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JORGE ELIÉCER BAUTISTA RODRÍGUEZ
CARNET DE PERIODISTA ACORD 295
FÚTBOL:
Administración, Violencia y Poder
JORGE ELIÉCER BAUTISTA RODRÍGUEZ
Solo le pido a Dios que el día que me tenga en cuenta para partir
definitivamente de este mundo esté comentando o escribiendo una crónica
de fútbol en el Coloso del Barrio Lleras, el estadio “General Santander”.
Jorge Eliécer Bautista Rodríguez
In memoriam de mi padre
José Joaquin Bautista Sánchez
(Octubre 23 de 1924 – Enero 19 de 2018)
PRESENTACIÓN
Quiero agradecerle a mi padre, José Joaquin Bautista Sánchez
(q.e.p,d), que los domingos me hiciera levantar temprano para realizar
mis tareas escolares y después de un buen baño y almuerzo me tomaba
de la mano, junto a mi hermano Milton, y me llevaba hasta el viejo
estadio General Santander. Era el año de 1962 y, aunque no
comprendía mucho el juego, me llamaba la atención ver las gentes de
mi ciudad gritando a rabiar por el equipo que por naturaleza amamos,
nuestro rojo y negro, o como me decía Ciro Díaz Urrego: “el luto y
sangre de mi Cúcuta Deportivo”.
Desde esas madrugadas, a veces malhumorado, aprendi a querer el
fútbol. No cito que lo jugué porque lo único que de pronto haría sería
mancillarlo.
Luego, Gracias a Dios, pude conocer al maestro Gilberto Maldonado
Moreno (q.e.p.d.), que escribía muy bien las crónicas de los partidos; a
Ciro Eduardo Díaz Urrego (q.e.p.d), que lo analizaba perfectamente; a
Jacinto Jara Mejía, que por primera vez me llevó como locutor de
camerinos; a Jorge Enrique Rico Orduz, que me colocó frente al
micrófono más oido, el de RCN, Los dueños del Balón; a Amilkar Lemos
Llanos, que me contrató como su comentarista central, en aquélla última
época gloriosa de 1988 del onceno Motilón y de Radio 24 de Colmundo
Radio; y a Hernán Sepúlveda Mora, que me motivó para que también
escribiera. Ahí tuve mis columnas en el Diario El Comercio y La Opinión.
Fué en ese trajinar de quince años metido en los medios de
comunicaión de Cúcuta y San Cristóbal, Estado Táchira (Venezuela),
que he oído grandes comentarios de excelentes periodistas deportivos,
pero también monumentales barbaridades de los que quieren
impresionar con verborrea y supuestos de fútbol.
No quise ser del montón, aunque nunca llegue a ser catalogado como
el mejor, y me he preocupado por aprender de los que saben y de crear,
por mi experiencia y estudio, mis propias convicciones.
Producto de toda ese trayectoria, hoy ofrezco éste trabajo. Ojalá sirva
de cátedra cultural del fútbol y no sigamos en la cultura del facilismo y
de comentar lo que el narrador describe.
A las nuevas generaciones que tomen conciencia que el fútbol es un
deporte pero tiene mucho de ciencia. Que no es solamente correr once
para un lado y once para el otro; de ser así todos serían ganadores.
El Autor.
INTRODUCCIÓN
Seguramente son muchos los tratadistas que han expuesto sus ideas
para mejorar el deporte más bello del mundo: el fútbol.
No tengo idea cuántos lo hayan hecho, ni he podido leer a todos
aquellos que les ha inquietado un tema tan apasionante, casi como una
novela, con todos los aditamentos de amor, odio, rencor, celos, envidia,
heridos, muertos y una danza incalculable de dinero.
Cada uno de ellos ha dejado su sentir, sus horas de camerino, su
trasegar por estadios, pueblos, estados, países y continentes.
Otros, los que apenas intentamos jugarlo, que a duras penas si le
damos unas patadas, unos cuantos puntapiés a un balón; que tratamos,
seguramente sin lograrlo, ser parte de un sistema, de contribuir con la
táctica de un equipo, escuadra, onceno o combinado, y que, gracias al
periodismo, pudimos recorrer unos cuantos escenarios deportivos
dedicados a recibir el mejor espectáculo del mundo; no podemos mas
que hacer este pequeño aporte a la biblioteca y literatura extensa del
balompié en nuestro país.
Desde mi provincia, San José de Cúcuta, he tenido he tenido la
oportunidad de ver muchos anónimos del fútbol, pero también a
luminarias del cielo estelar del deporte de multitudes en todo el mundo:
Edson Arantes Donacimiento, Pelé, con su magia y su carisma, hace
evocar aquel equipo blanco del Santos y, como no recordar, el
maravilloso onceno de México 70, bien llamado “La Maquina de Hacer
Goles”. Cuando estreché su mano, en las tribunas del estadio
polideportivo de Pueblo Nuevo, en San Cristóbal, Venezuela, sentí que
estaba sin lugar a dudas ante uno de los más grandes de toda la historia.
Su carisma y don de gentes se palpó en los pocos minutos que tuvimos
para compartir a su lado. Y Diego Armando Maradona, con su sonrisa
de niño mimado y con la magia que sólo tienen los dioses del Olimpo
del fútbol; para citar a los dos más grandes exponentes de la histotia en
Suramérica.
Tal vez podría citar tantos otros que por nuestra vecindad con
Venezuela pudimos admirar en eliminatorias mundialistas, Copa
Libertadores de América, los rentados nacionales y juegos amistosos.
La Copa América en Colombia 2001, gracias a Gustavo Pabón, el
extrovertido y quijotesco personaje de la radio cucuteña, también nos
otorgó la oportunidad de sentir en carne propia un torneo de importancia
y observar en las sedes de Barranquilla, Cali, Medellín, Pereira,
Manizales, Armenia y Bogotá sus gentes, sus idiosincrasias, sus
culturas, sus formas de sentir el fútbol; junto a ellos también a los
administradores convertidos en mercenarios de la novedad y
mercaderes del deporte, aprovechandose del ansia de todos por querer
tomar parte del evento sin precedentes en la historia del país.
Pero volviendo a nuestra patria chica: San José de Cúcuta, también he
aprendido y sufrido con un equipo, el nuestro, “Los Motilones”, el Cúcuta
Deportivo, al verlo navegar en medio de la desorganización, el
oportunismo y el olvido. Con una liga de fútbol que no tiene jugadores
para mostrar a nivel nacional dentro de un plan a corto, mediano o largo
plazo, ni existe un portafolio de referencias para llevar a otras latitudes
y debemos conformarnos con los cuatro grandes de nuestra historia:
Rolando Serrano, Guillermo Santander, Alvaro Contreras y Germán
Gónzalez.
Hoy, ya campeones del futbol profesional colombiano, soñamos que esa
estructura se mantuviera y se solidificara para permanecer por mucho
tiempo siendo protagonistas de nuestro balompié. Sólo fue un sueño,
casi una pesadilla.
Somos testigos también del desperdicio de tanto talento humano que se
perdió entre la cerveza y las mujeres o por un mediano sueldo en las
pocas empresas de nuestra región.
Jugadores sobrados de talento que por su poca preparación académica
se acomodaron en la economía informal, típica de nuestra ciudad, y
terminaron vendiendo helados, prensa, agua en bolsa, o en otras
ocupaciones para llevar el sustento a familias y hogares que formaron
casi sin darse cuenta.
Otros, más afortunados, lograron con el apoyo de sus familias hacerse
tecnólogos o profesionales de todo lo que usted quiera imaginar, menos
del fútbol.
Muy pocos, y por iniciativa propia, militan e equipos profesionales de
nuestro pais pero desechados al final de una pre-temporada por no
tener la preparación básica adecuada para afrontar un torneo de fútbol
profesional de alta competencia, de mucho sacrificio y de poca
rentabilidad en el comienzo de su carrera como futbolista de la división
A.
Escuelas deportivas oficiales, semi privadas y privadas que han
motivado a muchos padres de familia para llevar a sus hijos, y su aporte
económico, pero terminan en viajes turísticos a torneos y competencias
de bajo perfil futurista, hasta que los patrocinadores, en otras palabras
sus familiares, se revientan por las altas inversiones y la poca utilidad
deportiva del niño. Podemos decir que el padre de familia se cansa de
comprar uniformes, de adquirir planes turístico deportivos, de llevarlos
a entrenar, de arriesgarlos en viajes a sitios más alla de los linderos
patrios, de perder domingos enteros en una cancha, o en mil estadios,
con actividades que envuelven los años y el jugador no germina, ni
cumple con el objetivo de ser un profesional de fútbol.
He observado con curiosidad que escuelas del fútbol tienen hasta diez
equipos participando en la liga, en todas las categorías habidas y por
haber, con el ya consabido apoyo de los padres de familia y uno que
otro tío afiebrado por verlo consagrado en Boca Juniors, Real Madrid,
Barcelona, Milán, Bayern Munich o el Manchester United, por citar
algunos de preferida aceptación y, sin embargo, de esos doscientos o
trescientos “futuros futbolistas profesionales” en tres, cinco o siete años
no hay uno solo que haya coronado la cúspide de ser adquirido por un
equipo profesional, y, peor aún, ni siquiera han logrado militar en la
selección de la región para torneos zonales o nacionales. Otros
germinaron en las latitudes ajenas a la nuestra y han logrado escribir
hojas importantes dentro del fútbol nacional, pero son una mínima
expresión de los millares que hemos visto encamisarse en el sueño de
ser profesionales. La estructura del fútbol nortesantandereano es
mercantilista y no empresarial; es de intuición y no de planeación; es de
ilusion y no de convicción.
A própósito recuerdo aquí algunas reflexiones de nuestro premio Nóbel,
Gabriel García Márquez, que de pronto enmarcan la dura realidad de
nuestras ilusiones:
“Somos conscientes de nuestros males, pero nos hemos desgastado
luchando contra los síntomas mientras las causas se eternizan, Nos han
escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, hecha mas
para esconder que para clarificar, en la cual se perpetúan vicios
originales, se ganan batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias
que nunca merecimos. Pues nos complacemos en el ensueño de que
la historia no se parezca a la Colombia en que vivimos, sino que
Colombia termine por parecerse a su historia escrita”.
“Por lo mismo, nuestra educación conformista y represiva parece
concebida para que los niños se adapten por la fuerza a un país que no
fue pensado para ellos, en lugar de poner el país al alcance de ellos
para que lo transformen y engrandezcan. Semejante despropósito
restringe la creatividad y la intuición congénitas, y contraria la
imaginación, la clarividencia precoz y la sabiduría del corazón, hasta
que los niños olviden lo que sin duda saben de nacimiento: que la
realidad no termina donde dicen los textos, que su concepción del
mundo es más acorde con la naturaleza que la de los adultos, y que la
vida sería más larga y feliz si cada cual pudiera trabajar en lo que le
gusta, y sólo en eso”.
“Esta encrucijada de destinos ha forjado una patria densa e indecifrable
donde lo inverosímil es la única medida de la realidad. Nuestra insignia
es la desmesura. En todo: en lo bueno y en lo malo, en el amor y en el
odio, en el júbilo de un triunfo y en la amargura de una derrota.
Destruimos a los ídolos con la misma pasión con que los creamos.
Somos intuitivos, autodidactas espontáneos y rápidos, y trabajadores
encarnizados, pero nos enloquece la sola idea del dinero fácil. Tenemos
en el mismo corazón la misma cantidad de rencor político y de olvido
histórico. Un éxito resonante o una derrota deportiva puede costarnos
tantos muertos como un desatre aéreo”.
“Por la misma causa somos una sociedad sentimental en la que prima
el gesto sobre la reflexión, el ímpetu sobre la razón, el calor humano
sobre la desconfianza. Tenemos un amor casi irracional por la vida, pero
nos matamos unos a otros por las ansias de vivir. Al autor de los
crímenes más terribles lo pierde una debilidad sentimental. De otro
modo: al colombiano sin corazón lo pierde el corazón”.
“Pues somos dos países a la vez: uno en el papel y otro en la realidad.
Aunque somos precursores en las ciencias en América, seguimos
viendo a los científicos en su estado medieval de brujos herméticos,
cuando ya quedan muy pocas cosas en la vida diaria que no sean un
milagro de la ciencia. En cada uno de nosotros cohabitan, de la manera
más arbitraria, la justicia y la impunidad; somos fanáticos del legalismo,
pero llevamos bien despierto en el alma un leguleyo de mano maestra
para burlar las leyes sin violarlas, o para violarlas si castigo. Amamos a
los perros, tapizamos de rosas el mundo, morimos de amor por la patria,
pero ignoramos la desaparición de seis especies animales cada hora
del día y de la noche por la devastación criminal de los bosques
tropicales, y nosostros mismos hemos destruido sin remedio uno de los
grandes ríos del planeta. Nos indigna la mala imagen del país en el
exterior, pero nos atrevemos a admitir que muchas veces la realidad es
peor. Somos capaces de los actos más nobles y de los más abyectos,
de poemas sublimes y asesinatos dementes, de funerales jubilosos y
parrandas mortales. No porque unos seamos buenos y otros malos, sino
porque todos participamos de ambos extremos. Llegado el caso – y Dios
nos libre – todos somos capaces de todo”.
“Tal vez una reflexión más profunda nos permitirá establecer hasta qué
punto este modo de ser nos viene de que seguimos siendo en esencia
la misma sociedad excluyente, formalista y ensimismada de la Colonia.
Tal vez una más serena (sociedad) nos permitiría descubrir que nuestra
violencia histórica es la dinámica sobrante de nuestra guerra eterna
contra la adversidad. Tal vez estemos pervertidos por un sistema que
nos incita a vivir como ricos mientras el cuarenta por ciento de la
población malvive en la miseria, y nos ha fomentado una noción
instantánea y resbaladiza de la felicidad: queremos siempre un poco
más de lo que ya tenemos, más y más de lo que parecía imposible,
mucho más de lo que cabe dentro de la ley. Conscientes de que ningún
gobierno será capaz de complacer esta ansiedad, hemos terminado por
ser incrédulos abstencionistas e ingobernables, y de un individualismo
solitario por el que cada uno de nosotros piensa que solo depende de
sí mismo. Razones de sobra para seguir preguntándonos quiénes
somos, y cuál es la cara con que queremos ser reconocidos en el tercer
milenio”.
“La Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo no ha pretendido una
respuesta, pero ha querido diseñar una carta de navegación que tal vez
ayude a encontrarla. Creemos que las condiciones están dadas como
nunca para el cambio social, y que la educación será un órgano
maestro. Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y
reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a
descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí
misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable y
conciba una etica – y tal vez una estética – para nuestro afán desaforado
y legítimo de superación personal. Que integre las ciencias y las artes a
la canasta familiar, de acuerdo con los designios de un gran poeta
nuestro tiempo que no pidió seguir amándolas por separado como a dos
hermanas enemigas. Que canalice hacia la vida inmensa energía
creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la
violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no
tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía. Por el país
próspero y justo que soñamos: al alcance de los niños”.
Y aunque parezca fuera de tono, todo esto me motivó a escribir éste
libro para educarnos, aunque sea en un mínimo sentido, tanto quienes
ya trajinamos en el mundo del fútbol y, esencialmente, a las nuevas
generaciones.
EL FÚTBOL UNA HISTORIA DE EJÉRCITOS, VIOLENCIA Y PODER
Algunos, tal vez desprevenidos, pueden tomar el fútbol como un simple
deporte de masas. Otros como un invento de los chinos o de los ingleses
que dio resultados altamente positivos hasta poder decirse que se juega
en todos los rincones del planeta.
Los más apasionados lo adoran y se apasionan con él por lo profundo,
lo superficial, lo emotivo, lo trágico o lo bueno de un partido.
Pero la gran realidad del fútbol es que se ha ido compartiendo desde
milenarias épocas la historia del mundo. Ese mundo lento en sus
comienzos pero que se fue dinamizando a medida que nuevos seres
llegaban a compartir este planeta. La economía, la política, las
matemáticas, la administración, la medicina, la ingeniería y todas las
carreras, científicas o no, que usted quiera agregarle, tienen alguna
relación con el fútbol.
Para citar simples ejemplos: los grandes estadios que se han construido
son obra de la ingeniería, la recuperación de lesiones graves es obra de
la medicina, el mercado y comercialización son obra de la
administración, las finanzas son obra de la economía y, si siguiéramos
enunciando, terminaríamos por incluir a brujos y hierbateros mezclados
con el fascinante mundo del fútbol.
Esa historia, imprecisa en el tiempo, sin un espacio exacto, sin una
cronología determinada. Pero mirando hacia el pasado es encontrarnos
con la Gran Bretaña de 1850, y es pasearnos por sus aristocráticos
planteles educativos de Westminster, Harrow y Charterhouse. Esa
sociedad en constante crecimiento económico y en víspera de formarse
como imperio. Con una población económicamente acomodada y con
el tiempo suficiente para practicar lo que se les antojara en sus ratos de
ocio. Es la sociedad británica la que difunde al mundo cantidad de
actividades deportivas. Esa elite aristócrata pero fundamentada en el
pragmatismo. Burguesa, una parte, y aburguesada otra son capacez de
lo inimaginable para divertirse. Esa Gran Bretaña de la segunda época
imperial, optimista del futuro, crédula de un renacimiento colonialista y
segura de sus dominios. Esa Gran Bretaña de exactitudes horarias y
libaciones lujuriosas. Esa Gran Bretaña de majestuosidad, alcurnia, y
fútbol para el pueblo. Pero vamos al principio, al antecedente de
terminología y de organización de los equipos:
LA ORGANIZACIÓN ORIGINARIA DE LA LEGIONES ROMANAS
Roma fue esencialmente una nación guerrera. El desenvolvimiento de
su historia – en particular haber conquistado prácticamente todo el
mundo civilizado conocido en su época, y así conformado el imperio
Romano – constituyó una consecuencia principalmente basada en su
fuerza militar, que terminó imponiéndose sobre todos sus rivales.
Esa capacidad militar desplegada desde los primeros tiempos de la
República de los reges hasta el momento de apogeo del Imperio, se
sustentó por una parte en la organización de sus ejércitos, en la
superioridad de medios y equipamiento con que contaron; pero también
de la eficacia, estratégia y táctica, con que fueron empleados más de
una vez habiendo tenido que adaptarse muy rápidamente a nuevas
formas de combatir, como ocurriera especialmente cuando Roma debió
convertirse en una potencia naval.
La estructura de los éjercitos romanos tuvo su origen en la época
primitiva de la Roma de los reges. Concebida como una mera
agregación de unidades que tenían todas ellas igual conformación e
igual actividad durante el combate, era una estructura muy similar a la
conformación de las falanges de los ejércitos de la antigua Grecia, que
los etruscos le copiaron a las colonias de la Magna Grecia, y los
romanos tomaron de ellos.
La unidad militar básica era la legión. Era un agrupamiento de infantería,
compuesto de seis filas de 500 soldados armados con casco, coraza,
escudo, lanza y espada, que además protegían sus pantorrillas con
perneras. Se trataba de un equipamiento muy pesado, pues si bien
origiariamente las protecciones habían sidoo de cuero, luego se
realizaron en bronce.
Su avance en combate se efectuaba presentando alineados los escudos
a modo de un muro móvil del cual sobresalían las lanzas. La legión iba
acompañada de dos pequeños grupos de jinetes y arqueros, cada uno
de los cuales la flaqueada por uno de sus extremos.
A medida que Roma fue creciendo y aumentaron sus compromisos
militares, el crecimiento del ejército se limitó a aumentar el número de
unidades, uniendo unas legiones con otras.
Fue la derrota ante los galos, y la consiguiente ocupación de la ciudad
de Roma, lo que impulsó a realizar una reforma de la estructura de las
unidades de combate; según lineamientos que se atribuyen al dictador
Camilo, que había dirigido los ejércitos romanos en la conquista de
Veyes.
LAS REFORMAS EN LA ESTRUCTURA MILITAR
La primera de las medidas adoptadas para fortalecer el ejército,
consistió en aumentar sus fuentes de reclutamiento.
Conforme a su organización política inicial, la República de los reges
reclutaba su ejército entre los patricios; pero la necesidad de aumentar
el número de soldados llevó a admitir la incorporación de plebeyos, sin
consideración a su fortuna, de edades comprendidas entre los 17 y los
46 años.
La segunda medida se dirigió a aumentar la movilidad de las unidades
de combate, para lo cual se procuró alivianar el peso del equipo de los
legionarios. La coraza maciza y rígida de bronce, fue sustituida por una
conformada por pequeñas láminas de metal, a la que se designaba con
el nombre de loriga.
A fines del sigo IV a. C., el soldado estaba provisto de un casco
extendido para cubrir la nuca y los costados de la cara, un escudo
curvado sostenido con el brazo izquierdo de aproximadamente 1 m. de
alto, una lanza llamada pilo con forma de jabalina, de algo más de 1,50
metros de largo, que era arrojada previamente al trabar el combate
cuerpo a cuerpo; y para éste, una espada o gladio ( de donde proviene
el término gladiator o gladiador), que normalmente portaba colgando de
su cintura.
La mayor movilidad y adaptabilidad de las legiones a las necesidades
del combate, se obtuvo principalmente por su subdivisión en unidades
menores, los manipula o manípulos, y su organización para el combate
de una configuración distinta de la tradicional, es decir La División de
los Espacios.
En el fútbol, tácticamente la División de los Espacios, en el sistema 4 -
4 – 2, ya sea para Línea de Arrigo Sacci, o en la innovadora Línea
Uruguaya, con módulo 2 – 2 en la zona de volantes, se simula a esta
estrategia militar, seguramente de ahí nació la frase “el técnico manipula
su equipo”.
Administrativamente nos ubicaríamos en la Organización, segunda fase
o etapa del proceso Administrativo, y donde tiene aplicación las Teorías
Administrativas, especialmente aquella que nos habla de la División del
Trabajo para hacer más efectivas las empresas. En otras palabras
distribuir los esfuerzos para un mejor o mayor rendimiento.
Cada legión comprendió 30 manípulos, dispuestos en tres filas paralelas
de diez manípulos cada una; de modo tal que los de la primera fila se
formaban en forma cuadrada, integrados por los soldados más jovenes
y novatos, que constituían la categoría denominada astati; en tanto que
las dos últimas se extendían a los lados en forma rectangular, y se
componían de los soldados más veteranos, de las categorías de los
princeps y los triari.
Cada unidad de manípulos se colocaba en el campo de batalla dejando
un pequeño espacio entre ellos; pero esos espacios quedaban cubiertos
por los manípulos de las filas posteriores, que de ser necesario podían
avanzar por esos espacios para detener a los enemigos que pudieran
estar debordando la primera línea de defensa de la legión.
La nueva organización manipular otorgó a la legión roman una movilidad
muy superior, que tanto le permitía agruparse en una unidad compacta
en la misma forma de la legión antigua, como desplegarse sobre el
terreno aunque manteniéndose igualmente como una unidad de
combate; lo cual, evidentemente, aumentó su capacidad de maniobra
en todo tipo de terrenos, no solamente en las planicies.
A la reforma de las unidades de infantería, se agregó un aumento de la
importancia de las unidades de caballería, a quienes los romanos
designaban como velites (veloces).
Dentro de la nueva estructura manipular, la caballería no solamente
podía actuar en la forma tradicional cubriendo las alas de la legión, sino
insertarse en ella a través de los corredores que formaban las filas de
manípulos, hacia los puntos en que podian intervenir más eficazmente
en el combate.
A ello agregó la incorporación de diversos tipos de máquinas de guerra,
especialmente aplicables a las situaciones de ataque a fortificaciones;
en buena medida originarias de los griegos del sur de Italia, y algunas
de origen aún más remoto.
Las torres rodantes tenían origen asirio, y permitían aproximarse a las
murallas llevando a los soldados en su parte superior, para combatir a
los defensores de las fortificaciones.
