Estudio de la Primera serie de los Episodios Nacionales referido a la Antología comentada por Rafael del Moral y publicada en Marenostrum, Madrid, 2003.
Introducción a la Primera Serie de los Episodios Nacionales
1. EPISODIOS
NACIONALES
Primera Serie
Benito Pérez Galdós
ANTOLOGÍA
COMENTADA
Edición de
Rafael del Moral
L
a Guía de lectura de la Primera Serie de los Episodios Nacionales analiza los diez
títulos como si de una única obra su tratase. No está concebida para sustituir la lec-
tura individual de cada uno de ellos, sino para exponerlos con la cohesión que el
autor le quiso dar. Se facilita así el acceso y la comprensión a aquellos estudiantes y
estudiosos que alguna vez en su vida se acercaron a algún Episodio aislado, pero no leyeron los
otros. Y también se dirige a quienes, faltos de tiempo, quieren concentrarse solo en uno de ellos
y eludir los demás, o simplemente desean hacerse con una visión global del conjunto.
La guía de lectura de los Episodios nacionales de la Primera serie está pensada a
modo de antología comentada, o antología cronológica, que permite seguir las historias con es-
pecial concentración en las páginas más brillantes o más significativas del conjunto. Ofrece
además una visión más rápida que la lectura individual. Se facilita así el estudio a los historiado-
res, y también, y sobre todo, a los profesores y alumnos de literatura que cuentan con Benito
Pérez Galdós en sus programas. Quedan dispuestos y ordenados en su contexto los pasajes
más significativos de la colección.
La visión se completa con cuadros sinópticos de cada una de las obras, que tantas ve-
ces han sido publicadas como independientes, y un índice de personajes históricos y de ficción.
1
2. Introducción
I. El autor y su obra: publicación
II. La ambientación
III. La historia y los episodios
1. Trafalgar, 2. La Corte de Carlos IV, 3. El 19 de marzo y el
2 de mayo, 4. Bailén, 5. Napoleón en Chamartín, 6. Zarago-
za, 7. Gerona, 8. Cádiz, 9. Juan Martín, El Empecinado, 10.
La batalla de Arapiles, 11. Los episodios sin Episodio.
IV. Argumentos de ficción
V. El narrador: la perspectiva.
VI. Personajes históricos y personajes de ficción
1. Trafalgar, 2. La Corte de Carlos IV, 3. El 19 de marzo y el
2 de mayo, 4. Bailén, 5. Napoleón en Chamartín, 6. Zarago-
za, 7. Gerona, 8. Cádiz, 9. Juan Martín, El Empecinado, 10.
La batalla de Arapiles.
VII. Lugares de acción
VIII. Los temas
Nuestra edición
Bibliografía fundamental
1. Trafalgar
1.1. Antecedentes. (I al VIII)
1.2. El combate naval (IX al XVI)
1.3 El desenlace (XVII)
1.4. Una mirada objetiva y sentimental
2. La corte de Carlos IV
2.1. La historia
2.2. El narrador
2.3. La corte: Lesbia y Amaranta
2.4. Amor y celos en la corte
2.5. El honor y el ascenso social
2.6. La filiación de Inés
1
3. ÍNDICE
2.7. La Iglesia
2.8. El historiador, el novelista y los ambientes.
3. El 19 de marzo y el 2 de mayo
3.1. Historia y ficción
3.2. El motín de Aranjuez (I al XIV)
3.3. Rebelión popular en Madrid (XIV al XXXIV)
3.4. El narrador y su oficio
4. Bailén
4.1. El desenlace del 2 de mayo y la transición novelesca (I al V)
4.2. De Madrid a Córdoba (V al VIII)
4.3. En Córdoba, visita a Amaranta y a Inés (XI al XIV)
4.4. La batalla de Bailén (XV al XVII)
4.5. Tras la batalla (XXX al XXXIV)
5. Napoleón en Chamartín
5.1. La ciudad que espera a Napoleón (I al XII)
5.2. La ciudad que se defiende de Napoleón (XIII al XVII)
5.3. En la corte, intrigas de amor y de palacio (XXI al XXX)
5.4. Sobre los ambientes y la unidad narrativa.
6. Zaragoza
6.1. Continuidad argumental y llegada a Zaragoza (I al V)
6.2. La férrea defensa de la ciudad y tierna historia de Agustín y
Mariquilla (V al XXV)
6.3. La rendición (XXVI al XXX)
6.4. La observación de los hechos y el lector
7. Gerona
7.1. Hacia el asedio (I al IV)
7.2. El sitio de Gerona V al XIX)
7.3. Tras la rendición (XX al XXVII)
7.4. Epílogo (XXVII y XXVIII)
2
4. ÍNDICE
7.5. El episodio en la serie
8. Cádiz
8.1. Lord Gray y don Pedro (I al VII)
8.2. Las cortes de Cádiz inician sus sesiones (VIII al X)
8.3. Asunción, Presentación e Inés (XI al XVII)
8.4. Las sesiones parlamentarias (XVIII al XX)
8.5. Intrigas finales (XXI al XXXV)
8.6. El Episodio y la historia
9. Juan Martín “El Empecinado”
9.1. Guerrilleros y guerrillas (I al VII)
9.2. Luchas eternas y batallas internas (VIII al XIV)
9.3. Prisionero de los franceses (XV al XXIII)
9.4. En busca de Inés hacia Cifuentes (XXIV al XXVIII)
9.5. De nuevo con la guerrilla de Juan Martín. El final de Trijue-
que (XXIX al XXX)
10. La batalla de los Arapiles
10.1. Desde las guerrillas hacia el ejército de las tropas aliadas (I
al V)
10.2. Miss Fly, el personaje del episodio (VI al IX)
10.3. Un espía para el ejército francés de Salamanca (X al XXII)
10.4. Fin de la misión. La batalla de los Arapiles (XXIII al XXXIII)
10.5. Recuperación de las heridas. Los desenlaces (XXXIV al XL)
Índice de personajes históricos y de ficción
Fichas de datos esenciales
3
5. Introducción
L
as diez primeras novelas de la extensa serie de los Episodios Nacio-
nales forman, entre ellas, una sola, mantienen la continuidad. La
unión, la cohesión, se establece mediante dos vínculos, el histórico
y el novelesco.
En la dimensión histórica la serie se inicia con una batalla, la de Tra-
falgar (otoño de 1805), y se cierra con otra, la de Arapiles (verano de
1812). La primera es una derrota frente a los ingleses y la última una victo-
ria frente a los franceses. En la primera los franceses son los aliados de los
españoles, y los ingleses enemigos; y en la última se han trucado las coali-
ciones, ahora son aliados los ingleses y contrarios los franceses. ¿Qué ha
ocurrido para una transformación tan singular? Galdós no lo explica como lo
haría un libro de historia, sino con una visión que entra, con mucha más
ambición, en el alma del país, en los sentimientos íntimos de los gobernan-
tes, en las emociones, patrióticas o no, de los militares, en la cotidianeidad
de las familias acomodadas y de las humildes, en los personajes más diver-
sos de la sociedad, desde todos los ámbitos, desde todos los niveles, desde
todos los pensamientos, y en el alma de unos cuantos de ellos que si no
fueron fielmente protagonistas con nombre de la historia, bien hubieran po-
dido serlo.
Se desplaza el lector, por tanto, a lo largo de los diez títulos por un
periodo histórico que transforma el país, que lo convulsiona, que obliga sus
gentes a tomar partido frente a los acontecimientos porque la política ex-
pansionista de Napoleón incluye a España entre sus objetivos. Sus proyec-
tos convulsionan al país. ¿Cuáles son los acontecimientos históricos que
condicionaron esa transformación? De manera esquemática y esencial, aun-
que estos hechos no son los únicos, los asuntos se concentran en el motín
de El Escorial (La corte de Carlos IV), en el que una lucha interna intenta
hacerse con el poder; en las rebeliones populares contra el primer ministro
Godoy, llamado motín de Aranjuez y contra el poder militar francés en Ma-
drid (El diecinueve de marzo y el dos de mayo); en la primera victoria co-
ntra los franceses (Bailén); en los refuerzos franceses para acallar la insu-
rrección (Napoleón en Chamartín); en la defensa de dos ciudades sitiadas
(Zaragoza y Gerona); en la iniciativa nacional para reconstituir el país desde
los principios liberales de convivencia con la redacción de una constitución
(Cádiz); en las luchas de guerrillas contra los franceses (Juan Martín el Em-
pecinado) y en la victoria final (La batalla de los Arapiles).
4
6. La llamada guerra de la Independencia, las luchas, populares o no,
que se encaminan a expulsar de España a los franceses y recuperar la di-
nastía monárquica, las acciones que la historia recoge con ese título se ini-
cian con el rechazo espontáneo de los madrileños el dos de mayo de 1808,
y finalizan con el regreso de Fernando VII en 1814. Pero Galdós no conside-
ra fundamentales esas fechas. Con una visión más amplia, da inicio al co-
mienzo de los males unos años antes, en 1805, y pone fin en la batalla de
Arapiles, aunque faltaban aún dos años antes de la recuperación de la nor-
malidad, si se le puede llamar normalidad al gobierno absolutista de Fer-
nando VII.
Los periodos para Galdós son, por tanto, diferentes a las divisiones de
los historiadores. Sus fechas no vienen marcadas por los gobiernos o los
reyes, sino por la situación que viven las gentes, el pueblo, que es lo que al
narrador le interesa. De esta manera el inicio es una batalla naval que no
afecta directamente a la población. Aunque un horrible desastre, Trafalgar
es casi anecdótico frente a lo que se avecina. Bien hubiera podido iniciarse
la serie con La corte de Carlos IV, un episodio sin más tragedia que la de los
sentimientos de los personajes, un relato de la vida cotidiana, una ambien-
tación de la vida anterior al inicio de las hostilidades. Tampoco se muestra
el autor interesado por poner el final en las fechas que señalan los historia-
dores. La batalla de los Arapiles marca el cambio de signo, el del regreso al
antiguo régimen, como Trafalgar anunciaba la tragedia, por eso se queda
ahí.
