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El PISO X




La ciudad, erizada de inmensos rasca cielos se agitaba, no solamente por el murmullo
habitual de su cotidianidad, sino, particularmente, por la fuerza subterránea de su
historia, por los ruidos permanentes y familiares producidos por el rugir de los motores,
el chirriar de los frenos, el desenfreno de cláxones multitónos, gritos, voces, cantos,
susurros y el monótono rodar y crujir de los piñones en las fábricas, conforman, todo
ello, el fuelle cansado , rítmico y sofocado del inmenso pulmón de la ciudad, cósmico
éxtasis del hombre en sociedad: Se había adherido a él un desconcierto general, un
presentimiento de zozobra , un extraño ruido metálico que arañaba las conciencias,
lastimaba los sentimientos y quebraba los criterios de valor mantenidos por ciertos e
inmutables                 por              las             almas                 buenas.

Arriba, en los rasca cielos, con unas vistas panorámicas que hablan de la grandeza del
hombre y del gélido frío de sus mentes, se extendía basto el horizonte, más allá de los
límites de la ciudad, de las chimeneas de las fabricas , de las colmenas, ciudades
dormitorio donde malviven sin cadenas ni cepos visibles hombres, mujeres y niños que
mantienen vivos los motores de la producción en cadena , y, más allá, más tierras y más
hombres y más fabricas y más necesidades y más hambre y más miseria y minas de
ricos minerales y petróleo y más ambiciones y codicias y los cientos de millones de
esclavos del siglo XXI disfrutando de la libertad garantizada por organismos
internacionales, constituciones, y cientos de miles de normas que dictan sus derechos,
deberes y obligaciones, sin contar para nada que la única, la de riguroso cumplimiento,
no está escrita, como si fuese una norma de derecho consuetudinario,
el hambre, que se arrastra por las calles con facciones desencajadas, ojos extraviados y
una palidez próxima al sepulcro en tanto, en el Piso X , en mullidos sillones en salones
donde las maderas nobles expelen suaves aromas y sedas pinturas y tapicerías
ennoblecen el ambiente y la luz del sol es atenuada por finos velos y cortinas, alrededor
de una larga y amplia mesa de cedro negro, se reúne un grupo variopinto de ciudadanos
rozagantes , llenos de vida, pletóricos de autoridad, vestidos por los más importantes
modistos y muchos de ellos luciendo brillantes condecoraciones y, otros, capelos y
birretes , venidos de todos los confines del globo, con la importante misión de
salvaguardar             las             tradiciones             de           pangea.

Abajo, afuera de las impresionantes torres de cristal y acero, calculadas por el cuerpo de
ingenieros y arquitectos, contra terremotos y posibles atentados, orgullosas de su
verticalidad y ostentación ornamental además de la magnificencia añadida por contener
en su seno el nuevo diseño económico mundial representado en las compañías
multipangeales con sede en las grandes ciudades del mundo y sus filiales, sus fabricas,
distribuidas por los sitios más necesitados de pangea, no con el ánimo de solucionar el
hambre y la miseria sino para llevar la codicia y el expolio al máximo refinamiento y
perversión; en la calle, el pulmón de la ciudad resopla: los vendedores de ilusiones
pregonan por todas las esquinas la buena nueva: paraísos y nirvanas; los vendedores de
prensa vocean vanas esperanzas, conocedores los editores de que la esperanza es el
sustento de los débiles, dóciles y sumisos; la ciudad se altera no al ritmo de sus gentes,
fabricas, vehículos que ruedan por sus calles sino al ritmo trepidante de la bolsa de
valores, movimientos de capitales y los resultados al alza y a la baja de los títulos valor.
En las calles el rio humano se desplaza a sus que haceres comentando las ultimas
noticias de las páginas amarillas o el partido de fútbol de su equipo favorito ajenos al
destino que les trazan los hombres del piso X; algunas veces el pulso del hormiguero se
altera por una palabra imprudente, por una fotografía demasiado explicita o por una
medida demasiado restrictiva de la libertad fundamental, la única: la miseria.

