1. un espacio para leer deQuólibetmayo 2018 ♦ no 6
Quodlibet: lo que place o gusta. Es un vocablo que se usaba en las discusiones filosóficas y teológicas medievales
para designar un tema cualquiera. Quaestio de quolibet es una cuestión por discutir sobre un tema de libre elec-
ción. El vocablo se usa en música para designar piezas ligeras compuestas en contrapunto, como la Variación 30
de las Goldberg de J. S. Bach. Designa también composiciones de cantos infantiles para enseñar música a niños y
niñas. Lo usamos como nombre de este boletín para subrayar que es un espacio de lectura libre, por puro gusto.
Consejo de redacción: Francisco Quijano, Pablo Caronello, Marta García, Susana Ruani, Miguel Rivas
deQuolibet - Avenida Apoquindo 8600 - Las Condes - Santiago de Chile - Correo: kerygmachile@gmail.com
DEGUSTAR LA SABIDURÍA DEL JUDAÍSMO
Sin prever en qué territorios desconocidos tenía que adentrarme, me aventuré en unos
cursillos breves sobre las grandes religiones de la humanidad. Comenzamos con el Judaís-
mo, ahora estamos con el Islam. Por fortuna, encontré en la nube el sitio oficial del Gran
Rabino Jonathan Sacks, que contiene, como dice una parábola de otro judío, Jesús, un
tesoro de espiritualidad con cosas nuevas y cosas viejas.
Publicaré en los próximos números de este boletín varios textos suyos, divididos en cuatro
temas generales: 1. Amor, matrimonio y familia. 2. Principales fiestas judías. 3. Espiritua-
lidad judía cotidiana. 4. El Judaísmo y los desafíos de nuestros tiempos.
La riqueza del pensamiento del Rabino Sacks es presentar una espiritualidad religio-
sa de carácter laical, cultivada en la matriz del matrimonio y la familia, y abierta a los
desafíos de nuestros tiempos.
Lord Jonathan Sacks nació en Lambeth, Londres, el 8 de marzo de 1948. Casado
con Elaine Taylor Sacks, tienen tres hijos: Joshua, Dina y Gila. Del 1 de septiembre de 1991 al 1 de septiembre de 2013, fue
Gran Rabino de la United Hebrew Congregations of the Commonwealth. Participa en el diálogo interreligioso, ha publicado nume-
rosos artículos y libros, dicta conferencias a muy diversos auditorios. Desde su retiro como Gran Rabino, es profesor de derecho, filoso-
fía y Biblia en King’s College de Londres, en la Universidad de Nueva York y en la Universidad Yeshiva.
AMOR, MATRIMONIO Y FAMILIA EN EL JUDAÍSMO
Este primer número de la serie sobre el Judaísmo trata cuatro temas relacionados. El primer ensayo, breve, toca el tema del amor
entre el hombre y la mujer, que refleja el amor de Dios, principio de todo lo que existe, y que para nosotros es el principio igualmente
de nuestra vida. Sigue una conferencia dictada en el Vaticano acerca del matrimonio a la luz de Judaísmo. Los otros tres ensayos se
refieren a la vida en familia. En el seno familiar es donde empezamos a aprender a ser humanos. Para ello necesitamos un ambiente
acogedor en el que se nos aprecie y valore. En fin, el rabino Sacks nos ofrece unas cautelas –que dirían los clásicos hispanos de la
espiritualidad cristiana– para cambiar nuestra vida y crecer en humanidad.
Las estaciones del amor
El primer ensayo, breve, ofrece una interpretación muy fina de tres libros sapienciales: el Cantar
de los Cantares –el amor apasionado de la juventud–; el Libro de Rut –el amor leal que da
fruto–; y el Libro de Qohélet o Eclesiastés –el amor sereno que es plenitud de vida–.
El Shir HaShirim, Cantar de los Cantares (que se lee
en la tarde del Shabat chol ha’moed Pesah – el Sha-
bat de los días festivos de Pascua) no es el único
libro bíblico sobre el amor. Este es una emoción
compleja que no se puede definir desde una
perspectiva única, tampoco se hacen patentes al
mismo tiempo todas sus dimensiones. De una
manera sutil y de complejidad muy rica, los Sha-
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losh Regalim, Tres Festivales de Peregrinación, tienen
cada uno su libro especial, y cada libro es sobre
el amor, pero sobre diferentes fases del amor.
Shir HaShirim, Cantar de los Cantares, corres-
ponde a la Pesah, trata sobre el amor como pasión.
Los amantes son jóvenes. No se menciona el ma-
trimonio ni el hogar ni los hijos ni la responsabili-
dad. No piensan en el mañana ni en los demás.
Están obsesionados el uno con la otra recíproca-
mente. Viven conscientes de la ausencia de su pa-
reja y anhelantes de su presen-
cia. Así es como debe ser el
amor por un tiempo, si es que
ha de ser profundo y trans-
formador por todo el tiempo.
El Libro de Rut es el perga-
mino que leemos en Shabu’ot,
trata sobre el amor como leal-
tad: la lealtad de Rut para con
su suegra Noemí, de Booz para
con Noemí, de Rut y la heren-
cia familiar. Se trata de la
“bondad amorosa”*, la palabra
acuñada por Myles Coverdale
en su traducción de la Biblia de
1535, porque no pudo encon-
trar ninguna palabra en inglés [tampoco en espa-
ñol] que significara hesed. La historia, que comien-
za con la muerte, el duelo y la falta de hijos y ter-
mina con el matrimonio y el nacimiento de un
hijo, trata del poder del amor para redimir el do-
lor y la soledad y “dulcificar la vida en este mun-
do”. Trata de lo que Shir HaShirim no toca: el
matrimonio, la descendencia y la piedad para con
“los vivos y los muertos” (Rut 2, 20). En el Ju-
daísmo eso es también una parte importante del
amor, porque no somos solo un yo solo: somos
parte de la cadena viva de las generaciones.
En Sucot tenemos una tercera historia sobre el
amor: el amor se hace viejo y sabio. Qohelet, el Ecle-
siastés, es un libro que se puede malentender fácil-
mente como un ensayo sobre la desilusión, pero
eso se debe a una serie constante de traducciones
erróneas de una palabra clave, hebel. Se traduce de
varias formas como como “vanidad, vapor, sin
sentido, fútil, vano”, lo cual lleva a sus lectores a
pensar que el autor encuentra que la vida no tiene
propósito ni finalidad. Hebel no significa eso: signi-
fica “aliento fugaz”. Se trata de la brevedad de la
vida en la tierra. Comienza con el autor que busca
la felicidad en la filosofía (jojmah – sabiduría), en el
placer, el rogocijo, la acumulación de riqueza, las
casas elegantes, el jardín de las delicias, en las ten-
taciones seculares perennes. Y descubre que nada
de esto puede vencer a la muerte. Las cosas perdu-
ran, pero quienes las poseen, no. La sabiduría pue-
de ser eterna, pero los sabios mueren.
Derrotamos a la muerte, no buscando la inmor-
talidad de este mundo, sino por la simjah, el gozo
cuyo tejido es espiritual y moral, sobre la cual Wi-
lliam Blake escribió: “Quien se apega a una alegría
/ destruye una vida en vuelo.
/ Quien besa el gozo que
vuela / una eternidad avista”.*
Qohélet aprende que la felici-
dad no se encuentra en lo que
posee (sus apegos) sino en lo
que comparte. Existe no don-
de inviertes tu dinero, sino
donde te das tú mismo. Vive
en el trabajo y en el amor:
“Disfruta de la vida con la
mujer que amas, todo lo que
te dure esta vida fugaz, todos
estos años fugaces que te han
concedido bajo el sol; que esa
es tu suerte mientras vives y
te fatigas bajo el sol” (Qo 9, 9). Este es el amor
que ha crecido desde la pasión hasta la responsa-
bilidad y el gozo existencial: ese gozo de estar con
alguien a quien amas.
