Las reflexiones aqui contenidas no tienen otro objeto que el de ahondar en unos pocos aspectos estratégicos –de los muchos que supondría abordar la compleja madeja de problemas y temas relacionados con la calidad del hábitat– en la perspectiva de abrir o renovar interrogantes capaces de alentar, en cualquier caso, el compromiso etico, politico y propositivo que como humanos nos toca en relacion con la satisfacción de nuestras demandas, no solo de cobijo, sino de justicia social; he ahi la urgencia de pensar, no solo el nuevo siglo sino el planeta mismo “en clave” tanto de habitat como de habitar.
Pensando en clave de hábitat. Una busqueda por algo más que un techo
1.
2.
3.
4.
5.
6. Carlos Mario Yory editor académico
Cesar Rodríguez García / Jorge Sánchez Ruiz / Álvaro
Ibatá Ceballos / Alberto Gómez Cruz / Mercedes Castillo
de Herrera / Luis Fique Pinto / Carlos Alberto Torres Tovar /
Jairo Rodríguez Leuro / Miguel Borja Gómez / Carlos Mario
Yory García
8. CONTENIDO
INTRODUCCIÓN: PENSAR EL NUEVO SIGLO “EN CLAVE” DE HÁBITAT 12
HÁBITAT, SOCIEDAD Y CULTURA (César Rodríguez García) 28
La mutua dependencia y la planeación de la acción 28
La dimensión política 30
Hábitat, sociedad y cultura 31
Bibliografía 37
NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT
(Jorge Sánchez Ruíz) 40
Experiencia estética 42
Imagen-concepto 45
Forma sensible 47
Medios de re-presentación cualitativa 48
Cuerpo 49
Ética 50
Arte 52
Dualidad-triada 55
Conclusiones 57
Bibliografia 59
BASES CONCEPTUALES PARA EL ANÁLISIS ESPACIO-TEMPORAL DEL HÁBITAT
DESDE ENFOQUES SISTÉMICOS Y DE COMPLEJIDAD
(Álvaro Ibatá Ceballos y Alberto Gómez Cruz) 64
Un acercamiento teórico general: las trayectorias y las perspectivas 64
Acerca de las trayectorias 66
Caracterización actual de los asentamientos humanos y su hábitat 67
Acerca de las perspectivas 71
Reto: cualificar la ciudad y el territorio como hábitat. Entre el aquí, el ahora y el
proyecto de futuro 71
Reto: asumir desde paradigmas de complejidad propuestas para cualificar los
asentamientos humanos y su hábitat 71
Reto: identificación o construcción de técnicas de análisis espacio-temporal pertinentes
con los asentamientos humanos y su hábitat 76
Consideraciones finales 76
Bibliografía 78
9. EN TORNO A LA RELACIÓN ENTRE ECONOMÍAS Y CIUDADES EMERGENTES NO
FORMALES (Mercedes Castillo de Herrera) 82
Introducción 82
La economía y la ciudad informales en tanto categorías ideológicas 84
Consideraciones sobre el concepto de economía informal 86
Consideraciones sobre el concepto de ciudad informal 88
La economía y la ciudad emergentes no formales como categorías 91
Hacia una re-categorización de las diferentes formas de economía 92
Algunas consideraciones finales a manera de recomendaciones 96
Bibliografia 96
HÁBITAT: HACIA UN MODELO DE COMPRENSIÓN (Luís Fique Pinto) 102
Introducción 102
Un campo de conocimiento 104
Modelización 106
Hábitat 109
Los procesos 119
Esfera individual y hábitat 122
Espacio geográfico y hábitat 125
Bibliografía 129
REFLEXIONES SOBRE HÁBITAT Y VIVIENDA EN COLOMBIA, 1990 – 2008
(Carlos Alberto Torres Tovar) 132
Introducción 132
Breve reflexión sobre los problemas del hábitat y la vivienda en América Latina 135
El hábitat y la vivienda: constructores de ciudad 137
Los problemas del hábitat, la vivienda y la urbanización en Colombia: nuevos contextos
y redefinición de sus problemas 138
Algunos rasgos de la problemática del hábitat y la vivienda en Colombia 141
Algunas características que asumen el hábitat y la vivienda desde la década de los
años noventa 142
Déficit habitacional en Colombia 143
Oferta formal de vivienda 151
Financiación de la vivienda en Colombia 152
Sistema de financiamiento habitacional vigente en Colombia. Nuevas políticas
habitacionales 154
Subsidio Familiar de Vivienda 156
Problemas actuales del hábitat y la vivienda 161
Períodos y perspectivas desde donde se ha abordado el problema de la vivienda
en Colombia 161
El periodo actual 163
Hábitat y vivienda: mercancías o satisfactores de necesidades 164
La construcción de la vivienda 164
Definición de la problemática de vivienda social en la ciudad 166
Consideraciones generales 168
Algunas consideraciones sobre las políticas públicas 174
Bibliografía 176
10. LAS REGIONES MORALES EN LOS SECTORES MEDIOS. LA DISEMINACIÓN DE LO
SUBALTERNO Y LO HEGEMÓNICO (Jairo Rodríguez Leuro) 182
Introducción 182
Primera parte: la región moral 184
Definición 184
Las regiones morales y el conflicto social en los sectores medios bogotanos 186
La definición de las “regiones morales“de los sectores medios 187
La región moral de los sectores medios 188
La primera región moral: el barrio en los sectores medios 189
El vecino. Su escenario: el barrio 190
Algunas preguntas para construir el contexto del vecino y sus relaciones de vecindad 192
Primera región moral de los sectores medios: el barrio y el rol del vecino en el
estilo de vida de los sectores medios 192
Segunda región moral de los sectores medios: el lugar de aprovisionamiento 193
Tercera región moral de los sectores medios: los lugares de recreación y esparcimiento 195
La geografía simbólica urbana: la región moral como espacio de conflicto por la
hegemonía cultural 195
La región moral o zona gris como una producción ideológica 195
Los ambientes de la sociabilidad en la región moral: expresión de la lucha por
la hegemonía 197
Las marcas en la ciudad y la producción ideológica 198
Las marcas y la producción ideológica 198
Ambientes residuales 199
Lo emergente 199
Lo dominantes 200
Bibliografía 201
LOS BARRIOS MIXTOS, HIBRIDACIÓN ESTÉTICA Y SISTEMA DE ORGANIZACIÓN
(Miguel Borja Gómez) 204
Pertinencia del texto 204
Reseña histórica 206
Propuesta de hibridación estética 213
Indagaciones sobre las transformaciones del hábitat. ¿Existen modelos urbanos
estéticamente complejos? 216
Los barrios mixtos como entidades estética, tipológica y formalmente complejas 218
Bibliografía 221
CONTROL SOCIAL Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA: DE LA PLANIFICACIÓN A
LA ADMINISTRACIÓN PARTICIPATIVA, UNA ESTRATEGIA ENCAMINADA A LA
CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL HÁBITAT (Carlos Mario Yory García) 224
La planificación participativa y su papel en la formulación y ejecución de proyectos
colectivos de ciudad 224
La participación entendida como la puesta en obra del capital social 228
Bibliografìa 239
LOS AUTORES 244
13. PENSAR EL NUEVO SIGLO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
En el contexto del cambio de siglo que aún estamos viviendo, dos acon-
tecimientos históricos trascendentales han marcado los últimos años, abriendo un
nuevo escenario epocal al modificar la cara del panorama económico y político de
este emergente mundo global: la caída del muro de Berlín, el 9 de noviembre de
1989 (consecuencia directa de la Perestroika que impulsara Mijaíl Gorbachov en
1987 con ayuda del presidente de Japón, Seiichiro Nishi), y los atentados del 11 de
septiembre de 2001, en Nueva York.
En el primer caso, aludimos al colapso y caída del modelo socialista de la
URSSS que tuvo como consecuencia la propia desintegración de su Estado-nación1;
Cabe destacar aquí que el objetivo de la Perestroika, que culminara emblemáti-
camente con la caída del muro de Berlín, no era éste, sino, por el contrario, reformar y
preservar el sistema socialista, adaptándolo al espíritu de los tiempos, de tal suerte que
proyectara en la sociedad soviética un cierto aire de empresa e innovación capaz de ade-
cuarse a las exigencias cambiantes del mercado moderno en el marco de un nuevo modelo
de gestión descentralizado; de este modo, si la construcción del “muro de Berlín” simbolizó
durante 28 años el contexto de la “Guerra fría” y de la división de Alemania, su famosa
“caída” entró a representar (salvo contadas excepciones) el fin de un modelo económico
y político finalmente con-vencido por los contundentes argumentos de la economía de
mercado de este nuevo mundo global y de su triunfalista modelo económico capitalista y
neoliberal.
12 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
14. en el segundo caso, nos referimos a una de las consecuencias más nefastas y des-
esperadas del modelo económico capitalista y sus secuelas de miseria y exclusión
social; nefastas, por poner en evidencia, no sólo la naturaleza y alcances de dos ti-
pos de terrorismo: uno que vuela edificios y personas en pedazos, y otro que, como
causa directa del anterior, atenta contra la autodeterminación de los pueblos, la
justicia social, el equilibrio ambiental y los derechos fundamentales (entre ellos la
vida, el alimento, el alojamiento digno y el trabajo), y desesperadas, porque dichas
consecuencias resultaron incapaces de medir hasta dónde la declaratoria mundial
de “guerra al terrorismo” que lanzara Estados Unidos a consecuencia de ese emble-
mático 11 de septiembre ha implicado un recorte generalizado de las libertades e,
incluso, en muchas partes, de los derechos básicos y fundamentales.
El hecho es que a partir de las situaciones antes descritas no han parado
ni la exclusión social, ni los atentados terroristas, ni la construcción de muros por
todo el planeta (y no precisamente para nuevas viviendas o para mejorar la gran
cantidad de viviendas deterioradas o en condiciones de miseria); muros que, junto
con los infamantes de ladrillo y concreto que separan naciones y pueblos enteros
con argumentos étnicos, religiosos o políticos, resultan, en su contundencia esté-
tica y simbólica (aunque no siempre material), tan eficaces como estos otros a la
hora de marcar barreras y diferencias; son los muros de la indiferencia, los muros de
la indolencia o, lo que quizá resulta peor aún, los muros de la ignorancia frente a la
importancia “del otro” para la propia supervivencia.