En extramuros, donde se apiñan las necesidades, el analfabetismo, las enfermedades, la
delincuencia, las bandas juveniles, los vendedores de estupefacientes, los estafadores de
poca monta, los reducidores de objetos robados, los sindicatos de las grandes empresas,
los subversivos, los terroristas, las sucursales de los sindicatos del crimen, los creyentes,
los orates y, en fin, los desposeídos de la resurrección y la vida; todo es convulso fuera
de las puertas del templo, dentro, recogimiento, obediencia y esperanza. El hombre del
montón acostumbrado a que piensen por él, a que decidan por él pone todo su ser en
manos de Dios y de los prohombres de la nueva ideología. El ejercicio de los deberes
ciudadanos está supeditado a elegir a quien señalen los jefes y los grandes rotativos, a
obedecer la consigna, a ser parte activa de un ejército, a tener por estandarte una
bandera de un color determinado o de otro pero del mismo jaez; de una ideología o de
otra bajo consignas similares. Para ellos el hombre solo es una cifra grabada en un chip
bajo la piel de un brazo que debe producir el máximo de rendimientos y el mínimo de
problemas para que justifique su subsistencia y la estabilidad del sistema.

Jorge es uno de ellos, uno más de entre el montón, con su juventud a cuestas y un nada
que hacer permanente, no porque no lo desee sino porque no encuentra que hacer, ha de
atenerse a las leyes del mercado donde siempre hay más demanda de trabajo que
ofertas, y, por lo mismo los salarios son cada vez mas raquíticos, tanto o más que sus
usufructuarios; su pobreza la compartía con su compañera, su hijo, y Florián, su amigo,
con quien además simpatizaba con su afición al balón pie, a los puros y a la cerveza los
fines de semana. Ninguno de los dos tenía nada salvo su pobreza y buena voluntad de
ánimo para disfrutar los buenos momentos que pudiera depararles la vida. Vivían en el
mismo barrio y en la misma calle de tierra pisada que se empinaba hacia el cerro y que
en periodos de invierno se convertía en un lodazal intransitable; al final de la calle, en el
valle, cerca del río se levantaban las fabricas, en la zona grande, en una sucesión de
barracones mal terminados, de techos bajos, poca o ninguna ventilación, apiñados en
calles estrechas y cercados, por seguridad, según decían, con alambre de espino,
atalayas cada cien metros, cerrojos y candados en las puertas y guardias que controlaban
la    entrada    y     salida   de     trabajadores    y   mercancías      al   exterior.

La arquitectura, si así puede llamarse, de la "zona industrial", la conforman barracones
inmensos de planta cuadrada donde, sobre lozas de hormigón para protegerlas de la
corrosión se ancla la maquinaria industrial; los corredores formados por las diversas
piezas industriales son de tierra pisada y húmeda o en el mejor de los casos de
adoquinado cocido por donde transitan diariamente los cientos de trabajadores del
barracón dentro de un ambiente insalubre y falto de las mínimas normas de higiene para
su funcionamiento. Todo en ellos está organizado de forma tal que, la reconversión de
las fábricas, si fuera necesaria, se haría de forma rápida y eficiente. Nada se ha dejado al
azar. Todo está preparado tanto para los fugaces tiempos de paz como para la guerra. Lo
único que no está preparado es el hombre. A él se le obliga, no con un fusil a su espalda,
sino con el acicate de sus necesidades, de su pobreza e inanición permanente muy a
pesar de sus denodados esfuerzos. El hombre intenta esquivar la pobreza, alejarse de
ella como se aleja de una enfermedad contagiosa, porque además de ser contagiosa es
una enfermedad incurable en la mayoría de los casos. Obsérvese que cuando se está
dentro de una comunidad con esta patología lo más relevante es el estado general de sus
gentes, su abatimiento, su incertidumbre, su incapacidad física, mental y anímica para
encontrar una salida que por lo demás no existe... La trampa está permanentemente
cerrada no hay salvación ni escapatoria. La tenaza se cierra sin dejar salir a nadie: Es
una tela de araña donde las redes de dependencia lo sofocan todo hasta conseguir la
sumisión y, al final del proceso, la esclavitud silenciosa: El sagrado derecho de morir de
inanición sin poder protestar. El hambre se ha convertido en un instrumento de
sometimiento, represión y tortura. Quienes dirigen las organizaciones saben que el
hambre somete y mata especialmente a los niños... Y que la violencia y la criminalidad
crecen en su entorno convirtiendo la convivencia en un infierno desviando el interés de
las           gentes            hacia           su          propia           supervivencia.

