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Trabajo, empleo y
puesto de trabajo
Andrés Bilbao
I
Las nociones de trabajo, puesto de tra-
bajo y empleo no tienen el mismo sig-
nificado. Al abordar el análisis de la
configuración del mercado trabajo es necesa-
rio establecer analíticamente la delimitación
entre estas tres nociones. Confundirlas bajo
una misma denominación conduce a una sim-
plificación del análisis que impide abordar la
complejidad que subyace en la morfología del
mercado de trabajo. Es necesario, pues, esta-
blecer algunas precisiones para clarificar el
debate. Estas giran entorno a la distinción
entre puesto de trabajo y empleo. La noción de
puesto de trabajo tiene en su caracterización
dos componentes. Uno de naturaleza subjetiva
que hace referencia a lo que se entiende, en
términos de tiempo por puesto de trabajo 1
. Si
se considera la convención de que un puesto de
trabajo equivale a cuarenta horas semanales, el
total de puestos de trabajo será igual al núme-
ro de horas trabajadas, divididas por cuarenta.
El otro es de naturaleza objetiva y alude a la
capacidad del sistema económico de generar
horas de trabajo, contabilizadas en un mismo
momento. En este sentido un sistema de pleno
empleo se caracterizaría como aquél que pro-
duce tantas horas como demandantes de
empleo. Y a la inversa, un sistema que no pro-
duce pleno empleo es aquél que produce
menos horas que las demandas en un momen-
to dado.
La otra es la noción de empleo. Esta alude a
la ocupación por parte del trabajador de un
puesto de trabajo. En una situación de pleno
empleo, y dada una determinada convención
en cuanto a la extensión temporal de un pues-
to de trabajo, se daría una completa simetría
entre el número de empleos y el número de
puestos de trabajo.
En la actualidad, sin embargo, esta simetría
está rota. Por una parte, por la menor capacidad
para generar puestos de trabajo. Por otra parte,
porque la precariedad del empleo significa
romper la norma que identificaba empleo con
ocupación estable de un puesto de trabajo. La
multiplicación de situaciones a las que da lugar
la desregulación provoca que haya una multi-
tud de normas de empleo. La diferencia entre
las normas de empleo es lo que determina los
69Título del artículo
Andrés Bilbao. Universidad Complutense de Madrid.
Política y Sociedad, 34 (2000), Madrid (pp. 69-81)
05.qxd 30/03/01 14:30 Página 69
distintos segmentos que componen el mercado
de trabajo. La tendencia a la precarización
implica el empeoramiento, para el trabajador,
de la norma de empleo.
Al plantear la demarcación entre una confi-
guración rígida, tendencia característica de los
años sesenta,se modifica la demarcación entre
trabajo y puesto de trabajo. La idea de flexibi-
lidad alude a una relación de naturaleza transi-
toria entre trabajador y puesto de trabajo. Esta
relación viene, a su vez, expresada en una
norma diferente a la anterior.
Al establecer esta distinción entre rigidez y
flexibilidad se puede ver como hay dos refe-
rencias subyacentes, la de puesto de trabajo y
la de la norma que regula el empleo, la rela-
ción trabajador puesto de trabajo. En cuanto al
volumen de puestos de trabajo sea análogo al
volumen de individuos que demandan trabajo,
se despliega una tendencia hacia el pleno
empleo. En este contexto se crean las condi-
ciones, para la promulgación de normas esta-
bles de empleo. Por el contrario, allí donde el
volumen de puestos de trabajo sea inferior a la
demanda de trabajo, crecerán los niveles de
desempleo. Esto, a su vez, está vinculado al
despliegue de normas no estables de empleo.
La relación entre los niveles de empleo y la
norma que regula la relación del trabajador con
el puesto de trabajo, está mediatizada por diver-
sos factores. Altos y bajos niveles de empleo
están en el origen de una tendencia hacia la
homogeneización y hacia la diferenciación de
las condiciones salariales, respectivamente 2
.
Puesto de trabajo y norma de empleo son
referencias distintas. El primero se inscribe en
el contexto de las condiciones económicas, en
el que se entrecruzan dos referencias: los ras-
gos del entorno material en los que se desen-
vuelve el proceso económico y las caracterís-
ticas de la racionalidad económica que
subyace a este proceso. Tras la Segunda Gue-
rra Mundial la reconstrucción material im-
plicó una amplia diversificación de las acti-
vidades económicas y paralelamente un
incremento de los puestos de trabajo. La lógi-
ca del modelo económico que subyace a este
proceso tiene, también, un destacado papel.
En su origen, este modelo planteaba la centra-
lidad de la demanda como factor del creci-
miento económico. La creación de puestos de
trabajo y la regulación política del ciclo eco-
nómico son sus rasgos más destacados, cuya
consecuencia será el subsiguiente crecimiento
de los niveles de empleo que se asociaban
estrechamente al proceso de crecimiento
económico. En esta perspectiva los niveles de
desempleo reducían la intensidad del creci-
miento. Esto tenía además, una importante
consecuencia, la funcionalidad de una norma
de empleo basada en la estabilidad.
La lógica de la subyacente racionalidad eco-
nómica de este período la ejemplifica el mode-
lo keynesiano. Su punto de partida es la para-
dójica relación entre crecimiento y generación
de empleo. Mientras las sociedades menos
desarrolladas tenían más capacidad de crear
empleo, en las sociedades desarrolladas esta
capacidad es más reducida. Keynes hace apa-
recer la noción de paro involuntario, noción
que no tiene sentido en la perspectiva neoclá-
sica. El núcleo de la crítica de Keynes puede
centrarse en la noción de propensión al consu-
mo. La propensión al consumo alude a la rup-
tura de la relación que la economía neoclásica
establecía entre el nivel de ingreso y el nivel de
consumo. La economía neoclásica entendía el
consumo distribuido en tiempos: en forma
inmediata o a largo plazo. El ahorro es un
mecanismo de consumo diferido 3
.
La secuencia de su argumentación se des-
pliega en los siguientes momentos: Cuando
aumenta el nivel de empleo, aumenta el ingre-
so global. Sin embargo la psicología de la
comunidad es tal que cuando aumenta el ingre-
so, el consumo no lo hace en la misma propor-
ción. En consecuencia, los empresarios
tendrán pérdidas si el aumento de la ocupación
no se traduce en un paralelo aumento del con-
sumo. En consecuencia para mantener el nivel
de ocupación deberá existir cierto volumen de
inversión que absorba el excedente que arroja
la producción total sobre lo que la comunidad
decide consumir, cuando la ocupación se
encuentra a dicho nivel. Dada la propensión a
consumir, el nivel de ocupación de equilibrio
dependerá de la magnitud de la inversión
corriente.
Desde la noción de propensión al consumo,
avanza hacia la caracterización de la noción
de multiplicador. Esta noción alude al volu-
men de inversión que será necesario en cada
momento para cerrar la distancia entre la
demanda efectiva y el total de lo producido.
La secuencia que despliega es la siguiente. La
ocupación sólo puede aumentar si lo hace la
70 Andrés Bilbao
05.qxd 30/03/01 14:30 Página 70
inversión. Esto remite a la noción de multi-
plicador en la que se relaciona: el nivel de
ocupación; los ingresos totales; la tasa de
inversión. El multiplicador mide la relación
entre el aumento de la ocupación total deriva-
do de un incremento de la ocupación. En con-
secuencia, tenemos: desde una psicología
determinada que se manifiesta en una deter-
minada propensión al consumo, el multiplica-
dor reflejará las veces que aumenta la inver-
sión y el empleo. Cuando la propensión al
consumo es alta, pequeñas fluctuaciones de la
inversión darán lugar a grandes fluctuaciones
de la ocupación. Por el contrario, cuando la
propensión es baja, grandes fluctuaciones de
la inversión producirán pequeñas fluctuacio-
nes en el empleo. La conclusión que se deri-
va de la noción de multiplicador es que a
medida que aumenta el ingreso de las socie-
dades, en otros términos el desarrollo econó-
mico, es necesario un mayor volumen de
inversión pública para alcanzar los niveles de
pleno empleo.
Tras estas consideraciones Keynes aborda
el problema de la generación de la ocupación.
La perspectiva keynesiana no se coloca, en
este sentido, fuera de la perspectiva tradicio-
nal: el capital privado, encarnado en la figura
del empresario, es la condición de la creación
de empleo y el crecimiento económico. Su
abordaje del mecanismo que impulsa la inver-
sión, la eficiencia marginal del capital, le con-
ducirá a conclusiones diferentes respecto del
modelo anterior.
Su perspectiva, en ruptura con el modelo
anterior, se basa en cuatro afirmaciones: Pri-
mera, cuando alguien compra un bien de capi-
tal adquiere el derecho a una serie de rendi-
miento probable. Este rendimiento probable
estará determinado por las expectativas futu-
ras. Segunda, a su vez el rendimiento probable
contrasta con el precio de oferta. El precio de
oferta es lo que inducirá al empresario a pro-
ducir una unidad adicional. Tercera, la rela-
ción entre el rendimiento probable y el precio
de oferta es lo que determina la eficiencia
marginal del capital. Cuarta, el aumento de la
inversión, la eficiencia marginal del capital, se
reducirá debido a al descenso del rendimiento
probable y a la intensificación de la compe-
tencia que aumentará el precio de los factores.
Al describir la noción de eficiencia marginal,
dos elementos se colocan en un primer plano.
Las expectativas futuras, que remiten a niveles
esperados de demanda y que a su vez remiten
a las condiciones en las que se determina la
demanda. O sea el nivel de ocupación y la
propensión al consumo.
A partir de finales de los sesenta y comien-
zos de los setenta se inicia un nuevo proceso
que paulatinamente pondrá fin a las formas de
gestión económica del período anterior. Varios
factores caracterizan la nueva situación. En
primer lugar, el crecimiento conjunto de la
inflación y el desempleo durante la década de
los setenta. Aquí se abre la discusión acerca de
la prioridad de atajar uno u otro problema, dis-
cusión que se resolverá, en la década siguien-
te, en la prioridad de la estabilidad monetaria.
La inflación ocupará el centro del diagnóstico
sobre la crisis económica, dando lugar las polí-
ticas monetarias activas 4
. Todos aquellos fac-
tores que contribuyen a reducir la inestabilidad
monetaria pasan a un primer plano. Una de las
consecuencias es que a diferencia del período
anterior, el volumen de empleo no se vincula a
la intensidad del crecimiento económico. Se
abre, incluso, paso la tesis de que a medida que
aumenta el desempleo, disminuye el poder de
negociación y con ello los salarios, lo que con-
tribuye a rebajar la inflación.
La configuración del mercado de trabajo
bajo la égida del modelo económico centrado
en la autonomía del mercado, es un proceso en
el que se entrecruzan dos exigencias de natura-
leza diferente. Las que se derivan del adecuado
funcionamiento de la lógica centrada en la
oferta suponen formas organizativas que a la
vez que aumentan la productividad mantengan
la estabilidad de los precios. Esto requiere tanto
subsumir la determinación salarial a las condi-
ciones del crecimiento de la inversión, como a
los niveles que permiten controlar la inflación.
El cuestionamiento del estatuto del pleno
empleo es un reflejo de la desvinculación entre
el principio del crecimiento económico y sus
consecuencias. Cuestionamiento que adopta
dos modalidades distintas. Una consiste en
señalar que las nuevas condiciones del creci-
miento económico han transformado el
empleo en un bien escaso 5
. Expresiones como
«el fin del trabajo» 6
, aluden a la transición
hacia un nuevo modelo de organización social
en el que el trabajo no será determinante en la
colocación del individuo en la estructura
social 7
.
71Trabajo, empleo y puesto de trabajo
05.qxd 30/03/01 14:30 Página 71
La otra modalidad presenta un rasgo dife-
rente ya que se inscribe en la lógica constituti-
va del actual modelo de crecimiento económi-
co. La competitividad y la estabilidad de la
moneda son dos de sus rasgos más importantes
y en relación a ambos el pleno empleo tiene
efectos negativos. La noción de eficiencia,
vinculada a la competitividad, implica una
teoría de los salarios bajos así como de la posi-
bilidad de sustitución del trabajador,como con-
dición para aumentar la productividad. La
estabilidad del nivel de precios requiere por su
parte el establecimiento de un régimen salarial
cuyo crecimiento no supere el crecimiento de
la productividad, pues cuando esto sucede su
consecuencia es la inflación 8
. El cumplimien-
to de estas condiciones es incompatible con el
pleno empleo en cuanto que éste implica un
aumento del poder de negociación de los tra-
bajadores y por tanto la estabilidad en el pues-
to de trabajo y la tendencia al alza del coste
laboral.
La flexibilidad se coloca en el centro de los
programas de reorganización de la producción.
En estos años se abre un amplio acuerdo en el
sentido de señalar que la flexibilidad supone
una ruptura respecto de los modelos anteriores
de organización de la producción. La flexibili-
dad alude básicamente a la adaptación de la
organización de la producción a las condicio-
nes del mercado. Flexibilidad es la respuesta
implícita en la puesta en primer plano de la
competitividad.
Los procesos de innovación tecnológica en
cuanto que suponían la reducción del volumen
de puestos de trabajo, así como un incremento
de la eficacia, fundamental en un contexto en
el que se pone en primer plano la competitivi-
dad, pasan a ser factores funcionales al proce-
so de crecimiento económico. Esto se inserta
en un giro que pone en primer plano las polí-
ticas de oferta, en contraste con las políticas
de demanda del período anterior. Esto tiene
una consecuencia importante y es que el pro-
ceso de desregulación de las relaciones labo-
rales se vincula a una mayor eficacia e inten-
sidad del crecimiento económico. La relación
temporal del trabajador con el puesto de traba-
jo se constituye en una condición de la mayor
eficacia del proceso económico. La configura-
ción de una norma de empleo vinculada a la
flexibilidad se abre paso en este nuevo con-
texto. Otros factores adicionales, como el
desempleo y la segmentación del mercado de
trabajo, contribuyen a la intensificación de
esta nueva perspectiva.