Pensar en “el otro” no es, entonces, una cuestión de filantropía o de sensi-
bilidad moral sino un asunto de vida; la justicia social es una necesidad ineludible
si queremos conservar el planeta para lo advenidero, hoy más que nunca, cuando
su sobrepoblación excede en más del doble su huella ecológica2. La convivencia no
sólo es un tema de seguridad humana sino, y sobre todo, de bienestar y de calidad
de vida; de ahí que la preocupación por la propia calidad de nuestro ambiente re-
sulte ser la primera y fundamental en un momento en el cual el encumbramiento
del mercado y el posicionamiento de la llamada “economía global”, junto con el au-
mento desaforado en los precios del petróleo y de los alimentos, amenazan la ya
frágil calidad de nuestro hábitat y, con él, de la estabilidad mundial.
2
La huella ecológica se calcula sobre la base de la población que la capacidad de
carga de un determinado territorio está en condiciones de mantener; en este sentido, se ha
calculado la huella ecológica del planeta en alrededor de tres mil millones de personas,
poco menos de la mitad de su población actual.
INTrOduCCióN 13
15. De este modo, así como en los fríos hielos canadienses año tras año se
forman, de manera distinta, “puentes” fractales espontáneos que permiten conec-
tar América con Asia en lo que se conoce como “el paso del Noroeste”, de la misma
manera es urgente y necesario construir puentes de comunicación entre los tradi-
cionales polos binarios que encarnan la pugna entre lo público y lo privado, entre
lo individual y lo colectivo, entre los países con economías fuertes y aquellos con
economías más débiles, entre la naturaleza y la tecnología, entre la razón y la emo-
ción y, finalmente, entre nuestras propias diferencias, a fin de no caer en fundamen-
talismos o en identidades cerradas, anquilosadas y chauvinistas.
Frente al pensamiento único, lineal y hegemónico, es indispensable cons-
truir nuevos pasos que den cuenta de la naturaleza compleja del hábitat humano
inmerso siempre en un contexto bio-diverso no menos complejo, exigente, frágil y
vulnerable; a fin de cuentas, compartimos con las demás especies un solo planeta
expuesto, hoy en día, no sólo a las implacables leyes del mercado, sino a dos revolu-
cionarios cambios universales: el cambio climático (producto, entre otras cosas, del
proyecto depredador y tecno-industrial de la modernidad) y el cambio de paradig-
ma civilizatorio que nos ha traído el desarrollo tecno-informacional y comunicacio-
nal; cambios que a su vez sirven de telón de fondo a la aguda crisis tanto ambiental
como social en que nos encontramos.
Con todo, no sólo el planeta sino el modelo neoliberal que lo ha conduci-
do los últimos 25 años ha hecho crisis, la utópica esperanza de que los mercados se
regulen a sí mismos asignando eficientemente sus recursos al bien público nunca
dejó de ser más que un inalcanzable ideal propio de la posición fundamentalista
que acompañó el modelo Tatcher-Reagan y, junto con ésta, el llamado “consenso
de Washington” que alentara la privatización y la liberalización. El resultado de esta
apuesta neoliberal (perversa de partida, en razón de su preocupación por la conser-
vación hegemónica del modelo capitalista) no ha sido el crecimiento económico
esperado sino el aumento de las contradicciones sociales, el debilitamiento de los
Estados-nación y la expoliación ambiental; situación agravada en aquellos países
que aunque pudieron haber crecido durante estos años, han visto que la riqueza se
ha quedado en los pocos bolsillos de la privilegiada cumbre social, alentando en sus
respectivos contextos un ya atávico y creciente apartheid.
En lo que concierne a la vivienda, acaso uno de los aspectos más sensibles
de la calidad del hábitat, no sólo es necesario aludir al enorme déficit tanto cuantitati-
vo como cualitativo del planeta, sino a la enorme amenaza que el modelo económico
vigente cierne sobre la tenencia, ya que, como señala Joseph Stiglitz (2008):
14 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
16. Las casas recién construidas para millones de familias que no
podían pagarlas se deterioran a medida que se ven obligadas a
abandonar sus hogares y el gobierno ha tenido que intervenir,
por fin, para retirar las ruinas. En otras se extiende la plaga. De
modo que incluso los que han sido ciudadanos modelo, han
contraído prestamos prudentes y han mantenido sus hogares,
ahora se encuentran con que los mercados han disminuido el
valor de sus casas más de lo que habrían podido temer en sus
peores pesadillas (…) Millones de personas van a perder sus
ahorros de toda la vida al perder sus hogares (Diario El Espec-
tador. Bogotá, 13 de julio de 2008. Editorial, p. 54).
La conclusión es simple: el muro de Berlín no fue derribado sino que fue
desplazado a las fronteras del Mediterráneo y de las naciones más poderosas del
planeta con el fin de salvaguardar una particular y excluyente idea de mundo; la
pirámide social; imagen que durante tantos años sirviera para ilustrar las condicio-
nes de “arriba” y “abajo” de la sociedad, resulta acompañada ahora por una nueva
metáfora espacial, la del “adentro” y el “afuera” del modelo económico vigente que
tiende a suponer, dentro de la idea de pensamiento único, el “adentro” y el “afuera”
de la realidad, la realidad de la oferta y la demanda, la realidad de una economía de
aglomeración, la realidad del consumo como valor fundamental.
De manera paradójica, las políticas internacionales declaran, como conse-
cuencia de todo esto, la “guerra a la pobreza”, como si ésta fuera causa y no efecto
de la grave crisis en la que se mece el planeta; la inequidad y la exclusión social son
el verdadero enemigo, no la pobreza; a la consigna generalizada de las agencias de
cooperación internacional de “pinchar las bolsas de pobreza” (herederas de la famo-
sa frase del dictador venezolano Pérez Jiménez, de “guerra al rancho”), lo único que
cabe pensar es que ésta “se riegue” por doquier, lo cual resulta un hecho más que
consumado, aun sin necesidad de “pincharlas”. Dentro de esta lógica, ¿no serían las
“bolsas de riqueza” las que habría que pinchar? Lo cierto es que en un mundo en el
cual la complejidad se abre campo resulta a todas luces contradictoria la desespera-
da prevalencia de los polos binarios (del tipo dentro-fuera) que a toda costa se em-
peñan en impedir la construcción de esos “puentes” de los que antes habláramos.
De otra parte, el proceso del urbanización en que vivimos (el cual mucho
tiene que ver con los cambios mencionados) reclama, ya no sólo por el tema del
espacio (generación de suelo y búsqueda de equilibrios territoriales), sino por el del
tiempo, y nos referimos, no sólo al gobierno del llamado “tiempo real” de la globali-
zación, sino al escaso tiempo con el que contamos para salvar el planeta.
INTrOduCCióN 15
17. En lo que se refiere al espacio, el proceso de urbanización no da tregua (Na-
ciones Unidas calcula que para el 2050, el 70% de la humanidad vivirá en ciudades);
a la ingente preocupación por el tema del suelo dónde vivir se debe sumar ahora la
pregunta por el cómo hemos de hacerlo en el marco de ese interés cada vez mayor
de los Estados y de las agencias multilaterales por el tema de la seguridad humana;
una seguridad que, para que resulte continua y sustentable, tendrá que apoyarse
menos en la presencia de cascos azules o de amenazas armamentistas y más en la
responsabilidad de los Estados y de sus ciudadanos por procurar y hacer valer la
exigibilidad y accequibilidad de los derechos fundamentales, el primero de ellos, la
vida y la dignidad, para así hablar de la propia calidad, de lo que en consecuencia
habría de ser un hábitat digno y sustentable.
La responsabilidad de la política pública tendría que ir mucho más allá de la
preocupación por la gestión del suelo, como correlato indispensable a la necesidad
de “abrir espacio” para el aumento de población, toda vez que a la par que se promue-
va la generación de techo nuevo y de mejoramiento para el antiguo es fundamental
diseñar los instrumentos y mecanismos capaces de gestionar también el riesgo y el
conflicto que, de suyo, supone la convivencia; esto es, pensar la vivienda humana en
“clave de hábitat” y no sólo de cobijo; una “clave” que debe ser leída y comprendida a
la luz de los derechos; el de poder tener un techo pero, sobre todo, el de poder con-
servarlo en el marco del propio derecho, no sólo a una territorialidad desde donde
poder construir la vida social, sino al trabajo, al alimento, a la salud, a la educación, a la
recreación y a la cultura. Temas inaplazables en cualquier agenda de política pública,
sobre todo en los países con economías más frágiles y vulnerables.
A este respecto, América Latina enfrenta el gran desafío que supone su-
perar lo que hasta ahora para nuestros países han resultado ser dos conceptos casi
antagónicos e irreconciliables: integrar crecimiento y desarrollo no puede seguir
siendo una esquiva utopía; si bien el modelo económico capitalista ha privilegiado
lo primero sobre lo segundo, es hora de pensar y posibilitar un nuevo modelo de
desarrollo económico y territorial integrado capaz de disminuir, tanto las enormes
disparidades en la distribución del ingreso, como los propios desequilibrios territo-
riales; es hora de demostrarle al mundo que, poniéndolo en el lenguaje de la globa-
lización que hasta ahora hemos construido (ya que podríamos pensar en otra clase
de globalización ¿por qué no la de la solidaridad o la de la cooperación?): pensar en
lo social también resulta “negocio”.
Desde esta perspectiva, la globalización tendría que ser una oportunidad
y no una amenaza para la justicia social o para el equilibrio ambiental, pero para que
16 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
18. esto sea posible es necesario construir los puentes que permitan, como en el ártico
canadiense, unir dos mundos, acaso por un mismo ideal: el de conservar el planeta
y de legarlo abierto, optimista y dispuesto a lo venidero.
Por lo anterior, el tema del hábitat que, con lo dicho, supera en mucho la
simple preocupación por la vivienda, deja de ser uno más de los muchos a reflexio-
nar para convertirse en la gran preocupación del siglo XXI sobre la cual se debe
volcar tanto el pensamiento como la acción.
La pregunta que se deriva de aquí no puede ser otra: ¿cómo hemos de
vivir los seres humanos en este nuevo contexto mundial y, en consecuencia ¿cuál
es el proyecto de habitación que en el marco de los imperativos antes planteados
habremos de construir en esta nueva modernidad agobiada por una flagrante crisis
tanto ambiental como social?