El lector de la primera serie de los Episodios Nacionales descubre, si
los ignora, los hecho históricos, pero añade a ellos la intrahistoria, la vida
del pueblo, la variada y rica historia de los sentimientos, de las emociones,
de las sensaciones, de la indiferencia, de la necesidad de tomar partido, de
la acción, de los afortunados que dejan de serlo y de los desafortunados
que topan, sin querer, con una especial fortuna.
Galdós escribía con ganas y sin límites, y con una excepcional habili-
dad para tejer argumentos. La unidad de la amplia novela sin título que es
la Primera Serie de los Episodios Nacionales la establece un gran argumen-
to, el del conflicto que vive España entre 1805 y 1812, y un pequeño, pero
sólido guión, el de los logros sociales (y también amorosos, según los lecto-
res) de ese muchacho nacido en Cádiz, Gabriel, que con su esfuerzo consi-
gue un mundo colmado de felicidad, el máximo que puede desear cualquier
ciudadano de origen humilde. Esa gran novela en pequeñas novelas ya la
había experimentado Galdós en Las novelas de Torquemada1, a las que pu-
so títulos parciales que las unificaban, y también en Fortunata y Jacinta,
1
Torquemada en la hoguera, Torquemada en la Cruz, Torquemada en el purgatorio, Torquemada y San
Pedro
5
7. donde establece una dependencia entre las cuatro partes que la componen,
pero también le otorga una independencia, en ambientes, en contenidos y
en argumentos, a cada una de ellas. Aquí también permite la individualidad
respetando el conjunto. Cada episodio cuenta con su propio testimonio, con
su propia acción que se inicia y termina en sí misma, con sus propios per-
sonajes que evolucionan, que entran en peligro y que resuelven el conflicto,
y que, en la mayoría de los casos, dejan de ser, mueran o no, en el desa-
rrollo de la ficción. Pero unos cuantos personajes están conectados con ma-
yor o menor intensidad. Algunos, entre los que sobresalen los cuatro que
constituyen el armazón de la historia novelesca, aparecen y desaparecen,
se dejan querer, admirar por el lector que queda entusiasmado con sus vi-
das y con lo que va a ser de ellas. Estos cuatro principales que encadenan
las diez novelas son: Gabriel, Inés, Amaranta y Santorcaz. A veces la emo-
ción es máxima, como en el paso de El 19 de marzo y el 2 de mayo a Bai-
lén, y otras veces la continuidad es mínima como en la transición entre Ge-
rona y Cádiz.
Veremos, con Galdós, la historia, la intrahistoria y a nuestros perso-
najes en cada uno de aquellos momentos que marcaron el desarrollo de los
tiempos.
I. El autor 2 y su obra: publicación
Benito Pérez Galdós (Las Palmas, Islas Canarias, 1843 – Madrid, 1920) pu-
blicó los diez primeros títulos de sus cuarenta y seis episodios entre los
años 1873 y 1875. El autor del primero de ellos tenía, por tanto, treinta
años. Y al autor del último, el cuadragésimo sexto, tras casi cuarenta años
de labor continua a sus espaldas, no le quedaban, en 1912, sino sus últimos
años de vida salpicados de conflictos, entre ellos la ceguera. Al mismo tiem-
po que escribía esta amplísima colección de novela y de historia, Galdós
redactó la parte principal de su obra narrativa y teatral, algunas de ellas
fueron novelas tan densas y extensas como toda la Primera Serie de los
Episodios. Alterna así el autor la novela histórica con la de ambientación
contemporánea. Difícilmente encontramos a escritores tan prolíficos, tan
acendrados, tan capaces de someterse a esa disciplina que facilita una pro-
ducción tan extensa, tan capaz de llegar a tanto y tantos, a la pintura de
tan variado mosaico de ambientes y sentimientos.
Su primer acercamiento a la novela, antes incluso que los Episodios,
es también histórico, La fontana de oro. La ambientación pertenece a los
años 1820–1823, época del trienio liberal que después volvería a novelar.
Aquello era el antecedente de su posterior dedicación. El desarrollo no es
meramente narrativo, de imaginación, sino también, y sobre todo, investi-
2
Información más detallada en el número 2 de esta colección Clásicos Marenostrum.
6
8. gador. Se documenta sobre todos los asuntos que describe, y los encaja en
la ficción. No se limita a la fuentes oficiales, sino a todas aquellas que con-
tribuyen al esclarecimiento.
II. La ambientación
Con extrema rigurosidad, con esperado respeto a la época, sin menoscabo
alguno de firmeza, Galdós localiza sus diez relatos entre 1805, un poco an-
tes de la batalla de Trafalgar, y julio de 1812, unos días después de la bata-
lla de Arapiles. Exactamente entre esas fechas y en los lugares donde se
desarrollan los acontecimientos que recrea, que son a su vez los más signi-
ficativos de la guerra de la Independencia. Pero no solo en ellos, ni siquiera
fundamentalmente en ellos. Las páginas que recogen la vida cotidiana de,
pongamos por caso, la clase aristocrática de Cádiz, la clase media acomo-
dada, las tertulias, las calles, las tabernas y otros ambientes son más nu-
merosas que las históricas. Y aunque no prescinde de sus protagonistas, el
lector entra en todo tipo de ambientes, desde los que tienen asignado el
gobierno de la nación, hasta los más humildes y pintorescos, hasta esos
vendedores ambulantes que prácticamente hacen su vida en la calle. He
aquí algunos de los descritos:
Ambiente Episodio Razones y observaciones
El narrador llega allí a demanda de la con-
Corte de Carlos La corte de Car- desa Amaranta. Descubre el lector cómo los
IV en El Escorial los IV responsables abandonan sus labores de
gobierno.
Palacio de Godoy El 19 de marzo y Dar cuenta del famoso motín. Descripción
en Aranjuez. el 2 de mayo de los mínimos detalles del palacio.
El poder francés ha reorganizado a sus
Corte de Napo- Napoleón en
mandos. Cuenta con sus partidarios entre
león en El Pardo Chamartín
la nobleza.
Casa de clase
Trafalgar Familia de don Alonso Cisniega
media acomodada
Familia de clase La corte La de la supuesta madre de Inés, modista
humilde de Carlos IV de la González
Ambientes La batalla de
Salamanca durante la ocupación francesa
ciudadanos Arapiles
Ambientes Juan Martín “El Haciendas y familias hostiles a los france-
campesinos Empecinado” ses que ayudan a los guerrilleros
Ambientes
Cádiz Tertulias en la casa de los Rumblar
distinguidos
7
9. III. La historia y los episodios
Al narrador le interesan, para dar unidad a su serie, los hechos relacionados
con las repercusiones de la política expansionista de Napoleón en España:
batalla naval de Trafalgar, acuerdos con la monarquía española, levanta-
miento popular contra los franceses, batalla de Bailén, tenue defensa de
Madrid, defensas de Zaragoza, Gerona, reunión de las cortes en Cádiz, ac-
ción de los guerrilleros y batalla de Arapiles. Probablemente no tiene dise-
ñado el esquema cuando escribe Trafalgar, pero en los posteriores se mues-
tra habilísimo para enlazar argumentos, incluso en algunos cazos para zur-
cirlos, pues no siempre queda allanada la relación entre los grandes hechos
por un lado y los insignificantes, los de la vida íntima de Gabriel. Curiosa-
mente Galdós nos lo presenta de tal manera que se hacen tan emocionan-
tes los unos como los otros.
He aquí los acontecimientos más importantes de la serie y las obras
en que aparecen.
Hechos históricos Episodio
Batalla naval que enfrentó en 1805 a los navíos aliados his-
pano–franceses contra los ingleses, y estos últimos vencie- 1. Trafalgar
ron.
2. La corte de
Vida diaria en el Madrid de principios del siglo XIX Carlos IV
Conspiración de los partidarios de el príncipe de Asturias, 2. La corte de
futuro Fernando VII, contra Carlos IV Carlos IV
3. El 19 de mar-
Motín espontáneo del pueblo contra el favorito Manuel Godoy
zo y el 2 de ma-
en su palacio de Aranjuez yo
Levantamiento popular y espontáneo contra la presencia de 3. El 19 de mar-
tropas francesas que acabó con los fusilamientos masivos de zo y el 2 de ma-
yo
los amotinados
Batalla que, sin el apoyo del poder oficial, ganaron unas im-
provisadas tropas al mando del general Castaños frente a los 4. Bailén
temibles franceses.
Batalla que, en respuesta a la anterior, ganó Napoleón en 5. Napoleón en
persona para hacer eficaz y efectivo su poder en Madrid Chamartín
Asedio de los franceses y defensa heroica de la ciudad de
6. Zaragoza
Zaragoza
Asedio de los franceses y defensa acendrada de la ciudad de
7. Gerona
Gerona
Iniciativas nacionales en busca de dotar al país de una cons-
8. Cádiz
titución
Tenue asedio de Cádiz y escasa alteración de la vida diaria 8. Cádiz
8
10. 9. Juan Martín el
Tensa, improvisada y patriótica acción de los guerrilleros Empecinado
Batalla que enfrentó en los alrededores de Salamanca a las
10. La batalla de
tropas aliadas españolas, incluidos algunos guerrilleros, y las Arapiles
inglesas, frente a las francesas
III.1. Trafalgar 3
L
as últimas décadas del siglo XVIII habían sido proclives a los en-
frentamientos navales de las potencias europeas en busca de la
hegemonía. La Revolución francesa, lejos de calmar los ánimos,
abonó los espacios para aupar a un jovencísimo militar, Napoleón,
que, alentado e inspirado en tan altos y ambiciosos proyectos, desestabilizó
el continente. El enfrentamiento naval en el cabo de Trafalgar, frente a las
costas de Cádiz, el 21 de octubre de 1805 entre las escuadras franco–
españolas y la inglesa, no fue sino el resultado de una batalla anunciada,
pero también uno de los episodios más trascendentes para frenar la expan-
sión francesa, destruir el poder marítimo de España y consolidar el poder
inglés, aupándolo a su preponderancia por mucho tiempo.
