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PRECARIO MERCADO DE TRABAJO
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PRECARIO MERCADO DE TRABAJO.
Manfred Nolte
No debe constituir ninguna sorpresa la preocupación prioritaria atribuida por
los ciudadanos españoles al problema del desempleo. Con machacona
insistencia, los ‘Barómetros’ publicados por el Centro de Investigaciones
Sociológicas (CIS) lo sitúan en primer lugar, por delante de inquietudes tan
relevantes como las drogas, la inseguridad ciudadana o el terrorismo. El
informe de marzo de 2016 vuelve a colocarlo a la cabeza de la lista de respuestas
a la pregunta: ¿Cuál, es, a su juicio el principal problema que existe actualmente
en España?
La valoración de esta fundada inquietud puede referirse a dos aspectos que
están ligados entre sí pero que difieren en su diagnóstico y solución final. La
evolución cíclica, esto es la marcha corriente del empleo en compañía de una
coyuntura relativamente favorable constituye un primer objeto inmediato de
atención. El segundo y mucho más relevante se refiere a qué cabe esperar del
nivel de empleo a medio plazo habida cuenta de sus condicionantes
estructurales.
La ‘Síntesis de Indicadores Económicos’ correspondiente a marzo 2016
publicada por el Ministerio de Economía y Competitividad nos expone la
fotografía más reciente de la evolución de la variable empleo. Según se detalla
en la publicación, el dinamismo del mercado laboral que muestran los datos de
la EPA habría perdurado en el primer trimestre de 2016. Así, la media mensual
de afiliados en situación de alta laboral en el sistema de la Seguridad Social
aumentó en 138.086 personas en marzo de 2016, ascendiendo el número de
afiliados a 17.305.798. En términos interanuales, la afiliación creció en marzo
en 472.998 personas, lo que supuso una moderación del ritmo de avance
interanual de dos décimas, hasta el 2,8%. En el primer trimestre de 2016, la
afiliación se redujo en 58.360 personas respecto al trimestre anterior y aumentó
en 499.180 personas frente al mismo período de 2015 (un 3%). En el primer
trimestre de 2016, el número de parados se redujo en 6.890 personas respecto
al trimestre anterior y en 363.760 respecto al mismo período de 2015 (-8%).
Cruzando el guarismo del 20% de la población activa, la tasa de paro en
consecuencia sigue reduciéndose a lo que cabe añadir que el incremento salarial
pactado en convenios se sitúa en el 1,13%, sin olvidar que, según el “III Acuerdo
para el Empleo y la Negociación Colectiva 2015, 2016 y 2017”, los salarios
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negociables para 2016 deberán atenerse a una subida del 1,5%. Todo ello en un
entorno de inflaciones negativas. Visto así, el viento sopla de cola sobre el
mercado laboral español y solo cabe pertrecharse de la imprescindible paciencia
hasta que las tasas de paro sean asumibles y comparables a las medias de otras
economías avanzadas. Mientras tanto la protección social debe activarse para
paliar los dramas de los parados.
Pero ¿tiene visos la tendencia referida de desplegarse sin cortapisas y alcanzar
aquel idílico porcentaje de paro del 8% que se registraba en vísperas del
estallido de la burbuja inmobiliaria, en el año 2007? La respuesta debe ir
precedida de una consideración médica. Y es que constituye un difícil ejercicio
de realismo el no negociar acerca del alcance de las enfermedades y este
principio debe aplicarse con igual objetividad a la grave enfermedad del
desempleo que aqueja a la economía española.
El paro en España tiene un componente cíclico, esto es, un tipo de ocupación
que se destruye con las recesiones pero que se recupera con la recuperación de
la demanda. Es esta una especie de ‘ley’ (Ley de Okun) de tal manera que al
crecimiento del PIB le sigue la creación de puestos de trabajo.
Hay que reseñar, por tanto, que las nuevas estimaciones oficiales a la baja de
crecimiento del PIB del 2,7%(2016) y del 2,4%(2017), inferiores en -0,2% y -
0,6% a las inicialmente previstas recortaran el ritmo de crecimiento del empleo
para situar las tasa de paro en el 19,9%(2016) y en el 17,9%(2017), un 0,1% y un
o,2% superior, respectivamente.
No son unos pronósticos muy reconfortantes, pero queda aún lo peor: unas
previsiones poco halagüeñas debidas fundamentalmente a la estimación del
paro ‘estructural’ en la economía española. Este tipo de paro no reacciona
claramente a los estímulos del PIB. Con independencia del factor trabajo
disponible, la actual oferta de mano de obra no se ajusta a la diversidad en la
composición de la demanda empresarial en términos de aptitudes, sector,
ubicación geográfica, etc.
A tenor de este componente estructural, y también debido a una reducción del
llamado PIB ‘potencial’, el FMI acaba de emitir su pronóstico sobre la evolución
del empleo en España. Junto a la referida marcha del PIB menos pujante de los
deseado, el paro seguirá afectando dentro de cinco años a cerca del 16% de los
buscadores de trabajo activo en nuestro país. Es muy entendible tildar a este
pronóstico de pesimista y aun de poco fundado. Lamentablemente, otras
grandes casas de estudio han venido coincidiendo en estos guarismos.
En su informe sobre España 2016 de febrero pasado, la Comisión Europea
realizaba un examen exhaustivo relativo a la prevención y corrección de los
desequilibrios macroeconómicos de nuestra economía. Bruselas entiende que
las reformas adoptadas entre 2012 y 2014 parecen haber amortiguado la caída
del empleo y haber acelerado su recuperación y sugiere, como han hecho otros,
que, en ausencia de reformas, se habrían perdido otros 400 000 puestos de
trabajo y el empleo habría comenzado a crecer de nuevo solo unos pocos meses
después, en el segundo trimestre de 2014 y que la recuperación del empleo
habría sido también más suave. Las reformas han propiciado –sostiene la
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Comisión- que se cree empleo con tasas más modestas de PIB. No obstante, y en
esto coincide básicamente con el FMI, el paro estructural se sitúa en España en
torno al 18,5%.
El informe de la Comisión concluye señalando que España se caracteriza por
una combinación de grandes desequilibrios en forma de deuda externa e
interna, tanto pública como privada. Estos desequilibrios constituyen
vulnerabilidades significativas, ya que exponen a España a shocks negativos o a
cambios en la confianza de los mercados, con graves repercusiones para la
economía real, lo que puede ser especialmente perjudicial en un contexto de
todavía elevadísimo desempleo.
Entre las recomendaciones figuran propiciar la alineación de los salarios con la
productividad, en consulta con los interlocutores sociales y de acuerdo con las
prácticas nacionales, teniendo en cuenta las diferencias en las capacidades y en
las condiciones de los mercados laborales locales, así como las divergencias de
los resultados económicos entre regiones, sectores y empresas. Tomar medidas
para aumentar la calidad y eficacia de la ayuda y del asesoramiento para la
búsqueda de empleo, especialmente como parte de la lucha contra el desempleo
juvenil. Racionalizar los regímenes de renta mínima y de ayuda familiar y
fomentar la movilidad regional.
Pero al margen de las medidas reactivas procede que el nuevo gobierno retome
la senda reformista, sobre todas las cosas, con una drástica reforma cultural a
medio plazo, en el más amplio sentido de la expresión, con el objetivo de
establecer un salto cualitativo en el stock de conocimiento y habilidades del país
que multiplique la eficacia de la senda de la competitividad.
Fuente: FUNCAS.