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Neuroética:
ética de la neurociencia y
neuroderechos
Jorge Rodríguez Pérez, Luis Fernando Bermejo,
Carlos del Hoyo Gómez, Ricardo Pérez Velasco
Tutor: Javier Díaz Nido
Curso: 4º de Bioquímica, UAM
Bioquímica y Sociedad
La neuroética es un área del conocimiento con carácter multidisciplinar principalmente
dedicada a la discusión alrededor de dilemas morales que afloran de los avances de la
neurociencia, entendida en un sentido amplio. No obstante, no solo se preocupa por las
implicaciones éticas del avance del conocimiento del cerebro, sino que también por las legales
y sociales. Aunque estas preocupaciones datan de antes del 2002, este año fue determinante
en el nacimiento de la Neuroética con la celebración de la reunión Neuroethics: mapping the
field, concertada por Dana Foundation.
En el presente documento se desarrolla un artículo en tono divulgativo acerca de esta rama
del conocimiento, incluyendo los llamados neuroderechos y algunos de los nombres y las
asociaciones más sobresalientes en el ámbito. Hacemos un guiado por una selección de temas
candentes en la ética de la neurociencia: potenciación cognitiva (neuroenhancement),
identidad personal, privacidad mental y libre albedrío. Cada uno de estos apartados se tratan
de forma continua, constando de una presentación del concepto, la relación que guarda con
la neurociencia y su implicación ética, e incluso legal en ciertos casos, además de numerosos
ejemplos que esperamos que capten la atención del lector. En consonancia con esta última
intención también sugerimos la inmersión del lector en debates, en muchos casos filosóficos,
con el objetivo de promover el afán por conocer más acerca de cada uno de los contenidos.
A esta profundización también esperamos que ayuden las entradas a artículos científicos,
artículos de divulgación, libros y páginas web mediante hipervínculos asociados a palabras o
imágenes a medida que se van pasando las páginas (aunque tenga que ser digitalmente).
Las pretensiones de las siguientes dieciséis páginas no van más allá de la divulgación de la
ciencia y la filosofía. Por lo tanto, no requiere que la persona tenga conocimientos científicos
o filosóficos previos, únicamente el interés por aprender. Se tratan preguntas como: ¿Qué
son los neuroderechos? ¿Se debe regular el avance de la neurociencia? ¿La ciencia impacta
en la vida cotidiana, en la sociedad, en la humanidad, o corre en paralelo? ¿Es ético el empleo
de fármacos de potenciación de las capacidades cognitivas? ¿Las nuevas tecnologías en el
ámbito de las ciencias del cerebro pueden repercutir en la identidad personal y la autonomía?
¿Es la privacidad mental igual a cualquier otro concepto de privacidad?
Nuestro objetivo principal consiste en dar a conocer una selección de debates que surgen con
el avance en el conocimiento sobre el cerebro humano y en las tecnologías que sobre este se
aplican (neurotecnologías). Hacemos especial énfasis en la importancia del diálogo sobre
estos temas, que no quede en círculos filosóficos, sino que entre en el ámbito científico y
también en el conjunto de la sociedad. Para alcanzar este objetivo hemos pretendido aportar
fluidez a la redacción, con la ayuda de recuadros de debate, vínculos para el comienzo en la
profundización en el contenido y una colección de referencias para su lectura.
1
Neuroética: la ética de la neurociencia y los neuroderechos
En la, por lo menos, aparente infinitud del conocimiento y las tecnologías residen beneficios
para la humanidad, pero también potenciales perjuicios; en este contexto, la ética de la
neurociencia consiste en el debate filosófico sobre los límites morales de la neurociencia.
Durante la Segunda Guerra Mundial las batallas podían llegar a durar días, semanas o incluso
meses. Esto implica que los soldados involucrados en ellas debían estar continuamente alerta,
con energía y prácticamente sin tiempo para dormir. Pero entonces, ¿cómo podría aquella
gente estar activa durante tanto tiempo y sin que el cansancio acumulado supusiera un lastre?
Una de las posibles respuestas: metanfetaminas.
Aunque quizás resulte sorprendente, el uso de drogas psicoactivas es una práctica que ya se
aplicaba en aquella época. Muestra de ello es que hubo científicos alemanes que empezaron
a experimentar con ellas administrándoselas a estudiantes, con el objetivo de averiguar
cuánto tiempo podrían permanecer despiertos y rindiendo plenamente durante los
exámenes. Además, durante los años 30, el Pervitin (1), que así se llamaba la metanfetamina
más famosa, ya se comercializaba como un “estimulante recreativo”. Este fármaco conseguía,
por ejemplo, que los soldados nazis actuasen más allá de los límites normales de una persona,
pudiendo llegar a estar 10 días combatiendo y marchando sin dormir.
2
También fue bastante común el uso de estos medicamentos entre el ejército británico (2) y
norteamericano, quienes veían cómo su estado de ánimo comenzaba a alterarse,
aumentando la agresividad, la confianza y la moral.
Si quiere conocer la historia de Aimo Koivunen (3), soldado finlandés de la Segunda Guerra
Mundial, lea el siguiente recuadro.
(3)La historia de Aimo Koivunen, soldado finlandés (3).
Los efectos de este tipo de drogas son responsables de un
fenómeno conocido como neuroenhancement (potenciación
cognitiva), que consiste en la mejora de una serie de capacidades
cognitivas como la atención, la concentración o la memoria.
El mecanismo de acción de algunos de estos fármacos (como el
metilfenidato (4)) se basa en inhibir la recaptación del
neurotransmisor dopamina, y, aunque no se conoce totalmente
dicho mecanismo, se piensa que concentraciones elevadas y
constantes de este neurotransmisor puede llegar a alterar, a
largo plazo, otros mecanismos implicados en inhibir el
comportamiento impulsivo.
Otras drogas, en cambio, están basadas en el Propranolol (5), un antagonista de los receptores
beta-adrenérgicos, que a diferencia de las anteriores actúan atenuando la respuesta
autónoma (involuntaria) al estrés, evitando o reduciendo características como el rápido
aumento del latido cardiaco y sudoración, así como otras que pueden llegar a aparecer bajo
una situación de estrés.
Este tipo de fármacos están actualmente aprobados para el tratamiento de algunos
trastornos y enfermedades. Por ejemplo, en el caso del TDAH (6) (trastorno de déficit de
Fotografía de Aimo Koivunen.
3
atención con hiperactividad), destaca el uso del metilfenidato (comercializado como Ritalina)
como tratamiento cuando se vuelven ineficaces otro tipo de medidas (psicológicas,
educacionales y sociales). Algo similar ocurre en la narcolepsia (7), un trastorno crónico
caracterizado por una somnolencia extrema durante el día, donde de nuevo se suelen
emplear en ocasiones fármacos como el modafinil (comercializado como Provigil).
El problema de esto surge cuando analizamos el consumo de estas drogas entre la población
sana. Su consumo se está extendiendo, siendo especialmente habitual entre adolescentes y
la población joven adulta. En un estudio (8) llevado a cabo en el año 2005 por el Instituto
Nacional de Abuso de Drogas de EE.UU (NIDA) se dan datos acerca del consumo de
Metilfenidato (también conocido como Adderall) en función del rango de edad: 2’5 % de la
población entre 13 y 14 años, 3’4 % de entre 15 y 16 años, 5’1 % de entre 17 y 18 años.
Pero, no solo parece ser una cuestión de adolescentes y estudiantes que quieren aumentar
el rendimiento académico: en 2008 la revista Nature (9) hizo una encuesta sobre el consumo
de medicamentos potenciadores entre los académicos, a la que contestaron 1400 científicos
de 60 países diferentes, entre los cuales 1 de cada 5 admitían consumirlas, el 52 % con
prescripción médica, el 34 % por Internet y el 14 % en la farmacia. En este caso, el fármaco
más común volvía a ser Metilfenidato (62 % de los usuarios).
Lo que más despierta un debate ético (5), por tanto, es que en este caso su uso no está basado
en razones terapéuticas, sino en obtener un mejor rendimiento académico a corto plazo.
Esto ha llevado, por tanto, al enfrentamiento de dos posturas. Por un lado, los que se oponen
sistemáticamente a su consumo, argumentando la enorme cantidad de efectos secundarios
que pueden aparecer a largo plazo. Y, por otro, quienes sostienen que la naturaleza humana
está sometida a una constante evolución, y que, dadas las imperfecciones que alberga, el uso
de psicofármacos estaría justificado. De hecho, proponen que potenciar las capacidades
cognitivas de las personas sería extremadamente beneficioso debido a que esto promovería
un comportamiento pro-social, honesto y ayudaría a reducir el daño que pudiera derivar de
un comportamiento egoísta. Implícitamente, por tanto, este
potenciamiento ayudaría, quizás, no a eliminar por completo,
pero sin duda a calmar dos de las amenazas más importantes
contra la supervivencia de los seres vivos: el uso de armas de
destrucción masiva y el deterioro medioambiental.
Los defensores, además, argumentan que se podría llegar a
regularizar su uso y de esta forma llegar a una sociedad en la
que aumentara la productividad humana individual y, por
tanto, también lo hicieran los beneficios personales y sociales.
4
Es un hecho, por tanto, que debemos estar preparados de cara a un futuro en el que se
comercialicen este tipo de medicamentos. Y no solo eso, sino reflexionar sobre posibles
implicaciones, tales como la distribución equitativa de los mismos. Es decir, si finalmente se
ven introducidos en nuestra sociedad, lo justo sería que todas las personas pudiesen tener la
misma oportunidad de acceder a ellos y “beneficiarse”. Esta reflexión, de hecho, lleva a la
proposición del neuroderecho de equidad en el acceso, englobado en un conjunto de cinco.
El anterior, junto con otra serie de debates relativos al ámbito de la neurobiología fue lo que
dio pie al nacimiento del concepto de Neuroética. Aunque ya se había discutido el tema de la
influencia de la neurociencia en nuestras vidas como, por ejemplo, en Brain Policy (10), de
Robert H. Blank, se considera que fue la conferencia “Neuroethics: Mapping the field” (11),
en San Francisco, en el año 2002, la que dio el paso al establecimiento de esta nueva
disciplina, definida como “el estudio de las cuestiones éticas, legales y sociales que surgen
cuando los hallazgos científicos sobre el cerebro son llevados a la práctica médica, a las
interpretaciones legales y a las políticas sanitarias o sociales”.
Con el establecimiento de International Neuroethics Society (12), el impacto de la Neuroética
ha ido creciendo hasta que, recientemente, juristas, como Roberto Andorno, y neurobiólogos,
como Rafael Yuste, han llegado a plantear, como ya avanzábamos anteriormente, cinco
neuroderechos (13), todos ellos con el objetivo de proteger el cerebro y su actividad a medida
que se produzcan avances en neurotecnología.
