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VIVIR LA SEMANA
SANTA CON SAN
JUAN EUDES
UNIDAD DE ESPIRITUALIDAD
EUDISTA
Meditaciones para
los días santos
2
DOMINGO DE RAMOS
LA ENTRADATRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN
(Evangelio: Lc 22, 14-23,56)
¿Qué significa esta entrada triunfal?
Contemplemos a este adorable Triunfador, montado sobre un
asno y recibiendo las aclamaciones de todo un pueblo que a su
paso extiende sus vestiduras y cubre el camino con ramas de
árboles, haciendo resonar
en los aires este canto de
gloria: “Hosanna al Hijo de
David:Bendito sea el que viene
en nombre del Señor” (Mt
21,9).
Según el sentir de San Jeró-
nimo, no es sólo el pueblo
de una ciudad, sino el de
toda la tierra el que sale del
recinto de sus murallas pa-
ra presentarse ante Jesús. El mundo entero, o mejor los que
están en el mundo sin ser del mundo, se sienten empujados a
salir de él para ir a Jesús.
Pero las almas interiores sienten mejor que las demás esta im-
periosa necesidad de salir de ellas mismas por medio de la
mortificación constante de los sentidos interiores y exteriores,
por la abnegación, el olvido y el abandono total de ellas mis-
mas, para internarse enseguida con Jesús por el santo recogi-
miento. Jesús entonces se deja ver con todos los encantos de su
Humanidad, con los derechos de su realiza espiritual y los mis-
terios de su Divinidad, y el alma no siente más que una necesi-
3
dad: la de arrojar sus vestidos a los pies de su Rey, es decir,
abandonar sus gustos y sus inclinaciones que parecían identifi-
carse con ella misma, para ponerlos a los pies de Jesús, bajo el
imperio de su gracia.
Las ramas cortadas figuran los hábitos malos, o por lo menos
peligrosos, que el hacha de la mortificación debe cortar y que
el amor debe arrojar a los pies del Salvador, sin soñar jamás
con volverlos a colocar en su puesto anterior, como se podría
hacer con los vestidos.
Todos estos actos de virtud merecen al alma una palma de glo-
ria con la que va delante de Jesús cantando el Hosanna, es de-
cir, que sus pensamientos, afectos e intenciones, no tienden
sino a él con un movimiento invariable, con un continuo entu-
siasmo de amor; es llevada incesantemente a su encuentro, y se
olvida de sí misma por trabajar por su gloria y procurarla.
¿No es esto lo que debe hacer un cristiano? ¿No es propio del
amor salir de sí mismo, despojarse de todo por su objeto ama-
4
do, y consumirse, perderse, y anonadarse en cierto modo en
Él?
Resolución: Arrojar alguno de nuestros vestidos, es decir,
algunos de nuestros hábitos desordenados a los pies de Jesús.
Jaculatoria: ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Se-
ñor!
LUNES SANTO
LA DICHA DE SERVIR A JESÚS
(Evangelio: Jn 12, 1-11)
Consideremos el favor insigne concedido a Santa Marta: con
frecuencia tenía la dicha de ser visitada por el mismo Hijo de
Dios, quien venía a hospedarse en su casa, descansaba allí, le
hablaba con benevolen-
cia y le reprendía cor-
dialmente sus defectos.
La consolaba en sus pe-
nas, escuchaba sus peti-
ciones, como se deja ver
en la muerte de Lázaro.
No le envidiemos esta
suerte, sino recordemos
que también nosotros le
pertenecemos como
ella. Y si no servíamos a
Jesús en su misma per-
sona, si le servimos en la
persona del prójimo. De Jesús mismo cuidamos, a Él damos de
comer y beber, a Él vestimos, a Él ofrecemos nuestra morada,
etc… cuando practicamos estas obras de caridad con los po-
5
bres, débiles y necesitados. Hagámoslo, pues, con devoción y
alegría, con respeto y amor. No olvidemos que nada de lo que
se hace por un Dios tan grande es pequeño…
No se puede dudar que Marta contribuyó, en una gran parte, a
la conversión de su hermana con sus lágrimas y con las conmo-
vedoras plegarias que derramó a los pies del Salvador. Cuando
Jesús venía a Betania, Marta le mostraba entre sollozos el lugar
de su hermana que quedaba vacío. El Corazón de Jesús no po-
dría resistir a esta muda plegaria y se disponía a remediar el
mal.
Después, en los primeros días de su conversión, junto a Marta,
su virginal hermana, María encontró la pobre convertida los
consuelos de la amistad y los alientos de la piedad, todas las
delicadezas de un corazón sacrificado y fiel, a pesar de los des-
precios y sarcasmos del mundo. Si Marta fue buena y compasi-
va con su hermana, que deshonraba su nombre y su familia, es
que comprendió al Corazón de Jesús, aprendiendo de Él a cu-
rar el mal con el bien. Enjugando las lágrimas de la Magdalena
deshonrada, le iba a la vez enseñando con la gracia de Jesús, la
posibilidad y hasta facilidad de una rehabilitación completa,
admirable y nunca oída.
Seamos puros para ser
amigos de Jesús; seamos
amigos de Jesús para ser
poderosos sobre su Cora-
zón y obtener de Él gra-
cias de luz y de perdón
para todos los pecadores.
Resolución: Hacer ca-
da una de nuestras accio-
6
nes con tranquilidad y bajo la mirada de Jesús.
Jaculatoria: ¡Jesús mío, haz que tú seas siempre mi única co-
sa necesaria y permíteme ser fiel y sacrificado servidor hasta la
muerte!
MARTES SANTO
LOS QUE DEVERAS AMAN NO COMPRENDEN QUE
SE PUEDATRAICIONAR AL AMOR
(Evangelio: Jn 13,21-33.36-38)
Se puede repetir la misma Verdad: “en verdad, en verdad les digo
que uno de ustedes me entregará”(Jn 13, 21).Admirados los discí-
pulos fieles, exclaman en sus temeroso amor: ¿Quién es ése,
Señor? ¿Quién ha de poder traicionarte? Señor, ¿soy acaso yo?
El amor tiene sus horas de temores y de angustias, y sus angus-
tias nacen de su delicadeza: teme donde no hay que temer;
¡sabe bien que no trata sino de agradar a su objeto amado y, sin
embargo, pregunta si le ha ofendido, traicionado quizás!
¡Terrible prueba! ¡Afrentosa duda que ha destrozado el cora-
zón de los más apasionados amantes de Jesús! Cuando esta pe-
7
na nos torture, no nos alejemos de Jesús, pidámosle con los
apóstoles fieles:“Señor,¿soy yo quien te traicionará?” (Mt 26, 22).
¡Señor, no es suficiente que yo te ame con toda mi alma! ¡Hay
tantos que traicionan tu Corazón! ¡Concédeme, por favor,
Amor todopoderoso, que te ame por ellos! ¡Transfórmame en
fuego de amor! ¡Cómo desearía encender este fuego divino en
todas las almas! ¡Señor, que nos consumamos todos, día y no-
che en incendios de amor y de fervor! ¡Amor, oblíganos a
amar!
Resolución: Consolar hoy a Jesús en las traiciones de que es
objeto.
Jaculatoria: ¡Virgen María, cuyo Corazón es un horno de
amor, enséñanos a amar a Jesús como tú!
