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APUNTES DE FILOSOFÍA DE 1º DE BACHILLERATO. Profesora Alicia León Ceano-Vivas.
LA FILOSOFÍA. SU NECESIDAD Y SENTIDO. SU ORIGEN. LA RELACIÓN CON OTROS SABERES
Contenidos:
1. ¿Qué es la Filosofía?
2. Características del saber filosófico.
3. Funciones de la filosofía.
4. Orígenes: el paso del mito al logos. Factores que hicieron surgir la Filosofía.
5. La relación entre Filosofía y otros saberes como la Religión y la Ciencia
6. Sobre el contenido de la Filosofía: los interrogantes kantianos.
Etimológicamente “Filosofía” significa amor, tendencia o búsqueda de la sabiduría. La Filosofía
surgió en la antigua Grecia, en las colonias jonias de Asia menor (en el territorio actual de
Turquía), en torno al siglo VI a. C. Una tradición atribuye el invento de la palabra a Pitágoras, el
cual al ser preguntado por el rey León, sobre cuál era su profesión, contestó que era “filósofo”.
En Grecia, el “sophós” era el sabio, pero Pitágoras se definió solamente como un mero
buscador de la sabiduría. Para los griegos, la sabiduría- “sophía”- englobaba un saber teórico y
práctico, ya que por un lado se ocupaba de la verdad, de lo que podemos conocer; y por otro,
de la búsqueda de la felicidad y de la vida buena para el ser humano conforme a la virtud o
areté, la excelencia del buen ciudadano, gracias a la razón.
La Filosofía responde a la necesidad humana de intentar llegar a tener una idea global del
mundo y de la vida, de nosotros mismos, para poder orientar nuestra acción práctica, ética y
política. Más que un saber completo y acabado, es una actividad del pensamiento, de nuestra
razón, que trata de integrar todo el conocimiento que poseemos sobre la realidad y el ser
humano.
Las características del saber filosófico:
La Filosofía frente a otros saberes, como los de las ciencias, es un saber global, no
especializado en su objeto de estudio. Es un saber de 2º grado que trata de integrar todas las
aportaciones a partir de la razón y la experiencia: el conocimiento de primer grado, de las
diferentes ciencias y las respuestas de los filósofos, incluidos los del pasado, a los
interrogantes filosóficos sobre la verdad, la ética, la política, el ser humano etc.
Se trata de un saber radical porque llega hasta las últimas preguntas, las raíces de nuestro
conocimiento, las que se refieren al sentido global de la existencia: ¿cuál es el sentido de la
vida y de la muerte?, ¿por qué existimos? ¿cuál es el origen del universo? ¿es la realidad
racional o absurda? ¿cuál es el origen y el fin del ser humano? ¿somos el producto del azar o
hay algún orden preestablecido? ¿hay algo más allá de la muerte?
También se interroga sobre los fines y los valores que debemos perseguir: ¿cuál es el máximo
bien en la vida? ¿en qué consisten la felicidad, la justicia, la libertad…? ¿Tiene la historia de la
humanidad algún sentido? ¿por qué existen el dolor y el mal en el mundo?, ¿en qué consiste
“saber vivir”? ¿qué debemos hacer?
Y por último, la Filosofía se pregunta sobre la verdad y la certeza: ¿qué podemos llegar a
conocer? ¿Tiene algún límite la razón humana? ¿cuáles son las fuentes del conocimiento?
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El ser humano siempre ha buscado respuesta a esas preguntas. En realidad, todos somos
filósofos. Ya desde niños siempre estamos preguntando el porqué de todo.
La filosofía pretende ser una reflexión crítica e independiente, liberadora de los falsos
prejuicios y del dogmatismo. Según Aristóteles, la actividad filosófica tuvo su origen en la
admiración o la perplejidad ante la realidad que fue lo que impulsó la necesidad de pensar y de
buscar un orden racional para poder orientarnos. Esa misma necesidad fue el origen de los
mitos y de la religión, pero a diferencia de ellos, la Filosofía intenta hallar sus respuestas en las
causas naturales o sociales, sin recurrir a nada oculto o sobrenatural. Por eso, la Filosofía, se
considera un saber racional, que no es sólo opinión o creencia. La Filosofía surgió como
superación del mito. Si el mito era un saber acrítico, dogmático, que recurría a la autoridad de
los antepasados y a la tradición como único fundamento, la filosofía se basa solo en la razón y
en la experiencia comunicable, y como sucede en el saber científico, también está abierta a la
crítica. No se conforma con imaginar cómo son las cosas; quiere averiguar las causas reales de
las cosas y las relaciones que hay entre los acontecimientos. Los filósofos griegos partieron del
supuesto de que en la realidad hay un orden racional y objetivo que la razón humana puede
descubrir.
En la búsqueda de la verdad no han faltado nunca las discrepancias. Por eso no puede hablarse
de una sola filosofía, sino de muchos pensamientos filosóficos. Precisamente, por la falta de
dogmatismo, la Filosofía nace como un diálogo racional abierto a todos, que ya ha durado más
de 2500 años y que aún hoy continúa. Sin embargo, los problemas filosóficos de los que se ha
ocupado la Filosofía, han sido siempre los mismos.
Funciones de la Filosofía:
¿Para qué sirve la Filosofía?
a) Para integrar todo el conocimiento sobre la realidad y nosotros mismos.
b) Para orientar la acción humana desde un punto de vista ético y también político.
c) Para enseñar a pensar por uno mismo y desarrollar el sentido crítico y la capacidad de
razonar.
d) Para desenmascarar los prejuicios.
e) Para descubrir el valor de la reflexión y del diálogo racional con los demás, para
intentar hacer un mundo más justo y en paz.
f) Para liberarnos como personas y aprender a vivir una vida humana en la que podamos
aprender por la reflexión.
Orígenes de la Filosofía: el paso del mito al logos. Factores del nacimiento de la Filosofía:
La Filosofía surgió como superación del pensamiento mítico. Los mitos eran unos relatos
nacidos de la imaginación humana, que servían para explicar los fenómenos naturales, para
justificar el orden social existente, y para dar ejemplo moral a los jóvenes. Sus protagonistas
eran dioses que eran la personificación de las fuerzas de la naturaleza, (como Helios, el dios del
sol, Gea, la diosa tierra, Poseidón, el dios del mar etc.) y de las experiencias humanas más
importantes, como el amor, Afrodita o la guerra, Ares). Los dioses eran muy parecidos a los
seres humanos en sus pasiones, se enamoraban, mostraban su enfado, tenían celos… pero se
diferenciaban de nosotros por ser inmortales y estar dotados de poderes sobrenaturales.
Además de los dioses, en los mitos había héroes y humanos, como protagonistas. Todos
estaban sujetos a la necesidad del destino. Los mitos utilizaban imágenes y símbolos, más que
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conceptos. Están en conexión con una mentalidad mágica y pre-racional, que usaba rituales y
sacrificios para influir en la voluntad de los dioses.
La Filosofía nació en el siglo VI a. C. en las colonias griegas de la Jonia en Asia menor y en la
Magna Grecia, en las colonias griegas del sur de Italia. Estas colonias eran puertos de mar
abiertos a la influencia cultural de gente venida de todas partes. Había una gran prosperidad
económica por el desarrollo comercial, y un ambiente de libertad intelectual, ya que no había
una clase sacerdotal poderosa que pudiera velar por la ortodoxia, como sucedió en otras
civilizaciones, como la egipcia, por ejemplo. Esto permitió a los primeros filósofos criticar la
creencia tradicional de los mitos al comprobar que éstos eran diferentes en cada polis, por lo
que no podían ser la explicación verdadera del orden de las cosas. Tantas respuestas distintas
dieron lugar a la duda: ¿quién tiene razón?
Los filósofos griegos fueron los primeros en pensar que podía haber un orden racional en el
cosmos, en la propia naturaleza, que la razón humana podía descubrir, sin necesidad de
recurrir a causas sobrenaturales, como la voluntad caprichosa de los dioses. Los mitos eran un
saber acrítico, infundado e indemostrable. Sólo se basaba en la autoridad de los antepasados:
“así me lo contó mi abuelo”. Jenófanes de Colofón, uno de los primeros filósofos llegó a decir:
“Los etíopes imaginan a sus dioses negros y con la nariz chata. Los tracios, con los ojos azules y
pelirrojos. Si los bueyes tuvieran dioses, los imaginarían semejantes a ellos”.
Se puede afirmar que la Filosofía y la Ciencia, como saber racional, nacieron en ese momento
gracias a los filósofos griegos. El pensamiento racional se basa solo en la observación de la
naturaleza y en la reflexión racional. No recurre a causas sobrenaturales. Utiliza más los
conceptos que las imágenes y los símbolos. Busca un orden en la propia naturaleza y se basa
en causas naturales para sus explicaciones, confiando sobre todo en la razón. Los primeros
filósofos, anteriores a Sócrates, se ocuparon sobre todo de tratar de hallar unos primeros
principios o “arjés”, para explicar la diversidad de los seres naturales y el cambio o devenir en
la naturaleza. A partir de Sócrates, en el siglo V a. C. en Atenas, se dará el giro antropológico
que llevará a la Filosofía a ocuparse de los temas referentes al ser humano, y a los problemas
de tipo ético y político.
La relación entre la Filosofía y otros saberes como la Ciencia o la religión:
Podríamos tener la tentación de afirmar, que puesto que la ciencia es también un saber
racional, tal vez la Filosofía esté de más, y sea solo el residuo de algo “antiguo”; tal vez, del
mismo modo que el saber filosófico sustituyó al mito: ¿la ciencia también podría sustituir a la
filosofía? Así, consideraríamos que la ciencia es la única autorizada para hablar objetivamente
sobre la realidad, el mundo físico, el universo en su conjunto; los seres vivos, incluido el ser
humano, la sociedad… Entonces la Filosofía estaría de más. Por otra parte, también desde la
religión se intenta resolver algunos de los interrogantes referidos al sentido de la vida, si hay
otra vida después de esta… el origen del mal, lo que está bien moralmente etc.
Como ya dijo Kant, “mientras haya hombres seguirá existiendo la filosofía” porque la exigencia
de sentido es algo connatural a nuestra razón. Necesitamos saber a qué atenernos,
necesitamos pensar sobre la realidad y sobre la existencia. También señaló Sócrates que la
vida sin reflexión no merece la pena vivirla. Tanto la Filosofía como la Religión o la Ciencia son
productos de la cultura. Podemos pasar a ver lo que tienen en común y en qué se diferencian:
Filosofía y Ciencia: ambas son saberes racionales por oposición a la Religión que es creencia. La
Filosofía se distingue de la Ciencia en que es un saber de 2º grado. Cada ciencia particular,
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como saber de primer grado, tiene como objeto de estudio una parcela concreta de la
realidad, por ejemplo: la astronomía estudia los astros; la biología los seres vivos; la geología,
las rocas y los minerales etc. En cambio, la Filosofía es una reflexión global que pretende
integrar todo el conocimiento sobre la realidad y sobre el ser humano, para orientar la acción
desde un punto de vista ético y político. Para ello tiene en cuenta el conocimiento científico de
su época. Si la Ciencia moderna pretende sólo saber cómo funciona el mundo para poder
controlarlo y ponerlo al servicio de las necesidades humanas, entonces de la ciencia se derivan
preocupaciones tecnológicas. En cambio, de la Filosofía, al ser un saber global y radical que
llega hasta las últimas preguntas (como las que se refieren al sentido de la existencia), lo que
se derivan son cuestiones éticas, relativas a cómo debemos actuar.
En cualquier caso, por ser la Filosofía y la Ciencia, las dos saberes racionales, siempre serán
criticables y nunca serán un saber completo y cerrado, sino que siempre estarán en continua
elaboración a lo largo del tiempo. Además, por buscar un tipo de certeza objetiva en lo que
afirman, nunca recurrirán a lo sobrenatural para fundamentar sus conclusiones, sino que se
basarán sólo en la experiencia común y en la razón.
Filosofía y Religión: lo que tienen en común es que ambas tratan de contestar a las cuestiones
relativas al sentido de la existencia, el problema del mal… y las preocupaciones de tipo ético.
Pero, la Religión es un saber dogmático, no criticable, que nace de la fe de los creyentes, y se
basa a menudo en una verdad revelada por Dios. La religión transciende las fuentes comunes
del conocimiento humano que son la experiencia, a partir de los datos de los sentidos, y la
razón. La religión recurre a lo sobrenatural en sus explicaciones, como antes lo hizo el mito.
Por ello, no puede pretender una certeza objetiva, válida para todos, y es sólo creencia y no
saber racional. Entre un creyente y un no creyente no cabe entendimiento posible o acuerdo.
Los interrogantes kantianos:
Kant afirmó que la Filosofía se ocupaba de responder a las siguientes preguntas:
1. ¿Qué podemos conocer? En esta pregunta se incluye la preocupación por la verdad y
la certeza. La cuestión relativa a los límites del conocimiento humano.
2. ¿Qué debemos hacer? Aquí quedan incluidas las cuestiones éticas y políticas.
3. ¿Qué nos cabe esperar? A esta pregunta se puede responder, tanto con cuestiones
relativas a la existencia de Dios y una vida tras la muerte, como con una filosofía de la
historia que analice el porvenir de la humanidad en este mundo.
4. ¿Qué es el hombre? En cualquier caso, Kant dijo que la respuesta a los interrogantes
anteriores dependía de la respuesta que diéramos a esta última pregunta, que
pretende analizar el conocimiento que tenemos de nosotros mismos.
Para el resto del curso, vamos a analizar estos interrogantes de Kant: en el primer trimestre, el
problema filosófico del ser humano. En el segundo trimestre, el problema de la verdad y el
conocimiento humano. También el aprendizaje de la lógica (aristotélica y proposicional) como
ciencia que estudia las reglas del razonamiento correcto. En el tercer trimestre, el problema de
la ética, el de la política y el problema de la existencia de Dios.
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PRIMERA PARTE: EL SER HUMANO COMO SER NATURAL Y CULTURAL
Contenidos:
1. El ser humano como ser natural: la teoría evolucionista y sus consecuencias filosóficas
2. Principales diferencias entre las teorías del fijismo creacionista y el evolucionismo.
3. Las teorías evolucionistas: Lamarck, Darwin, el mutacionismo y el neo-darwinismo o
teoría sintética.
4. Consecuencias filosóficas del evolucionismo.
5. Antropogénesis: los procesos de hominización y de humanización.
6. Principales características de la especie humana de tipo físico y psicológico.
7. El ser humano como ser cultural: la inmadurez biológica (carencia de instinto
desarrollado) y la necesidad del aprendizaje cultural.
8. Definición y análisis de conceptos como: cultura y civilización.
9. El proceso de la socialización: etapas (primaria, secundaria, resocialización) y agentes.
10. Principales actitudes frente a la diversidad cultural en la sociedad multicultural de
hoy: el etnocentrismo, el relativismo cultural, el universalismo.
11. Los factores del cambio cultural
Hoy en día para la comunidad científica parece un hecho incuestionable que el ser humano es
un producto más de la evolución biológica. Científicamente se admite que la vida ha ido
evolucionando, a lo largo de millones de años, siguiendo unas pautas de organización y
complejidad crecientes, desde los seres más sencillos, los unicelulares, hasta la aparición de los
homínidos. Sin embargo, esta admisión generalizada es relativamente reciente, ya que durante
siglos la teoría que prevaleció fue la teoría fijista basada en el Creacionismo bíblico, que
afirmaba que todas las especies de seres vivos habían sido creadas de forma independiente
unas de otras. Así Linneo, en el siglo XVIII afirmaba: “la razón invita a pensar que, al principio
de todas las cosas, fue creada para cada especie, una sola pareja, que son los antepasados de
todos los seres vivos actuales”.
Todavía en el siglo XIX, Georges Cuvier interpretaba la sucesiva aparición y desaparición de
fósiles como el resultado de diversas creaciones sucesivas, después de cada cataclismo
universal (como ocurre en el diluvio universal que narra la Biblia). Con una sola creación, o
admitiendo varias, la invariabilidad de las especies, era la opinión aceptada mayoritariamente.
Las ideas evolucionistas parten de la constatación de que existen numerosos rasgos comunes
que persisten a través de las diferentes especies, lo cual permite hablar de una unidad en la
diversidad de los seres vivos. El problema sería, entonces, explicar las variaciones entre las
especies y descubrir las causas que han ido modificando y separando gradualmente las líneas
genealógicas para poder dar cuenta de la diversidad de las especies que tenemos hoy.
1ª teoría de la evolución: Lamarck
El primer científico que propuso una teoría de la evolución fue el naturalista francés Jean-
Baptiste Lamarck (1744-1829). Para explicar el proceso evolutivo, Lamarck recurrió a dos leyes:
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a) La función hace el órgano: si un órgano se usa con frecuencia tenderá a desarrollarse y
a perfeccionarse; por el contrario, si no se utiliza, se debilitará y acabará por
desaparecer.
b) La transmisión de los caracteres adquiridos: los cambios adquiridos por una especie o
individuo, se transmitirán como herencia a sus descendientes.
Para ilustrar sus hipótesis, Lamarck recurrió a varios ejemplos: el cuello de la jirafa que se iría
estirando progresivamente al tener que alimentarse de las hojas de los árboles; y la vista del
topo que se debilitó por vivir en la oscuridad.
La teoría de Lamarck no ha resistido la comprobación empírica, porque no es cierto que los
caracteres adquiridos por un individuo se transmitan hereditariamente.
2ª teoría: la Selección natural de Charles Darwin
El naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) publicó en 1859 el origen de las especies y en
1871 el origen del hombre en donde formulaba su tesis fundamental: el conjunto de las
especies animales y vegetales, incluido el hombre, proceden de otras especies anteriores.
Para explicar este proceso evolutivo formuló la ley de la selección natural, basada en la lucha
de las especies y de los individuos por la vida, y en la supervivencia de los más aptos.
La lucha por la vida perpetúa las variaciones ventajosas, ya que los individuos débiles o menos
aptos resultan eliminados, y solo los más aptos sobreviven y se reproducen. La suma de estas
pequeñas variaciones ventajosas, producidas a lo largo de períodos muy largos de tiempo, es
la que ha dado lugar a la variedad de especies. En el ejemplo de la jirafa, algún antepasado
anterior, que había nacido con más estatura fue el que sobrevivió en la lucha por la vida,
cuando empezó a escasear el alimento a ras de tierra. Ese antepasado ya había nacido así; no
fueron los esfuerzos por alcanzar las hojas los que lo llevaron a desarrollar ese largo cuello.
Darwin sabía que los caracteres adquiridos no se transmiten hereditariamente. Hoy sabemos
que para explicar cómo puede surgir la diversidad de especies, es necesario contar con los
cambios o mutaciones genéticas que son los que se heredan, como descubrió más tarde Hugo
de Vries. Darwin reconoció la importancia de este problema aunque no supo darle solución, a
pesar de que en su época, Gregor Mendel ya había descubierto las leyes de la herencia a partir
de sus experimentos con los guisantes, pero el trabajo de este fraile solo se valorará en el
siguiente siglo.
3ª fase: la teoría sintética
Esta es la teoría que se defiende hoy. Se llama teoría sintética porque unifica la teoría de
Darwin de la selección natural con otras aportaciones como: las leyes de la herencia de
Mendel y los trabajos de Hugo de Vries sobre las mutaciones, los estudios sobre el ADN de
Watson y Crick, los de Severo Ochoa, sobre el ARN, y los trabajos sobre la genética de
poblaciones. Hay acuerdo general en que la evolución se debe tanto a la selección natural
darwiniana como a las mutaciones genéticas. Las mutaciones genéticas producidas al azar, son
las causantes de las características ventajosas que harían a los individuos más aptos en la lucha
por la vida permitiendo su supervivencia y la transmisión a sus descendientes. Lo que quedaría
descartado es la herencia de los caracteres adquiridos de Lamarck.
CONSECUENCIAS FILOSÓFICAS DEL EVOLUCIONISMO
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1) Revisión del lugar del hombre en la naturaleza: En la teoría fijista la especie humana
ocupaba un lugar especial con respecto a las demás especies de animales. Incluso en la
tesis creacionista de tipo religioso, se decía que el ser humano estaba hecho a imagen y
semejanza de Dios, porque está dotado de inteligencia y voluntad libre. Era el ser más
perfecto de la Creación, con un alma espiritual inmortal, era el rey de la Creación. Sin
embargo, desde la posición evolucionista, el hombre pasa de ser el rey de la creación, a ser
un producto más – y tal vez no el último – de la evolución natural, que lucha por sobrevivir
como las demás especies de los seres vivos. Ya no hay un corte radical entre el hombre y
los demás seres vivos. Por eso, se ha dicho del darwinismo, que era una de las heridas al
narcisismo humano, como lo fue también el heliocentrismo de Copérnico por hacer que la
Tierra, el hogar del hombre, ya no fuera el centro del universo, sino un planeta más que
giraba alrededor del sol.
2) El problema mente – cuerpo: desde el darwinismo tampoco parece necesario hablar
del alma, ¿es el hombre sólo materia altamente organizada? ¿Podemos seguir hablando de un
principio espiritual – de un alma – distinta de esa materia? Frente al dualismo que distingue
cuerpo y alma, el monismo materialista afirma que la materia es lo único existente. La
conciencia sólo es una función del cerebro, y los procesos psíquicos se pueden reducir a su
causa física, a fenómenos físicos. ¿En qué momento de todo el proceso que conduce desde los
homínidos hasta nosotros, nos habría Dios distinguido con un alma? ¿el Australopithecus? ¿el
homo habilis? ¿el Neandertal? ¿sólo el cromagnon, por ser nuestra especie? Pero, si no hay
nada espiritual en nosotros ¿qué es más correcto afirmar: “tenemos un cuerpo” o “somos un
cuerpo”? Desde la religión, en el momento actual, ya que en el siglo XIX se rechazó el
darwinismo, se acepta como hipótesis esta teoría para explicar cómo pudo formarse nuestro
cuerpo, por evolución a partir de los homínidos, pero se insiste en que el alma procede
directamente de Dios. La teoría del diseño inteligente es la versión moderna del creacionismo
religioso y sostiene que nuestra especie no existe por casualidad, sino que estaba prevista su
aparición en el plan divino que está detrás de todo el proceso de la evolución natural.
3) ¿Finalismo determinista o puro azar? Podemos preguntarnos si la evolución responde a un
plan inteligente y prefijado de antemano (tal vez a un plan divino) o si, por el contrario, se
ha producido por azar, a partir de la acumulación de mutaciones favorables a la
adaptación al medio, como causa de la diversificación de las especies. Esto fue lo que
sostuvo Darwin, al afirmar que la selección natural no actúa de forma consciente, no
persigue ningún fin, ya que la selección natural no es la causa, sino la consecuencia de las
variaciones. (De las mutaciones genéticas producidas al azar). ¿Se puede afirmar que
nuestra especie es la más perfecta? Sí tenemos un sistema nervioso más complejo que las
demás especies, pero eso ¿nos convierte en los mejores? Las bacterias continúan
predominando y constituyen la forma de vida con el mayor número de especies y la mayor
distribución en todo el planeta. ¿Acaso se extinguieron los invertebrados, cuando
aparecieron los vertebrados? ¿o los peces cuando lo hicieron los reptiles? Los
invertebrados y los peces siguieron evolucionando y diversificándose. Hemos de
representarnos la vida no como una línea unidireccional, sino como un árbol frondoso,
donde tal vez no tiene ningún sentido suponer que una ramita terminal, como es el ser
humano, tenga que ser la meta de toda la evolución. Los dinosaurios que sí se
extinguieron, estaban adaptados a su medio, tan perfecta o imperfectamente como lo
podamos estar nosotros. En cualquier caso, nos resulta imposible saber el final de todo el
proceso, porque como en cualquier saber racional, sólo podemos conocer con certeza
objetiva desde la experiencia y esta se da en el tiempo.
