El presente documento es una invitación al diálogo sobre la humanización de las TIC, en el marco de la pandemia del Covid 19, en la Institución Educativa Divina Pastora de Riohacha.

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Una aproximación a la humanización de las TIC en la Institución Educativa
Divina Pastora
Díaz Deluque Guillermo
Docente INEDIPAS
Septiembre 28 de 2021
guillermo_diaz.docente@inedipas.edu.co
Al hablar hoy de tecnologías digitales en el aula, no debe ni puede circunscribirse al uso de
computadoras como simples artefactos tecnológicos, ni concebir la internet sólo para la búsqueda
de información, o el correo electrónico como el medio de interacción más eficaz entre docentes y
estudiantes. Por el contrario, vivir en un mundo globalizado ha demandado nuevas formas de
acceder, gestionar, procesar y difundir información a través de las TIC; sin embargo, todo esto
hace parte de un entramado donde se conjugan entre otros, aspectos socioculturales, políticos,
económicos y por supuesto pedagógicos. En consecuencia, no es suficiente el acceso a
conectividad digital sin una intencionalidad definida en función del aprendizaje. Por otra parte,
Galindo (2010), afirma que:
Se suele pensar que la tecnología y su aparición tanto en los currículos y en los espacios
físicos como en los documentos de políticas educativas, son ya sinónimos de vanguardia y
aprovechamiento de recursos sin que por ello se privilegie más el enfoque social que el mismo
tecnológico (p.2).
Un enfoque social que en esta era digital trasciende los límites del constructivismo, teoría que
al igual que el conductismo y el cognitivismo son las de mayor utilización en ambientes
instruccionales, pero su desarrollo se dio en épocas donde el aprendizaje no había sido impactado
por la tecnología (Siemens, 2004). Desde luego que no se trata aquí de saltar de una teoría de
aprendizaje a otra, ni discutir la supremacía del conectivismo de Siemens sobre el
constructivismo de Vygotsky; por el contrario, se reconoce su importancia en los procesos de
aprendizaje desde cada momento histórico en el que fueron desarrolladas. Pero más allá de éstas,
el presente escrito pretende ser una invitación a dialogar sobre las experiencias vividas con el uso
de las TIC en el marco de la pandemia del Covid – 19 y sus implicaciones en las prácticas
pedagógicas, como un acto de reflexión para optimizar su implementación en la Institución
Educativa Divina Pastora, desde una perspectiva más humana que instrumental.

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Indiscutiblemente, los desafíos del siglo XXI en el manejo de las competencias digitales
exigen el dominio de estrategias y técnicas, donde el uso pedagógico de las TIC es relevante para
potenciar los procesos de enseñanza en los docentes, pero fundamentalmente para mejorar
sustantivamente los procesos de aprendizaje en los estudiantes; la cuestión es ¿qué tan
preparados estamos (a nivel personal, social e institucional) para asumir el papel que corresponde
en esta, la denominada sociedad del conocimiento? ¿Cómo afrontar las exigencias de este mundo
globalizado bajo la influencia de las TIC, potenciando su uso desde el contexto educativo, para
generar una interacción más humanizada entre docentes - TIC - estudiantes? Posiblemente cada
lector tendrá varias respuestas e incluso, más cuestionamientos al respecto, pues, el problema
presenta diversas aristas cuyas soluciones no recaen precisamente todas sobre docentes o
estudiantes de manera directa.
En este orden de ideas, no se pueden soslayar los problemas de conectividad que pululan en
los entes educativos oficiales y en la sociedad misma, generando lo que se ha denominado la
brecha digital. Aunque esta condición no debe convertirse en óbice infranqueable para avanzar
en los procesos de mediación pedagógica donde las TIC asuman un papel preponderante en la
construcción social del conocimiento, sí mantiene un efecto ralentizador e incluso anquilosante
de los procesos de enseñanza – aprendizaje. No obstante, a cada actor del proceso educativo le
conciernen sus propias responsabilidades éticas y profesionales; en consonancia, corresponde al
docente redefinir su rol como facilitador en las dinámicas del proceso educativo mediado por las
TIC que han planteado exigencias tecnológicas y sociales, a partir del vertiginoso desarrollo de
la tecnología. Al respecto, Ballesteros y Velarde (2015), afirman que:
Las tecnologías digitales tienen una función mediadora, porque pueden ayudar a configurar
la organización de las sociedades y a orientar la acción social. Pueden servir tanto para
transformar como para reproducir el estado del mundo, tanto para generar dinámicas que nos
humanicen como procesos deshumanizadores (p.37).
Con relación a las brechas generacionales y tecnológicas en la implementación y manejo de
las TIC se ha escrito largo y tendido a nivel académico, desde diversos escenarios que involucran
metodologías de enseñanza – aprendizaje en la educación presencial, en la modalidad de
educación a distancia y sus derivados como la educación virtual y educación en línea, donde
cobra importancia el acceso a internet y se rompen las barreras del tiempo y el espacio;