Las funciones equivalentes a la artillería, eran cumplidas mediante las
ballestas y las catapultas. Las primeras eran versiones pesadas del
arco, constituidas por un elemento elástico fuertemente tensado, que al
ser liberado impulsaba grandes dardos, frecuentemente con sus puntas
encendidas para incendiar el interior de los fortines; colocado todo el
artefacto sobre una plataforma sobre ruedas.
Las actapultas funcionaban también con base a un gran brazo elástico
fuertemente tensado por una soga enrollada en una polea y dotado de
un mecanismo de liberación, que afirmado en su base giraba hacia
arriba despidiendo piedras desde una especie de cazoleta o cuchara
colocada en el otro extremo.
Estos instrumentos solían tener un alcance cercano a los 500 metros,
con lo que resultaban sumamente eficaces en el combate, sobre todo
contra ejércitos mucho más primitivos, como los de algunos de los
pueblos con que combatieron los romanos.
EL EJÉRCITO CIUDADANO
Al contrario de lo que ocurría en la época de los siglos IV y V a. C. en
algunas civilizaciones más antiguas, que acudían a ejércitos de
mercenarios generalmente extranjeros, los ejércitos romanos se
caracterizaron por ser ejércitos integrados por soldados que eran a la
vez ciudadanos, y que por consiguiente estaban animados de una
concepción patriótica.
Los habitantes de Roma que gozaban del derecho de ciudadanía,
tenían obligación de cumplir un servicio militar hasta la edad de 46 años,
lo cual, dadas las expectativas de vida en esas épocas, constituía una
edad bastabte avanzada. El tiempo de servicio era de diez años en la
caballería y de dieciséis en la infantería; aunque de ser necesario, esos
plazos podían ser extendidos.
Los legionarios debían solventar su equipo, de manera que como regla
general los que estaban en condiciones de equiparse para servir en la
caballería eran los dotados de mayor fortuna. Por el mismo motivo, los
que no estaban en condiciones económicas de proveerse del equipo
militar, eran eximidos del servicio militar, situación que cambió cuando
el Estado romano dispuso de una flota de mar, y éstos fueron
destinados para formar sus tripulaciones.
Para hacer la carrera política y ocupar las magistruras del Estado, el
ciudadano debía haber cumplido previamente sus obligaciones de
servicio militar.
La convocatoria a integrar el ejército se realizaba de acuerdo a las
circunstancias, mediante el reclutamiento o leva; pero dadas las
frecuentes guerras defensivas o expansivas de Roma, el servicio militar
era muy frecuente. La incorporación a las legiones, siginificaba
necesariamente para muchos el abandono de sus actividades
productivas, especialmente las agrícolas que eran las predominantes
en la República romana, y, con ello, sufrir importantes perjuicios
económicos. Lo cual ocurría así, a pesar de que por lo general se trataba
de campañas militares de corta duración, incluso por razones climáticas.
Por tal motivo, hacia la época de la guerra de Veyes, la necesidad de
obtener legionarios llevó a que el Estado estableciera una
compensación económica o sueldo para quienes cumpían el servicio
militar.
En consecuencia, un elemento fundamental del funcionamiento de los
ejércitos romanos estuvo constituido por la disponibilidad del botín de
guerra; o sea de los bienes y propiedades tomados a los vencidos.
Naturalmente, los primeros componentes del botín de guerra estaban
constituidos por los bienes valiosos existentes en las tierras
conquistadas, especialmente en las ciudades. En principio, además, los
habitantes de los territorios conquistados eran convertidos en esclavos,
que pasaban a ser propiedas de los jefes y otros integrantes del ejército.
Oficialmente, las tierras conquistadas pasaban a ser patrimonio del
Estado romano; pero se entregaban a los patricios, y frecuentemente
en gran medida a los principales generales, en calidad de ocupación
rentada; amenudo a precios muy bajos. Los pobladores, que en muchos
casos las habían cultivado como campesinos, continuaban haciéndolo
en calidad de esclavos.
Cuando las actividades militares de Roma se expandieron, y se
levantaron enorme ejércitos que fueron comandados por generales
famosos y se conquistaron territorios de civilizaciones más antiguas y
ricas, las riquezas que conformaban el botín de guerra pasaban a
disposición de los generales; los cuales hacían importantes obsequios
a sus mandos subordinados y a los soldados más fieles y leales.
Esto, naturalmente, cambió el centro de las lealtades militares; haciendo
que paulatinamente las legiones dejaran de prestar su lealtad al Estado
romano para prestarla principalmente a sus líderes, con lo cual éstos
adquirieron de hecho un poder personal que prontamente utilizaron para
imponerse políticamente por encima de los órganos políticos del Estado.
Oficialmente, cuando los ejercitos romanos salían en campaña de
guerra, eran comandados por los magistrados y los cónsules; quienes
eran funcionarios electivos, cuyos mandatos duraban un año. Por lo
tanto, no estaban en condiciones de liderar eficazmente una fuerza
armada, ni tenían por lo general formación y habilidades como militares.
Esta situación determino que los Cónsules que obraban como
comandantes supremos designaran lugartenientes (asistentes de
campo), a quienes se denominaba legados, y que se escogían en base
a su capacidad militar y ascendiente disciplinario sobre los soldados
(parecido al Asistente Técnico).
LA PROFESIONALIZACIÓN DEL EJÉRCITO ROMANO
Las campañas que inicialmente habían sido breves y que por lo tanto
pudieron ser atendidas por un ejército ciudadano prontamente
licenciado, con el tiempo y la expasión de Roma se hicieron más
extensas y complejas desde el punto de vista militar.
Por lo tanto, fue necesario profesionalizar el ejército, creando un cuerpo
de oficiales que ejercieran el mando intermedio, a los cuales se designó
como los centuriones, debido a que tenían a su mando las centurias. A
razón de 60 en cada legión, los centuriones estaban subordinados a los
tribunos militares, que eran 6 en cada legión, y eran electos por los
ciudadanos de Roma.
Se enfocaba de esta manera un verdadero escalafón de oficiales y jefes,
integrado por los legados, los tribunos militares y los centuriones;
aunque todos ellos eran comandados por los Cónsules, que no eran
militares de carrera pero debido a que por lo general habían prestado
servicio militar antes de alcanzar sus cargos, en algunos casos
evidenciaron notable talento militar.
Por otra parte, fue haciéndose cada vez más frecuente que al término
del mantato anual de un Cónsul que se encontraba al frente de los
ejércitos en campaña, el Senado resolviera prorrogarle el mandato por
un año más. Surgió asi la figura del Procónsul, que con el correr de los
años se convirtió en un líder político a la vez que militar; cuya creciente
influencia emanada de la fidelidad personal que le prestaban sus
legiones, tuvo una muy importante incidencia en el desenvolvimiento de
los sucesos que condujeron de la República al Imperio Romano.
La relación disciplinaria se basaba en un juramento personal prestado
por cada soldado hacia el general de su legión, el sacramentum, y que
imponía al soldado una obediencia absoluta. Las sanciones por las
faltas a la disciplina podían consistir en la privación del sueldo, la pena
de azotes, e inlcuso la pena de muerte. Las manifestaciones de
disciplina colectiva, eran sancionadas con el diezmo, castigo que
consistía en dar muerte a la décima parte de la legión.
La cohesión y el espíritu de cuerpo de las legiones, era estimuldo
primeramente mediante un sistema de simbolos, consistente en
insignias distintivas de cada legión, de las cuales sus integrantes
sentían especial orgullo. Los símbolos se colocaban sobre una lanza o
pica colocada verticalmente, siendo objetos representativos de los
valores a los que se rendía devoción, y que culminaban en una figura
de un animal al que se asignaban también valores afines a la valentía
militar, como el jabalí, el lobo o el caballo y preferentemente al águila.
Los méritos militares resultantes del combate, eran exaltados mediante
la entrega de objetos simbólicos, como coronas de laurel, en actos
públicos de homenaje, que hacían las veces de condecoraciones.
Los grandes triunfos militares eran celebrados mediante actos
multitudinarios, en que las legiones, encabezadas por sus generales
victoriosos, entraban y desfilaban en Roma frente a grandes cantidades
de sus habitantes.
Las ceremonias de celebración de las grandes conquistas y éxitos
militares se distinguían en el gran triunfo y el pequeño triunfo, lo cual
era discernido por el Senado.
El gran triunfo se discernía a los generales que habían cumplido
hazañas militares especialmente excepcionales. El general era recibido
al frente de sus legiones en las puertas de Roma por el conjunto de los
Senadores encabezando una gran multitud de ciudadanos. Ingresaba a
la ciudad para recibir homenajes del nivel reservado para los dioses;
montado sobre un carro de triunfo tirado por una cuadriga de caballos
blancos, llevando en su cabeza una corona de laureles. Los guerreros
vencidos avanzaban encadenados, delante del carro, flanqueados por
legionarios que portaban las riquezas conquistadas; y detrás del carro
el resto de los legionarios portaban ramas de laurel. Llegados al
Capitolio, el general triunfador ingresaba al templo de Júpiter y se
ofrecían al dios sacrificios, dejándole como ofrenda parte de las
riquezas obtenidas como botín de guerra.
La ceremonia del pequeño triunfo era bastabte más modesta; el
triunfador entraba en la ciudad caminando, y se dirigía al templo de
Júpiter donde se sacrificaba una oveja.
La breve reflexión de todo lo relacionado a los ejércitos romanos, la
podemos resumir asimilando lo que se hacía con los soldados y lo que
se hace en el fútbol.
Los Cónsules en el fútbol tomarían a figura de Directivos. Sin haber sido
jugadores saben de la administración del fútbol. El Lugarteniente es el
capitán del equipo. Hombre de confianza en el campo de acción. Las
Centurias son los equipos con todas sus divisiones inferiores. Los
Tribunos Militares quedan asociados con los Entrenadores, Directores
Técnicos y Directores Tácticos o Deportivos. El Sacramentum pasa a
ser el juramento táctico del jugador cuando se coloca la camiseta del
club y lo muestran ante la afición, y la prensa propaga la noticia. La falta
de disciplina se sanciona tambien con multas económicas. El Diezmo
se representa cuando “dan de baja” los directivos un buen número de
jugadores. El desfile son las caravanas de hoy en dia para glorificar y
diosificar a los jugadores. El Gran Triunfo conlleva, igual que allá,
caravana, recibimiento de ministros, presidente, gobernador o alcalde a
los héroes. Y el pequeño Triunfo, igual que hoy, para las divisiones
inferiores. Allá mataban una oveja, hoy nosotros hacemos un suculento
asado.
La historia de los ejércitos y su aporte, de pronto sin saberlo, a
fascinante mundo del fútbol.
ANTECEDENTES DEL JUEGO DEL FUTBOL
Pero el fútbol no parece ser todo, retomando el tema de la sociedad
británica, porque los juegos, aunque remotos, son los precedentes del
deporte de multitudes. No hay datos completamente veraces y muchos
pasan a la categoría de leyenda, pero es en ellos donde se debe sentar
el pasado del fútbol.
Por eso, y gracias a investigadores que nos antecedieron, coinciden en
situar los inicios en el Extremo Oriente, concretamente en China y en
Japón. Es allí donde eruditos chinos, Tsao Tse y Yang Tse, que
señalan y expresan la existencia de un protofútbol, en los remotos años
del siglo XXV, antes de nuestra Era Cristiana. En esos tiempos con el
primer promotor que se tenga referencia, un emperador de nombre
Xeng-Ti, porque los soldados que integraban su ejercito eran obligados
a practicar, entre la variedad de ejercicios de adiestramiento, un deporte
bastante parecido a nuestro fútbol, y que tenía como útil una bola o
pelota. Ese balón antepasado consistía en un pellejo que, después de
un cuidadoso tratamiento de secado, se rellenaba de pelo grueso, en lo
regular crines de caballo, virutas de madera y hasta materiales
vegetales oriundos de los bosques chinos.
De acuerdo a Tsao Yang, dos bandos se colocaban en disputa del
balón, permítanme llamarlo así, disputa real y efectiva de violencia,
utilizando las manos pero sin descartar el uso de los pies para lanzarla
a mayor distancia y coronar la meta de las huestes rivales.
Hueste, otro término usado para hablar de fútbol, es un término militar
como muchos que ya hemos mencionado; al menos los reyes así
llamaban a sus ejércitos: Huestes.
Es curioso encontrar en esos relatos que los soldados, que violaban las
normas del código militar, eran castigados a llevar a puntapiés una bola
de aquellas hasta una distancia considerable. Fallar en el intento podía
significarles la pena de muerte.
Resumimos que en China el fútbol fue cuna de las casas militares y tuvo
un porcentaje alto como adistramiento y, muy poco, de espectáculo.
Los Griegos, precursores de los tamaños de las pelotas, construían
unas del tamaño del puño humano, una bola de tenis, otra del tamaño
de la cabeza humana normal y estándar, porque qué tal si hubiesen
tomado los más cabezones, jugariamos hoy el fútbol con un balón de
balocesto. Y una última categoría que era una pelota equivalente al
diámetro del pecho de una persona. Aclaro que las mujeres no eran
tenidas en cuenta. Todas, las pelotas, eran elaboradas con vejigas de
mamíferos, regularmente de cochinos, y se rellenaban de lana, crines,
plumas o vegetales resistentes a los golpes.
El primer balón inflable, construido con vejigas de animales, data de la
ciudad griega de Samotracia, trescientos (300) años antes de Cristo.
Allí, en una pintura de la época, se aprecia a un hombre llenando a
través de un tubo, algún tipo de caña hueca, uno de esos esféricos.
Y los grandes filósofos y políticos griegos, si no practicaron el fútbol, al
menos lo vieron. Homero, en su libro La Odisea, cita la práctica de
algunos de ellos. Sófocles, en su obra teatral “ las traquinianas”,
representa un juego de balón practicando con las manos.
Los romanos, recicladores de culturas extranjeras, asimilaron de los
griegos sus artes, pensamientos y constumbres. En le deporte se
culturizaron con los juegos Olímpicos Helénicos y acogieron sus
practicas, No podemos olvidar la invasión romana a Grecia. Los griegos
con su deporte denominado epyshiros dieron origen al haspartum de
los italianos, que se practicaba con pies y manos. La variante allí es que
los romanos utilizaban entre sus prendas deportivas unas manoplas que
servían durante el trayecto del partido cuando había una falta. Si el que
golpeaba y el golpeado acordaban se iban a las manos. También, desde
el inicio del cotejo, acordaban que se podían golpear a manoplazo
limpio. En la actualidad hay jugadores que no usan manoplas pero
reparten de lo lindo. Lo anterior demuestra que la violencia no es un
invento del fútbol, ni de la sociedad de hoy.
El haspartum resultaba tan interesante que las tropas del ejército
romano lo asimilaron como práctica física. Es de imaginarse uno con el
balón esquivando patadas y puños a diestra y siniestra. Mejor
preparación para ir a una guerra, que era cuerpo a cuerpo, no podía
haber. Parece ser, aunque no haya documento, que esa práctica
romana, con el paso de la legiones por otros lugares, llevó a que fuese
practicando en otros lugares de Europa, especialmente Galias y
Britania.
Siendo más recientes, 1410, en una crónica florentina, se describe el
Gioco del Calcio como un juego de pelota que se escenificaba en la
Plaza de Santo Spirito de Florencia.
Florencia, cuna de la cultura, poderosa en muchos aspectos, entre ellos
el manejo del poder a través de la política, y centro de atención de la
época, concibió los primeros dirigentes del fútbol. Fue Pietro Medici,
que seguramente leía las ideas de Maquiavelo, quien reunió un buen
grupo de jugadores del calcio. Consiguió el apoyo de lo políticos
florentinos y decretó que su práctica serviría “para construir una válvula
de escape para el agitado ciudadano de Florencia, acosado por las
necesidades económicas y, a veces, sumido en el aburrimiento” Si
hubiera vivido en Cúcuta tal vez también hubiera pensado así.
El juego consistía en enfrentar en un compromiso a dos bandos, que
podían integrarse con 20, 30 o 40 jugadores, esto dependía de las
medidas del campo donde se fuera a jugar. Era regular que actuaran
veintisiete (27) jugadores por equipo. Para quienes gustamos del
sistema, por favor no confundan con estrategia, técnica, ni táctica; estos
equipos se ubicaban en el campo de juego con la siguiente distribución:
tres defensores, cuatro medias puntas, en la época florentina eran
llamados tres-cuartos, cinco medios, y quince atacantes.
Numéricamente: 3-9-15. Sistema ofensivo en el papel. Ah, considero
que era bien complicado si hubiesen existido los Directores Tácticos por
aquella época, e imaginen los costos de la nómina.
De todos los campos deportivos de Florencia, el histórico fue el de
Santa Croce, tenía ciento treinta y siete (137) metros de largo y
cincuenta (50) de ancho. Seis (6) árbitros dirigían y controlaban el
desarrollo de las jugadas. Estos árbitros no se ubicaban en el campo de
juego sino en una tribuna lateral, tribuna especialmente construida para
ellos.
El juego utilizaba las manos para recepcionar el balón originaba la
batalla campal porque eran permitido los agarrones, revolcones, golpes
y otras tretas antideportivas. En sus comienzos el partido se iniciaba
con un balón sacado desde un lateral, regla que fue cambiada para el
saque desde el centro del campo de juego. La meta o portería, era
custodiada por uno de los defensas, recordemos que eran tres, y que
era el único jugador que podía lanzar o pasar con sus manos el esférico.
Algunos equipos dentro de su parte de entrenamiento recreativo juegan
con “portero movible” (cualquiera puede ser el portero).
El compromiso se iniciaba cuando empezaba a caer el sol, más o menos
las cuatro (4) de la tarde; costumbre que fue tradicional en nuestros
rentados nacionales; y su duración era hasta que desaparecía el sol en
el horizonte, más o menos a las seis (6) de la tarde. Me imagino que en
los días lluviosos no había encuentro. Los rivales se ataviaban de
vistosos uniformes, con colores distintivos de su escuadra, enlazados
todos de las manos, en señal de confraternidad, cosa que se olvidaba
cuando empezaba el espectáculo y se desencadenaban las zancadillas,
puntapiés, codazos y agarrones.
Los comerciantes eran sus principales gestores y se programaba para
los momentos especiales donde ellos tomaban parte. Esos momentos
eran las ceremonias políticas, el fútbol presentado como espectáculo
del poder, encuentros de embajadores, para darlo a conocer al mundo
exterior, bodas y otras cuantas fiestas similares. Recordemos que todos
los días de la semana eran laborables, al menos nunca se citan
dominicales, ni semanas santas, ni navidades. Cuando aparecían los
días festivos, se desplazaban los juegos para dichos días.
Pero, olvidaba citarlo, fue por allá en el siglo VIII, cuando un grupo de
vikingos quiso desembarcar en las costas cercanas de la ciudad de
Kingston-on-Thames. Esa agresión llevó a capturar al jefe de los
invasores, ser sentenciado a muerte y decapitado. Su cabeza se
convirtió en un macabro balón al que le dieron puntapiés hasta quedar
desintegrado.
El efecto conllevó a la construcción de pelotas que semejaban la cabeza
humana y se colocaba en un punto intermedio de dos poblaciones.
Ganaba el pueblo que fuera capaz de llevar a puntapiés el esférico
hasta la aldea contraria. Allí podían participar mujeres y hombres. Si era
violento, no cabe la menor duda.
La historia de la humanidad ha sido paralela a la historia del fútbol.
Miremos someramente el pasado de barbarie de nuestros pueblos
donde la cabeza era un trofeo preciado y valorado para quien o quienes
lo conseguían, y testamento de admiración de toda una comunidad que
se asociaba a esos triunfos y los sentía como propios emitiendo
desgarradores gritos y frenéticas carcajadas de júbilo. Hoy en día se
conocen como Sociedades Sentimentales.
Las damas más bellas y prestantes salían a los jardines de sus casas o
a los balcones de los castillos para arrojar una flor al gladiador que, en
franca lid junto a un grupo de soldados, portaba en estacas las cabezas
de aquellos que no se habían preparado para combatir y por falta de
destreza, por falta de preparación física o simplemente, porque el rival
era mejor, habían quedado siendo trofeos, de mal gusto para la
sociedad actual, pero de invaluable valor por aquellas culturas del
barbarismo.
Ese júbilo y esa algarabía vinieron a ser desbordantes cuando un
gladiador desmontó de su cabalgadura, cita otra crónica, y extrayendo
la cabeza de la estaca la ofreció a su rey, luego a su reina, después a
sus soldados y, después de ofrecerla a su pueblo, de un puntapié la
envió por los aires para que la cultura del ejemplo hiciera su aparición.
Todo el pueblo la paseó a puntapiés por los campos y caseríos hasta
caer extenuados ante la nueva actividad creada por el hombre: patear
cabezas de pueblo en pueblo como símbolo del poder de sus ejércitos
sobre los ejército de los demás.
La barbarie no fue entonces ajena, sin saberlo, a la gran historia del
fútbol. Patea y corre es la premisa de la Barbarie y en éste análisis
veremos que igual aconteció con los albores del fútbol.
Fue a mitad del siglo XIX cuando se ajusta el deporte del fútbol a unas
cuantas normas para hacerlo menos sacrílego y de mejor aceptación
entre las clases de todo el mundo.
El fútbol se jugó entre pueblos enteros que aprovechando los prados
circundantes a sus ciudades hicieron una gran pelota que era impulsada
con manos, dorso, espalda, piernas y pies. La lógica les indicó que
hacerla más pequeña les serviría para conducirla más fácilmente por lo
que fueron cambiando hasta quedar sustituidas por una vejiga inflada,
de poca durabilidad por cierto, por lo que la recubrieron de cuero y se
hizo más duradera.
El inicio de este deporte maravilloso incluía manos y pies no solo para
conducir la pelota, o bola, sino para ir contra los adversarios, en donde
las patadas voladoras no eran extrañas. Un hombre, de los mayores del
pueblo, vigilaba montado sobre un brioso corcel. Su función de árbitro,
aunque todavía no estaba estatuido, era vigilar el “limpio”
desenvolvimiento del encuentro, e interponer su cabalgadura entre los
jugadores que se olvidaban del balón para “levantar a física pata” a
alguno de sus rivales.
En la Florencia, antes del Renacimiento, señala una crónica anónima,
se practicó un juego, sin nombre conocido, que podía ser cercano al
fútbol que hoy conocemos. Eran dos equipos de veintiún (21) jugadores
que se ataviaban de colores distintos con el único fin de meter una
pelota en la meta contraria de la de su equipo. Las metas o puertas eran
delimitadas por banderas y oriflamas a cada lado de los maderos
principales. El juego, parece ser, era exclusivo de la ciudad de Florencia
porque no se refiere que se practicara en otros lugares de Italia.
Las legiones de César practicaron un deporte que ellos mismos
denominan Harpastum, sin una traducción exacta a nuestro español, y
que enfrentaba diferentes huestes de guerreros en ese juego de pelota,
como ya lo describimos.
Los chinos, entre sus historiadores, consideran que antes de la Era
Cristiana, 296 años a. C. citan a la Dinastía Han como propulsora de
un juego llamado “Tsu Chu”, que consistía en impulsar una pelota con
los pies para introducirla en una pequeña meta colgada entre dos postes
de bambú. Tsu significa patear y Chu pelota.
Los británicos, sin embargo, con su época Victoriana, se atribuyen los
inventos de muchos juegos de pelota como el rugby, jockey y tenis,
entre otros.
Aquí comienza la novela apasionante y, a través del tiempo, las tácticas
de los ejércitos se acoplaron a la de las escuadras que practicaban el
balompié. Y se necesitó de directores que planearan las estrategias, de
espías que vieran el trabajo “secreto” de los rivales, de veedores que
velaran por las normas y que la justicia se impartiera equitativamente.