4) Pruebas objetivas de la teoría evolucionista: aunque es imposible reproducir en
un experimento controlado en un laboratorio todo el proceso evolutivo, ya que este ha
durado millones de años, sí hay algunas pruebas a favor el evolucionismo: por ejemplo, las
pruebas anatómicas. Las extremidades de los mamíferos son homólogas en distintas
especies porque tienen la misma estructura, aunque han de servir para funciones tan
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diversas como volar, correr o nadar. Esto es así porque son estructuras heredadas de
antepasados comunes. O los órganos vestigiales (como el apéndice en el ser humano) algo
que ha permanecido de nuestro pasado evolutivo. Órganos atrofiados y sin función alguna,
homólogos de otros desarrollados normalmente en especies anteriores. O las fases de
desarrollo embriológico comparando especies distintas, por ejemplo el corazón de un feto
humano con una estructura exacta al corazón de un pez. Hay repeticiones inexplicables si
no admitimos un origen común a los organismos. También hay pruebas biogeográficas: las
observaciones de Darwin sobre la diversidad de especies de pinzones y de tortugas en las
islas de los Galápagos. Los endemismos que no pueden hallarse sino en esas islas, que se
explicarían por haber evolucionado de forma independiente en esos lugares a partir de
especies antecesoras comunes. Asimismo hay pruebas paleontológicas de formas fósiles
intermedias entre distintas especies y, finalmente pruebas de tipo genético que revelan el
parentesco entre todos los seres vivos. Por ejemplo, compartimos el 99 por ciento de los
genes con los chimpancés.
5) Consecuencias de tipo ético: En la evolución se pueden distinguir tres etapas: la etapa pre-
biológica que estudia el paso de la materia inerte hasta que aparecen las primeras células; la
etapa biológica que va desde los primeros organismos vivos unicelulares hasta la aparición del
ser humano; y por último la etapa pos- biológica en la que asistimos a la posibilidad de la
modificación artificial de la evolución por la intervención humana. Manipulación genética,
clonación, ingeniería genética etc. Las agresiones contra el medio ambiente están modificando
el proceso natural. Paradójicamente, el último producto de la evolución podría poner en
peligro todo el futuro de la vida sobre la tierra. Desde el punto de vista ético tenemos una
responsabilidad y debemos evitarlo. Otra consecuencia es el “darwinismo social”: la aplicación
en el terreno social humano de las ideas de Darwin. Se ha afirmado que, igual que en la
naturaleza se da la supervivencia del más apto, también en la sociedad debemos fomentar la
competitividad entre nosotros para que sobresalgan los más fuertes, inteligentes etc. sin
favorecer a los más débiles. Así la sociedad podrá avanzar más rápidamente... El fallo de esta
teoría es que confunde lo que se da en la naturaleza con lo que debe ser en la sociedad
humana y esto no se puede justificar desde el punto de vista moral. Es la falacia naturalista
que ya descubrió Hume, que consiste el dar el paso ilegítimo del “es” al “deber ser”. A
menudo, la mejor forma de luchar por la existencia entre nosotros es la colaboración y la
ayuda mutua, en vez de la competencia salvaje. Otras consecuencias éticas han sido las
prácticas de la eugenesia o las justificaciones racistas de la superioridad de la raza aria, en los
nazis. Desde el pensamiento de Darwin no se puede decidir que hay unas razas superiores a
otras, porque los cambios en el medio son impredecibles y por tanto, no se puede decidir
antes de que ocurran quién va a ser el más apto. Desde un punto de vista puramente
biológico, lo mejor es la diversidad genética para poder enfrentarnos a los cambios del futuro,
lo cual es un inconveniente en la clonación. El más apto es el que sobrevive. Esto no se puede
saber antes. Además, no existen razas puras hoy en día.
6) Por último, también ha habido consecuencias en el propio pensamiento filosófico a partir de
la incorporación de la idea del tiempo frente a una visión fijista o esencialista de la realidad.
Las filosofías vitalistas como las de Nietzsche o el raciovitalismo de Ortega son un ejemplo. En
épocas anteriores se decía que el hombre era una substancia individual de naturaleza racional.
Ortega, en cambio dirá que “el hombre no es, se hace”. Nos vamos haciendo a lo largo de
nuestra existencia a partir de nuestros proyectos vitales. La comprensión de la evolución a
nivel biológico, obligó a pensar que en la realidad nada permanece, sino que todo va
cambiando. El pensamiento debe adecuarse a una realidad que deviene. La vida es devenir y
continua superación. Ya Heráclito, un filósofo griego presocrático, había descubierto esta
verdad, pero, hasta la asimilación del evolucionismo, el pensamiento filosófico se desarrolló
ignorando esa aportación, que se redescubrirá en la filosofía contemporánea.
ANTROPOGÉNESIS: LOS PROCESOS DE HOMINIZACIÓN Y DE HUMANIZACIÓN
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El proceso de hominización: Es el conjunto de cambios físicos o biológicos que se dio en los
homínidos hasta que surgió el hombre actual, el hombre de Cromagnon, que es la especie a la que
pertenecemos (hace 40.000 años se completó ese proceso). El primer paso fue el bipedismo en el
Australopithecus. El pulgar en oposición a los demás dedos, el incremento de la capacidad craneal
etc. fueron otros pasos decisivos.
El proceso de humanización: Es el conjunto de las conquistas culturales de nuestra especie: el control
del fuego, el arte, la técnica, la agricultura, la ciencia etc. todo lo que ha terminado separando a
nuestra especie del resto de las especies animales. Esa cultura se transmite por aprendizaje gracias al
lenguaje. El proceso comenzó una vez completada la hominización y continua hoy mismo.
El ser humano tiene la peculiaridad de poder adaptarse al medio con la cultura, por lo que se puede
afirmar que en el ser humano la cultura es como una segunda naturaleza. A ese proceso de
adaptación cultural al medio por nuestra especie es a lo que denominamos proceso de
humanización. Ambos procesos, de hominización y de humanización son complementarios porque
nuestra especie no es del todo ni un ser cultural ni un ser solo natural. En el ser humano ambos
procesos están integrados. Así como un animal doméstico abandonado puede volver a un
comportamiento natural salvaje, que fue el propio de la especie antes de la domesticación, en
cambio, en el caso del ser humano, no hay un estado de naturaleza previo al que regresar. Los casos
de niños “salvajes” que se conocen (como Víctor de L’Aveyron) han demostrado que sólo podemos
desarrollarnos como seres humanos en una cultura y en compañía de otros seres humanos.
La cultura en nosotros es lo natural. La cultura es información transmitida no genéticamente, sino
por medio del lenguaje. El lenguaje permite una transmisión mucho más rápida y eficaz que los
genes. Si en las demás especies animales es el instinto lo que predomina en su conducta, en el ser
humano, en cambio, lo que predomina es el comportamiento cultural aprendido. Entendemos por
instinto una forma de actuar fija en la especie que se transmite genéticamente, de modo que ante
determinados estímulos la respuesta será siempre la misma y se desencadenará de modo
automático. Los instintos están al servicio de la supervivencia de la especie y de cada individuo. Por
el contrario, el ser humano solo está programado para aprender nuevas conductas y, por su
inmadurez biológica, carece de instinto desarrollado. Por ello tuvo que ponerse a pensar para crear la
cultura.
La selección natural favoreció a los animales más cerebrados capaces de transmitir culturalmente el
conocimiento gracias al lenguaje. Con la aparición de nuestra especie, la evolución biológica cede el
paso a la evolución cultural, que se caracteriza por ser acumulativa.
Analizando en primer lugar el proceso de hominización, con los cambios evolutivos que dieron lugar
a nuestra especie, podemos concluir que si la Tierra se formó aproximadamente hace unos 4.500
millones de años, y la vida comenzó con los primeros organismos unicelulares, unos 1000 millones de
años después, los mamíferos no aparecieron hasta hace unos 200 millones de años, en un momento
en el que la Tierra estaba dominada por los dinosaurios. Sólo con la desaparición de estos últimos,
hace unos 65 millones de años, los mamíferos de adueñaron de la tierra firme y se pusieron a
evolucionar en diversas direcciones, una de las cuales fue la de los primates arborícolas. Los
Dryopitécidos, que vivieron hace unos veinte millones de años, son los antepasados comunes a los
grandes simios actuales como el gorila, el orangután o el chimpancé y también al hombre actual. De
ellos derivó el Ramapithecus, que vivió hace unos doce millones de años, y seis millones de años
después, los Australopithecus, que fueron los verdaderos primeros homínidos que se caracterizaron
por el bipedismo.
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El primer paso en la evolución hacia el ser humano actual fue el descenso de los árboles. Tal vez, a
medida que fueron aumentando de tamaño, a los primates, se les hizo más difícil andar por las
ramas y pasaron a descender al suelo. Además, un cambio climático hizo disminuir la selva y
aumentar la sabana y los espacios abiertos.
El bipedismo fue el primer paso decisivo en el proceso de hominización, ya que eso permitió la
liberación de las manos de la función de caminar, y el desarrollo de la capacidad técnica humana y de
su inteligencia. Construir instrumentos precisa, además de destreza manual, capacidad de pensar en
medio y fines. Si hay que construir algo, tan sólo pensando en su finalidad es como se puede idear la
forma y las características del aparato, ya sea el cuchillo para cortar o la flecha para cazar. Por eso se
ha dicho que el hombre es inteligente, no sólo por su cerebro, sino también por sus manos.
En las manos destaca el pulgar oponible a los demás dedos, que permite hacer la pinza, facilitando
una gran precisión para coger y manipular objetos (ya se trate de un bolígrafo o de un bisturí).
Algunos autores, como Francisco Ayala, han destacado que incluso el comportamiento ético humano
puede proceder de esa capacidad de anticipar las consecuencias de una acción, lo que se deriva de
reconocer el vínculo entre medios y fines.
Naturalmente, el proceso de hominización duró millones de años, y no fue ni simple ni lineal, porque
faltan fósiles intermedios de conexión, como sucede entre la desaparición de Ramapithecus y la
aparición del Autralopithecus hace unos seis millones de años, y además en ocasiones, algunos de
los fósiles disponibles pertenecen a especies extinguidas que representan vías muertas en la
evolución, como los parántropos.
Algunos de estos homínidos llegaron a convivir hace unos dos millones de años con el denominado
“homo habilis”, especie ya humana con capacidad para fabricar útiles. El matrimonio Laeky, en sus
investigaciones en Olduvai (Tanzania), encontró los primeros útiles tallados sobre guijarros (chopping
tools) junto a los restos fósiles de sus creadores. En principio, “homo habilis” no fue más que una
etiqueta destinada al desconocido responsable de la fabricación de estos útiles tallados en sílex. Este
ya no pudo ser un Australopithecus, debido a su pequeño cerebro de solo unos 500 centímetros
cúbicos de capacidad craneal. Por el contrario, el homo habilis tenía ya unos 700 centímetros
cúbicos, y en él se había formado ya el área de Broca, responsable del lenguaje. Los Australopithecus
sí fueron en cambio, los primeros en caminar erguidos, como lo demuestra la estructura de su pelvis
– más ancha que la de los póngidos, como el gorila o el chimpancé – la posición central del agujero
occipital en su cabeza, y la curvatura de la columna vertebral, para distribuir mejor el peso del cuerpo
sobre las extremidades inferiores. Pero estos no tenían ninguna industria lítica como el homo habilis.
A partir de los descubrimientos de Atapuerca (Burgos) se ha reconstruido el proceso de
hominización, y hoy sabemos que, a partir del homo habilis, surgieron por evolución el homo
ergaster, el homo erectus y el homo antecessor; este último fue el ancestro común al hombre de
Neanderthal y al homo sapiens de Cromagnon, especie a la que nosotros pertenecemos.
El homo antecessor provenía de África y ha sido descubierto en Atapuerca en 1994 en el yacimiento
de la Gran Dolina por Arsuaga y su equipo. Estos restos tenían más de 800.000 años. La estatura era
cercana a la actual. Practicaban el canibalismo y aún no conocían el control del fuego. De él derivó el
hombre de Neanderthal hace unos 130.000 años. Este fue el primer sapiens, que llegó a convivir
durante unos 10.000 años con el homo sapiens de Cromagnon, del que desciende toda la especie
humana actual, ya que el hombre de Neanderthal desapareció hace unos 30.000 años. Con su
desaparición, nuestra especie fue el único homínido que sobrevivió.
El hombre de Neanderthal debió de tener piel clara, a diferencia del hombre de Cromagnon, por la
diferencia en la radiación solar entre Europa y África. (Se ha deducido que era de piel clara, porque
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para sintetizar la vitamina D es necesaria la radiación solar, y teniendo en cuenta su débil intensidad
en la latitud europea, como la piel negra es un filtro más, entonces sus huesos deberían haber tenido
síntomas de raquitismo, pero no es así. Por eso se piensa que aunque en su origen el homo sapiens,
por venir de África tenía la piel oscura, con el paso del tiempo debió aclararse en Europa). Era un
poco más bajo que nosotros, aunque mucho más fuerte, con la cadera y el pecho más anchos y las
piernas más cortas. Sobre sus ojos tenía un reborde óseo (el arco supraciliar), como si se tratase de
una sola ceja muy prominente. Su nariz era grande, con amplias fosas nasales y el mentón poco
desarrollado. La mayor parte de su existencia coincidió con un clima glaciar muy frío; vivió en
condiciones muy duras.
Aunque hasta los años 90 se pensó que el hombre de Neanderthal fue mucho menos inteligente que
el de Cromagnon, Juan Luis Arsuaga, el paleoantropólogo más famoso de Atapuerca, ha asegurado
que su capacidad craneal era similar (o incluso algo superior) a la nuestra, en torno a 1600
centímetros cúbicos. Los neandertales cuidaban a los enfermos, enterraban a sus muertos;
cocinaban los alimentos, eran buenos cazadores. Tenían una industria lítica ya muy perfeccionada, y
también podían hablar. Además de vivir en cuevas construyeron refugios y abrigos acondicionados
con una cierta complejidad… En definitiva, no fueron menos inteligentes que los cromañones. Su
desaparición sigue siendo un enigma. Según Arsuaga, el éxito de sus coetáneos, los cromañones, tal
vez se debió a la diversidad en su caza, mayor que en los neandertales; y también, y sobre todo, a la
mayor complejidad en las redes sociales de los cromañones, lo que permitió que se pudieran ayudar
más entre sí, en unas condiciones climáticas muy duras.
El hombre de Cromañón, nuestra especie, que procedía de África, tenía ya las características físicas
del hombre actual. Eso significa que si pudiéramos traer a un niño cromañón de hace 40.000 años
hasta nuestros días, y lo educáramos como a un niño actual, no notaríamos ninguna diferencia entre
él y los niños de hoy en día. Hay que tener en cuenta la cantidad de años que requieren los cambios
biológicos en la evolución. Por eso, el proceso de hominización, ya se dio por terminado entonces.
Si examinamos las características físicas: frente recta, rostro plano (sin prognatismo), mentón
desarrollado y una talla como la nuestra, la misma capacidad craneal etc. Los arcos supraciliares ya
han desaparecido. Su capacidad técnica fue algo superior a la del hombre neandertal y se desarrolló
a lo largo de todo el Paleolítico Superior. Se diversificó la industria lítica y ósea en todo tipo de útiles
y también aparecen los instrumentos compuestos con hojas de piedra y mangos de hueso de asta.
Además han aparecido agujas de hueso con un ojal, por lo que se deduce que también conocieron el
vestido y el adorno personal con collares de concha y brazaletes, como se ha visto en los
enterramientos en los que aparecen con sus propietarios, junto a las armas, como muestras de arte
mobiliar. Con la aparición de nuestra especie surge el arte mobiliar y parietal con representaciones
que van desde la abstracción y los motivos geométricos, hasta figuras de animales de gran realismo,
como los bisontes de Altamira, figuras femeninas etc.
En último término, a nuestra especie pertenecen también, a partir del Neolítico, las conquistas
culturales de la agricultura, la domesticación de animales, la ganadería, la metalurgia… y todos los
demás logros culturales hasta el día de hoy, que han dado lugar al proceso de humanización, porque
desde hace 30.000 años, tras la desaparición del hombre de Neanderthal, la nuestra fue la única
especie humana que sobrevivió, tal vez por su mayor capacidad técnica y simbólica, y por la mayor
extensión de su red social y cultural.
CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS DEL SER HUMANO
a) A nivel físico:
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Destacan la marcha bípeda, la mano con pulgar oponible que permite hacer la pinza, un
complejo aparato fonador que facilita el habla articulada, y una gran complejidad del sistema
nervioso con un cerebro muy desarrollado.
b) A nivel psicológico y de comportamiento:
La capacidad de abstracción, de crear conceptos y de razonar con ellos, lo que denota una
inteligencia de segundo grado, con capacidad para usar símbolos de todo tipo (como palabras
o números); la capacidad de usar un lenguaje simbólico con la función representativa de la
realidad, para poder resolver problemas; la capacidad técnica que permitirá adaptar el medio a
las necesidades humanas; la imaginación para poder proyectar y crear el futuro; la
autoconciencia o capacidad para ensimismarnos, por la que podemos decir que el ser humano
tiene mundo o realidad, en vez de solo un medio de estimulación, como los demás animales.
Por eso, también tenemos un yo interior y un pensamiento basado en el lenguaje, que ha
producido la percepción de nosotros mismos a nivel individual. La racionalidad, la conciencia
moral y la libertad, frente al comportamiento instintivo de los demás animales… pero sobre
todo: la dimensión cultural e histórica, la capacidad de aprender cualquier cultura con sus
progresos, lo que nos permite adaptarnos para vivir en cualquier medio natural en la Tierra, sin
estar atados en ningún nicho ecológico concreto, y poder avanzar continuamente desde un
punto de vista cultural. El ser humano, por ello, no es sólo un producto de la selección natural,
sino el resultado de la selección cultural.
Sin duda, la mayor peculiaridad de nuestra especie es su inmadurez biológica: como resultado
del estrechamiento del canal del parto, a partir del bipedismo, nacemos con un sistema de
instintos nada desarrollados y mucho más desvalidos que los recién nacidos animales en otras
especies. Nacemos inmaduros tanto en el sistema nervioso como en el sistema inmunológico,
los cuales se terminan de formar fuera del útero materno. El recién nacido recibe de su
sociedad una gran cantidad de información cultural, antes de concluir su proceso de
maduración biológica. De ahí proviene la enorme plasticidad y la gran diversidad cultural del
ser humano, que por su falta de especialización, no está adaptado a ningún ambiente
concreto, es omnívoro, y puede vivir en cualquier lugar de la Tierra, hasta en los desiertos o los
Polos. Como contrapartida, necesitará siempre de otros seres humanos, para desarrollarse
como tal y precisará una socialización en una cultura para crecer como ser humano, siendo los
primeros años vitales para poder adquirir las características humanas como el lenguaje, el
pensamiento y la inteligencia racional. De ahí que los niños salvajes abandonados antes de
aprender a hablar como Víctor de L’Aveyron, tuvieran una vida peor que la de los propios
animales.
La mayor riqueza conductual del ser humano en comparación con la de otras especies
animales se debe a que su única programación genética, es su capacidad para aprender
cualquier cultura, en vez de poseer un sistema de instintos predeterminados que rija su
comportamiento. La cultura ha demostrado ser, por el momento, más flexible y adaptativa que
el instinto animal, ya que el aprendizaje por el lenguaje es más rápido, que esperar a que
aparezcan mutaciones favorables que se fijen genéticamente, para afrontar cualquier cambio
en el medio natural. Por eso, la selección natural favoreció el desarrollo del cerebro que
permite pensar soluciones ante los problemas, antes que las respuestas genéticas
automáticas. En nosotros, la cultura sustituyó a lo genético.
NATURALEZA Y CULTURA EN EL SER HUMANO
Si desde un punto de vista biológico, la naturaleza humana es universal – ya que todos
descendemos del hombre de Cromagnon, y biológicamente ya no hemos evolucionado más, lo
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que deja sin base biológica al racismo; en cambio, no existe una única cultura universal,
aunque se pueda hablar de rasgos comunes a todas las culturas, y hoy en día, con la
globalización, nos acerquemos cada vez más a una convergencia cultural.
En el ser humano, es difícil averiguar hasta donde influye la naturaleza o la cultura en su
comportamiento, porque ambos aspectos están perfectamente integrados. Por ejemplo: lo
natural es “comer”, pero no ya “paella valenciana” o “cocido madrileño”; en la actividad
sexual, lo natural es “el impulso y la atracción sexual”, pero la diversidad de manifestaciones,
dependerá ya de lo que se permita en cada sociedad, según los valores convencionales de cada
cultura.
Desde un punto de vista biológico, como organismo vivo, el ser humano es un ser natural,
producto de la selección natural, y con necesidades naturales de tipo fisiológico: comer, beber,
respirar, protegernos del frío y calor excesivos etc. Debemos intercambiar energía con el
medio y adaptarnos, como todas las especies de seres vivos. La cuestión es si existe una
naturaleza humana o una esencia, más allá de lo biológico. Algunos han insistido en la razón,
otros en una espiritualidad… otros han negado que exista una naturaleza humana, al afirmar
que somos pura libertad e indeterminación, como han afirmado los filósofos existencialistas.
Si analizamos el concepto de “naturaleza”, podemos ver que posee varios significados
diferentes:
1. Conjunto de seres naturales (frente a lo artificial creado por nosotros)
2. Lo que los seres son espontáneamente (frente a lo convencional)
Lo que es innato (frente a lo aprendido o adquirido).
3. Lo que se ajusta a la norma (frente a lo poco habitual o “antinatural”,
por ser poco frecuente entre nosotros).
La cuestión es que la cultura o modo humano de adaptarnos al medio, varía mucho de unas
sociedades a otras. A veces se dice que “lo natural” es lo convencional, pero las normas, los
valores, las creencias y las costumbres cambian de unas sociedades a otras, y todo ello forma
parte de la cultura. Además, las propias culturas van cambiando con el tiempo. Muchas veces,
al afirmar que una costumbre es “lo natural”, definiendo cualquier otra como “antinatural”, lo
que estamos manifestando sólo es un prejuicio etnocéntrico, al considerar que sólo vale la
propia cultura, rechazando las demás como salvajes o raras. Lo que nos “parece natural” es lo
que hemos aprendido desde niños en nuestra propia cultura, a partir del proceso de
socialización.
