Jaime Escalante fue un maestro boliviano que enseñó matemáticas avanzadas en una escuela secundaria en Los Ángeles con estudiantes de bajos recursos. Al principio, sus estudiantes no se tomaban en serio las clases, pero Escalante utilizó métodos creativos e inspiradores para enseñarles y motivarlos. Más adelante, algunos de sus estudiantes aprobaron el examen AP de cálculo, y muchos terminaron carreras universitarias exitosas en campos como ingeniería, neg
2. Una historia de la vida real, Jaime Escalante y su historia que lo
titulé: Un maestro que enseña a triunfar.
Un maestro que tuvo que escalar dos veces la montaña del
éxito. Uno en su ciudad de La Paz, Bolivia, donde había
logrado una total bonanza. Era respetado y exigido por
importantes instituciones, cada año sus estudiantes ganaban
premios, y él recibía más ofertas de trabajo de las que podía
atender. Sin embargo por más que trabajaba duro y fuerte, la
depresión económica que pasaba en ese entonces la ciudad,
hizo que Escalante, Fabiola su esposa y Jaimito su hijo busquen
el éxito en los Estados Unidos.
La víspera de su partida le escribió a su madre: “Querida
viejita: Permita Dios que regrese algún día a vivir en paz. Mi
destino es poner en alto el nombre de mi familia, y tengo fe que
lo lograré. No te preocupes por tu hijo Jaime, que siempre te
lleva en tus pensamientos. Las lecciones del ayer son buenas para el
mañana”.
La segunda escalada a la montaña del éxito se daría en lugares
lejanos. Como la mayoría de los extranjeros, Jaime en los
Estados Unidos tuvo que empezar de limpiador en un
restaurante; el gerente le entregó un trapo y le señaló el piso
sucio. Escalante barrió y fregó hasta las siete de la noche,
colocó las sillas sobre las mesas y limpió por última vez. A la
mañana siguiente, la espalda le dolía tanto que apenas podía
moverse. Intentó pedir ayuda al gobierno del estado para
trabajar en su profesión, sin embargo los créditos de Escalante
y sus estudios en Bolivia no eran válidos. Si quería ser maestro
en Estados Unidos, tendría que repetir su carrera universitaria
completa y luego cumplir con un año más de posgrado. Pocas
veces en su vida se había sentido tan desalentado.
Jaime prosiguió con trabajos temporales y asistió a cursos por
las noches. Su profesor de clase de Jaime, conociendo su talento
le dijo:
•¿Puedo preguntarle algo, Jaime?
•Desde luego, señor.
•Qué va a hacer cuando se reciba?
•Me dedicaré a la enseñanza, creo que puedo desenvolverme
mucho mejor dando clases.
•Convencido de su determinación de Jaime, el profesor le
habló de una beca, la cual le permitiría estudiar a tiempo
completo para obtener su título. ¡En tan sólo un año podía estar
enseñando!.
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3. Esta desición de ganar la beca, tenía serias consecuencias
económicas en la familia de Escalante. Cuando le explicó la
situación a Fabiola, ella recordó cómo Jaime en el aula danzaba
con los números, llenando espacios con gráficas y diagramas, y
explicando las matemáticas superiores con una claridad con la
que ella nunca pensó que se pudiera explicar.
En septiembre de 1974, cuando Jaime llegó a dar clases, la
escuela secundaria Garfield se encontraba en manos de unos
alborotadores. Tras medio siglo de servir al Barrio este de Los
Ángeles, ese centro docente había llegado al borde del colapso.
Los estudiantes no deambulaban por los pasillos con libros bajo
el brazo, sino con radios estruendosos de música rock a todo
volumen. El mobiliario y las paredes se veían pintarrajeados con
letreros.
Los estudiantes provenían de familias latinoamericanas de
escasos recursos. El vandalismo y la violencia de pandillas
estaban al orden del día. Tal era la situación cuando apareció en
escena otro tipo de alborotador: Jaime Escalante, el nuevo
maestro de matemáticas. Apasionado, exigente, excéntrico, este
hombre había de poner de cabeza a la institución, y entredicho
los prejuicios en torno a las capacidades de los estudiantes
minoritarios y de escasos recursos.
Tal era la delincuencia que Escalante en su primer día de clases,
cuando escribía su nombre en el pizarrón, oyó con una mezcla
de estupor y desesperación la primera pregunta que le hacía un
estudiante:
•Oiga, ¿Qué curso es este?