- Identidad personal: Consiste en limitar cualquier neurotecnología que permita
alterar el sentido del yo de las personas.
- Libre albedrío: Se refiere a preservar la capacidad de las personas de tomar
decisiones de forma libre y autónoma, es decir, sin manipulación alguna mediada
por parte de las neurotecnologías.
- Privacidad mental: se trata de proteger a los individuos del uso de los datos
obtenidos durante la medición de su actividad cerebral sin su consentimiento y
prohíbe expresamente cualquier transacción comercial con esos datos.
- Acceso equitativo: Busca la regulación en la aplicación de las neurotecnologías
para aumentar las capacidades cerebrales, de manera que no queden solo al
alcance de unos pocos y generen desigualdad en la sociedad.
- Protección contra los sesgos: Consiste en asegurar que los algoritmos utilizados
como fundamento de algunas neurotecnologías tengan en consideración a toda la
Puede hacer Ctrl + Click para seguir saber más sobre la sociedad.
5
población. Prevenir del sesgo en la implementación de tecnologías aplicadas al
cerebro.
(Marcelo Ienca y Roberto Adorno, 2017 (14).
Volviendo al concepto de neuroenhancement, se puede tratar desde una perspectiva más
filosófica. Según Erik Parens (15) un punto clave en el debate es el ideal moral de la
autenticidad. Propone que ambas partes, a favor y en contra de esta potenciación, quieren
defender y maximizar la autenticidad de una persona.
Por un lado, los detractores argumentan que manipular la actividad cerebral para
sobreponerse, por ejemplo, a lo que uno está sintiendo en un momento determinado, es una
forma de separarse de la realidad, de no aceptar lo que está ocurriendo y, simplemente,
evadirse. Esa forma de actuar conllevaría un distanciamiento del objetivo de conseguir la
autenticidad de una persona.
Por otro lado, los partidarios/promotores argumentan que hacer este tipo de manipulaciones
de nuestras facultades no va en detrimento de la autenticidad individual y, de hecho, razonan
que la favorecen porque se puede conseguir liberar a una persona de sus ataduras, y permitir
que se descubra a sí misma. Se posicionan en torno a la defensa del derecho que tiene una
persona a decidir sobre sí misma.
En cualquier caso, en este contexto es importante tener en cuenta, aparte del concepto de
autenticidad, el de identidad personal (recuerde, otro de los neuroderechos). Es decir,
cuando una persona hace uso de un fármaco potenciador, como puede ser Prozac (un
psicofármaco antidepresivo), ¿esa persona realmente sigue siendo ella misma? (16)
6
Contestar a esta pregunta puede ser difícil y dicha complejidad reside en el concepto de
identidad personal.
Durante siglos se ha intentado, y se sigue intentando, dar una definición a la identidad de una
persona; en términos amplios se puede dividir el concepto en dos puntos de vista: el
diacrónico y el sincrónico. El primero se refiere al conjunto de condiciones necesarias y
suficientes para la identidad de una persona con el paso del tiempo. El segundo hace
referencia a qué conjunto de propiedades caracterizan a un individuo en un momento dado,
es decir, que, si se retiran dichos atributos del sistema, este pierde su identidad (17).
Para intentar acercarnos al debate filosófico relativo a la identidad
personal, centrémonos en un ejemplo (18):
En la tarde del 13 de septiembre de 1848, en Cavendish
(Vermont), el capataz de una cuadrilla de trabajadores del
ferrocarril sufre un accidente: cuando estaba detonando un
explosivo en una roca, una barra de hierro le atravesó el cerebro
entrando en su cabeza por el ojo izquierdo. El hombre se mantuvo
consciente y con capacidad de habla, y, tras unos meses de
recuperación, fue capaz de volver a trabajar. No obstante, la
persona que antes era descrita como trabajadora, tranquila y
responsable se había convertido en alguien grosera, profano,
basto y vulgar.
Este es el caso de Phineas Gage. Es un caso histórico relatado en 1851 (19), que, sea verídico
o no, sirve como base para el debate acerca de la identidad personal. Los propios compañeros
de Gage decían: “él ya no era Gage” De hecho, yo mismo lo he relatado diciendo “se había
convertido en…”. Tenemos la intuición de que hay un antes y un después del accidente en la
identidad del individuo, debido a la pérdida de ciertos atributos que lo caracterizaban.
A lo largo de la historia de la filosofía y, por lo tanto, de la humanidad, se han ido sucediendo
teorías que describen el fundamento de la identidad personal (20). René Descartes (siglo XVII)
defendía la dualidad mente-cuerpo; el cuerpo como la sustancia de este mundo físico y la
mente como la subyacente al pensamiento racional, la imaginación, la sensación y la
voluntad, pero separada del cuerpo. Ambas interaccionan, pero nosotros no somos agentes
Fotografía de Phineas Gage. Referencia: A.
García-Molina, 2012. Ver más haciendo: Ctrl +
Click en la imagen.
7
activos en dicha interacción, sólo la experimentamos. Por ello la identidad personal sería una
entidad existente sin la dependencia del cuerpo. Por otro lado, John Locke piensa que la
identidad personal reside en la consciencia, descrita como la repetida autoidentificación
como uno mismo. Este punto de vista es lo que se ha llamado “continuidad de memoria”: uno
nace como una tabula rasa, es decir, una mente vacía, que se va moldeando con las
experiencias que va viviendo, y, por lo tanto, la identidad reside en la memoria. En
contraposición, Joseph Butler apunta que este es un discurso circular porque no es el hecho
de recordar un evento lo que lo hace propio, sino que uno recuerda la experiencia porque ya
es suyo. Por lo tanto, uno no es quien es, no adquiere identidad, a causa de su memoria, sino
que su memoria ya presupone la identidad de la persona. Aunque esta solo sea una de las
refutaciones que se han dado, la visión sobre la identidad personal ha ido evolucionando a
partir del concepto de continuidad de memoria hacia el de continuidad psicológica: la
identidad personal no reside en recordar eventos particulares de nuestra vida pasada, sino
en que entre un estado personal y otro haya relaciones que mantengan la personalidad y
rasgos de carácter. Una persona pasa por diferentes estados a lo largo de su vida y entre estos
existen relaciones psicológicas de manera continuada que permiten identificar al individuo
como el mismo que hace X tiempo.
No obstante, además de que en la historia han existido muchos más filósofos involucrados en
este tema (ver lecturas recomendadas), como puede intuir, el debate sobre la identidad
personal no se cierra aquí. Surgen nuevos problemas a debatir como, por ejemplo, “el
problema de la fisión” y “el de demasiados pensadores” (21).
Llegados a este punto, uno se puede rendir y renegar de la protección de tal aparente
abstracción llamada identidad personal. Sin embargo, todo el debate alrededor de la
identidad personal no es algo que nos deba resultar ajeno, como si solo estuviera en manos
de los filósofos. Se está debatiendo acerca de lo que somos, de lo que nos hace diferenciarnos
entre nosotros, de lo que me da la potestad de afirmar que yo soy yo y no cualquier otra
persona.
Anteriormente, se ha presentado el caso de Phineas Gage y estará pensando que es un
ejemplo tan extremo que no afecta nuestro día a día. No obstante, sí que existe la posibilidad
de que nuevas tecnologías puedan afectar a aquello que llamamos identidad personal.
8
¿Existen ahora mismo esas neurotecnologías? Sí, sí que existen, y son, en numerosos casos,
un éxito para el tratamiento de variadas enfermedades neurológicas y neuropsiquiátricas.
Neurotecnologías como: la terapia electroconvulsiva (22), la psicocirugía (23), la estimulación
neural (24) y los psicofármacos (25). Estas constituyen tratamientos que cada vez van siendo
más refinados por el crecimiento del conocimiento, pero que también acarrean riesgos.
Imagínense el siguiente caso: un varón de 62 años que sufre la enfermedad de Parkinson se
somete a un tratamiento de Estimulación Cerebral Profunda (se implantan electrodos en el
núcleo subtalámico del cerebro y se suministran impulsos eléctricos) para tratar su
enfermedad. Esta persona mejora en sus síntomas motores propios de la enfermedad
neurodegenerativa, pero desarrolla manía. Se intenta cambiar los parámetros de la
estimulación para moderar la terapia, lo cual deriva en mejor control mental de sí mismo,
pero peor situación motora. No hay muchas opciones: o es alguien con suficiente
discapacidad motora como para no ser independiente o es alguien con manía hasta tal punto
que tiene que ser internado en un centro psiquiátrico. La decisión que se toma es preguntarle
al hombre que decisión prefiere tomar mientras este está en ausencia de tratamiento (sin
estimulación neural), a lo que él responde con inclinación hacia la opción de la manía. Este
caso práctico no es inventado, ha sucedido (26), así como otros presentes en la literatura.
Si este caso le sigue pareciendo demasiado lejano, volvamos a la pregunta que hicimos hace
un momento: ¿soy la misma persona cuando estoy bajo los efectos de Prozac que cuando no
lo estoy?
La respuesta que se le dé a esta pregunta, así como la reflexión sobre la identidad personal
del varón de 62 años, puede que dependa de la dirección de cambio de la persona, como
apunta Kevin Patrick Tobia (27). Dicho de otra forma, puede ser que nuestra noción de
identidad personal, y de persistencia de la misma, dependa de si los cambios se producen
sobre la persona sean para su mejora o para su detrimento; tal y como Tobia ha estudiado,
parece que las personas intuyen que no existe alteración en la identidad del ser humano si el
cambio es para la mejora del mismo. Ahora la pregunta es: ¿deberíamos tener en
consideración nuestra intuición sobre el efecto de la dirección de cambio en la valoración de
la identidad personal?
Tal es el potencial impacto del concepto de identidad personal que podría llegar a poner en
duda la legislación actual. El 1 de enero del año 2000, en España, entró en vigor el llamado
Convenio de Oviedo (28): convenio para la protección de los derechos humanos y la dignidad
del ser humano con respecto a las aplicaciones de la biología y la medicina. En el artículo 9 de
9
este se dice lo siguiente: “Serán tomados en consideración los deseos expresados
anteriormente con respecto a una intervención médica por un paciente que, en el momento
de la intervención, no se encuentre en situación de poder expresar su voluntad”. Con esta
medida se establece la legislación relativa a las llamadas directivas avanzadas o anticipadas.
En contraposición surge la visión desde el concepto de identidad personal: una persona firma
un documento en el que se deja patente los deseos con respecto a una potencial situación,
pero puede ser que en dicho momento futuro la persona ya no mantenga la misma identidad
debido a la enfermedad inhabilitante que sufre, como, por ejemplo, la enfermedad de
Alzheimer. ¿Es la misma persona? ¿Tiene la misma identidad? ¿Importa que tenga o no la
misma identidad habiendo firmado un documento en el que se responsabiliza sobre qué pasar
con el cuerpo que habita?