DEFINICIÓN DE CULTURA Y CIVILIZACIÓN. EL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN
Entendemos por “Cultura” todo lo que ha producido una sociedad humana para adaptarse al
medio donde vive; su modo de ver el mundo y su comportamiento, todo lo aprendido que se
transmite de generación en generación, lo que hace que una sociedad tenga su propia
identidad. En cada cultura, podemos hallar elementos inmateriales, como los valores, ideas,
los conocimientos, las creencias, costumbres e instituciones sociales; y elementos materiales,
como los productos técnicos y artísticos que usen, sus edificios, enterramientos etc. Es decir
todo aquello de lo que queda algún resto para los arqueológos.
Cada individuo sólo se hace plenamente humano asimilando la cultura de la sociedad a la que
pertenece. Llamamos “Socialización” a ese proceso por el cual un individuo absorbe la cultura
de su sociedad, convirtiéndole en un miembro activo más de su sociedad. En este proceso se
pueden distinguir dos etapas fundamentales:
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La Socialización primaria que tiene lugar durante la infancia, que es cuando se construye el
primer mundo del individuo, con una implantación muy firme, porque el aprendizaje va
acompañado de una fuerte carga emocional, ya que los agentes son los propios padres y la
familia. En realidad, la socialización puede durar toda la vida, porque a partir de lo adquirido
en la niñez, el individuo humano continua aprendiendo nuevos roles sociales, en los centros de
enseñanza, y más tarde, en los puestos de trabajo. Esta socialización, que se suma a la
primaria, es la “socialización secundaria” y por ella, nos convertimos ya en miembros activos
de nuestra sociedad, pero en ella los agentes de socialización ya no son los propios padres,
sino la escuela, el Instituto , la Universidad… o la empresa. La implantación ya no tendrá la
misma carga emocional.
A veces también puede tener lugar una “resocialización”, lo que sucede en ocasiones
especiales como cuando hay una revolución política, en la que se quiere reeducar a un nuevo
hombre, como intentaron en la revolución cultural del comunismo chino, por ejemplo; o en el
caso de una conversión religiosa, o al entrar en contacto con culturas muy diferentes, como les
puede suceder a los inmigrantes. En esos casos, puede desmantelarse todo lo anterior al
interiorizar los nuevos valores y costumbres; se olvida o se reinterpreta el pasado desde el
presente, y la implantación puede ser tan firme como la que se dio en la resocialización
primaria.
Una consecuencia directa de la socialización es el etnocentrismo, que considera que la propia
cultura es la única válida, y a la propia sociedad, como la verdadera representante de la
humanidad “civilizada”. Lo cual convierte en “salvajes” al resto de las sociedades y desvaloriza
a cualquier otra cultura que no sea la propia. Esto sucede por la firme implantación de la
propia cultura en la niñez, durante la socialización primaria, y ocurre en todas las sociedades.
Para evitar la caída en el etnocentrismo, hoy en día se define “civilización” como conjunto de
culturas afines, por compartir valores, costumbres, creencias etc. o también, como el nivel
cultural más general en el que cabe incluir a un ser humano. Por ejemplo: uno puede ser
andaluz, español, europeo y miembro de la civilización occidental; o también canadiense y
miembro de la civilización occidental, igualmente; o turco o marroquí, y miembros de la
civilización islámica.
DIFERENTES ACTITUDES ANTE LA DIVERSIDAD CULTURAL
Ante el hecho innegable de la convivencia entre diferentes culturas en la sociedad actual se
han dado tres actitudes: el etnocentrismo, el relativismo y el universalismo intercultural.
1. El Etnocentrismo
El etnocentrismo siempre juzga que la propia cultura es la única válida y todo lo juzga desde
los propios valores y creencias, por considerar que es “lo natural”. De ahí que las otras culturas
sean consideradas como inferiores o propias de pueblos salvajes. El etnocentrismo supone una
total falta de comprensión y de tolerancia con los que no comparten el propio modo de vida ni
las mismas costumbres. Supone una radicalización del sentimiento de unidad del propio grupo.
Como consecuencias del etnocentrismo cabe destacar: el racismo (falsa creencia sobre la
superioridad de la propia raza), la xenofobia (el rechazo de los extranjeros), el nacionalismo y
el colonialismo que impone la propia cultura sobre los demás.
2. El Relativismo cultural
Como una crítica al etnocentrismo surge la posición relativista que propone que no existen
culturas superiores o inferiores, sino que todas las culturas son igual de válidas. El relativismo
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recomienda analizar cada cultura desde sus propios valores, en vez de criticarla desde afuera,
desde la nuestra. Igualmente, recomienda mostrarse tolerante con las diferentes costumbres
culturales. Aun siendo esta actitud mejor que la del etnocentrismo, todavía se pueden
observar limitaciones ya que no promueve el diálogo entre culturas, sino que más bien aboga
por la separación en guetos aislados que vivan de espaldas unos a otros, sin convivir
realmente, como ha sucedido en el modelo anglosajón de integración de los inmigrantes:
China Town, Little Italy etc. Incluso, algunos opinan que la mejor forma de preservar las
culturas, es no mezclarlas, es decir, que cada cual se quede en su país y viva según su cultura.
Desde ahí se acaba justificando la prohibición de la entrada de inmigrantes.
Además el afán por combatir el etnocentrismo puede llevar a hacer que se pierda el sentido
crítico, y exagerando al considerar que todas las culturas son positivas, se puede llegar a
mostrar indiferencia ante algunas costumbres que son contrarias a los Derechos Humanos,
como el trato discriminatorio hacia la mujer.
Por último, también se puede criticar que esa defensa de las culturas produce un efecto de
parálisis cultural, ya que consideran que lo único importante es conservar las tradiciones, pero
la cultura siempre es algo vivo que va cambiando con el tiempo. Es un producto humano y
como tal, mejorable. La cultura se debe adaptar a las circunstancias históricas, y además el
contacto con otras culturas puede ser enriquecedor. Todos podemos aprender cosas unos de
otros.
3. El Universalismo intercultural
Esta actitud parte del respeto a otras culturas, pero supera los problemas del relativismo
cultural al propugnar el encuentro entre las diferentes culturas en pie de igualdad. En primer
lugar reconoce la naturaleza plural de nuestra sociedad multicultural y del mundo. Pretende el
intercambio cultural y el diálogo entre gente de diversas culturas. Quiere colaborar en la
búsqueda de soluciones a los problemas de la convivencia a nivel mundial. Apuesta por la
integración, en vez de la separación y la marginación. El universalismo destaca por su
propuesta de diálogo entre culturas a partir de su propuesta de compartir unos mínimos como
el respeto por los Derechos Humanos y por los valores de la libertad, la igualdad y la
solidaridad. Desde esos mínimos de ética en común, se pueden poner los cimientos para la
construcción de una civilización mundial, en la que podrían participar todas las razas, todas las
culturas y civilizaciones. El poeta y estadista senegalés Léopold Sédar Senghor, defiende esta
postura. La Declaración Universal de los Derechos Humanos podría servir para criticar todas las
costumbres que no la respetan tanto en la propia cultura, como en las demás. El universalismo
puede hacer posible una tolerancia activa y no solo pasiva: esta es la auténtica tolerancia de la
persona que está realmente interesada en entenderse con todos los demás, aunque no sean
de tu misma cultura. (El relativismo cultural, en cambio, no busca ese entendimiento).
FACTORES QUE INFLUYEN EN EL CAMBIO CULTURAL
Es un hecho que todas las culturas van cambiando con el tiempo. Esos cambios se pueden
producir por factores internos o externos.
Factores internos: estos pueden ser por revoluciones tecnológicas que hagan variar
sustancialmente los modos de vida o, simplemente el hecho de que las nuevas generaciones
siempre modifican lo que se les ha transmitido, ya que no hay nunca una socialización tan
perfecta que reproduzca siempre lo mismo. Siempre habrá inconformistas, rebeldes y
revolucionarios, y la Historia demuestra que toda cultura es convención y no necesidad
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natural. Aunque el hombre sea un producto de su cultura, la cultura es también un producto
humano.
Factores externos: estos se deben a los fenómenos de imitación y de contagio de unas culturas
sobre otras, lo cual puede darse espontáneamente o por imposición, como ocurrió en la
aculturación del colonialismo, en donde se impuso la cultura de la metrópoli en cada caso.
Como ejemplo de imitación espontánea podemos citar el caso de Halloween americano,
imitado aquí en España.
Por otro lado, hoy en día, con la globalización económica y la influencia de los medios de
comunicación de masas, se está terminando con el aislamiento que protegía la diversidad
cultural y nos encaminamos hacia la denominada “convergencia cultural”, con todas las
ventajas y los inconvenientes que de ahí se deriven, como denuncian los movimientos anti-
globalización. Si a esto añadimos el fenómeno de la inmigración en los países desarrollados,
podemos concluir que la sociedad del futuro será multicultural, y que hará falta una actitud de
diálogo entre culturas y civilizaciones diferentes que utilice como base común de
entendimiento a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como pretende hacer el
Universalismo cultural. Desde esa posición se puede criticar tanto la pena de muerte en países
de la civilización occidental , (en EEUU, o en otros países de civilizaciones orientales, como en
China); como las lapidaciones de mujeres en Nigeria, a causa de la Sharia islámica.
Ese diálogo intercultural debería superar el etnocentrismo y el relativismo cultural para hacer
posible la convivencia e impedir los vaticinios de Samuel Huttington en su obra “Choque de
civilizaciones” de los años 90. El diálogo entre culturas puede ser enriquecedor para todos, y ni
la xenofobia, ni el racismo, ni los nacionalismos excluyentes, ni la violencia, responden a un
determinismo natural en el ser humano, ya que a pesar de lo extendidos que están, esos
comportamientos son aprendidos. Por tanto, también debería ser posible aprender a convivir
en paz. Cuanto más nos conozcamos, más fácilmente podremos reconocer que es más lo que
nos une que lo que nos separa como seres humanos.
2ª PARTE: CONCEPCIONES FILOSÓFICAS SOBRE EL SER HUMANO
Por ser la Filosofía un saber global de 2º grado, en la primera parte hemos analizado lo que la
ciencia actual dice sobre el ser humano, como ser natural, desde la teoría evolucionista, y
como ser cultural desde la Antropología cultural. En esta segunda parte, vamos a empezar a
analizar lo que han dicho los filósofos sobre el ser humano en diferentes épocas.
En primer lugar, vamos a seleccionar algunas características esenciales con las que se ha
identificado al ser humano: su sociabilidad, su racionalidad, la libertad, y el problema mente-
cuerpo en relación con la posibilidad de la existencia de algo espiritual en nosotros.
Después, pasaremos a examinar concepciones diversas sobre el ser humano, buscando
ejemplos en autores de diferentes épocas: la posición del dualismo antropológico en Platón o
Descartes; las posiciones del monismo materialista o del monismo emergentista; la concepción
cristiana del hombre; la concepción marxista del hombre: alienación del hombre en el
Capitalismo; o la concepción freudiana del ser humano como conflicto interno por la propia
estructura de la mente humana.
Contenidos:
1) El ser humano como ser sociable por naturaleza:
La posición de Aristóteles, la de Hobbes (“el hombre es un lobo para el hombre”) y la de
Rousseau (“el hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad lo corrompe”).
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2) El ser humano como ser racional:
a) La razón como facultad y sus características: objetividad, universalidad,
coherencia, eficacia, realismo, autonomía y tolerancia.
b) Los ámbitos de la razón según Aristóteles: teórico, práctico (técnico y ético).La
conexión entre los dos ámbitos: el intelectualismo socrático frente al
emotivismo de Hume: (“El que conoce el bien obra bien” o “la razón es la
esclava de nuestras pasiones”).
c) Los afectos como motores de nuestra conducta: sentimientos, emociones y
pasiones.
d) La pirámide de Maslow.
3) El ser humano como ser libre:
a) La libertad humana como libertad a partir de las circunstancias o la situación.
(Ortega y Sartre).
b) Argumentos a favor de la libertad.
c) Los determinismos y sus clases: teológico (la predestinación), social o
educacional, y psicológico o del carácter.
4) El ser humano como ser espiritual. (El problema mente – cuerpo):
a) Argumentos a favor y en contra del dualismo.
b) Argumentos a favor y en contra del monismo.
c) El dualismo de Platón y de Descartes.
d) El monismo materialista y el emergentismo.
5) La concepción cristiana del hombre:
a) Los seres humanos como hijos de Dios y como hermanos entre sí.
b) La idea del hombre como naturaleza caída por el pecado original.
c) La idea cristiana del tiempo lineal desde la creación hasta el Juicio Final
(Agustín de Hipona: la lucha entre las dos ciudades, la terrenal y la de Dios).
6) La concepción marxista del hombre:
a) El ser humano como producto de su sociedad y de la historia que se realiza por
el trabajo.
b) La lucha de clases como motor de la evolución histórica.
c) La distinción entre la infraestructura social y económica y la superestructura
ideológica.
d) Los conceptos de ideología y de la alienación y su causa en la propiedad
privada.
e) La Utopía del comunismo a partir de la dictadura del proletariado.
7) La concepción freudiana del hombre:
a) El ser humano como conflicto interno por la represión de la sociedad y de la
cultura y por la propia estructura de su mente.
b) La estructura de la mente humana: el inconsciente (Eros, Tánatos y el principio
del placer); el yo o conciencia (el principio de realidad); el superego o yo ideal
(la interiorización de las normas sociales y la conciencia moral).
c) El complejo de Edipo y el complejo de Electra.
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d) Los mecanismos de defensa: represión, fantasía, racionalización, negación de
la realidad, regresión, proyección, compensación y supercompensación y la
sublimación.
EL SER HUMANO COMO SER SOCIABLE
Aristóteles en el siglo IV a. C. ya afirmó que el ser humano es un ser sociable por naturaleza. En su
obra “Política”, dijo que el ser humano es aún un animal más sociable que cualquier otro animal,
porque posee el don del lenguaje. Este lenguaje es especial, “no es la simple voz” con la que
expresar sensaciones de dolor o placer, pues ésta también la poseen otros animales, sino el
lenguaje humano – la palabra – los conceptos que diríamos hoy en día, con los que podemos
representar las ideas generales de las cosas, a partir de los cuales podemos hacer ya juicios
morales sobre lo bueno y lo malo; lo justo y lo injusto, y hacer esos razonamientos, es ya algo sólo
humano, al igual que poner esas valoraciones en común con los demás hombres al dialogar. De
ahí que el hombre sea un animal político. Solamente en la Polis o ciudad- estado puede el ser
humano desarrollar su razón que es lo más valioso y específico del alma humana. En conclusión:
necesitamos de los demás para poder desarrollarnos y vivir como seres humanos, para lograr el
bien supremo humano que es la felicidad.
Es interesante constatar, que muchos siglos antes de encontrar casos de los llamados “niños
salvajes”, como Víctor de l’Aveyron en el siglo XVIII, Aristóteles ya había sacado sus propias
conclusiones solo de la observación de la naturaleza humana. También podemos añadir que
aunque lo mejor en nosotros sea la parte la racional, según Aristóteles y los pensadores griegos
en general, sin embargo, Aristóteles ya nos previno al decir que cuando el ser humano no usa su
razón, puede llegar a ser el más salvaje de los animales.
Thomas Hobbes, empirista británico del siglo XVII, llegó a decir, en su obra “Leviatán”, que “el
hombre es un lobo para el hombre”. Esa afirmación es lo más opuesto a la mejor formulación del
hombre como ser sociable que había defendido Aristóteles. Para Hobbes, el ser humano es un ser
agresivo, cruel y egoísta por naturaleza: todos los hombres ambicionan los mismos bienes para sí
mismos, la riqueza, los honores, los placeres… por ello, todos compiten entre sí y desconfían unos
de otros. Si no hubiera el poder fuerte del estado que los atemoriza a todos, la seguridad de cada
uno estaría en peligro al estar siempre en un estado probable de guerra total de todos contra
todos. En esa visión pesimista de la naturaleza humana, solo la racionalidad humana nos salva al
llevarnos a pactar para establecer el estado por medio de un pacto general, que dejaría al estado
la facultad de poner orden, impidiendo las venganzas continuas entre nosotros.
Jean-Jacques Rousseau, en el siglo XVIII, afirmó que el hombre es bueno por naturaleza pero la
sociedad es la que lo corrompe. Dentro de la tradición moderna que pone el origen de la sociedad
y el estado en un contrato o pacto entre los individuos, (frente a la visión naturalista de
Aristóteles), Rousseau consideró que el hombre en estado natural es bueno, inocente y
compasivo. Con las cualidades del buen salvaje, sin duda una idealización que nada tiene que ver
con la realidad, como se comprobó al encontrar a los auténticos niños salvajes, pensó que lo que
llevó a unirse a los hombres entre sí, al principio, fue la propia subsistencia frente a la adversidad
de la naturaleza, antes del desarrollo tecnológico. En su ensayo “Sobre el origen de la desigualdad
entre los hombres” describe Rousseau, la destrucción del estado natural con la aparición de la
propiedad privada: “El primer individuo al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir:
esto es mío, y encontró a gente lo bastante simple como para hacerle caso, fue el verdadero
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fundador de la sociedad”. En estado natural no había propiedad privada, todo era de todos y la
bondad natural se basaba en los sentimientos (no en la razón).
Rousseau criticó duramente la sociedad de su época, considerando que estaba tan corrompida,
que en ella había hombres que debían venderse por ser muy pobres, y otros muy ricos, capaces
de comprar la voluntad de los demás. Además, cuando en 1750, la Academia Francesa propuso
como dilema en un concurso público la cuestión:”¿Contribuyen las Artes y las Ciencias a mejorar
al hombre?” Rousseau contestó que la civilización sólo ha contribuido a degenerar al hombre y a
la decadencia de la sociedad. En la vida natural y sencilla, las cualidades del vigor, la fuerza, la
valentía y la nobleza son las virtudes del buen salvaje. En cambio, la sociedad ha hecho al hombre
más débil, vil y rencoroso. La civilización, la ciencia y la cultura lo han pervertido.
Podríamos objetar a Rousseau que, en la sociedad el niño no sólo aprende la envidia, la
hipocresía, o la codicia. También puede aprender la amistad, el compañerismo o la generosidad.
La cuestión es si por naturaleza somos buenos o egoístas y agresivos, o si no hay una naturaleza
que nos determine a ser una cosa o la otra. Entre los seres humanos, podemos encontrar todo
tipo de casos, incluidos también, personas con gran evolución moral como Gandhi, que defendía
la no-violencia en la reivindicación de lo que es justo. Este caso no podría darse si fuéramos
violentos por naturaleza, como decía Hobbes, o si la sociedad nos determinase, como decía
Rousseau.
EL SER HUMANO COMO SER RACIONAL
Los filósofos griegos fueron los primeros en reivindicar la capacidad racional como el rasgo más
distintivo del ser humano. Si examinamos las características de la razón como facultad tenemos
que la razón es objetiva y universal, frente a la opinión subjetiva, la propia experiencia de los
sentimientos etc. la razón pretende fundamentar lo que es verdadero o válido para todos y no
sólo para cada uno. La razón también se caracteriza por la coherencia, esto es por respetar las
leyes de la lógica y el principio de no- contradicción. La coherencia se puede aplicar a lo que
pensamos, a lo que decimos, y también a lo que hacemos. La razón tiene eficacia y realismo
porque teniendo en cuenta el principio de la realidad, puede buscar los mejores medios para
conseguir nuestras metas. La razón no imagina cómo debe ser la realidad, sino que intenta buscar
cómo funciona realmente para poder influir en ella. La razón es autónoma porque, no se basa en
fuentes externas o en el criterio de ninguna autoridad para fundamentar en ella sus afirmaciones.
Cada uno puede pensar por sí mismo y debe ser independiente al hacerlo. Pero la razón también
se caracteriza por la tolerancia porque el hombre dogmático que se cree en posesión absoluta de
la verdad, no se comporta de un modo racional. La verdad no es patrimonio de nadie y todos
podemos equivocarnos. El hombre racional sabrá escuchar a otros para poder dialogar.
Aristóteles ya analizó los distintos ámbitos en los que actúa la razón humana:
La razón teórica: se ocupa de la verdad y de justificar nuestros conocimientos sobre la realidad, el
propio ser humano etc.
La razón práctica: se ocupa sobre lo que debemos hacer. Aquí cabe distinguir dos campos
distintos:
a) El ámbito técnico o productivo: que busca los mejores medios para satisfacer las necesidades
humanas.
b) El ámbito ético y político: que se ocupa de estudiar la mejor vida humana que pueda llevarnos
a nuestra realización personal y felicidad; de lo que debemos hacer, así como del bien común
y de la sociedad justa para todos. Es decir, de los fines más importantes en la propia
existencia.
20
Si analizamos la posible conexión entre los ámbitos teórico y práctico, en general, se puede decir
que siempre nuestras ideas y creencias (no sólo las de tipo religioso) influyen en lo que decidimos
hacer; y por otro lado, las consecuencias de lo que hacemos, nos pueden llevar a corregir nuestras
ideas iniciales gracias a la reflexión. Directamente relacionado con esta cuestión cabe destacar
dos posiciones opuestas: la del intelectualismo socrático y la del emotivismo humeano.
En el intelectualismo socrático: Sócrates destacó que “el que conoce el bien obrará bien, porque
nadie yerra a propósito”. Por tanto, para él, el hombre sabio, es el hombre bueno, virtuoso y feliz.
El malvado, en el fondo, es tan sólo un ignorante. Se equivoca (“yerra”) porque desconoce el
verdadero bien; al contrario que el sabio. La razón no sólo se ocupa de conocer la verdad, sino
que, también en un sentido práctico se ocupa de qué debemos hacer para vivir bien.
Ya Aristóteles corregirá esta afirmación al afirmar que “no basta con conocer el bien para actuar
bien”, además hay que tener voluntad para querer practicarlo, porque si no, nos comportamos
como el hombre que va al médico, y tras recibir su consejo para mejorar su salud, decide no hacer
caso alguno. (En ese caso, “conoce su bien”, pero no lo lleva a cabo, como bien advirtió
Aristóteles).
Pero además, en su ética del Emotivismo, Hume, llegó a afirmar que “la razón no es sino la
esclava de nuestras pasiones”. Al preguntarse de dónde proceden el bien o el mal, destacó, que
esos valores no se encuentran entre los hechos, sino que proceden de la valoración sentimental
que hacemos nosotros. Aunque según Hume, todos participamos de la misma naturaleza humana
que nos lleva a considerar como “bueno moralmente” lo que asegura la supervivencia de nuestra
especie y la convivencia en paz, por tener todos los mismos sentimientos y emociones, sin
embargo, no es la razón, la encargada de establecer la justificación de lo que está bien o mal, sino
lo emocional. Cuando decimos que alguien nos parece “cruel e inhumano” no solemos referirnos
a su falta de desarrollo racional, sino a su falta de empatía con los demás, en suma a sus
sentimientos. Hume dijo incluso, que nuestras metas en la vida, se establecen desde nuestros
deseos, no desde la razón. La razón, sólo sirve para encontrar los mejores medios para lograr lo
que deseamos, por eso es “esclava de nuestras pasiones”. El problema, como criticó Kant, es que
los sentimientos no siempre son comunes a todos, y que además son cambiantes, por lo que el
sentimiento es una base muy frágil para justificar, tanto la ética como la política. Por ello, Kant
volverá a la razón como fuente de fundamentación más firme en las cuestiones relativas a qué
debemos hacer. De todos modos, Hume tuvo la originalidad de ser de los primeros que valoró al
ser humano como ser pasional y no sólo racional.