La guerra después de los dos últimos conflictos parece exorcizada. Los organismos
internacionales han sido creados para garantizarlo y los prohombres del piso X sirven de
avalistas del proceso. Sus frecuentes reuniones de alto nivel para confirmar la buena
voluntad de la causa así lo verifican. La guerra, desde esta perspectiva, se sucede entre
dos fuerzas irreconciliables, entre dos enemigos con la misma ambición y con pocos
principios. Éste no es el caso. El espejo no refleja toda la realidad, atrás, más allá de
azogue, se esconde la esencia, el estado mental y emocional que la hace posible: La
codicia de unos pocos solamente retenida a intervalos cortos de tiempo mientras se
prepara el próximo zarpazo sobre una víctima inerme, sobre la que se descargan a
discreción bombas, disparos, muerte, destrucción, ruinas, heridos, refugiados y el parte
de victoria para encubrir el saqueo monumental de sus riquezas. La miseria adquiere
con estos métodos carta permanente de naturaleza que tratan de esconder con nuevos y
denodados esfuerzos llamando a la solidaridad mundial en defensa de las víctimas. Los
organismos internacionales se aplican con el mayor interés en la reconstrucción del país
destruido y los agresores son los primeros en ofrecer soluciones, créditos y ejércitos
para garantizar las instituciones perdidas con el consiguiente hundimiento final de la
economía fagocitada por la guerra. Se persigue y se humilla en nombre de la nueva ley a
los supervivientes, se fusila a los infractores, se nombran gobernantes adictos a los
invasores, se envilece o se sobornan a los medios de comunicación independientes para
que propaguen las nuevas doctrinas y se somete a la población restante para que cumpla
con los nuevos designios que le sean trazados. Los supervivientes viven aterrorizados
por amenazas dispersas, solo presentidas, pero reales. Ya no se le tiene miedo a las
bombas o a las balas perdidas, que también ocurre, sino al vecino, al que viene de frente
por la misma calle a plena luz del día, al mercenario, a los grupos paramilitares que
deben mantener la zozobra. La rebelión, la exigencia legal de ser persona, es violentada
con las armas. En este entorno, el hombre se resigna, pierde el deseo de lucha, acalla la
protesta, reprime su desesperación y se limita a intentar sobrevivir con su familia
rompiendo los lazos con el resto de la sociedad que padece como él los mismos
síntomas. El progreso anhelado se convierte en un bien imposible porque amenaza no se
sabe que intereses del piso X: La lucha inmoderada por el control de las reservas
naturales no renovables es el eje sobre el que giran todas las estrategias del piso X aun a
costa                 de                  la                 vida                  humana.

Florian, Jorge y familia viven dentro de esta realidad pero no lo saben: Su inocencia, su
ingenuidad, su falta de conocimientos, su analfabetismo funcional, las campañas de los
medios de comunicación para manipular la realidad los mantienen en la perfecta
ignorancia de conformidad con las directrices del poder. Sus necesidades las cubren con
trabajos a tiempo parcial, saltando de una empresa a otra, trabajando por odias o por
semanas pero nunca a termino fijo, sin derechos sociales reconocidos, con una
seguridad social deficiente, evitando caer, con esos escasos medios en brazos de la
miseria, del dolor y la angustia: Cuando el trabajo en las fabricas escasea recurren al
trabajo negro: venta de DVD, casetes, cigarrillos de contrabando y cuanto cachivache
pueda exponerse en el rastro para regocijo de los necesitados y nuevas fuentes de
ingresos para los ricos quienes se deshacen de sus prendas y objetos obsoletos
vendiéndolos a los reducidores y estos a los vendedores del rastro. El círculo siempre
está cerrado y a buen recaudo de la autoridad competente. Si no bastan estas argucias
recurren a los prestamistas, a los usureros: Bancos o montes píos donde por intereses
leoninos, autorizados por la ley, es decir, por ellos mismos, los necesitados terminan
dejando su existencia. ¿Amoral el procedimiento? ¿Falto de ética? No. Para eso está la
ley. Es un acto limpio, puro en el mejor sentido de la palabra. Sabían lo que se hacían.
