1) Olivier Blanchard y Paul Krugman argumentan que la inflación es fundamentalmente el resultado de conflictos distributivos entre empresas, trabajadores y el gobierno, y solo se detiene cuando estos grupos aceptan los resultados de las negociaciones salariales y de precios.
2) Blanchard explica que la inflación ocurre cuando la economía se recalienta, lo que lleva a los trabajadores a pedir salarios más altos y a las empresas a subir precios. El banco central puede desacelerar la economía obligando indirectamente a estos grupos a a
1. 1
EL ACERTIJO DE LA INFLACION.
MANFRED NOLTE
Muchos economistas elegimos nuestra profesión en la creencia de que se hallaba
libre de las servidumbres políticas y del hastío de discusiones estériles y
descalificaciones viscosas e innecesarias. El consumo depende de la renta
disponible: axioma y punto. Luego hemos descubierto que esto no significa que
nuestros juicios estén exentos de implicaciones políticas. La vida es una figura de
revolución de mil caras que refracta la luz de manera múltiple y a veces
contradictoria. Hay que mantenerse sereno en las creencias, aunque las
sujetemos siempre a otras de mayor y mejor criterio.
La proposición que se trae a la columna de hoy tiene una sólida base económica
y está sustentada por prominentes economistas. Pero también es políticamente
hiriente. Detallémosla.
Todo se ha desarrollado en torno al periodo navideño, aunque cuente con
precedentes importantes que no será necesario recordar. La discusión ha
arrancado con un hilo repleto de enjundia en Twitter (las redes también tienen
alimento intelectual de primera magnitud, si se selecciona bien) lanzado por
Olivier Blanchard, luego secundado por Paul Krugman, con apostillas y
comentarios de muchos otros. Blanchard que ha vivido la mayor parte de su
existencia en los Estados Unidos ha sido profesor Harvard y en el MIT.
Economista jefe hasta 2015 en del Fondo Monetario Internacional es una figura
estelar de la profesión junto a otros como Kenneth Rogoff, Joseph Stiglitz,
Lawrence Summers y un largo etcétera adicional.
2. 2
Paul Krugman fue asesor de Ronald Reagan y después demócrata militante,
probablemente uno de los críticos más certeros de la Administración Bush, y
posteriormente se convirtió en el látigo ideológico de Donald Trump. En 2008,
Krugman recibió el Premio Nobel de Ciencias Económicas por su trabajo sobre la
teoría del comercio internacional.
Ambos científicos son profesores moderados, algo más inclinado a babor el sr.
Krugman, aunque resulta esta una consideración innecesaria. En nuestra
orografía ibérica se tilda ya de marxista a cualquiera que exhiba una sensibilidad
social ligeramente superior a la de Atila el Rey de los hunos, y de facha a una flor
como Santa Teresita del Niño Jesús si ha proferido alguna exclamación
presuntamente conservadora. Aprovecho el contexto para manifestar aquí mi
profunda repugnancia al maniqueísmo enquistado en la alta judicatura del país,
donde los servidores ciegos de la justicia están etiquetados sin remedio de
conservadores o progresistas. Los medios llevan la parte de león en esta culpa al
jalear una y otra vez las presuntas diferencias entre unos y otros.
Vayamos al tema.
Recuerda Olivier Blanchard un punto que a menudo se pierde de vista en las
discusiones sobre la inflación. “La inflación es fundamentalmente el resultado del
conflicto distributivo entre empresas, trabajadores y contribuyentes. Solo se
detiene cuando los distintos agentes se ven obligados a aceptar el resultado”.
Estamos, como se observa ante un párrafo agresivo y en principio antisocial. En
él se vuelca el diagnóstico y también la terapia del problema.
Aclara Blanchard su posición: La fuente del conflicto es una economía
recalentada: en el mercado laboral, los trabajadores quieren negociar salarios
más altos dados los precios existentes. Y en el mercado de bienes, las empresas
también buscan aumentar los precios dados los aumentos de los salarios. Y así
sucesivamente.
El Estado puede desempeñar varios papeles. A través de la política fiscal, puede
ralentizar la economía y eliminar el sobrecalentamiento. Puede subsidiar el costo
de la energía, limitando la disminución del salario real y la presión sobre los
salarios nominales. Puede financiar los subsidios aumentando los impuestos
sobre algunos contribuyentes actuales, digamos impuestos sobre las ganancias
excepcionales, o mediante déficits y eventuales impuestos sobre futuros
contribuyentes. Pero en ultima instancia se deja en manos del Banco Central el
obligar a los agentes del mercado a aceptar el resultado y, por lo tanto, a
estabilizar la inflación. Al desacelerar la economía, obliga indirectamente a las
empresas a aceptar precios más bajos dados los salarios en curso y a los
trabajadores a aceptar salarios más bajos dados los precios que comienzan a
flexar.
Se trata de una forma altamente ineficiente de afrontar los conflictos
distributivos. Uno sugeriría razonablemente un pacto social entre los
trabajadores, las empresas y el estado, en la que el resultado se logre sin
desencadenar la inflación, que requiera después una desaceleración dolorosa.
3. 3
Pero, desafortunadamente, esto requiere más confianza de la que cabe esperar
del mercado y normalmente no sucede. La mayor o menor contracción que
provocan las políticas de tipos de interés altos obligan a los agentes económicos
a aceptar sus perdidas patrimoniales, o a recuperarlas, al menos, de una manera
moderada.
Aquí interviene Krugman aludiendo a un lúdico comentario de otro Nóbel,
William Nordhaus, en 1970. Nordhaus comparó la inflación con lo que sucede en
los estadios de fútbol cuando se producen en el campo acciones de la máxima
emoción e intensidad. Todos se ponen de pie para ver mejor la jugada, lo que
resulta colectivamente contraproducente: su vista no mejora porque las personas
de delante también están de pie, y ocultan lo que se desea contemplar.
La moraleja es obvia. Se confía al Banco Central que enfríe el ambiente, que haga
que el juego sea menos interesante, es decir, que empuje la economía a una
desaceleración o incluso a una recesión, y la gente volverá a sus asientos o en su
equivalencia la inflación se desacelerará.
A mí no me gusta la terapia. Pero ningún gobierno se resiste a rechazar el arma
deflacionista de los tipos altos.