Más de un siglo, por no decir que siglo y medio, ha estado lleno de
estrategias y esquemas estudiados, presentados y revaluados por
técnicos y llevados a la práctica por estelares jugadores. Los británicos,
asiente la historia, fueron pioneros del deporte de multitudes y donde
las clases sociales se entremezclaron para hacerlo mucho más grande.
En un principio el balompié constituía un pasatiempo o juego propio de
las clases bajas pero que se fue dignificando poco a poco. No es un
secreto que la elite social británica rechazó horrorizada esta forma
vulgar de divertirse.
Puede asegurarse que la Revolución Francesa acabó con los
paradigmas de los terratenientes y los grandes señores feudales y dio
las herramientas para que todos pudieran tener las mismas condiciones
y los mismos derechos. El fútbol se apropió de esa metodología social,
disipó las barreras sociales y reúne, en un solo conjunto, a pobres y
ricos en un mismo escenario, a una misma hora, para un mismo
objetivo: ganar a los rivales y “colgar sus cabezas”, literalmente
hablando.
La comunidad Sentimental aparece para unir a pobres y ricos,
mujeres y hombres, poderosos y desvalidos en una sola causa: su
equipo de fútbol.
Las desigualdades de clases queda abolida y en el “Notre Dame” del
fútbol se sella el pacto de ser solo una clase social con los mismos
derechos y con las mismas posibilidades de disfrutarlo.
Pero habíamos quedado en los británicos y el hecho de ser
considerados los pioneros del fútbol. ¿Por qué? Sería la pregunta
lógica.
Los ingleses implementaron el fútbol que hoy conocemos sin
desconocerles también que los albores del deporte estuvieron llenos de
fiera brutalidad. Espero que los filólogos no me critiquen por esto de
fiera brutalidad, por que como dice mi esposa Edith Santiago Nuñez “la
brutalidad siempre será fiera y las fieras siempre serán brutas”.
Fue por el año de 1313 cuando se promulga el primer decreto, del que
se tenga conocimiento, prohibiendo el brutal juego de pelota. Eduardo
II decretaba que todo aquel que corriera detrás de las gruesas pelotas,
creando tumultos en la ciudad, ocasionando graves daños en la
estructura de la ciudad, sería castigado, acogiéndose a que Dios no
permitía tales desmanes. Quien lo creyera, Dios metido en este cuento
también. Eduardo II, entonces, prohibió en nombre del Rey, y bajo pena
de prisión, que a partir de la fecha, no se cita el día, se jugara o
practicara tales juegos en la ciudad.
La violencia en el fútbol primitivo era una simple excusa para generar
violencia, al menos es lo que se traduce del decreto de Don Eduardo
II. Sentirnos fastidiados o amargados sería iluso. La violencia no ha
podido ser arrancada del todo de este deporte y se le ha macartizado
como el único deporte violento, desconociendo el boxeo, la lucha libre,
o el fútbol americano mismo en el que la violencia la ven todos los
espectadores y en todos los encuentros.
Pero no fue Eduardo II el único monarca que estuvo en contra del
deporte y de la violencia que él originaba. Ricardo II, promulgó también
su decreto en el año 1389, y adujo una razón, válida para su alta alcurnia
y su corte, pero irrisoria para muchos de sus súbditos y para nosotros
en este siglo XXI, la razón era que hacía disminuir la práctica del tiro
con arco. ¿Cómo les parece?
Enrique IV, que era menos amigo de escribir decretos, ratificó el mismo
decreto de Ricardo II en 1401, lo que se supone es que el pueblo hizo
caso omiso y siguió practicando el deporte de dar patadas a una pelota
sin mirar que se hacían más pelotas para disparar sobre las porterías
contrarias que arcos para disparar flechas. Este decreto fue repetitivo y
durante el reinado de Enrique VII se volvió a promulgar.
El poder de los reyes contra el deporte del fútbol. La protección de los
gustos soberanos y reales sobre la adicción del pueblo. La
administración apelando a sus leyes para reprimir la diversión popular.
Escocia tampoco dió paso libre al deporte de multitudes y Jacobo I
decretó que nadie podría jugar fútbol en lo sucesivo o recibiría todo el
peso de la Ley. Hubo de sufrir mucho en su tumba don Jacobo cuando
el Tesorero Mayor de Jacobo IV en el año de 1497 ordenó una partida
presupuestaría para la compra de un juego de balones destinado al
encuentro de fútbol que debía realizarse en la ciudad de Stirliing.
Pero si los hombres se opusieron desde sus tronos al fútbol, porque la
violencia no amainaba sino se recrudecía en los encuentros callejeros,
como no esperar que las mujeres se opusieran a su práctica llena de
barbarie. Isabel I, en 1572 hace estricta prohibición.
Esa prohibición era para todo el que se atreva a practicarlo en el
perímetro de la ciudad de Londres. La reina se basó en un artículo de
prensa que denunciaba al fútbol como “no apto para un caballero por
ser anti placentero, causa de furia bestial y generador explícito de
violencia”.
Hubo de ser una época dura para los practicantes del fútbol porque
hasta 1655 se vuelve a reconocer, de parte popular, que las calles de
Londres están llenas de practicantes de fútbol, aunque se recibían las
diarias quejas de ventanas rotas, destrozos en muebles interiores y
tumultos excesivos para el libre paso de los ciudadanos.
Los carnavales no escaparon al fútbol y mucho menos a su prestigio, tal
vez los más famosos son los del condado de Derby. Allí el martes de
carnaval se jugaban partidos de afluencia total de espectadores, de
clásicos Inter- Escuelas, de jugadas fantásticas y de héroes aplaudidos.
Con razón a los grandes clásicos del fútbol se les llama “El Gran
Derby”.
Y no importaba que en esos compromisos los jugadores salieran con
sus piernas rotas, con contusiones en la cabeza, semidesnudos y
apretujados por la multitud que quería estar al pie de la jugada.
Sentar a los jugadores del pueblo a la mesa de negociaciones con los
soberanos del poder hubiese sido, o es, como sentar hoy en día a los
líderes sindicales para negociar con los ministros y el presidente de la
República el aumento de salario, o los nuevos impuestos. De pronto un
poco más civilizados pero a la postre levantando la sesión sin acuerdo
alguno.
Los ingleses, en sus clases trabajadoras y populares, mantenían la
tradición de jugarlo. No había prohibiciones que valieran. Las reglas no
estaban precisas y ajustadas a las de hoy en día pero el juego resultaba
emotivo y fascinante. Partidos de muchas horas de duración, sin
dimensiones exactas de los campos de juego, con bolas no
reglamentaria y zapatos antideportivos hacían una lucha secreta y se
jugaban un partido social. Los soberanos con su poder normativo y los
plebeyos con sus deseos y violencia.
Los académicos aparecen para mediar entre unos y otros, cortesanos y
plebeyos, y se logra la primera normatividad de la que se tenga
referencia, aporte hecho por el profesor J. C. THING, y que titula como
“The Simplest Game”. Es un libro que aparece y que estipula en líneas
generales lo siguiente:
“Se anotará gol cuando la pelota entre en la portería por debajo del
larguero, y no será válido introducirla con las manos. Aquí es cambiada
la cinta endeble que se amarraba a los dos palos verticales y se
reemplaza por un madero transversal.
Las manos serán utilizadas únicamente para detener el balón. Los
pases se harán con los pies.
Si la pelota sale del campo delimitado para el juego será reintegrada
con un “saque de banda”. Esta norma se toma del colegio Cheltenham,
que la implementó entre sus normas. Antes de existir este “saque de
banda”, cuando el balón rebasaba los límites del campo deportivo,
debían esperar que la devolviera al campo algún espectador o, que por
cualquier medio, un jugador saliera y la buscara.
Los saques de portería se realizarán desde el área de puerta o meta.
Se penaliza al que haga una carga desleal contra otro jugador, contrario
al de su equipo. Se castigará con “un tiro franco”, libre directo se dice
hoy, y el equipo infractor tiene derecho a colocar una barrera defensiva.
Se debe reglamentar las dimensiones del terreno de juego”.
Todo esto causó efecto dentro de todas las esferas sociales y no se
hace esperar que los jóvenes estudiantes de las clases adineradas,
aburguesadas y soberanas pidan que dentro de las clases de deportes
de sus Schools les sea incluido el Mob-Foot-Ball, o sea, un fútbol sin
rudeza y con reglas propias de cada escuela.
La aparición de clubes de fútbol se da. Aunque siguen existiendo
diferencias marcadas, entre los practicantes del RUGBY y los del FOOT
BALL, en cuestión de reglamento. La mayoría se acoge a las normas
de Cambridge.
En 1857 se funda el primer club no universitario de Gran Bretaña, el
Sheffield Club. En 1862, en la ciudad de Nottingham, aparece el Notts
County y se inicia la proliferación de equipos en todas las ciudades.
La aparición de clubes, y las reglas de Cambridge, conllevan la creación
de The Football Association, en la famosa reunión de la Freemason´s
Tavern, de la barriada londinense de Great Queen Street, el 23 de
octubre de 1863. Las novedades reglamentarias son:
- La longitud del campo será de ciento ochenta y un (181) metros
de largo y con un ancho variable.
- Los verticales quedaron fijados tal y como se ven hoy en los
estadios donde se juega al fútbol, pero el travesaño estaba a una
altura de cinco metros con cincuenta (5.50) centímetros. En 1875
se establece que cada vertical tendrá una altura máxima de dos
metros y cuarenta y cuatro (2.44) centímetros, acorde con la talla
de un hombre normal con el brazo levantado. En 1873 se había
creado la figura del guardameta, y quedaba como único jugador
habilitado para usar las manos para detener y lanzar el balón.
- Los defensores no podrán tomar el balón con las manos. A estas
alturas no existía la posición de guardameta, portero o arquero.
(Se hizo la reseña en el literal anterior).
- Se sancionará como falta cualquier puntapié contra el adversario.
- Se jugará con el balón normal. (Era de forma ovoide).
- Los practicantes del Rugby siguieron su camino e hicieron caso
omiso a la nueva reglamentación. Eso desligaría al Football del
Rugby. Ellos, en 1871, forman los organismos rectores de su
deporte, lo llamaron “Rugby Unión”.
- El balón entró entonces en la polémica, porque los jugadores de
Rugby consideraban de propiedad de su deporte el balón ovalado.
Esto facilitó que se volviera completamente esférico, favor que
salva el fútbol porque el balón ovalado era de difícil transporte con
los pies, y el esférico si era más manejable.
- Los jugadores de Rugby, violento en su práctica, consideraron,
con la reglamentación impuesta para el fútbol, que era “un
deporte de damiselas que haría retornar a sus practicantes a
la ruda y viril disciplina del Rugby”.
- Era importante lo alcanzado, para no dejarse humillar de los
rugbistas, pero nacía una nueva situación administrativa para
tratar:
La unificación de reglamentos para poder interactuar todas las escuelas.
El hecho de tener diferentes reglamentos no les permitía sino jugar
internamente a cada una de ellas y la idea era sociabilizar por todas
partes el deporte del balompié.
Una extraordinaria coincidencia surge para bien del fútbol. Los claustros
educativos no tenían campos acondicionados para la práctica del
deporte futbolero, apenas si contaba con patios de alguna comodidad
pero pequeños para jugarlo con las manos. El espacio reducido conlleva
que se juegue solamente con los pies. Algo parecido a lo que hacen hoy
en día los jugadores cuando patean la pelota en espacios reducidos, la
conocemos como El Dribbling Game, que da origen a los grandes
dominadores de balón, gambeteadores en espacios muy pequeños y
los rematadores fuertes de media distancia para retirar de las metas a
los defensores.
El auge en todas las clases sociales, así fuera restringida en la alta
sociedad, y la formación de clubes de alumnos para organizar equipos
de fútbol, logra, que en 1848 se publique Las Reglas de Cambridge,
primer intento de unificación de una normatividad para todos los
practicantes de fútbol. Se puede decir que empieza a “intelectualizarse”
el juego brutal y desmedido que se practicaba a nivel popular.
Es solo hasta 1863, un 26 de octubre, cuando todos acuerdan que Las
reglas de Cambridge, originadas en el Trinity College de la Universidad
de Cambridge, son las mejores para la práctica del deporte tan
cuestionado y, en esencia, son todas las que hoy conocemos con
algunas pequeñas reformas, pero básicamente son las mismas.
La reglamentación da origen a clubes, asociaciones y la aparición de
los torneos de liga que tienen vigencia en todo el mundo hasta nuestros
días, como ya lo habíamos tratado anteriormente.
LA PROPAGACIÓN DEL FÚTBOL
Los navegantes y marinos británicos empiezan la labor de la abeja, y en
cada puerto van dejando balones y enseñanzas de cómo jugarlo.
(Fueron los héroes anónimos de una de las empresas más grandes del
mundo, creo que la única que la supera es la del petróleo). Las reglas
están perfeccionadas y conocidas por los practicantes. La proliferación
de jugadores no se hace esperar y reúne a los administradores del fútbol
para dilucidar como reglamentar el pago de aquellos que se dediquen a
jugarlo profesionalmente y nace la estructura administrativa de los
clubes pensando en la rentabilidad que deben de tener.
Inglaterra es pionera de la fundación de los clubes de fútbol, pero
Escocia, tierra glacial, con hombres curtidos por la labor diaria y el frío
penetrante, aparece fundando en 1867 una institución de leyenda:
Queens Park Club. La rivalidad entre británicos estaba dada.
En 1871 se crea la Copa de la Football Association, y en 1872 se
celebra el primer gran Derby de “selecciones” nacionales entre ingleses
y escoceses. Queen Park Club vs. Bolton Wanderers, el 4 de agosto
de 1872, empatando a cero goles, fueron los protagonistas.
En 1873 se funda la federación Escocesa. En 1876 se funda la
Federación Galesa. En 1879 se funda en Irlanda el primer equipo el
Cliffonville Club, y su federación al año siguiente. En 1880, entonces,
las islas Británicas estaban definitivamente organizadas para el fútbol y
los amantes agoreros del Rugby se quedaban con los crespos hechos
de ver fracasada la organización balompédica.
La primera goleada histórica acaeció en 1882, cuando Inglaterra le
infringió trece goles por cero a Irlanda. Los ingleses al ver la
proliferación de clubes, no muy competitivos, crean la Segunda División
en 1887, y se crea el ascenso con catorce clubes.
En 1888 se juega el primer torneo Inter-Clubes de Inglaterra, con doce
(12) equipos, que jugaron a dos (2) vueltas todos contra todos, veintidós
(22) fechas, y pasaron a la historia: Accrington Club, Aston Villa,
Blackburn Rovers, Bolton Wanderers, Burnley, Derby Contry, Everton,
Notts County, Preston North End, Stocke City, West Bronwich Albion, y
el Wolwerhampton Wanderers. El primer gran campeón el Preston
North End, que contaba en sus filas con seis (6) escoceses.
1892: NACE EL PENALTY
En las reglas hechas, para quitar lo violento al juego del fútbol, de la
reunión de la Freemason´s Tavern, en 1863, no se tuvo en cuenta las
jugadas ilegales cometidas dentro del área grande. Pero la práctica
evidenció la necesidad de establecer una sanción grave en las
cercanías de la portería para cortar la brutal presencia de algunos
jugadores que “asesinaban” a sus oponentes, llegando, incluso, a
hacerse famosos por sus despiadadas acciones.
Se atribuye la invención del penalti al portero y empresario William
McCrum en 1890, en Milford, Irlanda del Norte. El debut de los penaltis
fue en la temporada 1891-92 y la primera ejecución (resultante en gol)
de uno fue obra del "Papo Man Heath", del Wolverhampton Wanderers,
en el partido contra Accrington en el estadio Molineux el 14 de
septiembre de 1891.
Así, en 1892, el máximo castigo tenía cuatro atenuantes básicos para
su sanción:
- Hacer zancadilla a un contrario
- Agarrar a un contrario
- Empujar a un contrario, y
- Jugar intencionalmente con la mano.
En la actualidad son nueve, bien conocidas, pero la que más llama la
atención es la de “escupir” a un contrario. Hasta hoy no se conoce un
árbitro que haya sancionado un penalti por escupitajo. Cabe decir que
en sus principios el penalti debía ser solicitado por el equipo afectado y
el árbitro decidía si sancionaba la falta.
En 1897, año en que se establece definitivamente la norma, se hizo
adición de la no movilidad del portero en sus pies, aunque se permite el
balanceo del cuerpo en el momento de ejecutarse el castigo.
En 1980 se solicitó por varios países la rigidez completa del portero. La
Internacional Board no la aceptó.
Como toda sanción, desde su aprobación en 1897, son las
modificaciones principales que se hicieron, drásticas y favorecedoras,
del atacante habilidoso. Esto obligó a los oncenos a marcar fuera del
área y que dio origen a otros sistemas y a otras tácticas.
El penalti es alegría y tristeza. Intimida y asusta. En muchos casos
define campeonatos y salva partidos. El penalti, otro aditivo del mundo
del fútbol.
EL FÚTBOL EN AMÉRICA
Campos deportivos delimitados con precisión, aros parecidos a los del
baloncesto, y esféricas de caucho enmarcan el arranque del fútbol en
América antes del arribo de los conquistadores europeos a nuestro
continente.
Investigadores precolombinos, que reconstruyen lo que la Colonia
ultrajó, envileció y quiso desaparecer, han rescatado datos de la
actividad lúdica de nuestros aborígenes, sin distingo, desde Canadá,
pasando por todo el territorio y llegando hasta La Tierra de los Onas, La
Tierra del Fuego (entre Argentina y Chile).
Si no es el juego del fútbol, exactamente estructurado, el que
practicaron, si hay claras evidencias de la práctica de muchos juegos
de pelota por parte de esas culturas antepasadas. Lo que sí vale la pena
destacar es que de todos aquellos entretenimientos americanos, tienen
como intención básica colocar una bola, pelota, o balón, en una meta.
Que para hacerlo necesitaron varias dimensiones de esféricas y de
rivales que se opusieran al logro establecido de hacer pasar la bola por
esa meta.
Los Mayas heredaron de la cultura Tolteca un deporte curioso que
consistía en que los jugadores, con protección en la cabeza, guantes y
rodilleras, practicaban un juego de pelota, parecido al fútbol americano
en la actualidad. Los campos de juego de unos noventa y cinco (95)
metros de largo y cuarenta (40) o cincuenta (50) metros de ancho. El
primero en la ciudad de Chichén-Itzá, conservado hasta nuestros días,
tiene ciento sesenta y cinco metros de longitud y cuenta con múltiples
muros en los límites, y en ellos gran cantidad de aros.
Parece ser que el juego enfrentaba a dos (2) bandos, de solo cuatro (4)
jugadores cada uno, que debían introducir por esos aros el balón. No
era permitido el uso de las manos y el esférico era impulsado con
cualquier otra parte del cuerpo, especialmente con las nalgas, las
caderas y la espalda. Era tan difícil hacerlo que el equipo que anotara
ganaba de una vez el compromiso. Se podría decir que jugaban El Gol
de Oro.
El deporte tenía mucho de erótico, de espectacular y la preparación
física era para deportistas de alta competencia. El balón era de tres y
medio (3.5) kilos de peso pero con gran capacidad de rebote. Donde los
hicieron, o quienes los traían, es una incógnita para muchos. Si era
violenta esta practica deportiva, es también otro interrogante.
Pasan los años y en nuestro continente los barcos han llegado y las
colonias de británicos lo muestran ante los nativos de cada uno de
nuestros países. Los efectos de la colonia, aún vigentes en muchas
partes, hace que nuestros hombres ya no admiren los caballos y
acorazados hombres venidos de España, Portugal y Alemania sino que
se sienten a la orilla de los campos de juego organizados por los
ingleses para seguir con sus ojos esos extraños juguetes que van y
vienen a discreción de los puntapiés que les dan.
Brasil, potencia inigualable de Sudamérica en fútbol, comienza a ver el
fútbol en las colonias de británicos, esos que enamoraban sus mujeres
con los cabellos dorados y los ojos azules como el firmamento que
cubría las playas del exótico país de la Samba. Pero a los hombres no
sólo les llamaba la atención ver las rubias semidesnudas que se
bronceaban bajo el sol de nuestra América, los embrujaba esa pelota
que brincaba de un lugar a otro y que solo les permitían tocarla cuando
salía, y los ingleses, trabajadores de empresas londinenses, dejaban
que ellos les recogieran y se las devolvieran al campo de juego.
Adquirir esa pelota era exclusividad de los señores británicos y de sus
amigos adinerados del Nuevo Continente que no permiten se les
inmiscuya nadie, menos si es de color. La creatividad, entonces, nace
en el carioca y con trapos elabora las primeras folhas para irse a las
playas de Río de Janeiro, o a los terrenos donde la grama crece
naturalmente, para imitar a los señores ingleses en ese deporte que
ellos llaman Foot Ball.
Las arenas paradisíacas de las playas de Río de Janeiro, que eran
propias, y la bola de trapo, hechas con sus manos, eran lo único que
ellos necesitaban para llevar a la práctica el deporte que jugaban los
ingleses. Sus rítmicas danzas prepararían sus cinturas endiabladas y
su habilidad innata escribirían el resto de la historia.
Pero allí, en Brasil, los emperadores también tenían raíces y, al no poder
prohibir que se juegue al fútbol, entonces prohíben, a través de los
directivos de los mejores clubes, tener entre los practicantes del deporte
a jugadores negros, o de color, para ser más humanizados. “Pintor que
pintas con amor, por qué desprecias su color, si sabes que en el cielo
también los quiere Dios”, Sería el mejor homenaje para ellos, escrito por
Andrés Eloy Blanco, el poeta venezolano.
Y es que la xenofobia de muchos en el mundo del fútbol ha ocasionado
violentas acciones en países donde aún creen que tener la piel de color
es un pecado y un deshonor. Colombia no ha sido ajena a ese problema
porque lo vivimos con Faustino Asprilla y Adolfo Valencia en Europa
donde grupos racistas les escribían letreros grotescos y desobligantes
por el solo hecho de tener la piel oscura.
Pero Dios, sin ser negro, les dio una naturaleza genial para esta nueva
práctica deportiva. Ellos, los hombres de color, se organizan desde los
sectores populares, crean sus clubes y enfrentan con éxito a los clubes
consentidos de los blancos.
El poder económico se une al poder administrativo y concluyen que
esos “negritos” son garotos de los sectores más pobres, con
necesidades de vivienda, alimentación balanceada y, lo que más les
interesaría, huérfanos de dinero, de capacidad económica para sacar
adelante a sus familias, numerosas por cierto.
Si en épocas anteriores, sin quererlo, solo habían servido como
esclavos, como no lo iban a ser de algo que les gustaba: el fútbol.
Aunque parezca una dura apreciación, deshumanizante, tirana,
humillante, no deja de ser muy real… o acaso en nuestros días se
piensa de manera diferente.
Los blancos necesitan de sus servicios y pagarles es muy beneficioso
para sus bolsas desguarnecidas. Así logran llegar a los mejores clubes,
organizacionalmente hablando, y devengan sueldos bajos que poco a
poco se incrementan al convertirse en ídolos populares que llenan las
tribunas de los campos deportivos.
No era el fútbol plenamente depurado aún y mantenía algunas reglas
curiosas como aquella de cambiar de campo cada vez que se conseguía
un gol. En cuestión de uniformes, el pudor de ver un hombre en tanga
loneta, que sería lo mínimo, no permitía el destape que vendría años
después. Eran de pantalón largo al estilo reservista de la época
Victoriana. Púdica en público pero lujuriosa en la intimidad.
El poder, de todas formas, influyendo un deporte al que había
perseguido y querido acabar, pero al hacerse rentable y de influencia
masiva en las clases populares se vincula a él para reglamentarlo y
tenerlo participando en sus decisiones políticas que de una, u otra
forma, influye y benefician el aparato económico y político de un país.