Es el síntoma de una nueva ortodoxia econó-
mica que surge como respuesta a la crisis del
modelo anterior, y que se desarrollará comple-
tamente en los años posteriores. Los rasgos de
esta nueva perspectiva se pueden centrar en
tres puntos. En primer lugar, en la afirmación
del mercado como mecanismo de regulación
autónomo de las relaciones entre los indivi-
duos. Las leyes de la oferta y la demanda, des-
plazándose sobre un espacio libre de la interfe-
rencia de los individuos, alcanzaran un punto
de equilibrio entre todos los factores de pro-
ducción. Este punto implica la plena utilización
de todos los factores y por tanto del pleno
empleo 9
. En segundo lugar, que el beneficio
empresarial está en el origen del crecimiento
económico. Todo aquellos factores que contri-
buyan a su aumento 10
, son funcionales al pro-
ceso de desarrollo económico. En tercer lugar,
la sociedad no es más que la suma de indivi-
duos que persiguen, mediante el cálculo mone-
tario racional, sus propios intereses. La suma
de estos intereses converge en un futuro hori-
zonte de integración y estabilidad social.
A partir de los años ochenta las sociedades
industriales pasan de considerar prioritatio el
problema del pleno empleo a otorgar primacia
a la estabilidad monetaria. Esta tiene como
objetivo la reducción de la inflación y en su
desarrollo aparecen dos factores: la política
presupuestaria y la estructura de los mercados
de bienes y trabajo. Ambos factores inciden
directamente sobre dos rasgos característicos
del período anterior: la estructura del Estado
Asistencial y a estabilidad de las relaciones
laborales.
En este nuevo ámbito las transformaciones
en la fisonomía del mercado de trabajo se han
desplegado en varias direcciones. Una de ellas
es la constitución de una norma precaria de
empleo que ha venido rigiendo la incorpora-
ción y permanencia en el empleo de una parte
importante de la población. A esta configura-
ción de la norma han contribuido tanto cam-
bios legislativos como el desarrollo de prácti-
cas sociales.
En relación a éstas últimas se pueden seña-
lar varias direcciones. Una primera está cons-
tituida por la acción de las Empresas de traba-
jo temporal. Estas han venido a sustituir a los
72 Andrés Bilbao
05.qxd 30/03/01 14:30 Página 72
sistemas nacionales de empleo y lo han hecho
con el argumento de su mayor eficacia para
colocar a los demandantes de empleo. Sin
embargo, la lógica empresarial de las ETT las
orienta no tanto a la estabilidad del mercado de
trabajo, sino hacia una acentuada rotación
entre puestos de trabajo. Otra dirección tiene
que ver con la constitución de areas del mer-
cado de trabajo en las que ha aumentado la
falta de legalidad. En este sentido puede
hablarse de una línea de segmentación entre
aquellos sectores que aún conservan capacidad
de negociación y de presión y aquellos que
carecen de ella. Mientras en los primeros está
vigente la legalidad, en los segundos no. Esto
pone de manifiesto otro aspecto de la desregu-
lación que la hace sinónima de ausencia de
normas, de legalidad, vinculada a la desregula-
ción se encuentra los cambios en las prácticas
de los cuerpos estatales responsables de ins-
peccionar el mercado de trabajo. Estas confi-
guran un segmento del mercado de trabajo
cuyas prácticas están alejadas respecto de la
legalidad. Por último, lo que caracteriza a los
segmentos precarizados es la práctica desapa-
rición de las formas colectivas de negociación.
En estos sectores la negociación es sustituida
por una relación cara a cara, empresario traba-
jador, que solo en apariencia es un proceso de
negociación.
II
En este nuevo entorno se producen
cambios en la configuración del
empleo. La norma de empleo se ins-
cribe en un horizonte político, que a su vez
depende de la subyacente lógica económica.
En la década de los sesenta la norma apuntaba
hacia la estabilidad. En la década de los noven-
ta, la tendencia es hacia la precarización. En
esta nueva definición de la norma como preca-
riedad se cruzan varios elementos. En primer
lugar no se proyecta homogeneamente sobre el
conjunto de los asalariados. Aquellos sectores
con capacidad de negociación y presión,
siguen manteniendo una norma de empleo
estable. Es en aquellos sectores con menos
capacidad de negociación y de presión donde
se acentúa la tendencia hacia la norma de la
precariedad. En segundo lugar, como ya se ha
señalado anteriormente, la línea entre desem-
pleado y ocupado pierde nitidez a medida que
se intensifican las tendencias hacia la precari-
zación de la norma del empleo. Con ello se
viene a hacer frente y a resolver un problema
importante: el de los desempleados. Esto con-
fronta a los gobiernos con una alternativa.
Bien aumentar la protección a los desemplea-
dos. Pero esto supone aumentar los gastos del
Estado en un momento en el que la ortodoxia
económica apunta en otra dirección. Bien no
hacerlo, pero la consecuencia es la creación
directa de un amplio sector de individuos mar-
ginados, con las consecuencias de toda índole
que esto trae consigo.
La precarización de la norma permite hacer
frente a esta alternativa. Por una parte hace
posible que varios trabajadores ocupen un
mismo puesto de trabajo. Esto último tendría
lugar en cuanto que la precarización de la
norma del empleo, configuraría al trabajo
como una suerte de colchón que absorbería las
subidas de precios 11
y contribuiría a la estabi-
lidad monetaria 12
. La falta de estabilidad
determina que estos trabajadores carezcan de
cualquier capacidad de negociación, con lo
que se obvian los efectos inflacionistas deriva-
dos de una posible negociación. Por otra parte
permite reducir los gastos destinados a subsi-
diar el desempleo, sin que esto implique la
creación a corto plazo de amplias zonas mar-
ginales. A la vez, esta reducción resulta ade-
cuada a la nueva ortodoxia económica.
De este modo la precarización de la norma
de empleo diluye las diferencias entre ocupa-
dos y desempleados, y puede dar lugar, en el
futuro a la reducción estadística del paro.
Desde esta perspectiva se alcanzaría una socie-
dad cercana al pleno empleo 13
. Una apariencia
estadística, pero que utilizada mediaticamente
puede tener el efecto de diluir el problema
político del desempleo. A la vez, esta nueva
situación estadística de pleno empleo, no esta-
ría acompañada de las tensiones inflacionistas
y aseguraría la estabilidad monetaria. Esto últi-
mo tendría lugar en cuanto que la precariza-
ción de la norma del empleo, configuraría al
trabajo como una suerte de colchón que absor-
bería las subidas de precios 14
y contribuiría a
la estabilidad monetaria. 15
La flexibilidad se coloca en el centro de los
programas de reorganización de la producción.
73Trabajo, empleo y puesto de trabajo
05.qxd 30/03/01 14:30 Página 73
En estos años se abre un amplio acuerdo en el
sentido de señalar que la flexibilidad supone
una ruptura respecto de los modelos anteriores
de organización de la producción. La flexibili-
dad alude básicamente a la adaptación de la
organización de la producción a las condicio-
nes del mercado. Flexibilidad es la respuesta
implícita en la puesta en primer plano de la
competitividad.
La flexibilidad se plantea en tres momentos.
En primer lugar, el acceso a la organización.
Tanto bienes como fuerza de trabajo deben
permanecer libres de toda constricción en la
determinación del precio. La flexibilidad de
ambos mercados señala el primer momento.
En segundo lugar, la organización de la pro-
ducción que implica tanto la movilidad de la
fuerza de trabajo, la innovación tecnológica
sin restricciones y el aumento de la velocidad
de producción. Esto requiere flexibilidad en la
organización así como una completa transpa-
rencia del proceso de trabajo, respecto de la
gerencia. Y en tercer lugar, flexibilidad en la
salida del puesto de trabajo.
Este somero repaso a la situación y sus
transformaciones, a partir de finales de la II
Guerra Mundial, pone de manifiesto que las
nociones de empleo y de puestos de trabajo, no
son iguales. El despliegue de uno y otro res-
ponde a procesos de distinta naturaleza.
Algo análogo sucede con la noción de tra-
bajo que presenta una génesis y un perfil más
complejo. El trabajo constituye, en las socie-
dades modernas, el eje central de la vida de
los individuos. Una serie de transformaciones
culturales lo han ido dotando de un significa-
do positivo. La originaria contraposición entre
actividad y trabajo, entre conciencia teórica y
conciencia práctica, que se planteó en el
mundo griego ha quedado completamente
superada por la modernidad. La actividad apa-
recía como lo positivo mientras que el trabajo
se vinculaba a lo negativo. Lo característico
del hombre libre era la actividad, mientras que
el trabajo lo era de hombres serviles. Como
puso de manifiesto Weber, el trabajo cambia
de significación en el mundo moderno, para
devenir un hecho positivo. Esta transforma-
ción respecto del valor social está en la base
de la centralidad que ha adquirido en la
modernidad. El trabajo aparece como el
medio legítimo de reproducción material del
ser humano.
La noción de trabajo hace referencia a la
relación entre el ser humano y la naturaleza,
cuyo fin es la supervivencia material. Ser
humano y naturaleza se sitúan en una relación
opuesta mediada por el trabajo. A través de
éste se va configurando un mundo artificial
que coloca al ser humano al abrigo de los
ciclos naturales. Su expresión más acabada es
la manufactura desarrollada en la sociedad
industrial. El mundo natural se percibe en los
inicios de la modernidad como algo a dominar.
El conocimiento se despliega como conciencia
práctica, lo que circunscribe su finalidad al
proceso de subordinación a las necesidades de
supervivencia. Esto se inscribe en una concep-
ción que vincula el conocimiento al mejora-
miento de la vida del ser humano.
A partir del siglo XVIII se despliega una
nueva relación entre el ser humano y su entor-
no, que se establece sobre dos líneas. Una de
ellas alude a la concepción del ser humano
como individuo deseante. Este rasgo se pro-
yecta el deseo como algo ilimitado y en conse-
cuencia como un horizonte fuera del alcance
del individuo. Sobre esta limitación se pone el
origen de la relación social, en cuanto que el
individuo percibe la relación que se establece
con los otros como lo que permite la satisfac-
ción del deseo. La división del trabajo se cons-
tituye en la institución que relaciona a los indi-
viduos en una ordenada sociabilidad.
Esto tiene como consecuencia la estrecha
relación entre la condición sociable y el hecho
de trabajar. El trabajo deviene bajo esta pers-
pectiva, el vínculo de relación entre los indivi-
duos. La autonomía del individuo aparece vin-
culada a la propiedad que a su vez remite al
trabajo como el medio que permite el acceso a
ella. La condición del individuo en la moder-
nidad está vinculada al hecho de trabajar. Este
aparece como un acontecimiento de significa-
do universal, que hace posible la libertad y la
autonomía 16
. La noción de individualidad y
trabajo aparecen estrechamente asociadas. En
su forma abstracta implican la intercambiabili-
dad entre individuos. En esto subyace el pasa-
je desde la noción de estatus heredado y esta-
tus adquirido, éste último coloca en el
individuo y en su relación que establece
mediante el trabajo, con lo que le rodea, el ori-
gen de su posición social.
La trama de la sociabilidad en el mundo
moderno se despliega sobre las relaciones que
74 Andrés Bilbao
05.qxd 30/03/01 14:30 Página 74
se establecen mediante el trabajo. La demar-
cación social del individuo. Integración y
marginalidad son los dos extremos de la con-
dición del individuo respecto de su relación
con los demás 17
. La noción de trabajo como
un rasgo general, común a todos los indivi-
duos, tiene su origen en la modernidad. Con
ella se alude a varias dimensiones. La relación
con la naturaleza y su dominio sobre el que se
constituye el mundo artificial, sinónimo del
mundo humano. El trabajo aparece como el
medio privilegiado mediante el cual los indi-
viduos se reproducen materialmente. Esta
reproducción se prolonga hacia el proceso de
intercambio, mediante el dinero, cuyo origen
se sitúa en el hecho de trabajar. El trabajo apa-
rece como la condición de la autonomía y la
libertad del individuo. No obstante esta carac-
terización tiene su origen en un ámbito cultu-
ral en el que se alude a la identidad entre indi-
viduo y trabajo. Esta noción, no obstante, no
alude a las formas en las que se despliegan los
distintos trabajos, lo que equivale a decir a la
forma en la que se jerarquizan los individuos
en la sociedad del trabajo.
III
Puesto de trabajo, empleo y trabajo
son pues nociones que es preciso
diferenciar. La confusión de estas
nociones y la unificación bajo un sólo rótulo,
conduce a tesis como las que afirmar el fin del
trabajo. Solamente una clara diferenciación
entre estas tres nociones permite abordar el
análisis de lo que realmente subyace en esta
formula general.
La distinción es lo que permitirá establecer
un diagnóstico más preciso sobre lo que hoy
acontece en el ámbito de las relaciones de tra-
bajo. Las variaciones en el volumen de puestos
de trabajo, aluden a factores vinculados con la
lógica del proceso económico. La noción de
trabajo, subyace en el pasaje de la categoría
estadística de inactivo a activo. Factores cultu-
rales que desvinculan el trabajo del horizonte
de las mujeres, explica porqué, como sucedió
en el caso español, la tasa de actividad fuera
más reducida y paralelamente fuera más alta la
tasa de ocupación. La remoción de estos facto-
res culturales ha tenido efectos importantes en
las variaciones de las tasas de actividad y con
ello en la tasa de ocupación. En ambos casos
se originan diagnósticos diferentes a partir de
los datos que ofrecen las estadísticas sobre el
mercado de trabajo. Diagnósticos que aun
cuando se pueden desarrollar conjuntamente,
permiten una visión más clara de la morfología
y tendencias del mercado de trabajo. Por últi-
mo la norma social de empleo puede dar lugar
a una u otra representación de lo que acontece
en el mercado de trabajo. Así una norma social
rígida, que converja en un contexto de creci-
miento del volumen de puestos de trabajo y un
aumento de la tasa de actividad da lugar a un
crecimiento de los niveles de desempleo. En el
extremo opuesto una norma social flexible
permite una mayor rotación sobre los puestos
de trabajo, proyectando una imagen estadística
de menores niveles de desempleo. Estos ejem-
plos, como otros que pueden desarrollarse,
pone de manifiesto que un análisis adecuado
de la morfología del mercado de trabajo debe,
necesariamente, partir de la distinción analíti-
ca de estas tres nociones.
La noción de puesto de trabajo delimita el
perfil de la actividad. Esto tiene una primera
referencia que alude a las cualificaciones
requeridas para una determinada actividad. El
puesto de trabajo se imbrica en una compleja
estructura que tiene múltiples dimensiones.