Bajo estas premisas, la Sede de Bogotá de la Maestría en hábitat de la
Universidad Nacional de Colombia ha conformado un equipo de investigadores
ocupados de atender los temas planteados, así como de proponer un enfoque del
tema orientado a la formación de profesionales idóneos capaces de hacer frente a
los complejos problemas antes descritos y que, en resumen, se expresan así:
El modelo de desarrollo de la economía mundial ha alterado
la vida cotidiana de muchas de las poblaciones de todos los
países en la medida en que ha reestructurado las prácticas
La Maestría en Hábitat que actualmente opera en las sedes de Bogotá, Medellín
y Manizales de la Universidad Nacional de Colombia, resulta de constatar un vacío en el
ámbito nacional en lo que tiene que ver con los programas de formación profesional de
alto nivel para tratar los asuntos del hábitat humano; su tema de estudio es el par hábitat
– vivienda (entendido como ente complejo y dinámico) y su objetivo es el desarrollo de
un proceso de reflexión investigativo en torno a las políticas nacionales e internacionales
dirigido al logro de un hábitat amable y a la consecución de una vivienda digna y ade-
cuada, en condiciones ambientales deseables y sustentables. La premisa asumida es que
“la vivienda constituye la articulación entre lo público y lo privado, lo íntimo y lo social, y
que en esa misma medida se requiere poder identificar los sistemas y relaciones que allí
interactúan como un todo complejo. Este es el punto de partida para incidir en los procesos
que condicionan la construcción del hábitat urbano, conduciéndolos hacia la realización
de un proyecto de sociedad que sea viable” (Documento inédito en torno a “La búsqueda
de una episteme para la visión compleja del hábitat” elaborado por el equipo de trabajo
de la Maestría. 2004).
INTrOduCCióN 17
19. productivas, la organización social y las relaciones cultura-
les que en su conjunto han generado impacto en la confor-
mación socio-espacial. En Colombia, así como en la mayor
parte de los países latinoamericanos, el anterior modelo ha
incorporado gradualmente las esferas claves de la sociedad a
las dinámicas del mercado mundial, repercutiendo de mane-
ra directa en la calidad de vida de la población y por ende en
sus condiciones de habitabilidad. El hábitat donde se locali-
zan y viven las grandes mayorías urbanas queda marcado por
las más diversas vulnerabilidades, carencias y desequilibrios
de la población, que afectan a su vez las dinámicas sociales,
culturales, económicas, físico espaciales y ambientales, refle-
jándose en nuevas formas del habitar y del hábitat.
En esta perspectiva se constata un cambio en los paradigmas
que afectan las concepciones y prácticas de las disciplinas re-
lacionadas con los estudios y con la intervención del hábitat.
Estos cambios están orientados a la cooperación entre los
distintos saberes y disciplinas, lo que exige nuevos métodos y
espacios de experimentación interactivos. Estos acercamien-
tos están aportando nuevos conocimientos, consolidando
hallazgos teóricos, ratificando y ampliando metodologías
que en su conjunto configuran un cuerpo de conocimien-
tos abiertos a procesos disciplinarios e inter y trans-discipli-
narios (Documento inédito de auto-evaluación Maestría en
Hábitat. 2005).
Lo anterior, enmarcado en la búsqueda de una episteme para compren-
der y desarrollar la visión compleja del hábitat. En este orden de ideas, el presente
trabajo reúne algunas de las reflexiones desarrolladas por parte del cuerpo inves-
tigador de la Maestría (en su sede de Bogotá) orientadas a establecer relaciones
de correspondencia e inseparabilidad entre los temas del hábitat y los del habitar
tratados desde perspectivas tan diversas como la relación entre el hábitat, la socie-
dad y la cultura; las connotaciones ético-estéticas más frecuentemente asociadas al
hábitat; el análisis espacio-temporal del hábitat abordado desde enfoques sistémi-
cos y de complejidad; la informalidad urbana y algunas de sus implicaciones econó-
micas sobre el hábitat; la modelación conceptual para abordar el tema de manera
integral; la noción compleja del hábitat y su enorme deuda tanto social como am-
biental; las regiones morales que comporta la convivencia; la hibridación estética y
los sistemas de organización del habitar que caracteriza buena parte de los barrios
latinoamericanos, y la planeación participativa en tanto instrumento idóneo para
lograr la construcción social del hábitat.
18 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
20. De esta forma, lo que el equipo de investigadores aquí reunido pretende
es contribuir a la construcción de un marco epistémico para abordar la dimensión
compleja del hábitat en cuanto tal pues, tal como señala el documento elaborado
en esta dirección por la Maestría en el año 200,
El hábitat humano, entendido como asunto complejo, com-
prende el ámbito en el cual los sujetos (individuales y colec-
tivos) establecen redes de relaciones con unas condiciones
materiales de naturaleza biótica, física y antrópica; las cua-
les, a partir de sus intercambios, hacen posible diversas for-
mas de habitar y de producción de técnicas que de manera
permanente configuran y transforman sus hábitos y las for-
mas de organización de su habitar (…). De este modo, las
relaciones del sujeto con el hábitat propician una diversidad
de lecturas e interpretaciones, algunas de las cuales alcan-
zan a estructurarse como teorías, conocimientos, métodos,
metodologías e instrumentos que configuran un campo
propio de conocimiento (Documento inédito coordinado
por la profesora Clara Eugenia Sánchez y titulado: “En bús-
queda de una episteme”. Maestría en Hábitat. Universidad
Nacional de Colombia. Bogotá. 2003).
Es así que
Este campo específico de conocimiento, para la visión com-
pleja del hábitat, se ocupa del entorno construido que sirve
de base para estructurar distintos sistemas de organización
y formalización cultural, institucional, económica, social,
ecológica y política del habitar. En síntesis, se corresponde
con la escala aprehensible por los sujetos que lo habitan y
centra el interés sobre los métodos y capacidad de compren-
der, intervenir, modelar, simular y reinscribir los procesos
inherentes al hábitat y al habitar.
Así, se pretende superar la insuficiencia demostrada por la
arquitectura y el urbanismo, la ingeniería, la economía, la
historia, la ecología, la política y las ciencias sociales para
abordar los problemas del hábitat contemporáneo. Abrirles
camino a interpretaciones que articulen las discontinuidades
propias de los procesos históricos, permitiendo replantear la
forma fragmentada de ver que caracteriza a la racionalidad
instrumental dominante en el mundo actual. Facilitando la
síntesis creativa de lo trans-disciplinar. Ir de lo simple a lo
INTrOduCCióN 19
21. complejo es semejante a ir de lo concreto a lo abstracto y de
lo particular a lo general. Reflexionar sobre los procesos para
generar y gestionar un hábitat que sea incluyente y accesible
para todos los ciudadanos; que sea sostenible social, econó-
mica y ambientalmente y esté viabilizado por la comprensión
integral de los procesos que lo determinan (Op.Cit).
Sobre esta base, y en el contexto del presente trabajo, el profesor César
Rodríguez enmarca su reflexión en una particular mirada de la vida en general, y
de la vida humana en particular, resaltando el tema de la contextura profunda de
la interacción e interdependencia de la especie humana con el territorio que ocu-
pa, señalando la dimensión política que en tal sentido habría de caracterizar los
procesos “racionales” de planeación del territorio, de suerte tal que la dimensión
interactiva de nuestra relación con el mundo, en su carácter gnosio-emocional, sea
incorporada de forma explícita al interior de la naturaleza cultural y contingente de
tales procesos.
En este sentido, señala cómo la relación de mutua dependencia entre la
vida humana y el territorio, por un lado, y la anticipación racional de las característi-
cas de esa relación en la forma de la planeación, por otro, permiten comprender el
problema del actual estado precario de la vida en el planeta. Aspiración que en la
perspectiva de proponer respuestas a la misma supone la adopción y el desarrollo
de una mirada y de una forma de actuación sobre el territorio enmarcada en una
profunda dimensión política capaz de brindar respuesta a las múltiples afectacio-
nes que tal situación genera sobre la triada hábitat, sociedad y cultura.
Por su parte, el profesor Jorge Sánchez, inspirado en reflexiones desarro-
lladas por Félix Guattari, propone una serie de consideraciones para atender la con-
notación ético-estética del hábitat humano a la luz del pensamiento complejo y su
aspiración de entender la realidad como una trama o tejido de múltiples relaciones al
interior de un paradigma que enfatiza más en las relaciones entre las cosas, que en las
cosas mismas. Visión que permite entender el hábitat, no como una cosa entre otras,
sino como una imbricación de procesos vitales en permanente interacción.
De esta forma, ubica su preocupación en el marco de las siguientes pregun-
tas que, desde esta perspectiva, pudieran, en su resolución, tener alguna inherencia
en los procesos de reflexión, transformación y/o construcción del hábitat: ¿Qué im-
plicaciones tendría una aproximación ética-política-estética en la comprensión del
hábitat, entendido como realidad compleja y, así mismo, en nuestras acciones para
transformarlo? ¿Cómo entender esta nueva orientación? ¿Qué relaciones existen
20 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
22. entre la teoría de sistemas y una guía ético-estética? ¿Qué concepción de ética y es-
tética es la más adecuada para tratar la naturaleza compleja del hábitat?
Interrogantes que finalmente confluyen, a través de las respuestas que aquí
se les brindan, en la posibilidad real de trascender cualquier esquema dualista o mo-
ral frente a las relaciones entre ética y estética, indisolublemente contempladas en
este ensayo, para así proponer un esquema analítico de triadas categoriales interre-
lacionadas donde se abordan los múltiples lugares de encuentro entre ambos con-
ceptos gracias al reconocimiento de las sinergias que fluyen entre ambas al interior
de los distintos saberes y culturas; los cuales, precisamente a través de sus formas de
relación entre una y otra, dan respuesta y sentido a su particular idea del hábitat.
A su vez, los profesores Alberto Gómez y Álvaro Ibatá señalan la nece-
sidad de que el hábitat humano sea leído y entendido hoy, en el marco de la com-
pleja red de relaciones y emergencias que explican nuestro mundo global, interco-
nectado, fluido, veloz e interdependiente, donde lo trans-sectorial ha desplazado
a lo sectorial y donde temas como el del hábitat se presentan, a todas luces, como
ineludibles espacios de reflexión pluri, inter y transdisciplinar.
A este respecto anotan que se hace necesario reconocer que el camino re-
corrido por el proceso de urbanización presenta signos de crisis, dada su magnitud
e impacto. Emerge lo local-global, donde diferentes espacios y tiempos se relacio-
nan y construyen un sistema complejo y dinámico que sirve de contexto a nuevos
patrones de asentamientos de autonomías relativas. Esta nueva situación contrasta
con las lógicas individuales y sectoriales predominantes en las construcciones de
ciudad y territorio, hasta ahora aceptadas como válidas.
Tres retos proponen los investigadores para afrontar esta situación: el de
cualificar la ciudad y el territorio, entendiendo el hábitat en el marco de las relacio-
nes entre el aquí y el ahora y el proyecto de futuro; asumir, desde paradigmas de
complejidad, propuestas para cualificar los asentamientos humanos y su hábitat, y
llevar a cabo una identificación o construcción de técnicas de análisis espacio-tem-
poral pertinentes con la relación entre la sociedad y su entorno.