Quería Napoleón distraer a la armada inglesa en las Antillas y conse-
guir desembarcar en Gran Bretaña con un ejército de 160.000 hombres. El
proyecto fue alterado por circunstancias tan adversas como aleatorias, pero
destacan entre ellas la habilidad del almirante inglés Horace Nelson para
acechar permanentemente al enemigo y evitar que el factor sorpresa jugase
en su contra. El primer enfrentamiento se había producido en aguas de El
Ferrol, el 22 de julio. Las fuerzas aliadas no salieron bien paradas, en parti-
cular las españolas, y Villeneuve y sus navíos, junto con los españoles, se
vieron obligados a concentrarse en Cádiz,. No estaban los ánimos encum-
brados, y lo estuvieron aún menos cuando el torpe almirante francés cono-
ció la decisión de Napoleón de sustituirle. El destituido precipitó sus errores:
primero la salida al mar con los 33 navíos que comandaba para dirigirlos a
Nápoles y ayudar a la campaña francesa en el sur de Italia. Las prisas evita-
rían, si no estaba en Cádiz a la llegada de su sucesor en el cargo, su substi-
tución. Lo que no pudo hacer, sin embargo, fue evitar el enfrentamiento con
la armada de Nelson que acechaba sus movimientos con sus veintisiete bar-
cos, entre ellos el Victory. Mientas los navíos aliados se dispusieron en un
frente amplio y continuo, los ingleses atacaron en cuña y consiguieron rom-
per la línea. A la habilidad táctica se sumó otra: mientras los aliados dirigían
3
Para mayor información sobre la dimensión histórica de la batalla y el estudio literario del Episodio,
véase el número 2 de la colección Clásicos Marenostrum.
9
11. sus cañonazos hacia la arboladura de los barcos para inmovilizarlos y asal-
tarlos, los ingleses apuntaban al casco para provocar su hundimiento. La
flota española quedó destrozada.
Durante al menos cien años la hegemonía naval perteneció a los in-
gleses. Su dominio fue decisivo en la formación de un gran imperio.
La marina española, por su parte, sucumbió en una decadencia abso-
luta.
Napoleón aceptó la derrota frente a su principal rival y renunció a sus
ambiciones inglesas, pero no al resto de sus campañas europeas.
III.2. La corte de Carlos IV
E
l evento histórico a que hace referencia este episodio es la Conspi-
ración de El Escorial, pero otro tipo de historia, sin acontecimientos
señalados, interesa mucho más: la de la paz anterior a la guerra y
no recuperada sino muchos años después de la guerra. Madrid
aparece como una ciudad tranquila donde la calma preside la cotidianeidad.
La vida diaria, con sus dificultades, sí, es la herencia de un largo periodo sin
convulsiones en una ciudad que va a recibir a las tropas de Napoleón y que
cambiará de signo continuamente en un alterado siglo, el que se acaba de
iniciar.
Los acontecimientos de la conspiración se desarrollaron entre octubre
de 1807 y marzo de 1808. Las intrigas palaciegas se habían multiplicado en
los años anteriores por la diversidad de fuerzas en la lucha por las influen-
cias en la Corte, y se habían iniciado años antes, cuando en 1792 parecía
necesario contar con una persona desvinculada de la administración anterior
y capaz de iniciar una política hostil con la Francia revolucionaria, sobre to-
do después de la ejecución de Luis XVI en enero de 1793. Por eso la desti-
tución del primer ministro, el Conde de Aranda, por Manuel Godoy, un joven
de veinticinco años, desconocido sin experiencia, había alterado las tradi-
cionales fuerza de la nobleza. El carácter débil de Carlos IV favorecía que
buena parte de las decisiones que hubiera debido tomar fueran cedidas a la
reina Maria Luisa Parma, quien a su vez eligió a un simpático sargento de
guardia de corps como valido: Manuel Godoy, de veinticuatro años, pasó
pronto a convertirse en generalísimo de los ejércitos.
En el otro frente de las influencias, el también joven general francés,
Napoleón, de ilimitadas y fenomenales ambiciones. Y buena parte de la cor-
te, enfrentada con unos y otros, y en desacuerdo por el irracional ascenso
del inesperado mandatario y la nueva política de distribución del poder,
apoyan al príncipe de Asturias, al futuro Fernando VII. Su adhesión más
parece un rechazo de la política de palacio que un apoyo al heredero.
10
12. Fernando VII se había casado en 1802 con la princesa María Antonia
de Nápoles, quien no tardó en declararse enemiga de Godoy. El también
príncipe de Asturias, Francisco, hermano de Fernando, casó con otra infanta
napolitana, María Isabel. En torno a ellos se aglutinó el partido fernandino o
napolitano, al que apoyaron notables aristócratas. Creados estos frentes
desde el desarrollo natural de los hechos y la posibilidades que ofrecen la
debilidad y la fuerza para establecerlos, la incontenible ambición de Manuel
Godoy le llevó a dos secretas y arriesgadas negociaciones, una con el fran-
cés, otra con el heredero. Deseaba el extremeño conseguir un territorio
propio en el sur de Portugal y se entrevistó con Napoleón para establecer el
reparto del país vecino. La invasión francesa le ayudaría. En el otro bando,
a la muerte de Maria Antonia de Nápoles, en mayo de 1806, Godoy le pro-
puso al príncipe viudo, sin escatimar en osadía, un nuevo matrimonio con la
propia cuñada del valido. La sugerencia enfureció y distanció al futuro Fer-
nando VII.
Enredada la corte en estas tensiones, el 27 de octubre de 1807 se
firmó el tratado de Fontainebleau. Aquel texto acordaba que Francia y Es-
paña dividían Portugal en tres mitades, las señaladas por los ríos Duero y
Tajo. La demarcación del sur había de ser para Godoy. Francia se encarga-
ría de aplicar la fuerza suficiente para llevarlo a buen término.
Y mientras todo esto ocurría, el príncipe Fernando preparaba una
conspiración para derrocar a su padre. Fue descubierta y fueron procesados
los cabecillas. El heredero salió indemne porque obtuvo el perdón real gra-
cias a la paradójica intervención de Godoy, que erró sus cálculos al creer
que el príncipe contaba con la protección de Emperador francés. Y mientras
las maniobras palaciegas, ajenas a la gravedad de la situación, desmem-
braban el gobierno, el ejército vecino cruzaba las fronteras. No hacía sino
aplicar, sin todavía vulnerar, los términos del tratado de Fontainebleau.
III.3. El 19 de marzo y el 2 de mayo
L
os veinte mil soldados franceses se unieron a las tropas españolas y
entraron en Lisboa en noviembre de 1807. La familia real portugue-
sa huyó a Brasil. Otras tropas francesas fueron llegando a lugares
estratégicos: Valladolid, Cantabria, Navarra, Cataluña…
Tanto el príncipe Fernando como Godoy observaban los movimientos
de Napoleón, distanciados del pacto de Fontainebleau, para transformarlos
en beneficio propio. La nobleza sigue mostrándose favorable al heredero
más por oposición al rey que por apoyo al príncipe, y promueve el Motín de
Aranjuez. Se difundió la noticia de la inminente partida de los reyes hacia
Sevilla, desde donde embarcarían hacia América a semejanza de la familia
real portuguesa. El propio conde de Montijo visitaba las poblaciones disfra-
11
13. zado de aldeano haciéndose llamar Tío Pedro. Desde su estampa humilde
alentaba la insurrección y consiguió reunir alrededor de los palacios reales a
multitud de curiosos. La noche del 17 de marzo de 1808, fecha prevista pa-
ra la salida de la familia real, un tiro al aire sirve de señal para que los amo-
tinados, con la complicidad de guardias y criados, invadan el palacio de Go-
doy. El primer ministro se refugia en el cuarto de un criado, y luego en un
desván envuelto en una alfombra. Parece ser que la sed lo forzó a salir de
su escondite treinta y seis horas después, y reavivar el tumulto. La muche-
dumbre, enloquecida, destrozó el carro que, según se dijo, debía conducirlo
a Granada. Manuel Godoy fue cesado y conducido preso al castillo de Villa-
viciosa. El rey abdicó en su hijo. Fernando VII fue aclamado en las calles de
muchas ciudades en cuanto llegó la noticia.
Los conspiradores habían cumplido fielmente con sus objetivo, derro-
car al valido y destronar al débil rey, pero no habían preparado continuidad
alguna a sus proyectos. Los partidarios del rey Fernando no parecían tener
más ambición que la propia, y más que partidarios del heredero eran ene-
migos de Godoy, ni mantuvieron más planes que recuperar u obtener privi-
legios, ni defendieron política alguna que protegiera al país de los ambicio-
sos deseos de Napoleón, ahora allanados por favor de la descomposición
interna.
Ni la debilidad de Carlos IV, ni la ramplonería y volubilidad de Fer-
nando VII servían a Napoleón para hacer con ellos de España un país satéli-
te: ambos le habían solicitado ayuda para consolidar su poder. El propio
Carlos IV, arrepentido por la precipitada abdicación en su hijo, le pidió que
favoreciera la recuperación de su reinado. Por entonces debió Napoleón fra-
guar el proyecto de remplazar a la dinastía de los Borbones por la de los
Bonaparte. Solo tuvo que convocar en Bayona a la familia real al completo.
El cinco de mayo de 1808 Napoleón logro que Carlos IV abdicase en él a
cambio de devolverle el trono una vez que convenciese al príncipe de que
debía cederlo. El seis de mayo, en entrevista con Fernando VII, lo amenazó
de muerte para que devolviera los derechos a su padre: Príncipe, es nece-
sario optar entre la cesión y la muerte, dicen que le dijo. A la mañana si-
guiente Fernando VII renunció a la corona en favor de Carlos IV, sin saber
que el día anterior el rey padre había cedido a Napoleón la corona de Espa-
ña. Padre e hijo habían caído en la trampa, y la monarquía en los niveles
más bajos de estima.