Son responsables de sus actos. Después de firmados los contratos la ruina es segura. Es
el mismo destino de los pequeños comerciantes, corredores de bolsa y parvos inversores
quienes han de sacrificarse, perderlo todo, para salvaguardar la solvencia del entramado
financiero. En este ir y venir permanente recorriendo calles y caminos, dejándose la
vida a jirones en un perenne estado de inseguridad y de violencia ejercida desde todos
los puntos cardinales, no se ve la luz al final del túnel: El futuro, del que tanto esperan,
tanto más si hay niños que cuidar, se presenta como una vana esperanza. El hambre y
las enfermedades dan rápida cuenta de los infantes y sus progenitores cegados por la sin
razón de sus vidas, comienzan a albergar rencores allí donde antes descansaban las
ilusiones...

Jorge y Florián trabajan, saben de tantos oficios como fabricas han visitado y no saben,
en realidad, de ninguno; en uno ponen un botón; en otro una tuerca o un tornillo; en el
de mas allá mezclan cemento o ponen un ladrillo; limpian pollos; hacen hamburguesas;
sirven copas y un sin fin mas de trabajos igualmente mal remunerados y bien vigilados
por capataces sin escrúpulos. Los patronos ciertos del bien que le prestan a la
humanidad y a las comunidades donde instalan sus factorías son cada vez más
exigentes, no les preocupan los trabajadores en tanto seres humanos sino como
mercancía, compran la fuerza laboral independientemente de quien la vende: es la
máxima abstracción, por ello, aquí no cabe la compasión: la maquina debe trabajar no es
un objeto susceptible de sentimientos. La vida es un teatro de titiriteros donde la libertad
depende de la cuerda que hale el titiritero, el sino es el cordel del cual pendemos y
nuestra representación depende no tanto del guión que se nos ha asignado como del
estado de ánimo de quien mueve los hilos, y estos son movidos de conformidad con los
intereses de quienes se reúnen en el piso X, de la torre de cristal y acero, en alfombrados
salones rodeados de mobiliario de finas maderas que expelen suaves aromas: Las
autoridades de pangea, reunidas en el piso X , civiles, militares y religiosas, vestidos de
acuerdo a sus rangos y rodeados por una pléyade de sirvientes: asesores, técnicos,
consejeros, ministros, ideólogos, y lagartos que entre reverencias y salemas van
trazando en eruditas Cogitaciónes el porvenir de la sociedad de naciones mientras van
despachando, en el gran reparto, los despojos de los que serán los futuros despose idos y
receptores de la caridad, la benevolencia y mejor buena voluntad de los invasores. En
medio de ágape los señores de la paz y de la guerra aprueban juiciosamente las
recomendaciones que con tanto esmero han presentado a su consideración el cuerpo de
ticónicos, asesores, consejeros y ministros. Ahora el futuro solo depende de una orden.
La prensa hablada y escrita y los medios de comunicación audiovisuales se harán eco de
las importantes medidas y las magnificaran hasta hacerlas creíbles. Los ciudadanos son
asaltados en su buena fe, su ingenuidad y su inocencia y se convertirán en
multiplicadores de la buena nueva independiente mente del bien o el mal que pueda
causarles: Han hablado los sabios, los que conocen los problemas, los lideres y hay que
apoyar sus decisiones, todo lo demás será considerado como un atentado contra la patria
común y los principios de una sana convivencia: El artificio ha dado el resultado
esperado. Contando con la sumisión del pueblo, con su abulia, con su falta de análisis
de los fenómenos que lo afectan, con el éxito del eslogan tantas veces repetido:"NO
PIENSE NOSOTROS PENSAREMOS POR USTED", el monopolio de las riquezas
está garantizado y el sometimiento de otros pueblos a tiro de cañón, sin preguntas ni
respuestas, solo un acto más de la inteligencia, de la superioridad intelectual, de la
obligación de propagar la nueva fe a los pueblos descarriados y alejados de la nueva
religión impartida desde el piso X. No comprenden, cegados por la codicia y sus
sórdidas decisiones que están larvando el odio y el resentimiento entre los destinatarios
de sus desvaríos. El futuro será diferente y las reacciones diversas. Las actitudes de los
disidentes recibirán nuevos nombres y se colgaran en los códigos nuevas leyes y
sanciones.

Jorge, su mujer, su hijo y su amigo Florián pasaran de conformidad con la nueva
legislación y con las nuevas tendencias ideológicas de ciudadanos a anarquistas, de
anarquistas a rebeldes, de rebeldes a subversivos, de subversivos a terroristas y de
terroristas a ser la diana de la mira del fusil o del cañón del piso X. Jamás tendrán la
razón, no han sabido hacer uso de la libertad ni de las oportunidades que se les han
ofrecido. Estas serán las razones que se esgrimirán, desde los medios de comunicación y
el gobierno de turno, para justificar el atentado contra los derechos humanos. Nunca
dirán que son los condenados de la tierra por expresa razón del piso X.