PODER Y VIOLENCIA
Italia, por ejemplo, es otra de las naciones que ha aprovechado la
industria del fútbol para sobresalir en la maquinaria política. Quienes
visitan a Italia encontrarán en la historia los nombres de “Littorio de
Trieste”, “Bertha de Florencia” y “Nacional Fascista de Roma” en los
escenarios deportivos donde se jugó partidos de torneos mundialistas.
Y haciendo aquí un breve paréntesis, nadie podrá negar que Italia se
había preparado a fondo. Pero en el mundial que tuvo como sede,
Benito Mussolini, con su sistema político, superior a todos los demás,
según él, y una raza italiana, descendiente de la “raza superior” que se
promocionaba en Alemania, y que debía convertir a Europa en inmortal,
le dieron otro carisma al torneo. Además, del dinero proporcionado por
el Estado Italiano a los dirigentes influenciados por la política pero al
mando de la cosa deportiva, no fue óbice para Italia contratara dos
extranjeros, las súper estrellas argentinas Orsi y Monti, integrantes de
la selección Argentina, vicecampeón mundial. La premisa, para traerlos,
que eran de descendencia italiana y Mussolini quería que su país fuera
campeón mundial de fútbol en su propio patio. El escrúpulo de juego
limpio no existía si el resultado final era satisfactorio. “El nacionalismo
exacerbado era la primera gran característica de los regímenes
fascistas que implantaron sistemas políticos totalitarios. Así mismo, en
el caso alemán, alentaba un espíritu de desquite por la derrota sufrida
en la guerra de 1914-1918. En el de Italia, que había participado en la
contienda a favor de los aliados, se vio defraudada por las conclusiones
del Tratado de Versalles, que consideró escasamente generosas para
con sus reivindicaciones. Ahora Mussolini aspiraba a conseguir
mediante la violencia y el chauvinismo lo que no alcanzó en las
negociaciones versallescas”, cita una crónica de las publicaciones de
los Mundiales de FIFA.
Por lo tanto, la segunda Copa del Mundo, de 1934, organizada por el
gobierno del país italiano, en cabeza de Benito Mussolini, y no por una
organización independiente y deportiva, consideró que no era una justa
balompédica la que se organizaba sino una guerra. Pero lo más caótico
fue que esa guerra debía ganarse sin prejuicios de ninguna clase y
donde todo era válido. Lo que había que dejar sentado ante el mundo
era la “superioridad” incuestionable e indiscutida de los jugadores que
militaban en la “azurri” ante cualesquiera de los oponentes que asistían
al mundial.
La FIFA de aquella época contempló esa exigencia del fascismo y
permitió que lo deportivo quedara suplantado por lo político. Y ese poder
político encubrió la violencia de los jugadores italianos, la ciega ilusión
de los hinchas, más que hinchas fanáticos enceguecidos, federativos
sordos, ciegos y mudos, y, para colmo, unos árbitros temerosos,
enmarcados en lo pusilánime, que dejaron que se hiciera de todo.
Uruguay no asistió porque presupuestó la politización del evento. Así
fue, el chauvinismo de la prensa y aficionados legitimaron y exaltaron
un régimen que coartó la libertad y dignidad de los ciudadanos. Los
oriundos, como se les llamó a los extranjeros, que vinieron a reforzar
las selecciones, había caído en el abuso de gozar, por parte de algunos
jugadores, de la doble nacionalidad.
Italia ganaba el mundial de la mano táctica de Vittorio Pozzo, que
después lograría la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de 1936 y
la segunda Copa del Mundo en Francia 1938, ya no importaba que se
hubiese ganado con un gol producto de la “energía de la
desesperación”, ni que la mano extendida, como estandarte de
Mussolini, fuera el símbolo de la victoria.
El poder político – administrativo, por otra parte, se preocupa que en
cinco (5) mundiales La Unión de Repúblicas Soviéticas, URSS, no esté
presente. Visitas secretas, pre acuerdos, cartas de FIFA, reuniones de
alta jerarquía política y deportiva logran que en el Mundial de Suecia
1958 la Rusia Soviética debute mundialmente.
Como fue el acomodo, no lo sabremos, pero ante la rapidez y fortaleza
del fútbol socialista lo encasillan en el grupo cuatro con Inglaterra,
ideológicamente opuesto en lo político y social, Brasil, potencia
futbolística y con la aparición del “Rey Pelé”, y Austria. Dicho
coloquialmente “lo mandaron a la licuadora” para que ese fútbol que
venía de una clase dirigente esclavizante de millones de personas no
fuera a superar a la ideología capitalista de libertad: “haga y deje hacer”.
De todas formas Lev Yashin, concluyó siendo el mejor portero del
torneo.
En 1966, precisamente, Inglaterra organiza uno de los Campeonatos
Mundiales más cuestionados de toda la historia. La pérdida de la copa
“Jules Rimet” días antes de la inauguración, el triunfo de Corea del
Norte sobre los Italianos, algo así como David contra Goliat, porque lo
norcoreanos mientras los Italianos ganaban millonarias sumas de
dinero y vivían en la ostentación y la opulencia. Vittorio Pozzo, director
técnico de Italia, dijo: “Los italianos ya no saben que significa luchar por
una camiseta o por un país”; para denotar que solo les importaba el
dinero que ganaban los integrantes de la squadra azzurra. La violencia
búlgara de los jugadores Yakimov y Jetchev persiguiendo a Pelé hasta
lesionarlo de una de sus rodillas. La violencia Argentina en todos los
partidos apelando a juego mal intencionado contra sus rivales. La
predisposición de los organizadores y los árbitros para empujar los
equipos europeos de forma descarada en los cuartos de final. El
acomodo del calendario para que Inglaterra solo actuara en Wembley y
con días de descanso entre uno y otro compromiso. La expulsión por
parte del juez alemán Kreitlen de Rattin, el mejor jugador argentino,
porque, adujeron, le contestó con palabras groseras, comprobándose
después que ni el árbitro hablaba español, ni el argentino hablaba una
palabra de alemán. Para complementar todo lo anterior en posición de
fuera de lugar el árbitro validó el cabezazo de Hurst, en el minuto setenta
y siete (77), para el triunfo inglés de uno (1) por cero (0).
El complemento del acomodo inglés se presentó en el compromiso de
Uruguay contra Alemania Federal donde se colocó al inglés Finney
como árbitro principal. Un balón, que iba rumbo al arco alemán, fue
detenido debajo de los palos con la mano por Schnellinger sin que el
juez viera nada. Alemania se puso en ventaja un minuto más tarde del
incidente con gol de Haller. Seguramente a quien más se le hizo largo
el primer tiempo fue al árbitro que una vez iniciado el segundo tiempo
expulsó a Troche y Silva dejando limpio el camino para los alemanes
que terminaron ganando cuatro (4) por cero (0).
Para complementar la violencia de éste mundial y el poder oscuro de
sus organizadores, el juego Alemania Federal y la Unión Soviética no
fue más que una batalla campal en donde cinco (5) jugadores, Seeler,
Tchislenko, Potkuyan, Beckenbauer, Sabo y Emmerich, se encontraban
fuera del campo en tan solo siete minutos de juego. El árbitro del
compromiso Lo bello de Italia. ¿Qué tal?
CULTURA Y FÚTBOL
Causa risa, acotado el tema anterior, cuando se asegura en algún
comentario que le están “metiendo la mano al partido”. Pareciera que
aún se cree que el deporte del fútbol está por fuera de la influencia del
poder organizativo, del poder político y de la idiosincrasia misma de
cada lugar de la tierra.
Del chauvinista mundial de Italia, donde la política se impuso al
espectáculo, muchas cosas han sucedido en torneos regionales,
nacionales, continentales y mundiales. Lo peor de todo es que el único
perdedor ha sido el espectáculo como tal.
Pero el poder y la administración dejan que los años pasen y el olvido
acabe por sepultar las irregularidades. Por eso después del Mundial de
Inglaterra, de las protestas sudamericanas, de las amenazas de no
volver, para México 70 fueron setenta (70) los países inscritos para la
fase eliminatoria y dieciséis (16) los que llegarían a la fase final jugada
en el país azteca. Al fin de cuentas: poder, administración, violencia y
dinero son los condimentos del fútbol. México lograba así el record de
inscritos para un Mundial en su fase clasificatoria. Hoy doscientos cinco
(205) países son miembros de FIFA, luego sería fácil pensar que La
Administración, La violencia y El Poder van de la mano para producir
los millones que usted pueda imaginarse. Pero si eso se piensa,
debemos también loar a todos los dirigentes que han estudiado,
planificado, reestructurado, financiado y arriesgado sus patrimonios, en
muchos casos, para darle una organización legal y fructífera al fútbol.
No es menos cierta la afirmación que el futbolista, excepcionales casos,
fue un niño de barriada humilde, con problemas de salubridad pública,
con hambre, sin mucha educación con familias numerosas y cada día
más empobrecidas, que habita en lugares lejanos del centro de la
ciudad, que no tiene alimentación balanceada, que apenas logra una
educación básica secundaria, que se inicia silvestremente como
futbolista, que los peladeros de su barrio o su comuna le albergan en
los picaditos o encuentros de los vecinos de su cuadra, que se someten
a entrenadores que logran con ellos el sustento y, a veces, hasta saciar
con ellos las aberraciones que llevan encima y después de mucho
trajinar pueden lograr el golpe de suerte que los saque de ese mundo
de incomodidades y miseria.
El dirigente, excepcionales casos, fue un niño de estrato cuatro o cinco,
con las comodidades de unos padres adinerados o acomodados, que
no conocen el hambre física, instruidos académicamente, con familias
pequeñas, uno o dos hermanos, que se les enseña la cultura del poder
y del dinero, que aprenden a conocer de jóvenes las industrias o
negocios de sus padres, que los elegantes clubes los relacionan con
otras personas de idéntico perfil y con la mentalidad de inversión-
ganancia.
En lo anterior está la gran diferencia entre futbolista y dirigente, entre
empleado y patrón, entre sumisión y poder y entre administrado y
administrador.
El otro grave problema que diferencia, quien administra y a quien lo
administran, es la base cultural que relacionamos anteriormente. El
jugador cuando gana un dinero suficiente piensa en cómo gastarlo, el
dirigente en como incrementarlo. El futbolista quiere darse la vida del
dirigente, el dirigente gasta solo lo necesario. El futbolista encuentra en
la belleza y el licor, por no citar otros vicios, una forma de aparentar que
es poderoso, el dirigente todo lo hace bajo la intimidad y el secreto. El
futbolista se le paga y de inmediato piensa en cómo gastarlo, el dirigente
piensa en cómo invertirlo. El futbolista compra unos zapatos de
doscientos mil pesos para “chicanear”, término que usa mi hija Edith
Johanna que significa lucirse, antes sus compañeros y para ir a una
discoteca a acabar con lo que queda de la quincena, el dirigente se
compra los mismos zapatos para ir al club a sellar un negocio de
millones de dólares. El futbolista aparece en público con una
despampanante mujer que le cuesta millones mantenerla, el dirigente
tiene una despampanante mujer que le ayuda a cerrar los negocios que
le representan millones de ingresos.
Cuestión cultural de una sociedad que no se preocupa por humanizar al
jugador y culturizarlo o reculturizarlo para que tenga visión empresarial
y calidad de profesional de fútbol.
No es profesional quien se coloca un uniforme del Nacional, del
América, del Santa Fe, del Cúcuta, del Parma, del Boca Juniors, o
cualesquier otro onceno profesional. Esas camisetas las han vestido
muchos que hoy están en la miseria, en un hospital de enfermos
mentales, en una clínica de recuperación psicoactiva, tirados a las
puertas de los bares que sonsacaron su dinero, detrás de la mujer que
les usufructuó sus millones, ebrios en la calle de la ciudad que vibró con
sus jugadas, durmiendo en las graderías del estadio que se llenó para
disfrutar de su fútbol, en la celda de una prisión recordando sus tarde
de gloria o en la tumba olvidada de un cementerio que ya nadie visita.
Lógico, no solo es el futbolista el que tiene la culpa de que veamos con
asombro en las páginas de los diarios, en las pantallas del internet, en
las imágenes de televisión o en las noticias de la radio que un jugador
de renombre muere drogado, pobre u olvidado.
Nosotros también tenemos una responsabilidad inmensa, los que
vamos a la tribuna del estadio con atuendos de guerra, pintados como
guerrero apaches, que gritamos y ultrajamos a cuanto opositor de bando
se nos presente, que irrespetamos al niño, a la mujer y al anciano; que
excretamos y nos complacemos con arrojarlas sobre los demás
espectadores; los que pedimos violencia contra el jugador contrario,
contra el árbitro, contra el juez de línea; que incendiamos el estadio
porque perdimos; que destruimos los escenarios deportivos porque nos
cae mal un dirigente; que tiramos la pila, la piedra, el ladrillo con la firme
intención de herir y matar a los que no comparten mis ideas; que
llegamos al escenario deportivo con las consignas de vencer o morir,
que aplaudimos cuando arrasamos con el oponente sin importar que
sea a codazos o a patadas.
También somos culpables los que desde una tribuna periodística
mentimos, embaucamos, prostituimos la noticia. Los que endiosamos al
jugador en la buena tarde de triunfo pero que lo flagelamos y
crucificamos en la derrota. Los que atacamos porque el dirigente no es
de mis afectos. Los que envilecemos al deportista sin pensar que
esclavizamos al hombre. Los que día a día seguimos un equipo para
resaltar sus errores a gritos, pero hablamos en voz baja y asolapada
cuando triunfan. Los que esperamos la derrota para freír sobre ella
nuestro resentimiento y amargura. Los que esperamos el triunfo para
pegarnos a él sin el compromiso. Los que esperamos el éxito con el
sacrificio de esos otros.
También somos culpables los que contratamos a bajos precios a
sabiendas del bajo rendimiento. Los que negociamos un partido. Los
que nos olvidamos de la lealtad con el deporte y la vida misma.
No culpemos el exceso del deportista, en nuestro caso el futbolista,
porque en muchos de los casos somos nosotros mismos los que los
hemos empujado a ser engreídos, individualistas e inconscientes con
su vida y con su entorno. Que fuimos nosotros mismos los que no
educamos a nuestro hijo, que el profesor no educó al niño, que la
universidad no formó al hombre, que la sociedad no culturizó al
ciudadano.
Que desde el mismo momento que le niño empieza a patear una pelota
no se le deben permitir desmanes como patearle las nalgas a sus
compañeros de juegos, porque si se tolera se repite, si se repite se
acostumbra y la costumbre hace la ley de vida para actuar. Si se corrige
se forma y cuando se forma la rectitud va de la mano de los hombres.
No debemos olvidar esa sentencia popular: “árbol que nace torcido,
no endereza jamás”.
Que la formación de los padres dará un sentido de respeto del niño
hacia el entrenador al que atenderá y obedecerá para alcanzar las
metas previstas. Lo que aprenda en estos primeros años, tal vez,
marcará indeleblemente el futuro de su vida.
Enseñarle que aprender necesita tiempo, esfuerzo, dedicación,
sacrificio. Que nada se consigue por ser blanco, amarillo o negro. Que
hay dotes innatas pero también otras que se pueden adquirir con el
entrenamiento y el trabajo honesto.
Personalmente creo que hasta los quince años se debe tener en los
jóvenes Directores Técnicos que perfeccionen al jugador en las
habilidades de utilizar todas las zonas hábiles de su cuerpo. Cabeza,
pecho, piernas y pie, para recepcionar, dominar y jugar el balón.
Controlar, conducir, pasar, gambetear y rematar son las acciones
básicas de la formación técnica con el balón.
Controlar el balón con el pie es la primera acción técnica que debe
aprender un futbolista. El balón es el útil y por lo tanto debe ser tratado
con seguridad, elegancia y precisión.
La segunda zona del cuerpo que sirve para hacer control de la pelota
es el pecho; control que no es de fácil recepción y necesita de repetición
para lograr una ejecución perfecta. El pecho es clave para denotar las
condiciones técnicas de un jugador ya formado.
La cabeza, el abdomen y el muslo también deben de trabajarse así no
sean zonas de alto porcentaje de control de balones. Se debe conocer
este trabajo técnico por las imprevisiones de altura de pelotas que
puede haber en un juego y donde el jugador debe apelar a esas
condiciones técnicas para dominarlo.
No siempre el balón debe ser controlado. Se puede también entregar
de primera intención pero es clave el trabajo técnico de la manera de
recepcionar un balón para poder hacerlo con precisión.
Otra frase técnica es la de conducir la pelota. Con una buena
conducción del esférico se logra el manejo de los tiempos del partido.
Los manejadores de los tiempos de un partido son jugadores con mucho
trabajo técnico.
Entregar el balón es la siguiente fase técnica que se debe trabajar
durante mucho tiempo. El éxito de dominar un partido está en la
capacidad de recuperar el balón y pasarlo entre compañeros sin que el
rival logre recuperarlo.
Los pases, en un alto porcentaje, se ejecutan con el pie, del cual
tenemos la parte interior, el empeine, la punta y el talón para realizar el
golpe del balón. Dependiendo de la zona del pie que se utilice el balón
tomará una dirección. Esas direcciones pueden ser con efecto a la
derecha, efecto a la izquierda, bola seca (recta), por debajo o por el
centro.
La potencia se debe manejar para ejecutar los pases. Los pases se
pueden ejecutar de dos maneras: cortos y largos. Los primeros permiten
mantener con seguridad la pelota pero hacen lento el ataque, y los
segundos permiten dinámica en el juego pero necesita de expertos en
la técnica para evitar que se pierdan en espacios vacíos o que queden
en poder de los contrarios.
El pase es la esencia del juego colectivo. Sin jugadores que lo sepan
hacer no habría fútbol de conjunto, el pase origina que el jugador pueda
colectivizar desbordar, cambiar de ritmo, centrar y llegar al gol. El pase
también permite, en los jugadores preparados técnicamente, realizar
jugadas de lujo como el taco, la rabona, el sombrerito, entre los más
comunes.
La parte final de un jugador, sea defensor o atacante, es aprender a
tener capacidad de definición ante el marco contrario. El fútbol de hoy
requiere que toda posibilidad ante la meta rival debe ser aprovechada y
ella puede darse en cualquier momento del partido y para cualquier
jugador.
En los remates de lujo y preciosidad a puerta está la chalaca o chilena,
la media chalaca, la volea, la cabañuela o tijera, el disparo seco, el
chanfle y el escorpión. Cabe aquí el remate de cabeza que se puede
hacer ortodoxamente o en la espectacular volada o palomita.
Los jugadores pueden ser más técnicos auto dotándose de ciertas
condiciones técnicas trabajadas. Creo que trabajando, admítanme la
posible redundancia, se consigue perfeccionar muchas condiciones y
se prepara para jugar aquello que vimos por allí en albores del fútbol, el
Dribbling Game.
Después de los quince años el jugador debe pasar a manos de un
Director Táctico, o lo que llama otros, en Venezuela y Europa sobre
todo, Director Deportivo. Este se encargará de aplicar lo que el joven
ya aprendió: no es simplemente jugar, no es simplemente pegar, no es
simplemente patear, no es ir y venir a ver que resulta, sino estar
funcionando dentro de un esquema, tener una intención de lo que se
quiere dentro del partido con él, y ser eficaz en la utilización de lo que
técnicamente ha aprendido.
Lo que el director técnico cimentó, la semilla de saber que colocó en él,
debe repercutir al estar a las puertas de ser profesional. Su cultura
física, técnica, moral, mental y social relucirá a medida que se le
entreguen responsabilidades en un partido.
El comportamiento, imagen de conducta del individuo, le mostrará que
metas quiere alcanzar dentro del equipo. Qué esfuerzo va a tener. Que
disciplina mostrará en la repetición de cosas fáciles. Que capacidad de
asimilación para las cosas más complejas. Que confianza y respeto da
y recibe del grupo de jugadores. Como entiende el reglamento y como
lo aplica. Qué interés y cariño demuestra por el equipo. Como asimila la
ciudad o el país en el que está, no siendo necesariamente extranjero.
Como administra sus bienes o los de su familia.
Luego de ese pequeño gran análisis, se sabrá hasta donde el éxito
llegará con ese jugador en lo individual y hasta donde rendirá en lo
colectivo. Trabajo dispendioso para el Director Táctico pero que en
unos quince días ya puede haber detectado en su totalidad. Para este
debe asesorarse de un especialista en test de éste tipo y realizar el
diagnostico respectivo.
Las referencias se deben tener en cuenta para determinada situación
que se presente, sobre todo si hay antecedentes de la misma. No
olvidemos que los jugadores son seres humanos que pueden asimilar y
acoplarse más fácil en determinado ambientes, sobre todo cuando son
ambientes bajo las normas que hemos citado anteriormente, ambientes
donde se le da la importancia y el cuido serio al jugador.
Muchos serían los ejemplos de oncenos que tienen nóminas de
extraordinarios jugadores pero que al poco tiempo fracasan porque
cada uno saca su individualismo, desune el grupo y caen en el fracaso.
Real Madrid 2004 es el mejor ejemplo. Otros, más humildes, ganan y
sorprenden porque simplemente trabajan en sociedad y en busca del
bien común. Deportivo Pasto en Colombia sería el ejemplo (2003-
2004). Cúcuta Deportivo (2006-2007).
El comportamiento social dentro del campo de juego nos muestra la
manera como socialmente se desenvuelve un jugador. Normal es que
aquel que viene de barriadas con muchas necesidades sea un poco
resentido hacia los compañeros que tienen mejores condiciones de
vida. Trabajar ese aspecto, para incentivarlo a que él también puede
mejorar su condición de vida y que su Proyecto Futuro lo puede llevar
a muy buenas realizaciones, es muy importante.
No es fácil que en un equipo de fútbol unos lleguen en carros último
modelo, otros en moto, otros en bicicleta y unos cuantos a pie. No es
fácil que unos utilicen guayos de prestigiosas marcas, y de costos
elevados, y otros lo hagan con guayos de marcas poco conocidas y con
muchas horas de uso encima. No es digerible que uno tenga de novia a
la cantante más afamada del momento y el otro sea el amante de la
mucama del hotel donde vive. En fin, todas las desigualdades que vive
nuestra propia sociedad se viven y se palpan dentro de una institución
de fútbol. Gobernar esas particularidades, para enfocarlas en una sola
meta para todos, es el secreto. Tal vez es el mismo secreto del político
que logra reunir en torno a él, en un fin común, a todos los ciudadanos
de una población. Criticar es la base de los espíritus mezquinos y
mejorar la de los espíritus progresistas. Ojalá todos aprendiéramos esa
premisa.
EL PODER Y EL FÚTBOL
Como cité, hace unas cuantas líneas, se debe saber manejar todas las
situaciones de desigualdad que existen en un equipo de fútbol. Para eso
hay que tener poder de convencimiento y poder político.
Me dirán que el poder político degenera y prostituye las cosas. Tal vez
en algunos aspectos tengan razón. Seguramente están convencidos
que el Director Táctico debe ser, como aseguran algunos: “frentero”.
Yo estoy convencido que el fútbol necesita de manejo político, y ese
manejo político da el poder sin hipocresías. Poder de convicción, poder
de distribución, poder de administración, poder de realización, poder de
organización y poder de triunfos.
Política es un sinónimo de acción acordada. Popularmente la
aceptamos así, y efectivamente así es. Otros dirán que política es el
arte de gobernar. Julio Casares considera que la política es el “arte de
gobernar los pueblos y conservar el orden y las buenas costumbres”.
Acaso en el equipo de fútbol no se propende por mantener el orden y
las buenas costumbres. Díganme un solo sistema de fútbol que no
tenga orden y un sistema que no vele por las buenas costumbres. Todos
se crearon para ordenar lo que se va a hacer, para ganar dentro del
marco legal y la normatividad permitida. Aún antes de existir las leyes
deportivas el fútbol ya se regía por las leyes sociales, y en su principio
por las leyes naturales.