Unos días antes, el 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid se había
alzado en armas. Al iniciarse el día, un grupo de gente, alertada sobre la
posibilidad de que el resto de la familia real partiese hacia Bayona para en-
trevistarse con Napoleón, se había reunido frente al Palacio Real. Los acon-
tecimientos se precipitaron cuando desde uno de los balcones del palacio
alguien gritó: "¡Que se llevan al infante!" (se refería a don Francisco de Pau-
12
14. la, hermano de Fernando VII que ya estaba en Bayona para entrevistarse
con Napoleón). La muchedumbre, irritada, entró en Palacio mientras otros
cortaron las correas del carruaje para impedir la partida de la familia real y
manifestaron su indignación contra los franceses. Llegaron algunas fuerzas
enviadas por el general Murat, cuñado de Napoleón, y por entonces jefe de
las fuerzas francesas. Se disparó indiscriminadamente contra el pueblo.
Como reacción en cadena, los madrileños se armaron con cualquier artefac-
to en defensa de su identidad e indignado contra el invasor francés. Los di-
rigentes de la resistencia, Daoíz, Velarde y el teniente Ruiz, murieron en el
combate y Murat ordenó una durísima represión: detenciones injustificadas
y fusilamientos masivos inmediatos. El pintor francisco de Goya los inmorta-
lizó en un lienzo.
Aquel día señaló el divorcio entre la autoridad oficial y el pueblo. La
primera, falta de iniciativas, voluntades e ideas distintas a los intereses par-
ticulares, se humilló ante el general Murat. El pueblo, inspirado en su instin-
to, desobediente ante un poder que no reconocía, se negaba a someterse a
los invasores. Se iniciaba la guerra de la Independencia.
Los sucesos del dos de mayo hirieron el orgullo del Emperador, por
entonces reunido en Bayona con Carlos IV y con Fernando VII. Por enton-
ces José Bonaparte era rey de Nápoles, y Napoleón lo nombró de España y
le pidió con urgencia que ocupara la corona de España. El hermano del Em-
perador había introducido en Nápoles importantes mejoras sociales, y tenía
la intención de hacer lo mismo en su nuevo encargo. Algunos españoles se
convirtieron en colaboracionistas más o menos activos según su entusiasmo
y acatamiento al nuevo gobierno. Al fin y al cabo sus principios apenas se
alejaban de los difundidos por el despotismo ilustrado en el siglo XVIII.
Otros, los patriotas, organizaron una resistencia mantenida a lo que consi-
deraron poder extranjero que acabaría con los proyectos de Napoleón seis
años después.
Desde un punto de vista más general, la llamada guerra de la Inde-
pendencia no fue sino un foco más de resistencia contra el poder de Napo-
león, otros rechazos y desacatos se desarrollaron también en Rusia y Pru-
sia. Pero la llevada a cabo en España fue la más larga (1808–1814), la más
significada y la que contribuyó de manera decisiva a la derrota de Napoleón
y sus ánimos expansionistas.
III.4. Bailén
E
l eco popular del dos de mayo y el conocimiento de las abdicacio-
nes de Bayona desencadenó otras sublevaciones populares por to-
do el país. La masa popular, muchas veces al mando de un líder
espontáneo, pedía a las autoridades de la ciudad o la provincia una
13
15. declaración de guerra. Si la autoridad no respondía, la masa reconoció el
poder de otras instituciones, a veces sin poder efectivo. Y cuando aquellas
no existían, se crearon con el nombre de Juntas Supremas. Todo excepto
acatar la imposición extranjera. En su quehacer inmediato, la declaración de
guerra y, en la medida de lo posible, la creación de un ejército al mando de
algún general patriótico como Francisco Castaños. Destronados los reyes,
sometidas y desplazada la monarquía, las Juntas se consideraron legítimas
al devolver al pueblo el poder que le corresponde.
Para acallar la sublevación, el mariscal Dupont avanzó hacia el sur.
Llegó a Córdoba. Las noticias de la represión francesa, sin piedad con vidas
humanas o propiedades, enalteció los ánimos y provocó un levantamiento
generalizado. Dupont había avanzado demasiado rápido sin asegurarse la
fidelidad de las poblaciones que atravesaba. Todo lo que le rodeaba, incluso
en la retaguardia, empezó a ser hostil. Cualquier soldado francés rezagado
o avanzado se hacía merecedor de una brutal venganza. El general Casta-
ños, responsable de la región, cerró el paso natural de Andalucía, el de
Despeñaperros. Aisladas las tropas de Dupont, las atacó en Bailén el 19 de
junio. La batalla terminó tres días después con la capitulación de todas las
tropas francesas. Era la primera derrota sufrida por un ejército de napoleón.
Caían rendidos veinte mil soldados imperiales. El 31 de julio José I Bonapar-
te huyó a Vitoria.
LA BATALLA DE BAILÉN
FRANCESES ESPAÑOLES
Fecha del 19 al 22 de junio de 1808
Lugar cerca de la ciudad de Bailén
Dirigentes últi- Juntas de
Napoleón
mos Granada y Sevilla
Generales Dupont Castaños
21.000 soldados de infantería 24.000 soldados de infantería
Ejército
5.000 de caballería 2.300 de caballería
ANTECEDENTES
Napoleón en el centro. Gran
Control del país Juntas en la periferia
ejército en Madrid
Control mediante presión de
Acciones Ataques a grupos aislados
ejércitos desplazados
Despeñaperros, única vía de
Acción en Dupont hacia Córdoba y Sevilla
unión entre Madrid y Andalucía,
Andalucía para acallar la resistencia
es bloqueado para la retirada
14
16. de los franceses.
Dupont vence a los voluntarios
organizados por las Juntas,
rechaza la capitulación de Cór-
doba, Córdoba ofrece la capitulación.
Las poblaciones vecinas, infor-
En Córdoba asalta la ciudad sin respeto a
madas de las barbaries, extien-
la vida o propiedad.
de la rebelión.
Las tropas invasoras violan a
las mujeres
y matan a civiles inocentes.
Dupont aislado entre rebeldes.
Sus correos son asesinados Un amplio ejército al mando de
Retirada por partidas guerrilleras. El General Castaños avanza hacia
insoportable calor diezma las los campamentos franceses.
tropas.
Murat envía ayuda a Dupont Castaños acuerda atacar a Du-
Ayuda (6.000 soldados, 600 de caba- pont acantonado en Andujar.
llería) Le corta la retirada.
EL ENFRENTAMIENTO
Dupont equivoca sus movi-
Castaños aprovecha el conoci-
Estrategias mientos. No le encajan las ac-
miento del terreno.
ciones enemigas.
Consigue desmoralizar y des-
Envía sus tropas al asalto poco
trozar a las tropas francesas
a poco, según llegaban al
Lucha tras seis horas de enfrenta-
campo de batalla, tras haber
miento, bajo un sol abrasador y
marchado toda la noche.
sin agua.
CAPITULACIONES y BALANCE
En la mañana del día 20, Dupont se encontró con Castaños a
Encuentro en
mitad de camino, entre Andújar y Bailén, para iniciar las con-
Andújar
versaciones de paz y firmar el armisticio
Muertos unos 2.500 soldados 248 soldados
Heridos unos 400 unos 730
Prisioneros 20.000 –––
Se puso en duda en toda Eu- Encumbró la fama de las apa-
Fama ropa la invencibilidad de los rentemente desorganizadas
franceses tropas españolas
las fuerzas de ocupación se Las tropas españolas han con-
Reajustes retiran de Madrid a Vitoria para seguido aislar al ejército fran-
impedir el corte de sus comu- cés de Portugal.
15
17. nicaciones
El 30 de aquel mismo mes,
Retirada José Bonaparte abandona Ma- Las Juntas ganan posiciones.
drid.
OTRAS CONSECUENCIAS
El gran ejército: Napoleón or-
Continuidad de ganiza y despliega mas de La coordinación y éxito de Cas-
los ejércitos 250.000 soldados con expe- taños no tuvo continuidad
riencia en la península
El 25 de septiembre de 1808 las Juntas Supremas se reunieron en
Aranjuez. Sus 25 representantes declararon constituida la Junta Central Su-
prema y Gubernativa del Reino. Pero les faltaba un ejército que las apoyara.
III.5. Napoleón en Chamartín
L
a humillante derrota de Bailén debió herir la vanidad del glorioso
Emperador y, para vengar la afrenta, él mismo tomó el mando del
ejército y se dispuso a restablecer el orden dominante. Organizó su
viaje con la rapidez y eficacia que caracterizaban sus actos, y, pro-
tegido con un gran ejército, se encaminó hacia España. En el paso de Gua-
darrama (30 de noviembre de 1808) se enfrentó a las débiles fuerzas que
hostigaban el avance, última defensa natural que se interpone en el camino
hacia Madrid. El dos de diciembre se establece en Chamartín y, tras intimi-
dar a la población con unos cañonazos, más simbólicos que violentos, obtie-
ne la entrega de la ciudad y vuelve José I. Recibe entonces noticias sobre
los adelantos efectuados por los ejércitos ingleses mandados por sir John
Moore, que han conseguido unirse a los españoles por el oeste. Con celeri-
dad asombrosa, el Emperador atraviesa el Guadarrama, a pesar de la inten-
sa nevada, y aleja a los ingleses. Sin tiempo para concluir su misión, las
malas noticias del frente austriaco y una conspiración en París lo encaminan
de regreso a Francia. Mientras tanto las tropas francesas derrotaron a las
inglesas en La Coruña el 16 de Enero de 1809, y las obligan a reembarcar-
se. En la acción muere John Moore.
III.6. Zaragoza
E
l dominio del país parecía evidente. Algunas respuestas aisladas no
parecían sino asuntos más policiales, aunque con represión militar,
que bélicos, al menos así lo consideró el mariscal Joachim Murat.