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reconociendo en estas modalidades su flexibilidad, pero que proponen grandes desafíos: a nivel
personal y social se coloca en escena los conceptos de aprendizaje autónomo, colaborativo y
cooperativo; en el plano institucional (local, regional y nacional) la capacidad instalada de
internet, su disponibilidad de acceso y calidad del servicio, que hoy por hoy son indicadores
tecnológicos de desarrollo global. Pero más allá de lo académico, lo tecnológico e incluso lo
económico, está la insistencia en el fortalecimiento de las bases axiológicas, sobre todo hoy que
ha entrado en desuso la aplicación de los valores éticos y morales, evidenciado también, en el
manejo inadecuado y deshumanizado de las TIC desde las más altas esferas sociales y políticas,
replicadas, desafortunadamente, en diversos contextos incluido el educativo.
En ese estado de cosas, hablar de las TIC como instrumento de mediación en el quehacer
educativo, no se circunscribe sólo a docentes y estudiantes, pues, hay un entramado social,
económico, político y cultural que impacta de distintas maneras en cada región limitando las
posibilidades de dinamización de los procesos, un abismo que separa a los que acceden y usan la
tecnología y los que no; es la denominada brecha digital, conceptualizada por MinTIC (2020),
como:
La diferencia socioeconómica entre aquellas comunidades que tienen accesibilidad a las TIC
y aquellas que no, y también hace referencia a las diferencias que hay entre grupos según su
capacidad para utilizar las TIC de forma eficaz, debido a los distintos niveles de alfabetización y
capacidad tecnológica.
Al respecto de la accesibilidad como indicador de desarrollo, según el DANE en su Boletín
técnico Encuesta nacional de calidad de vida (2019), presenta el siguiente informe:
Para 2019 el 51,9% de los hogares en el total nacional tenía acceso a internet ya sea por
conexión fija o por conexión móvil. (…) En centros poblados y rural disperso la encuesta
reportó para 2019 un crecimiento en el porcentaje de hogares con acceso a internet al pasar de
17,1% de hogares en 2018 a 20,7% en 2019. Los resultados en cabecera determinan que 61,6%
de los hogares en áreas urbanas tuvieron acceso a internet en 2019.
Como era de esperarse, la situación en el departamento de La Guajira no es tan distinta a la
del sector rural, con aproximadamente el 19% de hogares con conexión a internet y 16% de las
personas con internet móvil, según el documento índice de Brecha Digital Regional, de MinTIC
(2020). Así estaba el panorama de conectividad a internet a nivel nacional en los preludios del