Es en éste siglo, cuando se aprecia que la política es una ciencia, y
como ciencia se ocupa del estudio del poder. Lenín, que no sabía de
fútbol, aseguró que “el orden legaliza y afianza…amortiguando los
choques entre las clases”.
Un onceno, por poderoso o humilde que sea, sale al campo de juego a
hacer prevalecer un orden para evitar el choque con el contrario.
Dominarlo sin pelearse con él. Dentro del partido, a medida que se pone
orden, se afianza el dominio y llegan los goles. Lenín no estaba tan
equivocado.
Ahora podemos decir que cuando hay orden se obtiene el poder. El
profesor de filosofía Romano Guardini concibe que el poder “es la
capacidad de poner en movimiento la realidad, cosa que no puede hacer
la idea”. Y agrega que “las ideas no son poderosas sino valiosas”.
Distingue también que las fuerzas de la naturaleza son enérgicas pero
no poderosas. “El poder es un fenómeno específicamente humano, las
fuerzas naturales y los animales tienen energía, pero no poder porque
les falta iniciativa. Un elemento natural posee o es, según el caso,
energía pero no poder”.
Clarificado lo anterior, podemos decir que el Director Técnico, Director
Táctico, Director Deportivo, o como se le denomine en cada país o
región, es el único que tiene poder para llevar a la realidad sus ideas
con la colaboración y acatamiento de sus dirigidos.
Pero el poder, aunque sea uno solo, puede clasificarse en legal,
tradicional, carismático, como lo señala Max Weber. El primero se
fundamenta en la ley, el segundo en la costumbre o hábitos, y el tercero
en líderes naturales.
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Fútbol: Administración, Violencia y Poder

  • 1. JORGE ELIÉCER BAUTISTA RODRÍGUEZ CARNET DE PERIODISTA ACORD 295 FÚTBOL: Administración, Violencia y Poder JORGE ELIÉCER BAUTISTA RODRÍGUEZ
  • 2. Solo le pido a Dios que el día que me tenga en cuenta para partir definitivamente de este mundo esté comentando o escribiendo una crónica de fútbol en el Coloso del Barrio Lleras, el estadio “General Santander”. Jorge Eliécer Bautista Rodríguez
  • 3. In memoriam de mi padre José Joaquin Bautista Sánchez (Octubre 23 de 1924 – Enero 19 de 2018)
  • 4. PRESENTACIÓN Quiero agradecerle a mi padre, José Joaquin Bautista Sánchez (q.e.p,d), que los domingos me hiciera levantar temprano para realizar mis tareas escolares y después de un buen baño y almuerzo me tomaba de la mano, junto a mi hermano Milton, y me llevaba hasta el viejo estadio General Santander. Era el año de 1962 y, aunque no comprendía mucho el juego, me llamaba la atención ver las gentes de mi ciudad gritando a rabiar por el equipo que por naturaleza amamos, nuestro rojo y negro, o como me decía Ciro Díaz Urrego: “el luto y sangre de mi Cúcuta Deportivo”. Desde esas madrugadas, a veces malhumorado, aprendi a querer el fútbol. No cito que lo jugué porque lo único que de pronto haría sería mancillarlo. Luego, Gracias a Dios, pude conocer al maestro Gilberto Maldonado Moreno (q.e.p.d.), que escribía muy bien las crónicas de los partidos; a Ciro Eduardo Díaz Urrego (q.e.p.d), que lo analizaba perfectamente; a Jacinto Jara Mejía, que por primera vez me llevó como locutor de camerinos; a Jorge Enrique Rico Orduz, que me colocó frente al micrófono más oido, el de RCN, Los dueños del Balón; a Amilkar Lemos Llanos, que me contrató como su comentarista central, en aquélla última época gloriosa de 1988 del onceno Motilón y de Radio 24 de Colmundo Radio; y a Hernán Sepúlveda Mora, que me motivó para que también escribiera. Ahí tuve mis columnas en el Diario El Comercio y La Opinión. Fué en ese trajinar de quince años metido en los medios de comunicaión de Cúcuta y San Cristóbal, Estado Táchira (Venezuela), que he oído grandes comentarios de excelentes periodistas deportivos, pero también monumentales barbaridades de los que quieren impresionar con verborrea y supuestos de fútbol. No quise ser del montón, aunque nunca llegue a ser catalogado como el mejor, y me he preocupado por aprender de los que saben y de crear, por mi experiencia y estudio, mis propias convicciones.
  • 5. Producto de toda ese trayectoria, hoy ofrezco éste trabajo. Ojalá sirva de cátedra cultural del fútbol y no sigamos en la cultura del facilismo y de comentar lo que el narrador describe. A las nuevas generaciones que tomen conciencia que el fútbol es un deporte pero tiene mucho de ciencia. Que no es solamente correr once para un lado y once para el otro; de ser así todos serían ganadores. El Autor.
  • 6. INTRODUCCIÓN Seguramente son muchos los tratadistas que han expuesto sus ideas para mejorar el deporte más bello del mundo: el fútbol. No tengo idea cuántos lo hayan hecho, ni he podido leer a todos aquellos que les ha inquietado un tema tan apasionante, casi como una novela, con todos los aditamentos de amor, odio, rencor, celos, envidia, heridos, muertos y una danza incalculable de dinero. Cada uno de ellos ha dejado su sentir, sus horas de camerino, su trasegar por estadios, pueblos, estados, países y continentes. Otros, los que apenas intentamos jugarlo, que a duras penas si le damos unas patadas, unos cuantos puntapiés a un balón; que tratamos, seguramente sin lograrlo, ser parte de un sistema, de contribuir con la táctica de un equipo, escuadra, onceno o combinado, y que, gracias al periodismo, pudimos recorrer unos cuantos escenarios deportivos dedicados a recibir el mejor espectáculo del mundo; no podemos mas que hacer este pequeño aporte a la biblioteca y literatura extensa del balompié en nuestro país. Desde mi provincia, San José de Cúcuta, he tenido he tenido la oportunidad de ver muchos anónimos del fútbol, pero también a luminarias del cielo estelar del deporte de multitudes en todo el mundo: Edson Arantes Donacimiento, Pelé, con su magia y su carisma, hace evocar aquel equipo blanco del Santos y, como no recordar, el maravilloso onceno de México 70, bien llamado “La Maquina de Hacer Goles”. Cuando estreché su mano, en las tribunas del estadio polideportivo de Pueblo Nuevo, en San Cristóbal, Venezuela, sentí que estaba sin lugar a dudas ante uno de los más grandes de toda la historia. Su carisma y don de gentes se palpó en los pocos minutos que tuvimos para compartir a su lado. Y Diego Armando Maradona, con su sonrisa de niño mimado y con la magia que sólo tienen los dioses del Olimpo del fútbol; para citar a los dos más grandes exponentes de la histotia en Suramérica.
  • 7. Tal vez podría citar tantos otros que por nuestra vecindad con Venezuela pudimos admirar en eliminatorias mundialistas, Copa Libertadores de América, los rentados nacionales y juegos amistosos. La Copa América en Colombia 2001, gracias a Gustavo Pabón, el extrovertido y quijotesco personaje de la radio cucuteña, también nos otorgó la oportunidad de sentir en carne propia un torneo de importancia y observar en las sedes de Barranquilla, Cali, Medellín, Pereira, Manizales, Armenia y Bogotá sus gentes, sus idiosincrasias, sus culturas, sus formas de sentir el fútbol; junto a ellos también a los administradores convertidos en mercenarios de la novedad y mercaderes del deporte, aprovechandose del ansia de todos por querer tomar parte del evento sin precedentes en la historia del país. Pero volviendo a nuestra patria chica: San José de Cúcuta, también he aprendido y sufrido con un equipo, el nuestro, “Los Motilones”, el Cúcuta Deportivo, al verlo navegar en medio de la desorganización, el oportunismo y el olvido. Con una liga de fútbol que no tiene jugadores para mostrar a nivel nacional dentro de un plan a corto, mediano o largo plazo, ni existe un portafolio de referencias para llevar a otras latitudes y debemos conformarnos con los cuatro grandes de nuestra historia: Rolando Serrano, Guillermo Santander, Alvaro Contreras y Germán Gónzalez. Hoy, ya campeones del futbol profesional colombiano, soñamos que esa estructura se mantuviera y se solidificara para permanecer por mucho tiempo siendo protagonistas de nuestro balompié. Sólo fue un sueño, casi una pesadilla. Somos testigos también del desperdicio de tanto talento humano que se perdió entre la cerveza y las mujeres o por un mediano sueldo en las pocas empresas de nuestra región. Jugadores sobrados de talento que por su poca preparación académica se acomodaron en la economía informal, típica de nuestra ciudad, y terminaron vendiendo helados, prensa, agua en bolsa, o en otras ocupaciones para llevar el sustento a familias y hogares que formaron casi sin darse cuenta.
  • 8. Otros, más afortunados, lograron con el apoyo de sus familias hacerse tecnólogos o profesionales de todo lo que usted quiera imaginar, menos del fútbol. Muy pocos, y por iniciativa propia, militan e equipos profesionales de nuestro pais pero desechados al final de una pre-temporada por no tener la preparación básica adecuada para afrontar un torneo de fútbol profesional de alta competencia, de mucho sacrificio y de poca rentabilidad en el comienzo de su carrera como futbolista de la división A. Escuelas deportivas oficiales, semi privadas y privadas que han motivado a muchos padres de familia para llevar a sus hijos, y su aporte económico, pero terminan en viajes turísticos a torneos y competencias de bajo perfil futurista, hasta que los patrocinadores, en otras palabras sus familiares, se revientan por las altas inversiones y la poca utilidad deportiva del niño. Podemos decir que el padre de familia se cansa de comprar uniformes, de adquirir planes turístico deportivos, de llevarlos a entrenar, de arriesgarlos en viajes a sitios más alla de los linderos patrios, de perder domingos enteros en una cancha, o en mil estadios, con actividades que envuelven los años y el jugador no germina, ni cumple con el objetivo de ser un profesional de fútbol. He observado con curiosidad que escuelas del fútbol tienen hasta diez equipos participando en la liga, en todas las categorías habidas y por haber, con el ya consabido apoyo de los padres de familia y uno que otro tío afiebrado por verlo consagrado en Boca Juniors, Real Madrid, Barcelona, Milán, Bayern Munich o el Manchester United, por citar algunos de preferida aceptación y, sin embargo, de esos doscientos o trescientos “futuros futbolistas profesionales” en tres, cinco o siete años no hay uno solo que haya coronado la cúspide de ser adquirido por un equipo profesional, y, peor aún, ni siquiera han logrado militar en la selección de la región para torneos zonales o nacionales. Otros germinaron en las latitudes ajenas a la nuestra y han logrado escribir hojas importantes dentro del fútbol nacional, pero son una mínima expresión de los millares que hemos visto encamisarse en el sueño de ser profesionales. La estructura del fútbol nortesantandereano es mercantilista y no empresarial; es de intuición y no de planeación; es de ilusion y no de convicción.
  • 9. A própósito recuerdo aquí algunas reflexiones de nuestro premio Nóbel, Gabriel García Márquez, que de pronto enmarcan la dura realidad de nuestras ilusiones: “Somos conscientes de nuestros males, pero nos hemos desgastado luchando contra los síntomas mientras las causas se eternizan, Nos han escrito y oficializado una versión complaciente de la historia, hecha mas para esconder que para clarificar, en la cual se perpetúan vicios originales, se ganan batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que nunca merecimos. Pues nos complacemos en el ensueño de que la historia no se parezca a la Colombia en que vivimos, sino que Colombia termine por parecerse a su historia escrita”. “Por lo mismo, nuestra educación conformista y represiva parece concebida para que los niños se adapten por la fuerza a un país que no fue pensado para ellos, en lugar de poner el país al alcance de ellos para que lo transformen y engrandezcan. Semejante despropósito restringe la creatividad y la intuición congénitas, y contraria la imaginación, la clarividencia precoz y la sabiduría del corazón, hasta que los niños olviden lo que sin duda saben de nacimiento: que la realidad no termina donde dicen los textos, que su concepción del mundo es más acorde con la naturaleza que la de los adultos, y que la vida sería más larga y feliz si cada cual pudiera trabajar en lo que le gusta, y sólo en eso”. “Esta encrucijada de destinos ha forjado una patria densa e indecifrable donde lo inverosímil es la única medida de la realidad. Nuestra insignia es la desmesura. En todo: en lo bueno y en lo malo, en el amor y en el odio, en el júbilo de un triunfo y en la amargura de una derrota. Destruimos a los ídolos con la misma pasión con que los creamos. Somos intuitivos, autodidactas espontáneos y rápidos, y trabajadores encarnizados, pero nos enloquece la sola idea del dinero fácil. Tenemos en el mismo corazón la misma cantidad de rencor político y de olvido histórico. Un éxito resonante o una derrota deportiva puede costarnos tantos muertos como un desatre aéreo”. “Por la misma causa somos una sociedad sentimental en la que prima el gesto sobre la reflexión, el ímpetu sobre la razón, el calor humano sobre la desconfianza. Tenemos un amor casi irracional por la vida, pero
  • 10. nos matamos unos a otros por las ansias de vivir. Al autor de los crímenes más terribles lo pierde una debilidad sentimental. De otro modo: al colombiano sin corazón lo pierde el corazón”. “Pues somos dos países a la vez: uno en el papel y otro en la realidad. Aunque somos precursores en las ciencias en América, seguimos viendo a los científicos en su estado medieval de brujos herméticos, cuando ya quedan muy pocas cosas en la vida diaria que no sean un milagro de la ciencia. En cada uno de nosotros cohabitan, de la manera más arbitraria, la justicia y la impunidad; somos fanáticos del legalismo, pero llevamos bien despierto en el alma un leguleyo de mano maestra para burlar las leyes sin violarlas, o para violarlas si castigo. Amamos a los perros, tapizamos de rosas el mundo, morimos de amor por la patria, pero ignoramos la desaparición de seis especies animales cada hora del día y de la noche por la devastación criminal de los bosques tropicales, y nosostros mismos hemos destruido sin remedio uno de los grandes ríos del planeta. Nos indigna la mala imagen del país en el exterior, pero nos atrevemos a admitir que muchas veces la realidad es peor. Somos capaces de los actos más nobles y de los más abyectos, de poemas sublimes y asesinatos dementes, de funerales jubilosos y parrandas mortales. No porque unos seamos buenos y otros malos, sino porque todos participamos de ambos extremos. Llegado el caso – y Dios nos libre – todos somos capaces de todo”. “Tal vez una reflexión más profunda nos permitirá establecer hasta qué punto este modo de ser nos viene de que seguimos siendo en esencia la misma sociedad excluyente, formalista y ensimismada de la Colonia. Tal vez una más serena (sociedad) nos permitiría descubrir que nuestra violencia histórica es la dinámica sobrante de nuestra guerra eterna contra la adversidad. Tal vez estemos pervertidos por un sistema que nos incita a vivir como ricos mientras el cuarenta por ciento de la población malvive en la miseria, y nos ha fomentado una noción instantánea y resbaladiza de la felicidad: queremos siempre un poco más de lo que ya tenemos, más y más de lo que parecía imposible, mucho más de lo que cabe dentro de la ley. Conscientes de que ningún gobierno será capaz de complacer esta ansiedad, hemos terminado por ser incrédulos abstencionistas e ingobernables, y de un individualismo solitario por el que cada uno de nosotros piensa que solo depende de
  • 11. sí mismo. Razones de sobra para seguir preguntándonos quiénes somos, y cuál es la cara con que queremos ser reconocidos en el tercer milenio”. “La Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo no ha pretendido una respuesta, pero ha querido diseñar una carta de navegación que tal vez ayude a encontrarla. Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y que la educación será un órgano maestro. Una educación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera más a sí misma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una etica – y tal vez una estética – para nuestro afán desaforado y legítimo de superación personal. Que integre las ciencias y las artes a la canasta familiar, de acuerdo con los designios de un gran poeta nuestro tiempo que no pidió seguir amándolas por separado como a dos hermanas enemigas. Que canalice hacia la vida inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía. Por el país próspero y justo que soñamos: al alcance de los niños”. Y aunque parezca fuera de tono, todo esto me motivó a escribir éste libro para educarnos, aunque sea en un mínimo sentido, tanto quienes ya trajinamos en el mundo del fútbol y, esencialmente, a las nuevas generaciones.
  • 12. EL FÚTBOL UNA HISTORIA DE EJÉRCITOS, VIOLENCIA Y PODER Algunos, tal vez desprevenidos, pueden tomar el fútbol como un simple deporte de masas. Otros como un invento de los chinos o de los ingleses que dio resultados altamente positivos hasta poder decirse que se juega en todos los rincones del planeta. Los más apasionados lo adoran y se apasionan con él por lo profundo, lo superficial, lo emotivo, lo trágico o lo bueno de un partido. Pero la gran realidad del fútbol es que se ha ido compartiendo desde milenarias épocas la historia del mundo. Ese mundo lento en sus comienzos pero que se fue dinamizando a medida que nuevos seres llegaban a compartir este planeta. La economía, la política, las matemáticas, la administración, la medicina, la ingeniería y todas las carreras, científicas o no, que usted quiera agregarle, tienen alguna relación con el fútbol. Para citar simples ejemplos: los grandes estadios que se han construido son obra de la ingeniería, la recuperación de lesiones graves es obra de la medicina, el mercado y comercialización son obra de la administración, las finanzas son obra de la economía y, si siguiéramos enunciando, terminaríamos por incluir a brujos y hierbateros mezclados con el fascinante mundo del fútbol. Esa historia, imprecisa en el tiempo, sin un espacio exacto, sin una cronología determinada. Pero mirando hacia el pasado es encontrarnos con la Gran Bretaña de 1850, y es pasearnos por sus aristocráticos planteles educativos de Westminster, Harrow y Charterhouse. Esa sociedad en constante crecimiento económico y en víspera de formarse como imperio. Con una población económicamente acomodada y con el tiempo suficiente para practicar lo que se les antojara en sus ratos de ocio. Es la sociedad británica la que difunde al mundo cantidad de actividades deportivas. Esa elite aristócrata pero fundamentada en el pragmatismo. Burguesa, una parte, y aburguesada otra son capacez de lo inimaginable para divertirse. Esa Gran Bretaña de la segunda época imperial, optimista del futuro, crédula de un renacimiento colonialista y segura de sus dominios. Esa Gran Bretaña de exactitudes horarias y
  • 13. libaciones lujuriosas. Esa Gran Bretaña de majestuosidad, alcurnia, y fútbol para el pueblo. Pero vamos al principio, al antecedente de terminología y de organización de los equipos: LA ORGANIZACIÓN ORIGINARIA DE LA LEGIONES ROMANAS Roma fue esencialmente una nación guerrera. El desenvolvimiento de su historia – en particular haber conquistado prácticamente todo el mundo civilizado conocido en su época, y así conformado el imperio Romano – constituyó una consecuencia principalmente basada en su fuerza militar, que terminó imponiéndose sobre todos sus rivales. Esa capacidad militar desplegada desde los primeros tiempos de la República de los reges hasta el momento de apogeo del Imperio, se sustentó por una parte en la organización de sus ejércitos, en la superioridad de medios y equipamiento con que contaron; pero también de la eficacia, estratégia y táctica, con que fueron empleados más de una vez habiendo tenido que adaptarse muy rápidamente a nuevas formas de combatir, como ocurriera especialmente cuando Roma debió convertirse en una potencia naval. La estructura de los éjercitos romanos tuvo su origen en la época primitiva de la Roma de los reges. Concebida como una mera agregación de unidades que tenían todas ellas igual conformación e igual actividad durante el combate, era una estructura muy similar a la conformación de las falanges de los ejércitos de la antigua Grecia, que los etruscos le copiaron a las colonias de la Magna Grecia, y los romanos tomaron de ellos. La unidad militar básica era la legión. Era un agrupamiento de infantería, compuesto de seis filas de 500 soldados armados con casco, coraza, escudo, lanza y espada, que además protegían sus pantorrillas con perneras. Se trataba de un equipamiento muy pesado, pues si bien origiariamente las protecciones habían sidoo de cuero, luego se realizaron en bronce.
  • 14. Su avance en combate se efectuaba presentando alineados los escudos a modo de un muro móvil del cual sobresalían las lanzas. La legión iba acompañada de dos pequeños grupos de jinetes y arqueros, cada uno de los cuales la flaqueada por uno de sus extremos. A medida que Roma fue creciendo y aumentaron sus compromisos militares, el crecimiento del ejército se limitó a aumentar el número de unidades, uniendo unas legiones con otras. Fue la derrota ante los galos, y la consiguiente ocupación de la ciudad de Roma, lo que impulsó a realizar una reforma de la estructura de las unidades de combate; según lineamientos que se atribuyen al dictador Camilo, que había dirigido los ejércitos romanos en la conquista de Veyes. LAS REFORMAS EN LA ESTRUCTURA MILITAR La primera de las medidas adoptadas para fortalecer el ejército, consistió en aumentar sus fuentes de reclutamiento. Conforme a su organización política inicial, la República de los reges reclutaba su ejército entre los patricios; pero la necesidad de aumentar el número de soldados llevó a admitir la incorporación de plebeyos, sin consideración a su fortuna, de edades comprendidas entre los 17 y los 46 años. La segunda medida se dirigió a aumentar la movilidad de las unidades de combate, para lo cual se procuró alivianar el peso del equipo de los legionarios. La coraza maciza y rígida de bronce, fue sustituida por una conformada por pequeñas láminas de metal, a la que se designaba con el nombre de loriga. A fines del sigo IV a. C., el soldado estaba provisto de un casco extendido para cubrir la nuca y los costados de la cara, un escudo curvado sostenido con el brazo izquierdo de aproximadamente 1 m. de alto, una lanza llamada pilo con forma de jabalina, de algo más de 1,50 metros de largo, que era arrojada previamente al trabar el combate cuerpo a cuerpo; y para éste, una espada o gladio ( de donde proviene
  • 15. el término gladiator o gladiador), que normalmente portaba colgando de su cintura. La mayor movilidad y adaptabilidad de las legiones a las necesidades del combate, se obtuvo principalmente por su subdivisión en unidades menores, los manipula o manípulos, y su organización para el combate de una configuración distinta de la tradicional, es decir La División de los Espacios. En el fútbol, tácticamente la División de los Espacios, en el sistema 4 - 4 – 2, ya sea para Línea de Arrigo Sacci, o en la innovadora Línea Uruguaya, con módulo 2 – 2 en la zona de volantes, se simula a esta estrategia militar, seguramente de ahí nació la frase “el técnico manipula su equipo”. Administrativamente nos ubicaríamos en la Organización, segunda fase o etapa del proceso Administrativo, y donde tiene aplicación las Teorías Administrativas, especialmente aquella que nos habla de la División del Trabajo para hacer más efectivas las empresas. En otras palabras distribuir los esfuerzos para un mejor o mayor rendimiento. Cada legión comprendió 30 manípulos, dispuestos en tres filas paralelas de diez manípulos cada una; de modo tal que los de la primera fila se formaban en forma cuadrada, integrados por los soldados más jovenes y novatos, que constituían la categoría denominada astati; en tanto que las dos últimas se extendían a los lados en forma rectangular, y se componían de los soldados más veteranos, de las categorías de los princeps y los triari. Cada unidad de manípulos se colocaba en el campo de batalla dejando un pequeño espacio entre ellos; pero esos espacios quedaban cubiertos por los manípulos de las filas posteriores, que de ser necesario podían avanzar por esos espacios para detener a los enemigos que pudieran estar debordando la primera línea de defensa de la legión. La nueva organización manipular otorgó a la legión roman una movilidad muy superior, que tanto le permitía agruparse en una unidad compacta en la misma forma de la legión antigua, como desplegarse sobre el terreno aunque manteniéndose igualmente como una unidad de
  • 16. combate; lo cual, evidentemente, aumentó su capacidad de maniobra en todo tipo de terrenos, no solamente en las planicies. A la reforma de las unidades de infantería, se agregó un aumento de la importancia de las unidades de caballería, a quienes los romanos designaban como velites (veloces). Dentro de la nueva estructura manipular, la caballería no solamente podía actuar en la forma tradicional cubriendo las alas de la legión, sino insertarse en ella a través de los corredores que formaban las filas de manípulos, hacia los puntos en que podian intervenir más eficazmente en el combate. A ello agregó la incorporación de diversos tipos de máquinas de guerra, especialmente aplicables a las situaciones de ataque a fortificaciones; en buena medida originarias de los griegos del sur de Italia, y algunas de origen aún más remoto. Las torres rodantes tenían origen asirio, y permitían aproximarse a las murallas llevando a los soldados en su parte superior, para combatir a los defensores de las fortificaciones. Las funciones equivalentes a la artillería, eran cumplidas mediante las ballestas y las catapultas. Las primeras eran versiones pesadas del arco, constituidas por un elemento elástico fuertemente tensado, que al ser liberado impulsaba grandes dardos, frecuentemente con sus puntas encendidas para incendiar el interior de los fortines; colocado todo el artefacto sobre una plataforma sobre ruedas. Las actapultas funcionaban también con base a un gran brazo elástico fuertemente tensado por una soga enrollada en una polea y dotado de un mecanismo de liberación, que afirmado en su base giraba hacia arriba despidiendo piedras desde una especie de cazoleta o cuchara colocada en el otro extremo. Estos instrumentos solían tener un alcance cercano a los 500 metros, con lo que resultaban sumamente eficaces en el combate, sobre todo contra ejércitos mucho más primitivos, como los de algunos de los pueblos con que combatieron los romanos.