Unas lo colocan en un contexto coordinado
con otros puestos de trabajo. Otros aluden a
objetivo final de la producción, en la que se
imbrican distintos grados de cualificación, que
a su vez se inscriben en un constante proceso
de cambio. La segunda referencia remite al
proceso de organización que conlleva cada
puesto de trabajo. El tiempo, la mayor o menor
cadencia en el esfuerzo, así como la intensidad
del esfuerzo requerido, son sus principales
referencias. A ello se une el coste, puesto de
manifiesto por el salario, sobre el que se deter-
mina la eficacia económica. La última referen-
cia alude a dos elementos: las herramientas
utilizadas y el proceso de innovación tecnoló-
gica. El primero apunta hacia la mayor efica-
cia técnica del proceso de trabajo, mientras
que el segundo se refiere al proceso de sustitu-
ción de energía humana por energía mecáni-
ca 18
. Los cambios en el contexto técnico del
puesto de trabajo están relacionados con
ambos elementos.
75Trabajo, empleo y puesto de trabajo
05.qxd 30/03/01 14:30 Página 75
El cruce entre estas tres referencias determi-
na dos factores. Uno que guarda relación con
la oferta de trabajo y otro que determina la
mayor o menor productividad del puesto de
trabajo. Las variaciones en la cualificación tie-
nen sentidos diferentes. Así un proceso de des-
cualificación permite el acceso a una demanda
mayor de trabajadores, lo que se traduce en
una reducción del coste salarial. Lo mismo
sucede con el caso de la mayor rigidez o flexi-
bilidad que apunta hacia importantes variacio-
nes en el coste. Lo mismo sucede desde la
perspectiva de la innovación tecnológica, que
permite un aumento de la efectividad con un
menor volumen de trabajadores. La producti-
vidad del puesto de trabajo cobra especial rele-
vancia en el contexto de la centralidad de la
oferta, en la medida en que supone una mayor
rentabilidad de la inversiones.
El origen del puesto de trabajo se sitúa en el
despliegue de la división del trabajo. Su pro-
gresivo desarrollo supone el alargamiento de
la distancia entre individuos y de estos respec-
to del producto realizado. Como ya se señaló
en los primeros análisis sobre la producción,
esto tiene una primera consecuencia, y es que
limita la capacidad de supervivencia del indi-
viduo a partir de su trabajo. Cuanto más se
extiende la división del trabajo mayor es la
distancia entre el momento de la producción y
la venta 19
. Esto implicaba una doble transfe-
rencia, desde la noción del individuo encua-
drado en la división del trabajo hasta la del
individuo como trabajador asalariado, encua-
drado en una organización económica. A la
vez que el proceso de producción y venta se
imbricaba en esa organización. El despliegue
de la división del trabajo comporta un media-
ción exterior a los individuos, desde la que se
despliega el puesto de trabajo.
Esta instancia exterior se constituye en el
punto clave desde el que se impulsa el proceso
de crecimiento económico. En ella se define la
noción de capital bajo la que se entrecruzan
diversos elementos. El primero se refiere a la
acumulación de una determinada cantidad de
dinero, sobre la que hacer frente a los requeri-
mientos del proceso de producción. El segundo
remite a la tecnicidad sobre la que se organiza
la división del trabajo.
Esta se despliega sobre varios planos. En el
de la producción se determina el puesto de tra-
bajo y su relación con aquello que se produce.
Las modalidades en las que se organiza la
relación entre distintos puestos de trabajo se
vincula a la mayor o menor extensión de la
división del trabajo. Esta reaparece, en este
nuevo contexto, no como un acontecimiento
social, sino como un hecho técnico vinculado
al objeto a producir. En su mayor o menor
extensión se definen las características técni-
cas del puesto de trabajo, toda vez que éstas
aparecen ordenadas en un espacio en el que se
despliegan la coordinación de la totalidad del
proceso. La dirección de este proceso aparece,
en grado diferente, como la convergencia
entre la administración disciplinaría de los
trabajadores asalariados y la forma técnico
material del proceso de trabajo. 20
El primero y el segundo elemento, la inver-
sión y la organización técnica, están relaciona-
dos en cuanto que la rentabilidad del primero
determina la configuración del segundo. En
esta relación aparece la noción de racionalidad
económica desde la que se determina la confi-
guración de la organización de la producción.
El despliegue del puesto de trabajo y la
racionalidad económica son momentos que
discurren en paralelo. Esta última es el elemen-
to que determinará su perfil. Originariamente la
noción de racionalidad estaba asociada al
momento que mediaba entre las distintas partes
de la división del trabajo. La centralidad del
elemento mediador, el capital, suponía el des-
plazamiento desde la simetría entre el interés
privado y el interés público, hacia la simetría
entre capital e interés público. En esta perspec-
tiva, la rentabilidad del capital se constituye
como el principio que hace posible el progreso
económico. En esta centralidad y la convergen-
cia con el interés público está implícito el dis-
tanciamiento y la subordinación del puesto de
trabajo. Este aparece redefinido en unos térmi-
nos que suponen su dependencia respecto del
crecimiento de la rentabilidad de la inversión.
El despliege del capital y la emergencia de la
figura del consumidor, disuelven las formas
antropomórficas de organización del proceso
económico. La consecuencia es que lo que se
pone en primer plano no es la racionalidad
específica del capital, sino la racionalidad eco-
nómica. Ésta se sitúa en el contexto de diferen-
tes modelos de concepción del proceso de cre-
cimiento económico. La ortodoxia económica
de los sesenta se centraba en la centralidad de
la demanda, mientras que la actual se basa en la
76 Andrés Bilbao
05.qxd 30/03/01 14:30 Página 76
centralidad de la oferta. El puesto de trabajo
aparece definido desde una objetiva racionali-
dad, que permea la totalidad de las relaciones
del proceso económico.
Lo relevante respecto del puesto de trabajo
es la reducción de sus costes. Esta reducción
guarda relación con el aumento de la producti-
vidad. Aumento cuya dimensión central está
vinculada al proceso de innovación tecnológi-
ca. El despliege de este proceso supone dos
fenómenos estrechamente relacionados: el
aumento de la productividad y la eficacia del
puesto de trabajo.
La configuración de la norma social de
empleo se inscribe en un amplio contexto en el
que se entrecruzan determinaciones políticas y
económicas. En este entrecruzamiento se con-
figuran dos extremos opuestos entre los que
discurren distintas modalidades de organiza-
ción de la relación ente el trabajador y el pues-
to de trabajo. En un extremo, la norma esta-
blece una rígida vinculación mientras que en el
otro extremo establece una relación flexible.
Entre ambos momentos discurre una diferente
configuración de la morfología de las relacio-
nes laborales. La rigidez acentúa la tendencia
hacia un proceso de homogeneización del
entorno del mercado de trabajo, mientras la
flexibilidad supone la tendencia hacia una cre-
ciente heterogeneidad en las condiciones labo-
rales. Expresión de ambas tendencias es un
mayor o menor proceso de segmentación del
mercado de trabajo.
IV
El proceso de modificación de la
norma social de empleo puede ejem-
plificarse en el despliegue de la orga-
nización del mercado de trabajo que ha tenido
lugar, en la economía española, a partir de los
sesenta. En este proceso se entrecruzan dos
factores, uno político y otro vinculado a la via-
bilidad de la lógica económica. El factor polí-
tico permite la demarcación entre el período
del nacionalcatolicismo y la emergencia de la
democracia parlamentaria a lo largo de la
década de los setenta.
El totalitarismo político de la década de los
sesenta estaba basado en varios elementos. El
primero, al despliegue del pleno empleo, deter-
minado en buena medida por la emigración de
una parte de la población trabajadora hacia paí-
ses extranjeros así como por la baja tasa de
actividad femenina. El segundo alude a una
suerte de norma implícita, mediante la cual se
aseguraba la estabilidad en el puesto de traba-
jo, estableciendo como contrapartida la absolu-
ta prohibición de cualesquiera forma autónoma
de organización sindical. Disciplinamiento y
estabilidad en el empleo eran las características
de este modelo de relaciones laborales.
La configuración de la norma social de
empleo en los años cincuenta y sesenta tenía
tres líneas principales de referencia. La prime-
ra era el desarrollo de una norma, estatalmen-
te promulgada, que establecía las condiciones
de las relaciones de trabajo. Los principales
momentos legislativos son la promulgación
del «Fuero del Trabajo» que se inscribía en
una estructura totalitaria de encuadramiento de
la población. A partir del año cuarenta,
siguiendo esta línea intervencionista se inicia
el proceso de promulgación de las ordenanzas
laborales. Estas se fueron desarrollando en
años sucesivos configurando, en distintos
órdenes, el proceso de rigidificación de las
relaciones de trabajo. En el orden político se
establece el principio de que el Estado es el
órgano decisorio en la determinación de las
relaciones de trabajo. En el orden técnico se
introduce una rigurosa clasificación de las
categorías de trabajo. Desde el punto de vista
de la relación salarial se establece el salario
base en relación a la función que realiza el tra-
bajador. Igualmente se introduce un plus sala-
rial que compensa al trabajador por el aumen-
to de las cargas familiares. También se
determina el mecanismo de incremento del
salario, relacionándolo tanto con un plus de
carestía de vida como mediante el desarrollo
de un sistema de indiciación. En el orden jurí-
dico se suprime el despido acordado autono-
mamente por la gerencia y se transfiere a su
decisión a la Magistratura del Trabajo. Tam-
bién se instituye el jurado de Empresa, así
como el desarrollo de reglamentos de régimen
interno. Estos reglamentos abarcan desde
cuestiones relacionadas con la clasificación de
los puestos de trabajo hasta el régimen disci-
plinario en el trabajo.
El desarrollo de esta legislación fue confi-
gurando una norma social de empleo que
77Trabajo, empleo y puesto de trabajo
05.qxd 30/03/01 14:30 Página 77
estrechaba los vínculos y la seguridad del tra-
bajador con el puesto de trabajo. Las conse-
cuencias de esta legislación se prolongaron
hasta los primeros años de la década de los
setenta. El crecimiento de la inflación, la tran-
sición hacia un nuevo modelo de economía y
el proceso de transición política, fueron confi-
gurando un nuevo marco, en cuyo contexto se
fue desarrollando una nueva norma social de
empleo cuyo rasgo central era la flexibilidad.
En los años ochenta se ha instalado una
nueva ortodoxia económica que surge como
respuesta a la crisis del modelo anterior. Los
rasgos de esta nueva ortodoxia se pueden cen-
trar en tres puntos. En primer lugar, en la afir-
mación del mercado como mecanismo de regu-
lación autónomo de las relaciones entre los
individuos. Las leyes de la oferta y la demanda,
desplazándose sobre un espacio libre de la
interferencia de los individuos, alcanzaron un
punto de equilibrio entre todos los factores de
producción. Este punto implica la plena utiliza-
ción de todos los factores y por tanto del pleno
empleo. En segundo lugar, que el beneficio
empresarial está en el origen del crecimiento
económico. Todos aquellos factores que contri-
buyan a su aumento, son funcionales al proce-
so de desarrollo económico. En tercer lugar, la
sociedad no es más que la suma de individuos
que persiguen, mediante el cálculo monetario
racional, sus propios intereses. La suma de
estos intereses convergen en un futuro horizon-
te de integración y estabilidad social.
A partir de los años ochenta las sociedades
industriales pasan de considerar prioritario el
problema del pleno empleo a otorgar primacia
a la estabilidad monetaria. Esta tiene como
objetivo la reducción de la inflación y en su
desarrollo aparecen dos factores: la política
presupuestaria y la estructura de los mercados
de bienes y trabajo. Ambos factores inciden
directamente sobre dos rasgos característicos
del período anterior: la estructura del Estado
Asistencial y a estabilidad de las relaciones
laborales.
La otra cuestión alude al empleo. El empleo
no es algo dado exteriormente, sino que
depende de una norma políticamente estableci-
da. En la década de los sesenta la norma apun-
taba hacia la estabilidad. En la década de los
noventa, la tendencia es hacia la precarización.
Sobre ambas referencias, políticas y econó-
micas, se puede observar la evolución de la
norma social de empleo. Y a la vez mostrar
como su determinación se inscribe en un pro-
ceso de configuración de las relaciones labora-
les en el que se entrecruzan factores de diver-
sa naturaleza.
A finales de la década de los setenta las
estructuras políticas de la democracia orgánica
desaparecen, desplegándose el proceso de nor-
malización de la vida política que culminará
en la Constitución de 1978. A diferencia del
período anterior, la libertad sindical es un ele-
mento central en la organización de las rela-
ciones laborales. Paralelamente se producen
cambios, cuyo eje central es el proceso de des-
regulación de las relaciones laborales.
Con este proceso de transición política con-
verge un proceso de modificación de la orto-
doxia económica. En los años sesenta, el cre-
cimiento del empleo es la condición para el
crecimiento económico. La regulación estatal
del ciclo económico es el rasgo más carac-
terístico. A comienzos de los setenta, las ten-
dencias inflacionarias supusieron la crisis de
este modelo de crecimiento. A comienzos de
la década de los ochenta un nuevo modelo de
crecimiento económico irá configurando una
nueva ortodoxia económica.
A partir del comienzo de la década de los
setenta empezó a desarrollarse una sucesión de
ciclos que configuraron de modo diverso la
morfología del mercado de trabajo 21
. En este
sentido pueden señalarse los siguientes mo-
mentos. Entre 1970 y 1974 el empleo, a dife-
rencia de lo que sucedía en algunos países
europeos, creció de forma moderada, mientras
se mantenían bajos los niveles de desempleo.
El período comprendido entre 1974 y 1977 se
caracterizó por la estabilidad de los niveles de
empleo, a la vez que coincidía con un período
de incertidumbre política. Entre 1977 y 1985 se
empieza a producir un proceso de crecimiento
del desempleo. En esta situación se plantean
diversas medidas que tratan de hacer frente a la
caída del empleo. Consecuencia de estas medi-
das, cuyo eje central fue la tendencia hacia la
desregulación, se produjo en el período com-
prendido entre 1985 y 1991 un crecimiento del
empleo. Esto estuvo acompañado de un incre-
mento de la tasa de actividad, lo que tuvo como
consecuencia el que el desempleo no descen-
diera drásticamente. A partir de 1991 se inicia
un proceso de recensión de la economía que
acelera tanto el desempleo como el despliegue
78 Andrés Bilbao
05.qxd 30/03/01 14:30 Página 78
de medidas de desregulación que tratan de
paliar estos efectos.
Frente a los primeros síntomas de las crisis
del empleo se desarrollaron las propuestas de
reparto del empleo. La consigna sindical «Tra-
bajar menos para trabajar todos» se extendió
como la solución al desempleo. Estas propues-
tas apuntaban hacia la reducción de la jornada
de trabajo. Esto remitía a la cuestión del sala-
rio, abriéndose la siguiente alternativa. Si se
reducía, paralelamente a la reducción de la jor-
nada de trabajo, el salario se eliminaban los
efectos inflacionistas. Por el contrario si no se
reducía el salario la consecuencia era un
aumento de la inflación.
