4. 4 5
En España, la atención a las personas sin hogar ha estado centrada fundamentalmente
en cubrir las necesidades de la población en situación de calle desde una labor asistencial,
proporcionando alojamiento y manutención desde los servicios correspondientes, pero dejando
de lado la actuación previa que permite abordar el problema antes de que desemboque en
situaciones más extremas.
En la Asociación Realidades trabajamos con las personas sin hogar desde el año 1992 con el
compromiso de mejorar la situación de las personas sin hogar y otros colectivos en exclusión,
a través de la prevención y de la intervención social. En base a esta misión, iniciamos a finales
del año 2010 el Programa de Prevención del Sinhogarismo “IPSO” con la convicción de que
ACTUAR antes de que se produzca esta situación, evita sufrimiento humano y se centra en
las causas del problema. El objetivo de este Programa es procurar a las personas que se
encuentran en riesgo de sinhogarismo, los recursos personales necesarios que les ayude a
encontrar alternativas a quedarse sin hogar.
El Programa de Prevención del Sinhogarismo IPSO es un hecho novedoso al tratarse de un estilo
de intervención apenas explorado y desarrollado en nuestro país. Dado su carácter pionero,
consideramos oportuno que fuera acompañado de un proyecto de investigación-reflexión que
nos aportara una orientación en su puesta en marcha. Así, el presente libro es el resultado de
la ejecución del proyecto de investigación denominado “Activando redes sociales. Un estudio
para la prevención del sinhogarismo” iniciado por la Asociación Realidades a mediados del año
2011, y finalizado en octubre de 2012. El estudio se enmarca en el distrito Centro del municipio
de Madrid y, en el trabajo de campo, han participado personas en riesgo de sinhogarismo y los
profesionales que les atienden.
Esta publicación está compuesta por tres partes:
- La primera parte de la presente publicación está constituida por el Informe General elaborado
por el equipo investigador.
- La segunda parte está compuesta por anexos: los instrumentos construidos de recogida de
información y la herramienta elaborada para facilitar a los profesionales de la intervención
social la detección y derivación de casos de vulnerabilidad socio-residencial al estudio.
- La tercera parte es el resultado de la realización de una Jornada de Reflexión dirigida a las
entidades que colaboraron en la investigación. Los objetivos de dicha Jornada eran debatir
los resultados del estudio y analizar la situación de vulnerabilidad socio-residencial de las
personas que son atendidas por los profesionales de la intervención social participantes en
dicha Jornada.
Queremos expresar nuestro agradecimiento a los Servicios Sociales del distrito Centro de
Madrid, la Asociación Provivienda y la Empresa de Educadores Sociales EMES por facilitarnos
el trabajo de campo y su participación en el foro de debate y análisis realizado el 23 de octubre de
2012, así como al profesor Pedro Cabrera que ha aportado el rigor científico a esta publicación.
Asimismo, agradecemos a la Consejería de Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid, al
Ayuntamiento de Madrid y al Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad su apoyo en
la puesta en marcha y desarrollo del Programa IPSO-Prevención de la Asociación Realidades.
P R Ó L O G O
Informe
General
I
5. 6 7
La investigación sobre sinhogarismo en
nuestro país ha estado centrada en describir
las características sociodemográficas de las
personas sin hogar, intentar explicar las causas
que conducen a vivir en la calle, elaborar
diagnósticos de situación sobre el alcance y la
evolución del problema, o proponer estrategias
de intervención que ofrezcan posibilidades de
mejorar la intervención social y la recuperación
dequienesyaseencuentranviviendosintechoo
alojados en servicios de emergencia por tiempo
limitado. Sin embargo se ha investigado poco
sobre las etapas que preceden y/o siguen a
la estancia en la calle, siendo así que en la
mayoría de los casos, la vivencia sin hogar
se reduce a un periodo de tiempo limitado
dentro de la vida de las personas que lo
experimentan; episodio que no siempre
es recurrente ni mucho menos pero que,
en cambio, marca con frecuencia un antes
y un después en el itinerario biográfico de
quienes viven una existencia marcada por la
precariedad, la vulnerabilidad o la exclusión
social.
Del mismo modo, la mayor parte de los estudios
empíricos españoles han tenido carácter
académico y teórico (Cabrera, 1998 y 2000;
Muñoz, Vázquez y Vázquez, 1998 y 2003;
Sánchez Morales, 1999), yendo encaminados
a construir un corpus de investigación básica
que permitiera hacer avanzar el conocimiento
sobre el problema, pero en cambio no han sido
demasiados (Panadero Herrero, 2004; Cabrera,
2010) los ejemplos de investigación aplicada
a la evaluación y mejora de los programas
sociales existentes, de manera que se aunaran
en ellos la pasión por conocer, con la voluntad
de transformar las condiciones de existencia de
quienes viven excluidos sin hogar.
Porotrolado,siconocerquiénessonlaspersonas
que viven sin techo es importante, y avanzar en
los procedimientos y metodologías que permitan
rescatarlos de esa situación es fundamental en
la lucha contra el sinhogarismo, no es menos
cierto que resulta urgente establecer estrategias
de prevención eficaces que eviten la caída en la
calle y nos permitan combatir el problema antes
de que éste surja, evitando así la aparición de
sus manifestaciones más extremas.
Aunque sea adelantarnos a la presentación
de los datos recogidos durante el trabajo
de campo, parece oportuno presentar un
testimonio obtenido durante la celebración de
un grupo de discusión en el que una de las
participantes nos relataba los últimos momentos
que precedieron a verse viviendo dos días a la
intemperie, sin techo, y nos muestra la ineficacia
de los dispositivos y agencias que debían haber
actuado preventivamente para detener su
aterrizaje en la calle:
I N T R O D U C C I Ó N
R.: Me tiré dos días en la calle. Eso sí que es
una locura. Eso…, de verdad, procurad no estar
en la calle, porque yo… Eso es una locura.
Que pensaba, que me da… Me pasé dos días
andando, ¡dos días andando! Porque yo decía:
¿a dónde voy? /…/ Porque a mí me desalojó la
policía de mi casa. Y los bomberos porque es
una obra de esas…, de estructura de la casa.
Pero esto no ha sido ayer, esto ha sido ya hace
Tal y como han puesto de relieve los estudios
internacionales más importantes (Quilgars,
2005; Netto, 2006 y 2009; Edgar et al. 2007;
Burt et al. 2007; Busch-Geertsema et al. 2010)
es preciso implementar políticas centradas no
sólo en mejorar la asistencia y la reinserción de
las personas sin hogar sino también aquellas
otras actuaciones de la Administración que
sean también capaces de prevenir el problema
y adelantarse a su aparición. Asimismo en la
Conferencia Europea sobre Sinhogarismo1
,
celebrada en Bruselas el mes de diciembre de
2010 bajo los auspicios de la Presidencia belga
delaUniónEuropeayorganizadaporFEANTSA
(Federación Europea de Asociaciones que
trabajan con personas sin hogar) se insistió
en la necesidad de extender los programas
destinados a prevenir el sinhogarismo, y así
fue reflejado en el documento final que recoge
las recomendaciones del Jurado Internacional
encargado de elaborarlas cuando dice:
“mientras que siempre habrá un flujo potencial
de personas viviendo en situación de sin hogar
[…] las medidas de prevención e intervención
en el contexto de estrategias integradas
nacionales/regionales frente al sinhogarismo,
pueden impedir tanto que la gente se vea sin
hogar como que se garanticen con rapidez,
soluciones de larga duración a quienes ya se
hallen viviendo sin hogar”. En este sentido,
según quedó establecido en las conclusiones
de la Conferencia, los objetivos que se debería
marcar una política destinada a combatir
eficazmente el problema en los países
europeos deberían ser:
a) La prevención del sinhogarismo.
b) Reducir su duración.
c) Reducir especialmente sus formas
más severas.
d) Mejorar la calidad de los servicios
destinados a personas sin hogar.
e) Mejorar el acceso a la vivienda a
precios razonables.
Figuraportantoenprimerlugarelobjetivode
la prevención, que esencialmente consiste
en anticiparse a la caída en la calle mediante
programas que refuercen los recursos con
que cuentan las personas (económicos,
años. Pero dos días en la calle… Ahí pierdo la
cabeza, yo pierdo la cabeza…
Moderador:: Pero el desalojo que tuviste, ¿te
obligó a estar en situación de calle? ¿Conocías
los Servicios Sociales?
R.: ¡Hombre! Es que me dijo la policía, los
bomberos y el administrador: ‘Vete a un hotel
que hay ahí, al lado de la plaza Santa Ana’.
Tú te crees que yo, cobrando el paro en aquel
momento, que cobraba 299 euros, ¿me puedo
ir a un hotel a la plaza Santa Ana? Pues agarré
mi bolsa y ¡a andar! ¡Pam! [palmada]… Yo los
SS.SS no sabía ni que existían porque no los
he necesitado nunca, nunca en la vida, ¿vale?
Y llamé, luego otra cosa, llamé al albergue, uno
que hay por ahí por….
E.: Por casa de campo…
J.: Sí, el albergue San Isidro.
R.: Sí, y… “Señora, búsquese la vida, porque
según me describe usted, usted no es la persona
idónea para venir aquí, porque aquí le puede
pasar cualquier cosa” ¿Sabes? Eso desde una
cabina.” (Grupo de discusión de personas en
riesgo de exclusión socioresidencial)
1
http://www.eutrio.be/consensus-conference-homelessness
6. 8 9
sociales, relacionales, institucionales,
psicológicos y motivacionales) evitando
de ese modo que pierdan su alojamiento
o conseguir que mejore su situación
residencial adaptándola a su situación
personal. En este sentido se insiste en
la necesidad de trabajar tanto desde la
prevención específicamente orientada
(prevenir desahucios, intervención
temprana en situaciones de ruptura
familiar, o asegurando el alojamiento
tras una desinstitucionalización), como la
prevención de tipo sistémico o genérica,
a través de las políticas generales de
bienestar, vivienda, educación, empleo,
etc. En este campo, el jurado internacional
considera particularmente importante
continuar el intercambio de experiencias
y el aprendizaje mutuo en el marco de las
políticas de desarrollo y coordinación de la
UEyconcluyeafirmandoquela:“Prevention
should be a key element of national/regional
homelessness strategies”.
En esta misma línea, laAsociación Realidades,
entidad especializada en el trabajo social
con personas sin hogar con las que lleva
trabajando desde hace más de 20 años,
inició a comienzos del año 2011 un proyecto
denominado IPSO orientado a intervenir de
forma preventiva, “cuando la vulnerabilidad
y la precariedad han alejado a la persona
de la inclusión total pero mantiene aún
resortes, recursos y capacidades que
posibilitan trabajar con ella para no
avanzar hacia situaciones de exclusión”,
estimando que un 50% de las personas que
les son remitidas desde los Servicios Sociales
porque atraviesan dificultades severas
relacionadas con el alojamiento pero que
aún no se encuentran viviendo sin hogar,
serían susceptibles de ser atendidos desde
un programa de acompañamiento social con
carácter preventivo y podrían ver reforzada su
situación residencial y de alojamiento, con lo
que se evitaría que llegaran a verse en la calle
e iniciaran un recorrido por albergues y centros
de alojamiento de emergencia con todo lo que
ello implica en términos de estigmatización y
desacreditación social.
Como este programa tenía un carácter
pionero y experimental, se pensó que podría
ser muy útil acompañarlo de un proyecto
de investigación-reflexión ligado a la propia
acción que permitiera orientar y monitorizar
su puesta en marcha, así como evaluar sus
resultados al final del primer año y proponer
sugerencias o mejoras que pudieran contribuir
a su consolidación, y favorecieran la expansión
y difusión de actuaciones preventivas entre
las entidades y administraciones que operan
actualmente en el sector de la intervención
social frente al sinhogarismo.
Así pues, este informe recoge el resultado de
la colaboración entre los profesionales de la
Asociación Realidades, los Servicios Sociales
del distrito Centro del Ayuntamiento de Madrid
y los investigadores universitarios que han
asesorado y acompañado la investigación-
acción que se denominó “Activando redes
sociales. Un estudio para la prevención
del sinhogarismo” desarrollado desde la
convicción de que ACTUAR antes de que se
produzca esta situación, evita considerables
dosis de sufrimiento humano y permite actuar
directamente sobre las causas del problema.
PREVENIR EL SINHOGARISMO,
¿CÓMO?, ¿CUÁNDO?