De otro modo, la profesora Mercedes Castillo señala en su trabajo tan-
to la inexactitud como la precariedad del concepto de “informalidad” para aludir
a las formas alternativas de la economía urbana que tanta importancia cobran en
nuestras ciudades; concepto que indistintamente se utiliza para hablar, tanto de la
economía, como de la ciudad con la intención dar cuenta del desarrollo emergente
de una y otra en el contexto de una misma realidad.
INTrOduCCióN 21
23. Sobre esta base, expresa su desconfianza respecto al uso del adjetivo “in-
formal” para calificar a una cierta visión de la realidad socio-espacial latinoamericana,
pues el uso de este concepto frecuentemente está acompañado de un discurso que,
en materia de sus implicaciones sobre el hábitat, suele asociarse con la marginalidad,
sirviendo así para implementar y legitimar diversas políticas coyunturales que, a la
postre, terminan por estigmatizar “la espontaneidad” y recursividad de estos proce-
sos, combatiendo de tal forma su expresión pero no sus causas estructurales.
En este sentido, desarrolla una reflexión teórica orientada hacia la com-
prensión e interpretación de la relación entre economía y ciudad a través de una
mirada que trasciende los sesgos fiscalistas para ubicarse en el contexto de la
compleja madeja de relaciones sociales que, de una u otra manera, caracterizan y
definen tal relación.
A su vez, el profesor Luis Fique se propone el desarrollo de un modelo
conceptual para pensar el hábitat humano a partir de la identificación y valoración
de los recursos, dimensiones y categorías que, en su opinión, permitirían resaltar la
noción de proceso que éste comporta, particularmente en lo que tiene que ver con
la transformación del paisaje que mediante su apropiación hace de él la sociedad
para así dar cuerpo a la naturaleza simbólica y material de su entorno, entendido así
como hábitat construido; lo anterior con el fin de brindar elementos que conecten
la política, la tecnología, el ambiente y la sociedad; temas que, según el profesor
Fique, hasta ahora empiezan a relacionarse, pues tradicionalmente se habían abor-
dado de manera separada.
Desde aquí, reclama el texto la necesidad de superar la mirada excesiva-
mente física y funcional con la cual se ha tratado el tema, para investigar las prácti-
cas, los procesos y los modos concretos como social y ambientalmente surge y se
enmarca el habitar; para ello analiza, en primer lugar, la noción de modelo en su co-
rrelato científico y posteriormente presenta una propuesta de articulación y síntesis
entre diferentes modelos que busca construir una comprensión amplia y suficiente
del objeto de estudio en la que convergen la perspectiva técnico-arquitectónica, la
ambiental y la de la teoría de sistemas (en su mirada particular de las formas de vida;
mirada que entiende la materialidad como la concretización física de un patrón de
organización).
Por su parte, el profesor Carlos Torres llama la atención sobre los princi-
pales vacíos existentes en la escena pública nacional en torno a la real y auténtica
comprensión de la noción de hábitat, esto a pesar de que dicha noción ya cuenta
con un importante recorrido en el ámbito internacional a la luz, entre otras cosas,
22 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
24. de los numerosos encuentros internacionales llevados a cabo para abordar el tema
través de las propias políticas que al respecto lideran diferentes organismos inter-
nacionales de la talla de la Organización de las Naciones Unidas, la cual incluso creó
un programa específico en la materia.
Recalca a este respecto la deuda que la reflexión contemporánea sobre el
tema del hábitat tiene con los paradigmas de la complejidad y su mirada holística,
asociacionista e integral de los problemas; del mismo modo, señala la preocupa-
ción constante de este tema por procurar a la vez una armónica relación con la
naturaleza y una adecuada relación de convivencia entre los seres humanos en un
momento en el cual las tendencias mercantilistas del mundo actual convierten en
valor de cambio aquellos componentes del hábitat que, de suyo, ostentan un claro
valor simbólico y de uso: el ambiente, la naturaleza, la vida humana y, en este mis-
mo rango, la vivienda en cuanto tal.
De este modo, recalca la necesidad de abordar el tema desde una pers-
pectiva de derechos que sea capaz de reivindicar la dignidad humana con el fin
de superar los discursos retóricos y enfrentar los verdaderos retos que subyacen al
tema, tanto del hábitat en general, como de la vivienda en particular; es decir, el de
la sostenibilidad, el de la valoración de la vida humana en sus múltiples dimensio-
nes, el del desarrollo y el de la segregación socio-espacial.
A continuación, el profesor Jairo Rodríguez reflexiona sobre lo que llama
“los espacios simbólicos de los sectores medios desde la moralidad que está implí-
cita en la sociabilidad que desarrollan en la ciudad” en el marco de lo que Robert
Park denomina una “región moral”, para aludir a las formas de organización espon-
tánea que se dan en la sociedad a través de la convivencia o del disfrute, uso y/o
aprovechamiento de ciertos espacios comunes capaces de constituir un determina-
do orden simbólico.
En ese contexto, señala el valor de la espacialidad urbana, pues ella confi-
gura territorios simbólicos que de tal o cual manera retratan la identidad local gra-
cias a los diferentes niveles de sociabilidad que propician; situación que es descrita
en este capítulo mediante las aludidas “regiones morales”, las cuales hablan tanto
de las formas de afinidad como de las diferencias que caracterizan a los pobladores
de otras “regiones morales”; situación que constituye una particular forma de se-
gregación social en la cual se desenvuelve la permanente lucha por la hegemonía
cultural que caracteriza la propia construcción simbólica de la ciudad. En este con-
texto se resalta el valor del barrio como idóneo receptáculo de la vida cotidiana y,
INTrOduCCióN 23
25. por tanto, como fundamental referencia a la hora de entender y/o caracterizar los
diferentes territorios simbólicos que describen una u otra “región moral”.
Posteriormente, el profesor Miguel Borja realiza un análisis en torno a lo
que pudiera denominarse “la naturaleza híbrida de los barrios mixtos” y sus formas
de estructuración y organización. Reflexión que se enmarca en la creciente tenden-
cia de desconfiguración de los antiguos barrios latinoamericanos (aunque de he-
cho ilustra su reflexión en el caso de la ciudad de Bogotá) cuyo carácter dependía,
en gran medida, de la imagen de unidad que fuesen capaces de proyectar.
Sobre esta base, propone reconocer la emergencia de un nuevo tipo de
estructuración socio-espacial derivada de los fenómenos de hibridación urbana
que viven hoy en día nuestras ciudades y que, entre otras cosas, atentan contra la
estructura tradicionalmente especializada de nuestros conglomerados urbanos y,
en consecuencia, contra la propia imagen de la ciudad; situación agravada por la
modificación constante de las políticas de planeamiento que no permiten la pro-
tección y continuidad de la presencia del perfil urbano históricamente construido y
socialmente apropiado.
A fin de cuentas, señala el autor, los barrios mixtos conforman una nueva
realidad urbanística que si bien no corresponde a una teorización que los respalde
y de tal forma promueva como modelo a imitar, ni tampoco hacen parte de un plan
general de ciudad, sí responden a las dinámicas, particularmente económicas y de
satisfacción de servicios que hoy en día, de manera más o menos espontánea, pre-
senta y ofrece la ciudad.
Finalmente, el editor académico de este trabajo cierra el conjunto con
una reflexión en torno al papel de la planificación participativa en los procesos de
construcción, transformación y apropiación social del hábitat; esto en razón del pa-
pel sustantivo que ésta cobra a la hora de concebir proyectos colectivos de ciudad.
Desde aquí, se contempla la posibilidad real de diseñar y aplicar instru-
mentos efectivos de control social que, por la vía de la autorregulación ciudadana
y la corresponsabilidad social, permitan trascender la planeación participativa para
proponer así esquemas territorializados de co-administración de la ciudad. Aspira-
ción enmarcada en la posibilidad de resemantizar el contrato social y, desde aquí,
fortalecer la democracia participativa en atención a lograr, por esta vía, tanto el for-
talecimiento del Estado como la recualificación y puesta en obra del capital social;
tareas que en todo tienen que ver con el mejoramiento integral de las condiciones
de habitabilidad en relación directa y co-substancial con el propio mejoramiento de
las condiciones de gobernabilidad-gobernancia y productividad de la ciudad.
24 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
26. El siglo XX, no cabe duda, fue el siglo de los ricos, al menos el siglo del
paradigma de la riqueza y de la concentración de capital al cual se orientó, desde
sus inicios, el proyecto globalizante de la modernidad; el siglo XXI, por su parte, es
y será el siglo de los pobres o, si se prefiere, el siglo del paradigma de la pobreza,
cuando justamente la excesiva concentración de riqueza y de desequilibrio en la
distribución del ingreso que heredamos del siglo anterior no pueden traer más que
un aumento de los desequilibrios territoriales y de la desigualdad.
Pensar el hábitat en tanto construcción social, como un asunto complejo,
justifica este libro; pensar el hábitat como un asunto de justicia y de derechos le otor-
ga fundamento y sentido; pensar el hábitat como algo más que un techo le pone un
reto: el de contribuir en la construcción de un nuevo “paso del noroeste” entre las
disciplinas del espacio (la arquitectura, la planificación urbana y el urbanismo, funda-
mentalmente) y las ciencias sociales, las económicas y las políticas; esto con el fin de
que sea posible abrir otro “paso”, particularmente trascendental en el espacio de las
ciudades, que permita poner de acuerdo a gobernantes y gobernados.
Sólo nos resta anotar que las reflexiones aquí contenidas no tienen otro
objeto que el de ahondar en unos pocos aspectos estratégicos –de los muchos que
supondría abordar la compleja madeja de problemas y temas relacionados con la
calidad del hábitat– en la perspectiva de abrir o renovar interrogantes capaces de
alentar, en cualquier caso, el compromiso ético, político y propositivo que como
humanos nos toca en relación con la satisfacción de nuestras demandas, no sólo
de cobijo, sino de justicia social; he ahí la urgencia de pensar, no sólo el nuevo siglo
sino el planeta mismo “en clave” tanto de hábitat como de habitar.
El editor académico
INTrOduCCióN 25
29. HÁBITAT, SOCIEDAD Y CULTURA
La preocupación por el estado actual de la vida en general, y de la vida
humana en particular, pone sobre la mesa de discusión en el mundo entero el tema
de la contextura profunda de la interacción de la especie humana con el territorio
que ocupa.
