Programa del 5º Coloquio Internacional del Noreste mexicano y Texas
Discurso de Lincoln en el Congreso, 1848
1. Abraham Lincoln, "Discurso en el Congreso de Estados Unidos, 12 de enero,
1848", de Builders of American Institutions. Readings in United States History.
(Seventeenth Century Through Reconstruction), Editado por Frank Freidel, Norman
Pollack y Robert Crunden, 2 v. Chicago: Rand McNally & Company, 1963, I, pp. 261-67.
Sr. Presidente: Algunos si no todos los caballeros del otro lado de la Cámara [los
Democrátas] que se han dirigido a la comisión en los dos últimos días, lo han hecho en un
tono de franca reclamación... en contra de... [mi] propuesta de hace una semana o diez
días, manifestando que la guerra contra México se había declarado de una manera
innecesaria y anticonstitucional por parte del presidente [Polk]. Acepto que tal
planteamiento no debió ser el producto exclusivo de una extravangancia partidista, y que
la expresada manifestación sería censurable justamente, si no hubiera tenido ningún otro
fundamento; [en realidad] lo hice bajo [el concepto de] lo que consideré ser lo más
cercano a la verdad en ese momento. Cómo llegué a convencerme de eso y cómo creo
que puede sustentarse es lo que trataré de demostrar ahora.
[Separación nuestra] Cuando la guerra comenzó, estuve convencido que todos
aquellos que sabían demasiado o demasiado poco no podrían oponerse conscientemente
a la conducta del presidente [y] al iniciarse [aquélla] deberían, como patriotas y buenos
ciudadanos, permanecer en silencio al respecto, al menos hasta que la guerra terminara.
Algunos dirigentes Demócratas, incluyendo al expresidente Van Buren, hasta donde
entiendo, han adoptado tal actitud. Yo me adherí a ella y actué en consecuencia hasta
que asumí mi curul aquí; creo que aún la mantendría si no fuera por que el presidente y
sus amigos me lo impiden. Además del esfuerzo continuo del ejecutivo por convertir cada
adjudicación para pertrechos en una aquiescencia a la justicia y sabiduría de su conducta;
además de ese párrafo particularmente ingenuo de su último informe en el que nos dice
que con gran unanimidad el congreso había declarado que "por un acto de México, un
estado de guerra existía entre ese gobierno y el de Estados Unidos", cuando [en realidad]
los mismos diarios [de debates] que le informaron de esto, también le harían ver que
cuando esa declaración se presentó por separado del asunto de los pertrechos, sesenta y
siete [diputados] y no sólo catorce votaron en contra...
2. Su primera aseveración es que el Río Grande fue la frontera oeste de Luisiana,
cuando se la compramos a Francia en 1803; y, dando muestras de temer
cuestionamientos al respecto, discute la cuestión en casi toda una página para demostrar
su verdad; al final de la cual nos informa que por el tratado de 1819 le vendimos a España
todo el territorio desde el Río Grande... hasta el Sabina. Ahora bien, suponiendo... que el
Río Grande fuera la frontera de Luisiana, ¿qué, por el cielo, tiene eso qué ver con la
frontera actual entre nosotros y México? Cómo, señor Presidente, la línea que alguna vez
dividió su tierra de la mía puede ser todavía el límite entre nosotros después que le vendí
mi tierra, está para mí más allá de toda comprensión. Y ¿cómo a un hombre, con el
propósito exclusivo de probar la verdad, pudo habérsele ocurrido... presentar un hecho de
tal naturaleza para demostrar esa verdad también es incomprensible. Su siguiente
argumento es que "la República de Texas siempre ha reclamado el Río Grande como su
frontera occidental". Esto en realidad no es cierto. Texas ha reclamado dicha frontera,
pero no siempre. Cuando menos hay una notable excepción: su Constitución estatal--la
ley más solemne y bien pensada de la república; esa que, sin duda, debe considerarse
como su última voluntad y testamento, anulando todas las anteriores-- no presenta tal
pretensión. Pero supongamos que siempre lo hubiera hecho. ¿México no ha reclamado lo
contrario? Así es que no hay más que una reclamación contra otra, no dejando otra
alternativa sino ir a las reclamaciones mismas e indagar cuál tiene un mejor fundamento...