En España, la prevención de
aquellas situaciones que llevan a
la gente a quedarse sin hogar es
una asignatura pendiente para la
intervención social que se realiza
desde el sistema público de Servicios
Sociales de atención primaria, pues
hasta ahora la atención que se
dedica a este asunto ha estado más
centrada en asistir a las personas
que ya se encuentran viviendo en las
peores circunstancias residenciales,
bien sea utilizando los dispositivos
de alojamiento de emergencia o
directamente en la calle, mientras que
no se ha prestado demasiada atención
a intentar atajar, anticipándose y
estableciendo cortafuegos, al momento
de la caída en la calle. Por eso mismo,
el propio proyecto de prevención IPSO
es un hecho novedoso al tratarse de un
estilo de intervención apenas explorado
y desarrollado en nuestro país. Cubrir las
necesidades más básicas y perentorias
es sin duda un objetivo fundamental de
muchas acciones institucionales que
buscan mejorar las condiciones de vida de
quienes se encuentran sin hogar/sin techo
y expresar la solidaridad con ellos, pero
debemos tener presente que actuando
desde la filosofía de la prevención
evitamos mucho sufrimiento personal,
tanto para las familias como para la
propia comunidad, y nos anticipamos
a un proceso que de seguir adelante
cursaría con enormes costes tanto
económicos, como psicológicos y
sociales.
La ciudad de Madrid se encuentra
subdividida territorialmente por distritos,
en cada uno de los cuales contamos
con uno o varios Centros de Servicios
Sociales desde los que se lleva adelante
la política social a nivel municipal y se
encuentran las Unidades de Trabajo
Social que realizan el trabajo de Atención
Primaria y de Zona en su ámbito territorial.
En el distrito Centro contamos con dos,
el ubicado en la calle Divino Pastor
que cubre los barrios de Universidad y
Justicia y el Centro de Servicios Sociales
de Puerta de Toledo cuyo ámbito
de actuación son los barrios de Sol,
Embajadores, Palacio y Cortes. El distrito
Centro es el casco antiguo de la ciudad,
y en éste reside un volumen importante
de población en riesgo de quedarse sin
hogar y que presente algunos rasgos
y características sociodemográficas y
económicas que los vuelven sumamente
vulnerables: existe un alto porcentaje de
inmigrantes, muchos de ellos en situación
irregular, una población envejecida con
escasos recursos económicos, bajo nivel
educacional y alta tasa de desempleo, e
igualmente se concentran en esta zona
un gran número de establecimientos
y alojamientos precarios asentados
históricamente en esta parte de la
ciudad (pensiones, casas de huéspedes,
edificaciones en estado de ruina, mala
7. 10 11
o deficiente habitabilidad, o casas
ocupadas). Como espacio urbano en el
que poner en marcha un proyecto pionero
como es IPSO orientado a prevenir el
sinhogarismo parecía particularmente
idóneo, de manera que es dentro
del ámbito geográfico y poblacional
del distrito Centro donde desarrolla
y circunscribe nuestro Proyecto de
Prevención IPSO. La mayor parte (por
no decir la totalidad) de la participación
e implicación en este proyecto ha sido
del centro de Puerta de Toledo (conocido
como “la Paloma”). Únicamente se ha
realizado una entrevista a una trabajadora
social del centro “Divino Pastor”. Puesto
que la dirección de los Servicios Sociales
del distrito Centro se encuentra en “La
Paloma”, se ha organizado todo el trabajo
de campo desde allí y hemos tenido la
suerte de contar con la colaboración y el
apoyo entusiasta de sus responsables lo
que ha facilitado enormemente nuestro
trabajo.
HISTORIA Y DESARROLLO DEL PROGRAMA IPSO
El proyecto IPSO, empieza a pergeñarse
a mediados de 2010 si bien es a finales de ese
año cuando se presenta a los responsables
municipales y a los profesionales de los centros de
Servicios Sociales del distrito Centro para acordar
con ellos la derivación a la Asociación Realidades
de las personas que se estimen en riesgo de
sinhogarismo y pueda comenzarse a trabajar con
ellos de forma preventiva, poniendo en marcha un
trabajodeacompañamientoorientadoareforzary/o
ampliar sus redes sociales y establecer acuerdos
de colaboración con entidades especializadas en
el ámbito del empleo y del apoyo al alojamiento,
como por ejemplo, la Fundación Íntegra de
inserción laboral de personas excluidas, con la
que se tenía firmado un acuerdo de colaboración,
y con la Asociación Provivienda, que desarrolla
programas relacionados con el alojamiento social.
Alo largo de todo el 2011 se lleva a cabo el trabajo
con las personas en riesgo detectadas y derivadas
desde los Servicios Sociales municipales y se
realizan entrevistas de acogida y valoración de
cada caso personal, se elabora un Plan de Mejora
individual con las personas que se incorporan
al proyecto, y se inicia un trabajo de asesoría,
orientación y acompañamiento para facilitar la
conexión con recursos sanitarios, de empleo,
formación, psicológicos, ocio y tiempo libre, etc que
sirvan para fortalecer su capital social y prevenir el
desarraigo. Con cada una de estas personas se
pone en marcha una tutoría de seguimiento para
evaluarlaconsecucióndelosobjetivospreviamente
negociados y acordados. Las previsiones eran
poder llevar a cabo el trabajo con 60 personas
en riesgo de exclusión residencial extrema entre
marzo y diciembre de 2011, de manera que al final
pudiera evaluarse la actuación y decidir si merecía
la pena ampliar su alcance a otros Distritos o si
podían extraerse enseñanzas y herramientas
aplicables a mayor escala y con mayor continuidad
Aunque estaba previsto comenzar el trabajo
de investigación y reflexión que acompañaba
el proyecto en el mismo mes de marzo y
prolongarlo durante diez meses, lo cierto es que
los retrasos en la tramitación y búsqueda de
ayuda financiera para poder sostenerlo hicieron
que no se pudiera comenzar el estudio hasta
el mes de agosto, período atípico por coincidir
con las vacaciones estivales de gran parte de
la población que apenas si pudo dedicarse a
construiryafinarlosinstrumentosderecogidade
información, de manera que el trabajo de campo
real, sólo fue posible iniciarlo en septiembre.
Hemos contado pues con apenas cuatro meses
para desarrollar el trabajo que estaba previsto
realizarendiez,loquehasupuestotenerquereducir
plazos de intervención y comprimir actuaciones
para intentar ajustarnos al calendario disponible.
En cambio, cuando empezamos la investigación
disponíamos de una experiencia acumulada de
ocho meses, funcionando en estrecho contacto
con los Servicios Sociales municipales, lo que
nos permitió adelantar mucho trabajo y sortear
algunos inconvenientes que habían aparecido en
estos meses previos. Así por ejemplo, se había
podido constatar una cierta dificultad para lograr
que las trabajadoras sociales de los Servicios
Sociales derivarán casos de personas en riesgo
de exclusión social severa. De hecho, se habían
8. 12 13
realizado muy pocas derivaciones y sólo por parte
deunatrabajadorasocial.Elrestodeprofesionales,
alegaban que no contaban entre su clientela “con
este perfil de usuario”. Lo que remitía directamente
aunproblemadecapacidadparadetectaryestimar
las situaciones de riesgo previas al sinhogarismo,
muy probablemente debido al hecho de mantener
una visión del problema altamente estereotipada
y circunscrita a los casos más arquetípicos y
representados en el imaginario colectivo (varón,
con signos de autoabandono, enfermedad mental
o alcoholismo, desarraigo afectivo, etc).
Más preocupante era el hecho de que las pocas
derivaciones que se nos hacían eran de personas
que se encontraban en situación de exclusión
socialsevera(viviendoenalberguesoenlacalle)o
bien, se hallaban en riesgo inminente de quedarse
en situación de calle, con lo que difícilmente se
podía empezar a prevenir lo que ya había ocurrido
o estaba a punto de ocurrir en las próximas horas.
Esta situación nos permitió adelantar una serie de
razonesoposiblescausas,porlasqueseproducía
esta escasa capacidad de anticipación del riesgo
de sinhogarismo entre los profesionales de los
Servicios Sociales de atención primaria:
• Las trabajadoras sociales tienen dificultades para
detectarlassituacionesderiesgoporquecarecende
referentesconceptualesquelespermitanidentificar
ydescubrirlassituacionesdevulnerabilidadyriesgo
de sinhogarismo. Asimismo, tienen problemas
para reconocer y diferenciar las situaciones de
vulnerabilidad/riesgo según sus distintos grados
de gravedad o exposición al sinhogarismo, y que
por tanto requieren de actuaciones preventivas
de distinto nivel: prevención primaria, prevención
secundaria.
• La información transmitida hasta ese
momento por parte del equipo de Prevención
de Realidades, respecto de cuál podía ser el
perfil de población que accediera al Proyecto
IPSO, así como la fórmula de derivación que
se propuso inicialmente no había resultado
suficientemente orientadora ni eficiente para las
profesionales.
• Por último, debido a las condiciones de
sobrecarga en el trabajo a las que se enfrentan
estos profesionales, nos encontramos con que
es relativamente frecuente que las trabajadoras
sociales tengan un gran desconocimiento de
las situaciones y los cambios más recientes
que han experimentado los usuarios de los SS.
SS. ya que no siempre pueden trabajar con la
continuidad y la sistematicidad en la recogida
de información que requerirían los casos de
vulnerabilidad y riesgo de exclusión social, en
donde las circunstancias residenciales pueden
cambiar y modificarse sustancialmente de un
día para otro, más aún en tiempos de crisis
económica como los que vivimos hoy en día.
Cuando finalmente se pudo poner en marcha
la investigación tuvimos oportunidad, de poder
intervenir e incidir en los problemas que se habían
dado hasta ese momento para intentar conseguir
la participación de un mayor número personas que
respondieran al perfil que buscábamos.
Para lograrlo intentamos establecer un marco
conceptual común con los SS. SS. de Centro, y
las entidades Provivienda y EMES que trabajaban
los procesos de búsqueda de alojamiento
para población en riesgo en el distrito y hacerlo
coincidenteconelqueseutilizadesdelaAsociación
Realidades. Estos conceptos básicos debían
ayudar principalmente a las profesionales de los
Servicios Sociales en la detección y derivación
de posibles participantes en el estudio, pero
también estaban orientados a las profesionales
de las otras entidades colaboradoras. Todas
las dificultades observadas nos servían como
material para mejorar la exploración durante las
entrevistas y grupos que pensábamos realizar con
los profesionales durante nuestra investigación.
Como hemos tenido ocasión de descubrir en otros
estudios,aveceslosmayoresobstáculosparauna
intervención exitosa en el ámbito de la exclusión,
no residen tanto en las propias personas excluidas
comoenlasinsuficiencias,lascarenciasformativas
o la falta de visión de quienes trabajamos con ellas.
Igualmente intentamos aprovechar los
contactos ya establecidos con Provivienda y
EMESparaincluirenelestudioaparticipantes
que por sus circunstancias de “precariedad”
personal habían llegado a recursos de
alojamiento gestionados por estas entidades
como casos derivados desde los Servicios
Sociales; y por tanto habían sido ya objeto de
una intervención precoz desde los propios
Servicios Sociales. puesto que habían
activado los medios preventivos que habían
evitado que la persona hubiera llegado a
verse en una situación de exclusión socio-
residencial en su forma más severa. Esto nos
daba la posibilidad de explorar cuáles eran
los niveles o grados de riesgo de exclusión
social severa que se habían dado en estas
derivaciones y qué tipo de circunstancias
de precariedad o gran precariedad habían
hecho que se dispararan las alarmas y se
procediera a derivarles a estos recursos de
alojamiento; igualmente podíamos tratar
de identificar el momento preciso en que
empezaban a actuar estos recursos de
apoyo para el alojamiento.
Obviamente, mientras explorábamos la
forma de actuar de las profesionales, no
dejábamos de estudiar y recoger con el
mayor detalle que podíamos, cuáles habían
sido las peripecias vividas y las estrategias
puestas en marcha por las personas en riego
para evitar quedarse sin hogar, así como
cuál era su capacidad de resiliencia y de qué
capital social y relacional habían hecho uso
para no llegar a verse a la intemperie.