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El piso x

  • 1. El PISO X La ciudad, erizada de inmensos rasca cielos se agitaba, no solamente por el murmullo habitual de su cotidianidad, sino, particularmente, por la fuerza subterránea de su historia, por los ruidos permanentes y familiares producidos por el rugir de los motores, el chirriar de los frenos, el desenfreno de cláxones multitónos, gritos, voces, cantos, susurros y el monótono rodar y crujir de los piñones en las fábricas, conforman, todo ello, el fuelle cansado , rítmico y sofocado del inmenso pulmón de la ciudad, cósmico éxtasis del hombre en sociedad: Se había adherido a él un desconcierto general, un presentimiento de zozobra , un extraño ruido metálico que arañaba las conciencias, lastimaba los sentimientos y quebraba los criterios de valor mantenidos por ciertos e inmutables por las almas buenas. Arriba, en los rasca cielos, con unas vistas panorámicas que hablan de la grandeza del hombre y del gélido frío de sus mentes, se extendía basto el horizonte, más allá de los límites de la ciudad, de las chimeneas de las fabricas , de las colmenas, ciudades dormitorio donde malviven sin cadenas ni cepos visibles hombres, mujeres y niños que mantienen vivos los motores de la producción en cadena , y, más allá, más tierras y más hombres y más fabricas y más necesidades y más hambre y más miseria y minas de ricos minerales y petróleo y más ambiciones y codicias y los cientos de millones de esclavos del siglo XXI disfrutando de la libertad garantizada por organismos internacionales, constituciones, y cientos de miles de normas que dictan sus derechos, deberes y obligaciones, sin contar para nada que la única, la de riguroso cumplimiento, no está escrita, como si fuese una norma de derecho consuetudinario, el hambre, que se arrastra por las calles con facciones desencajadas, ojos extraviados y una palidez próxima al sepulcro en tanto, en el Piso X , en mullidos sillones en salones donde las maderas nobles expelen suaves aromas y sedas pinturas y tapicerías ennoblecen el ambiente y la luz del sol es atenuada por finos velos y cortinas, alrededor
  • 2. de una larga y amplia mesa de cedro negro, se reúne un grupo variopinto de ciudadanos rozagantes , llenos de vida, pletóricos de autoridad, vestidos por los más importantes modistos y muchos de ellos luciendo brillantes condecoraciones y, otros, capelos y birretes , venidos de todos los confines del globo, con la importante misión de salvaguardar las tradiciones de pangea. Abajo, afuera de las impresionantes torres de cristal y acero, calculadas por el cuerpo de ingenieros y arquitectos, contra terremotos y posibles atentados, orgullosas de su verticalidad y ostentación ornamental además de la magnificencia añadida por contener en su seno el nuevo diseño económico mundial representado en las compañías multipangeales con sede en las grandes ciudades del mundo y sus filiales, sus fabricas, distribuidas por los sitios más necesitados de pangea, no con el ánimo de solucionar el hambre y la miseria sino para llevar la codicia y el expolio al máximo refinamiento y perversión; en la calle, el pulmón de la ciudad resopla: los vendedores de ilusiones pregonan por todas las esquinas la buena nueva: paraísos y nirvanas; los vendedores de prensa vocean vanas esperanzas, conocedores los editores de que la esperanza es el sustento de los débiles, dóciles y sumisos; la ciudad se altera no al ritmo de sus gentes, fabricas, vehículos que ruedan por sus calles sino al ritmo trepidante de la bolsa de valores, movimientos de capitales y los resultados al alza y a la baja de los títulos valor. En las calles el rio humano se desplaza a sus que haceres comentando las ultimas noticias de las páginas amarillas o el partido de fútbol de su equipo favorito ajenos al destino que les trazan los hombres del piso X; algunas veces el pulso del hormiguero se altera por una palabra imprudente, por una fotografía demasiado explicita o por una medida demasiado restrictiva de la libertad fundamental, la única: la miseria. En extramuros, donde se apiñan las necesidades, el analfabetismo, las enfermedades, la delincuencia, las bandas juveniles, los vendedores de estupefacientes, los estafadores de poca monta, los reducidores de objetos robados, los sindicatos de las grandes empresas, los subversivos, los terroristas, las sucursales de los sindicatos del crimen, los creyentes, los orates