LOS AFECTOS COMO MOTORES DE NUESTRA CONDUCTA: SENTIMIENTOS, EMOCIONES Y
PASIONES:
Los afectos son poderosos motores de la conducta humana como ya reveló Hume. Sentimientos,
emociones o pasiones tienen en común que son involuntarios, que tiñen toda nuestra experiencia
interior y que la enriquecen. Son subjetivos, a veces nublan el juicio e impiden razonar de forma
imparcial. Por ello, muchas corrientes filosóficas nos han prevenido contra ellos, empezando por
los estoicos en el Helenismo. Pero no suele ser bueno reprimirlos del todo, es mejor moderarlos,
en especial si son negativos. Todos ellos suelen ser bipolares: amor/odio, alegría/tristeza,
agrado/desagrado etc.
Si examinamos las diferencias entre ellos, podemos señalar que las emociones suelen ser breves,
pueden durar unos segundos, y tienen efectos somáticos que se pueden medir en el cuerpo:
sudoración, palpitaciones, dilatación de la pupila, temblores, hiperventilación… todo ello
motivado por descargas de adrenalina, que preparan al organismo para luchar o huir con la
función de adaptarnos a la naturaleza. El sistema límbico en nuestros cerebros, en especial, la
21
amígdala, como principal órgano regulador de las emociones, ya apareció en la evolución con los
mamíferos. La causa de las emociones suele ser claramente identificable. Son ejemplos de
emociones: la ira, la vergüenza, el miedo, el asco, la sorpresa etc.
Por el contrario, los sentimientos son más duraderos que las emociones, no llevan aparejados
necesariamente, efectos visibles en el cuerpo, y su causa no siempre es tan claramente
identificable. Ejemplos: amor, odio, envidia, admiración, nostalgia, esperanza, tristeza etc. Los
sentimientos se pueden disimular si no queremos mostrarlos a los demás.
Por último, las pasiones son cualquier afecto, ya sea emoción o sentimiento, descontrolado.
Cuando está fuera de todo control por parte de la razón. Ejemplos: el amor es un sentimiento,
pero fuera de control se puede convertir en pasión. Igualmente, el miedo es una emoción que
fuera de control se convierte en terror o pánico. Los celos, también pueden llegar a convertirse en
pasión. El estoicismo nos previno sobre todo ante las pasiones. En cambio, en el Romanticismo,
en el siglo XIX se llegó a decir que “nada grande puede llegar a hacerse sin pasión”.
Aunque los griegos identificaron al ser humano como esencialmente racional, en realidad,
también somos igualmente seres pasionales.
LA PIRÁMIDE DE MASLOW
Es Abraham Maslow, de la escuela de Psicología Humanista, quien mejor ha estudiado la
motivación humana, organizándola en la llamada “Pirámide de Maslow”. En la parte inferior,
puso las necesidades que compartimos con todos los seres vivos: las necesidades fisiológicas:
comer, beber, dormir… y las de seguridad de la propia vida. En el siguiente piso, incluyó las
necesidades que podemos compartir con el resto de los animales sociales: necesidades afectivas,
de pertenencia a un grupo; necesidades de prestigio o reconocimiento y valoración de los demás.
Todas estas necesidades mencionadas hasta ahora son las que denomina necesidades de
carencia. Necesitamos tenerlas cubiertas, al menos en unos mínimos, para poder vivir, pero una
vez satisfechas, desaparecerá el impulso para tratar de cubrirlas. Por el contrario, en el piso
superior, en la cúspide de su pirámide, Maslow colocó las llamadas “necesidades de crecimiento o
auto-realización”. Estas son ya necesidades sólo humanas, que no terminan de satisfacerse nunca
del todo: los ideales éticos (como el afán de justicia), estéticos (como la belleza) o cognoscitivos
(como el deseo de saber)… la necesidad de realizarnos plenamente como personas… nada de eso
puede llegar a satisfacerse nunca a lo largo de toda la vida. Por eso, el ser humano nunca está
satisfecho del todo. Según Maslow, la tarea humana por excelencia es hacernos a nosotros
mismos. El hombre malvado es el hombre frustrado, que ha olvidado su tarea principal en la vida
y se dedica a tratar de satisfacer expectativas ajenas, en vez de descubrir su verdadero yo con sus
propias motivaciones.
El SER HUMANO COMO SER LIBRE
Si las necesidades humanas son motivos para nuestra conducta ¿debemos entender a los motivos
como causas de nuestra conducta? ¿Qué diferencia hay entre los motivos y las causas naturales,
como por ejemplo, la fuerza de la gravedad? Las mismas causas dan lugar a los mismos fenómenos
naturales. ¿Podríamos predecir entonces el comportamiento de las personas si conociéramos todos
sus motivos para actuar? Si un deseo es muy poderoso ¿somos libres para elegir?
Para empezar no es lo mismo deseo que motivo, como tampoco lo es querer que desear. El deseo, la
atracción o la repulsión, son ciegos en sí mismos y no pueden convertirse, por sí mismos en bases
conscientes de un acto de voluntad. Se pueden desear muchas cosas, incluso algunas contradictorias
entre sí o imposibles, pero “querer”, ya muchas menos. Querer implica estar preparado para poner
22
todos los medios necesarios para conseguir lo que queremos. Los deseos pueden influir o inclinarnos
en una decisión, pero no determinan ni imponen nada en un acto voluntario. Los deseos no, pero
¿Cabe decir lo mismo de los motivos?
No es fácil predecir cómo puede actuar cualquier persona, ni siquiera uno mismo. Pero además, los
motivos fundamentan nuestras acciones pero no las causan. Los motivos son las explicaciones que
damos después o antes de actuar, pero lo que para uno es un motivo suficiente, para otro no lo es.
En cambio, frente a la gravitación, todos los cuerpos materiales responden igual. Entonces, los
motivos no son verdaderas causas. En una situación idéntica, dos personas pueden mostrar diferente
actitud y elegir conductas distintas. En la primera parte de la reflexión sobre el ser humano, ya
distinguimos entre el ser humano y las demás especies animales por la ausencia de instinto natural
en nosotros. Además, solo podemos ser moralmente libres si podemos elegir, si tenemos libertad y
por tanto nuestros actos podemos decidirlos. Sin embargo, siempre ha habido determinismos que
niegan la libertad humana.
Los determinismos: son teorías que niegan la libertad en el ser humano, basándose en diferentes
razones. El determinismo de la predestinación o del destino es la creencia en que el futuro está
escrito. Aunque no conozcamos lo que nos va a ocurrir en la vida y por eso pensemos que elegimos,
en realidad solo realizamos aquello que ya está escrito. Es imposible saber si eso es verdad o no.
¿Quién habría escrito el destino de cada uno? El determinismo teológico se interpreta como un
poder impersonal en el universo (el Logos que gobierna el mundo, como aseguraban los estoicos),
como “fatum”, hado o necesidad (como aseguraban los mitos griegos, por ejemplo, a la que estaban
sometidos humanos y dioses), o como el resultado del poder y la omnisciencia de un dios personal,
que todo lo sabe, incluso quién se salvará y quién se condenará, como se admite en las iglesias
protestantes. En cualquier caso, el destino ya estaría previamente escrito.
En el determinismo social o de la educación: se afirma que todos somos el resultado de la sociedad
en la que hemos sido educados. La cultura recibida, la familia en la que hemos crecido etc. Nadie
niega su influencia, ¿pero es un determinismo? Si así fuera, nadie podría rebelarse frente a su
sociedad. No se ha podido demostrar que necesariamente un individuo, por pertenecer a un
determinado ambiente social, deba acabar como un delincuente. Siempre hay casos de personas que
han superado sus circunstancias sociales. Como ya se ha visto, ningún proceso de socialización es
perfecto, y en la historia se han dado revoluciones.
El determinismo interior, psicológico o del carácter: sostiene que aunque podemos hacer lo que
queramos, no podemos querer cualquier cosa. Lo que queramos depende de nuestro carácter y este
es innato, inmutable, constante e inalterable. Schopenhauer llegó a decir que nadie llega a cambiar
realmente: “bajo la envoltura variable de los años y de las circunstancias, incluso de sus ideas y
opiniones, se oculta, como el cangrejo bajo su caparazón, el hombre idéntico e individual que no
cambia jamás”. Para este autor, los motivos solo son la ocasión para que se manifieste nuestro
verdadero carácter. Algunos han criticado este determinismo afirmando que sí hay gente que
cambia a lo largo de sus vidas. Además, tal vez confunden temperamento con carácter. El
temperamento, como conjunto de reacciones afectivas primarias, sí tiene un componente genético
que puede heredarse, pero el carácter no es más que la suma de nuestras actitudes voluntarias. Por
ejemplo: ser nervioso, tímido etc. son rasgos de temperamento, pero ser sincero, valiente o egoísta,
son ya actitudes voluntarias que forman parte del carácter.
Lo que tienen en común todos los determinismos, es que rechazan la responsabilidad individual
porque consideran que la culpa la tiene o el destino, o la sociedad, o esa forma de ser que no
23
podemos evitar. La base de nuestro sistema judicial está en el reconocimiento de la libertad y de la
responsabilidad individual.
Frente a los argumentos de los deterministas, se han dado otros a favor de la libertad:
-La conciencia psicológica de la libertad: siempre creemos que podríamos sorprender a los demás
haciendo lo contrario de lo que se espera de nosotros.
- Porque nadie nos puede imponer ni nuestros valores, ni nuestras actitudes, ni nuestros proyectos
vitales.
- Porque nos sentimos responsables de nuestros actos, y nos alegramos cuando actuamos bien o nos
arrepentimos, cuando nos avergonzamos de lo que hemos hecho mal. ¿Cómo podríamos hacerlo si
nuestros actos no nos pertenecieran?
- Porque se puede predecir un fenómeno natural, como un eclipse, pero no, como actuará una
persona en las mismas circunstancias que otra. Por ejemplo, nunca sabremos decir cuándo habrá una
revolución social, aunque los historiadores hayan estudiado lo que desencadenó otras anteriores,
siempre se explica a posteriori.
- Porque, incluso privados de la libertad exterior de movimientos, o en una dictadura, sigue estando
la libertad del querer o libertad interior. Solamente si existe un trastorno mental, se puede
considerar que uno no es dueño de sus actos. Incluso en una prisión, caben muchas alternativas
(estudiar Derecho para defenderse; hacerse amigo del más fuerte; tratar de escapar etc.)
Sartre llegó a afirmar que nuestra esencia es la libertad, una libertad en situación o una libertad a
partir de las circunstancias, como dijo Ortega y Gasset. “Estamos condenados a ser libres”, porque no
existe ninguna naturaleza humana con un fin prefijado de antemano. Cada cual elige sus propios
valores. La libertad es individual en cada caso. Existimos en el tiempo y hemos de hacer nuestra vida
eligiendo continuamente y proyectándonos hacia nuestras posibilidades. Somos libres siempre en
relación con un estado de cosas dado. La libertad siempre encuentra obstáculos que ella misma no
ha creado como el lugar donde nacemos, el pasado, los imprevistos, los demás o la propia muerte.
Pero esos obstáculos son la ocasión para que se ejerza mi libertad. El sentido del obstáculo o lo que
constituya un motivo para mi acción, siempre será definido por mí; por mi proyecto libremente
elegido. Nada es en sí favorable o desfavorable. Hasta el propio pasado se interpreta una y otra vez a
la luz de nuestro proyecto vital del presente. Somos radicalmente libertad, sin excusas.
Esta libertad nos produce la angustia de la responsabilidad y a menudo no somos capaces de afrontar
nuestra libertad, y de ahí las actitudes de la mala fe y la vida inauténtica que niegan nuestra libertad
buscando como causas de nuestros actos a la sociedad, a la ideología, a Dios, al destino, al carácter…
Erich Fromm, en su obra “Miedo a la libertad”, también se ha hecho cargo del mismo problema.
En definitiva, aunque se han dado argumentos a favor de la libertad, en realidad, sostener que
somos libres o que estamos determinados es una cuestión de creencia indemostrable. Pero, el
problema es que no se trata de una mera pregunta teórica esta cuestión de la libertad, sino de una
pregunta que nos compromete por completo en la actitud vital. Además, una persona sin libertad no
puede desarrollarse como persona: ser persona implica libertad. Kant ya afirmó que la dignidad de la
persona se basa en ella. El fundamento de la condición moral de las personas es su libertad. Por la
libertad las personas valen por sí mismas y no tienen precio como las cosas. Por eso las personas son
sujeto de derechos y de deberes.
24
EL SER HUMANO COMO SER ESPIRITUAL: EL PROBLEMA MENTE-CUERPO
También podemos preguntarnos si somos sólo materia o si, por el contrario, también hay una parte
de nosotros que es espiritual. Esa cuestión afecta no sólo al interrogante kantiano sobre qué es el
hombre, sino también al interrogante sobre qué es lo que nos cabe esperar. Desde la creencia
religiosa tenemos un alma inmortal y eso hace que la muerte no sea el final para nosotros. Pero,
dejando a un lado los asuntos de fe, ¿qué es más correcto decir que “tenemos un cuerpo” o que
“somos un cuerpo”? La posición dualista dirá “tenemos un cuerpo”, con lo que implícitamente
identificará al ser humano con su alma, haciendo del cuerpo un instrumento a su servicio. En cambio,
los monistas dirán que “somos nuestro cuerpo”, por lo que al morir nada quedará, al desaparecer el
cadáver con el tiempo. Parece por tanto, que la necesidad de preservar una parte inmortal en
nosotros está en el origen del dualismo.
Si analizamos la etimología de las palabras “alma” y “espíritu” podemos ver cómo están conectadas:
alma proviene de anima, del latín, que a su vez provino de anemós, del griego, que significaba viento,
aire, principio de vida o fuerza vital. A su vez, espíritu proviene de la palabra latina spirare, también
conectada con respirar aire. Si sólo fuera aliento vital, entonces también los demás animales pueden
tener alma, y ese tipo de alma no implica inmortalidad. La cuestión es que la tradición atribuye al
alma humana otras características especiales, relacionadas con las facultades del pensamiento, como
razonar, pero eso es ya solo humano. Los llamados procesos mentales: pensar, recordar, sentir,
imaginar, tener sensaciones y percibir la realidad…son la experiencia interna de la persona. Son
estados de conciencia subjetivos de los que tenemos conciencia. Ni son materiales, ni están en el
espacio como los cuerpos materiales. Sólo se dan en el tiempo de la conciencia individual. Son lo
íntimo de cada persona, sólo accesibles a los demás si queremos comunicarlos. ¿Pueden ser sólo una
función del cerebro? Dependen del cuerpo, del cerebro, pero ¿se reducen a lo físico? ¿Pueden seguir
dándose una vez muertos?
Por otro lado, el cuerpo es la materia orgánica de la que estamos hechos, con sus funciones de
nutrición, crecimiento, reproducción… como otros seres vivos. Por el cuerpo podemos expresar
nuestro yo, comunicarnos con los demás; podemos coger las cosas del mundo y por eso es el cuerpo
el principio de la instrumentalidad. Por el cuerpo existimos aquí y ahora, es fuente de posibilidades
pero también es límite de la condición humana. Por el cuerpo sufrimos hambre, sed, dolor, fatiga,
enfermedad o muerte, pero es también fuente de todo placer vital. En la creencia cristiana, se
considera a menudo la fuente del pecado y de la debilidad humana. Se da mucho más valor al alma
espiritual e inmortal, de la que se asegura un origen divino, según la hipótesis creacionista.
Si examinamos algunos de los principales argumentos que se han dado a partir del dualismo
tenemos:
- La defensa de lo espiritual en todas las tradiciones religiosas. (También en las que creen en la
reencarnación).
- La insistencia en que no se puede reducir lo psicológico a lo meramente físico, porque ambos
fenómenos se rigen por sus propias leyes.
- El hecho de que no se han podido localizar en el cerebro ni la voluntad libre ni la autoconciencia.
A favor del monismo:
- No hay evidencia alguna de lo espiritual en la experiencia.
- La teoría evolucionista explica al ser humano también como un producto de la evolución
biológica a partir de otros animales.
25
- La defensa de lo espiritual en la religión podría ser sólo miedo a morir o deseo de inmortalidad,
pero sólo el deseo no es ninguna prueba de realidad.
CONCEPCIONES FILOSÓFICAS DEL SER HUMANO
1º. El dualismo antropológico: Platón y Descartes:
Platón: es el primer pensador que elabora un sistema filosófico de carácter dualista, tanto en lo
que se refiere a la realidad como en lo que respecta al ser humano. Creía en la existencia de dos
mundos: el mundo sensible que percibimos por los sentidos y el mundo de las Ideas, la auténtica
realidad presidida por la Idea del Bien, de la cual el mundo sensible no es sino una copia
imperfecta. En el mundo de las Ideas están los modelos de todas las cosas del mundo sensible,
además de las Ideas éticas o estéticas, como las de la Justicia o la Belleza o la Verdad.
Con respecto al ser humano, afirmaba que está constituido por dos partes: el cuerpo material y el
alma espiritual e inmortal. Del mundo sensible sólo cabe la opinión, un conocimiento inferior,
pero la auténtica realidad sólo puede conocerse por el “nous” entendimiento en griego que está
en el alma, en su parte racional. Además de esa parte racional, Platón creía que en el alma había
otras dos partes: la parte volitiva en donde residen la voluntad, el coraje y las pasiones nobles, y la
parte apetitiva, en la que residen los deseos, como el deseo de los goces sensoriales (comer,
beber, sexo, poseer riquezas materiales...) las pasiones innobles.
Para explicar el alma, Platón recurre a la alegoría del carro alado: el alma habitó originalmente
el mundo de las Ideas en donde podía contemplar las Ideas. De forma alegórica, Platón compara
el alma humana con un carro conducido por un auriga (la parte racional) y tirado por dos caballos:
uno dócil (la parte volitiva) y otro rebelde (la parte apetitiva). Este último será el responsable de
que el carro vuelque, haciendo caer al alma al mundo sensible, en donde tendrá que encarnarse
en un cuerpo, olvidando todo lo que sabía sobre el mundo de las Ideas. Dado que las cosas del
mundo sensible son copias del mundo de las Ideas, existe la posibilidad del recuerdo o
reminiscencia de lo ya sabido. Por eso conocer es recordar.
Este pensador creía en las creencias órficas de la trasmigración de las almas (lo que hoy
llamaríamos reencarnación o “metempsicosis” en griego). Según esa creencia, dependiendo de la
dignidad moral con la que se ha vivido, el alma podía reencarnarse en distintas clases de hombres,
incluso en animales. Por eso, el camino que debe recorrer el alma es el de la purificación. Según
Platón, si el alma consigue reencarnarse durante un determinado número de generaciones en un
filósofo, un hombre que busca la verdad, el alma conseguirá volver al mundo de las Ideas de
donde cayó, que es adonde realmente pertenece. En este mundo sensible, el alma está
encarcelada en un cuerpo.
Descartes: en el siglo XVII este autor es también un representante del dualismo antropológico. El
auténtico yo se identifica también con el alma. El cuerpo es sólo sustancia material que se
caracteriza por la extensión en el espacio. En cambio, el alma es una sustancia espiritual que se
caracteriza por su facultad de pensar (de tener procesos mentales: recordar, sentir, imaginar,
razonar, desear, odiar o amar etc.). La sustancia material de la que forma parte nuestro cuerpo, es
toda la naturaleza, sometida a las leyes de la mecánica y al determinismo físico. Por el contrario,
en nuestra alma residen las facultades de pensar y la voluntad libre. Así pues, cuerpo y alma son
dos substancias independientes, aunque accidentalmente unidas en el ser humano. Somos como
“un fantasma en una máquina”. El problema será explicar las relaciones entre las dos partes. Si el
26
alma es algo inextenso, inmaterial ¿cómo puede mover y dar órdenes al cuerpo? ¿Por qué cuando
nuestro cuerpo sufre algún daño “sentimos” dolor? ¿cómo se comunican ambas substancias si
son de naturaleza tan diferente e independientes una de otra?
Descartes no dio una explicación satisfactoria de esta interacción. Todo lo que dijo fue que alma
y cuerpo se comunican a través de la glándula pineal (que está en la base del cerebro). Pero el
problema quedaba sin resolver, ya que si esa glándula es parte material, como el resto del cuerpo,
sigue sin explicación cómo algo inextenso puede comunicar con algo extenso.
En el siglo XVIII algunos filósofos desarrollaron una teoría materialista y mecanicista sobre el ser
humano, eliminando todo lo que no se podía explicar en términos mecánicos. Así suprimieron el
alma y concibieron el hombre como una máquina eliminando el dificultoso problema de la relación
cuerpo-alma. En esa corriente destaca La Mettrie (médico y filósofo francés) que desarrolló sus tesis
en un libro titulado precisamente “El hombre-máquina”. Ya en el siglo XX, frente al dualismo
substancial de Descartes, el emergentismo considera que la mente no es una substancia
independiente del cuerpo, sino algo producido por el cerebro y que necesita del cerebro para existir.
Pero, frente al materialismo mecanicista, el emergentismo considera que los procesos mentales son
algo distinto de los procesos físicos, y no son reductibles a estos.
Los fenómenos mentales no se pueden reducir a procesos neurofisiológicos o de tipo físico-
químico. Tienen su propia autonomía. Aunque lo mental tenga una base y unas causas físicas, no se
reducen a lo meramente físico. Es imposible explicar la autoconciencia, la voluntad y la libertad
humanas sólo desde las células, las moléculas y los átomos. Llamamos propiedades “emergentes” a
las que surgen de la relación entre los componentes de un sistema (el cerebro de un hombre vivo)
pero que no las poseen los componentes de ese sistema aisladamente. Estableciendo una analogía:
la propiedad de apagar un fuego no se encuentra ni en el hidrógeno, ni en el oxígeno por separado,
pero sí en el agua, que es la combinación de ambos.
2º La concepción cristiana del ser humano: El cristianismo afirma que todos los hombres son hijos
de Dios, y por tanto, hermanos entre sí, por lo que hay una igualdad esencial de todos los seres
humanos al margen de su condición social o cultural. Aunque esa idea de la igualdad ya había sido
defendida en el siglo III antes de Cristo por los filósofos estoicos, la concepción habitual del mundo
griego y romano se fijó más en los rasgos externos de ser libre o esclavo, griego o bárbaro, hombre o
mujer etc. afirmando más las diferencias que la igualdad esencial entre todos los seres humanos.