Para poder desarrollar el trabajo, contamos con un
despacho cedido para las entrevistas dentro del
CentrodeServiciosSocialesdePuertadeToledo,lo
que ha favorecido enormemente, no sólo el trabajo
deentrevistaconlosusuarios,sinolamultiplicación
de encuentros y contactos informales con el
personal, que resultan enormemente productivos,
durante estos ratos muertos de conversaciones
en el pasillo, pudimos aprender que a pesar de
haber enviado información por e-mail, el hecho
es que la dinámica del trabajo en el día a día,
había hecho que prácticamente ninguna de las
trabajadoras sociales conociera a fondo el asunto,
no por desinterés o mala voluntad sino porque,
como ocurre en tantos otros lugares, las urgencias
cotidianas hacen que sólo se asomen a ver los
correos por encima, de manera que además veían
que e-mail venía con archivo adjunto, se opta
por dejarlo para leerlo al final del día y finalmente
terminaban por olvidarlo debido a las prisas y “las
carreras con las que vamos todo el día”. De alguna
forma, esto es un reflejo del grado de saturación
y burocratización en medio del cual deben realizar
su trabajo muchos profesionales excelentes. Algo
tan simple como esto: la precipitada gestión real
9. 14 15
del correo electrónico que efectivamente se realiza
cada día, pudo haber dado al traste con nuestro
trabajo de no haberlo detectado a tiempo y si no
hubiéramoscontadoconelapoyoylacolaboración
delasresponsablesdelCentroquenospermitieron
insistir en la difusión del proyecto e instaron a que
cada trabajador social nos derivara al menos a dos
personas, con lo que rápidamente estuvimos en
condiciones de alcanzar la muestra de sesenta
personas que habíamos acordado inicialmente.
Finalmente, tras un denso y apretado trabajo de
campo hemos conseguido realizar:
a) Una encuesta mediante cuestionario
administrado a través de entrevista cara a cara a la
que han respondido 60 personas participantes en
elprogramaIPSO(25mujeresy35varones)cuyos
resultados se analizan a continuación.
b) 8 entrevistas a profesionales. De ellas, 4 se
realizaron a trabajadoras sociales de los Servicios
Sociales del distrito Centro y 4 a profesionales de
las entidades sociales EMES y Provivienda que
colaboran con ellos. En todos los casos se trataba
de mujeres.
c) 24 revistas abiertas de pronfundización
realizadas a personas en situación de riesgo de
exclusión severa y de sinhogarismo. De las cuales
la mitad fueron realizadas a varones y la otra mitad
a mujeres.
d) 2 grupos de discusión, en el primero de los
cuales participaron 6 profesionales, mientras
que el segundo estuvo integrado por 5 personas
participantesenelprograma,3varonesy2mujeres.
Los guiones de entrevista así como el cuestionario
utilizado figuran al final en elANEXO.
Las características generales y procedencia de los
entrevistados son las siguientes:
TABLA 1. CARACTERÍSTICAS DE LOS ENTREVISTADOS
LOS PARTICIPANTES
Al final de esta primera fase del proyecto
IPSO-Realidades nos encontramos con 60
personas participantes (25 mujeres y 35 varones)
de las que disponemos de información registrada
recogida a través de una entrevista personal en la
que se utilizó el cuestionario que figura en anexo.
GRÁFICO 1. SEXO PARTICIPANTES
Evidentemente, la proporción
de mujeres es mucho mayor de la que
encontramos entre la población que
vive sin techo/sin hogar en España, que
aproximadamente podemos establecer
en torno a un 15-20% dependiendo de la
definición que utilicemos, sin embargo,
por eso mismo es importante recoger
información sobre la peripecia de exclusión
socio-residencial de las mujeres que están
a punto de verse en situación de calle, para
poder analizar cuáles son los mecanismos
que actúan e interfieren en el proceso que
lleva a la calle y finalmente consiguen
evitar esa experiencia a la mayoría de las
mujeres, mientras que no parecen evitarla
a los varones.
Si repasamos las entrevistas mantenidas
con algunos de estos encuestados, podemos
ver reflejada en sus discursos la diferencia
que separa a varones y mujeres cuando se
trata de andar los últimos escalones de la
exclusión, los que conducen a vivir en la calle.
Para empezar, la reacción del entorno familiar
más inmediato es muy distinta. Resultaría
muy difícil encontrar entre las mujeres un
testimonio como el que nos ofrecía este varón
de 37 años: “Mi familia me dejó de ayudar
hace un montón de años. Mi madre me echó
a la calle, me dijo ‘Tú, fuera’, y ya está. Sería
con 18 o 19 años”. En una situación así, es
mucho menos probable que se vea envuelta
una chica. Acaso por una pauta cultural
sexista que hace que la casa siga siendo un
espacio más “femenino”, mientras que la calle
es un ámbito prioritariamente “masculino”, el
hecho es que la voluntad de proteger, arropar,
cuidar, y mantener dentro de casa a las hijas
se extiende y amplía hasta cubrir “errores”
que a un hijo puede que le pongan de patitas
en la calle. De hecho el protagonista anterior,
continúa hablando de su madre diciendo: “En
algunas cosas tenía razón, pero no es para
tanto” Y finalmente, se autoinculpa: “Me echó
porque era un cabrón”.
10. 16 17
Pensemos además que detrás de la ruptura
familiar con una hija, se produce casi
inevitablemente, la ruptura con la generación
de los nietos. Hoy por hoy, en caso de
separación es mucho más probable que
sea la mujer la que se vea acompañada -o
tenga que hacerse cargo- de los hijos, y esto
ocurre también entre quienes se mueven en
el espacio de la precariedad social. De esta
forma, mantener el vínculo y la relación con la
hija que pasa por momentos difíciles, conlleva
poder mantenerlo también con los nietos: ‘‘ A
mi madre no la veo desde Navidad, que me
hice una escapada porque me mandó 100€ y
cogí a la niña y me fui. Pero hacía dos años
que no la veía” (21 mujer esp).
Esta respuesta matizada en razón del género
de nuestros protagonistas, no se produce
únicamente en el ámbito familiar, sino que
tal y como hemos comprobado ya en otras
ocasiones, se refleja también en el tipo
de reacción que despierta en los recursos
formales de protección social, que en la
práctica encuentran más fácil mantener bajo
techo a una mujer que a un varón. “Conocí
los Servicios Sociales investigando. Porque,
como me fui de casa de mi madre y padre…
Porque yo ahí estaba como de “rositas”, y
como, digamos, me escapé de casa porque
no aguantaba la situación que había (tuve un
problema con un chico que era de … [un país
extranjero]), y lo pasé muy mal también con él,
y estuve fatal. Entonces acudí, porque estuve
un día viviendo en la calle y es cuando dije:
‘voy a Servicios Sociales, que me busquen un
sitio donde sea’” (12 mujer esp). Esa demanda
(“que me busquen un sitio donde sea”),
después de la experiencia de una primera
noche durmiendo al raso, es menos probable
que sea formulada tan rápida y explícitamente
por un varón, y desde luego no desencadena
la misma respuesta institucional que si la
expresa una mujer. Menos aún cuando en
muchos casos la mujer que vive una situación
de crisis se encuentra acompañada de niños,
en ese caso la respuesta de los Servicios
Sociales, como no podía ser de otro modo, es
mucho más efectiva y contundente: “Conocí
los Servicios Sociales, por una denuncia de
una vecina por supuesto maltrato a mi hijo.
Gracias a eso conocí los SS SS. No sabía que
esto existía. Nunca he conocido sitios como
éste. Y de casualidad, fui el 1 de agosto, y el
15 me quedé sin empleo. Me han ayudado
mucho psicológicamente, moralmente y hasta
económicamente.Mehanayudadoaconseguir
asistencia jurídica gratuita, guardería para el
niño, y cosas así. No te dan dinero pero te dan
ayuda que te solventa lo que tú no puedes
solventar económicamente” (mujer inm).
Pero, en fin, esta respuesta preventiva más
eficaz que se desencadena en los instantes
previos a verse “en la calle”, se produce no sólo
entre los profesionales y entidades formales
de ayuda, ya sean estas públicas o privadas
(“Sí, se acababa el tiempo de alojamiento y
el hecho es que me tenía que ir de este sitio
completamente sola, a la calle, con un niño
pequeño. Entonces tenía miedo por supuesto.
/…/ Y por eso nos han puesto en contacto con
la asociación Provivienda y gracias a ellos
desde que he salido de estos pisos estoy
residiendo a través de alquiler a través de la
asociación Provivienda”), sino que también
encontramos esta mayor disposición a ayudar
entre los ciudadanos particulares, personas
TABLA 2.- EDAD DE LOS PARTICIPANTES
El pequeño número de personas
mayores de 65 años que encontramos
entre los entrevistados nos habla de la
diferente estructura de oportunidades
residenciales que se halla disponible para
los ancianos jubilados si los comparamos
con la que tienen los adultos de cierta
edad (45 a 64 años), la etapa es donde
se concentran por un lado los mayores
riesgos vitales y las menores instancias
formales de apoyo y soporte.
Aproximadamente un tercio de los
usuarios del programa eran extranjeros
(33,9%) y el resto (66,1%) españoles (ver
gráfico sig.), lo que vuelve a ser distinto
de la proporción que solemos encontrar
entre la población sin hogar/sin techo, que
oscila entre el 50 y el 64% dependiendo
de la fuente. Hay que pensar que en el
caso de los extranjeros, las fases previas
al momento de verse en la calle, discurren
en sentido opuesto a lo que indicábamos
sobre las mujeres: las personas
extranjeras que viven procesos de
exclusión severa, caen más fácilmente
en el sinhogarismo que los nacionales,
puesto que no disponen de las mismas
redes de protección social ya sean de
tipo formal o informal que los locales.
anónimas que muestran su faceta más
solidaria en situaciones como la que describe
esta otra mujer entrevistada: “Encontré un piso.
Le dije al dueño: ‘tengo una niña, no tengo
trabajo, estoy enferma, yo me comprometo a
pagar pero no tengo forma de responder con
nóminas y demás’. Esa persona me dijo que
se fiaba de mí y que adelante. Conseguí los
600€ que costaba el primer mes, pero la fianza
no la tenía, entonces recurrí a los SS SS a ver
si ellos podían darme una ayuda urgente, para
tener un hogar más que nada por mi niña,
porque veía que es lo mejor” (21 Mujer esp).
En cuanto a la edad, tenemos una edad media
de 44,12 años, con un tramo modal situado entre
los 45 y los 64 (ver tabla sig.) que ciertamente
viene a ser el período vital en que resulta más
frecuente recoger el resultado de los múltiples
fracasos (familiares, laborales, personales, etc)
que suelen operar como telón de fondo entre las
personas que viven sin hogar.
11. 18 19
GRÁFICO 2. NACIONALIDAD GRÁFICO 3. PERMISOS
Entre nuestros entrevistados había
pues 20 extranjeros, de los que 13, esto
es, la gran mayoría (65%), disponían de
permiso de residencia y trabajo. Ciertamente,
la situación de los 5 que sólo cuentan con
permiso de residencia y no digamos la de los
2 que carecen de “papeles”, es doblemente
complicada y difícil en términos de pronóstico
y evolución futura.
Ciertamente, como veremos a lo largo de
todo este informe, el hecho de ser extranjero
condiciona radicalmente la forma de vivir el
itinerario hacia la exclusión sin hogar y lo llena
de limitaciones y posibilidades específicas.
Más aún en momentos de crisis como los
actuales, cuando el crecimiento del paro hace
tambalearse todos los objetivos en los que
descansaba el proyecto migratorio (“Ahora no
tengo para enviar dinero a mi familia. Antes
cuando trabajaba, sí” (18) o bien: “Antes
viajaba todos los años a Venezuela. Este año
son dos años que no he podido viajar.” (19).
En tiempos así, se vuelve doblemente difícil
la simple estancia en España: “Cuando vivía
en mi país. Venía de una familia muy pobre,
muy humilde que no teníamos donde vivir.
Emigré a los 18 años. Y desde ahí hasta hace
un mes, pues, digamos que las cosas han ido
bien, siempre tuve trabajo, con contrato. Las
cosas ahora han cambiado un poco. Hemos
pasado de pobres, a situación media, y ahora
estamos a ver qué pasa” (19 Mujer inm). Estar
a la espera, a la expectativa, “a ver qué pasa”,
quizás sea esta una expresión que resume la
situación en que se encuentran actualmente
muchas personas inmigrantes en nuestro
país que han visto detenerse la progresión
hacia una vida con más oportunidades en un
país distinto al suyo. Un país en donde las
redes de contactos y relaciones sociales no
son tan numerosas, ni tienen tanto poder de
influencia como aquellas de las que disfrutan
los autóctonos: “estoy sola en este país y
sobrevivir en un país extraño… Soy extranjera
y mi familia está en EE.UU así que, pues,
estoy sola en este país. Y sobrellevar un país
extraño, siendo extranjera, no conociendo
muchos de los sitios... /…/ Ahora es otra: la
crisis. Y no hay trabajo, no lo encuentro. No
hay manera de conseguirlo si no es por un
amigo… Vamos hay un dicho muy claro: ‘el
que tiene padrino se bautiza’, el que no tiene
padrino, no se bautiza. Pues así es…Estoy
cansada ya” (05 mujer inm). Un país desde el
que es difícil mantener la malla de vínculos y
lazosafectivosconlosqueseencuentranlejos,
y en donde cada aproximación y encuentro
con los que uno quiere, ha de ser valorado en
función del coste económico que representa:
“Familia no tengo aquí, solo teléfono.Yamigos
así, les veo una vez por mes, o cada quince
días. Cuando me veo con ellos solemos ver
películas en casa. Y la mayoría de los paseos
que hago yo son museos…todo lo que consigo
gratis para despejarme” (11 mujer inm).
