche con
motivo de haber recobrado la salud la Virreina se reunieron en palacio
las principales familias de México las cuales conformaban la corte que en
realidad era una caricatura de la de España, pero en cuanto a lujo y
opulencia a veces la superaba ya que en México vivían los dueños de las
minas de Taxco en Guerrero, Real del Monte en Hidalgo, Fresnillo en
Zacatecas y Guanajuato.
Después de algún tiempo de haber iniciado la fiesta llegó una mujer
llamada Clara que cautivaba a los hombres y opacaba a las mujeres con
su belleza, una vez instalada, el hijo del Virrey se dedicó a cortejarla
obteniendo por respuesta el desaire, el fue quien la bautizó como La
Estrella de México.
Al término de la fiesta, Clara salió hacia su casa ubicada en la esquina
formada por las actuales calles de Argentina y Luis González Obregón,
pasado algún tiempo apareció por la calle un joven llamado Gonzalo de
Leiva quien pretendía a Clara, después de entonar una canción, apareció
la bella mujer en su balcón iniciando así la clásica plática de los
enamorados jurándole Gonzalo amor eterno, al término de este
juramento se escucharon pasos que se aproximaban obligando a la
pareja a retirarse.
Gonzalo emprendió la huida empuñando, pero sin sacar su espada, al ver
que lo seguían se detuvo e hizo frente al desconocido quien se cubría el
rostro con una gran capa advirtiéndole que pretender el amor de Clara le
costaría muy caro, ante esta amenaza ambos iban a desenvainar en ese
lugar pero acordaron acudir a una zona mas apropiada y se dirigieron a
la Plaza de Santo Domingo.
En este lugar inicio el duelo, después de largos minutos uno de ellos
cayó herido, su adversario quiso prestarle ayuda pero no le fue posible
porque se acercaba la ronda y huyó.
En la tarde del siguiente día Doña Pánfila, madre de Clara, recibe en su
casa al Virrey que solicitó la mano de su hija disculpando a Carlos su hijo
por no poderlo acompañar ya que la noche anterior algo le salió mal en
su parranda.
Ante esta solicitud de matrimonio, Clara le pide al Virrey tres días para
tomar una determinación a lo cual accedió amablemente.
Acababan de despedir al Virrey cuando madre e hija salieron al balcón
atraídas por un murmullo y el paso de gran cantidad de gente, extrañada
Clara preguntó a su madre:
-¡Qué será eso madre mía!
-¿No escuchas doblar en San Ildefonso? Es un entierro, mira ya sale el
acompañamiento
-¿Será algún colegial noble o uno de los reverendos padres jesuitas?
-Era un joven, pobre familia está inconsolable. Los padres jesuitas han
puesto interés en que no se conozca cómo o por que fue su muerte pero
cómo los sirvientes en todo se entrometen dicen que fue un desafío por
amores, en la madrugada ya casi moribundo sus amigos lo llevaron a su
cuarto desde el lugar de la contienda, me han dicho que es hijo de la
señora de Leiva.
-¿Quién de los dos? por que son dos
-Gonzalo
-¡Gonzalo!
Después de la noticia Clara quedo inmóvil durante largo tiempo, ante
esta reacción su madre le pregunto el por que se sentía así a lo que
contestó:
-Porque ese joven...Gonzalo...era mi único amor, era el alma de mi vida.
Con él lo he perdido todo y hoy nada en el mundo vale para mí. Madre
concede mí última voluntad, entraré al monasterio...allí sepultaré mi
dolor.
-Respeto tu decisión, ya que has renunciado al matrimonio a mí no me
queda más que volver al campo y administrar la hacienda, de vez en
cuando vendré a visitarte...¿Y a qué convento prefieres entrar?
-A la Encarnación para estar cerca de ti y de la casa en que nací y me crié,
abriga para mí tantos y tan tiernos recuerdos.
-Hija, sabes que quiero dejar la corte y tengo una idea, yo no quiero
conservar la casa si no vives en ella conmigo, propondré a la religiosas
que te permitan habitarla.
-¿Cómo puede ser eso?
-Cerrando toda comunicación a la calle y abriendo una hacia el convento.
Así las monjas aumentarán su espacio con una finca más que puede
serles útil con el tiempo, y tú podrás vivir en la morada que tanto amas.
Tres días después, la casa se anexa al convento de la Encarnación y
la Estrella de México se eclipsó para siempre.
FIN
Aparición en la Basílica
Una de las leyendas que todavía se cuentan en nuestra ciudad, es la que
dicen las personas que visitan la Basílica de Guadalupe o los que por sus
circunstancias duermen en la escalinatas de dicho lugar.
Cuentan que hay ocasiones en las que ha sido vista una mujer que sale
de la Basílica vieja, portando una vela encendida, sin que el intenso
viento nocturno o una lluvia torrencial apaguen su flama . La mujer
camina en dirección a la Nueva Basílica y para sorpresa de muchos
atraviesa las paredes del edificio.
Algunos curiosos y otros que han sabido dominar el miedo han sido
testigos de que ya en el interior de la Nueva Basílica, la mujer deja la vela
como ofrenda y después de rezar una oración desaparece.
Tal vez se trata de un alma en pena que tiene como manda hacer la
visita al sagrado recinto o puede ser la manifestación de
algún compromiso que dejó de cumplir la persona a quien perteneció
dicha imagen. No lo sabemos pero queda el misterio de dicha aparición.
FIN
El charro
Allá por las afueras de la Ciudad de México, con dirección a Toluca, se
encuentra uno con los arbolados cerros y bosques ahora muy visitados y
cuyo parque nacional más conocido es el de "La Marquesa". Ahí cuentan
que en ciertos pueblos aledaños se hablaba de un charro que
ocasionalmente cabalgaba esos lugares y el encuentro con este
personaje era tan inesperado como enigmático.
En alguna ocasión, una señora a la que llamaban para auxiliar a las
mujeres cuando iban a dar a luz escuchó que tocaban su puerta
insistentemente. Ya era entrada la noche, por lo que abrió la puerta con
cierta reserva, pero grande fue su sorpresa al encontrarse con un hombre
vestido de charro, que le pidió que le acompañara para ayudar a parir
una mujer.