Pero el ejercito francés se encontró una firmeza y aguante mayor
que el esperado. Dominios que parecían evidentes se convirtieron en verda-
16
18. deras pesadillas. Una de ellas fue la toma de Zaragoza y la resistencia de
los heroicos ciudadanos entre los meses de mayo y agosto de 1808. Cono-
cidos los levantamientos del dos de mayo, los zaragozanos solicitaron ar-
mas para defenderse. El general Palafox estuvo al frente de la ciudad y re-
sistió a los primeros envites. La ciudad planteó una defensa tan peculiar
como inesperada. Allí había ejércitos profesionales, más o menos organiza-
dos, pero también población civil repentinamente profesionalizada, mujeres
y hombres, ancianos y niños, ilesos y heridos, todos ponían sus fuerzas y
empeño en la defensa de la ciudad. Allí nació el mito de Agustina de Ara-
gón, una joven de 24 años que sustituyó a un oficial herido de muerte en el
manejo de un cañón, y ella sola contuvo el tiempo suficiente a los franceses
para que se reorganizaran las tropas.
Pero Zaragoza sufrió un segundo sitio entre diciembre de 1808 y fe-
brero de 1809, que es el que relata Galdós. A principios de 1809 la situación
de los sitiados se hizo insoportable: el hambre, las enfermedades y los con-
tinuos combates, a veces cuerpo a cuerpo por las calles, se llevó a más de
50.000 hombres y mujeres. La ciudad capituló de manera irremediable,
aunque con todos los honores, en febrero. Por entonces solo la epidemia se
llevaba a unas doscientas cincuenta personas al día y el general Palafox
había caído enfermo.
III.7. Gerona
L
a ciudad de Gerona sufrió tres veces el ataque de las tropas france-
sas. El que relata Galdós fue el último de ellos. El ejército francés
convirtió a la ciudad en ruinas. El hambre y las epidemias acabaron
con casi todos sus defensores después de ocho meses de resisten-
cia. El general Verdier dirigía a los 50.000 franceses que asediaban la ciu-
dad, Al general Álvarez de Castro ya solo le quedaban unos 1.500 defenso-
res.
El mismo Álvarez, víctima de unas crueles calenturas que lo dejaron
postergado al estado más extremo, dejó el mando después de recibir la ex-
tremaunción. Su lugarteniente firmó la capitulación. Aún moribundo, los
invasores lo sacaron de la cama y lo condujeron a Francia. Fue tratado, se-
gún dicen, aunque esto Galdós no lo asegura, como un malhechor. Luego lo
llevaron a Figueras y lo encerraron en una cuadra. Allí apareció muerto una
mañana. El autor, fiel a la historia, sugiere las dos posibilidades: o bien se
había llevado su enfermedad hasta extremos insoportables, o bien, como
sugieren otros, fue asesinado.
III.8. Cádiz
17
19. A
partir de 1910 los ejércitos invasores se desplazaron hacia el sur.
Las victorias de Napoleón en la campaña de Austria facilitaron el
desplazamiento de tropas a España y la invasión de Andalucía. Pe-
netraron en el valle del Guadalquivir y acabaron por ocupar toda la
región excepto Cádiz, que había sido reforzada por las tropas del duque de
Alburquerque. La ciudad resistió al asedio francés gracias al aprovisiona-
miento recibido por mar. La acción respondía a la política de extensión y
consolidación del dominio por todo el territorio español. La respuesta fue
una guerra de desgaste.
El reinado de José I ganó en prestigio. La Junta Central, incapaz de
soportar el peso de las continuas derrotas, transfirió su poder, el 29 de ene-
ro de 1910, a un Consejo de Regencia con la obligación de llevar a cabo una
convocatoria parlamentaria. Carente de recursos para cualquier otra inicia-
tiva, el 24 de septiembre de 1810 los liberales que se encontraban en Cádiz
se reunieron en Asamblea Constituyente. Declararon nula la renuncia de
Fernando VII a favor de Napoleón (más por carecer del “consentimiento de
la nación” que por “la violencia que intervino en aquellos actos”), y en vir-
tud de todo lo cual se atribuyeron la capacidad legislativa.
La ciudad que ambienta el Episodio era una ciudad sitiada, pero con
130 cafés y tres teatros donde se publicaban catorce periódicos. Allí se re-
fugiaban todo tipo de individuos. Las sesiones parlamentarias se desarrolla-
ban en San Fernando (por entonces Isla de León), y se extendieron hasta el
20 de febrero de 1811. Luego se trasladaron a la Iglesia de San Felipe Neri
en la ciudad de Cádiz, una vez vencida la epidemia de fiebre amarilla que
asoló a la población gaditana. Sus acuerdos se hicieron en nombre de todos
los españoles, pero sin la participación de los españoles, la mayoría de ellos
al margen del cambio político. Cuando pudo haberse aplicado, a partir de
1814, nadie se batió por defenderla.
III.9. Juan Martín, El empecinado
L
as primeras acciones de la guerra no habrían existido sin el apoyo
popular, y tampoco la continuidad. Y esa misma espontaneidad del
pueblo acabó siendo decisiva.
Pero mientras tanto, siete meses después del levantamiento
del dos de mayo de 1808 se había presentado en Madrid el mismo Empera-
dor, y a principios de 1809, y tras su visita, las tropas españolas habían
quedado completamente desorganizadas. En aquel vacío de iniciativas hos-
tiles a los invasores, en aquel ambiente en que los gobernantes son france-
ses, buena parte de la clase acomodada que mantiene sus privilegios son
afrancesados, y los gobernados y humillados son el pueblo llano, escaso de
recursos por los conflictos, nace y crece y se desarrolla la guerrilla. Hom-
18
20. bres, generalmente de campo, hastiados y molestos por la humillación, se
agrupan en torno a un líder local, toman las armas y se lanzan itinerantes
en busca de pequeñas operaciones dispersas, y no grandes batallas, apro-
vechando cualquier descuido de los soldados franceses. Su objetivo es hos-
tigar y dificultar las operaciones de los invasores.
Fueron cabecillas y famosos guerrilleros, el cura Merino (Jerónimo
Merino), Espoz y Mina, Julián Sánchez y Juan Martín, El Empecinado, entre
otros muchos. Varias eran las razones que impulsaban a aquellos líderes. El
cura Merino, en quién probablemente se inspira Galdós para crear buena
parte de su personaje de ficción Antón Trijueque, había sido humillado y
detenido por los franceses que primero le habían arrebatado su eclesiástico
oficio, sin respeto alguno a sus creencias, y luego le habían obligando a lle-
var el bombo en una banda de música militar. Profundamente ofendido, en
cuanto recuperó la libertad encabezó una terrible venganza contra los inva-
sores. Sus triunfantes pequeñas acciones hicieron que la Junta Suprema le
concediera en 1810 el título de Coronel. En 1812 mandaba una división de
5.000 hombres. Y no puso fin a su bélico oficio porque tras la revolución de
1820, que daba paso al trienio liberal, se echó de nuevo al monte. Esta vez
en contra de la constitución, y también de El Empecinado, a quien derrotó.
Todavía tendría una nueva etapa de guerrillero a la muerte de Fernando
VII, ahora a favor de los carlistas.
Parece que la acción del guerrillero se lleva en la sangre, y eso el Epi-
sodio lo expresa muy buen mediante la introspección de los sentimientos de
los protagonistas.
Pero El Empecinado, en quien Galdós se concentra, destacó entre
otros por el contraste entre su fuerza, su poder, por una parte, y su des-
bordante humanidad por otra. Había nacido en 1775, hijo de una familia de
labradores, en Castrillo de Duero, provincia de Valladolid. A los habitantes
de aquella localidad tradicionalmente se les llama empecinados. A los 16
años sentó plaza de soldado, pero luego se licencio, se casó y se dedicó a la
labranza. Exaltado por el patriotismo en la primavera de 1808, la del famo-
so dos de mayo, levantó en Aranda una partida contra los franceses. Tres
años después mandaba a 6.000 hombres. Las juntas le fueron dando gra-
duaciones (comandante, brigadier, coronel, mariscal, y hasta gobernador
militar). Su fama se extendió por todo el país, y su nombre de guerra fue
prestando, en el decir popular, a otros guerrilleros.
Para entender las acciones que desarrolla este episodio, a veces tam-
bién contrarias a otros grupos armados, una carta suya enviada en Sigüen-
za el 11 de septiembre de 1811 revelaba que tenía encomendado impedir el
abastecimiento en granos del enemigo, y de buscar la deserción en sus fi-
las, y también la de destruir algunas partidas que, llamándose "patriotas
armados", cometían toda clase de excesos.
19
21. Las guerrillas consiguieron, sobre todo, impedir el desarrollo de las
acciones de los franceses, obstaculizar las comunicaciones entre los ejérci-
tos, e impedir que las órdenes del emperador llegaran a tiempo. Napoleón
llegó a tardar cuarenta y un días en hacer llegar sus cartas de París a Ma-
drid. También fueron una valiosa fuente de información para los militares
aliados y, por último, las guerrillas obligaron a destinar un número elevado
de tropas francesas para la protección de las comunicaciones y a la fijación
e inmovilización de fuerzas en las ciudades. Estos desplazamientos debilita-
ron la concentración de los ejércitos imperiales.
III.10. La batalla de Arapiles
E
n el año 1812 Napoleón inicia su campaña de Rusia. Para abastecer
aquel gran ejército, retira de España algunas de sus tropas. Los
ingleses, lejos de quedar pasivos ante la expansión, y con el anhelo
de debilitar la amenaza, acentúan su ofensiva. Entre los primeros
objetivos está el de recobrar las fortalezas de la ciudad salmantina de Ciu-
dad Rodrigo y Badajoz y aislar al mariscal Nicolás Soult, jefe de las opera-
ciones civiles y militares en el sur del país. En este contexto, el 22 de julio
los ejércitos se enfrentan en la batalla de Arapiles o de los Arapiles, pues
dos son los montes que re reciben tal nombre en el lugar que el azar impu-
so para la contienda.