Paralelamente a estas propuestas se apunta-
ron cambios legislativos cuyo objetivo era el
reparto de los puestos de trabajo existentes.
Medidas tales como los contratos de relevo,
que suponían adelantar la edad de jubilación y
permitir la entrada de jóvenes en el puesto de
trabajo. Los incentivos a la contratación de
colectivos de difícil inserción laboral fue otra
de las medidas propuestas. Los efectos de
estas mediadas fueron el aumento de los gastos
del Estado.
Lo acontecido en la década de los setenta se
inscribía, no obstante, en un contexto de pro-
fundos cambios que apuntaban hacia la ten-
dencia a la globalización de la economía. Los
principales rasgos de este proceso estaban aso-
ciados a varios factores. La progresiva liberali-
zación en el tránsito de capitales, mercancías y
mano de obra. El desarrollo de la Nueva Divi-
sión Internacional del Trabajo, asociada a su
vez tanto a los procesos de descentralización
como a la innovación tecnológica.
Este nuevo contexto acentúa el proceso de
competencia cuyos efectos sobre las incipien-
tes políticas de reparto del empleo, fue hacer-
las inviables. En la medida en que uno de sus
efectos era el aumento de los costes esto
suponía una transferencia de ciertas areas de
producción hacia países en vías de desarrollo.
La consecuencia fue que los países centrales
aumentaron las importaciones respecto de las
exportaciones, produciéndose un desequilibrio
en la balanza exterior. El efecto fue el creci-
miento de las tensiones inflacionista. A partir
de este momento va adquiriendo consistencia
la tesis de que era preciso desplegar un nuevo
contexto legislativo en que fuera configurando
una nueva norma social de empleo.
La década de los ochenta marca el inicio de
un proceso de reforma legislativa cuyo objeto
es reducir la rigidez de las relaciones laborales,
iniciando el tránsito hacia formas flexibles. En
este nuevo contexto se despliega la noción de
ajuste positivo. Con ello se aludía al hecho de
que frente a la crisis la alternativa no era la
prolongación del anterior modelo, sino la con-
figuración de un nuevo modelo de crecimiento
económico.
En esta nueva perspectiva los elementos que
se ponen en primer plano presentan los
siguientes rasgos. En primer lugar la clarifica-
ción y la estabilidad del marco de las relacio-
nes laborales, vinculando ambos procesos a la
necesidad de reducir la incertidumbre empre-
sarial. Esto se vinculaba a la tesis de que la
certidumbre empresarial es la condición del
proceso de crecimiento económico. En segun-
do lugar la adecuación de la demanda de tra-
bajo a las características de los puestos de tra-
bajo.
En este nuevo contexto se va a intensificar el
proceso de segmentación del mercado de traba-
jo. La convergencia entre el proceso de desre-
gulación de las relaciones laborales y la seg-
mentación tuvo varias consecuencias. Acentuó
el proceso de individualización de las condi-
ciones laborales. Es en buena medida el rever-
so de la tendencia hacia la homogeneización
que había caracterizado al período anterior.
Una de las consecuencias fue la caída de las
tasa de afiliación sindical, lo que tuvo como
consecuencia la tendencia hacia la reducción
de las formas de negociación colectiva.
Un aspecto importante de esta nueva etapa
lo constituye la fijación de salario. Entorno a
éste convergen la noción de puesto de trabajo
y la de la norma social de empleo. Desde el
punto de vista de las políticas de oferta, la
reducción del coste del puesto de trabajo es un
factor primordial. La transformación de las
formas de negociación, lo que guarda relación
con el efecto de las nuevas normas de empleo,
así como su inclusión en el contexto de la esta-
bilidad monetaria, son los dos grandes ejes
sobre los que transcurre el proceso de determi-
nación del salario.
Al inicio de los años sesenta, la expansión
del sector industrial generó el efecto «Spill
over» 22
, el rebasamiento de las alzas salariales
de los sectores con más productividad al resto
de los sectores. En estos años se intensificó la
79Trabajo, empleo y puesto de trabajo
05.qxd 30/03/01 14:30 Página 79
demanda de mejoras salariales, lo que tuvo
como consecuencia tanto el aumento de los
precios industriales como el crecimiento de la
inflación. Este proceso se prolonga hasta
mediados de la década de los setenta. Sus ras-
gos principales fueron las expectativas de
amplios sectores de aumentar su poder adqui-
sitivo en cada nueva negociación. Esto supo-
nía que el salario crecía por encima de la infla-
ción. A la vez el efecto «Spill over» suponía
para determinados sectores que se rompía la
relación entre el crecimiento del salario y el
crecimiento de la productividad.
A comienzos de la década de los ochenta se
inicia un nuevo proceso de negociación que
lentamente desarrollará la tendencia de los
salarios a colocarse por debajo de la inflación,
así como a restringir y finalmente suprimir el
efecto «Spill over» 23
. A partir de este momen-
to la negociación colectiva sobre los salarios se
inscribe en un contexto en el que se toma en
consideración las principales variables del pro-
ceso económico. La inflación, la productivi-
dad, las variaciones del ciclo económico, así
como los objetivos de la política económica,
son puntos de referencia en la determinación
del incremento salarial.
NOTAS
1
Aquí únicamente se considera la noción de puesto
de trabajo en términos de tiempo. El puesto de trabajo
está fundamentalmente asociado a la determinación de
las tareas dentro del proceso de división del trabajo. El
objetivo de este artículo es plantear la hipótesis de que en
un futuro se podría alcanzar el pleno empleo desde una
perspectiva estadística. Por esa razón en la descripción
que se hace del puesto de trabajo se hace hincapié en la
temporalidad, dejando de lado el aspecto importante que
supone su caracterización en el contexto del proceso de
producción.
2
En esto se inscribe otro factor que vincula los nive-
les de empleo con la mayor o menor capacidad de nego-
ciación. Esta relación ya fue señalada en los años cua-
renta por Kalecki(1984), en su texto «Las consecuencias
políticas del pleno empleo».
3
Cuando Keynes habla de la propensión a consumir
y su relación con la tasa de interés introduce la noción de
«preferencia por la liquidez».
4
A diferencia del período anterior, estas están orien-
tadas hacia el control de la inflación.
5
Vid. C. Offe (1992).
6
Vid. J. Riffkin (1996).
7
En esta misma línea se ha señalado que es el
comienzo de un nueva época de libertad y creatividad
marcada por la liberación respecto del yugo del trabajo.
Estas previsiones aluden pronunciarse por la condición
del individuo inmerso en un modo de organización
social, que hace del salario la única fuente de renta.
8
Esta condición ha sido descrita por M. Friedman en
términos de tasa natural de paro. Esta noción alude a la
existencia de un punto de equilibrio entre la oferta y la
demanda de trabajo, que coloca a los salarios por debajo
de la inflación. El desplazamiento de este equilibrio
mediante la reducción del nivel de desempleo por deba-
jo de esta tasa natural, daría lugar al crecimiento de la
inflación. Consecuentemente, dentro de la perspectiva
monetarista, el pleno empleo –a diferencia de lo que
sucede en el keynesianismo– no es un factor de creci-
miento económico sino que puede, incluso, obstaculizar-
lo. Vid. Friedman (1968).
9
Keynes en «La teoría general de la ocupación el
interés y el dinero» mostró como el mercado podía
alcanzar un punto de equilibrio sin que esto implicara el
pleno empleo.
10
Liberalización, estabilidad monetaria y desregula-
ción del mercado de trabajo.
11
Se puede pensar, por ejemplo, en la repetición de
la crisis del petróleo de comienzos de los sesenta. En
este caso, la subida del petróleo sería compensada por la
bajada de los salarios y no tendría, por tanto, efectos
inflacionarios.
12
El objetivo de la política de estabilización de los
precios: «puede concluirse que el reforzamiento de la
disciplina presupuestaria en un marco de políticas
macroeconómicas internamente más equilibradas, la ins-
trumentalización de reformas estructurales que mejoren
el funcionamiento de los mercados de bienes y servicios
y del mercado de trabajo y la adopción de mecanismos
que permitan fortalecer la orientación antinflacionista de
la política monetaria son de primordial importancia para
posibilitar que la consecución de la estabilidad de pre-
cios tenga lugar de la forma más rápida y menos costosa
posible» (Viñals (1997) p. 78). En esto se resume la
orientación de la política que impulsa el modelo de cre-
cimiento de los años ochenta.
13
La noción de pleno empleo podría, y se subraya
aquí el carácter condicional, alcanzarse en un futuro,
tanto mediante la desregulación del mercado de trabajo
como transformando las categorías estadísticas.
14
Se puede pensar, por ejemplo, en la repetición de
la crisis del petróleo de comienzos de los sesenta. En
este caso, la subida del petróleo sería compensada por la
bajada de los salarios y no tendría, por tanto, efectos
inflacionarios.
15
El objetivo de la política de estabilización de los
precios: «puede concluirse que el reforzamiento de la
disciplina presupuestaria en un marco de políticas
macroeconómicas internamente más equilibradas, la ins-
trumentalización de reformas estructurales que mejoren
el funcionamiento de los mercados de bienes y servicios
y del mercado de trabajo y la adopción de mecanismos
que permitan fortalecer la orientación antinflacionista de
la política monetaria son de primordial importancia para
posibilitar que la consecución de la estabilidad de pre-
cios tenga lugar de la forma más rápida y menos costosa
posible» (Viñals (1997) p. 78). En esto se resume la
orientación de la política que impulsa el modelo de cre-
cimiento de los años ochenta.
80 Andrés Bilbao
05.qxd 30/03/01 14:30 Página 80
16
El trabajo es una noción culturalmente establecida
que se asocia a la condición del individuo. En cuanto que
persisten las nociones culturales que discriminan respec-
to de la plenitud del estatuto de individuo, el acceso al
trabajo aparece situado en ámbitos diferenciados. Es lo
que sucede en las sociedades tradicionales respecto del
trabajo de las mujeres que aparece confinado al ámbito
del hogar, lo que a su vez implica una relación de subor-
dinación. En la medida en que esas nociones culturales
se van desvaneciendo se generaliza el estatuto de indivi-
duo y con ello se abre paso la idea del acceso universal
al trabajo en la esfera de lo público.
17
El subsidio de desempleo ha sido un factor que ha
sustraido a la persona que no trabaja de esta condición de
marginalidad. El origen de su implantación guarda rela-
ción con la tesis que pone la posibilidad de trabajar en un
ámbito exterior al individuo. Lo que dió paso a la gene-
ralización de este subsidio fue la noción de la objetiva
imposibilidad de acceder al puesto de trabajo. Actual-
mente, en el contexto de la desregulación, vuelve a con-
siderarse que el hecho de trabajar o no depende exclusi-
vamente del individuo. Se va abriendo, con ello, la tesis
de que el subsidio de desempleo es algo que obstaculiza
la integración en el mercado de trabajo.
18
En este punto hay que establecer la diferencia entre
la noción de herramienta y la noción de maquinaria. La
primera alude a la mayor o menor perfección del instru-
mento de trabajo. Pescar, cazar o construir una casa,
etc... son trabajos que pueden realizarse con distinto ins-
trumental. Su mayor o menor perfección hace posible un
menor o mayor esfuerzo, así como un mayor o menor
rapidez en su ejecución. La noción de maquinaria alude a
la sustitución de energía humana por energía no humana.
La actividad de arar, por ejemplo, allí donde se sustituye
la tracción humana por la tracción mecánica, hace posible
una mayor rapidez así como la posibilidad de reducir el
número de individuos necesarios implicados en el traba-
jo. Actualmente, la introducción de la robótica en la fabri-
cación de automóviles tiene el mismo efecto.
19
A. Smith en «La Riqueza de las Naciones» alude a
las dificultades del despliegue de la división del trabajo.
Únicamente el capital, entendido como fondo de sala-
rios, permite superar esta dificultad. A partir del Libro II,
da un nuevo giro a su argumentación poniendo en primer
plano, no la cuestión de la división del trabajo como hace
en el Libro I, sino el análisis de todos aquellos factores
que promueven el crecimiento del capital. Este se asocia
con el crecimiento y la felicidad de las naciones.
20
En la realización del producto en el mercado, lo
que equivale a su realización en forma monetaria, culmi-
na el proceso de mediación, representado por la figura
del consumidor, desplegada en el contexto de la teoría
del valor y redefinido en el siglo XX como individuo que
elige, en el contexto de la teoría del precio, ocupa el cen-
tro de este proceso. Desde esta figura se organiza la espe-
cificidad de la producción de objetos. Sobre la figura del
consumidor se desliza un equívoco. La tesis de la «sobe-
ranía» del consumidor lo configura como una suerte de
rector del proceso económico. Frente a esto se despliega
la tesis del consumidor como individuo deseante, toda
vez que el deseo aparece como lo que crea el objeto.
Desde esta perspectiva reaparece la autonomía de la pro-
ducción. En la relación dialéctica entre ambos momen-
tos, tamizada a su vez por la capacidad monetaria del
individuo deseante, es donde se sitúa la conexión entre la
producción y su realización en el mercado.
21
Estos ciclos van acompañados de cambios tanto de
la política económica como de la organización de las rela-
ciones de trabajo. Cambios que se relacionan con las
transformaciones en la configuración del mercado de tra-
bajo. En los años setenta se empiezan a poner de mani-
fiesto los primeros síntomas de la crisis, expresados en el
crecimiento conjunto de la inflación y el desempleo. El
origen inmediato de este proceso fue la subida de los pre-
cios de la energía, que proyectada sobre un mercado de
trabajo rígido se tradujo en un incremento de los costes,
del precio y por consiguiente de una caída de la demanda.
Esta fue al secuencia que se desarrolló en otros países. La
precaria situación política del franquismo supuso la sub-
vención pública de estos incrementos, lo que se tradujo en
el mantenimiento de los niveles de empleo. El efecto fue
únicamente retrasar el crecimiento del desempleo que a
finales de la década empezó a ponerse de manifiesto.
22
Este efecto alude a las consecuencias que tenían
ciertos convenios puntuales sobre las condiciones salaria-
les en otros sectores con menor capacidad de negociación.