MIÉRCOLES SANTO
JESÚS ESTRAICIONADO
(Evangelio: Mt 26, 14-25)
¡Qué palabra! ¿Cómo oírla sin que hiervan de indignación
nuestras entrañas? Hay, no obstante que oírla. Sí, alma mía, tu
Jesús ha sido vendido como
una vil mercancía, y mira,
¡el que le ha apreciado y
vendido en treinta monedas
de plata, le entrega a sus
compradores con una señal
de amor!... “Aquel a quien yo
bese, dice el traidor, ese es;
arréstenlo.Acercándose,pues, a
Jesús, dijo: Dios te guarde,
Maestro;y le besó”(Mt 26, 48
8
-49).
¿Qué traición es esta? ¿Quién se atreve a traicionar al más fiel
de los amigos? ¿Quién tiene el atrevimiento de estampar en tu
frente un hipócrita beso? ¡Judas, uno de los doces, uno de tus
apóstoles, uno de tus íntimos!... ¡Judas, que, no hace más que
un instante, estaba contigo en la mesa!...
¡Qué aleccionadora conducta! ¡Alma cristiana quienquiera que
seas, mira las horribles consecuencias de la avaricia de Judas, a
qué abismo puede llevar una pasión
dominante cuando no se la reprime!
Y date bien cuenta, tanto más abajo
le precipita cuanto más sublime y ele-
vada era la vocación en que Dios le
había colocado; entre los apóstoles,
en compañía y bajo la mirada de Je-
sús, Judas se condena. Después de
esto, ¿cómo no temer?
¡Cristianos, vivamos, por lo tanto,
con temor y vigilancia, vivamos de oración y mortificación,
pero sobre todo vivamos de amor!...
¡Jesús mío, llena mi corazón de tal caridad, que me haga aten-
go para reprimir los menos movimientos de la pasión! ¡Y tú,
Madre del hermoso Amor, guárdame para que viva siempre un
continuo ejercicio del más ardiente amor!
Resolución: Desterrar de nuestro corazón hasta la sombra de
resentimiento y aspereza.
Jaculatoria: ¡Hazme, Jesús mío, participante de la admirable
9
mansedumbre de tu Corazón!
JUEVES SANTO
LA MARAVILLA DE LA CARIDAD CRISTIANA
(Evangelio: Juan 13, 1-15)
Consideremos que un apóstol le traicionará, otro va a renegar
de él y todos le van a aban-
donar; los judíos, a quienes
no ha hecho más que bien, le
prenderán y le entregarán a
toda clase de oprobios y de
suplicios. ¡Jesús lo sabe! Y a
pesar de ello ¿qué dice? ¡Esa
misma noche es la escogida
por Él para instituir el Santí-
simo Sacramento!...
¡Maravilla de la caridad de un Dios! Por un lado, le apremia el
amor a morir para salvar el género humano; por otro, el amor
le reclama permanecer con sus queridos discípulos, con la Igle-
sia naciente, a fin de no privarla de su presencia. ¿Qué haces,
Jesús mío? ¿Cómo morir por tus almas y quedar al mismo
tiempo con ellas? Tu infinita sabiduría se pone al servicio de tu
ternura y tu omnipotencia realiza lo imposible. “Estarás con
nosotros hasta la consumación de los siglos”, no sólo como un
divino y fiel amigo, sino también como un pan místico, como
un vino embriagador del que a diario se nutrirán nuestras al-
mas. ¡Admiro el amor, la sabiduría y el poder de tu Corazón
que se revela y se da todo entero en este admirable sacramen-
to! Sí, te adoro, mi Jesús-Hostia, y me abraso en deseos de re-
cibirte todas las mañanas de mi vida. Y espero que, así como
por tu omnipotente palabra cambiaste el pan en tu cuerpo y el
10
vino en tu sangre, también por la virtud de tan admirable sa-
cramento, me transformes en ti, Jesús mío, para que en adelan-
te pueda decir con toda verdad: “Vivo yo,o más bien no soy yo el
que vivo:sino que Cristo vive en mí” (Gal 2,20).
¿Cómo responderemos al amor de Jesús?
¡Prodigio de amor! Cuando te veo, Jesús, a ti que eres el Verbo
Hijo de Dios y Dios mismo, teniendo en tus manos sagradas un
pedazo de pan y cuando te oigo decir estas palabras omnipo-
tentes: “Esto es mi cuer-
po” (Mt 26,26), por las
que conviertes este hu-
milde alimento en tu car-
ne y sangre que al mo-
mento me presentas con
tanto amor, ¡entonces mi
espíritu se pierde, mi al-
ma se funde, mi corazón
se rompe y quisiera que
todo mi ser se desvane-
ciera ante Ti, como el hu-
mo del incienso, en reco-
nocimiento de tanto amor!...
¡Un Dios me da a un Dios por alimento! ¡Un Dios viene a ser
mi bien, mi propiedad! ¡Un Dios es mi huésped y entra en lo
más íntimo de mi ser para comunicarme los secretos de su
amor!...
¡Sacramento de caridad! ¡Sacramento de amor! ¡Eres para mí
mi sacramento!
11
¡Yo también seré tu sacramento y tu sacramento de amor! Des-
pués de transformarme en ti por la gracia de una unión euca-
rística, yo a mi vez seré tu hostia y tu víctima.
¡Tú me inmolarás y yo mismo me inmolaré contigo a tu divino
Padre, para su gloria que es también la tuya y la de tu Paráclito,
y para la salvación de las almas!...
Tú eres mi pan: yo seré el tuyo. Yo te alimentaré en el fondo
de mi alma con un amor profundo y con los actos de todas las
virtudes de las que me das ejemplo en tu vida eucarística…
Resolución: Vivir hoy con humildad, pureza y amor y hacer
algún sacrificio para honrar a Jesús sacramentado.
Jaculatoria: ¡Mi Jesús-Hostia, haz que sea para ti una hostia
pura y santa inmolada incesantemente para tu amor!
VIERNES SANTO
DEBERES PARA CON JESÚS CRUCIFICADO
(Evangelio: Jn 18, 1-19,42)
Es nuestro Dios y Salvador el que agoniza y muere en el duro
lecho de la cruz. Rindámosle nuestros últimos deberes con to-
da la devoción que nos sea posible, con amor y corazón de hi-
jos.
Nuestro primer deber consiste en adorar a nuestro Salvador e
invitar a todos los ángeles y santos a que le adoren con noso-
tros en todos los estados y misterios de su vida pasible y tem-
poral, pero especialmente en su último momento, en sus últi-
mos pensamientos, palabras y acciones, en sus últimos sufri-
mientos y disposiciones, en fin, en su último suspiro.
12
Nuestro segundo deber es bendecirle y darle gracias, rogando
también a todos los ángeles, a todos los santos y a su santísima
Madre que nos ayude a darle gracias por todo lo que dijo, hizo
y sufrió mientras vivió en este mundo, por la gloria de su Pa-
dre y salvación de todas las criaturas, y muy especialmente por
mí.
Entreguemos a la cruz todo nuestro corazón, a fin de que de
cada uno de nosotros pueda decir Jesús: “Me amó y se entregó por
mí”(Gal 2,20).Sí, entreguémonos y sepamos morir por quien
ha muerto por nosotros. Morir por Él es dar muerte a nosotros
mismos con nuestras pasiones y malas inclinaciones; morir por
Él, es morir por sus intereses que son las almas…
¿Quedaremos, a pesar de todo, inactivos?