y, en fin, los desposeídos de la resurrección y la vida; todo es convulso fuera de las puertas del templo, dentro, recogimiento, obediencia y esperanza. El hombre del montón acostumbrado a que piensen por él, a que decidan por él pone todo su ser en manos de Dios y de los prohombres de la nueva ideología. El ejercicio de los deberes ciudadanos está supeditado a elegir a quien señalen los jefes y los grandes rotativos, a obedecer la consigna, a ser parte activa de un ejército, a tener por estandarte una bandera de un color determinado o de otro pero del mismo jaez; de una ideología o de otra bajo consignas similares. Para ellos el hombre solo es una cifra grabada en un chip bajo la piel de un brazo que debe producir el máximo de rendimientos y el mínimo de problemas para que justifique su subsistencia y la estabilidad del sistema. Jorge es uno de ellos, uno más de entre el montón, con su juventud a cuestas y un nada que hacer permanente, no porque no lo desee sino porque no encuentra que hacer, ha de atenerse a las leyes del mercado donde siempre hay más demanda de trabajo que ofertas, y, por lo mismo los salarios son cada vez mas raquíticos, tanto o más que sus usufructuarios; su pobreza la compartía con su compañera, su hijo, y Florián, su amigo, con quien además simpatizaba con su afición al balón pie, a los puros y a la cerveza los fines de semana. Ninguno de los dos tenía nada salvo su pobreza y buena voluntad de ánimo para disfrutar los buenos momentos que pudiera depararles la vida. Vivían en el mismo barrio y en la misma calle de tierra pisada que se empinaba hacia el cerro y que en periodos de invierno se convertía en un lodazal intransitable; al final de la calle, en el
  • 3. valle, cerca del río se levantaban las fabricas, en la zona grande, en una sucesión de barracones mal terminados, de techos bajos, poca o ninguna ventilación, apiñados en calles estrechas y cercados, por seguridad, según decían, con alambre de espino, atalayas cada cien metros, cerrojos y candados en las puertas y guardias que controlaban la entrada y salida de trabajadores y mercancías al exterior. La arquitectura, si así puede llamarse, de la "zona industrial", la conforman barracones inmensos de planta cuadrada donde, sobre lozas de hormigón para protegerlas de la corrosión se ancla la maquinaria industrial; los corredores formados por las diversas piezas industriales son de tierra pisada y húmeda o en el mejor de los casos de adoquinado cocido por donde transitan diariamente los cientos de trabajadores del barracón dentro de un ambiente insalubre y falto de las mínimas normas de higiene para su funcionamiento. Todo en ellos está organizado de forma tal que, la reconversión de las fábricas, si fuera necesaria, se haría de forma rápida y eficiente. Nada se ha dejado al azar. Todo está preparado tanto para los fugaces tiempos de paz como para la guerra. Lo único que no está preparado es el hombre. A él se le obliga, no con un fusil a su espalda, sino con el acicate de sus necesidades, de su pobreza e inanición permanente muy a pesar de sus denodados esfuerzos. El hombre intenta esquivar la pobreza, alejarse de ella como se aleja de una enfermedad contagiosa, porque además de ser contagiosa es una enfermedad incurable en la mayoría de los casos. Obsérvese que cuando se está dentro de una comunidad con esta patología lo más relevante es el estado general de sus gentes, su abatimiento, su incertidumbre, su incapacidad física, mental y anímica para encontrar una salida que por lo demás no existe... La trampa está permanentemente cerrada no hay salvación ni escapatoria. La tenaza se cierra sin dejar salir a nadie: Es una tela de araña donde las redes de dependencia lo sofocan todo hasta conseguir la sumisión y, al final del proceso, la esclavitud silenciosa: El sagrado derecho de morir de inanición sin poder protestar. El hambre se ha convertido en un instrumento de sometimiento, represión y tortura. Quienes dirigen las organizaciones saben que el hambre somete y mata especialmente a los niños... Y que la violencia y la criminalidad crecen en su entorno convirtiendo la convivencia en un infierno desviando el interés de las gentes hacia su propia supervivencia. La guerra después de los dos últimos conflictos parece exorcizada. Los organismos internacionales han sido creados para garantizarlo y los prohombres del piso X sirven de avalistas del proceso. Sus frecuentes reuniones