La señora tomó su rebozo, se encomendó a la santísima Virgen y
después de montar en el caballo que estaba amarrado de la rama de un
árbol afuera de su casa, acompañó al jinete a donde éste la llevó,
rezando un rosario en el camino.
Siendo de noche, la señora no reconoció los rumbos por donde el
mencionado personaje cabalgó, y llegó a un jacalito sencillo donde había
varias señoras y la futura madre que con quejas y lamentos se aguantaba
los dolores de las contracciones por el futuro parto.
Ella, le dijeron, era la esposa del charro. La señora partera, conocedora de
esos menesteres, hizo lo que siempre a la futura madre, la bañaba,
refrescaba su frente con una tela. Fue pasando la noche, las señoras
ayudaban a la mujer metiéndola a la bañera, respirando, luego la futura
madre se dormía entre contracción y contracción, hacía ruidos, jadeaba,
etc.
La señora partera deambulaba por la casa, el charro la acompañaba
afuera cuando ella salía y preguntaba cómo iban las cosas.
En un momento la partera salió del cuarto a refrescarse un momento, y le
explicaba al charro “se me hace que el bebé está por la mitad de la
cabeza, le falta poco para salir”.
Las otras señoras continuaron buscando posiciones cómodas para la
señora del charro, y luego estuvieron platicando de la ropita que ya
tenían para el niño y de lo mucho que lo esperaban y enseguida... la
futura madre sintió que se le salía! Fue rápidamente al cuarto del bebé.
No podía pujar ya que no controlaba nada, ni podía contenerlo. La
partera la agarró de las axilas por atrás, mientras las señoras ayudaron a
acuclillarse a la mujer y en un grito que más bien fue alarido... salió el
pequeño niño, llorando. Después de eso, con otra contracción, era la
placenta. Fue todo muy rápido, después de un proceso de varias horas.
Todos se pusieron contentos, incluso el charro, quien orgulloso,
reconocía según el sus rasgos en el rostro de la criatura, aunque esta
todavía estaba inflamada por el parto.
Pasó todo, y el charro devolvió a la señora partera a su casa, sin decir
palabra, pero cuando dejó a la señora en su casa nuevamente se
despidió de ella, le dio un costalito con monedas de oro y le advirtió a la
señora que guardara lo que había pasado esa noche como un secreto,
pues "no viviría para contarlo".
Indignada y también estremeciéndose de miedo por tal advertencia, la
señora se apresuró a meterse en su casa y cerró la puerta, asegurando
con un polín su puerta. Esperó a que se fuera el charro, esperaba
escuchar las pisadas del caballo, pero no escuchaba nada. Pasaron los
minutos y al poco rato se asomó para descubrir que el charro y el caballo
no estaban. Cómo había hecho para irse sin que el caballo hiciera
ruido?...
La confusión y el recelo por lo que había sucedido le duraron varios días
a la señora, pues no sabía si había soñado el suceso o realmente había
sucedido. Sin embargo, el costalito con que le había pagado el charro ahí
estaba, y no sabía qué hacer con esas monedas de oro, pues ¿qué origen
podían tener?
Después de varias semanas estaba como ausente, las vecinas la
saludaban y la señora las miraba como extrañada, invadida por dudas y
miedos. Así, llegó el día en que platicó con una vecina lo que había
ocurrido aquella noche y después de persignarse la vecina le aconsejó
que llevara las monedas a la iglesia y que no contara a nadie más lo que
había pasado. La partera dicen que siguió el consejo, hay quienes la
vieron dirigirse a la iglesia.
Sin embargo, a la mañana siguiente la señora ya no despertó de su
sueño nocturno. Amaneció acostada, con los ojos cerrados, su cuerpo sin
vida. Dicen algunos que se escuchó cabalgar al charro, pero no hay quien
lo pueda asegurar. Lo cierto es que se cumplió la advertencia del jinete,
quien le dijo que no contara sobre ese misterioso alumbramiento. Y del
pago que le hiciera, tampoco se supo nada. Tal vez fue que regresó por
su dinero, ¿quién sabe?
FIN
La calle de la mujer herrada
Por los años de 1670 a 1680, vivía en esta ciudad de México y en la casa
número 3 de la calle de la Puerta Falsa de Santo Domingo, ahora número
100, calle atravesada entonces de Oriente a Poniente por una acequia,
vivía, digo, un clérigo eclesiástico; mas no honesta y honradamente como
dios manda, sino en incontinencia con una mala mujer y como si fuera
legítima esposa.
No muy lejos de allí pero tampoco no muy cerca, en la calle de las Rejas
de Balbanera, bajos de la ex-Universidad, había una casa que hoy está
reedificada, la cual antiguamente se llamó Casa del Pujavante, porque
tenía sobre la puerta "esculpido en la cantería un pujavante y tenazas
cruzadas", que decían ser "memoria" del siguiente sobrenatural caso
histórico que el incrédulo lector quizá tendrá sin duda por conseja
popular.
En esta casa habitaba y tenía su banco un antiguo herrador, grande
amigo del clérigo amancebado, compadre suyo, quien estaba al tanto de
aquella mala vida, y como frecuentaba la casa y tenía con él mucha
confianza, repetidas ocasiones exhortó a su compadre y le dio consejos
sanos para que abandonase la senda torcida a que le había conducido su
ceguedad.
Vanos fueron los consejos, estériles las exhortaciones del "buen
herrador" para con su "errado compadre" que cuando el demonio
tornase en travieso Amor, la amistad es impotente para vencer tan
satánico enemigo.
Cierta noche en que el buen herrador estaba ya dormido, oyó llamar a la
puerta del taller con grandes y descomunales golpes, que le hicieron
despertar y levantarse más que de prisa.
Salió a ver quién era, perezoso por lo avanzado de la hora; pero a la vez
alarmado por temor de que fuesen ladrones, y se halló con que los que
llamaban eran dos negros que conducían una mula y un recado de su
compadre el clérigo, suplicándole le herrase inmediatamente la bestia,
pues muy temprano tenía que ir al Santuario de la Virgen de Guadalupe.