Nuestro tercer deber para con Jesús, que por mí da su vida, es
pedirle perdón por nosotros en
particular y por todo el género
humano de todas las injurias y
ofensas que Él ha recibido sobre la
tierra durante su vida mortal, y
ofrecerle en satisfacción todo el
amor y todo el honor que le ha
sido, es y será dado para siempre
en el cielo y en la tierra, por su
Padre Eterno, por su Santo Espíri-
tu, por su bienaventurada Madre,
por todos los ángeles y por todos
los santos, después de ofrecernos y
entregarnos a Él para hacer y su-
frir cuanto a esta intención le agra-
dare. Hagamos este último acto
13
con toda sinceridad, desde el fondo de nuestro corazón, y es-
peremos también que Dios lo tome en serio, crucificándonos
en todos nuestros sentidos y potencias.
Nuestro cuarto deber, es postrarnos a los pies de nuestro ama-
bilísimo Padre, que es Jesús agonizante y muriendo en la cruz y
pedir que nos dé su santa bendición antes de morir, a fin de
que ella con su virtud destruya en nosotros toda clase de mal-
diciones, de pecados y de inclinaciones al pecado; que bendiga
nuestro cuerpo y
nuestras almas, nues-
tros ojos y oídos,
nuestra boca y nues-
tra lengua, nuestras
manos y pies, nuestra
memoria y nuestro
entendimiento, nues-
tra voluntad y todos
nuestros sentidos in-
teriores y exteriores, a fin de que no hagamos de todo ello
otro uso que el reclamado por su gloria.
Nuestro quinto deber, es pedirle al Hijo de Dios que muere
por nosotros en la cruz, que queremos morir con Él y por Él,
es decir al pecado, al mundo y a nosotros mismos y a todo lo
que le desagrada, y entregarnos a Él para este fin, suplicándole
con toda instancia que imprima en nosotros una imagen per-
fecta de su santísima y adorable muerte, y que por su virtud
nos haga morir la muerte de los Santos, para que no vivamos
ya sino en Él y por Él.
Resolución: Morir a todo lo que no es Jesús.
14
Jaculatoria: ¡Haz Señor que viva solamente para amarte!
SÁBADO SANTO
NUESTROS DEBERES PARA CON
MARÍA AL PIE DE LA CRUZ
Después de nuestros deberes para con el Hijo de Dios, tene-
mos aún tres que ofrecer a su santísima Madre.
En el primero postrarnos con el espíritu y corazón a sus pies,
para pedirle perdón por la muerte cruelísima de su Hijo y por
los amarguísimos dolores que
ella sufrió, de todo lo cual so-
mos la causa; ofrecerle en satis-
facción todo el honor, toda la
gloria y todas las alabanzas que
le han sido, son y serán dadas
para siempre en el cielo y en la
tierra por la Santísima Trinidad
por la sagrada Humanidad de su
Hijo, por todos los ángeles y
santos. Ofrezcámonos después y
entreguémonos a ella, en calidad
de esclavos, pidiéndole que que-
remos servirle y honrarle toda
nuestra vida y de todas las maneras posibles.
No hemos de olvidar que Nuestro Señor nos dio en la cruz a la
Santísima Virgen por madre y a ella a nosotros por hijos, cuan-
do hablando de cada uno de nosotros en la persona de San
Juan, le dijo: “Ahí tienes a tu Hijo”, y a cada uno de nosotros en
la persona del mismo: “Ahí tienes a tu Madre”.Estamos en el de-
ber de dar gracias a Nuestro Señor porque nos dio a su Madre
15
para que fuese nuestra Madre y a esta santísima Madre porque
nos ha recibido como hijos suyos… Y ya que nuestro divino
Salvador quiso asociarnos a Él en su condición de Hijo amado
de María, roguémosle que nos haga también a nosotros partici-
pantes del amor filial que tiene para tal Madre.
En fin, nuestro tercer deber para con la Madre de Jesús, es re-
conocerla y saludarla como madre nuestra y pedirle que quere-
mos servirla, honrarla y amarla como a verdadera madre, obe-
decerla y dedicarnos a hacernos semejantes a ella, como los
hijos deben parecerse a su madre, y por consiguiente, imitarla
en su humildad y en su paciencia, en su obediencia y en su pu-
reza, en su dulzura y en su mansedumbre, en su caridad y en
todas sus admirables virtudes. Supliquémosle que nos mire,
ame y trate como a hijos suyos, aunque indignísimos, que nos
guíe y proteja en todas las cosas y que nos sirva de madre en la
vida y en la muerte.
Resolución: Mantenernos con toda fidelidad al pie de la cruz
con María y morir en ella a lo que más cuesta.
Jaculatoria: “¡Dios mío, en tus manos entrego mi alma!”
VIGILIA PASCUAL
LAS MUJERES EN EL SEPULCRO
(Evangelio en la noche santa: Lc 24, 1-12)
Cómo y cuándo hay que comprar perfumes para em-
balsamar a Jesús.
Dos días llevaba Jesús en el sepulcro y, poco satisfechas del pri-
mer embalsamiento de que habían sido testigos, Magdalena y
sus compañeras esperaban el fin del sábado para proceder a un
16
segundo, más conforme a la generosidad de sus corazones. Es
el amor que a nadie cede el cuidado de aquel a quien se ama y
Él mismo quiere prodigarle todas las demostraciones de su ter-
nura. Que otros sirvan a Jesús y le embalsamen con el perfume
de todas las virtudes, eso no es cuenta nuestra, puede satisfacer
nuestro corazón que quiere Él mismo embalsamar a Jesús con
el perfume de todas las virtudes.
Pero, notémoslo bien; estos perfumes “los compraron las santas
mujeres”,no los tenían consigo, y para procurárselos debieron
dar en cambio algo de sus bienes. Y es que hay también perfu-
mes místicos con que el alma fiel quiere embalsamar a Jesús:
ella de sí misma no los tiene y, para obtenerlos, debe comprar-
los al precio del sacrificio de sus bienes y de ella misma.
Más, ¿cuándo fueron las santas mujeres a comprar sus perfu-
mes? “La misma tarde del sábado”, en cuanto les fue permitido
hacer una carrera un poco larga, una vez terminado el reposo
sagrado del sá-
bado. No po-
dían aún salir
de la ciudad,
pero al menos
podían andar
por ella en bus-
ca de perfumes.
Así también, al
salir del sábado
espiritual, es
decir, del reco-
gimiento de la
oración en que
17
Dios tiene a todas las potencias del alma en un reposo divino,
durante el cual Él mismo obra en ella, iluminando su inteligen-
cia y encendiendo su voluntad, el fiel discípulo de Jesús va al
momento a comprar, al precio del sacrificio, los perfumes de
las virtudes con que quiere embalsamar a su Señor.
Si una imposibilidad material o moral no le da aún al cristiano
la plena libertad para obrar a medida de su corazón generoso,
hace al menos lo que está de su parte y pone en ejecución to-
das las inspiraciones piadosas recibidas en el solemne reposo de
la oración.
Para embalsamar a Jesús.
No para embalsamarse ellas mismas, ni para respirar ni hacer
respirar a los demás agradablemente, es por lo que las santas
mujeres van a comprar estos preciosos perfumes; sino única-
mente para embalsamar a Jesús. Muchos desean la virtud y has-
ta hacen verdaderos sacrificios para obtenerla, sin llegar, sin
embargo, a ella. ¿Y por qué? Es que unos la desean y la buscan
por su propia excelencia; otros por su conveniencia personal,
para hacerse perfectos y complacerse en esta perfección. Pero
son pocos los que la buscan por Dios, para agradarle y embal-
samarle con sus perfumes. Y he aquí por qué hay tan pocas per-
sonas verdadera y sólidamente virtuosas.