Con todo esto dicho, y por mucho que incidamos en la importancia de la reflexión sobre el
concepto de la identidad personal, es decir, en lo que somos, es posible que no sea de su
gusto entrar en este debate. Si es así todavía puede ser que mantenga el interés por este
artículo porque el problema se puede ver con otra perspectiva: la identidad práctica (29). Esta
se sostiene en la idea de que nuestra identidad se construye basándose en la relación entre
las interpretaciones que hacemos de nuestros rasgos personales y lo que reconozcan las
personas que nos rodean; nosotros creamos nuestras propias identidades.
Por lo tanto, quienes somos dependería directamente de la idea que tengamos de nosotros
mismos y de cómo creemos que nos ve el resto. Y es en este sentido en el que se puede
derivar a una defensa de la privacidad mental (propuesta como neuroderecho): para ser
nosotros mismos tenemos que decidir cómo, cuándo, dónde abrirnos a los demás, por lo que
si nuestros datos cerebrales se exponen sin consentimiento nuestra identidad se construirá
en base a ello. Según esta teoría, con esta falta de privacidad uno estaría forzado a mantener
una relación interpersonal que moldeará quién es.
Puede ser que, al entrar en los pensamientos más profundos de la persona, no se esté viendo
a la persona en su totalidad, sino una forma incompleta. Puede que no se lleguen a ejecutar.
¿Entonces sería legítimo acceder a los estados mentales de una persona?
Un ejemplo de esto, aunque sin neurotecnologías de por medio, es el caso de Gilberto Valle
(30), un expolicía neoyorkino que fue detenido por conspiración para secuestrar a diferentes
mujeres. La acusación se basó en que su mujer descubrió que estaba pasando mucho tiempo
en salas de chat elaborando planes detallados para secuestrar, torturar, violar y canibalizar
mujeres. Al final fue indultado alegando que solo era una fantasía sexual que nunca habría
realizado en la vida real. Valle fue bautizado como el "Caníbal Cop" (31).
10
Los pensamientos oscuros de Gilberto Valle se expondrían en los chats, y los positivos en su
vocación de convertirse en policía. En este caso, los pensamientos más negativos no solo
quedan en la mente de Gilberto, sino que los vuelca en dichos chats, pero ¿qué pasaría si
hubiera una tecnología que funcionara como ese chat? ¿Deberíamos juzgar a la persona
según estos pensamientos? ¿Cómo se puede evaluar esto?
Gilberto Valle llegó a desarrollar sus pensamientos en la red, pero nunca los ejecutó (¿podrá
llegar a hacerlo en algún momento? Eso no lo sabemos). Dio a conocer sus deseos más
viscerales, como parece que la neurociencia puede llegar a descubrir.
En la última década se ha comenzado una revolución neurotecnológica siendo un momento
clave en este proceso la creación, en 2013, de THE BRAIN Initiative (32) en EE.UU. A partir de
este megaproyecto se han generado otros análogos en otras zonas geográficas: Japón, China,
la Unión Europea, Canadá, Australia, y Corea del Sur, lo cual demuestra la creciente inversión
en este campo de la ciencia y tecnología. Esto acaba culminando en la formación de
International Brain Initiative (33) en 2017, con el objetivo de favorecer el avance mediante la
compartición de resultados. En este contexto, uno de los científicos responsables del auge de
estas iniciativas, Rafael Yuste (34), plantea lo siguiente: “si puedes leer y escribir la actividad
neuronal, puedes leer y escribir las mentes de la gente”, es decir, que los avances que se están
haciendo podrán llevar a la lectura de estados mentales (puede ver más en: Rafael Yuste: Can
You See a Thought? Neuronal Ensembles as Emergent Units of Cortical Function (35)). En este
sentido el Morningside Group, conformado por médicos, filósofos, neurocientíficos y
científicos computacionales, y dirigido por Rafael Yuste, ha desarrollado guías éticas para el
avance de la neurociencia. Y en estas guías se indica que los datos neurales deberían ser
tratados como tejido orgánico y, por ello, protegidos por las leyes relativas al trasplante de
órganos y donaciones. Esto significa que uno no puede ser presionado para aportar estos
datos y que si se donan por voluntad de la persona estos no pueden ser un producto
comercializable.
Imagen obtenida de International Brain Inititative
11
Un ejemplo de neurotecnología que podría llegar a poner el riesgo la privacidad mental es la
técnica de formación de imágenes cerebrales (fMRI). Es hoy en día una técnica muy utilizada
para diagnósticos y planificación de operaciones, así como también ha revolucionado el
estudio del razonamiento humano y ha alterado en gran manera la información que podemos
obtener de las personas y sus mentes. Esto plantea un gran número de debates éticos, debido
a la aparición de preguntas difíciles de contestar como, por ejemplo:
• ¿Cuánto se puede saber de una persona gracias a las neurotécnicas?
• En el caso de llevarse a cabo este tipo de estudios ¿quiénes y por qué tendrían derecho
a esta información?
• ¿Podría ser obligado a realizar uno de estos estudios en ciertas condiciones?
Un uso alternativo de la formación de imágenes cerebrales podría es la “detección de
mentiras” (36). A pesar de que no se realiza una detección de mentiras como tal, y que esto
parece estar lejos de la posible realidad, sí que se acerca a dicho objetivo en casos de crímenes
en los que se diferencian las respuestas en el cerebro de la persona acusada con objetos
normalmente asociados en actos criminales (37) y objetos que sólo el criminal podría saber
que están asociados.
¿Cómo ve el derecho penal la detección de mentiras mediante fMRI? (38)
No solo esto, sino que además se están investigando los diferentes marcadores cerebrales
(39) que caracterizan los distintos sentimientos de las personas, como la alegría, la tristeza e
incluso la depresión. Interfiriendo en estos temas se puede violar la intimidad de las personas,
vulnerando lo más privado de la humanidad, sus pensamientos.
Desde el punto de vista de la ciencia, la consciencia y la identidad residen en el cerebro, por
lo que, introducirse dentro sería planteado como una violación de los derechos humanos. Si
esta hipótesis es correcta, en algún punto no solo la habilidad para “detectar mentiras” y
emociones se convertiría en una realidad cotidiana, sino que podría adaptarse a la vida
cotidiana como, por ejemplo, en juicios y en entrevistas.
La privacidad mental por lo tanto se vería vulnerada, accediendo no solo a algo que
seguramente no queramos compartir, sino que, si las premisas de las que hemos hablado
antes son correctas, se estaría manipulando la identidad personal.
12
Por otra parte, y como se decía antes, otro de los temas troncales dentro del debate
neuroético es el libre albedrío (del latín liberum arbitrium: libre de capacidad de juicio,
discernimiento y opinión de cada uno).
Históricamente, se considera que toda persona tiene esa cualidad por defecto, con ciertas
excepciones como sujetos bajo efectos de sustancias psicotrópicas o personas que sufren
enfermedades neurológicas o neuropsiquiátricas. No obstante, la noción de un universo
mecanicista cuestiona si los seres humanos poseemos realmente libertad en la toma de
decisiones.
Para acercarnos a una definición de libre albedrío podemos definir tres condiciones que han
de darse (40): (1) la capacidad de hacerlo de otra manera; esto es; de que haya al menos dos
posibilidades, una encrucijada, (2) el control sobre las decisiones que uno toma; la persona
que actúa debe ser la misma que la que toma la decisión de actuar o, dicho de otro modo,
uno debe ser el actor de sus propias decisiones sin interferencia de terceros o de otros
mecanismos fuera del alcance del sujeto que actúa, lo cual conocemos como agencia
humana, es decir ser y sentirse poseedor de las decisiones de uno mismo. (3) La respuesta a
razones, es decir, que una elección no puede ser libre si es el efecto de una decisión aleatoria,
sino que debe estar racionalmente motivada.
En estos términos existen, esencialmente, dos formas de ver el Universo (41): la determinista
y la no determinista. El determinista afirma que la vida de una persona está marcada y
condicionada por su genética, desarrollo, eventos pasados que haya experimentado, así como
los vivimos a sus antepasados. En definitiva, el ambiente moldea al organismo y predispone
su comportamiento en cada contexto. Por el contrario, el no determinista, o indeterminista,
se opone a este punto de vista y defiende que nuestras vidas se van formando a medida que
la experimentamos y que no estamos totalmente condicionados por eventos pasados que han
ocurrido en el universo. Además de estos puntos de vista, y en relación con el libre albedrío,
existen otras dos posturas: compatibilismo e incompatibilismo. Estos términos se refieren a
la creencia de la compatibilidad entre estar en un universo determinista y la noción del libre
albedrío. Los compatibilistas defienden que uno puede vivir en el determinismo y conservar
la libertad de elegir, y los incompatibilistas argumentan en contra defendiendo que, si el
universo está determinado, cada decisión que uno tomé también lo va a estar y que, por lo
tanto, no poseemos aquello que llamamos libre albedrío. Entre unos y otros la diferencia
parece residir en el concepto de libertad, en qué es tomar una decisión “libre”. Según la visión
compatibilista dicha libertad engloba la ausencia de coacción física o psicológica, y según la
visión incompatibilista la noción de libertad va más allá: ústed, ahora mismo, puede decidir
cerrar el ordenador o dar la vuelta al papel, pero esta acción está dictada por su forma de ser,
y esa forma de ser es parte de este universo determinado. Consecuentemente (véase “Para
el Debate”: ¿se puede defender que, incluso en un mundo indeterminado, no exista libre
albedrío?), uno no es profundamente libre en sus acciones, pues uno es en función de eventos
pasados y de su biología.
13
Galen Strawson – Mysteries of Free Will (42)
Llegados a este punto se estará preguntando ¿qué tiene que ver todo esto con la
neurociencia? Al igual que pasaba con la identidad personal, este es un concepto complicado
y que requiere (y ha requerido y requerirá) debate filosófico. No obstante, por complicado y
abstracto que pueda resultar debemos aterrizar en la realidad y tomar ciertas decisiones:
exista o no exista el libre albedrío, tenemos la noción, la intuición, la ilusión, al igual que con
la identidad personal, y es algo que no debería ser perturbado por el avance de la ciencia. Es
precisamente la neuroética la que se dedica a reflexionar sobre estos límites con una
aspiración última a establecer una norma.
El avance de la neurociencia abre la puerta a desarrollar la habilidad de interferir o manipular
pensamientos o comportamientos constituyendo una amenaza para la autonomía del
individuo.
