1. Hasta el último aliento
El guerrero se desplomo sobre su caballo de guerra muerto, un semental negro como el
carbón y musculoso como un toro. El cielo rojo era testigo de aquella horrorosa batalla que
llevo a ambos lados a la destrucción y a la muerte.
Sólo se escuchaba el sonido de los huesos crujir, el sonido de las flechas atravesando
armaduras y escudos, los gritos de dolor y agonía de los hombres que no alcanzaron una
muerte justa y sufrían hasta el último aliento. Los que seguían en pie, alzaban al aire sus
espadas entre maldiciones y juramentos asestando con sus armas golpes letales para acabar
con el enemigo. Sin embargo, los que huyeron a las montañas alejados del terreno de guerra,
dejando atrás todo su honor y dignidad contemplaban entre ojos llorosos como sus hermanos
del poblado morían en combate.
Cuando consiguió recuperarse de la fuerte caída que había sufrido a lomos de su caballo que
fue asestado por varias flechas de punta de plata, se apoyo sobre una rodilla y con la ayuda de
su mandoble manchada de sangre se alzo lentamente. Se había dislocado el hombro y hecho
varias heridas por el rostro. Levanto levemente su mirada al cielo, observo como en pocas
horas se había teñido como la sangre de sus hombres. Roja y brillante. Las nubes cubrían la luz
del sol oscureciendo el campo de batalla, mientras los jinetes levantaban una densa cortina de
arena tras su paso descargando todo su carcaj sobre los guerreros. Su agilidad con el arco era
digna de elfos.
-¡Volveeeeed! ¡Es una orden!-Gritaba el caballero tras terminar de ponerse en pie.- ¡No
podemos dejarles ganar!
Empezó a mirar a su alrededor, se sentía completamente solo, abandonado ante el ejercito
enemigo. Escuchaba como cada vez se acercaban más los tambores enemigos. Cada nota
parecía un trueno y cada paso que daba el ejército la pisada de un gigante. Desvió su mirada
hacía las dunas donde procedía el alboroto, varios jinetes se detuvieron en seco levantando su
mano derecha y señalando hacia el caballero herido. Por un momento le parecieron pocos
hombres, pero tras unos minutos su idea de poder seguir con vida se desvaneció como la lluvia
en el verano.
Cuando ya tuvo delante a todo aquel inmenso ejercito que parecía no tener fin por ningún
paraje, varios soldados abrieron camino mientras otros se ponían de frente picando en el suelo
sus lanzas y manteniendo una mirada firme a la altura de sus ojos. Un hombre grueso lleno de
cadenas y joyas de todo tipo de piedras preciosas salió entre los soldados subido en un carro
de guerra, un carro tirado por dos grandes caballos negros. Tenía dos enormes ruedas con
radios de madera de roble reforzadas con acero. La parte delantera del carro tenia forma de
cara humana con una boca abierta por el cual salían una especie de tentáculos como si se
tratase de un pulpo.
-Al fin has caído.-Afirmo entre una carcajada que se escucho desde el primer soldado del este
hasta el último del oeste.- ¡Acepta que soy el nuevo rey!
-Antes preferiría arder bajo las llamas de Kengar*.-Respondió con el ceño fruncido.
2. El gordo hombre hizo una mueca y volvió con su carro a sus filas.
Varios caballeros se quitaron el yelmo dorado que terminaba en punta y bajaron de su caballo
mientras desenvainaban sus espadas. Uno de ellos se acerco rápidamente gritando el nombre
de su rey. El caballero tras verle levanto su espada bloqueando el ataque de su contrincante.
El choque de la espada fue inminente y el intercambio de miradas duro como el acero de sus
hojas. Vector dio una pequeña vuelta sobre si mismo haciendo que el otro perdiera el
equilibrio, se tambaleo unos pasos hacia adelante perdiendo la vista de su adversario que
alzaba su espada al aire y le asestaba un golpe directo en la nuca.
-¡Siguiente!-Ordenó el victorioso.
Esta vez desenvaino el más joven del grupo, tenia barba de niño y una cicatriz sobre su ojo
derecho. Su armadura brillaba más que la de sus compañeros, eso significaba que todavía no
había entrado en combate. Desenvaino una espada fina y dorada, parecía elfica.
-¿Tu? No serás más mayor que mi hijo de catorce años.-Vaciló apuntándole con la punta de la
mandoble.-Prepárate para morir, porque no pienso tener compasión por ninguno de vosotros.
Vector salió corriendo hacia el joven que por unos segundos pareció quedarse inerte tras
haber perdido el control de sus músculos. Se escucharon varios gritos de negación tras ver
como le penetraba la hoja de acero por su abdomen y esta salía por la espalda a la altura del
dorsal.
-Lo siento mucho, chico.-Susurro el caballero al joven tras ayudarle a caer.-Cada uno forja su
destino.
Varios hombres salieron de sus filas en señal para vengar la caída del joven caballero.
-Yo acabaré con él.-Proclamó el último hombre que había salido de las filas para combatir al
caballero.
<<Tu seguirás los mismos pasos que el muchacho. –Pensó Vector. >>
Ambos se acercaron lentamente con sus armas desenvainadas, se estudiaban con las miradas
atentos a cada movimiento y esperando el mínimo error para atacar. Los hombres perdieron
los nervios y empezaron a lanzar gritos en apoyo a su luchador.
-¡¡Kengo!! Gritaban.- ¡¡El Rojo!!
Tras varios minutos esperando el ataque de alguien, Kengo se adelanto, pues la paciencia no
era una facultad suya. Era el más alto de los tres, no llevaba armadura, sus enormes músculos
junto a su bigote negro y poblado le daban un aspecto muy salvaje.
Vector esquivaba con facilidad sus estocadas, los movimientos del musculoso eran lentos pero
potentes. Saco un puñal de sus botas, se acerco rápidamente a él y con un movimiento veloz
consiguió ponerse detrás de Kengo. Le hizo varios cortes profundos con el puñal en la espalda
dejando que este soltara su espada.
3. Tras un grito de dolor, el gigante cogió por la cabeza al caballero y lo embistió contra el suelo,
haciéndole sangrar por la nariz. Siguieron varios puñetazos hacia su rostro, se le lleno la boca
de sangre y le rompió varios dientes.
Cuando los golpes cesaron, Kengo levanto sus puños al aire en señal de victoria y maldiciendo,
pero cuando volvió su cara al caballero se topo con el puñal hundido en su cuello. Tras quitarse
de encima al salvaje musculoso y ponerse en pie, vio a varios jinetes sacar flechas de su carcaj
y apuntarle.
-¿Así aceptas tu derrota? ¿Así les contaras a tus vasallos esta noche cómo me venciste?-
Preguntaba Vector levantando las manos mirando al hombre del carro de guerra.-Pensé que
por muy imbécil y cobarde que eras, aun tendrías un poco de honor, Arryl.
-Una victoria, es una victoria, da igual cómo se consiga.-Respondió con otra carcajada mientras
pasaba sus manos sobre su enorme panza.
Los jinetes no esperaron ninguna orden para abrir fuego, varias flechas no llegaron a tocar al
blanco, sin embargo otras dieron plenamente en el rostro y pecho.
Fin.
Aclaración:
Kengar, es una criatura fantástica de fuego.
KHALID B.T.