En cuanto al estado civil, estamos ante una
población constituida abrumadoramente
por personas solteras (ver gráfico sig.), que
prácticamente suponen las cuatro quintas
partes del total. El resto son personas que
han visto quebrarse su familia de destino
por separación, divorcio o fallecimiento.
La realidad es que apenas una persona
dice estar casada y 3 viven con su pareja
de hecho. Por lo tanto estamos ante una
muestra de adultos que ciertamente no
cuentan con una familia propia que les dé
soporte en su crítica situación actual: “Mira,
yo tengo familia, pero la familia…, en todas
partes cuecen habas y en la mía calderadas,
sabes? Y con eso te lo digo todo”. O este
otro testimonio recogido durante el mismo
grupo: “Yo, es que la familia… te pone más...
te mete más zancadillas. Porque yo tengo
familia, pero a mí, mi madre, me ha metido
muchas veces más la zancadilla. O sea, que
voy mejor por libre que con la familia. Porque
a mi familia le va bien; mi hermano tiene un
trabajo bueno y tal. Pero él va a lo suyo; no
se preocupa de los demás. Como todo el
mundo, ‘cada uno cuelga lo que mata’, como
dice el refrán. O sea...”.
GRÁFICO 4. ESTADO CIVIL (%)
Si comparamos los datos referidos
al estado civil de nuestra población, con
los que arrojaba el último censo nocturno
de personas que vivían literalmente sin
techo en las calles de Madrid, realizado
en el mes de febrero de 2010, nos
encontramos con que hay importantes
variaciones entre unos y otros (ver
gráfico sig.). Probablemente tienen que
ver con el tipo de detección que se hace
desde los Servicios Sociales de atención
primaria del riesgo de sinhogarismo,
donde además de la escasez de medios
económicos y de un lugar de residencia
estable, se considera particularmente
peligroso el hecho de no contar con un
núcleo afectivo y familiar de apoyo directo.
Igualmente, los datos pueden verse
afectados por el “pequeño” porcentaje
de extranjeros, ya que eran precisamente
estos los que arrojaban mayor porcentaje
de personas que mantenían sus vínculos
afectivos entre la gente sin techo de las
calles madrileñas.
12. 20 21
GRÁFICO 5. COMPARATIVA ESTADO CIVIL (%)
Pero no sólo el Estado civil expresa
la situación relacional y de convivencia
en estos momentos, por eso mismo, se
incluyó en el cuestionario la siguiente
pregunta. “¿Cuál es su situación actual
de convivencia” , esto es, ¿con quién vive
usted actualmente?. Las respuestas son
claramente diferentes entre los hombres y
las mujeres (ver tabla, sig.). Mientras que
vivir solos es la situación modal entre los
varones, para las mujeres, lo más habitual
es vivir con hijos menores de edad.
TABLA 3. CONVIVENCIA SEGÚN SEXO (%)
Una de cada tres mujeres
entrevistadas, en riesgo de exclusión
residencial severa, van acompañadas de
sus hijos. Una circunstancia que resulta
ser un inconveniente para buscar trabajo o
desarrollar una vida más autónoma y llena de
actividades que puedan servir para expandir
la red de contactos y el capital social de las
mujeres en situación de vulnerabilidad social
(“en algunas oportunidades me apunto
a actividades y no cubren el servicio de
ludoteca, y entonces como no tengo con
quien dejar al niño ni ná, pues no puedo
participar de ello. Eso también sería bueno
que se viera. El servicio de ludoteca existe
si hay tres niños apuntados mínimo y como
a veces soy yo la única que llevo a un niño
pues…Es que mi situación es mi hijo y yo
no tengo a nadie más, no tengo a familia
que me lo cuide. A donde voy, va mi hijo
y si yo quiero participar de un video fórum,
por ejemplo, no puedo si no hay servicio de
ludoteca y para eso dependo de que otras
mamás lleven mínimo dos niños más y en
ocasiones ha ocurrido que no había niños,
no ha podido haber ludoteca y no he podido
participar de estas programaciones” 05 mujer
esp). No obstante, también es cierto, que
ese mismo hecho, la presencia de los niños,
proporciona una vía de incorporación a redes
de solidaridad y apoyo mutuo, habitualmente
entre mujeres:
“A mi hermana y a mi cuñado les veo una
vez al mes, o al mes dos veces. Y lo que
solemos hacer es ir al parque, que tengo la
sobrina que es de la edad de mi hija pequeña,
y estamos ahí toda la tarde, y luego regreso
porque tengo tantas cosas que hacer…” (17).
En varias ocasiones ha aparecido durante
las entrevistas esta referencia a los parques,
sobre todo entre personas inmigrantes, un
espacio donde se puede emplear el tiempo en
encontrarse con otras personas en situación
similar, y hacerlo sin prisas, sin tener que
consumir ni gastar nada, simplemente
estando junto a los semejantes, aireando la
mente y el corazón, poniendo un poco de
distancia frente a la tensión y la ansiedad de
cada día, en este sentido, los hijos aparecen
como una limitación (“Como estamos con los
niños, no puedo salir) pero también como
una oportunidad: “Cuando salimos con los
amigos solemos ir en el parque con los
niños; como tenemos hijos todos, estamos
en el parque.” (18 mujer inm), o en este otro
caso: “cuando bajo al parque, ahí veo a una
de mis amigas que también tiene un niño.
Pero no salgo mucho. Con mi amiga, nos
sentamos en el parque mientras los niños
juegan y a las 9 ó 9,30, a casita desde la
7,30”. Ratos largos de conversación y charla
para poner coto a la dureza de una vida que,
como en este último testimonio, se mueve
entre apreturas y estrecheces: “Me quedé
embarazada con 19 años. Estaba sin trabajo,
debía atender a mi hijo. El ver a mi hijo que
no puedo darle un colacao, o que se quede
mirando algo, unas chuches, me da mucha
tristeza.” (20 mujer inm).
Respecto al nivel de estudios, nos
encontramos con que son pocos los
que han accedido a la Universidad, y
aproximadamente la mitad sólo cuentan con
estudios primarios, lo que obviamente no
puede dejar de tener consecuencias de cara
a su recuperación vía empleo.
13. 22 23
GRÁFICO 6. NIVEL DE ESTUDIOS (%)
Más aún si tenemos en cuenta
que prácticamente todos los usuarios
del programa manifiestan haber
sufrido el impacto de la actual crisis
económica. Más adelante veremos en
qué forma.
GRÁFICO 8. PADECE ENFERMEDAD
GRÁFICO 7. AFECTA CRISIS (%)
Sin embargo, aún cuando un mayor
nivel de estudios opera como un factor
de protección frente a la pobreza y la
exclusión, lo cierto es que no siempre
ocurre así. Y entre las personas que se
ven en riesgo de exclusión, quizás sea en
aquellos casos que disponen de un buen
nivel de estudios, donde nos encontramos
con una mayor dosis de frustración y
desesperanza: “Tengo magisterio, tres
años de periodismo, cursos de música…
Tengo un buen currículum que no me sirve
para nada. ¿Para qué he estudiado si no
tengo oportunidad? Y llevo tiempo luchando,
mandando currículum por todas partes… Y no
soy negativa. Es lo que veo. Están las cosas
muy mal. /…/ Las cosas están cada vez peor.
Yo me veo ahora mismo un poco estancada,
que no puedo estar toda la vida viviendo en
una habitación. Mi objetivo es salir adelante,
tener un trabajo, que pueda vivir mejor” (12
mujer esp). Ciertamente, aunque pase por
ser la estrategia de integración social más
habitual y extendida en nuestra sociedad, no
siempre funciona la secuencia: Estudios →
Empleo → Ingresos; o no lo hace de modo
adecuado, ni en todos los momentos de la
vida, ni en cada período histórico funciona con
el mismo nivel de eficiencia. No estamos ante
un automatismo que de forma inevitable,
traduzca la inversión en educación en un
salario más alto y suficiente para poder
pagar un lugar donde vivir unos años mas
tarde.
Un dato particularmente llamativo es el
que se refiere al estado de salud de las
personas participantes, puesto que pese a
ser relativamente jóvenes, casi la mitad dice
padecer algún tipo de enfermedad, ya sea
física o psíquica.
Ciertamente, incluso en un país
como el nuestro que dispone de un
excelente y universalista sistema
sanitario público, el riesgo de verse en
situación de exclusión se incrementa
cuando la salud se deteriora y aparece
una enfermedad grave: “Cuando enfermé
en el 2004 y diagnosticaron el tumor
cerebral, ahí me cambió la vida. Me
operaron, estuve unos años allá internado
y vine acá a ver a una doctora muy buena”
(10 varón inm). Con frecuencia, la vida
contemporánea exige de nosotros tener
una salud excelente para poder afrontar los
retos laborales y las exigencias cotidianas
más nimias, con lo que, quienes padecen
achaques y dolencias de algún tipo, deben
competir en inferioridad de condiciones y
se ven expuestos a mayores riesgos. Y
esto incluye, por supuesto, el sufrimiento y
las enfermedades psíquicas: “Veo a gente
que está mal. Cada vez peor. Es más, gente
que se está volviendo loca. Loca porque no
puede hacer frente a la vida cotidiana, de
pagos de esto y de lo otro; en depresiones
que terminan en locura! ¿quién tiene la
culpa?” (Grupo). Esta última observación,
expuesta por un de las participantes en el
grupo de discusión, nos la encontrábamos
enunciada en primera persona por una de
las mujeres entrevistadas: “lo he pasado
mal y he venido aquí (Servicios Sociales)
para ver si podían ayudarme de alguna
forma, con psicólogos. Fui a la Seguridad
Social. Al final me ayudaron en un centro
parecido a éste. […] Estaba tan mal que
tuvieron que ponerme una inyección para
calmarme y a partir de ahí, ponerme más
pastillas para los nervios” (22 mujer esp).
Pero quizás sea en el siguiente fragmento de
diálogo recogido durante la celebración del
grupo de discusión, donde mejor podamos
apreciar el impacto sobre el equilibrio
psicológico que representa vivir día tras
día en precario, así como el temor a que el
descenso no tenga fin y acabe por afectar a
la salud mental:
R.: “No, si iba a decir lo mismo que ella. Lo
mío no es de hace unos meses. Y cuando la
prensa dice que el país está muy mal y que no
sé qué…No, no, es que lo mío viene ya de…,
14. 24 25
TABLA4. % DISCAPACIDAD
De hecho, entre los participantes en
el programa, 11 personas, lo que supone
casi la mitad de las 25 que dicen padecer
alguna enfermedad, tiene reconocido algún
grado de discapacidad. En seis casos
supera el 40%. Y 3 personas tienen una
discapacidad reconocida de más del 65%,
lo que por sí solo implica que tienen derecho
a recibir una PNC (pensión no contributiva).
En cualquier caso, este dato puede ser
importante de cara a poder realizar un
trabajo preventivo que pase por ofertar
algún programa de empleo con apoyo,
teniendo en cuenta los beneficios (fiscales,
de seguridad social, etc) que implica
para las empresas la contratación de un
porcentaje de personas con discapacidad
en los términos que fijó la LISMI (del 2% en
empresas de más de 50 trabajadores, por
ejemplo).
2
Ver “Beneficios sociales y económicos vinculados al grado de minusvalía’’ en http://www.usal.es/webusal/files/Beneficios_Sociales_y_Econ%C3%B3micos.pdf
Pero si seguimos repasando las respuestas de
nuestra encuesta relativas al nivel de salud de
nuestros protagonistas, nos encontramos con
que paradójicamente, a veces, la enfermedad
se convierte en un factor de protección social,
al menos cuando se traduce en unos niveles
de discapacidad o minusvalía reconocida que
permitenaspiraradeterminadasprestaciones.
cómo dice ella, más o menos, yo es que llevo
10 años -o más de diez años ya llevo-, que es
como si estuviera en lo alto de una escalera y
fuera bajando escalones, ¿sabes? Y cada día
un poco más, un poco más, un poco más…
Porque mi nivel adquisitivo cada vez es más
pequeño. Y llega un momento, como dice él,
que entras en un maremágnum que dices:
‘Bueno, María que el tarro se te descoloca’.