de alto nivel para confirmar la buena voluntad de la causa así lo verifican. La guerra, desde esta perspectiva, se sucede entre dos fuerzas irreconciliables, entre dos enemigos con la misma ambición y con pocos principios. Éste no es el caso. El espejo no refleja toda la realidad, atrás, más allá de azogue, se esconde la esencia, el estado mental y emocional que la hace posible: La codicia de unos pocos solamente retenida a intervalos cortos de tiempo mientras se prepara el próximo zarpazo sobre una víctima inerme, sobre la que se descargan a discreción bombas, disparos, muerte, destrucción, ruinas, heridos, refugiados y el parte de victoria para encubrir el saqueo monumental de sus riquezas. La miseria adquiere con estos métodos carta permanente de naturaleza que tratan de esconder con nuevos y denodados esfuerzos llamando a la solidaridad mundial en defensa de las víctimas. Los organismos internacionales se aplican con el mayor interés en la reconstrucción del país destruido y los agresores son los primeros en ofrecer soluciones, créditos y ejércitos para garantizar las instituciones perdidas con el consiguiente hundimiento final de la economía fagocitada por la guerra. Se persigue y se humilla en nombre de la nueva ley a los supervivientes, se fusila a los infractores, se nombran gobernantes adictos a los
  • 4. invasores, se envilece o se sobornan a los medios de comunicación independientes para que propaguen las nuevas doctrinas y se somete a la población restante para que cumpla con los nuevos designios que le sean trazados. Los supervivientes viven aterrorizados por amenazas dispersas, solo presentidas, pero reales. Ya no se le tiene miedo a las bombas o a las balas perdidas, que también ocurre, sino al vecino, al que viene de frente por la misma calle a plena luz del día, al mercenario, a los grupos paramilitares que deben mantener la zozobra. La rebelión, la exigencia legal de ser persona, es violentada con las armas. En este entorno, el hombre se resigna, pierde el deseo de lucha, acalla la protesta, reprime su desesperación y se limita a intentar sobrevivir con su familia rompiendo los lazos con el resto de la sociedad que padece como él los mismos síntomas. El progreso anhelado se convierte en un bien imposible porque amenaza no se sabe que intereses del piso X: La lucha inmoderada por el control de las reservas naturales no renovables es el eje sobre el que giran todas las estrategias del piso X aun a costa de la vida humana. Florian, Jorge y familia viven dentro de esta realidad pero no lo saben: Su inocencia, su ingenuidad, su falta de conocimientos, su analfabetismo funcional, las campañas de los medios de comunicación para manipular la realidad los mantienen en la perfecta ignorancia de conformidad con las directrices del poder. Sus necesidades las cubren con trabajos a tiempo parcial, saltando de una empresa a otra, trabajando por odias o por semanas pero nunca a termino fijo, sin derechos sociales reconocidos, con una seguridad social deficiente, evitando caer, con esos escasos medios en brazos de la miseria, del dolor y la angustia: Cuando el trabajo en las fabricas escasea recurren al trabajo negro: venta de DVD, casetes, cigarrillos de contrabando y cuanto cachivache pueda exponerse en el rastro para regocijo de los necesitados y nuevas fuentes de ingresos para los ricos quienes se deshacen de sus prendas y objetos obsoletos vendiéndolos a los reducidores y estos a los vendedores del rastro. El círculo siempre está cerrado y a buen recaudo de la autoridad competente. Si no bastan estas argucias recurren a los prestamistas, a los usureros: Bancos o montes píos donde por intereses leoninos, autorizados por la ley, es decir, por ellos mismos, los necesitados terminan dejando su existencia. ¿Amoral el procedimiento? ¿Falto de ética? No. Para eso está la ley. Es un acto limpio, puro en el mejor sentido de la palabra. Sabían lo que se hacían. Son responsables de sus actos. Después de firmados los contratos la ruina es segura. Es el mismo destino de los pequeños comerciantes, corredores de bolsa y parvos inversores quienes han de sacrificarse, perderlo todo, para salvaguardar la solvencia del entramado financiero. En este ir y venir permanente recorriendo calles y caminos, dejándose la vida a jirones en un perenne estado de inseguridad y de violencia ejercida desde todos los puntos cardinales, no se ve la luz al final del túnel: El futuro, del