Además afirma que todos están hechos a su imagen y semejanza, dotados de razón y voluntad
libre. El filósofo Agustín de Hipona situó las Ideas ejemplares de Platón en la mente divina del
Creador. Por haber sido creado a imagen de Dios, ha recibido entre sus atributos la capacidad de
elegir (libre arbitrio). Al haber elegido el mal, el ser humano se convierte para el cristianismo en un
“ser caído”. Para redimir a los hombres y ofrecerles la posibilidad de la salvación, Dios mandó a su
hijo Jesucristo, para sellar una nueva alianza con los hombres. Si en el mundo antiguo se creía que el
devenir de las cosas era circular, por lo que se daba un eterno retorno de todos los acontecimientos
en grandes ciclos cósmicos (como en la naturaleza las estaciones van sucediéndose), a partir del
cristianismo se introduce la idea de un tiempo lineal: hay un origen con la creación del cosmos, luego
la caída del hombre con el pecado original, la llegada de Cristo para redimirnos y, habrá una segunda
llegada en el momento final, con un juicio final universal. En ese momento, según Agustín de Hipona,
quedarán separados los hombres en dos grupos: “aquellos que se aman a sí mismos hasta el
desprecio de Dios, que constituyen la ciudad terrenal, y los que aman a Dios hasta el desprecio de sí
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  • 1. 1 APUNTES DE FILOSOFÍA DE 1º DE BACHILLERATO. Profesora Alicia León Ceano-Vivas. LA FILOSOFÍA. SU NECESIDAD Y SENTIDO. SU ORIGEN. LA RELACIÓN CON OTROS SABERES Contenidos: 1. ¿Qué es la Filosofía? 2. Características del saber filosófico. 3. Funciones de la filosofía. 4. Orígenes: el paso del mito al logos. Factores que hicieron surgir la Filosofía. 5. La relación entre Filosofía y otros saberes como la Religión y la Ciencia 6. Sobre el contenido de la Filosofía: los interrogantes kantianos. Etimológicamente “Filosofía” significa amor, tendencia o búsqueda de la sabiduría. La Filosofía surgió en la antigua Grecia, en las colonias jonias de Asia menor (en el territorio actual de Turquía), en torno al siglo VI a. C. Una tradición atribuye el invento de la palabra a Pitágoras, el cual al ser preguntado por el rey León, sobre cuál era su profesión, contestó que era “filósofo”. En Grecia, el “sophós” era el sabio, pero Pitágoras se definió solamente como un mero buscador de la sabiduría. Para los griegos, la sabiduría- “sophía”- englobaba un saber teórico y práctico, ya que por un lado se ocupaba de la verdad, de lo que podemos conocer; y por otro, de la búsqueda de la felicidad y de la vida buena para el ser humano conforme a la virtud o areté, la excelencia del buen ciudadano, gracias a la razón. La Filosofía responde a la necesidad humana de intentar llegar a tener una idea global del mundo y de la vida, de nosotros mismos, para poder orientar nuestra acción práctica, ética y política. Más que un saber completo y acabado, es una actividad del pensamiento, de nuestra razón, que trata de integrar todo el conocimiento que poseemos sobre la realidad y el ser humano. Las características del saber filosófico: La Filosofía frente a otros saberes, como los de las ciencias, es un saber global, no especializado en su objeto de estudio. Es un saber de 2º grado que trata de integrar todas las aportaciones a partir de la razón y la experiencia: el conocimiento de primer grado, de las diferentes ciencias y las respuestas de los filósofos, incluidos los del pasado, a los interrogantes filosóficos sobre la verdad, la ética, la política, el ser humano etc. Se trata de un saber radical porque llega hasta las últimas preguntas, las raíces de nuestro conocimiento, las que se refieren al sentido global de la existencia: ¿cuál es el sentido de la vida y de la muerte?, ¿por qué existimos? ¿cuál es el origen del universo? ¿es la realidad racional o absurda? ¿cuál es el origen y el fin del ser humano? ¿somos el producto del azar o hay algún orden preestablecido? ¿hay algo más allá de la muerte? También se interroga sobre los fines y los valores que debemos perseguir: ¿cuál es el máximo bien en la vida? ¿en qué consisten la felicidad, la justicia, la libertad…? ¿Tiene la historia de la humanidad algún sentido? ¿por qué existen el dolor y el mal en el mundo?, ¿en qué consiste “saber vivir”? ¿qué debemos hacer? Y por último, la Filosofía se pregunta sobre la verdad y la certeza: ¿qué podemos llegar a conocer? ¿Tiene algún límite la razón humana? ¿cuáles son las fuentes del conocimiento?
  • 2. 2 El ser humano siempre ha buscado respuesta a esas preguntas. En realidad, todos somos filósofos. Ya desde niños siempre estamos preguntando el porqué de todo. La filosofía pretende ser una reflexión crítica e independiente, liberadora de los falsos prejuicios y del dogmatismo. Según Aristóteles, la actividad filosófica tuvo su origen en la admiración o la perplejidad ante la realidad que fue lo que impulsó la necesidad de pensar y de buscar un orden racional para poder orientarnos. Esa misma necesidad fue el origen de los mitos y de la religión, pero a diferencia de ellos, la Filosofía intenta hallar sus respuestas en las causas naturales o sociales, sin recurrir a nada oculto o sobrenatural. Por eso, la Filosofía, se considera un saber racional, que no es sólo opinión o creencia. La Filosofía surgió como superación del mito. Si el mito era un saber acrítico, dogmático, que recurría a la autoridad de los antepasados y a la tradición como único fundamento, la filosofía se basa solo en la razón y en la experiencia comunicable, y como sucede en el saber científico, también está abierta a la crítica. No se conforma con imaginar cómo son las cosas; quiere averiguar las causas reales de las cosas y las relaciones que hay entre los acontecimientos. Los filósofos griegos partieron del supuesto de que en la realidad hay un orden racional y objetivo que la razón humana puede descubrir. En la búsqueda de la verdad no han faltado nunca las discrepancias. Por eso no puede hablarse de una sola filosofía, sino de muchos pensamientos filosóficos. Precisamente, por la falta de dogmatismo, la Filosofía nace como un diálogo racional abierto a todos, que ya ha durado más de 2500 años y que aún hoy continúa. Sin embargo, los problemas filosóficos de los que se ha ocupado la Filosofía, han sido siempre los mismos. Funciones de la Filosofía: ¿Para qué sirve la Filosofía? a) Para integrar todo el conocimiento sobre la realidad y nosotros mismos. b) Para orientar la acción humana desde un punto de vista ético y también político. c) Para enseñar a pensar por uno mismo y desarrollar el sentido crítico y la capacidad de razonar. d) Para desenmascarar los prejuicios. e) Para descubrir el valor de la reflexión y del diálogo racional con los demás, para intentar hacer un mundo más justo y en paz. f) Para liberarnos como personas y aprender a vivir una vida humana en la que podamos aprender por la reflexión. Orígenes de la Filosofía: el paso del mito al logos. Factores del nacimiento de la Filosofía: La Filosofía surgió como superación del pensamiento mítico. Los mitos eran unos relatos nacidos de la imaginación humana, que servían para explicar los fenómenos naturales, para justificar el orden social existente, y para dar ejemplo moral a los jóvenes. Sus protagonistas eran dioses que eran la personificación de las fuerzas de la naturaleza, (como Helios, el dios del sol, Gea, la diosa tierra, Poseidón, el dios del mar etc.) y de las experiencias humanas más importantes, como el amor, Afrodita o la guerra, Ares). Los dioses eran muy parecidos a los seres humanos en sus pasiones, se enamoraban, mostraban su enfado, tenían celos… pero se diferenciaban de nosotros por ser inmortales y estar dotados de poderes sobrenaturales. Además de los dioses, en los mitos había héroes y humanos, como protagonistas. Todos estaban sujetos a la necesidad del destino. Los mitos utilizaban imágenes y símbolos, más que
  • 3. 3 conceptos. Están en conexión con una mentalidad mágica y pre-racional, que usaba rituales y sacrificios para influir en la voluntad de los dioses. La Filosofía nació en el siglo VI a. C. en las colonias griegas de la Jonia en Asia menor y en la Magna Grecia, en las colonias griegas del sur de Italia. Estas colonias eran puertos de mar abiertos a la influencia cultural de gente venida de todas partes. Había una gran prosperidad económica por el desarrollo comercial, y un ambiente de libertad intelectual, ya que no había una clase sacerdotal poderosa que pudiera velar por la ortodoxia, como sucedió en otras civilizaciones, como la egipcia, por ejemplo. Esto permitió a los primeros filósofos criticar la creencia tradicional de los mitos al comprobar que éstos eran diferentes en cada polis, por lo que no podían ser la explicación verdadera del orden de las cosas. Tantas respuestas distintas dieron lugar a la duda: ¿quién tiene razón? Los filósofos griegos fueron los primeros en pensar que podía haber un orden racional en el cosmos, en la propia naturaleza, que la razón humana podía descubrir, sin necesidad de recurrir a causas sobrenaturales, como la voluntad caprichosa de los dioses. Los mitos eran un saber acrítico, infundado e indemostrable. Sólo se basaba en la autoridad de los antepasados: “así me lo contó mi abuelo”. Jenófanes de Colofón, uno de los primeros filósofos llegó a decir: “Los etíopes imaginan a sus dioses negros y con la nariz chata. Los tracios, con los ojos azules y pelirrojos. Si los bueyes tuvieran dioses, los imaginarían semejantes a ellos”. Se puede afirmar que la Filosofía y la Ciencia, como saber racional, nacieron en ese momento gracias a los filósofos griegos. El pensamiento racional se basa solo en la observación de la naturaleza y en la reflexión racional. No recurre a causas sobrenaturales. Utiliza más los conceptos que las imágenes y los símbolos. Busca un orden en la propia naturaleza y se basa en causas naturales para sus explicaciones, confiando sobre todo en la razón. Los primeros filósofos, anteriores a Sócrates, se ocuparon sobre todo de tratar de hallar unos primeros principios o “arjés”, para explicar la diversidad de los seres naturales y el cambio o devenir en la naturaleza. A partir de Sócrates, en el siglo V a. C. en Atenas, se dará el giro antropológico que llevará a la Filosofía a ocuparse de los temas referentes al ser humano, y a los problemas de tipo ético y político. La relación entre la Filosofía y otros saberes como la Ciencia o la religión: Podríamos tener la tentación de afirmar, que puesto que la ciencia es también un saber racional, tal vez la Filosofía esté de más, y sea solo el residuo de algo “antiguo”; tal vez, del mismo modo que el saber filosófico sustituyó al mito: ¿la ciencia también podría sustituir a la filosofía? Así, consideraríamos que la ciencia es la única autorizada para hablar objetivamente sobre la realidad, el mundo físico, el universo en su conjunto; los seres vivos, incluido el ser humano, la sociedad… Entonces la Filosofía estaría de más. Por otra parte, también desde la religión se intenta resolver algunos de los interrogantes referidos al sentido de la vida, si hay otra vida después de esta… el origen del mal, lo que está bien moralmente etc. Como ya dijo Kant, “mientras haya hombres seguirá existiendo la filosofía” porque la exigencia de sentido es algo connatural a nuestra razón. Necesitamos saber a qué atenernos, necesitamos pensar sobre la realidad y sobre la existencia. También señaló Sócrates que la vida sin reflexión no merece la pena vivirla. Tanto la Filosofía como la Religión o la Ciencia son productos de la cultura. Podemos pasar a ver lo que tienen en común y en qué se diferencian: Filosofía y Ciencia: ambas son saberes racionales por oposición a la Religión que es creencia. La Filosofía se distingue de la Ciencia en que es un saber de 2º grado. Cada ciencia particular,
  • 4. 4 como saber de primer grado, tiene como objeto de estudio una parcela concreta de la realidad, por ejemplo: la astronomía estudia los astros; la biología los seres vivos; la geología, las rocas y los minerales etc. En cambio, la Filosofía es una reflexión global que pretende integrar todo el conocimiento sobre la realidad y sobre el ser humano, para orientar la acción desde un punto de vista ético y político. Para ello tiene en cuenta el conocimiento científico de su época. Si la Ciencia moderna pretende sólo saber cómo funciona el mundo para poder controlarlo y ponerlo al servicio de las necesidades humanas, entonces de la ciencia se derivan preocupaciones tecnológicas. En cambio, de la Filosofía, al ser un saber global y radical que llega hasta las últimas preguntas (como las que se refieren al sentido de la existencia), lo que se derivan son cuestiones éticas, relativas a cómo debemos actuar. En cualquier caso, por ser la Filosofía y la Ciencia, las dos saberes racionales, siempre serán criticables y nunca serán un saber completo y cerrado, sino que siempre estarán en continua elaboración a lo largo del tiempo. Además, por buscar un tipo de certeza objetiva en lo que afirman, nunca recurrirán a lo sobrenatural para fundamentar sus conclusiones, sino que se basarán sólo en la experiencia común y en la razón. Filosofía y Religión: lo que tienen en común es que ambas tratan de contestar a las cuestiones relativas al sentido de la existencia, el problema del mal… y las preocupaciones de tipo ético. Pero, la Religión es un saber dogmático, no criticable, que nace de la fe de los creyentes, y se basa a menudo en una verdad revelada por Dios. La religión transciende las fuentes comunes del conocimiento humano que son la experiencia, a partir de los datos de los sentidos, y la razón. La religión recurre a lo sobrenatural en sus explicaciones, como antes lo hizo el mito. Por ello, no puede pretender una certeza objetiva, válida para todos, y es sólo creencia y no saber racional. Entre un creyente y un no creyente no cabe entendimiento posible o acuerdo. Los interrogantes kantianos: Kant afirmó que la Filosofía se ocupaba de responder a las siguientes preguntas: 1. ¿Qué podemos conocer? En esta pregunta se incluye la preocupación por la verdad y la certeza. La cuestión relativa a los límites del conocimiento humano. 2. ¿Qué debemos hacer? Aquí quedan incluidas las cuestiones éticas y políticas. 3. ¿Qué nos cabe esperar? A esta pregunta se puede responder, tanto con cuestiones relativas a la existencia de Dios y una vida tras la muerte, como con una filosofía de la historia que analice el porvenir de la humanidad en este mundo. 4. ¿Qué es el hombre? En cualquier caso, Kant dijo que la respuesta a los interrogantes anteriores dependía de la respuesta que diéramos a esta última pregunta, que pretende analizar el conocimiento que tenemos de nosotros mismos. Para el resto del curso, vamos a analizar estos interrogantes de Kant: en el primer trimestre, el problema filosófico del ser humano. En el segundo trimestre, el problema de la verdad y el conocimiento humano. También el aprendizaje de la lógica (aristotélica y proposicional) como ciencia que estudia las reglas del razonamiento correcto. En el tercer trimestre, el problema de la ética, el de la política y el problema de la existencia de Dios.
  • 5. 5 PRIMERA PARTE: EL SER HUMANO COMO SER NATURAL Y CULTURAL Contenidos: 1. El ser humano como ser natural: la teoría evolucionista y sus consecuencias filosóficas 2. Principales diferencias entre las teorías del fijismo creacionista y el evolucionismo. 3. Las teorías evolucionistas: Lamarck, Darwin, el mutacionismo y el neo-darwinismo o teoría sintética. 4. Consecuencias filosóficas del evolucionismo. 5. Antropogénesis: los procesos de hominización y de humanización. 6. Principales características de la especie humana de tipo físico y psicológico. 7. El ser humano como ser cultural: la inmadurez biológica (carencia de instinto desarrollado) y la necesidad del aprendizaje cultural. 8. Definición y análisis de conceptos como: cultura y civilización. 9. El proceso de la socialización: etapas (primaria, secundaria, resocialización) y agentes. 10. Principales actitudes frente a la diversidad cultural en la sociedad multicultural de hoy: el etnocentrismo, el relativismo cultural, el universalismo. 11. Los factores del cambio cultural Hoy en día para la comunidad científica parece un hecho incuestionable que el ser humano es un producto más de la evolución biológica. Científicamente se admite que la vida ha ido evolucionando, a lo largo de millones de años, siguiendo unas pautas de organización y complejidad crecientes, desde los seres más sencillos, los unicelulares, hasta la aparición de los homínidos. Sin embargo, esta admisión generalizada es relativamente reciente, ya que durante siglos la teoría que prevaleció fue la teoría fijista basada en el Creacionismo bíblico, que afirmaba que todas las especies de seres vivos habían sido creadas de forma independiente unas de otras. Así Linneo, en el siglo XVIII afirmaba: “la razón invita a pensar que, al principio de todas las cosas, fue creada para cada especie, una sola pareja, que son los antepasados de todos los seres vivos actuales”. Todavía en el siglo XIX, Georges Cuvier interpretaba la sucesiva aparición y desaparición de fósiles como el resultado de diversas creaciones sucesivas, después de cada cataclismo universal (como ocurre en el diluvio universal que narra la Biblia). Con una sola creación, o admitiendo varias, la invariabilidad de las especies, era la opinión aceptada mayoritariamente. Las ideas evolucionistas parten de la constatación de que existen numerosos rasgos comunes que persisten a través de las diferentes especies, lo cual permite hablar de una unidad en la diversidad de los seres vivos. El problema sería, entonces, explicar las variaciones entre las especies y descubrir las causas que han ido modificando y separando gradualmente las líneas genealógicas para poder dar cuenta de la diversidad de las especies que tenemos hoy. 1ª teoría de la evolución: Lamarck El primer científico que propuso una teoría de la evolución fue el naturalista francés Jean- Baptiste Lamarck (1744-1829). Para explicar el proceso evolutivo, Lamarck recurrió a dos leyes:
  • 6. 6 a) La función hace el órgano: si un órgano se usa con frecuencia tenderá a desarrollarse y a perfeccionarse; por el contrario, si no se utiliza, se debilitará y acabará por desaparecer. b) La transmisión de los caracteres adquiridos: los cambios adquiridos por una especie o individuo, se transmitirán como herencia a sus descendientes. Para ilustrar sus hipótesis, Lamarck recurrió a varios ejemplos: el cuello de la jirafa que se iría estirando progresivamente al tener que alimentarse de las hojas de los árboles; y la vista del topo que se debilitó por vivir en la oscuridad. La teoría de Lamarck no ha resistido la comprobación empírica, porque no es cierto que los caracteres adquiridos por un individuo se transmitan hereditariamente. 2ª teoría: la Selección natural de Charles Darwin El naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) publicó en 1859 el origen de las especies y en 1871 el origen del hombre en donde formulaba su tesis fundamental: el conjunto de las especies animales y vegetales, incluido el hombre, proceden de otras especies anteriores. Para explicar este proceso evolutivo formuló la ley de la selección natural, basada en la lucha de las especies y de los individuos por la vida, y en la supervivencia de los más aptos. La lucha por la vida perpetúa las variaciones ventajosas, ya que los individuos débiles o menos aptos resultan eliminados, y solo los más aptos sobreviven y se reproducen. La suma de estas pequeñas variaciones ventajosas, producidas a lo largo de períodos muy largos de tiempo, es la que ha dado lugar a la variedad de especies. En el ejemplo de la jirafa, algún antepasado anterior, que había nacido con más estatura fue el que sobrevivió en la lucha por la vida, cuando empezó a escasear el alimento a ras de tierra. Ese antepasado ya había nacido así; no fueron los esfuerzos por alcanzar las hojas los que lo llevaron a desarrollar ese largo cuello. Darwin sabía que los caracteres adquiridos no se transmiten hereditariamente. Hoy sabemos que para explicar cómo puede surgir la diversidad de especies, es necesario contar con los cambios o mutaciones genéticas que son los que se heredan, como descubrió más tarde Hugo de Vries. Darwin reconoció la importancia de este problema aunque no supo darle solución, a pesar de que en su época, Gregor Mendel ya había descubierto las leyes de la herencia a partir de sus experimentos con los guisantes, pero el trabajo de este fraile solo se valorará en el siguiente siglo. 3ª fase: la teoría sintética Esta es la teoría que se defiende hoy. Se llama teoría sintética porque unifica la teoría de Darwin de la selección natural con otras aportaciones como: las leyes de la herencia de Mendel y los trabajos de Hugo de Vries sobre las mutaciones, los estudios sobre el ADN de Watson y Crick, los de Severo Ochoa, sobre el ARN, y los trabajos sobre la genética de poblaciones. Hay acuerdo general en que la evolución se debe tanto a la selección natural darwiniana como a las mutaciones genéticas. Las mutaciones genéticas producidas al azar, son las causantes de las características ventajosas que harían a los individuos más aptos en la lucha por la vida permitiendo su supervivencia y la transmisión a sus descendientes. Lo que quedaría descartado es la herencia de los caracteres adquiridos de Lamarck. CONSECUENCIAS FILOSÓFICAS DEL EVOLUCIONISMO