23
En 1978 los Pactos de la Moncloa marcan el inicio de
la espiral deflacionista respecto de los salarios. El creci-
miento de los salarios se situó en el horizonte de las previ-
siones de la inflación. A partir de 1979 se empieza a gene-
ralizar un proceso en el que la inflación prevista es el punto
de referencia en la negociación salarial. También a partir de
este período se inició una tendencia que terminará rom-
piendo con el modelo de crecimiento lineal de los salarios.
Igualmente se fue abriendo paso la tesis que vinculaba el
crecimiento de los salarios al incremento de la productivi-
dad. A partir de 1982 la banda salarial se estableció en unos
límites por debajo de la inflación. A partir de este momen-
to se inicia un nuevo período en el proceso de negociación
salarial, cuyas consecuencias fueron diversas. En primer
lugar, la consolidación de las relaciones entre el aumento
de la productividad y de los salarios. En segundo lugar esto
tuvo como efecto la desaceleración, respecto del período
anterior, del crecimiento de los salarios. Por último, esto
permitió la desaceleración de la inflación.
BIBLIOGRAFÍA
FRIEDMAN, M. (1968): «The Role of Monetary Policy».
The American Economic Review». Vol LVIII. Marzo
1968. N.º 1.
KALECKI (1984):«Dinámica de la economía capìtalista»
México, Fondo de Cultura Económica.
KEYNES, J. (1979): «Teoría general de la ocupación, el
interés y el dinero». México, Fondo de Cultura
Económica.
OFFE, C. (1992): «La sociedad del trabajo». Madrid,
Alianza Editorial.
RIFFKIN, J. (1996):«El fin del trabajo. El declive de la
fuerza de trabajo global y el nacimiento de la era-
postmercado». Barcelona, Paidós.
VIÑALS, J. (1997): «Política monetaria e inflación: de la
teoría a la práctica». Madrid, Servicio de Estudios del
Banco de España: «La política monetaria y la infla-
ción en España».
81Trabajo, empleo y puesto de trabajo
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  • 1. Trabajo, empleo y puesto de trabajo Andrés Bilbao I Las nociones de trabajo, puesto de tra- bajo y empleo no tienen el mismo sig- nificado. Al abordar el análisis de la configuración del mercado trabajo es necesa- rio establecer analíticamente la delimitación entre estas tres nociones. Confundirlas bajo una misma denominación conduce a una sim- plificación del análisis que impide abordar la complejidad que subyace en la morfología del mercado de trabajo. Es necesario, pues, esta- blecer algunas precisiones para clarificar el debate. Estas giran entorno a la distinción entre puesto de trabajo y empleo. La noción de puesto de trabajo tiene en su caracterización dos componentes. Uno de naturaleza subjetiva que hace referencia a lo que se entiende, en términos de tiempo por puesto de trabajo 1 . Si se considera la convención de que un puesto de trabajo equivale a cuarenta horas semanales, el total de puestos de trabajo será igual al núme- ro de horas trabajadas, divididas por cuarenta. El otro es de naturaleza objetiva y alude a la capacidad del sistema económico de generar horas de trabajo, contabilizadas en un mismo momento. En este sentido un sistema de pleno empleo se caracterizaría como aquél que pro- duce tantas horas como demandantes de empleo. Y a la inversa, un sistema que no pro- duce pleno empleo es aquél que produce menos horas que las demandas en un momen- to dado. La otra es la noción de empleo. Esta alude a la ocupación por parte del trabajador de un puesto de trabajo. En una situación de pleno empleo, y dada una determinada convención en cuanto a la extensión temporal de un pues- to de trabajo, se daría una completa simetría entre el número de empleos y el número de puestos de trabajo. En la actualidad, sin embargo, esta simetría está rota. Por una parte, por la menor capacidad para generar puestos de trabajo. Por otra parte, porque la precariedad del empleo significa romper la norma que identificaba empleo con ocupación estable de un puesto de trabajo. La multiplicación de situaciones a las que da lugar la desregulación provoca que haya una multi- tud de normas de empleo. La diferencia entre las normas de empleo es lo que determina los 69Título del artículo Andrés Bilbao. Universidad Complutense de Madrid. Política y Sociedad, 34 (2000), Madrid (pp. 69-81) 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 69
  • 2. distintos segmentos que componen el mercado de trabajo. La tendencia a la precarización implica el empeoramiento, para el trabajador, de la norma de empleo. Al plantear la demarcación entre una confi- guración rígida, tendencia característica de los años sesenta,se modifica la demarcación entre trabajo y puesto de trabajo. La idea de flexibi- lidad alude a una relación de naturaleza transi- toria entre trabajador y puesto de trabajo. Esta relación viene, a su vez, expresada en una norma diferente a la anterior. Al establecer esta distinción entre rigidez y flexibilidad se puede ver como hay dos refe- rencias subyacentes, la de puesto de trabajo y la de la norma que regula el empleo, la rela- ción trabajador puesto de trabajo. En cuanto al volumen de puestos de trabajo sea análogo al volumen de individuos que demandan trabajo, se despliega una tendencia hacia el pleno empleo. En este contexto se crean las condi- ciones, para la promulgación de normas esta- bles de empleo. Por el contrario, allí donde el volumen de puestos de trabajo sea inferior a la demanda de trabajo, crecerán los niveles de desempleo. Esto, a su vez, está vinculado al despliegue de normas no estables de empleo. La relación entre los niveles de empleo y la norma que regula la relación del trabajador con el puesto de trabajo, está mediatizada por diver- sos factores. Altos y bajos niveles de empleo están en el origen de una tendencia hacia la homogeneización y hacia la diferenciación de las condiciones salariales, respectivamente 2 . Puesto de trabajo y norma de empleo son referencias distintas. El primero se inscribe en el contexto de las condiciones económicas, en el que se entrecruzan dos referencias: los ras- gos del entorno material en los que se desen- vuelve el proceso económico y las caracterís- ticas de la racionalidad económica que subyace a este proceso. Tras la Segunda Gue- rra Mundial la reconstrucción material im- plicó una amplia diversificación de las acti- vidades económicas y paralelamente un incremento de los puestos de trabajo. La lógi- ca del modelo económico que subyace a este proceso tiene, también, un destacado papel. En su origen, este modelo planteaba la centra- lidad de la demanda como factor del creci- miento económico. La creación de puestos de trabajo y la regulación política del ciclo eco- nómico son sus rasgos más destacados, cuya consecuencia será el subsiguiente crecimiento de los niveles de empleo que se asociaban estrechamente al proceso de crecimiento económico. En esta perspectiva los niveles de desempleo reducían la intensidad del creci- miento. Esto tenía además, una importante consecuencia, la funcionalidad de una norma de empleo basada en la estabilidad. La lógica de la subyacente racionalidad eco- nómica de este período la ejemplifica el mode- lo keynesiano. Su punto de partida es la para- dójica relación entre crecimiento y generación de empleo. Mientras las sociedades menos desarrolladas tenían más capacidad de crear empleo, en las sociedades desarrolladas esta capacidad es más reducida. Keynes hace apa- recer la noción de paro involuntario, noción que no tiene sentido en la perspectiva neoclá- sica. El núcleo de la crítica de Keynes puede centrarse en la noción de propensión al consu- mo. La propensión al consumo alude a la rup- tura de la relación que la economía neoclásica establecía entre el nivel de ingreso y el nivel de consumo. La economía neoclásica entendía el consumo distribuido en tiempos: en forma inmediata o a largo plazo. El ahorro es un mecanismo de consumo diferido 3 . La secuencia de su argumentación se des- pliega en los siguientes momentos: Cuando aumenta el nivel de empleo, aumenta el ingre- so global. Sin embargo la psicología de la comunidad es tal que cuando aumenta el ingre- so, el consumo no lo hace en la misma propor- ción. En consecuencia, los empresarios tendrán pérdidas si el aumento de la ocupación no se traduce en un paralelo aumento del con- sumo. En consecuencia para mantener el nivel de ocupación deberá existir cierto volumen de inversión que absorba el excedente que arroja la producción total sobre lo que la comunidad decide consumir, cuando la ocupación se encuentra a dicho nivel. Dada la propensión a consumir, el nivel de ocupación de equilibrio dependerá de la magnitud de la inversión corriente. Desde la noción de propensión al consumo, avanza hacia la caracterización de la noción de multiplicador. Esta noción alude al volu- men de inversión que será necesario en cada momento para cerrar la distancia entre la demanda efectiva y el total de lo producido. La secuencia que despliega es la siguiente. La ocupación sólo puede aumentar si lo hace la 70 Andrés Bilbao 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 70
  • 3. inversión. Esto remite a la noción de multi- plicador en la que se relaciona: el nivel de ocupación; los ingresos totales; la tasa de inversión. El multiplicador mide la relación entre el aumento de la ocupación total deriva- do de un incremento de la ocupación. En con- secuencia, tenemos: desde una psicología determinada que se manifiesta en una deter- minada propensión al consumo, el multiplica- dor reflejará las veces que aumenta la inver- sión y el empleo. Cuando la propensión al consumo es alta, pequeñas fluctuaciones de la inversión darán lugar a grandes fluctuaciones de la ocupación. Por el contrario, cuando la propensión es baja, grandes fluctuaciones de la inversión producirán pequeñas fluctuacio- nes en el empleo. La conclusión que se deri- va de la noción de multiplicador es que a medida que aumenta el ingreso de las socie- dades, en otros términos el desarrollo econó- mico, es necesario un mayor volumen de inversión pública para alcanzar los niveles de pleno empleo. Tras estas consideraciones Keynes aborda el problema de la generación de la ocupación. La perspectiva keynesiana no se coloca, en este sentido, fuera de la perspectiva tradicio- nal: el capital privado, encarnado en la figura del empresario, es la condición de la creación de empleo y el crecimiento económico. Su abordaje del mecanismo que impulsa la inver- sión, la eficiencia marginal del capital, le con- ducirá a conclusiones diferentes respecto del modelo anterior. Su perspectiva, en ruptura con el modelo anterior, se basa en cuatro afirmaciones: Pri- mera, cuando alguien compra un bien de capi- tal adquiere el derecho a una serie de rendi- miento probable. Este rendimiento probable estará determinado por las expectativas futu- ras. Segunda, a su vez el rendimiento probable contrasta con el precio de oferta. El precio de oferta es lo que inducirá al empresario a pro- ducir una unidad adicional. Tercera, la rela- ción entre el rendimiento probable y el precio de oferta es lo que determina la eficiencia marginal del capital. Cuarta, el aumento de la inversión, la eficiencia marginal del capital, se reducirá debido a al descenso del rendimiento probable y a la intensificación de la compe- tencia que aumentará el precio de los factores. Al describir la noción de eficiencia marginal, dos elementos se colocan en un primer plano. Las expectativas futuras, que remiten a niveles esperados de demanda y que a su vez remiten a las condiciones en las que se determina la demanda. O sea el nivel de ocupación y la propensión al consumo. A partir de finales de los sesenta y comien- zos de los setenta se inicia un nuevo proceso que paulatinamente pondrá fin a las formas de gestión económica del período anterior. Varios factores caracterizan la nueva situación. En primer lugar, el crecimiento conjunto de la inflación y el desempleo durante la década de los setenta. Aquí se abre la discusión acerca de la prioridad de atajar uno u otro problema, dis- cusión que se resolverá, en la década siguien- te, en la prioridad de la estabilidad monetaria. La inflación ocupará el centro del diagnóstico sobre la crisis económica, dando lugar las polí- ticas monetarias activas 4 . Todos aquellos fac- tores que contribuyen a reducir la inestabilidad monetaria pasan a un primer plano. Una de las consecuencias es que a diferencia del período anterior, el volumen de empleo no se vincula a la intensidad del crecimiento económico. Se abre, incluso, paso la tesis de que a medida que aumenta el desempleo, disminuye el poder de negociación y con ello los salarios, lo que con- tribuye a rebajar la inflación. La configuración del mercado de trabajo bajo la égida del modelo económico centrado en la autonomía del mercado, es un proceso en el que se entrecruzan dos exigencias de natura- leza diferente. Las que se derivan del adecuado funcionamiento de la lógica centrada en la oferta suponen formas organizativas que a la vez que aumentan la productividad mantengan la estabilidad de los precios. Esto requiere tanto subsumir la determinación salarial a las condi- ciones del crecimiento de la inversión, como a los niveles que permiten controlar la inflación. El cuestionamiento del estatuto del pleno empleo es un reflejo de la desvinculación entre el principio del crecimiento económico y sus consecuencias. Cuestionamiento que adopta dos modalidades distintas. Una consiste en señalar que las nuevas condiciones del creci- miento económico han transformado el empleo en un bien escaso 5 . Expresiones como «el fin del trabajo» 6 , aluden a la transición hacia un nuevo modelo de organización social en el que el trabajo no será determinante en la colocación del individuo en la estructura social 7 . 71Trabajo, empleo y puesto de trabajo 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 71