Ahora paso a considerar la afirmación del presidente en relación a que Santa Anna
en su tratado con Texas reconoció al Río Grande como la frontera occidental de Texas.
Además del razonamiento, continuamente citado, que Santa Anna en tanto que prisionero
de guerra, un cautivo, no podía comprometer a México por medio de un tratado,
argumento que juzgo como definitivo-- además de esto, quiero decir algo en relación a
este tratado, como lo llama el presidente, con Santa Anna... [Se burla de Polk por referirse
al periódico Niles Register, de Nueva Orleáns, como si fuera una fuente oficial] Por cierto,
no me equivocaría si dijera que durante los diez años de existencia de dicho documento
nunca nadie lo llamó tratado... hasta que el presidente, en su exageración, intentó al
llamarlo así presentarlo [de tal forma] que extrajera alguna justificación para sí mismo en
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relación a la guerra con México. [Insiste en cómo ese documento adolece de un carácter
poco oficial para ser considerado como un tratado internacional]
Enseguida viene [en el texto del presidente] la evidencia sobre el ejercicio de
jurisdicción, de Texas antes de la anexión, y Estados Unidos después, más allá del
Nueces, entre los dos ríos. Ese ejercicio jurisdiccional es precisamente el tipo o calidad de
evidencia que requerimos... Nos dice que va más allá del Nueces, pero no nos dice que
llegara al Río Grande. Nos señala que una cierta jurisdicción se ejercía entre los dos ríos,
pero no nos dice que se ejerciera sobre todo ese territorio [mesopotámico]... Algunas
personas de mente simplista piensan que al cruzar un río, sin llegar al siguiente, es
posible reclamar como suya dicha jurisdicción...
...Es un hecho singular que si alguien declarara que el presidente envió un ejército
a un núcleo de población mexicana que nunca se había sometido voluntaria o
involuntariamente a la autoridad de Texas o Estados Unidos, y que ahí... [precisamente]
fue derramada la primera sangre de la guerra, no hay una sola palabra en todo lo que el
presidente ha dicho al respecto que admitiera o rechazara tal declaración...
En cuanto al territorio ahora en cuestión, el que según el presidente compramos a
Francia en 1803 y [después] vendimos a España en 1819. Con posterioridad todo México,
incluida Texas, se independizó de España, y a su vez Texas se independizó de México.
Desde mi punto de vista, sólo hasta donde hizo valer su ley con la obediencia, voluntaria o
involuntaria de las personas fue hasta donde llegó su territorio y nada más. Ahora, señor,
con el propósito de presentar la mejor evidencia para demostrar si Texas había extendido
su revolución hasta la zona en donde las hostilidades de la guerra presente se iniciaron,
hay que dejar que el presidente responda a las interrogantes que he propuesto, en los
términos planteados o en otros semejantes. Hay que dejarlo que responda a plenitud,
honesta y cándidamente. Que se le deje responder con hechos y no con argumentos. Hay
que recordarle que está sentado en donde se sentó Washington, y, con ello en mente,
que responda como él lo hubiera hecho. Como una nación no debería ser ignorada, y
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como el Todopoderoso no lo será, así no le permitamos que haya ignorancia--o
equivocación.
[Separación nuestra]
Y si al responder nos puede demostrar que el territorio en donde la primera sangre
fue derramada era nuestro--, que no se trataba de un territorio deshabitado, o si lo era,
que sus habitantes se habían sometido [antes] a la autoridad civil de Texas o de Estados
Unidos, y que lo mismo era cierto para el lugar en donde se estableció el fuerte Brown
[Brownsville], entonces yo estaré de acuerdo con su justificación. En ese caso, con todo
gusto retiraré la propuesta que hice el otro día. Tengo un motivo egoísta para plantear que
el presidente haga todo esto--espero obtener algunos votos en relación a la guerra, los
cuales, si él no responde, serán, según creo, de dudosa convicción, pero que estarán
libres de toda duda si él lo hace.