Por un lado, hay neurotecnologías que, siendo vanguardistas y arriesgadas, aportan
beneficios a la humanidad, como el empleo de exoesqueletos controlados por una interfaz
cerebro-máquina en el caso de parapléjicos (43). Pero, por otro lado, surgen potenciales
amenazas para la humanidad. En este sentido existen ejemplos en la literatura científica en
los que se muestra la limitación de la autonomía por el empleo de tecnologías en el control
del Sistema Nervioso Central. Por ejemplo (44), se ha podido implantar electrodos en la
corteza cerebral de ratas y, así, modificar su comportamiento, lo cual se puede hacer por
varios procedimientos, como la Estimulación a través del cráneo con corriente directa y la
Estimulación magnética a través del cráneo. También, recientemente (45) se ha conseguido
implantar neuronas humanas modificadas genéticamente en la corteza somatosensorial de
ratas. Como consecuencia del implante, estas neuronas son capaces de responder a un
estímulo lumínico y provocar un determinado comportamiento en la rata. ¿Y si esto se hiciera
con seres humanos? ¿Se podría controlar lo siguiente que hiciera una persona?
Pero esto no es tan futurista como parece, puesto que se han registrado casos en los que las
intervenciones en el cerebro han ocasionado cambios en la autonomía de la persona, lo cual
va de la mano de la desvirtuación de la identidad personal. En consonancia con el caso que se
14
comentaba anteriormente con respecto al tratamiento de Parkinson mediante DBS
(Estimulación Cerebral Profunda), una mujer de 38 años (46) con Enfermedad de Parkinson
(con mutación en el gen Parquina) afirmaba que tras dieciocho meses de tratamiento había
perdido la inspiración y gusto por su trabajo y la vida en general, aun cuando este tratamiento
estaba paliando considerablemente su impedimento motor. ¿Había perdido la autonomía?
Existen varias maneras de interferir en el proceso de toma de decisiones del individuo que
pueden ir en detrimento de su autonomía. Algunas son más sutiles que una intervención
directa sobre el cerebro, como el marketing subliminal y el condicionamiento pavloviano. Es,
por tanto, preciso un mejor entendimiento de cómo funcionan estos mecanismos de
recompensa, del proceso de la toma de decisiones y los sesgos que pudieran intervenir en el
mismo constituyendo éste conocimiento un arma de doble filo.
Experimento de Libet (47)
Volviendo al neuroenhancenment, este se ha utilizado desde hace bastante tiempo y que está
en pleno auge en estos días. Por esta razón, es importante mirar aún más al futuro y pensar
en que según avance la tecnología, también avanzarán las diferentes mejoras cognitivas.
¿Sería ético realizar una mejora permanente en el cerebro?
Este es un tema muy controvertido en la actualidad, debido a que como hemos visto
anteriormente este tipo de “mejoras” podrían ser utilizadas en situaciones bélicas o podría
ser solo accesible a las clases más pudientes.
Un ejemplo actual de este tipo de mejora permanente es la propuesta de la empresa
Neuralink (48), del billonario Elon Musk. Esta se enfoca en la creación de un dispositivo que
se conecte con el cerebro, lo cual permitiría una gran diversidad de posibilidades, como:
neuro-revitalización de los sentidos y actividades motoras, neurocomunicación,
exoesqueletos. Todo esto generando la interfaz cerebro-máquina.
15
Un ejemplo de ello es la máquina que han desarrollado con miles de electrodos, divididos en
96 hilos, que se instalaría por un robot neuroquirúrgico, inventado también por Neuralink,
capaz de realizar la operación de una manera más segura que los métodos quirúrgicos
actuales. Esta tecnología ha sido únicamente utilizada, por el momento, en ratones, en los
que ha dado buenos resultados, aumentando el rendimiento de los animales en gran manera.
Por el momento, esta operación no es posible en humanos, debido principalmente a la gran
diferencia en complejidad y tamaño del cerebro humano comparado con el del ratón, sumado
a la imposibilidad ética de dichos ensayos de investigación en humanos.
La posibilidad de desarrollar una interfaz cerebro-máquina se empezó a desarrollar entre los
años 60 y 70 del siglo pasado (49), cuando se describió por primera vez. Y aunque ha habido
grandes avances en este campo parece improbable que veamos dentro de poco esta
tecnología aplicada en humanos.
La idea de Neuralink no se basa únicamente en la ayuda a personas con discapacidades, sino
que estaría dirigida a todas las personas, ya que permitiría el acceso a Internet y el control de
diversos dispositivos, únicamente con pensar en ello.
Esto suena como una oportunidad para el ser humano, el cual podría “evolucionar”, dar un
paso más allá gracias a la tecnología. Sin embargo, también genera muchas dudas y
preocupaciones sobre cómo podría ser utilizada esta tecnología u otros proyectos que se
desarrollen en el futuro, fuera de las aplicaciones médicas y quién podrá acceder a esta.
Y si por ejemplo dispositivos como estos podrían ser utilizados en un futuro de manera
desigual y generar sociedades distópicas ya vistas en gran número de series y libros. Una de
estas series es Altered Carbon.
En esta serie, se ve cómo el mundo ha avanzado de forma inmensa tecnológicamente, siendo
los seres humanos capaces de almacenar su consciencia, su cerebro, en una máquina, de
manera que a no ser que esta sea destruida, la persona nunca muere. Se ve una gran
desigualdad de clases donde las personas más poderosas poseen cientos de estos aparatos
llamados pilas, garantizando su inmortalidad, mientras que el resto de las personas solo posee
una de peor calidad, cubriendo menos funciones y no siendo reemplazable.
Esto además genera una sociedad en la que la violencia está muy presente, apareciendo
espectáculos similares a los de los coliseos romanos y un negocio que se basa en la “vida” y
la “muerte”, el cual es totalmente injusto y sesgado.
Esta máquina en un principio había sido diseñada para extender la vida humana lo suficiente
como para que los humanos fueran capaces de viajar a otros planetas y descubrir nuevas
fronteras. Sin embargo, como muchos descubrimientos científicos fue usada con otros
pretextos, como la guerra y el aumento de la diferencia de clases.
16
Obviamente este no es el único ejemplo encontrado en la literatura, el cine, series y juegos
debido a que es un tema ampliamente explotado en la cultura pop de las últimas décadas.
Otros ejemplos muy conocidos y de los cuales la gran mayoría del mundo ha oído hablar,
donde tal vez no se genere una interfaz cerebro-máquina, pero sí que se tratan temas de los
que hemos hablado anteriormente como el neuroenhancement en Matrix y El planeta de los
simios, problemas derivados de la privacidad, la identidad personal y el libre albedrío como
Robocop y 1984.
Para terminar, queremos dejar claro que, a pesar de la visión tan pesimista del futuro de la
neurociencia en la ciencia ficción, la realidad es que la investigación en neurociencia podría
generar (y genera) grandes avances en el tratamiento de enfermedades del sistema nervioso.
Un ejemplo sería el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, ya
mencionado anteriormente. Aunque tenga inconvenientes, la Estimulación Cerebral
Profunda (50) ha tenido éxitos como terapia para tratar esta enfermedad.
También se espera un gran desarrollo en las técnicas relacionadas a la obtención de
información cerebral permitiendo así, mejor entendimiento de las enfermedades del sistema
nervioso central y una manera más rápida y mejor de detectarlas. De hecho, actualmente, la
MRI (Formación de Imágenes de Resonancia Magnética) y la fMRI (Formación de Imágenes
de Resonancia Magnética funcional) son dos técnicas extensamente utilizadas en el estudio
del cerebro.
Aunque de momento este tipo tratamientos de enfermedades neurológicas o
neuropsiquiátricas está en crecimiento, parece presentar un futuro muy positivo, en el que a
estos avanzarán a la vez que avancen las técnicas, curando enfermedades que hasta ahora
solo se podían paliar o tratar en casos muy tempranos
Nadie puede determinar con certeza lo que pasará en un futuro ni cómo serán realmente los
nuevos descubrimientos en este campo. Por ello, no sabemos a qué clase de dilemas éticos
nos veremos enfrentados. Puede ser que las obras de ciencia ficción centradas en este tema
sean una de las maneras de plantear los problemas que puedan surgir en un futuro, pero
también está y estará el debate ético. Con la neuroética no solo se puede hacer frente a la
superación de ciertos límites en la neurociencia, sino también dialogar sobre los futuros
posibles; los neuroderechos son la forma de acotar el campo de acción de la neurociencia.
17
18
Esperamos que con este artículo divulgativo el lector pueda descubrir una rama del
conocimiento o interesarse más por ella. El tema que hemos querido tratar, la ética de la
neurociencia, es una parte de la bioética, que a su vez es una parte de la ética; sin embargo,
aun siendo parte de una parte tiene una entidad propia.
El avance científico se está produciendo en muchos ámbitos y cada vez más rápido. La
tecnología y la ciencia se fusionan para alcanzar la cúspide del conocimiento y su aplicación
en la vida humana. No obstante, este progreso podría terminar por ser un retraso, una
degeneración de la humanidad. Aunque queda mucho por conocer del cerebro humano, se
avanza sin cesar y deberíamos procurar mantener la integridad humana acotando el campo
de acción de la neurociencia.
Hemos querido mostrar cuál es el estado actual de la ética de la neurociencia de una forma
somera, haciendo aflorar los llamados neuroderechos: equidad de acceso, identidad
personal, privacidad mental, libre albedrío, protección frente a sesgo. Estos se fundamentan
en valores intrínsecos de la humanidad por lo que se consideran esenciales. No obstante, solo
han sido reconocidos por la constitución de Chile, por el momento. Por ende, consideramos
que la divulgación de estos conocimientos puede suponer una ayuda para el coherente
avance de la ciencia y, con ello, de la humanidad. Consideramos que la ciencia no supone un
progreso para la humanidad si no se acompaña de la ética.
“Change is scientific, progress is ethical; change is indubitable, whereas progress is a matter
of controversy” – Bertrand Russell.