  • 17. EL EJÉRCITO CIUDADANO Al contrario de lo que ocurría en la época de los siglos IV y V a. C. en algunas civilizaciones más antiguas, que acudían a ejércitos de mercenarios generalmente extranjeros, los ejércitos romanos se caracterizaron por ser ejércitos integrados por soldados que eran a la vez ciudadanos, y que por consiguiente estaban animados de una concepción patriótica. Los habitantes de Roma que gozaban del derecho de ciudadanía, tenían obligación de cumplir un servicio militar hasta la edad de 46 años, lo cual, dadas las expectativas de vida en esas épocas, constituía una edad bastabte avanzada. El tiempo de servicio era de diez años en la caballería y de dieciséis en la infantería; aunque de ser necesario, esos plazos podían ser extendidos. Los legionarios debían solventar su equipo, de manera que como regla general los que estaban en condiciones de equiparse para servir en la caballería eran los dotados de mayor fortuna. Por el mismo motivo, los que no estaban en condiciones económicas de proveerse del equipo militar, eran eximidos del servicio militar, situación que cambió cuando el Estado romano dispuso de una flota de mar, y éstos fueron destinados para formar sus tripulaciones. Para hacer la carrera política y ocupar las magistruras del Estado, el ciudadano debía haber cumplido previamente sus obligaciones de servicio militar. La convocatoria a integrar el ejército se realizaba de acuerdo a las circunstancias, mediante el reclutamiento o leva; pero dadas las frecuentes guerras defensivas o expansivas de Roma, el servicio militar era muy frecuente. La incorporación a las legiones, siginificaba necesariamente para muchos el abandono de sus actividades productivas, especialmente las agrícolas que eran las predominantes en la República romana, y, con ello, sufrir importantes perjuicios económicos. Lo cual ocurría así, a pesar de que por lo general se trataba de campañas militares de corta duración, incluso por razones climáticas.
  • 18. Por tal motivo, hacia la época de la guerra de Veyes, la necesidad de obtener legionarios llevó a que el Estado estableciera una compensación económica o sueldo para quienes cumpían el servicio militar. En consecuencia, un elemento fundamental del funcionamiento de los ejércitos romanos estuvo constituido por la disponibilidad del botín de guerra; o sea de los bienes y propiedades tomados a los vencidos. Naturalmente, los primeros componentes del botín de guerra estaban constituidos por los bienes valiosos existentes en las tierras conquistadas, especialmente en las ciudades. En principio, además, los habitantes de los territorios conquistados eran convertidos en esclavos, que pasaban a ser propiedas de los jefes y otros integrantes del ejército. Oficialmente, las tierras conquistadas pasaban a ser patrimonio del Estado romano; pero se entregaban a los patricios, y frecuentemente en gran medida a los principales generales, en calidad de ocupación rentada; amenudo a precios muy bajos. Los pobladores, que en muchos casos las habían cultivado como campesinos, continuaban haciéndolo en calidad de esclavos. Cuando las actividades militares de Roma se expandieron, y se levantaron enorme ejércitos que fueron comandados por generales famosos y se conquistaron territorios de civilizaciones más antiguas y ricas, las riquezas que conformaban el botín de guerra pasaban a disposición de los generales; los cuales hacían importantes obsequios a sus mandos subordinados y a los soldados más fieles y leales. Esto, naturalmente, cambió el centro de las lealtades militares; haciendo que paulatinamente las legiones dejaran de prestar su lealtad al Estado romano para prestarla principalmente a sus líderes, con lo cual éstos adquirieron de hecho un poder personal que prontamente utilizaron para imponerse políticamente por encima de los órganos políticos del Estado. Oficialmente, cuando los ejercitos romanos salían en campaña de guerra, eran comandados por los magistrados y los cónsules; quienes eran funcionarios electivos, cuyos mandatos duraban un año. Por lo
  • 19. tanto, no estaban en condiciones de liderar eficazmente una fuerza armada, ni tenían por lo general formación y habilidades como militares. Esta situación determino que los Cónsules que obraban como comandantes supremos designaran lugartenientes (asistentes de campo), a quienes se denominaba legados, y que se escogían en base a su capacidad militar y ascendiente disciplinario sobre los soldados (parecido al Asistente Técnico). LA PROFESIONALIZACIÓN DEL EJÉRCITO ROMANO Las campañas que inicialmente habían sido breves y que por lo tanto pudieron ser atendidas por un ejército ciudadano prontamente licenciado, con el tiempo y la expasión de Roma se hicieron más extensas y complejas desde el punto de vista militar. Por lo tanto, fue necesario profesionalizar el ejército, creando un cuerpo de oficiales que ejercieran el mando intermedio, a los cuales se designó como los centuriones, debido a que tenían a su mando las centurias. A razón de 60 en cada legión, los centuriones estaban subordinados a los tribunos militares, que eran 6 en cada legión, y eran electos por los ciudadanos de Roma. Se enfocaba de esta manera un verdadero escalafón de oficiales y jefes, integrado por los legados, los tribunos militares y los centuriones; aunque todos ellos eran comandados por los Cónsules, que no eran militares de carrera pero debido a que por lo general habían prestado servicio militar antes de alcanzar sus cargos, en algunos casos evidenciaron notable talento militar. Por otra parte, fue haciéndose cada vez más frecuente que al término del mantato anual de un Cónsul que se encontraba al frente de los ejércitos en campaña, el Senado resolviera prorrogarle el mandato por un año más. Surgió asi la figura del Procónsul, que con el correr de los años se convirtió en un líder político a la vez que militar; cuya creciente
  • 20. influencia emanada de la fidelidad personal que le prestaban sus legiones, tuvo una muy importante incidencia en el desenvolvimiento de los sucesos que condujeron de la República al Imperio Romano. La relación disciplinaria se basaba en un juramento personal prestado por cada soldado hacia el general de su legión, el sacramentum, y que imponía al soldado una obediencia absoluta. Las sanciones por las faltas a la disciplina podían consistir en la privación del sueldo, la pena de azotes, e inlcuso la pena de muerte. Las manifestaciones de disciplina colectiva, eran sancionadas con el diezmo, castigo que consistía en dar muerte a la décima parte de la legión. La cohesión y el espíritu de cuerpo de las legiones, era estimuldo primeramente mediante un sistema de simbolos, consistente en insignias distintivas de cada legión, de las cuales sus integrantes sentían especial orgullo. Los símbolos se colocaban sobre una lanza o pica colocada verticalmente, siendo objetos representativos de los valores a los que se rendía devoción, y que culminaban en una figura de un animal al que se asignaban también valores afines a la valentía militar, como el jabalí, el lobo o el caballo y preferentemente al águila. Los méritos militares resultantes del combate, eran exaltados mediante la entrega de objetos simbólicos, como coronas de laurel, en actos públicos de homenaje, que hacían las veces de condecoraciones. Los grandes triunfos militares eran celebrados mediante actos multitudinarios, en que las legiones, encabezadas por sus generales victoriosos, entraban y desfilaban en Roma frente a grandes cantidades de sus habitantes. Las ceremonias de celebración de las grandes conquistas y éxitos militares se distinguían en el gran triunfo y el pequeño triunfo, lo cual era discernido por el Senado. El gran triunfo se discernía a los generales que habían cumplido hazañas militares especialmente excepcionales. El general era recibido al frente de sus legiones en las puertas de Roma por el conjunto de los Senadores encabezando una gran multitud de ciudadanos. Ingresaba a la ciudad para recibir homenajes del nivel reservado para los dioses;
  • 21. montado sobre un carro de triunfo tirado por una cuadriga de caballos blancos, llevando en su cabeza una corona de laureles. Los guerreros vencidos avanzaban encadenados, delante del carro, flanqueados por legionarios que portaban las riquezas conquistadas; y detrás del carro el resto de los legionarios portaban ramas de laurel. Llegados al Capitolio, el general triunfador ingresaba al templo de Júpiter y se ofrecían al dios sacrificios, dejándole como ofrenda parte de las riquezas obtenidas como botín de guerra. La ceremonia del pequeño triunfo era bastabte más modesta; el triunfador entraba en la ciudad caminando, y se dirigía al templo de Júpiter donde se sacrificaba una oveja. La breve reflexión de todo lo relacionado a los ejércitos romanos, la podemos resumir asimilando lo que se hacía con los soldados y lo que se hace en el fútbol. Los Cónsules en el fútbol tomarían a figura de Directivos. Sin haber sido jugadores saben de la administración del fútbol. El Lugarteniente es el capitán del equipo. Hombre de confianza en el campo de acción. Las Centurias son los equipos con todas sus divisiones inferiores. Los Tribunos Militares quedan asociados con los Entrenadores, Directores Técnicos y Directores Tácticos o Deportivos. El Sacramentum pasa a ser el juramento táctico del jugador cuando se coloca la camiseta del club y lo muestran ante la afición, y la prensa propaga la noticia. La falta de disciplina se sanciona tambien con multas económicas. El Diezmo se representa cuando “dan de baja” los directivos un buen número de jugadores. El desfile son las caravanas de hoy en dia para glorificar y diosificar a los jugadores. El Gran Triunfo conlleva, igual que allá, caravana, recibimiento de ministros, presidente, gobernador o alcalde a los héroes. Y el pequeño Triunfo, igual que hoy, para las divisiones inferiores. Allá mataban una oveja, hoy nosotros hacemos un suculento asado. La historia de los ejércitos y su aporte, de pronto sin saberlo, a fascinante mundo del fútbol.
  • 22. ANTECEDENTES DEL JUEGO DEL FUTBOL Pero el fútbol no parece ser todo, retomando el tema de la sociedad británica, porque los juegos, aunque remotos, son los precedentes del deporte de multitudes. No hay datos completamente veraces y muchos pasan a la categoría de leyenda, pero es en ellos donde se debe sentar el pasado del fútbol. Por eso, y gracias a investigadores que nos antecedieron, coinciden en situar los inicios en el Extremo Oriente, concretamente en China y en Japón. Es allí donde eruditos chinos, Tsao Tse y Yang Tse, que señalan y expresan la existencia de un protofútbol, en los remotos años del siglo XXV, antes de nuestra Era Cristiana. En esos tiempos con el primer promotor que se tenga referencia, un emperador de nombre Xeng-Ti, porque los soldados que integraban su ejercito eran obligados a practicar, entre la variedad de ejercicios de adiestramiento, un deporte bastante parecido a nuestro fútbol, y que tenía como útil una bola o pelota. Ese balón antepasado consistía en un pellejo que, después de un cuidadoso tratamiento de secado, se rellenaba de pelo grueso, en lo regular crines de caballo, virutas de madera y hasta materiales vegetales oriundos de los bosques chinos. De acuerdo a Tsao Yang, dos bandos se colocaban en disputa del balón, permítanme llamarlo así, disputa real y efectiva de violencia, utilizando las manos pero sin descartar el uso de los pies para lanzarla a mayor distancia y coronar la meta de las huestes rivales. Hueste, otro término usado para hablar de fútbol, es un término militar como muchos que ya hemos mencionado; al menos los reyes así llamaban a sus ejércitos: Huestes. Es curioso encontrar en esos relatos que los soldados, que violaban las normas del código militar, eran castigados a llevar a puntapiés una bola de aquellas hasta una distancia considerable. Fallar en el intento podía significarles la pena de muerte.
  • 23. Resumimos que en China el fútbol fue cuna de las casas militares y tuvo un porcentaje alto como adistramiento y, muy poco, de espectáculo. Los Griegos, precursores de los tamaños de las pelotas, construían unas del tamaño del puño humano, una bola de tenis, otra del tamaño de la cabeza humana normal y estándar, porque qué tal si hubiesen tomado los más cabezones, jugariamos hoy el fútbol con un balón de balocesto. Y una última categoría que era una pelota equivalente al diámetro del pecho de una persona. Aclaro que las mujeres no eran tenidas en cuenta. Todas, las pelotas, eran elaboradas con vejigas de mamíferos, regularmente de cochinos, y se rellenaban de lana, crines, plumas o vegetales resistentes a los golpes. El primer balón inflable, construido con vejigas de animales, data de la ciudad griega de Samotracia, trescientos (300) años antes de Cristo. Allí, en una pintura de la época, se aprecia a un hombre llenando a través de un tubo, algún tipo de caña hueca, uno de esos esféricos. Y los grandes filósofos y políticos griegos, si no practicaron el fútbol, al menos lo vieron. Homero, en su libro La Odisea, cita la práctica de algunos de ellos. Sófocles, en su obra teatral “ las traquinianas”, representa un juego de balón practicando con las manos. Los romanos, recicladores de culturas extranjeras, asimilaron de los griegos sus artes, pensamientos y constumbres. En le deporte se culturizaron con los juegos Olímpicos Helénicos y acogieron sus practicas, No podemos olvidar la invasión romana a Grecia. Los griegos con su deporte denominado epyshiros dieron origen al haspartum de los italianos, que se practicaba con pies y manos. La variante allí es que los romanos utilizaban entre sus prendas deportivas unas manoplas que servían durante el trayecto del partido cuando había una falta. Si el que golpeaba y el golpeado acordaban se iban a las manos. También, desde el inicio del cotejo, acordaban que se podían golpear a manoplazo limpio. En la actualidad hay jugadores que no usan manoplas pero reparten de lo lindo. Lo anterior demuestra que la violencia no es un invento del fútbol, ni de la sociedad de hoy. El haspartum resultaba tan interesante que las tropas del ejército romano lo asimilaron como práctica física. Es de imaginarse uno con el
  • 24. balón esquivando patadas y puños a diestra y siniestra. Mejor preparación para ir a una guerra, que era cuerpo a cuerpo, no podía haber. Parece ser, aunque no haya documento, que esa práctica romana, con el paso de la legiones por otros lugares, llevó a que fuese practicando en otros lugares de Europa, especialmente Galias y Britania. Siendo más recientes, 1410, en una crónica florentina, se describe el Gioco del Calcio como un juego de pelota que se escenificaba en la Plaza de Santo Spirito de Florencia. Florencia, cuna de la cultura, poderosa en muchos aspectos, entre ellos el manejo del poder a través de la política, y centro de atención de la época, concibió los primeros dirigentes del fútbol. Fue Pietro Medici, que seguramente leía las ideas de Maquiavelo, quien reunió un buen grupo de jugadores del calcio. Consiguió el apoyo de lo políticos florentinos y decretó que su práctica serviría “para construir una válvula de escape para el agitado ciudadano de Florencia, acosado por las necesidades económicas y, a veces, sumido en el aburrimiento” Si hubiera vivido en Cúcuta tal vez también hubiera pensado así. El juego consistía en enfrentar en un compromiso a dos bandos, que podían integrarse con 20, 30 o 40 jugadores, esto dependía de las medidas del campo donde se fuera a jugar. Era regular que actuaran veintisiete (27) jugadores por equipo. Para quienes gustamos del sistema, por favor no confundan con estrategia, técnica, ni táctica; estos equipos se ubicaban en el campo de juego con la siguiente distribución: tres defensores, cuatro medias puntas, en la época florentina eran llamados tres-cuartos, cinco medios, y quince atacantes. Numéricamente: 3-9-15. Sistema ofensivo en el papel. Ah, considero que era bien complicado si hubiesen existido los Directores Tácticos por aquella época, e imaginen los costos de la nómina. De todos los campos deportivos de Florencia, el histórico fue el de Santa Croce, tenía ciento treinta y siete (137) metros de largo y cincuenta (50) de ancho. Seis (6) árbitros dirigían y controlaban el desarrollo de las jugadas. Estos árbitros no se ubicaban en el campo de
  • 25. juego sino en una tribuna lateral, tribuna especialmente construida para ellos. El juego utilizaba las manos para recepcionar el balón originaba la batalla campal porque eran permitido los agarrones, revolcones, golpes y otras tretas antideportivas. En sus comienzos el partido se iniciaba con un balón sacado desde un lateral, regla que fue cambiada para el saque desde el centro del campo de juego. La meta o portería, era custodiada por uno de los defensas, recordemos que eran tres, y que era el único jugador que podía lanzar o pasar con sus manos el esférico. Algunos equipos dentro de su parte de entrenamiento recreativo juegan con “portero movible” (cualquiera puede ser el portero). El compromiso se iniciaba cuando empezaba a caer el sol, más o menos las cuatro (4) de la tarde; costumbre que fue tradicional en nuestros rentados nacionales; y su duración era hasta que desaparecía el sol en el horizonte, más o menos a las seis (6) de la tarde. Me imagino que en los días lluviosos no había encuentro. Los rivales se ataviaban de vistosos uniformes, con colores distintivos de su escuadra, enlazados todos de las manos, en señal de confraternidad, cosa que se olvidaba cuando empezaba el espectáculo y se desencadenaban las zancadillas, puntapiés, codazos y agarrones. Los comerciantes eran sus principales gestores y se programaba para los momentos especiales donde ellos tomaban parte. Esos momentos eran las ceremonias políticas, el fútbol presentado como espectáculo del poder, encuentros de embajadores, para darlo a conocer al mundo exterior, bodas y otras cuantas fiestas similares. Recordemos que todos los días de la semana eran laborables, al menos nunca se citan dominicales, ni semanas santas, ni navidades. Cuando aparecían los días festivos, se desplazaban los juegos para dichos días. Pero, olvidaba citarlo, fue por allá en el siglo VIII, cuando un grupo de vikingos quiso desembarcar en las costas cercanas de la ciudad de Kingston-on-Thames. Esa agresión llevó a capturar al jefe de los invasores, ser sentenciado a muerte y decapitado. Su cabeza se convirtió en un macabro balón al que le dieron puntapiés hasta quedar desintegrado.
  • 26. El efecto conllevó a la construcción de pelotas que semejaban la cabeza humana y se colocaba en un punto intermedio de dos poblaciones. Ganaba el pueblo que fuera capaz de llevar a puntapiés el esférico hasta la aldea contraria. Allí podían participar mujeres y hombres. Si era violento, no cabe la menor duda. La historia de la humanidad ha sido paralela a la historia del fútbol. Miremos someramente el pasado de barbarie de nuestros pueblos donde la cabeza era un trofeo preciado y valorado para quien o quienes lo conseguían, y testamento de admiración de toda una comunidad que se asociaba a esos triunfos y los sentía como propios emitiendo desgarradores gritos y frenéticas carcajadas de júbilo. Hoy en día se conocen como Sociedades Sentimentales. Las damas más bellas y prestantes salían a los jardines de sus casas o a los balcones de los castillos para arrojar una flor al gladiador que, en franca lid junto a un grupo de soldados, portaba en estacas las cabezas de aquellos que no se habían preparado para combatir y por falta de destreza, por falta de preparación física o simplemente, porque el rival era mejor, habían quedado siendo trofeos, de mal gusto para la sociedad actual, pero de invaluable valor por aquellas culturas del barbarismo. Ese júbilo y esa algarabía vinieron a ser desbordantes cuando un gladiador desmontó de su cabalgadura, cita otra crónica, y extrayendo la cabeza de la estaca la ofreció a su rey, luego a su reina, después a sus soldados y, después de ofrecerla a su pueblo, de un puntapié la envió por los aires para que la cultura del ejemplo hiciera su aparición. Todo el pueblo la paseó a puntapiés por los campos y caseríos hasta caer extenuados ante la nueva actividad creada por el hombre: patear cabezas de pueblo en pueblo como símbolo del poder de sus ejércitos sobre los ejército de los demás. La barbarie no fue entonces ajena, sin saberlo, a la gran historia del fútbol. Patea y corre es la premisa de la Barbarie y en éste análisis veremos que igual aconteció con los albores del fútbol.
  • 27. Fue a mitad del siglo XIX cuando se ajusta el deporte del fútbol a unas cuantas normas para hacerlo menos sacrílego y de mejor aceptación entre las clases de todo el mundo. El fútbol se jugó entre pueblos enteros que aprovechando los prados circundantes a sus ciudades hicieron una gran pelota que era impulsada con manos, dorso, espalda, piernas y pies. La lógica les indicó que hacerla más pequeña les serviría para conducirla más fácilmente por lo que fueron cambiando hasta quedar sustituidas por una vejiga inflada, de poca durabilidad por cierto, por lo que la recubrieron de cuero y se hizo más duradera. El inicio de este deporte maravilloso incluía manos y pies no solo para conducir la pelota, o bola, sino para ir contra los adversarios, en donde las patadas voladoras no eran extrañas. Un hombre, de los mayores del pueblo, vigilaba montado sobre un brioso corcel. Su función de árbitro, aunque todavía no estaba estatuido, era vigilar el “limpio” desenvolvimiento del encuentro, e interponer su cabalgadura entre los jugadores que se olvidaban del balón para “levantar a física pata” a alguno de sus rivales. En la Florencia, antes del Renacimiento, señala una crónica anónima, se practicó un juego, sin nombre conocido, que podía ser cercano al fútbol que hoy conocemos. Eran dos equipos de veintiún (21) jugadores que se ataviaban de colores distintos con el único fin de meter una pelota en la meta contraria de la de su equipo. Las metas o puertas eran delimitadas por banderas y oriflamas a cada lado de los maderos principales. El juego, parece ser, era exclusivo de la ciudad de Florencia porque no se refiere que se practicara en otros lugares de Italia. Las legiones de César practicaron un deporte que ellos mismos denominan Harpastum, sin una traducción exacta a nuestro español, y que enfrentaba diferentes huestes de guerreros en ese juego de pelota, como ya lo describimos. Los chinos, entre sus historiadores, consideran que antes de la Era Cristiana, 296 años a. C. citan a la Dinastía Han como propulsora de un juego llamado “Tsu Chu”, que consistía en impulsar una pelota con
  • 28. los pies para introducirla en una pequeña meta colgada entre dos postes de bambú. Tsu significa patear y Chu pelota. Los británicos, sin embargo, con su época Victoriana, se atribuyen los inventos de muchos juegos de pelota como el rugby, jockey y tenis, entre otros. Aquí comienza la novela apasionante y, a través del tiempo, las tácticas de los ejércitos se acoplaron a la de las escuadras que practicaban el balompié. Y se necesitó de directores que planearan las estrategias, de espías que vieran el trabajo “secreto” de los rivales, de veedores que velaran por las normas y que la justicia se impartiera equitativamente. Más de un siglo, por no decir que siglo y medio, ha estado lleno de estrategias y esquemas estudiados, presentados y revaluados por técnicos y llevados a la práctica por estelares jugadores. Los británicos, asiente la historia, fueron pioneros del deporte de multitudes y donde las clases sociales se entremezclaron para hacerlo mucho más grande. En un principio el balompié constituía un pasatiempo o juego propio de las clases bajas pero que se fue dignificando poco a poco. No es un secreto que la elite social británica rechazó horrorizada esta forma vulgar de divertirse. Puede asegurarse que la Revolución Francesa acabó con los paradigmas de los terratenientes y los grandes señores feudales y dio las herramientas para que todos pudieran tener las mismas condiciones y los mismos derechos. El fútbol se apropió de esa metodología social, disipó las barreras sociales y reúne, en un solo conjunto, a pobres y ricos en un mismo escenario, a una misma hora, para un mismo objetivo: ganar a los rivales y “colgar sus cabezas”, literalmente hablando. La comunidad Sentimental aparece para unir a pobres y ricos, mujeres y hombres, poderosos y desvalidos en una sola causa: su equipo de fútbol.