El mensaje esencial del judaísmo no está en
ninguno de estos libros por separado, sino en la
combinación de los tres. Eros es el fuego que le
da al amor su cualidad redentora, transformado-
ra y abierta a la pareja. El matrimonio es el
vínculo conyugal que transforma el amor en una
promesa de fidelidad y fructifica en una nueva
vida en el mundo. La compañía, la experiencia y
una vida vivida a satisfacción fructifican en la
simjah (gozo, alegría), una palabra que aparece
solo dos veces en Shir HaShirim, ni una vez en
Rut, pero diecisiete veces en Qohélet.
El amor como pasión, el amor como matrimo-
nio, fecundidad y continuidad, el amor como feli-
cidad duradera: son las tres etapas del amor, traza-
das en el curso de toda una vida y en el curso de
un año y sus estaciones festivas: Shir HaShirim en
primavera, Rut en el tiempo de la cosecha, Qohélet
en otoño cuando los días van enfriándose fríos y
las noches se alargan [en el hemisferio norte). Con
un maravilloso golpe de azar, Qohélet termina con
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este consejo: “Acuérdate de tu Creador en los días
de tu juventud, antes de que vengan los días de
angustia y alcances los años en que dirás: Ya no
encuentro placer en ellos” (12, 1), lo cual nos lleva
de vuelta a la juventud, la primavera y Shir HaShi-
rim, que fue por donde comenzamos. [tr. F. Q.]
_______
* La expresión en inglés es loving-kindness.
* Los versos de William Blake son estos: He who binds to
himself a joy / Does the winged life destroy. / He who kisses the joy
as it flies / Lives in eternity’s sunrise. En la traducción que pro-
pongo, los tres primeros versos están vertidos más o menos
bien al español. En el último, forcé la versión para buscar una
rima asonante con el primer verso. Literalmente sería así: vive
en una eternidad naciente.
+ Extracto del Koren Sacks Pesach Machzor, Libro litúrgico de la
Pascua, traducido y comentado por Jonathan Sacks.
Y Dios vistió al hombre y a la mujer con túnicas de luz
Del 17 al 19 de noviembre de 2014, la Congragación para la Doctrina de la Fe convocó a un Colo-
quio sobre la complementariedad del hombre y la mujer en el matrimonio. Uno de los conferencistas
fue Jonathan Sacks. Presentó en siete etapas un relato del desarrollo del matrimonio desde el comienzo
–un acto sexual entre dos peces en Escocia– hasta el día de hoy, que culminó con una exégesis especta-
cular del libro del Génesis. Este conferencia fue publicada en el boletín Espacio K (n. 5, octubre
2015) en el contexto del Sínodo de la Familia. Los títulos y la traducción son míos. F. Q.
Siete hitos en la evolución del matrimonio
Quiero empezar mi ponencia con un relato acerca
de la idea más fascinante en la historia de la civili-
zación. Hay desde luego muchas maneras de con-
tar esta historia, esta es solo una de ellas. Es una
historia que yo divido en siete momentos clave,
cada uno sorprendente e inesperado.
1. El primero, de acuerdo con un reportaje que
apareció en la prensa el 20 de octubre pasado,
ocurrió en un lago de Escocia hace unos 385 mi-
llones de años. Según este nuevo descubrimiento,
sucedió que dos peces se unieron para realizar la
primera instancia de reproducción sexual conocida
por la ciencia.
Hasta entonces toda la vida se había propagado
de forma asexuada, por división celular, germina-
ción, fragmentación o partenogénesis, todo lo cual
es mucho más simple y más económico que la
división de la vida en macho y hembra, de forma
que cada cual desempeña una función distinta en
la creación y el sostenimiento de la vida. (*)
Cuando vemos dentro del reino animal cuánto
esfuerzo y energía toma el apareamiento de macho
y hembra, en términos de exhibicionismo, rituales
de cortejo, rivalidad y violencia, es asombroso que
la reproducción sexual haya finalmente aparecido.
Los biólogos aún no saben a ciencia cierta por qué
se dio. Unos dicen que fue por protección contra
los parásitos, o como inmunidad contra las enfer-
medades. Otros dicen que es sencillamente porque
el encuentro entre opuestos genera diversidad. Sea
lo que fuere, esos dos peces en Escocia descubrie-
ron algo nuevo y maravilloso que ha sido remeda-
do desde entonces prácticamente por todas las
formas de vida más evolucionadas. La vida co-
mienza cuando una hembra y un macho se en-
cuentran y se abrazan.
2. El segundo desarrollo inesperado fue el singu-
lar reto que presentaron al homo sapiens dos facto-
res relacionados: pasamos a la posición erecta, lo
cual provocó una reducción de la pelvis femenina,
y a la vez se acrecentó el cerebro un 300%, lo cual
provocó ensanchamiento del cráneo. El resultado
fue que las criaturas humanas tuvieron que nacer
prematuramente en comparación con las otras
especies, por la cual necesitaban una protección
parental por más tiempo. Esto requirió un cuidado
de los progenitores más exigente que en cualquier
otra especie, un esfuerzo de dos individuos no
solo de la hembra. De aquí viene un fenómeno
extraño entre los mamíferos, la vinculación de una
pareja, lo cual no ocurre en otras especies en las
que el aporte del macho termina con el acopla-
miento. En la mayoría de los primates, los machos
no reconocen siquiera a su prole, menos aún se
ocupan de ella. En el reino animal la maternidad
es casi universal y la paternidad es excepcional.
4. deQuólibet no 6 mayo 2018 Amor, matrimonio, familia en el Judaísmo
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Con el advenimiento del ser humano aparece,
pues, la unión biológica de la madre y del padre
para cuidar de la prole. Hasta aquí llega la natura-
leza, lo que viene después es la cultura que trae la
tercera sorpresa.
3. Al parecer, en las sociedades de cazadores
recolectores la unión de pareja era la norma. Con
la invención de la agricultura y la plusvalía econó-
mica, con la creación de las ciudades y las civiliza-
ciones, por primera vez empezaron a surgir las
desigualdades entre ricos y pobres, entre podero-
sos y desvalidos. Los enor-
mes zigurats de Mesopota-
mia y las pirámides del anti-
guo Egipto, con sus bases
amplias y los vértices estre-
chos, eran representaciones
monumentales en piedra de
sociedades jerarquizadas en
las cuales unos pocos do-
minaban a los muchos. Y la
manifestación de poder más
obvia entre los machos alfa,
sean humanos o primates,
consistía en controlar el acceso a las hembras férti-
les a fin de maximizar la transmisión de los propios
genes a la siguiente generación. De aquí proviene la
poligamia, que se da en el 95% de los mamíferos y
en el 75% de las sociedades conocidas por los an-
tropólogos. La poligamia es la manifestación más
refinada de la desigualdad, puesto que niega a mu-
chos machos la oportunidad de tener una hembra y
una prole. Desde siempre a lo largo de la historia,
entre humanos y entre el resto de animales, la codi-
cia sexual es un factor generador de violencia.
Esto es lo que hace tan revolucionario el pri-
mer capítulo del Génesis, cuando afirma que cada
ser humano, sin tener en cuenta diferencias de
clase, color, cultura o fe, ha sido creado a imagen y
semejanza de Dios. Sabemos que en la antigüedad
a soberanos, reyes, emperadores y faraones se les
tenía por iconos de la divinidad. Pero lo que Gé-
nesis dice es que todos, varón y mujer, somos
reyes. Cada quien tiene igual dignidad en el reino
de la fe bajo la soberanía de Dios.