La mutua dependencia y la planeación de la acción
Aceptando la existencia de una preocupación como la enunciada antes,
es necesario hacer un reconocimiento explícito del aspecto más notable asociado a
dicha interacción, es el que afirma que ésta supone la existencia de una influencia
mutua, compleja e intensa entre humanos y territorios, al punto que uno y otro se
han reconfigurado permanente y progresivamente a lo largo del tiempo por medio
de los procesos maravillosos de la evolución. Así, la calidad humana del mundo re-
sulta ser un contenido indiscutible de la realidad al punto que lo que comúnmente
llamamos Naturaleza es en esencia Naturaleza humanizada.
Esta relación interactiva de los seres humanos y el lugar exige, junto con
la necesidad, también indiscutible hoy día, de obrar con la anticipación y previsión
propias de la planeación racional de la acción, un par de nociones determinantes para
28 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
30. resolver los problemas asociados con la preocupación mencionada al principio sobre
la calidad de la vida. La dependencia interactiva y la planeación racional son las nocio-
nes centrales en la relación entre los humanos y el territorio. De la primera se puede
afirmar que es natural y necesaria; de la segunda, que es cultural y contingente.
Debido a la importancia que se le adjudica al control racional que se reali-
za en la planeación, por un momento y en este punto es conveniente ahondar en la
naturaleza contingente de ésta.
La condición opcional y provisional de la planeación racional, calidad que
se esconde en su naturaleza contingente, supone que una parte importante de las
acciones humanas no suceden enmarcadas en el cálculo, la medición y la precisión,
sino que, por el contrario, tengan como característica notable la espontaneidad y el
inmediatismo. Que muchas acciones no sucedan dentro de aquellos tres aspectos,
supone también que la intuición apoyada en la tradición y en el sentido común es
el recurso cognitivo propio de esas acciones que se emprenden sin las mediaciones
explícitas propias de la planeación. Aquí se puede precisar que una parte impor-
tante de la actividad de los humanos discurre sin la necesidad de una voluntaria,
deliberada, consciente y articulada consideración anterior a la acción misma.
Aun cuando los emprendimientos humanos se lleven a cabo y finalmente
realicen sus intenciones, no significa que para que tal cosa suceda se haya necesi-
tado previamente la mediación de un conjunto de reflexiones conscientes acerca
de la acción y, por consiguiente, que se haya tenido que constituir una anticipación
racional de los hechos del futuro. Sin embargo, aceptar que no todas las activida-
des humanas se encuentran reguladas por la razón es simultáneamente resaltar el
hecho de que la planeación también es un rasgo complementario de la tradición
y, por demás, muy valioso para la acción. Está claro que las acciones humanas cen-
tradas en el cálculo y en las mediaciones conscientes suponen la razón como lo
cognitivamente propio de ellas.
Pero sea predominantemente desde la intuición y la sospecha, tan impor-
tantes para la relación con el entorno, sea predominantemente desde la razón y la
probabilidad, la recurrencia y la regularidad, tan convenientes para las soluciones
certeras o, mejor aún, sea desde la más frecuente combinación de la intuición y la
razón, lo que parece más interesante es que siempre, y en cualquiera de las tres
situaciones, la relación entre vida humana y geografía se muestra con inmensa di-
versidad de formas y configuraciones físicamente observables.
De esta calidad importante del mundo de la vida humana que aquí nos
interesa son evidencias inobjetables las muchas y distintas culturas de humanos
HÁBITAT, SOcIEDAD Y CuLtuRA 29
31. que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo. Esta observación de la diversidad
propia de las manifestaciones de lo humano en el entorno va a ser útil en el siguien-
te apartado sobre la dimensión política de dicha relación.
Por ahora se puede decir que la relación de mutua dependencia entre vida
humana y territorio, y la anticipación racional de las características de esa relación
en la forma de la planeación, forman los dos elementos centrales para abordar el
problema del actual estado precario de la vida en el planeta.
La dimensión política
La relación entre la vida humana y el territorio, que se muestra compleja y
multiforme, no es, como ya se sugirió antes, una relación entre dos entidades singu-
lares: es una relación entre muy diversas configuraciones culturales con muy diversos
entornos geográficos. Detrás de la diversidad, especialmente de la que comportan
los contenidos culturales de las comunidades humanas, se encuentran los intereses
igualmente diversos y usualmente no coincidentes de los miembros de ellas.
Es en la función vida humana-territorio en la que se van constituyendo
los conjuntos de intereses, que en tanto no son por necesidad coincidentes, procu-
ran tensiones, contradicciones y conflictos entre grupos de sujetos con afinidades,
conjuntos nombrados usualmente como grupos de interés. La dinámica de estos
desacuerdos se escenifica en el territorio de las comunidades y marca al territorio
en tal medida que su forma se encuentra en relación directa con los intereses que
han definido los desacuerdos.
Para la presente reflexión se ha de entender lo expuesto en el párrafo an-
terior como la dimensión política de la relación entre la vida humana y el territorio.
Pero si lo político acontece en medio de dicha relación, con el ingrediente
de los intereses, la acción racional en el acontecimiento de la relación vida humana
y territorio se encarna en la planeación como anticipación consciente de los hechos
que emergen o son causados por tal relación. En tanto el encuentro entre la vida
humana y el territorio, signado por intereses de toda clase, esté mediado por el
instrumento sofisticado de la planeación racional, está bien claro que los aludidos
intereses tenderán a ser percibidos con mayor claridad y traspasarán el velo de lo
irracional, tan cercano a la intuición, para ubicarse en el plano expuesto de lo cons-
cientemente conocible y, por consiguiente, eventualmente comprensible.
30 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
32. De ahí proviene el valor más apreciable de la planeación racional de la ac-
tividad humana en el territorio, pues debido a esa curiosa cualidad, siempre existirá
la posibilidad de que abiertamente se pongan sobre el tapete los asuntos álgidos
de la comunidad y las intenciones que mueven a sus miembros. La trama tejida de
manera consciente entre lo humano, el lugar y los intereses que modelan la relación
de los dos primeros, es pura planeación con una profunda dimensión política.
La dimensión política de la interacción de doble vía de la vida humana y
el territorio, con la mediación de la planeación racional, no sólo como instrumento
de anticipación sino, de manera importante, como un revelador de los intereses en
conflicto, tiene una instancia de formalización socialmente necesaria en la ley.
Este conjunto de normas explícitas y bien articuladas, que por lo general
encarnan los intereses de los grupos, es la expresión escrita de una parte importante
de la dimensión política de la vida humana, de aquella parte que es susceptible de ser
representada de manera consciente y que por esto es diferente de las normas implí-
citas contenidas en las costumbres. La naturaleza de la ley, en tanto derecho positivo,
como se entienden las reglas de la convivencia y las prácticas sociales contenidas en
los códigos y constituciones, está determinada para el caso de la relación entre hom-
bre y territorio por tres ideas centrales: el hábitat, la sociedad y la cultura.
Según se caractericen estos términos y se precisen sus relaciones, la com-
prensión del problema del estado de la vida en general, y de la vida humana en
particular dentro del marco de la relación entre los seres humanos y el territorio,
será de una manera o de otra cualquiera.
Hábitat, sociedad y cultura
La importancia que se anotó al final del anterior aparte, de definir, o por lo
menos de caracterizar, tres especiales y fundamentales ideas y sus relaciones para
poder ocuparse con propiedad intelectual del específico asunto de la calidad de
la vida de las comunidades humanas asentadas en un territorio, parece fuera de
toda discusión. Así, se entiende el hábitat como territorio concreto, material y físico,
como el escenario; la sociedad como el conjunto general pero curiosamente muy
concreto de conexiones y rompimientos entre los sujetos componentes de las co-
munidades, como el actor, y la cultura, como el contenido que emerge de la relación
de los dos, escenario y actor, como la consecuencia necesaria de esa relación. Son
HÁBITAT, SOcIEDAD Y CuLtuRA 31
33. estos tres temas los que se encuentran en el fondo de la relación más amplia y ge-
neral entre la vida humana y el territorio.
Entonces, se puede afirmar, generalizando, que dependiendo de la idea
que se tenga de hábitat, de sociedad y de cultura, las relaciones que se puedan re-
conocer en los hechos que comportan estos tres términos cambian de forma signi-
ficativa. Esta declaración supone sin dificultad el carácter relativo y, por consiguien-
te, polémico, de una teorización que se haga acerca de nociones genéricas, como
hábitat, sociedad y cultura, reflexión de tanta importancia, como ya se anticipó en
párrafos anteriores, para la definición de políticas relacionadas con el desarrollo de
los grupos humanos en los territorios que ocupan.
Por tanto, antes de cualquier consideración particular, es necesario deter-
minar la manera como en este texto se entienden los tres términos en cuestión
para poder abordar la tarea de estudiar la relación entre ellos, con la intención de
visualizar cómo inciden en la determinación de políticas que se hagan sobre la vida
humana y al territorio.
La noción fuerte de esta relación compleja es la de hábitat, palabra cuyo
sentido más preciso ha sido acuñado, entre otros, en el campo de estudio de la
biología y adoptado sin reserva en el ámbito especial de la ecología. A pesar de la
reducción que implica para una reflexión como la presente una perspectiva que es
propia de una ciencia dura, la autoridad intelectual que posee tal perspectiva por
su origen es incuestionable, y ante la necesidad de ir con cuidado en un ejercicio
intelectual que lo que más necesita es claridad, aquí se tendrá en consideración el
sentido de hábitat en su más básica y tal vez conveniente dimensión, aquella en la
que el término alude a un “lugar de condiciones apropiadas para que viva un orga-
nismo, especie o comunidad animal o vegetal”1.
Sin embargo, es usual que para la comunidad del animal humano esta
precisa noción no incluya aquello que lo hace propiamente humano por lo que,
perdiendo lo que implica en claridad y concreción una definición como la anotada,
se abandona ante tal reserva una idea de hábitat que tiene la virtud de unirnos in-
disolublemente con todas las otras cosas vivas.
En este punto inicial hay que anotar, en favor de la utilización de una defi-
nición del diccionario de la lengua, que una definición como esta apela, en primer
lugar, al sentido que tiene una palabra en el ejercicio del lenguaje natural de una
Hábitat (del latín hab tat, ª persona de singular del presente indicativo del verbo
habitâre). . m. Ecología. Lugar de condiciones apropiadas para que viva un organismo,
especie o comunidad animal o vegetal. (Real Academia Española, 200: 80).
32 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
34. comunidad en una época determinada. El diccionario quiere así capturar en cada
edición el significado y el uso presente de un término.