Reconoció en efecto la cabalgadura que solía usar su compadre, y
aunque de mal talante por la incomodidad de la hora, aprestó los
chismes del oficio, y clavó cuatro sendas herraduras en las cuatro patas
del animal.
Concluida la tarea, los negros se llevaron la mula, pero dándole tan
crueles y repetidos golpes, que el cristiano herrador les reprendió
agriamente su poco caritativo proceder.
Muy de mañana, al día siguiente, se presentó el herrador en casa de su
compadre para informarse del por qué iría tan temprano a Guadalupe,
como le habían informado los negros, y halló al clérigo aún recogido en
la cama al lado de su manceba.
- Lucidos estamos, señor compadre - le dijo -; despertarme tan de noche
para herrar una mula, y todavía tiene vuestra merced tirantes las piernas
debajo de las sábanas, ¿qué sucede con el viaje?
- Ni he mandado herrar mi mula, ni pienso hacer viaje alguno - replicó el
aludido.
Claras y prontas explicaciones mediaron entre los dos amigos, y al fin de
cuentas convinieron en que algún travieso había querido correr aquel
chasco al bueno del herrador, y para celebrar toda la chanza, el clérigo
comenzó a despertar a la mujer con quien vivía.
Una y dos veces la llamó por su nombre, y la mujer no respondió, una y
dos veces movió su cuerpo, y estaba rígido. No se notaba en
ella respiración, había muerto.
Los dos compadres se contemplaron mudos de espanto; pero su
asombro fue inmenso cuando vieron horrorizados, que en cada una de
las manos y en cada uno de los pies de aquella desgraciada, se hallaban
las mismas herraduras con los mismos clavos, que había puesto a la mula
el buen herrador.
Ambos se convencieron, repuestos de su asombro, que todo aquello era
efecto de la Divina Justicia, y que los negros, habían sido los demonios
salidos del infierno.
Inmediatamente avisaron al cura de la Parroquia de Santa Catarina, Dr. D.
Francisco Antonio Ortiz, y al volver con él a la casa, hallaron en ella la R.
P. Don José Vidal y a un religioso carmelita, que también habían sido
llamados, y mirando con atención a la difunta vieron que tenía un freno
en la boca y las señales de los golpes que le dieron los demonios cuando
la llevaron a herrar con aspecto de mula.
Ante caso tan estupendo y por acuerdo de los tres respetables testigos,
se resolvió hacer un hoyo en la misma casa para enterrar a la mujer, y
una vez ejecutada la inhumación, guardar el más profundo secreto entre
los presentes.
Cuentan las crónicas que ese mismo día, temblando de miedo y
protestando cambiar de vida, salió de la casa número 3 de la calle de la
puerta Falsa de Santo Domingo, el clérigo protagonista de esta verídica
historia, sin que nadie después volviera a tener noticia de su paradero.
Que el cura de Santa Catarina, "andaba movido a entrar en religión, y con
este caso, acabó de resolverse y entró a la Compañía de Jesús, donde
vivió hasta la edad de 84 años, y fue muy estimado por sus virtudes, y
refería este caso con asombro". Que el P. Don José Vidal murió en 1702,
en el Colegio de San Pedro y San Pablo de México, a la edad de 72 años,
después de asombrar con su ejemplar vida, y de haber introducido el
culto de la Virgen, bajo la advocación de los Dolores, en todo el reino de
la Nueva España.
FIN
El charro y la partera
En cierta localidad a la parte norte del país solía cabalgar un misterioso
charro que se aparecía repentinamente a los habitantes.
Una noche allí llegó un charro a solicitar los servicios de una partera y la
llevó a su jacal, donde la partera asistió a su mujer hasta que parió.
El charro regresó al lugar y le pago con varias monedas de oro, pero le
advirtió que guardara en secreto el parto o se moriría. Indignada y
asustada por la advertencia la partera entró a su hogar y espero a que se
retirara el charro.
Como no escucho las pisadas de su caballo pensó que seguía fuera de su
casa y se asomó a la ventana para descubrir asombrada que no había
nadie.
Ella estuvo confundida y recelosa durante varios días por la advertencia y
la silenciosa desaparición del charro. Durante varias semanas estuvo
absorta en sus pensamientos, y miraba extrañada a sus conocidos.
Cierto día le platicó todo lo sucedido a una vecina quien le aconsejó no
contárselo a nadie más y dejar las monedas en la iglesia, así lo hizo la
partera.
Sin embargo, a la mañana siguiente la partera amaneció muerta, pero
con el aspecto de seguir durmiendo y algunos rumoraron que
escucharon cabalgar al charro cerca de ahí.
Se cumplió la advertencia de aquel charro, aquellas
monedas desaparecieron y se rumoró que el charro regresó a recogerlas.
FIN
Las campanas de la Basílica
Hace años, había un capellán en la antigua Basílica de Guadalupe, se dice
que la persona era muy cumplida y puntual, que nunca dejó de hacer
bien su tarea.
En cierta época en la que el clima se volvió hostil con los habitantes de la
Ciudad de México, el viento fue tan frío que hubo muchas personas que
con tan solo recibir un soplido de aire gélido se enfermaron gravemente.
Una de las víctimas de dicha temporada fue el capellán, que en dos días
vio mermada su salud, a tal grado que sentía escalofríos constantes y
ardía en calentura.
Sin embargo, incluso cuando había caído en cama por razones de
enfermedad había sido muy celoso de cumplir con su responsabilidad,
por lo que a la hora que le correspondía se levantaba a hacer su trabajo,
a pesar de las recomendaciones del Abad y de las personas cercanas que
le indicaban que debía guardar reposo, pero éste continuó haciendo el
esfuerzo de ir a las cuerdas y tocar las campanas, no dejando a nadie que
lo hiciera por él.
Tantas levantadas y exponerse al frío hicieron que no le hicieran efecto
los preparados medicinales que le llevaban las ancianas y los baños de
pies fueron contraproducentes porque salía con el cuerpo caliente y
regresaba en estado de choque por el cambio de temperatura.
La muerte sorprendió al capellán había sido durante mucho tiempo el
encargado de tocar las campanas de la Basílica antigua, siendo digno de
reconocimiento su empeño en continuar haciendo su labor, pero
también fue el centro de comentarios que hacían ver su inútil terquedad,
ignorando las recomendaciones que le hacían, ya que si se hubiera
cuidado podría haber salido de la enfermedad.
