1. ethic.es25
tribuna_
entre los años 80 y los 90 a buscar soluciones a la ingente
cantidad de problemas. Los investigadores del MIT lo llama-
ron hace ya unos años «el gran desacople»; la velocidad del
cambio tecnológico deja atrás a demasiadas personas y está
provocando que las soluciones no surjan a la misma veloci-
dad que los problemas.
Los millennials están siendo pioneros en la irrupción de
una nueva escala de valores que les lleva a no aceptar tra-
bajar o consumir en contra de su ética. Quieren cambiar
el mundo con sus startups o usando el emprendimiento
social, dando soluciones nuevas a los viejos problemas
de nuestra sociedad. Creen en la cooperación frente a la
descarnada competencia. Su activismo les ha llevado a
actualizar antiguos conceptos como la economía circular,
el comercio justo o la lucha contra las corporaciones mul-
tinacionales para, con la ayuda de la tecnología y el em-
prendimiento, convertirlos en banderas a levantar. Hoy
la defensa del medio ambiente a través del reciclaje está
presente en el mundo de la moda gracias a Mingo y Blan-
ca con Madrid Fashion Show. En Sevilla, Pedro ha rein-
ventado el comercio justo con su red de descuentos para
desempleados Tarifas Blancas. Un ingeniero, Manu, pa-
sando por Ciudad Real, está poniendo en marcha la pri-
mera impresora 3D portátil con el apoyo del programa de
emprendimiento corporativo de Telefónica Open Future.
Son los puentes que los jóvenes del milenio están cons-
truyendo no solo para unir generaciones diferentes sino
para hacer un planeta mejor. Un mundo millennial es un
mundo donde se colabora aunque se compita, donde se
acuerda aunque se discrepe, donde se crea y no destru-
ye, donde se puede ser ecologista y emprendedor a la vez,
donde el activismo toma forma de empresa, donde el po-
der no es absoluto y está compartido. Son esos puentes
que el viejo militar norteamericano nos contó en la Casa
de América en Madrid. _
«La nueva generación está
demostrando que hoy es
posible cambiar desde abajo
cualquier estructura»
fotografía_JoshuaEarle
Iñaki Ortega es director de programas
en Deusto Business School y profesor
de Economía en la Universidad
Internacional de La Rioja
Másinformación
ace unos meses visitó España el almi-
rante con cuatro estrellas de la Marina
de Estados Unidos James G. Stavridis. El
militar, ya retirado, dirigió hasta 2013 las
operaciones mundiales de la OTAN como
comandante supremo aliado, y fue invitado por el visio-
nario español Eugenio Galdón para entregar los premios
de emprendimiento de la Fundación Everis. A alguien
le parecerá antagónico empezar esta reflexión sobre los
millennials con dos nombres propios, James y Eugenio, no
solo porque son casi septuagenarios sino porque esa gene-
ración que apenas supera los 30 años comparte unos valo-
res que aparentemente son contrarios al uso de la fuerza
militar; pero si el lector tiene paciencia y aguanta hasta el
final del artículo podrá quedarse tranquilo con los articu-
listas que elige la revista Ethic.
En Madrid, el almirante que dirigió operaciones de combate
en el Golfo Pérsico durante la guerra de Iraq habló al público
convocado –entre los que estábamos profesores, directivos
de empresas y emprendedores– sobre ciberseguridad, el
auge del extremismo, regímenes autoritarios y posibles pan-
demias. Pero más allá de estos asuntos, todos recordaremos
cómo terminó su intervención con una fotografía del Pen-
tágono, la inexpugnable sede del departamento de defensa
americano en Arlington, Virginia. En ella podía verse el po-
tente edificio, la mayor sede de oficinas del mundo en el que
trabajan más de 25.000 militares, unas horas después del
ataque del 11 de septiembre de 2001, destruido totalmente
por el impacto de un avión de American Airlines secuestra-
do por los terroristas de Al-Qaeda. El laureado militar, seña-
lando su despacho hecho cenizas, afirmó: «Los muros, como
queda de manifiesto al ver este bunker derruido, no crean
seguridad. Solo los puentes, únicamente el soft power salva-
rá al mundo».
Durante mucho tiempo pensamos que solo las grandes ac-
tuaciones provocaban cambios. Una ley, una gran inversión,
un cambio de gobierno o una alianza supranacional. Pero
la nueva generación del milenio nos está demostrando que
hoy los cambios ya no vienen de arriba abajo sino, como
dicen los anglosajones, son bottom-up. El respetado econo-
mista venezolano Moisés Naím en su libro El fin del poder ha
bautizado este cambio de escala de lo grande a lo pequeño
como el auge de los micropoderes. Snowden o Assange po-
niendo en jaque a la CIA, unos inmigrantes ucranianos con
Whatsapp reventando el modelo de negocio de las telcos, o
la economía colaborativa liderando el turismo mundial con
las plataformas globales de intercambio de habitaciones son
demostraciones palmarias de que hoy es posible cambiar
desde abajo cualquier estructura.
Los millennials son los actores protagonistas de este nuevo
paradigma donde todo es posible. Pero eso no quiere decir
que sea un camino de rosas. La crisis que llegó en 2007 para
no abandonarnos ha destruido las ilusiones de miles de jó-
venes con sus tres jinetes del apocalipsis: el paro, la preca-
riedad y el fracaso escolar. Sin embargo, esa situación, con
el concurso de la disrupción digital, ha movido a los nacidos
H
ethic.es24
Los 'millennials' le han dado la vuelta a convenciones
y escalas de valores. No aceptan trabajar o consumir en
contra de su ética. Saben que a través del emprendimiento
se pueden solucionar problemas sociales. Forman la primera
generación de nativos digitales. Creen en la cooperación
frente a la descarnada competencia. Y prefieren
disfrutar antes que poseer.
Por Iñaki Ortega