que tanto esperan, tanto más si hay niños que cuidar, se presenta como una vana esperanza. El hambre y las enfermedades dan rápida cuenta de los infantes y sus progenitores cegados por la sin razón de sus vidas, comienzan a albergar rencores allí donde antes descansaban las ilusiones... Jorge y Florián trabajan, saben de tantos oficios como fabricas han visitado y no saben, en realidad, de ninguno; en uno ponen un botón; en otro una tuerca o un tornillo; en el de mas allá mezclan cemento o ponen un ladrillo; limpian pollos; hacen hamburguesas; sirven copas y un sin fin mas de trabajos igualmente mal remunerados y bien vigilados por capataces sin escrúpulos. Los patronos ciertos del bien que le prestan a la humanidad y a las comunidades donde instalan sus factorías son cada vez más exigentes, no les preocupan los trabajadores en tanto seres humanos sino como
  • 5. mercancía, compran la fuerza laboral independientemente de quien la vende: es la máxima abstracción, por ello, aquí no cabe la compasión: la maquina debe trabajar no es un objeto susceptible de sentimientos. La vida es un teatro de titiriteros donde la libertad depende de la cuerda que hale el titiritero, el sino es el cordel del cual pendemos y nuestra representación depende no tanto del guión que se nos ha asignado como del estado de ánimo de quien mueve los hilos, y estos son movidos de conformidad con los intereses de quienes se reúnen en el piso X, de la torre de cristal y acero, en alfombrados salones rodeados de mobiliario de finas maderas que expelen suaves aromas: Las autoridades de pangea, reunidas en el piso X , civiles, militares y religiosas, vestidos de acuerdo a sus rangos y rodeados por una pléyade de sirvientes: asesores, técnicos, consejeros, ministros, ideólogos, y lagartos que entre reverencias y salemas van trazando en eruditas Cogitaciónes el porvenir de la sociedad de naciones mientras van despachando, en el gran reparto, los despojos de los que serán los futuros despose idos y receptores de la caridad, la benevolencia y mejor buena voluntad de los invasores. En medio de ágape los señores de la paz y de la guerra aprueban juiciosamente las recomendaciones que con tanto esmero han presentado a su consideración el cuerpo de ticónicos, asesores, consejeros y ministros. Ahora el futuro solo depende de una orden. La prensa hablada y escrita y los medios de comunicación audiovisuales se harán eco de las importantes medidas y las magnificaran hasta hacerlas creíbles. Los ciudadanos son asaltados en su buena fe, su ingenuidad y su inocencia y se convertirán en multiplicadores de la buena nueva independiente mente del bien o el mal que pueda causarles: Han hablado los sabios, los que conocen los problemas, los lideres y hay que apoyar sus decisiones, todo lo demás será considerado como un atentado contra la patria común y los principios de una sana convivencia: El artificio ha dado el resultado esperado. Contando con la sumisión del pueblo, con su abulia, con su falta de análisis de los fenómenos que lo afectan, con el éxito del eslogan tantas veces repetido:"NO PIENSE NOSOTROS PENSAREMOS POR USTED", el monopolio de las riquezas está garantizado y el sometimiento de otros pueblos a tiro de cañón, sin preguntas ni respuestas, solo un acto más de la inteligencia, de la superioridad intelectual, de la obligación de propagar la nueva fe a los pueblos descarriados y alejados de la nueva religión impartida desde el piso X. No comprenden, cegados por la codicia y sus sórdidas decisiones que están larvando el odio y el resentimiento entre los destinatarios de sus desvaríos. El futuro será diferente y las reacciones diversas. Las actitudes de los disidentes recibirán nuevos nombres y se colgaran en los códigos nuevas leyes y sanciones. Jorge, su mujer, su hijo y su amigo Florián pasaran de conformidad con la nueva legislación y con las nuevas tendencias ideológicas de ciudadanos a anarquistas, de anarquistas a rebeldes, de rebeldes a subversivos, de subversivos a terroristas y de terroristas a ser la diana de la mira del fusil o del cañón del piso X. Jamás tendrán la razón, no han sabido hacer uso de la libertad ni de las oportunidades que se les han ofrecido. Estas serán las razones que se esgrimirán, desde los medios de comunicación y el gobierno de turno, para justificar el atentado contra los derechos humanos. Nunca dirán que son los condenados de la tierra por expresa razón del piso X.