19
Bibliografía
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Neuroética: ética de la neurociencia y neuroderechos

  • 1. Neuroética: ética de la neurociencia y neuroderechos Jorge Rodríguez Pérez, Luis Fernando Bermejo, Carlos del Hoyo Gómez, Ricardo Pérez Velasco Tutor: Javier Díaz Nido Curso: 4º de Bioquímica, UAM Bioquímica y Sociedad
  • 2. La neuroética es un área del conocimiento con carácter multidisciplinar principalmente dedicada a la discusión alrededor de dilemas morales que afloran de los avances de la neurociencia, entendida en un sentido amplio. No obstante, no solo se preocupa por las implicaciones éticas del avance del conocimiento del cerebro, sino que también por las legales y sociales. Aunque estas preocupaciones datan de antes del 2002, este año fue determinante en el nacimiento de la Neuroética con la celebración de la reunión Neuroethics: mapping the field, concertada por Dana Foundation. En el presente documento se desarrolla un artículo en tono divulgativo acerca de esta rama del conocimiento, incluyendo los llamados neuroderechos y algunos de los nombres y las asociaciones más sobresalientes en el ámbito. Hacemos un guiado por una selección de temas candentes en la ética de la neurociencia: potenciación cognitiva (neuroenhancement), identidad personal, privacidad mental y libre albedrío. Cada uno de estos apartados se tratan de forma continua, constando de una presentación del concepto, la relación que guarda con la neurociencia y su implicación ética, e incluso legal en ciertos casos, además de numerosos ejemplos que esperamos que capten la atención del lector. En consonancia con esta última intención también sugerimos la inmersión del lector en debates, en muchos casos filosóficos, con el objetivo de promover el afán por conocer más acerca de cada uno de los contenidos. A esta profundización también esperamos que ayuden las entradas a artículos científicos, artículos de divulgación, libros y páginas web mediante hipervínculos asociados a palabras o imágenes a medida que se van pasando las páginas (aunque tenga que ser digitalmente). Las pretensiones de las siguientes dieciséis páginas no van más allá de la divulgación de la ciencia y la filosofía. Por lo tanto, no requiere que la persona tenga conocimientos científicos o filosóficos previos, únicamente el interés por aprender. Se tratan preguntas como: ¿Qué son los neuroderechos? ¿Se debe regular el avance de la neurociencia? ¿La ciencia impacta en la vida cotidiana, en la sociedad, en la humanidad, o corre en paralelo? ¿Es ético el empleo de fármacos de potenciación de las capacidades cognitivas? ¿Las nuevas tecnologías en el ámbito de las ciencias del cerebro pueden repercutir en la identidad personal y la autonomía? ¿Es la privacidad mental igual a cualquier otro concepto de privacidad? Nuestro objetivo principal consiste en dar a conocer una selección de debates que surgen con el avance en el conocimiento sobre el cerebro humano y en las tecnologías que sobre este se aplican (neurotecnologías). Hacemos especial énfasis en la importancia del diálogo sobre estos temas, que no quede en círculos filosóficos, sino que entre en el ámbito científico y también en el conjunto de la sociedad. Para alcanzar este objetivo hemos pretendido aportar fluidez a la redacción, con la ayuda de recuadros de debate, vínculos para el comienzo en la profundización en el contenido y una colección de referencias para su lectura.
  • 3.
  • 4. 1 Neuroética: la ética de la neurociencia y los neuroderechos En la, por lo menos, aparente infinitud del conocimiento y las tecnologías residen beneficios para la humanidad, pero también potenciales perjuicios; en este contexto, la ética de la neurociencia consiste en el debate filosófico sobre los límites morales de la neurociencia. Durante la Segunda Guerra Mundial las batallas podían llegar a durar días, semanas o incluso meses. Esto implica que los soldados involucrados en ellas debían estar continuamente alerta, con energía y prácticamente sin tiempo para dormir. Pero entonces, ¿cómo podría aquella gente estar activa durante tanto tiempo y sin que el cansancio acumulado supusiera un lastre? Una de las posibles respuestas: metanfetaminas. Aunque quizás resulte sorprendente, el uso de drogas psicoactivas es una práctica que ya se aplicaba en aquella época. Muestra de ello es que hubo científicos alemanes que empezaron a experimentar con ellas administrándoselas a estudiantes, con el objetivo de averiguar cuánto tiempo podrían permanecer despiertos y rindiendo plenamente durante los exámenes. Además, durante los años 30, el Pervitin (1), que así se llamaba la metanfetamina más famosa, ya se comercializaba como un “estimulante recreativo”. Este fármaco conseguía, por ejemplo, que los soldados nazis actuasen más allá de los límites normales de una persona, pudiendo llegar a estar 10 días combatiendo y marchando sin dormir.
  • 5. 2 También fue bastante común el uso de estos medicamentos entre el ejército británico (2) y norteamericano, quienes veían cómo su estado de ánimo comenzaba a alterarse, aumentando la agresividad, la confianza y la moral. Si quiere conocer la historia de Aimo Koivunen (3), soldado finlandés de la Segunda Guerra Mundial, lea el siguiente recuadro. (3)La historia de Aimo Koivunen, soldado finlandés (3). Los efectos de este tipo de drogas son responsables de un fenómeno conocido como neuroenhancement (potenciación cognitiva), que consiste en la mejora de una serie de capacidades cognitivas como la atención, la concentración o la memoria. El mecanismo de acción de algunos de estos fármacos (como el metilfenidato (4)) se basa en inhibir la recaptación del neurotransmisor dopamina, y, aunque no se conoce totalmente dicho mecanismo, se piensa que concentraciones elevadas y constantes de este neurotransmisor puede llegar a alterar, a largo plazo, otros mecanismos implicados en inhibir el comportamiento impulsivo. Otras drogas, en cambio, están basadas en el Propranolol (5), un antagonista de los receptores beta-adrenérgicos, que a diferencia de las anteriores actúan atenuando la respuesta autónoma (involuntaria) al estrés, evitando o reduciendo características como el rápido aumento del latido cardiaco y sudoración, así como otras que pueden llegar a aparecer bajo una situación de estrés. Este tipo de fármacos están actualmente aprobados para el tratamiento de algunos trastornos y enfermedades. Por ejemplo, en el caso del TDAH (6) (trastorno de déficit de Fotografía de Aimo Koivunen.
  • 6. 3 atención con hiperactividad), destaca el uso del metilfenidato (comercializado como Ritalina) como tratamiento cuando se vuelven ineficaces otro tipo de medidas (psicológicas, educacionales y sociales). Algo similar ocurre en la narcolepsia (7), un trastorno crónico caracterizado por una somnolencia extrema durante el día, donde de nuevo se suelen emplear en ocasiones fármacos como el modafinil (comercializado como Provigil). El problema de esto surge cuando analizamos el consumo de estas drogas entre la población sana. Su consumo se está extendiendo, siendo especialmente habitual entre adolescentes y la población joven adulta. En un estudio (8) llevado a cabo en el año 2005 por el Instituto Nacional de Abuso de Drogas de EE.UU (NIDA) se dan datos acerca del consumo de Metilfenidato (también conocido como Adderall) en función del rango de edad: 2’5 % de la población entre 13 y 14 años, 3’4 % de entre 15 y 16 años, 5’1 % de entre 17 y 18 años. Pero, no solo parece ser una cuestión de adolescentes y estudiantes que quieren aumentar el rendimiento académico: en 2008 la revista Nature (9) hizo una encuesta sobre el consumo de medicamentos potenciadores entre los académicos, a la que contestaron 1400 científicos de 60 países diferentes, entre los cuales 1 de cada 5 admitían consumirlas, el 52 % con prescripción médica, el 34 % por Internet y el 14 % en la farmacia. En este caso, el fármaco más común volvía a ser Metilfenidato (62 % de los usuarios). Lo que más despierta un debate ético (5), por tanto, es que en este caso su uso no está basado en razones terapéuticas, sino en obtener un mejor rendimiento académico a corto plazo. Esto ha llevado, por tanto, al enfrentamiento de dos posturas. Por un lado, los que se oponen sistemáticamente a su consumo, argumentando la enorme cantidad de efectos secundarios que pueden aparecer a largo plazo. Y, por otro, quienes sostienen que la naturaleza humana está sometida a una constante evolución, y que, dadas las imperfecciones que alberga, el uso de psicofármacos estaría justificado. De hecho, proponen que potenciar las capacidades cognitivas de las personas sería extremadamente beneficioso debido a que esto promovería un comportamiento pro-social, honesto y ayudaría a reducir el daño que pudiera derivar de un comportamiento egoísta. Implícitamente, por tanto, este potenciamiento ayudaría, quizás, no a eliminar por completo, pero sin duda a calmar dos de las amenazas más importantes contra la supervivencia de los seres vivos: el uso de armas de destrucción masiva y el deterioro medioambiental. Los defensores, además, argumentan que se podría llegar a regularizar su uso y de esta forma llegar a una sociedad en la que aumentara la productividad humana individual y, por tanto, también lo hicieran los beneficios personales y sociales.
  • 7. 4 Es un hecho, por tanto, que debemos estar preparados de cara a un futuro en el que se comercialicen este tipo de medicamentos. Y no solo eso, sino reflexionar sobre posibles implicaciones, tales como la distribución equitativa de los mismos. Es decir, si finalmente se ven introducidos en nuestra sociedad, lo justo sería que todas las personas pudiesen tener la misma oportunidad de acceder a ellos y “beneficiarse”. Esta reflexión, de hecho, lleva a la proposición del neuroderecho de equidad en el acceso, englobado en un conjunto de cinco. El anterior, junto con otra serie de debates relativos al ámbito de la neurobiología fue lo que dio pie al nacimiento del concepto de Neuroética. Aunque ya se había discutido el tema de la influencia de la neurociencia en nuestras vidas como, por ejemplo, en Brain Policy (10), de Robert H. Blank, se considera que fue la conferencia “Neuroethics: Mapping the field” (11), en San Francisco, en el año 2002, la que dio el paso al establecimiento de esta nueva disciplina, definida como “el estudio de las cuestiones éticas, legales y sociales que surgen cuando los hallazgos científicos sobre el cerebro son llevados a la práctica médica, a las interpretaciones legales y a las políticas sanitarias o sociales”. Con el establecimiento de International Neuroethics Society (12), el impacto de la Neuroética ha ido creciendo hasta que, recientemente, juristas, como Roberto Andorno, y neurobiólogos, como Rafael Yuste, han llegado a plantear, como ya avanzábamos anteriormente, cinco neuroderechos (13), todos ellos con el objetivo de proteger el cerebro y su actividad a medida que se produzcan avances en neurotecnología. - Identidad personal: Consiste en limitar cualquier neurotecnología que permita alterar el sentido del yo de las personas. - Libre albedrío: Se refiere a preservar la capacidad de las personas de tomar decisiones de forma libre y autónoma, es decir, sin manipulación alguna mediada por parte de las neurotecnologías. - Privacidad mental: se trata de proteger a los individuos del uso de los datos obtenidos durante la medición de su actividad cerebral sin su consentimiento y prohíbe expresamente cualquier transacción comercial con esos datos. - Acceso equitativo: Busca la regulación en la aplicación de las neurotecnologías para aumentar las capacidades cerebrales, de manera que no queden solo al alcance de unos pocos y generen desigualdad en la sociedad. - Protección contra los sesgos: Consiste en asegurar que los algoritmos utilizados como fundamento de algunas neurotecnologías tengan en consideración a toda la Puede hacer Ctrl + Click para seguir saber más sobre la sociedad.