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Covid 19, cuyos efectos derivaron en el confinamiento y el aislamiento social, desnudando la
precaria situación de un servicio que pasó de suntuoso a ser de primera necesidad.
Hablar así de humanización de las TIC, requiere también una mirada a las políticas nacionales
y al gasto público en este aspecto, pues, muy a pesar de la implementación de programas como
Computadores Para Educar o normativas como la Ley 1978 de 2019 que incluye en su objeto
focalizar las inversiones para el cierre efectivo de la brecha, otros programas complementarios
como el Proyecto Centros Digitales se ha convertido en uno de los más recientes escándalos de
corrupción por la posible pérdida de más de $70 mil millones que hacen parte de los $1,07
billones adjudicados para conectar a 7277 centros digitales en sedes educativas rurales oficiales
(MinTIC, Centros digitales, 2020). 70 mil millones que utilizados con eficiencia, honestidad y
responsabilidad significarían desarrollo, aprendizaje, mejoramiento social, impacto positivo en la
calidad de vida de las regiones más vulnerables y revictimizadas una y otra vez con acciones
deshumanizadoras que las condenan a vivir en el atraso y la pobreza; lo cual implica causa y
efecto respecto a la brecha digital, que según el documento MinTIC, Índice de brecha digital
regional (2020), “se entiende multidimensional y varía dependiendo las particularidades propias
de cada región o de cada departamento, los cuales de forma agregada permiten establecer la
diferencia en términos de acceso, motivación, habilidades y el aprovechamiento de estas
tecnologías para el país”(p.18)
Después de año y medio de pandemia y con las consabidas implicaciones en el contexto
educativo, donde la escuela de la presencialidad a fuerza de confinamientos obligatorios pasó a
entornos virtuales, los actores de la comunidad educativa en especial docentes y estudiantes, en
su gran mayoría, aprendieron a ver y a utilizar artefactos como el computador, tabletas y
celulares para algo más que la digitalización y/o reproducción de contenidos. Se puede decir que
se aplicó a peso de necesidad lo elemental de un conocimiento que la época actual reclamaba a
gritos: competencias en el manejo de herramientas informáticas y más que eso, competencias en
el uso de las TIC. Eso que algunos llaman “la nueva realidad”, en comunión con las TIC no era
tan nueva, sólo que en ciertas regiones se presentó de la forma más abrupta posible; del aula
física al aula virtual, de estar frente a 38 o 40 estudiantes de manera presencial con tablero y
marcador, a producir y compartir online objetos virtuales de aprendizaje (OVA) a través de
ambientes virtuales de aprendizaje (AVA); donde Meet, Zoom, Teams, Classroom, Jamboard,

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Drive, Padlet, Mentimeter y otros, entraron a formar parte del lenguaje y las prácticas cotidianas
de docentes, estudiantes, personal directivo, administrativos y padres de familia de las
instituciones educativas; fue como cosechar frutos en pleno desierto.
En efecto, un desierto donde a lo lejos se vislumbraban las necesidades y carestías de muchos
hogares para hacer frente a la virtualidad; fue común el lamento de madres cabeza de familia con
varios hijos en escolaridad, pero en el mejor de los casos, con un celular desgastado y obsoleto
para compartir entre todos, claro está, cuando pudieran comprar un paquete de datos. A contra
cara estaba aquel con los recursos, pero sin deseos de “conectarse” al encuentro virtual. Por
supuesto que son puntos extremos de una amplia gama de realidades y escollos donde el factor
común era la impericia en el manejo de las TIC para emular la formalidad de los procesos
académicos y obviamente, el espacio físico con todos los distractores que supone ingresar al
encuentro virtual desde la sala o el comedor, por ejemplo. Pero al margen de las vicisitudes es
fundamental rescatar las experiencias, al decir de Jorge Larrosa, "eso que me pasa. No lo que
pasa, sino eso que me pasa” (Larrosa, 2006). Esas huellas que ha dejado en cada persona este
año y medio de virtualidad en el ámbito escolar, laboral y social se convierten en fuentes de
conocimiento generado con el caos, ese desequilibrio emocional que significó, en gran medida,
salir de la zona de confort.
Así, en el devenir inexorable de ese año pandémico se fueron derrumbando mitos generados
desde ámbitos mercantilistas y falaces como el pensar que con la internet el conocimiento estaba
a un clic de distancia, en una paradoja que desconoce la esencia misma del conocimiento: la
capacidad de discernimiento; o que la escuela como ente físico ya era irrelevante y podía ser
sustituida en su totalidad por la virtualidad; de hecho, ni el mismo Ministerio de Educación
Nacional se atrevió a hablar en su copiosa normativa (directamente proporcional a número de
contagios) sobre educación virtual o clases virtuales en el contexto de la educación básica o
media; debido, entre otras razones, a que no están reglamentadas bajo el marco de la ley 115 de
1994. Pero en esa misma medida, se vislumbraron realidades que en adelante no resisten la
disyuntiva de la virtualidad por presencialidad a nivel escolar, por el contrario, se presenta una
oportunidad de apoyar la relación docente – estudiante desde la presencialidad con ambientes
virtuales de aprendizaje. Aprovechar las vivencias de interacción virtual y generar acciones de
mejora para potenciar las prácticas pedagógicas en el aula.