  • 7. 7 1) Revisión del lugar del hombre en la naturaleza: En la teoría fijista la especie humana ocupaba un lugar especial con respecto a las demás especies de animales. Incluso en la tesis creacionista de tipo religioso, se decía que el ser humano estaba hecho a imagen y semejanza de Dios, porque está dotado de inteligencia y voluntad libre. Era el ser más perfecto de la Creación, con un alma espiritual inmortal, era el rey de la Creación. Sin embargo, desde la posición evolucionista, el hombre pasa de ser el rey de la creación, a ser un producto más – y tal vez no el último – de la evolución natural, que lucha por sobrevivir como las demás especies de los seres vivos. Ya no hay un corte radical entre el hombre y los demás seres vivos. Por eso, se ha dicho del darwinismo, que era una de las heridas al narcisismo humano, como lo fue también el heliocentrismo de Copérnico por hacer que la Tierra, el hogar del hombre, ya no fuera el centro del universo, sino un planeta más que giraba alrededor del sol. 2) El problema mente – cuerpo: desde el darwinismo tampoco parece necesario hablar del alma, ¿es el hombre sólo materia altamente organizada? ¿Podemos seguir hablando de un principio espiritual – de un alma – distinta de esa materia? Frente al dualismo que distingue cuerpo y alma, el monismo materialista afirma que la materia es lo único existente. La conciencia sólo es una función del cerebro, y los procesos psíquicos se pueden reducir a su causa física, a fenómenos físicos. ¿En qué momento de todo el proceso que conduce desde los homínidos hasta nosotros, nos habría Dios distinguido con un alma? ¿el Australopithecus? ¿el homo habilis? ¿el Neandertal? ¿sólo el cromagnon, por ser nuestra especie? Pero, si no hay nada espiritual en nosotros ¿qué es más correcto afirmar: “tenemos un cuerpo” o “somos un cuerpo”? Desde la religión, en el momento actual, ya que en el siglo XIX se rechazó el darwinismo, se acepta como hipótesis esta teoría para explicar cómo pudo formarse nuestro cuerpo, por evolución a partir de los homínidos, pero se insiste en que el alma procede directamente de Dios. La teoría del diseño inteligente es la versión moderna del creacionismo religioso y sostiene que nuestra especie no existe por casualidad, sino que estaba prevista su aparición en el plan divino que está detrás de todo el proceso de la evolución natural. 3) ¿Finalismo determinista o puro azar? Podemos preguntarnos si la evolución responde a un plan inteligente y prefijado de antemano (tal vez a un plan divino) o si, por el contrario, se ha producido por azar, a partir de la acumulación de mutaciones favorables a la adaptación al medio, como causa de la diversificación de las especies. Esto fue lo que sostuvo Darwin, al afirmar que la selección natural no actúa de forma consciente, no persigue ningún fin, ya que la selección natural no es la causa, sino la consecuencia de las variaciones. (De las mutaciones genéticas producidas al azar). ¿Se puede afirmar que nuestra especie es la más perfecta? Sí tenemos un sistema nervioso más complejo que las demás especies, pero eso ¿nos convierte en los mejores? Las bacterias continúan predominando y constituyen la forma de vida con el mayor número de especies y la mayor distribución en todo el planeta. ¿Acaso se extinguieron los invertebrados, cuando aparecieron los vertebrados? ¿o los peces cuando lo hicieron los reptiles? Los invertebrados y los peces siguieron evolucionando y diversificándose. Hemos de representarnos la vida no como una línea unidireccional, sino como un árbol frondoso, donde tal vez no tiene ningún sentido suponer que una ramita terminal, como es el ser humano, tenga que ser la meta de toda la evolución. Los dinosaurios que sí se extinguieron, estaban adaptados a su medio, tan perfecta o imperfectamente como lo podamos estar nosotros. En cualquier caso, nos resulta imposible saber el final de todo el proceso, porque como en cualquier saber racional, sólo podemos conocer con certeza objetiva desde la experiencia y esta se da en el tiempo. 4) Pruebas objetivas de la teoría evolucionista: aunque es imposible reproducir en un experimento controlado en un laboratorio todo el proceso evolutivo, ya que este ha durado millones de años, sí hay algunas pruebas a favor el evolucionismo: por ejemplo, las pruebas anatómicas. Las extremidades de los mamíferos son homólogas en distintas especies porque tienen la misma estructura, aunque han de servir para funciones tan
  • 8. 8 diversas como volar, correr o nadar. Esto es así porque son estructuras heredadas de antepasados comunes. O los órganos vestigiales (como el apéndice en el ser humano) algo que ha permanecido de nuestro pasado evolutivo. Órganos atrofiados y sin función alguna, homólogos de otros desarrollados normalmente en especies anteriores. O las fases de desarrollo embriológico comparando especies distintas, por ejemplo el corazón de un feto humano con una estructura exacta al corazón de un pez. Hay repeticiones inexplicables si no admitimos un origen común a los organismos. También hay pruebas biogeográficas: las observaciones de Darwin sobre la diversidad de especies de pinzones y de tortugas en las islas de los Galápagos. Los endemismos que no pueden hallarse sino en esas islas, que se explicarían por haber evolucionado de forma independiente en esos lugares a partir de especies antecesoras comunes. Asimismo hay pruebas paleontológicas de formas fósiles intermedias entre distintas especies y, finalmente pruebas de tipo genético que revelan el parentesco entre todos los seres vivos. Por ejemplo, compartimos el 99 por ciento de los genes con los chimpancés. 5) Consecuencias de tipo ético: En la evolución se pueden distinguir tres etapas: la etapa pre- biológica que estudia el paso de la materia inerte hasta que aparecen las primeras células; la etapa biológica que va desde los primeros organismos vivos unicelulares hasta la aparición del ser humano; y por último la etapa pos- biológica en la que asistimos a la posibilidad de la modificación artificial de la evolución por la intervención humana. Manipulación genética, clonación, ingeniería genética etc. Las agresiones contra el medio ambiente están modificando el proceso natural. Paradójicamente, el último producto de la evolución podría poner en peligro todo el futuro de la vida sobre la tierra. Desde el punto de vista ético tenemos una responsabilidad y debemos evitarlo. Otra consecuencia es el “darwinismo social”: la aplicación en el terreno social humano de las ideas de Darwin. Se ha afirmado que, igual que en la naturaleza se da la supervivencia del más apto, también en la sociedad debemos fomentar la competitividad entre nosotros para que sobresalgan los más fuertes, inteligentes etc. sin favorecer a los más débiles. Así la sociedad podrá avanzar más rápidamente... El fallo de esta teoría es que confunde lo que se da en la naturaleza con lo que debe ser en la sociedad humana y esto no se puede justificar desde el punto de vista moral. Es la falacia naturalista que ya descubrió Hume, que consiste el dar el paso ilegítimo del “es” al “deber ser”. A menudo, la mejor forma de luchar por la existencia entre nosotros es la colaboración y la ayuda mutua, en vez de la competencia salvaje. Otras consecuencias éticas han sido las prácticas de la eugenesia o las justificaciones racistas de la superioridad de la raza aria, en los nazis. Desde el pensamiento de Darwin no se puede decidir que hay unas razas superiores a otras, porque los cambios en el medio son impredecibles y por tanto, no se puede decidir antes de que ocurran quién va a ser el más apto. Desde un punto de vista puramente biológico, lo mejor es la diversidad genética para poder enfrentarnos a los cambios del futuro, lo cual es un inconveniente en la clonación. El más apto es el que sobrevive. Esto no se puede saber antes. Además, no existen razas puras hoy en día. 6) Por último, también ha habido consecuencias en el propio pensamiento filosófico a partir de la incorporación de la idea del tiempo frente a una visión fijista o esencialista de la realidad. Las filosofías vitalistas como las de Nietzsche o el raciovitalismo de Ortega son un ejemplo. En épocas anteriores se decía que el hombre era una substancia individual de naturaleza racional. Ortega, en cambio dirá que “el hombre no es, se hace”. Nos vamos haciendo a lo largo de nuestra existencia a partir de nuestros proyectos vitales. La comprensión de la evolución a nivel biológico, obligó a pensar que en la realidad nada permanece, sino que todo va cambiando. El pensamiento debe adecuarse a una realidad que deviene. La vida es devenir y continua superación. Ya Heráclito, un filósofo griego presocrático, había descubierto esta verdad, pero, hasta la asimilación del evolucionismo, el pensamiento filosófico se desarrolló ignorando esa aportación, que se redescubrirá en la filosofía contemporánea. ANTROPOGÉNESIS: LOS PROCESOS DE HOMINIZACIÓN Y DE HUMANIZACIÓN
  • 9. 9 El proceso de hominización: Es el conjunto de cambios físicos o biológicos que se dio en los homínidos hasta que surgió el hombre actual, el hombre de Cromagnon, que es la especie a la que pertenecemos (hace 40.000 años se completó ese proceso). El primer paso fue el bipedismo en el Australopithecus. El pulgar en oposición a los demás dedos, el incremento de la capacidad craneal etc. fueron otros pasos decisivos. El proceso de humanización: Es el conjunto de las conquistas culturales de nuestra especie: el control del fuego, el arte, la técnica, la agricultura, la ciencia etc. todo lo que ha terminado separando a nuestra especie del resto de las especies animales. Esa cultura se transmite por aprendizaje gracias al lenguaje. El proceso comenzó una vez completada la hominización y continua hoy mismo. El ser humano tiene la peculiaridad de poder adaptarse al medio con la cultura, por lo que se puede afirmar que en el ser humano la cultura es como una segunda naturaleza. A ese proceso de adaptación cultural al medio por nuestra especie es a lo que denominamos proceso de humanización. Ambos procesos, de hominización y de humanización son complementarios porque nuestra especie no es del todo ni un ser cultural ni un ser solo natural. En el ser humano ambos procesos están integrados. Así como un animal doméstico abandonado puede volver a un comportamiento natural salvaje, que fue el propio de la especie antes de la domesticación, en cambio, en el caso del ser humano, no hay un estado de naturaleza previo al que regresar. Los casos de niños “salvajes” que se conocen (como Víctor de L’Aveyron) han demostrado que sólo podemos desarrollarnos como seres humanos en una cultura y en compañía de otros seres humanos. La cultura en nosotros es lo natural. La cultura es información transmitida no genéticamente, sino por medio del lenguaje. El lenguaje permite una transmisión mucho más rápida y eficaz que los genes. Si en las demás especies animales es el instinto lo que predomina en su conducta, en el ser humano, en cambio, lo que predomina es el comportamiento cultural aprendido. Entendemos por instinto una forma de actuar fija en la especie que se transmite genéticamente, de modo que ante determinados estímulos la respuesta será siempre la misma y se desencadenará de modo automático. Los instintos están al servicio de la supervivencia de la especie y de cada individuo. Por el contrario, el ser humano solo está programado para aprender nuevas conductas y, por su inmadurez biológica, carece de instinto desarrollado. Por ello tuvo que ponerse a pensar para crear la cultura. La selección natural favoreció a los animales más cerebrados capaces de transmitir culturalmente el conocimiento gracias al lenguaje. Con la aparición de nuestra especie, la evolución biológica cede el paso a la evolución cultural, que se caracteriza por ser acumulativa. Analizando en primer lugar el proceso de hominización, con los cambios evolutivos que dieron lugar a nuestra especie, podemos concluir que si la Tierra se formó aproximadamente hace unos 4.500 millones de años, y la vida comenzó con los primeros organismos unicelulares, unos 1000 millones de años después, los mamíferos no aparecieron hasta hace unos 200 millones de años, en un momento en el que la Tierra estaba dominada por los dinosaurios. Sólo con la desaparición de estos últimos, hace unos 65 millones de años, los mamíferos de adueñaron de la tierra firme y se pusieron a evolucionar en diversas direcciones, una de las cuales fue la de los primates arborícolas. Los Dryopitécidos, que vivieron hace unos veinte millones de años, son los antepasados comunes a los grandes simios actuales como el gorila, el orangután o el chimpancé y también al hombre actual. De ellos derivó el Ramapithecus, que vivió hace unos doce millones de años, y seis millones de años después, los Australopithecus, que fueron los verdaderos primeros homínidos que se caracterizaron por el bipedismo.
  • 10. 10 El primer paso en la evolución hacia el ser humano actual fue el descenso de los árboles. Tal vez, a medida que fueron aumentando de tamaño, a los primates, se les hizo más difícil andar por las ramas y pasaron a descender al suelo. Además, un cambio climático hizo disminuir la selva y aumentar la sabana y los espacios abiertos. El bipedismo fue el primer paso decisivo en el proceso de hominización, ya que eso permitió la liberación de las manos de la función de caminar, y el desarrollo de la capacidad técnica humana y de su inteligencia. Construir instrumentos precisa, además de destreza manual, capacidad de pensar en medio y fines. Si hay que construir algo, tan sólo pensando en su finalidad es como se puede idear la forma y las características del aparato, ya sea el cuchillo para cortar o la flecha para cazar. Por eso se ha dicho que el hombre es inteligente, no sólo por su cerebro, sino también por sus manos. En las manos destaca el pulgar oponible a los demás dedos, que permite hacer la pinza, facilitando una gran precisión para coger y manipular objetos (ya se trate de un bolígrafo o de un bisturí). Algunos autores, como Francisco Ayala, han destacado que incluso el comportamiento ético humano puede proceder de esa capacidad de anticipar las consecuencias de una acción, lo que se deriva de reconocer el vínculo entre medios y fines. Naturalmente, el proceso de hominización duró millones de años, y no fue ni simple ni lineal, porque faltan fósiles intermedios de conexión, como sucede entre la desaparición de Ramapithecus y la aparición del Autralopithecus hace unos seis millones de años, y además en ocasiones, algunos de los fósiles disponibles pertenecen a especies extinguidas que representan vías muertas en la evolución, como los parántropos. Algunos de estos homínidos llegaron a convivir hace unos dos millones de años con el denominado “homo habilis”, especie ya humana con capacidad para fabricar útiles. El matrimonio Laeky, en sus investigaciones en Olduvai (Tanzania), encontró los primeros útiles tallados sobre guijarros (chopping tools) junto a los restos fósiles de sus creadores. En principio, “homo habilis” no fue más que una etiqueta destinada al desconocido responsable de la fabricación de estos útiles tallados en sílex. Este ya no pudo ser un Australopithecus, debido a su pequeño cerebro de solo unos 500 centímetros cúbicos de capacidad craneal. Por el contrario, el homo habilis tenía ya unos 700 centímetros cúbicos, y en él se había formado ya el área de Broca, responsable del lenguaje. Los Australopithecus sí fueron en cambio, los primeros en caminar erguidos, como lo demuestra la estructura de su pelvis – más ancha que la de los póngidos, como el gorila o el chimpancé – la posición central del agujero occipital en su cabeza, y la curvatura de la columna vertebral, para distribuir mejor el peso del cuerpo sobre las extremidades inferiores. Pero estos no tenían ninguna industria lítica como el homo habilis. A partir de los descubrimientos de Atapuerca (Burgos) se ha reconstruido el proceso de hominización, y hoy sabemos que, a partir del homo habilis, surgieron por evolución el homo ergaster, el homo erectus y el homo antecessor; este último fue el ancestro común al hombre de Neanderthal y al homo sapiens de Cromagnon, especie a la que nosotros pertenecemos. El homo antecessor provenía de África y ha sido descubierto en Atapuerca en 1994 en el yacimiento de la Gran Dolina por Arsuaga y su equipo. Estos restos tenían más de 800.000 años. La estatura era cercana a la actual. Practicaban el canibalismo y aún no conocían el control del fuego. De él derivó el hombre de Neanderthal hace unos 130.000 años. Este fue el primer sapiens, que llegó a convivir durante unos 10.000 años con el homo sapiens de Cromagnon, del que desciende toda la especie humana actual, ya que el hombre de Neanderthal desapareció hace unos 30.000 años. Con su desaparición, nuestra especie fue el único homínido que sobrevivió. El hombre de Neanderthal debió de tener piel clara, a diferencia del hombre de Cromagnon, por la diferencia en la radiación solar entre Europa y África. (Se ha deducido que era de piel clara, porque
  • 11. 11 para sintetizar la vitamina D es necesaria la radiación solar, y teniendo en cuenta su débil intensidad en la latitud europea, como la piel negra es un filtro más, entonces sus huesos deberían haber tenido síntomas de raquitismo, pero no es así. Por eso se piensa que aunque en su origen el homo sapiens, por venir de África tenía la piel oscura, con el paso del tiempo debió aclararse en Europa). Era un poco más bajo que nosotros, aunque mucho más fuerte, con la cadera y el pecho más anchos y las piernas más cortas. Sobre sus ojos tenía un reborde óseo (el arco supraciliar), como si se tratase de una sola ceja muy prominente. Su nariz era grande, con amplias fosas nasales y el mentón poco desarrollado. La mayor parte de su existencia coincidió con un clima glaciar muy frío; vivió en condiciones muy duras. Aunque hasta los años 90 se pensó que el hombre de Neanderthal fue mucho menos inteligente que el de Cromagnon, Juan Luis Arsuaga, el paleoantropólogo más famoso de Atapuerca, ha asegurado que su capacidad craneal era similar (o incluso algo superior) a la nuestra, en torno a 1600 centímetros cúbicos. Los neandertales cuidaban a los enfermos, enterraban a sus muertos; cocinaban los alimentos, eran buenos cazadores. Tenían una industria lítica ya muy perfeccionada, y también podían hablar. Además de vivir en cuevas construyeron refugios y abrigos acondicionados con una cierta complejidad… En definitiva, no fueron menos inteligentes que los cromañones. Su desaparición sigue siendo un enigma. Según Arsuaga, el éxito de sus coetáneos, los cromañones, tal vez se debió a la diversidad en su caza, mayor que en los neandertales; y también, y sobre todo, a la mayor complejidad en las redes sociales de los cromañones, lo que permitió que se pudieran ayudar más entre sí, en unas condiciones climáticas muy duras. El hombre de Cromañón, nuestra especie, que procedía de África, tenía ya las características físicas del hombre actual. Eso significa que si pudiéramos traer a un niño cromañón de hace 40.000 años hasta nuestros días, y lo educáramos como a un niño actual, no notaríamos ninguna diferencia entre él y los niños de hoy en día. Hay que tener en cuenta la cantidad de años que requieren los cambios biológicos en la evolución. Por eso, el proceso de hominización, ya se dio por terminado entonces. Si examinamos las características físicas: frente recta, rostro plano (sin prognatismo), mentón desarrollado y una talla como la nuestra, la misma capacidad craneal etc. Los arcos supraciliares ya han desaparecido. Su capacidad técnica fue algo superior a la del hombre neandertal y se desarrolló a lo largo de todo el Paleolítico Superior. Se diversificó la industria lítica y ósea en todo tipo de útiles y también aparecen los instrumentos compuestos con hojas de piedra y mangos de hueso de asta. Además han aparecido agujas de hueso con un ojal, por lo que se deduce que también conocieron el vestido y el adorno personal con collares de concha y brazaletes, como se ha visto en los enterramientos en los que aparecen con sus propietarios, junto a las armas, como muestras de arte mobiliar. Con la aparición de nuestra especie surge el arte mobiliar y parietal con representaciones que van desde la abstracción y los motivos geométricos, hasta figuras de animales de gran realismo, como los bisontes de Altamira, figuras femeninas etc. En último término, a nuestra especie pertenecen también, a partir del Neolítico, las conquistas culturales de la agricultura, la domesticación de animales, la ganadería, la metalurgia… y todos los demás logros culturales hasta el día de hoy, que han dado lugar al proceso de humanización, porque desde hace 30.000 años, tras la desaparición del hombre de Neanderthal, la nuestra fue la única especie humana que sobrevivió, tal vez por su mayor capacidad técnica y simbólica, y por la mayor extensión de su red social y cultural. CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS DEL SER HUMANO a) A nivel físico:
  • 12. 12 Destacan la marcha bípeda, la mano con pulgar oponible que permite hacer la pinza, un complejo aparato fonador que facilita el habla articulada, y una gran complejidad del sistema nervioso con un cerebro muy desarrollado. b) A nivel psicológico y de comportamiento: La capacidad de abstracción, de crear conceptos y de razonar con ellos, lo que denota una inteligencia de segundo grado, con capacidad para usar símbolos de todo tipo (como palabras o números); la capacidad de usar un lenguaje simbólico con la función representativa de la realidad, para poder resolver problemas; la capacidad técnica que permitirá adaptar el medio a las necesidades humanas; la imaginación para poder proyectar y crear el futuro; la autoconciencia o capacidad para ensimismarnos, por la que podemos decir que el ser humano tiene mundo o realidad, en vez de solo un medio de estimulación, como los demás animales. Por eso, también tenemos un yo interior y un pensamiento basado en el lenguaje, que ha producido la percepción de nosotros mismos a nivel individual. La racionalidad, la conciencia moral y la libertad, frente al comportamiento instintivo de los demás animales… pero sobre todo: la dimensión cultural e histórica, la capacidad de aprender cualquier cultura con sus progresos, lo que nos permite adaptarnos para vivir en cualquier medio natural en la Tierra, sin estar atados en ningún nicho ecológico concreto, y poder avanzar continuamente desde un punto de vista cultural. El ser humano, por ello, no es sólo un producto de la selección natural, sino el resultado de la selección cultural. Sin duda, la mayor peculiaridad de nuestra especie es su inmadurez biológica: como resultado del estrechamiento del canal del parto, a partir del bipedismo, nacemos con un sistema de instintos nada desarrollados y mucho más desvalidos que los recién nacidos animales en otras especies. Nacemos inmaduros tanto en el sistema nervioso como en el sistema inmunológico, los cuales se terminan de formar fuera del útero materno. El recién nacido recibe de su sociedad una gran cantidad de información cultural, antes de concluir su proceso de maduración biológica. De ahí proviene la enorme plasticidad y la gran diversidad cultural del ser humano, que por su falta de especialización, no está adaptado a ningún ambiente concreto, es omnívoro, y puede vivir en cualquier lugar de la Tierra, hasta en los desiertos o los Polos. Como contrapartida, necesitará siempre de otros seres humanos, para desarrollarse como tal y precisará una socialización en una cultura para crecer como ser humano, siendo los primeros años vitales para poder adquirir las características humanas como el lenguaje, el pensamiento y la inteligencia racional. De ahí que los niños salvajes abandonados antes de aprender a hablar como Víctor de L’Aveyron, tuvieran una vida peor que la de los propios animales. La mayor riqueza conductual del ser humano en comparación con la de otras especies animales se debe a que su única programación genética, es su capacidad para aprender cualquier cultura, en vez de poseer un sistema de instintos predeterminados que rija su comportamiento. La cultura ha demostrado ser, por el momento, más flexible y adaptativa que el instinto animal, ya que el aprendizaje por el lenguaje es más rápido, que esperar a que aparezcan mutaciones favorables que se fijen genéticamente, para afrontar cualquier cambio en el medio natural. Por eso, la selección natural favoreció el desarrollo del cerebro que permite pensar soluciones ante los problemas, antes que las respuestas genéticas automáticas. En nosotros, la cultura sustituyó a lo genético. NATURALEZA Y CULTURA EN EL SER HUMANO Si desde un punto de vista biológico, la naturaleza humana es universal – ya que todos descendemos del hombre de Cromagnon, y biológicamente ya no hemos evolucionado más, lo
