3. Toda nuestra realidad
futura se ilumina desde
Jesús y, concretamente,
desde su realidad de
resucitado. Sólo Él,
verdadero hombre, nos
podría revelar -también
en la realidad gloriosa-lo
que es el hombre (cfr.
GS 22).
4. Juan Pablo II
Los hombres y mujeres
de hoy parecemos
andar por esta vida sin
rumbo y sin medida del
tiempo, ya que no
sabemos hacia dónde
vamos al final de esta
vida en la tierra y,
además, no sabemos
medir el tiempo de aquí
con reloj de eternidad.
5. San Juan Pablo II
Las prédicas antes del Concilio solían
recordar nuestro futuro después de la
muerte: "Acuérdate de que al fin te
presentarás ante Dios con toda tu vida” …
Tales prédicas, penetraban profundamente
en el mundo íntimo del hombre. Sacudían su
conciencia, le hacían caer de rodillas, le
llevaban al confesionario, producían en él
una profunda acción salvífica" (JP II,
Cruzando el Umbral de la Esperanza, 1994).
6. Muerte, juicio, infierno y gloria: ¿Qué
son los novísimos?
Los novísimos son la rama de la
teología que trata de lo que sucede
tras la muerte. Se habla poco de
estos temas, pero son asuntos que
nos incumben a todos y que
conviene tener presentes.
Benedicto XVI ha hablado de la
necesidad de evangelizar sobre la
vida eterna.
7. LA MUERTE Benedicto XVI
En 2006, el Papa animaba a meditar sobre la
muerte, «aunque la así llamada civilización del
bienestar trata a menudo de borrar la conciencia de
la gente, totalmente inmersa en las preocupaciones
de la vida diaria».
Y en 2008 dijo: «Es necesario evangelizar sobre la
muerte y la vida eterna, realidades particularmente
sujetas a creencias supersticiosas y sincretismos,
para que la verdad cristiana no corra el riesgo de
mezclarse con mitologías de diferentes tipos».
8. Muerte
San Pablo enseña que la muerte es
consecuencia del pecado de Adán;
Rom 5, 12 : «Por un hombre entró el
pecado en el mundo, y por el pecado
la muerte, y así la muerte pasó a
todos Ios hombres, por cuanto todos
habían pecado» ; cf. Rom 5, 15; 8, 10;
1 Cor 15, 21 s.
9. Significación de la muerte
Con la llegada de la muerte cesa el tiempo de merecer y
desmerecer y la posibilidad de convertirse (sent. cierta).
A esta enseñanza se opone la «apocatástasis», doctrina según
la cual los ángeles y los hombres condenados se convertirán y
finalmente lograrán poseer a Dios. Es también contraria a la
doctrina católica la teoría de la transmigración de las almas
(metempsícosis, reencarnación).
Un sínodo de Constantinopla del año 543 reprobó la doctrina
de la apocatástasis; Dz 211.
10. Muerte
Es doctrina fundamental de la
Sagrada Escritura que la
retribución que se reciba en la
vida futura dependerá de los
merecimientos o
desmerecimientos adquiridos
durante la vida terrena. El
soberano Juez hace depender su
sentencia del cumplimiento u
omisión de las buenas obras en la
tierra (Mt 25, 34 ss).
Epulón
11. Muerte
Los Padres de la Iglesia
enseñan que la conversión se
limita a la vida sobre la tierra.
SAN CIPRIANO comenta:
«Cuando se ha partido de
aquí, ya no es posible hacer
penitencia y no tiene efecto
la satisfacción. Aquí se pierde
o se gana la vida» (Ad
Demetrianum 25).
12. Muerte
El tiempo en que el hombre
decide su suerte eterna es
aquel en que se hallan
reunidos el cuerpo y el alma,
porque la retribución eterna
caerá sobre ambos. El hombre
saca de esta verdad un
estímulo para aprovechar el
tiempo que dura su vida sobre
la tierra.