Que se te descoloca de tal forma que puedes
llegar a…”
M. A.: “¡A la locura! No, no. Porque no sabes
cómo hacer frente a esas cosas.”
E.: “Pero tienes que tener un control de tu…”
M. A.: “Al no haber dinero… La cabeza
empieza ya que… “
R.: “No encuentras la salida.”
M. A.: “Que no duermes por la noche, por esto,
por lo otro, lo otro… Y claro ya empiezas... Ya
terminas…que no sabes hacerle frente…”
R.: “¡Sí, señor!” (Grupo)
Pero más específicamente aún, de cara a
prevenir el sinhogarismo, el hecho de contar
con una discapacidad reconocida superior
al 33%, como les ocurre a diez de nuestros
usuarios, da derecho a entrar en la cuota de
reserva para el alquiler y la adquisición de
viviendas protegidas.
Creemossinembargoqueesteaspectonoestá
suficientemente abordado desde los Servicios
Sociales, quizás porque la superposición de
etiquetas estigmatizadoras que pesan sobre
las personas en riesgo de exclusión social,
lleva a obviar esta circunstancia.
Por desgracia, además, no todos los
departamentos de la Administración
reaccionan con la misma rapidez y eficacia
cuando se trata de allanar dificultades y
actuar preventivamente frente al riesgo
de sinhogarismo, tal y como refleja el
siguiente testimonio de una de las personas
entrevistadas: “La minusvalía volveré a
solicitarla porque he tenido nuevas cosas,
para ver si llega al 65%, para que me puedan
pagar las medicinas, porque si no tengo dinero
para las medicinas, no voy a comprarlas, y
soy diabética y otras muchas cosas más. Si
yo prescindo de eso, ¿qué va a ser de mí?”
/…/ “El IVIMA al ver lo del desahucio me han
mandado una carta donde me dicen que tengo
acceso a la vivienda pero claro, hay unos
baremos y yo no reúno los baremos por ser
solo yo (sin hijos, sin cargas) aunque tengo
una minusvalía del 54%, que ya es” (22).
La precisión aritmética con la que se establece
cuándo se accede, o no, a determinados
derechos y prestaciones, contrasta vivamente
con la experiencia subjetiva e intransferible
de quienes se sienten injustamente tratados
por nuestro débil e incompleto sistema de
protección social: “Situaciones como la mía,
madre soltera sin ningún tipo de ayuda,
pendiente de pasar por el tribunal médico para
minusvalía, no entiendo cómo puede dilatarse
tanto, para poder sobrevivir. / He tenido otros
momentos de dificultad, porque cuando me
quedé embarazada tuve un embarazo de alto
riesgo y no podía trabajar. Y yo los trabajos
que tuve anteriormente, pues muchos de ellos
eran contratos diarios, porque yo trabajé de
azafata y de modelo, y al ser contratos de
ese tipo no tienes bajas por maternidad o por
enfermedad, etc. Pero por aquel entonces vivía
en casa de mis padres y no tenía que pagar un
alquiler. Salí de aquello por mi carácter, por la
ilusión de tener un hijo. / Pero ahora, que te
ves enferma, con una niña, sin ningún tipo de
ayuda social, sin empleo, pues la verdad es
que, no es que estés deprimida, es que estás
hundida completamente.” (21 mujer esp).
La mujer entrevistada pone el acento en uno
de los puntos más débiles del subdesarrollado
Estado de bienestar español, cuando dice:
“entonces vivía con mis padres y no tenía que
pagar el alquiler”. La vivienda, no ha formado
parte de la política social española desde
hace décadas, sino que por el contrario se ha
confiadoalasfamiliaslatareadeactuarcomo
colchón y sistema de seguridad residencial
frente a las situaciones más dramáticas,
mientras se ha hecho del ladrillo y el boom
inmobiliario la vía para el enriquecimiento
fácil de unos pocos en detrimento de los
derechos sociales vulnerados de otros
muchos.
15. 26 27
TABLA 5. TIPOS ENFERMEDADES PADECEN LOS PARTICIPANTES
Estamos hablando por tanto de
personas en las que el riesgo de exclusión
socioresidencial viene a sumarse muy
frecuentemente a un estado físico y de salud
bastante precario. Una situación que en la
mayor parte de los casos (91,3%) se arrastra
desde hace más de un año y que lógicamente
ha debido de operar en el tiempo de forma
muy limitadora e incapacitante. Tan sólo dos
de las personas que dicen tener reconocido
algún grado de discapacidad cuentan con él
desde hace menos de un año.
Tal y como ellos mismos reconocen, se trata
de una circunstancia con consecuencias
negativas de cara a buscar empleo (68%), o
para realizar actividades básicas de la vida
diaria (40%) sin duda, pero que también
actúa como importante limitador para la vida
social y de relación (24%). Y no olvidemos
que nuestro proyecto se orienta a tratar de
movilizar el capital social y relacional como
elemento preventivo frente a la exclusión
residencial.
TABLA 6. INCIDENCIA DEL ESTADO DE SALUD/DISCAPACIDAD
En todo caso, con más o menos salud,
con minusvalía reconocida o no, ninguna de
estas circunstancias tiene por qué funcionar
como un mecanismo de eliminación de las
personas afectadas, impidiéndolas funcionar
como sujetos activos y actores protagonistas
de su propia vida, tal y como nos resumía una
mujerqueapesardetodossuspadecimientos,
seguíareivindicándoseasímismacomoválida
y capaz, pese a encontrarse “minusválida de
esta mano. Lo que pasa es que ahora tengo
que pasar un agravamiento, por discapacidad,
por la bipolaridad”. Una mujer que un tiempo
atrás, buscó, encontró un trabajo y firmó un
contrato: “Me lo hicieron desde el primer
momento indefinido. Vamos superé los 15
días de prueba y como los superé, inclusive
los 2 primeros años no cogí vacaciones y los
trabajé también, para demostrarles que yo a
pesar de ser minusválida, o sea, valía, podía
trabajar” (04).
Enfermos o sanos, con discapacidad
reconocida o sin ella, en una sociedad
desarrollada y rica como la nuestra, no
se puede arrojar a vivir en la calle a
quienes no cumplen con todos y cada
uno de los requisitos, baremos, cláusulas
o indicadores establecidos por las
burocracias que administran el bienestar,
ya que estamos hablando de mínimos
que no pueden traspasarse sin poner en
tela de juicio la viabilidad como proyecto
global de toda nuestra sociedad.
Pero en fin, sin desvelar la identidad de
los respondentes, sirva como reflejo de
la realidad sanitaria que sufren el listado
de las “enfermedades” que padecen, tal y
como ellos mismos las han expresado (ver
tabla sig.)
16. 28 29
¿DÓNDE VIVEN?
Para empezar a aproximarnos
a la situación residencial de nuestros
protagonistas, empezamos por pedirles que
nos dijeran dónde se encontraban viviendo
en este momento. Las respuestas son las
que se se reflejan en el siguiente gráfico.
El hecho más frecuente es vivir de alquiler,
uno de cada cuatro se encuentran en esta
circunstancia, que implica tener renta
mensual suficiente para poder sostener el
alojamiento. Sin embargo, cuando hablamos
de personas en riesgo hemos de pensar
en situaciones enormemente precarias,
también en los casos relativamente
privilegiados en que pueden pagar un
alquiler: “Vivo en un apartamento de un
dormitorio, en alquiler, y llevamos un año y
medio ahí aproximadamente. Ahora mismo
hago frente a los gastos con el paro y la
ayuda de amigos y familiares, conocidos.
Cobro la prestación por desempleo desde el
mes pasado. Dicen que son 20 meses pero
eso dicen que va menguando. Ahora cobro
680, en los cuales 600 son para el alquiler y
bueno me queda poco más para sobrevivir,
y que igual va bajando la cantidad a medida
que van pasando los meses y no sé cómo
irán las cosas luego” (19 Mujer inm).
Algo parecido, aunque en circunstancias
más precarias y limitadoras, les sucede a
quienes viven en una habitación alquilada
que suponen el 15% de la población con la
que hemos trabajado (“Vivo en Getafe desde
hace unos cuatro meses, en una habitación
por medio de anuncios. Hago frente a los
gastos de alojamiento con algunos trabajos
puntuales, ahorrando muy bien, pero muchas
veces no se puede. Procuro no gastar casi
en nada” (13 Varón inm); “en un piso, en una
habitación alquilada que era... El piso era de
otra persona, yo solo alquilaba la habitación
que era de unos nativos.” (09 varón inm);
“Vivo en una habitación desde hace dos
semanas. Para los gastos me ayuda una
asociación. Puedo estar un mes y después,
no sé, pero ahora tengo un contrato de un
mes” (18 mujer inm). En casi todos los casos,
las personas que pagan un alquiler disponen
de economías muy débiles, por lo que deben
derrochar austeridad e imaginación para
conseguir mantenerse, mal que bien, bajo
un techo: “Estoy viviendo en un piso de una
habitación pero que tiene una terraza que
se ha cerrado, entonces esa terraza la he
alquilado como habitación a un amigo mío
del Senegal, y bueno el alquiler es de 600€
y él me está pagando 250. Llevo aquí desde
diciembre” (21 mujer esp). Y desde luego,
en ningún caso, parece probable que puedan
hacer suyo el recorrido hacia la seguridad
residencial que desde hace décadas se ha
convertido en el más habitual y mayoritario
entre nosotros: la compra de una vivienda
en propiedad: “Con mis ingresos, me cubre
solo la vivienda. O sea me están sacando
el sueldo entero pagando un alquiler. Ni
pensar en una hipoteca. O sea, no puedo,
ni siquiera pensando en el futuro, ¿cómo me
voy a meter en la letra de un piso para que mi
hijo el día de mañana tenga donde vivir? es
imposible. Y hoy día no hay quien me avale.
Los bancos te roban todo lo que pueden y
es que, entonces: la vivienda es imposible,
el trabajo está difícil… ; entonces, ¿qué nos
queda?, ¿vamos todos a las chabolas?” (05)
Un porcentaje idéntico (el 15%) es el de
los encuestados que viven de pensión
(“Estoy viviendo en una pensión desde
agosto. Pago 130 de alojamiento y con los
140 que me quedan… [cobra la RMI] No
tengo muchos gastos, porque como estoy
yendo a comedores…. Estoy yendo a un
centro de día” (23 varón); “Ahora mismo
tengo pensión hasta el día 1. El día 1 me
tengo que ir” (14 varón esp). En todo caso,
vivir permanentemente en régimen de
pensión es algo lleno de limitaciones que
resulta enormemente difícil de entender
si sólo pensamos en la experiencia de
unas cuantas noches pasadas en un
hotel. La vida en pensión puede ser muy
desequilibrante y actuar como un factor
muy exclusógeno, especialmente cuando
se alarga demasiado tiempo (“Vivo en
una casa de huéspedes desde hace unos
siete años aproximadamente. […] En este
sitio es un poco complicado vivir: tengo
que cocinar en un microondas, o sea,
es a base de imaginación, porque no es
lo mismo cocinar en una habitación que
en una cocina. En la habitación tengo el
microondas y un librito de cocina y me
invento comidas” (12 mujer esp).
Estareferenciaalmicroondas,comoresumen
minimalista de la cocina en una verdadera
casa, nos volvió a aparecer en boca de uno
de los varones que participó en el grupo de
discusión “Yo el inconveniente que tengo es
que no puedo cocinar. No te deja cocinar en
la cocina, el dueño de donde vivo, del hostal.
Entonces tengo que utilizar un microondas
que me he comprado como te he comentado
y yo me invento mis platos. Pero yo porque
me busco la vida, o sea igual me hago un
arroz, me compro sopa o me compro un filete.
O sea yo me busco la vida pero me lo aso en
el microondas. Si no es por el microondas
me muero de hambre también”. En cualquier
caso, aunque el alojamiento temporal en
una pensión, pueda entrar a formar parte del
proceso de intervención social, nunca puede
representar una solución residencial más
allá de un brevísimo plazo, ni se acompaña
de la dignidad en derechos que la ciudadanía
espera recibir de la Administración pública:
“Por circunstancias yo tengo una casa, pero
tengo muchos problemas porque voy a ser
otra de las que van a ser desahuciadas. Me
van a echar a la calle, si no me han echado
ya. Y tengo que vivir, como consecuencia de
unas obras, tengo que vivir en una pensión.