  • 8. 5 población. Prevenir del sesgo en la implementación de tecnologías aplicadas al cerebro. (Marcelo Ienca y Roberto Adorno, 2017 (14). Volviendo al concepto de neuroenhancement, se puede tratar desde una perspectiva más filosófica. Según Erik Parens (15) un punto clave en el debate es el ideal moral de la autenticidad. Propone que ambas partes, a favor y en contra de esta potenciación, quieren defender y maximizar la autenticidad de una persona. Por un lado, los detractores argumentan que manipular la actividad cerebral para sobreponerse, por ejemplo, a lo que uno está sintiendo en un momento determinado, es una forma de separarse de la realidad, de no aceptar lo que está ocurriendo y, simplemente, evadirse. Esa forma de actuar conllevaría un distanciamiento del objetivo de conseguir la autenticidad de una persona. Por otro lado, los partidarios/promotores argumentan que hacer este tipo de manipulaciones de nuestras facultades no va en detrimento de la autenticidad individual y, de hecho, razonan que la favorecen porque se puede conseguir liberar a una persona de sus ataduras, y permitir que se descubra a sí misma. Se posicionan en torno a la defensa del derecho que tiene una persona a decidir sobre sí misma. En cualquier caso, en este contexto es importante tener en cuenta, aparte del concepto de autenticidad, el de identidad personal (recuerde, otro de los neuroderechos). Es decir, cuando una persona hace uso de un fármaco potenciador, como puede ser Prozac (un psicofármaco antidepresivo), ¿esa persona realmente sigue siendo ella misma? (16)
  • 9. 6 Contestar a esta pregunta puede ser difícil y dicha complejidad reside en el concepto de identidad personal. Durante siglos se ha intentado, y se sigue intentando, dar una definición a la identidad de una persona; en términos amplios se puede dividir el concepto en dos puntos de vista: el diacrónico y el sincrónico. El primero se refiere al conjunto de condiciones necesarias y suficientes para la identidad de una persona con el paso del tiempo. El segundo hace referencia a qué conjunto de propiedades caracterizan a un individuo en un momento dado, es decir, que, si se retiran dichos atributos del sistema, este pierde su identidad (17). Para intentar acercarnos al debate filosófico relativo a la identidad personal, centrémonos en un ejemplo (18): En la tarde del 13 de septiembre de 1848, en Cavendish (Vermont), el capataz de una cuadrilla de trabajadores del ferrocarril sufre un accidente: cuando estaba detonando un explosivo en una roca, una barra de hierro le atravesó el cerebro entrando en su cabeza por el ojo izquierdo. El hombre se mantuvo consciente y con capacidad de habla, y, tras unos meses de recuperación, fue capaz de volver a trabajar. No obstante, la persona que antes era descrita como trabajadora, tranquila y responsable se había convertido en alguien grosera, profano, basto y vulgar. Este es el caso de Phineas Gage. Es un caso histórico relatado en 1851 (19), que, sea verídico o no, sirve como base para el debate acerca de la identidad personal. Los propios compañeros de Gage decían: “él ya no era Gage” De hecho, yo mismo lo he relatado diciendo “se había convertido en…”. Tenemos la intuición de que hay un antes y un después del accidente en la identidad del individuo, debido a la pérdida de ciertos atributos que lo caracterizaban. A lo largo de la historia de la filosofía y, por lo tanto, de la humanidad, se han ido sucediendo teorías que describen el fundamento de la identidad personal (20). René Descartes (siglo XVII) defendía la dualidad mente-cuerpo; el cuerpo como la sustancia de este mundo físico y la mente como la subyacente al pensamiento racional, la imaginación, la sensación y la voluntad, pero separada del cuerpo. Ambas interaccionan, pero nosotros no somos agentes Fotografía de Phineas Gage. Referencia: A. García-Molina, 2012. Ver más haciendo: Ctrl + Click en la imagen.
  • 10. 7 activos en dicha interacción, sólo la experimentamos. Por ello la identidad personal sería una entidad existente sin la dependencia del cuerpo. Por otro lado, John Locke piensa que la identidad personal reside en la consciencia, descrita como la repetida autoidentificación como uno mismo. Este punto de vista es lo que se ha llamado “continuidad de memoria”: uno nace como una tabula rasa, es decir, una mente vacía, que se va moldeando con las experiencias que va viviendo, y, por lo tanto, la identidad reside en la memoria. En contraposición, Joseph Butler apunta que este es un discurso circular porque no es el hecho de recordar un evento lo que lo hace propio, sino que uno recuerda la experiencia porque ya es suyo. Por lo tanto, uno no es quien es, no adquiere identidad, a causa de su memoria, sino que su memoria ya presupone la identidad de la persona. Aunque esta solo sea una de las refutaciones que se han dado, la visión sobre la identidad personal ha ido evolucionando a partir del concepto de continuidad de memoria hacia el de continuidad psicológica: la identidad personal no reside en recordar eventos particulares de nuestra vida pasada, sino en que entre un estado personal y otro haya relaciones que mantengan la personalidad y rasgos de carácter. Una persona pasa por diferentes estados a lo largo de su vida y entre estos existen relaciones psicológicas de manera continuada que permiten identificar al individuo como el mismo que hace X tiempo. No obstante, además de que en la historia han existido muchos más filósofos involucrados en este tema (ver lecturas recomendadas), como puede intuir, el debate sobre la identidad personal no se cierra aquí. Surgen nuevos problemas a debatir como, por ejemplo, “el problema de la fisión” y “el de demasiados pensadores” (21). Llegados a este punto, uno se puede rendir y renegar de la protección de tal aparente abstracción llamada identidad personal. Sin embargo, todo el debate alrededor de la identidad personal no es algo que nos deba resultar ajeno, como si solo estuviera en manos de los filósofos. Se está debatiendo acerca de lo que somos, de lo que nos hace diferenciarnos entre nosotros, de lo que me da la potestad de afirmar que yo soy yo y no cualquier otra persona. Anteriormente, se ha presentado el caso de Phineas Gage y estará pensando que es un ejemplo tan extremo que no afecta nuestro día a día. No obstante, sí que existe la posibilidad de que nuevas tecnologías puedan afectar a aquello que llamamos identidad personal.
  • 11. 8 ¿Existen ahora mismo esas neurotecnologías? Sí, sí que existen, y son, en numerosos casos, un éxito para el tratamiento de variadas enfermedades neurológicas y neuropsiquiátricas. Neurotecnologías como: la terapia electroconvulsiva (22), la psicocirugía (23), la estimulación neural (24) y los psicofármacos (25). Estas constituyen tratamientos que cada vez van siendo más refinados por el crecimiento del conocimiento, pero que también acarrean riesgos. Imagínense el siguiente caso: un varón de 62 años que sufre la enfermedad de Parkinson se somete a un tratamiento de Estimulación Cerebral Profunda (se implantan electrodos en el núcleo subtalámico del cerebro y se suministran impulsos eléctricos) para tratar su enfermedad. Esta persona mejora en sus síntomas motores propios de la enfermedad neurodegenerativa, pero desarrolla manía. Se intenta cambiar los parámetros de la estimulación para moderar la terapia, lo cual deriva en mejor control mental de sí mismo, pero peor situación motora. No hay muchas opciones: o es alguien con suficiente discapacidad motora como para no ser independiente o es alguien con manía hasta tal punto que tiene que ser internado en un centro psiquiátrico. La decisión que se toma es preguntarle al hombre que decisión prefiere tomar mientras este está en ausencia de tratamiento (sin estimulación neural), a lo que él responde con inclinación hacia la opción de la manía. Este caso práctico no es inventado, ha sucedido (26), así como otros presentes en la literatura. Si este caso le sigue pareciendo demasiado lejano, volvamos a la pregunta que hicimos hace un momento: ¿soy la misma persona cuando estoy bajo los efectos de Prozac que cuando no lo estoy? La respuesta que se le dé a esta pregunta, así como la reflexión sobre la identidad personal del varón de 62 años, puede que dependa de la dirección de cambio de la persona, como apunta Kevin Patrick Tobia (27). Dicho de otra forma, puede ser que nuestra noción de identidad personal, y de persistencia de la misma, dependa de si los cambios se producen sobre la persona sean para su mejora o para su detrimento; tal y como Tobia ha estudiado, parece que las personas intuyen que no existe alteración en la identidad del ser humano si el cambio es para la mejora del mismo. Ahora la pregunta es: ¿deberíamos tener en consideración nuestra intuición sobre el efecto de la dirección de cambio en la valoración de la identidad personal? Tal es el potencial impacto del concepto de identidad personal que podría llegar a poner en duda la legislación actual. El 1 de enero del año 2000, en España, entró en vigor el llamado Convenio de Oviedo (28): convenio para la protección de los derechos humanos y la dignidad del ser humano con respecto a las aplicaciones de la biología y la medicina. En el artículo 9 de
  • 12. 9 este se dice lo siguiente: “Serán tomados en consideración los deseos expresados anteriormente con respecto a una intervención médica por un paciente que, en el momento de la intervención, no se encuentre en situación de poder expresar su voluntad”. Con esta medida se establece la legislación relativa a las llamadas directivas avanzadas o anticipadas. En contraposición surge la visión desde el concepto de identidad personal: una persona firma un documento en el que se deja patente los deseos con respecto a una potencial situación, pero puede ser que en dicho momento futuro la persona ya no mantenga la misma identidad debido a la enfermedad inhabilitante que sufre, como, por ejemplo, la enfermedad de Alzheimer. ¿Es la misma persona? ¿Tiene la misma identidad? ¿Importa que tenga o no la misma identidad habiendo firmado un documento en el que se responsabiliza sobre qué pasar con el cuerpo que habita? Con todo esto dicho, y por mucho que incidamos en la importancia de la reflexión sobre el concepto de la identidad personal, es decir, en lo que somos, es posible que no sea de su gusto entrar en este debate. Si es así todavía puede ser que mantenga el interés por este artículo porque el problema se puede ver con otra perspectiva: la identidad práctica (29). Esta se sostiene en la idea de que nuestra identidad se construye basándose en la relación entre las interpretaciones que hacemos de nuestros rasgos personales y lo que reconozcan las personas que nos rodean; nosotros creamos nuestras propias identidades. Por lo tanto, quienes somos dependería directamente de la idea que tengamos de nosotros mismos y de cómo creemos que nos ve el resto. Y es en este sentido en el que se puede derivar a una defensa de la privacidad mental (propuesta como neuroderecho): para ser nosotros mismos tenemos que decidir cómo, cuándo, dónde abrirnos a los demás, por lo que si nuestros datos cerebrales se exponen sin consentimiento nuestra identidad se construirá en base a ello. Según esta teoría, con esta falta de privacidad uno estaría forzado a mantener una relación interpersonal que moldeará quién es. Puede ser que, al entrar en los pensamientos más profundos de la persona, no se esté viendo a la persona en su totalidad, sino una forma incompleta. Puede que no se lleguen a ejecutar. ¿Entonces sería legítimo acceder a los estados mentales de una persona? Un ejemplo de esto, aunque sin neurotecnologías de por medio, es el caso de Gilberto Valle (30), un expolicía neoyorkino que fue detenido por conspiración para secuestrar a diferentes mujeres. La acusación se basó en que su mujer descubrió que estaba pasando mucho tiempo en salas de chat elaborando planes detallados para secuestrar, torturar, violar y canibalizar mujeres. Al final fue indultado alegando que solo era una fantasía sexual que nunca habría realizado en la vida real. Valle fue bautizado como el "Caníbal Cop" (31).