De aquí que cada cual entre nosotros tiene el
mismo derecho a constituir un matrimonio y a tener
sus hijos, que es la razón por la cual, como quiera
que leamos el relato de Adán y Eva –vaya que hay
diferencias entre la lectura hebrea y la cristiana– la
norma básica en esta historia es: una mujer, un va-
rón. O como dice la misma Biblia: «Por esto el
hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a
su mujer, y los dos serán una sola carne».
Pero la monogamia no se
convierte de inmediato en la
norma, aun en el mundo de
la Biblia. Muchas de sus his-
torias más famosas, las renci-
llas entre Sara y Agar, entre
Lea y Raquel y sus hijos, el
affaire de David y Betsabé, o
Salomón y sus muchas muje-
res, son todas críticas que
apuntan hacia la monogamia.
Se establece así una rela-
ción profunda entre el mo-
noteísmo y la monogamia, y por el lado contrario,
entre el adulterio y la idolatría. El monoteísmo y la
monogamia conciernen por entero a la relación
muy estrecha entre Yo y Tú, yo y otra persona, sea
ésta humana o bien el Otro divino.
La razón por la cual el advenimiento de la mo-
nogamia es insólito es que los valores de una socie-
dad suelen ser los que impone la clase dirigente. Y
en cualquier sociedad jerarquizada la clase dominan-
te se beneficia con la promiscuidad y la poligamia,
pues ambas multiplican las oportunidades de trans-
misión de los propios genes a las generaciones suce-
sivas. Con la monogamia los ricos y prepotentes
pierden, en tanto que los pobres y desvalidos ganan.
El establecimiento de la monogamia iba contra la
corriente normal del cambio social y fue un verda-
dero triunfo para la igual dignidad de todos. Cada
esposa, cada esposo tienen dignidad real; cada hogar
es un palacio engalanado por el amor.
El matrimonio, el amor y la alianza
4. El cuarto desarrollo notable fue que esta forma de
vida se transformó en una vida de índole moral.
Conocemos el trabajo de los biólogos evolucionis-
tas que usan simulaciones computarizadas y reitera-
dos dilemas del prisionero para explicar por qué
existe el altruismo mutuo entre las especies de ani-
males sociales. Actuamos con los demás como
queremos que ellos actúen con nosotros, les res-
pondemos tal como ellos nos responden. Como
apunta C. S. Lewis en su libro La abolición del hombre,
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la ética de la reciprocidad es la regla de oro que com-
parten todas las grandes civilizaciones.
La extraordinaria novedad que introdujo la Bi-
blia judía fue la idea de que el amor, no solo lo que
es correcto, es un principio que guía la vida moral.
Hay Tres amores. «Amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma, y con todas tus
fuerzas». (Dt 6, 5). «Amarás a tu prójimo como a ti
mismo» (Lev 18, 19). Y el tercero, que se repite no
menos de treinta y seis veces en los libros de Moi-
sés: «Ama al extranjero porque fuiste extranjero en
el país de Egipto» (Dt 10, 19). O por decirlo de otra
forma: así como Dios creó el mundo natural en
amor y misericordia, así se nos encomienda crear el
mundo social en amor y misericordia. Y ese amor
es una llama encendida en el matrimonio y la fami-
lia. La moralidad no es sino el
amor entre marido y mujer, entre
padres e hijos, que se comunica
al resto del mundo.
5. El quinto desarrollo forjó la
entera experiencia del pueblo
judío. En el antiguo Israel una
forma prístina y ancestral de
acuerdo, llamada alianza, fue
aceptada y transformada en una
forma nueva de pensar la relación
entre Dios y la humanidad en el
caso de Noé, entre Dios y su
pueblo en el caso de Abraham, y
luego con los israelitas en el mon-
te Sinaí. Una alianza es como un matrimonio: es un
compromiso mutuo de lealtad y confianza entre dos
o más personas, en respeto mutuo de la dignidad e
integridad de la otra, para esforzarse unidas a fin de
conseguir juntas lo que ninguna puede conseguir
sola. Y hay una cosa que hasta Dios mismo no pue-
de lograr él solo, que es vivir en el corazón humano.
En eso él nos necesita.
La palabra hebrea emunah, mal traducida por fe,
en realidad significa: confianza, fidelidad, lealtad, cons-
tancia, no echarse para atrás cuando el camino se
complica, confiar en la otra persona y honrar la
confianza que ella nos tiene. Lo que sucedió con la
alianza, lo cual puede verse en casi todos los pro-
fetas, fue comprender la relación entre nosotros y
Dios en términos de la relación entre una novia y
un novio, entre marido y mujer. El amor se con-
vierte así no solo en el fundamento de la moral
sino también de la teología. En el judaísmo la fe es
una forma de matrimonio. Pocas veces se expresó
esto de manera tan bella como cuando Oseas (2,
21-22) dice en nombre de Dios:
Me casaré contigo para siempre,
me casaré contigo
en justicia y en derecho,
en amor y en compasión.
Me casaré contigo en fidelidad,
y tú conocerás al Señor.
Los judíos pronunciamos estas palabras cada
mañana en días laborales mientras anudamos la
correa del tefillin alrededor del dedo como si fuera
un anillo nupcial. Cada mañana renovamos, pues,
nuestro matrimonio con Dios.
6. Esto nos lleva a la sexta, muy sutil idea según la
cual la verdad, la belleza, la bondad y la vida misma
no existen en ninguna persona o entidad aisladas,
sino en lo que cabe llamar lo
“inter”, que Martin Buber definió
como Das Zwischenmenschliche, a
saber, la relación interpersonal,
la complementariedad del hablar
y el escuchar, del dar y el recibir.
En la Biblia judía y en la litera-
tura rabínica, la conversación es
el vehículo de la verdad. En su
revelación, Dios habla y nos
pide escuchar. En la oración,
nosotros hablamos y pedimos a
Dios que nos escuche. Nunca
hay una sola voz. En la Biblia
los profetas conversan con
Dios. En el Talmud los rabinos hablan entre ellos.
Por esto, en ocasiones pienso que la razón por la
que Dios eligió al pueblo judío es porque le gustan
los buenos argumentos. El judaísmo es una con-
versación interpretada por muchas voces, no me-
nos apasionada que la del Cantar de los Cantares, que
es un dúo de una mujer y un hombre, la amada y su
amante, que el Rabino Akiva llamó el Santo de los
Santos de la literatura religiosa.
El profeta Malaquías dice que el sacerdote varón
es el custodio de la ley de la verdad. El libro de los
Proverbios dice de la mujer de valía que «que la ley
de la bondad amorosa está en sus labios». Esta con-
versación entre una voz masculina y una femenina,
entre la verdad y el amor, la justicia y la misericordia,
la ley y el perdón, es la que crea el ambiente de la
vida espiritual. En los tiempos bíblicos cada judío
debía donar medio siclo al templo para recordarnos
que somos solo una mitad. Algunas culturas ense-
ñan que no somos nada. Otras enseñan que lo so-
6. deQuólibet no 6 mayo 2018 Amor, matrimonio, familia en el Judaísmo
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mos todo. La visión judía afirma que somos una
mitad y que es menester abrirnos a la otra persona,
si hemos de llegar a ser cabales.
7. Todo lo dicho nos lleva al séptimo descubri-
miento: en el judaísmo el hogar y la familia vienen
a ser escenario principal de la vida de fe. En el
único verso de la Biblia judía en donde se explica
por qué Dios eligió a Abraham, Él dice: «Yo lo he
escogido para que instruya a sus hijos, a toda su
casa y su descendencia, a mantenerse en el camino
del Señor, practicando lo que es justo y recto».
Abraham no fue elegido para gobernar un imperio,
mandar un ejército, realizar milagros o pronunciar
profecías, sino para ser sencillamente un padre.