13. EL JUICIO PARTICULAR
Inmediatamente
después de la muerte
tiene lugar el juicio
particular en el cual el
fallo divino decide la
suerte eterna de los que
han fallecido (sentencia
próxima a la fe).
14. Juicio particular
La doctrina del juicio particular no
ha sido definida, pero es
presupuesto del dogma de que las
almas de Ios difuntos van
inmediatamente después de la
muerte al cielo, al infierno o al
purgatorio. Los concilios unionistas
de Lyon y Florencia declararon esto
(Dz 464, 693).
15. Lumen Gentium 48:
Antes de reinar con Cristo glorioso,
todos debemos comparecer ante el
Tribunal de Cristo para dar cuenta
cada uno de las obras buenas o
malas que haya hecho en su vida
mortal (2 Cor. 5, 10); y al fin del
mundo saldrán los que obraron el
bien para la resurrección de vida; los
que obraron mal para la resurrección
de condenación (Jn. 5, 29; cf. t. 25,
46)
16. El juicio particular
San Juan de la Cruz escribió
que, «a la tarde, te examinarán
en el amor». Y Benedicto XVI,
en su encíclica Spe salvi , afirma
que «el Juicio de Dios es
esperanza, tanto porque es
justicia, como porque es
gracia.».
17. Opina Pedro Lombardo, siglo XII, y
otros teólogos
que los pecados de los
elegidos no serán entonces
declarados, sino que
permanecerán ocultos,
como dice David:
"Bienaventurados aquéllos
cuyas iniquidades han sido
perdonadas y cuyos
pecados han sido
encubiertos (Sal. 31, 1)".
18. CIELO. La felicidad esencial del cielo
Las almas de los justos que en el
instante de la muerte se hallan libres de
toda culpa y pena de pecado entran en
el cielo (de fe).
El cielo es un lugar y estado de perfecta
felicidad sobrenatural, la cual tiene su
razón de ser en la visión de Dios.
19. Jesús habla del Cielo
Jesús habla del cielo con la imagen de un
banquete de bodas (Mt 25, 10; cf. Mt 22, 1 ss; Lc
14, 15 ss), calificando esta bienaventuranza de
«vida» o «vida eterna» ; cf. Mt 18, 8 s ; 19, 29; 25,
46; Ioh 3, 15 ss; 4, 14; 5, 24; 6, 35-59; 10, 28; 12, 25
; 17, 2. La condición para alcanzar la vida eterna es
conocer a Dios y a Cristo: «Esta es la vida eterna,
que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu
enviado Jesucristo» (Ioh 17, 3). Los limpios de
corazón verán a Dios (cfr. Mt 5, 8).
20. San Pablo habla del cielo
San Pablo escribe: «Ni el ojo vio, y ni
el oído oyó, ni vino a la mente del
hombre lo que Dios ha preparado
para los que le aman» (1 Cor 2, 9 ; cf.
2 Cor 12, 4).
Los justos reciben una gloria que no
tiene proporción con los
padecimientos de este mundo (Rom
8, 18). En el Cielo veremos a Dios
cara a cara (1 Cor 13, 12; 2 Cor 5, 7).
21. Cielo
San Juan afirma que por la fe en
Jesús se consigue la vida eterna (cf.
loh 3, 16).
La vida eterna consiste en la visión
inmediata de Dios. «Seremos
semejantes a Él, porque le veremos
tal cual es» (1 Ioh 3, 2).
En el Cielo, todos los males físicos
han desaparecido (cf. Apoc 7, 9-17).
22. Cielo
San Josemaría decía: Vamos a pensar lo que será el
Cielo. Y traía a colación lo que dice el Evangelio: Ni ojo
vio, ni oído oyó, ni pasó a hombre por pensamiento
cuáles cosas tiene Dios preparadas para los que le
aman. ¿Os imagináis qué será llegar allí, y
encontrarnos con Dios, y ver aquella hermosura, aquel
amor que se vuelca en nuestros corazones, que sacia
sin saciar? Yo me pregunto muchas veces al día: ¿qué
será cuando toda la belleza, toda la bondad, toda la
maravilla infinita de Dios se vuelque en este pobre
vaso de barro que soy yo, que somos todos nosotros?