•¡Sexo! – gritó una chica de la primera fila, y sonrió, mientras el
grupo reía entre dientes.
Escalante pasó lista; pensaba, mientras tanto, en la posibilidad
de buscar otras alternativas de trabajo. Intentó explicar algunas
reglas de conducta, y planteó un problema de matemáticas en el
pizarrón. El parloteo hacía imposible concentrarse. Un chico
gritó desde el fondo del aula:
•¡Hey, hombre! ¿De qué nos vas a hablar?
•Escalante sonrió y anunció: Voy a hablar de matemáticas.
•No; eso es aburrido. Mejor hablemos de sexo.
Escalante exhortaba a sus estudiantes a que ampliaran sus
horizontes. Con tal comienzo, Jaime se impuso el reto de animar
a los más apáticos y desanimados, que al final de cuentas, sólo
eran perezosos. Comprendió que tenía que hacerse amigo de
ellos, y atemorizarlos al mismo tiempo. Buscó oportunidades de
iniciar discusiones por su manera de vestir, su impuntualidad o
cualquier cosa, con tal de despertar su enojo y luego su interés.
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4. “Se aplicó usted demasiado maquillaje hoy, señorita”, le decía a
una chica. “¿Tiene contrato con Drácula?”. Aprovechaba sus
antecedentes culturales: “Los mayas le llevaban la delantera a
todo el mundo en lo que se refiere al concepto del cero. ¡Así que
ustedes, perezosos, llevan las matemáticas en la sangre!”.
Un día, para explicar una clase sobre fracciones, Escalante se
presentó con un gorro de cocinero y un delantal blanco que
había guardado de su trabajo en el restaurante, y acomodó
varias manzanas sobre una tabla de picar. Se oyeron las risitas
de las chicas. Un muchacho gritó desde los últimos asientos: “!A
comer!” Con hacha de carnicero Escalante hizo picadillo una
manzana, lo cual suscitó hilaridad, y luego una atención
absoluta. Entonces, dividió hábilmente las otras manzanas en
mitades, cuartos y quintos. Le arrojó un pedazo a una chica de
la primera fila:
•¿Qué parte de la manzana es esa, Sonia?
•Un cuarto, señor.
•¿Y a mi cuánto me queda?
•Tres cuartos, señor respondió la joven.
•Pero él ya estaba mordiendo uno de los pedazos sobrantes:
Demasiado tarde, Sonia dijo, e hizo una pausa para deglutir;
sólo me queda la mitad.
Además, acostumbraba telefonear a los padres de los
estudiantes que faltaban o llegaban con retraso. La amenaza de
llamar era más efectiva que la llamada misma, sobre todo
cuando recordaba al grupo su propia tendencia a exagerar. “Me
disgusta ir a la casa de algún estudiante y hablar con su madre,
porque siempre cuento las historias más negras. No sé por qué
lo hago. Por ejemplo: si alguien falta a una clase, yo voy con la
historia de que fueron dos o tres ausencias. Es mi debilidad”.
Escalante en el transcurrir de las clases, se enteró la existencia
del examen AP (advanced placement, acreditación anticipada),
el cual le valía al estudiante pase libre a diferentes
Universidades. El maestro quedó tan ilusionado al oír de tal
programa, que empezó a formar un grupo, fijar metas. En el
otoño de 1978 había 11 inscritos, pero muchos de ellos, y
Escalante también, se sentían como chiquillos extraviados en el
bosque.
Al obtener un examen anterior de AP, hojeó cuidadosamente y
comprendió que sus estudiantes estaban lejos de poder
resolverlas. Se preguntó hasta dónde podría avanzar con ellos
en sólo ocho meses. Los muchachos necesitaban que él les diera
algo más para acelerar su comprensión. El maestro empezó a
reunir una variada colección de apoyos didácticos; sin embargo
a pesar de sus mejores esfuerzos, la mitad de los estudiantes del
grupo había desertado a las dos semanas.
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5. A raíz de una de sus bajas, Escalante fue a ver a una consejera
de la escuela.
•¿Por qué están desertando estos chicos? – preguntó.
•Ella le lanzó una mirada de comprensión y le explicó: Porque
es muy difícil, señor Escalante. No tienen la capacidad
necesaria.