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Desde la realidad de la Institución Educativa Divina Pastora, con énfasis en recursos
tecnológicos e informática y que enmarca en su visión la apropiación en el uso pedagógico de
los mismos (Manual de convivencia INEDIPAS, 2018), constituyen desde luego, fortalezas
claves en la normativa de la Institución y sobre los que se ha transitado con las dificultades
propias de la asignación y apropiación de recursos públicos para cumplir las políticas
institucionales. Así pues, el uso pedagógico de las TIC se convierte en el punto de inflexión
entre la disponibilidad de internet, terminales de acceso y software a el uso de ellos de manera
intencionada donde el docente actúe como mediador en el proceso de construcción y
reconstrucción de conocimientos. Al respecto, Falco y Kuz (2016) afirman que:
La introducción de las TICs en las aulas favorece el desarrollo de nuevas prácticas
educativas y pone en evidencia la necesidad de una nueva definición de roles, especialmente,
para los alumnos y docentes; lo que conlleva a que los alumnos puedan llegar a adquirir un
mayor grado de autonomía y responsabilidad en el proceso de aprendizaje, obligando al docente
a salir de su rol clásico como única fuente de conocimiento. (p.47)
Este planteamiento, mirado desde el reflejo que dejó la educación en casa se convierte en un
reto no solo para los estudiantes y docentes; pues, independientemente de la infraestructura
tecnológica entra en juego la parte humana con todas sus virtudes, defectos, valores y anti
valores que como personas arrastramos, absorbemos y exhalamos desde y hacia la sociedad. En
consecuencia, humanizar las TIC en educación requiere el concurso decidido de docentes y
estudiantes, pero también de padres de familia como principales formadores de valores, que se
potencian en el quehacer docente a través del acto comunicativo desde el ser, saber y saber hacer,
evidenciados en el desarrollo de habilidades comunicativas y la capacidad para relacionarse con
otros en escenarios colaborativos presenciales y virtuales, a través de redes y comunidades de
aprendizaje. Pero, ¿es válido hablar de redes y comunidades de aprendizaje mediadas por TIC
desde la presencialidad?
Desde luego que la respuesta no es dicotómica por cuanto se debe evaluar en diferentes
aspectos. Sin embargo, desde la experiencia vivida con la educación en casa, es primordial la
creación de espacios que fomenten un acercamiento al uso pedagógico y humanizado de las
tecnologías en la presencialidad escolar, sobre todo porque la brecha generacional no es sólo
digital, también lo es en el plano social, cultural y axiológico - para no llover sobre lo
económico, que se convierte en un factor de exclusión. En términos generales, se trata de