Sin embargo, desde entonces se cuenta que hay veces en que las
campanas comienzan a sonar sin motivo aparente. La gente atribuye a
esto que tal vez el alma del capellán aún sigue cumpliendo con su tarea.
Ya tiene tiempo que se retiraron las cuerdas para mover las campanas, y
el fenómeno sigue repitiéndose aún. Como no podemos considerar que
sea una mentira hasta que se compruebe lo contrario, mejor es dejar la
incógnita y seguir esperando a que la ciencia o la religión nos den la
respuesta a este hecho.
Aunque es encomiable la entrega del capellán a su tarea, nosotros
podemos tomar de este sucedido una lección que nos indica que es
mejor la prudencia.
FIN
Apariciones y una mujer de
negro en el Panteón de Santa
Paula
En la Colonia Guerrero has de saber que antes había un panteón, el
panteón de Santa Paula. Era un panteón muy famoso porque ahí
sepultaron a gente importante del siglo XIX y hasta a Santa Anna, el
dictador, ahí le dieron cristiana sepultura con todos los honores a la
pierna que le volaron en una guerra.
Resulta que, según la leyenda, en ese panteón había muchas apariciones
y espantos que, según esto, mucha gente había tenido la mala fortuna de
ver. Y también decían que se escuchaban llantos en las noches.
Pero la leyenda que más nos asustaba era una que del panteón salía una
muerta que andaba toda vestida de negro, así como de luto, pero era
una muerta, y según esto que la veían a media noche que cruzaba las
rejas del panteón que siempre estaban cerradas a esas horas, y se iba
caminando hasta meterse en una casona muy grande que había por ahí.
La meritita verdad no se sabe cuál casa haya sido ni si todavía esté en pie
porque tumbaron muchísimas construcciones antiguas por todas partes.
FIN
Leyendas de las Peñas
Cuenta la leyenda que las Peñas de nuestro querido Jilotepec era en la
antigüedad un pueblo al que los dioses habían dotado de toda clase de
privilegios, mucha agua, comida, trabajo y diversiones, sin embargo la
gente vivía tan plenamente que comenzó a abusar de la naturaleza, y a
cometer toda clase de excesos y desvaríos tal como las antiguas ciudades
de Sodoma y Gomorra, por lo que los dioses quisieron darle un castigo
para que las generaciones futuras aprendieran a valorar lo que la
naturaleza y la vida nos da. Así que decidieron encantar la ciudad
convirtiéndolos en piedra.
Tiempo después el pueblo que se ubica en las faldas de esos cerros,
decidió hacer el rito que contaban los ancianos según el cual, de seguirse
al pie de la letra, desencantaría al antiguo pueblo de las Peñas.
Así que se reunieron todos en torno a la fuente que todavía se puede ver
y ahí tomó la palabra el más viejo de los habitantes diciendo- “Estamos
aquí reunidos para pedir su ayuda y desencantar el antiguo pueblo de las
Peñas, díganos por favor ¿Qué debemos hacer?
De pronto se apareció una mujer hermosísima que nunca antes nadie
había visto, al tiempo que una voz como de ultratumba les decía:
"El más puro y honesto del pueblo debe llevar en sus espaldas a esta
mujer hasta la capilla de su pueblo, pero nunca, por nada del mundo
debe voltear a verla, por más curiosidad, o invitaciones que reciba de
ella, no deberá voltear ni mucho menos mirarla”
De pronto un joven, al que todos en el pueblo apreciaban dijo: “Yo la
llevaré, yo puedo hacer ese encargo y tendré cuidado en cumplir
mi misión”
Así que el joven entusiasmado también por la belleza de la mujer la tomó
sobre sus espaldas y comenzó a caminar por el camino hacia la capilla
del pueblo. Sin embargo, conforme avanzaba, la carga empezó a hacerse
más pesada. Cada vez que daba un nuevo paso parecía que aumentaba
el peso de la mujer y su misión parecía complicarse a cada momento.
Seguía, aunque a cada momento sus piernas le respondían menos.
Muerto de curiosidad por saber qué era lo que tanto le pesaba volteó
hacia la mujer olvidando lo que le habían dicho los dioses y se dio cuenta
que su pesada carga era una enorme serpiente que conforme avanzaba
crecía y crecía por eso el peso aumentaba cada vez más.
Justo en el momento en el que el joven cruzo su mirada con la serpiente,
todos los que habían subido a ver el momento en que se desencantaría
el pueblito de las peñas quedaron convertidos en piedra, incluyendo a la
serpiente y a su cargador.
FIN
La leyenda del charro negro
Por las noches en los montes de Estado de México se ven bolas de fuego
saltando de un árbol a otro mientras avanzan sigilosamente hasta llegar
al pueblo.
Me dijeron que cerca del pueblo de San Juan, en México, un hombre que
conducía su camión de carga por la carretera a altas horas de la
madrugada de pronto se chocó con una figura de mujer y el espíritu de
ésta le atravesó todo el cuerpo al golpearla con su camión.
El señor, entre confuso y disgustado, se bajo de la cabina para asistir a la
mujer a la que creyó haber atropellado, pero en su lugar se encontró a
un gran murciélago negro, mal herido. Decidió, pues, llevárselo para
entregárselo a alguna veterinaria, echándolo en la parte de atrás del
camión, en el remolque donde llevaba toda la carga.
Al cabo de unos minutos, mientras conducía, comenzó a escuchar ruidos,
gritos y muchos golpes en la parte trasera del camión. De inmediato paró
el camión, bajo de nuevo de la cabina y fue a ver qué pasaba en el
remolque. Al abrir el portón de carga el ruido cesó. Se había esfumado el
murciélago y en su lugar apareció el cuerpo de una mujer muerta.
Si os da pánico leerla, el testigo que me argumentó la historia en su
momento, había sido partícipe directo de una de ellas. Imaginaos la
expresión de su rostro mientras me lo narraba todo junto a una pequeña
hoguera con cuatro maderas ardiendo y sólo el resplandor del fuego nos
servía de luz para vernos las caras en esa oscura noche.