  • 13. 10 Los pensamientos oscuros de Gilberto Valle se expondrían en los chats, y los positivos en su vocación de convertirse en policía. En este caso, los pensamientos más negativos no solo quedan en la mente de Gilberto, sino que los vuelca en dichos chats, pero ¿qué pasaría si hubiera una tecnología que funcionara como ese chat? ¿Deberíamos juzgar a la persona según estos pensamientos? ¿Cómo se puede evaluar esto? Gilberto Valle llegó a desarrollar sus pensamientos en la red, pero nunca los ejecutó (¿podrá llegar a hacerlo en algún momento? Eso no lo sabemos). Dio a conocer sus deseos más viscerales, como parece que la neurociencia puede llegar a descubrir. En la última década se ha comenzado una revolución neurotecnológica siendo un momento clave en este proceso la creación, en 2013, de THE BRAIN Initiative (32) en EE.UU. A partir de este megaproyecto se han generado otros análogos en otras zonas geográficas: Japón, China, la Unión Europea, Canadá, Australia, y Corea del Sur, lo cual demuestra la creciente inversión en este campo de la ciencia y tecnología. Esto acaba culminando en la formación de International Brain Initiative (33) en 2017, con el objetivo de favorecer el avance mediante la compartición de resultados. En este contexto, uno de los científicos responsables del auge de estas iniciativas, Rafael Yuste (34), plantea lo siguiente: “si puedes leer y escribir la actividad neuronal, puedes leer y escribir las mentes de la gente”, es decir, que los avances que se están haciendo podrán llevar a la lectura de estados mentales (puede ver más en: Rafael Yuste: Can You See a Thought? Neuronal Ensembles as Emergent Units of Cortical Function (35)). En este sentido el Morningside Group, conformado por médicos, filósofos, neurocientíficos y científicos computacionales, y dirigido por Rafael Yuste, ha desarrollado guías éticas para el avance de la neurociencia. Y en estas guías se indica que los datos neurales deberían ser tratados como tejido orgánico y, por ello, protegidos por las leyes relativas al trasplante de órganos y donaciones. Esto significa que uno no puede ser presionado para aportar estos datos y que si se donan por voluntad de la persona estos no pueden ser un producto comercializable. Imagen obtenida de International Brain Inititative
  • 14. 11 Un ejemplo de neurotecnología que podría llegar a poner el riesgo la privacidad mental es la técnica de formación de imágenes cerebrales (fMRI). Es hoy en día una técnica muy utilizada para diagnósticos y planificación de operaciones, así como también ha revolucionado el estudio del razonamiento humano y ha alterado en gran manera la información que podemos obtener de las personas y sus mentes. Esto plantea un gran número de debates éticos, debido a la aparición de preguntas difíciles de contestar como, por ejemplo: • ¿Cuánto se puede saber de una persona gracias a las neurotécnicas? • En el caso de llevarse a cabo este tipo de estudios ¿quiénes y por qué tendrían derecho a esta información? • ¿Podría ser obligado a realizar uno de estos estudios en ciertas condiciones? Un uso alternativo de la formación de imágenes cerebrales podría es la “detección de mentiras” (36). A pesar de que no se realiza una detección de mentiras como tal, y que esto parece estar lejos de la posible realidad, sí que se acerca a dicho objetivo en casos de crímenes en los que se diferencian las respuestas en el cerebro de la persona acusada con objetos normalmente asociados en actos criminales (37) y objetos que sólo el criminal podría saber que están asociados. ¿Cómo ve el derecho penal la detección de mentiras mediante fMRI? (38) No solo esto, sino que además se están investigando los diferentes marcadores cerebrales (39) que caracterizan los distintos sentimientos de las personas, como la alegría, la tristeza e incluso la depresión. Interfiriendo en estos temas se puede violar la intimidad de las personas, vulnerando lo más privado de la humanidad, sus pensamientos. Desde el punto de vista de la ciencia, la consciencia y la identidad residen en el cerebro, por lo que, introducirse dentro sería planteado como una violación de los derechos humanos. Si esta hipótesis es correcta, en algún punto no solo la habilidad para “detectar mentiras” y emociones se convertiría en una realidad cotidiana, sino que podría adaptarse a la vida cotidiana como, por ejemplo, en juicios y en entrevistas. La privacidad mental por lo tanto se vería vulnerada, accediendo no solo a algo que seguramente no queramos compartir, sino que, si las premisas de las que hemos hablado antes son correctas, se estaría manipulando la identidad personal.
  • 15. 12 Por otra parte, y como se decía antes, otro de los temas troncales dentro del debate neuroético es el libre albedrío (del latín liberum arbitrium: libre de capacidad de juicio, discernimiento y opinión de cada uno). Históricamente, se considera que toda persona tiene esa cualidad por defecto, con ciertas excepciones como sujetos bajo efectos de sustancias psicotrópicas o personas que sufren enfermedades neurológicas o neuropsiquiátricas. No obstante, la noción de un universo mecanicista cuestiona si los seres humanos poseemos realmente libertad en la toma de decisiones. Para acercarnos a una definición de libre albedrío podemos definir tres condiciones que han de darse (40): (1) la capacidad de hacerlo de otra manera; esto es; de que haya al menos dos posibilidades, una encrucijada, (2) el control sobre las decisiones que uno toma; la persona que actúa debe ser la misma que la que toma la decisión de actuar o, dicho de otro modo, uno debe ser el actor de sus propias decisiones sin interferencia de terceros o de otros mecanismos fuera del alcance del sujeto que actúa, lo cual conocemos como agencia humana, es decir ser y sentirse poseedor de las decisiones de uno mismo. (3) La respuesta a razones, es decir, que una elección no puede ser libre si es el efecto de una decisión aleatoria, sino que debe estar racionalmente motivada. En estos términos existen, esencialmente, dos formas de ver el Universo (41): la determinista y la no determinista. El determinista afirma que la vida de una persona está marcada y condicionada por su genética, desarrollo, eventos pasados que haya experimentado, así como los vivimos a sus antepasados. En definitiva, el ambiente moldea al organismo y predispone su comportamiento en cada contexto. Por el contrario, el no determinista, o indeterminista, se opone a este punto de vista y defiende que nuestras vidas se van formando a medida que la experimentamos y que no estamos totalmente condicionados por eventos pasados que han ocurrido en el universo. Además de estos puntos de vista, y en relación con el libre albedrío, existen otras dos posturas: compatibilismo e incompatibilismo. Estos términos se refieren a la creencia de la compatibilidad entre estar en un universo determinista y la noción del libre albedrío. Los compatibilistas defienden que uno puede vivir en el determinismo y conservar la libertad de elegir, y los incompatibilistas argumentan en contra defendiendo que, si el universo está determinado, cada decisión que uno tomé también lo va a estar y que, por lo tanto, no poseemos aquello que llamamos libre albedrío. Entre unos y otros la diferencia parece residir en el concepto de libertad, en qué es tomar una decisión “libre”. Según la visión compatibilista dicha libertad engloba la ausencia de coacción física o psicológica, y según la visión incompatibilista la noción de libertad va más allá: ústed, ahora mismo, puede decidir cerrar el ordenador o dar la vuelta al papel, pero esta acción está dictada por su forma de ser, y esa forma de ser es parte de este universo determinado. Consecuentemente (véase “Para el Debate”: ¿se puede defender que, incluso en un mundo indeterminado, no exista libre albedrío?), uno no es profundamente libre en sus acciones, pues uno es en función de eventos pasados y de su biología.
  • 16. 13 Galen Strawson – Mysteries of Free Will (42) Llegados a este punto se estará preguntando ¿qué tiene que ver todo esto con la neurociencia? Al igual que pasaba con la identidad personal, este es un concepto complicado y que requiere (y ha requerido y requerirá) debate filosófico. No obstante, por complicado y abstracto que pueda resultar debemos aterrizar en la realidad y tomar ciertas decisiones: exista o no exista el libre albedrío, tenemos la noción, la intuición, la ilusión, al igual que con la identidad personal, y es algo que no debería ser perturbado por el avance de la ciencia. Es precisamente la neuroética la que se dedica a reflexionar sobre estos límites con una aspiración última a establecer una norma. El avance de la neurociencia abre la puerta a desarrollar la habilidad de interferir o manipular pensamientos o comportamientos constituyendo una amenaza para la autonomía del individuo. Por un lado, hay neurotecnologías que, siendo vanguardistas y arriesgadas, aportan beneficios a la humanidad, como el empleo de exoesqueletos controlados por una interfaz cerebro-máquina en el caso de parapléjicos (43). Pero, por otro lado, surgen potenciales amenazas para la humanidad. En este sentido existen ejemplos en la literatura científica en los que se muestra la limitación de la autonomía por el empleo de tecnologías en el control del Sistema Nervioso Central. Por ejemplo (44), se ha podido implantar electrodos en la corteza cerebral de ratas y, así, modificar su comportamiento, lo cual se puede hacer por varios procedimientos, como la Estimulación a través del cráneo con corriente directa y la Estimulación magnética a través del cráneo. También, recientemente (45) se ha conseguido implantar neuronas humanas modificadas genéticamente en la corteza somatosensorial de ratas. Como consecuencia del implante, estas neuronas son capaces de responder a un estímulo lumínico y provocar un determinado comportamiento en la rata. ¿Y si esto se hiciera con seres humanos? ¿Se podría controlar lo siguiente que hiciera una persona? Pero esto no es tan futurista como parece, puesto que se han registrado casos en los que las intervenciones en el cerebro han ocasionado cambios en la autonomía de la persona, lo cual va de la mano de la desvirtuación de la identidad personal. En consonancia con el caso que se
  • 17. 14 comentaba anteriormente con respecto al tratamiento de Parkinson mediante DBS (Estimulación Cerebral Profunda), una mujer de 38 años (46) con Enfermedad de Parkinson (con mutación en el gen Parquina) afirmaba que tras dieciocho meses de tratamiento había perdido la inspiración y gusto por su trabajo y la vida en general, aun cuando este tratamiento estaba paliando considerablemente su impedimento motor. ¿Había perdido la autonomía? Existen varias maneras de interferir en el proceso de toma de decisiones del individuo que pueden ir en detrimento de su autonomía. Algunas son más sutiles que una intervención directa sobre el cerebro, como el marketing subliminal y el condicionamiento pavloviano. Es, por tanto, preciso un mejor entendimiento de cómo funcionan estos mecanismos de recompensa, del proceso de la toma de decisiones y los sesgos que pudieran intervenir en el mismo constituyendo éste conocimiento un arma de doble filo. Experimento de Libet (47) Volviendo al neuroenhancenment, este se ha utilizado desde hace bastante tiempo y que está en pleno auge en estos días. Por esta razón, es importante mirar aún más al futuro y pensar en que según avance la tecnología, también avanzarán las diferentes mejoras cognitivas. ¿Sería ético realizar una mejora permanente en el cerebro? Este es un tema muy controvertido en la actualidad, debido a que como hemos visto anteriormente este tipo de “mejoras” podrían ser utilizadas en situaciones bélicas o podría ser solo accesible a las clases más pudientes. Un ejemplo actual de este tipo de mejora permanente es la propuesta de la empresa Neuralink (48), del billonario Elon Musk. Esta se enfoca en la creación de un dispositivo que se conecte con el cerebro, lo cual permitiría una gran diversidad de posibilidades, como: neuro-revitalización de los sentidos y actividades motoras, neurocomunicación, exoesqueletos. Todo esto generando la interfaz cerebro-máquina.