  • 29. Las desigualdades de clases queda abolida y en el “Notre Dame” del fútbol se sella el pacto de ser solo una clase social con los mismos derechos y con las mismas posibilidades de disfrutarlo. Pero habíamos quedado en los británicos y el hecho de ser considerados los pioneros del fútbol. ¿Por qué? Sería la pregunta lógica. Los ingleses implementaron el fútbol que hoy conocemos sin desconocerles también que los albores del deporte estuvieron llenos de fiera brutalidad. Espero que los filólogos no me critiquen por esto de fiera brutalidad, por que como dice mi esposa Edith Santiago Nuñez “la brutalidad siempre será fiera y las fieras siempre serán brutas”. Fue por el año de 1313 cuando se promulga el primer decreto, del que se tenga conocimiento, prohibiendo el brutal juego de pelota. Eduardo II decretaba que todo aquel que corriera detrás de las gruesas pelotas, creando tumultos en la ciudad, ocasionando graves daños en la estructura de la ciudad, sería castigado, acogiéndose a que Dios no permitía tales desmanes. Quien lo creyera, Dios metido en este cuento también. Eduardo II, entonces, prohibió en nombre del Rey, y bajo pena de prisión, que a partir de la fecha, no se cita el día, se jugara o practicara tales juegos en la ciudad. La violencia en el fútbol primitivo era una simple excusa para generar violencia, al menos es lo que se traduce del decreto de Don Eduardo II. Sentirnos fastidiados o amargados sería iluso. La violencia no ha podido ser arrancada del todo de este deporte y se le ha macartizado como el único deporte violento, desconociendo el boxeo, la lucha libre, o el fútbol americano mismo en el que la violencia la ven todos los espectadores y en todos los encuentros. Pero no fue Eduardo II el único monarca que estuvo en contra del deporte y de la violencia que él originaba. Ricardo II, promulgó también su decreto en el año 1389, y adujo una razón, válida para su alta alcurnia y su corte, pero irrisoria para muchos de sus súbditos y para nosotros en este siglo XXI, la razón era que hacía disminuir la práctica del tiro con arco. ¿Cómo les parece?
  • 30. Enrique IV, que era menos amigo de escribir decretos, ratificó el mismo decreto de Ricardo II en 1401, lo que se supone es que el pueblo hizo caso omiso y siguió practicando el deporte de dar patadas a una pelota sin mirar que se hacían más pelotas para disparar sobre las porterías contrarias que arcos para disparar flechas. Este decreto fue repetitivo y durante el reinado de Enrique VII se volvió a promulgar. El poder de los reyes contra el deporte del fútbol. La protección de los gustos soberanos y reales sobre la adicción del pueblo. La administración apelando a sus leyes para reprimir la diversión popular. Escocia tampoco dió paso libre al deporte de multitudes y Jacobo I decretó que nadie podría jugar fútbol en lo sucesivo o recibiría todo el peso de la Ley. Hubo de sufrir mucho en su tumba don Jacobo cuando el Tesorero Mayor de Jacobo IV en el año de 1497 ordenó una partida presupuestaría para la compra de un juego de balones destinado al encuentro de fútbol que debía realizarse en la ciudad de Stirliing. Pero si los hombres se opusieron desde sus tronos al fútbol, porque la violencia no amainaba sino se recrudecía en los encuentros callejeros, como no esperar que las mujeres se opusieran a su práctica llena de barbarie. Isabel I, en 1572 hace estricta prohibición. Esa prohibición era para todo el que se atreva a practicarlo en el perímetro de la ciudad de Londres. La reina se basó en un artículo de prensa que denunciaba al fútbol como “no apto para un caballero por ser anti placentero, causa de furia bestial y generador explícito de violencia”. Hubo de ser una época dura para los practicantes del fútbol porque hasta 1655 se vuelve a reconocer, de parte popular, que las calles de Londres están llenas de practicantes de fútbol, aunque se recibían las diarias quejas de ventanas rotas, destrozos en muebles interiores y tumultos excesivos para el libre paso de los ciudadanos. Los carnavales no escaparon al fútbol y mucho menos a su prestigio, tal vez los más famosos son los del condado de Derby. Allí el martes de carnaval se jugaban partidos de afluencia total de espectadores, de clásicos Inter- Escuelas, de jugadas fantásticas y de héroes aplaudidos.
  • 31. Con razón a los grandes clásicos del fútbol se les llama “El Gran Derby”. Y no importaba que en esos compromisos los jugadores salieran con sus piernas rotas, con contusiones en la cabeza, semidesnudos y apretujados por la multitud que quería estar al pie de la jugada. Sentar a los jugadores del pueblo a la mesa de negociaciones con los soberanos del poder hubiese sido, o es, como sentar hoy en día a los líderes sindicales para negociar con los ministros y el presidente de la República el aumento de salario, o los nuevos impuestos. De pronto un poco más civilizados pero a la postre levantando la sesión sin acuerdo alguno. Los ingleses, en sus clases trabajadoras y populares, mantenían la tradición de jugarlo. No había prohibiciones que valieran. Las reglas no estaban precisas y ajustadas a las de hoy en día pero el juego resultaba emotivo y fascinante. Partidos de muchas horas de duración, sin dimensiones exactas de los campos de juego, con bolas no reglamentaria y zapatos antideportivos hacían una lucha secreta y se jugaban un partido social. Los soberanos con su poder normativo y los plebeyos con sus deseos y violencia. Los académicos aparecen para mediar entre unos y otros, cortesanos y plebeyos, y se logra la primera normatividad de la que se tenga referencia, aporte hecho por el profesor J. C. THING, y que titula como “The Simplest Game”. Es un libro que aparece y que estipula en líneas generales lo siguiente: “Se anotará gol cuando la pelota entre en la portería por debajo del larguero, y no será válido introducirla con las manos. Aquí es cambiada la cinta endeble que se amarraba a los dos palos verticales y se reemplaza por un madero transversal. Las manos serán utilizadas únicamente para detener el balón. Los pases se harán con los pies. Si la pelota sale del campo delimitado para el juego será reintegrada con un “saque de banda”. Esta norma se toma del colegio Cheltenham,
  • 32. que la implementó entre sus normas. Antes de existir este “saque de banda”, cuando el balón rebasaba los límites del campo deportivo, debían esperar que la devolviera al campo algún espectador o, que por cualquier medio, un jugador saliera y la buscara. Los saques de portería se realizarán desde el área de puerta o meta. Se penaliza al que haga una carga desleal contra otro jugador, contrario al de su equipo. Se castigará con “un tiro franco”, libre directo se dice hoy, y el equipo infractor tiene derecho a colocar una barrera defensiva. Se debe reglamentar las dimensiones del terreno de juego”. Todo esto causó efecto dentro de todas las esferas sociales y no se hace esperar que los jóvenes estudiantes de las clases adineradas, aburguesadas y soberanas pidan que dentro de las clases de deportes de sus Schools les sea incluido el Mob-Foot-Ball, o sea, un fútbol sin rudeza y con reglas propias de cada escuela. La aparición de clubes de fútbol se da. Aunque siguen existiendo diferencias marcadas, entre los practicantes del RUGBY y los del FOOT BALL, en cuestión de reglamento. La mayoría se acoge a las normas de Cambridge. En 1857 se funda el primer club no universitario de Gran Bretaña, el Sheffield Club. En 1862, en la ciudad de Nottingham, aparece el Notts County y se inicia la proliferación de equipos en todas las ciudades. La aparición de clubes, y las reglas de Cambridge, conllevan la creación de The Football Association, en la famosa reunión de la Freemason´s Tavern, de la barriada londinense de Great Queen Street, el 23 de octubre de 1863. Las novedades reglamentarias son: - La longitud del campo será de ciento ochenta y un (181) metros de largo y con un ancho variable. - Los verticales quedaron fijados tal y como se ven hoy en los estadios donde se juega al fútbol, pero el travesaño estaba a una altura de cinco metros con cincuenta (5.50) centímetros. En 1875 se establece que cada vertical tendrá una altura máxima de dos
  • 33. metros y cuarenta y cuatro (2.44) centímetros, acorde con la talla de un hombre normal con el brazo levantado. En 1873 se había creado la figura del guardameta, y quedaba como único jugador habilitado para usar las manos para detener y lanzar el balón. - Los defensores no podrán tomar el balón con las manos. A estas alturas no existía la posición de guardameta, portero o arquero. (Se hizo la reseña en el literal anterior). - Se sancionará como falta cualquier puntapié contra el adversario. - Se jugará con el balón normal. (Era de forma ovoide). - Los practicantes del Rugby siguieron su camino e hicieron caso omiso a la nueva reglamentación. Eso desligaría al Football del Rugby. Ellos, en 1871, forman los organismos rectores de su deporte, lo llamaron “Rugby Unión”. - El balón entró entonces en la polémica, porque los jugadores de Rugby consideraban de propiedad de su deporte el balón ovalado. Esto facilitó que se volviera completamente esférico, favor que salva el fútbol porque el balón ovalado era de difícil transporte con los pies, y el esférico si era más manejable. - Los jugadores de Rugby, violento en su práctica, consideraron, con la reglamentación impuesta para el fútbol, que era “un deporte de damiselas que haría retornar a sus practicantes a la ruda y viril disciplina del Rugby”. - Era importante lo alcanzado, para no dejarse humillar de los rugbistas, pero nacía una nueva situación administrativa para tratar: La unificación de reglamentos para poder interactuar todas las escuelas. El hecho de tener diferentes reglamentos no les permitía sino jugar internamente a cada una de ellas y la idea era sociabilizar por todas partes el deporte del balompié. Una extraordinaria coincidencia surge para bien del fútbol. Los claustros educativos no tenían campos acondicionados para la práctica del deporte futbolero, apenas si contaba con patios de alguna comodidad pero pequeños para jugarlo con las manos. El espacio reducido conlleva que se juegue solamente con los pies. Algo parecido a lo que hacen hoy en día los jugadores cuando patean la pelota en espacios reducidos, la conocemos como El Dribbling Game, que da origen a los grandes
  • 34. dominadores de balón, gambeteadores en espacios muy pequeños y los rematadores fuertes de media distancia para retirar de las metas a los defensores. El auge en todas las clases sociales, así fuera restringida en la alta sociedad, y la formación de clubes de alumnos para organizar equipos de fútbol, logra, que en 1848 se publique Las Reglas de Cambridge, primer intento de unificación de una normatividad para todos los practicantes de fútbol. Se puede decir que empieza a “intelectualizarse” el juego brutal y desmedido que se practicaba a nivel popular. Es solo hasta 1863, un 26 de octubre, cuando todos acuerdan que Las reglas de Cambridge, originadas en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, son las mejores para la práctica del deporte tan cuestionado y, en esencia, son todas las que hoy conocemos con algunas pequeñas reformas, pero básicamente son las mismas. La reglamentación da origen a clubes, asociaciones y la aparición de los torneos de liga que tienen vigencia en todo el mundo hasta nuestros días, como ya lo habíamos tratado anteriormente. LA PROPAGACIÓN DEL FÚTBOL Los navegantes y marinos británicos empiezan la labor de la abeja, y en cada puerto van dejando balones y enseñanzas de cómo jugarlo. (Fueron los héroes anónimos de una de las empresas más grandes del mundo, creo que la única que la supera es la del petróleo). Las reglas están perfeccionadas y conocidas por los practicantes. La proliferación de jugadores no se hace esperar y reúne a los administradores del fútbol para dilucidar como reglamentar el pago de aquellos que se dediquen a jugarlo profesionalmente y nace la estructura administrativa de los clubes pensando en la rentabilidad que deben de tener. Inglaterra es pionera de la fundación de los clubes de fútbol, pero Escocia, tierra glacial, con hombres curtidos por la labor diaria y el frío
  • 35. penetrante, aparece fundando en 1867 una institución de leyenda: Queens Park Club. La rivalidad entre británicos estaba dada. En 1871 se crea la Copa de la Football Association, y en 1872 se celebra el primer gran Derby de “selecciones” nacionales entre ingleses y escoceses. Queen Park Club vs. Bolton Wanderers, el 4 de agosto de 1872, empatando a cero goles, fueron los protagonistas. En 1873 se funda la federación Escocesa. En 1876 se funda la Federación Galesa. En 1879 se funda en Irlanda el primer equipo el Cliffonville Club, y su federación al año siguiente. En 1880, entonces, las islas Británicas estaban definitivamente organizadas para el fútbol y los amantes agoreros del Rugby se quedaban con los crespos hechos de ver fracasada la organización balompédica. La primera goleada histórica acaeció en 1882, cuando Inglaterra le infringió trece goles por cero a Irlanda. Los ingleses al ver la proliferación de clubes, no muy competitivos, crean la Segunda División en 1887, y se crea el ascenso con catorce clubes. En 1888 se juega el primer torneo Inter-Clubes de Inglaterra, con doce (12) equipos, que jugaron a dos (2) vueltas todos contra todos, veintidós (22) fechas, y pasaron a la historia: Accrington Club, Aston Villa, Blackburn Rovers, Bolton Wanderers, Burnley, Derby Contry, Everton, Notts County, Preston North End, Stocke City, West Bronwich Albion, y el Wolwerhampton Wanderers. El primer gran campeón el Preston North End, que contaba en sus filas con seis (6) escoceses. 1892: NACE EL PENALTY En las reglas hechas, para quitar lo violento al juego del fútbol, de la reunión de la Freemason´s Tavern, en 1863, no se tuvo en cuenta las jugadas ilegales cometidas dentro del área grande. Pero la práctica evidenció la necesidad de establecer una sanción grave en las cercanías de la portería para cortar la brutal presencia de algunos
  • 36. jugadores que “asesinaban” a sus oponentes, llegando, incluso, a hacerse famosos por sus despiadadas acciones. Se atribuye la invención del penalti al portero y empresario William McCrum en 1890, en Milford, Irlanda del Norte. El debut de los penaltis fue en la temporada 1891-92 y la primera ejecución (resultante en gol) de uno fue obra del "Papo Man Heath", del Wolverhampton Wanderers, en el partido contra Accrington en el estadio Molineux el 14 de septiembre de 1891. Así, en 1892, el máximo castigo tenía cuatro atenuantes básicos para su sanción: - Hacer zancadilla a un contrario - Agarrar a un contrario - Empujar a un contrario, y - Jugar intencionalmente con la mano. En la actualidad son nueve, bien conocidas, pero la que más llama la atención es la de “escupir” a un contrario. Hasta hoy no se conoce un árbitro que haya sancionado un penalti por escupitajo. Cabe decir que en sus principios el penalti debía ser solicitado por el equipo afectado y el árbitro decidía si sancionaba la falta. En 1897, año en que se establece definitivamente la norma, se hizo adición de la no movilidad del portero en sus pies, aunque se permite el balanceo del cuerpo en el momento de ejecutarse el castigo. En 1980 se solicitó por varios países la rigidez completa del portero. La Internacional Board no la aceptó. Como toda sanción, desde su aprobación en 1897, son las modificaciones principales que se hicieron, drásticas y favorecedoras, del atacante habilidoso. Esto obligó a los oncenos a marcar fuera del área y que dio origen a otros sistemas y a otras tácticas. El penalti es alegría y tristeza. Intimida y asusta. En muchos casos define campeonatos y salva partidos. El penalti, otro aditivo del mundo del fútbol.
  • 37. EL FÚTBOL EN AMÉRICA Campos deportivos delimitados con precisión, aros parecidos a los del baloncesto, y esféricas de caucho enmarcan el arranque del fútbol en América antes del arribo de los conquistadores europeos a nuestro continente. Investigadores precolombinos, que reconstruyen lo que la Colonia ultrajó, envileció y quiso desaparecer, han rescatado datos de la actividad lúdica de nuestros aborígenes, sin distingo, desde Canadá, pasando por todo el territorio y llegando hasta La Tierra de los Onas, La Tierra del Fuego (entre Argentina y Chile). Si no es el juego del fútbol, exactamente estructurado, el que practicaron, si hay claras evidencias de la práctica de muchos juegos de pelota por parte de esas culturas antepasadas. Lo que sí vale la pena destacar es que de todos aquellos entretenimientos americanos, tienen como intención básica colocar una bola, pelota, o balón, en una meta. Que para hacerlo necesitaron varias dimensiones de esféricas y de rivales que se opusieran al logro establecido de hacer pasar la bola por esa meta. Los Mayas heredaron de la cultura Tolteca un deporte curioso que consistía en que los jugadores, con protección en la cabeza, guantes y rodilleras, practicaban un juego de pelota, parecido al fútbol americano en la actualidad. Los campos de juego de unos noventa y cinco (95) metros de largo y cuarenta (40) o cincuenta (50) metros de ancho. El primero en la ciudad de Chichén-Itzá, conservado hasta nuestros días, tiene ciento sesenta y cinco metros de longitud y cuenta con múltiples muros en los límites, y en ellos gran cantidad de aros. Parece ser que el juego enfrentaba a dos (2) bandos, de solo cuatro (4) jugadores cada uno, que debían introducir por esos aros el balón. No
  • 38. era permitido el uso de las manos y el esférico era impulsado con cualquier otra parte del cuerpo, especialmente con las nalgas, las caderas y la espalda. Era tan difícil hacerlo que el equipo que anotara ganaba de una vez el compromiso. Se podría decir que jugaban El Gol de Oro. El deporte tenía mucho de erótico, de espectacular y la preparación física era para deportistas de alta competencia. El balón era de tres y medio (3.5) kilos de peso pero con gran capacidad de rebote. Donde los hicieron, o quienes los traían, es una incógnita para muchos. Si era violenta esta practica deportiva, es también otro interrogante. Pasan los años y en nuestro continente los barcos han llegado y las colonias de británicos lo muestran ante los nativos de cada uno de nuestros países. Los efectos de la colonia, aún vigentes en muchas partes, hace que nuestros hombres ya no admiren los caballos y acorazados hombres venidos de España, Portugal y Alemania sino que se sienten a la orilla de los campos de juego organizados por los ingleses para seguir con sus ojos esos extraños juguetes que van y vienen a discreción de los puntapiés que les dan. Brasil, potencia inigualable de Sudamérica en fútbol, comienza a ver el fútbol en las colonias de británicos, esos que enamoraban sus mujeres con los cabellos dorados y los ojos azules como el firmamento que cubría las playas del exótico país de la Samba. Pero a los hombres no sólo les llamaba la atención ver las rubias semidesnudas que se bronceaban bajo el sol de nuestra América, los embrujaba esa pelota que brincaba de un lugar a otro y que solo les permitían tocarla cuando salía, y los ingleses, trabajadores de empresas londinenses, dejaban que ellos les recogieran y se las devolvieran al campo de juego. Adquirir esa pelota era exclusividad de los señores británicos y de sus amigos adinerados del Nuevo Continente que no permiten se les inmiscuya nadie, menos si es de color. La creatividad, entonces, nace en el carioca y con trapos elabora las primeras folhas para irse a las playas de Río de Janeiro, o a los terrenos donde la grama crece naturalmente, para imitar a los señores ingleses en ese deporte que ellos llaman Foot Ball.
  • 39. Las arenas paradisíacas de las playas de Río de Janeiro, que eran propias, y la bola de trapo, hechas con sus manos, eran lo único que ellos necesitaban para llevar a la práctica el deporte que jugaban los ingleses. Sus rítmicas danzas prepararían sus cinturas endiabladas y su habilidad innata escribirían el resto de la historia. Pero allí, en Brasil, los emperadores también tenían raíces y, al no poder prohibir que se juegue al fútbol, entonces prohíben, a través de los directivos de los mejores clubes, tener entre los practicantes del deporte a jugadores negros, o de color, para ser más humanizados. “Pintor que pintas con amor, por qué desprecias su color, si sabes que en el cielo también los quiere Dios”, Sería el mejor homenaje para ellos, escrito por Andrés Eloy Blanco, el poeta venezolano. Y es que la xenofobia de muchos en el mundo del fútbol ha ocasionado violentas acciones en países donde aún creen que tener la piel de color es un pecado y un deshonor. Colombia no ha sido ajena a ese problema porque lo vivimos con Faustino Asprilla y Adolfo Valencia en Europa donde grupos racistas les escribían letreros grotescos y desobligantes por el solo hecho de tener la piel oscura. Pero Dios, sin ser negro, les dio una naturaleza genial para esta nueva práctica deportiva. Ellos, los hombres de color, se organizan desde los sectores populares, crean sus clubes y enfrentan con éxito a los clubes consentidos de los blancos. El poder económico se une al poder administrativo y concluyen que esos “negritos” son garotos de los sectores más pobres, con necesidades de vivienda, alimentación balanceada y, lo que más les interesaría, huérfanos de dinero, de capacidad económica para sacar adelante a sus familias, numerosas por cierto. Si en épocas anteriores, sin quererlo, solo habían servido como esclavos, como no lo iban a ser de algo que les gustaba: el fútbol. Aunque parezca una dura apreciación, deshumanizante, tirana, humillante, no deja de ser muy real… o acaso en nuestros días se piensa de manera diferente.