Pues la Trabajadora Social, quedo con ellas,
primero una y luego otra, son encantadoras y
han hecho todo lo que han podido. Y yo se lo
agradezco, pero luego, yo veo que estamos
en las mismas. En la pensión donde vivo ¡me
siento ciudadana de tercera!” (Grupo)
Estas tres situaciones que acabamos de
resumir, reúnen al 55% de los usuarios
del programa. Obviamente, la prevención
del sinhogarismo, en estos casos
paso por una actuación encaminada al
sostenimiento de la renta y los ingresos
mínimos necesarios, ya sea a través del
empleo o de una prestación económica
regular y suficiente (PNC, RMI, etc).
17. 30 31
Casi uno de cada cinco, se encuentra
ya alojado en algún tipo de programa
supervisado por un profesional (trabajador
social o similar) que le facilita un lugar
donde residir (“Vivo en una casa alquilada.
Estoy viviendo de alquiler. Ahora somos dos
personas y entre los dos pagamos la vivienda.
Yo cobro el RMI y él la paga de mayores de
52 años.” (09, Provivienda); “me ha ayudado
Proviviendaenelpisoqueestoyquepertenece
a Provivienda, que me ha mantenido ahí
cuatro meses, claro, después han pedido
una ayuda al ayuntamiento de dinero para
que paguen los cuatro meses y por eso me
he salvado porque si tuviese un piso normal,
que me alquilara un dueño un piso… ya
estaría en la calle debajo de un puente, pero
Provivienda me ha mantenido ahí en el piso”
(01 varón esp). Este 18, 3% de población en
riesgo de verse sin hogar, que sin embargo
dispone de un techo gracias al trabajo de
apoyo y sostén de entidades sociales como
Provivienda, resulta un porcentaje nada
desdeñable que nos habla de la importancia
de mantener y ampliar estos programas que
no utilizan los albergues y centros de acogida
colectivos, sino que intentan llevar a cabo
una intervención social desde un medio más
“normalizado” en viviendas convencionales,
habitualmente alquiladas a precios de
mercado y supervisadas por profesionales y
especialistas en apoyo psicosocial.
Por último, si sumamos a los que viven en casa
de algún familiar (6,7%), de su pareja (1,7%) o
de unos amigos (6,7%), nos encontramos con
que alrededor de un 15% de estas personas
en riesgo de sinhogarismo, cuentan con un
techo sobre su cabeza que, de alguna forma,
les es facilitado a través de su mundo afectivo
y relacional. En la medida en que este capital
social permanezca estable y sólido, estas
personas no se verán viviendo en la calle.
Nótese que este porcentaje viene a ser
casi idéntico al de quienes dicen “deber” su
alojamiento a la actuación de un profesional,
pero sin que implique coste económico
alguno para el sistema de protección social y
servicios sociales.
Finalmente, hay cinco personas que alimentan
la categoría “otros”, en donde se reúnen
situaciones tan dispares como una habitación
subarrendada, dos inquilinos que han dejado
de pagar hace tiempo el alquiler y por tanto
se definen como okupas, una persona que
anda en litigios por la propiedad de la casa
en la que vive y por último, está el caso de
GRÁFICO 9. RESIDE HABITUALMENTE una persona que para cuando se realizó la
entrevista había pasado a vivir en el albergue
“Luis Vives” del Ayuntamiento de Madrid.
Desgraciadamente, no contamos con
datos actualizadosanivelnacionalquenos
muestren el panorama de la precariedad
residencial en que seguramente viven
cientos de miles o incluso millones
de personas en nuestro país, pero es
precisamente en ese segmento de
situacionesenlasqueseencuentrantantas
personas que parecen “vivir de milagro”
donde la actuación preventiva debería
reforzarse y ampliarse desde los Servicios
Sociales con carácter general, puesto
que el nivel de prestaciones actuales se
muestra radicalmente insuficiente para
garantizar el derecho al techo: “Vivo en
casa de unos amigos argentinos que conozco
de hace muchos años. Algunos los conocía
de Argentina y algunos los conocí acá, por
ser amigos de los amigos. No me cobran el
alquiler y yo colaboro con la luz y el gas con
mi RMI que por suerte el mes pasado me
empezaron a pagar” ( 10 varón inm).
Lamentablemente, el desencuentro entre
política social y política de vivienda,
adquiere en nuestro país proporciones
escandalosas teniendo en cuenta nuestro
nivel de desarrollo económico y social. El
hecho es que, hoy por hoy, poco se puede
conseguir a través de los Servicios Sociales
en materia residencial: “En los SS SS no me
han ayudado a resolver lo de la vivienda. No
me han dicho nada, no me han orientado
dónde ir” /…/ “Pagar una vivienda del IVIMA
podría, pues me han dicho que pagas 70-80
€” (22 mujer esp). Entretanto, ¿cómo evaluar
el sufrimiento y la extensión de situaciones
como la de esta familia inmigrante y asentada
en España desde hace años: “Este momento
es el más difícil de mi vida. Porque antes
no puedo decir que vivo bien, pero tenía
una casa para mí. Mi marido trabajando, y
teníamos una vivienda normal. Pero ahora
él no trabaja, no cobra paro, tengo solo
un subsidio y de vez en cuando él hace
ambulante para completar la vivienda, si no,
no se puede” (18 mujer inm), o la de esta
mujer, sola y con dos niñas pequeñas: “Vivo
sola en un piso de alquiler con mis dos niñas.
Estoy sola y ahora no tengo empleo. Pago
150 € de alquiler y antes pagaba 250, y era
solo una habitación, no tenía ni salón ni nada.
Porque yo trabajaba, estaba embarazada y
podía pagar, pero ahora ya no. Trabajaba
hasta los ocho meses de embarazo. Y luego
nada … Pero estoy bien aquí. Mi hija tiene 3
años y la otra va a hacer dos este marzo” (17
mujer inm). Una mujer que salió de su país
con la idea de estudiar y formarse en España
(“si yo me voy allá, tengo muchos contactos,
pero yo también quiero estudiar, tengo solo
el bachiller. Me vine aquí con las ganas de
estudiar, pero claro, pasan tantas cosas, que
no sé. Tampoco me arrepiento, tengo a ellas
[sus hijas] y no me arrepiento. Yo quiero
hacer mi carrerilla, quiero llegar allá y que
vean”) y que en cambio ahora se las ve y
se las desea para poder salir adelante ella y
sus hijas, mediante un despliegue increíble
de trabajo y actividad en economía informal:
“Para hacer frente a los gastos lo que hago
es vender algunas camisetas, vestidos, lo
que cojo de las tiendas al por mayor y me
desplazo donde conozco a gente y voy a
18. 32 33
GRÁFICO 10. GRADO SATISFACCIÓN LUGAR DONDE VIVE
En cualquier caso, la precariedad
de la situación residencial de los
participantes en el programa viene
reflejada en el hecho de que dos de cada
tres, deben compartir espacios privados
de la casa con personas que no son de su
familia tal y como queda reflejado en la
siguiente tabla, donde se puede apreciar
que se lleva la palma el uso compartido
con “extraños” del baño/aseo (65%), a
lo que sigue la cocina (57%) y el salón
(47%). Por último, algo más de la quinta
parte comparte habitación (22%) con
otra persona ajena a su familia.
ofrecerles todo eso. Si no fuera por eso, no
tendría para comer. Lo de mis niñas, lo de
las becas, estoy con mi trabajadora social,
que lo van a pagar ellos. Durante un año. Es
lo que me pueden ayudar y como no tengo
todavía papeles, no puedo recibir ningún
préstamo ni nada de eso”. Y, sin embargo, las
personas parecen tener “buen conformar”,
puesto que cuando más adelante les
preguntamos sobre su grado de satisfacción
con el alojamiento actual, una gran parte
(44%) opta por calificarlo de Bueno, o
incluso de “Muy bueno” (12%); apenas la
tercera parte opta por calificarlo de Malo/
Muy Malo (33,8%), lo que pone de relieve
una vez más lo relativo que es casi todo en
esta vida y cómo la satisfacción subjetiva es
reflejo en gran parte tanto de la experiencia
pasada como del nivel de expectativas que
se mantienen de cara al futuro.
GRÁFICO 11. ESPACIOS COMPARTIDOS CON OTRAS PERSONAS
Pero el carácter compartido del
alojamiento, no se limita a los espacios.
Como no podía ser menos, tratándose
de vidas en precario, también afecta y de
modo notable a los gastos que han de ser
compartidos en dos de cada tres situaciones
(ver gráfico sig.)
Probablemente sea aquí donde se
aprecia en toda su fuerza el efecto del
capital social para hacer posible una
situación residencial relativamente
independiente y que, de momento al
menos, ha servido para evitar la calle o
la residencia en un albergue colectivo.
La cuarta parte comparte los gastos
de su alojamiento con amigos (23%),
y otra buena parte con la familia (7%),
la pareja (7%), lo que considerado en
su conjunto da un total de casi un 40%
que se apoya económicamente en su
propia malla relacional, a los que cabría
sumar el 13% que dispone de un apoyo
formal facilitado por alguna asociación o
entidad social. Con lo que sumadas las
diferentes especies de apoyo (formal e
informal) nos encontramos con que un
62% de nuestros usuarios, mantienen
un lugar donde alojarse merced a su
capital social, gracias al cual pueden
afrontar los gastos de alojamiento.
Aquí tenemos pues, una prueba
empírica de la eficacia con que actúan
las relaciones sociales como freno y
contenedor de la exclusión sin hogar. Los
testimonios que hemos recogido durante
las entrevistas, son enormemente
ilustrativos de las situaciones, a veces
increíbles, que permiten a la gente
vivir en el filo de la navaja, pero con un
techo sobre su cabeza, gracias a sus
relaciones afectivas: “Vivimos en una
casa particular de mi bisabuela, yo, mi hijo
y mi abuela. En régimen de propiedad.
Yo cobro el subsidio de desempleo, y
con lo que me da el padre de mi hijo,
pues voy aportando un poquito de ayuda
económica a mi abuela. Porque la gran
mayoría de las cosas las paga mi abuela,
lo que es alimento, vivienda, luz, agua…”
(16 mujer esp).
Ante situaciones semejantes, hay que
preguntarse ¿qué puede ocurrir cuando
los padres, los abuelos, los familiares
de referencia desaparecen y no es
posible sostener la vivienda con los
propios recursos? ¿No se debería actuar
preventivamente ante casos como el
siguiente?: “Estoy viviendo en lo que era
la casa de mis padres. Yo me tuve que
venir a cuidar de mi madre porque no
podía valerse por sí misma, en una casa de
alquiler de renta antigua. Entonces al morir
ella, solo tenía derecho a vivir dos años.
Pasados los dos años quise negociar con
la casera algún tipo de forma de pago que
no fuera hacer nuevo contrato, y me pidió
750€. La casa está para rehabilitar, no por
mí, sino porque al tener dos habitaciones
tenía la posibilidad de tener unos ingresos
para pagar. Pero de entrada yo no podía
pagar ese alquiler. Al final no llegamos a
un acuerdo, me ha llegado una denuncia,
juicio y el desahucio. Se ha suspendido y
estoy otra vez a la espera de otra citación”
(22 mujer esp).
19. 34 35
GRÁFICO 12.1 ESPACIOS COMPARTIDOS CON OTRAS PERSONAS
GRÁFICO 12.2 COMPARTE LOS GASTOS
De hecho, esta cifra (el 62%) podría
elevarse hasta superar el 70% puesto
que los seis casos de la categoría “otros”,
son situaciones que resumen formas de
soporte afectivo aún más importantes,
puesto que los gastos de alojamiento son
asumidos en su totalidad por personas
de su entorno afectivo. Estas son las
respuestas ofrecidas por los propios
entrevistados.
Es de notar que apenas un
12% consigue retener el alojamiento
apoyándose únicamente en las
prestaciones económicas que reciben,
ya sea mediante ayudas económicas,
o gracias al RMI o a la renta activa de
inserción.
Y por último, están quienes se muestran
autosuficientes y no tienen necesidad de
compartir gastos con nadie y que vienen
a ser la tercera parte de los usuarios del
programa.
Ahora bien, si ponemos en relación el
tipo de apoyo que sirve para afrontar
(compartir) los gastos de alojamiento, con
el tiempo que lleva viviendo cada persona
en la situación residencial actual que, no
lo olvidemos, implica un riesgo objetivo
de sinhogarismo, nos encontramos con el
panorama que resume el siguiente gráfico.