LA BATALLA DE ARAPILES
FRANCESES ESPAÑOLES e INGLESES
Fecha 22 de julio de 1812
Lugar Arapiles, en las cercanías de Salamanca
Dirigentes últimos Napoleón Jorge III y Las Juntas Supremas
Wellington (siete divisiones),
Jefes en el campo Mariscal Marmont, duque
Carlos de España (una división),
de batalla de Ragusa
y guerrilleros de Julián Sánchez
47.000 hombres 45.000 hombres
Ejército
(escasa caballería) 5.000 de caballería
Antecedentes
Napoleón decide invadir Wellington corta las comunicacio-
Rusia Rusia y retira tropas de nes del ejército imperial con sus
España. bases de Francia
El 16 de junio abandonan Ciudad Rodrigo es tomada el 19
Acciones
Salamanca, que queda al de febrero de 1912
20
22. mando de una guarnición
Avances avance hacia Toro Reorganizan sus posiciones
Combate
Las líneas de vanguardia
Wellington aprovecha para lanzar
Estrategias pierden contacto con el
su ataque
resto de las unidades
Capitulaciones y balance
Muertos 1.800
5.500 entre muertos y heridos
Heridos 2.500
Prisioneros 700 –––
Madrid, amenazado por el Solo acercándose a la ciudad, el
reajustes
ejército aliado poder de Napoleón se desmorona
Los restos del ejército francés fueron perseguidos por la caba-
retirada
llería aliada hasta pasado Peñaranda de Bracamonte.
otras consecuencias
Tuvieron que evacuar, sin La victoria resultó más decisiva
Cambios
lucha, la mitad del país que la de Bailén
José I instaló su cuartel Wellington entró triunfante en
La corte
general en Fontiveros. Madrid el 12 de agosto
El 3 de noviembre, José I
El 15 de noviembre volvieron a
reconquistó Madrid.
encontrarse los dos ejércitos en
Recuperación Soult levanta el sitio de
Los Arapiles. Vencieron los france-
Cádiz y se retira de Anda-
ses.
lucía
La batalla de Arapiles desveló el equilibrio militar entre ambos
Nuevo orden ejércitos y animó a los aliados que hasta entonces veían impa-
rable el poder de Napoleón.
Aquí se queda Galdós, aquí pone fin a su larga novela parcelada,
aunque la guerra de la Independencia no ha terminado. Las tropas france-
sas, desplegadas de Andalucía, seriamente debilitadas y privadas de apoyos
porque las campañas rusas no lo permiten, mantienen su superioridad.
Cuentan con la línea del Ebro en el norte, y también con Valencia, desde
donde lanzarán la contraofensiva.
En la primavera de 1813 Wellington inicia una nueva avanzada desde
Portugal. Corta primero las comunicaciones de Francia con Castilla y se en-
camina hacia Madrid. Los franceses se repliegan, sin combatir, y se refugian
en Vitoria. El 21 de junio de 1913 atacan las tropas aliadas a las francesas y
el propio José I está a punto de caer prisionero, pero eso ya lo cuenta Gal-
dós en el undécimo episodio, El equipaje del rey José, ya con otros protago-
nistas de ficción.
21
23. En el frente ruso, Napoleón tuvo también un final en retirada. La ba-
talla de Borodino, a 110 kilómetros de Moscú, fue especialmente dura en
ambos bandos: 30.000 muertos entre los soldados de Napoleón y 45.000
entre los rusos al mando del general Kustuzov, que se retiró hábilmente
tras la durísima contienda. En una semana el gran ejército francés de más
de 500.000 hombres llegó a Moscú. Solo allí comprendieron la estrategia
rusa: la ciudad había sido abandonada e incendiada por sus habitantes. En-
tre cenizas, y con las vías de abastecimiento constantemente en peligro de
ser cortadas por un ejército ruso prácticamente intacto en su capacidad de
combate, y atacados por el frío, el ejército no pudo mantenerse. Solo tres
semanas después los franceses emprendieron la retirada. Lo demás lo puso
la persecución de Kustuzov, que destrozó los ánimos y las filas de retaguar-
dia de un ejército que huía, y las invisibles garras del frío invierno, que
diezmó los ejércitos, incluido al propio general ruso que encontró su muerte
víctima de las bajas temperaturas.
El fin de las hostilidades no acabó con los males de España. Hacía fal-
ta mucho tiempo y grandes esfuerzos para reparar los destrozos materiales
causados por seis años de guerra: un millón de muertos, campos esquilma-
dos, bosques destrozados, conciencias astilladas. Madrid había cambiado de
gobernantes en seis ocasiones. Quedaba un país exhausto. La vuelta de
Fernando VII, según todos los indicios, no fue la mejor solución, pero nadie
supo si cualquier otra medida hubiera sido menos mala, o todavía peor. aún
peor.
III.11. Los episodios sin episodio
Galdós no está en todos los rincones de la guerra de la Independencia. Un
exceso de acontecimientos podría desbaratar el ya difícil equilibrio de la fic-
ción encajada en la historia. Su elección, sin embargo, nos resulta muy elo-
cuente. Es verdad que hubiera podido narrar también, pongamos por caso,
la batalla de la Albuera o la de Vitoria, en junio de 1813, pero hubiera sido,
tal vez, demasiado difícil encajarlas. Los movimientos del protagonista por
todo el territorio nacional, a veces seguido de Inés y Amaranta, son ya un
difícil alarde que le obliga a prescindir de él en el sitio de Gerona.
El cuadro de la cronología ilustra sobre los acontecimientos más im-
portantes de la guerra, sean o no referidos directamente por el novelista.
Cronología LA HISTORIA Y LOS EPISODIOS
1804
diciembre 2: Napoleón se hace coronar Emperador de los franceses por Pío
VII en la catedral de Notre Dame, en París.
1805
22
24. enero
febrero
marzo
abril
mayo
junio
julio 22: enfrentamiento de la escuadra franco–española con la inglesa
en el Ferrol.
agosto
septiembre
octubre 21: batalla de Trafalgar.
noviembre Napoleón ocupa Viena
diciembre 2: Batalla de Austerlitz entre las tropas napoleónicas y austro–
rusas.
26: Austria renuncia a sus territorios del norte de Italia a favor de
Napoleón, que es reconocido rey de Italia.
1806
enero
febrero
marzo 31: José Bonaparte es nombrado Rey de Nápoles
abril
mayo
junio 5: Luis I Bonaparte, hermano menor de Napoleón, nombrado rey
de Holanda.
julio 12: Confederación del Rin: Napoleón se afianza en el centro de Eu-
ropa. Desaparece el Sacro Imperio Romano Germánico.
agosto
septiembre
octubre 14: Batalla de Jena. Napoleón destruye a las tropas prusianas.
noviembre
diciembre
1807
enero
febrero
marzo
abril
mayo
junio
julio
agosto
septiembre
23
25. octubre Conspiración de El Escorial
27: Tratado de Fontainebleau
noviembre Las tropas franco–españolas llegan a Lisboa como parte de la
ejecución de los términos del tratado de Fontaninebleu.
diciembre
1808
enero Napoleón domina toda Europa, excepto Rusia y Gran Bretaña.
febrero
marzo 17, 18 y 19: motín de Aranjuez. Fin de Godoy.
24: Las tropas francesas entran pacíficamente en Madrid.
abril
mayo 2: revuelta popular contra las tropas francesas.
5: Calos IV, en entrevista privada, abdica en Napoleón.
6: Fernando VII, en entrevista privada, abdica en Carlos IV.
junio Primer cerco a Zaragoza. Se inicia la defensa de la ciudad
19 al 22: batalla de Bailén.
30: José I Bonaparte abandona Madrid.
julio
agosto Fin del primer cerco a Zaragoza. Defensa de la ciudad
septiembre 25: veinticinco representantes de las juntas supremas se reúnen en
Aranjuez y declaran constituida la Junta General Suprema y Gu-
bernativa del reino.
octubre
noviembre 30: batalla de Somosierra entre Napoleón y los ejércitos españoles
diciembre 2: Napoleón llega a Madrid. Dos días después la ciudad se rinde.
Vuelve José I a la capital.
Se inicia el segundo cerco a Zaragoza.
1809
enero 16: las tropas francesas vencen a las inglesas en La Coruña y las
obligan a embarcarse.
febrero Fin del segundo cerco a Zaragoza. La ciudad capitula.
marzo
abril
mayo 2: Se inicia tercer cerco de Gerona.
junio
julio
agosto
septiembre
octubre
noviembre
diciembre 11: Rendición de Gerona, tras su tercer cerco.
24
26. 1810
enero 29: la Junta Central transfiere su poder a un Consejo de Regencia.
febrero
marzo
abril
mayo
junio
julio
agosto
septiembre 24: se inician las sesiones parlamentarias de las Cortes de Cádiz.
octubre
noviembre
diciembre
1811
enero
febrero 20: Las Cortes de Cádiz se trasladan de San Fernando a Cádiz.
marzo
abril
mayo 16: batalla de la Albuera (Badajoz) entre Beresford (tropas hispa-
no–luso–inglesas) y el mariscal Soult (tropas napoleónicas).
junio
julio
agosto
septiembre
octubre
noviembre
diciembre
1812
enero
febrero
marzo 19: las cortes, reunidas en Cádiz, aprueban la Constitución.
abril 6: Wellington entra en Badajoz.
mayo
junio
julio 22: Batalla de Arapiles. Wellington derrota a Marmont.
agosto
septiembre 7: Cruel Batalla de Borodino, cerca de Moscú, entre el ejército de
Napoleón y las tropas rusas.
14: Napoleón entra en Moscú. La ciudad está en cenizas.
octubre 7: Las tropas francesas abandonan Moscú y son perseguidas en su
retirada.