  • 40. Los blancos necesitan de sus servicios y pagarles es muy beneficioso para sus bolsas desguarnecidas. Así logran llegar a los mejores clubes, organizacionalmente hablando, y devengan sueldos bajos que poco a poco se incrementan al convertirse en ídolos populares que llenan las tribunas de los campos deportivos. No era el fútbol plenamente depurado aún y mantenía algunas reglas curiosas como aquella de cambiar de campo cada vez que se conseguía un gol. En cuestión de uniformes, el pudor de ver un hombre en tanga loneta, que sería lo mínimo, no permitía el destape que vendría años después. Eran de pantalón largo al estilo reservista de la época Victoriana. Púdica en público pero lujuriosa en la intimidad. El poder, de todas formas, influyendo un deporte al que había perseguido y querido acabar, pero al hacerse rentable y de influencia masiva en las clases populares se vincula a él para reglamentarlo y tenerlo participando en sus decisiones políticas que de una, u otra forma, influye y benefician el aparato económico y político de un país. PODER Y VIOLENCIA Italia, por ejemplo, es otra de las naciones que ha aprovechado la industria del fútbol para sobresalir en la maquinaria política. Quienes visitan a Italia encontrarán en la historia los nombres de “Littorio de Trieste”, “Bertha de Florencia” y “Nacional Fascista de Roma” en los escenarios deportivos donde se jugó partidos de torneos mundialistas. Y haciendo aquí un breve paréntesis, nadie podrá negar que Italia se había preparado a fondo. Pero en el mundial que tuvo como sede, Benito Mussolini, con su sistema político, superior a todos los demás, según él, y una raza italiana, descendiente de la “raza superior” que se promocionaba en Alemania, y que debía convertir a Europa en inmortal, le dieron otro carisma al torneo. Además, del dinero proporcionado por el Estado Italiano a los dirigentes influenciados por la política pero al mando de la cosa deportiva, no fue óbice para Italia contratara dos
  • 41. extranjeros, las súper estrellas argentinas Orsi y Monti, integrantes de la selección Argentina, vicecampeón mundial. La premisa, para traerlos, que eran de descendencia italiana y Mussolini quería que su país fuera campeón mundial de fútbol en su propio patio. El escrúpulo de juego limpio no existía si el resultado final era satisfactorio. “El nacionalismo exacerbado era la primera gran característica de los regímenes fascistas que implantaron sistemas políticos totalitarios. Así mismo, en el caso alemán, alentaba un espíritu de desquite por la derrota sufrida en la guerra de 1914-1918. En el de Italia, que había participado en la contienda a favor de los aliados, se vio defraudada por las conclusiones del Tratado de Versalles, que consideró escasamente generosas para con sus reivindicaciones. Ahora Mussolini aspiraba a conseguir mediante la violencia y el chauvinismo lo que no alcanzó en las negociaciones versallescas”, cita una crónica de las publicaciones de los Mundiales de FIFA. Por lo tanto, la segunda Copa del Mundo, de 1934, organizada por el gobierno del país italiano, en cabeza de Benito Mussolini, y no por una organización independiente y deportiva, consideró que no era una justa balompédica la que se organizaba sino una guerra. Pero lo más caótico fue que esa guerra debía ganarse sin prejuicios de ninguna clase y donde todo era válido. Lo que había que dejar sentado ante el mundo era la “superioridad” incuestionable e indiscutida de los jugadores que militaban en la “azurri” ante cualesquiera de los oponentes que asistían al mundial. La FIFA de aquella época contempló esa exigencia del fascismo y permitió que lo deportivo quedara suplantado por lo político. Y ese poder político encubrió la violencia de los jugadores italianos, la ciega ilusión de los hinchas, más que hinchas fanáticos enceguecidos, federativos sordos, ciegos y mudos, y, para colmo, unos árbitros temerosos, enmarcados en lo pusilánime, que dejaron que se hiciera de todo. Uruguay no asistió porque presupuestó la politización del evento. Así fue, el chauvinismo de la prensa y aficionados legitimaron y exaltaron un régimen que coartó la libertad y dignidad de los ciudadanos. Los oriundos, como se les llamó a los extranjeros, que vinieron a reforzar
  • 42. las selecciones, había caído en el abuso de gozar, por parte de algunos jugadores, de la doble nacionalidad. Italia ganaba el mundial de la mano táctica de Vittorio Pozzo, que después lograría la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de 1936 y la segunda Copa del Mundo en Francia 1938, ya no importaba que se hubiese ganado con un gol producto de la “energía de la desesperación”, ni que la mano extendida, como estandarte de Mussolini, fuera el símbolo de la victoria. El poder político – administrativo, por otra parte, se preocupa que en cinco (5) mundiales La Unión de Repúblicas Soviéticas, URSS, no esté presente. Visitas secretas, pre acuerdos, cartas de FIFA, reuniones de alta jerarquía política y deportiva logran que en el Mundial de Suecia 1958 la Rusia Soviética debute mundialmente. Como fue el acomodo, no lo sabremos, pero ante la rapidez y fortaleza del fútbol socialista lo encasillan en el grupo cuatro con Inglaterra, ideológicamente opuesto en lo político y social, Brasil, potencia futbolística y con la aparición del “Rey Pelé”, y Austria. Dicho coloquialmente “lo mandaron a la licuadora” para que ese fútbol que venía de una clase dirigente esclavizante de millones de personas no fuera a superar a la ideología capitalista de libertad: “haga y deje hacer”. De todas formas Lev Yashin, concluyó siendo el mejor portero del torneo. En 1966, precisamente, Inglaterra organiza uno de los Campeonatos Mundiales más cuestionados de toda la historia. La pérdida de la copa “Jules Rimet” días antes de la inauguración, el triunfo de Corea del Norte sobre los Italianos, algo así como David contra Goliat, porque lo norcoreanos mientras los Italianos ganaban millonarias sumas de dinero y vivían en la ostentación y la opulencia. Vittorio Pozzo, director técnico de Italia, dijo: “Los italianos ya no saben que significa luchar por una camiseta o por un país”; para denotar que solo les importaba el dinero que ganaban los integrantes de la squadra azzurra. La violencia búlgara de los jugadores Yakimov y Jetchev persiguiendo a Pelé hasta lesionarlo de una de sus rodillas. La violencia Argentina en todos los partidos apelando a juego mal intencionado contra sus rivales. La
  • 43. predisposición de los organizadores y los árbitros para empujar los equipos europeos de forma descarada en los cuartos de final. El acomodo del calendario para que Inglaterra solo actuara en Wembley y con días de descanso entre uno y otro compromiso. La expulsión por parte del juez alemán Kreitlen de Rattin, el mejor jugador argentino, porque, adujeron, le contestó con palabras groseras, comprobándose después que ni el árbitro hablaba español, ni el argentino hablaba una palabra de alemán. Para complementar todo lo anterior en posición de fuera de lugar el árbitro validó el cabezazo de Hurst, en el minuto setenta y siete (77), para el triunfo inglés de uno (1) por cero (0). El complemento del acomodo inglés se presentó en el compromiso de Uruguay contra Alemania Federal donde se colocó al inglés Finney como árbitro principal. Un balón, que iba rumbo al arco alemán, fue detenido debajo de los palos con la mano por Schnellinger sin que el juez viera nada. Alemania se puso en ventaja un minuto más tarde del incidente con gol de Haller. Seguramente a quien más se le hizo largo el primer tiempo fue al árbitro que una vez iniciado el segundo tiempo expulsó a Troche y Silva dejando limpio el camino para los alemanes que terminaron ganando cuatro (4) por cero (0). Para complementar la violencia de éste mundial y el poder oscuro de sus organizadores, el juego Alemania Federal y la Unión Soviética no fue más que una batalla campal en donde cinco (5) jugadores, Seeler, Tchislenko, Potkuyan, Beckenbauer, Sabo y Emmerich, se encontraban fuera del campo en tan solo siete minutos de juego. El árbitro del compromiso Lo bello de Italia. ¿Qué tal? CULTURA Y FÚTBOL Causa risa, acotado el tema anterior, cuando se asegura en algún comentario que le están “metiendo la mano al partido”. Pareciera que aún se cree que el deporte del fútbol está por fuera de la influencia del poder organizativo, del poder político y de la idiosincrasia misma de cada lugar de la tierra.
  • 44. Del chauvinista mundial de Italia, donde la política se impuso al espectáculo, muchas cosas han sucedido en torneos regionales, nacionales, continentales y mundiales. Lo peor de todo es que el único perdedor ha sido el espectáculo como tal. Pero el poder y la administración dejan que los años pasen y el olvido acabe por sepultar las irregularidades. Por eso después del Mundial de Inglaterra, de las protestas sudamericanas, de las amenazas de no volver, para México 70 fueron setenta (70) los países inscritos para la fase eliminatoria y dieciséis (16) los que llegarían a la fase final jugada en el país azteca. Al fin de cuentas: poder, administración, violencia y dinero son los condimentos del fútbol. México lograba así el record de inscritos para un Mundial en su fase clasificatoria. Hoy doscientos cinco (205) países son miembros de FIFA, luego sería fácil pensar que La Administración, La violencia y El Poder van de la mano para producir los millones que usted pueda imaginarse. Pero si eso se piensa, debemos también loar a todos los dirigentes que han estudiado, planificado, reestructurado, financiado y arriesgado sus patrimonios, en muchos casos, para darle una organización legal y fructífera al fútbol. No es menos cierta la afirmación que el futbolista, excepcionales casos, fue un niño de barriada humilde, con problemas de salubridad pública, con hambre, sin mucha educación con familias numerosas y cada día más empobrecidas, que habita en lugares lejanos del centro de la ciudad, que no tiene alimentación balanceada, que apenas logra una educación básica secundaria, que se inicia silvestremente como futbolista, que los peladeros de su barrio o su comuna le albergan en los picaditos o encuentros de los vecinos de su cuadra, que se someten a entrenadores que logran con ellos el sustento y, a veces, hasta saciar con ellos las aberraciones que llevan encima y después de mucho trajinar pueden lograr el golpe de suerte que los saque de ese mundo de incomodidades y miseria. El dirigente, excepcionales casos, fue un niño de estrato cuatro o cinco, con las comodidades de unos padres adinerados o acomodados, que no conocen el hambre física, instruidos académicamente, con familias pequeñas, uno o dos hermanos, que se les enseña la cultura del poder y del dinero, que aprenden a conocer de jóvenes las industrias o
  • 45. negocios de sus padres, que los elegantes clubes los relacionan con otras personas de idéntico perfil y con la mentalidad de inversión- ganancia. En lo anterior está la gran diferencia entre futbolista y dirigente, entre empleado y patrón, entre sumisión y poder y entre administrado y administrador. El otro grave problema que diferencia, quien administra y a quien lo administran, es la base cultural que relacionamos anteriormente. El jugador cuando gana un dinero suficiente piensa en cómo gastarlo, el dirigente en como incrementarlo. El futbolista quiere darse la vida del dirigente, el dirigente gasta solo lo necesario. El futbolista encuentra en la belleza y el licor, por no citar otros vicios, una forma de aparentar que es poderoso, el dirigente todo lo hace bajo la intimidad y el secreto. El futbolista se le paga y de inmediato piensa en cómo gastarlo, el dirigente piensa en cómo invertirlo. El futbolista compra unos zapatos de doscientos mil pesos para “chicanear”, término que usa mi hija Edith Johanna que significa lucirse, antes sus compañeros y para ir a una discoteca a acabar con lo que queda de la quincena, el dirigente se compra los mismos zapatos para ir al club a sellar un negocio de millones de dólares. El futbolista aparece en público con una despampanante mujer que le cuesta millones mantenerla, el dirigente tiene una despampanante mujer que le ayuda a cerrar los negocios que le representan millones de ingresos. Cuestión cultural de una sociedad que no se preocupa por humanizar al jugador y culturizarlo o reculturizarlo para que tenga visión empresarial y calidad de profesional de fútbol. No es profesional quien se coloca un uniforme del Nacional, del América, del Santa Fe, del Cúcuta, del Parma, del Boca Juniors, o cualesquier otro onceno profesional. Esas camisetas las han vestido muchos que hoy están en la miseria, en un hospital de enfermos mentales, en una clínica de recuperación psicoactiva, tirados a las puertas de los bares que sonsacaron su dinero, detrás de la mujer que les usufructuó sus millones, ebrios en la calle de la ciudad que vibró con sus jugadas, durmiendo en las graderías del estadio que se llenó para
  • 46. disfrutar de su fútbol, en la celda de una prisión recordando sus tarde de gloria o en la tumba olvidada de un cementerio que ya nadie visita. Lógico, no solo es el futbolista el que tiene la culpa de que veamos con asombro en las páginas de los diarios, en las pantallas del internet, en las imágenes de televisión o en las noticias de la radio que un jugador de renombre muere drogado, pobre u olvidado. Nosotros también tenemos una responsabilidad inmensa, los que vamos a la tribuna del estadio con atuendos de guerra, pintados como guerrero apaches, que gritamos y ultrajamos a cuanto opositor de bando se nos presente, que irrespetamos al niño, a la mujer y al anciano; que excretamos y nos complacemos con arrojarlas sobre los demás espectadores; los que pedimos violencia contra el jugador contrario, contra el árbitro, contra el juez de línea; que incendiamos el estadio porque perdimos; que destruimos los escenarios deportivos porque nos cae mal un dirigente; que tiramos la pila, la piedra, el ladrillo con la firme intención de herir y matar a los que no comparten mis ideas; que llegamos al escenario deportivo con las consignas de vencer o morir, que aplaudimos cuando arrasamos con el oponente sin importar que sea a codazos o a patadas. También somos culpables los que desde una tribuna periodística mentimos, embaucamos, prostituimos la noticia. Los que endiosamos al jugador en la buena tarde de triunfo pero que lo flagelamos y crucificamos en la derrota. Los que atacamos porque el dirigente no es de mis afectos. Los que envilecemos al deportista sin pensar que esclavizamos al hombre. Los que día a día seguimos un equipo para resaltar sus errores a gritos, pero hablamos en voz baja y asolapada cuando triunfan. Los que esperamos la derrota para freír sobre ella nuestro resentimiento y amargura. Los que esperamos el triunfo para pegarnos a él sin el compromiso. Los que esperamos el éxito con el sacrificio de esos otros. También somos culpables los que contratamos a bajos precios a sabiendas del bajo rendimiento. Los que negociamos un partido. Los que nos olvidamos de la lealtad con el deporte y la vida misma.
  • 47. No culpemos el exceso del deportista, en nuestro caso el futbolista, porque en muchos de los casos somos nosotros mismos los que los hemos empujado a ser engreídos, individualistas e inconscientes con su vida y con su entorno. Que fuimos nosotros mismos los que no educamos a nuestro hijo, que el profesor no educó al niño, que la universidad no formó al hombre, que la sociedad no culturizó al ciudadano. Que desde el mismo momento que le niño empieza a patear una pelota no se le deben permitir desmanes como patearle las nalgas a sus compañeros de juegos, porque si se tolera se repite, si se repite se acostumbra y la costumbre hace la ley de vida para actuar. Si se corrige se forma y cuando se forma la rectitud va de la mano de los hombres. No debemos olvidar esa sentencia popular: “árbol que nace torcido, no endereza jamás”. Que la formación de los padres dará un sentido de respeto del niño hacia el entrenador al que atenderá y obedecerá para alcanzar las metas previstas. Lo que aprenda en estos primeros años, tal vez, marcará indeleblemente el futuro de su vida. Enseñarle que aprender necesita tiempo, esfuerzo, dedicación, sacrificio. Que nada se consigue por ser blanco, amarillo o negro. Que hay dotes innatas pero también otras que se pueden adquirir con el entrenamiento y el trabajo honesto. Personalmente creo que hasta los quince años se debe tener en los jóvenes Directores Técnicos que perfeccionen al jugador en las habilidades de utilizar todas las zonas hábiles de su cuerpo. Cabeza, pecho, piernas y pie, para recepcionar, dominar y jugar el balón. Controlar, conducir, pasar, gambetear y rematar son las acciones básicas de la formación técnica con el balón. Controlar el balón con el pie es la primera acción técnica que debe aprender un futbolista. El balón es el útil y por lo tanto debe ser tratado con seguridad, elegancia y precisión.
  • 48. La segunda zona del cuerpo que sirve para hacer control de la pelota es el pecho; control que no es de fácil recepción y necesita de repetición para lograr una ejecución perfecta. El pecho es clave para denotar las condiciones técnicas de un jugador ya formado. La cabeza, el abdomen y el muslo también deben de trabajarse así no sean zonas de alto porcentaje de control de balones. Se debe conocer este trabajo técnico por las imprevisiones de altura de pelotas que puede haber en un juego y donde el jugador debe apelar a esas condiciones técnicas para dominarlo. No siempre el balón debe ser controlado. Se puede también entregar de primera intención pero es clave el trabajo técnico de la manera de recepcionar un balón para poder hacerlo con precisión. Otra frase técnica es la de conducir la pelota. Con una buena conducción del esférico se logra el manejo de los tiempos del partido. Los manejadores de los tiempos de un partido son jugadores con mucho trabajo técnico. Entregar el balón es la siguiente fase técnica que se debe trabajar durante mucho tiempo. El éxito de dominar un partido está en la capacidad de recuperar el balón y pasarlo entre compañeros sin que el rival logre recuperarlo. Los pases, en un alto porcentaje, se ejecutan con el pie, del cual tenemos la parte interior, el empeine, la punta y el talón para realizar el golpe del balón. Dependiendo de la zona del pie que se utilice el balón tomará una dirección. Esas direcciones pueden ser con efecto a la derecha, efecto a la izquierda, bola seca (recta), por debajo o por el centro. La potencia se debe manejar para ejecutar los pases. Los pases se pueden ejecutar de dos maneras: cortos y largos. Los primeros permiten mantener con seguridad la pelota pero hacen lento el ataque, y los segundos permiten dinámica en el juego pero necesita de expertos en la técnica para evitar que se pierdan en espacios vacíos o que queden en poder de los contrarios.
  • 49. El pase es la esencia del juego colectivo. Sin jugadores que lo sepan hacer no habría fútbol de conjunto, el pase origina que el jugador pueda colectivizar desbordar, cambiar de ritmo, centrar y llegar al gol. El pase también permite, en los jugadores preparados técnicamente, realizar jugadas de lujo como el taco, la rabona, el sombrerito, entre los más comunes. La parte final de un jugador, sea defensor o atacante, es aprender a tener capacidad de definición ante el marco contrario. El fútbol de hoy requiere que toda posibilidad ante la meta rival debe ser aprovechada y ella puede darse en cualquier momento del partido y para cualquier jugador. En los remates de lujo y preciosidad a puerta está la chalaca o chilena, la media chalaca, la volea, la cabañuela o tijera, el disparo seco, el chanfle y el escorpión. Cabe aquí el remate de cabeza que se puede hacer ortodoxamente o en la espectacular volada o palomita. Los jugadores pueden ser más técnicos auto dotándose de ciertas condiciones técnicas trabajadas. Creo que trabajando, admítanme la posible redundancia, se consigue perfeccionar muchas condiciones y se prepara para jugar aquello que vimos por allí en albores del fútbol, el Dribbling Game. Después de los quince años el jugador debe pasar a manos de un Director Táctico, o lo que llama otros, en Venezuela y Europa sobre todo, Director Deportivo. Este se encargará de aplicar lo que el joven ya aprendió: no es simplemente jugar, no es simplemente pegar, no es simplemente patear, no es ir y venir a ver que resulta, sino estar funcionando dentro de un esquema, tener una intención de lo que se quiere dentro del partido con él, y ser eficaz en la utilización de lo que técnicamente ha aprendido. Lo que el director técnico cimentó, la semilla de saber que colocó en él, debe repercutir al estar a las puertas de ser profesional. Su cultura física, técnica, moral, mental y social relucirá a medida que se le entreguen responsabilidades en un partido.
  • 50. El comportamiento, imagen de conducta del individuo, le mostrará que metas quiere alcanzar dentro del equipo. Qué esfuerzo va a tener. Que disciplina mostrará en la repetición de cosas fáciles. Que capacidad de asimilación para las cosas más complejas. Que confianza y respeto da y recibe del grupo de jugadores. Como entiende el reglamento y como lo aplica. Qué interés y cariño demuestra por el equipo. Como asimila la ciudad o el país en el que está, no siendo necesariamente extranjero. Como administra sus bienes o los de su familia. Luego de ese pequeño gran análisis, se sabrá hasta donde el éxito llegará con ese jugador en lo individual y hasta donde rendirá en lo colectivo. Trabajo dispendioso para el Director Táctico pero que en unos quince días ya puede haber detectado en su totalidad. Para este debe asesorarse de un especialista en test de éste tipo y realizar el diagnostico respectivo. Las referencias se deben tener en cuenta para determinada situación que se presente, sobre todo si hay antecedentes de la misma. No olvidemos que los jugadores son seres humanos que pueden asimilar y acoplarse más fácil en determinado ambientes, sobre todo cuando son ambientes bajo las normas que hemos citado anteriormente, ambientes donde se le da la importancia y el cuido serio al jugador. Muchos serían los ejemplos de oncenos que tienen nóminas de extraordinarios jugadores pero que al poco tiempo fracasan porque cada uno saca su individualismo, desune el grupo y caen en el fracaso. Real Madrid 2004 es el mejor ejemplo. Otros, más humildes, ganan y sorprenden porque simplemente trabajan en sociedad y en busca del bien común. Deportivo Pasto en Colombia sería el ejemplo (2003- 2004). Cúcuta Deportivo (2006-2007). El comportamiento social dentro del campo de juego nos muestra la manera como socialmente se desenvuelve un jugador. Normal es que aquel que viene de barriadas con muchas necesidades sea un poco resentido hacia los compañeros que tienen mejores condiciones de vida. Trabajar ese aspecto, para incentivarlo a que él también puede mejorar su condición de vida y que su Proyecto Futuro lo puede llevar a muy buenas realizaciones, es muy importante.
  • 51. No es fácil que en un equipo de fútbol unos lleguen en carros último modelo, otros en moto, otros en bicicleta y unos cuantos a pie. No es fácil que unos utilicen guayos de prestigiosas marcas, y de costos elevados, y otros lo hagan con guayos de marcas poco conocidas y con muchas horas de uso encima. No es digerible que uno tenga de novia a la cantante más afamada del momento y el otro sea el amante de la mucama del hotel donde vive. En fin, todas las desigualdades que vive nuestra propia sociedad se viven y se palpan dentro de una institución de fútbol. Gobernar esas particularidades, para enfocarlas en una sola meta para todos, es el secreto. Tal vez es el mismo secreto del político que logra reunir en torno a él, en un fin común, a todos los ciudadanos de una población. Criticar es la base de los espíritus mezquinos y mejorar la de los espíritus progresistas. Ojalá todos aprendiéramos esa premisa. EL PODER Y EL FÚTBOL Como cité, hace unas cuantas líneas, se debe saber manejar todas las situaciones de desigualdad que existen en un equipo de fútbol. Para eso hay que tener poder de convencimiento y poder político. Me dirán que el poder político degenera y prostituye las cosas. Tal vez en algunos aspectos tengan razón. Seguramente están convencidos que el Director Táctico debe ser, como aseguran algunos: “frentero”. Yo estoy convencido que el fútbol necesita de manejo político, y ese manejo político da el poder sin hipocresías. Poder de convicción, poder de distribución, poder de administración, poder de realización, poder de organización y poder de triunfos. Política es un sinónimo de acción acordada. Popularmente la aceptamos así, y efectivamente así es. Otros dirán que política es el arte de gobernar. Julio Casares considera que la política es el “arte de gobernar los pueblos y conservar el orden y las buenas costumbres”.
  • 52. Acaso en el equipo de fútbol no se propende por mantener el orden y las buenas costumbres. Díganme un solo sistema de fútbol que no tenga orden y un sistema que no vele por las buenas costumbres. Todos se crearon para ordenar lo que se va a hacer, para ganar dentro del marco legal y la normatividad permitida. Aún antes de existir las leyes deportivas el fútbol ya se regía por las leyes sociales, y en su principio por las leyes naturales. Es en éste siglo, cuando se aprecia que la política es una ciencia, y como ciencia se ocupa del estudio del poder. Lenín, que no sabía de fútbol, aseguró que “el orden legaliza y afianza…amortiguando los choques entre las clases”. Un onceno, por poderoso o humilde que sea, sale al campo de juego a hacer prevalecer un orden para evitar el choque con el contrario. Dominarlo sin pelearse con él. Dentro del partido, a medida que se pone orden, se afianza el dominio y llegan los goles. Lenín no estaba tan equivocado. Ahora podemos decir que cuando hay orden se obtiene el poder. El profesor de filosofía Romano Guardini concibe que el poder “es la capacidad de poner en movimiento la realidad, cosa que no puede hacer la idea”. Y agrega que “las ideas no son poderosas sino valiosas”. Distingue también que las fuerzas de la naturaleza son enérgicas pero no poderosas. “El poder es un fenómeno específicamente humano, las fuerzas naturales y los animales tienen energía, pero no poder porque les falta iniciativa. Un elemento natural posee o es, según el caso, energía pero no poder”. Clarificado lo anterior, podemos decir que el Director Técnico, Director Táctico, Director Deportivo, o como se le denomine en cada país o región, es el único que tiene poder para llevar a la realidad sus ideas con la colaboración y acatamiento de sus dirigidos. Pero el poder, aunque sea uno solo, puede clasificarse en legal, tradicional, carismático, como lo señala Max Weber. El primero se fundamenta en la ley, el segundo en la costumbre o hábitos, y el tercero en líderes naturales.