FIN
Temasclatepec, una leyenda
de plata
Se cuenta que en el siglo XVI un fugitivo de la cárcel de Zacatecas,
buscando un lugar dónde ocultarse, llegó hasta las estribaciones del
Nevado de Toluca.
Descendió por una profunda barranca y al llegar al fondo decidió
quedarse a vivir ahí, deslumbrado por el cálido clima y la hermosa
vegetación.
Poco después, al encender una fogata para preparar sus alimentos se dio
cuenta de que escurría un hilillo plateado: había encontrado una rica veta
de plata.
Supo del descubrimiento el virrey Antonio de Mendoza, quien mandó
llamar al fugitivo y le ofreció el perdón de su condena si declaraba el sitio
exacto de la veta.
Años más tarde el zacatecano, convertido en próspero minero, hizo traer
de España una hermosa imagen, el Cristo del Perdón, que desde
entonces se venera en Temascaltepec.
FIN
El Perro Prieto
En Alvarado había empezado a correr el rumor de que un hombre malo
molestaba mujeres, amenazaba maridos, robaba cosechas... muchos
habían sido víctimas de las fechorías de ese hombre y, aunque casi todo
el pueblo se lo había topado, nadie sabía quién era, donde vivía ni cómo
se llamaba.
La gente del pueblo se reunió y todos acordaron buscar al hombre malo
para enfrentarlo y obligarlo a dejar el pueblo, pero él no apareció.
Nadie volvió a verlo después de ese día, como si supiera que lo
esperaban para lincharlo. Un día, una señora que salía del mercado con
sus frutos para la comida, se topó con un perro prieto que no le permitía
el paso. Era un perro de mirada profunda, colmillos afilados y un gruñido
que espantaba; no ladraba, pero su presencia intimidó a la señora que no
se atrevía a acercarse más al perro.
Cuando su hijo la vio afuera del mercado, le dijo que su padre la
esperaba en casa. “¿Qué haces, pues?” preguntó el hijo. “Nada, que este
perro no me deja pasar”, contestó la señora. “Es solamente un perro
hambriento, dale un pedazo de pan y no va a molestarte”. La señora hizo
lo que su hijo le dijo, sacó un pedazo de pan de su morral y se lo ofreció
al perro; éste aceptó el regalo de la señora pero no dio tiempo a que ella
retirara la mano y se la mordió; así, frente a su hijo y frente a la gente
que andaba por ahí, el perro le arrancó la mano de una mordida y luego
salió corriendo. Todos quedaron espantados, porque era normal ver
perros en el mercado y nunca había pasado nada parecido.
Otro día, cuando unos campesinos volvían a su casa después de una
larga jornada de trabajo, el perro prieto les salió al paso y los campesinos
quisieron ser amistosos con él pues parecía que se iba a dejar acariciar,
pero cuando estuvo cerca, los hombres se asustaron porque tenía la
mirada profunda y mostraba sus brillantes colmillos amenazadores. Los
campesinos quisieron rodearlo, y el perro no se los permitió atacando a
uno de ellos, dejándole un impresionante agujero en la pantorrilla. Los
días siguientes la gente estaba temerosa del perro, no
ofrecían alimento ni saludos a ningún perro en la calle, pero el perro no
esperó que la gente se volviera a acercar a él, simplemente comenzó a
hacer fechorías en el mercado, se metía a las casas y comía lo que
encontraba, destrozaba todo a su paso y consiguió que todo el pueblo lo
odiara.
Un día un hombre se encontró con el perro en el mercado destruyendo
un puesto de frutas, entonces se armó de valor y empezó a golpearlo
con una vara de pirul. Le pegó y le pegó hasta que el perro no pudo
moverse. La gente se acercó para ver cómo el hombre acababa con el
perro prieto; cuando todos aplaudieron festejando la gran hazaña, el
perro se enderezó parándose sobre sus patas traseras y, con sus patas
delanteras, comenzó a arrancarse el pellejo de la cara. Para sorpresa de
todos, bajo aquel pellejo apareció el hombre desconocido que semanas
atrás había hecho maldades en el pueblo. El hombre malo se despojó de
su piel de perro y se echó a correr ante la mirada atónita del pueblo.
Nunca lo volvieron a ver y nadie supo cómo había ocurrido aquello, pero
lo cierto es que los perros del pueblo, nunca volvieron a recibir el trato
amable al que estaban acostumbrados.
FIN
La Señora de Negro
En Naranjillos había una muchacha muy guapa que acababa de quedar
huérfana. Un día, una amiga suya llegó a contarle que habían visto a su
madre en el camino del Barrial, cerca del pueblo. La muchacha no creyó
lo que su amiga le dijo, “está bien muerta y enterrada” –le contestó-. Sin
embargo, su amiga no había sido la única en ver aquella aparición,
muchas señoras del pueblo se encontraron en el camino del Barrial a la
señora vestida de negro; sucia, enlodada y con el pelo enmarañado. Le
preguntaban quién era o a quién buscaba, pero la mujer de negro no
contestaba, todos creían que era muda.
Seguían viendo a la mujer deambulando de arriba para abajo en el
camino del Barrial y la gente empezó a comprender que era un alma en
pena. La amiga de la muchacha fue a hablar con ella:
“Es tu mamá, estoy segura” –dijo la amiga-.
“Pero si está muerta” –aseguraba la muchacha-.
“Es ella, seguro anda penando... ¿has cuidado bien a tus hermanos?” –
Inquirió con algo de timidez-. A la muchacha no le agradó la pregunta, y
poniéndose nerviosa se fue. Al día siguiente una señora del pueblo se
encontró con la muchacha que traía cara de desvelada y, en general, un
aspecto deplorable.
“¡A ver si vas dejando a ese hombre casado!” –espetó de pronto la
señora. “Ve a cuidar a tus hermanos y deja descansar el alma de tu
madre que anda en pena”. La muchacha se estremeció, ya que
efectivamente era la amante de un señor casado y se pasaba con él toda
la noche, de modo que en las mañanas no se encontraba en condiciones
de atender a sus hermanos ni de salir a trabajar.