Pero si no puede, o no quiere, hacerlo--, si bajo alguna pretensión o sin ella él
prefiriera rehusarse u omitir [una respuesta]-- entonces estaré plenamente convencido de
lo que ya es más que una sospecha para mí--que él está plenamente consciente de haber
hecho mal; que él siente que la sangre de esta guerra, como la sangre de Abel, está
clamando ante el cielo contra él; que teniendo en principio un motivo muy fuerte--sobre el
cual no me detendré a opinar aquí-- de llevar a los dos países a una guerra, y confiando
en evadir el escrutinio distrayendo la mirada pública con el excesivo brillo de la gloria
militar--, ese arcoiris que se levanta sobre las lluvias de sangre--ese ojo de víbora que se
complace en destruir... [pero finalmente] decepcionado en sus cálculos sobre la facilidad
con la que México sería sometido, se encuentra ahora sin saber en dónde está.
[Separación nuestra]
¡Toda la parte relativa a la guerra en su último informe es como un conjunto de
manifestaciones locas de una alucinación! En un momento nos dice que México no tiene
nada que podamos obtener salvo territorio; en otro nos muestra que podemos financiar la
guerra estableciendo impuestos sobre los mexicanos. En un momento postulando el
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honor nacional, la seguridad del futuro, prevenir una interferencia extranjera, e incluso, el
propio bien de México como los propósitos de la guerra; y en otro diciéndonos que,
"rehusar una indemnización, rechazando una cesión territorial, equivaldría a abandonar
nuestras justas demandas, y realizar la guerra cargando con todos sus costos, sin un
propósito definido".
[Separación nuestra]
Así pues, ¡este honor nacional, seguridad del futuro, y todo lo demás a excepción
de la cesión territorial pueden considerarse como los despropósitos y los objetos no
definidos de la guerra! Pero, una vez que se ha establecido que la indemnización
territorial es el único propósito, se nos compele a arrebatar, a través de nuestra
legislación, todo lo que quería tomar hace unos meses, y toda la provincia de Baja
California como botín, y aun continuar la guerra--para compensar todo por lo que
luchamos, y seguir luchando. De nueva cuenta el presidente está resuelto de todas
formas a obtener una indemnización territorial por los gastos de la guerra; pero se le
olvida decirnos cómo vamos a obtener la diferencia una vez que esos gastos sobrepasen
el valor de todo el territorio mexicano.
[Separación nuestra]
Así, una vez más, insiste en que la existencia nacional de México debe ser
mantenida; pero no nos dice cómo puede ser esto después que hayamos tomado todo su
territorio. Para que no se piense que las preguntas que he planteado son puramente
especulativas, permítaseme disponer de un momento para tratar de demostrar que no lo
son. La guerra se ha prolongado alrededor de veinte meses; por cuyos gastos, junto a
una vieja división de poca importancia, el presidente reclama ahora la mitad del territorio
mexicano, y con mucho la mejor mitad, por lo menos en lo que respecta a nuestra
habilidad para aprovecharla. Comparativamente está deshabitada; así que podremos
establecer en ella oficinas de tierras, y recaudar dinero de esa forma. Pero la otra mitad
ya está ocupada, según entiendo, con moderada densidad de acuerdo a las
características del territorio, y todas sus tierras valiosas ya tienen dueños particulares.
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[Separación nuestra]
¿Cómo entonces vamos a poder aprovecharlas con ese obstáculo de por medio? o
¿cómo deshacernos del impedimento? Supongo que nadie ha propuesto matar a las
personas, despojarlas, o convertirlas en esclavos; o confiscar sus propiedades. ¿Cómo
entonces podemos aprovechar esa parte del territorio? Si la realización de la guerra ha
equivalido ya a la mitad más valiosa del territorio, a cuánto más equivaldrá en términos de
la mitad menos valiosa la futura continuación de la misma, no es una cuestión
especulativa, sino una [muy] práctica y urgente para nosotros. Y, sin embargo, es una
cuestión sobre la que el presidente no parece haber pensado [todavía].