25
27. IV. Argumentos de ficción
El principal argumento de ficción es el que enlaza, un episodio tras otro, los
amores entre un narrador–protagonista huérfano, de origen humilde, (Ga-
briel), que una acción tras otra va ganando un puesto en la sociedad, por
una parte. Y por otra la hija ilegitima (Inés) de una condesa (Amaranta) y
un plebeyo afrancesado (Luis de Santorcaz). De este esquema solo escapa
Trafalgar. La meta de alcanzar a Inés es un el revulsivo de su carrera mili-
tar, única vía para abandonar su humilde origen y condición.
La mujer deseada, Inés, en clara denuncia social, tiene dos familias,
y no tiene apellido. En la primera, es la hija de una modista viuda. En la
segunda sería hija ilegítima de la condesa Amaranta y de un desconocido.
Poco a poco, un acontecimiento tras otro, iremos conociendo la filiación de
la enigmática muchacha, su origen y reconocimiento, los planes para su fu-
turo, casi siembre sin contar con su amado, mientras avanzan y se afianzan
los méritos militares de Gabriel. Guerra contra Napoleón, contra la desven-
tura social, por una parte, y paz junto a Inés, como recompensa, una vez
superadas las difíciles pruebas,.
Además de este amplio y extendido argumento, cada uno de los epi-
sodios desarrolla otra intriga que se cierra en cada una de las diez novelas.
Generalmente descubrimos a unos personajes nuevos que ganan en prota-
gonismo, nos alcanza su perfil, a veces completo a veces caricaturizado, y
nos ofrece un desenlace más o menos definitivo, pero suficiente como para
olvidarlo en el siguiente episodio.
PRINCIPALES ARGUMENTOS EPISODIOS
amores y elección de los contrayentes
1. Trafalgar
amor platónico
amores entre la nobleza: legítimos e ilegítimos
2. La corte de Carlos IV
los celos y el deseo
la ambición
3. El 19 de marzo y el 2 de mayo
el trabajo
afrancesados
4. Bailén
la nobleza y sus distancias
vida cotidiana y vida cultural
5. Napoleón en Chamartín
tipos y ritos
la avaricia
el patriotismo 6. Zaragoza
el amor
en amor familiar
7. Gerona
la supervivencia
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28. equívocos
otra vez los celos (él) 8. Cádiz
la elegancia en la vida social
la fama
el odio 9. Juan Martín el Empecinado
la muerte
la fina y elegante personalidad
10. La batalla de Arapiles
otra vez los celos (ella)
V. El narrador: la perspectiva
La voz narrativa de Gabriel recoge su punto de vista ante los asuntos, en
primera persona, excepto en el episodio Gerona, que toma la pluma Andrés
Marijuán, mientras él es mero oyente de los acontecimientos en el camino
que ambos realizan hacia Cádiz. Su mirada a los hechos es de una enorme
objetividad, dentro de la subjetividad que exige la mirada única de un per-
sonaje. Muestra, sin embargo, algunos aspectos subjetivos en episodios ce-
didos a la exigencia de su época, la novela de folletín.
La vida de Gabriel nace sellada por su origen humilde: hijo de una
lavandera, y abandonado a su suerte, pronto se encuentra acogido como
criado en una familia de tradición militar. El destino parece reservarle su
participación en la batalla naval de Trafalgar. Trasladado a Madrid conoce a
una humilde chica, Inés, de quien se enamora. Junto a ella, presente o en el
recuerdo, recorre su carrera militar. En tributo a los lectores de la novela de
folletín asistimos a situaciones que nos pueden parecer forzadas, a encuen-
tros fortuitos, a exagerados destinos del azar, a duelos trasnochados, a
amores imposibles y a mil aventuras más que satisfacían al lector de siglo
XIX, y que hoy pueden parecer artificiosas. Y lo son, tal vez, en la observa-
ción aislada, pero no en la unidad de la obra.
El autor, por encima de todas esas concesiones, se muestra capaz de
abstraer lo que permanece en los hombres y las mujeres. Allí están los sen-
timientos patrióticos y los que de manera más práctica contribuyen al bien-
estar natural del día a día, el amor y los celos, el honor y la traición, la des-
igualdad social, los encantos y desencantos de la aristocracia, la vida noc-
turna de diversiones en Madrid, la arrogancia y la humillación, los enfren-
tamientos entre el amor a la patria y el amor a la vida, la amistad y la ene-
mistad, la muerte y la vida, el egoísmo y la generosidad, la codicia y el al-
truismo, la libertad y las cadenas, la gloria y el ostracismo. Galdós, refugia-
do en Gabriel como Cervantes en Cide Hamete, no da la razón a nadie, y lo
interesante es que nos produce cierto estupor organizar un detallado análi-
sis que nos desvele lo que hace Galdós para evitarlo. Es la magia de la co-
municación literaria. El protagonista, Gabriel, es, en definitiva, capaz de en-
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29. volverse en una aureola de humildad que ningún lector puede reprocharle, y
al mismo tiempo de dignidad sin alardes.
VI. Personajes históricos y personajes de ficción
Por las páginas de los diez Episodios se pasean una amplísima variedad de
personajes que se extienden desde el mismo Napoleón, hasta el vendedor
ambulante o la modista, que se permite pasar por todos los estamentos: la
monarquía, la aristocracia y la nobleza, las clases acomodadas, la burgue-
sía, la iglesia, el ejército, la guerrilla, la clase obrera y las clases más des-
asistidas. Los altos mandatarios de las naciones (Carlos IV, Napoleón…) son
citados, pero nunca aparecen en las páginas. Otros altos dirigentes (Godoy,
Gravina, Wellington…) aparecen esporádicamente y en descripciones con-
cretas, pero nunca se convierten en personajes de ficción. Cuando la noble-
za aparece con un nombre que oculta su identidad, como en los casos de
Amaranta y Lesbia, el personaje se sumerge en la ficción, y a partir de ahí
pertenecen a ese mundo.
En el centro de ellos, Gabriel de Araceli, y junto a él, la figura de Inés
se traslada inmaculada un episodio tras otro. Sobresale la humanidad de
Amaranta, personaje del que poco a poco se van desvelando los misterios
de su vida. En su relación con Gabriel se alza como uno de los grandes
ejemplos amistad de la literatura española. Y para la dimensión opuesta,
Luis de Santorcaz, personaje que ha de conducirnos hacia la interpretación
de las posturas de muchos españoles afrancesados de la época.
Gabriel Araceli, joven y privilegiado testigo en Trafalgar, cuenta lo
que ve, y a medida que avanzan los episodios, se implica más en la acción.
Hasta Zaragoza su participación es pasiva, y su mirada de una gran objeti-
vidad. En Cádiz aparece ya, alzado en la escala social, codo a codo con la
aristocracia. Tras el paso por las guerrillas en Juan Martín El Empecinado, lo
encontramos de nuevo en La batalla de los Arapiles con un protagonismo
decisivo, integrado en el ejército y también entre los oficiales. En ese pro-
gresivo traslado de lugares y ambientes vamos revisando y contemplando
una gran cantidad de personajes de todas las formas y estirpes.
VI.1. Trafalgar
Entre los protagonistas de la historia, el almirante Nelson, artífice de la vic-
toria en la contienda, y muerto en combate. Mejor suerte corre el jefe de la
escuadra aliada, el francés Villeneuve, único dirigente ileso y responsable
de la derrota. Los almirantes españoles son frecuente referencia, pero solo
Churruca aparece, tímidamente, en las páginas. Gravina y Alcalá Galiano
están en la partida. Son referenciados casi todos los dirigentes de la época
y del periodo inmediato anterior. Decenas de almirantes y marineros forman
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30. también parte de un repertorio que recrea, en pocas páginas, todo el am-
biente de la marinería militar.
Los personajes de ficción pululan en torno a la familia Cisniega: el
viejo militar don Alonso, protector y amo de Gabriel; su dominante u au-
toritaria esposa, doña Francisca, incondicional defensora de la paz; la hija
de ambos, Rosita, personaje sin perfil de la que sabemos mucho más por
quienes se enamoran de ella, que son el propio narrador y Rafael Males-
pina. Este último cumple su doble papel de enamorado y militar activo. Ce-
dido a la acción militar, Marcial (medio–hombre) y José María Malespina,
en los excesos de celo el primero, y en el desproporción humorística el se-
gundo.
La prima de don Alonso, doña Flora Cisniega, vive en Cádiz en su
ficticio mundo de coqueteo frívolo.
VI.2. La Corte de Carlos IV
Los monarcas Carlos IV y María Luisa de Parma, así como la aristocra-
cia, quedan lejos del lector, aunque son frecuentes las referencias, y tam-
bién las del primer ministro Manuel Godoy. Muchos mas cercanos apare-
cen los amigos de la actriz Pepa González, a cuyo servicio está Gabriel.
En la nobleza, Amaranta y Lesbia, y Juan de Mañara; en el teatro Isi-
doro Máiquez y entre sus colaboradores, la modista Juana, madre de
Inés. Completa el extraño trío familiar el cura don Celestino.
Pero la acción se teje con unos amores cruzados. Dos son los aman-
tes de Lesbia, Máiquez y Mañara, ambos celosos. Pero a su vez la Gon-
zález está enamorada de Máiquez… La vida de Amaranta de momento se
presenta con un secretismo mayor.
VI.3. El 19 de marzo y el 2 de mayo
Los hechos memorables que señalan las fechas del titulo se desarrollan en
dos ciudades distantes entre sí unos cincuenta kilómetros, Aranjuez y Ma-
drid. En la primera el gran protagonista de la historia, Manuel Godoy, que
aparece con los personajes de ficción. Las referencias a los reyes, al here-
dero Fernando y a otros notables de la corte son frecuentes.
En el plano de la ficción, dos familias: la pareja tío – sobrina, Celes-
tino – Inés, para el episodio de marzo; se añaden, en representación del
pueblo, el sacristán del propio prelado, Santurrias, y otro personaje Puji-
tos, que arenga a las masas.