El maestro se dejó caer en una silla, con la derrota y el disgusto
reflejados en el rostro. Estaba convencido de que podía
enseñarles a los leones marinos a trepar con una soga, siempre y
cuando asistieran a clases. A pesar de las bajas en el grupo, el
resto continuaron con las sesiones especialmente arduas; y a
manera de premio al grupo el maestro los llevaba en su
Volkswagen a almorzar. Y para premiar la asistencia en día de
examen, les repartía dulces. “¡Endúlzate la vida! Y no le tengas
miedo al examen”, le murmuraba al oído a algún jovencito que
parecía nervioso. Así recorría el pasillo, repartiendo caramelos y
palmaditas en el hombro.
Todos los participantes en el curso adoptaron, en mayor o
menor grado, la ética de trabajo de Escalante. Josie, llegaba tarde
de sus prácticas con el equipo de animadoras deportivas, luego
batallaba un rato con su tarea, para quedarse dormida por fin en
el piso del comedor, frente a la rejilla del calefactor. La posición
incómoda en que dormía la hacía despertarse a las 2 o 3 de la
mañana, hora en que reinaba un agradable silencio en la casa, y
entonces reanudaba el estudio hasta la hora del desayuno. Su
madre, preocupada ante el esfuerzo, le decía:
•No estudies tanto, o vas a terminar con una úlcera. ¡Sal a
divertirte un poco!
•Mamá, yo sé bien lo que hago –le replicaba Josie-. Esto es
divertido.
Luis Cervantes solía pasar su tiempo libre jugando a los
“acelerones” en su auto Impala. Pero en las semanas anteriores
al examen AP se dio cuenta de que se ponía nervioso sin su libro
de cálculo. Cuando le advirtieron a Elsa Bolado que sus
prácticas de corredora estaban interfiriendo en sus estudios de
matemáticas, abandonó el entrenamiento. Escalante estaba feliz
al enterarse de la dedicación de sus discípulos, que se
ejercitaban como caballos de carreras. La noche anterior al
examen, les recomendó que lo tomaran con calma, que cenaran
bien y se acostaran temprano. En Mayo de 1979, los cinco
discípulos especiales de Escalante presentaron en un salón de la
escuela, el examen de cálculo AP. El equipo ya reunido creó una
atmósfera como vestidor en un estadio, antes de un gran juego,
para darse ánimos.
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6. Escalante pasó las tres horas de la prueba con el estómago revuelto;
permaneció en su nuevo cuartel general, un salón de la escuela. Se
preguntaba si no habría quedado pendiente algún tema. Luego de
tanto suspenso sus discípulos salieron abatidos, como si volvieran
de la guerra.
En Julio, convocaron a Escalante a la oficina del asesor, para darle
los resultados. Las notas eran de 1 al 5, con un 3 o más se obtiene
crédito para cursos a nivel universitario. Las calificaciones eran dos
de 4, dos de 3 y un 1. “Bien, dijo Escalante”, “pero no lo suficiente”.
Los muchachos comprendieron que Escalante tenía razón al decir:
Determinación + disciplina + trabajo = el camino al éxito. Con ello
se refería al empeño, a la voluntad de triunfo, de alcanzar logros, de
crecer. Una de sus estudiantes decía con respecto a su maestro: “Yo
no voy a clases por mi gusto. Pero con todo lo que Escalante pone
de su parte al trabajar, una lo ve y desea hacer el mismo esfuerzo, y
hasta más”.
Escalante constantemente exhortaba a sus colegas: “Estos chicos
necesitan algo que los motive. Si les damos tiempo libre, se van a
casa a ver televisión; pero si se dedican a aprender cálculo u otro
tema noble, se enriquecen”. En los años posteriores los estudiantes
de Garfield, aumentaron en gran medida para presentarse en los
exámenes de AP, y no sólo en matemáticas, sino que también en
materias como biología, física, historia, etc.
Escalante observó con especial orgullo cómo los graduados de su
grupo de 1982 emprendieron carreras prometedoras. Algunos de
ellos alcanzaron logros notables:
•A los cinco años de haber presentado el examen de cálculo AP,
Aili Tapio tenía no sólo una licenciatura, sino una maestría en
administración de empresas, y empleo como auditora de una
importante compañía petrolera.
•Margaret Zamarrita obtuvo su grado universitario, pasó el examen
para convertirse en contadora pública, y a raíz de eso ingresó a una
facultad de derecho.