Y entonces me explico bien aquello del Apóstol: ni ojo
vio, ni oído oyó... Vale la pena, hijos míos, vale la pena.
23. Felicidad accidental del cielo
En el Cielo hay una felicidad accidental
procedente del natural conocimiento y amor
de bienes creados (sent. común).
Es motivo de felicidad accidental para los
bienaventurados el hallarse en compañía de
Cristo y la Virgen, de los ángeles y los santos,
los seres queridos y los amigos, el conocer las
obras de Dios. La unión del alma con el cuerpo
glorificado el día de la resurrección significará
un aumento accidental de gloria.
24. Propiedades del cielo
a) Eternidad
La felicidad del cielo dura por toda la eternidad (de
fe).
Benedicto XII declaró : «Y una vez que haya
comenzado en ellos esa visión intuitiva, cara a cara, y
ese goce, subsistirán continuamente en ellos esa
misma visión y ese mismo goce sin interrupción ni
tedio de ninguna clase por toda la eternidad» (Dz
530).
25. Propiedades del cielo
b) Desigualdad
El grado de la felicidad celestial es distinto en cada uno de los
bienaventurados según la diversidad de sus méritos (de fe).
El Concilio de Florencia (1439) declara que las almas de los plenamente
justos «intuyen claramente al Dios Trino y Uno, tal cual es, aunque unos
con más perfección que otros según la diversidad de sus merecimientos»
(Dz 693).
Jesús nos asegura: «El Hijo del hombre dará a cada uno según sus obras»
(Mt 16, 27). San Pablo enseña: «Cada uno recibirá su recompensa
conforme a su trabajo» (1 Cor 3, 8), «El que escaso siembra, escaso
cosecha; el que siembra con largura, con largura cosechará» (2 Cor 9, 6);
26. En el Cielo hay muchas moradas
Jesús nos habla de que en la casa de su Padre hay muchas
moradas (Ioh 14, 2). TERTULIANO comenta: «¿Por qué hay
tantas moradas en la casa del Padre, sino por la diversidad de
merecimientos?» (Scorp. 6). SAN AGUSTÍN, en las muchas
moradas que hay en la casa del Padre celestial (Ioh 14, 2), ve
los distintos grados de recompensa que se conceden en la
vida eterna. Y a la supuesta objeción de que tal diversidad
engendraría envidias, responde: «No habrá envidias por los
distintos grados de gloria, ya que en todos los
bienaventurados reinará la unión de la caridad» (In loh., tr. 67,
2).
27. Benedicto XVI
«Hoy, todos somos bien conscientes de que, con el término
cielo, no nos referimos a un lugar cualquiera del universo (…).
Con este término cielo, queremos afirmar que Dios, el Dios
que se ha hecho cercano a nosotros, no nos abandona ni
siquiera en la muerte y más allá de ella, sino que nos tiene
reservado un lugar y nos da la eternidad; queremos afirmar
que en Dios hay un lugar para nosotros. [...] Nada de lo que
para nosotros es valioso y querido se corromperá, sino que
encontrará plenitud en Dios».
Homilía del15 de agosto de 2010
28. Así razona J. Cabodevilla
En el cielo el hombre sigue siendo una criatura y
posee una capacidad de goce limitada. Sin embargo,
ésta puede ser acrecentada indefinidamente. Siempre
desbordará Dios la capacidad del hombre para gozar
de Él, pero siempre estará en su mano dilatar más y
más esa capacidad.
29. Cielo
La felicidad que encuentra el
marido con su esposa, la
encontrará Dios contigo (Is
62,5) . Es la delicada intuición de
Teresa de Lisieux al ir a visitar a
Jesús en el Sagrario: No estoy
aquí por mí, sino por Él. Voy a
ver a Dios porque eso le gusta,
porque se alegra de verme (A,
79v).