18
Almas cristianas, ¿amaríamos a Jesús si buscáramos la virtud
por ella mismo o por nuestro único provecho?... “Para embal-
samar a Jesús”, he aquí el único motivo que debe llevarnos a
buscar los suaves perfumes de la santidad…
“Embalsamar a Jesús”, es envolverle en el fondo de nuestra al-
ma del perfume de la fe, de la esperanza y del amor, de la hu-
mildad, de la pureza y de la mortificación. Embalsamar a Jesús
es también embalsamar cada uno de sus miembros, con el per-
fume de nuestros sacrificios, con el ejemplo de las más amables
y atrayentes virtudes, a fin de que atraídas por nosotros “corran
todas al olor de los aromas de Jesús”.
La recompensa.
“El primer día de
la semana”, mien-
tras todos esta-
ban entregados al
descanso y al sue-
ño en la ciudad
de Jerusalén,
apremiadas por
su amor lleno de
veneración a Je-
sús, se levantan
las santas muje-
res, y a la débil luz de la aurora, van a toda prisa cargadas de
perfumes al sepulcro del Salvador.
Saben de antemano la precaución que allí se ha tomado y cons-
19
cientes de su debilidad se dicen llenas de ansiedad: “¿Quién nos
quitará la piedra de la entrada del sepulcro?”. “Más echando la vista,
repararon que la piedra estaba apartada. Y entrando en el sepulcro se
hallaron con un joven sentado al lado derecho, vestido de un blanco
ropaje… y se quedaron pasmadas.Pero él les dijo:No tienen que asus-
tarse; ustedes venían a buscar a Jesús Nazareno que fue crucificado:ya
resucitó, no está aquí; miren el lugar donde le pusieron. Pero vayan y
díganle a sus discípulos, y especialmente a Pedro, que irá delante de
ustedes a Galilea;donde lo verán según que les dijo”.
Porque buscan a Jesús, nada temen estas débiles y tímidas mu-
jeres; antes bien, míralas revestidas de una alta y sublime mi-
sión y transformadas en apóstoles de los mismos apóstoles.
¿Queremos nosotros tener parte en su dicha? A ejemplo suyo,
mientras los mundanos se entregan a la codicia y al sueño de la
indiferencia, levantémonos con generosidad y corramos a em-
balsamar al Salvador con los perfumes de nuestro amor y de
nuestras virtudes. Conscientes de nuestras debilidad y de los
obstáculos que tendremos que vencer, tengamos plena confian-
za y caminemos sin parar; si es preciso enviará Dios a sus ánge-
les para salvar toda clase de dificultades y tranquilizarnos en
nuestros temores, y, convertidos también nosotros en apósto-
les, anunciaremos al mundo entero el misterio de la resurrec-
ción del Salvador, prenda e ideal de la de todos sus miembros
místicos…
Resolución: Obrar en todo con una perfecta pureza de inten-
ción.
Jaculatoria: ¡Jesús mío, haz que te embalsame en mi corazón
con el perfume de mi amor y de todas las virtudes!
20
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
EL AMOR A JESÚS: CAUSA DE NUESTRO GOZO
(Evangelio: Jn 20, 1-9)
Despójense de sus
vestidos de luto, al-
mas llorosas por la
muerte de Jesús, y
vengan a contemplar
entre resplandores de
gloria a quien llora-
ban como muerto.
Véanlo lleno de ju-
ventud y vida, des-
lumbrador con nunca
vistos esplendores,
arrojando por sus lla-
gas, como por otros
tantos soles, rayos de
la luz divina, y sobre
todo que sale triun-
fante de su tumba. “Cristo resucita ya no muere”, nuestro Jesús
que murió, vive ahora y vivirá siempre. Se acabaron para Él
todos los sufrimientos, o mejor, sus sufrimientos pasados son
para Él, de hoy para siempre, fuente de infinitas delicias, en la
que a todos nosotros nos invita a embriagarnos, sus humillacio-
nes le son motivos de gloria y sus ignominias se han trocado en
eternos honores.
¡Regocijémonos, pues, almas redimidas con su sangre, y que
nuestro gozo sea tanto más vivo e íntimo cuanto más ardiente
es nuestro amor!
21
El alma cristiana como consagrada a Dios, debe ser, por lo tan-
to, toda caridad y amor, ha de alegrarse íntimamente ante la
contemplación de Jesús resucitado. Repitamos con la esposa de
los Cantares entre transportes de una santa embriaguez:
“Encontré al que ama mi alma:asilé y no le dejaré”.
La resurrección de Jesucristo, prenda de la nuestra.
Si los hijos heredan los bienes del padre, si la esposa tiene parte
en la fortuna de su esposo y los discípulos en la gloria del
maestro, si los miembros siguen inseparablemente a su cabeza,
debemos tener un día nosotros nuestra gloriosa resurrección,
puesto que Jesús es para nosotros padre, esposo, maestro, ca-
beza, en una palabra, todo, y ha resucitado.
Sí, un día nos levantaremos como Él de la tumba, libres de
nuestros males, ya pasados, gloriosos y triunfantes de nuestras
humillaciones, resplandecientes de luz, puesto que fuimos
constantes en ocultarnos en la
sombra, tanto más colmados de
delicias cuanto más generosos
fuimos en renunciarnos en to-
do… ¿No es en verdad la tum-
ba para nosotros el manantial
de todos los verdaderos bienes,
de toda gloria deseable?... ¿No
es allí donde nacemos a la única
vida real y digna de ser ama-
da?...
¡Si tuviésemos una débil idea de
todo lo que esta tumba tan te-
mida nos prepara, cómo la lla-
22
maríamos con todos nuestros deseos!, cómo nos complacería-
mos en “quedar en ella sepultados con Jesucristo”. Procediendo así
daríamos cumplimiento a los más íntimos deseos de Jesús que
tiene hambre de nuestra gloria y de nuestra felicidad. Sí, su
Corazón se estremece de gozo cuando nos ve diligentes y cui-
dadosos de todo aquello que puede engrandecernos en Él.
Quiere, guardada la debida proporción que nuestra resurrec-
ción se asemeja a la suya y sea como su prolongación.
¡Jesús mío, he aquí mi mayor deseo, pero no ves bien mi impo-
tencia y cobardía, ayúdame, obra en mí, porque “sin ti nada
puedo”!
Qué hay que hacer para resucitar gloriosamente.
Para resucitar, ante
todo hay que morir,
para resucitar glorio-
samente hay que mo-
rir santamente. Las
almas piadosas se
complacen de muy
buena gana con el
pensamiento de los
goces y de la gloria
de la resurrección de
los justos; pero no se
complacen lo bastante con el pensamiento de la muerte, condi-
ción indispensable de esta resurrección. No se sabe, no se quie-
re aliar estas dos ideas: muerte y resurrección. La resurrección
no puede, sin embargo, ser sino el fruto de la muerte.
Amemos, por lo tanto, prácticamente a esta muerte libertado-
23
ra, a este germen de vida real y de gloria divina. Que la espe-
ranza de la resurrección nos ayude a morir más y más al mun-
do y a todas las cosas del mundo, a las criaturas y a su muerte,
a nosotros mismos y a toda satisfacción.
Si nuestro corazón flaquea ante esta muerte, miremos a Jesús
resucitado y recordemos que Él es el Crucificado del Calvario.
Pidámosle con toda instancia que nos dé la inteligencia de estos
grandes misterios, y fuertes con su bendición y con su ayuda
atravesaremos sin desfallecer el paso sombrío de la muerte pa-
ra entrar con Él en una vida nueva, toda de resplandor y de de-
licias inefables, de felicidad y santa embriaguez.