Acongojada, decidió ir al camino del Barrial a comprobar si era cierto lo
que le decían. Al llegar, encontró a la mujer de negro, se acercó y la
reconoció; era su madre. La mujer se puso a llorar; no le dijo nada, pero
la muchacha sentía que su madre lo sabía todo, siempre había sido así,
adivinaba sus emociones y sus pensamientos. La mujer de negro calmó
su llanto y se perdió en el fondo del camino. La muchacha sintió el vacío
que dejó su madre y advirtió la súplica que su llanto llevaba.
Con la intención de librarse de la culpa, fue a buscar a su amante y le dijo
que no volvería a verlo más, luego fue a su casa y prometió a sus
hermanos que nunca los dejaría solos.
Ese fue el último día que la mujer de negro se apareció en el Barrial,
camino de Naranjillos.
FIN
La Cochina
Se cuentan muchas historias de hombres machos y celosos, pero ésta
historia que se difundió en San Andrés Tuxtla, es especial. Se dice que
había un señor muy macho que no dejaba salir de su casa a su mujer, no
quería que nadie la viera porque enseguida lo invadían los celos, temía
ser la burla del pueblo, ponía especial cuidado en su reputación y no se
arriesgaba a que su esposa anduviera en boca de todos.
-“No tienes nada qué hacer allá afuera; tu trabajo está acá adentro, en la
casa. Además, ¿para qué quieres salir? Vas a espantar a todos con esa
cara de bruja”.- Así hablaba el hombre y su esposa nada más se reía
porque él no estaba tan equivocado; la mujer tenía poderes de bruja y
por las noches se convertía en cochina. En cuanto su marido se dormía, la
vieja se transformaba y salía de la casa.
Todas las noches iba a pasear por el pueblo, tranquilamente, sin que su
marido se enterara. Un día, a la mujer se le ocurrió entrar a merodear en
la casa de un señor más gruñón que su marido; cuando el señor
descubrió a la cochina, agarró el machete y le rebanó una nalga. La
cochina salió corriendo y regresó a su casa muy asustada.
A la mañana siguiente, el hombre descubrió que a su mujer le faltaba
una nalga... “No sé –dijo la mujer- ni cuenta me di, pa’mí que alguien me
embrujó”. El hombre salió a buscar ayuda y en el camino se encontró al
señor gruñón, que era su amigo. Se saludaron y el hombre gruñón le
contó al marido celoso lo que él nunca hubiera querido escuchar:
“Anoche entró una cochina mañosa a mi casa y le rebané una nalga”. El
marido celoso volvió corriendo a su casa, e iba decidido a golpear a su
mujer. Llegó a su casa pegando de gritos, y cuando abrió la puerta, una
cochina salió corriendo a toda velocidad; el marido buscó a su esposa
pero nunca la encontró.
FIN
El Sambomono
En el pueblo de Tres Zapotes vivía Juanito con su papá. Era un niño
solitario, no le gustaba compartir sus juegos con otros niños. Cuando
todos iban a nadar al río, Juanito se apartaba y nadaba solo; cierto día,
sus compañeros fueron a espiarlo al otro lado del río y se llevaron una
gran sorpresa: Juanito tenía todo el cuerpo cubierto de pelo y detrás le
colgaba una cola. Inmediatamente sus compañeros empezaron a
burlarse de él: “Juanillo, el oso” –le decían- mientras algunos lo jalaban
de la cola y otros se acercaban a tocarlo.
En cuanto pudo, Juanito se escapó y fue a buscar a su padre. Le contó lo
que había pasado en el río, y le dijo que ya no quería volver nunca ahí ni
tampoco a la escuela, y que no deseaba ver a nadie, porque había
sentido una rabia casi incontrolable. “Ya lo sabes papá, tengo cuerpo de
oso y fuerza de oso, y si me molestan voy a acabar matándolos”.
El papá de Juanito estaba muy preocupado, “qué crueles son los niños” -
pensaba-. Pero no encontraba las palabras para convencer a su hijo de
que ignorara las burlas de sus compañeros, ya que Juanito estaba
convencido de dejar el pueblo: “Me voy a ir pa’l monte, papá, y que
nadie me busque porque me los sueno”. El papá no podía aceptar la idea
de separarse de su hijo, pero tampoco pudo detenerlo; sólo le quedó el
consuelo de ir a visitarlo de vez en cuando; “tienes que anunciar tu
llegada con este caracol de mar” –le dijo Juanito, “si no, yo no voy a
saber que eres tú”.
Juanito se fue y al poco tiempo empezaron a escucharse
unas terribles historias de desaparecidos en el monte. Los que se
internaban entre la arboleda, no volvían a aparecer y por las noches se
escuchaban gritos de terror que provenían del monte. Con el tiempo
hubo quien alcanzó a ver al animal del monte; era un humano
con cuerpo peludo y con cola. La gente empezó a llamarle Sambomono,
decían que era un animal solitario que atrapaba gente para no aburrirse.
El padre escuchaba esas historias y no se atrevía a hablar de su hijo. Lo
único que pudo hacer fue recomendarle a la gente que no anduviera
cerca de ahí y que, para cruzar el monte, lo mejor sería que lo hicieran
tocando un caracol de mar, así el animal no atacaría. La gente siguió el
consejo del papá de Juanito, pero nadie supo nunca que se trataba de su
hijo.
El padre logró salvar algunas vidas, pero no dejaba de pensar “qué
crueles son los niños”.
FIN
La Mulata de Córdoba
Cuenta la tradición, que hace más de dos siglos y en la poética ciudad
de Cordoba, vivió una célebre mujer, una joven que nunca envejecía a
pesar de sus años. Nadie sabía hija de quién era, pero todos la llamaban
la Mulata.
En el sentir de la mayoría, la Mulata era una bruja, una hechicera que
había hecho pacto con el diablo, quien la visitaba todas las noches, pues
muchos vecinos aseguraban que al pasar a las doce por su casa habían
visto que por las rendijas de las ventanas y de las puertas salía una luz
siniestra, como si por dentro un poderoso incendio devorara aquella
habitación.
Otros decían que la habían visto volar por los tejados en forma de mujer;
pero despidiendo por sus negros ojos miradas satánicas y sonriendo
diabólicamente con sus labios rojos y sus dientes blanquísimos.