30. Cielo – el Buen Ladrón
A la petición del buen ladrón:
acuérdate de mí cuando estés en
tu Reino, el Señor responde: En
verdad te digo que hoy estarás
conmigo en el paraíso (v. 43).
De modo que el estado del cielo
es, fundamentalmente, el de estar
con Él. (Lucas 23, 42).
31. El Cielo: una relación viva y personal
con la Santísima Trinidad
San Juan Pablo II explicó: «El cielo o la bienaventuranza en
la que nos encontraremos no es una abstracción, ni
tampoco un lugar físico entre las nubes, sino una relación
viva y personal con la Santísima Trinidad». Y añadió que
«esta situación final se puede anticipar de alguna manera
hoy, tanto en la vida sacramental, cuyo centro es la
Eucaristía, como en el don de sí mismo, mediante la
caridad fraterna. Si sabemos gozar ordenadamente de los
bienes que el Señor nos regala cada día,
experimentaremos ya la alegría y la paz de que un día
gozaremos plenamente».
32. Realidad del infierno
Las almas de los que
mueren en estado de
pecado mortal van al
infierno (de fe).
El infierno es un lugar y
estado de eterna
desdicha en que se
hallan las almas de los
réprobos.
33. Es ésta la primera idea clara que
hemos de tener sobre el infierno
Es el hombre quien elige el rechazo del amor: no se trata
de un castigo de Dios infligido desde el exterior, sino del
desarrollo de premisas ya puestas por el hombre en esta
vida... es la última consecuencia del pecado mismo (San
Juan Pablo II, Catequesis de los Miércoles, 28-VII-2000).
El infierno es un misterio que nos rebasa. Su verdad es ante
todo una llamada a la responsabilidad con que debemos
usar de nuestra libertad.
34. La condenación, para Santo Tomás de
Aquino
Santo Tomás de Aquino
llega a decir que la masa
de los adultos se
condena, por prestar
oídos más a los
reclamos de su soberbia
y de su sensualidad que
a la voz de su
conciencia.
35. ¿Cómo conciliar una condenación eterna
con un Amor Infinito?
San Juan Pablo II responde a esta difícil cuestión diciendo que Dios ha
revelado que quiere que “todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad” (I Timoteo 2, 4). Si Dios por esto entrega a su
Hijo, ¿puede el hombre ser condenado, puede ser rechazado por Dios?
En Mateo habla claramente de los que irán al suplicio eterno (cf. 25, 46).
¿Quiénes serán estos? La Iglesia nunca se ha pronunciado al respecto. Es
un misterio verdaderamente inescrutable entre la santidad de Dios y la
conciencia del hombre. El silencio es, pues, la única posición oportuna del
cristiano. También cuando Jesús dice de Judas, el traidor, que “sería mejor
para este hombre no haber nacido” (Mateo 26, 24), la afirmación no puede
ser entendida con seguridad en el sentido de una eterna condenación.
36. Santa Teresa de Jesús describe una
visión del infierno
“Fue una de las mayores mercedes que el Señor me ha hecho”, y cuyo relato aparece en el
Libro de su Vida (c. 32, nn 1-3): “...estando un día en oración, me hallé en un punto toda, sin
saber cómo, que me parecía estar metida en el infierno... Ello fue un brevísimo espacio; mas
aunque yo viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme. Parecíame la entrada a
manera de un callejón muy largo y estrecho, a manera de horno muy bajo, y oscuro y
angosto. El suelo me pareció de agua como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas
sabandijas malas en él.