  • 13. 13 que deja sin base biológica al racismo; en cambio, no existe una única cultura universal, aunque se pueda hablar de rasgos comunes a todas las culturas, y hoy en día, con la globalización, nos acerquemos cada vez más a una convergencia cultural. En el ser humano, es difícil averiguar hasta donde influye la naturaleza o la cultura en su comportamiento, porque ambos aspectos están perfectamente integrados. Por ejemplo: lo natural es “comer”, pero no ya “paella valenciana” o “cocido madrileño”; en la actividad sexual, lo natural es “el impulso y la atracción sexual”, pero la diversidad de manifestaciones, dependerá ya de lo que se permita en cada sociedad, según los valores convencionales de cada cultura. Desde un punto de vista biológico, como organismo vivo, el ser humano es un ser natural, producto de la selección natural, y con necesidades naturales de tipo fisiológico: comer, beber, respirar, protegernos del frío y calor excesivos etc. Debemos intercambiar energía con el medio y adaptarnos, como todas las especies de seres vivos. La cuestión es si existe una naturaleza humana o una esencia, más allá de lo biológico. Algunos han insistido en la razón, otros en una espiritualidad… otros han negado que exista una naturaleza humana, al afirmar que somos pura libertad e indeterminación, como han afirmado los filósofos existencialistas. Si analizamos el concepto de “naturaleza”, podemos ver que posee varios significados diferentes: 1. Conjunto de seres naturales (frente a lo artificial creado por nosotros) 2. Lo que los seres son espontáneamente (frente a lo convencional) Lo que es innato (frente a lo aprendido o adquirido). 3. Lo que se ajusta a la norma (frente a lo poco habitual o “antinatural”, por ser poco frecuente entre nosotros). La cuestión es que la cultura o modo humano de adaptarnos al medio, varía mucho de unas sociedades a otras. A veces se dice que “lo natural” es lo convencional, pero las normas, los valores, las creencias y las costumbres cambian de unas sociedades a otras, y todo ello forma parte de la cultura. Además, las propias culturas van cambiando con el tiempo. Muchas veces, al afirmar que una costumbre es “lo natural”, definiendo cualquier otra como “antinatural”, lo que estamos manifestando sólo es un prejuicio etnocéntrico, al considerar que sólo vale la propia cultura, rechazando las demás como salvajes o raras. Lo que nos “parece natural” es lo que hemos aprendido desde niños en nuestra propia cultura, a partir del proceso de socialización. DEFINICIÓN DE CULTURA Y CIVILIZACIÓN. EL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN Entendemos por “Cultura” todo lo que ha producido una sociedad humana para adaptarse al medio donde vive; su modo de ver el mundo y su comportamiento, todo lo aprendido que se transmite de generación en generación, lo que hace que una sociedad tenga su propia identidad. En cada cultura, podemos hallar elementos inmateriales, como los valores, ideas, los conocimientos, las creencias, costumbres e instituciones sociales; y elementos materiales, como los productos técnicos y artísticos que usen, sus edificios, enterramientos etc. Es decir todo aquello de lo que queda algún resto para los arqueológos. Cada individuo sólo se hace plenamente humano asimilando la cultura de la sociedad a la que pertenece. Llamamos “Socialización” a ese proceso por el cual un individuo absorbe la cultura de su sociedad, convirtiéndole en un miembro activo más de su sociedad. En este proceso se pueden distinguir dos etapas fundamentales:
  • 14. 14 La Socialización primaria que tiene lugar durante la infancia, que es cuando se construye el primer mundo del individuo, con una implantación muy firme, porque el aprendizaje va acompañado de una fuerte carga emocional, ya que los agentes son los propios padres y la familia. En realidad, la socialización puede durar toda la vida, porque a partir de lo adquirido en la niñez, el individuo humano continua aprendiendo nuevos roles sociales, en los centros de enseñanza, y más tarde, en los puestos de trabajo. Esta socialización, que se suma a la primaria, es la “socialización secundaria” y por ella, nos convertimos ya en miembros activos de nuestra sociedad, pero en ella los agentes de socialización ya no son los propios padres, sino la escuela, el Instituto , la Universidad… o la empresa. La implantación ya no tendrá la misma carga emocional. A veces también puede tener lugar una “resocialización”, lo que sucede en ocasiones especiales como cuando hay una revolución política, en la que se quiere reeducar a un nuevo hombre, como intentaron en la revolución cultural del comunismo chino, por ejemplo; o en el caso de una conversión religiosa, o al entrar en contacto con culturas muy diferentes, como les puede suceder a los inmigrantes. En esos casos, puede desmantelarse todo lo anterior al interiorizar los nuevos valores y costumbres; se olvida o se reinterpreta el pasado desde el presente, y la implantación puede ser tan firme como la que se dio en la resocialización primaria. Una consecuencia directa de la socialización es el etnocentrismo, que considera que la propia cultura es la única válida, y a la propia sociedad, como la verdadera representante de la humanidad “civilizada”. Lo cual convierte en “salvajes” al resto de las sociedades y desvaloriza a cualquier otra cultura que no sea la propia. Esto sucede por la firme implantación de la propia cultura en la niñez, durante la socialización primaria, y ocurre en todas las sociedades. Para evitar la caída en el etnocentrismo, hoy en día se define “civilización” como conjunto de culturas afines, por compartir valores, costumbres, creencias etc. o también, como el nivel cultural más general en el que cabe incluir a un ser humano. Por ejemplo: uno puede ser andaluz, español, europeo y miembro de la civilización occidental; o también canadiense y miembro de la civilización occidental, igualmente; o turco o marroquí, y miembros de la civilización islámica. DIFERENTES ACTITUDES ANTE LA DIVERSIDAD CULTURAL Ante el hecho innegable de la convivencia entre diferentes culturas en la sociedad actual se han dado tres actitudes: el etnocentrismo, el relativismo y el universalismo intercultural. 1. El Etnocentrismo El etnocentrismo siempre juzga que la propia cultura es la única válida y todo lo juzga desde los propios valores y creencias, por considerar que es “lo natural”. De ahí que las otras culturas sean consideradas como inferiores o propias de pueblos salvajes. El etnocentrismo supone una total falta de comprensión y de tolerancia con los que no comparten el propio modo de vida ni las mismas costumbres. Supone una radicalización del sentimiento de unidad del propio grupo. Como consecuencias del etnocentrismo cabe destacar: el racismo (falsa creencia sobre la superioridad de la propia raza), la xenofobia (el rechazo de los extranjeros), el nacionalismo y el colonialismo que impone la propia cultura sobre los demás. 2. El Relativismo cultural Como una crítica al etnocentrismo surge la posición relativista que propone que no existen culturas superiores o inferiores, sino que todas las culturas son igual de válidas. El relativismo
  • 15. 15 recomienda analizar cada cultura desde sus propios valores, en vez de criticarla desde afuera, desde la nuestra. Igualmente, recomienda mostrarse tolerante con las diferentes costumbres culturales. Aun siendo esta actitud mejor que la del etnocentrismo, todavía se pueden observar limitaciones ya que no promueve el diálogo entre culturas, sino que más bien aboga por la separación en guetos aislados que vivan de espaldas unos a otros, sin convivir realmente, como ha sucedido en el modelo anglosajón de integración de los inmigrantes: China Town, Little Italy etc. Incluso, algunos opinan que la mejor forma de preservar las culturas, es no mezclarlas, es decir, que cada cual se quede en su país y viva según su cultura. Desde ahí se acaba justificando la prohibición de la entrada de inmigrantes. Además el afán por combatir el etnocentrismo puede llevar a hacer que se pierda el sentido crítico, y exagerando al considerar que todas las culturas son positivas, se puede llegar a mostrar indiferencia ante algunas costumbres que son contrarias a los Derechos Humanos, como el trato discriminatorio hacia la mujer. Por último, también se puede criticar que esa defensa de las culturas produce un efecto de parálisis cultural, ya que consideran que lo único importante es conservar las tradiciones, pero la cultura siempre es algo vivo que va cambiando con el tiempo. Es un producto humano y como tal, mejorable. La cultura se debe adaptar a las circunstancias históricas, y además el contacto con otras culturas puede ser enriquecedor. Todos podemos aprender cosas unos de otros. 3. El Universalismo intercultural Esta actitud parte del respeto a otras culturas, pero supera los problemas del relativismo cultural al propugnar el encuentro entre las diferentes culturas en pie de igualdad. En primer lugar reconoce la naturaleza plural de nuestra sociedad multicultural y del mundo. Pretende el intercambio cultural y el diálogo entre gente de diversas culturas. Quiere colaborar en la búsqueda de soluciones a los problemas de la convivencia a nivel mundial. Apuesta por la integración, en vez de la separación y la marginación. El universalismo destaca por su propuesta de diálogo entre culturas a partir de su propuesta de compartir unos mínimos como el respeto por los Derechos Humanos y por los valores de la libertad, la igualdad y la solidaridad. Desde esos mínimos de ética en común, se pueden poner los cimientos para la construcción de una civilización mundial, en la que podrían participar todas las razas, todas las culturas y civilizaciones. El poeta y estadista senegalés Léopold Sédar Senghor, defiende esta postura. La Declaración Universal de los Derechos Humanos podría servir para criticar todas las costumbres que no la respetan tanto en la propia cultura, como en las demás. El universalismo puede hacer posible una tolerancia activa y no solo pasiva: esta es la auténtica tolerancia de la persona que está realmente interesada en entenderse con todos los demás, aunque no sean de tu misma cultura. (El relativismo cultural, en cambio, no busca ese entendimiento). FACTORES QUE INFLUYEN EN EL CAMBIO CULTURAL Es un hecho que todas las culturas van cambiando con el tiempo. Esos cambios se pueden producir por factores internos o externos. Factores internos: estos pueden ser por revoluciones tecnológicas que hagan variar sustancialmente los modos de vida o, simplemente el hecho de que las nuevas generaciones siempre modifican lo que se les ha transmitido, ya que no hay nunca una socialización tan perfecta que reproduzca siempre lo mismo. Siempre habrá inconformistas, rebeldes y revolucionarios, y la Historia demuestra que toda cultura es convención y no necesidad
  • 16. 16 natural. Aunque el hombre sea un producto de su cultura, la cultura es también un producto humano. Factores externos: estos se deben a los fenómenos de imitación y de contagio de unas culturas sobre otras, lo cual puede darse espontáneamente o por imposición, como ocurrió en la aculturación del colonialismo, en donde se impuso la cultura de la metrópoli en cada caso. Como ejemplo de imitación espontánea podemos citar el caso de Halloween americano, imitado aquí en España. Por otro lado, hoy en día, con la globalización económica y la influencia de los medios de comunicación de masas, se está terminando con el aislamiento que protegía la diversidad cultural y nos encaminamos hacia la denominada “convergencia cultural”, con todas las ventajas y los inconvenientes que de ahí se deriven, como denuncian los movimientos anti- globalización. Si a esto añadimos el fenómeno de la inmigración en los países desarrollados, podemos concluir que la sociedad del futuro será multicultural, y que hará falta una actitud de diálogo entre culturas y civilizaciones diferentes que utilice como base común de entendimiento a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como pretende hacer el Universalismo cultural. Desde esa posición se puede criticar tanto la pena de muerte en países de la civilización occidental , (en EEUU, o en otros países de civilizaciones orientales, como en China); como las lapidaciones de mujeres en Nigeria, a causa de la Sharia islámica. Ese diálogo intercultural debería superar el etnocentrismo y el relativismo cultural para hacer posible la convivencia e impedir los vaticinios de Samuel Huttington en su obra “Choque de civilizaciones” de los años 90. El diálogo entre culturas puede ser enriquecedor para todos, y ni la xenofobia, ni el racismo, ni los nacionalismos excluyentes, ni la violencia, responden a un determinismo natural en el ser humano, ya que a pesar de lo extendidos que están, esos comportamientos son aprendidos. Por tanto, también debería ser posible aprender a convivir en paz. Cuanto más nos conozcamos, más fácilmente podremos reconocer que es más lo que nos une que lo que nos separa como seres humanos. 2ª PARTE: CONCEPCIONES FILOSÓFICAS SOBRE EL SER HUMANO Por ser la Filosofía un saber global de 2º grado, en la primera parte hemos analizado lo que la ciencia actual dice sobre el ser humano, como ser natural, desde la teoría evolucionista, y como ser cultural desde la Antropología cultural. En esta segunda parte, vamos a empezar a analizar lo que han dicho los filósofos sobre el ser humano en diferentes épocas. En primer lugar, vamos a seleccionar algunas características esenciales con las que se ha identificado al ser humano: su sociabilidad, su racionalidad, la libertad, y el problema mente- cuerpo en relación con la posibilidad de la existencia de algo espiritual en nosotros. Después, pasaremos a examinar concepciones diversas sobre el ser humano, buscando ejemplos en autores de diferentes épocas: la posición del dualismo antropológico en Platón o Descartes; las posiciones del monismo materialista o del monismo emergentista; la concepción cristiana del hombre; la concepción marxista del hombre: alienación del hombre en el Capitalismo; o la concepción freudiana del ser humano como conflicto interno por la propia estructura de la mente humana. Contenidos: 1) El ser humano como ser sociable por naturaleza: La posición de Aristóteles, la de Hobbes (“el hombre es un lobo para el hombre”) y la de Rousseau (“el hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad lo corrompe”).
  • 17. 17 2) El ser humano como ser racional: a) La razón como facultad y sus características: objetividad, universalidad, coherencia, eficacia, realismo, autonomía y tolerancia. b) Los ámbitos de la razón según Aristóteles: teórico, práctico (técnico y ético).La conexión entre los dos ámbitos: el intelectualismo socrático frente al emotivismo de Hume: (“El que conoce el bien obra bien” o “la razón es la esclava de nuestras pasiones”). c) Los afectos como motores de nuestra conducta: sentimientos, emociones y pasiones. d) La pirámide de Maslow. 3) El ser humano como ser libre: a) La libertad humana como libertad a partir de las circunstancias o la situación. (Ortega y Sartre). b) Argumentos a favor de la libertad. c) Los determinismos y sus clases: teológico (la predestinación), social o educacional, y psicológico o del carácter. 4) El ser humano como ser espiritual. (El problema mente – cuerpo): a) Argumentos a favor y en contra del dualismo. b) Argumentos a favor y en contra del monismo. c) El dualismo de Platón y de Descartes. d) El monismo materialista y el emergentismo. 5) La concepción cristiana del hombre: a) Los seres humanos como hijos de Dios y como hermanos entre sí. b) La idea del hombre como naturaleza caída por el pecado original. c) La idea cristiana del tiempo lineal desde la creación hasta el Juicio Final (Agustín de Hipona: la lucha entre las dos ciudades, la terrenal y la de Dios). 6) La concepción marxista del hombre: a) El ser humano como producto de su sociedad y de la historia que se realiza por el trabajo. b) La lucha de clases como motor de la evolución histórica. c) La distinción entre la infraestructura social y económica y la superestructura ideológica. d) Los conceptos de ideología y de la alienación y su causa en la propiedad privada. e) La Utopía del comunismo a partir de la dictadura del proletariado. 7) La concepción freudiana del hombre: a) El ser humano como conflicto interno por la represión de la sociedad y de la cultura y por la propia estructura de su mente. b) La estructura de la mente humana: el inconsciente (Eros, Tánatos y el principio del placer); el yo o conciencia (el principio de realidad); el superego o yo ideal (la interiorización de las normas sociales y la conciencia moral). c) El complejo de Edipo y el complejo de Electra.
  • 18. 18 d) Los mecanismos de defensa: represión, fantasía, racionalización, negación de la realidad, regresión, proyección, compensación y supercompensación y la sublimación. EL SER HUMANO COMO SER SOCIABLE Aristóteles en el siglo IV a. C. ya afirmó que el ser humano es un ser sociable por naturaleza. En su obra “Política”, dijo que el ser humano es aún un animal más sociable que cualquier otro animal, porque posee el don del lenguaje. Este lenguaje es especial, “no es la simple voz” con la que expresar sensaciones de dolor o placer, pues ésta también la poseen otros animales, sino el lenguaje humano – la palabra – los conceptos que diríamos hoy en día, con los que podemos representar las ideas generales de las cosas, a partir de los cuales podemos hacer ya juicios morales sobre lo bueno y lo malo; lo justo y lo injusto, y hacer esos razonamientos, es ya algo sólo humano, al igual que poner esas valoraciones en común con los demás hombres al dialogar. De ahí que el hombre sea un animal político. Solamente en la Polis o ciudad- estado puede el ser humano desarrollar su razón que es lo más valioso y específico del alma humana. En conclusión: necesitamos de los demás para poder desarrollarnos y vivir como seres humanos, para lograr el bien supremo humano que es la felicidad. Es interesante constatar, que muchos siglos antes de encontrar casos de los llamados “niños salvajes”, como Víctor de l’Aveyron en el siglo XVIII, Aristóteles ya había sacado sus propias conclusiones solo de la observación de la naturaleza humana. También podemos añadir que aunque lo mejor en nosotros sea la parte la racional, según Aristóteles y los pensadores griegos en general, sin embargo, Aristóteles ya nos previno al decir que cuando el ser humano no usa su razón, puede llegar a ser el más salvaje de los animales. Thomas Hobbes, empirista británico del siglo XVII, llegó a decir, en su obra “Leviatán”, que “el hombre es un lobo para el hombre”. Esa afirmación es lo más opuesto a la mejor formulación del hombre como ser sociable que había defendido Aristóteles. Para Hobbes, el ser humano es un ser agresivo, cruel y egoísta por naturaleza: todos los hombres ambicionan los mismos bienes para sí mismos, la riqueza, los honores, los placeres… por ello, todos compiten entre sí y desconfían unos de otros. Si no hubiera el poder fuerte del estado que los atemoriza a todos, la seguridad de cada uno estaría en peligro al estar siempre en un estado probable de guerra total de todos contra todos. En esa visión pesimista de la naturaleza humana, solo la racionalidad humana nos salva al llevarnos a pactar para establecer el estado por medio de un pacto general, que dejaría al estado la facultad de poner orden, impidiendo las venganzas continuas entre nosotros. Jean-Jacques Rousseau, en el siglo XVIII, afirmó que el hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad es la que lo corrompe. Dentro de la tradición moderna que pone el origen de la sociedad y el estado en un contrato o pacto entre los individuos, (frente a la visión naturalista de Aristóteles), Rousseau consideró que el hombre en estado natural es bueno, inocente y compasivo. Con las cualidades del buen salvaje, sin duda una idealización que nada tiene que ver con la realidad, como se comprobó al encontrar a los auténticos niños salvajes, pensó que lo que llevó a unirse a los hombres entre sí, al principio, fue la propia subsistencia frente a la adversidad de la naturaleza, antes del desarrollo tecnológico. En su ensayo “Sobre el origen de la desigualdad entre los hombres” describe Rousseau, la destrucción del estado natural con la aparición de la propiedad privada: “El primer individuo al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir: esto es mío, y encontró a gente lo bastante simple como para hacerle caso, fue el verdadero
  • 19. 19 fundador de la sociedad”. En estado natural no había propiedad privada, todo era de todos y la bondad natural se basaba en los sentimientos (no en la razón). Rousseau criticó duramente la sociedad de su época, considerando que estaba tan corrompida, que en ella había hombres que debían venderse por ser muy pobres, y otros muy ricos, capaces de comprar la voluntad de los demás. Además, cuando en 1750, la Academia Francesa propuso como dilema en un concurso público la cuestión:”¿Contribuyen las Artes y las Ciencias a mejorar al hombre?” Rousseau contestó que la civilización sólo ha contribuido a degenerar al hombre y a la decadencia de la sociedad. En la vida natural y sencilla, las cualidades del vigor, la fuerza, la valentía y la nobleza son las virtudes del buen salvaje. En cambio, la sociedad ha hecho al hombre más débil, vil y rencoroso. La civilización, la ciencia y la cultura lo han pervertido. Podríamos objetar a Rousseau que, en la sociedad el niño no sólo aprende la envidia, la hipocresía, o la codicia. También puede aprender la amistad, el compañerismo o la generosidad. La cuestión es si por naturaleza somos buenos o egoístas y agresivos, o si no hay una naturaleza que nos determine a ser una cosa o la otra. Entre los seres humanos, podemos encontrar todo tipo de casos, incluidos también, personas con gran evolución moral como Gandhi, que defendía la no-violencia en la reivindicación de lo que es justo. Este caso no podría darse si fuéramos violentos por naturaleza, como decía Hobbes, o si la sociedad nos determinase, como decía Rousseau. EL SER HUMANO COMO SER RACIONAL Los filósofos griegos fueron los primeros en reivindicar la capacidad racional como el rasgo más distintivo del ser humano. Si examinamos las características de la razón como facultad tenemos que la razón es objetiva y universal, frente a la opinión subjetiva, la propia experiencia de los sentimientos etc. la razón pretende fundamentar lo que es verdadero o válido para todos y no sólo para cada uno. La razón también se caracteriza por la coherencia, esto es por respetar las leyes de la lógica y el principio de no- contradicción. La coherencia se puede aplicar a lo que pensamos, a lo que decimos, y también a lo que hacemos. La razón tiene eficacia y realismo porque teniendo en cuenta el principio de la realidad, puede buscar los mejores medios para conseguir nuestras metas. La razón no imagina cómo debe ser la realidad, sino que intenta buscar cómo funciona realmente para poder influir en ella. La razón es autónoma porque, no se basa en fuentes externas o en el criterio de ninguna autoridad para fundamentar en ella sus afirmaciones. Cada uno puede pensar por sí mismo y debe ser independiente al hacerlo. Pero la razón también se caracteriza por la tolerancia porque el hombre dogmático que se cree en posesión absoluta de la verdad, no se comporta de un modo racional. La verdad no es patrimonio de nadie y todos podemos equivocarnos. El hombre racional sabrá escuchar a otros para poder dialogar. Aristóteles ya analizó los distintos ámbitos en los que actúa la razón humana: La razón teórica: se ocupa de la verdad y de justificar nuestros conocimientos sobre la realidad, el propio ser humano etc. La razón práctica: se ocupa sobre lo que debemos hacer. Aquí cabe distinguir dos campos distintos: a) El ámbito técnico o productivo: que busca los mejores medios para satisfacer las necesidades humanas. b) El ámbito ético y político: que se ocupa de estudiar la mejor vida humana que pueda llevarnos a nuestra realización personal y felicidad; de lo que debemos hacer, así como del bien común y de la sociedad justa para todos. Es decir, de los fines más importantes en la propia existencia.