En uno de los versos más célebres de la litera-
tura judía, que nosotros pronunciamos cada día y
cada noche, Moisés advierte: «Enseñarás constan-
temente estas cosas a tus hijos, hablarás de ellas
estando en casa y yendo de camino, al acostarte y
al levantarte». Los padres han de ser educadores,
la educación es la conversación entre generacio-
nes, y la primera escuela es el hogar.
Por ello los judíos se convirtieron en un pueblo
decididamente orientado a la familia, y esto es lo
que nos salvó de la tragedia. Después de la des-
trucción del Segundo Templo en el año 70, los
judíos fueron dispersados por el mundo, donde-
quiera han sido una minoría sin derechos, han
sufrido algunas de las persecuciones más atroces
que pueblo alguno haya conocido jamás. Con
todo, los judíos han sobrevivido porque no han
perdido nunca tres cosas: su sentido de la familia,
su sentido de la comunidad y su fe.
Y estos valores son renovados cada semana, en
particularmente en el Shabbat, el día del descanso
en que damos a nuestros matrimonios y familias lo
que más necesitan y de lo que hoy día sienten más
hambre, esto es, nuestro tiempo. Hace tiempo
produje un reportaje de televisión para la BBC
sobre el estado de la familia en Gran Bretaña.
Invité a una persona que en aquellos años era la
máxima experta en custodia de menores, Penélope
Leach, a que fuéramos un viernes por la mañana a
una escuela primaria judía.
Penélope vio cómo esos niñitos representaban
lo que iban a vivir esa misma noche en sus casas
alrededor de la mesa familiar. Había una niña de
cinco años que hacía de mamá, un papá igual que
bendecía a sus hijos de cinco años y unos abuelos
de cinco años que contemplaban todo aquello.
Penélope estaba fascinada con toda la institución.
Preguntó a los niños qué era lo que más disfruta-
ban del Shabbat. Un chiquito de cinco años se
volteó y le dijo: «Es el único día de la semana en el
que mi papá no tiene que salir corriendo». Cuando
salíamos de la escuela tras haber terminado la fil-
mación, ella se volvió y dijo: «Gran Rabino, este
Shabbat suyo está salvando los matrimonios de
papás y mamás de estos niños».
Esta es una forma de contarles la historia, la
forma judía. Comienza por la aparición de la re-
producción sexuada, luego vienen las exigencias
exclusivas del cuidado parental humano, después el
triunfo de la monogamia como condición básica
para la igualdad, hasta llegar a la forma en que el
matrimonio ha forjado nuestra visión de la moral y
de la vida religiosa fundada en el amor, la alianza y
la fidelidad, al punto de considerar que la verdad es
una conversación entre amante y amada. El ma-
trimonio y la familia existen ahí donde la fe halla su
hogar y donde la Presencia Divina vive en el amor
entre marido y mujer, entre padres e hijos.
¿Qué ha cambiado en el matrimonio y la familia?
¿Qué cambios han ocurrido? Voy a proponer
una interpretación. Hace unos años escribí un
libro sobre religión y ciencia, resumí en dos frases
la diferencia entre ellas: «La ciencia desmonta las
cosas para ver cómo funcionan. La religión las
junta para ver qué significan». Y esto sirve tam-
bién para pensar la cultura. ¿Qué es lo que ella
hace: junta las cosas o las separa?
Lo que hace que la familia tradicional sea un
logro excepcional, una obra notable de arte religio-
so, es que logra unir todo esto: el impulso sexual, el
deseo físico, la amistad, la compañía, la afinidad
emocional, el amor, la procreación de los hijos, su
cuidado y protección, su educación temprana y su
iniciación en una identidad personal y en una histo-
ria. ¿Qué institución ha logrado alguna vez entrete-
jer tantos impulsos y deseos, empeños y responsa-
bilidades? Solo ella le ha dado sentido y rostro hu-
mano al mundo, el rostro del amor.
Por muy diversas razones, unas tienen que ver
con los adelantos médicos como el control de
nacimientos, la fertilización in vitro y algunas in-
tervenciones genéticas, otras tienen que ver con
un cambio moral, como la idea de que uno puede
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hacer todo lo que quiera con tal de no dañar a los
demás, en fin, una más tiene que ver con la trasfe-
rencia de responsabilidad de las personas al Esta-
do, por no decir muchos otros cambios muy pro-
fundos en la cultura occidental, por todo ello lo
que el matrimonio había logrado unir se encuentra
ahora dividido y separado. El sexo está separado
del amor, el amor del compromiso, el matrimonio
de la procreación de hijos, y el tener hijos de la
responsabilidad de hacerse cargo de ellos.
El resultado ha sido que en 2012 en Gran Breta-
ña el 47,5 % de los niños ha
nacido fuera del matrimo-
nio y se prevé que en 2016
serán la mayoría. Hay cada
vez menos personas que
contraen matrimonio, las
que se casan lo hacen con el
correr de los años, y el 42%
de los matrimonios acaba
en divorcio. La convivencia
no substituye al matrimo-
nio. La duración media de
cohabitación en Gran Bretaña y en Estados Unidos
no llega a los dos años. De ahí resulta un aumento
sensible entre los jóvenes de trastornos alimenticios,
de adicción al alcohol y las drogas, de síndromes de
estrés y depresión, de intentos de suicidio y suicidios
consumados. El colapso del matrimonio ha creado
una nueva forma de pobreza, que se concentra en
las familias monoparentales, y en estas la carga más
pesada recae sobre las mujeres, que en 2011 eran
responsables del 92% de estos hogares. Actualmen-
te, en Gran Bretaña, más de un millón de niños
crecen sin ningún tipo de contacto con sus padres.
Esto ha generado una división en el seno de las
sociedades que no se daba desde que Disraeli ha-
bló de “dos naciones” hace siglo y medio. Quienes
tienen el privilegio de crecer en el seno de una
comunidad de amor estable de dos personas que
los trajeron al mundo, serán en promedio más
sanos física y emocionalmente. Tendrán mayor
éxito en la escuela y el trabajo. Sus relaciones serán
más exitosas, serán más felices y vivirán más años.
Es cierto, hay muchas excepciones. Con todo,
esta injusticia clama al cielo. Pasará a la historia co-
mo uno de los ejemplos trágicos de lo que Friedrich
Hayek llamaba “la desmesura fatal”, que en cierto
sentido conocemos mejor que la sabiduría secular, y
que puede llegar a cuestionar las enseñanzas de la
biología y de la historia. Nadie quiere, desde luego,
volver a los prejuicios estrechos del pasado.
Esta semana en Gran Bretaña se estrena una
película que cuenta la historia de una de las men-
tes más brillantes del siglo XXI, Alan Turing, el
matemático de Cambridge
que sentó las bases filosó-
ficas de la informática y de
la inteligencia artificial, y
que ayudó a ganar la gue-
rra al descifrar Enigma, el
código naval alemán. Des-
pués de la guerra, Turing
fue arrestado y procesado
por su conducta homose-
xual, fue sometido a cas-
tración química, falleció a
los 41 años por envenenamiento de cianuro, mu-
cha gente pensó que se ha había suicidado. Ese es
un mundo al que jamás debemos regresar.
Sin embargo, nuestra compasión hacia quienes
eligen vivir de otra forma no debe dispensarnos de
abogar a favor de la única institución más humani-
zante de la historia. La familia, formada por varón
y mujer e hijos, no es una forma de vida entre mu-
chas otras. Es el mejor ambiente que hemos des-
cubierto para criar a las futuras generaciones y para
permitir que los niños crezcan en una matriz de
estabilidad y amor. Aquí es donde aprendemos la
delicada coreografía de la relacionalidad y cómo
habérnoslas con los inevitables conflictos en cual-
quier grupo humano. Aquí es donde, por primera
vez, nos jugamos el riesgo de dar y recibir amor.
Aquí es donde una generación transmite sus valo-
res a la sucesiva y garantiza así la continuidad de
una civilización. En cualquier sociedad, la familia
es el crisol de su futuro y, por el bien de nuestros
hijos y su futuro, hemos de ser sus defensores.