GRÁFICO 13. EVOLUCIÓN DEL APOYO A GASTOS DE ALOJAMIENTO
Digamosqueenloscasosdeaparición
reciente del riesgo, son relativamente
importantes los efectos de contención de
la red de protección social formal y de los
Servicios sociales, además de las relaciones
socialesdesoporteafectivoyrelacionaldela
persona afectada. En cambio, a medida que
el riesgo se hace estable o “crónico”, lo que
cuenta realmente es el capital relacional y la
capacidad para sobrevivir y salir adelante
sin ayuda de nadie. Los “supervivientes”
y los que cuentan con relaciones muy
sólidas, son los que consiguen estabilizarse
en la precariedad residencial, sin llegar a
caer en la calle, el efecto de los recursos
y prestaciones sociales formales tiene,
hoy por hoy, una capacidad de contención
temporalmente limitada.
A nuestro modo de ver refleja lo lejos que aún
estamos de considerar el derecho al techo
como una condición de carácter permanente
y sostenido que antecede como premisa a
cualquier intervención psico-social que pueda
llevarse a cabo, tal y como ocurre por ejemplo
en la filosofía de los programas orientados
desde el enfoque del “housing-first”. En el
fondo, seguimos considerando que el rol
de los servicios y entidades sociales como
sostenedores del alojamiento, ha de limitarse
temporalmente a cubrir un período concreto y
determinado.
Afortunadamente, en los últimos meses
se ha empezado a poner a disposición de
las entidades mediadoras para el alquiler
social, algunas unidades del parque de
vivienda pública de la Empresa Municipal de
Vivienda que se encontraban vacías, pero
sin embargo todavía estamos muy lejos de
asumir la filosofía “housing-first” que en
otros países ha demostrado ser la vía más
exitosa, rentable y eficiente para luchar
contra el sinhogarismo, tanto en términos
3
Cada uno de los tres grupos viene a estar integrado por unas 20 personas: 19, “Menos de un año”; 21, “Entre 1 y 5 años”; 20, “Más de 5 años”.
20. 36 37
de prevención como de erradicación.
Pensemos que hay infinidad de personas que
arrastran biografías complicadas, marcadas
por la vulnerabilidad a múltiples niveles, para
las cuales, una intervención preventiva y a
tiempo, puede marcar la diferencia entre una
vida socialmente integrada y llena de sentido,
o la existencia más marginal y miserable, con
todo el coste económico y el sufrimiento social y
personal que ello conlleva, tal y como se refleja
en este breve diálogo:
E: “y ¿cómo te enteraste de que existía
Provivienda?”
02: “Pues por mediación de G. [compañera
de piso-amiga] porque ella entró a vivir en el
piso antes que yo y entonces yo, como iba al
psiquiatra por aquel entonces… Yo con mis
hijos no podía llevar ninguna relación, de hecho
tengo problemas con mi hijo, el pequeño, que
es insoportable vivir con él. Y entonces el Dr.
P. me hizo un papel de que yo necesitaba
salir de la casa de mi madre, que era propia,
y entonces gracias a eso entré a Provivienda,
en el programa de Provivienda” (04)
Antes de vivir en donde se
encuentran, las personas vienen de residir
en otras circunstancias, normalmente menos
precarias, que andando el tiempo se volvieron
insostenibles, como por ejemplo ocurrió en el
siguiente caso:
Son estas trayectorias de alojamiento
precario y sometido a enormes riesgos, las
que se reflejan en el siguiente gráfico, donde
se compara las respuestas a las preguntas
por el alojamiento actual y el que tuvieron
anteriormente.
ITINERARIO RESIDENCIAL
GRÁFICO 14. SITUACIÓN DE ALOJAMIENTO ANTES Y AHORA
Quizás el aspecto más distintivo
entre el antes y el ahora, sea el incremento
de las personas que residen en
alojamientos con supervisión profesional.
Este tipo de casos prácticamente se
multiplican por tres, y reúnen trayectarias
como por ejemplo la de este varón
español: “Estaba viviendo con mi madre
E: “Cuando estabais viviendo en Usera,
tuvisteis que cambiar de piso porque el casero
os subía el alquiler.”
R: “Nos subía el alquiler porque el contrato
ya expiraba a los 5 años. Y luego él tenía
un derecho a la revisión y nos incrementó el
precio del alquiler. Nosotros, a lo mejor los
compañeros quizás podían o no, pero yo, ni
con el incremento, ni sin incremento. Yo no
podía porque me quedaba sin ningún tipo de
ingreso. Estaba esperando el RMI.” (08 varón
esp)
21. 38 39
GRÁFICO 15. ALOJAMIENTO ACTUAL (OTROS)
y la tuve que ingresar en una residencia.
Y ella tiene una buena pensión, pero todo
lo que tenía de pensión se lo quedaba
la residencia que era concertada. Pero a
mí ya no me dejaron seguir en el piso, o
sea, yo en ese momento no tenía empleo,
con lo cual tuvieron que venir asistentes
sociales y se hicieron un poco cargo de
mí. Primero estuve un periodo de tiempo,
cerca de un mes, de una pensión en otra,
que me lo pagaban y tal y… a raíz de ahí,
me ofrecieron el piso con Provivienda, en
el programa de Provivienda, de unos 6
meses...” (08); o la de estas dos mujeres
españolas: “Hemos estado alquiladas en
varios sitios. Antes de estar alquiladas en
Provivienda hemos estado alquiladas en
varios sitios ella (una amiga) y yo. Pero
que no nos llegaba. O pagábamos el
mes, o teníamos que ir a parroquias para
que nos dieran vales para comidas, o sea
horroroso…” (04)
En cuanto a la categoría residual “Otros”,
para la que se ha consignado la respuesta
en detalle, nos encontramos con un
abanico de situaciones que reflejan la
muy precaria situación residencial de
nuestros usuarios, tal y como se puede
apreciar en la lista siguiente:
En la tabla que sigue, hemos
reflejado la evolución más reciente de
la situación residencial de nuestros
usuarios. Leída en sentido horizontal,
nos indica cómo se han distribuido cada
una de las personas que anteriormente
vivían… En “piso o casa propia”, “piso o
casa en alquiler”, etc. Si leemos la tabla
en sentido vertical, las cifras nos indican
el origen residencial anterior de la
categoría que figura encabezando cada
columna.
El limitado número de casos de
observación con los que contamos hasta el
momento, no nos permite distinguir ninguna
pauta típica pero en cambio sí que nos permite
constatar empíricamente que estamos ante una
realidad enormemente cambiante y variada, tal
y como la reflejan las múltiples trayectorias y
transiciones de una situación residencial a otra
que muestra la heterogénea y plural distribución
de las cifras a lo largo y ancho de la tabla. Esto
nos tendría que volver enormemente cautelosos
antesdeaventurarpronósticossobrelacondición
atípica o “crónica” de las personas excluidas.
Pero podemos profundizar algo más en
la evolución del apoyo al alojamiento
si comparamos con quien comparte
actualmente los gastos con la situación
anterior (ver gráfico sig.) En este punto
se aprecia fácilmente cómo la pareja y los
familiares, ceden el paso a los amigos y
los desconocidos, por no hablar del hecho
de haber tenido que recurrir mucho más a
los apoyos sociales formales, de manera
que es la condición de asistido por los
Servicios Sociales o por Asociaciones
especializadas en estos temas la que,
inevitablemente -siguiendo la visión de
Simmel-, hace aparecer la conciencia de
“ser pobre” y necesitado de ayuda.
TABLA 7. EVOLUCIÓN RECIENTE DE LA SITUACIÓN RESIDENCIAL
GRÁFICO 16. GASTOS ALOJAMIENTO (%)
22. 40 41
En la tabla anterior se pueden observar, desde
los cambios para intentar mejorar el alojamiento,
o por razones de trabajo, hasta los casos de
violencia de género y maltrato, pasando por
quienes se encontraban viviendo en edificios
ruinosos y en mal estado, o alojados como
inquilinos por caseros poco fiables o como
contraprestación por cuidados a personas
mayores y dependientes. Aunque quizás de
todo el abanico de situaciones que llevan al
deterioro del alojamiento, quizás las más difíciles
de asumir sean aquellas que tienen que ver con
la finalización de un período de estancia limitado
dentro de una institución de acogida o como
resultadodeunprogramasocialqueseextingue,
modifica sus criterios o pone fin a la prestación,
sin que medie la voluntad de abandonarlo por
parte de la persona atendida. Así se refleja en
el siguiente testimonio, recogido en una de las
entrevistas:
Alaluzdeestosdatos,resultaevidente,
el laborioso proceso de reconstrucción del
capitalsocialquesigueacadapasoqueseda
enelprocesodedeteriorodelaidentidadque
conocemos como exclusión social. Lo cual
viene a abundar en la utilidad de implantar
programas de apoyo y soporte que traten de
activar la malla de relaciones sociales de las
personas en riesgo de exclusión residencial.
De hecho, los motivos que llevan a cambiar
de alojamiento en esta última etapa tienen
que ver sobre todo con las dificultades
económicas que se resumen en impagos
(22%) o desahucios (7%), así como en
el deterioro de las redes afectivas que se
refleja en los problemas familiares (8,5%),
los problemas de convivencia (7%), de los
amigos (2%) o de salud (2%).
GRÁFICO 17. MOTIVO CAMBIO DE ALOJAMIENTO (%)
De todos modos, la complejidad de las
situaciones que se dan cita en las biografías
de personas en riesgo de exclusión, hace
que la categoría “Otros” que se ofrecía como
cajón desastre termine por acumular más
de la mitad de las explicaciones que ofrecen
los usuarios del programa para explicar su
último cambio de alojamiento. A continuación
ofrecemos la lista de motivos tal y como han
sido recogidos textualmente.
TABLA 8. PRINCIPAL MOTIVO CAMBIO ALOJAMIENTO
E: “Y como conociste a Provivienda?”
06: “Pues, todo viene por lo que viene…Pues los
conocí por suerte y mala suerte. Suerte, porque
si no estoy ahora en un albergue, es porque estoy
en Provivienda; y la mala suerte de que se me
iba a caer la buhardilla. Estuvo a punto de caerse
y llegaron urgentemente para desalojarnos y nos
llevaron al Samur Social a dormir esa noche. Y
de ahí nos derivaron a los Servicios Sociales
y de ahí a Provivienda. Primero en un sistema
de pisos de acogida que era, digamos, gratuito,
que no teníamos que pagar alquiler, todo lo
subvencionaba Provivienda. Pero eso duraba
máximo 6 meses. A los 6 meses te vas o te vas,
ellos te buscan algo o te lo buscas tú… son 6
meses que no hay más”
E: “Y la persona que no pudo pagar y se fue (del
piso compartido de Provivienda) donde está?”
P: “En un albergue. Ahí no hay tu tía… El que
no puede pagar, se va a un albergue, o se
va donde quiera, pero ahí no hay… Además
nos lo dejaron bien claro: que ellos no son las
hermanitas de la Caridad. Hombre, que ellos
tratabandebuscarteunalojamientoeconómico
y tal, y que te hacían un seguimiento…En fin,
más bien un apoyo moral, más bien…Pues
eso está bien” (06)
23. 42 43
Como es fácil de suponer, la gran
mayoría de los participantes en nuestro
programa se encontraban desempleados
(87%) y aunque en general, los testimonios
recogidos nos hablan de trayectorias
laborales marcadas por la inestabilidad que
no han permitido organizar una identidad
profesional como trabajador (“Cuando yo
vivía en [un barrio de Madrid], trabajaba de
prostituta /…/ Ahora me encuentro trabajando
cuatro horas a la semana sin seguro ni
nada, y muy poco. Cinco euros la hora.
Todos mis trabajos han sido sin contrato
hasta el día de hoy” mujer inm), también hay
ejemplos que muestran un pasado laboral
bien definido profesionalmente, pero que se
ha visto marcado por cierres empresariales,
reestructuraciones y en general por todo lo
que contribuye a introducir precariedad laboral
en determinados sectores: “lamentablemente
en España la situación está muy mala y hay
muy poco trabajo, y a pesar de estar bien
preparado. He trabajado muchos años en un
banco, y no he tenido suerte para conseguir
empleo. Busco empleo sobre todo por internet,
pero encuentro muchas trabas sobre todo por
el 81 % de discapacidad que tengo” (10 varón
inm). O bien, este otro ejemplo:
El hecho es que de entre todas las personas
participantes en el programa IPSO, apenas
una sexta parte están trabajando de alguna
forma, ya sea con contrato (8%) o sin él (5%).
E: ¿Dónde estuviste trabajando? ¿y durante
cuantos años?
06: En SINTEL, y estuve 15 años. Venía de
estar en Alcatel que era de la misma rama, de
telefonía. Estuve 6, era instalador de centrales
telefónicas y la empresa se fue a pique.