  • 20. 20 Si analizamos la posible conexión entre los ámbitos teórico y práctico, en general, se puede decir que siempre nuestras ideas y creencias (no sólo las de tipo religioso) influyen en lo que decidimos hacer; y por otro lado, las consecuencias de lo que hacemos, nos pueden llevar a corregir nuestras ideas iniciales gracias a la reflexión. Directamente relacionado con esta cuestión cabe destacar dos posiciones opuestas: la del intelectualismo socrático y la del emotivismo humeano. En el intelectualismo socrático: Sócrates destacó que “el que conoce el bien obrará bien, porque nadie yerra a propósito”. Por tanto, para él, el hombre sabio, es el hombre bueno, virtuoso y feliz. El malvado, en el fondo, es tan sólo un ignorante. Se equivoca (“yerra”) porque desconoce el verdadero bien; al contrario que el sabio. La razón no sólo se ocupa de conocer la verdad, sino que, también en un sentido práctico se ocupa de qué debemos hacer para vivir bien. Ya Aristóteles corregirá esta afirmación al afirmar que “no basta con conocer el bien para actuar bien”, además hay que tener voluntad para querer practicarlo, porque si no, nos comportamos como el hombre que va al médico, y tras recibir su consejo para mejorar su salud, decide no hacer caso alguno. (En ese caso, “conoce su bien”, pero no lo lleva a cabo, como bien advirtió Aristóteles). Pero además, en su ética del Emotivismo, Hume, llegó a afirmar que “la razón no es sino la esclava de nuestras pasiones”. Al preguntarse de dónde proceden el bien o el mal, destacó, que esos valores no se encuentran entre los hechos, sino que proceden de la valoración sentimental que hacemos nosotros. Aunque según Hume, todos participamos de la misma naturaleza humana que nos lleva a considerar como “bueno moralmente” lo que asegura la supervivencia de nuestra especie y la convivencia en paz, por tener todos los mismos sentimientos y emociones, sin embargo, no es la razón, la encargada de establecer la justificación de lo que está bien o mal, sino lo emocional. Cuando decimos que alguien nos parece “cruel e inhumano” no solemos referirnos a su falta de desarrollo racional, sino a su falta de empatía con los demás, en suma a sus sentimientos. Hume dijo incluso, que nuestras metas en la vida, se establecen desde nuestros deseos, no desde la razón. La razón, sólo sirve para encontrar los mejores medios para lograr lo que deseamos, por eso es “esclava de nuestras pasiones”. El problema, como criticó Kant, es que los sentimientos no siempre son comunes a todos, y que además son cambiantes, por lo que el sentimiento es una base muy frágil para justificar, tanto la ética como la política. Por ello, Kant volverá a la razón como fuente de fundamentación más firme en las cuestiones relativas a qué debemos hacer. De todos modos, Hume tuvo la originalidad de ser de los primeros que valoró al ser humano como ser pasional y no sólo racional. LOS AFECTOS COMO MOTORES DE NUESTRA CONDUCTA: SENTIMIENTOS, EMOCIONES Y PASIONES: Los afectos son poderosos motores de la conducta humana como ya reveló Hume. Sentimientos, emociones o pasiones tienen en común que son involuntarios, que tiñen toda nuestra experiencia interior y que la enriquecen. Son subjetivos, a veces nublan el juicio e impiden razonar de forma imparcial. Por ello, muchas corrientes filosóficas nos han prevenido contra ellos, empezando por los estoicos en el Helenismo. Pero no suele ser bueno reprimirlos del todo, es mejor moderarlos, en especial si son negativos. Todos ellos suelen ser bipolares: amor/odio, alegría/tristeza, agrado/desagrado etc. Si examinamos las diferencias entre ellos, podemos señalar que las emociones suelen ser breves, pueden durar unos segundos, y tienen efectos somáticos que se pueden medir en el cuerpo: sudoración, palpitaciones, dilatación de la pupila, temblores, hiperventilación… todo ello motivado por descargas de adrenalina, que preparan al organismo para luchar o huir con la función de adaptarnos a la naturaleza. El sistema límbico en nuestros cerebros, en especial, la
  • 21. 21 amígdala, como principal órgano regulador de las emociones, ya apareció en la evolución con los mamíferos. La causa de las emociones suele ser claramente identificable. Son ejemplos de emociones: la ira, la vergüenza, el miedo, el asco, la sorpresa etc. Por el contrario, los sentimientos son más duraderos que las emociones, no llevan aparejados necesariamente, efectos visibles en el cuerpo, y su causa no siempre es tan claramente identificable. Ejemplos: amor, odio, envidia, admiración, nostalgia, esperanza, tristeza etc. Los sentimientos se pueden disimular si no queremos mostrarlos a los demás. Por último, las pasiones son cualquier afecto, ya sea emoción o sentimiento, descontrolado. Cuando está fuera de todo control por parte de la razón. Ejemplos: el amor es un sentimiento, pero fuera de control se puede convertir en pasión. Igualmente, el miedo es una emoción que fuera de control se convierte en terror o pánico. Los celos, también pueden llegar a convertirse en pasión. El estoicismo nos previno sobre todo ante las pasiones. En cambio, en el Romanticismo, en el siglo XIX se llegó a decir que “nada grande puede llegar a hacerse sin pasión”. Aunque los griegos identificaron al ser humano como esencialmente racional, en realidad, también somos igualmente seres pasionales. LA PIRÁMIDE DE MASLOW Es Abraham Maslow, de la escuela de Psicología Humanista, quien mejor ha estudiado la motivación humana, organizándola en la llamada “Pirámide de Maslow”. En la parte inferior, puso las necesidades que compartimos con todos los seres vivos: las necesidades fisiológicas: comer, beber, dormir… y las de seguridad de la propia vida. En el siguiente piso, incluyó las necesidades que podemos compartir con el resto de los animales sociales: necesidades afectivas, de pertenencia a un grupo; necesidades de prestigio o reconocimiento y valoración de los demás. Todas estas necesidades mencionadas hasta ahora son las que denomina necesidades de carencia. Necesitamos tenerlas cubiertas, al menos en unos mínimos, para poder vivir, pero una vez satisfechas, desaparecerá el impulso para tratar de cubrirlas. Por el contrario, en el piso superior, en la cúspide de su pirámide, Maslow colocó las llamadas “necesidades de crecimiento o auto-realización”. Estas son ya necesidades sólo humanas, que no terminan de satisfacerse nunca del todo: los ideales éticos (como el afán de justicia), estéticos (como la belleza) o cognoscitivos (como el deseo de saber)… la necesidad de realizarnos plenamente como personas… nada de eso puede llegar a satisfacerse nunca a lo largo de toda la vida. Por eso, el ser humano nunca está satisfecho del todo. Según Maslow, la tarea humana por excelencia es hacernos a nosotros mismos. El hombre malvado es el hombre frustrado, que ha olvidado su tarea principal en la vida y se dedica a tratar de satisfacer expectativas ajenas, en vez de descubrir su verdadero yo con sus propias motivaciones. El SER HUMANO COMO SER LIBRE Si las necesidades humanas son motivos para nuestra conducta ¿debemos entender a los motivos como causas de nuestra conducta? ¿Qué diferencia hay entre los motivos y las causas naturales, como por ejemplo, la fuerza de la gravedad? Las mismas causas dan lugar a los mismos fenómenos naturales. ¿Podríamos predecir entonces el comportamiento de las personas si conociéramos todos sus motivos para actuar? Si un deseo es muy poderoso ¿somos libres para elegir? Para empezar no es lo mismo deseo que motivo, como tampoco lo es querer que desear. El deseo, la atracción o la repulsión, son ciegos en sí mismos y no pueden convertirse, por sí mismos en bases conscientes de un acto de voluntad. Se pueden desear muchas cosas, incluso algunas contradictorias entre sí o imposibles, pero “querer”, ya muchas menos. Querer implica estar preparado para poner
  • 22. 22 todos los medios necesarios para conseguir lo que queremos. Los deseos pueden influir o inclinarnos en una decisión, pero no determinan ni imponen nada en un acto voluntario. Los deseos no, pero ¿Cabe decir lo mismo de los motivos? No es fácil predecir cómo puede actuar cualquier persona, ni siquiera uno mismo. Pero además, los motivos fundamentan nuestras acciones pero no las causan. Los motivos son las explicaciones que damos después o antes de actuar, pero lo que para uno es un motivo suficiente, para otro no lo es. En cambio, frente a la gravitación, todos los cuerpos materiales responden igual. Entonces, los motivos no son verdaderas causas. En una situación idéntica, dos personas pueden mostrar diferente actitud y elegir conductas distintas. En la primera parte de la reflexión sobre el ser humano, ya distinguimos entre el ser humano y las demás especies animales por la ausencia de instinto natural en nosotros. Además, solo podemos ser moralmente libres si podemos elegir, si tenemos libertad y por tanto nuestros actos podemos decidirlos. Sin embargo, siempre ha habido determinismos que niegan la libertad humana. Los determinismos: son teorías que niegan la libertad en el ser humano, basándose en diferentes razones. El determinismo de la predestinación o del destino es la creencia en que el futuro está escrito. Aunque no conozcamos lo que nos va a ocurrir en la vida y por eso pensemos que elegimos, en realidad solo realizamos aquello que ya está escrito. Es imposible saber si eso es verdad o no. ¿Quién habría escrito el destino de cada uno? El determinismo teológico se interpreta como un poder impersonal en el universo (el Logos que gobierna el mundo, como aseguraban los estoicos), como “fatum”, hado o necesidad (como aseguraban los mitos griegos, por ejemplo, a la que estaban sometidos humanos y dioses), o como el resultado del poder y la omnisciencia de un dios personal, que todo lo sabe, incluso quién se salvará y quién se condenará, como se admite en las iglesias protestantes. En cualquier caso, el destino ya estaría previamente escrito. En el determinismo social o de la educación: se afirma que todos somos el resultado de la sociedad en la que hemos sido educados. La cultura recibida, la familia en la que hemos crecido etc. Nadie niega su influencia, ¿pero es un determinismo? Si así fuera, nadie podría rebelarse frente a su sociedad. No se ha podido demostrar que necesariamente un individuo, por pertenecer a un determinado ambiente social, deba acabar como un delincuente. Siempre hay casos de personas que han superado sus circunstancias sociales. Como ya se ha visto, ningún proceso de socialización es perfecto, y en la historia se han dado revoluciones. El determinismo interior, psicológico o del carácter: sostiene que aunque podemos hacer lo que queramos, no podemos querer cualquier cosa. Lo que queramos depende de nuestro carácter y este es innato, inmutable, constante e inalterable. Schopenhauer llegó a decir que nadie llega a cambiar realmente: “bajo la envoltura variable de los años y de las circunstancias, incluso de sus ideas y opiniones, se oculta, como el cangrejo bajo su caparazón, el hombre idéntico e individual que no cambia jamás”. Para este autor, los motivos solo son la ocasión para que se manifieste nuestro verdadero carácter. Algunos han criticado este determinismo afirmando que sí hay gente que cambia a lo largo de sus vidas. Además, tal vez confunden temperamento con carácter. El temperamento, como conjunto de reacciones afectivas primarias, sí tiene un componente genético que puede heredarse, pero el carácter no es más que la suma de nuestras actitudes voluntarias. Por ejemplo: ser nervioso, tímido etc. son rasgos de temperamento, pero ser sincero, valiente o egoísta, son ya actitudes voluntarias que forman parte del carácter. Lo que tienen en común todos los determinismos, es que rechazan la responsabilidad individual porque consideran que la culpa la tiene o el destino, o la sociedad, o esa forma de ser que no
  • 23. 23 podemos evitar. La base de nuestro sistema judicial está en el reconocimiento de la libertad y de la responsabilidad individual. Frente a los argumentos de los deterministas, se han dado otros a favor de la libertad: -La conciencia psicológica de la libertad: siempre creemos que podríamos sorprender a los demás haciendo lo contrario de lo que se espera de nosotros. - Porque nadie nos puede imponer ni nuestros valores, ni nuestras actitudes, ni nuestros proyectos vitales. - Porque nos sentimos responsables de nuestros actos, y nos alegramos cuando actuamos bien o nos arrepentimos, cuando nos avergonzamos de lo que hemos hecho mal. ¿Cómo podríamos hacerlo si nuestros actos no nos pertenecieran? - Porque se puede predecir un fenómeno natural, como un eclipse, pero no, como actuará una persona en las mismas circunstancias que otra. Por ejemplo, nunca sabremos decir cuándo habrá una revolución social, aunque los historiadores hayan estudiado lo que desencadenó otras anteriores, siempre se explica a posteriori. - Porque, incluso privados de la libertad exterior de movimientos, o en una dictadura, sigue estando la libertad del querer o libertad interior. Solamente si existe un trastorno mental, se puede considerar que uno no es dueño de sus actos. Incluso en una prisión, caben muchas alternativas (estudiar Derecho para defenderse; hacerse amigo del más fuerte; tratar de escapar etc.) Sartre llegó a afirmar que nuestra esencia es la libertad, una libertad en situación o una libertad a partir de las circunstancias, como dijo Ortega y Gasset. “Estamos condenados a ser libres”, porque no existe ninguna naturaleza humana con un fin prefijado de antemano. Cada cual elige sus propios valores. La libertad es individual en cada caso. Existimos en el tiempo y hemos de hacer nuestra vida eligiendo continuamente y proyectándonos hacia nuestras posibilidades. Somos libres siempre en relación con un estado de cosas dado. La libertad siempre encuentra obstáculos que ella misma no ha creado como el lugar donde nacemos, el pasado, los imprevistos, los demás o la propia muerte. Pero esos obstáculos son la ocasión para que se ejerza mi libertad. El sentido del obstáculo o lo que constituya un motivo para mi acción, siempre será definido por mí; por mi proyecto libremente elegido. Nada es en sí favorable o desfavorable. Hasta el propio pasado se interpreta una y otra vez a la luz de nuestro proyecto vital del presente. Somos radicalmente libertad, sin excusas. Esta libertad nos produce la angustia de la responsabilidad y a menudo no somos capaces de afrontar nuestra libertad, y de ahí las actitudes de la mala fe y la vida inauténtica que niegan nuestra libertad buscando como causas de nuestros actos a la sociedad, a la ideología, a Dios, al destino, al carácter… Erich Fromm, en su obra “Miedo a la libertad”, también se ha hecho cargo del mismo problema. En definitiva, aunque se han dado argumentos a favor de la libertad, en realidad, sostener que somos libres o que estamos determinados es una cuestión de creencia indemostrable. Pero, el problema es que no se trata de una mera pregunta teórica esta cuestión de la libertad, sino de una pregunta que nos compromete por completo en la actitud vital. Además, una persona sin libertad no puede desarrollarse como persona: ser persona implica libertad. Kant ya afirmó que la dignidad de la persona se basa en ella. El fundamento de la condición moral de las personas es su libertad. Por la libertad las personas valen por sí mismas y no tienen precio como las cosas. Por eso las personas son sujeto de derechos y de deberes.
  • 24. 24 EL SER HUMANO COMO SER ESPIRITUAL: EL PROBLEMA MENTE-CUERPO También podemos preguntarnos si somos sólo materia o si, por el contrario, también hay una parte de nosotros que es espiritual. Esa cuestión afecta no sólo al interrogante kantiano sobre qué es el hombre, sino también al interrogante sobre qué es lo que nos cabe esperar. Desde la creencia religiosa tenemos un alma inmortal y eso hace que la muerte no sea el final para nosotros. Pero, dejando a un lado los asuntos de fe, ¿qué es más correcto decir que “tenemos un cuerpo” o que “somos un cuerpo”? La posición dualista dirá “tenemos un cuerpo”, con lo que implícitamente identificará al ser humano con su alma, haciendo del cuerpo un instrumento a su servicio. En cambio, los monistas dirán que “somos nuestro cuerpo”, por lo que al morir nada quedará, al desaparecer el cadáver con el tiempo. Parece por tanto, que la necesidad de preservar una parte inmortal en nosotros está en el origen del dualismo. Si analizamos la etimología de las palabras “alma” y “espíritu” podemos ver cómo están conectadas: alma proviene de anima, del latín, que a su vez provino de anemós, del griego, que significaba viento, aire, principio de vida o fuerza vital. A su vez, espíritu proviene de la palabra latina spirare, también conectada con respirar aire. Si sólo fuera aliento vital, entonces también los demás animales pueden tener alma, y ese tipo de alma no implica inmortalidad. La cuestión es que la tradición atribuye al alma humana otras características especiales, relacionadas con las facultades del pensamiento, como razonar, pero eso es ya solo humano. Los llamados procesos mentales: pensar, recordar, sentir, imaginar, tener sensaciones y percibir la realidad…son la experiencia interna de la persona. Son estados de conciencia subjetivos de los que tenemos conciencia. Ni son materiales, ni están en el espacio como los cuerpos materiales. Sólo se dan en el tiempo de la conciencia individual. Son lo íntimo de cada persona, sólo accesibles a los demás si queremos comunicarlos. ¿Pueden ser sólo una función del cerebro? Dependen del cuerpo, del cerebro, pero ¿se reducen a lo físico? ¿Pueden seguir dándose una vez muertos? Por otro lado, el cuerpo es la materia orgánica de la que estamos hechos, con sus funciones de nutrición, crecimiento, reproducción… como otros seres vivos. Por el cuerpo podemos expresar nuestro yo, comunicarnos con los demás; podemos coger las cosas del mundo y por eso es el cuerpo el principio de la instrumentalidad. Por el cuerpo existimos aquí y ahora, es fuente de posibilidades pero también es límite de la condición humana. Por el cuerpo sufrimos hambre, sed, dolor, fatiga, enfermedad o muerte, pero es también fuente de todo placer vital. En la creencia cristiana, se considera a menudo la fuente del pecado y de la debilidad humana. Se da mucho más valor al alma espiritual e inmortal, de la que se asegura un origen divino, según la hipótesis creacionista. Si examinamos algunos de los principales argumentos que se han dado a partir del dualismo tenemos: - La defensa de lo espiritual en todas las tradiciones religiosas. (También en las que creen en la reencarnación). - La insistencia en que no se puede reducir lo psicológico a lo meramente físico, porque ambos fenómenos se rigen por sus propias leyes. - El hecho de que no se han podido localizar en el cerebro ni la voluntad libre ni la autoconciencia. A favor del monismo: - No hay evidencia alguna de lo espiritual en la experiencia. - La teoría evolucionista explica al ser humano también como un producto de la evolución biológica a partir de otros animales.
  • 25. 25 - La defensa de lo espiritual en la religión podría ser sólo miedo a morir o deseo de inmortalidad, pero sólo el deseo no es ninguna prueba de realidad. CONCEPCIONES FILOSÓFICAS DEL SER HUMANO 1º. El dualismo antropológico: Platón y Descartes: Platón: es el primer pensador que elabora un sistema filosófico de carácter dualista, tanto en lo que se refiere a la realidad como en lo que respecta al ser humano. Creía en la existencia de dos mundos: el mundo sensible que percibimos por los sentidos y el mundo de las Ideas, la auténtica realidad presidida por la Idea del Bien, de la cual el mundo sensible no es sino una copia imperfecta. En el mundo de las Ideas están los modelos de todas las cosas del mundo sensible, además de las Ideas éticas o estéticas, como las de la Justicia o la Belleza o la Verdad. Con respecto al ser humano, afirmaba que está constituido por dos partes: el cuerpo material y el alma espiritual e inmortal. Del mundo sensible sólo cabe la opinión, un conocimiento inferior, pero la auténtica realidad sólo puede conocerse por el “nous” entendimiento en griego que está en el alma, en su parte racional. Además de esa parte racional, Platón creía que en el alma había otras dos partes: la parte volitiva en donde residen la voluntad, el coraje y las pasiones nobles, y la parte apetitiva, en la que residen los deseos, como el deseo de los goces sensoriales (comer, beber, sexo, poseer riquezas materiales...) las pasiones innobles. Para explicar el alma, Platón recurre a la alegoría del carro alado: el alma habitó originalmente el mundo de las Ideas en donde podía contemplar las Ideas. De forma alegórica, Platón compara el alma humana con un carro conducido por un auriga (la parte racional) y tirado por dos caballos: uno dócil (la parte volitiva) y otro rebelde (la parte apetitiva). Este último será el responsable de que el carro vuelque, haciendo caer al alma al mundo sensible, en donde tendrá que encarnarse en un cuerpo, olvidando todo lo que sabía sobre el mundo de las Ideas. Dado que las cosas del mundo sensible son copias del mundo de las Ideas, existe la posibilidad del recuerdo o reminiscencia de lo ya sabido. Por eso conocer es recordar. Este pensador creía en las creencias órficas de la trasmigración de las almas (lo que hoy llamaríamos reencarnación o “metempsicosis” en griego). Según esa creencia, dependiendo de la dignidad moral con la que se ha vivido, el alma podía reencarnarse en distintas clases de hombres, incluso en animales. Por eso, el camino que debe recorrer el alma es el de la purificación. Según Platón, si el alma consigue reencarnarse durante un determinado número de generaciones en un filósofo, un hombre que busca la verdad, el alma conseguirá volver al mundo de las Ideas de donde cayó, que es adonde realmente pertenece. En este mundo sensible, el alma está encarcelada en un cuerpo. Descartes: en el siglo XVII este autor es también un representante del dualismo antropológico. El auténtico yo se identifica también con el alma. El cuerpo es sólo sustancia material que se caracteriza por la extensión en el espacio. En cambio, el alma es una sustancia espiritual que se caracteriza por su facultad de pensar (de tener procesos mentales: recordar, sentir, imaginar, razonar, desear, odiar o amar etc.). La sustancia material de la que forma parte nuestro cuerpo, es toda la naturaleza, sometida a las leyes de la mecánica y al determinismo físico. Por el contrario, en nuestra alma residen las facultades de pensar y la voluntad libre. Así pues, cuerpo y alma son dos substancias independientes, aunque accidentalmente unidas en el ser humano. Somos como “un fantasma en una máquina”. El problema será explicar las relaciones entre las dos partes. Si el
  • 26. 26 alma es algo inextenso, inmaterial ¿cómo puede mover y dar órdenes al cuerpo? ¿Por qué cuando nuestro cuerpo sufre algún daño “sentimos” dolor? ¿cómo se comunican ambas substancias si son de naturaleza tan diferente e independientes una de otra? Descartes no dio una explicación satisfactoria de esta interacción. Todo lo que dijo fue que alma y cuerpo se comunican a través de la glándula pineal (que está en la base del cerebro). Pero el problema quedaba sin resolver, ya que si esa glándula es parte material, como el resto del cuerpo, sigue sin explicación cómo algo inextenso puede comunicar con algo extenso. En el siglo XVIII algunos filósofos desarrollaron una teoría materialista y mecanicista sobre el ser humano, eliminando todo lo que no se podía explicar en términos mecánicos. Así suprimieron el alma y concibieron el hombre como una máquina eliminando el dificultoso problema de la relación cuerpo-alma. En esa corriente destaca La Mettrie (médico y filósofo francés) que desarrolló sus tesis en un libro titulado precisamente “El hombre-máquina”. Ya en el siglo XX, frente al dualismo substancial de Descartes, el emergentismo considera que la mente no es una substancia independiente del cuerpo, sino algo producido por el cerebro y que necesita del cerebro para existir. Pero, frente al materialismo mecanicista, el emergentismo considera que los procesos mentales son algo distinto de los procesos físicos, y no son reductibles a estos. Los fenómenos mentales no se pueden reducir a procesos neurofisiológicos o de tipo físico- químico. Tienen su propia autonomía. Aunque lo mental tenga una base y unas causas físicas, no se reducen a lo meramente físico. Es imposible explicar la autoconciencia, la voluntad y la libertad humanas sólo desde las células, las moléculas y los átomos. Llamamos propiedades “emergentes” a las que surgen de la relación entre los componentes de un sistema (el cerebro de un hombre vivo) pero que no las poseen los componentes de ese sistema aisladamente. Estableciendo una analogía: la propiedad de apagar un fuego no se encuentra ni en el hidrógeno, ni en el oxígeno por separado, pero sí en el agua, que es la combinación de ambos. 2º La concepción cristiana del ser humano: El cristianismo afirma que todos los hombres son hijos de Dios, y por tanto, hermanos entre sí, por lo que hay una igualdad esencial de todos los seres humanos al margen de su condición social o cultural. Aunque esa idea de la igualdad ya había sido defendida en el siglo III antes de Cristo por los filósofos estoicos, la concepción habitual del mundo griego y romano se fijó más en los rasgos externos de ser libre o esclavo, griego o bárbaro, hombre o mujer etc. afirmando más las diferencias que la igualdad esencial entre todos los seres humanos. Además afirma que todos están hechos a su imagen y semejanza, dotados de razón y voluntad libre. El filósofo Agustín de Hipona situó las Ideas ejemplares de Platón en la mente divina del Creador. Por haber sido creado a imagen de Dios, ha recibido entre sus atributos la capacidad de elegir (libre arbitrio). Al haber elegido el mal, el ser humano se convierte para el cristianismo en un “ser caído”. Para redimir a los hombres y ofrecerles la posibilidad de la salvación, Dios mandó a su hijo Jesucristo, para sellar una nueva alianza con los hombres. Si en el mundo antiguo se creía que el devenir de las cosas era circular, por lo que se daba un eterno retorno de todos los acontecimientos en grandes ciclos cósmicos (como en la naturaleza las estaciones van sucediéndose), a partir del cristianismo se introduce la idea de un tiempo lineal: hay un origen con la creación del cosmos, luego la caída del hombre con el pecado original, la llegada de Cristo para redimirnos y, habrá una segunda llegada en el momento final, con un juicio final universal. En ese momento, según Agustín de Hipona, quedarán separados los hombres en dos grupos: “aquellos que se aman a sí mismos hasta el desprecio de Dios, que constituyen la ciudad terrenal, y los que aman a Dios hasta el desprecio de sí