Una lectura de Génesis 3: la luminosidad del matrimonio y la familia
Al ser esta una asamblea de carácter religioso,
permítanme concluir con una pieza de exégesis
bíblica. El relato de la primera familia, el primer
hombre y la primera mujer en el jardín del Edén,
no se le considera generalmente una historia exi-
tosa. Creamos o no en el pecado original, no
tuvo un final feliz. Tras varios años de estudiar el
texto, quiero sugerir una lectura diferente.
8. deQuólibet no 6 mayo 2018 Amor, matrimonio, familia en el Judaísmo
8
La historia se cierra con tres versos que no
parecen tener relación entre sí. No hay una se-
cuencia. No tienen lógica. En el Génesis (3, 19),
Dios le dice al hombre: «Comerás el pan con el
sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra,
porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al
polvo volverás». Luego, en el siguiente verso, lee-
mos: «El hombre llamó a su mujer Eva, por ser
ella la madre de todos los vivientes». Y en el suce-
sivo: «El Señor Dios hizo unas túnicas de piel para
el hombre y su mujer, y los vistió».
¿Qué relación hay aquí? ¿Por qué Dios, al de-
cirle al hombre que era mortal, hizo que él le diera
un nombre a su mujer? ¿Y por qué ese gesto pare-
ce cambiar la actitud de Dios hacia ellos, al punto
de que tuvo un gesto de ternura al proveerlos de
túnicas, casi como si ya hubiese comenzado a
perdonarlos? Permítanme añadir que la palabra
hebrea por “piel” casi no puede distinguirse de la
que usamos por “luz”, de modo que el Rabino
Meir, ese gran sabio del siglo II, leyó el texto en el
sentido de que Dios les hizo unas “túnicas de luz”.
¿Qué significa todo esto?
Si leemos atentamente el texto notamos que
hasta ese momento el primer hombre le había
dado a su esposa un nombre puramente genéri-
co. La había llamado ishah, mujer. Recordemos lo
que dijo al verla por primera vez: «Ésta sí que es
hueso de mis huesos y carne de mi carne; ella
será llamada mujer, ishah, porque del hombre, ish,
fue sacada». Para él ella era una fulana, no una
persona. Le había dado un nombre genérico, no
un nombre propio. Peor aún, la define como un
derivado suyo: algo sacado del hombre. Ella no
es aún otro ser humano, una persona que vale de
por sí. Ella es una mera proyección de sí mismo.
Mientras el hombre supuso que era inmortal,
no necesitaba a fin de cuentas de nadie más. Pero
ahora se percata de que es mortal, de que un día
morirá y volverá a ser polvo. Había solo una ma-
nera de que algo suyo pudiera sobrevivir después
de su muerte. Eso sucedería si tuviera un hijo.
Pero él no podía tener un hijo por su cuenta. Para
lograrlo necesitaba a su mujer. Solo ella podía
engendrar y dar a luz. Solo ella podía mitigar su
mortalidad. Y no porque fuera igual a él, sino justo
porque era diferente de él. En ese momento, ella
dejó de ser para él un ente genérico y se convirtió
en una persona de por sí. Y una persona tiene
nombre propio. Eso fue lo que él le dio: el nom-
bre de Javah, Eva, que significa: “la que da la vida”.
En ese momento, cuando estaban a punto de
salir del Edén para encarar el mundo tal como lo
conocemos, un lugar de obscuridad, Adán dio a su
mujer el primer don del amor, su nombre personal.
Y en ese momento Dios les muestra su amor, ha-
ciéndoles unas túnicas para cubrir su desnudez, o
como decía el Rabino Meir, para “vestirlos de luz”.
Así ha sucedido desde entonces. Cada vez que
un hombre y una mujer se encuentran en un víncu-
lo de fidelidad mutua, Dios los viste con túnicas de
luz, y llegamos a estar tan cerca de Dios mismo
como nunca antes, para dar origen a una nueva
vida, transformar la prosa de la biología en la poe-
sía del espíritu humano y redimir la oscuridad de
este mundo con la luminosidad del amor.
_______
* La observación de Lord Sacks no es del todo exacta. La
reproducción sexual surgió hace mil doscientos millones de
años. Lo que unos científicos australianos probablemente
descubrieron es la primera instancia de reproducción por
copulación y fecundación interna de vertebrados con mandí-
bula, la superclase gnathostomata a la cual corresponde el 99%
de los vertebrados actuales, que practicaban unos peces del
género extinto microbrachius dicki. Ver:
[https://es.wikipedia.org/wiki/Microbrachius]
⦁ Ilustraciones: Rembrandt: Jacob bendice a sus nietos los hijos de
José, 1656. Marc Chagall: Amantes en azul, 1914. Cristóbal de
Villalpando: Desposorios de José y Asenet, s. XVII.
¿Qué nos hace ser humanos?
En virtud del genoma humano, nos formamos biológicamente en la matriz materna. Al darnos
a luz nuestra madre, se abre un horizonte infinito y, más adelante, se presentará la aventura de
nuestro libre arbitrio: llegar a ser humanos de verdad. Esta aventura comienza en otra matriz
donde aprendemos a amar y ser amados: la familia.
Como respuesta a la pregunta, ¿qué nos hace ser hu-
manos?, aun en esta era de la neurociencia, es difícil
mejorar la que ofrece la Biblia.
En primer lugar, tenemos las buenas nuevas de
Génesis 1. Somos cada uno, independientemente
de clase, color o cultura, a imagen y semejanza de
Dios. Esta es la declaración más importante en la
cultura occidental acerca de la dignidad no nego-
ciable de la persona humana. Es la fuente de la
idea de los derechos humanos, formulada célebre-
9. deQuólibet no 6 mayo 2018 Amor, matrimonio, familia en el Judaísmo
9
mente en la Declaración de Independencia de los
Estados Unidos: “Sostenemos que estas verdades
son evidentes por sí mismas, que todos los hom-
bres son creados iguales y que su Creador les ha
otorgado ciertos derechos inalienables”.
Somos, como Dios, creativos. Somos, como
Dios, libres. Todas las demás formas de vida se
adaptan a su entorno. Solo nosotros adaptamos el
entorno, a veces con resultados desastrosos, pero
siempre extendiendo nuestros poderes, haciéndo-
nos menos vulnerables a las crueldades aleatorias
del destino y a las indignidades de la impotencia.
Luego viene la complicación
de la cual deriva toda la historia
humana. “No es bueno que el
hombre esté solo”. Somos por
sobre todo un animal social, lo
cual es en parte causa y en parte
efecto de nuestra capacidad para
usar el lenguaje. Lo que nos hace
humanos, según el Judaísmo, es
la firmeza y la calidad de nuestras
relaciones. Jean-Paul Sartre nunca
se equivocó tanto como cuando
dijo: “El infierno son los otros”.
El infierno es la ausencia de otras
personas. El confinamiento soli-
tario es el peor de los castigos.
Así que el libro de Génesis
trata acerca de las relaciones, se
concentra en las más importantes: esposos y esposas,
padres e hijos, y en las rivalidades entre hermanos.
Solo hasta el Éxodo, la Biblia se ocupa de las rela-
ciones políticas de esclavitud y libertad. Gran parte
de la Biblia trata sobre lo que hace que una sociedad
sea buena, pero insiste en la primacía de lo personal
por sobre lo político. Mientras el sentimiento de
familia esté vivo, dijo Alexis de Tocqueville, quien se
levanta contra la opresión nunca estará solo. Sin
familias sólidas que se interpongan entre el individuo
y el Estado, la libertad acaba por perderse.