Para los acontecimientos del 2 de mayo, otra pareja singular, Mauro
− Restituta, hermano y hermana. Y junto a ellos un leal empleado, Juan
de Dios, compañero de Gabriel e Inés tanto en las tareas del negocio como
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31. en la huída el día de los históricos acontecimientos. Y otros dos importantes
personajes de la calle: Chinitas, el amolador, y su mujer la Primorosa,
vendedora de buñuelos en el Rastro. Y para las opiniones de las clases me-
dias, doña Ambrosia.
Y en el plano de las clases medias, el licenciado Lobo, en quien
aparecen las opiniones de su sector, mucho más pragmático que belicista.
VI.4. Bailén
Ya en los primeros capítulos aparece un relevante, interesante y cuidado
personaje, Luis de Santorcaz, que coincide con Gabriel en la casa donde
está convaleciente, la de de los patriotas don Santiago Fernández y su
mujer doña Gregoria. Allí está también Juan de Dios.
Iremos conociendo la personalidad del afrancesado Santorcaz en el
viaje que con Gabriel hacen a Córdoba. Y también aparecerán, llegados a
Bailén, la influyente doña María, condesa de Rumblar, que tiene dos
hijas, Asunción y Presentación, y un hijo, don Diego. De la educación de este
último se encarga el ayo don Paco.
El ejército francés está dirigido por el general Dupont, y los refuerzos
llegan al mando del general Vedel, y las tropas españolas las gobierna el
general Castaños, y dos divisiones más las encabezan, la de Teodoro Re-
ding y la de Antonio Malet, pero ninguno de ellos asoman a las páginas
del Episodio.
VI.5. Napoleón en Chamartín
La defensa de la ciudad ocupa una buena mitad de la novela. Los anónimos
responsables apenas si tienen relevancia histórica. El mismo Napoleón está
latente entre las páginas, pero la recreación de aquel ambiente que espera
al Emperador crece a través de tres personajes que si no fueron históricos,
bien hubieran podido serlo: uno de la nobleza, don Diego, conde de
Rumblar, otro de las letras, el licenciado Lobo; y el tercero de la iglesia,
el padre Salmón. Sus nombres no son ajenos a sus personalidades: rum-
boso el de Rumblar, pronto arruinado por su descontrol en el gasto; astuto
y aprovechado como un lobo el licenciado; y escurridizo como los salmones,
o falsamente alabado como un salmo, el generoso, pero interesado, padre
Salmón.
Y cuando nos adentramos en los preparativos de la defensas, descu-
brimos a Pujitos y Chinitas, representantes del sentir popular, y también a
Santorcaz, en quien Galdós sigue ejemplificando la conciencia del afrance-
sado.
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32. Tomás de Morla es el encargado de organizar la defensa de la ciu-
dad, y entre los defensores, don Santiago Fernández, aquel madrileño
que había acogido en su casa a los heridos del dos de mayo.
Reconquistada la ciudad, Inés y Amaranta recuperan su protago-
nismo, y también el enamorado Gabriel disfrazado del duque de Arión.
VI.6. Zaragoza
La familia conocida de Gabriel, a través de uno de los evadidos, Ro-
que, la que los acoge en Zaragoza, es la del patriota José Montoria. El
menor de sus hijos, Agustín, seminarista que tiene por preceptor al padre
Rincón, está enamorado de Mariquilla Candiola, hija del avaro Jerónimo
de Candiola, ajeno a patriotas, afrancesados y franceses, y muy apegado,
como único motivo, a sus riquezas.
Entre los defensores de la ciudad, el general Palafox, y entre el
pueblo, el tío Garcés, aguerrido ciudadano dispuesto a todo por impedir el
avance de los invasores, y Manuela Sancho, encargada del avituallamien-
to.
Inés, Amaranta y Santorcaz están ausentes en este episodio.
VI.7. Gerona
El narrador es ahora Andresillo Marijuán, pero su perfil no toma relieve ni
se identifica o distancia con respecto al tono de Gabriel. Sería el mismo si
no le hubiera cambiado el nombre, siempre que tengamos en cuenta el dis-
tanciamiento personal en que ambos se instalan frente a los dos asedios y
la generosa cesión del protagonismo a las ciudades.
Por una serie de coincidencias Andrés se ve obligado a ocuparse de
cuatro huérfanos, Siseta o Narcisita Mongat, y sus tres hermanos Bado-
ret, Manalet y Gasparó. Su vecino es el médico Pablo Nomdedeu, inte-
resantísima creación, que vive con su hija, Josefina, víctima de las bombas
del primer asedio. En boca de la criada del médico, Sumta, se concentran
las opiniones del pueblo.
El general Mariano Álvarez de Castro tiene a su cargo la defensa
de la ciudad, y colaboran en la retaguardia las tropas de Enrique O'Don-
nell, Manuel Llauder y Jaime García Conde. El general Charles Auge-
reau dirige las tropas francesas.
VI.8. Cádiz
El ambiente de Cádiz es mucho más distendido que el de cualquier otro epi-
sodio. Aquí no hay muertes, ni más violencias que las recreadas por la fic-
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33. ción, y dos grupos de personajes: los amparados por la nobleza, y los par-
lamentarios. Entre los primeros, la condesa María de Rumblar con sus tres
hijos, Asunción, Presentación y Diego, e Inés que vive con ellos. Tími-
damente aparece el ayo don Paco, instructor del joven conde. Por allí está
Amaranta y dos personajes añadidos, invitados, diríamos, al episodio: lord
Gray y el estrafalario don Pedro. Los históricos asistentes al parlamento no
participan como personajes de ficción, y ni siquiera como personajes: son
meras citas.
Y entre las clases populares, el señor Poenco, el tabernero, y la tía
Alacrana.
VI.9. Juan Martín, El Empecinado
El gran protagonista es Juan Martín, personaje histórico de fama obligada
y merecida, que, esta vez sí, también participa como personaje de ficción.
Junto a él, Saturnino Albuín, su lugarteniente, y el sacerdote Antón Tri-
jueque, cabecilla a su vez de otro grupo unido al Empecinado. Y como
también van con ellos miembros del ejército, allí está Gabriel Araceli.
Otros guerrilleros son Vicente Sardina, y Santurrias, el sacristán
de don Celestino en El 19 de marzo y el 2 de mayo. Luego, de manera más
caricaturesca, aparece Viriato y el Cid Campeador que toman su nombre
de los héroes castellanos históricos, y el Crudo. Y entre ellos, el más joven
de la partida, el Empecinadillo, un bebé huérfano que la guerrilla se ve
obligada a trasladar.
Cuando Gabriel es apresado por los franceses, entre ellos toman re-
lieve un oficial francés, Plobertin, y, como cabría esperar, Luis de San-
torcaz, que está entre ellos.
Al final del episodio se encuentra con Amaranta, pero no con Inés,
que ha sido raptada por Santorcaz.
VI.10. La batalla de los Arapiles
Gabriel, que ahora es comandante, y tiene un asistente, Tribaldos, está al
servicio del mariscal Carlos de España, cuyas tropas se unirán a las de
Wellington en la batalla contra las que dirige el general francés Marmont.
Pero la protagonista de la novela, la que está presente en todo mo-
mento es la inglesa Athenais Fly, nombrada miss Fly. Ella está cerca de
Gabriel en su misión a Salamanca, en los campamentos y también en el
desenlace.
Envuelto en las peripecias, reaparece un personaje de El 19 de marzo
y el 2 de mayo, Juan de Dios.
Amaranta reside en Madrid, donde se ha entrevistado con el rey Jo-
sé I Bonaparte, y así se lo cuenta a Gabriel. En los capítulos finales la
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34. encontramos en Salamanca, donde está su hija Inés junto con su padre
Luis de Santorcaz.
Y entre las tropas de ocupación francesa en Salamanca, el interesado
oficial Jean–Jean, que acompaña a Gabriel en sus peripecias, y el coronel
Desmarets, a quien miss Fly había ayudado en un momento de peligro.
VII. Lugares de acción
Los lugares donde se desarrolla alguna acción son numerosísimos. Los en-
claves más permanentes los encontramos en Cádiz para el primer episodio,
Trafalgar, y para el octavo, que lleva su nombre. Y también Madrid, escena-
rio de referencia en La corte de Carlos IV, El 19 de marzo y el 2 de mayo y
Napoleón en Chamartín. Córdoba y otros enclaves andaluzas sirven para
Bailén, episodio itinerante que se inicia también en Madrid. Zaragoza y Ge-
rona para los títulos de las ciudades citadas. Mas diseminado por pequeñas
localidades se extiende itinerante Juan Martín, El Empecinado, sobre todo
por las del norte de Guadalajara. La ciudad de referencia en La batalla de
los Arapiles es Salamanca. Pero al mismo tiempo tenemos noticia de multi-
tud de lugares y de enclaves extendidos por toda la geografía española.
VIII. Los temas
El gran tema de Galdós en los Episodios es el de la identidad nacional, el
tema del sentir del pueblo, el de la vida, el de la identidad. Pero junto a esa
idea de España, a través de esa multitud de personajes aparecen los más
variados temas relacionados con la condición humana: el poder y la genero-
sidad, la locura y la razón, la ambición y el desprendimiento, el honor y la
vileza, el amor y los celos, la muerte y la vida, el odio y el aprecio, la envi-
dia y la generosidad, el patriotismo y el afrancesamiento, la guerra y la paz.
¿Qué quería Galdós del mundo? Su maestría está precisamente en
que no nos lo deja saber, no se define porque tal vez no sabemos lo que
queremos hacer de nuestras vidas. Pero nos deja esbozado todo un paisaje
de sugerencias, un mosaico de situaciones que todas juntas, y también in-
dividualmente, se clavan en el lector como finas agujas de acupuntura, con
suave y casi imperceptible dolor, para provocar una reacción que libere, en
su caso, de la enfermedad de la vida. ¿Y cómo causa ese efecto? Acabare-
mos sin saberlo.
Los intrincados mecanismos del arte son tan desconocidos como efi-
caces, tan evidentes como controvertidos. Pero difícilmente escapan los lec-
tores, ni los de su época ni los del mundo de hoy, al arte seductivo de la
narrativa de Galdós.
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