…Sentí un fuego en el alma ... Los dolores corporales tan incomportables, que con haberlos
pasado en esta vida gravísimos, no es todo nada en comparación de lo que allí sentí, y ver
que habían de ser sin fin y sin jamás cesar. Porque decir que es un estarse siempre arrancando
el alma, es poco… No sé cómo encarezca aquel fuego interior, y aquel desesperamiento sobre
tan gravísimos tormentos y dolores. No veía yo quién me los daba, mas sentíame quemar y
desmenuzar a lo que me parece, y digo que aquel fuego y desesperación interior es lo peor.
Estando en tan pestilencial lugar, tan sin poder esperar consuelo, no hay sentarse, ni echarse,
ni hay lugar; porque estas paredes, que son espantosas a la vista, aprietan ellas mismas, y
todo ahoga; no hay luz, sino todo tinieblas oscurísimas…”.
37. La visión de Santa Faustina K.
(1905-1938)
El relato de su Diario (n. 741) dice así: “Hoy he estado en los abismos del
infierno, conducida por un ángel. Es un lugar de grandes tormentos, ¡qué
espantosamente grande es su extensión! Los tipos de tormentos que he
visto: el primer tormento que constituye el infierno es la pérdida de Dios;
el segundo, el continuo remordimiento de conciencia; el tercero, aquel
destino no cambiará jamás; el cuarto tormento, es el fuego que penetrará
al alma, pero no la aniquilará, es un tormento terrible, es un fuego
puramente espiritual, incendiado por la ira divina; el quinto tormento, es
la oscuridad permanente, un horrible, sofocante olor; y a pesar de la
oscuridad los demonios y las almas condenadas se ven mutuamente y ven
todos el mal de los demás y el suyo; el sexto tormento, es la compañía
continua de Satanás; el séptimo tormento, es una desesperación
tremenda, el odio a Dios, las imprecaciones, las maldiciones, las
blasfemias.
38. La visión de Santa Faustina K.
Estos son los tormentos que todos los condenados padecen juntos, pero no es
el fin de los tormentos. Hay tormentos particulares para distintas almas, que
son los tormentos de los sentidos: cada alma es atormentada de modo
tremendo e indescriptible con lo que ha pecado. ..Habría muerto a la vista de
aquellas terribles torturas, si no me hubiera sostenido la omnipotencia de Dios.
Que el pecador sepa: con el sentido que peca, con ese será atormentado por
toda la eternidad. Lo escribo por orden de Dios para que ningún alma se
excuse (diciendo) que el infierno no existe o que nadie estuvo allí ni sabe cómo
es.
Lo que he escrito es una débil sombra de las cosas que he visto…La mayor
parte de las almas que allí están son las que no creían que el infierno existe...
Oh Jesús mío, prefiero agonizar en los más grandes tormentos hasta el fin del
mundo, que ofenderte con el menor pecado.
39. Jesús habla del infierno
Jesús habla 27 veces del infierno. Le llama gehena,
donde el gusano no muere ni el fuego se extingue (Mc
9, 46 s), fuego eterno (Mt 25, 41), fuego inextinguible
(Mt 3, 12; Mc 9, 42), horno de fuego (Mt 13, 42 y 50),
suplicio eterno (Mt 25, 46). Allí hay tinieblas (Mt 8, 12; 22,
13; 25, 30), aullidos y rechinar de dientes (Mt 13, 42 y 50;
Lc 13, 28). San Pablo dice: «Serán castigados a eterna
ruina, lejos de la faz del Señor y de la gloria de su
poder» (2 Thes 1, 9 ; cf. Rom 2, 6-9. Según Apoc 21, 8,
los impíos «tendrán su parte en el estanque que arde
con fuego y azufre»; allí serán atormentados día y noche
por los siglos de los siglos» (20, 10).
40. Los Padres dan testimonio unánime de
la realidad del infierno.