•Elsa Bolado, obtuvo sus diplomas de psicología social y de
historiadora en la UCLA. Ahora se dedica a la docencia en una
escuela primaria, en el Este de Los Ángeles.
•Raúl Haro aspira a obtener acreditaciones de ingeniería
aeroespacial e informática en el politécnico de California, en
Pomona, y además promueve activamente la profesión de ingeniero
entre la comunidad de latinos.
•Luis Cervantes obtuvo la licenciatura en inmunología y
microbiología de la Universidad de Berkeley, y actualmente trabaja
en un laboratorio de productos para diagnóstico médico.
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7. • Como su maestro, Roy Márquez decidió incorporarse al cuerpo
docente de Garfield. Fue contratado en septiembre de 1986 como
profesor de informática. Nueve meses después sus discípulos
obtuvieron los mejores resultados jamás logrados en la escuela en
el examen de AP de esa especialidad.
Casi todos ellos nacieron en medios sociales caracterizados por
escasa instrucción y bajos ingresos. A nadie le habría sorprendido
que permanecieran en ese medio, pero Jaime Escalante les enseñó
cómo superarse. La economía no determina el éxito de una persona,
sino lo que él se propone y lucha incansablemente, logrará abrir las
puertas de la verdadera felicidad.
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“Es mayor la probabilidad de éxito, cuando una persona descubre su
verdadero potencial, lo desarrolla y lo fortalece”.
9. Mgr. C. Ustarez, Pedro
Nacido el 2 de Junio de 1979 en Cochabamba, Bolivia. Su interés por la
educación lo llevaron a formarse como profesor de Matemática en la
Normal Católica “Sedes Sapientiae”. Posteriormente sacó su licenciatura
en la Universidad Salesiana de Bolivia y su maestría en Educación
Superior en la Universidad Técnica Privada Cosmos.
Como escritor publicó tres libros de matemáticas: “Libro de consulta
para la resolución de problemas matemáticos”; para 1º de secundaria, 4º
y 6º de secundaria. Se publicó cuatro libros de física: “La Ciencia de la
Física Integral” para 3º, 4º, 5º y 6º de secundaria.
Otra obra para contribuir a la matemática: “Diseño de gráficos para la
resolución de problemas físico-matemáticos”.
Un libro para contribuir a la pedagogía en Bolivia: “El método heurístico
como propuesta pedagógica” publicado el 2012. A sí mismo, otro libro
que apoya a los jóvenes estudiantes: “Estrategias de cooperación a
estudiantes con bajo rendimiento académico, problemas de conducta y
que atraviesan por maltratos físicos y psicológicos”.
Un libro que está en proyecto para enero del 2014 titulado: “La
psicología del estudiante vs. la vida”.
Actualmente es profesor de Matemáticas y Física en el colegio “IV
Centenario”, es facilitador brindando diferentes conferencias en talleres,
seminarios, congresos y otros.
10. ¡¡¡Realiza tu pedido de tu libro!!!
Llama ahora y aprenderás muchas cosas que
te servirán en tu trabajo pedagógico
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FFaacceebbooookk:: PPeeddrroo CCaassttrroo
Mgr. PEDRO CASTRO USTAREZ
Formación: Profesor de Matemática en la Normal Católica
“Sedes Sapientiae”, Licenciado en Ciencias de la Educación en la
Universidad Salesiana de Bolivia y Maestría en Educación Superior
en la Universidad Técnica Privada Cosmos.
Ofrece libros; de matemáticas: “Libro de Consulta para la
Resolución de Problemas Matemáticos”. Para 1º, 2°, 3°, 4º y 5º de
secundaria. De física: “La Ciencia de la Física Integral” para 1º, 2º, 3º y
4º de secundaria.
Asesoramiento: En tesinas, trabajos de grado, monografías, tesis
y otros.
Facilitador pedagógico: En talleres, seminarios, capacitaciones,
charlas y otros, sobre temas relacionados con el mejoramiento de la
Educación Boliviana. Se entrega certificados con valor curricular,
avalados por la Dirección Departamental de
Educación. En esta gestión se está asistiendo a los colegios que
están solicitando los talleres para capacitar al plantel docente. También
se está impartiendo un curso especial a los de la promoción titulado:
“Descubre tu potencial” con el fin de orientarlos en su vida futura en
base a sus habilidades.