  • 4. La otra modalidad presenta un rasgo dife- rente ya que se inscribe en la lógica constituti- va del actual modelo de crecimiento económi- co. La competitividad y la estabilidad de la moneda son dos de sus rasgos más importantes y en relación a ambos el pleno empleo tiene efectos negativos. La noción de eficiencia, vinculada a la competitividad, implica una teoría de los salarios bajos así como de la posi- bilidad de sustitución del trabajador,como con- dición para aumentar la productividad. La estabilidad del nivel de precios requiere por su parte el establecimiento de un régimen salarial cuyo crecimiento no supere el crecimiento de la productividad, pues cuando esto sucede su consecuencia es la inflación 8 . El cumplimien- to de estas condiciones es incompatible con el pleno empleo en cuanto que éste implica un aumento del poder de negociación de los tra- bajadores y por tanto la estabilidad en el pues- to de trabajo y la tendencia al alza del coste laboral. La flexibilidad se coloca en el centro de los programas de reorganización de la producción. En estos años se abre un amplio acuerdo en el sentido de señalar que la flexibilidad supone una ruptura respecto de los modelos anteriores de organización de la producción. La flexibili- dad alude básicamente a la adaptación de la organización de la producción a las condicio- nes del mercado. Flexibilidad es la respuesta implícita en la puesta en primer plano de la competitividad. Los procesos de innovación tecnológica en cuanto que suponían la reducción del volumen de puestos de trabajo, así como un incremento de la eficacia, fundamental en un contexto en el que se pone en primer plano la competitivi- dad, pasan a ser factores funcionales al proce- so de crecimiento económico. Esto se inserta en un giro que pone en primer plano las polí- ticas de oferta, en contraste con las políticas de demanda del período anterior. Esto tiene una consecuencia importante y es que el pro- ceso de desregulación de las relaciones labo- rales se vincula a una mayor eficacia e inten- sidad del crecimiento económico. La relación temporal del trabajador con el puesto de traba- jo se constituye en una condición de la mayor eficacia del proceso económico. La configura- ción de una norma de empleo vinculada a la flexibilidad se abre paso en este nuevo con- texto. Otros factores adicionales, como el desempleo y la segmentación del mercado de trabajo, contribuyen a la intensificación de esta nueva perspectiva. Es el síntoma de una nueva ortodoxia econó- mica que surge como respuesta a la crisis del modelo anterior, y que se desarrollará comple- tamente en los años posteriores. Los rasgos de esta nueva perspectiva se pueden centrar en tres puntos. En primer lugar, en la afirmación del mercado como mecanismo de regulación autónomo de las relaciones entre los indivi- duos. Las leyes de la oferta y la demanda, des- plazándose sobre un espacio libre de la interfe- rencia de los individuos, alcanzaran un punto de equilibrio entre todos los factores de pro- ducción. Este punto implica la plena utilización de todos los factores y por tanto del pleno empleo 9 . En segundo lugar, que el beneficio empresarial está en el origen del crecimiento económico. Todo aquellos factores que contri- buyan a su aumento 10 , son funcionales al pro- ceso de desarrollo económico. En tercer lugar, la sociedad no es más que la suma de indivi- duos que persiguen, mediante el cálculo mone- tario racional, sus propios intereses. La suma de estos intereses converge en un futuro hori- zonte de integración y estabilidad social. A partir de los años ochenta las sociedades industriales pasan de considerar prioritatio el problema del pleno empleo a otorgar primacia a la estabilidad monetaria. Esta tiene como objetivo la reducción de la inflación y en su desarrollo aparecen dos factores: la política presupuestaria y la estructura de los mercados de bienes y trabajo. Ambos factores inciden directamente sobre dos rasgos característicos del período anterior: la estructura del Estado Asistencial y a estabilidad de las relaciones laborales. En este nuevo ámbito las transformaciones en la fisonomía del mercado de trabajo se han desplegado en varias direcciones. Una de ellas es la constitución de una norma precaria de empleo que ha venido rigiendo la incorpora- ción y permanencia en el empleo de una parte importante de la población. A esta configura- ción de la norma han contribuido tanto cam- bios legislativos como el desarrollo de prácti- cas sociales. En relación a éstas últimas se pueden seña- lar varias direcciones. Una primera está cons- tituida por la acción de las Empresas de traba- jo temporal. Estas han venido a sustituir a los 72 Andrés Bilbao 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 72
  • 5. sistemas nacionales de empleo y lo han hecho con el argumento de su mayor eficacia para colocar a los demandantes de empleo. Sin embargo, la lógica empresarial de las ETT las orienta no tanto a la estabilidad del mercado de trabajo, sino hacia una acentuada rotación entre puestos de trabajo. Otra dirección tiene que ver con la constitución de areas del mer- cado de trabajo en las que ha aumentado la falta de legalidad. En este sentido puede hablarse de una línea de segmentación entre aquellos sectores que aún conservan capacidad de negociación y de presión y aquellos que carecen de ella. Mientras en los primeros está vigente la legalidad, en los segundos no. Esto pone de manifiesto otro aspecto de la desregu- lación que la hace sinónima de ausencia de normas, de legalidad, vinculada a la desregula- ción se encuentra los cambios en las prácticas de los cuerpos estatales responsables de ins- peccionar el mercado de trabajo. Estas confi- guran un segmento del mercado de trabajo cuyas prácticas están alejadas respecto de la legalidad. Por último, lo que caracteriza a los segmentos precarizados es la práctica desapa- rición de las formas colectivas de negociación. En estos sectores la negociación es sustituida por una relación cara a cara, empresario traba- jador, que solo en apariencia es un proceso de negociación. II En este nuevo entorno se producen cambios en la configuración del empleo. La norma de empleo se ins- cribe en un horizonte político, que a su vez depende de la subyacente lógica económica. En la década de los sesenta la norma apuntaba hacia la estabilidad. En la década de los noven- ta, la tendencia es hacia la precarización. En esta nueva definición de la norma como preca- riedad se cruzan varios elementos. En primer lugar no se proyecta homogeneamente sobre el conjunto de los asalariados. Aquellos sectores con capacidad de negociación y presión, siguen manteniendo una norma de empleo estable. Es en aquellos sectores con menos capacidad de negociación y de presión donde se acentúa la tendencia hacia la norma de la precariedad. En segundo lugar, como ya se ha señalado anteriormente, la línea entre desem- pleado y ocupado pierde nitidez a medida que se intensifican las tendencias hacia la precari- zación de la norma del empleo. Con ello se viene a hacer frente y a resolver un problema importante: el de los desempleados. Esto con- fronta a los gobiernos con una alternativa. Bien aumentar la protección a los desemplea- dos. Pero esto supone aumentar los gastos del Estado en un momento en el que la ortodoxia económica apunta en otra dirección. Bien no hacerlo, pero la consecuencia es la creación directa de un amplio sector de individuos mar- ginados, con las consecuencias de toda índole que esto trae consigo. La precarización de la norma permite hacer frente a esta alternativa. Por una parte hace posible que varios trabajadores ocupen un mismo puesto de trabajo. Esto último tendría lugar en cuanto que la precarización de la norma del empleo, configuraría al trabajo como una suerte de colchón que absorbería las subidas de precios 11 y contribuiría a la estabi- lidad monetaria 12 . La falta de estabilidad determina que estos trabajadores carezcan de cualquier capacidad de negociación, con lo que se obvian los efectos inflacionistas deriva- dos de una posible negociación. Por otra parte permite reducir los gastos destinados a subsi- diar el desempleo, sin que esto implique la creación a corto plazo de amplias zonas mar- ginales. A la vez, esta reducción resulta ade- cuada a la nueva ortodoxia económica. De este modo la precarización de la norma de empleo diluye las diferencias entre ocupa- dos y desempleados, y puede dar lugar, en el futuro a la reducción estadística del paro. Desde esta perspectiva se alcanzaría una socie- dad cercana al pleno empleo 13 . Una apariencia estadística, pero que utilizada mediaticamente puede tener el efecto de diluir el problema político del desempleo. A la vez, esta nueva situación estadística de pleno empleo, no esta- ría acompañada de las tensiones inflacionistas y aseguraría la estabilidad monetaria. Esto últi- mo tendría lugar en cuanto que la precariza- ción de la norma del empleo, configuraría al trabajo como una suerte de colchón que absor- bería las subidas de precios 14 y contribuiría a la estabilidad monetaria. 15 La flexibilidad se coloca en el centro de los programas de reorganización de la producción. 73Trabajo, empleo y puesto de trabajo 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 73
  • 6. En estos años se abre un amplio acuerdo en el sentido de señalar que la flexibilidad supone una ruptura respecto de los modelos anteriores de organización de la producción. La flexibili- dad alude básicamente a la adaptación de la organización de la producción a las condicio- nes del mercado. Flexibilidad es la respuesta implícita en la puesta en primer plano de la competitividad. La flexibilidad se plantea en tres momentos. En primer lugar, el acceso a la organización. Tanto bienes como fuerza de trabajo deben permanecer libres de toda constricción en la determinación del precio. La flexibilidad de ambos mercados señala el primer momento. En segundo lugar, la organización de la pro- ducción que implica tanto la movilidad de la fuerza de trabajo, la innovación tecnológica sin restricciones y el aumento de la velocidad de producción. Esto requiere flexibilidad en la organización así como una completa transpa- rencia del proceso de trabajo, respecto de la gerencia. Y en tercer lugar, flexibilidad en la salida del puesto de trabajo. Este somero repaso a la situación y sus transformaciones, a partir de finales de la II Guerra Mundial, pone de manifiesto que las nociones de empleo y de puestos de trabajo, no son iguales. El despliegue de uno y otro res- ponde a procesos de distinta naturaleza. Algo análogo sucede con la noción de tra- bajo que presenta una génesis y un perfil más complejo. El trabajo constituye, en las socie- dades modernas, el eje central de la vida de los individuos. Una serie de transformaciones culturales lo han ido dotando de un significa- do positivo. La originaria contraposición entre actividad y trabajo, entre conciencia teórica y conciencia práctica, que se planteó en el mundo griego ha quedado completamente superada por la modernidad. La actividad apa- recía como lo positivo mientras que el trabajo se vinculaba a lo negativo. Lo característico del hombre libre era la actividad, mientras que el trabajo lo era de hombres serviles. Como puso de manifiesto Weber, el trabajo cambia de significación en el mundo moderno, para devenir un hecho positivo. Esta transforma- ción respecto del valor social está en la base de la centralidad que ha adquirido en la modernidad. El trabajo aparece como el medio legítimo de reproducción material del ser humano. La noción de trabajo hace referencia a la relación entre el ser humano y la naturaleza, cuyo fin es la supervivencia material. Ser humano y naturaleza se sitúan en una relación opuesta mediada por el trabajo. A través de éste se va configurando un mundo artificial que coloca al ser humano al abrigo de los ciclos naturales. Su expresión más acabada es la manufactura desarrollada en la sociedad industrial. El mundo natural se percibe en los inicios de la modernidad como algo a dominar. El conocimiento se despliega como conciencia práctica, lo que circunscribe su finalidad al proceso de subordinación a las necesidades de supervivencia. Esto se inscribe en una concep- ción que vincula el conocimiento al mejora- miento de la vida del ser humano. A partir del siglo XVIII se despliega una nueva relación entre el ser humano y su entor- no, que se establece sobre dos líneas. Una de ellas alude a la concepción del ser humano como individuo deseante. Este rasgo se pro- yecta el deseo como algo ilimitado y en conse- cuencia como un horizonte fuera del alcance del individuo. Sobre esta limitación se pone el origen de la relación social, en cuanto que el individuo percibe la relación que se establece con los otros como lo que permite la satisfac- ción del deseo. La división del trabajo se cons- tituye en la institución que relaciona a los indi- viduos en una ordenada sociabilidad. Esto tiene como consecuencia la estrecha relación entre la condición sociable y el hecho de trabajar. El trabajo deviene bajo esta pers- pectiva, el vínculo de relación entre los indivi- duos. La autonomía del individuo aparece vin- culada a la propiedad que a su vez remite al trabajo como el medio que permite el acceso a ella. La condición del individuo en la moder- nidad está vinculada al hecho de trabajar. Este aparece como un acontecimiento de significa- do universal, que hace posible la libertad y la autonomía 16 . La noción de individualidad y trabajo aparecen estrechamente asociadas. En su forma abstracta implican la intercambiabili- dad entre individuos. En esto subyace el pasa- je desde la noción de estatus heredado y esta- tus adquirido, éste último coloca en el individuo y en su relación que establece mediante el trabajo, con lo que le rodea, el ori- gen de su posición social. La trama de la sociabilidad en el mundo moderno se despliega sobre las relaciones que 74 Andrés Bilbao 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 74
  • 7. se establecen mediante el trabajo. La demar- cación social del individuo. Integración y marginalidad son los dos extremos de la con- dición del individuo respecto de su relación con los demás 17 . La noción de trabajo como un rasgo general, común a todos los indivi- duos, tiene su origen en la modernidad. Con ella se alude a varias dimensiones. La relación con la naturaleza y su dominio sobre el que se constituye el mundo artificial, sinónimo del mundo humano. El trabajo aparece como el medio privilegiado mediante el cual los indi- viduos se reproducen materialmente. Esta reproducción se prolonga hacia el proceso de intercambio, mediante el dinero, cuyo origen se sitúa en el hecho de trabajar. El trabajo apa- rece como la condición de la autonomía y la libertad del individuo. No obstante esta carac- terización tiene su origen en un ámbito cultu- ral en el que se alude a la identidad entre indi- viduo y trabajo. Esta noción, no obstante, no alude a las formas en las que se despliegan los distintos trabajos, lo que equivale a decir a la forma en la que se jerarquizan los individuos en la sociedad del trabajo. III Puesto de trabajo, empleo y trabajo son pues nociones que es preciso diferenciar. La confusión de estas nociones y la unificación bajo un sólo rótulo, conduce a tesis como las que afirmar el fin del trabajo. Solamente una clara diferenciación entre estas tres nociones permite abordar el análisis de lo que realmente subyace en esta formula general. La distinción es lo que permitirá establecer un diagnóstico más preciso sobre lo que hoy acontece en el ámbito de las relaciones de tra- bajo. Las variaciones en el volumen de puestos de trabajo, aluden a factores vinculados con la lógica del proceso económico. La noción de trabajo, subyace en el pasaje de la categoría estadística de inactivo a activo. Factores cultu- rales que desvinculan el trabajo del horizonte de las mujeres, explica porqué, como sucedió en el caso español, la tasa de actividad fuera más reducida y paralelamente fuera más alta la tasa de ocupación. La remoción de estos facto- res culturales ha tenido efectos importantes en las variaciones de las tasas de actividad y con ello en la tasa de ocupación. En ambos casos se originan diagnósticos diferentes a partir de los datos que ofrecen las estadísticas sobre el mercado de trabajo. Diagnósticos que aun cuando se pueden desarrollar conjuntamente, permiten una visión más clara de la morfología y tendencias del mercado de trabajo. Por últi- mo la norma social de empleo puede dar lugar a una u otra representación de lo que acontece en el mercado de trabajo. Así una norma social rígida, que converja en un contexto de creci- miento del volumen de puestos de trabajo y un aumento de la tasa de actividad da lugar a un crecimiento de los niveles de desempleo. En el extremo opuesto una norma social flexible permite una mayor rotación sobre los puestos de trabajo, proyectando una imagen estadística de menores niveles de desempleo. Estos ejem- plos, como otros que pueden desarrollarse, pone de manifiesto que un análisis adecuado de la morfología del mercado de trabajo debe, necesariamente, partir de la distinción analíti- ca de estas tres nociones. La noción de puesto de trabajo delimita el perfil de la actividad. Esto tiene una primera referencia que alude a las cualificaciones requeridas para una determinada actividad. El puesto de trabajo se imbrica en una compleja estructura que tiene múltiples dimensiones. Unas lo colocan en un contexto coordinado con otros puestos de trabajo. Otros aluden a objetivo final de la producción, en la que se imbrican distintos grados de cualificación, que a su vez se inscriben en un constante proceso de cambio. La segunda referencia remite al proceso de organización que conlleva cada puesto de trabajo. El tiempo, la mayor o menor cadencia en el esfuerzo, así como la intensidad del esfuerzo requerido, son sus principales referencias. A ello se une el coste, puesto de manifiesto por el salario, sobre el que se deter- mina la eficacia económica. La última referen- cia alude a dos elementos: las herramientas utilizadas y el proceso de innovación tecnoló- gica. El primero apunta hacia la mayor efica- cia técnica del proceso de trabajo, mientras que el segundo se refiere al proceso de sustitu- ción de energía humana por energía mecáni- ca 18 . Los cambios en el contexto técnico del puesto de trabajo están relacionados con ambos elementos. 75Trabajo, empleo y puesto de trabajo 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 75