Según SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA,
todo aquel que «por su pésima
doctrina corrompiere la fe de Dios por
la cual fue crucificado Jesucristo, irá al
fuego inextinguible, él y Ios que le
escuchan» (Eph. 16, 2). SAN JUSTINO
funda el castigo del infierno en la idea
de la justicia divina, la cual no deja
impune a los transgresores de la ley
(Apol. II 9)
41. Naturaleza del suplicio del infierno
La pena de daño (suplicio de privación) y la pena
de sentido (suplicio para los sentidos). La primera
corresponde al apartamiento voluntario de Dios; la
otra, a la conversión desordenada a la criatura.
La pena de daño, que constituye propiamente la
esencia del castigo del infierno, consiste en verse
privado de la visión beatífica de Dios ; cf. Mt 25,
41: «¡ Apartaos de mí, malditos!»; Mt 25, 12: «No
os conozco» ; 1 Cor 6, 9 : « No sabéis que los
injustos no poseerán el reino de Dios ?».
42. Infierno
La pena de sentido consiste
en los tormentos causados
externamente por medios
sensibles. La Sagrada
Escritura habla con
frecuencia del fuego del
infierno, al que son
arrojados los condenados;
designa al infierno como un
lugar donde reinan los
alaridos y el crujir de
dientes... imagen del dolor y
la desesperación.
43. Fuego del Infierno
La mayor parte de Ios Padres suponen la
existencia de un fuego físico, aunque insisten en
que su naturaleza es distinta de la del fuego
actual. La acción del fuego físico sobre seres
puramente espirituales la explica SANTO
TOMÁS — siguiendo el ejemplo de San Agustín
y San Gregorio Magno — como sujeción de los
espíritus al fuego material, que es instrumento
de la justicia divina.
44. Propiedades del infierno
a) Eternidad
Las penas del infierno duran toda la eternidad (de fe).
La Sagrada Escritura pone de relieve la eterna duración de las
penas del infierno, pues nos habla de «eterna vergüenza y
confusión». (Dan 12, 2; cf. Sap. 4, 19), de «fuego eterno»
(Iudith 16, 21; Mt 18, 8; 25, 41; Iud 7), de «suplicio eterna»
(Mt 25, 46), de «ruina eterna» (2 Thes 1, 9). Se habla de
«fuego inextinguible» (Mt 3, 12; Mc 9, 42) o de la «gehenna,
donde el gusano no muere ni el fuego se extingue» (Mc 9,
46 s).
45. continúa Propiedades del infierno
b) Desigualdad de penas
La cuantía de la pena de cada uno de los
condenados es diversa según el diverso grado de su
culpa (sent. común).
Los concilios unionistas de Lyon y Florencia
declararon que las almas de los condenados son
afligidas con penas desiguales
46. El infierno
«Morir en pecado mortal, sin estar
arrepentidos ni acoger el amor
misericordioso de Dios, significa
permanecer separados de Él para siempre
por nuestra propia y libre elección. Este
estado de autoexclusión definitiva de la
comunión con Dios y con los
bienaventurados es lo que se designa con la
palabra infierno » (n. 1033 del Catecismo).
47. Infierno
La pena principal del infierno es «la
separación eterna de Dios, en quien
únicamente puede tener el hombre la vida
y la felicidad para las que ha sido creado y
a las que aspira» (n. 1035). «¡Oh, vosotros,
los que entráis, abandonad toda
esperanza!», leían los condenados al llegar
al infierno, según narra Dante Alighieri en
la Divina Comedia .
48. El infierno: rechazo definitivo de Dios
Dios es Padre infinitamente bueno y misericordioso.
Pero el hombre puede elegir rechazarlo. No se trata de
un castigo de Dios infligido desde el exterior, sino del
desarrollo de premisas ya puestas por el hombre en
esta vida. El infierno indica la situación en que llega a
encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de
Dios, manantial de vida y alegría. Juan Pablo II recordó
que el pensamiento del infierno «no debe crear psicosis
o angustia; pero representa una exhortación necesaria y
saludable a la libertad». San Juan Pablo II, 28 de julio
de 1999.
49.
50. San Juan Pablo II no dudó en afirmar:
"El hombre de la civilización
actual se ha hecho poco
sensible a las 'cosas últimas' ...