Resolución: Saludar frecuentemente a Jesús resucitado y re-
gocijarnos por su triunfo.
Jaculatoria: ¡Jesús resucitado, haz que resucite contigo a una
vida nueva!
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¡Jesús: haz que resucite
a una vida nueva
contigo!
Director:
P. Álvaro Duarte Torres CJM
Diseño y compilación:
Hermes Flórez Pérez

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  • 1. VIVIR LA SEMANA SANTA CON SAN JUAN EUDES UNIDAD DE ESPIRITUALIDAD EUDISTA Meditaciones para los días santos
  • 2. 2 DOMINGO DE RAMOS LA ENTRADATRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN (Evangelio: Lc 22, 14-23,56) ¿Qué significa esta entrada triunfal? Contemplemos a este adorable Triunfador, montado sobre un asno y recibiendo las aclamaciones de todo un pueblo que a su paso extiende sus vestiduras y cubre el camino con ramas de árboles, haciendo resonar en los aires este canto de gloria: “Hosanna al Hijo de David:Bendito sea el que viene en nombre del Señor” (Mt 21,9). Según el sentir de San Jeró- nimo, no es sólo el pueblo de una ciudad, sino el de toda la tierra el que sale del recinto de sus murallas pa- ra presentarse ante Jesús. El mundo entero, o mejor los que están en el mundo sin ser del mundo, se sienten empujados a salir de él para ir a Jesús. Pero las almas interiores sienten mejor que las demás esta im- periosa necesidad de salir de ellas mismas por medio de la mortificación constante de los sentidos interiores y exteriores, por la abnegación, el olvido y el abandono total de ellas mis- mas, para internarse enseguida con Jesús por el santo recogi- miento. Jesús entonces se deja ver con todos los encantos de su Humanidad, con los derechos de su realiza espiritual y los mis- terios de su Divinidad, y el alma no siente más que una necesi-
  • 3. 3 dad: la de arrojar sus vestidos a los pies de su Rey, es decir, abandonar sus gustos y sus inclinaciones que parecían identifi- carse con ella misma, para ponerlos a los pies de Jesús, bajo el imperio de su gracia. Las ramas cortadas figuran los hábitos malos, o por lo menos peligrosos, que el hacha de la mortificación debe cortar y que el amor debe arrojar a los pies del Salvador, sin soñar jamás con volverlos a colocar en su puesto anterior, como se podría hacer con los vestidos. Todos estos actos de virtud merecen al alma una palma de glo- ria con la que va delante de Jesús cantando el Hosanna, es de- cir, que sus pensamientos, afectos e intenciones, no tienden sino a él con un movimiento invariable, con un continuo entu- siasmo de amor; es llevada incesantemente a su encuentro, y se olvida de sí misma por trabajar por su gloria y procurarla. ¿No es esto lo que debe hacer un cristiano? ¿No es propio del amor salir de sí mismo, despojarse de todo por su objeto ama-
  • 4. 4 do, y consumirse, perderse, y anonadarse en cierto modo en Él? Resolución: Arrojar alguno de nuestros vestidos, es decir, algunos de nuestros hábitos desordenados a los pies de Jesús. Jaculatoria: ¡Bendito sea el que viene en el nombre del Se- ñor! LUNES SANTO LA DICHA DE SERVIR A JESÚS (Evangelio: Jn 12, 1-11) Consideremos el favor insigne concedido a Santa Marta: con frecuencia tenía la dicha de ser visitada por el mismo Hijo de Dios, quien venía a hospedarse en su casa, descansaba allí, le hablaba con benevolen- cia y le reprendía cor- dialmente sus defectos. La consolaba en sus pe- nas, escuchaba sus peti- ciones, como se deja ver en la muerte de Lázaro. No le envidiemos esta suerte, sino recordemos que también nosotros le pertenecemos como ella. Y si no servíamos a Jesús en su misma per- sona, si le servimos en la persona del prójimo. De Jesús mismo cuidamos, a Él damos de comer y beber, a Él vestimos, a Él ofrecemos nuestra morada, etc… cuando practicamos estas obras de caridad con los po-
  • 5. 5 bres, débiles y necesitados. Hagámoslo, pues, con devoción y alegría, con respeto y amor. No olvidemos que nada de lo que se hace por un Dios tan grande es pequeño… No se puede dudar que Marta contribuyó, en una gran parte, a la conversión de su hermana con sus lágrimas y con las conmo- vedoras plegarias que derramó a los pies del Salvador. Cuando Jesús venía a Betania, Marta le mostraba entre sollozos el lugar de su hermana que quedaba vacío. El Corazón de Jesús no po- dría resistir a esta muda plegaria y se disponía a remediar el mal. Después, en los primeros días de su conversión, junto a Marta, su virginal hermana, María encontró la pobre convertida los consuelos de la amistad y los alientos de la piedad, todas las delicadezas de un corazón sacrificado y fiel, a pesar de los des- precios y sarcasmos del mundo. Si Marta fue buena y compasi- va con su hermana, que deshonraba su nombre y su familia, es que comprendió al Corazón de Jesús, aprendiendo de Él a cu- rar el mal con el bien. Enjugando las lágrimas de la Magdalena deshonrada, le iba a la vez enseñando con la gracia de Jesús, la posibilidad y hasta facilidad de una rehabilitación completa, admirable y nunca oída. Seamos puros para ser amigos de Jesús; seamos amigos de Jesús para ser poderosos sobre su Cora- zón y obtener de Él gra- cias de luz y de perdón para todos los pecadores. Resolución: Hacer ca- da una de nuestras accio-
  • 6. 6 nes con tranquilidad y bajo la mirada de Jesús. Jaculatoria: ¡Jesús mío, haz que tú seas siempre mi única co- sa necesaria y permíteme ser fiel y sacrificado servidor hasta la muerte! MARTES SANTO LOS QUE DEVERAS AMAN NO COMPRENDEN QUE SE PUEDATRAICIONAR AL AMOR (Evangelio: Jn 13,21-33.36-38) Se puede repetir la misma Verdad: “en verdad, en verdad les digo que uno de ustedes me entregará”(Jn 13, 21).Admirados los discí- pulos fieles, exclaman en sus temeroso amor: ¿Quién es ése, Señor? ¿Quién ha de poder traicionarte? Señor, ¿soy acaso yo? El amor tiene sus horas de temores y de angustias, y sus angus- tias nacen de su delicadeza: teme donde no hay que temer; ¡sabe bien que no trata sino de agradar a su objeto amado y, sin embargo, pregunta si le ha ofendido, traicionado quizás! ¡Terrible prueba! ¡Afrentosa duda que ha destrozado el cora- zón de los más apasionados amantes de Jesús! Cuando esta pe-