De ella se referían prodigios.
Cuando apareció en la ciudad, los jóvenes, prendados de su hermosura,
disputabanse la conquista de su corazón.
Pero a nadie correspondía, a todos desdeñaba, y de ahí nació la creencia
de que el único dueño de sus encantos, era el señor de las tinieblas.
Empero, aquella mujer siempre joven, frecuentaba los sacramentos,
asistía a misa, hacía caridades, y todo aquel que imploraba su auxilio la
tenía a su lado, en el umbral de la choza del pobre, lo mismo que junto al
lecho del moribundo.
Se decía que en todas partes estaba, en distintos puntos y a la misma
hora; y llegó a saberse que un día se la vio a un tiempo en Córdoba y en
México; "tenía el don de ubicuidad" - dice un escritor - y lo más común
era encontrarla en una caverna. "Pero éste - añade - la visitó en una
accesoria; aquél la vio en una de esas casucas horrorosas que tan mala
fama tienen en los barrios más inmundos de las ciudades, y otro la
conoció en un modesto cuarto de vecindad, sencillamente vestida, con
aire vulgar, maneras desembarazadas, y sin revelar el mágico poder de
que estaba dotada."
La hechicera servía también como abogada de imposibles. Las
muchachas sin novio, las jamonas pasaditas, que iban perdiendo la
esperanza de hallar marido, los empleados cesantes, las damas que
ambicionaban competir en túnicas y joyas con la Virreina, los militares
retirados, los médicos jóvenes sin fortuna, todos acudían a ella, todos
invocaban en sus cuitas, y a todos los dejaba contentos, hartos y
satisfechos.
Por eso todavía hoy, cuando se solicita de alguien una cosa difícil, casi
irrealizable, es costumbre exclamar: -¡No soy la Mulata de Cordoba!
La fama de aquella mujer era grande, inmensa. Por todas partes se
hablaba de ella y en diferentes lugares de Nueva España su nombre era
repetido de boca en boca.
"Era en suma -dice el mismo escritor- una Circe, una Medea, una
Pitonisa, una Sibila, una bruja, un ser extraordinario a quien nada había
oculto, a quien todo obedecía y cuyo poder alcanzaba hasta trastornar
las leyes de la naturaleza... Era, en fin, una mujer a quien hubiera
colocado la antigüedad entre sus diosas, o a lo menos entre sus más
veneradas sacerdotisas; era un medium, y de los más privilegiados, de los
más favorecidos que disfrutó la escuela espirita de aquella
época!...¡Lástima grande que no viviera en la nuestra! ¡De qué portentos
no fuéramos testigos! ¡Qué revelaciones no haría en su tiempo! ¡Cuántas
evocaciones, cuántos espíritus no vendrían sumisos a su voz! ¡Cuántos
incrédulos dejarían de serlo!"
¿Qué tiempo duró la fama de aquella mujer, verdadero prodigio de su
época y admiración de los futuros siglos? Nadie lo sabe.
Lo que sí se asegura es que un día la ciudad de México supo que desde
la villa de Córdoba había sido traída a las sombrías cárceles del Santo
Oficio.
Noticia tan estupenda, escapada Dios sabe cómo de los impenetrables
secretos de la Inquisición, fue causa de atención profunda en todas las
clases de la sociedad, y entre los platicones de las tiendas del Parián se
habló mucho de aquel suceso y hasta hubo un atrevido que sostuvo que
la Mulata, no era hechicera, ni bruja, ni cosa parecida, y que el haber
caído en garras del Santo Tribunal, lo debía a una inmensa fortuna,
consistente en diez grandes barriles de barro, llenos de polvo de oro.
Otro de los tertulianos aseguró que además de esto se hallaba de por
medio un amante desairado, que ciego de despecho, denunción
en Cordoba a la Mulata, porque ésta no había correspondido a sus
amores.
Pasaron los años, las hablillas se olvidaron, hasta que otro día de nuevo
supo la ciudad, con asombro, que en el próximo auto de fe que se
preparaba, la hechicera, saldría con coroza y vela verde. Pero el asombro
creció de punto cuando pasados algunos días se dijo que el pájaro había
volado hasta Manila, burlando la vigilancia de sus carceleros...más bien
dicho, saliéndose delante de uno de ellos.
¿Cómo había sucedió esto? ¿Qué poder tenía aquella mujer, para dejar
así con un palmo de narices, a los muy respetables señores inquisidores?
Todos lo ignoraban. Las más extrañas y absurdas explicaciones circularon
por la ciudad. Hubo quién afirmaba, haciendo la señal de la cruz, que
todo era obra del mismo diablo, que de incógnito se había introducido a
las cárceles secretas para salvar a la Mulata. Quién recordaba aquello de
que dádivas quebrantan... rejas; y hubo algún malicioso que dijese que
todo lo vence el amor... y que los del Santo Oficio, como mortales eran
también de carne y hueso.
He aquí la verdad de los hechos.
Una vez, el carcelero penetró en el inmundo calabozo de la hechicera, y
quedóse verdaderamente maravillado al contemplar en una de las
paredes, un navío dibujado con carbón por la Mulata, la cual le preguntó
con tono irónico:
-¿Que le falta a ese navío? -Desgraciada mujer- contestó el interrogado,
si quisieras salvar tu alma de las horribles penas del infierno, no estarías
aquí, y ahorrarías al Santo Oficio el que te juzgase! ¡A este barco
únicamente le falta que ande! ¡Es perfecto! - Pues si vuestra merced lo
quiere, si en ello se empeña, andará, andará y muy lejos... - ¡Cómo! ¿A
ver? - Así - dijo la Mulata.Y ligera saltó al navío, y éste, lento al principio,
y después rápido y a toda vela, desapareció con la hermosa mujer por
uno de ls rincones del calabozo.
El carcelero, mudo, inmóvil, con los ojos salidos de sus órbitas, con el
cabello de punta, y con la boca abierta, vio aquello sorprendido. ¿Y
después? Hable un poeta:
Cuenta la tradición, que algunos años después de estos sucesos, hubo un
hombre, en la casa de locos detenido, y que hablaba de un barco que
una noche bajo el suelo de México cruzaba llevando una mujer de altivo
porte. Era el inquisidor; de la Mulata. Nada volvió a saber, mas se supone
que en poder del demonio está gimiendo: ¡Déjenla entre las llamas los
lectores!