La escatología se ha
convertido, en cierto modo,
en algo extraño al hombre
contemporáneo".
51. ESCATOLOGÍA GENERAL
Realidad del retorno de Cristo
Al fin del mundo, Cristo, rodeado de majestad, vendrá de nuevo para juzgar a
los hombres (de fe).
Jesús predijo repetidas veces su segunda venida (parusía) al fin de los tiempos
; Mt 16, 27 (Mc 8, 38; Ec 9, 26) : «El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de
su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras» ; Mt
24, 30 (Mc 13, 26; Lc 21, 27) : «Entonces aparecerá el estandarte del Hijo del
hombre en el cielo, y se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo
del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y majestad grande.» El
estandarte del Hijo del hombre, según la interpretación de los Padres, es la
santa cruz. El venir sobre las nubes del cielo (cf. Dan 7, 13) manifiesta su divino
poder y majestad.
Casi todas las cartas de los apóstoles aluden ocasionalmente a la nueva venida
del Señor y a la manifestación de su gloria
52. Señales precursoras de la Segunda
venida
a) La predicación del Evangelio por todo el mundo
b) La conversión de los judíos
En su carta a los Romanos (11, 25-32), San Pablo revela un «misterio»:
Cuando haya entrado en el reino de Dios la plenitud (es decir, el número
señalado por Dios) de los gentiles, entonces «todo Israel» se convertirá y
será salvo. Se trata, naturalmente, de una totalidad moral.
c) La apostasía de la fe
Jesús predijo que antes del fin del mundo aparecerían falsos profetas que
lograrían extraviar a muchos (Mt 24, 4 s).
53. Señales precursoras de la segunda
venida
d) La aparición del Anticristo
e) Grandes calamidades
Jesús predijo guerras, hambres, terremotos y
graves persecuciones contra sus discípulos:
«Entonces os entregarán a los tormentos y
os matarán, y seréis abominados de todos
los pueblos a causa de mi nombre»; Mt 24,
9. Ingentes catástrofes naturales serán el
preludio de la venida del Señor; Mt 24, 29.
54. El momento de la nueva venida de
Cristo
Los hombres desconocen el momento en que Jesús vendrá de nuevo (sent.
cierta).
Jesús dejó incierto el momento en que verificaría su segunda venida. Al fin de
su discurso sobre la parusía, declaró: «Cuanto a ese día o a esa hora, nadie la
conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre» ; Mc 13, 32.
Poco antes de su ascensión a los cielos, declaró el Señor a sus discípulos : «No
os toca a vosotros conocer los tiempos ni los momentos que el Padre ha fijado
en virtud de su poder soberano»; Act 1, 7.
San Pedro explica la dilatación de la parusía porque Dios, magnánimo, quiere
brindar a los pecadores ocasión de hacer penitencia. Ante Dios mil años son
como un solo día. El día' del Señor vendrá como ladrón; 2 Petr 3, 8-10.
55. LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS
Todos los muertos resucitarán con sus cuerpos en el último día (de fe).
El símbolo apostólico confiesa: «Creo... en la resurrección de la carne». El
símbolo Quicumque acentúa la universalidad de la resurrección: «Cuando
venga el Señor, todos los hombres resucitarán con sus cuerpos».
Los apóstoles, basándose en la resurrección de Cristo, predican la
resurrección universal de los muertos (cf. Act 4, 1 s).
Los muertos resucitarán con el mismo cuerpo que tuvieron en la tierra (de
fe).
56. Condición del cuerpo resucitado
Los cuerpos de los justos serán transformados y glorificados
según el modelo del cuerpo resucitado de Cristo (sent. cierta).
San Pablo enseña que Jesucristo « reformará el cuerpo de
nuestra vileza, conforme a su cuerpo glorioso» (Phil 3, 21). «Se
siembra en corrupción y resucita en incorrupción. Se siembra
en ignominia y se levanta en gloria. Se siembra en flaqueza y
se levanta en poder. Se siembra un cuerpo animal y se levanta
un cuerpo espiritual» (1 Cor 15, 42-44) ; cf. 1 Cor 15, 53.