En segundo lugar, por no desconocer la existencia de otros sentidos acu-
ñados en entornos de trabajo especializados como los de la ciencia, el arte o la
política, incluye el diccionario sentidos técnicos de naturaleza especial, derivados
de convenciones circunstanciales hechas por expertos que resuelven asumir una
definición que les resulta más conveniente para sus propósitos. Por consiguiente, la
dificultad que se esconde detrás del carácter multisémico de una palabra se resuel-
ve aquí tomando su sentido simple, original, claro y, por demás, útil para el presente
trabajo, sentido que provee sin dificultad el diccionario de la lengua castellana.
De la misma manera con la que se trata la palabra hábitat, la palabra socie-
dad en su acepción simple, original, clara y conveniente refiere la existencia, en una
gran variedad de formas vivas, de agrupamientos de individuos de manera natural
o acordada2.
Tales agrupamientos suceden según intereses en general convergentes y
se materializan en los esfuerzos propios de la supervivencia del grupo y, por exten-
sión, de los individuos que la conforman. La naturaleza gregaria de algunas formas
de vida, calidad aquilatada a lo largo de innumerables generaciones e incidencias
evolutivas, define la existencia necesaria de lo que nombramos, a veces con sentido
especializado, como sociedad.
Esta última forma parte del conjunto complejo de materiales concretos y
abstractos, acontecimientos e ideas, fenómenos y representaciones, que existen en
la forma de vida humana, vida, como todas, de extraordinaria elaboración evoluti-
va. Pero, una idea de sociedad que incluye las formas gregarias de vida compleja sin
excepción, permite reconocer en sociedades no humanas adaptaciones, ajustes y
cambios en el territorio que son en sí modelos de relación entre vida y entorno.
Puede ser útil recordar una definición de sociedad que la describe técnica-
mente pero que permite al mismo tiempo captar su dimensión más general. Dicen
T. W. Adorno y M. Horkheimer (1969: 2) que:
2
Sociedad (del latín societas, -âtis). . f. Reunión mayor o menor de personas,
familias, pueblos o naciones. 2. f. Agrupación natural o pactada de personas, que constitu-
yen unidad distinta de cada uno de sus individuos, con el fin de cumplir, mediante la mutua
cooperación, todos o alguno de los fines de la vida. . f. Agrupación natural de algunos
animales. Las abejas viven en sociedad. (Real Academia Española,: .4).
HÁBITAT, SOcIEDAD Y CuLtuRA 33
35. Por ‘sociedad’, en el sentido más importante, entendemos
una especie de contextura interhumana en la cual todos de-
penden de todos; en la cual el todo sólo subsiste gracias a
la unidad de las funciones asumidas por los copartícipes, a
cada uno de los cuales, por principio se le asigna una fun-
ción; y donde todos los individuos, a su vez, son determi-
nados en gran medida por la pertenencia al contexto en su
totalidad. El concepto de sociedad, pues, designa más bien
las relaciones entre los elementos y las leyes a las cuales esas
relaciones subyacen, y no a los elementos y sus descripcio-
nes simples.
A pesar de la alusión a la humanidad está claro que todo el contenido de la
cita se puede predicar de otras formas de vida complejas sin cambiar una palabra.
La tercera noción de la relación es la de cultura. Su sentido general presen-
ta en esta ocasión una limitación notable especialmente en el mundo del lenguaje
natural o lenguaje de uso cotidiano, común y vulgar, pues es frecuente entender
en ese contexto que la cultura es una cualidad que se adquiere, por ejemplo, por
medio del esfuerzo de la educación, o en la adquisición y posesión de alguna cosa
que se asocia con una cultura particular, o en la asimilación de costumbres y com-
portamientos específicos.
De todas maneras, aunque estos y otros aspectos conforman la cultura
de una comunidad de organismos vivos humanos, no es, sin duda, una parte de la
cultura la que la define en su sentido total o, de modo general, se puede decir que
no es aceptable en este caso tomar la parte por el todo.
Con la cultura entendida como una cualidad adquirida solo se consigue
adjetivar la palabra permitiendo, por tanto, saber de los grados en que se tiene cul-
tura, pero impidiendo conocer, si es posible, lo que ella es. Para la reflexión cuida-
dosa de la relación entre hábitat, sociedad y cultura una concepción de esta última
como aquí se ha mencionado, reduciría el análisis del complejo a un asunto de ma-
yor o menor medida en tanto que uno de los elementos de la relación, la cultura, es
una entidad variable, pues se puede ser más o menos “culto”, mientras que respecto
de los términos de hábitat y sociedad solo es dable ser. Estos otros dos elementos
de la relación hábitat −sociedad− cultura, se representan lingüísticamente con pa-
labras descriptoras, sustantivos que identifican un estado de la realidad, un hecho.
Para el caso del presente trabajo la naturaleza fáctica que representan los términos
hábitat y sociedad debe definir la naturaleza y sentido del tercer término.
34 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
36. Con lo anterior, se puede afirmar que la cultura es un hecho de natura-
leza abstracta existente siempre que el lugar y una forma viva se encuentran. Así,
tiene la cultura un carácter necesario en tanto se presenten lugar y vida de forma
simultánea.
Sin embargo, esta noción de cultura se encuentra con la dificultad, según
muchos, de desconocer que lo que así llamamos es un fenómeno exclusivamente
humano que apoya toda su humanidad en su naturaleza simbólica y en la habilidad
representativa del lenguaje de la especie, lo que además la hace propia y exclusiva
de la vida inteligente. Es probable que lo propiamente humano se perciba con clari-
dad si se considera que ya desde hace varias decenas de miles de años los humanos,
al enfrentar un medio adverso para su supervivencia, no esperan el transcurso de
las generaciones para que evolutivamente se sucedan ajustes adaptativos de tipo
anatómico sino que ellos hacen los ajustes necesarios al medio, cuidando o culti-
vando, en su sentido más amplio, el entorno en función de sus intereses (Attembo-
rough, 1987: 225-226).
En estas circunstancias, sería equivocado hablar de cultura en conjuntos
organizados de formas vivas distintos al animal humano. Más aún, resulta atrevido
afirmar el carácter vital antes que humano de la cultura cuando S. Freud (1969: 142)
en las primeras frases de su celebre texto “El porvenir de una ilusión” dice que:
La cultura humana –entendiendo por tal todo aquello en
que la vida humana ha superado sus condiciones zooló-
gicas y se distingue de la vida de los animales..... muestra,
como es sabido, al observador dos distintos aspectos. Por
un lado, comprende todo el saber y el poder conquistado
por los hombres para llegar a dominar las fuerzas de la Na-
turaleza y extraer los bienes naturales con que satisfacer las
necesidades humanas, y por otro, todas las organizaciones
necesarias para regular las relaciones de los hombres entre
sí y muy especialmente la distribución de los bienes natu-
rales alcanzables.
Ante tan definitiva declaración la acepción más general de cultura peca
por excesivamente abstracta e indeterminada. Pero es necesario precisar que la
idea de cultura que es apropiada para la reflexión acerca de la relación de los tres
elementos, hábitat, sociedad y cultura, está centrada más en la peculiaridad de ser
un aspecto de las cosas vivas que de ser una característica singular de lo humano.
Con esto es probable que se pueda des-antropologizar el tema y, al descorrer en lo
HÁBITAT, SOcIEDAD Y CuLtuRA 35
37. posible el velo humanizador que encubre la relación, se observe una dimensión ob-
jetiva y por consiguiente determinante del encuentro entre el hábitat, la sociedad
y la cultura.
Aunque no sea el tema de la actual reflexión, conviene recordar que las
nociones de vida, vida inteligente, inteligencia, inteligencia natural y artificial, or-
ganismo, organicidad, símbolo y representación simbólica, tan importantes para
una definición de cultura, se han relativizado y ampliado en los campos de inves-
tigación y desarrollo especialmente de las ciencias duras clásicas y en algunas de
sus derivaciones como las de la neurociencia, la ecología, la biología evolutiva y la
bioquímica.
Se puede decir que no es suficiente la reducción de la idea de cultura al
fenómeno humano, pues se debe aceptar que otras formas vivas, cualquiera que
sea la definición de vida, operan de manera transformadora sobre el medio siempre
con el propósito de sobrevivir a los riesgos de su propia existencia. Pero si además
una acción como la descrita constituye pautas organizadas, regulares y eficaces,
como sin duda sucede, es posible hablar de un “cultivo” del entorno y por consi-
guiente hablar en general de algo como la cultura en las formas de vida complejas
presentes en medios ambientes específicos. Una consideración de la cultura como
la de las anteriores líneas es aplicable a la vida compleja sin reservas.
Al igual que en las otras dos nociones, la de hábitat y la de sociedad, ahora
la noción de cultura en este análisis toma su sentido de una parte de la definición
simple, original y clara que el diccionario de la lengua prescribe. Allí cultura es, en
un primer sentido, cultivar, criar y en consecuencia se pude decir que también es
cuidar. Ese significado posee el suficiente carácter general para usarlo al hablar de
las cosas vivas sin tener que cuestionar su pertinencia.
A pesar de todo lo anterior, en particular cultura también es, en cuanto a sus
contenidos, un complejo de conocimientos, teorías, creencias, saberes, leyes, normas,
costumbres, hábitos, apariencias, configuraciones, herramientas, territorios.
De la doble condición de la cultura como un contenido que emerge de la
relación entre vida y territorio en general y la cultura como un fenómeno exclusi-
Cultura (del latín cultura). . f. Significa cultivo, crianza. 2. f. Conjunto de conoci-
mientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. . f. Conjunto de modos de vida
y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una
época y grupo social (Real Academia Española de la Lengua: 48).
36 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
38. vamente humano, se desprende su pertinencia para la reflexión en curso, pues una
y otra idea sobre cultura reconoce su primordial condición de efecto de la relación
vida y territorio.
Bibliografía
ADORNO, T. W. y M. Horkheimer (1969). La sociedad. Lecciones de sociología. Buenos Aires:
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ATTEMBOROUGH, D. (1987). El planeta viviente. Barcelona: Editorial Salvat.
FREUD, S. (1969). “El porvenir de una ilusión”, en Psicología de las masas. Madrid: Editorial
Alianza.
REAL ACADEMIA ESPAñOLA (2001). Diccionario de la lengua española. Madrid: Editorial Real
Academia Española. Vigésima segunda edición.
HÁBITAT, SOcIEDAD Y CuLtuRA 37
41. NOTAS PARA UNA APROXIMACIÓN
ÉTICO-ESTÉTICA AL HÁBITAT
El pensamiento de la complejidad se caracteriza por entender la realidad
como una trama o tejido de múltiples relaciones entre las cosas. Es un paradigma que
enfatiza más las relaciones entre las cosas, que las cosas mismas, que privilegia el
todo sobre las partes y que, por lo tanto, hace que las partes siempre deban consi-
derarse respecto a la totalidad en las cuales están inscritas y no de manera aislada,
entendiendo esa totalidad de manera dinámica como una serie de procesos en per-
manente evolución. Esta visión de múltiples relaciones dinámicas permite que el
hábitat no se entienda como una cosa, sino como un conjunto de procesos vitales
en permanente interacción, de la misma manera como la vida.