  • 8. El cruce entre estas tres referencias determi- na dos factores. Uno que guarda relación con la oferta de trabajo y otro que determina la mayor o menor productividad del puesto de trabajo. Las variaciones en la cualificación tie- nen sentidos diferentes. Así un proceso de des- cualificación permite el acceso a una demanda mayor de trabajadores, lo que se traduce en una reducción del coste salarial. Lo mismo sucede con el caso de la mayor rigidez o flexi- bilidad que apunta hacia importantes variacio- nes en el coste. Lo mismo sucede desde la perspectiva de la innovación tecnológica, que permite un aumento de la efectividad con un menor volumen de trabajadores. La producti- vidad del puesto de trabajo cobra especial rele- vancia en el contexto de la centralidad de la oferta, en la medida en que supone una mayor rentabilidad de la inversiones. El origen del puesto de trabajo se sitúa en el despliegue de la división del trabajo. Su pro- gresivo desarrollo supone el alargamiento de la distancia entre individuos y de estos respec- to del producto realizado. Como ya se señaló en los primeros análisis sobre la producción, esto tiene una primera consecuencia, y es que limita la capacidad de supervivencia del indi- viduo a partir de su trabajo. Cuanto más se extiende la división del trabajo mayor es la distancia entre el momento de la producción y la venta 19 . Esto implicaba una doble transfe- rencia, desde la noción del individuo encua- drado en la división del trabajo hasta la del individuo como trabajador asalariado, encua- drado en una organización económica. A la vez que el proceso de producción y venta se imbricaba en esa organización. El despliegue de la división del trabajo comporta un media- ción exterior a los individuos, desde la que se despliega el puesto de trabajo. Esta instancia exterior se constituye en el punto clave desde el que se impulsa el proceso de crecimiento económico. En ella se define la noción de capital bajo la que se entrecruzan diversos elementos. El primero se refiere a la acumulación de una determinada cantidad de dinero, sobre la que hacer frente a los requeri- mientos del proceso de producción. El segundo remite a la tecnicidad sobre la que se organiza la división del trabajo. Esta se despliega sobre varios planos. En el de la producción se determina el puesto de tra- bajo y su relación con aquello que se produce. Las modalidades en las que se organiza la relación entre distintos puestos de trabajo se vincula a la mayor o menor extensión de la división del trabajo. Esta reaparece, en este nuevo contexto, no como un acontecimiento social, sino como un hecho técnico vinculado al objeto a producir. En su mayor o menor extensión se definen las características técni- cas del puesto de trabajo, toda vez que éstas aparecen ordenadas en un espacio en el que se despliegan la coordinación de la totalidad del proceso. La dirección de este proceso aparece, en grado diferente, como la convergencia entre la administración disciplinaría de los trabajadores asalariados y la forma técnico material del proceso de trabajo. 20 El primero y el segundo elemento, la inver- sión y la organización técnica, están relaciona- dos en cuanto que la rentabilidad del primero determina la configuración del segundo. En esta relación aparece la noción de racionalidad económica desde la que se determina la confi- guración de la organización de la producción. El despliegue del puesto de trabajo y la racionalidad económica son momentos que discurren en paralelo. Esta última es el elemen- to que determinará su perfil. Originariamente la noción de racionalidad estaba asociada al momento que mediaba entre las distintas partes de la división del trabajo. La centralidad del elemento mediador, el capital, suponía el des- plazamiento desde la simetría entre el interés privado y el interés público, hacia la simetría entre capital e interés público. En esta perspec- tiva, la rentabilidad del capital se constituye como el principio que hace posible el progreso económico. En esta centralidad y la convergen- cia con el interés público está implícito el dis- tanciamiento y la subordinación del puesto de trabajo. Este aparece redefinido en unos térmi- nos que suponen su dependencia respecto del crecimiento de la rentabilidad de la inversión. El despliege del capital y la emergencia de la figura del consumidor, disuelven las formas antropomórficas de organización del proceso económico. La consecuencia es que lo que se pone en primer plano no es la racionalidad específica del capital, sino la racionalidad eco- nómica. Ésta se sitúa en el contexto de diferen- tes modelos de concepción del proceso de cre- cimiento económico. La ortodoxia económica de los sesenta se centraba en la centralidad de la demanda, mientras que la actual se basa en la 76 Andrés Bilbao 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 76
  • 9. centralidad de la oferta. El puesto de trabajo aparece definido desde una objetiva racionali- dad, que permea la totalidad de las relaciones del proceso económico. Lo relevante respecto del puesto de trabajo es la reducción de sus costes. Esta reducción guarda relación con el aumento de la producti- vidad. Aumento cuya dimensión central está vinculada al proceso de innovación tecnológi- ca. El despliege de este proceso supone dos fenómenos estrechamente relacionados: el aumento de la productividad y la eficacia del puesto de trabajo. La configuración de la norma social de empleo se inscribe en un amplio contexto en el que se entrecruzan determinaciones políticas y económicas. En este entrecruzamiento se con- figuran dos extremos opuestos entre los que discurren distintas modalidades de organiza- ción de la relación ente el trabajador y el pues- to de trabajo. En un extremo, la norma esta- blece una rígida vinculación mientras que en el otro extremo establece una relación flexible. Entre ambos momentos discurre una diferente configuración de la morfología de las relacio- nes laborales. La rigidez acentúa la tendencia hacia un proceso de homogeneización del entorno del mercado de trabajo, mientras la flexibilidad supone la tendencia hacia una cre- ciente heterogeneidad en las condiciones labo- rales. Expresión de ambas tendencias es un mayor o menor proceso de segmentación del mercado de trabajo. IV El proceso de modificación de la norma social de empleo puede ejem- plificarse en el despliegue de la orga- nización del mercado de trabajo que ha tenido lugar, en la economía española, a partir de los sesenta. En este proceso se entrecruzan dos factores, uno político y otro vinculado a la via- bilidad de la lógica económica. El factor polí- tico permite la demarcación entre el período del nacionalcatolicismo y la emergencia de la democracia parlamentaria a lo largo de la década de los setenta. El totalitarismo político de la década de los sesenta estaba basado en varios elementos. El primero, al despliegue del pleno empleo, deter- minado en buena medida por la emigración de una parte de la población trabajadora hacia paí- ses extranjeros así como por la baja tasa de actividad femenina. El segundo alude a una suerte de norma implícita, mediante la cual se aseguraba la estabilidad en el puesto de traba- jo, estableciendo como contrapartida la absolu- ta prohibición de cualesquiera forma autónoma de organización sindical. Disciplinamiento y estabilidad en el empleo eran las características de este modelo de relaciones laborales. La configuración de la norma social de empleo en los años cincuenta y sesenta tenía tres líneas principales de referencia. La prime- ra era el desarrollo de una norma, estatalmen- te promulgada, que establecía las condiciones de las relaciones de trabajo. Los principales momentos legislativos son la promulgación del «Fuero del Trabajo» que se inscribía en una estructura totalitaria de encuadramiento de la población. A partir del año cuarenta, siguiendo esta línea intervencionista se inicia el proceso de promulgación de las ordenanzas laborales. Estas se fueron desarrollando en años sucesivos configurando, en distintos órdenes, el proceso de rigidificación de las relaciones de trabajo. En el orden político se establece el principio de que el Estado es el órgano decisorio en la determinación de las relaciones de trabajo. En el orden técnico se introduce una rigurosa clasificación de las categorías de trabajo. Desde el punto de vista de la relación salarial se establece el salario base en relación a la función que realiza el tra- bajador. Igualmente se introduce un plus sala- rial que compensa al trabajador por el aumen- to de las cargas familiares. También se determina el mecanismo de incremento del salario, relacionándolo tanto con un plus de carestía de vida como mediante el desarrollo de un sistema de indiciación. En el orden jurí- dico se suprime el despido acordado autono- mamente por la gerencia y se transfiere a su decisión a la Magistratura del Trabajo. Tam- bién se instituye el jurado de Empresa, así como el desarrollo de reglamentos de régimen interno. Estos reglamentos abarcan desde cuestiones relacionadas con la clasificación de los puestos de trabajo hasta el régimen disci- plinario en el trabajo. El desarrollo de esta legislación fue confi- gurando una norma social de empleo que 77Trabajo, empleo y puesto de trabajo 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 77
  • 10. estrechaba los vínculos y la seguridad del tra- bajador con el puesto de trabajo. Las conse- cuencias de esta legislación se prolongaron hasta los primeros años de la década de los setenta. El crecimiento de la inflación, la tran- sición hacia un nuevo modelo de economía y el proceso de transición política, fueron confi- gurando un nuevo marco, en cuyo contexto se fue desarrollando una nueva norma social de empleo cuyo rasgo central era la flexibilidad. En los años ochenta se ha instalado una nueva ortodoxia económica que surge como respuesta a la crisis del modelo anterior. Los rasgos de esta nueva ortodoxia se pueden cen- trar en tres puntos. En primer lugar, en la afir- mación del mercado como mecanismo de regu- lación autónomo de las relaciones entre los individuos. Las leyes de la oferta y la demanda, desplazándose sobre un espacio libre de la interferencia de los individuos, alcanzaron un punto de equilibrio entre todos los factores de producción. Este punto implica la plena utiliza- ción de todos los factores y por tanto del pleno empleo. En segundo lugar, que el beneficio empresarial está en el origen del crecimiento económico. Todos aquellos factores que contri- buyan a su aumento, son funcionales al proce- so de desarrollo económico. En tercer lugar, la sociedad no es más que la suma de individuos que persiguen, mediante el cálculo monetario racional, sus propios intereses. La suma de estos intereses convergen en un futuro horizon- te de integración y estabilidad social. A partir de los años ochenta las sociedades industriales pasan de considerar prioritario el problema del pleno empleo a otorgar primacia a la estabilidad monetaria. Esta tiene como objetivo la reducción de la inflación y en su desarrollo aparecen dos factores: la política presupuestaria y la estructura de los mercados de bienes y trabajo. Ambos factores inciden directamente sobre dos rasgos característicos del período anterior: la estructura del Estado Asistencial y a estabilidad de las relaciones laborales. La otra cuestión alude al empleo. El empleo no es algo dado exteriormente, sino que depende de una norma políticamente estableci- da. En la década de los sesenta la norma apun- taba hacia la estabilidad. En la década de los noventa, la tendencia es hacia la precarización. Sobre ambas referencias, políticas y econó- micas, se puede observar la evolución de la norma social de empleo. Y a la vez mostrar como su determinación se inscribe en un pro- ceso de configuración de las relaciones labora- les en el que se entrecruzan factores de diver- sa naturaleza. A finales de la década de los setenta las estructuras políticas de la democracia orgánica desaparecen, desplegándose el proceso de nor- malización de la vida política que culminará en la Constitución de 1978. A diferencia del período anterior, la libertad sindical es un ele- mento central en la organización de las rela- ciones laborales. Paralelamente se producen cambios, cuyo eje central es el proceso de des- regulación de las relaciones laborales. Con este proceso de transición política con- verge un proceso de modificación de la orto- doxia económica. En los años sesenta, el cre- cimiento del empleo es la condición para el crecimiento económico. La regulación estatal del ciclo económico es el rasgo más carac- terístico. A comienzos de los setenta, las ten- dencias inflacionarias supusieron la crisis de este modelo de crecimiento. A comienzos de la década de los ochenta un nuevo modelo de crecimiento económico irá configurando una nueva ortodoxia económica. A partir del comienzo de la década de los setenta empezó a desarrollarse una sucesión de ciclos que configuraron de modo diverso la morfología del mercado de trabajo 21 . En este sentido pueden señalarse los siguientes mo- mentos. Entre 1970 y 1974 el empleo, a dife- rencia de lo que sucedía en algunos países europeos, creció de forma moderada, mientras se mantenían bajos los niveles de desempleo. El período comprendido entre 1974 y 1977 se caracterizó por la estabilidad de los niveles de empleo, a la vez que coincidía con un período de incertidumbre política. Entre 1977 y 1985 se empieza a producir un proceso de crecimiento del desempleo. En esta situación se plantean diversas medidas que tratan de hacer frente a la caída del empleo. Consecuencia de estas medi- das, cuyo eje central fue la tendencia hacia la desregulación, se produjo en el período com- prendido entre 1985 y 1991 un crecimiento del empleo. Esto estuvo acompañado de un incre- mento de la tasa de actividad, lo que tuvo como consecuencia el que el desempleo no descen- diera drásticamente. A partir de 1991 se inicia un proceso de recensión de la economía que acelera tanto el desempleo como el despliegue 78 Andrés Bilbao 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 78