La centralidad de la familia es lo que ha dado a
los judíos su asombrosa capacidad para sobrevivir a
la tragedia y a siglos de exilio y dispersión. Yo sabía
esto hasta los huesos mucho antes de alcanzar la
edad para tomar distancia y reflexionar sobre la
condición humana. Mis padres no estaban bien. Mi
padre había venido a Gran Bretaña como refugiado
huyendo de la persecución en Polonia. La familia
era pobre y él tuvo que dejar la escuela a los catorce
años para ayudar a su padre a ganarse la vida.
Tenía una tiendita en el East End londinense,
pero no estaba hecho para ser hombre de nego-
cios. Mi madre provenía de una familia religiosa en
tiempos en que no se consideraba decoroso que
una niña judía siguiera estudiando después de los
dieciséis años. Entonces, aunque nunca conocimos
la pobreza, nuestros padres tenían poco que dar-
nos a nosotros, sus cuatro hijos, en términos mate-
riales. Pero se sentían sumamente orgullosos de
nosotros y querían que tuviéramos las oportunida-
des que ellos no tuvieron. Todos fuimos en su
momento a la universidad y seguimos buenas ca-
rreras. La nuestra fue una historia
compartida por muchos de nues-
tros contemporáneos.
Cuando la familia va bien, es la
matriz de nuestra humanidad. Allí
es donde aprendemos a amar y
tener confianza en nosotros mis-
mos y los valores básicos que nos
servirán como sistema de navega-
ción por satélite a través del terri-
torio desconocido de la vida. Allí
es donde aprendemos la respon-
sabilidad y la coreografía de tomar
turnos y hacer espacio para los
demás. Allí es donde adquirimos
los hábitos del corazón que nos
ayudan a asumir responsabilidades
y riesgos, sabiendo que hay alguien
que puede levantarnos si caemos. Una niñez vivida
en la presencia estable de un padre y una madre
amorosos es el mejor regalo que cualquiera puede
tener, razón por la cual gran parte de los rituales y
las celebraciones judíos se centran en el hogar.
La vida familiar no es nada fácil. La Biblia no
nos oculta ese hecho. Las historias de Génesis no
contienen una sola frase que diga: “Y todos vivie-
ron felices para siempre”. Las familias necesitan
trabajo constante, sacrificio y respeto mutuo.
Pero si tu hogar está bien, tus hijos tendrán una
ventaja al comenzar sus propias relaciones satis-
factorias, y las relaciones son realmente lo que
nos hace ser humanos.
Por eso, a veces estoy preocupado por el futu-
ro. Un informe reciente de la Mental Health Founda-
tion encontró que uno de cada diez británicos está
solo, y la proporción entre los jóvenes es más alta y
va en aumento. Invertimos mucho tiempo y ener-
gía en la comunicación electrónica: teléfonos inte-
ligentes, textos, redes sociales. Pero, las relaciones
10. deQuólibet no 6 mayo 2018 Amor, matrimonio, familia en el Judaísmo
10
virtuales ¿valen igual que las relaciones cara a cara?
Una encuesta de 2012 llevada a cabo por Macmillan
Cancer Support reveló que jóvenes de 18 a 30 años
tienen en promedio 237 amigos en Facebook. Sin
embargo, cuando se les preguntó con cuántos de
ellos podían contar en un momento de crisis, su
respuesta en promedio fue dos. Y un cuarto dijo
uno. Un octavo, ninguno.
Aquí es donde creo que la religión tiene una
inmensa contribución que hacer en todos los nive-
les: espiritual, personal y colectivo. En lo espiritual,
la ética judeocristiana nos enseña a ver la huella de
Dios en el rostro de otro ser humano, es la idea
más sublime que conozco. En lo personal, nos
enseña la importancia del amor y del perdón, las
dos grandes dimensiones de una relación duradera.
Y colectivamente, las religiones crean comunidades
sólidas de apoyo en las que encuentras amigos en
quienes puedes confiar.
La fe es la redención de la soledad, y este es su
don más humanizador. Dios vive en ese espacio
que hay entre nosotros cuando nos unimos en
amor y gozo. [tr. F. Q.]
⦁ Ilustración: Marc Chagall: Carmen, 1966. Litografía para la
ópera Carmen – Un amor que nunca muere – en el Metropoli-
tan Opera House.
El poder de la alabanza
La maledicencia denigra, mata a tres personas: a la que maldice, a quien maldice y a quien es-
cucha. La alabanza sana, transforma, recrea a las personas. A partir de una experiencia de
terapia para niños tartamudos, el rabino Sacks desarrolla un razonamiento sutil para destacar
la fuerza de las buenas palabras. Su razonamiento discurre curiosamente por cauces rabínicos
–relacionar la lengua desdeñosa, lashon hara, con la lepra y la lengua elogiosa, lashon
hatob, con la sanación de la lepra–. Pablo, judío de formación farisea estricta, usa un razo-
namiento semejante en la Carta a los Gálatas, al relacionar a los hijos liberados de la ley
con Sara, la mujer de Abraham, y a los hijos sumisos a la ley con Agar, la esclava.
De vez en cuando las parejas vienen a verme antes
de su boda. A veces me preguntan si tengo algún
consejo que darles sobre cómo fortalecer su ma-
trimonio. En respuesta, les doy una sencilla suge-
rencia. Tiene efectos casi mágicos. Hará que su
relación sea fuerte y aun de formas inesperadas
transformará sus vidas.
Deben comprometerse con el siguiente ritual.
Una vez al día, de ordinario al caer la noche, cada
uno debe alabar a su pareja por algún gesto que
ella o él hicieron ese día, sin importar cuán peque-
ño sea: un acto, una palabra, un gesto amable, deli-
cado, generoso, considerado. La alabanza debe
enfocarse en ese acto único, no en algo general.
Debe ser genuina: nacer del corazón. Y su pareja
debe aprender a aceptar la alabanza.
Eso es todo lo que tienen que hacer. Toma a lo
sumo uno o dos minutos. Pero tiene que hacerse,
no de vez en cuando, sino todos los días. Yo lo
aprendí de una manera completamente inesperada.
He escrito anteriormente sobre Lena Rustin ya
fallecida: una de las personas más extraordinarias
que he conocido. Ella era una terapeuta del habla
especializada en ayudar a niños tartamudos. Fun-
dó el Michael Palin Center for Stammering en Lon-
dres, y tuvo un enfoque único en su terapia. La
mayoría de los logoterapeutas se enfocan en las
técnicas de hablar y respirar, y en cada niño en
particular (ella trabajó con niños de unos cinco
años de edad en promedio). Pero Lena hizo otra
cosa. Se concentró en las relaciones y trabajó con
los padres, no solo con los niños.
Su punto de vista era que para curar la tartamu-
dez, tenía que hacer algo más que ayudar al niño a
hablar con soltura. Tenía que cambiar todo el en-
torno familiar. Las familias tienden a crear un equi-
librio. Si un niño tartamudea, todos en la familia se
adaptan a él. Por tanto, si el niño ha de superar su
tartamudez, todas las relaciones dentro de la fami-
lia deberán ser renegociadas. No solo debe cambiar
el niño. Deben cambiar también todos los demás.
Pero el cambio en ese nivel básico es difícil.
Tendemos a quedar fijos en patrones de conducta
hasta sentirnos cómodos como en un sillón mulli-
11. deQuólibet no 6 mayo 2018 Amor, matrimonio, familia en el Judaísmo
11
do. ¿Cómo crear dentro de la familia una atmósfe-
ra que impulse el cambio sin provocar temor? La
respuesta —lo descubrió Lena— consiste en lison-
jear. Les dijo a las familias con las que trabajaba
que todos los días deberían pillar a cada miembro
de la familia haciendo algo bueno, y decírselo, so-
bre todo de manera positiva y sincera. Todos los
miembros de la familia, pero especialmente el papá
y la mamá, tenían que aprender a decirse y escu-
char elogios recíprocamente.