La mayoría de los autores que tratan el tema de la complejidad entienden
las dinámicas de estas múltiples relaciones a partir de la teoría de sistemas o del
pensamiento sistémico en razón de que estos dos referentes conceptuales parecen
proporcionar el modelo más aceptado de análisis y comprensión. Cabe señalar a
este respecto que la teoría de sistemas proviene, fundamentalmente, de las ciencias
físicas y naturales, en especial de la biología, de ahí que aborde el tema de la vida
como metáfora o modelo del nuevo paradigma.
Sin renunciar a los presupuestos de la complejidad aparece la propuesta
de Félix Guattari (2000) de considerar un nuevo paradigma de carácter ético-esté-
tico que se contrastaría con el pensamiento sistémico proveniente de las ciencias
40 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
42. como modelo de comprensión de la complejidad, pues “parece urgente deshacerse
de todas las referencias y metáforas cientifistas para forjar nuevos paradigmas que
serán más bien de inspiración ético (política)-estético” (Guattari, 2000: 2) y aña-
de: “…recomposición de las prácticas sociales e individuales, que yo ordeno según
tres rúbricas complementarias: la ecología social, la ecología mental, y la ecología
medioambiental y bajo la égida ético-estética de una ecosofía” (Op. Cit.: 0)
¿Qué implicaciones tendría una aproximación ética-política-estética en la
comprensión del hábitat como realidad compleja y, así mismo, en nuestras accio-
nes para transformarlo? ¿Cómo entender esta nueva orientación? ¿Qué relaciones
existen entre la teoría de sistemas y una guía ético-estética? ¿Qué concepciones de
ética y estética son las más adecuadas para tratar la realidad compleja del hábitat
desde este paradigma ético-estético?
Para responder a estas preguntas se hace necesario hacer algunas distin-
ciones respecto a las nociones de estética y de ética que serían apropiadas dentro
de esta aproximación propuesta al paradigma de la complejidad, partiendo, por lo
tanto, de aceptar la complejidad como un tejido o trama de múltiples interacciones
dinámicas entre los componentes de la realidad; nos interesa destacar aquí, en es-
pecial, aquellas concepciones de ética y de estética que buscan establecer estas in-
terrelaciones o conexiones entre ellas, y no aquellas que solo hacen una descripción
aislada y autónoma de cada una; por tanto, no nos interesan las consideraciones
separadas de una y otra, sino las interacciones entre ambas, y además su conexión
con otros elementos, integrándolos todos a su vez en una totalidad dinámica y no
como relaciones determinadas de manera a priori y de manera absoluta.
Empezaremos por tanto a considerar la nociones de estética y de ética
que mejor se adapten a una visión compleja, destacando algunos temas que nos
resultan pertinentes para construir una aproximación de carácter ético-estético, es-
pecialmente aquellas oposiciones que una mirada compleja debe superar con la
finalidad de construir un modelo que sea útil para comprender la realidad compleja
y, desde aquí, el tema del hábitat; para ello abordaremos ahora algunos conceptos
básicos de estética y retomaremos luego la ética para, por último, relacionarlos con
los procesos concretos de su realización que en nuestro caso serán los del arte.
De acuerdo con lo anterior, en lo que sigue se van a identificar algunos au-
tores que resaltan una aproximación de carácter estético-ético como una alterna-
tiva a otras miradas que son de carácter más científico-técnico o económico. Estos
autores se han reunido, no sólo por el énfasis que tienen en destacar estos valores
NOTAS PArA UNA APrOXIMAcIÓN ÉTIcO-ESTÉTIcA AL HÁBitAt 41
43. sobre otros, sino por la manera de comprender cada uno de éstos y, especialmente,
las interrelaciones que se dan entre ellos.
En esta dirección, este texto buscará, como hemos dicho, interrelacionar
los valores de lo estético y lo ético con el conocimiento de lo real, con el valor
de verdad. De esta manera estamos integrando los tres valores tradicionales de
lo bello, lo bueno y lo verdadero, esta vez articulados e interrelacionados como
procesos evolutivos dentro de una totalidad compleja de carácter sistémico y di-
námico. Entendiendo además los procesos, no sólo como operaciones fisicotécni-
cas, sino como acciones humanas orientadas al cambio y a la creación misma de
nuestra realidad.
Experiencia estética
Iniciaremos con la visión de Noguera (2000 y 2004), no sólo por su enfo-
que de lo estético-ético, sino también por su interés en integrarlo dentro de una
visión de ambientalismo complejo.
Con respecto a la estética, se destaca lo que ella denomina una “estética
expandida”, concepto que distingue de la mirada del experto del área de la filosofía
del arte o de la teoría del arte y que considera “expandida” en el sentido de amplia-
da al contexto de la vida cotidiana. Por tanto, no se refiere al modo de apreciación
estética que realiza el experto, ya sea el crítico, el historiador o el artista, sobre la
recepción o producción de una “obra de arte” dentro del campo restringido de lo
artístico, sino a una estética entendida como la capacidad que tiene todo ser hu-
mano de percibir y sentir el mundo que le rodea, constituido por las cosas y los
seres humanos. Una “estética de la cotidianidad” concebida como la capacidad de
generar diversas formas, de “co-crear” (Noguera, 2000: 5); un “co-crear” que es una
recreación constante, en el sentido de interpretar y reconstruir el mundo alrededor,
operación que no sólo hace el artista, sino todos los seres humanos, además, en
todo momento.
Acercar la estética a lo cotidiano significa, por una parte, considerar lo es-
tético como una actividad que se da de manera más espontánea e integral que la
mirada especializada generalmente teórica o técnica del experto, y en donde se po-
nen en juego en nuestras acciones, no solamente la emoción, sino también la razón,
las creencias y los deseos. No obstante, esto no significa que no se requiera de una
42 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
44. atención especial para que una experiencia corriente se convierta verdaderamente
en una experiencia estética.
Esta manera de considerar la estética nos permite, por otra parte, apre-
ciar no sólo las obras maestras del arte, sino todos aquellos objetos cotidianos que
constituyen el mundo construido cada día por los seres humanos y, en nuestro caso,
poder ver y sentir el hábitat popular desde una mirada diferente a la especializada,
académica o crítica, que tiende a aplicar cánones estéticos clásicos, como belle-
za, armonía, unidad, etc., o maneras o estilos que están de moda y que, por tanto,
juzgan su apariencia como desordenada, incompleta, fea, etc., conjuntamente con
sentimientos de rechazo y disgusto.
Sin embargo, desde esta mirada, estas producciones del hábitat popular
se constituyen como “construcciones de mundo” al proponer “otros” valores y cua-
lidades y así conformar “otra estética” tan válida como cualquier otra, y que, por lo
mismo, requiere ser apreciada sin imponer nuestros propios valores, sino más bien,
un diálogo de valores entre estéticas diferentes.
Otro autor que nos interesa en esta misma línea es Julio Carrizosa (2001),
quien caracteriza la visión ambiental compleja como constituida, entre otras cosas,
por un ver con referencia a un deber ser ético y estético, el cual debe ser fortale-
cido como equilibrantes de la dimensión dominante de lo económico. Este autor
presenta una estética ambientalista como una “estética del común”, una estética sin
artistas, una estética de la gente del común que sabe utilizar sus cinco sentidos y,
además, busca interrelacionar de manera dinámica esta estética con la dimensión
ética, con las formas de medir lo equitativo y justo, lo bueno y lo malo.
Estos autores en alguna medida están tratando de encontrar salidas al pa-
radigma dominante de carácter racional técnico y economicista. Algunas propuestas
surgen a partir de los derechos humanos o desde el arte y otras comienzan por los
derechos y terminan en el arte. Un ejemplo de esto último es la propuesta de Henry
Lefebvre (1968: 12) quien, a partir de los derechos humanos, específicamente del
derecho a la ciudad, planteó ya en los años sesenta una concepción de complejidad;
“¿Quién no desearía que la ciudad volviera a lo que fue: un acto y obra de un pensa-
miento complejo?, semejante realidad nunca podrá ser manejada como cosa, nunca
adquirirá rango instrumental. Ni siquiera para el más operativo conocimiento”.
Para lograr esto propone una teoría integral que vincule a la vez la ciudad
y la sociedad urbana, el hábitat y el habitar, y además, utilice los recursos tanto de
la ciencia como del arte. Este último, entendido como la “capacidad de transformar
la realidad, de apropiar en el nivel superior los datos de lo “vivido”, del tiempo, del
NOTAS PArA UNA APrOXIMAcIÓN ÉTIcO-ESTÉTIcA AL HÁBitAt 43
45. espacio, del cuerpo y el deseo” (Op. Cit.: 146) Esto significa entender el hábitat urba-
no no sólo como un producto material sino especialmente como una obra, lo que
significa superar la noción de valor de cambio por el de valor de uso. Esta es una
propuesta que, actualizada con los ajustes pertinentes, sigue siendo válida como
guía para la comprensión de las relaciones ético-estéticas en el hábitat urbano.
En esta búsqueda, es interesante hacer notar que los autores que más nos
han interesado utilizan el término ético-estético de manera integrada, más que lo
ético y lo estético de manera separada, dando a entender su mutua relación indiso-
luble. Continuando con esta exploración de autores y de nociones, se hace necesa-
rio ampliar las consideraciones estéticas más allá del sujeto individual y superar la
apreciación corriente de que la estética se reduce solo a la experiencia subjetiva de
un individuo en particular, y entender, además, que si la estética es una experiencia
que se relaciona con la ética, conduce necesariamente a vincular a los otros, a lo
colectivo, a lo social.
En esta dirección encontramos a dos autores, Michel Maffesoli (1997) y
George-Hans Gadamer. El primero considera que lo estético no se puede reducir a
un comportamiento exclusivamente individual sino que es una manera de sentir
compartido, “en Grecia… el bien y la belleza, la ética y la estética estaban íntima-
mente ligados. No era un ideal individual sino una matriz colectiva” (Maffesoli, 1997;
142). Por su parte, Gadamer (1977 y 1991) busca superar el subjetivismo individua-
lista entendido como una simple reacción subjetiva del gusto personal y considera
que el gusto representa un momento nivelador, como un sentido común, “el gusto
es comunicativo, representa lo que en mayor o menor grado nos marca a todos”.