  • 18. 15 Un ejemplo de ello es la máquina que han desarrollado con miles de electrodos, divididos en 96 hilos, que se instalaría por un robot neuroquirúrgico, inventado también por Neuralink, capaz de realizar la operación de una manera más segura que los métodos quirúrgicos actuales. Esta tecnología ha sido únicamente utilizada, por el momento, en ratones, en los que ha dado buenos resultados, aumentando el rendimiento de los animales en gran manera. Por el momento, esta operación no es posible en humanos, debido principalmente a la gran diferencia en complejidad y tamaño del cerebro humano comparado con el del ratón, sumado a la imposibilidad ética de dichos ensayos de investigación en humanos. La posibilidad de desarrollar una interfaz cerebro-máquina se empezó a desarrollar entre los años 60 y 70 del siglo pasado (49), cuando se describió por primera vez. Y aunque ha habido grandes avances en este campo parece improbable que veamos dentro de poco esta tecnología aplicada en humanos. La idea de Neuralink no se basa únicamente en la ayuda a personas con discapacidades, sino que estaría dirigida a todas las personas, ya que permitiría el acceso a Internet y el control de diversos dispositivos, únicamente con pensar en ello. Esto suena como una oportunidad para el ser humano, el cual podría “evolucionar”, dar un paso más allá gracias a la tecnología. Sin embargo, también genera muchas dudas y preocupaciones sobre cómo podría ser utilizada esta tecnología u otros proyectos que se desarrollen en el futuro, fuera de las aplicaciones médicas y quién podrá acceder a esta. Y si por ejemplo dispositivos como estos podrían ser utilizados en un futuro de manera desigual y generar sociedades distópicas ya vistas en gran número de series y libros. Una de estas series es Altered Carbon. En esta serie, se ve cómo el mundo ha avanzado de forma inmensa tecnológicamente, siendo los seres humanos capaces de almacenar su consciencia, su cerebro, en una máquina, de manera que a no ser que esta sea destruida, la persona nunca muere. Se ve una gran desigualdad de clases donde las personas más poderosas poseen cientos de estos aparatos llamados pilas, garantizando su inmortalidad, mientras que el resto de las personas solo posee una de peor calidad, cubriendo menos funciones y no siendo reemplazable. Esto además genera una sociedad en la que la violencia está muy presente, apareciendo espectáculos similares a los de los coliseos romanos y un negocio que se basa en la “vida” y la “muerte”, el cual es totalmente injusto y sesgado. Esta máquina en un principio había sido diseñada para extender la vida humana lo suficiente como para que los humanos fueran capaces de viajar a otros planetas y descubrir nuevas fronteras. Sin embargo, como muchos descubrimientos científicos fue usada con otros pretextos, como la guerra y el aumento de la diferencia de clases.
  • 19. 16 Obviamente este no es el único ejemplo encontrado en la literatura, el cine, series y juegos debido a que es un tema ampliamente explotado en la cultura pop de las últimas décadas. Otros ejemplos muy conocidos y de los cuales la gran mayoría del mundo ha oído hablar, donde tal vez no se genere una interfaz cerebro-máquina, pero sí que se tratan temas de los que hemos hablado anteriormente como el neuroenhancement en Matrix y El planeta de los simios, problemas derivados de la privacidad, la identidad personal y el libre albedrío como Robocop y 1984. Para terminar, queremos dejar claro que, a pesar de la visión tan pesimista del futuro de la neurociencia en la ciencia ficción, la realidad es que la investigación en neurociencia podría generar (y genera) grandes avances en el tratamiento de enfermedades del sistema nervioso. Un ejemplo sería el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson, ya mencionado anteriormente. Aunque tenga inconvenientes, la Estimulación Cerebral Profunda (50) ha tenido éxitos como terapia para tratar esta enfermedad. También se espera un gran desarrollo en las técnicas relacionadas a la obtención de información cerebral permitiendo así, mejor entendimiento de las enfermedades del sistema nervioso central y una manera más rápida y mejor de detectarlas. De hecho, actualmente, la MRI (Formación de Imágenes de Resonancia Magnética) y la fMRI (Formación de Imágenes de Resonancia Magnética funcional) son dos técnicas extensamente utilizadas en el estudio del cerebro. Aunque de momento este tipo tratamientos de enfermedades neurológicas o neuropsiquiátricas está en crecimiento, parece presentar un futuro muy positivo, en el que a estos avanzarán a la vez que avancen las técnicas, curando enfermedades que hasta ahora solo se podían paliar o tratar en casos muy tempranos Nadie puede determinar con certeza lo que pasará en un futuro ni cómo serán realmente los nuevos descubrimientos en este campo. Por ello, no sabemos a qué clase de dilemas éticos nos veremos enfrentados. Puede ser que las obras de ciencia ficción centradas en este tema sean una de las maneras de plantear los problemas que puedan surgir en un futuro, pero también está y estará el debate ético. Con la neuroética no solo se puede hacer frente a la superación de ciertos límites en la neurociencia, sino también dialogar sobre los futuros posibles; los neuroderechos son la forma de acotar el campo de acción de la neurociencia.
  • 20. 17
  • 21. 18 Esperamos que con este artículo divulgativo el lector pueda descubrir una rama del conocimiento o interesarse más por ella. El tema que hemos querido tratar, la ética de la neurociencia, es una parte de la bioética, que a su vez es una parte de la ética; sin embargo, aun siendo parte de una parte tiene una entidad propia. El avance científico se está produciendo en muchos ámbitos y cada vez más rápido. La tecnología y la ciencia se fusionan para alcanzar la cúspide del conocimiento y su aplicación en la vida humana. No obstante, este progreso podría terminar por ser un retraso, una degeneración de la humanidad. Aunque queda mucho por conocer del cerebro humano, se avanza sin cesar y deberíamos procurar mantener la integridad humana acotando el campo de acción de la neurociencia. Hemos querido mostrar cuál es el estado actual de la ética de la neurociencia de una forma somera, haciendo aflorar los llamados neuroderechos: equidad de acceso, identidad personal, privacidad mental, libre albedrío, protección frente a sesgo. Estos se fundamentan en valores intrínsecos de la humanidad por lo que se consideran esenciales. No obstante, solo han sido reconocidos por la constitución de Chile, por el momento. Por ende, consideramos que la divulgación de estos conocimientos puede suponer una ayuda para el coherente avance de la ciencia y, con ello, de la humanidad. Consideramos que la ciencia no supone un progreso para la humanidad si no se acompaña de la ética. “Change is scientific, progress is ethical; change is indubitable, whereas progress is a matter of controversy” – Bertrand Russell.
  • 22. 19 Bibliografía (1) Pruitt S. Inside the Drug Use That Fueled Nazi Germany - HISTORY. 2019; Available at: https://www.history.com/news/inside-the-drug-use-that-fueled-nazi-germany. (2) Medina R. World War Speed: About the Film. 2019; Available at: https://www.pbs.org/wnet/secrets/world-war-speed-world-war-speed-about-the- film/4306/. (3) Meet Aimo Koivunen, The Soldier Who Survived WWII Thanks To Accidentally Overdosing On Meth. 2022; Available at: https://allthatsinteresting.com/aimo-koivunen. (4) Asociación Española de Pedriatría. Metilfenidato. 2020; Available at: https://www.aeped.es/pediamecum/generatepdf/api?n=83644. (5) Glannon W. Reflections on Neuroenhancement. Handbook of Neuroethics Dordrecht: Springer Netherlands; 2014. p. 1251-1265. (6) National Health Service. Attention deficit hyperactivity disorder (ADHD) - Treatment - NHS. 2021; Available at: https://refworks.proquest.com/library/read/doc:638082d9c9e77c0001ab3f03/. (7) Golicki D, Bala MM, Niewada M, Wierzbicka A. Modafinil for narcolepsy: systematic review and meta-analysis. Med Sci Monit 2010 Aug;16(8):RA177-86. (8) Mohamed AD. Neuroethical issues in pharmacological cognitive enhancement. Wiley Interdiscip Rev Cogn Sci 2014 Sep;5(5):533-549. (9) Maher B. Poll results: look who's doping. Nature 2008 Apr 10;452(7188):674-675. (10) Blank RH. Brain Policy: How the New Neuroscience Will Change Our Lives and Our Politics. : Georgetown Univversity Press; 1999. (11) Marcus S, Charles A. Dana Foundation. Neuroethics: mapping the field: conference proceedings, May 13-14, 2002, San Francisco, California: Dana Press; 2002. (12) International Neuroethics Society. Available at: https://www.neuroethicssociety.org/. (13) José Viosca Ros. Necesitamos neuroderechos universales. Mente y Cerebro 2018 Jul;17(91):46-48. (14) Ienca M, Adorno R. A new category of human rights_ neurorights. 2017 April 26. (15) Erik Parens. Authenticity and Ambivalence: Toward Understanding the Enhancement Debate. The Hastings Center Report 2005 May-jun.;35(3):34-41. (16) Farah MJ. Neuroethics: An Introduction with Readings: MIT Press; 2010.
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