Al ver a Lena trabajar, comencé a darme cuen-
ta de que estaba creando, dentro de cada hogar,
una atmósfera de respeto mutuo y de fortaleci-
miento positivo continuo. Ella creía que esto ha-
bría de generar confianza personal, no solo en el
niño tartamudo, sino en todos los miembros de la
familia. El resultado vendría a ser un entorno en el
que las personas se sintieran seguras para cambiar
y ayudar a otros a cambiar.
Filmé el trabajo de Lena en un documental
que hice para la televisión de la BBC sobre el
estado de la familia en Gran Bretaña. También
entrevisté a algunos de los padres con cuyos hijos
ella había trabajado. Cuando les pregunté si Lena
había ayudado a su hijo, no solo dijeron: “Sí”.
Continuaron diciéndome que les había ayudado a
salvar su matrimonio. Esto era extraordinario. Y
eso que ella no era consejera matrimonial, sino
terapeuta del habla. Sin embargo, este sencillo
ritual era tan poderoso que tenía enormes efectos
benéficos colaterales, uno de los cuales era trans-
formar la relación entre esposos y esposas.
Menciono esto por dos razones, una obvia, la
otra menos. La razón obvia es que los antiguos
sabios estaban desconcertados sobre el tema princi-
pal de Tazria-Metzora * la enfermedad de la piel co-
nocida como tsaraat (lepra). ¿Por qué, se pregunta-
ban, la Torah se ocupa tan prolijamente de esa do-
lencia? Puesto que no se trata de un libro de medi-
cina, sino de la Ley, la moralidad y la espiritualidad.
La respuesta que dieron fue que la tsaraat era un
castigo por la lashon hara: la lengua maledicente,
odiosa, despectiva. Citaban el caso de Miriam, que
habló mal de su hermano Moisés y fue infectada por
la tsaraat durante siete días (Nm 12). También seña-
laban el incidente de la zarza ardiente, cuando Moi-
sés habló mal de los israelitas y su mano quedó por
un momento afectada por la tsaraat (Éxodo 4, 6-7).
Los sabios hablaron de forma más dramática
acerca de la lashon hara que sobre cualquier otra ofen-
sa. Dijeron que esto era tan malo como cometer los
tres pecados capitales: idolatría, incesto y asesinato.
Dijeron que mata a tres personas: a la que maldice, a
quien maldice y a quien escucha [1]. Y en relación
con Tazria-Metzora, dijeron que el castigo correspon-
día al pecado. Quien habla lashon hara crea disensión
dentro del campamento. Por tanto, su castigo como
una metsora (persona afectada por la tsaraat) debía ser
el destierro temporal del campamento [2].
Hasta ahora todo claro. No chismes (Levítico
19,16). No difamación. No hablar mal de las perso-
nas. El judaísmo tiene una ética rigurosa y detallada
de la palabra, porque cree que “muerte y vida están
en poder de la lengua” (Prov 18, 21). El judaísmo es
una religión del oído más que del ojo; de las pala-
bras en vez de las imágenes. Dios creó el mundo
natural con palabras, y nosotros creamos o dañamos
el mundo social con palabras. No decimos: “palos y
piedras pueden quebrarme los huesos, pero no me
harán daño las palabras”. Al contrario, las palabras
pueden causar heridas emocionales que son tan
dolorosas como las físicas, y tal vez más.
De modo que la regla de alabanza de Lena Rus-
tin es todo lo contrario de la lashon hara. Es la
lashon hatob: la lengua buena, alentadora. Según
Maimónides, hablar en elogio de las personas for-
ma parte del mandamiento: “ama a tu prójimo
como a ti mismo” [3]. Lo cual es clarísimo.
Pero en un nivel más profundo, hay una razón
por la cual es difícil curar a las personas de la lashon
hara, y es más difícil aún curarlas del chisme en
general. El sociólogo estadounidense Samuel
Heilman escribió un libro incisivo, Synagogue Life,
12. deQuólibet no 6 mayo 2018 Amor, matrimonio, familia en el Judaísmo
12
sobre una congregación moderna ortodoxa de la
cual fue miembro durante algunos años [4]. Dedica
todo un largo capítulo al chisme en la sinagoga.
Andar yendo y trayendo chismes —dice— viene a
ser algo constitutivo cuando uno forma parte de
una comunidad. No andar con chismes te define
como un extraño al grupo.
El chisme –dice– forma parte de “un sistema
cerrado de intercambio obligatorio”. La persona
que desdeña enteramente el chisme, por rehusarse
a chismear o a dar oído a chismes, “se arriesga ser
estigmatizada”, por lo menos, y, en el peor de los
casos, “se excluye de una actividad central de la
vida colectiva y la sociabilidad”. En suma, los
chismes son el alma de la comunidad.
Ahora bien, no solo Heilman sino probable-
mente todos los miembros adultos de la comuni-
dad sabían muy bien que el chisme está prohibido
en la Biblia y que hablar con maledicencia, la
lashon hara, se cuenta entre los pecados más gra-
ves. También conocían el daño causado por al-
guien más dado a propagar chismes que a escu-
charlos. Usaron la palabra yiddish para esa perso-
na: una yenta (murmuradora). Sin embargo, a pe-
sar de esto –argumentó Heilman– la shul (sinago-
ga, escuela judía) es en gran medida un sistema
para crear y difundir chismes.
Synagogue Life se publicó 20 años antes del fa-
moso libro del antropólogo de Oxford Robin
Dunbar, Grooming, Gossip and the Evolution of Langua-
ge [5]. El argumento de Dunbar es que, por natura-
leza, los grupos se mantienen unidos por dedicar
mucho tiempo a construir relaciones y alianzas.
Los primates no humanos hacen esto “acicalándo-
se”, acariciándose y aseándose mutuamente la piel
(de ahí el dicho: “si me rascas la espalda, yo te ras-
caré la tuya”). Pero esto requiere demasiado tiem-
po por lo cual se limita el tamaño del grupo.
Los humanos desarrollaron el lenguaje como
una forma más efectiva de acicalarse entre per-
sonas. Solo puedes acariciar a un animal o una
persona a la vez, pero puedes hablar con varias a
la vez. La forma peculiar del lenguaje que une a
un grupo –dice Dunbar– es el chisme, porque
esta es la forma en que los miembros del grupo
pueden aprender en quién confiar y en quién no.
Por eso, el chisme no es una forma de hablar
con extraños. Según Dunbar, este es el más pri-
mitivo de todos los usos del habla. Por eso, los
humanos desarrollaron el lenguaje en primer
lugar. El relato de Heilman sobre la vida de la
sinagoga encaja perfectamente en este patrón. El
chisme crea comunidad, y la comunidad es im-
posible sin chismes.
Si esto es así, queda claro por qué las prohibicio-
nes contra el chisme y la lashon hara se tienen a me-
nudo en cuenta para violarlas, mas no para cumplir-
las. Tan común es la lashon hara que uno de los gi-
gantes del Judaísmo moderno, el Rabino Yisrael
Meir ha-Cohen (Jafetz Jaim) dedicó gran parte de su
vida a combatirlo. Sin embargo, persiste, como cual-
quier persona que alguna vez haya formado parte de
un grupo humano lo sabe por experiencia personal.
Puedes saber que eso está mal, pero tanto tú como
otros van a soltar la lengua de todos modos.
Esta es la razón por la cual encontré que el
trabajo de Lena Rustin tiene implicaciones espiri-
tuales profundas. Su labor no tenía nada que ver
con los chismes, pero sin pretenderlo había descu-
bierto uno de los antídotos más poderosos contra
la lashon hara que jamás había sido encontrado.
Enseñó a las personas a desarrollar el hábito de
hablar bien unas de otras. Les enseñó a congratu-
larse todos los días de manera específica y sincera.