  • 7. 7 na nos torture, no nos alejemos de Jesús, pidámosle con los apóstoles fieles:“Señor,¿soy yo quien te traicionará?” (Mt 26, 22). ¡Señor, no es suficiente que yo te ame con toda mi alma! ¡Hay tantos que traicionan tu Corazón! ¡Concédeme, por favor, Amor todopoderoso, que te ame por ellos! ¡Transfórmame en fuego de amor! ¡Cómo desearía encender este fuego divino en todas las almas! ¡Señor, que nos consumamos todos, día y no- che en incendios de amor y de fervor! ¡Amor, oblíganos a amar! Resolución: Consolar hoy a Jesús en las traiciones de que es objeto. Jaculatoria: ¡Virgen María, cuyo Corazón es un horno de amor, enséñanos a amar a Jesús como tú! MIÉRCOLES SANTO JESÚS ESTRAICIONADO (Evangelio: Mt 26, 14-25) ¡Qué palabra! ¿Cómo oírla sin que hiervan de indignación nuestras entrañas? Hay, no obstante que oírla. Sí, alma mía, tu Jesús ha sido vendido como una vil mercancía, y mira, ¡el que le ha apreciado y vendido en treinta monedas de plata, le entrega a sus compradores con una señal de amor!... “Aquel a quien yo bese, dice el traidor, ese es; arréstenlo.Acercándose,pues, a Jesús, dijo: Dios te guarde, Maestro;y le besó”(Mt 26, 48
  • 8. 8 -49). ¿Qué traición es esta? ¿Quién se atreve a traicionar al más fiel de los amigos? ¿Quién tiene el atrevimiento de estampar en tu frente un hipócrita beso? ¡Judas, uno de los doces, uno de tus apóstoles, uno de tus íntimos!... ¡Judas, que, no hace más que un instante, estaba contigo en la mesa!... ¡Qué aleccionadora conducta! ¡Alma cristiana quienquiera que seas, mira las horribles consecuencias de la avaricia de Judas, a qué abismo puede llevar una pasión dominante cuando no se la reprime! Y date bien cuenta, tanto más abajo le precipita cuanto más sublime y ele- vada era la vocación en que Dios le había colocado; entre los apóstoles, en compañía y bajo la mirada de Je- sús, Judas se condena. Después de esto, ¿cómo no temer? ¡Cristianos, vivamos, por lo tanto, con temor y vigilancia, vivamos de oración y mortificación, pero sobre todo vivamos de amor!... ¡Jesús mío, llena mi corazón de tal caridad, que me haga aten- go para reprimir los menos movimientos de la pasión! ¡Y tú, Madre del hermoso Amor, guárdame para que viva siempre un continuo ejercicio del más ardiente amor! Resolución: Desterrar de nuestro corazón hasta la sombra de resentimiento y aspereza. Jaculatoria: ¡Hazme, Jesús mío, participante de la admirable
  • 9. 9 mansedumbre de tu Corazón! JUEVES SANTO LA MARAVILLA DE LA CARIDAD CRISTIANA (Evangelio: Juan 13, 1-15) Consideremos que un apóstol le traicionará, otro va a renegar de él y todos le van a aban- donar; los judíos, a quienes no ha hecho más que bien, le prenderán y le entregarán a toda clase de oprobios y de suplicios. ¡Jesús lo sabe! Y a pesar de ello ¿qué dice? ¡Esa misma noche es la escogida por Él para instituir el Santí- simo Sacramento!... ¡Maravilla de la caridad de un Dios! Por un lado, le apremia el amor a morir para salvar el género humano; por otro, el amor le reclama permanecer con sus queridos discípulos, con la Igle- sia naciente, a fin de no privarla de su presencia. ¿Qué haces, Jesús mío? ¿Cómo morir por tus almas y quedar al mismo tiempo con ellas? Tu infinita sabiduría se pone al servicio de tu ternura y tu omnipotencia realiza lo imposible. “Estarás con nosotros hasta la consumación de los siglos”, no sólo como un divino y fiel amigo, sino también como un pan místico, como un vino embriagador del que a diario se nutrirán nuestras al- mas. ¡Admiro el amor, la sabiduría y el poder de tu Corazón que se revela y se da todo entero en este admirable sacramen- to! Sí, te adoro, mi Jesús-Hostia, y me abraso en deseos de re- cibirte todas las mañanas de mi vida. Y espero que, así como por tu omnipotente palabra cambiaste el pan en tu cuerpo y el
  • 10. 10 vino en tu sangre, también por la virtud de tan admirable sa- cramento, me transformes en ti, Jesús mío, para que en adelan- te pueda decir con toda verdad: “Vivo yo,o más bien no soy yo el que vivo:sino que Cristo vive en mí” (Gal 2,20). ¿Cómo responderemos al amor de Jesús? ¡Prodigio de amor! Cuando te veo, Jesús, a ti que eres el Verbo Hijo de Dios y Dios mismo, teniendo en tus manos sagradas un pedazo de pan y cuando te oigo decir estas palabras omnipo- tentes: “Esto es mi cuer- po” (Mt 26,26), por las que conviertes este hu- milde alimento en tu car- ne y sangre que al mo- mento me presentas con tanto amor, ¡entonces mi espíritu se pierde, mi al- ma se funde, mi corazón se rompe y quisiera que todo mi ser se desvane- ciera ante Ti, como el hu- mo del incienso, en reco- nocimiento de tanto amor!... ¡Un Dios me da a un Dios por alimento! ¡Un Dios viene a ser mi bien, mi propiedad! ¡Un Dios es mi huésped y entra en lo más íntimo de mi ser para comunicarme los secretos de su amor!... ¡Sacramento de caridad! ¡Sacramento de amor! ¡Eres para mí mi sacramento!
  • 11. 11 ¡Yo también seré tu sacramento y tu sacramento de amor! Des- pués de transformarme en ti por la gracia de una unión euca- rística, yo a mi vez seré tu hostia y tu víctima. ¡Tú me inmolarás y yo mismo me inmolaré contigo a tu divino Padre, para su gloria que es también la tuya y la de tu Paráclito, y para la salvación de las almas!... Tú eres mi pan: yo seré el tuyo. Yo te alimentaré en el fondo de mi alma con un amor profundo y con los actos de todas las virtudes de las que me das ejemplo en tu vida eucarística… Resolución: Vivir hoy con humildad, pureza y amor y hacer algún sacrificio para honrar a Jesús sacramentado. Jaculatoria: ¡Mi Jesús-Hostia, haz que sea para ti una hostia pura y santa inmolada incesantemente para tu amor! VIERNES SANTO DEBERES PARA CON JESÚS CRUCIFICADO (Evangelio: Jn 18, 1-19,42) Es nuestro Dios y Salvador el que agoniza y muere en el duro lecho de la cruz. Rindámosle nuestros últimos deberes con to- da la devoción que nos sea posible, con amor y corazón de hi- jos. Nuestro primer deber consiste en adorar a nuestro Salvador e invitar a todos los ángeles y santos a que le adoren con noso- tros en todos los estados y misterios de su vida pasible y tem- poral, pero especialmente en su último momento, en sus últi- mos pensamientos, palabras y acciones, en sus últimos sufri- mientos y disposiciones, en fin, en su último suspiro.
