Ensayo Paes competencia matematicas 2 Preuniversitario
21 Domingo Ordinario - A
1. ¿QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ?
21º DOMINGO ORDINARIO – CICLO A
Todo el mensaje de los evangelios podría condensarse en la pregunta
que Jesús dirige a sus discípulos. Es una pregunta crucial para todos los
que nos llamamos cristianos. Porque de su respuesta dependerá la
autenticidad de nuestra fe.
Primero Jesús les pregunta: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del
hombre? Y escucha sus respuestas, que son el eco de lo que el mundo
piensa sobre él. También hoy podríamos llenar libros y páginas con lo
que la gente dice de Jesús. ¡Hay tantas opiniones y teorías! A Jesús le
han colgado todo tipo de etiquetas: profeta, sanador, místico,
revolucionario, alma disfrazada de humano, avatar de una larga serie de
seres iluminados, hombre bueno, rabí campesino o filósofo cosmopolita
poseedor de conocimientos esotéricos. A parte, tenemos la imagen de
Jesús que nos ha transmitido la Iglesia, y el que podemos conocer a
través de las Escrituras y de la teología. ¿Con cuál de ellas nos
quedamos?
Pero luego Jesús cambia la pregunta: ¿Quién decís vosotros que soy yo?
¡Esto es más difícil de responder! Si nos la hiciera a nosotros, ¿qué le
diríamos? ¿Contestaríamos con una respuesta aprendida, de catecismo,
o sabríamos responder con sinceridad, con lo que realmente sale de
nuestro corazón? ¿Qué es Jesús para mí, ahora y hoy? ¿Qué significa en
mi vida? ¿Qué importancia tiene para mí? ¿Cómo me relaciono con él?
Jesús, ¿quién eres para mí?
Pedro responde con palabras que hoy nos suenan familiares, pero en
aquel entonces debían ser rompedoras y audaces. Tú eres el Hijo de
Dios vivo. ¿Cómo podía saberlo? Pedro no habla por lo que ha oído u
aprendido, sino por lo que vive. Ha compartido muchas horas con Jesús,
lo ha visto curar, predicar y caminar por los caminos de su tierra. Ha
hablado con él, ha comido con él y ha navegado con él por el mar de
Galilea. Lo ama y le seguiría hasta la muerte… Pero ¿cómo puede saber
que este rabino extraordinario es el mismo Dios, encarnado?
Hay cosas que se saben por experiencia, otras por razonamiento o
sentido común. Pero hay otras que sólo podemos saberlas si alguien nos
las cuenta. Afirmar que Jesús es Dios no puede hacerse si no es por
2. revelación. ¿Quién le descubre a Pedro la identidad de Jesús? El mismo
Dios, el Padre, que ha logrado entrar en el corazón de este discípulo tan
entusiasta y sincero, tan deseoso de que venga su Reino, aunque todavía
no ha madurado lo bastante como para comprender que este reino debe
pasar por la cruz…
Jesús felicita a Pedro, no por su inteligencia o penetración, sino porque
ha recibido un regalo de su Padre: la revelación de quién es él. ¿Quién
puede recibir los dones de Dios, si no tiene el corazón abierto? Por eso
Jesús confía en Pedro, aunque sabe que todavía le fallará. Confía en él
pese a sus defectos y cobardías. Confía en el corazón abierto que ha
recibido la voz del cielo. Y por eso le dice: Te daré las llaves del reino de
los cielos. Lo que ates en la tierra, quedará atado en los cielos…
La autoridad de Pedro y, en consecuencia, la de todos los papas, viene
de aquí. No de sus méritos y su valía, sino del hecho que es Jesús mismo
quien le da las “llaves del reino”. Todo lo que haga en la tierra quedará
sellado en el cielo. Del mismo modo, nosotros podemos aplicarnos la
frase. Cuando hacemos algo por Jesús, o en su nombre, o por su amor,
nuestras acciones en la tierra quedan inscritas, también, en el cielo.
Nada de lo que aquí hagamos dejará de tener su eco ante Dios.
¿Quién es Jesús para nosotros? Si queremos conocerlo, no nos faltan
medios. Tenemos las escrituras y la enseñanza de la Iglesia. Tenemos la
eucaristía para encontrarnos con él, físicamente, en el sacramento del
pan. Tenemos a nuestros prójimos, imagen predilecta de Dios, y en
especial a los más pobres y necesitados. Tenemos, finalmente, la
oración, espacio donde abrir el alma y comunicarnos con él. Conocer a
Jesús y cultivar la amistad con él debería ser el centro de nuestra vida, si
es que queremos vivir como cristianos auténticos. Y no hay mejor medio
de conocimiento que el trato diario, frecuente, sincero y tierno. Como
sucede entre los enamorados, que cuanto más se ven y más hablan,
más se desean y se conocen, así también podemos alimentar nuestra
amistad con él.