57. Según San Pablo hay cuatro propiedades de los
cuerpos resucitados de los justos:
a) La impasibilidad es la propiedad de que no tener ningún mal físico.
Definiéndola con mayor precisión, es la imposibilidad de sufrir y morir.
b) La sutileza o penetrabilidad es d, la propiedad por la cual el cuerpo se
hará semejante a los espíritus. Un ejemplo de esto lo tenemos en el cuerpo
resucitado de Cristo, que salió del sepulcro sellado y entraba en el
Cenáculo aun estando cerradas las puertas.
c) La agilidad es la capacidad del cuerpo para obedecer al espíritu con
suma facilidad.
d) La claridad es estar libre de todo lo ignominioso y rebosar hermosura y
esplendor. Jesús nos dice: «Los justos brillarán como el sol en el reino de
su Padre» (Mt 13, 43).
58. Los cuerpos de los impíos resucitarán en incorruptibilidad e inmortalidad,
pero no serán glorificados (sent. cierta).
La incorruptibilidad e inmortalidad son condiciones indispensables para
que el cuerpo reciba castigo eterno en el infierno; Mt 18, 8 s.
59. EL JUICIO UNIVERSAL
Cristo, después de su retorno, juzgará a todos los hombres (de fe.)
Casi todos los símbolos de fe confiesan, con el símbolo apostólico, que
Cristo al fin de los siglos «vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos», es
decir, a todos aquellos que vivan cuando Él venga y a todos los que hayan
muerto anteriormente.
El libro de la Sabiduría es el primero que enseña con toda claridad la
verdad del juicio universal sobre justos e injustos que tendrá lugar al fin de
los tiempos (4, 20 ; 5, 24).
60. Juicio Universal
Jesús toma a menudo como motivo de su predicación el «día del juicio» o
«el juicio» ; cf. Mt 7, 22 s; 11, 22 y 24; 12, 36 s y 41 s. Él mismo, en su
calidad de «Hijo del hombre», será quien juzgue : «El Hijo del hombre ha
de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada
uno según sus obras» (Mt 16, 27).
De esta verdad del juicio venidero, el Apóstol deduce conclusiones
prácticas para la vida cristiana, exhortando a sus lectores con motivo del
juicio para que no juzguen a sus prójimos (Rom 14, 10-12 ; 1 Cor 4, 5), y
suplicándoles que tengan paciencia para aguantar los sufrimientos y
persecuciones (2 Thes 1, 5-10). San Juan describe el juicio al estilo de una
rendición de cuentas (Apoc 20, 10-15).
61. El mundo actual será renovado en el último día (sent. cierta).
El profeta Isaías anuncia que habrá un nuevo cielo y una nueva tierra :
«Porque voy a crear cielos nuevos y una tierra nueva» (65, 17; cf. 66, 22).
SAN AGUSTÍN enseña que las propiedades del mundo futuro estarán
adaptadas al modo de existir de los cuerpos humanos glorificados, lo
mismo que las propiedades de este mundo perecedero están acomodadas
a la existencia perecedera del cuerpo mortal (De civ. Dei xx 16).
La consumación y renovación del mundo significará el final de la obra de
Cristo: su misión estará ya cumplida.
62. Palabras del Papa Benedicto XVI sobre
el juicio universal:
“En la Iglesia se habla demasiado poco del
pecado, del Paraíso y del Infierno". Por este
motivo, he querido tocar el tema del Juicio
Universal en la encíclica Spe salvi. Quien no
conoce el Juicio definitivo no conoce la
posibilidad del fracaso y la necesidad de la
redención. Quien no trabaja buscando el
Paraíso, no trabaja siquiera para el bien de
los hombres en la tierra" (7 feb 08).