Este carácter inter-subjetivo y colectivo de la estética y la ética remite, en-
tonces, a una ética de la estética, es decir a un ethos constituido a partir de emocio-
nes compartidas en común, como un ideal comunitario, como un vibrar en común,
como un sentir al unísono, como un experimentar de manera colectiva un modo
de habitar. Es una estética de la recepción, recepción al mundo, recepción del mun-
do que se basa en la intuición. No es la sensibilidad aislada de un sentir personal
ensimismado sino como un sentir compartido con los demás. Más que los propios
sentidos involucra aquellos dispositivos sociales que nos permiten captar y sentir
juntos, que invitan a la solidaridad al compartir y emocionarnos juntos.
Hablando de dispositivos sociales productores de subjetividad, retoma-
mos a Guattari (2000), quien también trata de superar la subjetividad de un indi-
viduo y se enfoca más en los componentes o dispositivos colectivos, es decir, de
aquellos medios de generación de conocimiento, cultura, sensibilidad y sociabili-
44 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
46. dad. Buscando que a través de éstos se logre una re-singularización colectiva e in-
dividual de la dimensión ético-estética de la realidad en una dirección contraria a la
producción estandarizada que estimulan los medios masivos.
De acuerdo con lo anterior, el sentido de este texto busca privilegiar una
mirada sobre la realidad, de manera específica sobre el hábitat humano, que se
aproxime a su comprensión desde una visión ético-estética, más que desde la visión
actualmente dominante de carácter científico, técnico, y económico. No obstante,
esto no significa desconocer la importancia que tiene lo técnico y económico, sino
enriquecer la mirada con otros elementos que busquen contrapesar su imposición
unilateral. Todo esto, para tratar de superar una problemática compleja del hábitat
de carácter ambiental, social y cultural.
Seguimos insistiendo en que un enfoque complejo de carácter ético-es-
tético exige establecer relaciones con los otros elementos considerados diferentes.
De esta manera, además, de las relaciones entre ética (valores) y estética (imagen)
conviene establecer interrelaciones con la teoría (concepto) y la práctica (reglas,
normas, política), o lo que tradicionalmente se ha definido como lo bueno, lo bello
y lo verdadero, buscando su actualización en la medida en que se busca establecer
más sus interrelaciones que su consideración aislada y además destacando siempre
su vinculación con un cuarto elemento de carácter dinámico: lo práctico, los proce-
sos concretos que llevan a la realización efectiva de esas interrelaciones a través de
procesos sociales (praxis) y procesos operativos (técnicos-poéticos).
De acuerdo con lo dicho, a continuación presentaremos algunos términos
o notas que es necesario precisar en sus relaciones con el fin de entender mejor un
acercamiento ético-estético al hábitat.
Imagen-concepto
Siempre ha existido una tensión entre la pura aspectualidad de la visión,
es decir, su apariencia y el significado, lo que lleva a reconocer que además de la
simple contemplación de la apariencia sensible aparece siempre asociado un de-
terminado significado. Sin embargo, en la experiencia estética existe un significado
relacionado con el concepto pero distinto a éste, ya que no se da de manera ab-
soluta y determinada previamente, sino que tiene una validez estética que solo se
NOTAS PArA UNA APrOXIMAcIÓN ÉTIcO-ESTÉTIcA AL HÁBitAt 45
47. da en el momento mismo de la experiencia y que no se subsume bajo conceptos
teleológicos o aprioris determinados o causales.
Es la percepción inmediata del fenómeno la que transforma los significa-
dos previos convencionales en significados con sentido. Es la experiencia estética
la que permite transformar los significados teóricos y abstractos recibidos en una
experiencia concreta de sentido, es la unión de los sentidos y el sentido, además, de
un modo consentido, es decir, compartido con los demás, ya que “solo en la visión
de lo particular, de la obra de lo individual, se pulsan (resuenan) los conceptos” (Ga-
damer, 1977). Por tanto, se busca relacionar el significado con la individualidad de
lo sensible, con el fenómeno, sin hacer del concepto el punto de referencia propio
de la experiencia estética. No se trata de la imposición del concepto, de carácter
abstracto y a priori, sino de permitir el desarrollo natural de las cosas (Maffesoli,
1997:20); de este modo, para superar el concepto hay que asociar arte y conoci-
miento, entendiendo uno y otro en su sentido más amplio. Es la realización con-
creta de lo abstracto, la interrelación de concepto y de teoría con la imagen, del
entendimiento con la imaginación.
Como Kant ya lo había dicho, intuición y concepto se dan interrelaciona-
dos: “la intuición sin conceptos es ciega y el concepto sin intuición es vacío”. Esta
exigencia resuelve la tradicional discusión entre teoría y práctica; no obstante, esta
dialéctica es luego transformada con la introducción de la interpretación como el
tercer elemento para conformar la tríada. Una vez más, la complementariedad del
logos y de la intuición (imaginación), permite comprender lo incomprensible, es
decir, el aspecto complejo de una realidad sensible que no se reduce a la pura y
simple razón.
Sin embargo, es necesario resolver estas dualidades, como veremos des-
pués, de manera que una no se imponga sobre la otra o que ambas desaparezcan
en una tercera, sino que se resuelvan a través de un tercer elemento que sirva de
intermediario para asi articular las tres en una tensión permanente. De las dualidades,
entonces, pasamos a las tríadas y de éstas a las cuaternas o cuadraturas, en la medida
en que se tiene en cuenta su dimensión dinámica, se consideran los procesos de rea-
lización concreta como un cuarto elemento.
46 PENSANDO “EN CLAVE” DE HÁBITAT
48. Forma sensible
Resaltar la dimensión estética del pensamiento implica fijar la atención en
lo sensible, en la apariencia, en lo que se hace ver y, por tanto, en lo que se constituye
como un pensamiento de la forma sensible, de la realidad en su existencia pura; es
decir, como fenómeno vivido antes de intentar reducirla mediante la explicación a sus
causas o a sus partes. Significa describir lo que es y no de dónde viene. Describir cómo
las cosas se manifiestan en sí mismas sin pretender explicarlas por relaciones exter-
nas. En este sentido cobra una significación distinta lo que hemos venido conside-
rando como descripción, la cual ha sido reducida a una simple técnica de recolección
objetiva de datos como paso previo a los procesos de análisis y explicación.
La descripción cualitativa se distingue de la descripción anónima y abs-
tracta propia de una realidad estática, acabada, que existe objetivamente de mane-
ra independiente de quien observa. Por tanto, nos interesa aquí apoyarnos en una
descripción que utilice la clase de lenguajes que vinculen al conocedor y lo que se
conoce mediante un proceso de interpretación del acontecimiento que aporte más
en la construcción del sentido, que la simple información objetiva. Es el caso de los
lenguajes narrativos.
Surge entonces la noción de forma, entendiendo por ésta la comprensión
de la manera como la totalidad se organiza. Más que reducir todos los fenómenos
complejos a un fenómeno simple y fundamental, se trata de comprender la totali-
dad, su forma, más que tratar de explicar analizando sus partes o determinando sus
causas. Sin embargo, la forma capta la totalidad de manera caracterizada resaltan-
do un aspecto que la define (Maffesoli, 1997: 159). Se trata de buscar la significación
de un fenómeno antes que centrarse en el descubrimiento de las explicaciones cau-
sales propias del determinismo (Aranda, 1997: 110).
La forma es, fundamentalmente, una noción cualitativa, no constituye una
magnitud que se pueda medir como sí se hace con la longitud, velocidad, masa, tem-
peratura, etc. La figura de un cuerpo, a diferencia de su materia o su volumen, no es
susceptible de incremento o disminución, por tal motivo, al no ser cuantificable esca-
pa al estudio científico riguroso (Maffesoli, 1997: 24-25). Es sobre esta base que pro-
ponemos la sustitución de la representación por la presentación misma de las cosas.
La representación ha sido la palabra clave de la modernidad, queriendo re-
presentar el mundo en su verdad esencial, universal e indeformable. La presentación
de las cosas, en cambio, es algo totalmente distinto. Se contenta con dejar ser lo que
NOTAS PArA UNA APrOXIMAcIÓN ÉTIcO-ESTÉTIcA AL HÁBitAt 47
49. es y se esfuerza por resaltar la riqueza, el dinamismo y la vitalidad de este “mundo de
aquí”, invitando a la contemplación del mismo (Op. Cit.: 62). Lo máximo que se puede
hacer es trazar los contornos, describir la forma, esbozar las características sensibles;
así se hace obra de conocimiento sin realizar por ello una taxidermia que fija, cataloga
y pone orden dentro de un cuerpo de objetos muertos (Op. Cit.: 162).
Lo que se llama esteticidad es, precisamente, la comprensión respetuosa de
las diferentes maneras de ser de la realidad, no buscando reducirla sino destacando
su característica más relevante. La forma es una fuerza de atracción que acentúa, ca-
ricaturiza, exagera el rasgo, hace resaltar lo invisible, lo subterráneo, lo subliminal. El
pensamiento moderno, al destacar el análisis, la distinción, olvida que el todo posee
una fuerza específica que es cualitativamente distinta a las suma de sus partes.
Aquí es importante destacar el papel cognitivo de las imágenes, las cuales
no buscan la verdad unívoca, sino que apenas se contentan con señalar la paradoja,
la complejidad de cualquier cosa; por tanto, no pretenden trascender lo que es ma-
nifiesto, no aspiran a un más allá, sino sencillamente ajustarse a las apariencias, a las
formas que son evidentes resaltando la belleza intrínseca de las mismas. Comprender
los hechos en sí mismos, por sí mismos y no por lo que deberían ser (Op. Cit.: 154). De esta
manera, la descripción se configura como el fundamento mismo de un proceder que
es respetuoso de la realidad y que busca más acompañar que someter.
Medios de re-presentación cualitativa
La consideración de la “forma” nos lleva, entonces, a recuperar metodo-
logías de conocimiento, como la descripción, considerada en sí misma como un
proceso completo y no como un simple paso a posteriores procesos analíticos. Así
mismo, para explicar o hacer inteligible la presencia de las formas se recuperan
otros medios de carácter cualitativo, como las geometrías y la topología, que se
diferencian de la aritmética o del álgebra que son de carácter cuantitativo y que
acuden al cálculo y a la mera eficacia.
Aquí lo que interesa es la atención al grafismo, al dibujo, a la figura, a los
esquemas y a los diagramas, es decir, a los grafos en general para mostrar las for-
mas. Esto, sin olvidar siempre el diálogo con la palabra y el discurso, pues como ano-
ta Serres (1991: 72), “hacía falta una ciencia de lo cualitativo: la topología se instala
paulatinamente como estética rigurosa”.
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