FIN
El cerro del Tololoche
En el Cerro del Tololoche, por el lado de Santiago Miltepec, existe una
cueva a la que llaman Cueva del Tololoche y hace como cien años tenía
una abertura como de un metro de altura y para adentro era una especie
de subterráneo. Para entrar se tenían que llevar velas. A muchos
pastorcitos les gustaba entrar porque decían que "alguien" los llamaba y
cuando entraban sólo caminaban como veinte metros porque decían que
para adentro estaba muy oscuro.
Se cuenta que hubo un zapatero que haciendo una apuesta con sus
amigos, les dijo que como él era el más valiente, iba a entrar. Les
preguntó que qué querían que les trajera de seña y ellos le dijeron que
una naranja.
Al día siguiente se reunieron todos para acompañar al que iba a entrar a
la cueva. Se cuenta que el zapatero entró a las siete de la mañana,
saliendo a las ocho de la noche con la naranja que
había prometido llevarles.
Sus amigos le preguntaron que qué cosas había visto y él les contestó
que al entrar lo recibieron dos catrines preguntándole qué quería;
ofreciéndole dinero, lo que él quisiera pero que para que se lo dieran
tenía que dejar su firma escrita con sangre de la vena de su mano
izquierda.
El contestó que no iba por dinero, que iba solo por una naranja que les
había prometido a sus amigos y ellos contestaron que para que se la
pudiera llevar, tenía que hacer lo que ellos le ordenaran.
Lo primero que tuvo que hacer fue sentarse en una silla que era de
víbora. Los catrines le dijeron: "Ya sabes que si al sentarte no te muerde
la víbora, puedes llevarte la naranja y podrás salir, y si no; ya no sales".
El zapatero se paraba y se sentaba a fin de evitar que lo mordiera la
víbora. Viendo los catrines que la víbora no podía morderle, le dijeron
que ya se levantara. El hombre se levantó sudando por el esfuerzo que
había hecho para librarse de las mordeduras. Después le dijeron: -"Ahora
te toca sentarse en una acémila y tienes que correr a la orilla de una
laguna que tiene un chaflán alrededor.
El zapatero, contó a sus amigos; que se enredó la crin en una mano y con
la otra le pegaba a la acémila en la cabeza, para que no lo aventara al
agua. Viéndolo ya cansado, los catrines .se compadecieron de él y le
dijeron que ya se bajara.
Habiendo vencido estas pruebas, los catrines lo llevaron a ver montones
de dinero, árboles frutales de todas las especies. El cuenta que vio un
paraíso. Le decían:
-"Llévate lo que quieras pero tienes que dejar tu firma con sangre de la
vena de tu brazo izquierdo". El zapatero les volvió a repetir que no quería
dinero, que la apuesta que él había hecho era de una naranja. Entonces
ya le permitieron cortar la naranja que él quería. Cuando ya la tenía en la
mano el zapatero les dijo con palabras groseras:
-"Conforme me fueron a encontrar, váyanme a dejar". El hombre sintió
que lo tomaban de los dos brazos y lo llevaban volando. De repente se
vio fuera de la cueva. Salió espantado y vio que sus amigos estaban
esperándolo fuera de la cueva. Llevaba la naranja en la mano como
prueba de que había ganado la apuesta.
Cuentan que después de algún tiempo el zapatero desapareció.
El mencionado cerro lleva ese nombre porque cuentan que había dinero.
Creyendo los vecinos del pueblo que era obra del demonio, acordaron
reunirse con el objeto de ir a ver a los padres misioneros para que
conjuraran la entrada.
FIN
La cueva teresa
Entre los montes de la ex hacienda de La Huerta está una loma
llamada Cerro Teresa.
Se cuenta que un matrimonio de Zinacantepec tenía una yunta de
bueyes. Esa yunta, un día se les perdió, preguntaron por todos lados
pero nadie les dio razón. Entonces se les ocurrió seguir el rastro que los
animales habían dejado y así pudieron llegar hasta donde éstos estaban.
Cerca de ellos estaba una niña llamada Teresa, lavando.
Ellos le preguntaron que dónde vivía y ella les contestó que vivía en una
cueva. La niña a su vez les preguntó qué andaban haciendo por allí y
ellos le respondieron que andaban buscando la yunta que estaba cerca
de la cueva. Que era de ellos.
La niña les contestó:
-"Es verdad, yo fui por ella y para que se las regrese, necesitan llevar esta
gran piedra al Nevado de Toluca".
La pareja aceptó y cumplió con lo que la niña pedía pero llegando a la
laguna la niña les pidió que con su yunta la pasaran por enmedio de la
laguna hasta el otro extremo. La niña les advirtió que nada les pasaría,
pero que se les tenían que caer los pantalones, que iban a oírque les
gritaban, que iban a oír muchas voces. pero que no voltearan.
Al oír todo esto, el señor se resistió y ya no quiso pasar a la niña.
La niña les dijo:
-"Mire usted señor, esta es una ciudad encantada, cada peña es un
edificio y cada piedrita chiquita es una persona". "Si usted hace lo que le
pido, la ciudad volverá a ser la de antes":
Como el matrimonio se negó, la niña se perdió en la laguna junto con la
yunta de animales. La pareja volvió a su casa y desde entonces aquel
lugar se llama LA CUEVA TERESA
Platica nuestro informante que un pariente suyo, entró en dicha cueva, la
cual descubrió por casualidad porque él era pastor. Les contó que dentro
de la cueva hay pilares y corredores donde amarran los caballos que al
fondo de la cueva se encuentra una puerta, de la misma roca; con una
argolla para abrirla. Este señor jaló la argolla e intentó entrar pero no lo
hizo porque oyó una voz que le decía:
-"Si intentas abrir la puerta y quieres llevarte lo que deseas, te llevas todo
o no te llevas nada". Como no vio quién le hablaba, tuvo miedo y salió
corriendo. Llevó tal susto que al poco tiempo murió.
FIN