  • 12. 12 Nuestro segundo deber es bendecirle y darle gracias, rogando también a todos los ángeles, a todos los santos y a su santísima Madre que nos ayude a darle gracias por todo lo que dijo, hizo y sufrió mientras vivió en este mundo, por la gloria de su Pa- dre y salvación de todas las criaturas, y muy especialmente por mí. Entreguemos a la cruz todo nuestro corazón, a fin de que de cada uno de nosotros pueda decir Jesús: “Me amó y se entregó por mí”(Gal 2,20).Sí, entreguémonos y sepamos morir por quien ha muerto por nosotros. Morir por Él es dar muerte a nosotros mismos con nuestras pasiones y malas inclinaciones; morir por Él, es morir por sus intereses que son las almas… ¿Quedaremos, a pesar de todo, inactivos? Nuestro tercer deber para con Jesús, que por mí da su vida, es pedirle perdón por nosotros en particular y por todo el género humano de todas las injurias y ofensas que Él ha recibido sobre la tierra durante su vida mortal, y ofrecerle en satisfacción todo el amor y todo el honor que le ha sido, es y será dado para siempre en el cielo y en la tierra, por su Padre Eterno, por su Santo Espíri- tu, por su bienaventurada Madre, por todos los ángeles y por todos los santos, después de ofrecernos y entregarnos a Él para hacer y su- frir cuanto a esta intención le agra- dare. Hagamos este último acto
  • 13. 13 con toda sinceridad, desde el fondo de nuestro corazón, y es- peremos también que Dios lo tome en serio, crucificándonos en todos nuestros sentidos y potencias. Nuestro cuarto deber, es postrarnos a los pies de nuestro ama- bilísimo Padre, que es Jesús agonizante y muriendo en la cruz y pedir que nos dé su santa bendición antes de morir, a fin de que ella con su virtud destruya en nosotros toda clase de mal- diciones, de pecados y de inclinaciones al pecado; que bendiga nuestro cuerpo y nuestras almas, nues- tros ojos y oídos, nuestra boca y nues- tra lengua, nuestras manos y pies, nuestra memoria y nuestro entendimiento, nues- tra voluntad y todos nuestros sentidos in- teriores y exteriores, a fin de que no hagamos de todo ello otro uso que el reclamado por su gloria. Nuestro quinto deber, es pedirle al Hijo de Dios que muere por nosotros en la cruz, que queremos morir con Él y por Él, es decir al pecado, al mundo y a nosotros mismos y a todo lo que le desagrada, y entregarnos a Él para este fin, suplicándole con toda instancia que imprima en nosotros una imagen per- fecta de su santísima y adorable muerte, y que por su virtud nos haga morir la muerte de los Santos, para que no vivamos ya sino en Él y por Él. Resolución: Morir a todo lo que no es Jesús.
  • 14. 14 Jaculatoria: ¡Haz Señor que viva solamente para amarte! SÁBADO SANTO NUESTROS DEBERES PARA CON MARÍA AL PIE DE LA CRUZ Después de nuestros deberes para con el Hijo de Dios, tene- mos aún tres que ofrecer a su santísima Madre. En el primero postrarnos con el espíritu y corazón a sus pies, para pedirle perdón por la muerte cruelísima de su Hijo y por los amarguísimos dolores que ella sufrió, de todo lo cual so- mos la causa; ofrecerle en satis- facción todo el honor, toda la gloria y todas las alabanzas que le han sido, son y serán dadas para siempre en el cielo y en la tierra por la Santísima Trinidad por la sagrada Humanidad de su Hijo, por todos los ángeles y santos. Ofrezcámonos después y entreguémonos a ella, en calidad de esclavos, pidiéndole que que- remos servirle y honrarle toda nuestra vida y de todas las maneras posibles. No hemos de olvidar que Nuestro Señor nos dio en la cruz a la Santísima Virgen por madre y a ella a nosotros por hijos, cuan- do hablando de cada uno de nosotros en la persona de San Juan, le dijo: “Ahí tienes a tu Hijo”, y a cada uno de nosotros en la persona del mismo: “Ahí tienes a tu Madre”.Estamos en el de- ber de dar gracias a Nuestro Señor porque nos dio a su Madre
  • 15. 15 para que fuese nuestra Madre y a esta santísima Madre porque nos ha recibido como hijos suyos… Y ya que nuestro divino Salvador quiso asociarnos a Él en su condición de Hijo amado de María, roguémosle que nos haga también a nosotros partici- pantes del amor filial que tiene para tal Madre. En fin, nuestro tercer deber para con la Madre de Jesús, es re- conocerla y saludarla como madre nuestra y pedirle que quere- mos servirla, honrarla y amarla como a verdadera madre, obe- decerla y dedicarnos a hacernos semejantes a ella, como los hijos deben parecerse a su madre, y por consiguiente, imitarla en su humildad y en su paciencia, en su obediencia y en su pu- reza, en su dulzura y en su mansedumbre, en su caridad y en todas sus admirables virtudes. Supliquémosle que nos mire, ame y trate como a hijos suyos, aunque indignísimos, que nos guíe y proteja en todas las cosas y que nos sirva de madre en la vida y en la muerte. Resolución: Mantenernos con toda fidelidad al pie de la cruz con María y morir en ella a lo que más cuesta. Jaculatoria: “¡Dios mío, en tus manos entrego mi alma!” VIGILIA PASCUAL LAS MUJERES EN EL SEPULCRO (Evangelio en la noche santa: Lc 24, 1-12) Cómo y cuándo hay que comprar perfumes para em- balsamar a Jesús. Dos días llevaba Jesús en el sepulcro y, poco satisfechas del pri- mer embalsamiento de que habían sido testigos, Magdalena y sus compañeras esperaban el fin del sábado para proceder a un
  • 16. 16 segundo, más conforme a la generosidad de sus corazones. Es el amor que a nadie cede el cuidado de aquel a quien se ama y Él mismo quiere prodigarle todas las demostraciones de su ter- nura. Que otros sirvan a Jesús y le embalsamen con el perfume de todas las virtudes, eso no es cuenta nuestra, puede satisfacer nuestro corazón que quiere Él mismo embalsamar a Jesús con el perfume de todas las virtudes. Pero, notémoslo bien; estos perfumes “los compraron las santas mujeres”,no los tenían consigo, y para procurárselos debieron dar en cambio algo de sus bienes. Y es que hay también perfu- mes místicos con que el alma fiel quiere embalsamar a Jesús: ella de sí misma no los tiene y, para obtenerlos, debe comprar- los al precio del sacrificio de sus bienes y de ella misma. Más, ¿cuándo fueron las santas mujeres a comprar sus perfu- mes? “La misma tarde del sábado”, en cuanto les fue permitido hacer una carrera un poco larga, una vez terminado el reposo sagrado del sá- bado. No po- dían aún salir de la ciudad, pero al menos podían andar por ella en bus- ca de perfumes. Así también, al salir del sábado espiritual, es decir, del reco- gimiento de la oración en que
  • 17. 17 Dios tiene a todas las potencias del alma en un reposo divino, durante el cual Él mismo obra en ella, iluminando su inteligen- cia y encendiendo su voluntad, el fiel discípulo de Jesús va al momento a comprar, al precio del sacrificio, los perfumes de las virtudes con que quiere embalsamar a su Señor. Si una imposibilidad material o moral no le da aún al cristiano la plena libertad para obrar a medida de su corazón generoso, hace al menos lo que está de su parte y pone en ejecución to- das las inspiraciones piadosas recibidas en el solemne reposo de la oración. Para embalsamar a Jesús. No para embalsamarse ellas mismas, ni para respirar ni hacer respirar a los demás agradablemente, es por lo que las santas mujeres van a comprar estos preciosos perfumes; sino única- mente para embalsamar a Jesús. Muchos desean la virtud y has- ta hacen verdaderos sacrificios para obtenerla, sin llegar, sin embargo, a ella. ¿Y por qué? Es que unos la desean y la buscan por su propia excelencia; otros por su conveniencia personal, para hacerse perfectos y complacerse en esta perfección. Pero son pocos los que la buscan por Dios, para agradarle y embal- samarle con sus perfumes. Y he aquí por qué hay tan pocas per- sonas verdadera y sólidamente virtuosas.