Dieron indemnizaciones al primero que se iba
porque los 2.000 ó 3.000 que se quedaron no
han visto un duro están esperando el fondo
salarial por esperar, esperar…Y de allí ya
se acabó el trabajo. Estuve trabajando para
la Comunidad pintando siete, ocho meses y
algunos trabajillos así, esporádicos, de dos o
tres meses, pero ¡bah!, poca cosa (06)
SITUACIÓN LABORAL Y DE INGRESOS
GRÁFICO 18. SITUACIÓN LABORAL (%)
Entre los que alguna vez han trabajado
de modo más o menos formal, al menos
la cuarta parte lo han hecho siempre sin
contrato (“Sin contrato sin papeles ni nada.
Un trabajo de vigilante de obra. El fin de mes
te dan seiscientos, quinientos, por ahí…. 09
Varón inm). Del resto son mayoría (46%) los
que hace más de tres años que no trabajan
regularmente, con contrato; lo que parece
reflejar el deterioro de las condiciones
laborales como consecuencia de la crisis que
se inicia en el año 2007 y que ha convertido
casi en un milagro la consecución de un
contrato de trabajo: “Anteriormente estuve
trabajando como interina en el Ministerio
de …. Entonces yo tenía trabajo; lo más…
quince días y me volvían a llamar. Pero
luego sacaron la renovación de la bolsa,
no me enteré y no entré. De todas maneras
llevaba como año y pico en la bolsa anterior
y no me llamaban” (mujer esp); “He logrado
salir de los baches siempre trabajando. Es
que antes no es lo mismo que ahora. Es que
antes hacía así y me salían cuatro trabajos, y
tenía mi móvil y todo. Y entonces les daba mi
número y me llamaban, pero es que ahora te
tiras 40 años buscando y no lo encuentras”
(14 varón esp).
Aunque el impacto de la crisis se deja
sentir no sólo en la reducción de empleo
formal, con contrato, sino que también
escasean las “chapuzas”, los trabajillos
informales que han permitido salir adelante a
mucha gente: “La crisis, yo la he notado en
todo, en hacer la compra. En que yo antes
me buscaba un extra mensual de 150 euros,
o bien de mozo o bien de eso, lo que se le
llama economía sumergida. Pero en todos
los países existe eso, ¿no? La gente, antes
te decían: ‘¡Oye!, ayuda a ese a llevar eso’.
Y ahora lo hacen ellos mismos. La gente que
compra el mueble y que se lo llevaras, ahora
lo hacen ellos porque no pueden gastarse
esos 100 ó 200 que antes pagaban a 4 ó 5
mozos por ayudarles a vaciar el piso” (Grupo)
O bien, esta otra intervención durante el
mismo grupo de discusión de personas en
riesgo: “yo antes daba clases particulares
y ahora es que no me llaman casi nada. O
sea, yo pongo… antes ponía cartelitos para
dar clases particulares a niños y lo que fuera,
pero es que ahora no me llama nadie. Es que
TABLA 9. AÑOS HACE TRABAJÓ CON CONTRATO LABORAL
24. 44 45
no me llama prácticamente nadie, o sea, es
una cosa increíble. Es que yo antes notaba
que sí que me llamaba gente, bastante, pero
de un tiempo a esta parte es que ¡no te llama
ni dios!”.
Y, claro está, también en este capítulo es
crucial la importancia de las relaciones
y el capital social disponible, tal y como
queda reflejado en el siguiente gráfico. Los
amigos (33%), esto es, el boca o boca de los
conocidos (junto con la familia (5%) son más
eficaces que las agencias oficiales (8%) o
las entidades sociales (15%) para encontrar
un trabajo que permita salir adelante aunque
sea en condiciones precarias e irregulares
(“¡joer!, estoy esperando a que me llamen
para un curso desde que me dieron de
baja en el trabajo. Desde el 2008 estoy
esperando para el cursillo. Me he apuntado
a cinco cursillos, uno de ellos de ordenador;
me llamaron me dijeron que no hay plazas,
y hasta hoy. Desde el 2008 me he apuntado
para bolsa de empleo del INEM, para
jardinería, de peón…y no hay manera. Que
haya bolsa de empleo también en los SS. SS.
y no solo en el INEM” 15) . Pensemos que
muchos de los que dicen haberlo encontrado
“por su cuenta”, muy probablemente reflejan
este recurso a fuentes de información y
referencia personales. El aislamiento y la
incomunicación vuelven a ser el enemigo a
batir cuando se trabaja a favor de la inserción
social de estas personas.
GRÁFICO 19. CÓMO ENCONTRÓ ULTIMO TRABAJO
Y no obstante, a pesar de que la
experiencia acumulada indica la mayor
eficacia de las redes de contactos
personales, en estos momentos, las
personas que fueron entrevistadas, están
utilizando sobre todo las vías formales de
búsqueda de empleo, ya sea el INEM (22%)
o alguna asociación (25%). Lo que parece
ser un reflejo del deterior de su malla
relacional, ya que apenas la quinta parte
lo buscan a través de amigos o conocidos
y nadie cuenta con ayuda de familiares.
En todos estos casos, se trata de vías
complementarias al intento de buscarse la
vida por sí mismo (“por mi cuenta”), lo que
vienen a afirmar casi las dos terceras partes;
el tercio restante ya no busca trabajo, bien
sea porque ha tirado la toalla, porque ya
está jubilado, se encuentra realizando un
curso en el INEM o porque justo acaba
de firmar un contrato temporal (hay una
persona en cada uno de estos casos).
TABLA 10. CÓMO BUSCA EN ESTOS MOMENTOS TRABAJO
De todas formas la confianza en el
papel delas asociaciones y entidades sociales,
es sólo relativa (ver gráfico sig.) y apenas
engloba sin matices a una tercera parte de las
personas en riesgo de sinhogarismo captadas
por el programa, el resto o bien considera
que puede ser útil “a veces” (35%) o No sabe
(8%) mientras el 25% dice no creer en su
utilidad (“Sí que alguna vez me han puesto
directamente en contacto con la agencia
de empleo de Goya para que me dieran un
trabajo pero en ese momento yo estaba con
otro empleo. Empresarios o gente conocida
que me pudieran echar una mano, conozco
muchísima gente, pero a la hora de la verdad
nadie te echa una mano. Todo el mundo
tiene sus problemas y pasan. Yo estoy muy
desencantada” 21 mujer esp). Esta mezcla de
escepticismo y desesperación lleva a alguna
persona a decir cosas como las siguientes: “Me
dan ganas de escribir una carta al presidente
del gobierno o al rey. Y mandarle una foto de
mi niño y decirles que solo quiero un trabajo,
aunque sea recogiendo chicles del suelo. Solo
quiero una casa y un trabajo para estar con mi
hijo” 14 varón esp)… Una casa y un trabajo.
GRÁFICO 20. UTILIDAD APOYO PROGRAMAS EMPLEO Y ASOCIACIONES
25. 46 47
De todos modos, se disponga o no
de un empleo y, como consecuencia, de un
salario, no hay nadie que pueda subsistir sin
contar con algunos ingresos mínimos, por
muy escasos e irregulares que sean. Entre
nuestros entrevistados, nos encontramos con
un abanico de situaciones que van desde los
tres casos que dicen no contar con ingresos
en este momento, al de una persona que
afirma ganar 1.200€ al mes. El resultado es
una media de ingresos situada en 407,3 €.
Muy poco ciertamente para vivir en una ciudad
como Madrid. A la luz de los datos generales
(ver tabla sig.), parece obvio que el tramo
modal se sitúa en torno a los ingresos que
representa actualmente la Renta Mínima de
Inserción en la Comunidad de Madrid, situada
en 375 €.
INGRESOS
TABLA 11. INGRESOS TOTALES MENSUALES
De hecho (ver gráfico sig.), el 43% de
estas personas cobra la RMI que se constituye
así en la fuente principal de ingresos (“Hago
frente a los gastos a través de lo que percibo
de la RMI, de SS SS y de unos trabajillos que
hago eventualmente por mi cuenta, unas
clases particulares y algunas cosillas por ahí.
Llevo cobrando la RMI desde que llevo en este
alojamiento” (12 mujer esp), seguida de los
trabajos puntuales o chapuzas (27%), la Renta
Activa de Inserción o subsidio de desempleo
que se cobra cuando se ha perdido el derecho
a seguir cobrando la prestación contributiva
por desempleo (13%) y las pensiones de
baja cuantía (12%). Con lo que el proceso de
deterioro económico, va acelerándose a medida
que se alcanzan los niveles prestacionales más
bajos, cuando la capacidad adquisitiva se vuelve
mínima: “En el 2008 cobré el paro. Y en el 2010
empecé a cobrar el PRODI. Cuando empecé a
cobrar el prodi tuve que irme a una habitación
pues la pensión era muy cara y no podía.
Cuando se acabó el prodi, estuve 6 meses sin
poderle pagar a la dueña de la casa. Y entonces
4 Ingreso Madrileño de Integración. Antecedente de la RMI, o Renta Mínima de Inserción.
tuve que tirar de un dinero que realmente no
era mío, que era un plan de pensiones para mi
jubilación. Y me lo tuve que gastar para pagar la
casa, mientras a mí se me arreglaba el tema del
RMI.” (15 varón esp). El PRODI al que se refiere
este entrevistado, es el programa temporal de
protección por desempleo e inserción puesto
en marcha por el anterior gobierno, que permite
cobrar 426€ por un único período de seis meses
cuando ya se ha agotado el derecho a recibir la
prestación o el subsidio por desempleo.
Ese era también el caso relatado por este otro
entrevistado: “El paro, tuve dos años cuando salí
de la empresa. Se me acabó el dinero, mi madre
vivía. Pues mientras mi madre vivía, pues tenía
casa. Mi madre murió y yo como he sido muy
“viva la virgen” y no he sabido decir…, estirar el
dinero; me lo he fundido muy rápido. Al punto
de que no tenía para pagar un piso, ¿sabes? Yo
he estado ahí en pensiones ocho años que me
lo ha pagado mi madre…Y de la pensión… al
albergue porque ya no tenía dinero para pagar
la pensión” /…/ “Yo he cobrao ahora esta ayuda
para mayores de cincuenta y dos años, que son
426 euros. Eso es lo que me mantiene. Con
426 euros, paga piso compartido, luz, agua, y
ya tienes ahí los 300 euros. Y eso que es un
piso de los más baratitos… Me lo han cogido
ahí, porque tenía una ayuda económica y
tal; en otro piso se nos ponía a ochocientos
euros y pico, entonces dijeron (Provivienda):
‘Venga, vamos a este barrio, no es la misma
calidad, pero vais a pagar menos’.” (06 varón
esp). Con todo, incluso siendo muy bajos,
estos pequeños ingresos mensuales, pueden
constituir la clave para poder realizar un trabajo
de acompañamiento y contención, como el que
relataba este entrevistado que estaban llevando
a cabo con él desde Provivienda”. Lo mismo
ocurre, aunque con otros matices, en este otro
testimonio recogido:
Del mismo modo, por lo que se refiere a la
renta mínima de inserción, hay que tener en
cuenta que la cuantía de la RMI que se recibe
en Madrid, está entre las más bajas de España
(es poco más de la mitad de la que se ofrece
en el País Vasco) siendo uno de los lugares
donde la vida resulta más cara, de modo que
sólo en parte puede contener el riesgo de verse
sin techo: “Me queda irme a una habitación,
pagándomelo con el RMI los 300€ que cuesta.
La RMI son 375. Para mi mujer van 50, para
los libros o para…Que me quedo sin un duro.
Aunque ella tiene razón, porque se ha gastado
200 en los libros, eso y la ropa y…Claro, no
le voy a decir que no se lo doy…, pues se lo
doy” (14 varón esp). Esta escasa cuantía, sobre
todo cuando hablamos de un adulto solo, no da
para mantenerse a flote, sino que más bien sirve
para introducir a los perceptores en el circuito
de “los necesitados de ayuda”: “Nada, ya te
digo, yo empecé con el IMI y ¡bua! He estado
en comedores sociales, en cantidad de ellos.
Estuve en Martinez Campos… estuve como un
par de años yendo. Llevo mucho tiempo ya sin
trabajo, entonces…. He estado… Ahora estoy
“Vivo en C. [un barrio] desde hace un año, en
un piso alquilado por intermediación de un
piso de Provivienda.
E: ¿Y cómo haces frentes a los gastos de
alojamiento?
Mis ingresos son el subsidio de desempleo
de 426 euros y la verdad, eh…la pensión de
alimentos que me pasa el papá por el niño
pequeño que tengo en casa” (05)