Cualquiera que use la técnica de Lena durante un
período prolongado quedará sano de la lashon hara.
Es el antídoto más eficaz que conozco.
Es más, su técnica transforma las relaciones y salva
los matrimonios. Sana lo que la lashon hara daña. La
mala lengua destruye las relaciones. La palabra
buena las repara. Esto funciona no solo en los
13. deQuólibet no 6 mayo 2018 Amor, matrimonio, familia en el Judaísmo
13
matrimonios y las familias, sino también en las
comunidades, las organizaciones y las empresas.
Entonces: en cualquier relación que consideres importante,
derrocha elogios a diario. Contemplar y alabar lo bueno que
hay en las personas las hace mejores personas, a ti te hace
una mejor persona, y fortalece los lazos entre tú y ellas.
Esta es en verdad una intuición que cambia toda
nuestra vida. Shabat shalom. [tr. F. Q.]
⦁ Marc Chagall, La creación y Noemí y sus nueras, Rut y Orfá.
Litografías para ilustrar la Biblia.
______
1 Maimónides, Hilkhot Deot 7: 3.
2 Arakhin 16b.
3 Maimónides, Hilkhot Deot 6: 3. En otra parte me he ocupado
del problema del pasaje en Arakhin 16a que dice que uno no
debe hablar en alabanza a los demás en caso de que esto lleve a
otros a estar en desacuerdo. Para ver las diferentes opiniones de
Rashi y Rambam sobre esto, ver Covenant and Conversation, Levi-
ticus: The Book of Holiness, Maggid, 2015, 223-27.
4 Samuel Heilman, Synagogue Life: A Study in Symbolic Interac-
tion, University of Chicago Press, 1976, 151-192.
5 Robin Dunbar, Grooming, Gossip and the Evolution of Language,
London, Faber, 1997.
* Ritual de purificación – cf. Lv 13-14.
* Dicho coloquial de los condados ingleses de Gloucestershi-
re, Staffordshire, Warwickshire y Worcestershire.
+ La pintura es de Rembrandt: Isaac y Rebeca, 1666.
Cuenta tus bendiciones y comienza a cambiar tu vida
Cautelas, consejos, recomendaciones, propósitos: prácticas cotidianas, como darse una ducha, acicalarse,
preparar la mochila para la escuela, tomar un vaso de leche o una taza de café, salir a trotar, leer el
periódico… Lo que chicos y grandes hacemos todos los días. El rabino Sacks presenta un menú de
ejercicios del espíritu para estar en buena forma: Vive, da, perdona, celebra y alaba.
¿Has hecho ya tus propósitos de Año Nuevo? Si
no, trata de hacer lo siguiente. Cada acto de estos
es capaz de transformar toda una vida.
1. Sé agradecido. Una vez al día, tómate un
momento de paz para sentir gratitud por lo que
tienes, no impaciencia por lo que no tienes. Esto
solo te llevará a medio camino de la felicidad. Te-
nemos casi todos los ingredientes de una vida feliz.
Lo que pasa es que tendemos a darlo por hecho y
nos concentrarnos en necesidades insatisfechas y
deseos incumplidos. Dar gracias es mejor que ir de
compras – es también más barato.
2. Derrocha elogios. Píllate a alguien que está
haciendo bien alguna cosa y díselo. La mayoría de
la gente, casi todo el tiempo, no es apreciada. Que
alguien te aprecie, te agradezca y te felicite es una
de las cosas más alentadoras que pueden sucederte.
No esperes que alguien te lo haga a ti: hazlo tú a
otra persona. Verás cómo tendrá ella un día feliz, y
esto ayudará a que tengas tú el tuyo.
3. Pasa el tiempo con tu familia. Asegúrate
de que al menos una vez a la semana se sienten
todos a comer sin distracciones, sin televisión, sin
teléfono, sin correo electrónico, tan solo estar
juntos celebrando la compañía de los demás. Los
matrimonios felices y las familias saludables nece-
sitan que se les dedique tiempo.
4. Encuéntrale sentido a tu vida. Tómate
tiempo de vez en cuando para preguntarte: “¿Por
qué estoy aquí? ¿Qué espero lograr? ¿Cuál es la
mejor manera de aprovechar mis dones? ¿Qué
desearía que dijeran de mí cuando ya no esté
aquí?”. Encontrarle sentido es esencial para una
vida plena — ¿y cómo podrías encontrárselo, si
nunca se lo buscas? Si no sabes a dónde quieres ir,
nunca llegarás a la meta, por más veloz que corras.
5. Vive tus valores. La mayoría de nosotros
cree en ideales elevados, pero actuamos solo espo-
rádicamente movidos por ellos. La mejor estrategia
es fomentar hábitos que nos permitan actualizar
esos ideales diariamente. Esto es lo que se llama un
ritual, y es lo que las religiones nos recuerdan, pero
los especialistas en ética a menudo olvidan.
6. Perdona. Esto es el equivalente emocional
de perder sobrepeso. La vida es demasiado breve
como para andar cargando rencores o buscar ven-
garse. Perdonar a alguien es bueno para él o ella,
pero es aún mejor para ti. Lo malo ya sucedió. No
mejorará aunque te quedes paralizado en él. Deja
que se vaya. Tú sigue adelante.
7. Sigue aprendiendo. Yo lo aprendí de Flo-
rence en Newcastle, a quien vi por última vez
cuando celebró su cumpleaños 105. Ella todavía
estaba rebosante de energía y diversión. “¿Cuál es
14. deQuólibet no 6 mayo 2018 Amor, matrimonio, familia en el Judaísmo
14
el secreto?” –le pregunté. “Nunca tengas miedo de
aprender algo nuevo” –dijo. Luego me di cuenta
de que si estás dispuesto a aprender, puedes tener
105 años y ser todavía joven. Si no aprendes, pue-
des tener 25 años y ser ya viejo.
8. Aprende a escuchar. A menudo en una con-
versación, pasamos la mitad del tiempo pensando
en lo que queremos decir a continuación, en vez de
prestar atención a lo que otra persona está diciendo.
Escuchar es uno de los mejores regalos que pode-
mos hacer a los demás. Quiere decir que estamos
abiertos a ellos, que los tomamos en serio y que
aceptamos amablemente el don de su palabra.
9. Crea momentos de silencio en tu alma.
Libérate, aunque sea solo cinco minutos diarios, de
la tiranía de la tecnología, del teléfono celular, la
computadora portátil y todos los demás aparatos
electrónicos intrusos, y tan solo inhala el aire em-
briagador de la existencia, el gozo de ser.
10. Transforma el sufrimiento. Cuando suce-
den cosas malas, aprovéchalas para sensibilizarte
ante el dolor de los demás. Las mejores personas
que conozco –personas que sobrevivieron a la
tragedia y por ello se fortalecieron– no pregunta-
ron: “¿Quién me hizo esto?”. En cambio, pregun-
taron: “¿Qué es lo que esto me permite hacer que
no podría haberlo hecho antes?”. Estas personas
se negaron a ser víctimas de las circunstancias. Se
convirtieron, en cambio, en agentes de esperanza.
La mayoría de estas sugerencias son, por su-
puesto, elementos integrales de una vida religiosa,
por lo cual muchas encuestas han demostrado que
quienes practican una fe religiosa tienden a vivir
más tiempo, tienen niveles más bajos de estrés y
reportan mejores niveles de bienestar. Esto no es
accidental. Las grandes religiones son nuestros
tesoros más ricos en sabiduría, cuando la cuestión
es cómo vivir la vida de la mejor manera.
La vida está rebosante de bendiciones como pa-
ra perder tiempo y la atención en sustitutos artifi-
ciales. Vive, da, perdona, celebra y alaba: estas
siguen siendo las mejores formas de derramar
bendiciones sobre la vida, de modo que la vida se
convierta en una bendición. [tr. F. Q.]