  • 18. 18 Almas cristianas, ¿amaríamos a Jesús si buscáramos la virtud por ella mismo o por nuestro único provecho?... “Para embal- samar a Jesús”, he aquí el único motivo que debe llevarnos a buscar los suaves perfumes de la santidad… “Embalsamar a Jesús”, es envolverle en el fondo de nuestra al- ma del perfume de la fe, de la esperanza y del amor, de la hu- mildad, de la pureza y de la mortificación. Embalsamar a Jesús es también embalsamar cada uno de sus miembros, con el per- fume de nuestros sacrificios, con el ejemplo de las más amables y atrayentes virtudes, a fin de que atraídas por nosotros “corran todas al olor de los aromas de Jesús”. La recompensa. “El primer día de la semana”, mien- tras todos esta- ban entregados al descanso y al sue- ño en la ciudad de Jerusalén, apremiadas por su amor lleno de veneración a Je- sús, se levantan las santas muje- res, y a la débil luz de la aurora, van a toda prisa cargadas de perfumes al sepulcro del Salvador. Saben de antemano la precaución que allí se ha tomado y cons-
  • 19. 19 cientes de su debilidad se dicen llenas de ansiedad: “¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?”. “Más echando la vista, repararon que la piedra estaba apartada. Y entrando en el sepulcro se hallaron con un joven sentado al lado derecho, vestido de un blanco ropaje… y se quedaron pasmadas.Pero él les dijo:No tienen que asus- tarse; ustedes venían a buscar a Jesús Nazareno que fue crucificado:ya resucitó, no está aquí; miren el lugar donde le pusieron. Pero vayan y díganle a sus discípulos, y especialmente a Pedro, que irá delante de ustedes a Galilea;donde lo verán según que les dijo”. Porque buscan a Jesús, nada temen estas débiles y tímidas mu- jeres; antes bien, míralas revestidas de una alta y sublime mi- sión y transformadas en apóstoles de los mismos apóstoles. ¿Queremos nosotros tener parte en su dicha? A ejemplo suyo, mientras los mundanos se entregan a la codicia y al sueño de la indiferencia, levantémonos con generosidad y corramos a em- balsamar al Salvador con los perfumes de nuestro amor y de nuestras virtudes. Conscientes de nuestras debilidad y de los obstáculos que tendremos que vencer, tengamos plena confian- za y caminemos sin parar; si es preciso enviará Dios a sus ánge- les para salvar toda clase de dificultades y tranquilizarnos en nuestros temores, y, convertidos también nosotros en apósto- les, anunciaremos al mundo entero el misterio de la resurrec- ción del Salvador, prenda e ideal de la de todos sus miembros místicos… Resolución: Obrar en todo con una perfecta pureza de inten- ción. Jaculatoria: ¡Jesús mío, haz que te embalsame en mi corazón con el perfume de mi amor y de todas las virtudes!
  • 20. 20 DOMINGO DE RESURRECCIÓN EL AMOR A JESÚS: CAUSA DE NUESTRO GOZO (Evangelio: Jn 20, 1-9) Despójense de sus vestidos de luto, al- mas llorosas por la muerte de Jesús, y vengan a contemplar entre resplandores de gloria a quien llora- ban como muerto. Véanlo lleno de ju- ventud y vida, des- lumbrador con nunca vistos esplendores, arrojando por sus lla- gas, como por otros tantos soles, rayos de la luz divina, y sobre todo que sale triun- fante de su tumba. “Cristo resucita ya no muere”, nuestro Jesús que murió, vive ahora y vivirá siempre. Se acabaron para Él todos los sufrimientos, o mejor, sus sufrimientos pasados son para Él, de hoy para siempre, fuente de infinitas delicias, en la que a todos nosotros nos invita a embriagarnos, sus humillacio- nes le son motivos de gloria y sus ignominias se han trocado en eternos honores. ¡Regocijémonos, pues, almas redimidas con su sangre, y que nuestro gozo sea tanto más vivo e íntimo cuanto más ardiente es nuestro amor!
  • 21. 21 El alma cristiana como consagrada a Dios, debe ser, por lo tan- to, toda caridad y amor, ha de alegrarse íntimamente ante la contemplación de Jesús resucitado. Repitamos con la esposa de los Cantares entre transportes de una santa embriaguez: “Encontré al que ama mi alma:asilé y no le dejaré”. La resurrección de Jesucristo, prenda de la nuestra. Si los hijos heredan los bienes del padre, si la esposa tiene parte en la fortuna de su esposo y los discípulos en la gloria del maestro, si los miembros siguen inseparablemente a su cabeza, debemos tener un día nosotros nuestra gloriosa resurrección, puesto que Jesús es para nosotros padre, esposo, maestro, ca- beza, en una palabra, todo, y ha resucitado. Sí, un día nos levantaremos como Él de la tumba, libres de nuestros males, ya pasados, gloriosos y triunfantes de nuestras humillaciones, resplandecientes de luz, puesto que fuimos constantes en ocultarnos en la sombra, tanto más colmados de delicias cuanto más generosos fuimos en renunciarnos en to- do… ¿No es en verdad la tum- ba para nosotros el manantial de todos los verdaderos bienes, de toda gloria deseable?... ¿No es allí donde nacemos a la única vida real y digna de ser ama- da?... ¡Si tuviésemos una débil idea de todo lo que esta tumba tan te- mida nos prepara, cómo la lla-
  • 22. 22 maríamos con todos nuestros deseos!, cómo nos complacería- mos en “quedar en ella sepultados con Jesucristo”. Procediendo así daríamos cumplimiento a los más íntimos deseos de Jesús que tiene hambre de nuestra gloria y de nuestra felicidad. Sí, su Corazón se estremece de gozo cuando nos ve diligentes y cui- dadosos de todo aquello que puede engrandecernos en Él. Quiere, guardada la debida proporción que nuestra resurrec- ción se asemeja a la suya y sea como su prolongación. ¡Jesús mío, he aquí mi mayor deseo, pero no ves bien mi impo- tencia y cobardía, ayúdame, obra en mí, porque “sin ti nada puedo”! Qué hay que hacer para resucitar gloriosamente. Para resucitar, ante todo hay que morir, para resucitar glorio- samente hay que mo- rir santamente. Las almas piadosas se complacen de muy buena gana con el pensamiento de los goces y de la gloria de la resurrección de los justos; pero no se complacen lo bastante con el pensamiento de la muerte, condi- ción indispensable de esta resurrección. No se sabe, no se quie- re aliar estas dos ideas: muerte y resurrección. La resurrección no puede, sin embargo, ser sino el fruto de la muerte. Amemos, por lo tanto, prácticamente a esta muerte libertado-
  • 23. 23 ra, a este germen de vida real y de gloria divina. Que la espe- ranza de la resurrección nos ayude a morir más y más al mun- do y a todas las cosas del mundo, a las criaturas y a su muerte, a nosotros mismos y a toda satisfacción. Si nuestro corazón flaquea ante esta muerte, miremos a Jesús resucitado y recordemos que Él es el Crucificado del Calvario. Pidámosle con toda instancia que nos dé la inteligencia de estos grandes misterios, y fuertes con su bendición y con su ayuda atravesaremos sin desfallecer el paso sombrío de la muerte pa- ra entrar con Él en una vida nueva, toda de resplandor y de de- licias inefables, de felicidad y santa embriaguez. Resolución: Saludar frecuentemente a Jesús resucitado y re- gocijarnos por su triunfo. Jaculatoria: ¡Jesús resucitado, haz que resucite contigo a una vida nueva!
  • 24. 24 ¡Jesús: haz que resucite a una vida nueva contigo! Director: P. Álvaro Duarte Torres CJM Diseño y compilación: Hermes Flórez Pérez