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“incorporar” en la presencialidad la esencia de los recursos tecnológicos de información y
comunicación: informar(se) y comunicar(se); dos términos vistos generalmente de manera plana
cuando se habla de TIC, pero que resumen la naturaleza e importancia de las mismas; allí está
inmerso el reto de su uso pedagógico, intencionado y humanizado atendiendo no sólo al carácter
social del aprendizaje (constructivismo social) sino a las formas e intensidad de interacción
social (redes de aprendizaje) y la celeridad con que se accede a la información y se producen
nuevos conocimientos en la era digital, donde en palabras de Siemens (2004), el aprendizaje
“está enfocado en conectar conjuntos de información especializada, y las conexiones que nos
permiten aprender más tienen mayor importancia que nuestro estado actual de conocimiento”.
Se habla entonces, de la sociedad del conocimiento “donde las ideas y sus aplicaciones cobran
cada vez más valor y las interconexiones entre lugares, personas, economías y disciplinas se
hacen cada vez más evidentes” (Ministerio de Educación Nacional, 2013).
Por supuesto que para trascender del carácter instrumental a la humanización de las TIC no
hay un recetario, pues, se estaría desconociendo la subjetividad del proceso educativo. Por lo
contrario, se abre un abanico de posibilidades en el campo de la didáctica y la pedagogía a través
de distintas estrategias que privilegien la creatividad, el aprendizaje significativo, colaborativo y
cooperativo teniendo como sustrato la autonomía y ésta, a su vez, se nutre de valores como la
responsabilidad, la honestidad y el respeto, entre otros. Desde luego que este reto implica para el
docente un proceso continuo de formación en el contexto de la innovación educativa con el uso
de las TIC. “Los procesos de formación docente, deben incluir el análisis y comprensión de la
realidad de la escuela, en una constante interrelación entre la teoría y la práctica pedagógica,
orientada por la investigación educativa” (Ministerio de Educación Nacional, 2013). En esta
misma línea, supone también cambios sustanciales en los procesos de planeación pedagógica,
estructura curricular y materialización eficiente de las políticas institucionales en función de las
TIC.
En este sentido, es preciso explorar, conocer e implementar pedagogías activas que
dinamicen la transición entre lo meramente transmisivo hasta lograr la verdadera mediación en el
aula con escenarios virtuales de aprendizaje; no obstante, antes de pensar en la diseminación de
muchas estrategias, técnicas y herramientas pedagógicas y didácticas es necesario analizar el
contexto y determinar las particularidades de cada grupo de estudiantes desde la perspectiva de

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lo planteado, donde prevalezcan las competencias en el manejo de la información, en cuanto a la
búsqueda, organización, análisis y elaboración teniendo en cuenta que:
El docente es el encargado de construir ambientes innovadores seleccionando las estrategias
y las TIC adecuadas para que entre los estudiantes se establezcan relaciones cooperativas, que
se caracterizan por lograr que un miembro de la relación logre sus objetivos de aprendizaje,
siempre y cuando los otros alcancen los suyos y entre todos construyen conocimiento
aprendiendo unos de otros (Ministerio de Educación Nacional, 2013).
En conclusión, el impacto social, económico, político y ambiental generado por un agente
imperceptible al ojo humano logró que se desnudara la realidad global y local en términos de
conectividad, justamente en el “año de la visión perfecta”. Se zanjaron los límites entre los que
forman parte de la sociedad del conocimiento y los que a fuerza de necesidad sentaron las bases
para tratar de reducir esa brecha. En Colombia como era previsible, los planes para subsanar las
dificultades de conectividad se convirtieron en caldo de cultivo para alimentar la corrupción en
detrimento de los más necesitados.
Sin embargo, mientras que varios sectores productivos cerraron sus puertas, el sector
educativo tuvo que hacer frente a la situación con resiliencia y capacidad de adaptación un tanto
traumática y acelerada, para saltar ese abismo de la presencialidad a la virtualidad y en medio de
las dificultades de conectividad, aprender como comunidad educativa las bondades de las TIC.
Queda así allanado el camino, para afianzar esas experiencias en términos de oportunidad que
impacten de manera positiva en la Institución Educativa Divina Pastora, a través del uso
humanizado de las tecnologías de la Información y la Comunicación.

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Referencias
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humanización de la sociedad. (U. d. Zulia, Ed.) 31(78), 31 - 41.
Institución Educativa Divina Pastora. (2018). Manual de convivencia. Riohacha, Colombia.
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http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/54200
Galindo, J. A. (2010). Las TIC como instrumento de humanización. Revista de la universidad de
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Larrosa, J. (2006). Sobre la experiencia. Aloma. Revista de Psicologia i Ciències de l'Educació,
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Siemens, G. (2004). Conectivismo: Una teoría de aprendizaje para la era digital.