  • 11. de medidas de desregulación que tratan de paliar estos efectos. Frente a los primeros síntomas de las crisis del empleo se desarrollaron las propuestas de reparto del empleo. La consigna sindical «Tra- bajar menos para trabajar todos» se extendió como la solución al desempleo. Estas propues- tas apuntaban hacia la reducción de la jornada de trabajo. Esto remitía a la cuestión del sala- rio, abriéndose la siguiente alternativa. Si se reducía, paralelamente a la reducción de la jor- nada de trabajo, el salario se eliminaban los efectos inflacionistas. Por el contrario si no se reducía el salario la consecuencia era un aumento de la inflación. Paralelamente a estas propuestas se apunta- ron cambios legislativos cuyo objetivo era el reparto de los puestos de trabajo existentes. Medidas tales como los contratos de relevo, que suponían adelantar la edad de jubilación y permitir la entrada de jóvenes en el puesto de trabajo. Los incentivos a la contratación de colectivos de difícil inserción laboral fue otra de las medidas propuestas. Los efectos de estas mediadas fueron el aumento de los gastos del Estado. Lo acontecido en la década de los setenta se inscribía, no obstante, en un contexto de pro- fundos cambios que apuntaban hacia la ten- dencia a la globalización de la economía. Los principales rasgos de este proceso estaban aso- ciados a varios factores. La progresiva liberali- zación en el tránsito de capitales, mercancías y mano de obra. El desarrollo de la Nueva Divi- sión Internacional del Trabajo, asociada a su vez tanto a los procesos de descentralización como a la innovación tecnológica. Este nuevo contexto acentúa el proceso de competencia cuyos efectos sobre las incipien- tes políticas de reparto del empleo, fue hacer- las inviables. En la medida en que uno de sus efectos era el aumento de los costes esto suponía una transferencia de ciertas areas de producción hacia países en vías de desarrollo. La consecuencia fue que los países centrales aumentaron las importaciones respecto de las exportaciones, produciéndose un desequilibrio en la balanza exterior. El efecto fue el creci- miento de las tensiones inflacionista. A partir de este momento va adquiriendo consistencia la tesis de que era preciso desplegar un nuevo contexto legislativo en que fuera configurando una nueva norma social de empleo. La década de los ochenta marca el inicio de un proceso de reforma legislativa cuyo objeto es reducir la rigidez de las relaciones laborales, iniciando el tránsito hacia formas flexibles. En este nuevo contexto se despliega la noción de ajuste positivo. Con ello se aludía al hecho de que frente a la crisis la alternativa no era la prolongación del anterior modelo, sino la con- figuración de un nuevo modelo de crecimiento económico. En esta nueva perspectiva los elementos que se ponen en primer plano presentan los siguientes rasgos. En primer lugar la clarifica- ción y la estabilidad del marco de las relacio- nes laborales, vinculando ambos procesos a la necesidad de reducir la incertidumbre empre- sarial. Esto se vinculaba a la tesis de que la certidumbre empresarial es la condición del proceso de crecimiento económico. En segun- do lugar la adecuación de la demanda de tra- bajo a las características de los puestos de tra- bajo. En este nuevo contexto se va a intensificar el proceso de segmentación del mercado de traba- jo. La convergencia entre el proceso de desre- gulación de las relaciones laborales y la seg- mentación tuvo varias consecuencias. Acentuó el proceso de individualización de las condi- ciones laborales. Es en buena medida el rever- so de la tendencia hacia la homogeneización que había caracterizado al período anterior. Una de las consecuencias fue la caída de las tasa de afiliación sindical, lo que tuvo como consecuencia la tendencia hacia la reducción de las formas de negociación colectiva. Un aspecto importante de esta nueva etapa lo constituye la fijación de salario. Entorno a éste convergen la noción de puesto de trabajo y la de la norma social de empleo. Desde el punto de vista de las políticas de oferta, la reducción del coste del puesto de trabajo es un factor primordial. La transformación de las formas de negociación, lo que guarda relación con el efecto de las nuevas normas de empleo, así como su inclusión en el contexto de la esta- bilidad monetaria, son los dos grandes ejes sobre los que transcurre el proceso de determi- nación del salario. Al inicio de los años sesenta, la expansión del sector industrial generó el efecto «Spill over» 22 , el rebasamiento de las alzas salariales de los sectores con más productividad al resto de los sectores. En estos años se intensificó la 79Trabajo, empleo y puesto de trabajo 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 79
  • 12. demanda de mejoras salariales, lo que tuvo como consecuencia tanto el aumento de los precios industriales como el crecimiento de la inflación. Este proceso se prolonga hasta mediados de la década de los setenta. Sus ras- gos principales fueron las expectativas de amplios sectores de aumentar su poder adqui- sitivo en cada nueva negociación. Esto supo- nía que el salario crecía por encima de la infla- ción. A la vez el efecto «Spill over» suponía para determinados sectores que se rompía la relación entre el crecimiento del salario y el crecimiento de la productividad. A comienzos de la década de los ochenta se inicia un nuevo proceso de negociación que lentamente desarrollará la tendencia de los salarios a colocarse por debajo de la inflación, así como a restringir y finalmente suprimir el efecto «Spill over» 23 . A partir de este momen- to la negociación colectiva sobre los salarios se inscribe en un contexto en el que se toma en consideración las principales variables del pro- ceso económico. La inflación, la productivi- dad, las variaciones del ciclo económico, así como los objetivos de la política económica, son puntos de referencia en la determinación del incremento salarial. NOTAS 1 Aquí únicamente se considera la noción de puesto de trabajo en términos de tiempo. El puesto de trabajo está fundamentalmente asociado a la determinación de las tareas dentro del proceso de división del trabajo. El objetivo de este artículo es plantear la hipótesis de que en un futuro se podría alcanzar el pleno empleo desde una perspectiva estadística. Por esa razón en la descripción que se hace del puesto de trabajo se hace hincapié en la temporalidad, dejando de lado el aspecto importante que supone su caracterización en el contexto del proceso de producción. 2 En esto se inscribe otro factor que vincula los nive- les de empleo con la mayor o menor capacidad de nego- ciación. Esta relación ya fue señalada en los años cua- renta por Kalecki(1984), en su texto «Las consecuencias políticas del pleno empleo». 3 Cuando Keynes habla de la propensión a consumir y su relación con la tasa de interés introduce la noción de «preferencia por la liquidez». 4 A diferencia del período anterior, estas están orien- tadas hacia el control de la inflación. 5 Vid. C. Offe (1992). 6 Vid. J. Riffkin (1996). 7 En esta misma línea se ha señalado que es el comienzo de un nueva época de libertad y creatividad marcada por la liberación respecto del yugo del trabajo. Estas previsiones aluden pronunciarse por la condición del individuo inmerso en un modo de organización social, que hace del salario la única fuente de renta. 8 Esta condición ha sido descrita por M. Friedman en términos de tasa natural de paro. Esta noción alude a la existencia de un punto de equilibrio entre la oferta y la demanda de trabajo, que coloca a los salarios por debajo de la inflación. El desplazamiento de este equilibrio mediante la reducción del nivel de desempleo por deba- jo de esta tasa natural, daría lugar al crecimiento de la inflación. Consecuentemente, dentro de la perspectiva monetarista, el pleno empleo –a diferencia de lo que sucede en el keynesianismo– no es un factor de creci- miento económico sino que puede, incluso, obstaculizar- lo. Vid. Friedman (1968). 9 Keynes en «La teoría general de la ocupación el interés y el dinero» mostró como el mercado podía alcanzar un punto de equilibrio sin que esto implicara el pleno empleo. 10 Liberalización, estabilidad monetaria y desregula- ción del mercado de trabajo. 11 Se puede pensar, por ejemplo, en la repetición de la crisis del petróleo de comienzos de los sesenta. En este caso, la subida del petróleo sería compensada por la bajada de los salarios y no tendría, por tanto, efectos inflacionarios. 12 El objetivo de la política de estabilización de los precios: «puede concluirse que el reforzamiento de la disciplina presupuestaria en un marco de políticas macroeconómicas internamente más equilibradas, la ins- trumentalización de reformas estructurales que mejoren el funcionamiento de los mercados de bienes y servicios y del mercado de trabajo y la adopción de mecanismos que permitan fortalecer la orientación antinflacionista de la política monetaria son de primordial importancia para posibilitar que la consecución de la estabilidad de pre- cios tenga lugar de la forma más rápida y menos costosa posible» (Viñals (1997) p. 78). En esto se resume la orientación de la política que impulsa el modelo de cre- cimiento de los años ochenta. 13 La noción de pleno empleo podría, y se subraya aquí el carácter condicional, alcanzarse en un futuro, tanto mediante la desregulación del mercado de trabajo como transformando las categorías estadísticas. 14 Se puede pensar, por ejemplo, en la repetición de la crisis del petróleo de comienzos de los sesenta. En este caso, la subida del petróleo sería compensada por la bajada de los salarios y no tendría, por tanto, efectos inflacionarios. 15 El objetivo de la política de estabilización de los precios: «puede concluirse que el reforzamiento de la disciplina presupuestaria en un marco de políticas macroeconómicas internamente más equilibradas, la ins- trumentalización de reformas estructurales que mejoren el funcionamiento de los mercados de bienes y servicios y del mercado de trabajo y la adopción de mecanismos que permitan fortalecer la orientación antinflacionista de la política monetaria son de primordial importancia para posibilitar que la consecución de la estabilidad de pre- cios tenga lugar de la forma más rápida y menos costosa posible» (Viñals (1997) p. 78). En esto se resume la orientación de la política que impulsa el modelo de cre- cimiento de los años ochenta. 80 Andrés Bilbao 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 80
  • 13. 16 El trabajo es una noción culturalmente establecida que se asocia a la condición del individuo. En cuanto que persisten las nociones culturales que discriminan respec- to de la plenitud del estatuto de individuo, el acceso al trabajo aparece situado en ámbitos diferenciados. Es lo que sucede en las sociedades tradicionales respecto del trabajo de las mujeres que aparece confinado al ámbito del hogar, lo que a su vez implica una relación de subor- dinación. En la medida en que esas nociones culturales se van desvaneciendo se generaliza el estatuto de indivi- duo y con ello se abre paso la idea del acceso universal al trabajo en la esfera de lo público. 17 El subsidio de desempleo ha sido un factor que ha sustraido a la persona que no trabaja de esta condición de marginalidad. El origen de su implantación guarda rela- ción con la tesis que pone la posibilidad de trabajar en un ámbito exterior al individuo. Lo que dió paso a la gene- ralización de este subsidio fue la noción de la objetiva imposibilidad de acceder al puesto de trabajo. Actual- mente, en el contexto de la desregulación, vuelve a con- siderarse que el hecho de trabajar o no depende exclusi- vamente del individuo. Se va abriendo, con ello, la tesis de que el subsidio de desempleo es algo que obstaculiza la integración en el mercado de trabajo. 18 En este punto hay que establecer la diferencia entre la noción de herramienta y la noción de maquinaria. La primera alude a la mayor o menor perfección del instru- mento de trabajo. Pescar, cazar o construir una casa, etc... son trabajos que pueden realizarse con distinto ins- trumental. Su mayor o menor perfección hace posible un menor o mayor esfuerzo, así como un mayor o menor rapidez en su ejecución. La noción de maquinaria alude a la sustitución de energía humana por energía no humana. La actividad de arar, por ejemplo, allí donde se sustituye la tracción humana por la tracción mecánica, hace posible una mayor rapidez así como la posibilidad de reducir el número de individuos necesarios implicados en el traba- jo. Actualmente, la introducción de la robótica en la fabri- cación de automóviles tiene el mismo efecto. 19 A. Smith en «La Riqueza de las Naciones» alude a las dificultades del despliegue de la división del trabajo. Únicamente el capital, entendido como fondo de sala- rios, permite superar esta dificultad. A partir del Libro II, da un nuevo giro a su argumentación poniendo en primer plano, no la cuestión de la división del trabajo como hace en el Libro I, sino el análisis de todos aquellos factores que promueven el crecimiento del capital. Este se asocia con el crecimiento y la felicidad de las naciones. 20 En la realización del producto en el mercado, lo que equivale a su realización en forma monetaria, culmi- na el proceso de mediación, representado por la figura del consumidor, desplegada en el contexto de la teoría del valor y redefinido en el siglo XX como individuo que elige, en el contexto de la teoría del precio, ocupa el cen- tro de este proceso. Desde esta figura se organiza la espe- cificidad de la producción de objetos. Sobre la figura del consumidor se desliza un equívoco. La tesis de la «sobe- ranía» del consumidor lo configura como una suerte de rector del proceso económico. Frente a esto se despliega la tesis del consumidor como individuo deseante, toda vez que el deseo aparece como lo que crea el objeto. Desde esta perspectiva reaparece la autonomía de la pro- ducción. En la relación dialéctica entre ambos momen- tos, tamizada a su vez por la capacidad monetaria del individuo deseante, es donde se sitúa la conexión entre la producción y su realización en el mercado. 21 Estos ciclos van acompañados de cambios tanto de la política económica como de la organización de las rela- ciones de trabajo. Cambios que se relacionan con las transformaciones en la configuración del mercado de tra- bajo. En los años setenta se empiezan a poner de mani- fiesto los primeros síntomas de la crisis, expresados en el crecimiento conjunto de la inflación y el desempleo. El origen inmediato de este proceso fue la subida de los pre- cios de la energía, que proyectada sobre un mercado de trabajo rígido se tradujo en un incremento de los costes, del precio y por consiguiente de una caída de la demanda. Esta fue al secuencia que se desarrolló en otros países. La precaria situación política del franquismo supuso la sub- vención pública de estos incrementos, lo que se tradujo en el mantenimiento de los niveles de empleo. El efecto fue únicamente retrasar el crecimiento del desempleo que a finales de la década empezó a ponerse de manifiesto. 22 Este efecto alude a las consecuencias que tenían ciertos convenios puntuales sobre las condiciones salaria- les en otros sectores con menor capacidad de negociación. 23 En 1978 los Pactos de la Moncloa marcan el inicio de la espiral deflacionista respecto de los salarios. El creci- miento de los salarios se situó en el horizonte de las previ- siones de la inflación. A partir de 1979 se empieza a gene- ralizar un proceso en el que la inflación prevista es el punto de referencia en la negociación salarial. También a partir de este período se inició una tendencia que terminará rom- piendo con el modelo de crecimiento lineal de los salarios. Igualmente se fue abriendo paso la tesis que vinculaba el crecimiento de los salarios al incremento de la productivi- dad. A partir de 1982 la banda salarial se estableció en unos límites por debajo de la inflación. A partir de este momen- to se inicia un nuevo período en el proceso de negociación salarial, cuyas consecuencias fueron diversas. En primer lugar, la consolidación de las relaciones entre el aumento de la productividad y de los salarios. En segundo lugar esto tuvo como efecto la desaceleración, respecto del período anterior, del crecimiento de los salarios. Por último, esto permitió la desaceleración de la inflación. BIBLIOGRAFÍA FRIEDMAN, M. (1968): «The Role of Monetary Policy». The American Economic Review». Vol LVIII. Marzo 1968. N.º 1. KALECKI (1984):«Dinámica de la economía capìtalista» México, Fondo de Cultura Económica. KEYNES, J. (1979): «Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero». México, Fondo de Cultura Económica. OFFE, C. (1992): «La sociedad del trabajo». Madrid, Alianza Editorial. RIFFKIN, J. (1996):«El fin del trabajo. El declive de la fuerza de trabajo global y el nacimiento de la era- postmercado». Barcelona, Paidós. VIÑALS, J. (1997): «Política monetaria e inflación: de la teoría a la práctica». Madrid, Servicio de Estudios del Banco de España: «La política monetaria y la infla- ción en España». 81Trabajo, empleo y puesto de trabajo 05.qxd 30/03/01 14:30 Página 81
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